Óscar Contardo's Blog, page 138
July 5, 2017
No nos vamos a perdonar
De las cosas que frustran y entristecen el intelecto, una de las peores es la búsqueda vana de sensatez y responsabilidad en la política de nuestros días, incluso en año electoral, del que se esperaría más estímulo cerebral y noticia interesante. Y no me refiero a la política de sus profesionales, los políticos, sino a la de todos. A la de los ciudadanos, los periodistas y los académicos, contando solo tres amplias categorías sin agotar los dedos de una mano.
La experiencia es bipolar, extrema. Va desde el aburrimiento hasta los saltos de pánico.
Cada vez más superficial y de corta mira, menos informado y visionario, el debate actual sobre los asuntos públicos aburre. Fastidia. La irrelevancia manda con todo el peso de su apabullante dominio, y llena con su bla bla indistinguible cuanta pantalla o papel tengamos a mano. Es lo que hay: lugares comunes, ideas con olor a naftalina, falta de mundo, pequeñeces insípidas y preguntas lisa y llanamente tontas, algunas planteadas por periodistas, candidatos, intelectuales y cibernautas con el desafío confiado de «ya le vamos a sacar al pizarrón». No faltan, por supuesto, la exhumación de ataúdes y el alboroto de fantasmas políticos. El condimento malo, que ni sal ni pimienta, es el chiste del día, el desliz, el pecado del imprudente y lenguaraz… cualquier cosa que cebe la rabia o la burla, pero que no vaya a ningún lado importante. Y de ahí la trifulca menor.
De repente, el griterío y los cañonazos que espabilan y sacuden la modorra como si despertara uno, sin saber cómo, en zona de guerra. Disparan insultos. Se dan de trompadas. De golpe, lanzan en cohete alguno de esos planes de reforma pretenciosos que ya sabemos en qué terminan. O prometen alguna política o medida experimental rayana en la locura, que de la boca sale rellena y pintada de fracaso y peligro, decidida a cargarse el país en los primeros cien días. Y uno se inquieta, pues lo único importante que aparece es en calidad de blanco, como la constitución o el sistema económico.
Sobre los grandes temas, los que deberían ponernos a tomar café todas las noches para estudiar cómo les hacemos frente, pues bien, gracias. ¿Ocuparse del largo plazo, que es cada vez más corto? Ya veremos… o ya verán otros.
Cinco minutos de debate o entrevista, y un vistazo a la gradería virtual en redes sociales, dejan clarísima la situación: el nivel es fatalmente deprimente.
Mientras tanto, los especialistas —los buenos— se queman las pestañas en reportes y análisis que nos advierten sobre impactos profundos y a gran escala. No mañana… ¡hoy! En lo geopolítico, lo demográfico y lo tecnológico, por ejemplo, nuestra nueva normalidad es la de los cambios disruptivos. Y eso significa que nuestras intuiciones de siempre y nuestra capacidad para proyectar están en aprietos. Entre los riesgos globales —y latinoamericanos— que encabezan la lista anual del Foro Económico Mundial están el fracaso de gobiernos, la inestabilidad social, el desempleo y el subempleo. No extraña, estando como estamos, que respondamos con torpeza, lentitud y negligencia —si es que respondemos— a los desafíos planteados en la educación, el trabajo, los modelos de negocios, las instituciones o la economía. Y esto vale para públicos y privados, para el Estado y la empresa, para la academia y la sociedad civil.
Pongámoslo así, solo con tres puntos de urgente atención: Mientras sigamos jugueteando ideológicamente con la gratuidad y el lucro en la educación, sin tratar en serio lo serio —su enfoque, orientación y propósito para hoy y para lo que viene—, seguiremos preparando con minuciosa prolijidad nuestro fracaso. Y como la inteligencia artificial, los robots y los algoritmos no hacen huelga, poco les importa a ellos nuestras discusiones desactualizadas al respecto, que evolucionarán torpemente hacia lo fácil y políticamente rentable: proteccionismo, cuotas e ingresos mínimos garantizados. Ni hablar de la posición de este Chile que trastabilla ahora entre los índices de riesgo y otros números, mientras el mapa le cambió sin siquiera preguntarle. Ahí tenemos, por ejemplo, a un Perú mucho más competitivo y a una Argentina en veremos, pero distinta. Y no digo más porque ya basta y sobra.
Entre la irrelevancia, la inmadurez y la irresponsabilidad generalizadas, el panorama aterra. La discusión electoral no está dando precisamente buenas señas. Pero esto no es para llorar derrotados entre el pesimismo y la impotencia, sino para, de verdad, «sacarnos al pizarrón»… ¡a todos nosotros! No nos vamos a perdonar si este momento pasa a la historia como el inicio de nuestra decadencia.
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¿El gol?
Si usted espera encontrar en estas líneas más sangre para descuartizar a Marcelo Díaz siga a la próxima página. Si quiere leer un linchamiento público por su error no desgaste su vista en estos párrafos. Él sabe perfectamente que el último enganche fue innecesario. Patearlo en el piso o señalarlo con el dedo como el único y gran culpable por perder la final, cae dentro de una grave miopía. Díaz sigue siendo, para este columnista,un soberbio volante que tiene pegada en su cuerpo la camiseta de titular. Por una mancha no lo voy a colgar en la plaza roja.
Recuerdos, historias negras de nuestro fútbol y episodios vergonzosos, se me cruzaban en mi mente mientras apreciaba con admiración a este grupo de privilegiados que, sin asombro, miraban de frente al campeón de Europa y luego,en la final, al campeón del mundo. Cómo hemos cambiado. Cómo hemos crecido. Cómo nos respetan. Orgullo y emoción sentí cada vez que Chile entraba a la cancha con una personalidad desbordante, sin temor a nada y con una confianza admirable en una filosofía de juego memorizada.
Ahora cerremos la Copa y miremos al futuro, pero con una lección del pasado.¿Qué nos faltó para ser campeón? Hubo dos claves que suenan muy simples, pero que terminan decidiendo todo frente a los mejores: el error y el gol. Cuando Ángelo Sagal pateó el balón al cielo se me apareció nuevamente la imagen de Esteban Paredes. Desde la entrega de la nómina final que su ausencia me sonaba una equivocación.Tal vez fui el único que lo pensaba y que aún lo sostengo, por experiencia y efectividad. Paredes debía estar.
Chile debe sincerarse para combatir a las superpotencias y asumir que el gol es un fantasma que se exhibe y desaparece. Cuando se convierte, se olvida todo. Pero cuando no anotas la alarma debe sonar fuerte. Prefiero cubrirme antes de calentar la prueba. Siento que es bueno gritar si pretendemos dar un gran salto en el mundial. Hoy teniendo a Sánchez como goleador histórico y a Vargas como su lugarteniente pareciera que estamos cubiertos, sin embargo, cuando el zapato no tiene tiza no cerramos los partidos.
Lo que hace más notorio este análisis es que frente a Alemania tuvieron seis ocasiones para cerrar la final y se fallaron todas. Ellos tuvieron una y nos enterraron el cuchillo. En el balance del juego Chile fue superior, pero esa contundencia en el dominio no se reflejó en el arco rival.
Antes del gol alemán, el fútbol de Chile era un ballet del Mariinsky. Toque seco y preciso del balón, movimientos coordinados de presión en la salida, explosión permanente con los laterales, dominio total del medio, acciones de gol. Todo era perfecto, pero sin inflar las mallas del estadio más caro del mundo. De esa forma el aplauso no se cierra por completo. Para liquidar a los más fuertes hay que pegarles donde duele.
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July 4, 2017
No teníamos nada
UNA SERIE televisiva sobre la historia del Mundial de 1962 ha sorprendido gratamente a la crítica y conmueve a los chilenos de todas las edades. A mí me llega especialmente, porque uno de los “Tres Mosqueteros”, ese trío que sacó la idea adelante contra viento y marea,fue mi padre, Ernesto Alvear Retamal. Eran los tiempos heroicos, donde el fútbol se jugaba por amor a la camiseta. Esto valía no sólo en el caso de los 11 jugadores que estaban en la cancha, sino también respecto de los dirigentes, que se dedicaban a esa tarea a costa de grandes sacrificios económicos.
¿Cómo nació el Mundial hace 55 años atrás? Al principio fue una idea en la mente de mi padre, al asistir a una reunión de la Fifa en Helsinki, en 1952: no es imposible que Chile organice un Mundial. Al llegar a Chile, esa fantasía se transformó en una verdadera obsesión para ese trío inolvidable, formado por Carlos Dittborn, Juan Pinto Durán y él mismo.
A nadie se le ocultaba que el proyecto era imposible: Chile era un país pobre; sus instalaciones deportivas, más que modestas, presentaban un aspecto lamentable, y para colmo quedaba muy lejos de todo, en una época en que las comunicaciones internacionales eran todavía precarias. Pero precisamente “porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”, dijo Carlos Dittborn.
Ni siquiera había plata para inscribir la postulación: la pusieron los tres “locos” a los que muchos miraban con una mezcla de desprecio y conmiseración. Al frente, tenían a Argentina, la otra candidata para organizar el torneo. La declaración de su representante al presentar la postulación era elocuente: “Podemos hacer el Mundial mañana mismo. Lo tenemos todo”
Pero la gran idea de los “Tres Mosqueteros” no se dejaba derrotar ni por las condiciones internacionales adversas ni por las dificultades internas. Se consiguió un amplio triunfo en la decisión de la FIFA. Obtenido lo más difícil, no era el momento para dejarse vencer por los pesimistas de siempre (“realistas”, se llaman a sí mismo). Se construyeron estadios y se preparó la Villa Olímpica. Fernando Riera, por su parte, hacía lo suyo, para darle un nivel profesional a unos deportistas que tenían mucho entusiasmo y corazón, pero que debieron trabajar muy duro para quedar en condiciones de enfrentar a los grandes de entonces. “Disciplina”, era la palabra que más se oía por entonces.
Hubo que superar el individualismo, la desconfianza, el pesimismo, y el terrible terremoto de 1960. Pero la prueba más dura fue la muerte de Juan Pinto Durán, primero, en 1957, y de Carlos Dittborn pocos días antes de comenzar el Mundial. Fueron golpes durísimos. Pero el ejemplo de esos hombres ya estaba grabado en las mentes de todos los chilenos, y el país entero se movilizó para suplir con empeño y cariño la falta de medios. Porque el nuestro fue un Mundial sobrio, donde nadie pretendió mostrar lo que no éramos. Sobriedad, patriotismo, perseverancia, trabajo en equipo: así triunfa una gran idea.
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Después de la primaria
ES OBVIO que los resultados de la primaria no pasaron inadvertidos. Pero los vértices son múltiples y delinean espacios de análisis distintos. Por lo pronto, en lo que respecta a Chile Vamos y los acercamientos entre Ossandón y Piñera y de éste con Kast. Y asimismo los mea culpa de la Nueva Mayoría por la incapacidad para acordar una primaria.
Pero existe un vértice cuyas proyecciones son más complejas de visualizar y es la evaluación de los resultados del Frente Amplio (FA). De hecho, está claro que en materia de participación dichos resultados no son auspiciosos. El que la participación en la primaria prácticamente equivale a la votación obtenida en la municipal 2016, es susceptible de diversas interpretaciones. Por un lado, que su base de apoyo no ha crecido significativamente. Pero también, que sus estructura partidista es aún muy débil y más allá de las simpatías mediáticas de las que goza hasta ahora, no le permiten a su militancia movilizar más que 4,8 electores por militante versus los 12,9 en el caso de Chile Vamos. Ciertamente lo anterior puede sufrir cambios importantes en los próximos meses y ese es el desafío.
Otro fenómeno es la significativa diferencia entre la popularidad del FA y Sánchez. En efecto, si proyectáramos las encuestas, que tanto se quiere regular e incluso limitar, nos encontramos con la paradoja que el público elector tiene una gran adhesión hacia Sánchez, pero ésta no se expresó en la primaria. En efecto, estamos hablando que las encuestas le asignan entre 700 mil (CEP, Abril-Mayo) y 1,5 millones de adherentes (Cadem Y Adimark, Junio-Julio) pero el FA no supera los 350 mil.
Si en lo que sigue del año la tendencia fuera creciente para Sánchez, particularmente después de agosto (con la inscripción de listas parlamentarias), no solo el FA confronta un nuevo escenario sino que todos los actores políticos. En el caso específico del FA, es qué destino tiene una agrupación política que solo es su candidato presidencial, es decir, de no tener una lista parlamentaria competitiva y con posibilidad de ganar escaños, ¿qué posibilidades tiene de subsistir? Bueno el Partido Comunista (PC) lo logró, sin embargo, el FA no es el PC. Otra alternativa sería drenar a la Nueva Mayoría de aquellos parlamentarios que se encuentran más próximos.
En el caso de Guillier, una Sánchez muy competitiva ciertamente le impone desafíos a su candidatura y obviamente a su coalición. ¿Cómo llegar a noviembre con un candidato debilitado por la izquierda? Más aún ¿cuál es el nivel de riesgo de desmovilización de sus parlamentarios para contener una lista del FA apoyada por Sánchez?
Finalmente, aun cuando Sánchez solo pueda traspasar una fracción de votación al FA, existe un escenario complejo para la Nueva Mayoría, en concreto que con un 8% o 10% de los votos, el FA pueda amenazar la elección o reelección no solo de uno sino muchos parlamentarios. Lo que impone un estrés adicional a la elección de noviembre.
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Apertura del Cruch: ¿Avance o retroceso?
LA COMISIÓN de Educación de la Cámara aprobó una indicación que permitiría ampliar el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas, Cruch. Para algunos se trata de un gran logro al romper finalmente este “monopolio” de universidades creadas antes de 1981, abriendo espacios para el ingreso de nuevas instituciones.
La pertenencia a este Consejo ha sido objeto, históricamente, de un encendido debate. La fundada creencia de que el Cruch goza de privilegios económicos atrae la atención de muchas universidades que se quejan de un desigual trato, por ejemplo, sobre fondos concursables. Ello adquiere mayor relevancia en el propio proyecto de ley que consagra al Cruch como “el” vehículo para que “el Estado contribuya a la excelencia en el desarrollo de la educación superior”, “a través de los recursos que disponga la Ley de Presupuestos del Sector Público (Art.2) En tono coloquial, o usted está adentro del Cruch o quedará definitivamente “debajo de la mesa” en la repartija de los aportes fiscales.
Pero si la apertura puede considerarse un paso valioso para desterrar arbitrarias exclusiones, no deja de llamar la atención algunas de sus exigencias. ¿Qué razón hay para fijar una fecha de antigüedad mínima de 15 años? ¿Es que calidad y antigüedad son sinónimos? A los futuros entrantes se les pide formar parte del Sistema Unico de Admisión (SUA), que controla el mismo Cruch. ¿Supone ello que el Cruch se abrirá a la participación de nuevas universidades en el SUA, en circunstancias de que se ha negado antes a admitir a alguna de ellas? Se señala que las universidades deben poseer “una forma de gobierno que contemple la participación deliberativa de estudiantes y académicos” y que deben “contar con una carrera académica que regule en términos objetivos y en base al juicio de pares, la admisión, evaluación y exclusión de la universidad”. Siendo deseables ambos fines, es muy vaga la frase de “participación deliberativa” y es complejo calificar la idoneidad del modelo de carrera académica que se da sí misma una universidad que goza de autonomía. Además, ¿quién hará de juez en la evaluación? ¿Un ente independiente? Según la indicación, será el propio Cruch.
Por otro lado, se exige que la universidad esté adscrita al régimen de gratuidad. Absurdo. Es sabido que el esquema de gratuidad, que el propio proyecto de ley define en detalle, dejará fuera a muchas universidades de calidad que no tienen cómo hacer frente a insalvables brechas financieras. Simplemente, no podrán entrar. Pero la mayor inconsistencia, sin duda, es pedir cinco años de acreditación. El actual Cruch tiene dos universidades no acreditadas y nueve con menos de cinco años. ¿Se les va a dar un plazo a estas universidades para cumplir con los cinco años de acreditación? Sería lo justo. Y si no cumplen, ¿deberán marginarse? La respuesta es obvia. No, porque si bien no tienen derechos adquiridos por calidad, son más antiguas, aunque el argumento no vale para las dos universidades estatales creadas recientemente.
En consecuencia, si bien la apertura del Cruch es una medida oportuna en un sistema diverso donde hay buenas instituciones excluidas de este foro universitario, es poco coherente poner exigencias desmedidas cuando no contradictorias. Tal como queda la indicación, adquiere un sabor más en línea de una nueva defensa de intereses corporativos para mantener el statu quo, que un genuino deseo de pensar el sistema universitario como uno solo, que atienda solo a la calidad, innovación, e integración social, como factores de diferenciación entre universidades.
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Otra lectura posible de las Primarias
Más allá de los números, resulta necesario intentar leer y decodificar el escenario político post primarias en el cual desarrollaran las próximas campañas en los poco más de 170 días que restan para la elección del 19 de noviembre.
La nueva geografía del mapa político chileno muestra que este estará signado ya no por el duopolio de la Nueva Mayoría (NM) y Chile Vamos (CHV) sino que se instala a una tercera fuerza como actor del proceso: el Frente Amplio (FA). Si bien, por ahora es más Frente que Amplio, dado su discreto rendimiento electoral que solo consiguió movilizar a un poco más de 327.000 electores, mostro que está en condiciones de competir con la NM y la derecha. Hay que recordar que en las pasadas elecciones municipales de 2016 la votación de concejales del FA estuvo en 274.000 votos. Se esperaba que con el despliegue por la inscripción como partido político de Revolución Democrática y, la participación en primarias —con franja y debates de por medio— los frenteamplistas hubiesen tenido un performance electoral superior, incorporando nuevos electores, oferta de temas y especialmente constituyendo una real opción de gobierno. Por lo menos hasta ahora, esa apuesta parece quedar en suspenso. A pesar de lo declarado por Beatriz Sánchez, en relación a su paso al balotaje en noviembre, más que la disputa presidencial el foco —300 mil votos en un escenario de 6 millones probables de electores en primera vuelta es el 5%— debiera colocarse en mejorar el rendimiento electoral de los candidatos del FA al parlamento dado la ventana de oportunidades que ofrece el nuevo sistema electoral proporcional que debuta en la parlamentaria de noviembre. Esta discusión estará sin dudad en el centro de la deliberación política del bloque.
En Chile Vamos y a pesar de los esfuerzos por proyectar unidad, deberá mostrar una efectiva capacidad para procesar las diferencias y disputas que dejaron las primarias. En especial como se despeja el fantasma de un eventual “todos contra Piñera”. La manera de relacionarse con el senador Manuel Jose Ossandon y su electorado aún no cuenta con una estrategia definida. No cabe un abordaje lineal. Primero porque Ossandon resintió el mal trato del Piñerismo duro, las elites de RN, la UDI y del establishment que lo desprecio. En segundo lugar porque quienes votaron a Ossandon no son propiamente un electorado de derecha. La piedra angular de la psicología del votante de Ossandon está constituida por las emociones. Esas emociones predominantes, son el miedo y la ira. Su origen debe buscarse en la inseguridad económica, en la amenaza de la inseguridad, en la percepción de pérdida de valores y en la decepción con el sistema político. De este modo los poco más de 350.000 votos es una votación personal. De allí que en el Piñerismo se debatirán entre una estrategia del silencio y la de realizar gestos y también concesiones para poder encantar a Ossandon y su equipo de cara a la primera vuelta
En el caso de la Nueva Mayoría que si bien no compitió en primarias, suma a las tensiones derivadas de sus dos candidaturas presidenciales sin acuerdo parlamentario un nuevo desafío: ¿cómo neutralizar al FA sin prescindir de su apoyo en una eventual segunda vuelta? Al tiempo debe enfrentar el déficit de liderazgo político para ordenar en forma táctica y estratégica a los partidos y a su infantería electoral. A falta de evidencia, persistirá mientras tanto la duda si los más de 2 millones que la Nueva Mayoría obtuvo en las primarias del 2013 y, que no participaron en la contienda del domingo, siguen siendo un activo.
En síntesis, la gran sorpresa no fue quien gano en ambos bloques en competencia sino la alta participación contra todo pronóstico. Los debates y sus consecuencias tal parece fueron un aporte al clima electoral del domingo más de lo que se pensaba. Tal vez, estemos en presencia de un cambio en nuestro sistema de representación, que se sintetiza en la idea del tránsito de la “democracia de los partidos” a la “democracia del púbico o de las audiencias”.
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¿Qué pasa con el Tricel?
DOS HITOS importantes para la política ocurrieron en la última semana: en uno habló la ciudadanía; en el otro, los jueces del Tricel. El primero muestra un contundente triunfo de Sebastián Piñera en una primaria que se levanta hoy como un hito de proporciones; no solo por la brecha sino que también por la masividad. El segundo es el que interesa a esta columna.
El martes pasado el Tricel acogió el reclamo de Ciudadanos para inscribirse como partido. A mi juicio, lo más interesante no es tanto que el partido de Andrés Velasco entre a la cancha electoral (cuestión, sin duda, positiva), sino que la sentencia deja ver la aproximación que ha utilizado el Tricel para resolver contiendas polémicas en al menos dos fallos en los últimos años.
En el caso de Ciudadanos, el Tricel sostuvo que un partido puede inscribirse a pesar de no cumplir con dos de los requisitos legales. En efecto, como un número de las firmas presentadas por Ciudadanos correspondía a personas afiliadas en otros partidos o que no estaban habilitadas para votar en la respectiva región, el Servel rechazó esas firmas. El Tricel rectificó el criterio del Servel y sostuvo que, a pesar de que constara el incumplimiento, el “principio de accesibilidad de los ciudadanos a la formación de un partido político” y el “principio de buena fe” exigían obviar esos requisitos. Basta, concluyó, la autodeclaración jurada del afiliado de cumplir con todos ellos.
Pero ya antes el Tricel había actuado de modo similar. En 2013 impugnó la candidatura a senador de Luciano Cruz-Coke. En ese fallo el Tricel reconoce que, a la luz de la ley, Cruz-Coke no era ministro (si no lo era, no aplicaba una inhabilidad constitucional y podía ser candidato). Pero, acto seguido, se aleja del texto de la norma para sostener que la finalidad de la misma es la que debe dejar a Cruz-Coke fuera de la elección. Y así es como falla facilitando, de paso, un doblaje con consecuencias hasta hoy.
¿Qué tienen en común estos dos casos? Que en alguna medida, en ambos el Tricel desconoce el texto de la ley para decidir sobre la base de principios o del “sentido común”. Si la ley exige ciertos requisitos, parece estar diciendo que en algunos casos pueden obviarse (Ciudadanos) y en otros pueden interpretarse de modo más extensivo (Cruz-Coke) porque así lo sugieren los principios.
Esto es reflejo de algo mucho más profundo: paulatinamente se está produciendo un divorcio entre los jueces y las fronteras que fijan las leyes. Es cierto que todo aquel que ejerce la labor de juez vive la tensión permanente entre fallar desde la formalidad de la ley o desde la inspiración de sus criterios de justicia. La decisión nunca será fácil, pero lo cierto es que para reducir las arbitrariedades y evitar someternos al “gobierno de los jueces”, es imprescindible que la judicatura invoque criterios de argumentación judicial más contundentes, compartidos y conocidos. La sujeción a la formalidad de la ley o la fuerza de los precedentes (el Tricel no cita ninguno) han sido fórmulas tradicionales. Ha llegado el momento de que el Tricel nos ilustre con más claridad cuáles serán los suyos hacia el futuro.
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La voz de las cifras
UNO ESPERARÍA que las cifras hablaran por sí mismas. Mal que mal, los matemáticos siempre nos dijeron a los humanistas que los guarismos, a diferencia de los conceptos, estaban libres de ambigüedad. No es acaso evidente, se pensaría, que en todos los casos 1.400.000 es más que 300.000 o que 58% siempre será mejor que 30% (a menos, por supuesto, que se trate de delincuencia, alcoholismo o pobreza). Tratándose de elecciones o encuestas, sin embargo, parece inevitable que los fríos números terminen siendo objeto de las más diversas interpretaciones.
Y así, en las pocas horas que han transcurrido desde el domingo, los comentaristas se han dado el festín de rigor con los resultados de las primarias. “Triunfo espectacular de Piñera”, dice uno. “La Nueva Mayoría ganó sin jugar”, replica otro. “Buen estreno del Frente Amplio”. “Pésimo resultado del Frente Amplio”, etc. No falta, en efecto, el que piensa que, si se les tortura lo suficiente, los pobres números terminarán confesando cualquiera cosa que el analista quiera escuchar.
Aun a riesgo de que se me acuse de maltratar otro poco más a los números del domingo, me permito compartir cuatro reflexiones personales sobre los resultados en cuestión.
Reconozco, en primer lugar, haber sido de los que pensó que la coincidencia con la final de la Copa Confederaciones y el efecto de debates y entrevistas lamentables resultaría en una participación total que no superaría el millón de ciudadanos. Me alegro mucho de haber estado tan equivocado. La afluencia a las urnas nos habla del interés de muchas y muchos por incidir directamente en las decisiones políticas importantes. Otra razón más, me parece, para perseverar en el camino de profundizar la democracia.
No puedo negar, en segundo término, que el resultado de Chile Vamos es bueno de cara a sus posibilidades para noviembre. Están todavía muy por debajo, es cierto, de la participación en la primaria de la NM de 2013 (casi un millón de votos menos) y apenas empatan la concurrencia que logró la primaria convencional concertacionista entre Lagos y Zaldívar hace ¡18 años! Para la derecha, sin embargo, los números son positivos. Este buen apronte no alcanza, en todo caso, a garantizar nada. La elección presidencial sigue abierta.
El Frente Amplio tiene todo el derecho a sentirse satisfecho con la decisión de hacer sus primarias. Pudo mostrarse ante el país y potenció liderazgos interesantes. Tendrán que reconocer, sin embargo, que el resultado demuestra que están todavía muy lejos de ser una alternativa competitiva. Haber sacado en total menos votos que el llanero solitario de Ossandón debiera enseñarles que están todavía muy lejos de ser un frente realmente amplio. Ojalá aprendan, además, a ser más comedidos a la hora de hablar a nombre del pueblo. Hay finalmente una oportunidad para Goic. Más de 11 millones de ciudadanos que no participaron (el 85% del padrón). Algunos no lo hicieron porque no se sentían convocados por la derecha o la izquierda más intransigente. Otros, probablemente la mayoría, se sienten distantes de toda coalición y todo liderazgo. Quedan 140 días para motivar a todos esos compatriotas. Ellos decidirán la elección.
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Primarias: otra mirada
RECIÉN CONCLUIDAS las elecciones primarias, comenzaron las especulaciones respecto a lo que puede ocurrir en las presidenciales. Y como el número de votantes excedió las expectativas, ha quedado una sensación de éxito respecto a la participación ciudadana y, en particular, al apoyo recibido por la coalición de derecha. Con todo, el total de sufragios escrutados apenas supera el 13% del padrón de votantes. Hay más de 86% de potenciales electores que no concurrieron a las urnas. Incluso efectuando una estimación de un 10% adicional de votación si hubiese habido también una primaria de la Nueva Mayoría, todavía podría ser contabilizado 76% de abstención. Este análisis pone en evidencia dos hechos. Primero, que tres de cada cuatro personas con derecho a sufragar no mostrarían interés en manifestar su voluntad electoral. Segundo, que no obstante las cuentas alegres que sacan algunos, quién será el próximo Presidente de la República no está aún definido.
¿Qué factores podrían ser determinantes para lograr quebrar la tendencia de desapego a la política y aunar multitudes tras un candidato? La desvinculación generalizada con la política y sus principales actores es un síntoma preocupante, pues implícitamente implica una desafección por el bien común de la sociedad. Vale pues la pena intentar entender qué puede estar gatillándola. Una primera posible causa explicativa dice relación con la poca presencia en la escena pública de auténticos liderazgos, fundamentados en sabiduría gubernativa. La verdadera autoridad política es aquella que propone fines perfectivos para la sociedad, partiendo del reconocimiento de su historia, tradición e identidad y previendo las transformaciones que ella requiere para mejorar y fortalecerse. Junto con la identificación de aquellos fines, el líder político ha de ser capaz de detectar los medios legítimos y adecuados para alcanzarlos. Y, en este proceso, debe escuchar seriamente y encauzar el verdadero (no ideológico) “clamor popular”. El liderazgo político, por lo tanto, no se puede reducir a hacer reverencias a encuestas de opinión, ni a seguir a “la calle”, o a plegarse a cualquier movimiento social que parezca “políticamente correcto”, acapare rating o se encuentre de moda.
Otra razón se puede hallar en un fenómeno que ha ido in crescendo en el espacio público chileno: la bandería alicorta y la pequeñez. Priman en demasía el interés personal, de facción o partidista. También la tendencia a darse “gustitos” y el recurso de palabras ponzoñosas, groseras e imprudentes. En suma, se observa poca altura de miras y escasa virtud operativa. Este año de elecciones ha estado, desafortunadamente, plagado de sucesos de esa índole.
En su dimensión de fondo, los destinos de la patria requieren de más visión de Estado, de defensa de ideas, principios y proyectos, de miradas de largo plazo e integrales, de más alto aprecio por la unidad y la búsqueda de soluciones plausibles a los problemas más apremiantes para los ciudadanos. Y en la forma se precisa de un diálogo más racional, humilde y educado, entender que enfrente hay adversarios y no enemigos, de un mejor equilibrio entre argumentos y recursos emotivo sentimentales, de más generosidad y espíritu de servicio. Se necesita que haya candidatos confiables, íntegros, preparados y poseedores de una fidedigna vocación de servicio público. Chile sabrá reconocer si hay -para noviembre- quien encarne estas cualidades.
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Villa San Luis: más allá del patrimonio material
No podemos más que celebrar la reciente declaratoria de Monumento Nacional de la Villa San Luis. Fue un proceso controvertido en el que la comunidad tuvo una participación gravitante –como pasa con casi todo lo que se busca nombrar Monumento para asegurar su conservación-, incluida la persistencia del arquitecto Miguel Lawner. Pero más allá de lo material, del hormigón y el aspecto formal de los edificios –ámbito que algunos expertos han puesto como punta de lanza a la hora de discutir su valor y argumentar que no merecen ser resguardados-, lo que esta declaratoria rescata, preserva y protege es lo simbólico y significante, la suma de valores que estos cuerpos encarnan y representan.
No solo son vestigios materiales –hace rato que el concepto de patrimonio amplió sus horizontes para ir más allá de lo material- son, y esto es lo importante, huellas y testimonios de una época en la que la urbe se construía como todos anhelan construirla hoy: más justa, inclusiva y sustentable. Hablan, en el fondo, de una forma de hacer ciudad que no se ha vuelto a repetir, paradójicamente marcan también lo contrario, el inicio de los procesos de erradicación que impulsó la dictadura y con esto, la segregación que Santiago padece hasta hoy y de la que ningún gobierno ha logrado deshacerse.
En este caso –así como en muchos otros ejemplos patrimoniales-, la propiedad privada debe quedar relegada a un bien público, común y superior que es nuestra memoria e historia. La Villa San Luis representa no solo una época de innovación social y tecnológica, ilustra también uno de los casos más terribles de violación a los derechos humanos en la ciudad y el territorio: el despojo de la vivienda y desarticulación de un rico tejido social. Es ejemplo de las malas prácticas -incluso ilegales- de venta y enajenación de predios fiscales, de cambios de planos reguladores a media noche y de un modelo de desarrollo económico y social -el neoliberal-, contra uno que plantea por sobre todo un Estado solidario donde lo común y lo público tienen preponderancia frente al mercado, que busca estimular la construcción de una ciudad con calidad de vida para todos sus habitantes.
Hoy, la discusión patrimonial va más allá del debate sobre el valor arquitectónico y solo formal de una estructura, debe rescatar, resguardar y preservar para generaciones futuras ejemplos significativos de procesos culturales, económicos, políticos, técnicos -tangibles e intangibles- que nos recuerden de dónde venimos, dónde estamos y orienten hacia dónde queremos ir. Por eso vale la pena conservar lo que quede como testimonio de la Villa San Luis, porque esos vestigios hablan de memoria, identidad y valores locales que no deben perderse, menos en la mitad de un centro de negocios donde la globalización en todas sus expresiones se toma cada esquina.
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