Jorge Zepeda Patterson's Blog, page 9

June 26, 2016

La soledad del Presidente

La trayectoria reciente de Peña Nieto es un poco como la del equipo tricolor de Osorio en la Copa América. Un poco de suerte y algunos aciertos produjeron una racha de éxitos sorprendentes, aunque a la postre resultaron engañosos. El presidente llegó a la cúspide de su carrera sin realmente haber sido probado por la vida. Creció en un hogar acomodado y protegido por una familia emparentada con los poderosos. Cargó el maletín de Arturo Montiel durante años, un padrino que lo convertiría en  Gobernador de su estado. Y luego del fracaso de doce años de gobiernos panistas, era el priista que se encontraba en el lugar correcto (titular del Edomex) en el momento adecuado (2012). El temor a López Obrador y el desencanto por los panistas le dieron el mínimo necesario de votos para alcanzar la presidencia. Y al arranque de su gestión,  el optimismo desinformado de muchos mexicanos le concedieron 18 meses de tregua, casi de luna de miel. Después de eso, el despeñadero.


Con la selección de futbol de Osorio pasó algo similar. No se sabía muy bien a qué jugaba el director técnico pero todos festejaron que empatara el récord de partidos invicto y que su defensa fuese prácticamente impenetrable. Cuando se enfrentó a Chile hace unos días, sólo había recibido dos goles en diez partidos. Los comentaristas pregonaban que México era el único que podía disputar a Argentina la conquista del campeonato. En eso estábamos cuando Chile nos metió un 7-0, apenas en cuartos de final; la peor goliza desde hace medio siglo.


La tragedia futbolística dura hasta el siguiente campeonato, con ese u otro técnico. En política, en cambio, estamos atorados para los siguientes dos años y medio. Y Peña Nieto ya no sabe a qué jugar.


No sólo ha perdido la estrella que le condujo por caminos alfombrados hasta el trono. Hoy parece maldecido por el infortunio, además del flagelo permanente que resultan de sus errores de cálculo o de sus fallidos controles de daño.


La reforma petrolera, la pretendida joya de sus propuestas, que desencadenaría la inversión extranjera y dinamizaría la economía, duerme el sueño de los justos por un infame precio internacional del barril. Un contexto internacional desfavorable ha desinflado cualquier posibilidad de convertir a las exportaciones en el disparador del crecimiento.


Lo demás tiene que ver sobre todo con los errores.  En la mezcla de viejo y nuevo PRI que Peña Nieto incorporó al poder, acabó imponiéndose una mala versión de la clase política tradicional. Con todas las mañas pero con muy poco del viejo oficio. Operadores políticos como Emilio Gamboa Patrón o César Camacho, coordinadores en las cámaras, son los de siempre salvo que el enriquecimiento y los privilegios acumulados los despojaron de las intuiciones o la sensibilidad política que alguna vez tuvieron.


La corrupción ha superado todas las cotas anteriores, o por lo menos esa es la percepción de la opinión pública. La inseguridad es más alta que antes y los territorios perdidos frente al crimen organizado lejos de recuperarse se han ensanchado.


El Presidente está más solo que nunca. La derecha conservadora sigue molesta por lo que consideran una disparatada “ocurrencia” del ejecutivo al solicitar la despenalización del consumo de drogas y, sobre todo, por la apertura al matrimonio homosexual. Los empresarios se encuentran ofendidos por la burda maniobra de aplicarles la Ley 3de3, para impedir que sigan exigiendo limpieza y transparencia de parte de la clase política. Y dentro del PRI cada vez son más los cuadros y operadores regionales que consideran que los excesos del grupo Los Tolucos, que encabeza el Presidente, es en gran medida el responsable de la debacle del partido.


Y eso es en el terreno de los “aliados”. En los otros frentes las cosas están peor. La irritación de los sectores sociales desfavorecidos se manifiesta de muchas maneras. Desde los linchamientos cada vez más frecuentes que dan salida a la rabia popular, hasta la proliferación endémica de marchas y bloqueos de carreteras. En cierta forma el país que gobierna Peña Nieto con sus normas, instituciones y empleados, es sólo una fracción de México. La economía informal crece año con año, el desencanto con las instituciones se profundiza (por ejemplo hoy las víctimas denuncian menos delitos en proporción que el año pasado) y el poder se ha fraccionado a lo largo del territorio.


Frente a este panorama el Presidente se ha encerrado en su burbuja. Su visión del mundo es la que lee en el telepromter y cada vez confía menos en sus colaboradores. Aurelio Nuño le había asegurado que controlaría a los maestros y hoy son un incendio; Osorio Chong ha sido incapaz de atenuar la inseguridad y la violencia; Videgaray irrita a la iniciativa privada una y otra vez. Un Presidente que sólo espera que alguien, por piedad, pite el final del partido. Los espectadores, todos nosotros, también.


@jorgezepedap


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Published on June 26, 2016 09:10

June 22, 2016

México: praderas incendiadas

En diciembre de 2006 Felipe Calderón emprendió una tarea pertinente, el combate al crimen organizado en México, pero por las peores razones: dar un golpe de liderazgo político y de legitimidad tras su precario y cuestionado triunfo electoral sobre Andrés Manuel López Obrador. El resultado fue una cruzada improvisada, más urgida de efectos inmediatistas que de soluciones de fondo. Aún hoy pagamos las consecuencias.


Algo similar ha sucedido con la reforma educativa. El recién estrenado titular de la Secretaría de Educación, Aurelio Nuño, quiso pavimentar su camino a la candidatura presidencial mediante una estrategia que metiera en cintura al aguerrido movimiento magisterial disidente, la CNTE, pesadilla de gobiernos locales y federal en el sureste del país. Mejorar el deplorable nivel educativo en la enseñanza pública parecía ser una tarea necesaria y consensuada pero, de nuevo, las razones políticas terminaron por prostituir los “buenos propósitos”. Aurelio Nuño, delfín del presidente y un advenedizo en materia educativa, quiso mostrar que lo que este país necesita para el 2018 es una mano a la que no le tiemble el pulso al enfrentar tensiones y disidencias.Nueve muertos más tarde, el sureste se ha convertido en un caldo de cultivo para la violencia social impredecible. Sin capacidad de negociación ni comprensión de su interlocutor o del contexto social, la mano firme rápidamente derivó en mano represora y las víctimas son ahora el cerillo que puede incendiar una región asolada por la desigualdad, la pobreza y el hartazgo. Por más que se afirme que la policía fue provocada y que se trató de un enfrentamiento, todos los muertos son civiles. Por menos que eso, se han iniciado levantamientos en contextos de irritación y desigualdad extrema como el que se vive en esas regiones. Literalmente, una parte del Gobierno jugó irresponsablemente con fuego en la pradera seca.




Nadie previó el arraigo histórico de la CNTE dentro del tejido social de Oaxaca y Chiapas, los vasos comunicantes con múltiples organizaciones radicales en el centro del país, la posible intervención de provocadores o infiltrados en los operativos policiales, los cuestionamientos atendibles respecto a una reforma educativa que hace tabla rasa de las peculiaridades de cada región del país. Nuño ha mostrado lo que es; un técnico impecable pero un cuadro político imberbe, crecido en las oficinas del poder como asesor y cortesano, a años luz de la vida cotidiana de los mexicanos de a pie.


El favorito de Peña Nieto sigue convencido de que el Gobierno no debe ceder un ápice en sus diferencias con los “agitadores”, pero otros han mostrado al presidente que el conflicto podría convertirse en un polvorín fuera de cauce. Hoy, sin la participación de Nuño y en contra de su parecer, el secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, arranca lo que debió de hacerse antes, una mesa de negociaciones con la CNTE. La reforma educativa es un imperativo, ciertamente, pero nunca llegará a buen puerto sin llegar a acuerdos con los maestros que deben de operarla.


Más allá del desenlace que pueda tener este conflicto (lejos aún de haber sido conjurado), sorprende el desaseo y la falta de oficio político del Ejecutivo. El Gobierno ha provocado incendios en muchos frentes. En cuestión de semanas el Ejecutivo ha conseguido provocar las molestias del clero y de los empresarios (dos aliados históricos de la élite política) y enardecer a los grupos radicales de izquierda. Primero, irritó a los sectores conservadores con su propuesta de reformas sobre despenalización de drogas y legalización de matrimonios homosexuales; luego permitió que el PRI cobrara venganza en contra del empresariado que exigía medidas de transparencia en contra de la corrupción, lo cual provocó la indignación de la iniciativa privada. En respuesta, el clero boicoteó al PRI en las elecciones y los empresarios hicieron lo nunca visto; un plantón de protesta.


El Gobierno intenta recular en todos estos frentes en un tardío afán de control de daños. En las cámaras el PRI busca congelar las leyes progresistas del presidente (con su anuencia, obviamente: ni despenalización de drogas ni apertura a homosexuales) y se espera que el propio Ejecutivo vete la ley que su partido discurrió en contra de los empresarios a propósito de la transparencia. Ahora, las negociaciones con la CNTE pondrán en vilo la reforma educativa.


Demasiados bandazos, confusión e inoperancia. Tras los desastrosos resultados electorales, el PRI está descabezado luego de la renuncia de Manlio Fabio Beltrones; el Gabinete se encuentra dividido; los sectores aliados del poder irritados y un presidente exhibido y fatigado intenta apagar los fuegos que su propia desesperación y falta de oficio encendieron.


@jorgezepedap


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Published on June 22, 2016 09:15

May 22, 2016

La maldición de los delfines

Desde hace treinta años ningún mandatario en México ha sido capaz de colocar en el trono a su elegido, lo cual dice mucho sobre el alicaído poder presidencial. Habría que remontarnos a José López Portillo y a Miguel de la Madrid, cinco sexenios atrás, para encontrar a los últimos de aquellos faraones dotados de la gracia divina para imponer a un sucesor (y supongo que la figura de faraón se me vino a la mente en el caso de Jolopo por la asociación con el imponente mausoleo a donde se retiró, conocida como la Colina del Perro). Miguel de la Madrid, incluso debió echar mano a la caída del sistema para instalar en Los Pinos a su delfín, Carlos Salinas. Después de eso lo que se ha caído es ese sistema de sucesión llamado dedazo.


A partir de ese momento, los candidatos elegidos por los mandatarios no sólo no llegaron a Palacio; tampoco a algún otro lado. Como si el favor del soberano los hubiese maldecido. El de Carlos Salinas, Luis Donaldo Coloso, terminó con el cerebro destrozado, como sabemos, aunque bien a bien ignoremos aún quién lo hizo. El de Ernesto Zedillo, Francisco Labastida, es menos recordado por su trayectoria que por el mote de lavestida, luego de su infortunada participación en el debate. El de Vicente Fox, Santiago Creel, debió refugiarse de nuevo en la abogacía y exiliarse de la política. Y, por último, el de Felipe Calderón, Ernesto Cordero, vive el sueño de los marginados como senador de la república.


Desde luego la incapacidad de un líder para asegurar alguna forma de continuismo tiene ventajas. En México permitió, entre otras cosas, la alternancia política y el refresco de las élites gobernantes. Algo que el país necesitaba luego de 70 años de una “estabilidad” que había agotado sus fórmulas.


Pero también es cierto que buena parte de las políticas públicas y la operación política han quedado afectadas por estos tramos cortos con rupturas continuas. Zedillo se volvió en contra de Salinas; Fox inauguró la alternancia pero apenas pudo gobernar, empeñado como estuvo en seguir siendo candidato; y Calderón, a pesar de ser también panista (o ese sí panista), hizo todo lo posible por distanciarse de su antecesor. En suma, dos cambios de partido gobernante, en 2000 y 2012; y cuando el partido en el poder pudo ganar, en 1994 con Zedillo y en 2006 con Calderón, los triunfadores hicieron todo lo posible por sacudirse quitarse de encima la sombra de su correligionario.


Enrique Peña Nieto no lo tendrá fácil en materia sucesoria. Muy probablemente el PRI llegará al 2018 como partido favorito, aunque habría que peguntarnos si lo hará con el candidato del presidente. Para colocar a su delfín, los de Atlacomulco tendrían que comenzar a proyectarlo desde ahora para darle visibilidad, para convertirlo en material presidenciable a los ojos de la opinión pública. Pero esa proyección, si no es cuidada, podría convertirse en el beso del diablo.


Por ahora la disputa se centra en algunos miembros del gabinete. Si bien hay varios gobernadores que suspiran por la candidatura, tendrían que abrirse de capa para obtener reconocimiento a escala nacional. Algo que puede ser contraproducente, como se ha visto en el caso del panista Rafael Moreno Valle y del perredista Graco Ramírez, de Puebla y Morelos, respectivamente. Ambos han sido cuestionados por un protagonismo nacional que redunda en descuido o desatención de sus tareas a favor de su entidad. Por otra parte, las posibilidades de Manlio Fabio Beltrones son prácticamente nulas. Cuando aceptó la presidencia del PRI, el experimentado político sabía que desempañaría un papel clave en la sucesión presidencial, pero en la estrategia y la operación, no en la boleta electoral.


Al encabezar el gabinete Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray (Gobernación y Hacienda) han sido considerados precandidatos naturales desde el inicio. A ellos se han sumado los ministros de Educación, Aurelio Nuño, y de Desarrollo Social, José Antonio Meade. A mitad del sexenio ambos fueron colocados en secretarías que les permiten adquirir notoriedad, recorrido territorial y amarres sociales y políticos.


Todo indica que Peña Nieto intenta ampliar sus opciones para que cuando tenga que inclinarse por un sucesor, a fines del próximo año, cuente con una carta con posibilidades de ganar. Un delfín capaz de romper con la maldición de las últimas décadas.


Desde luego, Morena y el PAN no son de palo y disputarán al PRI la elección final. La pregunta es si el presidente podrá al menos llegar a la boleta electoral con un candidato suyo. Fox y Calderón ni siquiera eso consiguieron.


@jorgezepedap


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Published on May 22, 2016 11:48

Peña Nieto se muda a La Condesa

Un hombre joven con alma de viejo, describió recientemente Enrique Krauze a Enrique Peña Nieto, y me parece una imagen perfecta de lo que ha sido el regreso de este PRI anquilosado aunque se presente con la cara lavada. Y es que pese a su porte juvenil, desde su llegada a Los Pinos hace cuatro años, el presidente se ha caracterizado por su apego a los cánones políticos y a las costumbres palaciegas acumuladas por su partido  a lo largo de tantas décadas. Católico practicante, Peña Nieto es un fiel producto de la fracción que ha liderado por tanto tiempo a Toluca y su entorno.


Y no obstante en las últimas semanas el presidente ha presentado dos iniciativas, una sobre drogas y otra sobre matrimonio entre homosexuales, que por su apertura no sólo parecen contradecir esta imagen conservadora, sino que están en franca oposición con las opiniones que sostenía hasta hace poco.


Hace algunas semanas sorprendió su pronunciamiento en la ONU a favor de una política de despenalización del consumo de drogas y una estrategia para abordar el problema como un tema de salud. Algo que en público y privado había rechazado una y otra vez.


Ahora provocó la molestia de los sectores conservadores del país, incluyendo al clero, al presentar su iniciativa para legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Una idea que, desde luego, nunca estuvo en su agenda de trabajo y mucho menos formaba parte de su visión personal del mundo.


Da la impresión de que el presidente súbitamente decidió despachar desde un café de moda en La Condesa, en lugar de su residencia de alfombras mullidas y maderas de caoba, escenario en los últimos años de múltiples eventos palaciegos destinados a auto celebrar su buena fortuna.


No, no es que Peña Nieto haya trasmutado súbitamente en un ser progresista o abandonado el corpus de normas y convenciones del grupo social al que pertenece.  Lo que sucede, simplemente, es que a la hora de tener que elegir entre sus concepciones ideológicas o sus intereses políticos, prefiere los segundos. Puede ser un hombre conservador, pero antes es un hombre político.


De cara a las elecciones de este verano el PRI tenía que hacer algo. Nadar de muertito puede ser útil en determinados momentos, pero no cuando la indignación contra la corrupción y la violencia comienzan a convertirse en un resentimiento peligroso y generalizado y los niveles de aprobación se encuentran en caída libre. Y como es evidente que la élite política se siente maniatada para combatir a fondo la corrupción (porque sería la primera víctima) y más aún para resolver el problema crónico de la inseguridad, había que encontrar otras reivindicaciones capaces de sacudir la molicie y la imagen de parálisis.


La presidencia decidió enarbolar estas banderas porque no tienen un costo político o económico tangible. Los sectores a los que incordia en general le son favorables y la molestia entre los círculos conservadores no pasará de convertirse en una protesta simbólica y discursiva. O por lo menos ese es el cálculo político que han hecho. En cambio puede ser un guiño a los electores urbanos jóvenes, de los que el PRI se encuentra distante. Lo más importante, se juzgó, fue que permitía al presidente tomar la iniciativa luego de tantos meses de estar agazapado ante los reveses económicos y los escándalos políticos.


Las intenciones pueden ser cuestionables, pero el resultado es bienvenido.


Históricamente la mayor parte de los cambios a favor de una sociedad más plural y tolerante no derivan de una graciosa concesión de las élites, sino del deseo de estas élites para sobrevivir y mantenerse vigentes cuando se sienten contra la pared.


Algunos han calificado estas medidas como un mero intento de manipulación o un equivalente a “dar atole con el dedo”. Pero al margen del propósito del ejecutivo, lo cierto es que provocará una diferencia sustancial en la vida de muchas personas, y eso no puede ser ignorado. Son tibias e insuficientes, pero abren la posibilidad de que miles de hombres y mujeres dejen de ir a la cárcel por razones insustanciales y que muchas parejas de facto puedan tener protección legal y patrimonial, por decir lo menos.


En atención a los tantos beneficiados habría que ser prácticos y solidarios, y evitar el repudio, la descalificación o el boicot de estas iniciativas, lo cual no significa hacer caravanas al soberano (entendemos sus verdaderos motivos), sino acoger estas medidas, buscar expandirlas y asegurarnos de que no se queden en mera propaganda.


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Published on May 22, 2016 10:43

May 19, 2016

El derecho a hacerse rico

La pesca de la semana: un directivo de Pemex que cobraba 4 mil dólares a los empresarios por cada quince minutos de audiencia y el operador del gobernador de la empobrecida Oaxaca exhibido con depósitos bancarios inexplicables por cientos de millones de dólares. Esto en México y apenas entre lunes y miércoles de la semana que corre. Un repaso por el resto de América Latina y España arrojaría un listado de casos de corrupción inabarcable en los confines de esta columna.


El fantasma que recorre a nuestros países es tan antiguo como la especie humana, pero en los últimos años la corrupción parecería haber adquirido un carácter endémico. Presidentes que caen por el uso indebido de los recursos (Brasil o Guatemala); indagaciones contra figuras emblemáticas como Lula da Silva, Cristina Kirchner, Rafael Correa o Evo Morales; familiares exhibidos en casos flagrantes de tráfico de influencias (Peña Nieto, Michelle Bachelet o la familia real en España).


No hay un día en que no nos enteremos de los excesos de un gobernador, las extorsiones de un alcalde, los abusos contra el presupuesto de un funcionario público o de un legislador. En México las noticias sobre la corrupción han logrado lo que parecía imposible: desplazar a las notas de inseguridad y violencia de las portadas de los diarios. Y no sólo en los periódicos. Por vez primera la corrupción ha superado a la inseguridad o el deterioro económico (empleo o pobreza) como la principal preocupación de los ciudadanos en los sondeos de opinión. Una percepción  que hace estragos en la de por sí escasa confianza de los ciudadanos en las instituciones.


No se trata sólo de que aumentó la visibilidad de la corrupción gracias a la globalización, a las nuevas tecnologías de comunicación y a las redes sociales, entre otras razones. Todo indica que el número de casos y las cantidades implicadas han crecido. Algo extraño si consideramos que la impunidad no es mayor ahora que antes; por el contrario, justamente la exhibición pública de todos estos casos revela que hoy en día existe un riesgo real para todo aquél que ordeña a las finanzas públicas.


Y no obstante, pese a ese riesgo, la voracidad de los funcionarios para enriquecerse a costa del patrimonio público no ha hecho sino aumentar. A mi juicio eso tiene que ver con un desmantelamiento de los valores vinculados a la honestidad, la sobriedad y la modestia. Son virtudes que lejos de premiarse en algunos círculos políticos y empresariales suelen ser asociadas con algo parecido al fracaso. Y, por el contrario, resulta obvia la idealización de una cultura del éxito y la riqueza sin importar la procedencia o los medios para obtenerla.


La cultura basada en el consumo y el triunfo no sólo han hecho presa de la clase política sino también del electorado. Si bien es cierto que la opinión pública reprueba los actos de corrupción puntuales y la corrupción en general, una parte de ella termina por inclinarse ante celebridades como Berlusconi o Trump, antípodas de cualquier valor asociado a la integridad, la moderación o la honestidad. El cinismo y la ostentación del éxito como argumentos necesarios y suficientes para legitimar el derecho a liderar los destinos de todos.


Son fenómenos nuevos que reflejan una tendencia que desde hace tiempo hizo presa de las clases políticas. Sin importar el partido político o la ideología, han construido una narrativa que les lleva a normalizar el derecho a formar un patrimonio a partir de su acceso al erario. Hacerse rico es uno de los atributos que entraña hacerse cargo de una responsabilidad destacada; a su juicio es una compensación razonable y necesaria para blindarse de los contingencias y las traiciones de la vida política. En todo caso, es algo que hacen todos.


El crimen no es enriquecerse, el crimen es ser sorprendido y exhibido al hacerlo. Y desde luego, no van a dejar de hacerlo motu proprio. Nos espera un interminable desfile de infamias antes de que comiencen a contenerse, aunque sea por temor o precaución.


@jorgezepedap


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Published on May 19, 2016 10:44

May 15, 2016

¿Denisse vs Margarita? ¿Osorio contra Castañeda?

Denise Dresser, Jorge Castañeda, Pedro Ferriz,  Juan Ramón de la Fuente, Emilio Álvarez Icaza, entre otros, han sido atacados despiadadamente por su aspiración, real o presunta, a la presidencia del país en 2018. Han sido tachados de ambiciosos, soberbios, ególatras y con epítetos similares, o incluso peores. En las redes sociales la hostilidad ha llegado en algunos momentos a convertirse en algo parecido a un linchamiento público. Una de las razones, quizá, para que el ex rector Juan Ramón de la Fuente haya preferido declinar cualquier propuesta o intención de participar en esta contienda.


Hay algo preocupante y dañino en esta desaprobación popular que, si bien dista de ser unánime, resulta estridente y provocadora e impone un fardo duro de sobrellevar a todo aspirante que no se arrope en el blindaje de un partido. Y es que las descalificaciones rozan la burla, el escarnio y el acoso personal, y para comprobarlo basta darse una zambullida en las redes sociales.


¿Por qué se reacciona con tal virulencia ante la aspiración legítima de personalidades que, por otro lado, siempre se han caracterizado por el interés de participar en los asuntos públicos? ¿Por qué no despierta la misma irritación el hecho de que funcionarios y políticos aspiren llegar a Los Pinos, algunos de ellos sin más méritos que ser elegidos por la élite de sus partidos? ¿Por qué se ridiculiza a Denise Dresser o a Jorge Castañeda, pero no a Osorio Chong o a Aurelio Nuño por su deseo de convertirse en el próximo mandatario? ¿De plano, creemos que Enrique Peña Nieto (con sus tres libros no leídos) estaba más capacitado para dirigir los destinos de los mexicanos que cualquiera de los señalados en el primer párrafo?


Resulta curioso que los “suspirantes” políticos como Aurelio Nuño, José Antonio Meade, Eruviel Ávila, generen reacciones sobre sus probabilidades electorales y pre electorales, pero ningún cuestionamiento respecto de sus aspiraciones. Pululan especulaciones de toda índole sobre las ventajas y desventajas de uno y otro, los padrinos con los que cuentan, los peligros que les acechan o las zancadillas que habrán de arrostrar. Podemos discutir si uno es más capaz que otro, o dar cuenta de la mediocridad o la deshonestidad de aquél, pero a ninguno se le despelleja por el simple deseo de convertirse en candidato. Es más, de alguna manera se asume que todo individuo que hace una carrera política tiene el derecho de aspirar a esa cumbre de la profesión que es la silla presidencial.


¿Por qué no tendrían el mismo derecho otros que desde la cera opuesta también han dedicado una vida a la discusión, participación y reflexión sobre la escena pública? Que se critique a personalidades de la sociedad civil por aspirar a una candidatura pero se considere legítima la de cualquier político, por el simple hecho de serlo, entraña un supuesto preocupante. Supone que son las élites de los partidos las depositarias del monopolio de la legitimidad política. Si el PRI elige a Aurelio Nuño, por mencionar a un funcionario desconocido hasta hace cuatro años, discutiremos hasta la saciedad sus fortalezas y sus debilidades, pero nadie lo acusará de haber enloquecido de soberbia y narcisismo por el simple hecho de estar buscando la presidencia. Justamente lo que se ha hecho en contra de Denise Dresser o de Jorge Castañeda, a pesar de que ambos han dado cuenta desde hace dos décadas de su pasión por participar e influir en los asuntos públicos que atañen a todos. De hecho, algunos de estos intelectuales y activistas desean participar en la contienda no tanto por creer que tienen una posibilidad real de ganarla, sino por el hecho de establecer un precedente y/o influir en los debates y agendas de la campaña presidencial con temas que de otra manera no se abordarían.


Desde luego, podemos estar de acuerdo o en desacuerdo con muchas de las posiciones que estos personajes han sostenidos a lo largo de sus trayectorias. No sé si Emilio Álvarez o Juan Ramón de la Fuente serían buenos presidentes, pero si dejamos de descalificar a todos ellos simplemente por ser mencionados como potenciales competidores y comenzamos a contrastar las capacidades de Denise Dresser versus Margarita Zavala, o de José Woldenberg contra Osorio Chong, por ejemplo, podríamos llevarnos una sorpresa.


En todo caso, no veo porque tendríamos que dejar a los santones dentro de cada partido (los Manlio Fabio y los Romero Deschamps en el PRI; los Calderón y los Fernández de Cevallos, en el PAN; los Chuchos en el PRD) la facultad de decidir quiénes son candidatos legítimos y quiénes son ilegítimos. Y eso es justamente lo que estamos haciendo al descalificar con escarnio los motivos personales de estos personajes para participar en la contienda.


@jorgezepedap


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Published on May 15, 2016 10:48

May 12, 2016

Lo que otros no te quieren contar

La prensa tradicional ha muerto, sentenciaron algunos especialistas, cuando el portal TMZ.com se anticipó a los grandes diarios e informó al mundo el fallecimiento de Michael Jackson en 2009. No obstante, el caso mismo de Michael Jackson, revela que este aparente desplazamiento es más complejo de lo que parece. El mundo se enteró por TMZ, pero no lo aceptó hasta que poco más tarde la página digital de Los Angeles Times confirmó la muerte, citando fuentes oficiales. Es decir, el dato fue “real” sólo cuando un medio profesional lo dio por bueno.


En otras palabras, el sentido de oportunidad y muchas de las primicias pueden haberse desplazado tendencialmente a los sitios digitales, a Facebook y Twitter, pero la credibilidad, al menos hasta hace poco, seguía siendo atributo de las casas editoriales capaces de inspirar confianza.


Muy pronto nos dimos cuenta que la credibilidad no bastaba. En los primeros años, los grandes diarios simplemente se dedicaron a replicar en la nube la información depositada en sus páginas. La operación seguía privilegiando la edición del día siguiente, lo cual era absurdo: publicar una información doce horas después de recibida resultaba anacrónico y tardío frente a la inmediatez de los sitios digitales nativos. Algunos pensaron que esa batalla estaba perdida y que los diarios tendrían que reivindicarse publicando la información al día siguiente pero con mayor contexto y profundidad. El hecho de que los principales ingresos procedieran de la publicidad vertida en el papel parecía confirmar esta vocación. Por desgracia, los lectores no compartieron tal conclusión; muchos de ellos dejaron de leer periódicos. Poco a poco los editores y directivos entendieron que estaba muriendo el modelo de negocio que funcionó durante 150 años. El futuro de las grandes cabezas de la prensa sería digital o no sería ninguno.


Hoy puede verse la revolución en marcha que tiene lugar empresas como The New York Times, The Washington Post, El País, The Guardian o los principales diarios en América Latina. Procesos de cambios inéditos, en buena medida a partir del ensayo y error, encaminados a desarrollar una personalidad netamente digital, sin perder los atributos de calidad y credibilidad que los hicieron grandes.


Por su parte, los diarios digitales caminan en sentido inverso. Prosperaron gracias a su ventaja comparativa explotando su sentido de oportunidad frente a los diarios tradicionales, pero han entendido que eso tampoco bastaba. Es tal la información basura de la blogosfera que el público ha terminado por exigir estándares mínimos de credibilidad y confianza. Muchos de estos diarios digitales han cerrado o se encuentran en proceso de hacerlo frente al repudio de usuarios y anunciantes. Con todo, algunos pocos en cada país han logrado sobrevivir a este proceso hasta convertirse en verdaderos protagonistas de la conversación pública y del universo informativo.


Gracias a este proceso de convergencia de los dos sectores (medios impresos que se digitalizan y medios digitales que se profesionalizan), hoy atestiguamos un panorama híbrido en materia informativa. Una docena de diarios digitales, con redacciones y producción periodística propia, rivalizan en tráfico e impacto con la prensa tradicional. El Faro de El Salvador, Sin embargo.mx y Animal Político en México, IDL en Perú, La Silla Vacía en Colombia, Elmostrador en Chile, Plazapública y Nómada en Guatemala, Ojopúblico en Perú, entre otros, se han vuelto referentes en sus respectivas comunidades.


En realidad se trata de un fenómeno mundial; tiene lugar en Estados Unidos, España o Alemania, pero en países como América Latina la emergencia de estos sitios ha resultado clave porque subsana las carencias de una prensa que, salvo honrosas excepciones, ha mostrado una vocación oficialista o una vergonzante complicidad con las élites políticas y empresariales. Muchos de los diarios digitales citados arriba constituyen no sólo una voz fresca; son también referencias imprescindibles para entender realidades ocultas e información que, como dice Ojopúblico, otros no te quieren contar.


@jorgezepedap


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Published on May 12, 2016 10:52

May 8, 2016

Hoy sí circula

Un amigo se siente tan perdido con las restricciones para los automovilistas en los planes de contingencia ambiental fase 1 y fase 2, que empieza a temer que en algún momento decreten el programa “Hoy Circula”. Es decir, una calcomanía o salvoconducto que permita al afortunado propietario saber qué día de la semana puede sacar el coche de su casa. Cuando lo escuché no pude menos que imaginarme una sociedad distópica (la Ciudad de México dentro de diez años) en la cual los ciudadanos vivan entre restricciones y se vuelquen sobre el pequeño y efímero oasis que ofrezca un permiso especial. A mi mente acudió la imagen de una película polaca de los años setenta, en la que una ama de casa contempla, con la cartilla de racionamiento en la mano, los anaqueles vacíos de una tienda.


Una imagen excesiva, lo sé. Pero en esencia no muy lejana de la sensación que la semana pasada me describió una mujer que intentó tomar el Metro pues su auto era víctima de la dichosa contingencia. Debió dejar pasar ocho trenes en la tumultuosa estación antes de animarse a entrar en uno de ellos, luego de juzgar que podría sobrevivir a su inminente empalamiento. Durante media hora observó la imposibilidad de hacer uso de su derecho al transporte público de la misma manera en que el ama de casa polaca esgrimió impotente su inútil cartilla de racionamiento.


El problema no es sólo que este tipo de imágenes se han vuelto una realidad, sino que podrían convertirse en costumbre. Peor aún, en costumbres agravadas. Más allá de la aspirina para intentar aliviar un síntoma, en realidad estamos haciendo muy poco para evitar que el futuro nos rebase. Entiendo que cuando el índice de contaminación ambiental supera los niveles tolerables, debemos hacer algo. Pero suspender días escolares y pedirle a la gente que no salga de sus casas (por que en la práctica es lo que se está buscando, toda vez que el transporte público es incapaz de responder a los automovilistas varados) son en la práctica soluciones últimas, un tanto cuanto apocalípticas. Supongo que el futuro ha llegado cuando comenzamos a normalizar situaciones que habríamos considerado absurdas hace algunos lustros.


Por lo demás, los expertos aún no se ponen de acuerdo sobre el impacto que resulta de parar 20 por ciento de los automóviles en un día de contingencia. Se dice que algunas personas simplemente recurren a un segundo vehículo y que los que sí circulan emprenden recorridos más largos, lo cual neutraliza parte del efecto. Más preocupante aún es el hecho de que el componente más importante de la contaminación tiene que ver con transportistas e industrias, o que las verdaderas razones de fondo tengan que ver con el cambio climático, la deforestación y la ausencia de planificación urbana. Es decir, factores que tienen muy poco de “contingentes”.


El diccionario de la Real Academia define “contingencia” como aquello que puede o no suceder; es decir algo aleatorio. Otros diccionarios resaltan además su carácter pernicioso; algo ante lo que se debe estar prevenido, un suceso que puede ocurrir, en especial si es problemático y se debe prever.


A estas alturas la contaminación ambiental no tiene nada de contingente. Es una certeza. Y más bien una certeza ominosa: podemos estar seguros de que va a empeorar, porque el calentamiento global no va a mejorar ni el número de autos, industrias y transportes va a descender en una metrópoli que sigue creciendo.


No se trata de repartir culpas ni buscar chivos expiatorios donde no los hay. Pero sí habría que evitar que las autoridades, en su desesperación para no pagar los platos rotos, recurran a medidas cada vez más draconianas en detrimento de la población, sin saber a ciencia cierta el impacto real que dichos programas puedan ejercer en el problema. Algunos políticos están convencidos de que imponer altas cuotas de sacrificio les otorga una imagen de asertividad y eficacia que resulta favorable a sus carreras.


Necesitamos más recursos económicos e institucionales para conocer cabalmente situación real. Se han hecho esfuerzos de monitoreo y análisis, pero evidentemente insuficientes. Y basta ver la diferencia de opiniones entre los expertos para constatarlo. No sólo se trata de información técnica y científica sobre la contaminación en el valle de México, sino también de carácter urbano y antropológico sobre el comportamiento de sus habitantes. La recolección masiva y digital de información de los traslados y las actitudes es imprescindible para poder dictar las medidas pertinentes y conocer sus alcances. Google o Uber saben más de la vida urbana de los capitalinos que las autoridades que buscan modificar sus hábitos.


La contaminación llegó para quedarse y es cosa seria. Más allá de las soluciones que intentan los políticos para salvar sus carreras, sabemos que tendremos que tomar decisiones difíciles, radicales quizá. Pero cualquier sacrificio sólo tiene sentido si sabemos exactamente por qué y para qué lo estamos haciendo. Algo que hoy no sucede.


@jorgezepedap


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Published on May 08, 2016 10:57

May 5, 2016

Donald Trump y el Atlético de Madrid

Los últimos sondeos ubican a Hillary Clinton a diez puntos por encima de Donald Trump de cara a la elección presidencial. No es un mal margen a favor de la demócrata, salvo que hace seis meses era casi del doble. La ascensión contra todo pronóstico del empresario neoyorkino tendría que hacernos más cautos antes de descartarlo. Contra la opinión de los expertos, logró imponerse a los políticos profesionales del partido republicano y conquistar el boleto para competir por la Casa Blanca en los comicios de noviembre.


Algo similar a lo que ha sucedido con el Atlético de Madrid. Nadie pensó que los colchoneros podrían vencer en rápida sucesión al Barcelona y al Bayern Munich, los dos favoritos para ganar la Champions este año. Los apostadores ofrecían 3 a 1 a favor de los catalanes, y pese a arruinar el pronóstico, el Atlético fue objeto una vez más del escepticismo generalizado al enfrentar a los alemanes en la semifinal: los momios lo ponían 4 a 1 en desventaja contra el equipo de Guardiola, quien hoy rumia su derrota. Llegarán a la final con las probabilidades en su contra, pero yo no pondría dinero con cargo a su derrota.


La comparación termina allí. Lo que en el Atlético ha sido una hazaña deportiva preñada de sacrificio y esfuerzo, la presencia de Donald Trump en la elección final consuma la peor de las pesadillas. O casi la peor. Su arribo a la Casa Blanca parecía inimaginable, pero es una posibilidad que ya no podemos ignorar.


Se ha dicho que el triunfo de Trump en el partido republicano beneficia a los demócratas porque eso asegura su victoria en noviembre. La delantera que ostenta Hillary Clinton parecería confirmarlo. Peo seis meses de distancia son una eternidad para alguien que ha mostrado tal consistencia en destrozar el sentido común político.


Y vaya que lo ha destrozado. Trump puede confundir un 7Eleven con la tragedia de las torres de Nueva York, o ser evidenciado por sus mentiras sobre el empleo y la economía, y no obstante experimentar un incremento en su popularidad. Se decía que hoy resulta imposible ganar una elección sin el voto de los latinos, las mujeres, los afroamericanos y las muchas minorías que forman el mosaico de la sociedad estadounidense. Pero Trump la ha emprendido una y otra vez contra esos segmentos y se ha salido con la suya.


Lo que vendrá a continuación pondrá en operación esta estrategia. En la confrontación con Hillary, el republicano explotará a fondo sentimientos y atavismos misóginos inscritos en la cultura cotidiana del hombre y la mujer de la calle. Muchos de sus ataques serán políticamente incorrectos, como lo han sido en el pasado sus referencias a las minorías, pero resultarán tremendamente populares y, por ende, eficaces para su causa.


La misoginia ha sido un filón apenas explorado por el candidato porque no lo ha necesitado. Se ha mofado de la intervención de las mujeres en la política con menciones ocasionales a Hillary, a Angela Maerkel y con frecuencia a Carly Fiorina, mientras esta sobrevivió en la contienda por el bando republicano. Causó estupor cuando atribuyó la hostilidad de la periodista Megyn Kelly a que ella se encontraba en su periodo menstrual, pero eso no menguó su popularidad (“podías ver cómo le salía sangre de sus ojos. Le salía sangre de su… donde sea”, dijo el candidato).


Lo que veremos en los próximos meses será una estrategia perfectamente estudiada que apelará a los prejuicios y al mal gusto para explotar a su favor el sexo de su rival. Hasta ahora la xenofobia, los miedos, la discriminación y el ataque a las minorías le han proporcionado dividendos. A partir de este momento entra en juego una arma igualmente poderosa: la misoginia que respira en el alma de buena parte de los electores de a pie. Algo que no podemos subestimar, otra vez.


@jorgezepedap


Publicada en El País


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Published on May 05, 2016 11:01

May 1, 2016

El dino que creía estar vivo

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”; reza el famoso cuento de Monterroso, que muchos hemos tomado como alegoría para describir al PRI. Lo que falta decir es que el dinosaurio podría estar allí, pero no su mundo; la realidad había cambiado.


Justo es la sensación que me trasmiten las distintas especies prehistóricas que nos gobiernan. En efecto, siguen en Los Pinos y en las Cámaras, en los ministerios y en las charlas de sobremesa de los restaurantes de postín, rodeados de guaruras y cortesanos. Leen en sus síntesis informáticas a sus columnistas de cabecera que les reiteran lo poderosos que son y festejan entre ellos el último chiste político o el siguiente rumor sobre la sucesión presidencial.


No se han dado cuenta de que su mundo está confinado a esos pequeños espacios, a esos islotes de parques jurásicos, de espaldas a un mundo que ya es otro. Creen seguir viviendo en aquella realidad en la que bastaba con no hablar sobre un tema para que este “desapareciera” como quiso hacer Enrique Peña Nieto con la inseguridad en los primeros dos años de su gobierno.  O en la que una versión oficial, por absurda que pareciera, podía ser impuesta por el simple expediente de colocarla en los titulares de los periódicos oficialistas y en los noticieros complacientes de la noche, como se pretendió hacer con la “verdad histórica” del ex procurador Murillo Karam sobre la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa.


Así funcionó con la matanza de Tlatelolco, cuando Jacobo Zabludovsky, entonces conductor de Televisa, abrió su noticiero de la noche diciendo que ese 2 de octubre había sido un día soleado y más tarde describió “el incidente” como un zafarrancho de estudiantes.


Los dinos de hoy aún creen que están en ese 1968. Al presidente le tomó 17 meses ir a Iguala, escenario de la peor tragedia de su sexenio, porque simple y llanamente no entendía la prisa. Su gobierno ya había dado una explicación apaciguadora y él la había visto publicada en los periódicos que leyó toda la vida.


Las redes sociales les explotan en la cara una y otra vez con el escándalo de la semana y ellos no se dan por enterados. Las riquezas inexplicables de gobernadores y ministros se viralizan en el ciberespacio, pero a ellos les parece que es un precio aceptable a pagar con tal de asegurar el patrimonio de sus hijos (y de las siguientes cinco generaciones). Los mirreyes y las ladys se suceden uno tras otro convertidos en trading topics pero los dinos asumen que forma parte de un entretenimiento de circo, cosa de chicos, o en el peor de los casos, una anomalía, una frivolidad. Mientras no suceda en sus síntesis informáticas no son una cosa seria, aunque esas síntesis reflejen el mundo de hace veinte años porque cualquiera que tenga menos de cuarenta no abreva en esas fuentes y sí en las que los políticos ignoran.


La prensa extranjera y los organismos internacionales cuestionan a los gobernantes mexicanos por su inexplicable desinterés ante la corrupción, la impunidad, la inseguridad y la violación de los derechos humanos, y ellos, los dinosaurios, no se explican de dónde viene tanta mala leche.  Les parece una desproporción de los gringos y los europeos que solo quieren ver la paja en ojo ajeno; o de plano una ingenuidad por creer a los activistas y periodistas locales, siempre tan “propensos al escándalo y a la exageración”.


El dinosaurio ignora que la globalización acabó con sus espacios cerrados y puso fin a la posibilidad de dictaminar verdades históricas. Apenas comienza a enterarse de que esos individuos pequeños e insignificantes que carecen de las garras y colmillos del poder, pueden tumbarlo gracias a la acción orquestada. No será mediante el uso de lanzas pero sí por el efecto de las firmas multitudinarias, los tuits virales y las filtraciones sobre infamias y corruptelas. Una andanada de pequeñas flechas que han comenzado a irritar y entorpecer los ires y venires de los antes poderosos e imbatibles mastodontes.


Y un día despierta el dinosaurio, consulta las encuestas y se da cuenta que el mundo lo repudia, que no puede salir de palacio a menos que su corte le produzca un escenario, que sólo puede trasladarse a condición de llevar consigo su parque jurásico. Descubre que él está allí, pero no su mundo. Un día despertará el dinosaurio y no estará allí.


@jorgezepedap


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Published on May 01, 2016 11:07

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Jorge Zepeda Patterson
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