Jorge Zepeda Patterson's Blog, page 10
April 28, 2016
El odio viral tiene sexo
La teoría afirma que al terminar de leer este artículo usted pensará que el autor es una persona tolerante, sensible y solidaria. Escribir sobre el abuso en contra de las mujeres es bien visto, si usted se llama Jorge, Juan o José. Pero el autor de este mismo texto sería tachado de intolerante, resentido y feminazi si se llamara Georgina, Juana o Josefina. Lo que en un hombre se percibe como graciosa y responsable empatía, en una mujer se considera una manifestación de odio y resentimiento.
¿Exagero? 72 millones de comentarios lo confirman. El diario inglés The Guardian, decidió analizar los casi 1.4 millones de comentarios de odio que los usuarios han colocado en su página de internet (alrededor del 2% del total). Descubrió, entre otras cosas, que los diez autores más denostados con comentarios abusivos y hostiles, ocho eran mujeres, y los únicos dos hombres eran de raza negra. Y esto a pesar de que la mayoría de los colaboradores que escriben artículos en el diario son varones. Y desde luego, los diez autores menos criticados eran hombres. El sesgo en contra de las colaboradoras era consistente en todas las secciones (desde política hasta ciencia).
Pareciera que la exhibición de inteligencia y conocimiento por parte de una mujer constituye una amenaza insoportable para muchos individuos (casi siempre hombres, ocasionalmente algunas mujeres). Basta ver los comentarios en cualquier sitio de internet: por lo general no se cuestionan los argumentos, sino la osadía de escribirlos y las motivaciones abyectas que atribuyen a las autoras. Pocos se molestan en debatir las ideas que ellas presentan, más allá de descalificarlas con adjetivos.
Hace algunas semanas escribí en este espacio sobre el linchamiento virtual de Andrea Noel, una reportera estadounidense residente en México que se atrevió a subir a las redes sociales y denunciar ante la autoridad el abuso del que fue víctima (un hombre la tumbó en la calle después de bajarle las pantaletas). El video de la agresión que ella obtuvo en un edificio cercano se hizo viral. Luego sucedió al extraño: la verdadera infamia no fue el ataque físico sino lo que vino después. La joven recibió tal acoso, primero en redes sociales y luego en su casa y en la calle, que decidió salir del país. Las amenazas de violación y de muerte dejaron de ser una agresión virtual para convertirse en una posibilidad real, luego de algunos incidentes.
El País relató hace algunos días la notable respuesta que obtuvo el hashtag #MiPrimerAcoso, en el que una legión de mujeres describen sus propias experiencias en 140 caracteres. La respuesta fue tan masiva como perturbadora. Luego una de las promotoras de la idea original, Catalina Ruiz-Navarro, sintetizó los hallazgos (resumo brevemente):
Primero, los acosadores de estas miles y miles de historias no son “locos”, “raros”, “degenerados”, son los hombres con los que interactuamos todos los días, nuestros amigos, nuestros familiares, nuestros compañeros de clase o del trabajo. Segundo, el acoso comienza cuando somos pequeñas, pero continúa a lo largo de nuestras vidas. Aprendemos a vivir en constante situación de “autodefensa”, pensando qué me voy a poner, quién me va a ver, por dónde voy a caminar, si me puedo quedar a solas con él.
Tercero: no tenemos que salir de nuestras casas ni de nuestros entornos supuestamente seguros para vivir esto. La “privacidad” es el espacio que solapa el abuso.
Cuarto: no nos acosan porque seamos bonitas, sexys, provocadoras o llevemos una falda. No nos acosan por guapas o por voluptuosas. El acoso le ocurre a todas las mujeres, sin importar tamaños, formas de cuerpo y estilos de vestir. Gordas, flacas, morenas, blancas, negras, femenina, masculina, andrógina, no importa: no te salvas. Como mujer, quedas sometida al escrutinio impune. Y ése es el punto. Que nos acosan porque pueden.
Hasta aquí el resumen. Sobra decir, que la mitad de los comentarios que recibió el texto de Catalina (publicado en Vice), la descalificaban o de plano la acusaban de asumirse como víctima profesional.
@jorgezepedap
Publicado en El País
La entrada El odio viral tiene sexo aparece primero en Jorge Zepeda.
April 24, 2016
Políticos vs ciudadanos: a dos de tres caídas
La cantina en manos del borracho. ¿O cómo entender que la comisión de anticorrupción en el Senado la presida el Verde Ecologista, el partido sinónimo de la deshonestidad? ¿o que el supuesto zar anticorrupción en la administración pública, Virgilio Andrade, sea amigo y subordinado de los ministros a los que debe investigar?
A pesar del clamor unánime en contra de la corrupción (las encuestas señalan que es el problema que más preocupa a los mexicanos en este momento), no resulta fácil comenzar a desmontarla si consideramos que algunos de los grandes beneficiados por ella, los senadores y los diputados, son los responsables de dictar las leyes y normas para combatirla.
No digo que todos los legisladores sean unos ladrones. Pero, como todos sabemos, bastan algunos pocos en posiciones claves para postergar, deslactosar o, de plano, dinamitar el proyecto de ley anticorrupción que se encuentra en las cámaras. Y, por lo demás, justos o pecadores, lo cierto es que se trata de un gremio que se ha despachado con la cuchara grande a la hora de asignarse recursos o extender en su beneficio el manto de la opacidad.
Más de 600 mil ciudadanos firmaron la iniciativa de 3 de 3 para convertir en ley la presentación de las declaraciones patrimonial, de intereses y fiscal de los políticos y para exigir transparencia en la administración pública. El PRI y el Partido Verde están haciendo lo imposible para sabotear la ley, o al menos para quitarle las aristas más comprometedoras para los suyos.
Emilio Gamboa, coordinador de los diputados priistas, ha cuestionado duramente la pretensión de ofrecer incentivos a aquellos dispuestos a denunciar actos de corrupción. Le parece que eso desencadenaría una “cacería de brujas”, a pesar de que tales incentivos sólo serían otorgados en aquellos casos en que, en efecto, pueda comprobarse la corrupción. Su indignación no es fingida: como tantos otros políticos, hace mucho que Gamboa olvidó que los recursos que ellos manejan y las decisiones que adoptan pertenecen a la esfera pública. Por alguna distorsión profesional, los políticos están convencidos de que la cosa pública es un patrimonio gremial.
Y en el fondo el problema no es ese, sino en el hecho de que ahora sean ellos en quienes recae la decisión para definir los alcances de las leyes diseñadas para amarrarles las manos o castigar sus excesos. Una más de las crueles ironías de la vida política.
Ciertamente el PRI y el PVEM han sido los más reacios, pero no han sido los únicos. La lucha por la transparencia ha sido un pulso constante entre la sociedad civil y la clase política. Es decir, contra la clase política. Sólo recientemente algunos miembros de los otros partidos han comenzado a defender estos esfuerzos. Bienvenido su apoyo, aun cuando muchos sospechamos que tiene que ver más con el interés electoral que con su probidad moral.
Y justamente este es el ángulo esperanzador. La presión pública produce efectos. El borracho a cargo del bar puede ser un bebedor irresponsable pero en última instancia tiene que asegurarse de que el negocio siga funcionando si quiere seguir bebiendo. La indignación contra la corrupción es tal, que los políticos no pueden darse el lujo de que algún partido rival o un candidato independiente se presente en las siguientes elecciones y los quite de la silla gracias a un discurso a favor de la honestidad y la transparencia.
Por más que afecte su bolsillo o implique riesgos jurídicos, los que detentan el poder no pueden cerrarse totalmente a una exigencia masiva. Harán como que hacen, intentarán dar atole con el dedo y se presentarán como paladines de la honestidad (mientras ruegan en silencio que nadie descubra sus cuentas offshore o la identidad de sus prestanombres).
La presión pública ya hizo la mitad del trabajo: obligarles a adoptar medidas en contra de la corrupción. Ahora falta la otra mitad: asegurarse de que las medidas que vayan a adoptar no sean balas de salva, cosméticos por unas horas, fachadas de pacotilla. Sin duda, es lo que intentarán. Pero son sobrevivientes natos. Llegarán allá hasta donde presionemos, hasta el punto en que nos conformemos. Depende de nosotros, nunca ha dependido de ellos. Como en la lucha libre, la iniciativa 3 de 3, habrá de resolverse al menos a dos de tres caídas. Sólo se ha ganado la primera.
@jorgezepedap
Publicado en Sinembargo.mx y otros quince diarios
La entrada Políticos vs ciudadanos: a dos de tres caídas aparece primero en Jorge Zepeda.
March 30, 2016
Evangelistas con pulsera de diamantes
Algunos de los llamados candidatos independientes o candidatos ciudadanos inspiran la misma confianza que un evangelizador con pulsera de diamantes. La emergencia de candidatos de la sociedad civil es un fenómeno generalizado en el mundo occidental, en respuesta al repudio que provocan los malos usos y abusos de la clase política profesional. Político se ha convertido en una palabra políticamente incorrecta.
El problema es que bajo el toldo ciudadanos conviven especies de toda índole, y algunas pueden ser tanto o más dañinas que aquellas de las que nos pretenden rescatar. Para no ir más lejos, Donald Trump. En caso de ganar las elecciones el empresario millonario, que se presenta a sí mismo como el candidato anti-Washington, seguramente nos haría sentir nostalgia por los políticos profesionales. En Guatemala están en proceso de descubrir lo que significa ser gobernados por un cómico popular y ocurrente, sin experiencia política. Y en Cuernavaca no se ríen nada quienes eligieron como alcalde a Cuauhtémoc Blanco, el extraordinario goleador mexicano que no ha parado de meterse autogoles en calidad de funcionario público.
Como en la olla de tamales, hay de chile y de dulce y, por lo mismo, habría que diferenciarlos. No ser un político profesional es un rasgo demasiado vago para que pueda ser útil y, desde luego, no basta para convertir a alguien en un buen administrador público o un legislador sensato.
Para empezar, porque ni siquiera es cierto en todos los casos. Ser un candidato independiente no significa necesariamente ser un candidato ciudadano. La trayectoria de El Bronco lo ilustra. Jaime Rodríguez es un político que había sido funcionario y alcalde por el PRI en el estado de Nuevo León; al fracasar en su intento por convertirse en candidato por su partido a la gubernatura, se lanzó por la vía libre y venció al aparato. Es decir, se trata de un político que logró ganar por vías distintas a las del entramado político tradicional. Desde luego eso no le quita ningún mérito, y abre canales estimulantes para romper el monopolio de la partidocracia y sus incontables abusos. Pero la manera en que fue elegido no modifica su pasado ni lo convierte en un ciudadano en el poder, como quieren hacerlo ver sus publicistas.
Y existe el caso inverso: ciudadanos sin experiencia política que son lanzados por los partidos tradicionales. Es el caso del mencionado Cuauhtémoc Blanco en Cuernavaca, o el de la actriz de comedias Carmen Salinas en la Cámara de Diputados, postulados respectivamente por el PSD y el PRI. En estos casos, la narrativa de campaña suele ser profundamente hostil contra el mundo de la política. Un discurso preparado por los estrategas de un partido tradicional, lo cual no deja de ser paradójico.
Los dos casos anteriores, políticos que se lanzan por fuera de los partidos y ciudadanos postulados por ellos, no descalifican esta vía, pero conviene precisar la diferencia. Los primeros, los políticos, no son candidatos ciudadanos y desde luego los segundos, los Cuauhtémoc Blanco, no son candidatos independientes.
Y como en el reino animal, habría que encontrar los matices de raza entre las especies.
Difícilmente podríamos considerar a Jorge Castañeda, a Juan Ramón de la Fuente o a Manuel Clouthier como candidatos ciudadanos, en caso de que lo fueran, considerando su extracción y sus actividades políticas anteriores. Pero bien podrían argumentar que sus posiciones a favor de agendas ciudadanas les cerraron las vías institucionales tradicionales. ¿Y qué sería Margarita Zavala, la esposa de Felipe Calderón, en caso de que se lance por la libre? Un verdadero desafío para la taxonomía política.
Candidatos ciudadanos tan variados e indefinibles como un franciscano hipster de calcetines rojos, un general antimilitarista o un poeta metido a cadenero de bar.
Publicado en El País
La entrada Evangelistas con pulsera de diamantes aparece primero en Jorge Zepeda.
March 23, 2016
Lecturas ‘non sanctas’
A veces un periodista puede ser útil. Y también peligroso, dice un personaje de la última obra de Vargas Llosa, Cinco esquinas (Alfaguara). No sé si un novelista también pueda llegar a ser peligroso (muchos regímenes autoritarios así lo han creído, para infortunio de escritores rusos, cubanos, africanos y un largo etcétera). Pero ciertamente un novelista puede ser increíblemente claridoso para hacernos entender realidades que se nos escapan por otras vías
Que Sendero Luminoso cambió las vidas de los peruanos y que Fujimori y su siniestro ministro Montesinos terminaron por descomponerlas, no es un misterio para nadie. Y no se necesita ser lector de periódicos para suponer que en la vida de todo venezolano hay un antes y un después de Chávez. Pero ninguna estadística o reportaje nos permite meternos en la piel, el cerebro y el corazón del ciudadano de a pie y experimentar con él la manera en que le sucede la cosa pública, como lo hace una buena novela.
Si las infamias de Montesinos le tienen a usted sin cuidado, las transgresiones sexuales de Marisa y Chabela podrían ser de su interés
Estos días de asueto ofrecen una buena oportunidad para asomarnos a nosotros mismos por otra vía, la de la buena literatura. Sugiero, además del texto de Vargas Llosa arriba mencionado, la última de novela de Santiago Roncagliolo, La noche de los alfileres (Alfaguara) y la de Alberto Barrera Tyszka, Patria o muerte (Tusquets).
Cuatro amigos deciden contar los días de pesadillas que vivieron años atrás, apenas adolescentes, y exhumar el no asesinato que cometieron. En aquellas noches de alfileres, entre cortes de luz y bombazos de Sendero Luminoso, decidieron rebelarse contra el bullying del que eran víctimas en la escuela, salir del clóset, perder la virginidad y dejar atrás la pubertad. Lo que consiguieron es darnos de la mano del excelente Roncagliolo una historia de suspenso, a ratos comedia negra, a ratos un thriller; y casi siempre un vistazo nostálgico a nuestras propias adolescencias en esta realidad latinoamericana que se parece tanto, haya tenido lugar en Lima, México o Santiago.
Cinco esquinas no es La ciudad y los perros o Conversación en la catedral, ni se plantea en qué momento se jodió Perú (como lo hace esta última), aunque sí ofrece buenas pistas para entender porque el país logró rescatarse a sí mismo. Sin la ambición de sus obras clásicas, esta nueva entrega de Vargas Llosa es un relato a medio camino entre la historia privada y erótica de dos parejas maduras, y el relato de los inframundos del periodismo amarillista bajo las maquinaciones políticas del peor fujimorismo. Como en sus obras más recientes, el Premio Nobel explora el papel del héroe anónimo, discreto y, sobre todo, insospechado, capaz de hacer volar el engranaje político más poderoso y perverso. Si las infamias de Montesinos le tienen a usted sin cuidado, las transgresiones sexuales de Marisa y Chabela podrían ser de su interés. Una lectura non santa apropiada para estos días.
Patria o muerte, de Alberto Barrera, pese a ser la más breve de las tres novelas es la más ambiciosa y le mereció al autor el premio Tusquets del año pasado. Un acucioso y honesto fresco de la vida de la clase media venezolana poco antes de la muerte de Chávez. Un médico a punto del retiro, con una esposa ferozmente antichavista y un hermano castrista, afronta perplejo la manera en que la política ha dinamitado la vida familiar; un periodista acosado por la miseria y conmocionado por tener en las manos un video comprometedor sobre la enfermedad de Chávez; una niña de nueve años incomprensiblemente abandonada recurre a Internet para sobrevivir; una mujer que intenta recuperar su apartamento y apela a los gestores del mercado negro, únicos que pueden vencer a la burocracia. Un haz de trayectorias que muestra con esmero y sin moralinas ni maniqueísmos, la manera en que la microhistoria respira de manera tan insospechada bajo el manto de eso que llamamos historia patria.
Publicado en El País
La entrada Lecturas ‘non sanctas’ aparece primero en Jorge Zepeda.
March 19, 2016
El tamaño importa
No es que antes no robaran, sólo que lo hacían a otra escala. O quizá simplemente antes no se exhibía como ahora. El hecho es que el hartazgo y la exasperación que provoca la corrupción han inundado las charlas de sobremesa, las páginas de los periódicos o la conversación en nuestras redes sociales. Las encuestas revelan que se ha convertido en el tema más mencionado entre los problemas de los ciudadanos, en ocasiones desplazando incluso a la inseguridad o al deterioro económico. Y coincido con los analistas que consideran que en las elecciones 2018 será el tema que gravite en las campañas, fiel reflejo de las preocupaciones del elector.
Así que habría que insistir en la pregunta. ¿Por qué se ha acentuado la irritación en contra de la rapacería de la clase política y empresarios bandidos? ¿Se debe a que el fenómeno aumentó en los últimos años o tan solo ha mejorado la visibilidad y la exposición que reciben?
Yo respondería con una categórico sí a las dos preguntas. Por un lado, en efecto, la magnitud de lo robado se ha incrementado, particularmente en la esfera de los gobiernos estatales, gracias a las autonomía que adquirieron respecto al gobierno central. El endeudamiento de las tesorerías de los estados alcanza niveles históricos en los últimos años: dos o tres veces el promedio de los cotas que alcanzaba hace dos o tres lustros. Y algo similar se podría decir de muchas presidencias municipales.
Los gobernadores y sus funcionarios no sólo incrementaron brutalmente el tamaño del pastel, también el pedazo con el que se quedan. Particularmente cuando el ejecutivo de una entidad domina a su congreso estatal. En tales casos, no hay límites ni control para los caprichos o abusos de un gobernante: los casos de Veracruz, Sonora, Puebla, Quintana Roo o Coahuila son los más destacados, pero son meros abanderados del resto de la geografía.
Explicar por qué ahora pueden desviar en su provecho más recursos que antaño remite al debilitamiento del presidencialismo. No es la única de las razones, pero sí la más poderosa. El jefe máximo ejercía una suerte de equilibrio entre el resto de los poderes fácticos y se aseguraba de que la tajada de pastel de ninguno de ellos excediese desproporcionalmente a la del resto. Y lo mismo valía para gobernadores, líderes sindicales o multimillonarios. Nada que pusiera en riesgo los equilibrios del sistema. No se trataba de un asunto de honestidad (aquello de “un político pobre es pobre político” se inventó hace mucho), sino de eficacia de un sistema que gravitaba en torno a un centro de equilibrio. Cuando cae este centro con el inicio de la alternancia y no es sustituido por un entramado de instituciones capaz de establecer frenos y contrapesos, los poderes se desataron. Gobernadores convertidos en reyezuelos, millonarios escalando la lista de Forbes o construyendo telebancadas, líderes sindicales capaces de fundar su propio partido. Por no hablar de las élites de los partidos o de los diputados y senadores que usan los recursos públicos prácticamente a su arbitrio. En suma, ningún límite para los abusos y tropelías en el “nuevo viejo oeste” en el que se convirtió la escena pública.
También es cierto que se ha incrementado la exasperación de la opinión pública ante este fenómeno. En parte por la reiteración de los escándalos y la magnitud que han adquirido los mismos. Pero hay algo más. Por un lado, la propia alternancia propició el crecimiento de medios de comunicación capaces de ventilar tales escándalos a nivel local y nacional. Y, más recientemente, la aparición de las redes sociales terminaron por catapultar la visibilidad de los excesos y la conversación pública sobre ellos. El rosario de casos de Ladys y Mirreyes muestra el lado más oscuro e impresentable de la corrupción: el privilegio, la desigualdad y el abuso de los poderosos.
Justamente esto último es lo que ha desencadenado una exasperación antes no vista sobre el tema. Puede haber una relativa tolerancia a la costumbre de entregar una “mordida” para evadir una infracción de tránsito o acudir a un gestor para agilizar un dolor de cabeza burocrático. Pero cada vez hay más irritación ante la exhibición burda de las riquezas y prebendas de empresarios y políticos enriquecidos a costa del interés público. Y que encima se ufanen en exhibir sus excesos y transgresiones comienza a desencadenar el hartazgo de los ciudadanos.
Imposible saber en que habrá de culminar tal hartazgo. Por lo pronto está allí y la clase política debería comenzar a hacer algo al respecto; después podría ser demasiado tarde.
Publicado en Sinembargo.mx y otros quince diarios
La entrada El tamaño importa aparece primero en Jorge Zepeda.
March 15, 2016
El linchamiento de Andrea
Parecía un caso más de una infamia captada in fraganti en virtud de las nuevas tecnologías, y la posibilidad de que un villano pagara por su ofensa gracias al valor civil de una ciudadana. Lo que no sabíamos es que la infamia apenas estaba por llegar.El vídeo de Andrea Noel, una hermosa y espigada rubia con excelente español pese a su procedencia norteamericana, se hizo viral. Las primeras reacciones fueron de solidaridad e indignación ante el ataque gratuito y absurdo. Pero en los siguientes días, un extraño fenómeno de mutación en las redes sociales terminó convirtiendo el caso en un linchamiento en contra de la mujer.
Primero fueron los reclamos por vestir una falda que dejaba al desnudo sus piernas largas. Luego las expresiones de xenofobia: “Si no te gusta este país, regrésate al tuyo”. Posteriormente, las acusaciones de “feminazi”. Algunos medios periodísticos, cercanos a la autoridad, la acusaron de protagonismo malsano y sugirieron, incluso, que todo el incidente podía haber sido un montaje para buscar notoriedad. En las últimas horas ha recibido miles de amenazas de muerte y de violación, y visitas hostiles fuera de su casa. Alguien se ha tomado la molestia de ubicar su posición y hacerla pública por GPS. El martes, mientras trabaja en su escritorio ante una ventana, descubrió un punto rojo sobre su cabeza, un láser que le apuntaba desde un auto de lujo estacionado en la calle.
En realidad, la postura de Noel fue notablemente prudente. A lo largo de las entrevistas ella ha reiterado su pasión por México y su deseo de seguir viviendo en este país. Una y otra vez insistió en que ponía una denuncia porque creía en las instituciones y su respeto a los derechos humanos; el incidente era el reflejo de las muchas agresiones que una mujer padece de parte de una minoría de hombres que abusa de la impunidad y la indiferencia, y convierte los espacios públicos en un territorio hostil para todas ellas. Aseguró que no era la primera ni la más grave de estas agresiones que sufría, pero consideraba que la violación sistemática de derechos humanos y, en última instancia, de los feminicidios, comenzaba por la absoluta impunidad de estos ataques a las mujeres (el 48% de las capitalinas asegura haber sufrido alguna agresión en un espacio público; alrededor de siete mujeres al día son asesinadas en México).
Difícil explicar la virulencia de la que ha sido objeto la periodista estadounidense. O quizá simplemente nos resulta difícil reconocer y asimilar la existencia de este odio de género cuando lo vemos reaccionar en forma tan palpable, tan brutal y tan virulenta cuando se le exhibe. La postmodernidad y la misoginia tan viva como siempre; o el uso de tuits en lugar de piedras para lapidar a una mujer.
“Jamás imaginé que por levantar una denuncia recibiría tales ataques de tantos y tantos”, dijo ella en una reciente entrevista. “Quizá sea una minoría pero no es una minoría menor. Es suficientemente pronunciada para dejarte pensar de cómo está la realidad del país”. Y a nosotros con ella.
Publicado en El País
La entrada El linchamiento de Andrea aparece primero en Jorge Zepeda.
March 12, 2016
En lo oscurito
En otro país sería un héroe, en Venezuela ha sido condenado a cuatro años de prisión. El director del diario Correo del Caroní, David Natera Febres, publicó una investigación sobre la corrupción en las altas esferas de su país, un caso de extorsión de un coronel en contra de una paraestatal y sus contratistas; el delito fue confirmado por los tribunales y varios de los responsables fueron enviados a prisión. Uno de ellos, el empresario Yamal Mustafá, demandó al diario que publicó la investigación y no porque fuera inocente (estuvo dos años en la cárcel) sino porque la difusión del caso dañó su reputación. Por absurda que parezca la argumentación (“lo que me daña no es que haya cometido un delito, sino que lo hayan publicado”), el gobierno venezolano ha decidido convertir en norma aquello de matar al mensajero e ignorar el mensaje.
Resulta que en aquél país existe una ley que obliga a los medios de comunicación a esperar la sentencia de un tribunal para poder informar sobre un asunto de corrupción. Como resultado de lo anterior 22 directores de diarios se encuentran bajo proceso judicial y están impedidos de salir al país en tanto no se resuelva su caso. Bajo esa lógica todos los periodistas cuya denuncia de curas pederastas en Estados Unidos inspiró la película Spotlight habrían ido a la cárcel. En nuestro país tendría un efecto igualmente masivo: todos los comunicadores, reporteros y columnistas que hicieron referencia al tema de la Casa Blanca, a los abusos de las constructoras de carreteras, a las corruptelas de los gobernadores o a los fraudes y delitos electorales. Carmen Aristegui tendría una condena de por vida por la acumulación de penas. De hecho, bajo esa lógica cualquier periodista razonablemente decente estaría tras las rejas.
La ley mordaza venezolana sería el sueño de buena parte de los políticos mexicanos. Desde luego de Javier Duarte, gobernador de Veracruz, cuyo proyecto para criminalizar al delito de “difamación” no andaba muy lejano. Claro que si consideramos los setenta profesionales de la información asesinados o desaparecidos en los últimos años, la “solución mexicana” no es menos categórica y efectiva. Como bien sabemos, las amenazas en contra de los medios locales en muchas regiones del país han provocado una censura informativa virtual sobre temas de corrupción política y asuntos de seguridad pública.
Es una canallada absurda e inadmisible la condena de cuatro años de cárcel que sufrirá David Natera Febres, el director del diario venezolano, por documentar y publicar un desfalco en contra de los intereses del patrimonio común. Aunque bien mirado, eso es preferible que ser sacado de casa a medianoche para ser encontrado en una barranca al día siguiente con el tiro de gracia y señales de tortura, como le ha sucedido a varias docenas de colegas en México.
Con lo anterior no quiero decir que una violencia sea más inadmisible que la otra. De hecho, también hay periodistas venezolanos asesinados en el contexto de esa pesadilla a la libertad de expresión en la que se ha convertido el gobierno de Maduro. Lo que quiero es llamar la atención sobre las muchas formas que tienen los poderes legales e ilegales para intentar mantener en la opacidad sus fechorías; las mañas y estrategias que ponen en juego para impedir que los periodistas se metan en esos rincones oscuros donde tienen lugar las infamias, prebendas y apropiaciones indebidas.
Son malos tiempos para el periodismo crítico e independiente. En los países en los que no experimentan un manotazo político, los profesionales de la información padecen un manotazo económico. Justamente el tipo de periodismo que dio lugar a la investigación de la película Spotlight antes citada, hoy se está convirtiendo en una actividad en vías de extinción por la crisis del modelo de negocio de la información. La mayor parte de los diarios y noticieros operan con números rojos. En Estados Unidos 55 mil periodistas trabajaban de tiempo completo en la prensa en 2007; la cifra ha disminuido a 39,000. Pero el efecto cuantitativo no es lo más grave; el contingente empleado ha cambiado. Los reporteros capaces de dedicarse a un tema de investigación profundo y detallado han sido reemplazados por chicos que ganan menos de la mitad y deben entregar dos notas diarias.
Es una vía menos cruel que la “mexicana” o la “venezolana”, pero igualmente efectiva para impedir que los periodistas documenten los excesos de los poderosos o las malas prácticas del soberano.
En última instancia no se trata únicamente de la crisis de un oficio constreñido por embates de distinto origen; se trata del daño sustancial al derecho que una sociedad tiene para estar informada sobre los abusos de sus élites. El silenciamiento de los periodistas, por distintas vías, entraña un daño incalculable para la sociedad en su conjunto.
Publicada en Sinembargo.mx y otros quince diarios
La entrada En lo oscurito aparece primero en Jorge Zepeda.
March 9, 2016
Amores que matan
Tras una larga e intensa vida de fumador, Lula da Silva tuvo la fuerza de dejar atrás su adicción por el tabaco; no ha podido hacer lo mismo con su otra adicción, el poder. La primera estuvo a punto de costarle la vida, la segunda podría costarle la cárcel. El amago de buscar de nuevo la presidencia en las próximas elecciones ha enturbiado la discusión en Brasil sobre la figura del político, de por sí atribulada por la investigación en curso sobre su responsabilidad en presuntos actos de corrupción. Lo cierto es que, a sus 70 de edad, Lula decidió correr riesgos con tal de sentarse en el trono durante algunos años más.
Algo que tiene en común con muchos otros líderes políticos, si no es que todos: después de una gestión relativamente encomiable, aunque siempre polémica, Álvaro Uribe no ahorró desfiguros con tal de forzar la Constitución de Colombia en su afán de alargar su presidencia. Ahora mismo, Evo Morales, en Bolivia, se devana los sesos para contrarrestar el resultado del referéndum que le impide prolongar su reinado a un cuarto período. La historia de los Kirchner para mantenerse 12 años seguidos en la Casa Rosada y sus esfuerzos por extenderlos apenas comienza a saberse; pero todo indica que no tienen nada que envidiar a las oscuras manipulaciones de Frank y Claire Underwood, de la serie House of Cards. La relación de las cabezas de Gobierno con el poder me hace recordar a la de las actrices y las modelos con la belleza. Algo a lo que simplemente no pueden renunciar. Las cirugías faciales cada vez más agresivas las van convirtiendo en una caricatura de lo que alguna vez fueron. Más o menos la misma sensación que deja comparar al presidente Daniel Ortega de 1985 con el presidente Ortega de hoy, tras sus últimos nueve años en el poder: una figura prácticamente irreconocible de aquél que alguna vez luchó contra la dictadura de Somoza en Nicaragua.
Desde luego, no es un tema exclusivamente latinoamericano. El poder, como cualquier droga, provoca una cruel adicción entre quienes lo ejercen por períodos prolongados. Una adicción enfermiza y desesperada que no hace distingos entre continentes ni estadios de desarrollo. Y allí están los Vladímir Putin o Berlusconi para demostrarlo. E incluso en países en que la reelección no está permitida por más de dos períodos, como Estados Unidos, la construcción de las dinastías Kennedy, Bush o Clinton revela que la fascinación por el poder corre por las vías vicarias de un familiar.
Lo curioso es que la longevidad en el trono casi siempre termina por arruinar la reputación, algo que podrían atestiguar Alberto Fujimori, actualmente en prisión en Perú y, en versión amable y mucho más democrática, Michelle Bachelet en Chile. Ambos concluyeron su primer período entre vítores y aclamaciones, pero sus segundos períodos terminaron por cuestionar su legado. En México tenemos el curioso caso de Porfirio Díaz, quien se instaló en Palacio durante 38 años y se necesitó una revolución para removerlo. El coronel Díaz es un héroe que luchó contra los franceses y los conservadores en el siglo XIX y da nombres a calles y parques. El general Díaz es el dictador y uno de los villanos insignes de la historia patria. Al señor le sobraron 30 años de presidencia. Como terminará sobrándole a la mayor parte de estos presidentes
El poder como los alimentos perecederos entraña una fecha de caducidad que por alguna razón muy pocos políticos están en posibilidades de leer. Y son los pueblos los que pagan las consecuencias de su intoxicación. En otra ocasión tendríamos que analizar las perversas relaciones entre estos líderes longevos y los ciudadanos que los consienten.
Baste decir que estos soberanos reincidentes simplemente operan bajo la convicción de que la política, como la vida, invariablemente termina en derrota: la muerte (o el exilio, que es lo mismo porque vivir alejado del poder no es vida). Y que la única defensa contra el final inexorable es alargarlo en plenitud hasta el último de los días.
Publicado en El País
La entrada Amores que matan aparece primero en Jorge Zepeda.
March 5, 2016
Los impresentables
El problema no es que al sistema político mexicano le hayan brotado tumores malignos y excrecencias dañinas; no, la tragedia es que no tiene manera de deshacerse de ellos. No hay defensa alguna contra gobernadores como Javier Duarte y Roberto Borge en Veracruz y Quintana Roo respectivamente, o contra líderes charros como el sujeto que regentea el sindicato ferrocarrilero, los dueños del Partido Verde, diputados y senadores impresentables, o un largo etcétera. No me mal interpreten. No es que el pasado fuese mejor: corruptos, sinvergüenzas e ineptos han habido siempre. Lo nuevo es que el sistema ha perdido su capacidad para aislar y desechar aquello que le resulta disfuncional.
El PRI se sostuvo durante setenta años gracias a su habilidad para eliminar aquello que atentaba contra su propia reproducción o ponía en riesgo su permanencia en el poder. Carlos Salinas “depuso” a 16 gobernadores durante su sexenio, además de la purga que llevó a cabo entre las filas de los líderes gremiales, comenzando con la Quina, del sindicato petrolero. En muchos casos se trató de ajustes de cuentas para fortalecer su propia fracción en detrimento de sus rivales; pero en otras simplemente eliminó piezas que resultaban disfuncionales, ineficientes o embarazosas para la imagen del partido. Algo similar a lo que ha estado haciendo el partido comunista chino durante los últimos años. En otras palabras, el presidencialismo de antaño tenía botones y palancas en la cabina de mando para desprenderse de un funcionario cuya insensatez, torpeza o locura dañaban la operación del conjunto.
Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones, cabezas del poder ejecutivo y del PRI respetivamente, están conscientes de que un sátrapa suelto como Duarte constituye un torpedo a la línea de flotación del partido en el poder. La violación sistemática de los derechos humanos por parte del gobernador de Veracruz, su cacería de brujas en contra de periodistas o su desastrosa gestión de las finanzas públicas han terminado por convertirse en motivo de vergüenza nacional e internacional. Y no es que el resto de gobernadores sea un dechado de virtudes; pero los excesos de Duarte superan la cuota de infamias tolerables por una opinión pública que de por sí es de muy amplio criterio.
El problema para las cabezas del partido es que en el panel de instrumentos no existe un botón que permita expulsar a los Nerones y los Calígulas que se encumbran en el poder. Los costos políticos para meter en cintura a los del Partido Verde, por ejemplo, son demasiado altos para Los Pinos, entre otras cosas porque el debilitamiento de la figura presidencial le obliga a sumar a todos los aliados, sin importar sus defectos; como un general ante una batalla de resultado incierto que prefiere ignorar la indisciplina de oficiales de reputación cuestionable; prescindir de cualquiera de ellos y de los recursos que aportan podría hacerle morder el polvo de la derrota. El ejecutivo ha preferido pasar por alto los absurdos excesos de Duarte y de Borge, antes de poner en riesgo el control del PRI sobre Veracruz o Quintana Roo. Aunque bien mirado, ahora mismo esas entidades estarían en riesgo de perderse justamente por la calamitosa gestión de estos bebesaurios. Al final, todo general sabe que la batalla también puede perderse por los desaguisados de un oficial inepto.
Y como bien sabemos, la alternativa democrática al debilitamiento del presidencialismo nunca funcionó. Los contrapesos institucionales han sido insuficientes para acotar los excesos de la clase política ahora que el ejecutivo es incapaz de hacerlo. Los gobernadores terminan por controlar a los congresos locales, a las comisiones estatales de derechos humanos, a sus jueces. El Partido Verde tiene suficientes miembros en las cámaras para decidir votaciones apretadas, lo cual les permite negociar dispensas a los delitos electorales cometidos (delitos que le garantizaron colocar a tantos miembros en las cámaras: un círculo pernicioso que se alimenta a sí mismo).
En suma, el sistema político carece de defensas frente a sus propias perversiones. Y esa es una de las principales diferencias entre el PRI de antaño y el de ahora. Peor aún, los escándalos surgidos en torno al primer círculo presidencial, desmotivan a la cabeza del sistema a emprender un cambio desde arriba. En parte por conveniencia propia y en parte por debilidad, el partido en el poder se ve obligado a exhibir sus vergüenzas sin posibilidad alguna de lavarse la cara, ni siquiera para hacer creer que se ha bañado.
Ante los excesos, el presidente prefiere nadar de muertito; no hacer olas se ha convertido en el mayor talento de la clase política actual. En eso han llegado a ser artistas pero sirve muy poco para gobernar.
Publicado en Sinembargo.mx y otros quince diarios
La entrada Los impresentables aparece primero en Jorge Zepeda.
March 4, 2016
MESA DE NOCHE | No es seda, pero casi: Kawabata y Banville
Ciudad de México, 5 de marzo (SinEmbargo).- Yasunari Kawabata ganó el Premio Nobel en 1968 y se suicidó tres años después sin dejar nota alguna para explicar los motivos. Dejó en cambio más de doce mil páginas en novelas y artículos, aunque es muy poco lo que podemos encontrar en español. La editorial Emecé acaba de publicar Lo bello y lo triste, una novela corta y elegante que nos permite atisbar sutilezas del amor y de la posesión con la profundidad y la delicadeza que rara vez encontramos en la literatura occidental.
La lectura de Lo bello y lo triste me hizo recordar, una y otra vez, a la pequeña joya que es Seda, la novela de Alessandro Baricco (Anagrama). Y no sólo porque el hermoso texto del italiano aborda también un romance imposible en el lejano Oriente; también por el tratamiento etéreo y sutil del erotismo, más poético que carnal, pero no por ello de menor intensidad y fuerza. A ratos, incluso, con un toque oscuro y perverso.
Como en Seda, la trama recorre las incidencias de un triángulo amoroso: tras veinte años de matrimonio un escritor recuerda, con creciente obsesión, a la amante de su juventud y decide visitarla. El hecho pone en movimiento pasiones aletargadas y celos renovados, todo ello expresado en gestos y actitudes difíciles de entender para un occidental. En ese sentido, leer a Kawabata nos exige una atención inusual, una apertura de espíritu para entender los infinitos matices de un cerezo en flor o las insondables versiones que puede asumir el amor –y el odio- apenas intuido.
Una atención similar exige la más reciente novela de John Banville, La guitarra azul, Alfaguara. La prosa de este escritor irlandés es, como la de Kawabata, un viaje estético. La fuerza de ambos no está en la trama de la novela sino en la forma que asume el relato, la increíble belleza de su escritura. A Banville se le considera el autor en inglés con el estilo más exquisito y depurado actualmente, y La guitarra azul lo demuestra.
Oliver Orme es un pintor de éxito que sufre un bloqueo y decide entregarse a su antigua pasión: robar objetos. Salvo que ahora opta por robarse a Polly, la esposa de su mejor amigo, una mujer cuyo contundente cuerpo tiene forma de chelo. Contada en primera persona, las reflexiones del pintor nos van introduciendo en los pequeños y grandes infiernos de la pasión, los celos, el engaño y, sobre todo, el desengaño de los enamoramientos cruzados de estas dos parejas (Orme está casado con la hermosa Gloria). Y sobre el desengaño: “Lo que yo añoraba nunca había existido. Con eso no pretendo negar lo que había sentido por Polly, lo que ella había significado para mí. Solo que ahora, cuando mi mente la busca no encuentra nada” (Allí estaba, ante mí, inapelablemente ella. Y ese era el asunto, que por fin era ella misma y no quien yo había inventado).
Una historia, la del cuarteto amoroso, que hemos visto con variantes en infinidad de libros y películas, es cierto, pero la pluma descarnada, a ratos cínica e implacable pero siempre hermosa de Banville nos mostrará otras cosas. Por ejemplo:
“Imagino que no haremos nada, como siempre nos sucede y como sospecho que sucede a todo el mundo; todas las decisiones se toman en retrospectiva”. Al reflexionar sobre su esposa y la posibilidad de mantenerse unidos.
O esta otra: “Tengo la habilidad de encontrar ligeros remansos de paz y secreta calma hasta en las situaciones más tensas; el hostigado corazón necesita un respiro”. Y más delante: “Yo también invoqué a Dios, aunque en silencio, rogué a su inexistencia que me rescatara de aquel trance imposible”. Y remata “Era un patético autoengaño, y tendrás razón. Pero la desesperación es la desesperación y exige medidas desesperadas”.
Banville mismo debe saber de esto. Desde hace décadas vive entre dos familias, algo de lo cual no se ufana pero tampoco oculta. Media semana la pasa con su mujer y sus hijos y la otra mitad con su amante y sus otros hijos. Un triángulo amoroso que llegó para quedarse. O como dice su personaje, “todas las decisiones se toman en retrospectiva”.
Publicado en Sinembargo.mx
La entrada MESA DE NOCHE | No es seda, pero casi: Kawabata y Banville aparece primero en Jorge Zepeda.
Jorge Zepeda Patterson's Blog
- Jorge Zepeda Patterson's profile
- 142 followers
