Jorge Zepeda Patterson's Blog, page 2

May 9, 2020

Hugo López-Gatell vs. La prensa extranjera. Verdadero y falso

¿Hubo una campaña orquestada? No. Los corresponsales de estos destacados periódicos no hacen notas por encargo.


El hecho: prácticamente de manera simultánea tres diarios extranjeros, The New York TimesEl País y el Wall Street Journal publicaron una nota sobre el número de contagiados y fallecidos en México, y citan fuentes que aseguran que el efecto de la pandemia es mayor del que arrojan las cifras oficiales. De inmediato, los círculos adversos al Presidente Andrés Manuel López Obrador convirtieron las notas, en particular la del New York Times, en argumento definitivo para acusar al Gobierno de una estrategia deliberada para esconder la realidad y engañar a los mexicanos sobre los alcances de la pandemia. Unas horas más tarde, el propio López-Gatell difundió un video en el cual, en tono calmo y pedagógico, ofreció su explicación: en México, como en todos los países, ha resultado muy complejo dimensionar la población afectada y fallecida por COVID-19, debido a que los síntomas son muy similares a otros tipos de neumonía. Reiteró que, frente a la incapacidad de hacer pruebas con la debida celeridad, en muchos casos los fallecidos por diversas modalidades de neumonía sólo pueden ser atribuidos al coronavirus tras un procedimiento llamado diagnóstico por dictaminación. Además, tarda varios días en efectuarse, particularmente en el contexto de la crisis y más días aún en entrar al conteo nacional que a su vez se alimenta de lo que reportan los sistemas de 32 entidades federativas. De tal manera que los casos “oficiales” de coronavirus son una fracción de los probables casos reales; pero eso nunca se ha ocultado, insistió. Sin embargo, López-Gatell no resistió la tentación de expresar su extrañeza de que varios periódicos extranjeros hubiesen coincidido en el tema y la inmediata y enorme difusión que dieron a sus notas políticos vinculados a administraciones anteriores, a intereses económicos de la industria farmacéutica y a personajes con aspiraciones políticas.


Las consecuencias. El impacto en las redes sociales fue tan explosivo como polarizado: unos pidiendo la cabeza de Hugo López-Gatell, vocero del Gobierno en esta materia, y otros acusando a la prensa internacional de haberse prestado a una campaña de desprestigio azuzada por la derecha en contra de la 4T.


Las preguntas. ¿Hubo una campaña orquestada? No. Los corresponsales de estos destacados periódicos no hacen notas por encargo, lo cual no quiere decir que su trabajo siempre sea impecable. Que hayan abordado el tema, cada cual a su manera, me parece una reacción natural frente a la reiterada insistencia del Presidente López Obrador de presentar a México como un caso excepcional. Según él, a diferencia de otras naciones estamos derrotando a la pandemia gracias a la singularidad de nuestro pueblo. En ese sentido, en su deseo de que el país se recomponga lo más rápidamente posible, AMLO ha metido a López-Gatell en un problema: mientras que este último nunca ha ocultado que la cifra de muertos oficiales es la cabeza del iceberg, el Presidente la ha tomado como un dato absoluto para compararnos favorablemente con los demás. Si la prensa mexicana no estuviera tan ocupada en acribillar al mandatario o en defenderlo, tendría que haber hecho lo mismo: un poco de investigación para contrastar con la realidad la situación en la que nos encontramos.


Tampoco creo qué exista una campaña orquestada por sus detractores sobre este punto. No ocupan, como dicen en mi tierra. Claudio X, Loret de Mola, Javier Lozano, Héctor de Mauleón, Raymundo RivaPalacio, Denise Dresser, Pascal Beltrán del Río, Felipe Calderón o León Krauze no iban a desperdiciar una nota negativa del NYT sobre el presidente y para eso no necesitan ponerse de acuerdo. Al margen de esto, boots orquestados de parte de los dos bandos operan permanentemente; unos para atacar al presidente y los suyos, otros para defenderlo y contraatacar a los críticos. En algo tiene razón López-Gatell: en contra de él hay una campaña sistemática dirigida a desgastarlo y deslegitimarlo con el afán de abollar al gobierno. No me parece que sea el caso de estas notas aparecidas en diarios internacionales, aunque sí el uso que puedan darles distorsionando y caricaturizando sus contenidos.



¿Son ciertas las acusaciones de la prensa extranjera? Aquí tendríamos que distinguir entre las publicaciones. La de El País es notable; a diferencia de las otras dos, los corresponsales Jorge Galindo y Javier Lafuente se tomaron la molestia de contextualizar (todos los países han tenido dificultades para contabilizar los casos), recoger ampliamente las explicaciones de las autoridades y proponer una estimación de los casos probables (alrededor de 700 mil infectados), sin hacer juicios políticos en contra del Gobierno (por el contrario, reconocen que el propio López-Gatell, lejos de intentar ocultarlo había señalado la magnitud del problema (¿Cuántas personas contagiadas? “Tenemos muchísimas, muchísimas. Centenares de miles. Ojalá fueran millones, porque eso es lo que va a detener la epidemia”).


El New York Times, en cambio, da la sensación de que seleccionó los datos que confirmaban su hipótesis, en una nota en la que abundan juicios de valor y ningún intento de recoger la versión opuesta o complementaria, salvo decir que ni Claudia Sheinbaum ni López-Gatell respondieron a sus peticiones, como si no hubiese una conferencia de prensa diaria y harto material sobre la versión oficial disponible (como lo muestra la nota de El País). “Los médicos… dicen que se está ocultando al país la realidad de la epidemia”, afirma el texto, pero solo pueden citar diciéndolo a José Narro el ex secretario de Salud de Peña Nieto, fuente políticamente interesada. Los médicos restantes, cuyos nombres no son revelados, simplemente describen lo difícil de la situación en algunos de los hospitales. En otra parte hacen una interpretación que cabría en un editorial pero no en un reportaje: “Los desacuerdos han tenido lugar en gran parte tras bambalinas, ya que Sheinbaum… es reacia a avergonzar públicamente al presidente Andrés Manuel López Obrador”. En fin, los tres especialistas consultados son solo aquellos que ya habían cuestionado públicamente el modelo de López-Gatell. Una nota que no ganará un Pulitzer aunque sea del New York Times y que en manos de los intelectuales y comunicadores de oposición, que la asumieron sin ninguna revisión crítica, terminó convirtiéndose en material propagandístico.


 Conclusión. Más allá de esta coyuntura, sigo pensando que al margen de los aciertos y desaciertos que comete López-Gatell en sus intentos de explicar modelos epidemiológicos y tendencias matemáticas, hay un abuso de parte de los actores políticos para utilizarlo a su conveniencia. Sea de parte del gobierno para celebrar supuestos méritos, sea de la oposición para lastimar al presidente. Los críticos lo acribillan como si hubiese una forma correcta de enfrentar la epidemia, cuando lo que existe es una gama de estrategias variopinta en todo el primer mundo, desde la permisividad de Suecia hasta el confinamiento punitivo de España. En todos los países las autoridades han tenido que improvisar frente a un virus que se ha conocido sobre la marcha y afrontar difíciles escenarios en los que el remedio (confinamiento y parálisis económica) puede ser tanto o más nocivo que la epidemia misma.

A ratos da la impresión de que entre los detractores hay una suerte de frustración porque México no está padeciendo las tragedias por las que ha pasado Nueva York, Italia o España. Incluso con los 700 muertos adicionales que el NYT imputa a la Ciudad de México, las cifras son moderadas, hasta ahora. La falta del desastre anunciado es compensado con una satanización del que da la cara (López-Gatell), con la difusión de las opiniones de los ex funcionarios que dejaron el sistema de salud en los huesos y buscan cargarle la culpa a quien así lo recibió, y con la búsqueda y exacerbación de casos de hospitales desbordados, aunque otros tengan suficientes camas disponibles, pero de los cuales no se habla (este viernes se habían ocupado el 64% de las camas con ventiladores en Cdmx y apenas 48% en Edomex). Solo espero que el infatigable López-Gatell y todo el equipo que está detrás de él no se doble ante una batalla en la que el virus no ha sido su peor enemigo.


@jorgezepedap


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Published on May 09, 2020 19:56

May 5, 2020

AMLO, el visionario involuntario

La crisis de la globalización provocada por la pandemia encaja con el discurso del presidente mexicano

La vida económica y social en estado de suspensión me hace pensar en aquél que, acorralado por una adicción incontrolable, decide confinarse en una clínica de desintoxicación. Tras la obligada cuarentena logra escapar al peligro y, una vez recuperada la salud, no encuentra el momento de regresar a la normalidad. Sabe que de alguna manera debe modificar hábitos y actitudes, pero la impaciencia por retomar su vida lo condenan a repetir los mismos errores.


Toda proporción guardada, me pregunto si las lecciones evidentes que nos deja la crisis de la pandemia serán olvidadas a las pocas semanas de la reactivación económica o, por el contrario, constituirán motivaciones para un cambio significativo de todo aquello que nos dejó tan vulnerables frente a este imponderable biológico. ¿Seguiremos siendo igual de permisivos frente a la comida chatarra que convierte en diabéticos y obesos a nuestros hijos? ¿Seguiremos tolerando un sistema que premia al especulador de la bolsa y convierte a enfermeras y maestros en oficios de segunda clase, salvo cuando los necesitamos?


Hace unos días 170 académicos e investigadores holandeses publicaron un manifiesto justo sobre este tema, dirigido al Gobierno de su país. Sostienen que el hecho de que la covid-19 haya tenido tales consecuencias se debe en gran parte al modelo económico dominante de los últimos treinta años. “El modelo neoliberal requiere una circulación cada vez mayor de bienes y personas, independientemente de los innumerables problemas ecológicos y la creciente desigualdad que esto causa. Durante las últimas semanas, las debilidades de esta máquina en crecimiento han sido expuestas dolorosamente”. Súbitamente, agregan, descubrimos profesiones “cruciales” y actividades que, no hace mucho tiempo, tuvieron que luchar por el reconocimiento y un mejor salario: atención médica, atención a personas mayores, transporte público y educación.


Tienen razón. La pandemia debería llevarnos a poner las cosas en perspectiva. Si pudimos parar al planeta para evitar que murieran varios cientos de miles de personas por el virus, tendríamos que ser capaces de hacer algo para evitar que 4.2 millones mueran cada año por enfermedades vinculadas a la contaminación del aire o varios millones más por afecciones relacionadas con el hambre y la desnutrición.


Y si no por ellos, al menos por nosotros: “Los expertos advierten que en caso de una mayor degradación de los ecosistemas, existe una mayor probabilidad de brotes de virus nuevos y más potentes”. Resultó una mera circunstancia que la covid-19 se cebara en particular sobre los viejos, ¿qué pasaría si el siguiente virus ataca en particular a los niños y provoca infertilidad, como en la película Children of Men de Alfonso Cuarón?


Las dramáticas consecuencias que ahora estamos viviendo podrían empeorar drásticamente si no cambiamos a otra forma de desarrollo que vaya más allá del business as usual, concluye el manifiesto de estos intelectuales holandeses. Al final, plantean cinco recomendaciones al Gobierno de los Países Bajos.


“1. Reemplazo del modelo de desarrollo actual dirigido al crecimiento genérico del PIB, por un modelo que distinga entre sectores que pueden crecer y necesitan inversión (los llamados sectores públicos críticos, energía limpia, educación y cuidado) y sectores que necesitan reducirse radicalmente dada su falta fundamental de sostenibilidad o su papel en impulsar el consumo excesivo (como, por ejemplo, los sectores de petróleo, gas, minería y publicidad).


“2 Desarrollo de una política económica dirigida a la redistribución, que proporcione un ingreso básico universal, integrado en una política social sólida; un impuesto progresivo sustancial sobre la renta, el beneficio y la riqueza; semanas de trabajo más cortas y trabajo compartido; y el reconocimiento del valor intrínseco de la asistencia sanitaria y los servicios públicos esenciales, como la educación y la salud”.


“3. Transición a la agricultura sustentable, basada en la conservación de la biodiversidad, la producción de alimentos sostenibles, en su mayoría locales, la reducción de la producción de carne y el empleo con condiciones de trabajo justas.


“4. Reducción del consumo y los viajes, con una disminución radical de las formas lujosas y derrochadoras.


“5. Cancelación de la deuda, principalmente a empleados, trabajadores independientes y empresarios en PYMES, pero también a países en desarrollo (a cargo de los países más ricos y las organizaciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial)”.


Irónicamente buena parte de estas recomendaciones, no todas, coincidirían en gran medida con puntos de vista y políticas públicas del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. Más allá del estilo personal del mandatario y su prédica circular y rijosa, a veces mesiánica, y que entiendo puede ser irritante, lo que su gobierno está proponiendo apunta en una dirección que empata con estas propuestas. Los puntos 2, 3 y 4 podrían ser suscritos perfectamente por sus políticas públicas. No así el primer punto que propone energías alternativas, lo cual choca frontalmente con la fascinación del actual gobierno por los combustibles fósiles y contaminantes.


Este miércoles, justamente, López Obrador afirmó que ya era tiempo de plantear nuevas formas de convivencia política, económica y social. El Producto Interno Bruto como criterio para medir el desempeño de una sociedad, debía ser sustituido por otro que privilegie la noción de desarrollo; la palabra crecimiento transmutar por la de bienestar. Recurrir al endeudamiento para socorrer a la planta productiva formal, dijo, terminaría trasladando recursos al sector privado porque esa deuda y sus intereses deberán ser pagadas por el erario, y a la postre obligan a recortar el gasto en salud, educación, o el apoyo a los que más lo necesitan. En suma, una transferencia de los que tienen menos a los que tienen más.


En ocasiones el discurso de López Obrador pareciera una regresión al pasado, fórmulas trasnochadas que se creían superadas. Y sin embargo, la crisis de la globalización, el crecimiento desigual, el consumo desaforado y salvaje, en suma, las sinrazones que ha evidenciado la pandemia, podrían llevarnos a pensar que no anda del todo desencaminado.


Otra cosa distinta es que lo consiga, pero por lo pronto, el presidente podría estarse anticipando a los que ya vienen de regreso, aunque todavía no lo sepan.


@jorgezepedap





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Published on May 05, 2020 20:28

May 2, 2020

El modito

Por alguna razón el Presidente eligió construir la 4T dinamitando la relación con muchos que no eran sus enemigos, o al menos no todos.


En teoría cualquier persona razonablemente decente tendría que estar de acuerdo con el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. En teoría, insisto. ¿Quién podría estar en contra de un soberano obsesionado por combatir la corrupción, quitar el boato a los usos y costumbres de los políticos y el gasto suntuario a los funcionarios, rendir cuentas durante dos horas al día, eliminar los chayotes de la prensa, quitar prebendas fiscales a las grandes empresas abusadoras, mejorar o intentar mejorar el poder adquisitivo de los pobres? ¿Cómo no coincidir con las premisas de un Gobierno que intenta hacer un cambio a favor de la justicia social sin nacionalizar empresas privadas, sin endeudar las finanzas públicas, sin engrosar el gasto público y las filas de la burocracia, sin desestabilizar a la sociedad en su conjunto?


Son banderas en las que casi todos los mexicanos coincidirían y, sin embargo, muchos están en desacuerdo y no son pocos los que dicen arrepentirse de haber votado por él.


Se entendería, desde luego, si López Obrador se hubiese comprometido a luchar por estos objetivos y luego los hubiese abandonado, pero no es el caso. Por el contrario, se le puede acusar de muchas cosas pero no de haber traicionado sus obsesiones.


¿Por qué entonces el Presidente produce verdadera urticaria en tantos ciudadanos que no necesariamente estarían en contra de un gobierno que busca una sociedad más justa, honesta y equilibrada?



Permítaseme un paréntesis antes de continuar: no hablo de los que ideológicamente siempre han estado en contra de sus posiciones; aquellos que creían que México iba bien, salvo algunas taras que desaparecerían con el tiempo cuando ingresáramos al primer mundo, incapaces de ver que en el modelo que seguíamos no cabía la mitad inferior de México y que la situación para los de abajo se había hecho insostenible. Hablo de los que entendían que el país necesitaba un cambio urgente, pero ahora no están de acuerdo con la manera en que se está llevando a cabo.


Y no obstante, es un cambio que está en marcha. ¿Dónde se descompuso el engrudo?


 Entiendo que hay decisiones polémicas de parte de López Obrador, desde la clausura de un aeropuerto en construcción hasta la rifa forzada de un avión sin avión, la construcción de una refinería a contrapelo de lo que dicen los especialistas y un largo etcétera. Pero cualquiera de esas medidas palidece frente a la corrupción sistemática de administraciones anteriores, el gasto suntuario, la compra de refinerías chatarra, los abusos faraónicos de los gobernadores, el desvío de fondos de salud y un largo ,y ese sí, infame etcétera. Y sin embargo a Peña Nieto en el mejor de los casos se le desprecia, a López Obrador se le odia. ¿Por qué? ¿Porque está transfiriendo masivamente recursos a los pobres? ¿Porque está combatiendo a la corrupción? No, lo execran por el modito, para decirlo en sus propios términos. Es su estilo, sus desplantes verbales, sus provocaciones, ocurrencias y acusaciones lo que verdaderamente les produce ronchas.

Por alguna razón el Presidente eligió construir la 4T dinamitando la relación con muchos que no eran sus enemigos, o al menos no todos. Sociedad civil, grupos ecológicos, movimiento feminista, intelectuales, científicos, medios de comunicación y muchos empresarios. Una y otra vez el patrón es el mismo, tres ejemplos:


1. El subsidio a guarderías. Entregar los recursos directamente a los usuarios en lugar de pasar por intermediarios es un argumento poderoso, había modos de transitar a ese esquema involucrando incluso a la sociedad civil; en lugar de ello se hizo en medio de una batalla narrativa en la que se acusó a las organizaciones de corrupción y abuso metiendo a todos en el mismo saco.


2.- El movimiento feminista. Las banderas de la liberación femenina por lo general van a contrapelo de las posiciones de la derecha doctrinaria opuesta al aborto y a la tolerancia sexual y a favor de un papel tradicional de la mujer. Sin embargo, López Obrador se las arregló para enajenar al movimiento en contra suya. Ni siquiera se trataba de una disputa por alguna política pública en juego. El presidente se peleó con las mujeres por las simples ganas de pelearse. Su excusa, “es que siempre digo lo que pienso”, resulta poco convincente cuando vemos la manera en que concilia o hace las paces con las televisoras, con Javier Alatorre, con Trump o con los grandes oligarcas que están en su consejo empresarial.



3.- El plan de rescate frente a la crisis de la pandemia. En lo personal coincido totalmente con el presidente cuando dice que la prioridad debe ser la protección del 70 por ciento de la población más pobre en la tragedia económica que nos ha caído encima. Más aun, me parece un hito que por vez primera se busque que el desastre no se cebe en los más desprotegidos, como siempre ha sucedido. Pero no entiendo la necesidad de pelearse contra el otro 30% y los esfuerzos que hagan por tratar de salir adelante; sobre todo si consideramos que en las medianas y grandes empresas trabajan muchos a los que el presidente quiere ayudar. Bastaba con decir a los empresarios “mi responsabilidad es proteger a lo pobres, pero adelante, busquemos formas que, sin distraer recursos vitales, permitan poner en marcha la planta productiva”. En lugar de eso, parecieron incomodarle las distintas iniciativas tomadas por el sector privado, como si hubiese algo vergonzoso en toda estrategia encaminada a cuidar sus negocios.


Siempre he pensando que en López Obrador hay un estadista permanentemente boicoteado por el luchador martirizado que lleva dentro. Un hombre que tiene tanto tiempo batallando contra un sistema injusto, que ya no sabe funcionar sin invocar rivales, reales o construidos. Es una lástima porque muchas de sus banderas tenían posibilidad de arrastrar a gran cantidad de actores sociales y económicos que hoy operan en su contra. Al presidente que llama a la concordia, al amor y la tolerancia, lo torpedea el pendenciero que todos los días señala las intenciones aviesas de sus adversarios.


No se me malinterprete; prefiero con mucho a este Presidente que a cualquiera de los anteriores y me sigue pareciendo un milagro político que haya llegado a Palacio un hombre decidido a hacer algo por los que menos tienen, en este nuestro país tan ingrato y desigual. Pero cada que lo escucho despotricar contra alguien en las Mañaneras no puedo evitar preguntarme ¿por qué hacerlo tan difícil pudiendo hacerlo más fácil?


@jorgezepedap


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Published on May 02, 2020 19:51

April 28, 2020

La inseguridad que se nos viene

A la incertidumbre y las angustias que nos endilga la pandemia y sus secuelas, habrá que añadir la amenaza arbitraria y brutal de la criminalidad

A la pandemia de hambruna y pobreza que se anticipa por el paro económico que sufrimos, hay otro flagelo igualmente devastador: el incremento que podemos esperar en la delincuencia. Particularmente en países como el nuestro en el que los niveles de la criminalidad son altos, una buena parte de la mano de obra trabaja en el sector informal y, por lo mismo, carece de cualquier tipo de protección laboral.





Desde el viene-viene que ante la ausencia de clientes comenzará a robar auto partes, hasta el exmesero que con una pistola de juguete intentará hacerse de algunos pesos probando su suerte contra los pasajeros de un autobús. No hablo del crimen organizado, sino del robo hormiga en las construcciones abandonadas, el asalto a una casa en busca de cualquier cosa susceptible de venderse, el hurto con amenaza de violencia a transeúntes de carteras y celulares.


Imposible anticipar la magnitud que puede alcanzar, pero no será menor. No solo porque muchas empresas reducirán su personal o de plano cerrarán, también porque los propios empleos informales padecerán el largo período de recuperación y el descenso de la actividad económica tras el confinamiento. La mitad de la población trabajaba ya en el sector informal, una zona gris en la que muchos oficios y tareas, no todas, suelen operar en los pliegues de las normas y a espaldas de la autoridad. La crisis podría empujar a muchas de estas personas a profundizar en la ilegalidad, a darle una vuelta más a la tuerca del clandestinaje.


Más allá de la ética o las leyes, las situaciones límite convierten a los seres humanos en biología, por así decirlo. Nadie va a quedarse cruzado de brazos frente a la imposibilidad de llevar algo a la mesa de los suyos. Los niveles de impunidad frente al delito son tan altos, que el crimen se convierte en una opción real, aun cuando desesperada, para sobrevivir.


Los llamados para saquear supermercados y tiendas a horas específicas, a través de redes sociales, al parecer han sido detenidos oportunamente gracias a que la autoridad pudo infiltrar las convocatorias desde el momento de su lanzamiento. Pero era notable la manera en que tales llamados eran respondidos por personas que, amparadas por el anonimato, estaban dispuestas a delinquir, aun cuando ellas mismas no se consideren delincuentes. El fuente ovejuna, la desigualdad y la necesidad, justifican cualquier acto por el cual la gente considere que está haciéndose justicia social por propia mano.


Durante el combate en contra del huachicol, el año pasado, la opinión pública pudo observar la manera en que comunidades completas participaban en el almacenamiento, la distribución y la venta del combustible robado de los ductos. Más aun, vimos la indignación real que mostraban al bloquear el paso de patrullas o impedir tumultuariamente la aprehensión de los huachicoleros. Defendían un modo de vida, pero también expresaban un sentimiento profundamente arraigado: “Si los gasolineros y funcionarios de Pemex roban, ¿por qué nosotros, que tenemos más necesidad, no lo vamos a hacer?»


La otra fuente de inseguridad pública que habrá de venir es quizá aun más preocupante. La crisis económica ha obligado al Gobierno a quitar atención y recursos a la lucha en contra del crimen organizado. Una lucha que de por sí ya estábamos perdiendo. La estadística de estas últimas semanas deja en claro que los sicarios no han sentido ninguna aprehensión frente al coronavirus. En otros países la actividad criminal descendió como resultado del distanciamiento social; en México, en cambio, el número de asesinados en las últimas semanas ha alcanzado cotas históricas. Todo indica que las bandas organizadas decidieron aprovechar los vacíos de poder para expandir sus territorios en todos los sentidos. La entrega de despensas a la población por parte de los carteles en varias ciudades del país, es un indicador más del grado en que algunas de estas organizaciones comienzan a concebirse a sí mismas como un estado paralelo. En Morelos, “El Señorón”, capo regional, repartió bolsas de comida con su nombre a tres cuadras de la oficina del gobernador, con la clara intención de mostrar quién detenta el verdadero poder en la entidad.


En suma, a la incertidumbre y las angustias que nos endilga la pandemia y sus secuelas, habrá que añadir la amenaza arbitraria y brutal de la criminalidad.


Nota: el miércoles pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador se quejó del estado del periodismo en México y mencionó por nombre a tres colegas que lo atacan, seguido de otros tres que lo defienden. Luego, tras una vacilación, “no podría decir yo que de izquierda, pero sí es buen analista político que se mete más a entender lo que está pasando y lo que somos, uno que escribe en EL PAÍS, Jorge Zepeda Patterson”· Al respecto quisiera decir que agradezco y me siento halagado por la opinión del mandatario sobre mis textos, pero sería mucho más conveniente nunca más tener listas de buenos y malos periodistas, porque en el fondo terminan siendo tan arbitrarias como las etiquetas lapidarias que definen a un presidente como bueno o malo para siempre. Vivimos en un mundo complejo plagado de colores; todos perdemos cuando políticos y periodistas solo ven imágenes en blanco y negro.


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Published on April 28, 2020 20:25

April 25, 2020

Periodistas malos y periodistas buenos

No importa qué haga el Presidente o deje de hacer, se convierte en munición implacable en manos de la gran mayoría de los comunicadores.


El miércoles pasado en la mañanera el presidente tuvo a bien mencionarme como uno de los periodistas que se salvan, en su opinión, de lo que consideró una época oscura de la prensa en México. “Es muy aburrido abrir un periódico y no encontrar nada bueno del gobierno, todo malo”, se lamentó haciéndonos recordar, involuntariamente, la queja similar que hacían Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón. Acto seguido hizo una dura caracterización de nuestro gremio.


“Los buenos periodistas se cansaron de ser como eran”, dijo. Hoy no hay en México un periodismo profesional e independiente. “Nos defienden solo tres, Federico Arreola que enfrenta todas estas calumnias (SDPN noticas), Enrique Galván (Jornada) y Pedro Miguel (Jornada)”, y tras una vacilación, añadió: ”Hay un articulista inteligente, incluso no podría decir yo que de izquierda, pero sí buen analista político que se mete más a entender lo que está pasando y lo que somos, uno que escribe en El País, Jorge Zepeda Patterson”·


Aunque difiero en la apreciación del Presidente sobre el estado actual del periodismo, agradezco la percepción que tiene de mi trabajo (aun cuando, como decía el clásico, bien a bien no sé si ayuda a mis tareas de analista, las perjudica o todo lo contrario).


Habría que decir que en algo tiene razón López Obrador. La prensa y el quehacer periodístico no pasan por su mejor momento. Reporteros, conductores, editores, comentaristas, moneros y columnistas no hemos podido sustraernos al espíritu partisano que ha inundado el espacio público, las redes sociales, las conversaciones privadas. En la polarización hemos perdido todos, pero sobre todo el buen periodismo, entendido como aquél que permite construir una opinión pública más informada y con mejor criterio para entender los puntos de vista de una sociedad con tantas verdades y realidades contrapuestas como la nuestra. En lugar de propiciar la comunicación de la comunidad consigo misma, en lugar de construir puentes para ayudar a tolerarnos en nuestra diversidad, los informadores y analistas hemos contribuido a que ambos bandos se atrincheren en posiciones encontradas, alimentadas día a día por opiniones recalcitrantes en uno u otro sentido. El quehacer periodístico y el análisis deberían de ser un contrapeso a la narrativa de odio que circula en las redes sociales; pero lejos de eso, las columnas y editoriales cargados de desprecio potencian y nutren ese odio.



No importa qué haga el Presidente o deje de hacer, se convierte en munición implacable en manos de la gran mayoría de los comunicadores y, al mismo tiempo, en motivo de alabanza de aquellos que lo defienden a ultranza. No hay posibilidad de diálogo en el intercambio de sentencias lapidarias y ofensivas, entre dos bandos irreconciliables.


Así que en efecto, AMLO tiene razón cuando señala que el periodismo no pasa por un buen momento. Lo que no parece darse cuenta es que él mismo ha contribuido a ello. Utilizar la tribuna presidencial para exhibir a los periodistas que lo critican, ha profundizado esta polarización partisana en la que solo caben amigos o enemigos. Decretó cuáles eran los malos periodistas y acto seguido mencionó que solo se salvan los que lo defienden. Nunca se percató de lo extraño de su formulación. Por definición un periodista profesional tendría que aspirar a la reflexión y la investigación imparcial, no a la defensa del soberano. De hecho Federico Arreola fue su asesor y uno de sus voceros en alguna campaña electoral, lo cual es absolutamente válido, salvo cuando la extensión de esa tarea es entendida por el presidente como ejemplo del periodismo “profesional e independiente” que ha dejado de hacerse.


 Me parece que el país ganaría mucho si el presidente dejara de microgestionar las columnas y titulares de cada día, como si fueran el juicio de la historia sobre su gobierno. En verdad, los periodistas no tenemos esa importancia, las decisiones que tome el presidente sobre el destino del país, en cambio, sí que la tiene. Los resultados serán su mejor y única defensa, no el uso de su derecho a réplica, como él la llama. La semana pasada escribí en una columna algo que desearía recuperar: “Sigo creyendo en las banderas de AMLO, pero me parece que nunca podrá ser el estadista en el que quiere convertirse, mientras siga preocupado día tras día por lo que haga o deje de hacer Loret de Mola, Derbez o el Reforma”. Lo sigo pensando.

Finalmente, una observación lateral pero significativa. La caracterización del periodismo actual como una etapa oscura se lleva entre las patas, por omisión, el heroico ejercicio profesional de tantos colegas que han caído muertos por el siempre hecho de hacer un periodismo incómodo para los poderosos. México es la nación de mayor riesgo en el mundo para los reporteros en este momento, salvo aquellas que se encuentran en guerra. No puede hacerse ningún balance de nuestro gremio sin considerar la enorme valentía de los muchos que se juegan la vida directamente en la trinchera (hablo sobre todo de la prensa regional, tan lejos de las candilejas y tan cerca de los balazos).


En suma, agradezco y me siento halagado por la opinión del mandatario sobre mis textos, pero sería muchos más conveniente nunca más tener listas de buenos y malos periodistas, porque en el fondo terminan siendo tan arbitrarias como las etiquetas lapidarias que definen a un presidente como bueno o malo para siempre. Vivimos en un mundo complejo plagado de colores; todos perdemos cuando políticos y periodistas ven exclusivamente imágenes en blanco y negro.


@jorgezepedap


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Published on April 25, 2020 19:49

April 21, 2020

Sí, pero no vuelvan a hacerlo por favor

La devastación económica autoinducida, la pandemia de hambre entre los menos protegidos, el desempleo y la miseria, provocarán daños inconmensurables en cientos de millones de personas

Lo que sigue pretende ser una petición oficiosa a las autoridades para que, en caso de que exista un rebrote del coronavirus el próximo otoño, como se afirma en notas periodísticas y científicas, no vuelvan a confinarnos. Para empezar porque, si en efecto, surge una segunda oleada esta habrá sido fruto, justamente, del confinamiento en la medida en que la población no quedó inmunizada. La posibilidad del contagio simplemente quedó aplazada. Los especialistas afirman que la única manera de erradicar en definitiva al parásito es mediante la inmunización de cerca de dos tercios de la población. Alcanzado ese punto, el virus se extingue al no poder propagarse a otros cuerpos con la velocidad con la que perece cuando transcurren 14 días y el portador se inocula (o se muere, también hay que decirlo).





Imposible saber cuál es la población real por la que ha pasado la covid-19, pero seguramente una proporción mucho más baja que el nivel de saturación que se requiere. Para el caso de Francia, los investigadores han calculado que esta primera ronda habrá afectado al 30% de la población. El número de contagios ha comenzado a descender entre los europeos, gracias a la estrategia del confinamiento, pero los contagios se mantendrán en pequeños números hasta que el virus vuelva a encontrar condiciones favorables. Es decir, aglomeraciones de personas y una temperatura propicia. De allí que se tema un otoño fatídico.



Si estos escenarios son correctos, los líderes de cada país enfrentarán de nuevo una disyuntiva terrible, a menos que para entonces se tenga en la calle una vacuna confiable, algo que los especialistas consideran poco factible.


Quisiera pensar que no volverá a repetirse el infierno por el cual los habitantes del planeta pasaron esta primavera. Ya en esta ronda muchos se preguntan si el remedio no salió más caro que la enfermedad. Los número que arroja la covid-19 son relativamente modestos con respecto al daño que ha provocado su combate. La ONU estima que el impacto económico generará hambrunas en 125 millones de personas, adicionales a los que ya las padecían. Una verdadera catástrofe. En 2018 poco más de 800 millones de persona sufrieron hambre crónica, pero se había reducido a 113 millones la fracción más preocupante, la que experimenta déficit alimentario agudo, aquella que provoca defunciones. Ahora esa cantidad se habrá doblado. Según la FAO, cerca de seis millones de niños fallecen cada año por enfermedades asociadas al hambre y a la desnutrición. Esto significa que la covid-19 matará de manera indirecta a millones de niños adicionales en los próximos meses. Una cifra que hace palidecer el recuento de defunciones diarias que los Hugo López-Gatell de cada país recitan a sus alarmadas audiencias.


Solo para poner las cosas en perspectiva: la diabetes mata a 1,6 millones de personas cada año, el cáncer en las vías respiratorias otros 1,7 millones y las enfermedades diarreicas, 1,4 millones, según la Organización Mundial de la Salud (cifras de 2016). El año pasado murieron de gripe medio millón de personas.


Hasta este martes habían fallecido por coronavirus poco menos de 180.000 personas en el mundo. Un dato que crecerá y que seguramente subestima muchos casos que murieron por esa causa sin haber sido diagnosticados. Pero incluso si asumimos que sea el doble, sigue siendo una fracción de la estadística citada más arriba y, no obstante, el mundo nunca se ha paralizado para detener la mortandad de los niños haitianos o africanos.


No se trata de juzgar a agua pasada a los mandatarios de cada uno de los países que tomaron esta decisión (prácticamente todos). Tuvieron que hacerlo sin conocer en ese momento cabalmente los alcances de la pandemia que se venía encima. Nadie quería ser responsable de los cadáveres de sus ciudadanos acumulados en las aceras de los hospitales por la saturación de la infraestructura de salud.


Lo cierto es que la devastación económica autoinducida, la pandemia de hambre entre los menos protegidos, el desempleo y la miseria, provocarán daños inconmensurables en cientos, sino miles, de millones de personas. Visto en retrospectiva, daños colaterales que en cualquier escenario habrían sido inadmisibles. Y sin embargo, aquí estamos, metidos en la pesadilla.


Pero si no podemos hacer algo sobre el pasado, tendríamos que hacer algo frente al inmediato futuro. En la segunda oleada habrá que optar por asumir la curva vertical y no la loma prolongada a fuerza de confinamientos. Una fracción de los trillones de millones de dólares que ha costado la paralización de la actividad productiva tendría que dedicarse a fortalecer el sistema de salud, para estar en condiciones de hacer frente a la acumulación de casos que una curva total de cuatro semanas puede generar y atenernos a las consecuencias. Alemania ha mostrado que la letalidad del bicho es mucho menor si el sistema de salud está en condiciones de atender correctamente, en calidad y cantidad, a la totalidad de los afectados. Esa tendría que ser la prioridad de los Gobiernos a medida que comience a verse el final del túnel de esta primavera trágica. Y la de los ciudadanos, hacer ver a las autoridades que en la próxima crisis no estamos dispuestos a parar al mundo, no al menos sin considerar todas las consecuencias.


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Published on April 21, 2020 20:23

April 18, 2020

Azteca 13 vs. 4T, un asunto de números, ¿o no?

«Si esta confrontación escala a un pulso de poder a poder, abre un flanco de desgaste adicional e inesperado a la 4T».


Hace 10 días el Presidente Andrés Manuel López Obrador elogió a Banco Azteca, del empresario Ricardo Salinas Pliego, por su apoyo para distribuir créditos a los necesitados sin cobrar comisión. Era la enésima muestra de intercambio de cariños entre el magnate regiomontano y el político tabasqueño. En algunos círculos privados se hablaba, incluso, de que el dueño de Elektra era el empresario del sexenio. Había otros capitanes del dinero que se habían acercado a AMLO, desde luego, pero ninguno tenía la satisfacción de que dos vinculados al grupo, Esteban Moctezuma y Jorge Mendoza (hijo de un directivo del mismo nombre), fueran incorporados directamente al Gabinete en calidad de Secretario de Educación y Director de Banobras, respectivamente (algo que ni siquiera la maestra Elba Esther Gordillo pudo obtener en el sexenio de Calderón).


Ya se barruntaba que existía una luna de miel, tan estrecha como improbable, entre el político que defiende a lo pobres y el hombre de negocios que les vende refrigeradores a plazos. Y digo improbable porque AMLO nunca había ahorrado epítetos en contra de las televisoras que durante décadas operaron en contra suya. Unos días antes de tomar posesión, López Obrador concedió una inusual entrevista: acompañado de su mujer, Beatriz Gutiérrez Mueller, recibió entre elogios y arrumacos a Javier Alatorre en su casa: “¿qué estábamos diciendo? Que aquí se te quiere mucho, mucho mucho”, dijo AMLO y su esposa reiteró, “sí, mucho”. Y en efecto, a lo largo de casi una hora los anfitriones le prodigaron elogios al conductor, le mostraron con absoluta transparencia y entre risas que revelaban su familiaridad, las habitaciones privadas, la ropa de los clósets, los espacios íntimos de los que ha sido tan celoso el tabasqueño.


Para muchos periodistas, y es mi caso, no fue fácil procesar la admiración que AMLO parecía tener por Javier Alatorre, un lector de noticias y boletines fiel al sistema, con todo lo que ello supone. Me pregunté qué televisión había estado viendo el Presidente todos estos años o qué entendería por periodismo.


Y ahora me pregunto si seguirá pensando lo mismo. Este viernes, como es sabido, la luna de miel se hizo trizas. Javier Alatorre atacó en el noticiero a Hugo López-Gatell en lo que pareció no solo una petición de divorcio sino una declaración de guerra: “Como todas las noches, el Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell encabezó la conferencia sobre el COVID-19 en México. Pero sus cifras y sus conferencias ya se volvieron irrelevantes. Es más, ya no le haga caso a Hugo López-Gatell”, dijo el conductor.  Más tarde, quizá para mostrar que no se trataba de un exabrupto o una improvisación, sino una posición oficial, el Twitter institucional de Tv Azteca posteó la cita, literalmente.



El llamado de la televisora a desobedecer al coordinador de la campaña nacional en el contexto de una pandemia no es un hecho menor, por donde se le mire. Equivale a un desafío frontal del grupo Salinas al Gobierno del que hasta ahora había sido compañero de viaje. Habría que preguntarse de qué tamaño fue el desencuentro entre el empresario y el político para que un medio de comunicación que tiene responsabilidades, morales y legales, se haya atrevido a promover lo que puede ser interpretado por sus adversarios como el boicot contra una campaña de salud que intenta salvar vidas.


Un desencuentro de más de 30 mil millones de pesos, dirán algunos, haciendo referencia a la deuda con el fisco que se le atribuye al Grupo Salinas, según notas periodísticas. El viernes por la mañana el Presidente dijo que el SAT endurecería sus posiciones ante empresas acostumbradas a litigar aviesamente para no pagar impuestos. Una frase que parecía una advertencia a su amigo el empresario. No fue el único antecedente. Días antes otros miembros del Gabinete afirmaron que impondrían castigos a las empresas que habían violado el confinamiento; aunque nunca se mencionó por nombre a los negocios de Salinas Pliego, este había hecho pública su renuencia a cerrarlos.


 Y con todo, la respuesta fulminante y tan categórica de Grupo Azteca en cuestión de horas, parecería desproporcionada considerando que no carece de puentes para tratar el asunto con el Presidente. A menos que esa respuesta sea justamente el desenlace de un intento fallido de negociación entre ambos.

Impuestos aparte, lo cierto es que las posiciones sostenidas por Ricardo Salinas Pliego en contra de las medidas de distanciamiento social no son muy distintas de las que mantenía el Presidente hasta hace unas semanas. AMLO, en lo personal, no solo se resistió hasta el final a seguir las indicaciones de sus asesores de salud sobre Susana Distancia, también ha sido contrario a extender la suspensión de actividades productivas más allá de lo indispensable. Hace unos días externó su esperanza de que el 10 de mayo pudiera levantarse, pero debió ceder ante la posición de los técnicos encabezados por López-Gatell y admitir el plazo hasta el 31 de mayo. Lo que quiero decir es que, al menos sobre el tema del confinamiento, habría existido una afinidad propicia entre Salinas y Andrés Manuel para alcanzar un acuerdo.


Pero lo cierto es que al margen de los motivos, las implicaciones políticas son preocupantes. Si esta confrontación escala a un pulso de poder a poder, abre un flanco de desgaste adicional e inesperado a la 4T. La televisión abierta no es lo que era antes, pero sigue siendo importante entre los sectores populares afines al Presidente. Una campaña sistemática en su contra constituiría un misil político debajo de la línea de flotación.



 Y por lo demás, el peso económico de las empresas del millonario más rico de México después de Carlos Slim y Larrea, según varias fuentes, tampoco es poca cosa. Más importante aún, sería la primera fisura de la alianza tácita que López Obrador había logrado con los amos de México, muchos de los cuales forman parte de su consejo de empresarios.

 El Presidente así lo entendió, porque reaccionó de inmediato con un mensaje televisado este sábado con el propósito de desinflar el pleito; reprendió amablemente a su amigo Javier Alatorre: “cometió un error, todo cometemos errores, pero es una buena persona”, dijo, y defendió a López-Gatell sin acusar el golpe, como si hubiese sido un desliz personal del conductor.

Es comprensible que el Presidente quiera llevarla en paz con este poderoso grupo. La pandemia ya tiene demasiado drama como para además sufrir una telenovela del Ajusco en este momento. Para pelearse se necesitan dos, asumió AMLO, y respondió con mesura y generosidad, a pesar del clamor de las redes sociales que exigían sangre, por decir lo menos.


Esperamos que esta conciliación no signifique un cambió en la actitud del SAT o un perdón de los adeudos fiscales que están en juego. El notable acto de responsabilidad y madurez que adoptó el Presidente, solo lo seguirá siendo en la medida en no exista un intercambio de favores de por medio. No lo creo; pero lo sabremos pronto.


@jorgezepedap


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Published on April 18, 2020 19:47

April 14, 2020

Entre Benito Juárez y Chicharito Hernández

Da la impresión de que el presidente ha estado más inclinado a mostrar la fuerza de su voluntad que en sumar, negociar y convencer a otros factores de poder

El presidente que en medio de la crisis por la pandemia se lamenta porque Thalía, Eugenio Derbez o el Chicharito Hernández hablen en su contra, no es el mismo presidente que el día de su toma de posesión convocó a todo el país a una enorme cruzada para cambiar México. En la noche de la victoria y en el primer acto de gobierno en el Congreso, Andrés Manuel López Obrador invitó al país en su conjunto a hacerse cargo de la situación de los pobres. Por el bien de todos, dijo, convenía dar prioridad al combate a la corrupción, la desigualdad y la injusticia social. Y para conseguirlo ofrecía un liderazgo a favor del perdón, la unidad, el amor, la transparencia y la solidaridad.





Eso fue hace 17 meses. Hoy sus banderas siguen siendo las mismas, pero el mandatario parece haber modificado las vías para conseguirlo. Lo que parecía una estrategia orientada a la búsqueda de consensos, terminó convertida en un pulso entre la presidencia, por un lado, y la mayoría de los factores de poder, por el otro.


No está claro si la vía de la confrontación es un diseño de estrategia o simplemente fue resultado de la personalidad del inquilino de Palacio Nacional. Para pelearse se necesitan dos, desde luego, y al mandatario nunca le faltaron enemigos. Los tenía antes y después de tomar posesión. Pero fue una decisión suya convertir a sus adversarios en el principal interlocutor de su Gobierno. Las palabras “conservadores, neoliberal, adversarios” fueron adueñándose de su discurso en detrimento de “solidaridad, pobreza, justicia social”. El espacio dedicado a responder a los periódicos y columnistas críticos, y en general a sus enemigos, comenzó a formar parte obligada del menú de la conferencia diaria, la famosa Mañanera. El estadista que se intuyó el día de la elección, dio paso a un pugnaz impulsor de su propio proyecto.


Hace una semana señalé en este espacio que la imposibilidad de las élites y una parte de los sectores medios para entender a López Obrador reside en el hecho de que habitan universos distintos. El tabasqueño habla desde el México profundo, el que no fue capaz de insertarse en los sectores punta y quedó cada vez más rezagado del México moderno y distorsionado, activado por la globalización.


En su discurso inaugural AMLO se presentó a sí mismo como el puente para unir a esos dos Méxicos en beneficio de los pobres. Por desgracia su propia tendencia a la confrontación contribuyó a torpedear esas intenciones y terminó echando en brazos de los radicales a muchos que le concedían el beneficio de la duda.


A la cancelación del nuevo aeropuerto, que podría justificarse por razones ecológicas y presupuestales, se fueron sumando otros desacuerdos que pudieron evitarse si se hubieran abordado con más mano izquierda. La rifa del avión presidencial, un día sin mujeres o la estrategia económica contra el coronavirus, son temas en los que terminó confrontándose con los que pudieron haber sido aliados. Da la impresión de que, en esta y otras coyunturas, el presidente ha estado más inclinado a mostrar la fuerza de su voluntad que en sumar, negociar y convencer a otros factores de poder.


Me parece un error, primero porque coincida o no con ellos, son una realidad. El México pudiente ignoró durante años al México oprimido; ahora sería un absurdo pretender lo inverso. Y segundo, porque en esta confrontación me parece que López Obrador sobreestima el peso de la Presidencia. Probablemente tiene la fuerza para que no lo derriben, considerando la debilidad de los partidos políticos de oposición, pero la posibilidad de realizar un cambio real pasa por la participación de muchos otros actores. Vivimos en un mundo globalizado y en una sociedad de mercado. Una presidencia inteligente puede introducir en ese mercado los matices para hacerlo menos desigual y relativamente más justo. Para eso necesita la complicidad de los factores que inciden en la actividad productiva. Por vía de la confrontación y la fuerza se conseguirá muy poco; su ansiada cuarta transformación podría quedar en una versión minúscula de sí misma.


Andrés Manuel López Obrador tendría que decidir qué le resulta más importante: ganar un round más a sus adversarios, una y otra vez, o hacer algo decisivo y duradero a favor de los pobres. Porque no debe quedarnos duda, la transferencia masiva que él busca en beneficio de los que tienen menos, se quedará en subsidios marginales si no va acompañada de un crecimiento real y equilibrado en el empleo. Algo que el gobierno por sí solo es incapaz de generar. Y tampoco aseguran nada los cambios introducidos en la Constitución o en el presupuesto; la experiencia muestra que así como entraron, así pueden salir en manos de otro régimen.


Sigo pensando que las banderas de López Obrador son las correctas. Muchas de las lecciones que está dejando la crisis de la covid-19 en el mundo, apuntan a la necesidad de un reordenamiento más justo, más autosuficiente, menos subordinado a la acción salvaje del mercado. La mayoría de los mexicanos, supongo, no desea la reinstalación del viejo orden de corrupción y desigualdad que tutelaron gobiernos anteriores. Pero tampoco se quiere la instalación de un nuevo modelo basado exclusivamente en la voluntad del presidente, convencido de que todas sus ideas son innegociables porque proceden del pueblo.


Quiero pensar que no se ha llegado al punto de no retorno. Le quedan más de cuatro años de vida a este Gobierno. Basta que López Obrador se vuelva a poner de nuevo la banda presidencial, deje a Benito Juárez y las frases de bronce en paz por un rato, salga de la burbuja polarizada en la que se ha metido, poblada de aduladores en la Mañanera y adversarios “perversos” el resto del día, y comience a gobernar con todos de los actores sociales, buenos, malos y regulares con los que le ha tocado en suerte tripular este país. López Obrador nunca podrá ser el estadista en el que quiere convertirse, mientras siga preocupado día tras día por lo que haga o deje de hacer Loret de Mola, Derbez o el Reforma y los enemigos que a su juicio están detrás de ellos. Él piensa que la historia habrá de juzgarlo por lo que quiso hacer, aun cuando sus adversarios a la postre se lo impidan; pero no es así. Se le juzgará por el éxito o el fracaso en concretar la oportunidad histórica que tuvo en sus manos.


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Published on April 14, 2020 20:19

March 21, 2020

Mi reino por un papel de baño

«¿Qué pasaría en México, si como exigen tantos, López Obrador hace lo equivalente a Macron y paraliza súbitamente a la economía?».


Antes de hacerlo habría que pensarlo muy bien, como dice la canción de Pablo Milanés. El martes pasado, al día siguiente del llamado del Presidente de Francia al confinamiento de las personas y el cierre de la economía, vi a los habitantes de Arles hacer acopio de vituallas en el supermercado más grande de la ciudad. Había anticipado que la escena sería dantesca; para mi sorpresa no había más gente que cualquier domingo en un Fresko de la Comercial en México. Salvo por una excepción, y no hay manera amable de decir lo siguiente, personas de origen árabe a juzgar por el atuendo de las mujeres, surtían como si en efecto no existiera un mañana. Mientras que el cliente habitual francés cargaba suministros para dos o tres días, confiando en la promesa de su Presidente de que las tiendas de alimentos seguirían abiertas y abastecidas, los residentes de origen extranjero atiborraban sus carritos con lo necesario para los siguientes tres meses. No los juzgo, igual que nosotros proceden de sociedades en las que la credibilidad de la autoridad está podrida y poseen un sentido de supervivencia centrada en la propia tribu y las redes familiares y no en las instituciones.

¿Qué pasaría en México, si como exigen tantos, López Obrador hace lo equivalente a Macron y paraliza súbitamente a la economía? ¿Actuaríamos los mexicanos como vecinos de Arles o como sus inmigrantes árabes? La respuesta yace en algunos anaqueles vacíos de los Superamas. Los inventarios de las cadenas productivas en México son infinitamente más frágiles que los de cualquier país europeo; habría que preguntarse cómo quedarían tras los asaltos de pánico que una medida así provocaría, la escasez resultante, el mercado negro y el sufrimiento de los que menos tienen y no están dispuestos a tener todavía menos.


The Economist, el célebre semanario inglés, publicó este viernes un editorial escalofriante: “El planeta Tierra se está cerrando. En la lucha por controlar a covid-19, un país tras otro exige a sus ciudadanos que den la espalda a la sociedad. A medida que las economías se derrumban, los gobiernos desesperados están tratando de animar a las empresas y los consumidores entregando billones de dólares en ayuda y garantías de préstamos. Nadie puede estar seguro de qué tan bien funcionarán estos rescates. Pero hay algo peor. Detener la pandemia podría requerir las duras terapias de shock cuantas veces sea necesario. Y, sin embargo, ahora también está claro que tal estrategia condenaría a la economía mundial a un daño grave, tal vez intolerable. Algunas opciones muy difíciles están por venir”.


La terrible admonición del Economist va dirigida a los países prósperos del Hemisferio Norte; me pregunto cuántos grados más de alarma habría en su texto si estuviera hablando de economías frágiles y distorsionadas como la nuestra, con gobiernos que no serán capaces de entregar los billones de dólares que se requieren insuflar para evitar que las empresas se vayan a la quiebra en caso de dictaminarse un paro en seco. Las autoridades europeas se han comprometido a sostener la mayor parte del sueldo de los trabajadores durante el confinamiento y apoyar fiscal y financieramente a las empresas para evitar su desplome ahora y después del estado de shock. Nuestras finanzas públicas no solo no tienen la fortaleza necesaria, tampoco podrían hacerlo aunque quisieran: más de la mitad de los trabajadores mexicanos laboran en el sector informal, sin prestaciones, seguridad social o respaldo de alguna especie. Es decir, viven al día. Algunos ya lo han dicho, “prefiero correr el riesgo de una gripe que quedarme sin comer durante varias semanas”. El viernes un grupo de vendedores ambulantes en Acapulco paralizó una avenida en protesta por el cierre de restaurantes en la zona porque eso representa una amenaza contra su modo de vida. Para el ciudadano europeo un confinamiento financiado por el Estado, así sea forzado, es un trueque aceptable, un incordio comprensible a cambio de mantener la salud. Para la mitad de la población mexicana, equivale a un salto al vacío, una exigencia inadmisible. No se quedarán cruzados de brazos. Un país en el que la mera incertidumbre provoca acaparamiento y compras de pánico de papel de baño hace temer por la caja de Pandora que abriría un apagón indiscriminado y un llamado al “sálvese como pueda”.



El confinamiento obligado a un precio tan alto solo tiene sentido si las autoridades están en condiciones de hacerlo cumplir. En Francia existe en la práctica un estado de sitio. Para salir a la calle, incluso para ir de compras al mini súper del barrio, todo ciudadano requiere un permiso que debe descargar por online y firmar, introducir la fecha, edad y motivo de su traslado (y solo sirve para una vez). La policía impone multas punitivas que incluso pueden llevar a la cárcel a un infractor. ¿Están las autoridades mexicanas en condiciones de ordenar a sus ciudadanos un confinamiento que serán incapaces de hacer cumplir?


Puedo entender la impaciencia de los que ven pasar los días sin que el Gobierno imite las medidas tomadas en Europa. Está claro que, como dice The Economist, tendremos que elegir entre dos males (combatir la pandemia de manera radical o el riesgo de una bancarrota económica de alcances impredecibles). Pero hay un escenario aún más penoso: quedarnos a medias. Lo peor de los dos mundos sería auto inducir el coma a la actividad productiva como se ha hecho en Italia o Francia y de todos modos padecer la pandemia porque gran parte de la población siguió contaminándose.


 ¿Hay vías intermedias? Valdría la pena explorarlas. Alemania ha clausurado espacios públicos pero no la actividad productiva de manera indiscriminada e igual que Corea volcó su esfuerzo al sector salud. Ambos tienen las más bajas tasas de mortalidad sobre la población contaminada. Necesitamos hacer algo, pero sobre todo necesitamos hacerlo bien porque equivocarse puede resultar trágico. Podríamos perder más vidas por una mala decisión que por la pandemia misma. Lo que hagamos tendrá que ser asumido pensando en la salud, en el sentido más amplio, de todos los mexicanos. Lo único que no podemos hacer es tomar decisiones para dar gusto a los que no quieren o quieren a López Obrador. @jorgezepedap

www.jorgezepeda.net




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Published on March 21, 2020 21:22

March 18, 2020

El coronavirus es el mismo, los países no

Habría que pensar dos veces antes de exigirle al presidente López Obrador que le dé un balazo al pie a una economía que ya renquea en la otra pierna

Después de ver el estado de guerra con el que el Estado francés está sometiendo a sus ciudadanos comienzo a preguntarme si el remedio no es peor que la enfermedad. A estas alturas de la crisis desatada por Covid-19 está claro que habrá más víctimas por el brutal impacto económico por las medidas tomadas para combatirlo que por los decesos que pueda provocar el horrible bicho. La suspensión prácticamente total de las cadenas productivas en buena parte del hemisferio norte, el cierre tajante de fronteras, la paralización de negocios durante semanas y el confinamiento de los ciudadanos tendrán secuelas que habrán de sentirse durante muchos meses, si no es que años. Pero no puedo evitar pensar en las tragedias en estadios o teatros en los que las personas terminan aplastadas por otras personas que huyen de una emergencia. Situaciones en las que el pánico resulta más dañino que aquello que lo desató.



Los mandatarios europeos se pusieron a competir entre sí para ver cuál de ellos tenía más tamaños y llegaba más lejos, por así decirlo (al final ganará Angela Merkel, como siempre) y decidieron poner en estado de sitio a sus ciudadanos. Lo sé porque el cierre de fronteras me tomó en el sur de Francia, durante un tour por la traducción de mis novelas (ahora suspendido), y me ha tocado observar de cerca las draconianas y autoritarias medidas. Espero que les funcionen. Lo que no estoy muy seguro es que estas soluciones le sirvan a México.


Las redes sociales en nuestro país poco menos que han crucificado al presidente López Obrador y a su Gabinete por la “negligencia asesina” al demorar la implantación de medidas similares. ¿Se trata del mismo virus, no? ¿Tendríamos que estar haciendo lo mismo desde hace semanas, no?


No necesariamente. En efecto, se trata del mismo virus pero no en todos lados se comporta igual. Todo indica que la propagación es distinta en los países del norte: es un bicho al que le gusta el frío, dice Manuel Elkin Patarroyo, una celebridad en el mundo de las pandemias, y explica que los expertos han notado un comportamiento radicalmente distinto en su capacidad de propagación por arriba de los 22 grados de latitud norte (San Luis Potosí, en el caso de México). Una revisión del reporte en tiempo real de la Organización Mundial de la Salud, con los datos de cada país día por día, muestra claramente que al sur de esta línea los pocos enfermos detectados corresponden a viajeros (casos importados) pero con escaso alcance propagador. No así en Europa en el que la transmisión ya es eminentemente local.


Los escépticos atribuyen al subdesarrollo de África, de Latinoamérica o el sudeste asiático el bajo registro de casos, atribuyéndolo a la negligencia y al atraso de los sistemas de salud locales, pero han transcurrido semanas sin que las cifras aumenten significativamente; eso y el impacto minúsculo en países como Australia o Nueva Zelanda, que tienen fuertes vínculos turísticos y de negocios con China, parecería confirmar “la idiosincrasia geográfica” del virus (para ver los datos dela OMS pinche aquí).


En otras palabras, puede entenderse la precipitación de los europeos en aplicarse quimioterapias masivas que barrerán con su economía, pero eso no significa que tengamos que inmolarnos con las mismas dosis solo para poner las barbas a remojar o mostrar que estamos al nivel de Europa.


Por otro lado, incluso si el coronavirus fuese igual de devastador que en aquellos países, cabría preguntarse si la estrategia de shock es factible en nuestro país. Se habla de la bancarrota de líneas áreas, hotelería, miles de negocios, industria automotriz y un largo etcétera. Para compensarlo en Alemania, Francia, España e Italia, los presidentes han mencionado inyecciones astronómicas para salvar la planta productiva cuando la crisis de salud mengüe; las cifras que se mencionan equivalen a varias veces el producto interno de nuestro país.


Y eso por no hablar de la situación de los ciudadanos de a pie. Los Gobiernos europeos han condonado impuestos y pago de servicios públicos y ofrecen cobertura del salario en proporciones que van del 80 al 100% durante las semanas de confinamiento.


En países de finanzas públicas endebles como el nuestro eso sería un sueño guajiro. E incluso si no lo fuese, ¿qué decirle a la mayoría de los mexicanos, 57% de la población, que obtiene su sustento de la economía informal y no tendría acceso a tales beneficios? ¿Que deje de comer durante algunas semanas para que no se vaya a contagiar de un virus que hasta ahora no ha matado a nadie? Vivimos en una sociedad en la que algunas regiones y el grueso de los habitantes se encuentra al borde del abismo, haríamos bien en pensárnoslo dos veces antes de imitar un esquema de solución que no corresponde a nuestras posibilidades. Las consecuencias para muchos podrían ser apocalípticas.


Nunca como ahora viene al caso el viejo refrán de que cuando Estados Unidos tenía gripe México padecía pulmonía, habría que imaginarnos qué pasaría si nos aplicamos el coma inducido al que ellos se han entregado, sabedores de tener los recursos para revivirse. No estoy seguro de que nuestra mecánica nacional pueda sacarnos del hoyo al que meteríamos a nuestro endeble aparato productivo.


Esto no significa que el Gobierno deba quedarse cruzado de brazos. Suspender actos masivos, clases en las escuelas y reuniones públicas que puedan ser postergables tiene sentido. Pero está claro que la mejor política de seguridad es aquella que tiene que ver con la promoción de conductas razonables para minimizar el riesgo de la epidemia: insistir a la población en el lavado de manos y mantener la distancia necesaria al hablar con otras personas.


Tendríamos que exigirle al presidente una conducta personal congruente con las normas de salubridad que promueven las autoridades sanitarias. Pero sea por mala o buena leche, por pánico o por malinchismo mal entendido, habría que pensar dos veces antes de exigirle al presidente que le de un balazo al pie a una economía que ya renquea en la otra pierna. “Ten cuidado con lo que deseas”, dicen los gringos, y en eso tienen razón.


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Published on March 18, 2020 23:05

Jorge Zepeda Patterson's Blog

Jorge Zepeda Patterson
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