Jorge Zepeda Patterson's Blog, page 4

February 4, 2020

La inutilidad de predicar a los conversos

López Obrador puede conseguir que los pobres sean menos pobres, pero necesita entenderse con los inversionistas para lograr oportunidades económicas suficientes

No tengo dudas de que el sexenio de Andrés Manuel López Obrador pasará a la historia reciente del país como un antes y un después. La pregunta que divide a los mexicanos es si lo habrá sido por las buenas o por las malas razones. Hasta ahora los datos dan para todo: 71% de aprobación popular, pero el indicador de confianza empresarial sigue siendo negativo, lo cual se traduce en escasas inversiones. Inflación baja, moneda muy sólida y endeudamiento público maniatado, pero una economía estancada para efectos prácticos. El poder adquisitivo de los sectores populares ha comenzado a subir por primera vez en décadas, pero los empleos para esos mismos sectores no mejora. Panorama de claroscuros para nutrir filias y fobias de cada cual.



Me parece que hasta ahora la mayor virtud con el arribo de AMLO al poder es de orden político. Su elección conjuró por el momento los riesgos de la creciente crispación social a la que el país había llegado producto de la desigualdad y el abandono de los de abajo, la corrupción y el descrédito de la clase política, la inseguridad y la injusticia social. Una crispación que no ha desaparecido, desde luego, pero que de alguna manera queda anestesiada por las expectativas que genera un presidente que se identifica con y forma parte de los millones a los que “la revolución no hizo justicia”, como decían los clásicos. Ese 71% de aprobación lo dice todo, particularmente a un año de haber tomado posesión. Pese a lo que diga la prensa que lee el otro 29%, el presidente no ha defraudado a las mayorías: aumento sustancial del salario mínimo, proyecto de salud gratuita universal, reparto masivo de pensiones y apoyos sociales, subsidios al campo, recursos a las escuelas populares, entre otros.

El problema es que con eso no alcanza para modificar tendencialmente las fracturas sociales y económicas que padece el país, que es a lo que aspira la 4T. Me parece que resultaban urgentes las políticas públicas sociales impulsadas por este gobierno. Necesarias, pero insuficientes.


El manido ejemplo de la disyuntiva entre ofrecer pescado y enseñar a pescar es un falso dilema cuando alguien padece hambre. Se necesitan las dos, punto. De acuerdo, lo mejor es procurar que todos tengan los aperos y la oportunidad de atrapar sus propios pescados, pero mientras lo consiguen es un imperativo moral asegurar que tengan un bocado, sobre todo si los que comen bien de alguna manera han sido responsables de que otros se hayan quedado sin alimentos.


En un año López Obrador ha volcado recursos públicos para aliviar o intentar aliviar condiciones de pobreza inadmisibles. Una tarea de transferencia social importante en la que ya nos habíamos tardado. Para desgracia de las mayorías, no hay posibilidades de que el esfuerzo estatal logre algo más que un alivio, porque el protagonismo del sector público no alcanza para más. El gasto federal representa alrededor de una cuarta parte del PIB y apenas el 12% de la inversión anual (otro 13% lo aporta la inversión extrajera). En otras palabras, la iniciativa privada representa tres cuartas partes de la PIB y de la inversión económica. Y aquí es donde los cifras hacen colisión: 71% de aprobación popular pero reprobación en el factor que mueve al 75% de la actividad material de la sociedad.


Si estas cifras no cambian durante el sexenio podemos anticipar el balance final: AMLO habría conseguido que los pobres sean menos pobres, lo cual no es poca cosa, pero poco se habría hecho para procurar lo que en verdad les permitiría salir de la pobreza, es decir una masa de empleos y oportunidades económicas suficientes. Está sentando las bases para que los trabajadores encuentren condiciones dignas en su trabajo, pero estos simple y llanamente no se están creando al ritmo necesario para producir un cambio social. Y no se crearán mientras el grueso de los empresarios considere que no hay condiciones para ampliar sus negocios.


Incluso así, la contribución de AMLO no habría sido menor (un ajuste pendular a favor de los pobres y la disminución del riesgo de un estallido social). En lo personal, volvería a votar por él, sobre todo considerando las opciones continuistas que existían. Pero también se habrá perdido una ocasión histórica a favor de un cambio estructural.


Hay ratos en que el presidente parecería estar consciente de esa oportunidad histórica, es decir de la necesidad de crecer como condición necesaria para hacer fructificar su proyecto social, pero hay otros ratos en que parece conformarse con el papel de redentor social, el hombre que llevó pescado a los necesitados. Con el mismo realismo y autodisciplina con que ha encarado a Donald Trump tendría que abordar lo necesario para revertir la confianza del empresariado. Quitar “los puentes” para que los aniversarios históricos se celebren en su fecha por razones cívicas es un gesto de patriotismo con cargo a la paciencia de los negocios que pierden, sea por razones turísticas o trabajadores ausentes; hacer el espectáculo de una venta de 6 millones de boletos de una lotería para un avión, teniendo una oferta de 125 millones de dólares (se pretenden 130 MdD) convierte en una verbena provocadora los afanes presidenciales; pelearse tres veces a la semana con el periódico que lee la mayoría de esos empresarios no solo es gratuito sino contraproducente, por más que con frecuencia le asista la razón.


En muchas ocasiones el presidente no puede resistir hacer declaraciones que lo harán popular con su 71% e impopular con el otro 29%. Predicar a los conversos se convierte en autoflagelo. Tendría que recordar que en ese 29% se encuentran los que definen el 75% de la economía. Con Trump ha conseguido generar una atmósfera de entendimiento a pesar de todo, y tiene razón por lo mucho qué hay en juego. Pero mucha mayor razón tendría hacerlo con aquellos que terminarán siendo el factor decisivo para que muchos pobres salgan de su pobreza. De lo contrario solo habrá conseguido que los pobres lo sean un poco menos.


@jorgezepedap


La entrada La inutilidad de predicar a los conversos aparece primero en Jorge Zepeda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 04, 2020 19:10

February 2, 2020

Las Mañaneras: ¿soberbia o autodefensa?

López Obrador llegó a la presidencia a fuerza de palabras y a pesar de las enormes campañas de publicidad y propaganda que buscaron convertirlo en…


Nadie puede acusar a López Obrador de ser un Presidente que no da la cara. Muchos, en particular sus adversarios, piensan que la da en demasía. Dedica alrededor de hora y media de lunes a viernes a presentar mensajes y responder preguntas de los reporteros que estén dispuestos a llegar a Palacio Nacional antes de las 6 de la mañana. En 14 meses y acercándose a las 300 mañaneras, habrá respondido a poco más de 5 mil preguntas. Algo que contrasta con la opacidad de los anteriores presidentes, en particular Enrique Peña Nieto que luego de la pifia de los libros que no había leído en una sesión abierta de la FIL de Guadalajara durante la campaña, decidió no volver a convocar una rueda de prensa que no estuviera arreglada durante su sexenio.


Algunos aseguran que la mayoría de las preguntas en estas mañaneras son de reporteros paleros, muchos de ellos procedentes de medios digitales que nadie conocía hasta hace poco. Me parece que los que afirman lo anterior no se han tomado la molestia de escuchar estas sesiones recientemente. Es verdad que en los primeros meses abundaron los “patiño” que buscaban quedar bien con el nuevo mandatario, fuese por el servilismo congénito de la prensa palera, por protagonismo o por abrigar la esperanza de que sus zalamerías se tradujeran en sendas partidas de publicidad oficial.


Pero con el transcurso de los meses las mañaneras se han ido convirtiendo en verdaderas sesiones de toma y daca entre un mandatario que le gusta explicarse y un conjunto de preguntones variopinto que pide aclaraciones, muestra contradicciones, intenta amarrar navajas, exige plazos o critica acciones del gobierno. Siguen existiendo lisonjeros, pero incluso estos intentan legitimarse con intervenciones más o menos frontales, sea porque la publicidad no llegó a sus medios o porque las críticas del resto de sus colegas les han hecho mella.


Cualquiera que se tome la molestia de seguir estas conferencias de prensa podrá darse cuenta de que la mayoría de las preguntas constituyen denuncias, reclamos y acusaciones. Una especie de auditoría pública a la que se somete el soberano cada 24 horas. Una batería de cuestionamientos en vivo y sin filtros que resultaría incómoda para cualquier jefe de Estado.


 No para López Obrador, que de eso parece pedir su limosna. Algunos críticos han señalado que en lugar de dedicar tanto tiempo a explicar por qué algo no está saliendo bien, el Presidente haría mejor en destinar esas horas a gobernar para que funcione menos mal.

En realidad para AMLO esas mañaneras forman parte nuclear de su estrategia para gobernar. Él da por sentado que el propósito y las acciones de su administración van a contrapelo de los usos y costumbres que el conservadurismo, la tradición política y la sociedad de consumo han convertido en “sentido común”. El éxito o el fracaso de sus políticas en buena medida dependerá del resultado del debate en el terreno de las ideas. Debe convencer a la mayoría de los mexicanos y a muchos de los actores económicos y políticos que reorientar los esfuerzos para mejorar las ramas económicas, las zonas geográficas y los sectores sociales abandonados durante tantos años, terminará siendo benéfico para todos, aún cuando exija sacrificios de los estratos que sí han sido privilegiados. Y para hacerlo debe responder cada día a las muchas objeciones, resistencias, contraargumentos y acusaciones.


 López Obrador da por descontado que le son adversos la mayoría de los columnistas y medios de comunicación, que antes recibían cuantiosos ingresos de publicidad, y entiende que él mismo debe contrarrestar sus ataques. Esa comparecencia diaria le permite responder a la batería de objeciones del día anterior; mostrar que los negros del arroz denunciados son eso, meros negros de un arroz que cada vez es un plato mayor y mejor distribuido.

Al responder preguntas, el Presidente no solo aborda el cuestionamiento puntual del reportero, así sea Denise Dresser o Jorge Ramos, aprovecha también para contestar al columnista que el día anterior afirmó que comprar medicinas en el extranjero equivale a destruir la industria farmacéutica nacional. ¿Dónde está su amor por el libre comercio?, se defiende AMLO. ¿Por qué consentir un monopolio que extorsionaba con los precios de las medicinas al pueblo mexicano?. O muestra gráficas para contradecir a las ocho columnas de un diario nacional que afirmaba que la 4T había desatado la violencia.


López Obrador llegó a la presidencia a fuerza de palabras y a pesar de las enormes campañas de publicidad y propaganda que buscaron convertirlo en una amenaza para México. Hoy, a fuerza de argumentos intenta convencer al país que sus políticas no son un fracaso como afirman sus adversarios y para ello necesita desmontar las visiones pesimistas, los datos reales o amañados, los descontones de sus rivales. De eso se trata las mañaneras, aun cuando se exponga a dislates y costosos exabruptos.


¿Por qué el Presidente pasa tanto tiempo frente al micrófono? Uno, porque los cambios que está intentado afectan los intereses creados; y dos, consecuencia de lo anterior, porque cada día, como ningún Presidente antes, su gobierno recibe una andana de acusaciones, golpes y descalificaciones que sólo él está en condiciones de afrontar. Su obsesión por las mañaneras no constituye un acto de soberbia o de protagonismo enfermizo, como más de uno de sus críticos ha dicho, sino el instrumento para la madre de todas las batallas: la disputa por la opinión pública. Los medios le son adversos, los poderosos también; no puede permitirse el lujo de que las mayorías le den la espalda, porque en el fondo es lo único que tiene. Y para eso necesita hablar, defenderse, contradecir y convencer.



@jorgezepedap


La entrada Las Mañaneras: ¿soberbia o autodefensa? aparece primero en Jorge Zepeda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 02, 2020 10:40

January 29, 2020

Hoy falló el presidente

El absurdo fallo en contra del periodista Sergio Aguayo ilustra los límites del sentido justiciero de López Obrador cuando se le atraviesan viejos rencores

Las convicciones de Andrés Manuel López Obrador son inconmovibles, y eso es parte de sus singulares virtudes como político; pero también lo son sus resentimientos, y eso es algo que en ocasiones desdora su trayectoria como luchador social. No formo parte de la legión de adversarios que cuestionan las políticas públicas o el estilo personal del presidente. Por el contrario, me parece providencial el arribo al poder de un hombre decidido a combatir la corrupción, el dispendio y la frivolidad de la clase política o la pobreza y la desigualdad social. Algunos de sus métodos pueden ser anecdóticos y no coincido con todos sus pronunciamientos, pero eso me parece una minucia comparada con la posibilidad de dar un golpe de timón a favor de los desprotegidos en un país en el que durante tantos años se gobernó y desgobernó en beneficio de los privilegiados.


Sin embargo, debo decir que el absurdo fallo en contra del periodista Sergio Aguayo, condenado en tribunales a pagar 10 millones de pesos (más de 500.000 dólares) por dañar “la reputación” de Humberto Moreira, conocido por los escándalos de su administración en el Gobierno de Coahuila, ilustra los límites del sentido justiciero del presidente cuando se le atraviesan viejos rencores.


Con toda razón López Obrador ha explicado que se trata de un caso que escapa a la injerencia del poder Ejecutivo y que su Gobierno es ajeno a un expediente que le precede. Pero, en este lavado de manos a lo Pilatos, no ha resistido darle un machucón al diario Reforma, enturbiando así la evidente injusticia que se está cometiendo con este periodista.


En el caso de Aguayo sorprenden muchas cosas. Primero, la severidad de la condena. El párrafo por el que se le incrimina llama la atención por su levedad; juzgue usted mismo: “Moreira es un político que desprende el hedor corrupto; que en el mejor de los escenarios fue omiso ante terribles violaciones a los derechos humanos cometidos en Coahuila, y que, finalmente es una abanderado de la renombrada impunidad mexicana…”. Esto es lo que escribió Aguayo hace cuatro años, cinco días después de que el exmandatario fuera detenido en Barcelona bajo un cargo de lavado de dinero.


Es decir, nunca se trató de una revelación por parte del periodista que desencadenara la persecución en contra del exgobernador; era una reflexión, como muchas otras escritas por algunos de nosotros en aquellos días, ante razonables evidencias de que en su Administración existieron irregularidades que terminaron por desencadenar procesos judiciales de distinta índole (dos de sus ex funcionarios, incluyendo al tesorero, enfrentaron juicios por lavado de dinero en Estados Unidos y al menos unos de ellos se declaró culpable).


López Obrador dijo este miércoles que la propia procuraduría del Gobierno de Felipe Calderón exoneró de toda culpa a Moreira, en el período en el que Peña Nieto ya había sido elegido y el panista trataba de congraciarse con el presidente entrante, entre otras cosas comprándole un avión de lujo.


Al margen de este reconocimiento implícito por parte de López Obrador de que dicha exoneración habría tenido un tufo político, y asumiendo que un tribunal lo haya considerado inocente de los cargos que le imputa Sergio Aguayo, cuesta entender la lógica de un juez para interpretar que los comentarios del articulista dañaron por 10 millones de pesos la reputación del político. Sobre todo si se considera que la mala reputación de la gestión del gobernador había sido labrada con denuncias previas y posteriores al texto, que había sido separado de la presidencia del PRI para ser investigado por la PGR (Fiscalía), que existieron detenciones de él mismo y de sus colaboradores e innumerables notas periodísticas sobre estos escándalos. El castigo del juez hace suponer que el “irresponsable” párrafo del periodista destruyó la reputación virginal y prístina de un político hasta entonces intachable en la escena pública. Hoy se publica que el hermano de uno de los implacables magistrados recibió una notaría de manos del otro gobernador Moreira. Un caso para dar risa, si no fuera por la tragedia que entraña para el propio columnista y, por extensión, para todo el gremio periodístico.


Es en ese contexto llama al desánimo la reacción de López Obrador. En otros casos ha cuestionado “con todo respeto”, como él dice, decisiones injustas de los tribunales y expresado su desacuerdo. Era lo mínimo que ahora habríamos esperado de él los muchos periodistas que durante tantos años desafiaron con su pluma las represalias y la hostilidad de los poderosos. Tal ha sido el caso de Sergio Aguayo.


Por el contrario, este miércoles López Obrdor deslizó que el trasfondo de este pleito podría ser un viejo enfrentamiento entre Reforma y el clan Moreira. Me imagino que se refiere al fallido intento del grupo editorial por hacer prosperar un diario en Saltillo, Palabra, que al final debió cerrar. El fracasado proyecto seguramente dio lugar a roces y golpes bajos entre los barones de la prensa y los dueños del poder político local. Pero eso no justifica lo que ahora han hecho en contra de un columnista que publica sus artículos en varios periódicos, incluyendo Reforma, que no es empleado de ese diario y que ha dedicado sus afanes a la investigación de casos de injusticia perpetrados por los mismos corruptos a los que el presidente mexicano ha combatido durante décadas. Más aún, recuerdo textos de Aguayo publicados en Reforma claramente divergentes de las posiciones editoriales de ese periódico.


Al convertir la abominable sentencia en contra del periodista en un mero rebote de un pleito entre poderosos (dueños del Reforma y clan Moreira) me parece que López Obrador se deja llevar por sus rencores en detrimento de su sentido de justicia. Un caso lamentable de un presidente al que admiro por muchas razones, pero no por esta.


La entrada Hoy falló el presidente aparece primero en Jorge Zepeda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on January 29, 2020 10:44

January 26, 2020

Guatepeor o cómo minimizar las pérdidas

Está bien trabajar el largo plazo, pero es evidente que las caravanas migratorias son una bomba inmediata.


La situación de México frente a la migración centroamericana es perder o perder, no importa qué haga. En el ajedrez se le conoce como zugzwang, al escenario en que todo siguiente movimiento provoca un daño. El Gobierno mexicano afronta su momento zugzwang en la frontera guatemalteca, para regocijo de los adversarios de la 4T.


Si quiere impedir el paso de las caravanas procedentes de Honduras y El Salvador que intentan ingresar masiva e ilegalmente en territorio, será acusado por la prensa crítica de ser un Gobierno inhumano y represor; si por el contrario, las deja pasar será criticado por la incapacidad de hacer cumplir la ley y garantizar la integridad de la frontera; poco menos que un primer paso hacia un Estado fallido. Por lo demás, si una de estas caravanas de dos o tres mil integrantes tiene éxito, el efecto no hará sino multiplicar el problema para convertirlo en endémico, dada la situación de violencia y pobreza que experimentan algunos países del Caribe y de Centroamérica.


Las implicaciones geopolíticas serían aún más graves. Podemos estar en desacuerdo con las bravuconerías de Donald Trump, y entender que ni la razón ni la ética le asisten, pero eso no disminuye un ápice la capacidad que tiene la Casa Blanca para dañar la vida de los mexicanos si se lo propone. El modelo de desarrollo adoptado en las últimas décadas al amparo del TLC, nos hizo sumamente vulnerables al mercado estadounidense o a sus cadenas de producción. Las decisiones o represalias que el vecino pueda tomar afectan a millones de trabajadores y miles de empresas, por no hablar de la población de escasos recursos que depende de los envíos de dinero de los paisanos.


La lógica de Trump puede estar equivocada, pero es su lógica. Asume que si deseamos un tratado de libre comercio y, por ende, incorporar el territorio mexicano a una zona llamada Norteamérica, tenemos obligaciones con respecto a factores que amenazan al conjunto, entre ellos la inmigración ilegal. El razonamiento de los republicanos es torpe e injusto pero categórico: si queremos pertenecer al condominio horizontal, en el que se encuentran Estados Unidos y Canadá, y compartir espacios comunes, estamos obligados a limitar quién y cómo pasa por nuestro terreno. Permitir que México se convierta en una coladera de vecinos que no están incluidos en el condominio, por así decirlo, a su juicio invalida las razones para invitarnos. Desalmada y absurda, pero es una realidad, nos guste o no. Es un pensamiento que siempre ha estado allí, solo que ahora domina en la Casa Blanca, para desgracia del Gobierno de la 4T.



No es un flanco abierto por el arribo de López Obrador a la presidencia, por más que sus adversarios intentan pasarle la factura. Se nos ha olvidado muy pronto el desinterés de gobiernos anteriores frente a la tragedia humana que representaba el abuso en contra de ese flujo de migrantes a su paso por nuestro territorio: robos, secuestros, violaciones, trabajos forzados (incluso fosas comunes o el tren de la infamia llamado La Bestia). Lo que no había sucedido es que Washington asumiera el tema prácticamente como una extorsión con cargo a los acuerdos comerciales de los que dependen tantos mexicanos


El Gobierno de AMLO buscó una solución humanitaria de largo plazo proponiendo una especie de Plan Marshall con el propósito de atacar el problema de raíz y propiciar el desarrollo de la región. A pesar del escaso interés de Estados Unidos, es una propuesta que nos dignifica. Las políticas públicas que intentan promover el crecimiento del sureste mexicano, abandonado durante tantas décadas por el espejismo del desarrollo en el norte, son pasos correctos para intentar estabilizar la zona.


Está bien trabajar el largo plazo, pero es evidente que las caravanas migratorias son una bomba inmediata. Dejarlas pasar tiene un costo político enorme; detenerlas entraña riesgos brutales. Los críticos que están a la caza de una imagen de abuso que pueda desencadenar acusaciones de represión son los mismos que crucificarían al presidente si permitiera que miles de ilegales penetraran impunemente en el territorio.


El Gobierno ha optado por movilizar a la Guardia Nacional para impedir la invasión masiva, al tiempo que ofrece agilizar el proceso para tramitar un número de visas por día para el ingreso legal de los solicitantes. Se han acelerado los programas para generar empleos en la región y ofrecer así opciones a los que huyen de la pobreza, aunque también eso es motivo de crítica por considerar que hay mexicanos igual o más necesitados.


La situación es un barril de pólvora. Los enfrentamientos entre la Guardia Nacional y los centroamericanos fácilmente pueden derivar en violación de derechos y en imágenes violentas; son personas que se encuentran en situación desesperada y no se descarta, aun cuando sean casos excepcionales, que existan miembros de la delincuencia interesados en provocar incidentes que lleven a la represión y a la consiguiente repulsa contra el operativo de las autoridades. En los últimos días las pedradas y las agresiones en contra de miembros de la Guardia han provocado exabruptos lamentables.


No hay salidas para este conflicto. El Gobierno simplemente espera disuadir la formación de otras caravanas, librar la coyuntura sin que un derramamiento de sangre provoque una crisis y evitar que Trump y sus secuaces utilicen una presunta porosidad mexicana como un pretexto para ejercer represalias. De lo que no podrá librarse es de que columnistas y prensa crítica lo acusen de ser un Gobierno represor e inhumano si los detiene y de incapaz y blandengue si los deja pasar.



@jorgezepedap


La entrada Guatepeor o cómo minimizar las pérdidas aparece primero en Jorge Zepeda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on January 26, 2020 10:37

January 21, 2020

La imparcialidad imposible

La verdad se encuentra en algún lugar a mitad del camino. Un medio camino cada vez más difícil de encontrar en la brecha abismal que se ha abierto entre unos y otros

El primer año de Gobierno de López Obrador se alcanzó un récord en materia de homicidios, 34.582 en 2019. Una razón para que sus adversarios declaren el fracaso de una vez y para siempre de su estrategia de seguridad pública. Del otro lado, es el primero año en que la curva sangrienta da muestras, por fin, de comenzar a estabilizarse, lo cual es interpretado por sus seguidores como un aviso inminente de la inflexión que viene gracias a las estrategias del nuevo Gobierno. Los críticos echan en cara la cifra absoluta e intentan cobrar la factura política de una etiqueta demoledora: el año más violento en la historia de México es el primero del sexenio de López Obrador, “saque usted sus conclusiones”.



Los que lo defienden señalan que cada año del Gobierno de Peña Nieto también fue récord histórico con respecto al anterior (pasó de 17.886 homicidios dolosos en 2015 a 33.743 en 2018, casi el doble en apenas tres años), pero con una diferencia a favor de AMLO: con el presidente priista los aumentos superaban los cinco mil homicidios adicionales cada año, con el nuevo presidente el aumento fue de apenas 800. En otras palabras, afirman ellos, de haber continuado la tendencia, es decir, si el período de Peña Nieto hubiese sido de siete años, en 2019 habríamos llegado a cerca de 40.000 muertos. El caso típico del vaso medio lleno o medio vacío, según quien lo mire.

El tema, como todo lo que tiene que ver con el polémico Gobierno de la llamada Cuarta Transformación, se ha convertido en material inflamable para sostener la interminable hoguera de la polarización. Por desgracia, el asunto tiene consecuencias graves para la vida pública del país.


Dice bien el clásico que la primera víctima en todo conflicto es la verdad, trátese de una guerra, un divorcio o un pleito en tribunales. Las partes involucradas quedan condenadas a envolverse en su propia versión, magnificando los puntos que les favorecen y minimizando o de plano ignorando los ángulos que resultan adversos o debilitan sus certezas. En la práctica una creciente obnubilación para entender la realidad.

Hoy Enrique Quintana, director del diario El Financiero, muestra un caso similar por lo que toca a la producción petrolera. El número de barriles extraídos venía disminuyendo de manera continua desde 2013 y el primer año de López Obrador no fue la excepción pues registra una caída de 7 por ciento, con 131.000 barriles diarios menos. Pero desde mediados del año disminuyeron esas caídas, y en los últimos meses la producción ha comenzado a remontar poco a poco. Este enero creció 5.6 por ciento con respecto al pasado diciembre. “A la cifra que usted va a creerle es a la que se ajuste más a sus preferencias políticas e inclinaciones ideológicas”, señala el columnista.


La prensa adversa reveló la semana pasada que según cifras oficiales las denuncias por tomas clandestinas de combustible han aumentado durante el año; también el decomiso de gasolinas robadas. Citado fuera de contexto el dato parecería indicar que el fenómeno del huachicol, o robo de combustible, ha empeorado contra lo que el Gobierno ha sostenido. No obstante en la misma sesión, la autoridad afirmó que el robo diario había descendido de 80.000 barriles promedio a 5.000, dato que deliberadamente no es mencionado. Como siempre, la realidad parecería ser más compleja que cualquiera de las dos visiones. El Gobierno no ha fracasado en su lucha contra el huachicol y su avance es evidente, pero está muy lejos de haber superado el problema y, en todo caso, está claro que las bandas dedicadas al delito siguen operando.


Prácticamente no hay acción del Gobierno que no esté sujeta a esta polarización esquizofrénica. Loas en círculos oficiales al reparto de pensiones a millones de ancianos a quienes “por vez primera” se les hace justicia; del otro lado, exhibición en ONG y medios antagónicos de casos lastimosos de ineficiencia o desviación, lo cual demostraría el fracaso del programa. Nadie quiere sustraerse a este pleito de medias verdades destinadas a convertirse en sentencias categóricas.


Mala cosa para una sociedad cuando los epítetos sustituyen a los argumentos y la propaganda a los diagnósticos. ¿A quién creer? ¿A los neoliberales conservadores que defienden sus privilegios, según AMLO? ¿O al Gobierno populista decidido a imponer sus mitos, según sus adversarios?


Sospecho que como en los divorcios, las guerras y los tribunales, la verdad se encuentra en algún lugar a mitad del camino. Un medio camino cada vez más difícil de encontrar en la brecha abismal que se ha abierto entre unos y otros.


@jorgezepedap


La entrada La imparcialidad imposible aparece primero en Jorge Zepeda.

1 like ·   •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on January 21, 2020 17:44

January 18, 2020

Un avión cargado de infamia

De las cinco opciones que el Presidente dio a conocer, la rifa entre seis millones, parecería la más compleja de instrumentar.


Los memes no se hicieron esperar. Un avión estacionado afuera de una unidad del Infonavit; un hombre acosado por el insomnio imaginándose jugar arrancones en Eje Central cuando gane la rifa; otro que se pregunta qué video de aeromoza utilizará para las instrucciones una vez que lo obtenga, se decide por Toxic de Britney Spears; un gordo en calzones en el interior de la nave contemplado su nueva adquisición. El anuncio por parte de López Obrador de las opciones para enajenar el avión presidencial tuvo más kilometraje en la blogosfera que los recorridos que llegó a hacer Enrique Peña Nieto en este Boing 747, un verdadero “palacio en los cielos”, como lo describió el actual presidente.

Pero no todo fue chunga en redes sociales. Muchos otros aprovecharon el asunto para lanzar iracundos mensajes en contra de AMLO con duros epítetos entre los cuales “payaso” fue uno de los más amables. En el balance final de toda esta oleada de intercambios, yo me quedo con uno que rezaba “está cagado que les parezca que rifar el avión presidencial es una ocurrencia, pero que haberlo comprado por 218.7 millones de dólares en un país con 52.4 millones de pobres, fuera de lo más normal”. En efecto, los métodos de este Presidente para deshacerse de un avión absurdo pueden ser anecdóticos, pero llama la atención el encono con el que se le crucifica, considerando el desinterés que mereció en su momento esta infame compra.


Hasta la fecha se han pagado 1,833 millones de pesos y faltarían por liquidar 2,724 millones de aquí al 2027, nos guste o no. En total un costo superior a 4,500 millones de pesos, que habrán de salir de los bolsillos de todos por una decisión de Felipe Calderón tomada en los últimos meses de su sexenio, con el propósito de que su sucesor no se molestara en pisar los pasillos de un aeropuerto cuando viajase al extranjero. En aquella ocasión algunos nos preguntamos si esa generosidad del panista para con el priista fue una forma de comprar beneplácitos e impunidades. ¿De qué otra manera se entendería pagar por un lujo de esa magnitud sabiendo que no habrá de recibirse sino hasta después de entregar el poder a su sucesor?


Hoy que el avión se vende prácticamente nuevo pero a mitad de precio no se encuentran compradores; y no se les encuentra porque, en efecto, se trata de una aeronave absurda. Ningún jeque despilfarrador corrió a aprovechar la ganga; ningún soberano de país rico se interesó por el tema. El avión en realidad es incosteable para trayectos menores a cinco horas de vuelo, lo cual significa que estaba destinado a viajes trasatlánticos, algo que un presidente realiza en promedio dos o tres veces al año. Hasta el momento nadie en el mundo ha encontrado sentido en adquirirlo; no obstante, por misteriosas razones, Calderón consideró impostergable hacerlo a costa incluso de endeudar al erario.


 Puedo entender que López Obrador, con su política de austeridad, encuentre doloroso el pago de 2,700 millones pesos restantes existiendo tantas asignaturas pendientes. Tras un año de frustrante búsqueda de comprador, parece estar decidido a forzar las circunstancias para que el propio avión pague la deuda pendiente. Cualquier cosa antes que seguir abonando intereses a un monumento a la frivolidad y la corrupción política.

Supongo que algunos que ridiculizan a López Obrador son los mismos que consideraban que el avión presidencial de lujo era una cuestión de imagen para engrandecer el nombre de México. También los mismos, supongo, que asumían como un motivo de orgullo para los mexicanos tener al hombre más rico del mundo, en los años en que Slim encabezaba la lista. No parecen darse cuenta de que tener a un millonario por encima de cualquier potentado alemán o francés, o un avión presidencial más lujoso que el equivalente de Japón o de Canadá no hace sino confirmar por qué seguimos siendo subdesarrollados. A los ojos del mundo, que no ignora nuestros terribles niveles de desigualdad o pobreza, tener el avión que ellos no tienen simplemente da cuenta del despilfarro y la corrupción que explican el abandono a la mitad de la población y los privilegios con los que opera la élite empresarial.


De las cinco opciones que el Presidente dio a conocer (venta a un solo comprador, intercambio por equipos y medicinas, venta a doce compradores, renta por horas y sorteo) la última, la rifa entre seis millones, parecería la más compleja de instrumentar. Y sin embargo, creo que es la que más le gustaría al propio López Obrador. Un fuente ovejuna de seis millones de mexicanos estaría subsanando y resolviendo un símbolo de la corrupción del pasado. Y no, no es un Fobaproa, porque no se trata del rescate de un grupo de empresarios cuando se convirtió en deuda pública la deuda privada de los bancos. Acá se trata de un esfuerzo colectivo para neutralizar la infamia absurda de presidentes que operaron a espaldas de ese colectivo y convirtieron en deuda pública un capricho absurdo.
@jorgezepedap


La entrada Un avión cargado de infamia aparece primero en Jorge Zepeda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on January 18, 2020 17:37

January 14, 2020

El Gandhi rijoso

Nada ha movido el talante conciliador del presidente. Ni Trump y sus provocaciones, ni los gobernadores de oposición, ni la prensa crítica con y sin razón, ni los policías inconformes

El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador es un pendenciero falso, un camorrista ficticio. Invariablemente está dispuesto a subirse al ring con un nuevo adversario, siempre y cuando no se llegue a los golpes. La precisión es importante porque gran parte de la opinión pública ha comprado la noción de que se trata de un hombre intrínsecamente rijoso, conflictivo por naturaleza. Pero si se revisa su práctica política a lo largo de los primeros trece meses de Gobierno se observará justamente lo contrario. Una vocación pacifista que en ocasiones, incluso, puede llegar a exasperar a sus críticos. Tal es el caso, por ejemplo, en los que miembros del Ejército o de la Guardia Nacional son retenidos por la fuerza por parte de colonos que se sienten agraviados; cuando se suscita el bloqueo de carreteras, vías de tren o acceso a recintos legislativos y aeropuertos por parte de manifestantes. Una y otra vez, el presidente ha insistido en que nada se arregle por la fuerza y sí por la negociación.



Muchos asumieron que el planteamiento de campaña de López Obrador de otorgar una amnistía a delincuentes por delitos menores y la promesa de no perseguir peces gordos de la corrupción del pasado obedecía a la búsqueda de alianzas y votos. Se decía que, una vez en el poder, desencadenaría el resentimiento acumulado por tantas décadas de oposición agraviada y lanzaría una cacería de brujas en contra de sus enemigos históricos. Se daba por descontado que sus llamados a una república amorosa formaban parte de una narrativa calculada para contradecir a los que afirmaban que era un peligro para México.

Sin embargo, lo que hemos visto ha sido un Gobierno que opera sin recato en tomar lo que le ofrecen sus muchos recursos políticos, pero con una enorme capacidad para desmantelar conflictos puntuales. En tal sentido, ha resultado un camorrista engañoso y, ciertamente, anticlimático.


En algunos escenarios se daba por descontado que tras un año de Gobierno de López Obrador, el país estaría en el caos, producto de la desestabilización provocada por una miríada de conflictos sociales. Lo que hemos visto una y otra vez es una praxis política refractaria a la represión y al antagonismo en el terreno físico.


Ni Trump y sus provocaciones, ni los gobernadores de oposición y sus protagonismos, ni la prensa crítica con y sin razón, ni los policías inconformes, ni los líderes campesinos decididos a colapsar las vías publicas, ni las marchas feministas o de comerciantes ambulantes con provocadores que dañan el patrimonio. Nada ha movido el talante conciliador del presidente.


Él sigue peleándose todos los días con la prensa que a su juicio distorsiona sus acciones y propósitos o con los conservadores que resisten y boicotean los cambios de la 4T, pero retira las manos cuando tales quejas pueden convertirse en un conflicto. Y ni que decir de la luna de miel, absolutamente inesperada, que sostiene con Donald Trump a pesar de las obvias condiciones objetivas que llevarían a una colisión permanente con el abusivo vecino (tema ya abordado en este espacio).


En medios críticos se habla una y otra vez del autoritarismo de Andrés Manuel López Obrador. No obstante, el tema es mucho más complejo que eso. Se trata de una rigidez propia de quien acuña ideales inamovibles, la obstinación cebada en los principios de alguien que está convencido de ser el depositario de una misión histórica, el compromiso no negociable de hacer justicia al pueblo. Pero no es una rigidez que se alimente de un rasgo personal de carácter autoritario.


Basta observar en detalle algunas sesiones de la conferencia de prensa abierta que sostiene todos los días, la llamada “mañanera”. Durante hora y media se somete a las preguntas sin cortapisas de los reporteros que se dan cita en Palacio Nacional; un grupo variopinto en el que abundan paleros que tratan de hacer méritos, pero también periodistas profesionales que hacen las preguntas incómodas. Hay necios y protagonistas del micrófono con intervenciones tramposas, farragosas, demagógicas, amarranavajas o simplemente que repiten lo que se preguntó el día anterior. A todas ellas el presidente escucha de pie y responde pacientemente (demasiado he pensado en más de una ocasión). Podría uno entender que una persona intolerante y autoritaria resistiera la tentación durante algunas sesiones y fuera capaz de fingir una ecuanimidad que no tiene. Pero tras casi 300 «mañaneras» y más de 7.000 preguntas sin un exabrupto o un coscorrón verbal tendríamos que comenzar a entender que pese a la vehemencia de sus convicciones políticas, el hombre está dotado de un carácter naturalmente pacífico.


El ascenso a la presidencia y la enorme acumulación de poder alcanzada por López Obrador en tan corto tiempo, es un fenómeno complejo. Por lo mismo, críticos y adversarios tendrían que darse cuenta que los epítetos simplistas no ayudan a aquilatar lo qué hay detrás de este fenómeno. El resentimiento y el odio al presidente impiden entender que la prédica de una república amorosa, después de todo, no es una narrativa calculada sino la expresión de un rasgo de su personalidad. ¿Una rusticidad anacrónica? Quizá, pero indispensable para comenzar a entender quién es López Obrador, por qué llegó allí y a dónde va su 4T.


@jorgezepedap













La entrada El Gandhi rijoso aparece primero en Jorge Zepeda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on January 14, 2020 17:41

January 11, 2020

El Excel no tiene ética

«La ética social tiene razones que el mercado no entiende, combatir la pobreza es un imperativo moral al margen de la rentabilidad de los banqueros».


Los controvertidos anuncios con los que Andrés Manuel López Obrador inicio el año, construir 2500 sucursales bancarias en zonas aisladas y ofrecer salud gratuita y universal a través del Insabi, dejan en claro dos cosas: uno, que el Presidente regreso de sus vacaciones recargado y dos, que está dispuesto a llevar hasta sus últimas consecuencias su consigna de “primero los pobres”.


Las dos medidas han sido duramente cuestionadas por adversarios y comentaristas. Algunos consideran que las prioridades de AMLO bien podrían llamarse “primero lo pobres, y después la racionalidad”. Encuentran absurdo que el Estado se convierta en banco y construya una red de sucursales allá donde no existen economías de escala para que operen con un mínimo de rentabilidad; y les parece una fantasía descabellada el proyecto de ofrecer servicios médicos y medicinas gratuitas a todos los mexicanos con cargo al Estado, cuando el IMSS se ha mostrado incapaz de ofrecérselo a sus agremiados, a pesar de contar con las cuotas patronales. El patrón de beneficiarios del IMSS apenas supera los 12 millones de derechohabientes, la población mexicana que tendría que ser cubierta ahora sería del diez veces mayor.


Y pese a todo ello, estoy con el Presidente. Parafraseando a Pascal (el corazón tiene razones que la razón no entiende), la ética social tiene razones que el mercado no entiende; el combate a la pobreza es un imperativo moral y un acto de justicia que no puede estar subordinado a la tasa de retorno dictada por un Excel diseñado en Paseo de la Reforma. Llevar una sucursal bancaria a la sierra de Oaxaca o a las estepas de Zacatecas para atender a una población dispersa de cinco mil personas es un acto de inclusión que les debemos a los marginados de toda la vida. Oportunidades iguales a los demás es una abstracción mientras los más desprotegidos carezcan de internet o una cuenta bancaria que les permita recibir transferencias y participar en el mercado. Las empresas no van a ir a ellos, lo cual significa que en la práctica seguirán existiendo ciudadanos de primera y de segunda; por lo mismo, es responsabilidad del Estado subsanar tales distorsiones. Es en efecto, la misma responsabilidad social que asumió el gobierno cuando decidió llevar a electricidad a todos los pueblos aun cuando buena parte de la red rural escapara a la racionalidad económica.


El tema de la salud universal es más complejo. Lo que está haciendo el Presidente es un poco lo que dicen que dijo Guadalupe Victoria al tirar su arma en dirección a los enemigos: “va mi espada en prenda, voy por ella”. López Obrador sabe que no hay condiciones para hacer factible a corto plazo una salud universal y gratuita, pero no hay manera de llegar al largo plazo si no comienza por el corto plazo aun cuando este se quede corto y provoque el llanto y el crujir de dientes en la propia estructura de salud pública. Justamente eso es lo que quiere, tirar “en prenda” un objetivo e ir por él, aunque la realidad resulte desbordada por el ambicioso propósito.



Al hacerlo así el Presidente está buscando dos cosas. Primero, dejar “posicionada” la noción de que todo mexicano tiene el derecho a recibir atención médica y medicinas y que eso constituye una responsabilidad colectiva asumida por el Estado. En la medida en que la población asimile esa noción terminará convirtiéndose en una reivindicación social y por ende en parte de la agenda de los actores políticos. Y, segundo, porque aún cuando sea inalcanzable por ahora, le ofrece al Presidente un referente para empujar recursos, presionar estructuras y exigir sacrificios en esa dirección.


Al respecto quisiera insistir en la necesidad de no subestimar la capacidad de AMLO para sacar adelante los proyectos que son fruto de su obstinación. No habíamos tenido un Presidente que alineara tantos factores a su favor: capacidad de movilización social real, la ausencia de oposición efectiva, control del aparato institucional en los tres poderes, energía personal y capacidad de trabajo. AMLO sacó adelante la Guardia Nacional, el voto secreto y universal en sindicatos o leyes implacables en contra de la evasión fiscal donde otros no pudieron. También conseguirá su aeropuerto, su refinería o su Tren Maya. No sé si logre un sistema de salud para todos los mexicanos en los cinco años que quedan, pero no tengo dudas que volcará al sistema en esa dirección. Y eso es bueno.


Durante muchas décadas ignoramos a las regiones atrasadas, a las ramas tradicionales, a la población necesitada hasta crear dos México contrapuestos. La elección de López Obrador fue el reclamo de ese otro México y las acciones de su gobierno intentan atenuar esa brecha sin provocar el caos o la violencia social. Puedo estar en desacuerdo con la manera en que se encaró el combate al guachicol o el reparto de pensiones a los ancianos, pero estoy abrumadoramente más que de acuerdo con que se haya encarado.

Muchas de las críticas pueden ser bien intencionadas y siempre serán bienvenidas las sugerencias para corregir errores y desaciertos, pero no habría que perder de vista la urgencia de enfrentar ya rezagos de siglos, sobretodo considerando lo efímero de un sexenio. La racionalidad desde la cual se critican estos proyectos de AMLO es la racionalidad del México emergido que por ceguera o mezquindad simplemente no alcanza a percibir que el hambriento y el olvidado han convertido la esperanza en exigencia. Ha llegado el tiempo de invertir las prioridades con las que veníamos operando; eran las prioridades de los Aspes, los Fox, los Videgaray, los millonarios de las listas de Forbes, los sectores mimados de Santa Fé, Las Lomas, Colinas de San Javier o San Pedro Garza. Todos ellos caben en los cinturones de miseria que rodean el Valle de México o que pululan en la sierras del Istmo. Ahora es el tiempo de ellos, y justamente eso es lo que significa “primero los pobres”.


@jorgezepedap


Www.jorgezepeda.net


La entrada El Excel no tiene ética aparece primero en Jorge Zepeda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on January 11, 2020 17:34

January 7, 2020

¿2020 Saving Mexico II?

No sabemos si lo que se está cocinando en el horno de Palacio Nacional terminará transformando a México, pero podemos estar seguros de que no habrá que quedarse a medias como fue el caso de anteriores Gobiernos


En febrero de 2014 la revista Time dedicó su portada al presidente Enrique Peña Nieto y lo presentó como el salvador de México. Al menos en teoría, la desmesura podría haber estado justificada por los planteamientos de un Gobierno que se proclamaba modernizador del país a través de una serie de reformas estructurales, once en total, particularmente ambiciosas en materia de energía y educación. Antes de que el papel de los ejemplares del semanario estadounidense dedicado al salvador de México se hubiesen desgastado, propios y extraños habían llegado a la conclusión de que Peña Nieto terminaría su sexenio tratando ya no de salvar al país sino a sí mismo. La mayor parte de las reformas quedaron truncas o de plano neutralizadas por los entuertos de las leyes secundarias destinadas a aterrizarlas, pero sobre todo por la imposibilidad de escapar a los muchos intereses creados en torno al poder que buscaban sacar raja a todos y a cada uno de los cambios. Las obras insigne de la Administración, como el nuevo aeropuerto o el tren Toluca a Ciudad de México, quedaron varadas entre escándalos políticos y actos de corrupción. Como es sabido, el último presidente priista terminó su sexenio en medio del descrédito y la desaprobación popular y debió entregar el poder a un acérrimo rival.



Hoy los partidarios de López Obrador, a un año de haber ascendido al poder, claman que estamos frente al verdadero salvador del país; alguien que ha comenzado a hacer el cambio desde el otro extremo del espectro, el del México profundo y largamente desdeñado. Cabría hacerse la pregunta si dentro de dos años no estaremos haciendo el recuento de la decepción, como fue el caso de Peña Nieto, o reconociendo que pese a todo, la 4T ha removido los cimientos y comenzado un verdadero proceso de transformación.


Los adversarios de AMLO afirman que no hay que esperar dos años; para ellos la decepción llegó antes de comenzar. Por su parte, sus partidarios festejan como si cualquier aproximación al arco fuera una goleada.





Ambos tienen con que inflamar sus sentimientos. El primer año de gobierno de López Obrador fue de estancamiento económico, pero de profunda trascendencia política. El presidente se dedicó a consolidar los botones de mando del tablero con el objeto de estar en condiciones de dar un giro significativo al rumbo de la nave. Los poderes legislativo y judicial le son afines, los organismos autónomos están acotados, los líderes obreros y los gobernadores a la defensiva, y el gran empresariado ha optado por la negociación práctica. En suma, el presidente de México posee un margen de maniobra frente a los poderes fácticos que no había tenido ningún presidente desde hace treinta años, con la ventaja adicional de gozar de un apoyo popular y una capacidad de movilización social real que no se veía en tiempos modernos.


Por esa razón es que la comparación entre el primer año de Gobierno de López Obrador y el de  Peña Nieto (y, para el caso, el de otros presidentes) equivale a mezclar peras y manzanas. Nada asegura que los cambios que él propone logren los resultados que ha fijado, pero a diferencia de Gobiernos anteriores su capacidad política para introducir tales cambios es mucho más efectiva.


Lo menos importante es que su nuevo aeropuerto, distinto al de Peña Nieto, sí será inaugurado, al igual que su refinería o su tren Maya y no solo porque la obstinación y capacidad de trabajo de López Obrador está a años luz de la frivolidad que caracterizaba al expresidente del PRI. Se trata, sobre todo, de que la voluntad política está respaldada por una capacidad de operación frente al resto de los poderes que no habíamos visto en décadas.


Los Gobiernos neoliberales apostaron a un modelo que privilegiaba a los sectores punta, confiados en que su potencia arrastraría a la modernidad al México ignorado; no sucedió así. El país simplemente se polarizó aún más drásticamente entre sectores sociales, ramas económicas y regiones favorecidas contra otras cada vez más deprimidas. López Obrador se ha propuesto justamente las antípodas: mejorar el poder adquisitivo de los de abajo para ampliar un mercado interno capaz de reactivar al resto de la economía.



 Este segundo año se prevé un crecimiento que fluctúa entre 1% y 2% del PIB, modesto incluso comparado a administraciones anteriores. No es descabellado asumir que, incluso hasta por rebote, el sexenio termine con tasas de 4%. Está claro que el sexenio de la 4T no será recordado por el despegue económico al que aspirábamos cuando creíamos que nos convertiríamos en una versión americana de Tigre Asiático.

Pero no subestimemos a López Obrador por la rusticidad que se le atribuye. Está haciendo cambios radicales que habrán modificado irreversiblemente el panorama político y social. Más por lo cualitativo que por lo cuantitativo. La introducción del voto secreto y libre en las elecciones sindicales, la ampliación de facultades de la administración fiscal, la pensión universal para ancianos, los nuevos usos y costumbres sobre austeridad, la formación de una nueva Guardia Nacional, el freno al endeudamiento público, el crecimiento de la producción de petróleo, la bancarización del territorio interior o la introducción de Internet a los pueblos. Imposible saber si eso, y todo lo que se está cocinando en el horno de Palacio, terminará transformando a México, pero podemos estar seguros que todo eso, o casi, no habrá de quedarse a medias o abortado como fue el caso de anteriores gobiernos.


@jorgezepedap




La entrada ¿2020 Saving Mexico II? aparece primero en Jorge Zepeda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on January 07, 2020 21:02

January 4, 2020

Las doce uvas de López Obrador

«Me permito compartir lo que pudo haber sido la lista de buenos deseos presidenciales».


No se cuándo ni cómo se popularizó la costumbre de consumir doce uvas el primer minuto de Año Nuevo. Hoy todo restaurante que ofrece cenas en Noche Vieja terminó adoptándola y en algún momento un hermano la introdujo en casa. Lo cierto es que desde hace años al lado de cada plato en la mesa observo una copa rebosada de uvas en espera de convertirse en la primera tarea del año que inicia. Porque en efecto, es una tarea. No sé ustedes pero yo paso problemas para producir un rosario de deseos a la velocidad con la que uno mastica cada uva para dar paso a la siguiente. Después de cinco o seis, encuentro dificultades conseguir el suficiente optimismo para enunciar un deseo que ni siquiera sé si deseo, por no hablar del empacho que experimentó tratando de hacer bajar una uva más, apenas masticada. En algún punto te preguntas si un puñado de pasas permitiría cubrir el expediente sin convertir en quien lo intenta en un aguafiestas.


El 31 de diciembre no pude pasar de cuatro deseos; para el quinto se me habían acabado las ideas y al parecer no era el único, a juzgar por la mirada desconsolada con la que cada cual veía las uvas sobrevivientes en su copa. Para la octava uva me entretuve con la idea de que el único mexicano que no tenia dificultades en encontrar doce deseos para el 2020 era Andrés Manuel López Obrador. Traté de imaginar cuáles serían estos y comí mis últimas uvas salvando al país.


Esta semana he seguido pensado en el tema, quitando y poniendo frases a lo que podría ser la lista de aspiraciones presidenciales para el 2020. Amparado por el “Lupe Reyes” aún vigente y que el drama nacional no se instalará oficialmente sino hasta el 8 de enero, me permito compartir lo que pudo haber sido la lista de buenos deseos presidenciales.Con muchas licencias enumero las siguientes, pero se aceptan sugerencias.


1.- Que toda persona que haya asesinado a otra caiga mortalmente fulminada. Con ello 2020 terminaría con una cifra de cero homicidios, salvo los que produce este deseo, claro.


 2.- Que Claudio X González publique un manifiesto en el diario Reforma aceptando que estaba equivocado cuando intentó boicotear a AMLO y que no tiene otra aspiración que convertirse en su fiel seguidor y amigo.

3.- Que las rotativas del diario Reforma sufran un repentino y radical colapso que impida su publicación el resto del año.


 4.- Que los pozos del Golfo Pérsico queden infectados por un extraño virus que convierta a los barriles de Pemex en la última Coca Cola del desierto.

5.- Que Marthita Sahagún y La Gaviota expresen su admiración por Beatriz Mueller y la declaren la Mujer Mejor Vestida del año


6.- Que una grieta sísmica se abra en el lecho del Lago de Texcoco como resultado de las excavaciones realizadas en el relleno de las pistas del NAIM, confirmando lo inapropiado del proyecto.


7.- Que Trump compre el avión presidencial usado por Peña Nieto y cancele el jacuzzi por considerarlo un exceso.



8.- Que Margarita Zavala exija el divorcio a Felipe Calderón por abusos y excesos y lo exhiba en las listas de #Metoo.


9.- Que Enrique Krauze se vea obligado a reconocer que Hacia una economía moral, del autor tabasqueño, fue el mejor libro escrito en 2019


10.- Que Evo Morales no hubiera venido a México y provocado el enojo de Trump… no, mejor que no le hubieran dado golpe de Estado… no, mejor que los bolivianos lo reinstalen como Presidente… no, que…


11.- Que la OMS anuncie que las energías renovables en realidad dañan al planeta y los combustibles fósiles son la neta. La revista Time nombra a AMLO como el hombre del año bajo el título Saving Mexico II.


12. Que Genaro desembuche todo lo que sabe.


@jorgezepedap


Www.jorgezepeda.net


La entrada Las doce uvas de López Obrador aparece primero en Jorge Zepeda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on January 04, 2020 20:49

Jorge Zepeda Patterson's Blog

Jorge Zepeda Patterson
Jorge Zepeda Patterson isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
Follow Jorge Zepeda Patterson's blog with rss.