Jorge Zepeda Patterson's Blog, page 5
December 21, 2019
AMLO y su balazo al pie
«El estilo personal de gobernar de AMLO seguirá siendo eso, un estilo personal, hasta que no consiga que su honestidad se consolide en prácticas institucionales…
López Obrador está convencido de que la corrupción ya desapareció en las altas esferas del Gobierno. “Esto ya cambió, no somos lo mismo”, afirma una y otra vez. Y sin duda, su austeridad personal y la eliminación del boato contrastan radicalmente con el dispendio y la voracidad de los gobernantes anteriores. Pero muchos mexicanos no están del todo convencidos de que sus colaboradores practiquen la nueva moralidad franciscana.
Buena parte de las redes sociales y la opinión pública consideran que la vara con la que el Presidente mide a los suyos es distinta de la que aplica en el caso de rivales y desconocidos. Ningún intento de revolución moral, como la que pretende López Obrador, tendrá éxito mientras persista la noción de que sigue vigente el viejo lema juarista: “a los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, ley a secas”.
El Presidente ha salido en defensa de los que le son leales aún antes de que las investigaciones correspondientes permitieran desahogar la naturaleza de la anomalía, por llamarla de alguna manera. Un embajador en Argentina captado infraganti birlándose un ejemplar de una librería; la presidenta de Morena exhibida al no pagar los impuestos correspondientes; su director de la CFE cuestionado por las propiedades de sus allegados. No es el espacio para analizar cada uno de estos casos. Lo relevante es que exhibe un preocupante patrón de comportamiento de parte del Presidente que, insisto, terminará por boicotear sus esfuerzos de cambiar de paradigma el combate a la corrupción.
En el caso del embajador Ricardo Valero, AMLO argumentó que se trataba de un hombre honrado y que había que perdonar porque una golondrina no hace nido; a su juicio un acto reprobable no debía manchar una trayectoria impecable. Los impuestos no pagados por Yeidckol Polevnsky seguramente fueron un error de su contador, dijo, apenas se conoció el dato. Y Manuel Bartlett ya había sido eximido políticamente mucho antes de que la Secretaría de la Función Pública respaldara el dictamen anticipado en la Mañanera. No estoy asumiendo que los mencionados sean culpables de lo que se les acusa; simplemente encuentro que con su actitud el Presidente se da un disparo en propio pie. Todos ellos recibieron gracia, antes que justicia, en detrimento de ésta y sobre todo de la percepción de ésta.
Tengo a Bartlett como un profesional del poder, más interesado en ejercerlo que en hacer dinero y estoy seguro que habría sido mejor para él y para Irma Sandoval, encargada de investigarlo, que el Presidente no hubiese participado ni estuviese convertido en abogado defensor. Resultó desafortunada incluso, la gira programada del día siguiente del dictamen de la SFP, en la que el mandatario se paseó del brazo del exgobernador, porque a ojos de muchos pareció un acto de legitimación política. Probablemente López Obrador creyó que trasmitía un mensaje positivo desafiar a los críticos de Bartlett con pañuelito blanco o tuitear entusiasta su desayuno, foto incluida. Pero justamente provocó lo contrario. En el mejor de los casos, fue interpretado como un espaldarazo político que en efecto politiza aún más la decisión de la SFP; y en el peor de ellos, como una burla que las redes sociales han tratado, errónea pero muy mediáticamente, como algo similar a la imagen de Enrique Peña Nieto levantando la mano de Rosario Robles cuando estalló el escándalo de la Estafa Maestra o la investigación de Virgilio Andrade sobre la Casa Blanca de La Gaviota.
A mi juicio, el activismo presidencial en este caso no es algo que ayude al régimen, a la SFP o al propio Bartlett, porque queda la sensación de que libró la acusación por razones políticas y no por la inconsistencia de las supuestas pruebas en su contra y su pareja, una exitosa mujer empresaria, con fortuna propia.
El Presidente no parece darse cuenta del terrible efecto boicoteador que estas actitudes provocan en su mensaje de intolerancia ante la corrupción. Derivan seguramente de su pasado como opositor, cuando los tribunales le asestaron tantos golpes injustamente y le llevaban a reaccionar de manera defensiva. Su primera reacción en los escándalos de René Bejarano (el hombre de las ligas) o del tesorero de la ciudad Gustavo Ponce (quien se suicidaría poco después), fue defenderlos a raja tabla, dando por hecho de que se trataba de acusaciones maquinadas por sus enemigos. Hoy, que es el garante último de que la justicia se imparta imparcialmente, su actitud tendría que ser menos militante y politizada.
El Presidente arrancó con el pie derecho cuando su secretaria de Medio Ambiente debió renunciar tras detener un vuelo comercial de manera arbitraria. Es cierto que se trataba de una persona ajena al círculo íntimo lopezobradorista, pero fue una acción que alentó la esperanza de que la impunidad ya no protegería a los poderosos.
El estilo personal de gobernar de AMLO seguirá siendo eso, un estilo personal, hasta que no consiga que su honestidad se consolide en prácticas institucionales absolutamente implacables e intolerantes en contra de la corrupción.
López Obrador no conseguirá convencernos de que la impunidad ha terminado hasta que uno de los cercanos de la 4T caiga, si en verdad ha actuado mal y demuestre que el Presidente es capaz de cercenarse un dedo en aras de la honestidad. Pero esto no sucederá si sigue interviniendo, verbal pero políticamente, en defensa de cada uno de sus leales. Él aseguró que solo metería las manos por su hijo menor de edad, pero hasta ahora no lo ha respetado.
@jorgezepedap
La entrada AMLO y su balazo al pie aparece primero en Jorge Zepeda.
December 17, 2019
Con enemigos como estos, ¿quién necesita amigos?
Como las corridas de toros, la ópera o los chongos zamoranos, el Gobierno del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador no deja indiferente a nadie. Lejos de apaciguar polémicas, los datos de la realidad sirven para alzar la voz a favor o en contra con mayor intensidad que hace un año, cuando su llegada a Palacio Nacional infundía temor en unos y esperanza en otros. Hoy esos temores y esperanzas han sido reemplazados por la cólera documentada de los pesimistas y por el entusiasmo fundamentado de los optimistas, armados ambos con los argumentos rojos y negros que estos 12 meses ofrecen con prodigalidad.
En medio de este panorama de claroscuros, López Obrador disfruta, sin embargo, de una categórica certeza: la confianza de que el pasado inmediato le da el alto contraste necesario para sacarlo de cualquier apuro. La corrupción, la negligencia, la frivolidad y los abusos de los Gobiernos anteriores son tales que se convierten en un saco inagotable de recursos para un mago de la comunicación como lo es el presidente. ¿Que la indignación del asesinato de la familia LeBarón agota la paciencia de la opinión pública y comienza hablarse de un fracaso en materia de inseguridad?: inoculación inmediata con el anuncio de la detención en Estados Unidos de Genaro García Luna, el poderoso policía y brazo derecho de Felipe Calderón, creador de la estrategia de seguridad anterior. Nada supera el morbo que supone que el responsable del combate al crimen organizado y depositario de la confianza total de parte de su presidente habría estado a sueldo del más poderoso de los carteles. ¿Que la Administración de la 4T se atraganta de inoperancias en la distribución de apoyos y pensiones? Nada, representa una minucia comparada con la noticia de los miles de millones que se robaron los que ya se fueron, con la venta de una refinería o con la construcción del tren México Toluca.
El presidente del país puede no ser santo de la devoción de muchos, pero el desplome creciente de la imagen de los últimos tres mandatarios, retrospectivamente cada vez menos presentables, constituye un marco de referencia infalible para reflotarse; un recurso del cual se puede echar mano indefinidamente. Vicente Fox (2000-2006) hoy arrinconado contra la pared por la fragilidad fiscal de sus empresas y por el uso desparpajado de donativos de toda índole susceptibles muchos de ellos de ser auditados. Basta ver el cambio en el tono de los tuits del expresidente, furibundo antilopezobradorista hasta hace unos días, súbitamente atacado por el virus de la tolerancia, para darse cuenta de la espada de Damocles que se cierne sobre su cuello.
Enrique Peña Nieto (2012-2018), perdido en algún crucero del amor tratando de pasar inadvertido luego de que los desplantes de su romance adolescente terminaron por irritar incluso a sus allegados. Los trapos sucios de su círculo inmediato y la frivolidad del expresidente alimentan la pregunta que muchos mexicanos se plantean cada vez con mayor frecuencia: ¿cómo fue posible que este inconsciente e irresponsable niño mimado haya dirigido los destinos del país durante seis años?
Y de Felipe Calderón (2006-2012) no hace falta explicar mayor cosa. En este momento resulta imposible saber si el juicio de García Luna en Nueva York desencadenará alguna investigación o un cargo del Departamento de Justicia en contra del exmandatario. Lo que es evidente es que en la narrativa popular, y al margen del resultado de ese juicio, el político quedará inexorablemente ligado por complicidad, omisión o negligencia a un pillo que trastocó para siempre la vida de los mexicanos. Ya de entrada el escándalo extiende una carta de defunción al partido político que Calderón y su grupo intentaban arrancar para convertirse en una alternativa para los próximos años.
Lo cual nos lleva a la reflexión de fondo. El balance de la gestión de López Obrador puede ser de claroscuros, pero la ausencia de alternativas políticas viables convierten a las objeciones en mero tema de charlas de sobremesa o regodeos de la prensa. Cada vez que la crítica amenaza con enturbiar el ambiente y concretar en movilizaciones y protagonismos políticos significativos, el presidente mexicano ha esgrimido los conspicuos pecados de todos los actores políticos que no son él. Una comparación que sigue favoreciéndolo. No hay marcha de oposición que prospere una vez que se ventila el apoyo que recibe de calderonistas, foxistas, panistas o priistas.
La oposición en efecto, como dice el presidente, está moralmente derrotada, pero no solo eso. Se ha convertido, paradójicamente, en la mayor fuente de legitimación del soberano. La mina inagotable para conjurar riesgos y amenazas. El camino del presidente está empedrado de los previsibles escándalos de los que puede echar mano del pasado inmediato. Con enemigos como estos, ¿quién necesita amigos?
La entrada Con enemigos como estos, ¿quién necesita amigos? aparece primero en Jorge Zepeda.
December 14, 2019
La sagrada amistad: Trump y AMLO
El romance entre ambos parecería contradecir incluso el cálculo político, algo en lo que ambos son verdaderos profesionales.
Nada en las biografías de Andrés Manuel López Obrador y de Donald Trump anticipaba la posibilidad de que se convirtieran en grandes compinches. Por el contrario todo permitía suponer que la convivencia de sus presidencias constituiría un verdadero choque de trenes. Trump se abrió camino a la Casa Blanca insultando a los mexicanos y haciendo de los vecinos del sur los responsables de todos los males, reales e imaginarios, de Estados Unidos. Su trayectoria de millonario rapaz y racista no podía ser más opuesta a la de AMLO y a su evangelio franciscano. El “primero los pobres” de López Obrador es el perfecto antónimo al “primero los ricos” del republicano.
El romance entre ambos parecería contradecir incluso el cálculo político, algo en lo que ambos son verdaderos profesionales. Por lo que respecta a Trump, las tendencias sociales del presidente mexicano podrían haberse convertido en un combustible perfecto para la retórica de odio sobre el vecino del sur, acusando a su colega de izquierdista y de ser un émulo de Hugo Chávez; un argumento para mantener viva la tesis de la amenaza que representa la convivencia con los latinos y la necesidad de construir su muro. Una oportunidad que por alguna razón Trump ha dejado pasar. Lo hizo incluso antes de que Andrés Manuel tomara posesión: “Me gusta México. Me agrada su nuevo líder. Creo que podría ser estupendo. Un poco diferente a nosotros. Creo que me va mejor con él, que con el capitalista, él sabe que México necesita de Estados Unidos”, aseguró en referencia a Peña Nieto (agosto 2018).
Por su parte, la repulsa unánime que genera entre todos los sectores sociales de nuestro país los ataques del empresario presidente en contra de México, le ofrecían a AMLO un pretexto idóneo para exacerbar la necesidad de mantenerse unidos. Tenía en bandeja un ingrediente perfecto para mantener viva una narrativa nacionalista combativa y movilizante. Y sin embargo, la luna de miel entre ambos se ha extendido a tal grado que casi un año más tarde López Obrador se siente impelido a escribir el siguiente tuit: “juramos que nada ni nadie separe nuestra bonita y sagrada amistad” (2 de junio, 2019).
Las declaraciones de amor entre ambos dejan perplejos a sus propios equipos, a sus traductores, a los expertos en geopolítica. Y ciertamente no se trata de un amor platónico. Una y otra vez el mandatario estadounidense ha intervenido para suavizar posiciones comerciales, levantar embargos, presionar a los demócratas a firmar el nuevo tratado o detener el decreto que convierte a los cárteles en terroristas ante la ley norteamericana. Es cierto que buena parte de esas medidas las había propiciado él mismo, pero a la postre ha buscado acuerdos conciliatorios, contra todo pronóstico. López Obrador no se ha quedado corto; ha asumido responsabilidades para contener el tráfico de centroamericanos en su paso hacia el norte y ha aceptado modificaciones en las condiciones industriales y laborales con las que opera el sector maquilero de nuestro país, entre otras cosas.
La razón para esta extraña amistad reside, a mi juicio, en dos factores. Por un lado, en el pragmatismo de ambos. Bien lo dijo Trump: “él sabe que México necesita a Estados Unidos”. Revela el sentido práctico de AMLO quien parece estar dispuesto a pelearse con muchas cosas menos con la realidad. Decidió que ceder ciertas trincheras ante el poderoso vecino podía ofrecerle algunas ventajas en otros terrenos, además de permitirle dedicarse de lleno a la política interior. E incluso algunas de estas concesiones no le van del todo mal: por ejemplo al aceptar las exigencias de Washington de aumentar el sueldo de los trabajadores mexicanos en las industria exportadoras (la supervisión extranjera a ese respecto le quita presión al gobierno mismo para exigir su cumplimiento). Y por su parte, Trump encantado con su tesis de que Andrés Manuel necesita de Estados Unidos, le da la posibilidad de sentirse en control y sin adversario y por lo mismo más cercano a la generosidad displicente. López Obrador entendió pronto que la mejor manera de desmotar a un enemigo que nunca podría vencer, es haciéndolo ver que enfrente no tenía un rival sino un aliado táctico. En el fondo ambos se usan.
Pero creo también que la buena avenencia reside también en un factor psicológico. A pesar de la enorme diferencia ideológica que los separa, me parece que comparten similitudes que de alguna manera inspiran un respeto mutuo. Ambos conquistaron la presidencia en oposición a las élites tradicionales, son nacionalistas y desconfían de la globalización. Y, sobre todo, tiene una concepción voluntarista del poder a contrapelo del entramado institucional . Trump y AMLO, algo más que un matrimonio de conveniencia.
@jorgezepedap
La entrada La sagrada amistad: Trump y AMLO aparece primero en Jorge Zepeda.
December 11, 2019
¿Dónde estaban?
Frente a la irritación que provoca en muchos las peculiaridades, por así decirlo, de Andrés Manuel López Obrador y su Gobierno, cabría preguntarse por qué esos mismos críticos toleraban lo que hoy parecerían excesos inadmisibles y delitos de los Gobiernos anteriores. La detención en Estados Unidos de Genaro García Luna, el todopoderoso policía del presidente Felipe Calderón (2006-2012), acusado de operar bajo sueldo a favor del Cartel de Sinaloa, constituye la más reciente de las muchas evidencias de la podredumbre de los últimos Gobiernos. Ayer mismo se dio a conocer que 302 mil millones de pesos (alrededor de 15 mil millones de dólares) destinados a la seguridad fueron desviados entre 2012 y 2015 por Gobiernos estatales y el federal. No es de sorprender el quiebre del sistema de justicia y el empoderamiento del crimen organizado. La frivolidad de la administración de Enrique Peña Nieto y la corrupción en la que incurrió el PRI es conocida y parecería que nos hay espacio de la vida pública que resista una mirada incluso de soslayo sin que brote algo turbio. Es de sobra conocido el caso de los gobernadores que robaron a mansalva y endeudaron al erario como si no existiese un mañana.
Cada vez está más claro que las últimas administraciones operaron de manera desastrosa. Sirvieron bien a las élites, pero en el proceso destruyeron de manera irreparable el tejido social y se desentendieron del territorio rural que no fuese campo de exportación o predio para la maquila. En lo formal Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto se declararon respetuosos de las instituciones y artífices de la modernidad, aunque uno nos metió en una guerra que supera los 200 mil muertos y otro convirtió al patrimonio público en predio de caza de los políticos empresarios del primer círculo.
Hoy escuché duras opiniones en contra de López Obrador porque no había emprendido una investigación sobre Genaro García Luna y porque la detención del capo policiaco provenía de las autoridades estadounidenses. Claramente el nuevo presidente se desentendió de la persecución de los crímenes del pasado en aras de su filosofía de comenzar de cero el combate a la corrupción a partir de ahora. Es una posición rebatible, pero lincharlo porque no hizo en un año (perseguir a García Luna) lo que Peña Nieto no hizo en seis, es un sesgo político. Y eso por no hablar de la responsabilidad de Felipe Calderón, el presidente que por ignorancia o por cálculo le habría entregado el poder a un Cartel.
La prensa y los estamentos críticos de una sociedad son imprescindibles para denunciar los excesos, abusos y dislates del soberano, sea este bueno, malo o regular. Constituye una tarea necesaria examinar con distancia crítica los actos del Gobierno de la Cuarta Transformación. Solo me pregunto ¿dónde estaba la indignación de las plumas y mentes preclaras mientras se cometían las atrocidades de las que hoy se habla aunque ya las conocíamos? Columnistas, empresarios e intelectuales, personas todas ellas que se consideran informadas, inteligentes y bien intencionadas, hoy beligerantes y virulentas ante un presidente que procede de un México que no es el de ellos. ¿Dónde estaban cuando los Gobiernos anteriores destruían a Pemex, repartían el presupuesto como un botín y entregaban la justicia al crimen organizado? Y me pregunto, de nuevo, si el odio que inspira en estos círculos López Obrador tiene menos que ver con los desaciertos y el estilo, siempre debatible, y más con el hecho de que se trata de un presidente que ellos no pusieron. ¿Cuándo se harán cargo de los delitos y dislates de los presidentes que si pusieron?.
Por lo demás, es evidente que la detención del brazo derecho de Felipe Calderón sepulta las intenciones del expresidente de regresar a la escena pública (entre otras cosas mediante la fundación de un nuevo partido político). Menos mal, solo faltaba que la alternativa para los que no gustan de AMLO y su Morena fuera un salto a ese pasado. El país necesita de una oposición digna y legítima, una que se construya sobre la crítica a los que ocupan el poder, pero siempre sin olvidar que se trata de un Gobierno que está cometiendo aciertos y desaciertos en su esfuerzo por sanear al México devastado que nos dejaron los que se fueron.
La entrada ¿Dónde estaban? aparece primero en Jorge Zepeda.
December 7, 2019
AMLO y el cuestionario Proust
«El cuestionario Proust fue concebido como un juego de salón parisino y se cree que lo popularizó la hija del Presidente francés Félix Faure en…
El cuestionario Proust fue concebido como un juego de salón parisino y se cree que lo popularizó la hija del Presidente francés Félix Faure en el siglo XIX. La mujer invitaba a sus amigos a tomar el té y les formulaba las preguntas para diversión de los asistentes. El propio Proust lo respondió en dos ocasiones (a los 14 y a los 20 años) y publicó sus respuestas en la La Revue Ilustre XV. Desde entonces el cuestionario quedó vinculado al nombre del escritor. En las últimas décadas la revista Vanity Fair ha publicado las respuestas de muchas celebridades hasta convertirlo en un clásico.
Siempre he tenido curiosidad de saber qué respondería López Obrador al singular cuestionario. Hoy, considerando que esta semana entramos al decembrino respiro de “lupereyes”, resulta oportuno relajar los caldeados ánimos que dominan el ambiente. Y como supongo que el Presidente no va a contestarlo, propongo un divertimento imaginándonos las respuestas. Sin embargo, la polarización es inevitable, por lo cual me he permitido un set de respuestas desde la perspectiva de uno y otro bando. ¿Cómo se imaginaría un chairo la contestación de AMLO? ¿Cómo se las imaginaría un fifí?. O mejor aún, ¿cómo se las imaginarías usted? A continuación el cuestionario Proust con las respuestas de López Obrador desde la perspectiva de un Moreno de hueso colorado vs. la de un adversario resentido. Un ejercicio para reírnos de la idolatría de algunos/y de la mala leche de otros. En el fondo un ejercicio para reírnos de nosotros mismos.
El Cuestionario Proust
¿Cuál es su idea de felicidad perfecta? Que ganen los Cardenales las Serie Mundial/Gobernar tres sexenios
¿Cuál es su gran miedo? Que los adversarios impidan la 4T/Que Trump deje de ser mi amigo
¿Qué persona viva le inspira más desprecio? Todo corrupto que medra con el pueblo/Claudio X. González
¿Con cuál personaje histórico se siente más identificado? Benito Juárez/Hugo Chávez.
¿Cuál es la persona viva que más admira? Evo Morales/ López Obrador.
¿Cuál es el rasgo que más le desagrada de sí mismo? La necesidad de dormir que impide trabajar 24 horas/Que me quedan grande los sacos.
¿Cuál es el rasgo que más le desagrada de los demás? La deshonestidad/Que no sean de Morena.
¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada? Hablar inglés/Hablar español correctamente.
¿En qué ocasiones recurre a la mentira? Cuando debo respetar el debido proceso/Cada que digo “yo tengo otros datos”
¿Cuál es su gran pesar? La pobreza del pueblo/No ser beisbolista
¿Qué o quién es el gran amor de su vida? Mi familia/Yo
¿Qué talento le gustaría tener? Mover montañas/Hablar de corridito
¿Si pudiera cambiar una cosa única de su familia qué elegiría? Poder pasar más tiempo con ella/No tener un hermano incómodo
¿Cuál considera que es su gran logro? Servir a México como Presidente/Cancelar el aeropuerto y demostrar que soy el mero mero
¿Si pudiera elegir en que reencarnarse, ¿qué sería? Un maestro de escuela/Volvería a ser yo mismo
¿Cuál es su bien más preciado? La banda presidencial/Una bola firmada por Fernando Valenzuela
¿Dónde le gustaría vivir? Hoy en Palacio Nacional/ Siempre en Palacio Nacional
¿Cuál es su pasatiempo favorito? El Béisbol/Fastidiar a mis adversarios
¿Cuál es la cualidad que más le gusta en un hombre? La honradez/Que sea incondicional
¿Cuál es la cualidad que más le gusta en una mujer? La honradez/la honradez
¿Quiénes son sus escritores favoritos? Los liberales del XIX/Mi mujer
¿Cuál es su héroe de ficción favorito? Robin Hood/Ricky Ricón
¿Cómo le gustaría morir? Con la conciencia de que fui un buen Presidente/Soy inmortal
¿Cuál es su lema? Primero los pobres/Me canso ganso
@jorgezepedap
La entrada AMLO y el cuestionario Proust aparece primero en Jorge Zepeda.
December 3, 2019
Denegri está vivo
Un doctor que fuma un cigarrillo tras otro en su consultorio mientras atiende a su paciente; la esposa impecable que termina el pícnic familiar sacudiendo el mantel de cuadros y deja sembrado de vasos y platos desechables un pasto prístino. Escenas de película o series de televisión ambientadas en los años cincuenta o sesenta que escandalizan el sentido común anestesiado de nuestros días. Hoy los doctores no fuman enfrente de sus pacientes en aras de proyectar una imagen de vida sana, lo cual no impide que conviertan a los enfermos en adictos de opioides y drogas legales.Tampoco tiramos los desechables en un parque aunque sembremos el mar de islas flotantes de plástico indestructible.
Esa sensación me deja las reacciones al extraordinario libro de Enrique Serna, El Vendedor de Silencios, sobre el célebre Carlos Denegri, “el mejor y más vil de los periodistas de México”, que dominó la escena pública hace cincuenta años. Nos sumergimos embelesados en el texto de Serna para escandalizarnos con la vida disipada y desmesurada del columnista más influyente de su generación y la manera en que utilizó su poderosa pluma para extorsionar a los políticos en desgracia y destruir reputaciones de los enemigos del soberano. Una muestra descarnada de corrupción y servilismo como nunca antes ni después había existido…. Aparentemente.
El Vendedor de Silencios ha recibido merecidamente encomiables reseñas literarias y muchos, incluyéndome, lo consideran el libro del año en México (destaco dos reseñas en particular, aunque no las únicas: la de Rosa Beltrán, en La Razón, y la de Ana García Bergua en Letras Libres). Sin embargo, al escuchar los comentarios de algunos lectores, horrorizados por la corrupción rampante del periodismo de la época, no puedo dejar de pensar en el doctor fumador que ofende nuestra hipócrita asepsia visual. “Serna ha retratado los vicios de la prensa del México autoritario”, dijo alguien en el tono de quien se congratula de haberlo dejado atrás; “un fresco que exhibe la corrupción en estado puro del periodismo servil y corrupto del pasado”, escuché decir a un periodista cuyos contratos serían la envidia del propio Carlos Denegri.
En efecto, las extorsiones de este célebre gatillero de la pluma y golpeador de mujeres, son una versión burda y primitiva de una prensa vendida al mejor postor, convertida en cómplice del poder. Pero me pregunto hasta qué punto ese servilismo corrupto simplemente se sofisticó y masificó para convertirse en algo aún más pernicioso y dañino, de la misma forma en que el insoportable espectáculo de unos platos tirados sobre el pasto dejó de verse para dar paso a una contaminación industrial capaz de provocar un cambio climático.
O para decirlo rápido, los medios y periodistas de la época de Carlos Denegri ni en sueños habrían aspirado a recibir los 3.000 millones de dólares que el Gobierno de Enrique Peña Nieto entregó a los herederos de aquel mundo. Los nuevos Denegri dejaron de ir a las cantinas para acudir a los gimnasios, disimularon de mejor manera a sus patrocinadores y en lugar de sobres con dinero inventaron agencias de publicidad de membrete y blogs para facturar verdaderas fortunas. Los conductores de radio más afamados prohijaron un tono de indignación siempre en defensa del ciudadano, implacables en contra del político en desgracia o de segundo nivel (nunca un anunciante) e invariablemente se mostraron respetuosos del presidente.
Se dirá que quedaron atrás los tiempos en los que Díaz Ordaz podía mandar a silenciar a un periodista o despedir a un reportero, pero lo cierto es que nunca han muerto tantos profesionales de la comunicación como ahora. Y desde hace rato el soberano no tiene necesidad de correr a un columnista o a un conductor incómodo como antaño: hoy los propios empresarios de los medios se apresuran a deshacerse de todo aquello que consideran puede afectar sus pautas de publicidad oficial. Véase si no los reacomodos de programas y conductores en el último año.
Carlos Denegri llegó a presumir que su teclado era capaz de arruinar una carrera política o provocar la renuncia de un funcionario. Pero nadie en su tiempo podría haberse atribuido la capacidad de construir un candidato presidencial o llevar a su gallo a Los Pinos, como bien podría ufanarse Televisa en el sexenio anterior.
El extraordinario libro de Enrique Serna vale la pena de ser leído por muchas razones; es una historia apasionante admirablemente bien contada. Pero se le haría un flaco favor al autor si se le exhibe como un retrato de las infamias de la vida pública y periodística que dejamos atrás. Basta ver la cantidad de marcas de periódico que pueden verse en un puesto, sin lectores que se dignen a comprarlos. ¿Quién paga eso?. Desde luego hay excepciones, pero el periodismo vendido a una causa política sigue vigente aunque más sofisticado. No se ustedes, pero prefiero un doctor que fume a uno que me envenene sutilmente.
La entrada Denegri está vivo aparece primero en Jorge Zepeda.
November 30, 2019
Las memorias incómodas de Tatiana Clouthier
«Tatiana describe la manera en que a pesar de sus diferencias le va ganando la admiración y el respeto por López Obrador».
Revisar a agua pasada lo que sucedió en la campaña electoral de 2018 parecería un tanto ocioso. Sobre todo cuando no nos damos abasto para comentar el día a día de una presidencia tan polémica como la de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, el recuento que ha hecho Tatiana Clouthier de esos meses vertiginosos ofrece claves importantes para entender mejor lo que hoy estamos viviendo.
Juntos Hicimos Historia, el libro publicado por la coordinadora de campaña de AMLO tiene el enorme mérito de hablar las cosas al chile, como podría haber dicho esta norteña claridosa. Eso y la peculiar cualidad de haber sido colocada en el centro mismo de la operación a pesar de ser una extraña a ese círculo íntimo, le permiten una mirada desde adentro a veces de extrañeza frente a los usos y costumbres de las tribus de Morena, en otras ocasiones incluso de reprobación, pero siempre honesta y bien intencionada. En ese sentido me parece que constituye un testimonio imprescindible para observar con todos sus claroscuros la verdadera naturaleza del líder y el grupo que le rodea.
Tatiana Clouthier fue panista buena parte de su vida. Hija y activista en la campaña de Maquío por la presidencia del país en 1988, diputada blanquiazul, candidata y coordinadora en diversas campañas de ese partido. Renunció al PAN en 2005 tras la elección de Manuel Espino a la dirección y dedicó afanes y desvelos a distintas organizaciones y causas de la sociedad civil. Eso la fue llevando poco a poco a buscar un cambio político por otras vías hasta entender que el tabasqueño era la única alternativa para impulsar un México diferente. Hizo trabajo a su favor en la campaña de 2012 y volvió a acercarse para el 2018. Y no fue poca su sorpresa cuando él la invitó a asumir la coordinación de la campaña.
No fue la única cosa que le sorprendió. Este candidato no se parecía a nada con lo que se hubiera topado antes. Le desesperó que acudiera al primer debate con un saco que le quedaba grande o se pusiera una camisa nueva para el segundo debate sin habérsela probado antes (las que traía le quedaban ajustadas por haber engordado durante la campaña). AMLO no pone atención a esas cosas, se quejaba la coordinadora pues le parecía que cedían puntos frente rivales que se presentaban impecables, frescos y muy bien entrenados ante las cámaras de televisión. Por el contrario, su gallo no solo rechazaba las pautas obvias a seguir por todo candidato según los expertos, también despreciaba reuniones importantes con la élite o con medios de comunicación decisivos, en su afán de andar por rancherías y visitar los 300 distritos del país. Pero a la postre reconoce que la autenticidad de Andrés Manuel terminó siendo la estrategia correcta porque trasmitió una imagen real y verosímil a diferencia del producto fabricado que proyectaron Ricardo Anaya y José Antonio Meade.
Tatiana describe la manera en que a pesar de sus diferencias le va ganando la admiración y el respeto por López Obrador. Una y otra vez constata la arraigada sencillez y austeridad del candidato que a veces raya en lo absurdo: la modestia de hoteles y fondas que frecuenta, la infatigable manera en que saluda a los humildes y se toma la foto cien del día como si fuese la primera, la calidez del núcleo familiar del ahora presidente. Tatiana tiene una especial predilección por Beatriz Mueller y su texto ofrece ángulos desconocidos de la primera dama, que contrastan con la dura imagen que han proyectado los medios.
Eso no quiere decir que estuviera de acuerdo con todas las posiciones de López Obrador. Le costó trabajo entender la alianza con el PES, el partido de las iglesias evangélicas y más aún la invitación a personas como Napoleón Gómez, el controvertido líder de los mineros o a Manuel Bartlett el hombre que a su juicio había congelado el sistema en la elección en la que compitió su padre. En ambos casos expresó su sentir y ahora lo publica, algo inusitado en una coordinadora de campaña. En otras ocasiones llamó la atención al propio López Obrador sobre aspectos puntuales: “Ya no le digas señora Calderón a Margarita Zavala, son cosas que tienes que cuidar”; deja de hablar de amnistía para los criminales, habla mejor del proceso de paz. Le pidió una y otra vez que no criticara a la sociedad civil como un todo ni se peleara con la iniciativa privada de manera indiscriminada; no todas las organizaciones civiles son malas ni todos los empresarios son mafiosos; muchos están con nosotros. En algunas cosas AMLO le hizo caso en otras no. Si los consejos deveras sirvieran habría fábricas para producirlos, dice Tatiana. A la postre concluyó que el hombre tiene años de experiencia y casi siempre sus intuiciones han mostrado ser correctas.
El libro ofrece pasajes de oro molido sobre la corrupción de los hijos de Martha Sahagún, sobre la estrategia de empresarios como Germán Larrea o los hermanos Coppel en alianza con Enrique Krauze para hacer descarrilar la campaña de AMLO. Datos y anécdotas tras bambalinas que nos obligan a seguir leyendo. No hace falta espulgar entre líneas, porque como se ha dicho, la autora no tiene pelos en la lengua ni filtros en su pluma. En suma, un texto imprescindible de un personaje singular de nuestra fauna política.
@jorgezepedap
La entrada Las memorias incómodas de Tatiana Clouthier aparece primero en Jorge Zepeda.
November 26, 2019
Superman tiene una agenda
La intención de Donald Trump de designar a los carteles de la droga como organizaciones terroristas ha provocado corrientes eléctricas en la espina dorsal de buena parte de los mexicanos. En las versiones más catastrofistas algunos ya se imaginan el ataque de un dron al capo que baila música banda en una boda en una ranchería de Culiacán. ¿Es una baladronada más de Trump o el inicio de una nueva pesadilla?
¿Cuán factible es que Trump lo haga en los hechos?. Hay dos vías para declarar terrorista a una organización de acuerdo a las leyes estadounidenses; la primera es tortuosa y requiere una petición justificada por parte del Departamento de Estado al Congreso. La segunda vía consiste simplemente en una orden ejecutiva del presidente y punto. Algo que Trump puede hacer en cualquier momento.
La argumentación para designar como terrorista a una organización se centra en dos argumentos. Por un lado, que las acciones del grupo califiquen técnicamente como de índole terrorista: groso modo, acciones directas contra la población e instalaciones con la intención de coaccionar, intimidar o transmitir algún otro mensaje a un público más amplio que no sea a las víctimas inmediatas. Y segundo, organizaciones cuya actividad amenaza la seguridad de los ciudadanos estadounidenses o la seguridad nacional (es decir las relaciones exteriores y los intereses económicos de los Estados Unidos).
En este momento la lista oficial de organizaciones clasificadas como terroristas por el Gobierno de la Casa Blanca asciende a 68, entre ellas las FARC y el ELN de Colombia; la gran mayoría remiten al medio y lejano oriente. No obstante nunca había sido incluida una agrupación que no tuviese un propósito político o ideológico explícito. La inclusión de los carteles de la droga sentaría un precedente con profundas implicaciones. Ni siquiera la organización de Pablo Escobar fue clasificada con esta etiqueta, a pesar de recurrir a distintas acciones para aterrorizar a la población y presionar al Gobierno colombiano en contra de la firma de un tratado de extradición (120 carros bomba incluidos).
¿Hay bases para que Estados Unidos considere a los carteles como organizaciones terroristas y como lo hace con ISIS?. En una versión elástica del término, la masacre de comensales indiferenciados en un restaurante que rehusó pagar una extorsión, podría calificarse como un acto terrorista. Pero en esa lógica también lo sería el asesinato indiscriminado de clientes de piel bronceada en un Wal Mart por parte de un pistolero que exige la expulsión de latinos y pertenece a una organización supremacista blanca.
La segunda condición es más contudente. El Centro para la Prevención y el Control de Drogas afirma que alrededor de 70.000 estadounidenses fallecen cada año por sobredosis. Muchas de estas muertes pueden ser vinculadas a la heroína y metanfetaminas procedentes de los carteles mexicanos.
Trump no tendrá ningún problema en argumentar que las bandas criminales son una amenaza para los intereses y la seguridad de su país y sus habitantes. Aunque con ese criterio, y considerando el mundo interdependiente en el que vivimos, muchos factores que afectan la seguridad de los ciudadanos de cualquier país son propiciados por las acciones de sus vecinos. Por ejemplo, las armas ilegales procedentes de Estados Unidos con las que nos matamos los mexicanos. ¿Qué consecuencias tendría para México la puesta en marcha de esta decisión? Como muchas leyes, estará sujeta a las ganas que tengan de aplicarla y la interpretación que gusten darle. El margen de acción contra una banda terrorista remite a dos documentos. La ley pública 104-132 de Bill Clinton que entre otras cosas señala que “El presidente debe utilizar todos los medios necesarios, incluida la acción encubierta y la fuerza militar, para interrumpir, desmantelar y destruir la infraestructura internacional utilizada por los terroristas internacionales”.
La otra norma deriva de la orden ejecutiva 13.224 y de la llamada Ley Patriótica de George Bush, tras los atentados de Nueva York, que amplían las facultades del Gobierno para intervenir en el universo bancario y financiero internacional. Un margen de intervención que intimida al mundo de las finanzas casi tanto como un misil en medio de una boda campirana. Toda institución bancaria que proteja o albergue depósitos vinculados al lavado de dinero de una organización terrorista es susceptible de ser investigada y sancionada, sus fondos congelados o impedida de hacer operaciones con empresas estadounidenses.
En un mundo ideal podría no ser una mala idea la decisión de aumentar la presión sobre bandas que el Gobierno mexicano ha sido incapaz de combatir y convierten a los ciudadanos en las primeras víctimas. Algunos quieren ver en Trump y su belicismo al Superman que venga a salvarnos de los villanos. Pero en un mundo real, en el que un soberano impredecible y colérico como Trump nunca ha escondido sus deseos de mortificar a México, por no hablar de la históricamente abusiva agenda del poderoso vecino, la noticia es, en efecto, un motivo para aterrorizarnos.
La entrada Superman tiene una agenda aparece primero en Jorge Zepeda.
September 24, 2019
De cómo nos ven y no nos ven
“Me paso todo el tiempo defendiendo a estos cabrones [el Gobierno mexicano] de los ataques de la DEA y así es como me pagan”, dijo quejándose de las críticas de la opinión pública y la prensa local Jeffrey Davidow, representante de Estados Unidos en nuestro país de 1998 a 2002. Una confesión de las muchas que incluye Así nos ven (Editorial Planeta), el extraordinario libro de Dolia Estévez basado en entrevistas a los embajadores estadounidenses que pasaron por México en los últimos cuarenta años. Los diplomáticos respondieron a las preguntas de la periodista una vez concluida su gestión, lo cual permitió que lo hicieran sin los tapujos o las limitaciones que provoca saberse funcionarios.
En ese sentido, el libro no dejará insatisfechos a los cazadores de infidencias y revelaciones escandalosas. Por ejemplo, la de James R. Jones (1993-1997) en el sentido de que logró disuadir a Carlos Salinas de recurrir a una solución militar para responder al alzamiento del movimiento zapatista en Chiapas a fines de 1994. Según él, el presidente mexicano estaba dispuesto a sofocar de cuajo la rebelión, pero el representante de Estados Unidos le hizo ver el impacto que esas acciones tendrían en la prensa mundial, con la consiguiente desestabilización económica y caída de las inversiones. En otro pasaje el mismo embajador refiere el reporte que personalmente le pasó a Salinas sobre la corrupción de su hermano mayor, respecto a lo cual el presidente simplemente lo sacó de la circulación durante unos meses (Raúl Salinas desarrolló alguna actividad académica en La Joya, California).
Por su parte, el ya mencionado Davidow se queja en retrospectiva de Jorge Castañeda, quien impidió un acuerdo migratorio parcial ofrecido por Bush, que habría beneficiado a cientos de miles de emigrados. No fue aceptado porque el entonces canciller mexicano se aferraba a su noción de “enchilada completa”. Una enchilada que nunca iba a suceder porque “México no tenía nada que poner sobre la mesa”. El problema, recuerda el embajador, es que para Jorge “nadie es más inteligente que Jorge”.
perlas que no carecen de morbo periodístico, el verdadero acierto del libro está en otro lado. Los embajadores estadounidenses, unos más otros menos, operaron en la cocina misma del poder en México. Sin nada que temer y algunos de ellos más allá del bien y del mal para efectos prácticos, ofrecen una visión original y a ratos desenfadada de la política y del estilo personal de gobernar de cada uno de los mandatarios. Enrique Peña Nieto, por ejemplo, era un hombre afable que flotaba sobre los asuntos [un eufemismo para indicar que los desconocía, interpretamos nosotros], porque Luis Videgaray se encargaba de todo. Por el contrario, Felipe Calderón micro administraba cada detalle, conocía los nombres de los cabecilla de las mafias de poder y participaba en las discusiones de cómo aprehenderlos. Carlos Salinas tenía una personalidad impactante, era enérgico y muy despierto, pero su ego le impidió escuchar la sugerencia de que el peso se encontraba peligrosamente sobre valuado. Un hombre con un pie en la política tradicional y otra en la moderna, el problema es que nunca sabías en cual estaría parado en determinado momento, afirmó James Jones, palabras más o palabras menos.
“Para ser vecinos tan cercanos, no deja de asombrarme lo poco que Washington conoce a México, tanto en el Congreso como en la Casa Blanca”, afirma el mismo Jones. Justo en este punto se finca uno de los hallazgos más reveladores de este libro. Tradicionalmente los embajadores estadounidenses en México han sido percibidos como los personeros del imperio; virreyes empeñados en sacar adelante la agenda de intereses económicos y políticos del poderoso vecino. Pero este texto revela que la principal preocupación en la que terminaron empeñados no era en influir en México sino en Estados Unidos. Todos y cada uno de ellos tuvieron que bregar con esa ignorancia a la que hacen referencia Davidow y Jones. Además del Departamento de Estado, autoridades en los más altos niveles toman decisiones y comisiones legislativas votan sin conocer al país o creyendo que la mayor parte de los mexicanos duermen bajo un nopal. Un embajador recuerda instrucciones del Pentágono a sus agentes en México que francamente eran violatorias de las leyes locales y de los acuerdos entre las dos naciones. Una y otra vez los embajadores debían arreglárselas para que sus propios jefes o los titulares de las agencias que operaban en el país, no rompieran los usos y costumbres construidos a lo largo de tantas décadas.
El libro de Dolia Estévez, decana corresponsal en Washington, rompe mitos y leyendas urbanas sobre la figura del temido embajador y ofrece una perspectiva descarnada sobre nosotros mismos. Un libro para ver al recién desempacado Christopher Landau con nuevos ojos.
La entrada De cómo nos ven y no nos ven aparece primero en Jorge Zepeda.
September 21, 2019
El otro charco de las ranas
“Me pregunto si estamos cayendo en una debacle irreversible sin que lo estemos advirtiendo”.
Esta claro que los delincuentes no tienen en alta estima a sus madrecitas. Asumimos que el exhorto de Andrés Manuel López Obrador a los criminales hace unas semanas para que no hagan sufrir a sus progenitoras no forma parte de la estrategia de la 4T contra la inseguridad, porque está claro que no hizo ninguna mella.
No los voy a aburrir con el recuento semanal de ejecuciones, ajusticiados, fosas encontradas. Las cifras de sangre hace mucho que no son un argumento para llamar la atención sobre el problema. Pero ya han dejado de ser una estadística para convertirse en otra cosa. Dicen en el cono sur que todo aquél que sostiene que las cosas no pueden empeorar por lo mal que están, tendrían que ir a Argentina (dicho por los argentinos, que de tangos saben bastante). Lo mismo podríamos argumentar los mexicanos; aquellos que consideran que ya no podríamos caer más bajo en materia de inseguridad tendrían que darse una vuelta a Tamaulipas, Michoacán o Acapulco.
Los números de muertos y desaparecidos siguen siendo similares e incluso mayores que los de hace años, pero en términos cualitativos hay cosas que están cambiando. Y no precisamente para bien.
Hace algunos lustros se pusieron de moda los videos que provocaban el ridículo sorprendiendo a personas cazadas en infraganti. Por desgracia han sido reemplazados por videos mucho menos divertidos, si es que aquellos lo eran; los que ahora circulan por las redes muestran cómo saquean una tienda en solo dos minutos, asesinan a un dependiente de manera absurda, una mujer es jaloneada y sacada de su auto o tres tipos enfundados en gorras desvalijan a los comensales en un restaurante. La oferta de imágenes es interminable aunque rara vez el guión tiene alguna variante. A la ansiedad que provoca la inseguridad se suma ahora la angustia que despierta la impotencia por la impunidad y el cinismo que se nos restriega en los ojos por la pantalla de un teléfono o una computadora.
Se dice que sometidas a un progresivo calentamiento en una olla de agua, las ranas terminan por sucumbir sin intentar escapar pues se van acostumbrando gradualmente al agua hirviendo hasta que es demasiado tarde. Me pregunto si estamos cayendo en una debacle irreversible sin que lo estemos advirtiendo.
En Nuevo Laredo trascendió que bandas locales habían quemado alguna gasolinera por haber desobedecido la orden de no vender combustible al ejército o a la Guardia Nacional. Otra docena de establecimientos decidieron cerrar para no quedar mal “ni con dios ni con el diablo”. Estos empresarios saben que el señor podrá estar en Palacio Nacional, pero eso no los protege en un lugar tan cerca de los infiernos. La extorsión en restaurantes y antros de los centro turísticos ya es prácticamente generalizada, con la novedad ahora de que está llegando a la colonia Roma o la Condesa de la Ciudad de México, a tiro de piedra del asiento de los poderes nacionales
¿Cuánto tiempo pasará antes de que se aparezca un fulano a la puerta de nuestra casa a exigirnos una cuota mensual por encontrarnos en su territorio? ¿Creemos que nunca va a suceder? Díganselo a alguien en Uruapan o en Playa del Carmen. ¿En qué punto de la ebullición del agua nos encontramos?
El cambio de Gobierno no ha modificado ni para bien ni para mal la tendencia expansiva que ha seguido la violencia y la inseguridad en México. Es un fenómeno demasiado arraigado y a partir de causas variadas y profundas que tomarán tiempo y acciones a muchos niveles para tener un efecto. Los protagonistas de la escena pública intentarán convertirlo en botín político echándose la culpa unos a otros, pero lo cierto es que se trata de un asunto endémico en el que estamos metidos todos.
No se si la Guardia Nacional y las reformas judiciales que intenta la nueva administración son las mejores medidas para atender el problema; lo que está claro es que lo realizado en los últimos dos sexenios fracasó rotundamente. Es necesario exigir y cuestionar porque es mucho lo que está en juego, pero tendríamos que asegurarnos de no boicotear las propuestas por razones mezquinas, partidarias o mera miopía. Una aproximación crítica que al mismo tiempo de el beneficio de la duda es mucho mejor alternativa que mantenerse en el agua tibia que ya ha comenzado a hervir.
@jorgezepedap
La entrada El otro charco de las ranas aparece primero en Jorge Zepeda.
Jorge Zepeda Patterson's Blog
- Jorge Zepeda Patterson's profile
- 142 followers
