Jorge Zepeda Patterson's Blog, page 13
December 20, 2015
Y sin embargo, sucede
Enamorarte de quien no debes, el gol contra toda probabilidad, la piedra que tumba a Goliath, el encuentro inesperado que cambia tu profesión. El azar y la improbabilidad tienen maneras caprichosas de expresarse pero cuando lo hacen terminan por imponerse y trastocar el orden lógico en el que transcurre nuestras vidas. Por suerte (y nunca mejor dicho).
La trayectoria de los pueblos, como la de los individuos, debe tanto a los imponderables surgidos de la “surrealidad” que al producto de la lógica. Porque no es lógico que un afroamericano haya conquistado la Casa Blanca en un país con las dosis de discriminación que padece Estados Unidos. Las oscuras leyes del azar que llevan al Barcelona o al Real Madrid a perder ocasionalmente frente a un equipo modesto son las mismas que permitieron que el PRI aceptara dejar el poder en el 2000, ante la sorpresa de propios y extraños.
Más improbable aun resulta el inesperado triunfo de El Bronco, Jaime Rodríguez, en las pasadas elecciones por la gubernatura de Nuevo León, en contra de las maquinarias del PRI y el PAN. Un resultado que apenas un año antes habría sido tachado de absurdo o inverosímil.
Desde luego, a toro pasado siempre hay razones para explicar una derrota del Real Madrid, el triunfo de Obama o el ascenso de un candidato independiente a la entidad más próspera del país. Pero ninguno de estos desenlaces podía haberse previsto antes de que se gestara.
Este domingo Podemos y Ciudadanos, dos organizaciones surgidas recientemente, disputan en las urnas el poder al Partido Popular y al PSOE. Nadie en su sano juicio habría anticipado apenas hace dos años que los grandes partidos que han dominado la escena española durante más de tres décadas pudieran ser amenazados por estos advenedizos. Los sondeos hacen suponer que ni Podemos ni Ciudadanos desplazarán del poder al gobernante Partido Popular, pero serán duros contendientes. Más importante aún, ambas organizaciones cambiaron ya el espectro político de España. Podemos ha trastocado al PSOE y Ciudadanos al Partido Popular. El primero ofrece una versión de izquierda más joven y fresca que el partido socialista; mientras que Ciudadanos, desde la derecha, ha obligado al partido de Rajoy a lavarse la cara ante los duros cuestionamientos de corrupción.
Obvio decir que los efectos que el azar produce no aseguran un desenlace afortunado. A nadie se le desea un encuentro con una bala perdida o quedar en silla de ruedas por cortesía del chofer de un metrobus irresponsable. El PRI se fue para regresar doce años después y algunos piensan que durante el interludio no nos fue mucho mejor. El desparpajo de El Bronco constituye un viento fresco en el anquilosado y burocrático entorno político nacional, pero fácilmente podría derivar en una administración caprichosa e irresponsable.
Y sin embargo, todos requerimos de vez en cuando de esas sacudidas inesperadas. Gracias a estas crisis los sistemas se depuran y se reciclan. Las contingencias sacan lo peor y lo mejor de nosotros, pero ayudan a movernos de las rutinas paralizantes y las demandas insatisfechas. Y en ocasiones es la única forma que la vida encuentra para romper un orden de cosas que ha agotado sus posibilidades.
Imposible saber que nos deparará el 2016 en materia de imponderables. Pero cuando veo la cerrazón de la vida pública y el fracaso de la clase política para entender (ya no digamos resolver) los reclamos de los ciudadanos, me permito abrigar esperanzas en el poder de la improvisación. Me queda claro que el sistema no va a curarse por sí mismo. Los miembros de la élite tienden a protegerse pertenezcan a un partido u a otro, o ejerzan desde una silla de la Suprema Corte, una curul o un ministerio. Habrá que seguir intentando un cambio, pero no estaría mal que el azar colaborara echándonos una manita para sacudir conciencias y despejar el aire enrarecido de los espacios cerrados.
Y en lo personal, veo a tantos atrapados en rutinas vacías y frustradas que sólo espero que cuando la improbabilidad toque en nuestras puertas tengamos la capacidad de entenderlas y aprovecharlas. Las crisis son las verdaderas parteras de una vida mejor, o al menos diferente. Felices fiestas.
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December 16, 2015
Lo que aprendimos en 2015
A veces creo que tendría más sentido consultar el horóscopo que intentar construir escenarios y planificar decisiones para anticipar el futuro inmediato. Algunos de los acontecimientos del 2015 que tendrán mayor impacto en nuestras vidas habrían sido imposibles de prever en enero. El destino encuentra extrañas vías para restregarnos en la cara la naturaleza falible y precaria de la condición humana.
El año arrancó con la firme determinación de Washington de echar del poder al presidente de Siria, Bashar al-Ásad y para ello volcó ingentes recursos bélicos e incontables ataques con drones; once meses después pacta con Putin una estrategia para ayudar al dictador en su lucha contra el Estado Islámico. Claro, nadie podía prever la masacre terrorista en París y su profundo impacto en la geopolítica internacional.
Como tampoco anticipamos la posibilidad de un triunfo de un candidato independiente en la elecciones de gobernador en Nuevo León. La campaña de Jaime Rodríguez, el Bronco, parecía la nota de color de una lucha circunscrita a los abanderados del PRI y el PAN. Resultaba impensable que un candidato pudiese ganar, en Nuevo León o en cualquier otro lado, al margen de la aceitada estructura de los partidos políticos. Más allá de las virtudes y defectos del ahora gobernador, el triunfo de un candidato independiente introduce una afortunada variable en la infecta y anquilosada partidocracia que se ha instalado en nuestra vida pública.
La fortuna no le sonrió al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto en 2015. Y no es que en 2014 le haya ido mejor luego de la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa y el escándalo de la casa blanca vinculada a la primera dama. El mayor infortunio este año es menos morboso, pero quizá más impactante en lo que será el saldo final del sexenio: el desplome de los precios de los hidrocarburos que pone en jaque a la reforma petrolera. Sobre todo si consideramos que esta era la joya de la corona de las reforma económicas.
Es innegable que las modificaciones constitucionales y las licitaciones para la exploración de yacimientos tendrán efectos importantes al largo plazo; pero eso le servirá de poco al presidente para alcanzar la cacareada meta de un tasa de crecimiento de 5 por ciento en los dos últimos años del sexenio. El precio del barril de la mezcla mexicana apenas rebasa los 28 dólares; en enero era de 45 dólares y se suponía que habría de recuperarse a lo largo del año. Paradójicamente el mayor impacto de esta debacle se lo llevará el gobierno: México ya no es una economía petrolizada (el hidrocarburo representa el 11 del PIB y 6 por ciento de las exportaciones), pero las finanzas públicas sí que están petrolizadas: en 2014 los hidrocarburos aportaban 30 por ciento de los ingresos estatales, en 2015 bajarían a poco menos del 20 por ciento, pero la diferencia abrirá un boquete de endeudamiento y déficit público porque los ingresos tributarios no han crecido en la proporción necesaria para sustituir a los petroleros (existen coberturas y seguros contraídos pero no alcanzan a paliar el impacto).
Asumí que en 2015 muchas cosas podrían fallar, pero nunca imaginé que entre ellas se contase la fuga de El Chapo. No cuando el presidente mismo había asegurado, luego de una aprehensión celebrada triunfalmente, que el país nunca sería ridiculizado con una nueva fuga. Por lo general no confío mucho en las resoluciones oficiales, pero asumí que el estado mexicano alcanzaba para cumplir un mandato presidencial e impedir la evasión de un prisionero solitario. En 2015 aprendí que el gobierno tampoco puede garantizar eso. Esperemos que el 2016 sea un poco menos pedagógico y nos de un respiro.
Publicada en El País
@jorgezepedap
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December 13, 2015
López Obrador, el chamuco
Desde hace tres sexenios Andrés Manuel López Obrador ha sido fuente de irritación para el ocupante de Los Pinos. Pero ahora la irritación ha pasado a convertirse en urticaria. Para Enrique Peña Nieto, el líder de Morena no sólo es un rival de cuidado para las elecciones del 2018, es también una amenaza muy puntual de terminar con sus huesos en la cárcel. Una pesadilla de la que querrá librarse a cualquier costo.
Seguramente López Obrador llegará a la recta final con menos probabilidades de las que tuvo en 2006, pero podrían ser mayores a las de 2012, cuando quedó en segunda posición. Pero incluso si el riesgo es menor, las consecuencias para el presidente en funciones son mucho más explosivas.
Hace doce años Vicente Fox lo celaba porque era el único que le disputaba la popularidad cuando el tabasqueño era jefe de gobierno de la ciudad de México y el guanajuatense ocupaba la presidencia del país. Fox consultaba su encuesta diaria de nivel de aprobación (vivía para ella), observaba el ascenso del perredista y lanzaba alguna cuchufleta para descalificar a el Peje. Siempre he creído que, sin proponérselo, el propio Fox convirtió a López Obrador en un personaje con reconocimiento nacional al convertirlo en rival del presidente. Y cuando intentó desaforarlo acabó transformándolo en un mito.
Para Felipe Calderón el entonces candidato perredista era el principal obstáculo para llegar a la presidencia. “Un peligro para México”, decían sus publicistas. Y posteriormente, cuando el panista logró colocarse la banda presidencial, el tabasqueño fue visto como un factor de desestabilización. Coincido con la tesis que sostiene que la guerra declarada por parte de Calderón en contra del narco apenas a una semana de haberse instalado en Los Pinos, sin tener una estrategia ni la inteligencia militar para atacar a los cárteles, fue un manotazo destinado a establecer el liderazgo del nuevo presidente. Eran momentos en que muchos se preguntaban si el autoproclamado “presidente legítimo” lo dejaría gobernar.
Para Enrique Peña Nieto el candidato, López Obrador apenas fue una molestia. Siempre se creyó que su verdadero rival sería el candidato panista. Pero cuando a Calderón se le desinfló su delfín, Ernesto Cordero, y apenas consintió a regañadientes a Josefina Vázquez Mota como abanderada del blanquiazul, la campaña del priista se convirtió en un cómodo desfile, arropado por la maquinaria televisiva).
Pero para Enrique Peña Nieto presidente y, sobre todo, para Enrique Peña Nieto ex presidente, López Obrador es la peor de las pesadillas. Olvídense del celo de Fox o de los temores de Calderón. Para estos dos el tabasqueño constituía un rival o una amenaza en el ejercicio del poder. Para el presidente actual, en cambio, representa la diferencia entre un retiro entre algodones o una visita al inframundo.
El líder de Morena ha dicho una y otra vez que si llega a Los Pinos investigará de manera exhaustiva la actuación del presidente y su círculo inmediato. Y de ser el caso obviamente no lo hará con la amable y cómplice mirada con que lo hizo Virgilio Andrade, el presunto zar anticorrupción amigo del soberano.
La cuestión clave, desde luego, es saber si López Obrador tiene alguna posibilidad real de ganar las elecciones en el 2018. Cuando fue derrotado por segunda vez hace tres años, priistas y panistas creyeron que por fin se habían desembarazado del incómodo político tabasqueño de una vez y para siempre. Pero la evolución de este sexenio le ha dado nueva vida. El tema es complejo y habría que abordarlo con mayor detalle en otra ocasión. Vale la pena, sin embargo, adelantar algunos trazos.
Por un lado, la actuación del PRI ha generado desencanto y los niveles de aprobación presidencial están en sus mínimos históricos. Peor aún, entre la baraja de opciones de probables precandidatos en el gabinete no existe una carta atractiva que permita encarar el fin del sexenio con algún optimismo. Y entre los gobernadores priistas las cosas no pintan mucho mejor. Desde luego tendrán que construir algo en los próximos dos años (están en ello) pero ahora mismo hay poco material para trabajar. Y habría que decir que el hartazgo de la opinión pública con el tema de la corrupción hará de López Obrador un candidato que, pese a sus defectos, podría atraer a un elector desencantado con la podredumbre.
Por otro lado, las objeciones y pasivos para un triunfo del líder de Morena son tan formidables como sus activos. Casi la mitad de los encuestados dice que nunca votaría por él. Y la división entre el PRD y Morena fragmentará el voto de la izquierda. Peor aún, la posibilidad de un candidato independiente con algún carisma (el Bronco, Xóchitl Gálvez, Manuel Clouthier o equivalentes) seguramente restaría votos al tabasqueño.
Ciertamente son razones de contrapeso; pero algo me dice que no bastan para erradicar al chamuco de las pesadillas que ahora padece el presidente.
Publicada en Sinembargo.mx y otros quince diarios
@jorgezepedap
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December 9, 2015
México lindo y letal
Durante los últimos dos días la noticia más consultada en el portal de El País fue la que daba cuenta del asesinato de dos australianos surfistas en Sinaloa, México. El interés que despertó en España incluso superó a las noticias sobre el intenso intercambio que sostienen los candidatos a la presidencia del gobierno, de cara a la elección del 20 de diciembre en ese país. Los reclamos de Pedro Sánchez a Pablo Iglesias, y las descalificaciones de Rajoy a sus rivales, generó menos interés en los lectores que los últimos momentos de vida de Dean Russel y Adam Coleman. Ni que decir que en Australia la mención de México en estos momentos evoca terribles escenarios de sangre y barbarie.
Mientras tanto el presidente Enrique Peña Nieto dio a conocer un ambicioso programa de inversiones para apuntalar el papel de Pemex en la explotación petrolera en México. Un aviso que, entre otras cosas, constituye un guiño a los inversionistas locales y extranjeros para generar mayor interés en la principal reforma económica del gobierno priista.
Se podrá argumentar que los dos públicos no son los mismos. El lector consternado por las noticias procedentes de México podría, a lo mucho, alterar sus planes de vacaciones y decidirse por otros destinos. La actividad turística, incluso, no parece haberse resentido por la imagen de inseguridad: en 2014 visitaron a México 29 millones de personas, 20.4 % más que el año anterior. Sin embargo, es un hecho que una buena porción de esta afluencia ha dejado de circular por el interior del país para concentrarse en destinos de playa, muchos de ellos bajo la modalidad burbuja de paquetes todo incluido.
Es decir, nunca sabremos el crecimiento real que habría tenido el turismo en otras circunstancias y la derrama que eso habría provocado en zonas ahora deprimidas. Recuerdo a un empresario de Saltillo que poseía un ambicioso plan de inversión para instalar un rosario de casas de retiro por todo el norte del país para ancianos norteamericanos. Atractivos vecindarios con servicios médicos en inglés, acceso a campos de golf, gimnasios y terapeutas de todo tipo. Se proponía ofrecer una jubilación de lujo a retirados de la clase media de Estados Unidos.
Otro inversionista tapatío comenzó cursos de mandarín, y con él todos sus ejecutivos, con el propósito de construir en los siguientes quince años una red de hoteles destinados a los millonarios chinos que, él confiaba, comenzarían a pulular por México. Resorts al lado de pirámides mayas o playas del Pacífico en los que se hablara su idioma y paladeara su comida a precios, eso sí, también millonarios.
Evidentemente ambos proyectos de inversión fueron abandonados hace tiempo. Quizá a los ejecutivos de Exxon interesados en invertir en yacimientos de aguas profundas no les importe lo que suceda a dos surfistas australianos en una carretera sinaloense; pero afecta a un comerciante de Toronto en proceso de escoger un paraíso tropical para retirarse, y excede los límites de exotismo y aventura que un millonario de Singapur está dispuestos a correr.
Todo mexicano que viaja por el extranjero tarde o temprano queda sorprendido por el tono alarmista de las preguntas sobre la violencia en nuestro país. Uno es abordado poco menos que como un sobreviviente. En mi caso, se me escucha con desconfianza cuando explico que nunca he sido víctima o testigo de un asalto, o que jamás he contemplado el disparo de una arma de fuego. Y sin embargo, tampoco yo me atrevería a recorrer las carreteras que los surfistas transitaban o pasar en la medianoche por barrios que no conozco. Algún día tendríamos que inventariar las otras “víctimas” de la violencia en México. Las sutiles implicaciones económicas, los comportamientos modificados, los pequeñas maneras en que hemos mutilados la vida cotidiana en aras de esta callada sobrevivencia.
Publicado en El País
@jorgezepedap
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November 29, 2015
¿Bohemia o vida disipada?
Brasil, Chile, Panamá y Argentina, entre otras naciones, ya han tenido a una mujer al frente del gobierno. En México, ni de cerca. ¿Obedece a que el machismo es más intenso en nuestro país o simplemente se trata de que las mujeres que lo han intentado han carecido del perfil necesario?
La pregunta parecería ociosa salvo por dos circunstancias; el machucón que recibió esta semana Andrés Manuel López Obrador al cuestionar las aspiraciones de Margarita Zavala, y el interesante libro de Katia D ´Artigues que comienza a circular sobre la experiencia de Cecilia Soto, Patricia Mercado y Josefina Vázquez Mota en sus respectivas campañas presidenciales.
Lo de López Obrador quedará como un mero incidente en el largo proceso que nos llevará hasta el 2018, pero revela algo significativo: en los nuevos tiempos de lo políticamente incorrecto no sólo las mujeres candidato son víctimas de la misoginia, también sus rivales. El cuestionamiento que hizo el tabasqueño en el sentido de que la intentona de Margarita entrañaría el regreso de Felipe Calderón a Los Pinos, fue exhibido como una descalificación en contra de las mujeres, al asumirlas como mera extensión de sus maridos. Y ciertamente el fraseo de López Obrador no fue el más afortunado.
Los mexicanos tenemos todo el derecho de cuestionar la posibilidad de que regrese al poder la fracción política que ya gobernó; Margarita Zavala no es su marido, pero ella asumió tareas importantes a lo largo de su administración en actos de representación, de relaciones públicas, de copiloto de la nave. Tras seis años de vivir en Los Pinos no puede eximirse de toda responsabilidad en el balance que deja la administración calderonista. En ese sentido, es legitima la crítica que pueda hacer un rival político siempre y cuando la argumentación no remita a cuestiones de género. Lo cual, comenzamos a ver, no será nada sencillo.
Ahora bien, no nos engañemos. Si el asunto de la misoginia es complicada para sus competidores lo es aún más para las propias candidatas. Y justamente esa es una de las virtudes del libro Una lección para todas (aciertos y errores de tres mujeres en campaña), D ´Artigues. Aunque las campañas de Cecilia Soto, Patricia Mercado y Josefina Vázquez Mota ocurrieron en distintos momentos y desde plataformas diferentes (Soto por el PT en 1994; Mercado por Alternativa Socialdemócrata en 2006 y Vázquez Mota por el PAN en 2012), las tres enfrentaron un ambiente hostil.
No diré que aspirar a la presidencia es para una mujer algo parecido a meterse en un vestuario de hombres o ser capitana de pelotón en un campo de batalla. Pero los testimonios de las tres no dejan duda de los obstáculos adicionales que enfrenta un candidato simplemente porque no se llama Cecilio, Patricio o José.
Para empezar, por los muchos patrones que tiene la campaña. En todo proceso electoral la relación del candidato con los otros actores políticos de su partido es complicada. No se puede ganar sin ellos: el presidente y otros líderes de su corriente, los gobernadores y alcaldes correligionarios, los hombres de poder regionales y desde luego, los que hacen aportaciones económicas. Por lo general se trata de un mundo de hombres. Y todos ellos se sienten con el derecho de mandar, o por lo menos de creer que pueden influir en mayor medida si se trata de una mujer. Todo candidato tiene que lidiar con eso, pero mucho menos José que Josefina. O termina dando un manotazo, con lo cual es una bruja o algo peor, o acaba sonriendo a diestra y siniestra, con lo cual es considerada una flor demasiado frágil para la tarea y confirma el prejuicio que afirma que una mujer no puede.
Luego está el tema de la prensa y la opinión pública. Desde los locutores que le hablan de usted a Peña Nieto y a López Obrador pero de tú a Josefina (lo cual reduce la percepción de ser un material presidenciable), hasta los temas de vida privada y familiar que Patricio no tiene que responder pero Patricia sí. Mientras no se ponga calcetines rojos o sacos amarillos el atuendo del candidato Cecilio es irrelevante en la campaña, pero los centímetros de la falda de Cecilia y el entallado de su pantalón se vuelven temas virales en las redes sociales. Por no hablar del examen del comportamiento de sus hijos. Temas, todos ellos, susceptibles de convertirse en material inflamable en el caso de una candidata. O como dicen en el barrio: lo que en él es bohemia, en ella es vida disipada.
¿Cuántos de los casi 13 millones de votos que obtuvo habría perdido Vázquez Mota si ella tuviera un hijo abandonado o no reconocido por allí? Algo que no pareció importarles a ninguno de los casi 19 millones que votaron por el candidato priista. De eso y algunas otras infamias podremos enterarnos en esta sabroso recuento que hace Katia.
Publicado en Sinembargo.mx y quince diarios
@jorgezepedap
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November 25, 2015
Nuño contra la maldición del delfín
Peña Nieto quiere ser el primero en alcanzar algo que ningún presidente mexicano ha conseguido en décadas: colocar a su sucesor. Salinas lo buscó con Colosio; Zedillo ni siquiera lo intentó; Fox impulsó a Santiago Creel; Calderón se empecinó con Juan Camilo Mouriño, primero, y Ernesto Cordero, después. En todos los casos, los esfuerzos presidenciales constituyeron el beso de la muerte política para sus delfines. Habría que preguntarnos si esta vez podría ser diferente.
Al arranque del sexenio se dio por sentado que sólo habría dos contendientes dentro del gabinete: Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray, en las carteras de Gobernación y Hacienda, respectivamente. Y si bien aún no pueden descartarse, tres años después la imagen de ambos muestra abolladuras difíciles de ignorar. Por un lado, la inseguridad pública, las tragedias de Tlatlaya y Ayotzinapa, la fuga de el Chapo o la preeminencia de los cárteles de la droga, harán muy difícil postular a Osorio Chong como la respuesta para resolver el principal problema de México. Por otro lado, las tasas de crecimiento por debajo de lo esperado, una reforma fiscal impopular y el escándalo de una casa adquirida bajo el manto de la sospecha, hacen de Videgaray un candidato de alto riesgo.
Peña Nieto ha tenido que improvisar opciones de recambio, por si acaso. Sin duda, Aurelio Nuño sería la nueva apuesta y José Antonio Meade un eventual reemplazo. Como se sabe, desde hace tres meses el primero abandonó la poderosa pero oscura jefatura de la oficina de Los Pinos para hacerse cargo de la secretaría de Educación, el ministerio con mayor presupuesto.
La pregunta que se hacen en Palacio es cómo convertir al desconocido funcionario de apenas 38 años de edad en material presidencial en los próximos 24 meses. Peña Nieto está convencido de que Nuño tiene lo que se necesita, el desafío es convencer a otros 18 millones de mexicanos.
Algo debe tener el nuevo secretario de Educación para haber ascendido como la espuma en tan poco tiempo. Licenciado en ciencia políticas por la Universidad Iberoamericana y con maestría en Oxford, se hizo útil como asesor político de senadores priistas hace una década. En 2009 se vinculó a Luis Videgaray, entonces diputado coordinador de la comisión de presupuesto, y este se lo llevó al Estado de México. Desde entonces ha sido asesor político de Peña Nieto. Durante la campaña por la presidencia fue coordinador de mensaje y mercadotecnia (se le atribuye la invención de la frase: “mover a México”), y posteriormente operador del Pacto por México con otras fuerzas políticas. Durante los primeros tres años del sexenio, a cargo de la oficina de Los Pinos, ha sido el hombre más cercano al presidente. Es ingenioso y de verso fácil, hábil para la negociación y de carácter recio.
En la SEP Aurelio Nuño quiere quemar etapas, sin importar los riesgos. Está decidido a poner de rodillas a la poderosa CNTE, la fracción disidente del sindicato de maestros, y convertir ese trofeo político en argumento para aspirar a la candidatura. Y ciertamente no es poca cosa. Durante décadas la CNTE ha sido fuente de desestabilización permanente en Oaxaca, Guerrero y Michoacán; una fuerza contra la que se han estrellado gobernadores y presidentes. Nuño les ha detenido salarios y obligado a someterse a los exámenes de evaluación, pero la batalla se dirimirá en las calles. El secretario cuenta con todo el peso del aparato, el balance final aún es incierto. Puede ser un enorme triunfo político o un factor que encienda la pradera.
Aún es pronto para saber si el joven podrá romper el maleficio que parece seguir al delfín presidencial. Veremos.
Publicada en El País
@jorgezepedap
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November 22, 2015
Beltrones: la importancia del tiranosaurio rex
Manlio Fabio Beltrones no es un demócrata, pero sin duda es un político profesional. Eso significa que lo mismo opera para intentar zancadillear el camino de Andrés Manuel López Obrador en la contienda presidencial del 2018 (algo muy poco democrático), que para contrarrestar la entronización del grupo Atlacomulco en la presidencia del país en los años por venir (algo en lo que le deseamos la mejor de las suertes).
Para ponerlo en términos de la última película de Jurassic World, Beltrones es el Tiranosaurio Rex que en un momento constituye una amenaza para los asistentes al parque y un rato más tarde se convierte en su aliado para enfrentar a Indominus, una amenaza mayor.
Vayamos por partes. Su arribo a la presidencia del PRI hace tres meses constituyó un pulso entre el grupo de Peña Nieto, que intentaba imponer a uno de sus incondicionales, y el resto de las fuerzas priistas. Para nadie es un secreto el deseo transexenal del grupo político formado por los del Edomex e Hidalgo; están obsesionados en conseguir la candidatura presidencial para el 2018 y para ello requieren el control de su partido. Algo que el resto de los grupos priistas observan con desconfianza; una cosa es la obediencia que deben al jefe máximo y otra permitir que eso se convierta en un maximato en los siguientes periodos. En el adn priista están inscritos los dos mandatos: sometimiento al presidente, pero alternancia de los periodos presidenciales entre las tribus.
En ese sentido, Manlio Fabio llegó a la presidencia del PRI a regañadientes de Peña Nieto y lo suyos. Es obvio que Los Pinos tenían el poder suficiente para disponer de ese puesto, pero recibieron diversas señales de la incomodidad del resto de los grupos. Los de Atlacomulco decidieron que faltaba aún medio sexenio y resultaba demasiado peligroso quedarse solos.
En su momento Beltrones enfrentará la dura tarea de conciliar el deseo peñanietista de imponer a un delfín, con la necesidad que tiene el partido de encontrar un candidato que satisfaga a las distintas corrientes y, sobre todo, que tenga la capacidad de convertirse en una carta triunfadora en las urnas. Es decir, en Peña Nieto primará el sentido de la lealtad para designar a un sucesor, mientras que para sus colegas de partido la prioridad será encontrar alguien que permita al PRI conservar el poder.
Manlio Fabio intentará convertir al PRI en un espacio en el que se ventilen los intereses de las distintas corrientes regionales y sectoriales, contra el deseo del ejecutivo de convertir al partido en mera correa de transmisión de la agenda presidencial.
Del otro lado, es evidente que en muchos otros aspectos los dos deseos coincidirán. Por ejemplo en todo lo concerniente a los rivales del PRI en la próxima contienda. Un terreno en el que Beltrones parece decidido a mostrar la habilidad de su oficio político.
En esta ocasión los analistas asumen que la mayor competencia no vendrá del PAN o del PRD, sino de los imponderables que representan los nuevos factores: MORENA y los candidatos independientes. El PAN porque aún no se repone del descrédito de sus doce años de alternancia y carece, por el momento, de una figura carismática (eso podría cambiar, pero no queda mucho tiempo). El PRD tampoco constituye una amenaza; demasiado fragmentado y desprestigiado. Así que, otra vez, López Obrador es el rival a vencer, por el momento. Y hacia él ha comenzado a dirigir Beltrones sus misiles.
Por lo pronto intenta modificar las normas electorales para impedir que el tabasqueño se promueva entre los ciudadanos en su calidad de presidente de Morena. Quiere limitar el tiempo de exposición y el protagonismo de los dirigentes partidarios, incluido él mismo y regular tiempos y modalidades de los spots en radio y televisión. Más allá de las razones o sinrazones que pueda tener su propuesta, nunca es saludable que los protagonistas improvisen una ley hecha a la medida de un rival en particular.
También generan suspicacias los intentos que están haciendo diversos gobiernos priistas para dificultar el registro de candidatos independientes. Luego de lo que sucedió en Nuevo León, donde Jaime Rodríguez, el Bronco, tomó por sorpresa al PRI y al PAN, en los círculos oficiales se revisa la legislación federal y las modificaciones que tendrían que hacerse para impedir que en el 2018 surja una amenaza real desde este frente. Habrá que ver el papel que le tocará cumplir en esta agenda al presidente del PRI.
Las batallas en las que está y estará inmerso Manlio Fabio Beltrones son claves para el futuro inmediato. La suya será una tarea de claroscuros. Para bien o para mal, en nuestro perjuicio o en nuestro beneficio, se trata de un tiranosaurio rex al que no hay que perderle la vista.
Publicado en Sinembargo.mx y otros quince diarios
@jorgezepedap
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November 19, 2015
No es ISIS, somos nosotros
El verdadero enemigo no es el Estado Islámico sino el hecho de que más del 60% de los presidiarios en Francia sean musulmanes, a pesar de que representan menos del 10% de la población. Una cifra brutal y reveladora, por donde se le mire. No es de extrañar que un joven de origen árabe de los suburbios de París o Marsella concluya que el país en el que nació lo repudia; constituye poco menos que una verruga en el terso panorama de la epidermis francesa. No se requieren de grandes dosis de manipulación para que algunas de esas verrugas decidan convertirse en tumores malignos.
El problema con el terrorismo es que suele ser sumamente eficaz cuando opera con la complicidad involuntaria de autoridades timoratas. El éxito de Bin Laden no residió en lanzar un operativo capaz de abatir a tres mil víctimas en unas pocas horas, sino en convertir ese ataque en una provocación capaz de desatar una guerra que terminó desestabilizando al Medio Oriente, gracias a los halcones de Washington. El Estado Islámico de hoy no podría explicarse sin la invasión estadounidense a Irak y sus consecuencias: cientos de miles de víctimas, una diáspora incontenible y un enorme resentimiento en contra de Occidente. Si la reacción de Estados Unidos a la tragedia de las Torres Gemelas terminó echando en brazos del radicalismo islámico a miles de jóvenes en el mundo árabe, habría que preguntarnos cómo evitar que la respuesta europea haga lo mismo pero en suelo occidental.
Por desgracia, todas las noticias que llegan de Francia anticipan tambores de guerra. Ningún político galo puede sustraerse en estos momentos a la presión pública que exige respuestas categóricas e inmediatas que permitan conjurar el miedo. Cuando la gente siente inseguridad suele refugiarse en la arbitrariedad del matón del barrio, el que es capaz de pegar coscorrones a diestra y siniestra. Y no pretendo descalificar el legítimo temor que un parisino sentado en la terraza de un café pueda experimentar al ver aproximarse a dos o tres jóvenes musulmanes. En el estado emocional en el que se encuentra la sociedad francesa, la prudencia resulta anticlimática y la tolerancia es percibida como un rasgo de debilidad.
Y no sólo se trata de un impulso emocional, hasta cierto punto explicable. Hay otras inercias mucho más siniestras que apelan a una salida policiaca y militar del problema, sin importar la consecuencias. En los últimos días el valor de las trasnacionales de la industria militar han subido como la espuma, en reacción a la crisis francesa. Los mercados anticipan un salto exponencial en los presupuestos de Defensa en los próximos meses. Bruselas decidió dispensar a Francia de un ajuste fiscal, para permitirle afrontar los gastos adicionales que supone la amenaza terrorista.
Pocos se plantean la posibilidad de utilizar una parte sustancial de esos miles de millones de euros en mejorar las condiciones de marginación y en ofrecer oportunidades a una población que no las tiene.
Con frecuencia se dice que el problema con la invasión a Irak fue que nadie pensó en el día siguiente. Habría que comenzar a preguntarnos en lo que podría ser el “día siguiente” de una estrategia centrada en la vigilancia y el control de los millones de árabes que residen en Europa. Una política que necesariamente multiplicará agravios y resentimientos y, por ende, profundizará el radicalismo de sus jóvenes. El ciudadano europeo tiene todo el derecho de exigir a sus autoridades que impidan la libertad de movimientos de una persona que desea inmolarse con un chaleco explosivo. La pregunta es qué van a hacer con los otros millones de musulmanes que simplemente desean una vida digna.
Publicado en El País
@jorgezepedap
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November 14, 2015
París: entre Benzema y Bin Landen
Me temo que la tragedia de París constituirá un parte aguas como lo fue la destrucción de las torres de Nueva York, hace catorce años. Ciertamente el número de víctimas en Francia (alrededor de 200 entre muertos y heridos graves) palidece frente a las casi tres mil personas fallecidas en los ataque de aquél 11 de septiembre. Pero el golpe de este fatídico viernes 13 tiene un componente que lo hace terriblemente desquiciante: en cierta forma es una convocatoria a la guerra civil, un llamado a la inestabilidad permanente en los convulsos barrios de la población de origen árabe de París, Marsella o Lyon.
El ataque de Al Queda en contra de Estados Unidos fue una agresión externa entre dos entidades ajenas una de la otra: el extremismo islámico contra la sociedad norteamericana. Más allá de la herida infligida, lo que en verdad cambió la historia mundial fue la reacción del gobierno estadounidense. La invasión a Irak y la inestabilidad crónica introducida en Medio Oriente echó en brazos del terrorismo a una legión de jóvenes musulmanes en los siguientes lustros. En ese sentido, Bin Laden consiguió su propósito: provocar a Estados Unidos para que este incendiara la pradera del mundo árabe. El Estados Islámico (ISIS) no se explicaría hoy en día sin la guerra que tanto enorgulleció a George Bush.
Los ataques de París persiguen un guión igualmente siniestro y dependerá del gobierno y de la opinión pública francesa que ese designio se cumpla o no. Se estima que poco más de 5 millones de musulmanes viven en Francia, aún por debajo del 10 % de la población del país. Pero constituye el grupo demográfico de mayor crecimiento, tanto por una tasa de natalidad muy superior a la media como por el flujo incesante de emigrados. Más inquietante aún es el alto nivel de desempleo de los jóvenes de origen árabe. Más de la mitad de la población de las cárceles francesas es musulmana, lo cual resulta más que revelador.
La falta de oportunidades y la imposibilidad de integrarse con éxito a la sociedad tradicional francesa ha provocado una extendida sensación de desesperanza entre los jóvenes musulmanes y la radicalización de muchos de ellos. Se sabe que varios centenares de estos muchachos, miles quizás, han abandonado Francia para integrarse a las filas del Estado Islámico en Siria. Peor aún, las autoridades estiman que entre 200 y 300 han regresado a Francia. Algunos de ellos seguramente desencantados de la Yihad o guerra santa, pero otros lo habrían hecho con el propósito de continuarla en suelo europeo. No es difícil pensar que los líderes religiosos extremistas los hayan convencido de que serían más útiles a la causa aterrorizando al pueblo francés y presionando a su gobierno. No olvidemos que Francia es uno de los países europeos que participa militarmente en la confrontación en Siria en contra del ISIS.
Los que organizaron los ataques de París conocen este caldo de cultivo y, por desgracia, tienen una alta posibilidad de éxito. El guión es casi un libro de texto: lo que seguirá es un endurecimiento de la opinión pública popular francesa en contra de todo lo que huela a musulmán. La xenofobia y la intolerancia se esgrimirán en detrimento de justos por pecadores y menudearán todo tipo de agravios y discriminaciones en contra de árabes y musulmanes. Es decir, más jóvenes se sentirán víctimas de un sistema que los rechaza y los reprime; aumentará el número y la intensidad de los sectores radicalizados y en consecuencia la policía será más severa y arbitraria. Un ciclo de inestabilidad que se alimenta a sí mismo.
El ejemplar de The Economist que comenzó a circular esta semana, antes de los atentados, daba cuenta del ascenso imparable del Frente Nacional, de Marina Le Pen, una organización de extrema derecha que ha hecho del discurso en contra de los musulmanes su lema de campaña. El FN arrasaría en los comicios que tendrían lugar en los próximos días del norte del país. Incluso los partidos de izquierda han optado por ignorar el tema de los emigrados árabes porque se ha convertido en un tema impopular entre los votantes. Y eso fue antes de la masacre de París.
El tema de fondo es saber si Francia podrá hacer algo distinto a lo que hizo Estados Unidos cuando cumplió cabalmente el guión previsto por los terroristas. La tentación de caer en el discurso del odio y la segregación será mayúsculo, pero tendrían que hacer un esfuerzo para evitarlo si no desean despeñarse por el camino sin retorno de la intolerancia y la radicalización. Por cada terrorista hay miles de musulmanes franceses que sólo desean una vida digna para sus familias. Tendrán por los muchos Karim Benzema que hay detrás de un apellido árabe. Sólo trabajando con ellos podrán los franceses resolver el “problema musulmán” que abofeteó el rostro de París este viernes 13.
Publicado en Sinembargo.mx y otros quince diarios
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October 8, 2015
López Obrador, a pesar de sí mismo
Durante la campaña presidencial del 2006 el cuartel de guerra de Andrés Manuel López Obrador juzgó que el dinero no alcanzaría para sostener el ritmo de campaña. Enterado del apuro, Hugo Chávez ofreció los recursos que fueran necesarios para asegurar el triunfo del tabasqueño. Andrés Manuel declinó el ofrecimiento.
La anécdota la he escuchado de un par de sus más cercanos colaboradores, y supongo que con algunos matices debe ser cierta. Y tampoco es de extrañar, por un lado, porque durante largos trechos de esa campaña AMLO estaba tan convencido de que su triunfo era inevitable que bien pudo juzgar innecesario deberle ese favor al presidente venezolano. Pero también tiene que ver con su actitud hacia el dinero. El señor puede tener muchos defectos, pero en materia de austeridad es una ave rara entre la clase política.
Y justamente allí reside su potencial de cara al 2018, pese a todo. Es el único personaje de la escena pública a quien el ciudadano de a pie podría creerle si encabeza una cruzada en contra de la corrupción. Y tal como están las cosas, ese será uno de los temas claves, sino es que el principal, en los próximos comicios.
La corrupción se ha convertido en la bestia negra del gobierno de Peña Nieto. Un cáncer que deslegitima las acciones de gobierno y cubre de un manto de sospecha toda declaración, intención o proyecto. En las encuestas sobre insatisfacción ciudadana disputa los primeros lugares a la inseguridad pública y a la situación económica. Y no olvidemos que fue la corrupción lo que movilizó a los guatemaltecos hace unas semanas y terminó deponiendo a su presidente.
En resumen, si la próxima campaña presidencial se plantea en términos de una revolución moral, López Obrador llevará ventaja sobre cualquiera de sus rivales. Si añadimos que, pese a todo, sigue siendo el candidato de los pobres en un país lleno de pobres, sus posibilidades son evidentes.
El problema de Andrés Manuel son sus antídotos. Y más allá de sus innumerables enemigos, que también pesan, destacaría cuatro:
Primero, él mismo. En ocasiones da la impresión de que AMLO se asegura de cumplir la profecía de ser víctima de la confabulación de sus enemigos. O hace muy poco para impedirlo. O quizá simplemente se deje llevar por su propio discurso. El hecho es que como gobernante de la ciudad de México se caracterizó por una administración eficaz, tolerante, imaginativa y dialogante. Fue capaz de convocar a Carlos Slim para la renovación del centro de la ciudad, o hacer el segundo piso del periférico contra viento y marea para beneficio de las clases medias y altas del sur del DF. Una tolerancia que lo abandonó como candidato y le generó enemigos a diestra y siniestra.
El segundo problema es la división de la izquierda. Si el voto se fragmenta entre el PRD y Morena podría no alcanzar frente a otros candidatos populares, lo cual nos lleva al tercer factor. En caso de llegar un candidato ciudadano a la boleta electoral, un “Bronco” a escala nacional, seguramente el político profesional que más votos perdería sería AMLO.
Finalmente, está el tema de la agenda política. López Obrador no es un hombre viejo, o no tanto, pero sí es un hombre antiguo. Entre 2006 y 2018 hay un mundo de diferencia, y no sólo en términos del ciberespacio. Muchas reivindicaciones han cambiado. El mayor número de votantes, los veinteañeros, tenían entonces 8 o 12 años de edad. Hoy votarán pensando en su futuro; López Obrador tendrá que demostrar que no es un político obsesionado por el pasado. No son citas de Benito Juárez lo que los nuevos ciudadanos están esperando. El problema es que no está claro que él lo sepa.
Publicado en El País
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