Jorge Zepeda Patterson's Blog, page 19

February 12, 2015

Noticias del Imperio

Si no puedes eliminar la desigualdad, ignórala; si la violencia es irreductible, evita hablar de ella; si el cáncer de la corrupción te invade, ocúltalo con tus mejores ropajes. En suma: si la realidad te es adversa, censura, silencia, engaña. Los demonios sueltos y los poderes fácticos han hecho lo imposible por controlar la información en México. Ochenta periodistas muertos en la última década y docenas de medios de comunicación amedrentados (y muchos otros comprados) son una macabra y lastimosa muestra de este cerco.


Y no obstante, un escándalo tras otro, una filtración más grave que la anterior, una mansión adicional de origen inexplicable tiene a los poderosos maniatados y contra la pared. Las matanzas de Ayotzinapa y Tlatlaya, las sospechas de licitaciones amañadas en las grandes obras de este sexenio, las mansiones millonarias, han provocado una crisis política de alcances insondables. La distancia entre el ciudadano y el político es abismal; la credibilidad y los márgenes de maniobra del gobierno de Peña Nieto son cada vez más reducidos.


La nueva administración apostó por la economía y nunca por una estrategia para combatir a la desigualdad, la violencia y la corrupción. Asumió que bastaba con retirar de la conversación los temas incómodos y esperar la prosperidad económica. Fracasó en ambos frentes. La bonanza no llegará en el inmediato futuro (y el desplome en el precio del petróleo y la desfavorable paridad con el dólar son la última puntilla) y el cerco informativo fue insuficiente para contener un escándalo tras otro.


El presidente mexicano es un hombre joven pero sus modos son antiguos. Su manual político pertenece a épocas en las que no había redes sociales, la prensa extranjera no se inmiscuía en los asuntos internos, los empresarios se conformaban con mamar del erario y buena parte de la sociedad nadaba en aguas clientelares.


Las cosas han cambiado, en particular las noticias que llegan del imperio. No pasa una semana sin que The New York Times, The Wall Street Journal, The Washington Post, o el New Yorker hagan una nueva revelación de la enésima propiedad inmobiliaria clandestina de priistas vinculados al poder presidencial o destapen el siguiente caso de corrupción y violencia de parte de las fuerzas de seguridad.


La entrevista publicada por El País a Virgilio Andrade, el presunto “zar” anticorrupción recién nombrado por el Presidente, es un documento revelador en sí mismo y contrasta con las piezas “amables” arregladas con la prensa y la televisión mexicanas vinculadas al poder. Las respuestas del funcionario a las preguntas incómodas del reportero resultan poco menos que incriminadoras, comenzando por la descripción de su entorno: despacha bajo la foto de Peña Nieto, a quien el funcionario debe investigar.


Y dicho sea de paso. El nombramiento de este priista, amigo del Presidente y de su círculo inmediato, es una muestra más de las oportunidades perdidas por Peña Nieto en la contención de daños. La primera tarea del ministro “anticorrupción” debería ser la de investigar si en su designación no hubo conflicto de intereses. Y es una oportunidad perdida porque Los Pinos podría haber enviado un mensaje muy distinto de haber designado a un personaje independiente. ¿Qué habría pasado si hubiese incorporado a Cuauhtémoc Cárdenas o a Javier Sicilia en la trinchera destinada a combatir la corrupción?, por ejemplo. Cualquier cosa antes que esta bufonada que daña aún más la imagen del Presidente.


Detener por cargos de corrupción a los familiares del ex gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, como sucedió esta semana, sería buena señal si no se tratara de un político de la oposición. Particularmente cuando al mismo tiempo la prensa extranjera revela que otro ex gobernador, pero este sí del PRI, José Murat, de Oaxaca, y su hijo Alejandro Murat, titular de Infonavit, poseen residencias en Estados Unidos muy por encima del historial de sus cheques nominales. Ambos, padre e hijo, vinculados al grupo de Peña Nieto. La opinión pública puede dar por sentado que el trato al ex gobernador priista será muy distinto al aplicado al perredista.


El sistema político mexicano y sus respuestas me hacen pensar en los autos de los años cincuentas que suelen circular en la Habana. Alambres y piezas improvisadas, algunas incluso chuscas e ingeniosas, les permiten seguir circulando lastimosamente medio siglo después de su fecha de caducidad. Sin embargo son carcachas que no intentan pasar por nuevas. En las respuestas anquilosadas del PRI, en cambio, hay mucho de grotesco y poco de pintoresco. El gobierno tendría que entender que ninguna política de comunicación, es decir de ocultamiento, se va a convertir en una estrategia contra la corrupción, la desigualdad y la inseguridad que no existe. Por una vez la administración tendría que dejar de hacer control de daños y comenzar a hacer políticas de Estado.

Publicado en El País


@jorgezepedap



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Published on February 12, 2015 05:36

February 8, 2015

¿Y si lo de Andrade no es burla?

Se equivocan quienes creen que la primera tarea de Virgilio Andrade como “zar anticorrupción” es investigar si hubo conflicto de intereses en la adquisición de propiedades por parte de Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray. No, la primera tarea tendría que abordar si hubo conflicto de intereses en su nombramiento por parte del Presidente.


Vamos, es que el asunto parece una burla. Pero como genera muy pocas ganas de reírse, mejor analicémoslo porque en una de esas no es lo que parece.


Que el nuevo secretario de la Función Pública es un hombre del PRI no constituye ningún secreto. Haber sido asesor del equipo de campaña de Peña Nieto y ex representante (suplente) de ese partido ante el IFE, son credenciales que eliminan cualquier brizna de credibilidad o pátina de imparcialidad a su nombramiento.


La pregunta entonces es: ¿qué pretende el Presidente con la designación de un árbitro que se presenta en la media cancha con la camiseta de uno de los equipos que van a jugar? Cualquiera de las respuestas a esta pregunta produce escozor, sino es que franco pavor.


Una: es lo que es. Peña Nieto decide llenar la vacante del ministerio de la Función Pública luego de los escándalos de corrupción en su gobierno, pero sin ninguna gana de que eso le genere dolores de cabeza. Designa a Andrade porque asume que mantener vacío ese escritorio es señal de desinterés y le daña más aún que colocar a un incondicional. Si tal es el caso, Andrade investigará al Presidente y a su gabinete y, pasado el tiempo, entregará la cabeza de algunos personajes menores y asunto concluido. Pero incluso esa pantomima le reporta dividendos a Los Pinos: desde ahora todo el aparato del Estado divulgará por el mundo que México cuenta ya con un “zar anticorrupción”. The Economist, una revista usualmente crítica con los excesos y abusos del gobierno mexicano arranca un artículo sobre el tema con un entusiasta espaldarazo: “No sucede todos los días que un presidente lance una investigación sobre sus propios asuntos, pero eso es justo lo que acaba de hacer el presidente de México, Enrique Peña Nieto”.


Pero lo que puede reportar dividendos en el exterior se convierte en fuente de burla y deslegitimación a escala nacional. Para la opinión pública local constituye una muestra más de la insensibilidad frente a la indignación que genera la corrupción en las altas esferas. Es tan contraproducente esta medida que tendríamos que preguntarnos dónde quedó el cacareado oficio político que se le endilga a los priistas. Y justamente eso es lo que más me preocupa; que las autoridades hayan perdido todo contacto con el estado de ánimo del hombre y la mujer de a pie, sustento mismo del arte de gobernar. Ya desde el día en que el Presidente pidió a su mujer explicar ante la televisión el origen de la “casa blanca”, creyendo que con eso apaciguaría los ánimos, se revelaba una enorme incapacidad para anticipar los efectos de sus propias medidas. Como sabemos, el tiro le salió por la culata. Si de veras cree que el nombramiento de Andrade para que investigue las propiedades presidenciales es una muestra de su honestidad, francamente muestra, como en el caso de John Snow de la serie Juego de Tronos, que el Presidente no ha entendido nada.


Dos: adiós Videgaray. Como algo en mi fuero interno se resiste a creer que los priistas sean tan despistados, quisiera contemplar una segunda explicación al anuncio de un nuevo titular en la Secretaría de la Función Pública. Los Pinos necesitaba a un incondicional para operar el sacrificio de una pieza importante. Un fusible desechable del gabinete, alguien que al margen del sustento de las investigaciones resulte políticamente correcto y exhiba ante el mundo el deseo auténtico de Peña Nieto para limpiar a su gobierno. ¿Qué tal que Andrade entró allí para operar la inmolación de Luis Videgaray en Hacienda o Gerardo Ruiz Esparza en la Secretaría de Comunicación y Transportes, por mencionar a alguno? Discúlpenme por ser mal pensado pero las declaraciones de Andrade asegurando que Videgaray era su amigo desde hace más de veinte años parecerían preparar el terreno para hacer más impactante la entrega posterior de su cabeza. Eso ofrecería una muestra incontrastable ante el mundo de que Peña Nieto estaría decidido a combatir a la corrupción cueste lo que cueste. Una jugada, ahora sí, políticamente muy hábil.


O quizá estoy viendo movidas estratégicas de tres bandas allá donde no hay más que mofa y desprecio por la opinión pública. ¿Hay un cálculo ingenioso detrás de la pantomima, un as bajo la manga en esta operación política o simplemente un acto burdo revelador de que a estos priistas los perdimos hace rato? ¿Usted que cree?


Publicado en Sinembargo.mx y otros 15 diarios



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Published on February 08, 2015 17:42

February 4, 2015

Golpeador

No es buena idea golpear a tu esposa en casa cuando eres miembro de una asociación de defensores de las causas de la mujer (tampoco es buena idea hacerlo cuando no lo eres, pero esa es otra historia). Eso es justamente lo que ha estado haciendo México en los últimos años con el tema de los derechos humanos.


El gobierno mexicano se ha puesto a firmar alegremente todo tipo de tratados internacionales, algunos incluso sorprendentemente muy progresistas y ambiciosos en el mejor de los sentidos: en materia de derechos de los niños, los jóvenes y las mujeres, de los poseedores de discapacidades diferentes, de los trabajadores o de los indígenas. Compromisos que revelan una generosidad y un alarde civilizatorio que serían harto encomiables si no fuera por el hecho de que fueron firmados sin ninguna intención de hacerlos cumplir.


Pocas cosas lo muestran con la nitidez de la comparecencia del gobierno mexicano esta semana ante el Comité de Desapariciones Forzadas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Ginebra, Suiza. Los miembros internacionales preguntaron una y otra vez a la delegación mexicana sobre los registros oficiales u oficiosos de cuántas desapariciones forzadas se contabilizan en el país; también pidieron precisiones sobre cuántas de éstas desapariciones son de mexicanos, de emigrantes mexicanos y centroamericanos que buscaban cruzar la frontera para llegar a Estados Unidos, cuántas son niños y cuántas de mujeres. Las respuestas de nuestros funcionaros fueron tan erráticas, pobres y evasivas que al comité internacional le quedó muy claro que el gobierno de Peña Nieto (y el de Calderón antes de éste) han puesto muy poca atención al problema o de plano lo han ignorado, pese a los tratados internacionales que nuestro país ha signado al respecto.


Las respuestas fueron tan insatisfactorias que los relatores reprobaron a la delegación mexicana e incluso regañaron a los funcionarios: si no se sabe cuál es el problema, no se puede crear la legislación adecuada ni tampoco los programas concretos para implementar una política de lucha contra esa lacra, fue su dictamen.


Hasta ahora el gobierno mexicano había creído que podía obtener lo mejor de “los dos mundos”. Pretender ser un país perteneciente a la OCDE y asumir de boca para afuera las responsabilidades de una sociedad moderna, responsable y madura; y al mismo tiempo comportarse, puertas adentro, como un país de la África profunda en el trato a sus ciudadanos. 22 mil desapariciones prácticamente sin investigación de por medio y sin que a ningún funcionario le quite el sueño no es precisamente el comportamiento de ningún otro miembro de los clubes a los que México pertenece.


El escándalo de Ayotzinapa es el fin del elefante en el cuarto que el resto de los países ricos pretendía no ver en sus relaciones con nuestro país. Había algo de hipocresía entre los miembros de la sociedad a favor de los derechos de la mujer que preferían ignorar la violencia doméstica del compañero mexicano. Para nadie en la comunidad internacional es un secreto la ausencia de un Estado de derecho en buena parte de los temas relacionados con la vida cotidiana en México. La presencia de la tortura en los procesos judiciales, las violaciones de los derechos humanos, la arbitrariedad en la impartición de la justicia, la ausencia en la rendición de cuentas o en el combate a la corrupción. Pero la economía mexicana es la undécima en el mundo, un socio con quien se hacen muy buenos negocios y un aliado estratégico por su vecindad con Estados Unidos, el mercado más codiciado en el planeta. Así es que han existido poderosos motivos para hacer la vista ciega ante los moretones que exhibe la consorte del compañero mexicano en los actos sociales de la organización defensora de las mujeres.


La desaparición de 43 estudiantes disidentes y la reprobable actitud seguida por las autoridades mexicanas, más interesadas en dar vuelta a la hoja e ignorar el problema que resolverlo, marca un hito en la actitud de la comunidad internacional. Por vez primera en muchos años han reprendido al socio díscolo e irresponsable. Es útil porque parece ser la única llamada que tiene algún efecto en el comportamiento evasivo del infractor.


México aspira a convertirse en un miembro del primer mundo y la importancia de su economía en ocasiones le permite comportarse como tal. Pero no lo es. Quiere ser Suiza pero prefiere seguir tratando a sus ciudadanos como aldeanos de Burkina Faso (dicho con todo respeto). Mientras no entienda que los derechos humanos de un estudiante de Guerrero o un campesino de Oaxaca deben ser respetados tanto o más que los de un turista alemán de visita en Cancún, seguiremos siendo un país de hipocresías y espejismos.


Publicada en El País


@jorgezepedap



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Published on February 04, 2015 17:50

February 1, 2015

¿Y los cambios?

Por lo visto los secretarios de estado de Enrique Peña Nieto tendrían que asesinar a alguien para ser despedidos. Y quizá ni así. En dos años algunos de ellos han cometido una sarta de errores e ineficiencias tales que deberían haber sido enviados a su casa hace rato. Y no obstante, se aferran a sus puestos con la desesperación de un náufrago en alta mar a su balsa medio inflada.


Pero la sobrevivencia de Rosario Robles en Sedesol, Murillo Karam en la PGR o Ruiz Esparza en la secretaría de Comunicaciones y Transportes (por mencionar algunos y por no comenzar con Luis Videgaray en Hacienda para no hacer eterna a esta columna), tiene que ver menos con sus habilidades para enmascarar sus limitaciones y mucho más con la negligencia de Peña Nieto.


En otra ocasión me he referido a la incapacidad que exhibe el gobierno para darse cuenta de sus errores. En Los Pinos viven convencidos de que las críticas que reciben son una expresión de los resentidos sociales que se aferran al México viejo y anacrónico; ese que según ellos se resiste a las reformas modernizadoras impulsadas por el soberano bienintencionado aunque incomprendido. A sus ojos los pobres niveles de aprobación de Peña Nieto (los más bajos en las últimas décadas) no reflejan un mal gobierno sino la mala imagen que resulta de las campañas insidiosas de envidiosos y de las agendas perversas de todos aquellos que resultarán afectados por las reformas.


Siendo así, ninguna crítica es legitima; todas son espurias y responden a intereses perversos. ¿Por qué entonces cambiar a la secretaria de la Sedesol, cuestionada una y otra vez en la opinión pública por el uso político y clientelar de los recursos destinados a paliar la pobreza? ¿Por qué sustituir al ministro a quien se le hicieron engrudo las licitaciones de trenes y carreteras aún cuando el escándalo llegó hasta China? ¿Qué razón tendría el Presidente para pedirle al procurador cansado que se vaya a curar su fatiga a una hamaca de su jardín? El Jefe de la Nación está convencido que el desamor que reciben sus ministros es resultado, como en el caso de los dentistas, del tratamiento correcto pero molesto que recetan a un paciente ingrato.


O quizá el Presidente sabe de la ineficacia de los ministros pero se impone en él su espíritu de cuerpo. La lealtad es más importante que la eficacia; nuestra fortaleza es la unión; ninguno de los nuestros es abandonado en el campo de batalla. De ser esta la razón que explica la longevidad de algunos secretarios ineficaces habría algo de admirable en la dispensa presidencial que los arropa. Una especie de solidaridad de grupo entre priistas.


Pero me temo que el motivo se encuentra en otro lado. Peña Nieto no hace cambios en el gabinete no por lealtad con sus ministros sino por amor a sí mismo. Le parece que remover a una de las piezas de su gobierno equivale a aceptar un error de origen. Prefiere cargar con el lastre que significa operar con una pieza desgastada o inadecuada, que aceptar que hubo un equívoco en la elección de los integrantes de su equipo. Me recuerda a Miguel Mejía Barón, el entrenador de la selección en el Mundial de Estados Unidos, quien prefirió ver descalificado a México en tiempos extras que introducir algún cambio en la alineación pese al cansancio de sus fatigados jugadores.


El Presidente asume que antes que con México su compromiso es consigo mismo. Sabe que despedir a un miembro de su gabinete significa aceptar que una rama de su gobierno no estaba haciendo bien las cosas. Y eso equivale a meter dudas en la imagen inmaculada que tiene de sí mismo.


Nadie la ha dicho al presidente que los secretarios de estado son como los fusibles: útiles para llevar la sobrecarga y ser reemplazados cuando están fundidos. Hay jugadores de primer tiempo y jugadores para el segundo tiempo. Y peor aún, hay jugadores que no dieron el ancho. Alguien le tendría que decir a Peña Nieto que ningún ex entrenador de la selección ha tenido peor destino personal y profesional que Mejía Barón, el que se resistía a hacer los cambios


Publicada en Sinembargo.mx y otros quince diarios


@jorgezepedap



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Published on February 01, 2015 17:52

January 29, 2015

Una verdad histriónica

No es un asunto de verosimilitud sino de credibilidad. No es que no pueda ser cierto, es que cuesta creerles. Que el crimen “desorganizado” haya confundido a los estudiantes de Ayotzinapa con miembros de un cártel rival y los haya asesinado no es algo imposible. Salvajismo les sobra, estupidez también; el cártel Los Guerreros Unidos no son precisamente el profesor Moriarty, ni les caracteriza una talentosa mente criminal.


El problema es que la autoridad responsable no ha ocultado a lo largo de 120 días su deseo de minimizar el asunto y dejarlo atrás. Muchas ganas de darle vuelta a la hoja y muy pocas de resolverlo. Desde el 27 de septiembre la opinión pública ha podido dar cuenta de la manera en que el ejecutivo federal intentó abordar la matanza como un incidente más de la larga sangría que impone la inseguridad en México. Como si invocar al hoyo negro cósmico que ya se ha tragado a 22 mil desaparecidos los eximiera, también en esta ocasión, del trabajo de investigar. Sólo cuando la prensa mundial y los organismos internacionales mostraron que la indignación no cedía, el gobierno entendió que la muerte de 43 estudiantes disidentes no podían colgarse en el limbo de las cosas perdidas.


De hecho la primera mención que hace el Presidente sobre el tema fue una declaración absolutamente desafortunada. Trató de sacudirse toda responsabilidad señalando que se trataba de un asunto que involucraba a las autoridades locales, tanto municipales como estatales. Casi como si aprovechara el escándalo para desgastar a la oposición, toda vez que Iguala y Guerrero están encabezadas por miembros del PRD. Se dio cuenta que la estrategia había sido equivocada cuando advirtió que la opinión pública internacional no hacía diferencia entre gobiernos locales y federales. Para el resto del mundo, la atrocidad era imputable al orden de cosas que prevalecía en el México gobernado por Peña Nieto.


El 29 de octubre el presidente finalmente aceptó intervenir y recibió a los padres de los jóvenes desaparecidos en Los Pinos. Prefirió que vinieran a visitarlo que acudir a Iguala, como se lo había pedido, entre otros, un editorial del Financial Times, argumentando que el gobierno tenía que cambiar su estrategia. Sólo la casa presidencial no veía lo que el resto del mundo. Lo dejó en claro un incidente días más tarde en España. El sábado 8 de noviembre un autobús de pasajeros se accidentó en Murcia y murieron 14 personas. Dos días más tarde los reyes de España acudieron al pueblo de Bullas para presidir el funeral y presentar sus condolencias a los familiares. Una medida de respeto y solidaridad con las víctimas. Peña Nieto esperó 33 días para aceptar que los padres lo visitaran en su casa.


Harto de las marchas ciudadanas de protesta, el 4 de diciembre en Acapulco, a 191 kilómetros de Iguala (lo más cerca que ha llegado del lugar de la tragedia), hizo un llamado a la opinión pública y a los padres de familia: “Pido un esfuerzo colectivo para que vayamos hacía delante y podamos realmente superar este momento de dolor”. Las palabras del presidente provocaron furor en las redes sociales en cuestión de minutos y colocaron el hashtag #YaSupérenlo como tendencia nacional en Twitter. Memes de una y otra índole preguntaban al mandatario si él podría superar el asesinato de un hijo en materia de semanas. Peor aún, la declaración presidencial fue asumida, otra vez, como muestra de que el gobierno no estaba comprometido con su responsabilidad de esclarecer la verdad sino en dejar atrás los hechos. Tres semanas antes, el procurador Murillo Karam había soltado un desafortunado “ya me cansé” en relación a la investigación de la que era responsable.


Ciertamente hay confesiones de los presuntos culpables materiales del asesinato. Pero también es cierto que la justicia mexicana se ha caracterizado por su habilidad para producir revelaciones incriminadoras a golpes. Peor aún, los fiscales y ministerios públicos tienen un largo historial de investigaciones y fallos arbitrarios para acomodarse a las necesidades políticas del soberano. Y Peña Nieto y su gobierno han dejado muy pocas dudas de cuales eran sus necesidades políticas en este caso.


La autoridad enfrenta una terrible paradoja. Podría estar documentando una verdad (una verdad histórica dijo Murillo Karam) para vender una enorme mentira: pretender que se ha hecho justicia. No se si sean verdades históricas, pero sí que son verdades histriónicas. Con el dictamen del procurador Murillo la tragedia de Ayotzinapa queda “zanjada” judicialmente. Para desgracia del gobierno y de México, el tema hace rato que dejó de ser judicial para hacerse político. Y políticamente esto está muy lejos de haberse resuelto.

Publicada en El País


@jorgezepedap



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Published on January 29, 2015 17:54

January 25, 2015

Verde, el color de pesadilla

EL Partido Verde es la estafa política perfecta. Una empresa familiar de marketing y lobby capaz de recibir cientos de millones de pesos fingiendo, sin mucho esfuerzo, que es un partido político. Todos saben que se trata de una impostura, pero las reglas del sistema lo vuelven absolutamente invulnerable. Contra el Niño Verde no hay defensa.


La apropiación del color verde y la palabra ecología le ofrecen a este membrete, en automático, entre 3 y 5 por ciento de los votos por parte de electores jóvenes poco politizados; con 28 diputados y siete senadores con frecuencia se convierte en fiel de la balanza en votaciones decisivas y, por consiguiente, en la niña de los ojos que cortejan los partidos mayores.


A diferencia del resto de los partidos empeñados siempre en ampliar su base social y territorial, al verde no le interesa mayor cosa expandir su membresía. En cierta forma prefieren no tenerla porque eso a la larga pondría en riesgo el control del partido a cargo del Niño Verde y su padre. Eximidos de esa tarea, no hay mucho trabajo que hacer. Les basta con convertir al PVEM en una marca . No se trata de hacer política, basta hacer top of mind entre los electores, un eslogan recordable. Lo demás vendrá por añadidura: prerrogativas, curules y escaños, alianzas electorales y posiciones de poder. Por eso es que hacen un círculo vicioso perfecto y absolutamente invulnerable a cualquier intento de la sociedad para interrumpirlo: usan los cuantiosos recursos que reciben en la producción de campañas callejeras y pegajosas, eso y su membrete verde-ecológico les da votos; los votos le proporciona un número de diputados y senadores que los demás partidos están dispuestos a comprar a través de alianzas y canonjías. Y con esos recursos y canonjías hacen campañas masivas. Y el círculo comienza de nuevo. Claro, en el proceso los dirigentes se enriquecen obscenamente.


Pero no basta. La familia González y sus amigos encontraron otros filones de explotación de su mina de oro. Ofrecen el membrete de su organización a candidatos de otros partidos en alianzas mercantiles, basadas en la mejor oferta y la conveniencia política, al margen de cualquier consideración sobre programa, plataforma electoral o ideología. Sólo en 1994, tres años después de su creación, lanzaron candidato presidencial propio: Jorge González Torres, obviamente. Después han preferido arropar a un candidato de otro partido, luego de la negociación respectiva. En 2000 a Vicente Fox, en 2006 a Roberto Madrazo, en 2012 a Enrique Peña Nieto. O sea, al PAN o al PRI, dependiendo de la correlación de fuerzas que perciban y las ofertas que reciban. No es pues un partido que permita que las convicciones políticas, si las tuvieran, entorpezcan una negociación favorable.


La clientela a quien ofrecer el uso del membrete no se restringe a otros institutos políticos. En los últimos años el PVEM es el principal vehículo para dar acceso y posicionar a la llamada telebancada. Es el caso de los senadores Ninfa Salinas Sada, hija de Ricardo Salinas Pliego, Luis Armando Melgar, ex director de Canal 40, Carlos Puente, ex directivo; todos ellos vinculados a la televisora del Ajusco. Entre ambas cámaras se estima que la telebancada asciende a 16 legisladores, una cifra superior a la de algunos partidos políticos.


En el Partido Verde la selección de candidatos no tiene nada que ver con plataformas ideológicas o trayectoria política. El criterio de reclutamiento tiene más que ver con la agenda social del Niño Verde y otros juniors, y con las virtudes fotogénicas del candidato. Ser bonito o ser famoso independientemente de las capacidades intelectuales o morales.


Son las encuestas las que definen las “demandas” políticas del partido. Reivindicaciones aisladas y populacheras al margen de cualquier agenda ecológica o a favor de la vida. Tal es el caso de su petición de la pena de muerte, que convirtieron en una cruzada mediática. Un objetivo irreal e impracticable a sabiendas, pero útil para atraer votos. Sin importar el hecho de la aberración que significa que un partido “verde” apueste por la muerte, único caso en el mundo.


En suma, el Partido Verde Ecologista de México es como su actual líder, Jorge Emilio González Martínez, impresentable. Es una anomalía absurda, onerosa e inútil para el tejido social y político. Explicable sólo en el contexto de irracionalidades de la vida política y de los políticos. En efecto, en tales asuntos, moral es un árbol que da moras.

Publicada en Sinembargo.mx y otros quince diarios

@jorgezepedap



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Published on January 25, 2015 17:56

January 22, 2015

La jaula de oro

Felipe Calderón podía ser muchas cosas pero no tenía nada de tonto (las muchas cosas incluirán la mecha corta y la obcecación, pero eso es harina de otro costal). Él sabía que los presidentes corren el riesgo de terminar encerrados en una burbuja irreal, rodeados de cortesanos capaces de informar al soberano que el verde es azul rey. En una entrevista en su despacho de Los Pinos le pregunté al mandatario panista que hacía él para escapar a esa burbuja. Me respondió que revisaba los medios de comunicación y algunas de las columnas personalmente, al margen de la síntesis de prensa que le hacían llegar sus colaboradores. Y acto seguido me llevó a la pantalla de su computadora en la que tenía abierta una decena de pestañas con los principales portales de información nacionales e internacionales. La manera ágil en que se desplazaba entre una y otra reveló que, en efecto, era un asiduo de la consulta de información por su propia mano. Creí advertir, incluso, que alguna de las pestañas estaba congelada en una caricatura desfavorable a la figura presidencial. En aquél momento pensé que era una virtud el esfuerzo que hacía Calderón para saltar el cerco informativo de su propio equipo, pero después, cuando supimos del carácter iracundo y rencoroso, ya no estuve tan seguro. Me lo imaginé encerrado en su despacho rumiando su despecho una y otra vez a la vista reiterada de las nota negativas.


Ernesto Zedillo tenía un método más práctico para escapar de la jaula de oro. En muchas de sus giras por el territorio nacional solía separar una tarde para entrevistar uno a uno a distintos líderes y representantes de la sociedad civil en cada región. Los veía a solas y les pedía externaran de manera libre y espontánea de sus puntos de vista. Supongo que más de alguno de los consultados sería honesto. Por su parte, Vicente Fox diría que él “no ocupaba” de tales consultas porque nunca dejó de ir a su rancho y de hablar directamente con su gente. Y quizá eso fue parte del problema; jamás dejó der ser ranchero y candidato, nunca comenzó a ser presidente.


Mucho me temo que Enrique Peña Nieto ni siquiera hace el esfuerzo. Vamos, ni siquiera cree que la burbuja de oro que significa el cerco informativo al que lo somete su equipo sea un problema. No hace como Zedillo giras para tomar el pulso de la sociedad civil, ni consulta directamente a la prensa nacional e internacional como Calderón. Y ciertamente no tiene un roce continuo con la gente de a pie, como se ufanaba Fox. Y en buena medida porque nunca lo tuvo. Es decir, literalmente la cabeza del país vive en su jaula de oro.


Esto no significa que ignore la molestia que genera entre la población la inseguridad policiaca, la corrupción y la frágil situación económica. Entre otras cosas porque afectan a la clase política y empresarial, nacional e internacional, con la que sí tiene relación. En otras palabras no hay jaula de oro que blinde de la indignación que han generado los escándalos recientes, en particular los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa. Los viajes y salidas presidenciales ahora sólo pueden hacerse a escenarios controlados para evitar que los manifestantes lo importunen con mantas y gritos, sea en México o en el extranjero (adiós el viaje a Davos, por ejemplo).


Así que sea por una vía u otra, tarde o temprano los presidentes se enteran de que, pese a lo que se les diga, el mundo afuera de Los Pinos no es color de rosa. El problema es la explicación que se montan para procesar las críticas de la opinión pública. Y es entonces cuando aparecen los puntos de fuga. Fox estaba convencido de que la clase política y los medios de comunicación resentía la popularidad de la que gozaba entre el hombre y la mujer de la calle. Comenzó y terminó el sexenio creyendo que sus detractores procedían de una capa intermedia de envidiosos, y que debajo de esa capa su popularidad era unánime.


Por su parte, Calderón concebía las críticas como el precio a pagar por su cruzada en contra del crimen organizado. Se sentía un mártir incomprendido, dispuesto a sacrificar incluso su popularidad con tal de erradicar el cáncer de la inseguridad. Cegado por esa prioridad, creyó que al final la historia le daría la razón y el reconocimiento de la sociedad.


Algo similar sucede con Peña Nieto y sus reformas. Realmente está convencido de que es el transformador de México y que dentro de varias décadas será visto como el presidente parte aguas de la modernidad. Sus colaboradores cercanos le reiteran que los escándalos y críticas no son más que las reacciones del México viejo y atrasado que se resiste a cambiar o los pataleos de los intereses afectados por sus reformas.


Fox, Calderón o Peña Nieto, cada uno a su manera han sabido de la insatisfacción que deriva de las incapacidades y errores de sus respectivos gobiernos. Pero los tres, por distintas razones, han encontrado la manera de evadir su responsabilidad. Sólo eso explica, en el caso del actual gobierno, que se mantengan en su sitio varios secretarios de estado que han hecho más que suficiente para justificar su retiro. No hay autocrítica allá donde la crítica es percibida como algo injusto e ilegitimo. El reformador de México asume que la resistencia procede de los que se niegan a ser reformados. Mala cosa.


Publicada en El País

@jorgezepedap



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Published on January 22, 2015 17:58

January 18, 2015

Invitados de boda

No formo parte de las filas de los que proponen no ir a votar. Pero cómo se antoja a la luz de los procesos que están siguiendo los partidos para elegir a sus candidatos. Las dirigencias del PRI, PAN, PRD y PVEM escogen candidatos como el que selecciona invitados para su boda: amigos, parientes, cómplices.


Y no sustento la tesis abstencionista simplemente porque eso significaría, en la mayoría de las elecciones, otorgarle el pase automático al candidato del PRI, partido que suele poseer votos cautivos en sus redes corporativas y territoriales. Pero, insisto, la canasta de opciones que nos ofrecen los partidos restantes hace preguntarse si en el fondo no da lo mismo quien salga elegido. De hecho algunos de los candidatos son tránsfugas que hoy se colocan una casaca y mañana otra.


En estas semanas los partidos políticos están realizando los primeros pasos para elegir los candidatos a diputaciones plurinominales y distritales para la renovación del Congreso en el verano de 2015. Las llamadas elecciones intermedias.


Pero al observar la rebatinga que comienza a darse al interior de cada instituto político entendemos que el proceso de selección tiene muy poco que ver con la evaluación de la calidad de los precandidatos y mucho con la filiación a la corriente a la que pertenecen. Ejemplo de lo anterior es lo que acaba de suceder en el PAN con la selección de los candidatos a las litas de plurinominales, en donde el grupo maderista se despachó con la cuchara grande en detrimento de las fracciones opuestas al presidente del partido. No se trata de escoger a los mejores hombres y mujeres, sino a los incondicionales que permiten a los dirigentes mantenerse en el trono.


No es muy distinto lo que está sucediendo en el PRD. Por lo demás la escisión de MORENA dejará a los Chuchos, la fracción dominante, el campo libre para repartir entre sus filas las candidaturas claves.


Y del Partido Verde, mejor ni hablamos. Sus reclutamientos carecen de cualquier consideración vinculado a la agenda ecologista, aunque sí a la agenda social. A juzgar por el perfil de los candidatos, la selección de sus militantes tiene lugar en las discotecas a las que asiste el Niño Verde y sus amigos.


Cuando uno conversa con miembros de la clase política escucha cómo se les llena la boca de argumentos a favor de la incorporación de ciudadanos a la arena pública. “Encontrar a los mejores hombres y mujeres de la sociedad”; “Invitar a los verdaderos líderes de la comunidad”. Frases que suelen repetir una y otra vez, en particular cuando observan la manera en que los políticos y los partidos son masacrados en las redes sociales por la opinión pública (o al menos esa opinión pública).


Pero cuando llega el momento de reponer los asientos del poder legislativo o el recambio en gobiernos estatales y municipales, regresan a los procedimientos endogámicos de escoger entre sus propias filas.


Es el mismo resorte que lleva a diputados y senadores cuestionar a lo largo de todo el año los excesos y derroches de la administración pública y a abogar por la austeridad. Excepto, claro, cuando llega el momento de decidir el presupuesto para sus prebendas, bonos, aguinaldos y pagos a sus asesores.


El problema de fondo es que esos comportamientos van profundizando la fractura abismal que se ha abierto entre la clase política profesional y el ciudadano. La comunidad no se siente representada por estos mercaderes que hacen de la administración su coto personal y gremial. Las dirigencias de los partidos políticos comienzan a parecerse a los liderazgos sindicales, cosificados en torno al poder y ajenos a todo lo que no sea útil para conservarse en el trono a perpetuidad.


No, no soy de los que aconseja abstenerse en el día de la elección. Pero digo, con todo respeto, ¿no podrían los partidos darme algún argumento al cual aferrarme?


Publicada en Sinembargo.mx y otros quince diarios

@jorgezepedap



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Published on January 18, 2015 17:59

January 15, 2015

La vida está en otro lado

El país en el que viven Peña Nieto y los gobernantes no es exactamente el mismo en el que operan la mayoría de los mexicanos. Es cierto que la economía informal sólo genera el 25 por ciento de producto nacional, pero ocupa al 60 por ciento de la población trabajadora. Son mexicanos que no pagan impuestos, que no usan un crédito bancario, que operan en el subsuelo institucional a lo largo del día, y todos los días. Una buena porción de sus actividades transcurre al margen de las normas y leyes que rigen la vida de los otros.


La economía informal es a México lo que el inconsciente es a un ser humano. No la queremos ver, asumimos que no existe y en consecuencia la ignoramos. Y no obstante la vida de una persona como la del país y sus habitantes no podría explicarse sin esta dimensión oculta que afecta y condiciona la zona visible que recogen las estadísticas oficiales.


Si la economía informal fuera un país y la formal otro país, en realidad la mayoría de la población de ambas naciones estaría viviendo en la frontera. No es que 60 por ciento de los mexicanos habiten el subsuelo de la informalidad y el otro 40 por ciento esté confinado a la punta del iceberg emergido. Todos van y vienen en sus trajines diarios para sobrevivir en una sociedad dominada por códigos formales, muchos de los cuales resultan inoperantes.


Incluso las clases medias y las altas que están en el padrón de contribuyentes o reciben correos de los bancos, recurren a la informalidad cada vez que les resulta conveniente. Sea para comprar en el tianguis, adquirir piratería, pagar servicios domésticos en efectivo o simplemente para evadir impuestos. Pero también la república de la opacidad, los sectores populares, cruzan la línea y emergen a la zona iluminada. El comerciante del puesto de tacos de la calle o el dueño del taller clandestino va al banco a pagar el recibo de la luz y del celular o su servicio de televisión por cable.


El problema no es que existan varios Méxicos. Después de todo, si no contáramos con esa enorme válvula de escape que es el autoempleo, el país que conocemos ya se habría desintegrado por la incapacidad del sistema para ofrecer alternativas a la mayoría de sus habitantes. No hay sociedad capaz de sobrevivir si resulta inviable para el 60 por ciento de sus integrantes. Que se hagan viables a sí mismos en este universo paralelo termina siendo una bendición que conjura la pesadilla de la inestabilidad crónica, las revueltas o la desintegración.


El problema no es ese, sino el hecho de que se pretenda gobernar como si no existiese.


Escucho a Peña Nieto y a su gabinete y me da la sensación que sólo hablan y gobiernan para esa punta del iceberg en el que vive la minoría. O quizá estoy siendo injusto y no se trate de un desdén deliberado sino de un simple reflejo de impotencia. Las palancas y botones sobre el tablero de navegación con el que cuentan producen efectos solo en la zona institucional, y muy poco o nulo en el vasto territorio de la informalidad.


Hace unos meses leí el libro del venezolano Moisés Naim, El fin del poder, en el que da cuenta de la manera en que se ha descentralizado el poder en una miríada de factores. Los centros tradicionales son incapaces de conservar su influencia por las presiones internacionales cambiantes, las redes sociales, la circulación incesante del dinero. Incluso Obama en la Casa Blanca quedó paralizado por el Senado y los gobernadores y la compleja trama de intereses a los que sirven.


En el caso de México, la impotencia del gobernante aún es mayor. Una gran porción del territorio está sujeta a demonios inconsecuentes incluso consigo mismos. Se ha dicho, y con razón, que la tragedia del país reside en el hecho de que los cárteles de la droga no pertenecen al crimen organizado sino al desorganizado. Y si a esto añadimos el peso de este universo paralelo de la informalidad, terminamos por entender que el soberano es en realidad soberano de muy pocas cosas.


El riesgo es que la élite termine atrincherada, haciendo un gobierno de ficción detrás de las murallas que les separan de la mayoría de los mexicanos. Normas cada vez más exigentes de parte de Hacienda como si cada ciudadano tuviese un contador al lado y un servicio de banda ancha perfecto, discursos político dirigidos a otros políticos, decisiones de política económica para los sectores punta de exportación. Mientras tanto, cada vez más mexicanos se pasan a vivir afuera de las murallas, al margen de la vida institucional crecientemente hueca y ficticia.


Tengo la impresión de que en Los Pinos no se han dado cuenta de que la vida ya está en otro lado y no en los espejos cortesanos que rodean al Presidente.

Publicada en El País


@jorgezepedap



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Published on January 15, 2015 18:03

January 11, 2015

Des-peña-dero

Era un hombre con suerte. Su vida había transcurrido entre algodones gracias a los padrinos y a las hadas madrinas que lo habían llevado de una cumbre a otra hasta llegar a Los Pinos, literalmente sin despeinarse. Su buena fortuna pareció extenderse a los primeros meses de su gobierno, cuando sorprendió al país con un Pacto por México novedoso e inesperado, plagado de prometedoras aunque polémicas reformas.


A partir de entonces todo ha sido despeñadero para Enrique Peña Nieto. Hoy enfrenta los más bajos niveles de aprobación de los que se tenga memoria, y mire que se necesita “talento” para ser más malquerido que Calderón, Fox o Zedillo.


Las razones de su desplome no sólo son imputables a los desaciertos, desde luego. Muchos de los problemas estructurales que padece México son el resultado de décadas, sino es que de siglos, de gobiernos ineficientes y corruptos. La desigualdad y la miseria o el cáncer de la inseguridad pública no nacieron en este sexenio. El problema es que las soluciones que ha ofrecido su administración para responder a estas lacras estructurales son fallidas e insuficientes a ojos de la opinión pública. Peor aún, son soluciones que están muy por debajo de las expectativas generadas por el cacareado regreso del PRI al poder, supuestamente de los que sí tenían oficio.


Para desgracia de Peña Nieto ahora ni siquiera su otrora buena fortuna vino a su rescate. Los demonios sueltos en Tlatlaya y en Ayotzinapa, verdaderos exabruptos salvajes procedentes del México que las élites se niegan a ver, han provocado un escándalo internacional de proporciones mayúsculas. No importa qué suceda durante el resto de esta administración, el sexenio de Peña Nieto pasará a la historia por el asesinato de 22 personas sometidas y desarmadas a manos del ejército en el Estado de México y de 43 estudiantes de Iguala desaparecidos en condiciones absurdas y todavía misteriosas. La tesis oficial que atribuye al crimen organizado la autoría de esta última tragedia muestra cada vez más hoyos y crecen las sospechas de que las fuerzas del Estado podrían estar más involucradas de lo que se creía en la desaparición de los normalistas. En tal caso las consecuencias internacionales podrían ser jurídicas en contra del gobierno de Peña Nieto y no sólo de imagen (ver mi artículo al respecto, “Dos Toneladas de preguntas” publicado en El País: http://goo.gl/XSMHtk).


A las desgracias anteriores se suman ahora las desventuras económicas. El Presidente enfrentará un año electoral con la cartera disminuida por un contexto económico terriblemente desfavorable. El presupuesto del sector público para 2015 fue diseñado a partir de los ingresos esperados por un precio del barril de petróleo a 79 dólares; actualmente ronda los 40 dólares y a la baja. En otras palabras, el gobierno tendrá mucho menos dinero que el esperado, lo cual significa: a) recorte en el gasto, con la consiguiente irritación de los sectores afectados; b) endeudamiento adicional, que se traducirá en mayores presiones sobre el peso y desconfianza de los mercados internacionales; y c) mayor presión sobre los contribuyentes para alcanzar una recaudación de impuestos más alta, lo cual en plata pura significará que los niveles de reprobación de Peña Nieto seguirán bajando por el descontento de las clases medias y altas y su negativa a seguir siendo ordeñadas.


Peor aún, la única manera en que podría aumentar sustancialmente la captación de impuestos es mediante un ataque frontal por parte de la secretaría de Hacienda a la economía informal, en la que se emplea ya más del 50 por ciento de la fuerza de trabajo. Pero eso provocaría un problema aún más grave, pues la economía informal es la única válvula de escape que los mexicanos tienen para eludir el desempleo, ahora que la emigración ha dejado de ser una alternativa accesible. Si se cancela la única posibilidad que la mayoría de los mexicanos tienen para sobrevivir dentro de un sistema que los ignora, las consecuencias podrían ser desastrosas.


No pintan bien las cosas para el Presidente y, por extensión, para los mexicanos. Ahora necesitaría un golpe de suerte sólo para que no surja de manera inesperada otro Ayotzinapa en algún otro lugar del territorio. O quizá un viento de fortuna que mejore el precio del petróleo. O simplemente hacer las cosas mejor, pero francamente a estas alturas le tengo más fe a la fortuna que a las capacidades del Grupo Atlacomulco.

Publicado en Sinembargo.mx y otros quince diarios


@jorgezepedap



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Published on January 11, 2015 18:05

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Jorge Zepeda Patterson
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