J.C. Hidalgo's Blog, page 17

November 21, 2019

Diario, día #23 – Soy PAS.

Querido diario, dos puntos.


Atiende. Que resulta que después de cuarenta años, descubro que soy PAS. O eso se supone, porque estas cosas, como son muy subjetivas, nunca están garantizadas.


Pero que vamos, según los test y varias cosas que he leído, encajo bastante.


Ser una Persona Altamente Sensible no solo explicaría la causa de que muchas tonterías me afecten, o me dan neuras raras, sino que explicaría que, con lo que me gusta el humor negro, me sienta mal con las muertes de inocentes o hechos en ese mismo chiste. Lo de muertes de inocentes me refiero en las películas.


Pero al margen de esto, sobretodo, me aclara la cosa de que me molesten o me fije en cosas que mucha gente ni siquiera percibe. Supongo que además, mi problema de falta de atención hace que el combo sea más interesante.


Por ejemplo, hay un olor que me fastidia muchísimo, y es el de las personas con frio. Ayer, estaba en un garito con unos amigos, y se sentaron en la mesa de al lado una pareja que acababa de entrar de la calle, y olían a ese olor de frio. Es un olor que me resulta molesto. Por contra, me gusta mucho más el olor que defino como olor del sol. No puedo oler el sol, of course, pero a veces sí que puedo oler el calor que hace desprender. Es un olor muy específico, muy característico que solo se produce cuando el sol calienta de una manera concreta, ni mucho, ni poco.


Los olores intensos me molestan, como el incienso cuando se está quemando, o la movida que usan en mi curro para dar olor a las habitaciones; lo primero que hago al entrar a una, es limpiar esa mierda.


Los ruidos estridentes los odio a rabiar, y los oigo a distancias absurdas.


En una casa anterior en la que vivía cuando estaba en Bristol, comentaba con mis compañeros de piso lo mucho que me molestaban los doce niños del piso de arriba, (no es una exageración, era literal; un día los conté), o las sirenas de bomberos y ambulancias que pasan por la calle y se oían desde casa; pues ellos ni se enteraban. Incluso a veces me despertaba el sonido que hacían por la mañana al manipular el microondas, y son sonidos que normalmente no se oyen. Pues yo los oigo y me despiertan.


Incluso llegué a oír a mi flatmate masticar, estando en dos extremos de la casa distintos. Aquí es cuando me di cuenta que, o yo era Daredevil, o me pasa algo.


Eso también podría explicar porqué a veces me cuesta entender lo que la gente me dice, porque lo que me pasa mucho es que la voz de la gente se me mezcla con el sonido ambiente y, aunque les oigo, no entiendo nada. Mis sentidos no filtran, lo procesan todo. Soy más sensible a los estímulos ambientales de lo normal. Siempre me había dado cuenta del efecto, pero nunca del porqué: soy PASotistas


También, desde siempre, el sol y luz intensa del verano me agotan. Yo pensaba que era fotosensibilidad, pero realmente no tenía ningún otro síntoma. Ahora, probablemente sea por eso. Es cierto que la luz, a veces, me agota, incluso la siento como una especie de ruido ambiental, pero creo que solo me pasa cuando de por sí estoy cansado o saturado. Ademas, toda esa sensación de sudor, la ropa pegada… es una sobresaturación de los sentidos.


Claro, al ser tan sensible a estímulos externos, eso explica el que tantas cosas, anodinas para la mayoría de la gente, a mí me llaman la atención. No solo objetos o ambientes, sino las caras y cambios de expresiones, voz, tonos, comunicación no-verbal… eso es algo que siempre se me ha dado de maravilla percibir. Y como de normal tengo tendencia a darle vueltas a las cosas, pensar, meditar y a desarrollar las ideas, esos mismos detalles, pueden tenerme abstraído rato largo, analizando, pensando, intentando comprender cosas.


Siempre he considerado la escritura como un acto catártico, una forma de soltar tantas pajas mentales que me monto yo solo. No es de extrañar que tenga tantas cosas que decir, o se me dé con tanta facilidad desarrollar personajes; me dedico a vomitar toda esa marea de información que absorbo de forma constante.


Al final, tiene el lado positivo en que todo esto se traduce en relatos, personajes, situaciones, decorados y descripciones.

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Published on November 21, 2019 23:11

November 20, 2019

Día #22 – Sigo sin título para lo de las gallinas

Querido diario, dos puntos.


Hoy me he ido a la ciudad vecina a visitar a una amiga, pero como he ido con tiempo, me he ido a una cafetería a tomarme mi large-soja-latte-tohavein-nofroth-please, y sin pegas.


He estado dandole muy fuerte a la historia de las gallinas, con AC/DC, y me se ha ocurrido un título que me ha gustado. Pero, pero, pero… cuando he ido a apuntarlo, no lo recordaba. Era algo de “La granja…” y no sé que más.


Por cierto, me doy cuenta que, Brian Johnson, el cantante de AC/DC, acostumbra a decir en sus canciones “listen”. Está apunto de empezar un verso y suelta “listen”. Coño, estoy escuchando, déjame, que ansia de protagonismo, ¿no? Ya escucharé cuando pueda, hombre. ¿Acaso escribo yo en las entradas del blog “atiende!”. Pues yastá.


Bueno, la cuestión es que he trabajado un poquito la estructura y poner las cosas guay y en su sitio. Me está saliendo con bastante humor ella solita, no tengo que forzar cosas, y el personaje se me presenta consistente, quiero decir, que no tengo que forzarlo tampoco ni me cambia de personalidad cada día, sino que la veo siempre igual.


Al final, no va a ser maga, sino que va a contar con mejoras mágicas, una especie de versión mágica de implantes cibernéticos. Ahora que lo pienso, podría usar implantes golem. Bueno no, porque en el país en el que está se estila las mejoras mágicas directas, así que… En cualquiera de los casos su repertorio de mejoras lo voy a basar en el personaje del Deus Ex, aunque no todo, he dicho “basar”.


También quería añadir un nuevo elemento a la historia. El otro día me picó una avispa, que fue lo más emocionante que me ha pasado esta semana, lo cual expresa lo aburrida que es mi vida. 


Que me estuviera doliendo todo el día me hizo pensar en lo absurdos que somos los humanos. Un bicho pequeñajo me muerde, cuya diferencia de tamaños es escandalosa, y me jode todo el día. Si yo fuera a darle un bocao a un elefante, ni se enteraría. 


Moraleja: los humanos somos una birria. 


Esta debilidad frente a cosas tan pequeñas, la voy a incluir en el relato a modo de que una puñetera gallina puede ponernos en jaque solo a base de picotazos.


Luego, más tarde… ¡atiende! mientras esperaba a mi amiga, me he ido a seguir escribiendo en el pub en el que habíamos quedado, que la verdad, nunca me había planteado escribir ahí, pero me parece buena idea, porque tiene tradición de piratas (de los de verdad), la puerta principal hubo un tiempo en la que estaba forrada en piel humana (al fin y al cabo esta es la ciudad natal de Barba Negra) y es bastante antiguo. Eso sí, ahora, en lugar del large-soja-latte-tohavein-nofroth-please, ha sido una pinta de ale. Esta vez, de música me he puesto W.A.S.P. Normalmente este pub es rock, pero, al menos hoy, estaba sonando cosas que no me convencían.


Entre piratas y greñudos, he llevado la historia casi al punto final. Me gustaría leer cosas sobre asesinos y ninjas, sus técnicas y trucos que usaban, para enriquecer mejor al personaje.


La cosa es que, mañana espero tenerla acabada, y ya solo debería quedarme un último repaso.


Aparte de esto, poco más. No he sacado ninguna conclusión trascendental, aparte de que los panecillos chinos ya no me gustan y no sé porqué insisto en comprarlos.

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Published on November 20, 2019 23:00

November 19, 2019

Día #21 – La sabiduría de Ter y Scarlew

Querido diario, dos puntos.


Repasando la historia de Caperucita Feroz, recuerdo que cuando la escribí, se me metió un pensamiento en la cabeza que no me dejaba avanzar, y por soltarlo, desahogarme y poder continuar, hice un audio con eso, que no sé ni por donde para.


Mi drama era que no entendía qué carajo hace una señora mayor y medio senil, sola en mitad del bosque. Es que no tiene nada, ni servicios de ayuda, ni clases de pilates ni nada. ¿Que acaso en ese pueblo mandan lejos a la gente cuando llegan a tal edad? ¿O es que tenía peste y en el cuento eso no sale?


No lo entendía y, por algún motivo esa sandez no me dejaba avanzar.


En cualquiera de los casos, hoy la veo desde otra perspectiva. Tanto las youtubers Ter como Scarlew han hablado del tema de que hay dos mundos, el real y el de la fantasía. Y para recordar tanta sabiduría, me recopilo los videos aquí para verlos de vez en cuando y recordármelo (en verdad, recomiendo ver el vídeo antes de seguir leyendo).




Los cuentos y la ficción en general, están en el plano de la fantasía y son una performance del autor/a. Aunque puedo intentar hacerlos lo más creíble posible para que la gente la pueda leer sin volverse loca, y que todo tenga un sentido, hay que tener claro que, cuando se está leyendo algo de fantasía, es lo que es: performance por escrito.


Racionalizar algo fantástico desde el punto de vista del mundo real no tiene ningún sentido de Dios, porque entonces todo hace agua, hay grietas por todas partes y cogemos una historia supermona y la destrozamos al pasarla por el filtro de lo que es real y lógico. Es como esos vídeos de gente que usa el google traslator para traducir textos y le salen cosas rarísimas, que parece que vayas a invocar a entes primigenios más que traducir una receta de sopa.


Las historias ni son reales ni son lógicas; son historias y punto. Son metáforas, símiles, conceptos, desvaríos de alguien en estados alterados de la conciencia, idas de pinza… Están para entretener, transmitir mensajes, dar lecciones morales y cosas de esas, no para hacer un mini reportaje del National Geografic. Que sí, que tienen que tener una coherencia y espetar ciertas leyes de la lógica par hacerla más digerible, pero si la abuela de Caperucita está sola en el bosque, lo está y no hay más vueltas que darle. Algo habrá hecho.


Parafraseando a Hitchcock, si nos vamos a poner tontos con hacer cosas realistas y plausibles, al final vamos a dejar de contar cuentos y haremos documentales.

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Published on November 19, 2019 23:15

November 18, 2019

Caperucita Feroz

Urora era una mujer anciana. Desde hacía años, encontraba molesta la vida en la villa y no acababa de asumir la forma en que las nuevas generaciones vivían su vidas y descuidaban los valores tradicionales. Así que, más fuera de lugar que dentro, había decidido retirarse lejos de ese caos, a vivir como una ermitaña en las inmediaciones del bosque, en paz y tranquilidad en su burbuja de recuerdos de tiempos mejores, con unos valores más cívicos que los actuales.


Esculda, su nieta, era una buena chica, pero con la cabeza en el lugar equivocado, tal y como Urora lo veía. Por eso, cada vez que podía, intentaba dirigirla por el camino correcto, y recordarle los valores y puntos de vista que habían sido sus guías en la juventud.


Esculda, como todos los domingos, la visitaría para llevarle algunas pocas cosas que la mujer necesitaba. Lo hacía siguiendo el camino que bordeaba el bosque, tal y como todo el mundo hacía: «No te salgas del camino, no te internes en el bosque», le decían siempre que iba a visitar a su abuela.


Ella entendía en cierto modo porqué su abuela se había instalado tan cerca del bosque, siendo que la mayoría de la gente precisamente lo evitaba en lo posible. Solo los leñadores se internaban en él para talar árboles, o unos pocos cazadores se internaban en él en busca de caza, pero siempre siguiendo el camino que lo cruzaba.


Esculda sentía una cierta atracción por ese bosque, que no llegaba a entender. Ejercía un encanto sobre ella, y le gustaba caminar por sus cercanías. A veces, se acercaba en el límite, y se pasaba horas sentada, observándolo, esperando a ver… no sabía bien qué, pero lo sabría en cuando lo viera. El bosque tenía algo que la atraía. Sus cientos de árboles, algunos torcidos, otros rectos, las ramas cruzándose, aquellos matojos y hierbas creciendo sin control, y toda la vida salvaje que acogía… Para ella, en el bosque no había otra cosa que tranquilidad y silencio. Y caos… Un bendito caos que contrastaba con el orden y leyes rígidas inquebrantables que regían su vida y la de su pueblo.


Pero la gente estaba siempre advirtiéndola y aconsejándola, más bien ordenando, que tuviera cuidado, que no se acercara tanto, que no se alejara del camino, que no debería ir sola… Era un lugar del que todo el mundo hablaba y contaban leyendas sobre criaturas extrañas y monstruos. Unas historias acababan con la desaparición del protagonista, y otras con que alguien mataba a algún monstruo. Esculda, en cambio, no veía que el bosque pudiera ser tan peligroso.


En parte, por eso le gustaba ir a casa de su abuela, para poder alejarse un poco de los consejos de la gente e ir cerca del bosque. A ella le fascinaba ese lugar dejado por la mano de la gente. Mientras que su abuela, sencillamente se había alejado del pueblo para encerrarse en su propio mundo.


[image error]The company of wolves (1984)

¿Cómo un lugar como este podía despertar tanto miedo en la gente? Estaba claro que si te perdías en él, lo ibas a pasar muy mal, y eso hacía que los pueblerinos sintieran temor por él. También es posible que pudieran atacarte algunos animales salvajes, como lobos u osos. Pero… aparte de eso ¿qué más puede tener de malo un bosque? Seguramente esos mismos animales pensaban lo mismo de la gente: «no entres en el poblado, hay humanos salvajes, te matarán…». Aunque, para ser francos, los animales no necesitaban salir del bosque para ser cazados.


Muchas veces estaba tentada a salir del camino, entrar en el bosque y perderse en él. Pero, más que miedo de no poder volver a salir, lo que temía era que alguien pudiera verla, decírselo a su madre y que esta la castigara. O lo que era peor; que en el pueblo la consideraran loca; la loca que camina por el bosque, la loca que hace cosas extrañas. La loca que se sale del camino.


Así estaba ella, plantada justo al borde del paso, como otras tantas veces, hipnotizada por el encanto de lo indomable. Frente a ella, el bosque; silencioso y tranquilo. Si daba un paso, solo uno, estaría en él.


—¿Por fin te has decidido a entrar? —dijo una voz.


Inmediatamente, y con temor de que alguien del pueblo la hubiera seguido, buscó el origen de la voz.


Casi frente a ella, una loba había salido de entre los arboles y la miraba tranquilamente, con lo que parecía una sonrisa dibujada en su hocico.


Inicialmente, el susto al ver al animal le hizo olvidarse de que alguien le había hablado. Se quedó paralizada del miedo sin saber que hacer.


—No voy a comerte. No tengas miedo —dijo la loba con voz tranquila, y se sentó sobre sus patas traseras.


Esculda se quedó atónita.


—Te he visto otras veces quedarte mirando el bosque, queriendo entrar, pero nunca lo haces. ¿Has decidido hacerlo hoy? —repitió la loba.


— ¿Puedes hablar? —preguntó la joven sin prestar atención a lo que había dicho.


—Claro.


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—No sabía que los lobos pudieran hablar —la verdad es que nunca en su vida había visto un lobo o, en este caso, una loba, y menos tan de cerca. Todo lo que sabía de ellos es por lo que le habían contado y, por lo que la gente decía, eran criaturas malignas sedientas de sangre—. ¡Pero si todo el mundo sabe que los lobos no hablan! —recordó de golpe.


—En realidad, la gente no sabe muchas cosas. También eligen ignorar bastantes e inventan muchas. A los humanos no os gusta lo que desconocéis, así que esos huecos los rellenáis con vuestras fantasías. Mayormente vuestros temores. ¿A dónde vas, tan cerca del bosque y sola? —preguntó en un cambio de tema.


—Voy a casa de mi abuela, que vive en las afueras del pueblo, cerca del bosque.


—Ah, sí. Esa casa. Si sigues el camino marcado llegarás a ella, aunque eso ya lo sabes. Pero si me preguntaras como llegar a casa de tu abuela, podría indicarte un camino a través del bosque mucho más interesante.


—No puedo. Mi madre me ha prohibido ir a través del bosque.


—Querrás decir que te ha prohibido salir del camino.


—Es lo mismo.


—No exactamente.


Pese a que la loba la atemorizaba, había algo en su naturaleza que la embrujaba. Y tampoco parecía muy peligrosa después de todo.


—Si quieres, puedes acompañarme por el camino —dijo Esculda para su propia sorpresa.


—Gracias, pero los caminos son para los humanos. No está en mi naturaleza seguir ninguno. A vosotros, en cambio, os gustan, os gusta saber a dónde vais a llegar antes de comenzar un viaje. Por eso, si le preguntaras a un animal como llegar a un sitio, siempre te llevará a través del bosque.


—No entiendo el problema de saber a dónde voy a llegar. A lo mejor eres tú la que tiene miedo de seguir un camino porque eres un animal salvaje —acusó Esculda.


—Quizá tengas razón. Pero, ¿soy un animal salvaje porque vivo en el bosque, o vivo en el bosque porque soy un animal salvaje? ¿O quizá me convertí en animal salvaje al elegir vivir en el bosque? ¿Eres tú humana porque vives en el pueblo? Realmente, no importa. Lo que importa es que sé cual es mi sitio, y estoy donde pertenezco.


—Yo también sé a donde pertenezco —protestó Esculda.


—Solo digo lo que pienso —dijo la loba con una sonrisa de niño travieso—. Me gustaría escuchar lo que piensas tú


—Pues pienso que lo que dices no es cierto —protestó Esculda—. Por ejemplo, hemos aprendido a domesticar a los perros. Los perros son lobos domesticados al fin y al acabo —dijo la joven con orgullo.


—Los perros no son lobos. No puedes domar algo salvaje sin destruirlo. Un perro es una fracción de naturaleza destruida y añadida a vuestra conquista por el orden. Nuestra naturaleza salvaje es lo que nos hace ser lo que somos.


—Creo que prefiero seguir por el camino para llegar a casa mi abuela —respondió Esculda, en un intento de terminar la conversación.


—Como desees —respondió la loba otra vez.


La joven se alejó por el camino a paso ligero.


La loba la observaba alejarse. Rió para sí misma y se internó en el bosque.



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El camino se le hizo más largo de lo normal, pero en todo él estuvo dándole vueltas a lo que la loba le había dicho. Era un galimatías sin sentido. Los humanos no destruían nada, solo lo hacían más seguro y confortable.


Bueno, es posible que para levantar el poblado hubieran tenido que talar unos cuantos árboles, y más que seguían talando, pero era necesario para conseguir leña y materiales con los que hacer herramientas, más casas, carros… Y los perros, eran felices sirviendo a sus amos. ¿Qué problema había en domesticarlos? Ahora tenían una casa, alguien que los cuidaba y alimentaba. No sabía que había de malo en eso.


Siempre y cuando se comportaran bien, por supuesto. Recordaba como algunos cazadores castigaban con severidad a sus mastines si estos no obedecían. En su opinión eso le parecía algo cruel…. Pero…


En este punto, se esforzó por pensar en otra cosa. Como en el fuego de la casa de su abuela o las historias que ella le contaba. Historias de tiempos pasados, más romanticos y hermosos. De cómo la gente vivía hacía años, como se hacían las cosas en sus tiempos… y esto la llevó a acordarse de que su abuela le preguntaría cuándo se iba a casar, cuándo iba a darle bisnietos, que a su edad, su abuela ya estaba casada y llevando una vida decente. También la recriminaría por no ser como su abuela creía que debía ser. No es que tuviera prisa ni ganas reales de casarse, pero cuando esto pasara, pensó, incluso su madre tendría extremo cuidado de con quién se iba a casar. Ni si quiera en elegir un marido tenía Esculda libertad para decidir.


«Sé una buena chica», decía todo el mundo. Es lo que le dicen a los perros cuando hacen lo que se espera de ellos.


Parecía que la loba estaba en lo cierto, todo el mundo se esforzaba por tener el control de todo y todos.


Volvió a sacudirse esas ideas de la cabeza. ¡Que sabía un animal salvaje del mundo de los humanos!


Se esforzó en pensar en otras cosas, algo totalmente distinto. Se preguntó qué habría más allá del bosque y del camino. Nunca había salido de su pueblo y lo poco que conocía del resto del mundo, era por rumores. Más allá podría haber cosas con las que nunca había podido imaginar, pero que quedaban fuera de su alcance.


En esos pensamientos estaba, imaginando como sería el resto del mundo, cuando, sentada en el camino, encontró a una cazadora. La mujer, algo mayor que ella, pero aún joven, la saludó a su paso.


—Buenos días, Esculda —dijo—. ¿vas a llevarle comida a tu abuela?


—Sí, doña Verdandia —se limitó a responder con el debido respeto a la edad.


—Muy bien. Buena chica.


Esculda continuó caminando pero Verdandia, volvió a hablarle.


—¿Sabes? Es peligroso para una chica tan joven caminar por aquí y sola. Debería haberte acompañado alguien.


—Muchas gracias, pero no me pasará nada. He hecho este camino muchas veces —respondió.


—Podría asaltarte un lobo o un oso en cualquier momento. Si quieres puedo ir contigo —dijo enseñándole su ballesta.


«Ya ha aparecido y no me ha hecho nada», pensó Esculda.


—No se hable más; te acompañaré —dijo poniéndose en pie, decidida a escoltarla–. Conmigo a tu lado, no te pasará nada.


—¿Por qué debería pasarme algo malo? Solo es un bosque.


—Un bosque lleno de peligros, Esculda.


—Yo no veo ninguno.


—Eso son los peores, los que no podemos ver.


Esculda pensó que la gente del pueblo siempre tenía miedo a cosas que no podían ver, monstruos escondidos en rincones. Más bien, parecía como si la gente tuviera miedo de los monstruos que ellos mismos se inventaban.


Sin poder desembarazarse de la cazadora, Esculda caminó el resto del camino con ella, mientras esta le daba consejos, sobre que debía casarse, como había hecho ella, y que le recomendaba a su hijo, un joven fuerte y sano. La joven, apresuró el paso para llegar en cuanto antes.


Un rato después, que a ella se le hizo eterno, llegaron a la casa de su abuela.


—Muchas gracias por acompañarme —mintió la joven—. No quiero entretenerla más antes de que se haga oscuro.


—No hay de qué. Saluda a Urora de mi parte. Y escucha a tu abuela; es una mujer sabía que conoce la importancia de las tradiciones.


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Esculda suspiró con alivio cuando la cazadora se hubo largado. Ahora, se encaró a la puerta de su abuela, y dudó un poco en llamar a la puerta. Parecía que todo el mundo tenía algo que decirle, y no estaba muy segura de si quería escuchar la parte de su abuela, porque se la sabía de memoria.


—Abuela, soy yo, Esculda —llamó.


Nadie contestó. Volvió a insistir, con idéntico resultado.


Era muy raro.


Decidió asomarse a la ventana a ver si podía ver a su abuela, quizá estaba durmiendo o le había pasado algo, y descubrió, con terror, que la ventana estaba destrozada.


Dentro, la loba estaba sentada tranquilamente en el suelo junto al fuego, y no había rastro de su abuela, excepto el camisón destrozado y sus lentes.


—Pese a haber tomado el camino más rápido, has tardado bastante —dijo la loba en cuanto la vio.


Esculda, llevada por la emoción del momento, saltó al interior por la ventana, sin dar crédito de lo que había pasado.


—¡Abuela! ¡Abuela! —llamaba, sin querer aceptar la verdad.


—Puedes llamarla hasta que te canses, pero no contestará.


—¡La has matado! —le acusó la joven.


—Tenía que hacerlo.


—¿Tenías que hacerlo? —exclamó— ¿Por qué?


—Para liberarte, por supuesto. Estabas apunto de pasarte horas escuchando otra vez todas sus historias y quejas sobre la gente de hoy día, sobre ti… Estarías horas dándole escusas sobre porqué vives como vives y no como ella espera que lo hagas. Volvería a aleccionarte sobre como debes ser una buena chica. ¿De verdad querías hacer eso?


—¡Eres una asesina!


—Llámame como quieras pero, en el fondo, te sientes liberada —dijo con orgullo. Luego cambió a una expresión de abatimiento y añadió—. Pero si tanto la echas de menos, solo tienes que esperar unos años. Entonces tu madre se convertirá en ella y tú… en tu madre.


—Debería matarte ahora mismo.


—Hazlo. Mátame; «Sé una buena chica».


Pero, por algún motivo, Esculda no podía matarla.


En el fondo, en esa parte oscura que ella había escondido toda su vida, incluso de sí misma, se sentía liberada. Y al mismo tiempo se sintió mal consigo misma.


—¡Dios mío! ¿Qué ha pasado aquí? —exclamó una voz desde la ventana, sacando a Esculda de sus pensamientos.


Verdandia, al oír los gritos de Esculda, había vuelto, y ahora estaba asomada a la ventana. Sus ojos recorrían la estancia, pasando de la loba a la ropa de la anciana y seguidamente a la joven, que estaba frente al animal.


—¡No temas niña! ¡No te muevas!


La cazadora comenzó a golpear la puerta con todo su peso, una, dos y hasta tres veces, cuando la puerta saltó de sus bisagras y se desplomó. Con la ballesta en la mano, entró por la puerta despacio, en movimientos suaves con intención de no asustar a la loba y hacerla reaccionar.


El animal, se alzó en sus cuatro pasas, gruñendo y mostrando una dentadura enorme.


—Sé una buena chica y ponte detrás de mí ¡Rápido! Yo te protegeré, sé lo que tengo que hacer —ordenó la cazadora.


—No necesito que me protejas —replicó Esculda—. No le tengo miedo.


—¡No discutas y haz lo que te digo!


Los gruñidos de la loba llamaron la atención de la joven, y entonces la vio como no la había visto hasta ese momento. Si en todo el día, se había comportado de forma tranquila con ella, ahora, todo su pelaje estaba erizado y se movía lentamente frente a la cazadora, lista para el ataque.


Aunque Verdandia tenía el aspecto de toda una autoridad, con movimientos calculados, su técnica y armada con la ballesta, no era nada comparada con la imagen de la loba, que había cobrado su naturaleza depredadora. Sus patas, grandes y musculadas, tenían la potencia suficiente para poder saltar sobre su presa mejor. Los ojos eran grandes y fieros, fijos sobre la cazadora, para controlarla mejor. Y su boca era enorme, con dientes afilados, para devorarla mejor.


La mano de la cazadora tanteaba el carcaj en su espalda, tomo una saeta y la cargó en la ballesta.


Entonces, algo la golpeó en el hombro. Cuando miró, encontró una de sus saetas clavada en él. Sin creer lo que veía, miró a Esculda. Esta, la miraba fijamente, con una expresión severa.


—¿Pero…? —dijo, pero no tuvo tempo de decir más, porque la joven se abalanzó sobre ella y le apresó el cuello con ambas manos con toda su fuerza.


Las dos cayeron al suelo, forcejeado, con Esculda encima, apretando con todas sus fuerzas el cuello de la cazadora. Verdandia intentaba liberarse de la presa sin conseguirlo, por todo el suelo de la cabaña


Apretó y apretó. La resistencia de Verdandia era cada vez menor, sus gemidos desaparecían conforme su vida se extinguía, hasta que la mujer dejó de resistirse y quedó inerte.


Esculda se detuvo. Contempló el cuerpo muerto de la cazadora. Nunca había sentido su pulso tan acelerado, el corazón golpeando amenazando con escapar del pecho. Se frotó la cara, en un intento de relajarse y recuperar la respiración.


—¿Por qué lo has hecho? —preguntó la loba.


—Estaba harta. Harta de que me dijera lo que tengo que hacer. De seguir sus normas. De recibir órdenes. Harta de gente que te impone ser como ellos mismos, llevar su misma vida. Quería acabar con todo. No podía soportarlo más.


La loba sonrió. Lentamente se encaminó a la ventana.


—¿Vendrás ahora conmigo?


—No lo sé. Debo pensar.


—Como desees —respondió.


—¿Vas a salir por la ventana? Puedes salir por la puerta; está rota.


—Solo los humanos usan puertas en el bosque —y saltó por la ventana.


Esculda se quedó sola en la choza.


Con sus ojos grandes, observó la ropa de su abuela, lo único que quedaba de una mujer que solo vivía para recordar un mundo pasado. Ya no volvería a imponer costumbres anticuadas sobre tiempos nuevos. Vio a la cazadora muerta. Alguien que era una autoridad en el bosque, alguien que vivía según las normas actuales. Tampoco podría imponérselas.


Ahora, ella debería decidir qué normas seguir y cúando hacerlo.


Fuera, estaba la loba. Quizá quizá la esperaba o quizá se había ido. La naturaleza era así de imprevisible.


Se dio cuenta de que ahora sus manos eran ahora más grandes y fuertes. Se puso en pie y se rasgó la ropa. Lanzó al fuego los girones de la capa roja, el vestido blanco, los zapatos y quedó desnuda.


Caminó hasta la ventana y saltó por ella.


Cayó al exterior sobre sus cuatro patas. Olisqueó el aire con su hocico. Sus dientes eran ahora también más grandes, con los que podría alimentarse mejor. Todo era diferente ahora. Rasgó la tierra con las garras y la sintió como nunca la había sentido antes. Su cuerpo estaba cubierto por un pelaje denso y grueso.


Fuera, entre los árboles, podía ver a la loba, esperándola. No estaba sola.


—No estaba segura de si me esperarías —dijo ella.


—Llevamos años esperándote —respondió.


Esculda aulló al bosque. El bosque entero aulló con ella.


 


I, I wish you could swim

Like the dolphins, like dolphins can swim

Though nothing, nothing will keep us together

We can beat them, for ever and ever

Oh we can be Heroes, just for one day
–Heroes, David Bowie
[image error]The company of wolves (1984)

Las imágenes pertenecen a sus autores/as


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Published on November 18, 2019 23:19

November 17, 2019

Día #20 – Van Gogh 2; las oscuras golondrinas

Querido diario, dos puntos.


Voy a contar el segundo motivo del cuadro de los comedores de patatas, y mañana, sin falta, publico la historia de Caperucita Feroz.


Todo el mundo sabe que Van Gogh sufría esquizofrenia. Esto ha hecho que se haga vox populi que pintaba sus cosas y sus perspectivas distorsionadas por esta demencia, y muchos son quien lo consideran genio por esto.


Yo, como otras muchas personas, sufre depresión de forma intermitente; a veces no está y todo va bien. Pero a veces las oscuras golondrinas aparecen sin avisar y me hacen verlo todo negro, pierdo la energía, motivación y todo es negativo. Quienes pasan por esto saben lo difícil que es hacer cosas en este estado. ¿Cómo puede una persona escribir un relato cuando al mismo tiempo está pensando que todo lo que hace es una mierda que no vale para nada, que es un esfuerzo inútil? Incluso pensar es como ir cuesta arriba, porque la depresión es un parásito que te absorbe la vida y las ganas de despertar. Consume la energía y lo consume todo. Es como la Nada de “La historia interminable”


Aunque no tenga esquizofrenia, puedo, desde mi posición, entender lo difícil que pudo ser para Van Gogh continuar pintando a lo largo de toda su vida. Incluso estando internado continuó dibujando, con todas las movidas y desgracias por las que pasó. Quizá era lo único que le mantenía cuerdo, o le animaba. No sé porqué lo hacía porque no estaba.


Pero lo que pienso es que si Van Gogh fue un grande no es por haber pintado cosas y usar colores raros, sino porque continuó pintando pese a su esquizofrenia, pese a que no tenía un duro, y pese a no conseguir llegar tan lejos como otros pintores de su época.


Si este señor pudo continuar pintando con demencia, yo puedo seguir escribiendo con depresión.


Y si me equivoco en todo esto, me da igual, porque es lo que creo y, como concepto me sirve.



 


 

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Published on November 17, 2019 23:04

November 16, 2019

Día #19 – Van Gogh y las patatas

Querido diario, dos puntos.


El otro día una amiga me preguntó que porqué tenía el cuadro de los comedores de patatas de Van Gogh en la página de Fb y en Twitter, y también en la primera entrada del diario.


Normalmente la gente no se fija en estas cosas, pero cuando me conoce, sabe que me encanta meter mensajes ocultos, y las cosas las hago con idea. Aunque otras veces las hago de forma totalmente aleatoria y porque me hace gracia, como cuando le regalé unas flores a una amiga solo porque venía con una advertencia que decía “peligro, no comer estas flores”. Así que me balanceo entre el caos absurdo y el orden meticuloso.


La cosa es que, en este caso, el motivo por el que tengo esa imagen es por dos motivos.


El primero es por la historia tras ese cuadro.


No soy un entendido de arte y menos de Van Gogh (ni siquiera es de mis pintores favoritos. La verdad es que no me gusta mucho), pero desde mi punto de vista y en base a lo que decía la grabación de la guía cuando visité el museo de Van Gogh en Amsterdam, ese cuadro marcó un punto de inflexión en su carrera.


Hasta entonces, el buen señor se dedicaba a pintar la gente de campo, los campesinos y toda esa gente haciendo sus cosas de campesinos y de gente de campo. Para él (Van Gogh), le parecían gente maravillosa, y donde otra persona vería manos ajadas y rostros desgastados por el trabajo duro, él veía gente trabajando de forma humilde y honrada de lo que daba el fruto de su trabajo. Y más o menos así los representaba en sus cuadros.


Los comedores de patatas, representa una escena en la que una familia está comiendo de forma humilde las patatas que ellos mismos han sembrado y recogido, todos juntos en familia, compartiendo, ayudándose y todo eso. Para el pintor, algo maravilloso.


Así se lo envió a un amigo (no recuerdo quien), emocionadísimo con su cuadro de familias humildes y trabajadoras.


La cosa es que, o bien no lo supo presentar, o su amigo veía las cosas de otra forma, pero le dijo, más o menos, “tio, replanteate la vida”. Le puso el cuadro a parir y le dijo varias cosas más que a Van Gogh le cortaron el rollo y le dio la bajona.


Momentos jodidos.


Es como cuando una amiga leyó mi “versión definitiva” del mago cretino, y me dijo “esto es un boceto, ¿verdad?”. Pues te dan una hostia de realidad, que no te veías venir, que te pone en tu sitio.


Cuando Van Gogh creía que estaba en la cumbre de su carrera, no había hecho más que empezar el entrenamiento de verdad. ¿Qué hizo? ¿Se puso a llorar y a destrozar sus pinceles, clamando al cielo que nunca jamás volvería a pintar?


Pues seguramente sí. Como yo hice con mi novela, que quería quemar el ordenador.


Pero la cosa es que Van Gogh, cuando se repuso de su pataleta, se fue a nosedonde (que el museo lo visité hace unos años y esto lo estoy redactando de memoria), a aprender a pintar de nuevo.


La moraleja de esto es que cuando uno cree que lo está petando, pues resulta que no; aún queda mucho que aprender y mejorar.


Pero se puede hacer. Te recompones y te dedicas a reaprender a hacer las cosas, para reescribir el libro las veces que haga falta hasta parir algo bueno y aprender en el proceso.


Y ya mañana, escribiré el segundo motivo, que es más épico, creo yo.


Por cierto, a todo esto, espero la historia que contó la guía sea cierta, porque si no, todo esto no vale nada. Pero con lo que me costó la tontería, más vale que lo sea, porque el museo de las narices, barato no es.


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Published on November 16, 2019 23:06

November 15, 2019

Día #18 – Cuentos rarunos retro

Querido diario, dos puntos.


Me gusta remontar el río, ver quienes son las inspiraciones de los autores/as que me gustan, y leerlos, no solo para entenderlos mejor, sino para empaparme también de esas ideas primigenias (a ver si se me pega algo).


Descubrí que una inspiración de Pratchett fue Asimov, y de este, a su vez un relato llamado “The Jameson Satellite”,  escrito por un señor llamado Neil R. Jones, publicado en 1931 en uno de esos fanzines tan cucos que había en su momento: Amazing Stories.


Lo encontré en la página del Gutenberg project (¿desea saber más?).


Esto me ha despertado un interés en las historias de ficción y fantasía de esa época, ya que muchos de los relatos de Lovecraft y Howard fueron publicados de este modo, y como soy muy fan del retro, y las historias de ficción de esa época me gustan más que las actuales, me he propuesto ir en caza y captura de estas publicaciones.



No ha sido muy dificil (bendita nostalgia que hace que miles de personas humanas recopilen cosas antíguas). He encontrado varias páginas donde tienen estas revistas a capazos.


Open Culture donde hay enlaces a más páginas.


The Unz Review done hay un montón de cosas a cholón.


Pero creo que la mejor página va a ser esta: pulpmags porque hay fanzines de todo tipo, de western, fantasía, gente que se pega…



Por otro lado, me puse a practicar lo de editar y crear un libro con Indesign, tanto para PDF y formato físico (que para el caso es lo mismo), como para EPUB y MOBI, para cuando autoplublique el siguiente libro.


Lo hice con el relato “The Jameson Satellite”. El Indesign, no es muy difícil una vez le pillas el truco, e infinitamente más fácil y cómodo que el Word o LibreOffice para editar el libro. En realidad, creo que lo que más tiempo lleva es el establecer los márgenes, numeración de páginas y todo eso. El resto es más que nada modificar los formatos del texto y la cabecera del capítulo, y eso es fácil y automatizable.


Lo que más problemas me dio fue el crear el índice para para ebook para ir de un capítulo a otro de forma automática, pero al final lo solucioné. No sé cómo lo hice, la verdad, porque toqué tantas cosas que al final no sé qué es lo que lo hizo rular.


En cualquiera de los casos, pongo por aquí el link a dropbox para descargarlo, en caso de que alguien lo quiera leer, y de paso, que compruebe que todo va bien. A mí, en mi kindle me va perfecto.


Lo único que no he podido solucionar es que, en la versión ebook, el índice sale al final del libro en lugar de al principio, pero siendo que eso no se usa, y es más tirar de “ir a”, pues me da igual.


Ahora quisiera repetirlo con otra historia, el de “los cuentos de las mil y una noches”. O no, porque también quisiera hacer un curso para maquetas y diseñar revistas, así que ya veré con qué humor salgo del curro mañana.



He visto mi rota de mañana, y dudo muchísimo que salga del curro contento y pletórico, así que lo de editar algo lo va a hacer un vikingo con los cuernos.


Y se me ha vuelto a olvidar repasar y publicar el relato de “Caperucita Feroz”, con el cariño con la que la escribí.


Mañana lo hago.


Sin falta.

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Published on November 15, 2019 23:04

Día #17 – Tarantino y las Matrioskas

Querido diario, dos puntos.


Ayer vi un vídeo sobre como Tarantino hace de cada escena una historia; cuenta historias dentro de historias. Por supuesto, supongo que esto no será una verdad absoluta y no todas sus escenas serán minihistorias.


Pero la cosa es que no es la primera vez que veo este concepto de mano de profesionales. En el Save the Cat (ese libro que miro con recelo pero sabiendo que alberga cosas útiles), también habla de que en cada escena se debe cambiar de emoción; si se empieza de una manera, se debe terminar de otra, por la sucesión de acontecimientos.


Parece ser que, lo chulo es que cada escena, capítulo o lo que sea, cuente con su propio inicio, nudo y desenlace, que los personajes pasen por un proceso a lo largo de esa escena que, aunque no necesariamente sea una catarsis, sí que sea, como mínimo, anecdótico y un pasito en su evolución.


Así que he consultado con el café, con Jill Tracy de fondo para motivar, y los tres hemos hecho memoria.



Recuerdo que una de las cosas que más me llamaba la atención de las Crónicas de Belgarath era que en todos los capítulos pasaba algo. Siempre ocurría alguna movida, no habían capítulos vacíos o carentes de interés. En cambio, en otros libros sí que recuerdo que no pasaba nada digno de mención en algunos de sus episodios. Casualmente estos libros se me hacían un poco más sosos y aburridos. Jill Tracy dice que, en caso de duda, envenenarlos a todos. A mí me parece un poco excesivo, la verdad.


En cualquiera de los casos, es algo que tendré en cuenta a la hora de leer y analizarlo, a ver si ocurre.


Esto también me hace pensar en esa pregunta que he visto miles de veces en varios blogs y foros, sobre cuándo empezar/acabar un capítulo. Quizá esto sea una guía. Empezar un capítulo con un inicio, un nuevo mini-mundo ordinario heredado del anterior, y terminarlo cuando la situación ha sido resuelta y se genera un nuevo mini-mundo ordinario.


No obstante, todo esto son solo pensamientos y análisis. Tendré que probarlo con monos primero.



 


Por cierto, creo que ayer dije que publicaría un relato por la tarde, sobre Caperucita Roja, y se me olvidó. Lo haré esta tarde. Si no se me pasa.

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Published on November 15, 2019 01:35

November 14, 2019

Día #16 – La aventura sin épica.

Querido diario, dos puntos.


Me estaba acordando, por una cosa que no viene al caso, de los conceptos básicos del arco de los personajes principales.


Los Pj tienen algún trauma, fantasma del pasado, miedo o lo que sea. Para protegerse de esto, se inventan una mentira que les sirve para sobrellevarlo y crearle un objetivo de palo satisface su neura por un proceso de autoengaño, como conseguir poder, riqueza y tal. A lo largo de la historia van descubriendo que ese objetivo no les soluciona un carajo y, más que ayudar, lo que hace es ser un estorbo para conseguir lo que realmente necesitan para mejorar su vida y superar dicho run-run.


La cuestión es que esto es muy humano, ya que casi todo el mundo tenemos nuestros miedos e inseguridades, bien porque la sociedad nos los ha inculcado o por algo que  haya pasado. Entonces nos inventamos, o la sociedad nos inculca, una serie de cosas muy cómodas de aceptar, para creer que lo que necesito para ser feliz  es un trabajo de prestigio, ligar mucho, likes, followers, un pollón, coches, éxito, belleza, y toda esa mierda que las empresas me quieren vender y que no necesitaba hasta que me dicen lo muy imperfecto que soy. Y como eso eran soluciones de palo que no llevan a ningún lado, me frustro porque no consigo ser feliz porque mi vida no es como en Friends. Bueno, en mi caso, Friends no, más bien Mundodisco, o algo así, que soy muy friky.


La cosa es que en la vida real, nadie mata a un malo malísimo, ni se queda atrapado en un edificio lleno de terroristas ninja mutantes zombis y salva al mundo, y en el proceso enfrenta a sus miedos y descubre que lo que realmente necesita es dejar de hacer caso a esos consejos de mierda del Cosmopolitan, sino ponerse las pilas y aceptar que lo que debe hacer es otra cosa.


Por desgracia, en la vida real, nadie vive una aventura épica que le hace descubrir lo que realmente necesitas para ser feliz.


Bueno, en cierto modo sí. A lo largo de la vida pasan cosas que nos obligan a salir de la zona de confort y nos hacen explorar cosas y enfrentarnos a nuestros miedos; cambios de trabajo, despidos, rupturas, crisis de todo tipo… Lo que pasa es que el 99% de las veces no superamos la fase de Rechazo, y el Umbral para salir del Mundo Ordinario ni lo olemos. Nos quedamos en ese punto de no atrevernos a ir a terra incognita, y así no pasamos del primer acto.


En realidad, las historias, la que sea, es la vida de cualquiera de nosotros, sobre nuestros miedos y sobre superarlos. Pero más decorada y con más épica. Por eso, nos sentimos identificados con sus personajes.


Pero ellos sí que cruzan el Umbral. Por eso son héroes y heroínas; porque hacen aquello que nosotros no nos atrevemos a hacer.


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Por cierto, cambiando de tema, me di cuenta de que tengo el relato de “Caperucita Feroz” convertido en draft para revisarlo y me había olvidado de él. Luego lo repaso y si eso, lo publico esta tarde-noche.

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Published on November 14, 2019 01:08

November 13, 2019

Día #15 – Ni caso a los consejos

Querido diario, dos puntos.


Hay una cosa que la llevo dentro desde hace tiempo y si no la suelto, reviento.


Cuando empecé a aprender a escribir, me puse a buscar informacion, consejos y etceteras. Encontré muchos blogs, algunos muy útiles en los que aprendí mis primeros pasitos, como el de Literautas (ahora en stand by). Pero habían muchos otros en los que se aconsejaban cosas, especialmente en el término lo que debes hacer y lo que debes evitar, de forma muy radical. Todo en plan normas muy concretas y… no sé cómo decirlo. Reglas que debes seguir o tu historia esta condenada sí o sí.


Yo mismo he hecho alguna que otra entrada en estos términos. Mea culpa.


Son consejos tipo no describir mucho, no empezar describiendo el clima, empezar por la acción y cosas así que ahora mismo no recuerdo porque lo hago de memoria. La cuestión es que yo soy muy de leer a Lovecraft, Howard, Asimov, Pratchett, Stoker, Poe, Shelly, no porque sea un puto flipao, sino porque me gusta leer las bases y los maestros de los que realmente aprender. Lo que me encuentro es que esta gente, que son fundacionales, han sentado bases y son los putos amos/as, hacen todo eso que en los blogs dicen que no hagas, o no hacen lo que se supone que debes hacer. Y clamo yo al cielo; ¿cómo es posible que hayan llegado a ser lo que son contradiciendo lo que indican los blogs? ¿Cómo es posible esto?


“No describas demasiado” dicen algunas entradas. Bueno, Tolkien y Martin, habéis hecho caso omiso de esto. Así que… ¿qué hacemos con toda esa gente que dicen que les encantan las descripciones?


“Los héroes deben tener un arco”. El único arco que he visto en las historias de Conan es el de Subotai, y en muchos de los relatos cortos que he leído, no recuerdo que la gente haya aprendido gran cosa.


Terry Pratchett, que hay que empezar por la acción, ¡que no tenteras!, ni tú, ni tus millones de fans.


A ver, sarcasmo aparte. ¿En qué piensa la gente cuando escribe esos “consejos”? ¿Se documentan? ¿Han leído a esta gente? ¿O sencillamente dicen a la gente que hagan las cosas como a ellos/as les gusta que sean?


Esto ya lo demostró Isabel, en su blog, cuando escribío el anticuento, lleno de cosas que no hay que hacer, pero la leo y no le veo peros ni problemas.


De verdad, los humanos se dedican a poner puertas al campo sin motivo.


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Published on November 13, 2019 01:50