Miguel Ángel Núñez's Blog, page 8

March 31, 2020

Dios es amor



“El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”.  1 Juan 4:8

En un mundo tan lleno de conflictos y situaciones difíciles, es complejo creer que existe un Dios de amor. Atreverse a creer en un Dios de amor, en medio de una tierra tan convulsionada como la que nos toca vivir, simplemente demanda mucha confianza y fe. Sin embargo, pese a que es difícil, es posible creer en un Dios de amor en medio de tantos sinsabores y conflictos.

Aún siguen saliendo rosas entre las espinas y el fango nos regala flores hermosas. Es posible encontrar la mano de Dios en un amanecer y en la belleza de una sonrisa honesta. No se trata de autoengañarnos, sino de mirar más allá de las apariencias, a un Dios que no cambia pese a tantas situaciones que nos son incomprensibles.

En este año la consigna es desafiarnos a creer. Una persona que cree, es valiente, porque tiene que sortear el escepticismo, la incredulidad, la burla y la vergüenza, sin embargo, cuando llegamos a creer con convicción real, entonces, otro panorama se abre ante nosotros. Es posible mirar la realidad de una manera diferente. La religión no cambia la realidad sin embargo, nos ayuda a mirarla con una perspectiva nueva.

El desafío de cada día será ¡atrévete a creer! Sal de la medianía de un mundo que ha optado por desconocer a Dios y dejar de confiar en los grandes principios que han animado a la humanidad a través de los siglos.

Creer es un acto de valientes, ¡atrévete a ser parte de la minoría! Durante este día medita en esa frase que nos trae el versículo de Juan: “Dios es amor”. Piensa en sus implicaciones, medita dónde puedes encontrar evidencias del amor de Dios, piensa por un instante en la belleza de los que nos rodea, detrás de la devastación humana, hay aún flores que nos muestran la fragancia de un Dios que se goza en la belleza, en la sonrisa de un recién nacido Dios aún nos sonríe. Mira a tu alrededor, Dios es amor, aún cuando muchos se esfuerzan por mostrar lo contrario.

Del libro inédito  ¡Atrévete a creer! Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on March 31, 2020 15:30

March 30, 2020

Discutir



“No será humillado al discutir con sus enemigos en la puerta de la ciudad” (Salmo 127:5)

En su libro Metáforas de la vida cotidiana, George Lakoff, lingüista y profesor en la Universidad de California, sostiene que una de las dificultades que los seres humanos tienen es que cuando discuten o plantean ideas suelen utilizar un lenguaje de guerra. En ese contexto plantea que “una discusión es una guerra” y se usan frases como: “Tus afirmaciones son indefendibles”, “atacó todos los puntos débiles de mi argumento”, “sus críticas dieron justo en el blanco”, “destruí su argumento”, “nunca le he vencido en una discusión”, “¿no estás de acuerdo? Vale, ¡dispara!”, “si usas esa estrategia, te aniquilará” (Lakoff, 2004: 40).

Visto así, cada vez que hablamos de algo se tiende a ver a la persona con la que compartimos ideas como un oponente. “Atacamos sus posiciones y defendemos las nuestras. Ganamos y perdemos terreno. Planeamos y usamos estrategias. Si encontramos que una posición es indefendible, la abandonamos y adoptamos una nueva línea de ataque” (Ibid., 41). Esta forma de ver hace que la conversación o la confrontación de ideas se convierta en una guerra, y visto así desde un principio, sólo se crean enemigos y contrincantes.

Lakoff nos invita a imaginarnos una sociedad donde la discusión no sea vista en términos de guerra. Donde no se trate de ganar ni de perder, atacar o defender, recuperar o ceder terreno, sino más bien, donde la exposición de ideas fuera vista como una danza, ejecutada de manera estéticamente agradable y de forma equilibrada.

Ni aún de temas espirituales la gente es capaz de hablar sin recurrir a la confrontación, el lenguaje bélico y el ver al otro como un oponente, simplemente, porque tiene un punto de vista distinto.

¿Qué son los puntos de vista? Eso, lo que la expresión dice. Un punto de vista, una mirada desde un sector, que no es global ni absoluta, sino que refleja una parte del problema o de la mirada hacia la cuestión que se analiza. Sin embargo, no hemos sido educados para ver en el otro a alguien que también ve la realidad, desde un ángulo diferente, y que es también válida, como nuestra perspectiva.

El temor al relativismo lleva a muchos a convertirse en dogmáticos que no admiten discusión sobre lo que ellos consideran “su verdad”. Triste y real.
Del libro inédito Superando obstáculos Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on March 30, 2020 15:30

March 29, 2020

Hereje



“Os lo he dicho ya, y os lo repito: Cualquiera que os anuncie un evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1:9)

Pablo no —en ocasiones— no suele ser un escritor ponderado. De hecho, creo que carga las tintas de una manera que puede ser impropia. En este versículo por ejemplo, donde acusa de “anatema” o “condenado por Dios” a cualquier que enseñe algo diferente de lo que él enseña. ¿Escribiría de la misma manera si entendiera que sus palabras serían consideradas varios siglos después, Palabra de Dios, equivalente al Antiguo Testamento? No estoy seguro, porque en el momento en que redactó sus cartas, eran sólo eso, cartas que enviaba a las iglesias o a individuos expresando sus preocupaciones personales y desde su perspectiva particular. Que la tradición luego las considerase “inspiradas” es otra historia.

A través de toda la historia del cristianismo ha sido un problema tratar con las personas que opinan diferente. Este mismo texto se ha usado en mi contra más de alguna vez por personas que dicen defender la “ortodoxia” y se oponen a lo que ellos, en su subjetividad, consideran correcto.

La expresión herejía, originalmente tenía un sentido positivo, viene de la palabra griega haíresis que significa simplemente, elección. En el mundo greco-latino se lo aplicaba a una escuela filosófica distinta, sin la carga negativa que adquirió luego con el cristianismo.

En el mundo judaico se le dio la misma connotación para referirse a los fariseos y saduceos (Hechos 5:17; 15:5; 26:5) y era el término con el que los judíos inicialmente designan a los cristianos (Hechos 24:5; 28:22), y que en algunas versiones se traduce como “secta”, sin hacer honor al sentido original de la expresión.

Es Pablo, precisamente el defensor de la libertad, el que comienza en sus cartas a darle un sentido negativo y de condena a quien piense diferente, lo que constituye un énfasis desmedido y un error de apreciación. Probablemente, el rabino que habitaba en el apóstol le juega una mala pasada y lo vuelve al celo de antaño cuando asesinaba cristianos que pensaban diferente al judaísmo. Es lamentable, porque cuando se entiende el impacto de las palabras, se modera.

Nunca debería ser condenado alguien por pensar distinto. Eso va contra el más primario derecho que Dios concedió al ser humano, que es el de pensar libremente, sin ataduras de ningún tipo.
Del libro inédito Superando obstáculos Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on March 29, 2020 15:30

March 28, 2020

Disidencia



“Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo. Puedes estar seguro de que tal individuo se condena a sí mismo por ser un perverso pecador” (Tito 3:10-11)

En la reflexión de ayer mencionamos el cambio que tuvo Pablo cuando le escribió a los cristianos de Corinto para hacer frente a las ideas distintas. Fue más abierto a la posibilidad de relacionarse con personas que pensaran distinto. Hasta allí bien, pero los viejos hábitos volvieron. Pablo no podía con su genio combativo, así que a Tito le aconseja algo diferente, incluso, la exclusión de quienes “causen división”, traducción poco feliz para hairetikós, es decir, el que ha elegido otra forma de pensar.

Gracias a estas declaraciones poco ponderadas de Pablo, el cristianismo que en palabras de Cristo debía ser distinguido por el amor (Juan 13:35), y la bondad, en el siglo II comenzó a caracterizarse por la saña con la que trataba a quienes tenían ideas diferentes.

La historiadora Mar Marcos sostiene que en este contexto de confrontación de ideas “la herejía presupone la existencia de un cuerpo de doctrina y un código ético y disciplinar inmutable, susceptible de ser violentado, fijado por una autoridad a quien compete corregir o condenar al que disiente” (Marcos 2009:13). En la última parte del texto de esta investigadora se observa el mayor problema: “corregir y condenar al disiente”. En otras palabras, en el cristianismo se instaló una forma de tratar con las diferencias que no admitía duda: Persecución, exclusión, e incluso muerte para quienes disentían de la doctrina mayoritariamente aceptada.

El problema es que el cristianismo a través de toda su historia ha tenido diferentes maneras de ver la doctrina. Lo que en algún momento ha sido considerado herejía en otro se lo ha aceptado como “sana doctrina”. Esto va de la mano con otro concepto difícil de aceptar y entender, en el entendido que la “verdad es progresiva”, es decir, que los seres humanos van teniendo una mejor comprensión de la verdad a medida que pasan los años y de alguna manera mediatizado por los acontecimientos que van mostrando formas de enfrentar la realidad que difieren con lo que pensaron algunos en el pasado.

Lo que muchos les cuesta entender es que la pureza de la doctrina no emerge cuando todos están en acuerdo, sino precisamente cuando hay diferencias y se hace necesario el análisis ponderado y frío para descubrir la verdad.
Del libro inédito Superando obstáculos Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on March 28, 2020 16:30

March 27, 2020

Anatema



“Pero aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara un evangelio distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición!” (Gálatas 1:8)

Es probable que Pablo cuando escribió las palabras de Gálatas 1:8, en su celo por la doctrina correcta, no haya entendido el impacto que sus palabras tendrían y el sufrimiento que ocasionarían a miles de personas que fueron torturados, heridos, maltratados, excluídos y asesinados, precisamente, basado en sus palabras. La “santa” inquisición solía repetir estas palabras del apóstol como una autorización expresa para perseguir a herejes. Lo mismo hacían en Rusia, los ortodoxos que organizaban los Progrom para perseguir y asesinar judíos. Pablo, no entendiendo la gravedad de lo que escribía, condenó a miles de personas a sufrimientos indecibles, simplemente, por celo, por defender lo que a él le parecía lo correcto, en desmedro de quienes opinan distinto.

Sin embargo, en honor a la verdad, no siempre Pablo fue tan tajante. De hecho en 1 Corintios matiza el concepto haíresis (herejía). Ha pasado tiempo, probablemente ha entendido que su actitud en Gálatas no fue la mejor, porque en la otra carta presenta una idea diferente. Sostiene que le hace bien a la iglesia que existan diferencias de opinión y que se de cierta pluralidad de ideas para “que se demuestre quiénes cuentan con la aprobación de Dios!” (1 Corintios 11:19).

Eso habla bien de Pablo, porque a diferencia de algunas personas, es capaz de mudar sus conceptos y entender que hay ideas que deben ser mejor expresadas en contextos diferentes. Pablo no escribía por dictado, mal que les moleste a algunos fundamentalistas, sino expresaba lo que sentía en el momento y luego, revisaba su propio pensamiento.

De hecho, siempre la presencia de ideas distintas ayuda a aclarar y diferenciar la verdad del error, porque en general permite que las personas puedan investigar y analizar con más propiedad, para así creer con certeza. Cuando se sostiene que todos deben pensar de la misma manera, se está negando una característica fundamental de la humanidad que es la libertad de pensamiento.

En cambio cuando se invita a debatir y contrastar ideas, se hace algo inteligente, que evita la dictadura que ejercen algunos que creen que ellos son los únicos dueños de la verdad y nadie tiene derecho a expresar algo distinto. Jesús aceptó la disidencia, ¿por qué no habríamos de aceptarla nosotros?
Del libro inédito Superando obstáculos Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on March 27, 2020 16:30

March 26, 2020

Ortodoxia



“En esto sabremos que somos de la verdad” (1 Juan 3:19)

El mayor problema no es tener una verdad, sino aprender a respetar las verdades que ha encontrado otra gente, incluso, aquellas que difieren de las nuestras. En la historia del cristianismo lo más difícil ha sido lidiar con lo ortodoxia y lo heterodoxia (es decir, lo contrario a la idea imperante).

Algunos sostienen que la verdad que ellos tienen es la única verdad posible y que debe ser descartada y rechazada toda otra verdad que no coincida con lo que ellos entienden por verdad. En ese contexto se realizan verdaderas cruzadas institucionales y denominacionales para librarse de la herejía.

Se desprecia el pensamiento divergente y se trata con desdén a quienes manifiestan ideas contrarias al grupo mayoritario o a quienes ostentan el poder dentro de un conglomerado religioso. El dogma, lo aceptado como correcto se convierte en la norma de trato hacia otros.

Lo real, de acuerdo a W. Bauer es que la ortodoxia no nace en el rechazo a la herejía, sino tal como establece en su libro ya clásico Orthodoxy and Heresy in Earliest Christianity (Ortodoxia y herejía en el cristianismo primero), la ortodoxia emerge durante el proceso de definición de la herejía y no a la inversa.

Eso implica que mientras algunos pierden tiempo y energía atacando supuestas herejías otros se concentran en analizar la supuesta herejía para desde allí establecer qué es correcto y qué no lo es.

Cuando las comunidades cristianas establecen un conjunto de doctrinas y señalan que ya no hay nada más que analizar ni reflexionar, privan a sus propias comunidades del fluir necesario de ideas que permita aclarar, profundizar, rechazar o extender las verdades ya conocidas. Una organización religiosa sana nunca se opone a ideas nuevas, al contrario, siempre está indagando la posibilidad de ideas nuevas, existan formas más frescas de acercamiento a la fe y la gracia.

Por el contrario, las comunidades eclesiales enfermas se caracterizan por su constante satanización de todo lo diverso. De excluir a cualquiera que proponga una nueva definición o tenga una visión diferente sobre antiguas ideas ya vertidas dentro de la comunidad. Lo que caracterizó el primer y segundo siglo de cristianismo fue el dinamismo teológico, la búsqueda, la reflexión, el análisis, que se fue perdiendo lentamente con el dogmatismo, los credos y las declaraciones cerradas de doctrinas.
Del libro inédito Superando obstáculos Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on March 26, 2020 16:30

March 25, 2020

Dios reconocerá a los suyos



“Los que me persiguen caerán y no podrán prevalecer” (Jeremías 20:11)

Uno de los mayores problemas de la intolerancia es que siempre deriva en violencia. Los que no toleran los pensamientos o prácticas de otros ceden a la tentación de convertirse, además de perseguidores, en verdugos. La historia lo atestigua. Algunos de los peores episodios de la historia humana han sido protagonizados por religiosos cristianos seguros de que hacían un bien al hacer un mal a otros.

A Arnaud Amaury, monje que dirigió la cruzada contra los albigenses se atribuye el grito: “Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos”. La orden la dio Amaury a las afueras de la ciudad de Béziers, el 22 de julio de 1209, cuando sus guerreros luego de haber abierto una brecha en las defensas de la ciudad, se dirigieron al monje para que les diera instrucciones para poder distinguir a un católico creyente de un cátaro hereje. Los soldados obedecieron la orden y todos los habitantes de la ciudad, más de 20 mil, fueron asesinados indiscriminadamente (O’Shea, 2000: 14-15).

¿Qué mente cristiana podría ser capaz de pronunciar una frase tan despiadada y en la misma apelar a Dios? Pero, la verdad, es que así es. En la actualidad no se producen tantos incidentes violentos de hecho por causas religiosas, no porque no se quiera, sino porque las leyes lo limitan. Pero, algunos si pudieran hace rato que había raído de la tierra a sus oponentes religiosos.

¿Vale la pena ser intolerante en religión? No. Definitivamente no. Dios no necesita nuestra defensa. Creer que la divinidad pueda necesitar que nosotros demos defensa de su “honor” o de su “doctrina”, es simplemente, un insulto al concepto básico de lo que es divino, es limitar a Dios y creer que él no tiene herramientas para lidiar con los que se le oponen.

La cristiandad nunca ha sabido enfrentar de manera “cristiana” la disidencia y la oposición. Enseguida surgen de los labios de los profesos cristianos las palabras: Expulsión, apostasía, disciplina, rebeldes, insolentes, borramiento, exclusión, desfraternización y otros eufemismos para quitar de en medio a quien se atreve a formular ideas distintas a la ortodoxia vigente. En el medioevo se asesinaba impunemente a quienes creían de una manera diferente. En la actualidad, el asesinato es más sutil: Dejar de hablar con el disidente, excluirlo de la comunidad, amenazar, expulsarlo del trabajo, al fin de cuentas: Verdad hay una sola. La intolerancia cambia de ropaje, no de esencia.
Del libro inédito Superando obstáculos Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on March 25, 2020 16:30

March 24, 2020

El dilema de creer



“Pero algunos se negaron obstinadamente a creer” (Hechos 19:9)

En el prefacio de su obra cumbre, Barrows Dunham expresa con claridad meridiana el sentido máximo de la vida de todo ser humano: Creer. Él dice: “Una de las cosas que tiene que hacer un hombre en la vida es descubrir, con la mayor amplitud posible, los fundamentos para creer lo que le piden que crea. Por supuesto, la razón le invita a creer todas y sólo aquellas afirmaciones que parecen ser verdaderas. Tan pronto como el hombre intenta seguir fielmente la razón, toma conciencia de otros principios, o al menos de los condicionamientos que emanan de la sociedad organizada que le rodea. Esto significa que se encuentra constreñido y atraído por creencias que en otro caso nunca hubiera poseído” (Duham, 1969: 7).

Descubrir “los fundamentos para creer lo que le piden que crea”, pero sin obviar que cualquier creencia está mediatizada por muchos factores ajenos a la razón: El sexo que nos posee, la sociedad en la que nacemos y nos desarrollamos, la familia que nos condiciona, los incidentes que marcan nuestra vida y los avatares propios del día a día y de la vida. Nadie puede creer simplemente, en una objetividad absoluta.

Tengo muy claro que soy cristiano porque nací en un hogar cristiano, porque crecí en contacto con una comunidad cristiana y porque en muchos sentidos, puede ser cristiano porque el país en el que nací no me hizo problemas para vivir mi fe. Pero, si hubiera nacido en la India, sin conocer nada más, probablemente sería politeísta y tendría como dios principal a Vishnu; o, si hubiese nacido en algún país árabe hoy creería en Alá y sería musulmán; y así sucesivamente. ¿Hasta donde es posible defender la objetividad absoluta de lo que creo si lo que creo está mediatizado por otros factores subjetivos?

Para ser honestos, esta misma lucha la tienen quienes crecieron en lugares donde la única fe es política o la vida está ligada a valores netamente inmanentes y donde lo espiritual es desechado como signo de decadencia o inferioridad. Oponerse a lo establecido en un determinado grupo humano siempre lleva a exponerse a la exclusión y el descrédito.

Cada persona tiene derecho a pensar como quiera y quien quiera. Nadie tiene derecho a imponer su creencia personal, por mucho que sienta que lo que él cree es superior a otras creencias. Esa es la máxima superior.
Del libro inédito Superando obstáculos Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on March 24, 2020 16:30

March 23, 2020

Creer por decreto



“Unos se convencieron por lo que él decía, pero otros se negaron a creer” (Hechos 28:24)

A través de toda la historia humana y en casi todas las religiones la tentación ha sido obligar a creer por decreto. Una de las historias más antiguas en ese sentido la protagonizó por quien es conocido por haberse casado con la mujer más hermosa de su tiempo y también era rey. Amenhotep IV, un faraón de la dinastía XVIII, quien gobernó Egipto entre los años 1372 y 1354 a.C., es más conocido por el nombre que adquirió: Akhnatón, “Atón es muy feliz”. Su esposa era la reina Nefertiti, cuyo nombre significa “la belleza mora entre nosotros”.

Akhnatón era aficionado a buscar explicaciones físicas, por lo que le resultó mejor concebir a dios omnipotente como un disco solar, más que como un espíritu del sol. El faraón proscribió todas las viejas teologías y clausuró los templos de los dioses tradicionales, abolió los sacerdotes, servicios y beneficios vinculados.

En su afán de proclamar la nueva fe fundó una nueva capital, Akhetaten, la ciudad del Horizonte del sol. La gente común se vio de un momento a otro desprovista de sus creencias tradicionales. Eso hizo que muchos conservaran en secreto su fe. Cuando murió Akhnatón, los antiguos sacerdotes y el pueblo, destruyeron todo el que el antiguo faraón había construido, incluida su ciudad que fue arrasada hasta los cimientos. Su hijo, Tutankamón nunca pudo continuar con su obra religiosa impuesta por la fuerza.

Cuando Dunham comenta este incidente señala a manera de conclusión: “Cuando las divinidades se mezclan con la política han de estar preparadas para soportar la penumbra y la oscuridad” (Dunham, 1969:10).

El problema es que esta tendencia nunca ha muerto, en ninguna religión. Muchos cristianos hasta en pleno siglo XXI pretenden imponer sus propios criterios religiosos sin considerar en nada las diferencias conceptuales y el derecho que les cabe a otros de pensar distinto.

Hace poco escuché el discurso político-religioso de un predicador en un Te Deum evangélico donde estaba presente la presidenta de Chile, Michele Bachelet, y me dio miedo de que ese individuo tuviera algo de poder, porque de tenerlo, no dudaría en imponer, prescribir, perseguir, proscribir y negar derechos básicos, en nombre de la fe. Nunca la creencia se impone.
Del libro inédito Superando obstáculos Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on March 23, 2020 16:30

March 22, 2020

Condenación eterna



“El Señor su Dios es compasivo y misericordioso. Si ustedes se vuelven a él, jamás los abandonará” (2 Crónicas 30:9)

El cristianismo por vocación está llamado a ser fuente de consuelo, compasión y misericordia. Los cristianos están llamados a llevar paz y amor a quienes se han visto maltratados por diversas razones. Eso dice la teoría de Jesús. La práctica cristiana está muy lejos de ese ideal. A menudo, los cristianos protagonizan y han desarrollado en el pasado los peores actos de barbarie, exclusión y maltrato que ni siquiera los no cristianos se atreven a hacer.

En Bausén, un pequeño pueblo del Valle de Arán (Lleida), justo en la frontera entre Cataluña, España y Francia existe un cementerio que tiene los restos de sólo una persona. Nadie nunca más fue sepultado allí, sólo ella, Teresa, quien murió repentinamente a los 33 años en 1916. Su familia no pudo enterrarla en el cementerio religioso reservado sólo para aquellos cristianos que estaban en “regla” con la iglesia. En ese lugar no había un cementerio civil como en ciudades más grandes, así que para no ser enterrada a orillas de un camino abandonado o tirada en una acequia, como solía hacerse con aquellos que no eran “cristianos”, sus vecinos, se organizaron y junto a su joven esposo crearon el único cementerio civil que existe en toda España para una sola persona.

¿Cuál fue su pecado? Haberse enamorado y haber comenzado a convivir con su primo Francisco sin haberse casado. Para casarse oficialmente tenían que pagar una multa de dispensa por consanguinidad que equivalía a 25 pesetas de la época, el equivalente a dos días de un jornal. Es decir, si pagaban a la iglesia una multa esta los eximía del “pecado” de haberse enamorado de un primo, y además, permitía que sus hijos no fueran considerados “bastardos” por no ser reconocidos como hijos legítimos, como si el nacer fuera en sí mismo un acto ilegítimo.

Los casos como Teresa se multiplican en el mundo. La odiosidad de quienes fueron llamados a la misericordia, la bondad y la compasión no tiene explicación desde la perspectiva de Cristo. Lamentablemente, aún muchos cristianos creen que serlo implica condenar, excluir, señalar, acusar, denostar, y separar a todos aquellos que, según sus cánones éticos, están fuera de la gracia de Dios. ¿Quiénes somos nosotros para decidir eso? ¿Qué mensaje se da a los visitantes de aquel cementerio, un símbolo de la intolerancia?
Del libro inédito Superando obstáculos Copyright: Miguel Ángel Núñez
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Published on March 22, 2020 16:30