Ruy Xoconostle W.'s Blog, page 29

August 6, 2013

Lollapaloozeado

Una crónica personal de Lollapalooza 2013 en Grant Park, Chicago, IL

Nunca fui muy fan de los festivales musicales masivos luego de una no tan agradable experiencia en Woodstock 94 donde, sí, pude ver a Metallica, NIN, Aerosmith, Peter Gabriel, Rollins Band, a los Cranberries (cuando eran una banda que tocaba a las 11 am en festivales) y a los Peppers, pero también fue un festín de incomodidad, lodo, escusados y servicios desbordados en todos los sentidos — aquel Woodstock 94 fue un desastre logístico que puso la mesa para el aún más desastroso Woodstock 99, donde se reportó violencia, torres de sonido en fuego y mujeres violadas.

Woodstock 99 no es ni de lejos la única vez que “el rock” ha traido desmadres que frikean a la autoridad y a las buenas conciencias. En Woodstock 69 tres personas murieron, y en el Love Parade de 2010, un festival de música electrónica, 21 asistentes perdieron la vida apachurradas en la pelotera (500 más resultaron heridos). En México, los desmanes juveniles del festival de Avándaro en el 71 y la paupérrima organización de Queen en Puebla en el 81 provocaron el veto de los conciertos de rock en nuestro país por varios años.

El manejo de las multitudes no es cosa que debería tomarse a la ligera, tanto por los organizadores como para los asistentes. El nuevo Lollapalooza se encuentra en una segunda etapa que abarca de 2003 al presente (la primera fue de 1991 a 1997), y es un festín de más de 100 bandas que tocan en 7 escenarios ante una asistencia promedio de 160 mil almas. Como muchas cosas en la vida, para que funcione correctamente debe recibir fuertes cantidades de patrocinios por marcas del tamaño de Budweiser y Red Bull (entre un chinguero más), y a esto se suma el evidente apadrinamiento del gobierno de la ciudad de Chicago. A diferencia de Coachella, cuyo principal encanto parece ser llevarse a cabo en un lugar donde no hay nada más que el festival, Lollapalooza le saca provecho a llevarse a cabo en el downtown de una ciudad cosmopolita, hermosa y espectacular como Chicago, llena de diversidad étnica, oferta cultural y culinaria. Como le llaman en los noticiarios, “la derrama económica” para la ciudad de Chicago debe ser considerable.

(Arriba: una cámara GoPro montada en un Minion. Bizarro.)

Instigado por la jeva, me enrolé en Lolla 2013. Lo hice un poco escéptico por la experiencia previa que he expuesto, pero animado por ver a Nine Inch Nails después de 19 años. Ella es muy fan de Tegan and Sara, así es que estábamos ya hechos con la idea de nuestro headliner. Después del primer día me quedó claro que tener una banda favorita en Lollapalooza ayuda pero no es ni de lejos la única razón de peso para asistir. Si quieres ver a tu banda favorita, es más lógico ir a ver solo a tu banda favorita, seguro la extensión y el playlist serán mejores. Tiene su encanto ver a tu banda favorita en un festival, pero la idea del festival es más amplia. Musicalmente hablando, Lollapalooza es tan grande que es difícil no encontrar algo memorable. Pero ahorita regreso a eso.

Supongo que no existe tal cosa como lo “impecable”, menos tratándose de un evento de más de 100 mil personas, pero los organizadores de Lolla lo hacen muy bien: accesos, servicios y mapeo funcionan. Las puertas abren a las 11 am y cerca de las 10 pm, hora del cierre, aún hay alcohol (se vende vino y cerveza) pero ya no hay hielo. Los baños portátiles, ubicados en doce zonas generosas de espacio y cagaderos, son un desastre al final, pero usables — nada que ver con los baños de Woodstock 94, donde para el día 2 el charco de mierda se extendía a diez metros a la redonda. Hay “actividades” en la zona para niños (se celebra la diversidad de las familias con carriolas y niños preescolares caminando por el parque, pero ¿cuál es el punto de llevar a unos niños a asolearse y cansarse?), en áreas de tianguis y donde patrocinadores como el mencionado Red Bull, Samsung, Toyota y VH1 hacen sus marketing activations. Son meros adornos, indulgencias que se permite un festival masivo lo suficientemente bien organizado.

Por supuesto, la crítica hacia Lollapalooza podría ser en el sentido de que algo tan juvenil — y por default rebelde — como un festival musical pierde sentido al sentirse tan corporatizado. Entiendo las razones: como decía al principio del post, se debe necesitar grandes cantidades de dinero para que algo así funcione, el espíritu independiente, la revolución también necesita dinero. Ahora bien, ¿pone en riesgo su reputación una banda por tocar en un escenario brandeado por Bud Light? En 1970 quizá sí, en 2013 es una broma siquiera pensarlo.

Esto no quiere decir que Lollapalooza no se sienta como un festival “fresa”. No tengo la estadística a la mano, y dudo que exista, pero en mi percepción las grandes masas de gente estaban conformadas por jóvenes blancos, presumiblemente universitarios, quizá de extracción suburbana, esa enorme mancha de white folks clasemedieros gringos que constituyen el personaje de nuestros chistes (“estaban un gringo, un ruso y un mexicano…”), los mismos que abarrotan las playas mexicanas en modalidad springbreaker y que no pocos enemigos tienen en nuestro país. Quizá no sean ricos, pero tienen el dinero para hacerse de un boleto de 3 días por 235 dollys (la cerveza de 473 ml, cara: a 8 dólares, mientras que la lata normal a 6. El cilindro de vino, 24 dólares. El Red Bull, fuera regular, sugar free, total zero o edición especial de arándano, mora azul o lima/limón, 3 dólares). Las llamadas “minorías étnicas”, orientales, negros y latinous, también se hicieron presentes pero evidentemente en números menores.

Los moods de la audiencia eran cambiantes, sin embargo. Durante NIN, que dio un concierto irregular para mi gusto, el público se sentía fan pero también punk, agresivo, aunque respetuoso a la hora de cantar “Hurt”. En Ellie Goulding, mi chica y yo nos vimos en medio de una turba de chicas a la Jersey Shore, una docena de rubias potentemente maquilladas, con pelos lacios de arriba y enrulados de las puntas, disfrazadas de rigor con esos abominables shorts tapaombligos y smartphones en las manos, los cuales usaban no para tomarle fotos o video a la Goulding — que se deshacía en el escenario — , sino a ellas mismas cantando, el selfie a la máxima expresión. “Pinches Millennials”, pensé, “están de la verga con su narcisismo”. Durante el acto de 2 Chainz, un dude hip-hopero, era evidente que la gran mayoría de los asistentes eran chicos blancos hipnotizados por el badasserío de la cultura rapera gringa. No supe si es otro paso hacia la dignificación musical del African-American o si solo es que 2 Chainz fabrica música para blancos. Igual no tengo suficiente información al respecto.

Al igual que un Corona Capital uno voltea y ve el campo de vasos aplastados de vasos de Corona, acá el desenlace de un concierto deja miles de latas de Bud Light apachurradas. Dos diferencias notables con la audiencia mexicana, sin embargo, son la constante buena conducta de los espectadores (no te la arriman, no te codean gratuitamente al pasar — algunos incluso piden permiso) y los generosos espacios para disfrutar la música. Como en cualquier concierto, pegarse al escenario tiene sus implicaciones, pero Lolla sobresale porque a distancias moderadas y sabrosas, donde se escucha perfecto y se siente el groove, uno puede moverse, bailar o incluso poner la chela en el suelo sin temor a que sea pateada.

El olor a mariguana es permanente en todos los conciertos, lo cual también es una obviedad. Para mí fue solo un poco irónico pensar en todos los mexicanos que han muerto para que esos good white folks puedan fumar mota en sus festivales musicales. Pero no le dediqué mucho tiempo a esos pensamientos y mejor disfruté.

Regreso ahora sí a uno de mis puntos anteriores: Lollapalooza es tan grande que es difícil no encontrar algo memorable. Mis expectativas con Kendrick Lamar, un hip-hopero west coast, eran nulas, pero resultó ser un maravilloso espectáculo, con punch y corazón. En algún momento la gente comenzó a crowd surfear a dos tipos en sillas de ruedas. Fue un momento genuino, hermoso e inesperado. Lamar detuvo el show y espero a que los dos dudes llegaran al pit enfrente del escenario. En mi iPod, Mumford and Sons hacen música folk como sacada de Los Pioneros, pero cuando estaban arriba del escenario de Red Bull sonaban épicos. Sonaban “MIGHTY”. No vimos a The Cure porque preferimos a Phoenix (aunque he leído que The Cure rockeó mal pedo), y me encantaron: los tipos llevaron un show de rock, uno pensado para un escenario masivo, donde inexplicablemente “Lisztomania”sonaba absolutamente punchada (“We are Phoenix from Paris, France!” gritaron en un momento realmente chingón y emocionante). Vampire Weekend me pareció demasiado débil y shoegazeril, pero Queens of the Stone Age compensó su jotería reventando oídos y tocando perfecto, duro, sincronizado. Josh Homme tiene una voz brutal. Crystal Castles te madrea la caja torácica a punta de bajos, son una banda hecha para escenarios al aire libre. Tegan and Sara compensan la simpleza de su pop con el amor que derrochan por sus fans, hablándoles todo el tiempo, haciendo bromas locales que solo quienes las han seguido por años entienden al cien.

Volvería a ir a Lollapalooza. No que no me llame la atención ir a ACL o Bonnaroo, pero Lolla tiene algunas ventajas: Chicago de día y el alto nivel de organización del festival de noche, más los after que quizá pueda explorar en otro año. Amo la música, qué más. Escuchar un concierto de pie o tirado en el césped con tu novia es un doble placer en el que vale la pena invertir y reincidir.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on August 7, 2013.

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Published on August 06, 2013 17:00

July 20, 2013

Superman es aburrido

Algunas ideas sobre la moral del Hijo de Kryptón y sus apariciones en el cine

Aunque el geekdom (es decir, la comunidad global de personas obsesionadas con múltiples y oscuros temas de la fantasía, la ciencia ficción, el cine, los videojuegos y los cómics) tiene docenas de argumentos al respecto, la verdad es que Superman es invencible. In-ven-ci-ble. Esto no quiere decir que los escritores de DC Comics no le hayan puesto formidables enemigos a lo largo de 75 años de publicación: tomen el caso de Darkseid, un tipo inmortal que, dotado de rayos omega, supuestamente puede matar a Superman cualquier día de la semana. O el célebre Doomsday, que en los noventa protagonizó la popularísima serie La muerte de Superman (sí, él lo mató… y luego Superman revivió y se lo despachó). Ni qué decir de Imperiex, un personaje que devora universos convirtiéndolos en agujeros negros, y que apenas es derrotado por Superman en coalición con héroes y villanos. Vaya, cualquier geek de respeto sabe que ni siquiera Superman está por arriba del personaje conocido como The Presence, quien es, esencialmente, el creador de todas las realidades en todos los multiversos. M-E-G-A-N-E-R-D.

Estas “sutilezas” no erradican el hecho de que Superman sí es invencible. Lo que lo hace inmortal es el negocio que representa para DC Comics: Superman es sin duda el superhéroe más emblemático del mundo — como muestra el hecho de Action Comics no. 1, de junio de 1938, la historieta donde se presentó al personaje, haya sido subastado en 2011 por 2.1 millones de dólares. DC Comics ha echado a andar una buena cantidad de recursos narrativos a lo largo de siete décadas y media para garantizar la permanencia del llamado Hombre de Acero y sus diferentes habilidades: es capaz de mover planetas enteros, sobrecalentar la Tierra con su visión calórica, reparar un agujero en el cosmos (lo que sea que eso quiera decir), sobrevivir a una supernova, meterse al núcleo del sol y salir sin un raspón, volar más rápido que la luz… algunos usuarios en foros de internet incluso sugieren que las lágrimas de Superman pueden curar el cáncer. Lo cual también es un chiste de Chuck Norris.

Superman es algo más que el sueño de cualquier niño (poder volar, tener superfuerza). Es la representación pop de las fuerzas infinitas, inagotables e indestructibles de las mitologías antiguas. Superman es el vórtex donde fluye la energía cósmica de Shiva, de Tezcatlipoca, de Zeus. Lo cual tiende a apestar porque deja muy poco espacio para el drama, ¿cierto? Paul Constant, blogger de thestranger.com, ha escrito que “muchos malos guionistas han producido muchas historias malas de Superman. Esto se debe a que Superman es, básicamente, dios. Puede ser frenado, pero no detenido”. Un héroe sin villanos que representen un peligro real (y no me hablen de la kryptonita, ese recurso cheesy para dotar al Hombre de Acero de un talón de Aquiles también apesta) es aburrido. ¿Si nadie lo puede detener, cuál es el punto? ¿Dónde está el juego dramático? Desde este punto de vista, Superman es increíblemente aburrido.

El cine no le ha ayudado tampoco. En el Hollywood de 1978, todo lo que oliera a ciencia ficción presumiblemente resultaría exitoso en taquilla: la culpa la tuvo el masivo desempeño de Star Wars, quien un año atrás había rebasado los 300 millones de dólares, una cantidad brutal y nunca antes vista de billetes verdes en el cine. Los ejecutivos de Warner Bros. ya trabajaban en un largometraje de Superman — el cine había visto al hijo de Kryptón pasar unas cuatro veces por ahí, con seriales de matiné y cortos (con el actor George Reeves) — , pero después del éxito de Star Wars decidieron lanzarse con todo. Así pues, contrataron a Richard Donner, quien en los setenta era un director hot luego del éxito de La Profecía, sacaron a Marlon Brando de su retiro, pusieron a Mario Puzo (autor de El Padrino) a escribir el guión, descubrieron a Christopher Reeve y le encargaron el tema musical al maestro John Williams. Al final, Superman, the Movie resultó ser un éxito agridulce: aunque el público se emocionó, la taquilla no fue tan espectacular como se especulaba (135 millones); la crítica fue buena, pero la Academia no nominó al filme en categorías serias. Hay quien dice que esa cinta prefiguró el cine contemporáneo de superhéroes — por mucho el más popular en taquilla — , pero por otro lado no pudo establecer una franquicia verdaderamente popular o sustentable. Superman II fue un desastre al que Richard Donner renunció a pesar de haber rodado 75% de la cinta, y las siguientes partes de la serie son, en el mejor de los casos, películas pésimas. Para Superman IV: The Quest for Peace (1987… esto qué), el personaje había perdido la atención del público. Lo que es peor: la cinta resultó ser un insulto para los fans, la prueba irrefutable de que DC Comics no tenía la inteligencia (o la decencia) para producir un filme que le hiciera honor a la serie, y que era capaz de simplemente entregarle su personaje más querido a un estudio de cine sin preocuparle qué clase de evacuación fétida surgiera de ahí. El tristemente irónico desenlace en la carrera de Christopher Reeve, quien en 1995 sufrió un accidente ecuestre que lo dejó cuadrapléjico, acabó por dejar también en parálisis a Superman en el cine. Pasarían 19 años para que el Hombre de Acero volviera a las pantallas grandes.

Y su regreso fue poco afortunado. De nuevo Warner Bros. puso un director hot en la silla (Bryan Singer, quien hizo las dos primeras X–Men), pero ahora no hubo detalles memorables, como la sorpresa de ver a Marlon Brando como Jor–El (el padre de Superman), o el score de John Williams, o el talento emergente del carismático Reeve. La taquilla fue moderada, la secuela cancelada y el nuevo Superman (Brandon Routh) desapareció como llegó al cine, en calidad de desconocido.

(Sin duda Brandon Routh no será recordado como Superman, sino como Todd Ingram.)

Warner Bros. insiste de nuevo en poner a Superman en el cine. A siete años del último (relativo) fracaso, veremos otro reboot, pero a manos de un nuevo director, Zack Snyder, un hombre sin mucho oficio narrativo, pero visualmente es capaz de poner en pantalla una imaginería espectacular y original como pocos. ¿Es suficiente? Tal vez no. El problema de Superman es el mismo con el que iniciamos este artículo: es invencible, por lo tanto, Superman es aburrido. La única salida a este silogismo es el carácter moral del personaje. De hecho, es fácil preguntarse, ¿si Superman es bueno, por qué recurre tanto a la violencia para resolver problemas?, ¿un superhombre es necesariamente uno con superpoderes o uno que toma siempre las decisiones correctas? En el libro de ensayos, Superman and Philosophy: What Would The Man of Steel Do, el profesor Mark D. White da en el clavo de lo que hace a Superman humanamente interesante: los dilemas éticos que enfrenta. “Los increíbles poderes de Superman le dan más opciones para lidiar con problemas”, ha escrito White, “pero no lo ayudan a tomar mejores decisiones que el resto de nosotros”. Superman muchas veces tiene que decidir si salva a la chica o al camión lleno de niños, a un mundo o a otro, o quizá a sacrificar una vida por el bien común. ¿Qué haría Superman en mi lugar? Esa es la pregunta donde se engancha la empatía de millones de fans del Hombre de Acero.

Confieso que no soy uno de ellos. La razón por la que Superman no me atrapa no tiene que ver con sus juicios éticos, sino con la pulcritud moral que caracteriza a su naturaleza. Superman es una suerte de boy scout perfecto, guapo e indespeinable, siempre sonriente y dispuesto a ayudar viejitas y gatos trepados en árboles (imagen que en los miles de arcos narrativos del personaje seguramente se ha desafiado incontables veces, me dirán los fans). No es mi tipo de superhéroe. Los prefiero alcohólicos, como Tony Stark, huérfanos y atormentados, como Bruce Wayne, adolescentes y perdedores, como Peter Parker. El superhéroe como un pecador redimido, lleno de defectos. Esa, para mí, es la humanidad que nunca encontrará el Hijo de Kryptón.

Publicado en la revista Telehit, junio de 2013

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on July 21, 2013.

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Published on July 20, 2013 17:00

July 13, 2013

Monstruos vs mechas

En el geekdom, un mecha no es un robot, es un pedazo de maquinaria que se opera, que se pilota, tiene un sentido vehicular. La diferencia con un auto o un tanque o un avión, es que el mecha suele ser bípedo o humanoide o de perdida tiene alguna semejanza animal. De su forma viene nuestro asombro, nuestro “ohhhhh” al ver o imaginar una tecnología así.

La Enciclopedia de la Ciencia Ficción dice que el primer mecha de la historia apareció en un panfleto propagandístico japonés de la Segunda Guerra Mundial. En él, un mecha, no sabemos si tripulado o controlado remotamente, se dirige hacia la ciudad de Nueva York. El autor de la ilustración es Ryūichi Yokoyama:

Para ese año, la Armada japonesa vislumbraba que el poderío naval de Estados Unidos era algo que no podrían igualar. Había perdido ya la Batalla de Midway, y se vendrían varias derrotas clave más… dos años después del panfleto cuasi infantil con el primer mecha de la historia, los gringos lanzaron las dos primeras y únicas bombas atómicas que se han empleado en tiempos de guerra. A Japón no le quedó otra opción que rendirse y reconstruir su nación.

Los monstruos, por supuesto, han existido en todas las mitologías. En la era moderna destaca la reimaginación del monstruo por H.P. Lovecraft como un ser antiguo que viene de mundos extraterrestres y/o de otras dimensiones. La interpretación japonesa, luego de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, fue la del monstruo como una fuerza espontánea de destrucción: el kaiju es este ser de tamaño descomunal con una afición por madrear ciudades niponas. Al final, las ciudades caen pero el espíritu prevale, o esa parece ser la moraleja. En 1954, el primer kaiju, de nombre Godzilla o Gojira hizo su aparición en el cine.

El ciclo de creación y destrucción del mundo es muy profundo y muy complejo, sus simbolismos van de la psique a lo cósmico; pero no se preocupen, no voy a hablar de eso, sino de cómo la cultura pop tiende a experimentar haciendo un chimichurri de ideas y creaciones. No pasó mucho tiempo para que los kaiju se enfrentaran a los mechas. Un ejemplo clásico: Gojira Tai Mekagojira!

La imaginación gringa ha traido ejemplares dignos del mecha. Baste mencionar que Robert Heinlein describió soldados a bordo de powered suits en su hermoso libro Starship Troopers de 1959, o los AT-AT de El imperio contraataca (yo tenía 8 años cuando vi por primera vez a esos cabrones caminar: tuve que recoger mi quijada del suelo, y creo que en ese momento decidí que siempre iba a amar la ciencia ficción) o los cargo loaders del Aliens de Cameron.

Los kaiju han sido otra historia. El remake de Godzilla gringo fue un fallo épico, ni qué decir de Cloverfield, donde el monstruo es más un misterio de “found footage” que un ser gigante — y a cuadro — interactuando con los personajes y el entorno.

Esta semana se estrenó una película gringa dirigida por un mexicano que intenta retomar estos dos elementos clásicos. Hasta ahora, me parece que tal remix no había salido bien librado por una mente occidental. El jalisciense Guillermo del Toro, nuestro geek número 1, nuestro tlatoani de los nerds, es capaz de entender por igual las sutilezas del kaiju y la fascinación que trae el mecha en pantalla. Después de una carrera brillante que incluye trancazos de taquilla y premios de la Academia, Warner Bros. le proveyó con 180 millones de dólares (o eso reporta ScreenRant) y, con ese dinero, del Toro esculpió y pulió una joya de entretenimiento de verano. Pacific Rim me hizo hundirme en el asiento los 131 minutos que duró el filme y la disfruté con esa misma emoción que me procuraron los AT-AT a mis 8 años. ^_^

Pacific Rim no es perfecta. Mi queja es que del Toro ha escogido el tono más juvenil que ha encontrado para narrar su historia de mechas (bautizados como “Jaeger”), monstruos y el Apocalipsis. Pacific Rim transpira ñoñería en sus momentos de humor, su música, la simpleza de sus personajes y sus concesiones. No hay grandes explicaciones de por qué, siendo la franja costera del Océano Pacífico tan inmensa, los monstruos se encuentran forzosamente con sus adversarios en la bahía de Hong Kong. Tampoco queda muy claro por qué el científico loco que extrañamente se parece a JJ Abrams es perseguido por un kaiju, ni tiene mucha sustancia la explicación de que meter una bomba termonuclear en un “puente interdimensional” lo cierra (pfff). El sidequest de “vamos a pedirle un cerebro a Ron Perlman” es bastante bobalicón también.

La fortaleza de Pacific Rim, curiosamente, también es que no se detiene demasiado tiempo en estas “minucias”, sino que nos pone desde el principio en medio de un espectáculo visual muy cabrón. Para empezar, el diseño de producción es una jodida belleza: hay tantos detalles en los “Jaeger” como en los kaiju para justificar la compra del Blu-ray y detenerse a admirar y especular — como todo buen nerd hace. Por otro lado, del Toro es un geniecito que tiene años perfeccionando su cinematografía, lo cual se nota en cómo los ángulos y emplazamientos de cámara de Pacific Rim nos sumergen perfectamente en LAS DIMENSIONES del conflicto. A diferencia de la serie Transformers, donde buena parte de las peleas consisten en un montón de fierros moviéndose a velocidades Bruckheimer, en Pacific Rim la edición en las secuencias de acción está muy bien cuidada, es clara y es dramática. Justamente la larga secuencia del enfrentamiento entre dos kaijus y el Gipsy Danger en Hong Kong es un triunfo que deja con la lengua de fuera al espectador. Con una mezcla de audio de Skywalker Sound y CGI de Industrial Light & Magic, los estándares de perfección en la industria, me queda claro que Pacific Rim fue diseñada como una de esas películas “por las que construyen cines”.

Lo logra, en verdad lo logra. El espíritu juvenil y la ñoñería de la cinta se justifican porque, vaya, estamos viendo una película con mechas gigantes superchingones rompiéndose la madre con monstruos badass que vienen de otra dimensión. Quizá Neill Blomkamp habría escogido un ángulo documental con un comentario social sobre el fenómeno de una invasión extraterrestre que vino de las profundidades del océano. Peter Jackson se detendría una y otra vez en las motivaciones personales de los pilotos de mechas (en tres partes, cada una de tres horas). El enfoque de Chris Nolan sería oscuro, pesimista y enredado…

Para nuestra suerte, solo Guillermo del Toro hizo Pacific Rim. Y le quedó de pocamadre. Vino, hypeó y triunfo.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on July 14, 2013.

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Published on July 13, 2013 17:00

May 21, 2013

Un Xbox para gobernarlos a todos

(Pasamos de “La caja idiota” a “La caja horrible”.)

Entras al sitio de Xbox y te saluda un texto que dice, en letras grandes: “Introducing Xbox One — The all-in-one entertainment system”. Así tal cual. Descarado. Sin mayores preámbulos. La octava generación de consolas de videojuegos que, parece ser el acuerdo general, arrancó con el lanzamiento del Wii U a fines del año pasado — y que ahora cobra forma con los inminentes ingresos del PlayStation 4 y el Xbox One al mercado — , empieza a evangelizar usuarios con frases que aluden al entretenimiento en general, y no al gaming en particular. Lo cual, claro, era de esperarse. Pero no deja de ser raro.

El 20 de febrero, Sony presentó el PlayStation 4 con la ambigua frase “Dale un vistazo al futuro”, que a mí me suena más a un poetuit masturbatorio de marketing que a una promesa real. La ambiguedad se concretó el día de la conferencia cuando lo único que mostró Sony fue un control multitouch y no el resto del hardware. Es el colmo de la especulación: hablar de darle un vistazo al futuro y acabar mostrando un remix del Dual Shock. Vaya, ni cuando el Godzilla de 1998 encubrió el diseño del monstruo habíamos visto tanto secretismo mamón.

Por su parte, Microsoft salió el 21 de mayo a decirnos: “El sistema de entretenimiento todo-en-uno”, frase que peca, por supuesto, de no tener nada de original. El todo en uno es el sueño de opio que hombres bugas y gadgetólogos han tenido desde hace al menos un siglo, un gadget multiusos con tantas herramientas que resulte abrumante. Algo como esto:

(Acá hay más ejemplos.)

En mi novela de 2001, Pixie en los suburbios, el personaje principal se burla de esta obsesión por acumular funciones:

Somos la Generación Minitecnofetichista. Y si tiene más mierdas encima, excelente. Si un solo aparato es capaz de realizar docenas de funciones para las que no fue pensado en un principio, maravilloso. Somos la Generación Multimediaminitecnofetichista De Mierda. Podríamos ver cintas de VHS en un fido y hacer llamadas por un teléfono, pero estamos obsesionados por lograr que las cosas funcionen al revés, es decir, hacer llamadas por el fido y ver películas por el teléfono.

Sé que lo moderno, y lo lógico, es adoptar el todo-en-uno. Vean el iPhone y cualquier smartphone medianamente decente: es agenda, libreta, reproductor de música, cámara fotográfica, nevegador de internet y mensajero instántaneo en uno. Nadie se queja, pues es realmente práctico tener “todo” ahí, calentándose en la comodidad de nuestros bolsillos. A veces lo que menos se usa es el teléfono, pero igual se nos ha quedado decirle, ejem, “teléfono”. Y de nuevo: nadie se queja. Todos nos hemos adaptado muy rápidamente a emplear smartphones. No conozco a nadie, fuera de algún hipster que quiere probar algo, que busque regresar a los viejos celulares con pantalla monocromática y cuyo killer feature es el juego de “viborita”. Puaj.

Sin embargo, cargar con un gadget todo-en-uno ha cobrado su cuota. Rentas más altas que con el tradicional (y ahora en proceso de extinción) teléfono fijo de casa. Trastornos psicológicos como el Síndrome del Miembro Fantasma. Matrimonios que acaban a punta de Whatsapp. Miles de millones de horas-hombre invertidas en pantallitas de 3.5 pulgadas — con Retina Display, eso sí.

La séptima generación de consolas de videojuegos, una que empezó su largo peregrinaje en el año 2005 y que incluyó al Wii, el Xbox 360 y el PlayStation 3, tuvo muy en mente esta moderna obsesión por el todo-en-uno. Quizá aquellas máquinas no estaban preparadas en un principio para ser navajas suizas digital, pero se fueron adaptando en el camino a las realidades del entretenimiento en línea: películas, música, minijuegos on demand, redes sociales… todo se fue montando en el camino.

Corte a: un hardware de $5,000 pesos que pasa más tiempo reproduciendo películas en cuentas Netflix de $99 pesos al mes. Quizá los precios de los juegos tienen que ver: ¿pagar $1,000 pesos por otro FIFA u otro Madden con mínimas variaciones? Pfff.

La otra innovación radicó en el gaming cinético (cinético viene de kinetic, no me odien). El Wii, todos lo sabemos, fue una locura de proporciones pop. Kinect vino a revolucionar ese primer paso que dio Nintendo. Y Sony pareció nunca entender de qué diablos se trataba todo aquello.

Ayer Microsoft confirmó que la octava generación de las consolas de videojuegos es un upgrade de la previa: Blu-ray, listo. Kinect, listo. Capacidades multimedia y online, listo. Fantasy Football, listo. Los juegos no fueron el alma de la presentación, y esto es algo que le duele a los gamers de abolengo, pero es la verdad. El nuevo Xbox es una central doméstica cuyo menú incluye trending topics, televisión y películas, música, apps y juegos. Skype, Netflix, Facebook, Twitter y el Canal de las Estrellas tendrán roles preeminentes. Ya no se trata de cuántos trillones de trillones de polígonos tienen los juegos, como en los viejos tiempos. Quizá porque los videojuegos ya no sorprenden como antes. Quizá porque la enorme mayoría de la humanidad es casual gamer. Quizá porque en el último lustro a la industria le quedó claro que no necesitas juegos complejos e inmersivos de $1,000 pesos cuando las masas prefieren pagar $12 pesos por Angry Birds. O jugar Candy Crush obsesivamente. Gratis. Desde Facebook.

Me retracto: los juegos complejos e inmersivos sí son necesarios, sí tienen mercado y sí seguirán adelante. Nuevos modelos de distribución se evaluarán, nuevos títulos y franquicias surgirán, y el hardcore gamer prevalecerá. La cuestión que me queda es: ¿qué tan relevante serán? Los videojuegos, cuya broma recurrente hace una década era aquella de “producen más dinero que las películas de Hollywood”, ahora son solo una parte más del complejo paisaje del entretenimiento. Industrias que antes no competían ahora pelean por ganar la atención y el tiempo de la audiencia. Por ser emocionalmente relevantes en la vida de los usuarios, de los consumidores.

No me malinterpreten: me gustó el Xbox One. Quiero uno. Y me queda claro que Microsoft, al igual que sus competidores, necesita un buen hardware actualizado para competir (porque su competencia es desalmada: Smart TVs, dispositivos iOS y Android, sin contar las consolas de Sony y Nintendo). Mis sentimientos van por otro lado: desde el Atari 2600 he amado los videojuegos, quizá por eso ahora veo con ojos melancólicos cómo una marca de gaming está saliendo del clóset como una marca de entretenimiento. No hay marcha atrás al mundo todo-en-uno. Ahora, la pelota está en la cancha de los usuarios: está en nosotros decidir si vamos a jugar videojuegos o vamos a desperdiciar un procesador de 8 núcleos en La rosa de Guadalupe.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on May 22, 2013.

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Published on May 21, 2013 17:00

November 29, 2012

Qué es lo que realmente desean las mujeres

Un relato medieval feat. Sir Gawain

(Lo que sigue es una variación de algo que escuché en el budipodcast el lunes pasado.)

NARRADOR: Hace algún tiempo de esto: Sir Gawain, uno de los más galantes caballeros del Rey Arturo, uno de esos clásicos caballeros de reluciente armadura, decidió salir en busca de aventuras sin rumbo, y se dirigió a territorio uncharted (palabra bella esa de “uncharted”, su definición según Merriam-Webster). Una vez ahí, vagabundeó durante un par de días hasta que halló un estanque. Como espero ha quedado claro, Sir Gawain llevaba un tiempo on the road, así es que le pareció genial la coincidencia de encontrarse con el estanque pues tenía… sed. Así es que se acercó y bebió. Casi de inmediato, se apareció una mujer, la mujer con el aspecto más feo que uno pudiera imaginar. Jorobada, con el rostro lleno de verrugas, la nariz larga y manchada, el pelo desaliñado… Sir Gawain la vio e intentó saludarla, pero la mujer lo increpó:
“Caballero, ¿por qué tomó agua del estanque?”
“Bueno”, dijo Sir Gawain, “tenía sed”.
“Pero el estanque es mío. Y no me pidió permiso de tomar agua de él.”
“No vi a nadie.”
“De todos modos no ha sido muy cortés de su parte hacerlo sin permiso.”
La horrible mujer, esto debe saberlo el lector, no era otra que una de las múltiples formas de Baba Yaga, que también es Kali, y que también es Coatlicue. Una bruja y una diosa, quita y da la vida por igual, de apariencia terrible a la vez es símbolo de sabiduría. Sir Gawain, quien sin duda era un tipo inteligente, pareció reconocer a la aparecida, así es que prefirió dejar de discutir y pedir disculpas:
“Le ofrezco una disculpa, milady”.
“Una disculpa no es suficiente”, dijo la horrible mujer.
“No tengo más que ofrecerle.”
“No, sí hay algo.”
“¿Qué?”
“Casarse conmigo.”
Ahora imaginen el rostro de Sir Gawain: galante, la perfecta personificación de la caballería medieval en un solo hombre, pero descompuesto. ¿Casarse con ese esperpento? ¿En qué momento se había metido en semejante problema?
“Milady, me temo que eso es algo que no puedo hacer por usted.”
“¿Y por qué no?”
Después de una breve pausa, Sir Gawain repuso:
“Si hubiera algo más en mi poder que pudiera hacer por usted para aliviar este agravio, lo haría”.
“¿De verdad?”
“Sí. Lo que sea que esté en mi poder para hacerla sentir mejor.”
“¿Lo que sea?”
“Lo que sea.”
(Quizá en ese momento Sir Gawain pensó: “Preferible negociar que casarme con esta abominación”. O quizá solo pensó: “Ya me jodí”. Eso no lo sabremos nunca.)
“Bueno, hay algo que usted puede hacer…”, dijo la mujer.
“¿Y qué es?”
“Descubrir qué es lo que realmente desean las mujeres.”
“¿Qué es lo que realmente desean las mujeres?”
“Sí. Qué es lo realmente desean las mujeres. Nadie me lo ha podido decir. Pero algo me dice que quizá usted podría averiguarlo.”
Sir Gawain se sonrió y agregó:
“Puedo intentarlo”.
“Tiene un año. Cuando venza el plazo, nos encontraremos aquí y usted me dirá qué es lo que desean las mujeres.”
Sir Gawain aceptó, gustoso. Al regresar a Camelot y compartir su encuentro con la horrible bruja, su patrón, el Rey Arturo, puso a disposición a todos los sabios y académicos del reino para que analizaran la pregunta y llegaran a la respuesta. También mandó hacer un sondeo con todas las mujeres de su reino: a todas se les preguntó: ¿qué es lo que realmente desean las mujeres?
Sir Gawain, aliviado por la ayuda del rey, continuó con sus labores cotidianas. Al paso de un año, tal como había dado su palabra, volvió al estanque.
Ahí lo esperaba la horrorosa mujer.
“Milady.”
“¿Y bien? ¿Qué es lo que realmente deseamos las mujeres?”
Sir Gawain mostró sus hallazgos, sus libros, sus anotaciones, sus estadísticas. Inició una sesuda disertación sobre el tema, agregó y eliminó argumentos, fue vehemente y hasta sonó convincente.
Una vez que acabó, preguntó:
“¿Y bien? ¿He dado con la respuesta?”
La bruja respondió:
“Y… no.”
Frustrado, Sir Gawain se sentó en el césped. Derrotado.
“Se tendrá que casar conmigo, caballero.”
Después de un suspiro eterno, Sir Gawain dijo:
“Que así sea”.
“¡Bien! ¿Qué tipo de boda tendremos?”
“Una ceremonia pequeña. Privada. Solo amigos cercanos. Y familiares.”
“¡No!”, exclamó la bruja. “Usted es un notable caballero de la Mesa Redonda. Una celebridad. Todo el reino debe saber de la boda. Debe ser una gran boda. UNA GRAN BODA.”
Deprimido, Sir Gawain no tuvo más opción que aceptar los términos y volver con su prometida a Camelot. Al verla, pueblerinos, damas y caballeros por igual se horrorizaban ante el aspecto asqueroso y casi malévolo de la mujer. Pero Sir Gawain mantuvo su promesa y dispuso realizar una fastuosa boda que se anunció a los cuatro vientos.
Y así fue. Se casaron.
Y vino la noche de bodas.
Listos ya, sin el ajuar de novios y con ropajes más ligeros, Sir Gawain y la bruja se miraron solos en la habitación que el Rey Arturo seleccionó para los recién casados en el interior de su castillo.
Sobra decir que el pobre Sir Gawain estaba tenso. Muy tenso. Tanto que la horrible mujer le dijo:
“¿Nervioso?”
“Un poco.”
“¿Por qué no le das un beso a tu esposa?”
“Así estoy bien”, exclamó Sir Gawain con una sonrisa falsa, ensayada.
“¿Qué clase de hombre no le da un beso a su recién desposada mujer?”
La bruja se acercó. Su nariz bulbosa, sus verrugas, sus erupciones de acné con puntas blancas, su pelo de elote, tieso y oloroso, sus dientes amarillos y sus labios resecos se aproximaron a Sir Gawain.
Y el caballero, acorralado, solo atinó a cerrar los ojos y pegar sus labios contra los de la bruja.
Muac.
En ese momento, como es de esperarse en este tipo de relatos, la bruja se convirtió en una hermosa dama de facciones perfectas, aspecto juvenil, figura encantadora y rostro angelical.
Sir Gawain creyó desfallecer ante tanta belleza.
“Su beso ha roto el hechizo, galante caballero. Yo soy su esposa.”
Sir Gawain se arrodilló y tomó de las manos a la hermosa mujer:
“Y yo soy y siempre seré su caballero”.
“Por eso es importante que sepa lo siguiente: este aspecto solo puede mostrarse durante un tiempo determinado. Puede ser solo durante la noche o solo durante el día. Pero usted tiene que decidir. Si elige verme bella durante el día, en la noche me convertiré de vuelta en la bruja que ha conocido hasta ahora. Y si elige verme bella durante la noche, en el día siempre seré una mujer de horrible apariencia.”
Sir Gawain dijo:
“Entiendo”.
“¿Qué va a elegir entonces, caballero?”
Sir Gawain, aún arrodillado, meditó sobre aquella situación. Día o noche. ¡Qué difícil escoger!
Después de un minuto, sin embargo, llegó a una resolución:
“He tomado una decisión”, anunció.
“¿Y cuál será, caballero? ¿Qué le gustaría más?”
“Lo que más me gustaría es… lo que usted prefiera, milady.”

La hermosa dama sonrió y una lágrima corrió por su mejilla. Un resplandor la cubrió, y en ese instante dijo:
“Ha roto por completo el hechizo. Pues ha encontrado la respuesta a qué es lo que las mujeres realmente deseamos.”
NARRADOR: Así, Sir Gawain comprendió que lo que las mujeres realmente desean es su soberanía. La capacidad de ser respetadas por quiénes son con su propia vida. Cuando las mujeres son tratadas de esta manera, cuando son vistas así por otros, cuando pueden encarnar esa soberanía en ellas mismas: solo así son capaces de florecer en su propia naturaleza.

(Fin.)

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on November 30, 2012.

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Published on November 29, 2012 16:00

July 1, 2012

La noche triste

Anoche la furia, la desesperanza, la frustración y la tristeza se desparramaron entre mis contactos de redes sociales. Como los que usamos Twitter y Facebook comúnmente caemos en el error de pensar que representamos el pensamiento y las tendencias de un país entero, a pesar de que solo una sexta parte de sus habitantes tienen internet en casa, el primer impulso fue dejarse llevar por la tendenciosa opinión que (desde mi punto de vista), marcaron las famosas encuestas de salida — cuya utilidad, a dos horas y media de un pronunciamiento oficial, es solo la de servir a la histeria y la desinformación colectiva. Así, miles de tuiteros empezaron a proclamar el “ya valió madres”, para luego pasar al conocido juego de a ver quién dice lo más gracioso o lo más puntilloso, el predecible vaivén de a ver quién pone el dedo en la llaga con 140 caracteres. El melodrama inundó Twitter, y a ello siguió la copia de la copia de la copia del tuit de alguien: el de la sobadísima cita de Monterroso, el de los antidepresivos para el day after, el de “deberiamos separar al DF del resto del país”, el del reloj que se retrasó 70 años. Etcétera. Cuando el presidente Calderón salió a validar el triunfo del PRI (en una apresurada y extraña jugada política que no me toca a mí analizar), momentos después de que el conteo rápido del IFE confirmara que la ventaja era de Peña Nieto, los tuits se volvieron rápidos y furiosos contra Caldy the Cald, quien nunca peló el hashtag #renunciacalderon y llegó al momento de su sexenio en el que (duramente) tuvo que admitir que le pasará la estafeta de vuelta al viejo PRI. Hoy en la mañana revisé temprano el PREP y Peña Nieto seguía a la cabeza. La tristeza inunda todo. ¿Todo? Todo el Twitter, claro. Permítanme recordarles que la vida está allá afuera. No en sus timelines. La realidad nos está esperando, y a lo mejor es cruda y horrible, pero es tan honesta como solo la realidad puede ser. Espero que hayamos aprendido la lección: en el país no todos piensan como se piensa en ese microuniverso llamado redes sociales, a pesar de los patéticos tuitstars y sus 200K followers (prrrrt) y los “analistas” en la televisión presentándose como expertos en social media y citando cosas tan pendejas y con tan poco valor como un “trending topic”. Ojalá, pero no creo: tenemos la cabeza dura y seguiremos celebrando a la chusma tuitera como ídolos solo porque sextuitean, chistuitean y poetuitean como unos dioses.

Peña Nieto, esto es casi un hecho, ganó por una singular combinación de factores: el pésimo trabajo del gobierno federal en materia de seguridad durante este sexenio (que no en términos macroeconómicos, donde lo hizo muy bien); la larga campaña mediática del PRI, apoyado incondicionalmente por los poderes mediáticos — gracias a que les pagó; la ignorancia y la falta de educación de una gran parte del electorado, evidentemente la “porción clave” de votantes; la debilidad de nuestras instituciones electorales; los trucos, mañas y demás cochinadas del PRI de toda la vida (compra de votos, acarreados, etc); las malas decisiones, rumbo y estrategia que tomó la campaña de la abanderada del partido en el poder; la mala fama que antecedía al candidato de la izquierda (hey, el plantón de Reforma SÍ importó, dejen de autolavarse el cerebro) y su inhabilidad para convencer a los indecisos y a los panistas que no dieron su voto útil por la sencilla razón de que NO le compraron el discurso.

En la oleada de indignación de anoche y que seguro continuará durante los próximos días, joyas tuiteras como “separemos el DF del resto del país” o “inundemos el Estado de México porque el DF necesita una playa” o “gracias pendejos por votar por la changa esa de Josefina”, se asoma esa curiosa contradicción que permea a la izquierda de este país: muy progresistas, pero discriminatorios. Muy opositores, pero elitistas. “Si no estás conmigo, estás contra mí”. (El DF no es una isla. Y la zona Roma/Condesa no es una isla adentro de una isla. Y tuitear sobre política desde un café del Parque México… bueno, ustedes entienden mi idea.) De esta elección me queda muy claro que el clasismo político es lo de hoy: eres un pendejo (o muy naco o muy ignorante, ustedes elijan su adjetivo) si no votas por quien yo voto, si no crees en lo que yo creo. Qué jodidos estamos. La democracia nos viene al dedo solo si gana quien queremos que gane. Tanto cinismo. Tanta apatía.

La noche triste del 1 de julio de 2012. Un país dividido en tres. Mexicanos peleando con mexicanos. Es tristísimo. Eso es más triste que haya ganado el PRI. El buen doctor King en su infinita sabiduría decía que tenemos en nuestro interior el poder creativo de cambiar las cosas: “A power that is able to make a way out of no way and transform dark yesterdays into bright tomorrows. Let us realize the arc of the moral universe is long but it bends toward justice”.

We shall overcome, pero para eso hay que ponerse a trabajar. Eso es lo que quería decirles.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on July 2, 2012.

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Published on July 01, 2012 17:00

June 8, 2012

Johnny Cash bajo un cielo atómico

Mi canción favorita del Zooropa de U2 se llama “The Wanderer”. Bono la escribió expresamente para Johnny Cash y, según la siempre confiable Wikipedia, se grabó en Dublín en febrero de 1993. Quizá su pasaje más bello sea:

I went out walking
Under an atomic sky
Where the ground won’t turn
And the rain it burns
Like the tears when I say goodbye

Esta es la canción:

https://medium.com/media/4015d82a715dadeee58eb3e2133b7ce7/href

Para alguien como yo, que creció con la amenaza del mundo terminando en medio de un hongo atómico alzándose ominosamente en el horizonte, la idea de Johnny Cash con esa voz grave caminando por las calles del mid-west americano, en un pueblucho abandonado, recordándonos el fin del mundo, era francamente decadente. Melancólica. El mismísimo fin del mundo. Joder.

I went drifting
Through the capitals of tin
Where men can’t walk
Or freely talk
And sons turn their fathers in
I stopped outside the church house
Where the citizens like to sit
They say they want the Kingdom
But they don’t want God in it

Esta es la versión de U2 en vivo sin Johnny Cash para el tributo I Walk The Line: A Night For Johnny Cash. Joaquin Phoenix hizo la intro:

https://medium.com/media/550eef9f0415ba5865f634e493c86f43/href

Yeah, I went with nothing
But the thought you’ll be there too
Looking for you
Yeah, I went with nothing
Nothing but the thought of you
I went wandering

Será el fin del mundo, el cielo y la tierra y el agua estarán radiactivas, inyectadas de veneno. Pero nada debe doler tanto como pasar el fin del mundo solo. Extrañando a alguien. “Quizá morimos solo porque nadie quiere morirse con nosotros”, diría Octavio Paz.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on June 9, 2012.

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Published on June 08, 2012 17:00

June 5, 2012

Bradbury

“Los hombres de la Tierra llegaron a Marte. Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados, porque se sentían como los Peregrinos o porque no se sentían como los Peregrinos. Cada uno de ellos tenía una razón diferente. Dejaban mujeres odiosas, trabajos odiosos o ciudades odiosas; venían para encontrar algo, dejar algo o conseguir algo; para desenterrar algo, enterrar algo o abandonar algo. Venían con sueños ridículos o sueños nobles o sin sueños. El dedo del gobierno indicaba desde carteles de cuatro colores, en innumerables ciudades: HAY TRABAJO PARA USTED EN EL CIELO. ¡VISITE MARTE! Y los hombre se lanzaban al espacio. Al principio solo unos pocos, unas docenas, porque casi todos se sentían enfermos aun antes que el cohete dejara la Tierra. Enfermaban de soledad, porque cuando uno ve que su casa se reduce al tamaño de un puño, de una nuez, de una cabeza de alfiler, y luego desaparece detrás de una estela de fuego, uno siente que no ha nacido nunca, que no hay ciudades, que no está en ninguna parte.” –Crónicas marcianas, 1950.

El autor de uno de los libros más bellos del mundo, Ray Bradbury, murió hoy en la mañana. Gracias por las letras. :)

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on June 6, 2012.

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Published on June 05, 2012 17:00

May 24, 2012

El día que perdió el PRI y otras añoranzas

En la casa en la que crecí había todo tipo de lecturas, empezando por algunos libreros retacados de volúmenes de literatura clásica (Balzac, Víctor Hugo, Tolstoi) y enciclopedias (una Gran Sopena y el salvajemente popular Tesoro de la Juventud). Pero lo que más recuerdo es que mis padres eran ávidos lectores de publicaciones periódicas: en los 70 y 80 el Excélsior no faltaba en la casa. Yo leía los “monitos” del suplemento de tiras cómicas dominical. Mutt y Jeff, Rabanitos, Educando a Papá, Nunca falta alguien así… me tocaría heredar de mi hermano la costumbre de leer cómics por virtud de Archie, La pequeña Lulú, una colección prestada de La familia Burrón y, un poco después, los cómics de Marvel cuando Todd McFarlane y Erik Larsen gobernaban el universo.

Mis padres también leían revistas. Ejemplos: Selecciones de Reader’s Digest, Los Supermachos y Los Agachados de Rius, y una especie de revista alternativas de moneros y sátira política titulada La Garrapata (en algún post hace unos años hablé de ella). También una revista de fenómenos paranormales y conspiraciones, Duda: lo increíble es la verdad. Pfff. Además, leían la revista Siempre! y Contenido. El formato de Contenido era “pocket” (¿media carta, quizá?), una mezcla entre temas políticos y actualidad — aunque no podía ser tan actual porque no era un semanario. Solía contener “novelas condensadas”. 50 o 60 páginas extraídas de un libro. Una de esas novelas condensadas me llamaba la atención. Se llamaba El día que perdió el PRI. Un nombre provocador.

¿Cuál era mi pensamiento político al entrar a la pubertad? No lo sé con exactitud. Sé que mis padres consumían todo este material de izquierda, y que leer durante años sátiras de Rius al Tío Sam, el PRI y la sociedad de consumo debió formar (o deformar) algunas zonas de mi cerebro. Rius ya criticaba el neoliberalismo en Los Agachados. El inminente desplome de la capa de ozono. El consumismo voraz de la clase media wanabí mexicana. La política intervencionista de los gringos. Rius era un tipo de avanzada. Yo era un chamaco sateluco.

Crecí en un entorno suburbano clasemediero. Las calles de Satélite a principios de los ochenta se encontraban mayormente vacías, con excepción de alguna trasnochada Wagoneer o Pacer o Caribe o LeBaron circulando con lentitud por ahí, o los críos en sus bicis o en sus patinetas. Satélite: tierra de skaters.

Las aguas de la Zona Azul. El Penny Land, un antro de arcade adentro de Plaza Satélite. Vivimos un tiempo en Circunvalación Poniente, cerca de la Maddox, la fábrica local de niñas bonitas. Siempre quise andar con una chica de la Maddox.

En Satélite los callejones estaban abiertos, aunque a mediados de la década comenzaron los asaltos y los cerraron. Le echaron la culpa a “los mariguanos”, pero la verdad es que la cosa era sana. Segura. Pegábamos pósters en nuestras recámaras. Coleccionábamos tarjetas Topps. Fumábamos mota, pero lo hacíamos con esa particular forma en que los chicos suburbanos lo hacen: sin la pasión trainspottera del yonqui, sin los estímulos de una ciudad vibrante y completa como el DF… fumar mota era aburrido y tan apasionante como volver a encender el Nintendo para otra partida de Duck Hunt. Un mero trámite. No que las adicciones no fueran un serio problema en Satélite… simplemente, no había motivaciones sólidas, si me entienden.

Los aburridos pubertos suburbanos habían visto hasta la saciedad The Warriors y aspiraban a tener su propia pandilla. Nada que ver con la realidad de los hoyos fonquis y los chavos banda, que en los 80 se volvieron un tema “de noticiero”. En Satélite ser pandillero era una especie de hobby. En el fraccionamiento La Florida, Naucalpan, había una pandilla de chicas que se hacía llamar Las Ruths. Una vez me persiguieron para asaltarme. Puras niñas de la zona (nunca me alcanzaron). Cuando Jacobo y Lolita Ayala empezaron a sacar auténticos chavos banda en la televisión en reportajes que los exhibían como “un problema de la sociedad”, la sensación era rara. Distante. ¿Qué tenían que ver esas personas que vivían en lugares lejanos al entorno suburbano? Nosotros queríamos nuestro MTV (cuyas transmisiones originalmente fueron prohibidas en México por la Primera Dama en 1981, doña Carmen Romano de López Portillo, quien consideraba que el canal de videos corrompía la moral de los jóvenes). Nosotros solo queríamos noticias de Tohui el osito panda de Chapultepec, o de los éxitos internacionales de Fernando Valenzuela o Hugo Sánchez. Nos obsesionaba discutir si habría una cuarta película de Star Wars. Marty McFly era LA ONDA.

No sabíamos nada de la guerra sucia. De Lucio Cabañas. De las atrocidades del gobierno. De los negocios oscuros de Pemex. De los excesos de los políticos, los sindicatos y los Elba Esther Gordillo originales, como Fidel Velázquez. Claro, éramos muy jóvenes. Pero nuestros padres tampoco parecían muy preocupados. Y la televisión: bueno, ahí todo era Disneylandia.

Parecía que los jóvenes suburbanos solo jugábamos. Quizá la razón era que no pasaba nada en Satélite. La inseguridad no era realmente un problema. Ni el tráfico. Ni siquiera las drogas. Nos preocupaba obtener buena fayuca, eso sí. Conseguir tenis Adidas originales. También nos preocupaba que subiera el dólar. Ya que mi familia materna era de Saltillo, Coahuila, las probabilidades de viajar a Laredo de compras dos o tres veces al año eran altas…

La política no era otro problema. El PRI manejaba el país. O quizá el PRI hacía como que gobernaba y nosotros hacíamos como que nos dejábamos gobernar. Robaban, sí, eso todos lo sabían, pero nadie se quejaba realmente. Los policías te asaltaban, pero aquello era mejor a que un verdadero maleante te quitara tu casa. O tu vida. O tu cabeza… las noticias eran una depravación al servicio del estado. Jacobo daba cuenta de los “logros” del gobierno en guiones cuidadosamente preparados por alguien en el partido en el poder. El PRI era una especie de big brother hipócrita que siempre se salía la suya. Como leí hoy: los priistas siempre saben cómo salirse con la suya, marearte con su verbo y caer parados. Ahora imaginen una maquinaria cimentada en esos “valores” metida 24/7 en el poder.

Las imágenes con la que uno crecía para entender el papel del Presidente de México eran La Silla (el símbolo máximo del poder), “El Tapado” (el sujeto designado por el presidente saliente para quedarse en el cargo) o aquel legendario diálogo: “¿Qué hora es?” — “La que usted quiera, señor Presidente”. El PRI era todo. Ubicuo. A prueba de fuego, grilla, lluvia, manifestaciones, periodicazos. El PRI era perfecto. La pax pri era indiscutible.

Yo no sabía nada de nada. Yo no estaba medianamente politizado. Todas aquellas revistas de Rius me habían hecho un cabronzuelo, sí, pero aquello no era exactamente un pensamiento o una postura política. No obstante, las lecturas de izquierda te vuelven crítico, inquisitivo, inconforme. Porque parece que la izquierda nunca estará destinada a ocupar el poder. No en México al menos. Mis padres se habían dejado llevar por el movimiento del 68, y si no fueron a la marcha en Tlatelolco fue porque mi hermano se enfermó ese 2 de octubre — yo aún no nacía.

Pero a mí en 1985 Tlatelolco me parecía un asunto de hueva infinita. No me identificaba. No me interesaba. Mis padres, tan rojillos ellos y tan preocupados por nuestra educación, tan enemigos de la Coca-Cola y “la caja idiota” en los setenta, habían comenzado a ceder. ¿Y cómo no hacerlo? Era preferible tener el refri lleno. Dinero para las colegiaturas. Leche, jamón y huevos. Todas esas ideas de Rius Frius se fueron congelando. Perdiendo a medida que avanzaron los años.

Pero siempre guardé en la memoria El día que perdió el PRI de Armando Ayala Anguiano (hoy la edición original se cotiza en 900 pesos en Mercado Libre).Nunca leí el libro, por supuesto. Ni la novela condensada. No: yo estaba metido en Asimov y Bradbury y Clarke, aunque ahora que lo pienso un libro publicado en 1976 con ese título era pura ciencia ficción. ¿Quién chingados iba a derrocar al PRI?

Nunca lo leí, no. Lo digo de nuevo. Pero tenía la mala costumbre de leer la última página de un libro. Nunca olvidé la última línea, de hecho: “Al otro día, comenzaron los disturbios”.

Disturbios. He ahí una palabra fuerte.

Cuando llegué a la universidad, en 1992, me gustaba la mota, el grunge, traer el pelo largo y cuestionar todo lo que tuviera que ver con Televisa. Pero no cuestionaba al PRI. Sospecho que el PRI trabajó desde 1968 para que la siguiente generación olvidara. Usó todos sus artilugios, todas sus trampas, toda su retórica para granjearse el olvido de la gente.

Y ahora cito The Lord of the Rings: “And some things that should not have been forgotten were lost. History became legend. Legend became myth…”

Ejem.

Veinte años después de que pasé por la universidad, han pasado algunas cosas. El PRI perdió la Presidencia y el proyecto de nación del PAN fracasó con rotundo éxito. Ahora el PRI amenaza con volver. Pero ahora los estudiantes saben. La gente sabe. Lo que yo no sé es si eso será suficiente.

Deseo en mi corazón que el PRI pierda este 1 de julio. Sí. Ojalá que este 1 de julio lo recordemos como el día que perdió el PRI.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on May 25, 2012.

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Published on May 24, 2012 17:00

February 28, 2012

Algo sobre los indignados, el tejido social y las ladies destrampadas en YouTube

Últimamente escucho mucho la expresión “el tejido social”, que sospecho fue la sesuda creación de algún académico hace algún tiempo y ahora hasta Adela Micha la dice en su programa.

Escuché hoy al presidente Calderón tomar el micrófono y decir algo sobre la importancia de que nuestros jóvenes tengan trabajos honestos y cómo ello resta las posibilidades de que el crimen organizado los reclute. Para esto, claro, se necesita generar empleo. Y transporte público para que la gente llegue a sus trabajos. Y vías de comunicación para ese transporte público. Y que esos empleos ayuden a una sensación general de bienestar y de realización personal, de aporte al colectivo humano que forma este país, a crecer económicamente, culturalmente, a ayudarnos y cuidar nuestro entorno, a procurar maneras justas y sanas de relacionarnos entre todas las pequeñas hebras que formamos este mentado tejido social.

Claro.

Los pobres siguen siendo pobres, esto no es ninguna novedad. Y muy probablemente no tendrán las oportunidades que merecen. El gap crece. El rezago educativo. También el rencor. La envidia social. Porque de un lado el tejido social es de mecate, y del otro es algodón egipcio. El estereotipo consiste en decir que la gente bien, esa expresión de personas tan reales que incrustó en nuestra lengua Guadalupe Loaeza en los ochenta, no baja de “nacos” o “indios” a los miembros de las clases más bajas, y estos se desquitan con albures, apodos y mentadas de madre. O discriminando a los güeritos en el transporte público o en los salones de clase, solo por el hecho de ser… güeritos. Las clases sociales en México son un acertijo: nadie sabe en dónde insertarse, y si sí lo sabes, probablemente te dé pena hacerlo y te pongas un par de escalones arriba. Yo tenía una novia que provenía de una familia adinerada que, como lo suyo era el estudio, se las ingenió para estudiar dos carreras diferentes, una en la UNAM y otra en la Ibero. Cuando agoté las preguntas sobre sus intenciones de asistir a dos instituciones tan diferentes, y confundido por su extraña mezcla liberal pero conservadora, discriminadora pero equitativa, inevitablemente aterricé en la pregunta: “Bueno, ¿y tú de qué clase social eres?” Me respondió, muy fresca: “Yo soy clase alta sui generis”. Ay goei, pensé.

“¿Y tú?”, contraatacó.

“Yo soy clase media sui generis”, fue mi respuesta. 50% ingeniosa. O eso me pareció en aquel momento. Denme un 10% extra por responder en chinga.

Todo esto que he dicho, insisto, no es nuevo. Es el día a día de la lucha de clases. Como diría el célebre filósofo de Güémez, “en todos los gallineros del mundo, las gallinas de arriba cagan a las de abajo”. Lo cual suena jodido, pero también podemos verlo con otros ojos: en el salón imperial, la gente nais cena con el capitán, pero en el sótano del Titanic la raza se la está pasando a todo dar. Nuestra percepción del lugar que tenemos en el tejido social depende de las circunstancias y qué tan en paz estemos con el mundo.

Lo que no entiendo es en qué momento los “ricos” se enojaron tanto con los “pobres”. Lo digo porque a cada rato aparecen videos de gente rica abusando de gente pobre. YouTube, en donde todos somos iguales, ha resultado ser el rincón sentimental del último episodio en la telenovela del deshebrado tejido social en el que se ha convertido México.

Las ladies de Polanco. El gentleman de las Lomas. La lady de Bosques. Tres videos de gente que abusa verbalmente del prójimo –el más notable el de Miguel Sacal Smeke, quien también abusó físicamente y por ello acabó (hasta donde sé) recogiendo jabones en las regaderas del reclusorio–. Cada vez que un video de estos aprieta EL BOTÓN DEL JUICIO FINAL, las redes sociales se encienden, los diarios hacen notas sobre las reacciones en las redes sociales (es sarcasmo) y brota la indignación. “¿Qué está pasando en nuestro México?”, leí el otro día en Twitter. Nuestro México, omfg, ¿quién habla así? Cuando la máquina de clichés que son los trending topics de Twitter se echa a andar, no hay quien la detenga. Se exige justicia. Se llama a la reflexión. Y el otro 99% de los tuits son chistes como defecados por esa gloria de la comedia nacional, Polo Polo. No digo que no sea efectivo (en el año 2012, un video tomado con un celular que se viraliza en YouTube debe tener más éxito que una denuncia en el Ministerio Público), pero cuando entra en contacto con la turba de internet, ay goei. Muchos de los indignados por los atropellos de las ladies de Polanco son los mismos que reciclaron ad nauseam chistes racistas sobre Kalimba, o cuestionaron severamente el intelecto de Ninel Conde y Enrique Peña Nieto retuiteando la misma broma de anuncio falso de Gandhi que se apestó en internet a los 5 minutos. Pfff. Los mismos que crucificaron al payaso cuando durante años le celebraron sus chistes.

Un video de indignación en YouTube se viraliza mejor cuando la gente bien abusa de los descamisados. Tomen el caso de @nancypastelin, quien denunció el acoso sexual del velador de un edificio de la Col. Nápoles. Aunque sonado, no tuvo el mismo impacto de otros videos de indignación. Al parecer, el rating no se compara con ver a una riquilla con bolsa de Vuitton mentando madres como si no hubiera mañana. La Loaeza lo sabía: la gente bien es superdivertida, dan de qué hablar, acaparan encabezados. Es más: hasta parecen evolucionar en nuestra taxonomía social a mayor velocidad que otros segmentos sociodemográficos. El “rey del barrio” no ha sufrido modificaciones desde que el beato Tin-Tan estableciera los estereotipos del personaje en su película de 1950. Tiene muchas representaciones (como Pepe el Toro y Juan Camaney), pero esencialmente es el mismo. Los periplos de la clase baja, aquella que fotografiara Oscar Lewis en Los hijos de Sánchez y Gabriel Vargas en su cómic La familia Burrón, siguen siendo los mismos. Vean un episodio de Los Beverly de Peralvillo y se sorprenderán de cómo el drama del pueblo es idéntico hoy que hace cincuenta, sesenta, setenta años.

Los bon vivant mexicanos de las clases acomodadas, en cambio, escalaron del ideal del playboy sesentero a la Mauricio Garcés y “la niña popof” del mambo de Pérez Prado, al engolado léxico del Pirrurris de Luis de Alba, pasando por aquel estafador de nombre Ugo Conti en la novela Casi el paraíso de Luis Spota, las modernísimas tramas de las “yeguas finas del Pedregal” de Guadalupe Loaeza y, más recientemente, la pseudonihilista “chica V.I.P.” de Paula Sánchez en la parodia de Telehit y los acartonados mirrreyes que pueblan las revistas de socialités, especie que parece provenir de una infernal mezcla entre Luis Miguel (apodado “Luismirrey” por los comentaristas de cotilleo nacionales) y Roberto Palazuelos, a.k.a. “Payazuelos”, a.k.a. “el Diamante Negro”. Oh sí: la fauna de la high es mucho más diversa y entretenida.

Lo que sucede con los indignados en las redes sociales cada vez que un nuevo video se viraliza proviene de la evidente falta de balance en nuestra sociedad. Demasiadas telenovelas, pocos libros. Demasiado futbol, pocas medallas olímpicas. La comedia mexicana está congelada en el tiempo, el reciclaje de chistes de borrachitos, “estaban un mexicano y un ruso y un gringo” y combos de homosexuales, negros y judíos, solo manifiestan que nuestro tejido social no se mueve, no avanza espontáneamente, no está fresco y lubricado. No digo que el país no esté vivo, pero parece que nuestras expresiones no están vivas. Debe haber historias en todos lados, historias nuevas, vívidas, sugerentes. Expresiones culturales genuinas y naturales de cómo somos. De cómo somos. Y no están transmitiéndose por el canal 2. Se los garantizo.

¿Ahora resulta que los LOLs vienen de las clases pudientes? Ay goei. Los videos de indignación en YouTube son una forma de expresión. Lo sé. Solo es mi deseo que las cosas fueran más diversas. Que se jubilaran ya los mismos malditos albures de toda la vida. Que la clase campesina y obrera tuvieran algo más que decir que la indignación de Pasta de Conchos o Acteal. Que los indígenas tuvieran algo más que decir que la indignación por el declive de los rarámuris. Que los políticos fueran más divertidos y sofisticados que lo que demuestran, tapizando nuestras ciudades con propaganda hecha de plástico…

Claro que quizá eso último sea mucho pedir, papawh.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on February 29, 2012.

Algo sobre los indignados, el tejido social y las ladies destrampadas en YouTube was originally published in Ruy Xoconostle W. on Medium, where people are continuing the conversation by highlighting and responding to this story.

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Published on February 28, 2012 16:00