Ruy Xoconostle W.'s Blog, page 35

July 16, 2008

Una escena perfecta

En muchos sentidos, E.T. The Extra-Terrestrial es una película perfecta. Es un filme de ciencia ficción con trazos de Peter Pan cuyo guión, dirección y actuaciones son impecables. El tratamiento del mundo adulto (durante gran parte de la película en tomas cerradas y con voz afuera de cámara, con excepción de la madre) versus el mundo de los niños es brillante. Simplemente, tomemos la licencia del director en el curioso detalle de que la madre de Elliot, Gerty y Michael nunca ve a E.T. (la subyacente idea peterpanesca es, culeramente, que los adultos no pueden ver lo que los niños ven), nunca hasta que un escuadrón biohazard toma su casa (en una escena muy atemorizante, sobre todo cuando la ves a los 9 años de edad, como yo). Están las escenas inmortales que se han convertido en cliché, la música sinfónica de John Williams y las referencias cruzadas. Y además es una película proxémica, que depende de movimientos, efectos sonoros, tomas oscuras para hablar con la audiencia. No podría ser un filme mudo, pero sí casi sin diálogos. Claro que tiene algunos one-liners clásicos. Mi hija de dos años y medio se sintió completamente empática con E.T. cuando lo escuchó decir por primera vez “iii-tii-fon-joooom”. A pesar de la carraspera, es una fonética clara y directa. Pero de todo, hay una escena que siempre me ha impactado. Es una escena perfecta. Me refiero a aquella en que Elliot, medio borracho y ya casi crudo por la conexión “psíquica” con E.T., arma un desmadre en la clase de disección de las ranas. Toda la construcción, desde las chelas que toma el cuellolargo, hasta el detape de las ranas, es un tesoro cinematográfico. El momento climático es cuando E.T. mira en la tele la escena del beso de The Quiet Man, en la que John Wayne le para la trompa a Maureen O’Hara. Elliot hace lo mismo con la chica bonita del salón (la futura playmate noventera y chica Baywatch, Erika Eleniak). El instante toma la banda sonora de The Quiet Man, donde el sonido de un ventarrón es lo único audible. El beso en el salón de clases tiene un gag y un desenlace musical. Los niños dejan escapar a las ranas por la ventana. A Elliot se lo llevan regañado a la dirección, y la chica recién besada tuerce su pie coquetamente:

Cada vez que veo esta escena se me hace un nudo en la garganta. Creo que Spielberg no ha la superado en 26 años.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on July 17, 2008.

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Published on July 16, 2008 17:00

July 7, 2008

Dientecito de ajo

Siempre he sido bien machito para las fracturas, los derramamientos de sangre, los doctores y los hospitales. Sobre todo si el afectado no soy yo. Las tres veces que me disloqué la rodilla gracias al futbol, más las incontables lesiones de compañeros, me hicieron conocer las salas de urgencia (sobre todo Traumatología de Lomas Verdes, Naucalpan).

Como ya notificó LeCabri©, ayer la Cobra se accidentó: su cara vs el piso, y ganó el piso. Se le desprendió el incisivo frontal derecho. El diente salió limpiecito. A los cinco minutos de llanto, rompimos el hielo cuando nos pusimos a ver el chingado diente. Luego fuimos a un espejo y se vio. Se cagó de la risa y me dijo “me parezco a Tribilín”. Hoy fuimos al doctor, y el dictamen es que andará chimuela un rato hasta que tenga edad para aguantar un postizo.

Estas cosas pasan. El dientecito de leche se salió como dos años y medio antes de lo previsto, cuando la Cobra cumpliera los cinco. Pero no importa. Mi hija está un poco inflamada del moquete, pero nada más. Qué puto terror. Esa es la parte no divertida de tener un hijo. Pero ni modo. Estas cosas pasan. Más tranquilo, recordé aquellas palabras de Rayuela: “Tengo completamente metidos para adentro los dedos de los pies, voy a reventar los zapatos si no me los saco, y te quiero tanto, Rocamadour, bebé Rocamadour, dientecito de ajo, te quiero tanto, nariz de azúcar, arbolito, caballito de juguete…”

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on July 8, 2008.

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Published on July 07, 2008 17:00

July 4, 2008

La carretera

Dejé de ser un lector consistente hace unos diez años. Mis banquetes de 3 a 4 libros al mes se redujeron a uno al año. Por el contrario, tengo 11 años haciendo reseña de cine de manera ininterrumpida, así es que ustedes disculpen si el siguiente post suena como si hubiera visto una película.

Supe de Cormac McCarthy, como tanta gente, supongo, por No Country For Old Men. Algo me llevó a meterme a una librería, cosa que no hago muy seguido, vi el libro de La carretera (The Road) y el nombre de McCarthy a un lado. Y me lo compré en un impulso. Lo leí en siete días, por las noches. La lectura fue terrorífica, y al mismo tiempo me hizo llorar como hace años no lloraba con un libro. La carretera tiene una estructura muy simple: el mundo ha quedado paralizado en una especie de invierno atómico, hubo un holocausto que no se explica jamás, pero por las condiciones que sufren los personajes es casi seguro que haya sido un cataclismo nuclear. No hay vida animal –con excepción de un perro que se aparece por ahí–, los océanos están muertos, las plantas y los árboles están muertos, los insectos están muertos. El cielo está permanentemente cubierto por cenizas. No hay verde, todo es gris. Llueve constantemente y hace un frío del demonio. Los protagonistas principales son un padre y su hijo. Nunca conocemos sus nombres. El padre es un tipo educado y, probablemente, sea médico. Tiene recursos para sobrevivir. El hijo es un niño, quizá uno que se acerca a la pubertad, pero finalmente un niño. El libro abarca un periodo de tiempo de varios meses, en los que ambos deciden caminar hacia el sur en busca de algo. Sobrevivir, pero buscar algo. En el norte los inviernos son asesinos, y creen que la cosa irá mejor en el sur. Se enfilan pegados a las carreteras de lo que, parece, es el sur de Estados Unidos. Llevan sólo su ropa andrajosa y un carrito de supermercado con pertenencias y comida. Además del clima, el principal problema de los protagonistas es el hambre. Comen lo que pueden, aunque su principal búsqueda es comida enlatada. Hay otros sobrevivientes. Se sugiere que algunos caminan solos, y otros se han organizado en bandas. Lo siguiente es terrorífico, pero es, creo, lógico: las bandas de sobrevivientes en muchos casos se han convertido en caníbales. Andan con cubrebocas y tubos. En cierto punto, el hombre y su hijo se meten –buscando comida– en un sótano donde hallan gente encadenada. Uno de ellos prácticamente sin piernas. Es evidente que los caníbales se lo están comiendo poco a poco, y empezaron por los miembros. El hombre y su hijo no sólo viven en estas condiciones post-apocalípticas, triste, horrible y deprimente, sino en el peligro constante de caer prisioneros de los caníbales. Es una atmósfera de tensión que está presente desde la página 1 hasta el final. El espíritu del libro es, sin embargo, la necesidad de “hacer mundo”. El hombre le recuerda a su hijo que él es todo su mundo, y viceversa. Le dice que ellos son “los buenos” y que “ellos llevan el fuego”. El niño no comprende muy bien de qué se trata eso de llevar el fuego, hasta que entiende que es algo que no se ve y se lleva adentro. Por las noches, mientras el niño duerme, el hombre insulta a Dios y lo maldice. Pero cuando está con él trata de mantenerlo alegre, de hablarle, de darle esperanza. Ellos no comen gente porque son los buenos. Y debe haber más buenos en el mundo. Sólo tienen que encontrarlos. Hay una escena particularmente hermosa, cuando llegan al mar. El niño se decepciona porque su padre le ha dicho que es azul, y lo único que encuentran es el mismo tono gris cenizo. Pero no importa: el mocoso se encuera y se mete a nadar, a pesar de que el agua está helada. Es un gran momento. Muchas veces, el hombre despierta de sueños maravillosos, llenos de calor y color, y él odia eso. Sueña con su mujer, la madre del hijo, quien varios años atrás no pudo soportar la locura de ese nuevo mundo y los abandonó a su suerte (o se suicidó, no queda claro). Sabemos de ella por algunos flashbacks. Y ya. El resto es volver a la misma mierda. Una pesadilla. El hombre carga una pistola con dos balas, para su defensa, pero también para el momento en el que tengan que suicidarse. Si su hijo muere, se dice él mismo, no lo dejará “entrar solo en la oscuridad”. Parece que a fines de 2008 saldrá la película basada en el libro (con Viggo Mortensen, Charlize Theron, Robert Duvall y Kodi Smit-McPhee –quien será el joven Wolverine, por cierto– como el niño). Cormac McCarthy ganó el premio Pulitzer de novela 2007 con La carretera, y me vengo a enterar que es uno de los libros estadounidenses más celebrados de los últimos 25 años. Yo puedo decir que es uno de los mejores libros que he leído en mi vida. Me desarmó, me conmovió y me aterró. Una jodida, jodida, jodida belleza.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on July 5, 2008.

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Published on July 04, 2008 17:00

May 14, 2008

¡Gracias!

Este post lo escribí en mi último día al frente del blog Toque de Queda.

Hey, han sido días muy emotivos. He recibido mucho amor y cariño. De mis compañeros de trabajo. De mis alumnos editoriales y de la gran, gran editora que fue mi maestra, my own private Yoda. De gente de la que no esperaba nada también, y de algunos valientes que, laboralmente hablando, no tenían nada que ver conmigo y les daba igual si yo estaba aquí o no. Hoy fuimos a comer, mi crú y yo, y casi me quiebro con la ronda de aplausos. Regalos, llamadas, e-mails, twitts… Mejor no me podría sentir, y sería un idiota si no agradeciera por los 11 años que he pasado aquí, a la empresa que me permitió crecer y a los jefes que me dieron las oportunidades. Durante estos 11 años trabajé en 30 revistas, escribí unos 500 artículos, unos mil posts en este blog, arranqué proyectos de Internet, hice entrevistas, cubrí junkets, participé en lanzamientos, rediseños… un amplio menú. Y al final, sólo quedan los agradecimientos. Pero nunca terminaría, o a ustedes les daría hueva seguir leyendo.

Sin embargo, en algún momento del día caí en cuenta de que me hacía falta agradecerle a la pieza clave que ha movido todos estos años. A ustedes, claro, a los lectores. En otros tiempos habría escrito un editorial, pero ahora tengo este blog, que hoy termina en TdQ pero que seguirá en otras latitudes. Y de este modo les agradezco su paciencia, su participación, su lealtad. Creo que hicimos las mejores revistas en su categoría. Y todo fue gracias a ustedes. Y no es un eufemismo: ustedes saben que, sin lectores, no hay medio. No dejen de exigir ese derecho a la información y a la calidad editorial. Se lo merecen. Lo pagan. Es un orgullo, lo he dicho muchas veces, es un orgullo tener audiencia. Alguien que te lea. Puta, qué privilegio.

Ya saben mi Twitter, pidan acceso y se les dará. Seguro ahí avisaré sobre los nuevos lugares donde estaré posteando y generando contenidos editoriales, que es básicamente lo único que sé hacer. Así es que no les diré adiós ni nada de eso. En la red todos estamos muy cerca, creo.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on May 15, 2008.

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Published on May 14, 2008 17:00

September 9, 2007

Domeldix, in memoriam

La palabra “agonía” viene del griego agonia, es decir, “lucha”. Pinches griegos. Sabían ponerle nombres a todo.

Sería exagerado decir que durante los últimos cinco años mi perro, Domel, vivió una agonía. Pero sí peleó. En 2002 sufrió un accidente que casi le costó la vida. Un día se metió en una pelea con un perro teniendo las de perder: él estaba adentro de la casa y sólo podía sacar la cabeza, el otro animal estaba en la calle. El problema radicó en que Domel se quedó atorado en una malla ciclónica que, por el tiempo y el uso y la neurosis de mi propio perro, se había despedazado de tal modo que había quedado casi como una sierra dentada. Así es que el pobre se hizo una rajada con una circunferencia de 10 cm de longitud y 3 cm de profundidad, alrededor del cuello, al tratar de zafarse de la malla. En aquella época, yo vivía en un estado de imbecilidad permanente: me acaba de divorciar y estaba con la mujer equivocada, me la pasaba de workaholic o alcoholizado. Esa noche, llegué ebrio a mi casa, como a las 3 de la mañana. Encontré a Domel, mi perro boxer, en estado de shock, parado sobre las cuatro patas junto a la puerta. Se había convertido en un perro zombi de Resident Evil. Se me bajó la peda y, totalmente confundido y asustado, no le llamé a la mujer equivocada (porque sabía que de todos modos no me iba a ayudar) sino a mi ex esposa, y ella me acompañó al veterinario. Me ayudó a subir a Domel al coche, empapado en sangre, y salimos corriendo a la clínica. Operaron de emergencia a Domel y yo la hice de enfermero. Nos amaneció. Me metí a mi auto, afuera del consultorio, y me eché a dormir. Domel se había salvado. Perdió una oreja y el oído derechos. Pasó 30 días hospitalizado.

En la foto de arriba está mi lugar de trabajo de la casa donde vivía. Estaba escribiendo mi tercer libro, La vida sin Pixie. Domel me acompañó en cada cuartilla. De hecho, fue el único amigo que me acompañó en esos dos años y medio tan oscuros y tan inútiles y tan estúpidos que pasé, de principios del 2002 a mediados del 2004. Ahora pienso que soy un pendejo. No le dediqué a nadie ese libro. Debí habérselo dedicado a él.

Ayer, domingo, decidí que era suficiente sufriminto para Domel. Sí, luego de su recuperación tras el accidente vinieron mejores tiempos para él. Tenía un tumor benigno que nunca le molestó gran cosa. Volvió a ganar fuerza y andaba de desmadroso todo el día. Del 2006 a la fecha, sin embargo, comenzó a perder el oído y le aparecieron cataratas. Domel… nació a fines de 1994, así es que, si hacen cuentas, verán que ya era un viejillo canoso. Además, los Boxer no viven tanto, dicen. Este año perdió peso, le dio artritis y durante los últimos meses apenas y podía caminar. Perdió control de sus evacuaciones. No es justo vivir así, ¿no creen? Así es que, como suele decirse, “lo pusimos a dormir”. Un par de inyecciones y listo. No sufrió nada. No me separé de él un segundo.

He pasado un domingo azul. Me acordé de tantas cosas. Mi perro fue el cabrón más fiel y leal. Durante los años más oscuros, cuando vivía solo con él, podía llegar de la oficina a la una de la mañana y él me estaba esperando con la mejor actitud, siempre lindo, siempre amable, nunca respondón. Como suelen ser los perros. Yo procedía a llenarle su plato de croquetas y él se lo devoraba. Luego me acompañaba a escribir, echado bajo el escritorio, hasta las tres o cuatro de la mañana. Cuando yo me metía a la cama, él se metía al clóset. Y al otro día nos levantábamos, sincronizados, a orinar. Esa era nuestra rutina.

Lo voy a extrañar, claro, pero también me siento feliz porque sé que ya no sufre. Yo soy de esos que piensan que el alma no muere. Y estoy convencido de que los perros tienen alma, claro.

Este es el momento en el post en que entra la canción final de Dr. Strangelove de Kubrick.

Nos veremos luego, amigo.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on September 10, 2007.

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Published on September 09, 2007 17:00

July 9, 2007

Terror

Nunca le tuve miedo a la paternidad. Cuando sucedió (es decir, ser padre) le entré con ganas a la onda del pañal, preparar leche, bañar a la morrita… todo bien, menos el renglón del sueño. A la Cobra la duermen dos personas: su madre o su nana. Yo soy un idiota para eso. Cuando se despierta en la noche y yo la he tratado de regresar a los brazos de Morfeo me manda al carajo. En el horario diurno, Cobrita y yo nos llevamos muy bien, jugamos, platicamos, bailamos, cantamos. Todo el gag. El problema es que somos incompatibles para el tema del sueño. Ella y yo tenemos, al parecer, el carácter y la personalidad muy similares (hasta hacemos el mismo gesto de encabronados… es un amor la lepa chingada). Para rematar, yo tengo problemas para dormir y ella también. Cuando me pasa eso, yo me pongo a escribir. Ella espera que su mamá la duerma. ¿Y cuando no está?

Mientras escribo esto, me encuentro solo en casa con la Cobra dormida en su cuna. Pero puede despertar en cualquier momento. Charlotte llegará tarde, tiene trabajo. Así es que me tocó. Nada me da más terror. Puedo manejar muchas cosas, pero no puedo ayudar a mi hija a que concilie el sueño. Ergo, me da terror que despierte dazed and confused (como suele hacerlo) a la mitad de la noche.

En la foto, el muñeco de Ratatouille. “Tatúi” en cobrés.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on July 10, 2007.

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Published on July 09, 2007 17:00

March 8, 2007

Estampas de Miami

Pues sí, estoy en Miami. Pasándomela bomba. Ya saben que Cabrío dice que Miami es la maqueta con palmeras más grande del mundo, y tiene razón. Pero a eso hay que agregarle los huracanes: ayer me contaban, durante la cena, que las pólizas de seguros son una locura por culpa de las recientes madrizas que ha recibido la Florida (así es que olvídense de la idea de poner una tintorería por aquí… o una taquería). El clima está del carajo (nublado y frío), los taxistas están locos (ayer nos tocó un ucraniano o algo así conectado a un tanque de oxígeno) y el 50% de los edificios son color pastel. El mismo y craptástico Miami de siempre.

Ah, y le pedí a Cabrío que no hiciera chistes de Tony Montana frente a los locales. Es de mal gusto

2. Ayer fuimos a la mubis. Y antier. Pero ayer (no antier) nos topamos con este cartel de Grindhouse. Y de nacos nos tomamos fotos con él. La instantánea del Cabrío, aquí.

Abandonamos la loca idea de robarlo. Imaginé que, como en Vice City, nos perseguiría la policía y la gente exclamaría “”I can’t believe this is happening!”

El lunes vimos Zodiac. Está pocamadre. A ver si luego la reseño. Ayer, Black Snake Moan. Muy buena. Se cogen tres veces a Christina Ricci.

Las palomitas no estaban buenas.

3. Si me compro unos Asics (ya vi unos que me prendieron), el puto de Cabrío me va a chingar de aquí al 2014 con su “por qué me imitas”.

Igual le compré cosas cute a la Cobra. Será la Cobra, pero también es una chica. Linda la condenadita. Por ejemplo, le compré una gabardina rosa. Esto porque pensé que cuando llegue la temporada de chubascos, nada hará más feliz a la Cobra que descubrir que es pocamadre caminar bajo la lluvia y brincar encima de los charcos.

4. Fui por unos Asics, pero salí con unos Adidas modelo Chile ’62. Son una reedición de los originales que sacó Adidas para la Copa del Mundo de 1962. No soy pambolero, pero están de goebísimos.

5. El miércoles pasado fuimos a un pub. Inglés. Se llamaba Churchill”s. El dueño, efectivamente, parecía hincha del Arsenal. Pero el lugar era un maldito hoyo fonqui: sucio y depravadito. Y en el corazón del Little Haiti. Así es que ahí estábamos, tres mexicanos (su servidor, Cabraio y Juanjo Durán, nuestro anfitrión) en un páb inglés-haitiano de mala muerte con escusados y meaderos percudidos, escuchando hard rock biker (en la cuarta foto, el vocalista) con Guinness en mano.

Al salir, un teporochito con guitarra nos abordó. Quería cantarnos una canción y vendernos su CD. Cabraio le pidió la guitarra y tocó 10 segundos de una rola de los Smáshan Pámpkins, el muy idiota. Luego cantamos el coro de la canción del teporochito loco (“What’s my neeeeeeeim? Michael Jacksoooon”). Nos cobró 5 dolarito por el CD (quemado en Office Max). En la primera foto, estamos con él. Olía a madres el cabrón.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on March 9, 2007.

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Published on March 08, 2007 16:00