Ruy Xoconostle W.'s Blog, page 30

January 29, 2012

Brave New World: ser un escritor independiente

En el brave new world del internet, un escritor escribe, edita, corrige, registra y financia su propio libro. Hasta toma la foto de la portada y con sus propias manos diseña la tapa. En el brave new world del internet, este escritor nunca se detiene en una editorial para obtener una cita, y quizá un “dictamen”, y quizá un contrato y a la larga su adelanto y su generosísimo 6% de regalías, y sus 40 copias de cortesía. En el brave new world del internet, este escritor formatea su libro para Kindle, y vende en un par de meses la generosa cantidad de 400 copias, a pesar de hacerlo en dólares y en un medio complicado con poca penetración. Hace la promoción por Twitter, Facebook y G+ porque no le interesa la prensa convencional, oh no, en el brave new world del internet este escritor no concede entrevistas a medios. Y no se preocupen: los medios no están tan interesados tampoco. Quizá porque ser un escritor indie no es aún chic y mainstream como en el mundo de la música, o porque el escritor no va la FIL jamás, ni anda en jauría rodeado de otros escritores. Hoy le preguntaron al escritor: “¿Tienes muchos lectores?” El escritor responde: “Creo que tengo bastantes y muy fieles”, lo cual es otra manera de decir “son suficientes” o, según la joroschó frase robada a Lulú Dengler, es preferir “el culto a la fama”. En en brave new world del internet, el escritor reformatea su libro para un formato impreso –apenas tres meses después del lanzamiento de lo que él llama la “edición eléctrica”–, hace pruebas, lo manda a imprimir con un servicio en línea on demand y pone a la venta sus primeros 30 ejemplares, los cuales son apartados en 24 minutos. Estos libros acabarán de imprimirse por ahí del 10 de febrero, y estarán en México, con suerte, el 17 de febrero, por lo que podrán ser entregados en las manos a sus dueños por el autor en persona, en la semana del 20 de febrero. O antes, si la imprenta y la mensajería son generosas. En el brave new world del internet, se siguen tomando pedidos. Vendrán más tirajes, se solucionará el dilema de enviar el libro a ciudades en provincia o en el extranjero, todo se irá aclarando y resolviendo. La edición eléctrica sigue a la venta en Amazon. Y la segunda parte volverá a salir primero a la venta en Kindle.

En el brave new world del internet, “de repente, todo parece posible”, como dice Paulo Makivar, dorsai de Antofagasta.

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Published on January 29, 2012 16:00

December 19, 2011

Algo sobre las relaciones

La anécdota va así: dos abogados muy cuarentones y muy trajeados salen de una comida, se detienen en un Yogurtland, pero solo uno de ellos pide su helado. El encargado del mostrador, muy amable, les pregunta si quieren una cuchara extra… para compartir. Uno de los abogados le reclama por la obvia insinuación de jotería; el otro también. Salen del lugar bastante encabronados.

Uno de esos abogados es casado. Todo el paquete: esposa, hijos, amante. El otro es soltero y sin hijos. Ambos son heterosexuales. Y acá viene lo interesante: el casado le reclama al soltero por el episodio del Yogurtland.

—Por tu culpa pensaron que somos putos.
—¿Por qué por mi culpa?
—Porque eres soltero.

“Guau” exclamé cuando me contaron la historia. Qué tal: en este mundo tan profano (parafraseando al maestro Carrillo), tan moderno, tan modelo 2011 –casi 2012–, ser cuarentón y soltero puede ser sinónimo de homosexualidad. Y de la del peor tipo: la closetera, la que se esconde por los rincones como la muñeca fea. Porque los gays, y esto se lo debemos a Andy Warhol, Boy George, Ricky Martin, Queer Eye for the Straight Guy, Sex and the City y Brokeback Mountain, son gente sensible y creativa. Es decir, NO SON ABOGADOS (estoy siendo sarcástico, idiotas). Somos proclives al cliché, ¿verdad?

No tengo que decirles que la revolución sexual de los sesenta fracasó con rotundo éxito: la mataron el sida y las ideas prefabricadas (esas que venden en convenientes paquetes en autoservicios, ajá). Ya saben, el modelo de la familia nuclear que se puso de moda después de la victoria Aliada en la Segunda Guerra Mundial, el american dream de la mamá el papá y los sonrosados y blondos críos –niño y niña por favor, nada como tener “la parejita”– en un picnic que incluye hasta hormigas caucásicas. Todo es perfecto. Siempre hay cerveza en la nevera. No se nos mueve ni un pelo. De preferencia somos católicos. Ricos. Conducimos autos extranjeros. Y estaremos. Juntos. Hasta. Que. La. Muerte. Nos. Separe.

Las ideas prefabricadas le hacen daño a la gente por la sencilla razón de que la realidad es superflexible, es supercambiante y está constantemente supermoviéndose, lo cual algunas personas encuentran superculero pues es difícil entender, por ejemplo, que en el día a día Novio Perfecto Que Te Llevó Al Altar quizá haya resultado borracho, jugador compulsivo, holgazán extremo, infiel u homosexual (ay Jesú). La falta de habilidad de la gente para simplemente observar la realidad de las cosas cómo son, sin juzgarlas, es fuente inagotable de sufrimiento, peleas y malentendidos. Algunas de mis ideas prefabricadas favoritas:

“Si vive solo y es cuarentón debe ser gay”.

“Si vive sola debe ser lesbiana. O no puede tener hijos. O es demasiado gorda para que alguien la pele. ¡Por eso tiene tantos perros!”.

“Seguro su ex le quita toda la quincena”.

[Con solo 5 minutos de haber conocido a pareja equis] “Ella se lo trae de su pendejo”.

“Si la pareja que vive en el depto de arriba se dedica todo el día a su labrador es obvio que NO pudieron tener hijos. Son los pollos con hormonas. Las mujeres se hacen estériles, goei”.

“No te conviene alguien que ya tuvo hijos, mijita”.

“No te conviene alguien que ya estuvo casado, mijita”.

“¿35, no se ha casado y vive con su mamá? Es gay. Ooooobvio”.

Cómo somos chismosos. Amamos el chisme. No sorprende por eso que ese infame pedazo de caca llamado Facebook tenga tanto éxito, ¿no? Porque no se trata de “compartir” la vida como de “espiar” lo que hace el vecino. Mirar al ex y decretar sobre su vida, de preferencia lo que a nuestros ojos son “desgracias”: está gorda está fea está vieja está sola está amargada. Está tan arraigada esta idea que nadie se atreve a ver a un ex sin sacar los mejores trapos y sumir la panza para que nos vean lo menos jodidos que se pueda. La gente de mi edad, cof cof, ya pasó por algunas encrucijadas en su vida, y difícilmente están apenas casándose o viendo si ponen un departamento con alguien. Lo más probable es que ya se hayan casado, ya se hayan divorciado, ya hayan bautizado al chamaco, ya se hayan madreado con la suegra en la cena de Navidad. Heridas de guerra, mi lic. Así es que las cosas ya no son tan fáciles para una persona que ofrece sus experimentados servicios en el terreno del amor. Los veteranos del amor (suena a canción de Mijares) no suelen ser tan bien vistos, sobre todo por los más jóvenes. Es comprensible: la gente de veintitantos quiere atravesar por todo el penoso proceso que abarca de Melrose Place a El Club de las Divorciadas. Lo que no pueden ver muchos veintiañeros, por supuesto, es que esas ideas prefabricadas sobre la forma de relacionarse con la gente son como paredes falsas, como utilería de un set de Hollywood, como esos horribles televisores de cartón de Dico (es Diconomía). Ya lo dijo El Príncipe: el amor acaba. La gran casa en la que inviertes tus desvelos y ahorros quizá después sea motivo de llanto y pleitos legales. Las fotos de la boda acaban arrumbadas en un clóset, o peor. Yo me casé en el ’99 y no encuentro las fotos de mi boda, por ejemplo… temo que hayan acabado tijereteadas en medio de un ritual como de la banda de El bebé de Rosemary.

Yo no digo que la gente no se case. Que no experimente la vida. Que no pruebe lo dulce y lo amargo. Ya habrá tiempo de meditar sobre las consecuencias de nuestros actos (en nuestra próxima vida: cuando seamos gatos). Solo doy un NO rotundo a las ideas prefabricadas. Ideas irreales sobre el amor eterno y las configuraciones familiares. El Inegi, basado en documentación de la ONU, estipuló hace varios años que hay cinco tipos de hogares en México: 1) el unipersonal, 2) el nuclear –que puede estar compuesto con una madre soltera con hijos, 3) el extenso –en el que participan otros núcleos, como tíos, abuelos y amigos, 4) el compuesto –básicamente, una comuna y 5) la categoría “inclasificable”. De estos cinco tipos de hogares se desprenden múltiples formas de relacionarse, tan caprichosas como “abuela cría a nieto huérfano mientras la tía trabaja” o “mujer gay sin pareja cría a hijo con tío, tía y abuelo”. La realidad a veces no es tan glamorosa: se mueve entre mujeres solteras que trabajan jornadas dobles y triples y que deben salir corriendo de la oficina para recoger al chamaco de la guardería, y hombres solteros heterosexuales que no tienen la menor intención de tener hijos y prefieren su clase de yoga, su sexualidad promiscua, sus catas de vino y sus viajes al extranjero a pagar pañales e idas al dentista. Hombres que increíblemente son censurados porque otros hombres, los que han seguido el cliché de esposa-hijos-amante, no se sienten a gusto con la libertad que estos gozan. Un hombre casado con hijos tiene todos los pretextos para faltar al trabajo; un hombre soltero sin hijos, por default, se considera idóneo para trabajar en fines de semana y días festivos.

“Es que tú no sabes lo que es que te moleste la brujer, mi lic”.

La realidad del mundo de las relaciones es tan cambiante que, quizá, todos practicamos modos alternativos de juntarnos con otras personas. En mi modo de ver, la familia tradicional se ha desmoronado estrepitosamente, y lo único que queda es una idea de “cómo se deben de hacer las cosas”. Pero en la vida real, la gente las hace como puede, no como quiere. American Beauty nos enseñó que los suburbios son sitios carrollianos de gente disfuncional con ideas disparatadas –como mantener la apariencia de las estructuras familiares cuando todo alrededor en realidad está valiendo madres. Quienes tienen la cabeza más fría prefieren adaptar la estructura familiar a la realidad –quien lo intenta al revés, es decir, adaptar la realidad a la estructura familiar, solo tendrá enfrente un largo, largo trip de frustraciones y dolor.

Celebremos, pues, las múltiples y diversas maneras que tiene la gente de relacionarse y formar sus núcleos familiares. Celebremos a aquellos que han optado por vivir con sus viejos. A aquellos que viven con sus amigos. A aquellos que viven solos o “solo con su pareja”. A aquellos que viven enmueganados y orquestan sus actividades como panales. Y a aquellos dementes que prefirieron perpetuar la especie y ahora tienen niños ruidosos y olorosos, caros de sostener, que no te dejan dormir los fines de semana y que siempre andan con las rodillas raspadas, las caras y las manos tiznadas y pegajosas, y que a pesar de ello te proveen de una felicidad luminosa que ni siquiera imaginabas podía existir. La mejor parte del día. La mejor parte de la semana. La mejor parte del año.

Hey, feliz Navidad. :)

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on December 20, 2011.

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Published on December 19, 2011 16:00

November 24, 2011

No somos amables

No somos amables. Piénsenlo un poco. Nos empujamos en la fila del súper. Nos hacemos jetas mientras esperamos nuestro turno en el cajero automático. Nos boicoteamos en las oficinas. Interrumpimos el flujo vial de una avenida aunque no haya espacio y aunque muchas veces el semáforo esté en rojo. No somos amables. La justificación parece ser: si todos lo hacen, ¿por qué yo no? El pretexto de la estúpida conducta de la masa sobre nuestras decisiones particulares.

Corte a: “Compartir sonrisas con extraños”.

La frase es de una ahora amiga. Me decía hace no mucho que en esta ciudad y en este mundo se había perdido el gusto de “compartir sonrisas con extraños”. Desde que tengo memoria, en el DF no existe tal cosa como sonreírle a un desconocido por un miedo primigenio: el temor a ser golpeado o asaltado. Hacer contacto visual con un beautiful stranger, a menos que sea en un ambiente relativamente controlado (oficinil, baril, pedil, etc) está mal visto. MAAAAL VISTO. Y ahora es peor. Ser amable es casi un asunto de mal gusto.

Mi ahora amiga y yo charlábamos sobre el irreal asunto de compartir sonrisas con extraños cuando yo le dije que los mexicanos no somos amables. Podremos ser muchas cosas, pero la amabilidad no es una característica de “nuestra gente”. Y vaya que me sé los clichés: el público mexicano es “el más entregado” (pfffff), la hospitalidad del compatriota es legendaria, el mexicano es un ser colorido y fiestero, lleno de calidez. Como un personaje pedorro de Viva Piñata, ajá. La verdad es que en buena medida somos hoscos y huraños. Esperamos el momento ideal para alburearnos al prójimo… o verle la cara, lo cual en uno de nuestros múltiples eufemismos se conoce como “los mexicanos somos bien cábulas”. Oh sí, somos rete desmadrosos. Pero no desmadrosos como brasileños en carnaval, más bien desordenados. Wooka la Insulsa me contaba que en el aeropuerto de Madrid, al momento de abordar, era fácil distinguir a los pasajeros extranjeros de los mexicanos: los primeros se forman en una fila, los segundos tenemos una tendencia a hacer “bolas”, también conocidas como “peloteras”. Armamos líos. Nudos. Los mexicanos no somos tan fiesteros ni tan “reventados”. Pero vaya que somos desastrosos. Podemos acabar con las vialidades. Ocupar banquetas. Romper el orden público. Poner la fiesta de un santo o una virgen local por encima del bienestar común. Cerrar Paseo de la Reforma varios meses. Y esto no tiene nada que ver con el ánimo fiestero que vende Taco Bell en su imagen corporativa. No tiene nada que ver con las mexican fajitas, las mexican pinatas, el mexican molito, el mexican curious. Esto solo tiene que ver con dos cosas: una, somos desordenados. Dos, no somos amables. Quienes dejan pasar a un auto de un carril a otro, reciben mentadas de madre de los de atrás. Quienes ponen su direccional, reciben acelerones para no dejarlos pasar. Quienes compran el software en vez de robarlo reciben un “ay cómo eres pendejo”. Es más fácil hacerse güey y meterse en la fila. Es más fácil inventar chismes que hacer tu trabajo. Poner pretextos para no llegar temprano, echar la hueva, ser cínicos y hacernos los “graciosos”. Como el penoso caso de la muerte del Secretario de Gobernación: todos esos graciosos en Twitter, “expresándose”. Uno de ellos hasta acabó siendo mártir de la comunidad hip del DF y figura mediática. Oh my dog.

La amabilidad no está de moda. Ser cínicos es más rentable que ser amables. Hay un mejor paquete de compensaciones, claro. Es bien cool. Además, poner barreras entre uno y el resto del mundo garantiza la integridad y continuidad del ego… como si tal cosa existiera. Si fuéramos amables con la gente que nos rodea pensaríamos, quizá, en su bienestar. En hacer algo chingón por aliviar el dolor de los demás. En ser serviciales, en ofrecer ayuda, ideas; haríamos la verificación vehicular a tiempo sin la amenaza de irnos al corralón. En una de esas pagaríamos nuestros impuestos a tiempo. En una de esas el señor que gobernaba Coahuila no tendría a su estado endeudado. En una de esas la gente en una oficina no hablaría pestes de la mujer que se va temprano por ir a recoger a su hijo a la guardería. En una de esas el tráfico mejoraría un poco porque estaríamos pensando en no cortarle el paso a alguien solo porque “todos los demás se cruzan el semáforo en rojo/por qué yo no”. En una de esas alguien en Telcel se preocuparía honestamente porque se le cobra un servicio muy caro a la gente y las llamadas se cortan y la conexión a internet desaparece en sitios donde debería existir. En una de esas Guadalajara no amanecería con 23 muertos en la calle. Pero sé que eso difícilmente sucederá. México está enfermo porque cada quien piensa solo en su propio bienestar. “Tiro agua porque la pago. ¿O tú me la pagas, puto?” “Tiro basura en la calle porque para eso le pago al gobierno, para que me la recoja”. “Siendo periodista me quejo del gobierno desde mi Twitter pero acepto dinero de una empresa por hacer menciones mercadológicas disfrazadas de contenido”.

Este no fue un post alegre ni optimista. Pero los dejo con una frase del buen Dr. King: “The arc of the moral universe is long, but it bends towards justice”.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on November 25, 2011.

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Published on November 24, 2011 16:00

October 16, 2011

Un post sobre las redes zoociales

Y por qué la gente escribe horrible en internet, entre otras cosasJesse Eisenberg engalana este post con su cara de Mark Zuckerberg con chorrillo.

Llevo poco más de 18 años dedicándome al negocio de la comunicación, me obsesioné en su momento con la new media, los predicamentos de McLuhan, Toffler, Negroponte y de Kerckhove; vi el auge del reality, la anunciada y nunca concretada muerte de la estrella del radio y la burbuja noventera del internet inflarse y estallar; he podido ver cómo funcionan de cerca las tripas del medio escrito, la web, la radio y la televisión, tanto en México como en el extranjero, y he participado activamente en ellas. Lo cual me encanta, claro, pues ese es mi day job; mi night job es escribir ficción. LOL.

Y… nada es tan raro como las redes sociales. Las redes zoociales. Recuerdo que entre 2006 y 2007 nos fileteábamos el cerebro pensando cómo agregar esos nuevos animales a nuestra programación diaria de hacer revistas, nosotros, los pobres editores de medios impresos en medio de la migración de lectores a los medios online. Todo era un caos. No sabíamos hasta qué grado podría llegar la participación del público. En 2005 acudí a una conferencia en la Sociedad National Geographic sobre el “long tail“, aquella visión que separaba la relevancia del broadcaster establecido (los grandes medios de comunicación) contra millones de mini-broadcasters en blogs (los pequeños usuarios de internet, pero que son un chingo). Hoy a esto se le conoce como “consumer-driven content” (contenido impulsado por el consumidor) y, no sé si sea bueno o malo, pero es esencialmente el gérmen de los memes y demás pendejadas que nos damos a diario en la red.

Algo tuvo que ver ese animal horrible llamado “periodismo ciudadano”. Alguna vez lo dije a manera de símil: la medicina ciudadana no existe, bueh, solo en casos de extrema urgencia, y no es propiamente un asunto médico que un desconocido te atienda una herida porque no hay de otra, es solo LA VERDAD DEL MOMENTO. No suelo escribir en altas porque es feo, maleducado, oloroso y poco respetuoso a las reglas de la lengua, pero sentí que venía al caso. LA VERDAD DEL MOMENTO te puede rebasar si tienes las tripas derramadas en el periférico luego de un accidente automovilístico. No importa si eres rico o pobre, estúpido o inteligente. Te vas a aferrar a lo primero que veas, ¿no? Bien puedes decir “venga de ahi mi médico ciudadano, quiero sujetarle de la mano”. LA VERDAD DEL MOMENTO no es que ese buen hombre sea un médico, es lo único que hay, quizá la última persona con la que hables en esta Tierra. Lo cual es… patético. LOL.

Pero vuelvo al tema. ¿Qué pasa con los periodistas ciudadanos? Cuando sucedió el infame ataque de Atocha en Madrid, el 11 de marzo de 2004, fue sorprendente la cantidad de fotografías de usuarios de teléfonos móviles en los sitios del atentado. Antes que cualquier televisora o periódico, antes que la BBC, el UK Telegraph, Le Monde, El País, The New York Times, CNN y Antena 3, la gente tomó fotos, se las mandó a otras personas o corrió a subirlas a la red. En 2004 la web móvil no estaba tan avanzada como ahora — ni la resolución de los teléfonos — , pero aquello fue un hito. ¡Periodismo ciudadano!, gritaron muchos en su momento, y otros tantos se escandalizaron — yo me pitorreé de mis colegas más serios en una columna de Conozca Más de 2007, que pueden leer aquí — , pensando quizá que el oficio se iba a banalizar y que muchos perderían su trabajo. Lo único que sucedió fue que mucha gente en ese momento iba pasando con un móvil con cámara fotográfica en las manos. Esa fue LA VERDAD DEL MOMENTO. No que fueran periodistas. Quizá sí eran ciudadanos, pero la mayoría no eran periodistas. Igual su aportación a los hechos noticiosos consternó en buena medida a la industria de la comunicación. Sobre todo a los que predecían que nos ibamos a quedar sin chamba porque gracias al internet una masa anónima de usuarios iba a hacer nuestro trabajo.

Creo que muchos comunicadores no se quedaron sin empleo. Y también creo que llegó mucha gente sin oficio a hacerse pasar por comunicadores. LOL.

Entran las redes sociales. El sorprendente mundo de “quiero conocer gente” de aquel horroroso Hi5 dio paso al aún mas sorprendente mundo de “quiero conocer gente + quiero que todos sepan lo que estoy haciendo” de Facebook. En el camino, Facebook agregó granjas digitales, pésimas costumbres gregarias — como “pega esto en tu muro…” — e historias horrendas de depredadores sexuales, gente que pierde su empleo por postear pendejadas y mujeres embarazadas que abren el Facebook de su feto varios meses antes de que nazca — y se edpresan como idiotad podke todod sabemod que loz fetod tienen pobemas de habla. ROTFLOL.

Pero este no es un post sobre la fauna facebookera. Tampoco sobre la fauna tuitera, de eso — del ego, la obsesión por el sobrevaluado número de followers, los “tweetstars”, las prácticas malsanas en torno al hashtagueo ridículo o el erreteo mongólico — me quejo casi todas las semanas. Ja. No voy a profundizar en ello, pero sí tiene que ver con el simple y bello hecho de que no todos los seres humanos fueron llamados a ser comunicadores. Es decir, cualquiera lo puede hacer, y vaya que pasamos buena parte de nuestra vida comunicándonos con otros seres humanos. Twitter y Facebook, entre otras tres docenas de redes sociales, son el espejo de nuestra forma de hablar por teléfono, redactar un mail, mover las manos y las nalgas, coquetear y hacer sentir nuestra presencia en una habitación. Al mismo tiempo, y por muy contradictorio que suene, ese espejo es una torcida visión de nosotros mismos. Cuánta gente no exhibe una personalidad extrañamente extravertida y explosiva en la red social, gente que conocemos en persona o con la que convivimos y sabemos que no todo el tiempo es así. Y al revés también sucede: tipos exitosos y socialmente afables en el ambiente oficinil pueden ser inexistentes en sus redes sociales. Lo cual, me parece, es perfectamente normal. Un hombre puede ser un gran amante a la hora de comunicarse proxémicamente con su mujer en el colchón, y un perfecto estúpido a la hora de escribir un correo. Y viceversa. El mundo de los geeks está lleno del ejemplo en “viceversa”, BTW :D

Sin embargo, la mayoría del mundo no tiene el don de la comunicación. Y además, depende de qué tipo de comunicación estemos hablando, claro. Están los que hablan bien. Los que escriben bien. Los que se ven bien — oh sí, eso también tiene que ver con el ámbito de la comunicación — a cuadro o solo “fotografían bien”. Pffff. Y no me parece mal que las redes sociales “empoderen” al individuo y le den voz y voto. Independientemente de lo que yo piense al respecto, eso está sucediendo. Los usuarios dan su opinión todo el tiempo, se envalentonan, formulan hashtags, reclaman, pelean. Pero ese no es el tema del post. No insistan.

En mi área de la comunicación, en la que yo he ejercido, los detalles cuentan. Cómo usar el lenguaje. Cómo usar los signos tipográficos. Y los estilos tipográficos. Mi padre, por ejemplo, tenía una excelente ortografía, en el sentido en el que empleamos cotidianamente aquello de “la buena ortografía”. Sin embargo, abusaba de la tipografía bold y de las mayúsculas, sobre todo cuando trabajaba en Microsoft Word y Excel. Era imposible quitarle esas mañas. Lo cual me molestaba como una piedrita en el zapato. Porque yo me dedicaba a trabajar la ortografía en su sentido más amplio, como un alfarero modela el pedo, si ustedes me entienden.

En las principales redes sociales de hoy no se admite el rich text — Google+ medio toma algunos recursos de Gmail para este fin — así es que la gente debe valerse de sus propios métodos en texto plano para decir las cosas. Como gritonear ESCRIBIENDO EN ALTAS QUE ESTUVO DE SUPUTAMADRE EL CONCIERTO. O abusar de los signos de exclamación!!!!!!! O agregar un emoticón — Ò_ó — bien chispa cada vez que se dice algo. O abusar de: LOL.

Las tipografías en bold e itálicas enfatizan una frase o palabra, pero su uso depende del contexto y, duh, la frase o palabra. El uso diario nos da pistas de cuándo sí y cuándo no emplearlas. La tipografía en mayúsculas, por regla, antecede a un nombre propio — cosa que el beato Steve Jobs destruyó cuando lanzó el iPod. Redactar en mayúsculas distrae y molesta, a menos que se trate de una frase corta o unas siglas. De otro modo está F.U.B.A.R. Los puntos suspensivos son tres, y en ese sentido no deberían de insistir en usar más de tres: en realidad se trata de un signo con tres puntos (comando + punto en una Mac), no de tres puntos tecleados consecutivamente. Su nombre clásico es elipsis y denota una pausa. Por eso, poner diez puntos suspensivos es tonto e innecesario. No quiere decir nada.

La diagonal esencialmente sirve para separar. Con una que usen, de nuevo, es suficiente. Esto es innecesario: //. Menos aún cuando no están separando nada, genios.

No soy un sibarita de la lengua, para nada. De hecho, soy bastante pocho, les manejo el spanglish y el uso — y abuso — burdo y coloquial de las palabras. Sin embargo, tengo mis límites. O los observo con cuidado. No me molesta que la gente escriba como se le pegue la gana, o como Dios les dé a entender, sobre todo en espacios públicos como las redes sociales, pero no puedo dejar de elevar las cejar cada vez que leo una burrada. Y no me refiero al lolspeak o al padonki, que son auténticos lingos procreados espontáneamente en internet.

Creo que mis cejas elevadas tienen que ver con que para mí escribir es algo bello, es algo inherente a mi oficio. No tengo los speaking skills — soy tartamudillo — , pero sí los writing skills.Igual no soy tan reclamón por el hecho de que no todo mundo sepa usar medianamente bien el lenguaje escrito. Primero porque no es algo que me quite el sueño. Y segundo porque la esencia de por qué el “periodismo ciudadano” es una jalada, es porque el mundo aún necesita verdaderos periodistas que reporten la nota y produzcan la información. Esa es LA VERDAD DEL MOMENTO. El mundo necesita gente que sepa fabricar mesas. Reparar y cambiar neumáticos. Fabricar buenas playeras. Ensamblar juguetes. Cosechar jitomates cherry. Enseñar yoga. Cuidar enfermos. Dibujar letreros de salidas de emergencia. Tocar el piano. Cortarle el pelo a los perritos. Meter goles. Limpiar ventanas desde un piso 35. Volar aviones. Darle de beber a la gente que viaja en esos aviones. Sacar cuentas. Escribir poemas. Escribir guiones de películas. Escribir cuentos para niños. El mundo es tan hermoso porque es tan diverso. ¿No lo creen? ^_^

Porque hay lugar para todos. Para los que escriben respetando las reglas. Y para los que se cagan encima de la lengua de Cervantes en cada tuit. LOL.

Dedicado al gigantesco Miguel Ángel Granados Chapa. Nos da tristeza porque necesitamos más plumas de alto calibre en este país. Sí señor. Bon voyage.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on October 17, 2011.

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Published on October 16, 2011 17:00

October 4, 2011

Este es mi post dedicado a Steve Jobs

Here’s to the crazy ones. The misfits. The rebels. The troublemakers. The round pegs in the square hole. The ones who see things differently. They’re not fond of rules. And they have no respect for the status quo. You can quote them, disagree with them, glorify or vilify them. About the only thing you can’t do is ignore them. Because they change things. They push the human race forward. And while some may see them as the crazy ones, we see genius. Because the people who are crazy enough to think they can change the world, are the ones who do.

Apple, “Think Different”, 1998–2002

Esta época, tan conectada y a la vez tan desarraigada, donde podemos no saber dónde andan nuestros familiares pero sí nos molesta el comentario de un rostro anónimo en Twitter, es pródiga en el culto a personalidades que han ayudado a moldear, o eso pensamos, el mundo en el que vivimos. Muchas veces me he quejado del concepto del geek porque hace tiempo perdió su carácter contracultural, esa rareza que lo hacía vivaz y rebelde. Punk. Ayer el geek era quien conseguía la información oscura y la compartía con otros geeks. Hoy con el vulgar acceso a la información que poseemos se puede ser un geek de “todo”: de Sarah Jessica Parker, de Star Trek, de Mighty Muggs de Transformers, de afiches de Justin Bieber o del último hit televisivo de HBO. Entre el geek y el fan hay pocas diferencias hoy. Con el ancho mundo de Apple, el público se lanzó, sobre todo en los últimos diez años, a exhibir su amor por la marca de formas diversas, sacando esa adoración de la playera y el bumper sticker a sitios web y redes sociales, creando una tribu de iWhores –como nos llaman los detractores y haters– que es multicriticada por “superficial”, “sobrepreocupada por el diseño” y “poco demandante como consumidora”, máxime cuando se acostumbró a pagar precios altos por hardware o incluso a soportar teléfonos con problemas de conectividad. Tener una Macintosh en los ochenta y noventa fue símbolo de un tipo particular de espíritu geek, y tener un teléfono Apple en los 2000 ahora es símbolo de un tipo particular de fanboyerismo. Pero no lo digo despectivamente: la gente ama a sus marcas, ama el estilo de vida que les proporcionan y esos pequeños placeres que experimenta sola y en su soledad, si me permiten la expresión. Hey, si te sientes un velocista olímpico al estrenar un par de zapatillas Nike, bien por ti. Si sientes que ese par de jeans Levi’s te otorgan “la promesa de un mundo nuevo”, bien por ti. Si sientes que usar un iPad te hace “pensar diferente”, bien por ti. Un buen consumidor es un consumidor crítico, pero yo no soy nadie para juzgar las emociones de la gente. Piénselo y pasa lo mismo con los perros: no puedes convencer de lo contrario a alguien convencido de que los xoloitzcuintles son feos cuando tiene una idea “inceptionada” en su cabeza, del mismo modo que el dueño fervoroso del xoloitzcuintle tiene 717 argumentos por los cuales ama a su mascota. Somos tribales, somos sectarios, defendemos hasta las lágrimas los que nos provee identidad, aunque esta identidad consista en burlarnos y protestar por la falta de identidad y consumismo de otros. Ja.

Por eso entiendo el fervor hacia Steve Jobs. Hay quien dice que el rock ya murió y que la historia se detuvo, que ya no hay héroes, las estrellas de Hollywood han perdido el glamour de antaño y nuestros líderes políticos son una desgracia. Vivimos en un mundo cínico, diría Jerry Maguire, lleno de apatía y aburrición. Y en ese mundo caminó Steve Jobs, como Caine en Kung fu. Oh sí. Su influencia en el ámbito de la tecnología, los negocios, el entretenimiento, la educación y los cimientos de cómo interactuamos entre nosotros es tan vasta que es difícil de medir. Sin embargo, lo que hizo Steve Jobs al frente de Apple Computer nos recuerda que sí, aún existen estrellas de rock, aún hay héroes, aún hay glamour y aún hay líderes. Y la historia sigue, y no se detiene. Cuando John Lennon fue asesinado, Time tituló su portada con la frase “the day the music died”, más por despecho e indignación que por otra cosa. Pero hoy no murió la innovación ni la creatividad ni nada por el estilo. Todo va a seguir hacia adelante. Igual que la música siguió después de Lennon.

Me declaré fan de Jobs desde que leí sus aventuras mariguanas en Atari, Inc. (sorprende que Nolan Bushnell le sobreviva) y su búsqueda espiritual en India a mediados de los setenta. La idea de un jipi-punk que emplea el marketing para cambiar el mundo (“Think Different”) es tan seductora. Y es tan siglo XX. Y también es tan siglo XXI. Soy un creyente de su marca desde hace casi 20 años a pesar de que critico lo pesado que es Apple con sus consumidores (como el citado caso de la antena del iPhone 4 o esos mails de grumpy old dude que enviaba Jobs a ciertas personas que le escribían), y el pésimo trato que su oficina de P.R. tiene hacia la prensa. Creo que es evidente que Jobs fue un ejemplo como businessman y entrepreneur, y como innovador en una industria donde la innovación en realidad no es tan común. Pero yo no me quedo con eso, quizá porque no tengo nada de empresario ni emprendedor, y nunca he hecho nada innovador en mi vida. Yo solo soy un usuario de Apple. Y sé que lo voy a ser hasta el final.

De ahi viene la conexión emocional. No haré una pomposa declaración del tipo “la primera vez que estuve en Cupertino…” (ajá, nunca he estado en Cupertino). Pfff. Mi conexión con Apple es más vulgar, y tiene que ver con mis recuerdos. La Performa que estaba en casa de mi novia de la universidad. La primera Mac que compré, una LC II, por $3,000 pesos. La primera vez que entré a la redacción de Origina, retacada de Macs, cuando la tipografía Garamond Narrow era la reina del barrio. Las manos delgadas de una diseñorita jipi moviendo un Magic Mouse. La iMac púrpura de aquella hermosa periodista que vivía en la del Valle, quien al deshacerse de esta me regaló su disco duro. O la máquina en la escribí mis últimas dos novelas. La emoción de sacar mi primer iPod de la caja. Observar a mi hija escribir su nombre en el iPad. Son “experiencias de usuario”. Pero sobre todo son emociones. No somos replicantes. Esos recuerdos son reales.

Hoy me siento honestamente triste por la prematura muerte de Steve Jobs a sus 56 años de edad. Espero que su vida y obra me sigan inspirando. Y a ustedes también.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on October 5, 2011.

Este es mi post dedicado a Steve Jobs was originally published in Ruy Xoconostle W. on Medium, where people are continuing the conversation by highlighting and responding to this story.

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Published on October 04, 2011 17:00

September 18, 2011

La visita al médico

Este fin de semana llevé a mi hija a su chequeo médico y a que le aplicaran vacunas. DPT (que ya la traia atrasada) y Tripleviral. Los consultorios de los pediatras son cosas surreales, como sacadas de esos cuartos de niños creepy de películas manga, como el chamaco cabezón de El viaje de Chihiro o la reserva de pálidos niños telépatas en Akira, retacados de muñecos de peluche, libros infantiles, cuadros “divertidos” en la pared. Recordé que un pediatra que atendió a mi hija de muy pequeña daba consulta con un Pluto de peluche (percudido) amarrado al cuello. Muy extraño. El consultorio de un médico, quiero suponer, debe ser una cosa abierta, espaciosa, luminosa y cálida. Que dé confianza. Porque quizá muchos de nosotros no tengamos miedo de morir, pero sí miedo del dolor previo a la muerte. O el dolor de vivir, pues –aunque suene corintelladesco. Entonces, el tiempo que vayas a pasar en un consultorio de esos, bueh, pues que al menos sea en un sitio semiagradable. Yo hace relativamente poco tiempo crucé exitosamente por una serie de exámenes médicos, algunos verdaderamente dolorosos. Y ahora que lo pienso, la visita al médico fue completamente olvidable. No porque mi afección estaba gacha, sino porque el doctor no se empeñó en hacer de mi visita a su consultorio algo amable. No estoy pidiendo ser recibido con “mimosas” por una enfermera de estas, la beta de Gears of War 3 en la sala de espera o que el Dr. Muerte fuera un comediante hilarante (como el cajero de un Superama que me atendió el otro día). Pero no es eso: simplemente su atención fue parca, fría y exquisitamente profesional. Tan profesional que me sentí como debe sentirse un auto cuando lo llevan a servicio a la agencia. Después de la madriza al cuerpo y el desembolso monetario y el “quédese tranquilo, todo bien”, mi decisión fue la siguiente: “Si vuelvo a pasar por una de estas y necesito a un especialista de este tipo, buscaré a alguien más. No me gustó su atención. No me gustó cómo hace las cosas”.

Vuelvo a la visita con la pediatra: es una mujer cálida, amable, de las que te explican absolutamente todo y dentro de su ñoñería es un encanto. Una profesional de la salud con la que sí repites consulta. Sin embargo, debo decir que algo sucede con las inyecciones: mi hija estaba muy nerviosa antes de las vacunas, y al momento de sufrirlas, bueh, vaya que las sufrió. Y no creo que haya sido un aspecto técnico, al parecer la doctora inyectaba “con buena mano” que le llaman, rápida y certera. Entonces, si a) consultorio creepy pero cute, b) doctora amable, cálida y profesional y c) buena técnica, ¿por qué estoy casi seguro de que mi hija crecerá odiando las inyecciones? Carajo, no conozco un solo adulto que no ODIE la idea que le picoteen el culo con una aguja. Incluso sé de casos cuasifóbicos de tipos rudos y profesionalmente exitosos que prefieren pasar dos semanas del carajo que recibir un par de inyecciones y salir rápido del lío viral que se cargan. ¿Qué han hecho mal los médicos? ¿Qué tienen esos consultorios que el macabro momento del doctor golpeteando con su dedo medio la jeringa es para muchos de nosotros como la antesala al infierno? Quizá tenga que ver la sensación de no ver dónde estarán poniendo la aguja, el punto ciego del culo, de no ver cómo perfora la piel. Mucha gente se siente más tranquila al ver cómo le sacan sangre del brazo que imaginando cómo le meten una sustancia por las nalgas. Y antes de que me albureen, debo decir que en contra de este argumento juega el hecho de que a cada segundo en el mundo millones de mujeres y hombres reciben un miembro viril por las nalgas sin ver con exactitud cómo se los insertan, y esto no disminuye el placer o se convierte en un tema de fobia. No no no no no. Debe ser otra cosa. Quizá tenga que ver que la ciencia no ha avanzado gran cosa en el campo de las jeringas. Evidentemente, si uno ve una jeringa victoriana y ve una jeringa de las que venden en cualquier Farmacia del Ahorro, sí dirá: “No mames Ruy, sí hemos avanzado”. Lo sé. Pero por otro lado, la promesa del futuro de Los Supersónicos nunca llegó. Díganme optimista, pero después de pasar por uno de esos tratamientos de veinte inyecciones –a razón de una diaria– a mis ocho o nueve años de edad (por ahi de 1981), yo sí me consolé pensando “pero en el año 2000 las inyecciones te las darán con unos aparatos bien acá con los que no se sentirá nada”. Por supuesto, en el mercado hay tecnología elevada como esta, pero la verdad es que la realidad del 99% de los pacientes es esta. Qué mala suerte. En el año 2011 podemos fabricar hielo en nuestras casas, ver lo que sucede del otro lado del mundo en vivo por la tele o el internet, manipular nuestras tabletas futuristas con los dedos y reparar articulaciones del cuerpo con prótesis de titanio. Pero para meter veloz y eficientemente un antibiótico al cuerpo, necesitamos agujas. Agujas que hacen sufrir a la gente con el simple hecho de ser mencionadas. El némesis de cientos de miles de adultos que crecieron odiando la visita al pediatra.

Como yo. Y muchos de ustedes. Seguro.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on September 19, 2011.

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Published on September 18, 2011 17:00

August 2, 2011

Feed animals in the zoo

En la foto, la muestra gráfica del 70% de la experiencia de ir al zoológico.

Los pobres gueyes están echando la hueva. Este pobre diablo, el Ursus maritimus, en un ambiente completamente alienígena al suyo (la Ciudad de México –que también suele ser alienígena para varios de nosotros), quizá cansado de no cazar y destripar a su propia comida (viva), quizá deprimido, se recuesta y le vale madres que miles de niños hayan venido a verlo. Perdón: según el Zoológico de Chapultepec, “el favorito de los niños” es el Ailuropoda melanoleuca. Hoy vimos a uno tirado en un tronco, con las patas para arriba –mismo caso de un Macropus rufus que se rascaba las ingles viendo al sol– y a otro recargado contra el vidrio, empujándose una rama de bambú. Absolutamente hermoso. Hay una pequeña exhibición sobre el Canis lupus baileyi, nuestro propio y privado lupus nacional, casi extinto. Triste hasta las lágrimas. El Panthera tigris se notaba nervioso, inconforme y ansioso. Neurótico. No es el tipo de animal que nació para estar en cautiverio (¿habrá alguno?), limitado por reglas estúpidas, como vivir entre troncos fake y comer comida fake y salir a hacer un acto cirquero fake para entretener visitantes. “Nature and art”, decía Perry Farrell en el Ritual de lo Habitual, “what could be more breathtaking?” Un Panthera tigris no debería estar encerrado. Cosas que es preferible avistar in the wild: perritos de la pradera, prototipos del iPhone 5, halcones volando bajo, los chamorros de las mujeres. Algún naturalista podrá contradecirme pero, en cambio, vi muy cómodo al Hippopotamus amphibius, sumergido en su peculiar caldo de agua + suciedad, y sacando de vez en vez la gulivera para eructar. Un tipo bonachón, no precisamente encantador. Se me figuró como esos animales urbanos que producen lonja sumergidos en su peculiar caldo de sillón + suciedad, de preferencia viendo el fut. Giraffa camelopardalis. Dama dama. Fennecus zerda. No había elefantes, por alguna razón ya no hay elefantes en el zoo de la Ciudad de México. En su lugar, antílopes, los cuales son lindos pero están muy por debajo en el wówmetro. Una vez vi a un elefante orinar: qué espectáculo tan bizarro. El tipo solo estaba tirándose unos miriams, ya saben, pero parecía la jodida aventura del Poseidón. Extrañé ver elefantes hoy. La sección de serpientes es una chingonada triple. Observamos a una Dendroaspis angusticeps reptando y sacando la lengua. El animal es verde. No necesita presumir su verdor: es verde y es perfecto. Su nombre común me recordó a Beatrix Kiddo. La Eunectes murinus es brutal. ¿Cómo puede existir eso, cómo debe ser vivir en el mismo hábitat que ese animal? Algunas serpientes me parecieron tan serenas, como meditando. Me recordaron que en las culturas orientales no simbolizan lo peor del hombre, sino lo más sabio. Mi hija se prendió con la idea de ver pingüinos, pero claro, acabamos de ver la película de Jim Carrey (actorazo). Así llegamos –y volvemos en este post– al Ursus maritimus, triste caso de un dude que no tiene nada que hacer aquí. Lo mismo aplica para los Panthera leo, quienes por lo general son de los grandes aguafiestas de todos los zoológicos, con todo respeto para los guionistas de Madagascar. Deprimidos o solo echando la hueva. Nunca hacen NADA. Y menos sí son machos. Y justo en la reserva de enfrente, las Equus quagga, el alimento perfecto del Panthera leo. Solo el Homo sapiens hace esas tonterías, pensé. Poner frente a frente a depredado y depredador. Y no permitir que las cosas sucedan. Supongo que así son los terrores agridulces de los zoológicos: es deprimente ver a un animal encerrado. Y a la vez es hermoso poder verlos. Los ojos grandes y pestañones de mi hija sorprendidos cuando el Zalophus californianus pasó nadando frente a nosotros. Uff. Un bonito día con mi Pixie favorita en el zoo. It’s such a perfect day, I’m glad I spent it with you.

Me despido con algo de Nick Park.

https://medium.com/media/103921d109073df6264b515a2a11f904/href

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on August 3, 2011.

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Published on August 02, 2011 17:00

July 13, 2011

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Published on July 13, 2011 20:25

May 16, 2011

I Will Follow

Una crónica del concierto de U2 en el Estadio Azteca, mayo de 2011

Originalmente iba a ver a Wooka la Fan para llegar juntos al concierto de U2, pero por líos logísticos no pudimos hacerlo así es que llegué al Estadio Azteca con mi hermano y su familia. Ellos se fueron a otra zona, por lo que quedamos en “nos hablamos”. Mis estúpidas expectativas sobre la estúpida posibilidad de que funcionara la estúpida red de Telcel resultaron una estúpida fantasía. No había 3G desde el estacionamiento del Coloseee de Santeee Ursuleee. Así es que entré por la rampa 4 a la cancha, me compré una cerveza, hallé una red Wi-Fi supuestamente gratis pero que no funcionaba tampoco porque supuse que otros 30 mil idiotas como yo estaban intentando entrar a ella y me hice a la idea de que iba a tener que ver aquel concierto de U2 solo e incomunicado. Como a la mitad de la presentación del abridor, Snow Patrol, me di una vuelta por la zonilla general –aún con luz del sol, y un poco de lluvia cayendo– y me encontré a Wooka la Gesticular con Plaqui the Plaq. Después del alegre saludo y con la coincidencia de habernos cruzado tan pronto y con tanta felicidad, dispuse a relajarme con el pensamiento de: “Vine solo, es decir, sin ‘date’ ni nada por el estilo, pero ya no estoy solo. Si me aplasta la multitud enardecida seguro Wooka la Generosa recuperará mis restos para darles cristiana sepultura”.

Wooka la Spoilerosa traia el análisis completo del concierto: qué setlist era más probable, por qué esta era la “fecha de fans”, la rolita en bocinas y luces prendidas con la que empezarían (“Space Oddity”) y con la que cerrarían (“Rocket Man”), qué implicaciones tendría que tocaran “Out of Control” y no “I Will Follow”. Yo soy persona de “I Will Follow”, pero agradezco que no la hayan tocado porque el show sí resultó ser el fanpleaser que prometió Wooka la Ultrainformada. Además, el cabrón los había visto con el 360 en París. Ese guey sí que sabe lo suyo.

El concierto empezó flojón a mi gusto, o más bien no me emocionaron las primeras cinco rolas. Hasta “Until the End of the World” y la licencia sinatresca que se tomó Bono dije “ay guey, esto es real”.

“Everbody having a good time. Except you: you were talking about the end of the world”.

El escenario no me impresionó ni las imágenes en pantalla, todo lo que hace U2 desde Zoo TV me parece una variación de lo mismo, es como si ahora produjeran Zoo TV 4.0 o Zoo TV la Cuarta Temporada, whatever. De ahí en adelante, “Stand By Me”, “Desire” y “Stay” me rompieron la madre. De “Stay” me causó una sensación extraña pensar que una canción que me decía tantas cosas en los noventa y que me resultaba tan avanzada y elevada y provocativa, ahora U2 la hubiera reducido a una versión unplugged en vivo.

“Faraway, so close. Up with the static, and the radio.”

Con “Miss Sarajevo” les manejé la piel china, pero me empezó a causar cólico que en pantallas no se dijera nada de la situación de violencia en México y las muertas de Juárez, máxime porque la referencia era obvia. “Don’t let them kill us” decían las chicas del concurso de belleza, amenazadas por las agresiones de los milicianos serbios. ¿Y aquí, en México? ¿Que U2 no debería estar diciendo algo ahí, en vivo? Me aliviané porque las pantallas se convirtieron en un panal (okey, eso sí me impresionó del escenario) y la banda tocó “Zooropa” en una versión acortada pero increíblemente chingona. Un puto sueño hecho realidad, debo decir.

“And I have no compass, and I have no map. And I have no reasons, no reasons to get back”.

Lo que siguió fue muy intenso y muy cabrón. No recuerdo haber tenido esa emoción de fan en un concierto de U2, y este es mi quinto de ellos al que asisto. La verdad es que me quebré con el arzobispo Desmond Tutu en pantallas para el mensaje de la campaña ONE y la presentación de “Where the Streets Have no Name”. Lloré como un bebé. Maaaal pedo.

El cierre con “Ultraviolet” fue brutal, Bono cantando con un micrófono a la Tron y esa lucecilla hasta arriba del escenario (“there is a light that never goes out”, extrañamente recordé a Morrisey). Nunca pensé que la tocarían, a pesar de que Wooka la Abrasiva lo anunció.

“With or Without You”: por lo que veo, solo la soporto en concierto.

Finalmente, Bono dio (por lo menos) un tímido mensaje coyuntural: nos recordó que la violencia en México no nos define. En México somos mejores que eso, sí.

Salimos entre la pelotera, Wooka la Plañidera, Plaqui the Plaq y yo caminamos sobre Tlalpan un buen rato hasta llegar al auto del Peludo, me dieron un aventón y dormí como un bendito. Hoy amanecí afónico y con dolor de pies. Pensé que fue una lástima no haber compartido la experiencia de anoche con alguien más; pero ya habrá otra oportunidad, en 2016 o algo así. Siempre hay otra oportunidad.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on May 17, 2011.

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Published on May 16, 2011 17:00

April 27, 2011

Cuando los nobles se casan

Cosas extrañas hemos visto recientemente, como tornados arrasando pueblos, tsunamis provocando pequeños chernóbiles y terremotos devolviendo islas caribeñas a la Edad Media en segundos, pero pocos eventos, muy pocos, son tan bizarros como una boda de la realeza. Cuando los nobles se casan el mundo se paraliza –siempre y cuando el huso horario lo permita. 386 mil personillas siguen a The British Monarchy en Facebook. ¿Suena un poco absurdo, no? Es decir, ¿cuál es el gran interés que despiertan estos seres, estos artefactos del pasado llamados “nobles”? Hasta el día de hoy, es bien sabido que los nobles (sean europeos, asiáticos o africanos) usan sus ojos para ver, sus oídos para oír, su boca para hablar y cagan, duermen y comen más o menos igual que “el hombre común”. Quizá tenga que ver con su éxito sus raras costumbres, ampliamente documentadas a lo largo de la historia, como cazar zorros con casacas rojas mientras cabalgan a caballo, o casarse entre primos y tener prole. O el aura de divinidad que les rodeó durante siglos y bajo el cual perpetraron atrocidades, hayan sido los zares rusos o los reyes escoceses o los tlatoanis mexicas, en realidad la zona geográfica nunca importó para pasarse de lanza con su pueblo. Probablemente la fascinación venga de sus peculiares modos para pelear por la corona: subir al poder, bajar del poder, matar a los familiares, ser asesinado por los familiares, incendiar la paz del pueblo, arengar al pueblo, abusar del pueblo, volver a matar a los familiares. Joaquin Phoenix es una muestra de un noble romano ejemplar: mata a su papá y luego se quiere dar a su hermana. Claro que Gladiador tiene unas 637 inexactitudes históricas y ustedes no deberían tomarla tan en serio. Los reyes inspiran a las artes, sí: el tal Will Shakespeare escribió algunas de las líneas más hermosas en torno a la nobleza. “Now is the Winter of our discontent” es una frase hermosa y patética, y la dice un tipo loco y cojo que quiere ser rey. Otro loco ejemplar es aquel escocés que mata a quien se necesite para llegar al trono y que, a pesar de ser un carnicero, usa las palabras como un dios infernal:

Life’s but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage,
And then is heard no more.
It is a tale told by an idiot,
full of sound and fury,
Signifying nothing.

El mundo moderno le quitó gran parte de su poder y aura divina al noble europeo, pero lo sustituyó por algo quizá más atractivo: el factor jet-set. Los nobles europeos no sirven para nada, ¿cierto? Bueno, esa es la sabiduría popular hablando. No promulgan leyes, no ejercen las leyes, no gobiernan a nadie. Correcto. Sin embargo, son útiles desde una perspectiva frívola: ayudan a vender tabloides del corazón, espacios publicitarios en la televisión, dan la nota en las secciones de sociales y se ven muy bien (aunque tengan las magnánimas orejas del Príncipe de Gales) en portadas de revistas. Sus tontas anécdotas, sus inexplicables tragedias (como la de la familia Kennedy, esa patricia estirpe de nobles gringos) y sus eventos gozosos ocupan la mente de la gente que necesita distraer su sórdida realidad con una dosis de un ideal cuasidivino de gente cuasiperfecta cuyos problemas son cuasiinexistentes. Goei: quién fuera miembro de la familia real británica. Yo tenía 8 años cuando se casaron Carlos y Diana de Gales, en la llamada “Boda del siglo”. Qué eventazo. Qué obsesión. Qué manera de perder el tiempo. No promuevo que la gente sueñe los sueños de otros, que solapen el ocio de ver a dos fulanos famosos solo por tener sangre azul (ja) casarse, de hecho creo que es dañino para la mente. Pero pasa. Y es interesante observarlo… hasta cierto punto. Kate y William: dios, qué bonita pareja. Dios, ella es cumshotera. Dios, él es wapísimoooo. Dios, la abadía de Westminster es per-fec-ta. Dios, Beyoncé va a performear para ellos. Dios, Kate y William son el tipo de nobleza 2.0 que el mundo estaba esperando: no son derrochadores, están conscientes del impacto ambiental, no son taaaan huevones y hasta facebookean y tuitean. Yeah. El sol nunca se oculta en el Imperio Británico. Pasan las décadas y ahí sigue, como el farol que lleva la luz del comercio, la frivolidad y el materialismo a todos los rincones del mundo. Joseph Conrad alguna vez escribió sobre ello. Ahora tenemos la televisión. Y un broadcasting en vivo a través de internet, woot woot.

No me malinterpreten: estaré al pendiente de la boda real. No por morboso, solo porque me interesa esto de “la experiencia humana”. Pero un caveat: la boda de Kate y William no es “un cuento de hadas”. No no: en realidad no tiene nada que ver con el profundo simbolismo pragmático de los cuentos de hadas. Los cuentos de hadas son antiguos manuales cifrados para comportarse en el mundo. Y como dice Chesterton, no nos enseñan que existen los dragones; nos enseñan a matar a los dragones. La boda de Kate y William solo nos enseña que, una vez que termine el enlace, el mundo comenzará a buscar compulsivamente otro evento viral que devorar, con toda la glotonería del caso, esté o no en prime time.

Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on April 28, 2011.

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Published on April 27, 2011 17:00