Monstruos vs mechas

En el geekdom, un mecha no es un robot, es un pedazo de maquinaria que se opera, que se pilota, tiene un sentido vehicular. La diferencia con un auto o un tanque o un avión, es que el mecha suele ser bípedo o humanoide o de perdida tiene alguna semejanza animal. De su forma viene nuestro asombro, nuestro “ohhhhh” al ver o imaginar una tecnología así.
La Enciclopedia de la Ciencia Ficción dice que el primer mecha de la historia apareció en un panfleto propagandístico japonés de la Segunda Guerra Mundial. En él, un mecha, no sabemos si tripulado o controlado remotamente, se dirige hacia la ciudad de Nueva York. El autor de la ilustración es Ryūichi Yokoyama:

Para ese año, la Armada japonesa vislumbraba que el poderío naval de Estados Unidos era algo que no podrían igualar. Había perdido ya la Batalla de Midway, y se vendrían varias derrotas clave más… dos años después del panfleto cuasi infantil con el primer mecha de la historia, los gringos lanzaron las dos primeras y únicas bombas atómicas que se han empleado en tiempos de guerra. A Japón no le quedó otra opción que rendirse y reconstruir su nación.
Los monstruos, por supuesto, han existido en todas las mitologías. En la era moderna destaca la reimaginación del monstruo por H.P. Lovecraft como un ser antiguo que viene de mundos extraterrestres y/o de otras dimensiones. La interpretación japonesa, luego de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, fue la del monstruo como una fuerza espontánea de destrucción: el kaiju es este ser de tamaño descomunal con una afición por madrear ciudades niponas. Al final, las ciudades caen pero el espíritu prevale, o esa parece ser la moraleja. En 1954, el primer kaiju, de nombre Godzilla o Gojira hizo su aparición en el cine.

El ciclo de creación y destrucción del mundo es muy profundo y muy complejo, sus simbolismos van de la psique a lo cósmico; pero no se preocupen, no voy a hablar de eso, sino de cómo la cultura pop tiende a experimentar haciendo un chimichurri de ideas y creaciones. No pasó mucho tiempo para que los kaiju se enfrentaran a los mechas. Un ejemplo clásico: Gojira Tai Mekagojira!

La imaginación gringa ha traido ejemplares dignos del mecha. Baste mencionar que Robert Heinlein describió soldados a bordo de powered suits en su hermoso libro Starship Troopers de 1959, o los AT-AT de El imperio contraataca (yo tenía 8 años cuando vi por primera vez a esos cabrones caminar: tuve que recoger mi quijada del suelo, y creo que en ese momento decidí que siempre iba a amar la ciencia ficción) o los cargo loaders del Aliens de Cameron.
Los kaiju han sido otra historia. El remake de Godzilla gringo fue un fallo épico, ni qué decir de Cloverfield, donde el monstruo es más un misterio de “found footage” que un ser gigante — y a cuadro — interactuando con los personajes y el entorno.
Esta semana se estrenó una película gringa dirigida por un mexicano que intenta retomar estos dos elementos clásicos. Hasta ahora, me parece que tal remix no había salido bien librado por una mente occidental. El jalisciense Guillermo del Toro, nuestro geek número 1, nuestro tlatoani de los nerds, es capaz de entender por igual las sutilezas del kaiju y la fascinación que trae el mecha en pantalla. Después de una carrera brillante que incluye trancazos de taquilla y premios de la Academia, Warner Bros. le proveyó con 180 millones de dólares (o eso reporta ScreenRant) y, con ese dinero, del Toro esculpió y pulió una joya de entretenimiento de verano. Pacific Rim me hizo hundirme en el asiento los 131 minutos que duró el filme y la disfruté con esa misma emoción que me procuraron los AT-AT a mis 8 años. ^_^
Pacific Rim no es perfecta. Mi queja es que del Toro ha escogido el tono más juvenil que ha encontrado para narrar su historia de mechas (bautizados como “Jaeger”), monstruos y el Apocalipsis. Pacific Rim transpira ñoñería en sus momentos de humor, su música, la simpleza de sus personajes y sus concesiones. No hay grandes explicaciones de por qué, siendo la franja costera del Océano Pacífico tan inmensa, los monstruos se encuentran forzosamente con sus adversarios en la bahía de Hong Kong. Tampoco queda muy claro por qué el científico loco que extrañamente se parece a JJ Abrams es perseguido por un kaiju, ni tiene mucha sustancia la explicación de que meter una bomba termonuclear en un “puente interdimensional” lo cierra (pfff). El sidequest de “vamos a pedirle un cerebro a Ron Perlman” es bastante bobalicón también.
La fortaleza de Pacific Rim, curiosamente, también es que no se detiene demasiado tiempo en estas “minucias”, sino que nos pone desde el principio en medio de un espectáculo visual muy cabrón. Para empezar, el diseño de producción es una jodida belleza: hay tantos detalles en los “Jaeger” como en los kaiju para justificar la compra del Blu-ray y detenerse a admirar y especular — como todo buen nerd hace. Por otro lado, del Toro es un geniecito que tiene años perfeccionando su cinematografía, lo cual se nota en cómo los ángulos y emplazamientos de cámara de Pacific Rim nos sumergen perfectamente en LAS DIMENSIONES del conflicto. A diferencia de la serie Transformers, donde buena parte de las peleas consisten en un montón de fierros moviéndose a velocidades Bruckheimer, en Pacific Rim la edición en las secuencias de acción está muy bien cuidada, es clara y es dramática. Justamente la larga secuencia del enfrentamiento entre dos kaijus y el Gipsy Danger en Hong Kong es un triunfo que deja con la lengua de fuera al espectador. Con una mezcla de audio de Skywalker Sound y CGI de Industrial Light & Magic, los estándares de perfección en la industria, me queda claro que Pacific Rim fue diseñada como una de esas películas “por las que construyen cines”.

Lo logra, en verdad lo logra. El espíritu juvenil y la ñoñería de la cinta se justifican porque, vaya, estamos viendo una película con mechas gigantes superchingones rompiéndose la madre con monstruos badass que vienen de otra dimensión. Quizá Neill Blomkamp habría escogido un ángulo documental con un comentario social sobre el fenómeno de una invasión extraterrestre que vino de las profundidades del océano. Peter Jackson se detendría una y otra vez en las motivaciones personales de los pilotos de mechas (en tres partes, cada una de tres horas). El enfoque de Chris Nolan sería oscuro, pesimista y enredado…
Para nuestra suerte, solo Guillermo del Toro hizo Pacific Rim. Y le quedó de pocamadre. Vino, hypeó y triunfo.
Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on July 14, 2013.

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