César Vidal's Blog, page 98

November 7, 2015

La organización y las instituciones comunitarias en el judeo-cristianismo palestino del s.I (I)

LOS PRIMEROS CRISTIANOS:

LA ORGANIZACIÓN Y LAS INSTITUCIONES COMUNITARIAS EN EL JUDEO-CRISTIANISMO PALESTINO DEL SIGLO I (I): EL MODELO ORGANIZATIVO

La permanencia del grupo que confesaba a Jesús como Mesías y Señor, y el afincamiento de buen número de sus miembros en Jerusalén desde los primeros tiempos posteriores a la muerte de aquél, así como el crecimiento casi inmediato que disfrutó, obligaron al movimiento a generar unas estructuras de gobierno y administración que pudieran enfrentarse con los retos organizativos propios de tal clase de colectivo. Las mismas fueron apareciendo de manera escalonada, aunque en un tiempo breve según las fuentes, y presentaban una originalidad que, no obstante, evoca paralelismos con otros grupos coetáneos aunque nulo punto de confluencia con desarrollos confesionales muy posteriores. En este capítulo, examinaremos los paralelismos y diferencias entre la organización y las instituciones judeo-cristianas, comparándolas, muy especialmente, con las de los sectarios de Qumrán y, a continuación, analizaremos las instituciones de las que tenemos una noticia concreta en las fuentes: los apóstoles, los diáconos, los ancianos, los profetas y el sistema de comunidad de bienes en la iglesia jerosilimitana.





El modelo organizativo en comparación con otros grupos judíos



Prescindiendo de los posibles contactos que pudieran existir teológicamente entre el judeo-cristianismo y las sectas judías de la época, lo cierto es que el primero de estos movimientos parece considerablemente distanciado de los saduceos, hasta el punto de que no existe prácticamente puntos de conexión entre ambos. Con respecto a los fariseos, las mayores coincidencias son de tipo teológico y serán examinadas en su lugar. En cuanto a las organizativas, serán mencionadas en este apartado.



Un caso, aparentemente, muy distinto es el de los sectarios de Qumrán y ésa es la razón por la que los consideramos como cañamazo en torno al cual vertebrar la exposición de este aspecto de nuestro estudio. Los paralelismos entre la comunidad de Qumrán y el judeo-cristianismo comenzaron a ser señalados prácticamente desde que se produjeron las primeras publicaciones de textos relacionados con el primer movimiento.



J. Daniélou, que realizó un estudio comparativo sobre la organización de ambos colectivos, había sugerido el año anterior a ese trabajo la influencia de Qumrán en el pensamiento cristiano y, en obras posteriores, abordaría los paralelismos en lo tocante a la escatología, de nuevo la organización y la relación entre los manuscritos del mar Muerto y los orígenes del cristianismo. También de especial fecundidad resultaron los aportes de O. Cullmann, que comparó el trasfondo de los manuscritos del mar Muerto con las Pseudoclementinas y señaló la relevancia de los mismos para comprender el inicio del cristianismo.



Desde entonces, los estudios se han multiplicado y, entre otros, han destacado los aportes realizados por Y. Yadin, C. Colpe, D. Flusser, J. Jeremias, F. F. Bruce, W. F. Albright, G. Vermes y el propio autor de estas páginas, si bien no puede señalarse que exista, hoy por hoy, un consenso generalizado sobre la relación entre los modelos organizativos de ambos colectivos. En las próximas páginas, examinaremos las posibles similitudes.





Los nombres de la comunidad



La secta de Qumrán parece haber optado por denominarse con una pluralidad de nombres como «los pobres» (lQpHab 12, 3, 6, 10; 1QM 11, 9, 13; 14, 7; 1QH 5, 21; 18, 14, etc.), los «hijos de la luz» (1QS 1, 9; 2, 16, etc.), los «hijos del beneplácito divino» (1QH 4, 32-33; 11, 9), «templo de Dios» (1QS 8, 5, etc.), «Nuevo Pacto» (CD 6, 19; 8, 21, etc.); el «Resto» (CD 1, 4-5, etc.) y los «muchos» (1QS 6, 7 y ss.). De estos apelativos sólo está presente, de manera indiscutible, en el judeo-cristianismo del Israel del siglo I el de los «santos» (Ap. 5, 8; 8, 3; 13, 7-10, etc.), pero sólo aparece en Apocalipsis. En cuanto a la referencia a «la luz», ésta se limita a Juan (Jn. 12, 35-36, etc.).



Sí existen paralelismos de estas denominaciones, por el contrario, en otras corrientes cristianas, pero la explicación más sencilla es la de ver su origen en expresiones veterotestamentarias consagradas como las del «Nuevo Pacto» (Je. 31, 31); el «Resto» (Is. 1, 9; Je. 44, 12; Miq. 5, 3; etc.), los «hijos» (Is. 63, 8; Os. 1, 10; etc.) y otras.



La idea de la pobreza con un contenido posiblemente escatológico aparece en Lc. 6, 20, pero la cita de Gál. 2, 10 parece referirse sólo a los pobres en términos materiales. Es muy posible, como ya vimos, que el judeo-cristianismo otorgara cierta relevancia a la idea de los «pobres en un sentido espiritual» o «anavim» y existen indicios de que sintió un llamamiento para incluir en la predicación de su mensaje a los desposeídos (Sant. 2, 5) pero, desde luego, no se denominó de esa forma hasta la aparición de los ebionitas.



De igual manera, el término «hijos de la luz» aparece en escritos paulinos (I Tes. 5, 4-5; Ef. 5, 6-7, etc.), pero está ausente de las fuentes judeo-cristianas, al igual que sucede con «hijos del beneplácito divino». Y lo mismo puede decirse de expresiones como los «santos» (1 Cor. 1, 2; 2 Cor. 1, 1, etc.), «templo de Dios» (1 Cor. 3, 16-7; 2 Cor. 6, 14-7, 1, etc.) o «Nuevo pacto» (2 Cor. 2, 6; Heb. 8-9) que aparecen en los escritos paulinos y, ocasionalmente, en otros, pero no en las fuentes relacionadas con el judeo-cristianismo, salvo las excepciones ya señaladas. Por otro lado, no parece que la expresión «muchos» en Hch. 6, 25 o 15, 30 pueda ser considerada una denominación del judeo-cristianismo.



En términos generales, puede decirse que el análisis comparativo de la denominación de los dos movimientos si acaso lo que deja de manifiesto es una clara diferenciación, y el hecho de que existan algunas coincidencias —más en la forma que en el fondo— entre otras corrientes del cristianismo primitivo parece indicar o bien que en ellas pudiera haber algún vestigio del grupo de Qumrán (algo muy dudoso en Pablo, que era fariseo, quizá más posible en Juan), o que se trata de términos comunes a otras corrientes del judaísmo («pobres», «Nuevo pacto», «resto», etc., como evidentemente lo eran) o que, en la Diáspora, no existía el peligro de confusión entre los dos movimientos —algo que sí podría haber sucedido en la tierra de Israel— y podían utilizarse los mismos con más libertad. En términos generales, nos inclinamos por la segunda posibilidad.





El enfoque comunitario



Se han señalado igualmente parecidos entre los dos colectivos al analizar su planteamiento comunitario. En tal sentido, se indican los siguientes paralelos: la comunidad de bienes que aparece en Hch. 2, 44-5 y en 1QS I, II; la entrega de los bienes a los superiores (Hch. 4, 32 y ss. y 1 QS 5, 2; 6, 19 y CD 14, 13 y ss.); el castigo a los que defraudaban en lo relativo a la entrega de bienes a la comunidad (Hch. 5, 1 y ss. y 1QS 6, 24-5); la comida en común (Hch. 2, 41-2 y 1 QS 6, 2 y ss.); el empleo de suertes (Hch. 1, 26 y 1 QS 6, 21-22) y las discusiones comunes (Hch. 15 y 1 QS 6, 16, 19).



En términos generales, podemos señalar nuevamente que los parecidos han sido exagerados y que se ven superados por las profundas diferencias existentes entre ambos grupos. Ciertamente, la comunidad de bienes se dio en los movimientos, pero mientras en Qumrán fue esencial y además disfrutó de forma permanente de una minuciosa regulación, en el judeo-cristianismo afincado en Jerusalén —como veremos más adelante — fue temporal, no generalizada y fruto principal de la espontaneidad. Por otro lado, carecía del carácter obligatorio y compulsivo de Qumrán.



Es verdad que los bienes se entregaban a los superiores (cosa lógica por otra parte) pero queda nuevamente de manifiesto el factor de voluntariedad y de falta de institucionalización. Como también lo es que, mientras en Qumrán existía una codificación penal muy específica por mentir sobre los bienes, en Jerusalén sólo conocemos de un caso en que se produjera tal eventualidad (Hch. 5), si bien la sanción no fue aplicada por la comunidad y no se asocia más que con el hecho de haber aprovechado la discrecionalidad en el uso de sus bienes de forma incorrecta.



Algo muy similar podemos decir en cuanto al sistema de deliberaciones o el uso de suertes. Este último era generalizado en Qumrán con respecto a la entrada de miembros; en Jerusalén la entrada no exigía tal requisito y, por lo demás, sólo conocemos la utilización de ese método en un caso, concretamente, en la elección del sustituto de Judas. Por otro lado, existen paralelismos en el Antiguo Testamento (Lv. 16, 8; Nm. 26, 55; Jos. 13, 6; 1 Sm. 14, 42, etc.), lo que debilita mucho la tesis de una dependencia. En cuanto a las deliberaciones en común, nos encontramos una vez más frente a diferencias considerables pues, de nuevo, en Qumrán existía un protocolo muy elaborado del que no tenemos noticia en Jerusalén.







CONTINUARÁ



Conocida es la hoy desprestigiada tesis de A. Dupont Sommer, que calificó a Jesús como «sorprendente reencarnación del Maestro de Justicia» (A. Dupont Sommer, Apergus préliminaires sur les manuscrits de la Mer Morte, París, 1950, p. 121), o la novelesca reconstrucción de J. Allegro, que hablaba de una crucifixión del Maestro de Justicia y de cómo sus discípulos esperaban su resurrección y retorno (Times, Nueva York, 6 de febrero de 1956, p. 37). Con todo, la identificación del cristianismo con los esenios viene de lejos. Federico II escribiendo a D’Alembert el 17 de octubre de 1770 decía: «Jesús era propiamente un esenio», y es conocida la frase de E. Renan: «El cristianismo es un esenismo que alcanzó éxito y difusión». En el mismo sentido se definieron D. F. Strauss y H. Graetz; véase M. Black, «The Dead Sea Scrolls and Christian Origins», en M. Black (ed.), The Scrolls and Christianity, Londres, 1969, p. 98.



J. Daniélou, «La Communauté de Qumran et l’organisation de L’Église ancienne», en La Bible et l’Orient. Congrès d’Archéologie et d’Orientalisme Biblique de Saint-Cloud, París, 1954, pp. 104-117.



J. Daniélou, «Une Source de la spiritualité chrétienne dans les manuscrits de la Mer Morte: la doctrine des deux esprits», en Dieu Vivant, 25, 1953, pp. 127-136.



J. Daniélou, «Eschatologie sadocite et eschatologie chrétienne», en Les Manuscrits de la Mer Morte, Coloquio de Estrasburgo del 25 al 27 de mayo de 1955, París, 1957, pp. 111-126.



J. Daniélou, «Église primitive et communauté de Qumrân» en Études , 293, 1957, pp. 216-235.



J. Daniélou, Les Manuscrits de la Mer Morte et les origines du christianisme, París, 1957.



O. Cullmann, «Die enuentdeckten Qumrantexte und das Judenchristentum der Pseudoklementinen», en BZNW, 21, 1954, pp. 35 y ss.



O. Cullmann, «The Significance of the Qumran Texts for Research into the Beginnings of Christianity», en JBL, 74, 1955, pp. 213 -226.



Y. Yadin, «The Dead Sea Scrolls and the Epistle to the Hebrews», en ScrHier, 4, Jerusalén, 1958, pp. 45-48.



C. Colpe, «Die Essener und das Judenchristentum. Zu den Handschriftenfunden am Toten Meer», en Deutsche Universitatszeitung, 12, 1957, pp. 10-15 y 20-23.



D. Flusser, «The Dead Sea Sect and Pre-Pauline Christianity», en ScrHier, 4, Jerusalén, 1958, pp. 215-266, y «The Last Supper and the Es- senes», en Immanuel, 2, 1973, pp. 23-27.



J. Jeremias, «The Qumran Texts and the New Testament», en ExpT, 70, 1958-1959, pp. 68 y ss., y «Die Funde am Toten Meer und das Neue Testament», en Evangelische Unterweisung, 13, 1958, pp. 65-67.



F. F. Bruce, Second Thoughts on the Dead Sea Scrolls, Grand Rapids , 1961, y «The Dead Sea Scrolls and Early Christianity», en BJRL, 49, 1966, pp. 69-90.



W. F. Albright, «The Organization and Institutions of the Jerusalem Church in Acts», en J. Munck, The Acts…, ob. cit., pp. 276 y ss.



G. Vermes, «The Impact of the Dead Sea Scrolls on the Study of the New Testament», en JJS, 27, 1976, pp. 107-116.



C. Vidal, Los esenios…, ob. cit., y Jesús y los documentos del mar Muerto, Barcelona, 2005.



Se ha querido ver un eco de esta expresión en Lucas 2, 14, pero no resulta del todo segura tal conclusión. Al respecto, véanse C. H. Hunzinger, «Neues Licht auf Lk 2, 14 ánthropoi eudokías», en ZNW, 1953, pp. 85-90, y «Ein weiter Beleg zu Lk 2, 14», en ZNW, 49, 1958, pp. 129-130.



Posiblemente, habría que ver el origen de la expresión «santos» en pasajes veterotestamentarios del estilo de Levítico 11, 44; 19, 2; 20, 26; Deuteronomio 7, 6; 14, 2 y 21; Salmos 30, 4; 34, 9, etc., en los que se señala la obligación de los israelitas de ser santos porque Dios es santo y donde se les aplica este calificativo como denominación.

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Published on November 07, 2015 23:21

November 6, 2015

Something beautiful

Nuestra vida necesita de la belleza. Quizá esa sea la razón por la que hay algo en el ser humano que lo impulsa hacia la música, a complacerse con los colores de la Naturaleza o a admirar una obra de arte. Por supuesto, la mala educación, la vulgaridad y el pecado pueden opacar ese ansia de belleza, pero algo en nuestro interior la busca. Los que lo hemos experimentado, sabemos que si hay algo realmente hermoso y bello es conocer a Dios a través de Jesús.

Como dice esta canción de los Gaithers - un matrimonio que ha hecho muchísimo por la difusión de la música góspel - existe “algo bello, algo bueno” y es esa experiencia en que descubrimos que Dios comprende toda nuestra confusión a pesar de que nuestro interior está roto y sometido a luchas. Siento muchísimo que no exista una versión en español de esta canción porque me parece especialmente adecuada para describir la experiencia de toda una generación. Ciertamente, hay veces en que nuestros sueños se convierten en ceniza, en que todos los castillos se derrumban, en que la fortuna tan sólo depara pérdidas… llegados a ese punto, lo mejor que se puede hacer es envolver todo en los harapos en que se ha convertido la vida y colocarlo ante la cruz del Calvario. El que lo haga descubrirá entonces una forma de belleza que resulta imposible describir con términos humanos.



Yo sé que es así; me consta que miles de los que leen esta página también lo han experimentado y si cualquiera de los que me lee no lo ha vivido… ahora puede hacerlo. Su confusión, sus sueños rotos, su sensación de pérdida desaparecerán y serán sustituidas por algo indescriptiblemente bello el día que coloque todo al pie de la Cruz y decidan seguir a Jesús. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Aquí tienen a los Gaither



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Y aquí vuelven a tenerlos añadiendo una acción de gracias





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Published on November 06, 2015 23:00

Los libros proféticos (VI):  Isaías (I): el hombre

En las entregas anteriores me he ido deteniendo en algunos de los profetas menores dado que seguimos un orden cronológico. Ya se habrán percatado los lectores de que lo de “menor” sólo puede aceptarse si estamos hablando de la extensión del libro, pero no de su altura espiritual. Esta semana, sin embargo, hemos de referirnos a un profeta que es calificado como “mayor”, calificativo, por otra parte, más que merecido.

Isaías es uno de los personajes más prodigiosos de todo el Antiguo Testamento. En relevancia teológica, sólo Moisés con la Torah y David a través de los salmos pueden rivalizar con él. Incluso los otros profetas mayores – Jeremías, Ezequiel y Daniel en el cristianismo – no llegan a su altura en términos estilísticos y temáticos. Tampoco en la prolongación de su ministerio profético.



Isaías fue un residente de Jerusalén aunque no está claro cómo era su familia. Sí sabemos que estaba casado y que su esposa era denominada “la profetisa” (8. 3), quizá porque compartía el ministerio profético con él. lo cierto es que, aunque sea poco conocido, en la Biblia aparecen en varias ocasiones – incluido en la iglesia primitiva (Hechos 21: 9) – mujeres que tenían el don de la profecía. También tuvo Isaías dos hijos que, significativamente, tenían nombres que resaltaban el anuncio profético. Uno de ellos se llamaba Shear-Yashúb (un remanente volverá) y otro Maher-Salal-Hash-Baz (pronto para el saqueo, rápido para el botín). Consideraciones aparte sobre lo que pensarían los hijos, ambos nombres tenían un significado obvio ya que apuntaban a la desgracia que se dibujaba en el horizonte del reino de Judá, pero también a la esperanza de que un resto se vería salvado del desastre. Como diría Isaías, no sólo él sino también sus hijos eran “señales” de Dios (8: 18) y la sensación que se tiene es que toda la familia al completo tenía existencias que giraban sobre el ministerio profético. Nada de eso, por cierto, llevó a Isaías a la soberbia. Lejos de ser como ciertos personajes que gustan de aparecer fotografiados en periódicos y revistas como familias modelo, Isaías jamás se permitió caer en semejante exhibicionismo espiritual. Seguramente fue así porque, como señala el capítulo 6, nunca se le escapó la realidad de que era un pecador, de que no tenía mérito alguno y de que si podía hacer algo era porque Dios, previamente, lo había purificado por pura gracia y lo había llamado. Como en tantas ocasiones, en el trato de Dios con los hombres todo es gracia inmerecida y los que piensan que hacen méritos y se ganan la salvación con ellos simplemente no saben nada y discurren por el mismo camino siniestro que el fariseo de la parábola de Jesús (Lucas 18: 9-14).



Si juzgamos a partir de 1: 1 tenemos que concluir que el ministerio de Isaías se extendió durante una parte del reinado de Uzías - quizá cuando quedó leproso y su hijo se convirtió en corregente (2 Reyes 15: 5; 2 Crónicas 26: 21) – todo el de Ajaz y Ezequías y posiblemente una parte de el de Manasés. Estaríamos hablando, por lo tanto, de una dilatadísima carrera profética que habría comenzado en torno al 740 a. de C. – quizá antes – y que habría concluido quizá con posterioridad al 687 d. de C.. Si Isaías tenía en torno a 25 o 30 años a la muerte de Uzías, habría nacido en torno al 770-765 a. de C. Por lo tanto, su vida habría sido dilatada llegando a octogenario o incluso más.



Desde el siglo XIX, algunos autores han insistido en atribuir a Isaías sólo los capítulos 1-39 del libro considerando que del 40 al final corresponderían a otro autor. No sólo eso. En las últimas décadas, algunos consideran que no toda la primera parte de Isaías se correspondería a él y que incluso la segunda podría estar relacionada con una pluralidad de autores, por supuesto, sin identificar. La realidad es que los argumentos dados al respecto nunca me han resultado convincentes y que, por el contrario, veo notables razones para atribuir todo el libro a Isaías. En primer lugar, se encuentra el hecho de la similitud de lenguaje y de estilo en todo el libro. La erudita israelí Rachel Margalioth publicó en 1964 un libro titulado The Indivisible Isaiah (El Isaías indivisible) donde mostraba cómo todo el libro era obra de un solo autor. Lo cierto es que hay multitud de expresiones que sólo encontramos en el libro de Isaías tanto si nos referimos a los primeros 39 capítulos o a los que comienzan en el 40. Por ejemplo, denominar a YHVH el Santo de Israel es peculiar de Isaías y se usa el término 12 veces en la primera parte y 13 en la segunda. Lo mismo puede decirse expresiones propias sólo de Isaías como “no me deleité” (lo hafatstí) en 1: 11; 65: 12 y 66: 4; “no se alzarán” (bal-yakumu) en 14: 21 y 43: 17; todo hombre se volverá (ish panah) en 13: 14; 53: 6; “he derribado” (ve-orid) en 10: 13; 63: 6, etc. Lógicamente, el libro de Isaías es muy rico en expresiones y no sorprende teniendo en cuenta los años de ministerio del autor, pero su primera y su segunda parte son propias de un solo escritor y tienen paralelos que no se encuentran en el resto del Antiguo Testamento.



Por otro lado, hay más argumentos que apuntan a Isaías como autor. En ninguna parte del texto hay referencias a otro escritor sino que el encabezamiento del libro de Isaías es claro al mencionar sólo al profeta (1: 1). De manera semejante, los documentos del mar Muerto no muestran laguna ni separación entre los 39 primeros capítulos y los siguientes. En cuanto al Nuevo Testamento, atribuye a Isaías las dos partes del libro (Mateo 3: 3 cita de Isaías 40: 3; 8: 17 de 53: 4; 12: 17-8 de 42: 1, etc). Quizá los judíos anteriores a Jesús, Jesús y sus primeros seguidores judíos estaban equivocados, pero, sinceramente, no creo que fuera así. De hecho, resulta difícil de creer que los judíos conservaran el nombre de profetas como Miqueas, Abdías o Nahum cuyos libros son muy breves y olvidaran al de una pieza literaria tan extraordinaria como los últimos capítulos de Isaías. La realidad es que todo el libro se debe a un solo autor, un profeta extraordinario llamado Isaías a cuya época y mensaje dedicaremos las próximas entregas.





CONTINUARÁ

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Published on November 06, 2015 08:18

November 4, 2015

Desde Washington (VII): Taxpayers y esclavos de Montoro

He señalado en las entregas anteriores el profundo abismo que media entre nuestra política y la que se puede ver en los círculos de poder de Washington. Ayer mismo un amigo, de la manera más involuntaria, me mostró otra de las diferencias que explican todo.

Le acababan de llegar dos cartas del IRS, el equivalente estadounidense de la Agencia tributaria. Una era un cheque en virtud del cual, sin solicitarlo previamente, el IRS devolvía a mi amigo unos dólares que había pagado de más. La otra era un requerimiento para que una sociedad suya abonara al IRS también unos dólares. Mi amigo sacó el teléfono móvil e ingresó el cheque – sí, han leído bien – como es habitual por aquí. A continuación, extendió un talón, lo firmó y se lo envió al IRS. Paso por alto el que aquí sea habitual ingresar cheques mediante el sistema de hacer una foto y mandarla por teléfono al banco y no quiero extenderme mucho en el hecho de que los cheques los aceptan en todas partes porque si estuviera sin fondos sería un delito federal y se podría ir a la cárcel por haberlo expedido. Sí voy a detenerme en la conducta del IRS. Desde que se fundó esta nación – por cierto, en respuesta a unos impuestos injustos – está inscrito en su ADN que una entidad recaudadora abusiva y que no devuelve el dinero a tiempo tiene la misma legitimidad para cobrar un céntimo que Al Capone y los que vendían su protección. Mi amigo presentó su declaración hace tres semanas y el IRS ya le ha devuelto lo que le debe de manera que no es extraño que él también se haya apresurado a responder.



Por otro lado, el IRS no sólo es escrupuloso como un puritano en su trato con el prójimo sino que además envía en todas sus cartas un listado de los derechos del contribuyente. Jamás se entrega a una interpretación creativa de la norma para desplumar al contribuyente, nunca envía notificaciones para consolidar cobros a los que tiene un dudoso derecho y devuelve el dinero con una puntualidad punto menos que paranormal. En España, semejantes conductas no resultan tan habituales y son legiones las empresas y los particulares que han quebrado porque andan todavía a la espera de una devolución de Hacienda. No en vano, en una sentencia del Tribunal supremo, uno de los jueces culpó a Hacienda de reducir España al nivel de “Guantánamo tributario”. Sí, media un abismo entre Montoro y sus cuates y el IRS. Y total ¿para qué? Aún comportándose de esa manera tan detestable, el gobierno tendrá que echar mano de la hucha de la Seguridad social para pagar la extra de Navidad y la Generalidad no puede saldar sus deudas con las farmacias. En Estados Unidos, el taxpayer es un ciudadano y es tratado como tal. En España, el contribuyente es un esclavo al que se estruja sin que pueda resistirse al expolio de lo que ha ganado con su trabajo o ha recibido de sus padres. Ciertamente, Spain is different, pero yo personalmente prefiero ser un ciudadano con derechos que reconoce hasta el IRS a ser una oveja a la que esquilan hasta que le salta la sangre, una sangre que también chupan

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Published on November 04, 2015 23:59

Pobre biblioteca mía

Hace apenas unas horas recibí la gratísima noticia de que se habían podido recuperar más de diez mil volúmenes de mi biblioteca que se encuentran en España. Habían estado almacenados y, por unos momentos, se extendió el temor de que no pudiera volver a disponer de ellos. Gracias a Dios y a las gestiones de Boni Lozano, el esposo de Sharon a la que algunos conocieron en el campus literario de hace unos meses, los palés que contenían cajas y cajas de mis queridos libros vuelven a estar a salvo.

Al tener la grata noticia, se me arremolinaron recuerdos incontables. Entre ellos destaca el de que como hace más de tres años, en previsión de que, salvo que mediara un imprevisible milagro, me vería obligado a exiliarme, intenté donar una parte sustancial de mi biblioteca a una instancia oficial a fin de que pudiera servir de beneficio público para mis conciudadanos. Quiero subrayarlo. No venderla. Donarla. Sin ninguna contraprestación económica. Es más. Ahora puedo contar que mi intención era que fuera a dar a una biblioteca pública del Puente de Vallecas porque fue el barrio donde crecí, porque es una zona humilde y porque me parecía que desplazar allí ese fondo bibliográfico era algo que merecía la pena.



La gente del PP que entonces regía el ayuntamiento de Madrid no lo vio así. Supongo que alguno temió que esa donación fuera interpretada como una provocación por la izquierda. El Puente de Vallecas puede ser el barrio de Pablo Iglesias, pero no el de César Vidal aunque en el segundo caso se pretendiera realizar una donación por valor de centenares de miles de euros. Esa cobardía sobrecogedora y me atrevería a decir que repugnante ha estado siempre presente en el PP y los elementos que la compensaban en su mayoría se han ido yendo del partido en la nefasta época de Rajoy. Alguno debe quedar, sin duda, pero me temo que no muchos porque la cercanía de los cobardes acaba provocando una sensación parecida a la que se siente al pasar al lado de un estercolero.



A la mieditis bochornosa de la gente del PP se unió la vagancia intolerable que, lamentablemente, tanto caracteriza a mi pobre España que, en términos generales, nunca aprendió el concepto bíblico del trabajo que recuperó la Reforma. Uno de los concejales más importantes del ayuntamiento – verdaderamente de los que más - me envió un email informándome de que no podían aceptar la donación porque significaría dar trabajo adicional al funcionario que tendría que colocar los libros. ¡Todo eso a pesar de que yo había propuesto pagar de mi bolsillo a una persona que se ocupara de clasificarlos!



Me acuerdo del mensaje y, según me pille, me río o tengo ganas de romper a llorar. Durante décadas, libro a libro, fui reuniendo lo que me consta que es un fondo bibliográfico de especial relevancia porque, en realidad, es una suma de varias bibliotecas especializadas. A diferencia de otros que dijeron donar sus bibliotecas a ayuntamientos y CCAA, pero que, en realidad, percibían luego una cantidad compensatoria que superaba con mucho su valor, es decir, vendían los libros que les sobraban por un precio que no les hubiera dado ningún librero, yo sólo quería entregar de manera gratuita y desinteresada ese patrimonio cultural al barrio que me vio nacer y si no a la ciudad donde he vivido la mayor parte de mi vida. Pues no pudo ser. No pudo ser porque el PP había decidido dejar el Puente de Vallecas en manos de las izquierdas y porque el PP defiende la tesis de que dar trabajo a los funcionarios puede ser peor para la salud que el fumar de manera habitual. Ejemplar, realmente ejemplar.



Este tipo de episodios me obliga a reflexionar mucho y, generalmente, con dolor porque si una cuestión tan menor como ésa la manejan de esa manera cómo no van a dejar que los nacionalistas catalanes hagan lo que quieran o cómo no van a subir los impuestos a un nivel confiscatorio antes que recortar lo que hay que recortar.





Con todo, quizá haya sido lo mejor. Recuerdo cómo hace más de tres años – vivía yo todavía en España - un librero especializado en la venta de segunda mano intentó disuadirme de donar mi biblioteca contándome como en más de una ocasión había comprado al peso esos mismos fondos en importantes instituciones. “No tienen espacio”, me dijo, “Y deciden vender y lo hacen al peso. Así he comprado yo…”. Confieso que me sonrojó un poco lo que me contaba especialmente por las instancias a las que se refería, pero desconfié un poco al ver que me insistía en que lo mejor era vender los libros a un librero para que “volvieran al mercado”. Aquel hombre tenía razón y sin embargo… Sin embargo, no deja de dolerme la desidia de los que malgobiernan España. A Paul Preston, charlista que no historiador, los nacionalistas catalanes le han ofrecido un puesto de honor en el monasterio de Poblet para su fondo documental; a otros no más sólidos, distintos ayuntamientos y gobiernos autonómicos les han dado un dineral por los libros que les sobraban en casa. Yo, visto lo visto, empiezo a pensar seriamente en que esos miles de volúmenes acaben a este lado del Atlántico, en alguna institución de una nación que me ha tratado más que bien desde el primer día, en algún lugar donde la gente que ame la cultura y desee instruirse pueda consultarlos gratuitamente, en un sitio accesible para aquellos que deseen beneficiarse de una labor de prolongada labor de selección de libros. Quizá sea lo más justo y razonable a tenor de lo sucedido en los últimos años. Quizá también sea lo más justo y razonable que gente con semejante estrechez de miras, desprecio por la cultura y haraganería funcionarial deje de decidir sobre el destino de millones de personas. Evidente es que no se merecen la confianza que se depositó en ellos. Sea como sea, Dios dirá.

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Published on November 04, 2015 07:57

November 2, 2015

EEUU, el país basado en la reforma protestante

Han coincidido estos días la celebración del Día de la Reforma y mi paso por Washington. Sobre ambas cuestiones hemos departido amistosamente Pedro Tarquis y un servidor de ustedes. Espero que lo disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!

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Published on November 02, 2015 23:22

November 1, 2015

Desde Washington (VI): el funcionamiento de la democracia

Moverse por ciertas esferas en Washington permite contemplar desde dentro el funcionamiento del legislativo norteamericano. A diferencia de España, Estados Unidos no cuenta con un sistema parlamentario sino con uno de separación de poderes o, como ellos prefieren decir, de frenos y contrapesos. Precisamente por ello, las cámaras – congreso y senado - se renuevan parcial y periódicamente y resulta impensable que se disuelvan dos meses antes de las elecciones como sucede ahora en España.

Por si fuera poco, resulta casi conmovedor el contemplar cómo congresistas y senadores atienden a sus representados los hayan votado o no. Estar en la oficina de un legislador implica ver cómo su equipo no deja de recibir llamadas de ciudadanos que lo instan a ocuparse de tal o cuál problema. Y aunque a ustedes les cueste creerlo, lo hacen. A partir de cierto número de peticiones- no muy elevado, por cierto - cualquier senador, cualquier congresista sabe que no escuchar significa que perderá las elecciones. Unos y otros no dependen para ocupar su escaño de la decisión de un comité del partido sino de que los ciudadanos los voten. Ni siquiera el propio presidente puede imponerse a las gentes de su partido si piensan que saldrán perjudicados sus electores. Me causa un profundo dolor decirlo, pero el sistema español está a años luz de lo que se ve en Washington. Basta con preguntarse por las veces que cualquiera se ha puesto en contacto con senadores o diputados para que lo escuchen. Basta con ver si los legisladores están localizables y atienden a los ciudadanos de a pie. Basta con comprobar ante quien responden, el pueblo o la cúpula del partido, para conservar el puesto. Por eso, lo sucedido hace unos días en el parlamento catalán aquí sería imposible. No sólo es que el legislativo no andaría disuelto porque hay elecciones sino que la Guardia nacional patrullaría por las calles de la capital del estado sedicioso. Más que probablemente, el presidente de la nación ya habría llamado – la anécdota es cierta – al del estado rebelde para decirle que no recibiría un céntimo y que, para remate, todos sus equipos deportivos quedaban, de momento, fuera de las competiciones nacionales. Fue así, por ejemplo, como se logró que un estado profundamente racista aceptara la enseñanza integrada en los años sesenta y es para reflexionar en ello. Si en lugar de haber regado Montoro con millones de todos al gobierno catalán le hubiera enviado, como era su obligación, a los hombres de negro, ahora no estaríamos en semejante berenjenal. Pero las cortes están disueltas y todos andan con estos pelos.

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Published on November 01, 2015 23:55

La población situada fuera de Judea en el Israel del siglo I

LOS PRIMEROS CRISTIANOS:

LA COMPOSICIÓN ECONÓMICO-SOCIAL DEL JUDEO-CRISTIANISMO EN EL ISRAEL DEL SIGLO I (IV): la población situada fuera de Judea [1]





Por último, el judeo-cristianismo en el Israel del siglo I parece haber contado en su seno con personas que no pueden encuadrarse de manera satisfactoria en ninguno de los colectivos arriba señalados. El primero de estos grupos incluiría a judeo-cristianos de la llanura costera y Galilea (Hch. 9, 31 y ss.), de los que sabemos muy poco porque los datos son escasos.



En cuanto a Galilea, ya hemos mencionado a un familiar de Jesús que disponía de una mediana fortuna, pero, seguramente, no debió de ser ésa la regla general. En relación con la llanura, hay referencias a algún miembro que, dada su situación de parálisis física, debía de ser de condición humilde (Hch. 9, 32 y ss.); a otro posiblemente acomodado (Hch. 9, 36 y ss.) puesto que se permitía abundar en limosnas y confeccionar vestidos que luego donaba; y a otro que pertenecía a un oficio absolutamente marginal en el seno del judaísmo como era el de curtidor (Hch. 10, 6 y ss.).



Un panorama igual de diversificado es el que nos encontramos en las comunidades de Samaria. La evangelización allí fue iniciada por helenistas (Hch. 8, 5 y ss.) y sancionada favorablemente por los Doce (Hch. 8, 14 y ss.), pero apenas podemos saber nada de la composición social de estas comunidades que, desde luego, contaron en su seno con gente de extracción muy modesta (Hch. 8, 6 y ss.).



Finalmente, poseemos datos que indican que también hubo gentiles en el seno del judeo-cristianismo. No obstante, no parece que fueran numerosos ni que su peso resultara medianamente relevante. El mencionado en Hch. 6, 5 era ya prosélito (por lo tanto, judío) y no permaneció mucho tiempo en Jerusalén. En cuanto al descrito en Hch. 10-11, no sabemos si, por la época en que se produjo su conversión, fue circuncidado o no, pero tal posibilidad no es desdeñable. Si hubo comunidades gentiles específicas —como, por ejemplo, en Pella— lo más probable es que mantuvieran buenas relaciones con las judías pero, seguramente, gobernándose y funcionando aparte de las mismas. En este terreno, sin embargo, no podemos pasar de lo conjetural.



Como señalábamos al inicio de este capítulo, nuestros datos en relación con las áreas concretas que abordamos en él son muy fragmentarios. Fundamentalmente van referidos a la comunidad de Jerusalén y, sólo de manera secundaría, a otras áreas de la tierra de Israel. Pero incluso en el caso de Jerusalén, no existe una continuidad histórica, por lo que nos encontramos con lagunas de importancia. Con todo, y hechas las salvedades previas, parece posible esbozar algunas características relacionadas con la extracción social y la situación económica de los judeo-cristianos en el Israel del siglo I.



En primer lugar, el retrato que obtenemos de la situación social de sus componentes podría ser definido como «interclasista». Un buen número parece haber pertenecido a las clases menesterosas, pero el peso de las clases medias no debió de ser menos relevante. Aún más, parece que el porcentaje de éstas entre los primeros discípulos fue considerable tanto dentro como fuera del grupo de los Doce, y eso a pesar de que Jesús pertenecía con casi total seguridad a una familia de clase modesta. En cuanto a miembros de las clases altas, hubo algunos antes de la ejecución de Jesús y, seguramente, también después, pero los testimonios no resultan muy claros y, al menos en el caso de Santiago, su presencia parece que produjo cierta inquietud en el colectivo, especialmente en algún período de tensión económica.



La idea, pues, de que el judeo-cristianismo era un movimiento de clases oprimidas debe desecharse por cuanto parece obedecer más a una postura apriorística filosófica o teológica que al resultado de un análisis desapasionado de las fuentes. Si hubo una visión espiritual de la pobreza —y éste es un extremo que exigiría matización cuidadosa—, ha de identificarse más con la humildad de los anavim veterotestamentarios que con una imagen revolucionaria y pauperista al estilo de, por ejemplo, los derviches, los movimientos de corte monástico, o los relacionados con la Teología de la Liberación.



En segundo lugar, la comunidad judeo-cristiana en la tierra de Israel parece haber tenido una considerable flexibilidad en lo relativo a la admisión de miembros en su seno, por lo que a su extracción social se refiere. Sabemos que hubo personas que practicaban oficios infamantes como el de curtidor, a la vez que fariseos y sacerdotes. También hay noticia de que en la misma hallaron cabida antiguos discípulos de Juan, aunque lo más seguro es que éstos también hubieran seguido a Jesús. Al igual que sucedía con Jesús, el colectivo no parece haber sido rígido a la hora de llamar a los demás a incorporarse en el mismo siempre que se dieran unos mínimos presupuestos, a los que nos referiremos más adelante. Da la sensación de que la clave para encuadrarse en el colectivo no era tanto el «de donde» se venía como el «hacia donde» se deseaba ir. El llamado era para todo Israel —independientemente de su situación actual— y con el tiempo se abriría a todas las naciones.



Finalmente, el judeo-cristianismo en el Israel del siglo I parece haber contemplado desde muy pronto la posibilidad de incorporar en su seno a personas que no eran judías. Absorbió sin especial dificultad a samaritanos en su interior y no parece haber tenido problemas con los gentiles prosélitos del judaísmo. En cuanto a los que no estaban circuncidados, ya vimos en la segunda parte cómo se arbitró una inteligente solución que salvó la libertad de aquéllos y la peculiaridad de los judeo-cristianos. Si hubo, y tal posibilidad no puede rechazarse, comunidades cristiano-gentiles en el territorio de Israel, seguramente las relaciones con ellas fueron cordiales, pero, muy posiblemente, también existió una independencia a la hora de vertebrar su gobierno y administración.



En buena medida, y precisamente por su flexibilidad, el judeo- cristianismo supo articular su llamado de una manera que, aparte de elementos ideológicos concretos que estudiaremos, resultaba poderosamente atractiva para ciertos sectores de las clases medias y bajas que componían la inmensa mayoría de la población, pero sin dejar fuera de su foco de atención a los miembros de las clases altas. Con una visión así, sus posibilidades de atracción sólo hallaban competencia real dentro del judaísmo en la secta de los fariseos (que, desde luego, era más estricta en cuanto a la admisión de sus miembros y a los requisitos que éstos debían cumplimentar) y no es extraño, como vimos, que el enfrentamiento entre ambos colectivos terminara por producirse.



En buena medida, y precisamente por su flexibilidad, el judeo- cristianismo supo articular su llamado de una manera que, aparte de elementos ideológicos concretos que estudiaremos, resultaba poderosamente atractiva para ciertos sectores de las clases medias y bajas que componían la inmensa mayoría de la población, pero sin dejar fuera de su foco de atención a los miembros de las clases altas. Con una visión así, sus posibilidades de atracción sólo hallaban competencia real dentro del judaísmo en la secta de los fariseos (que, desde luego, era más estricta en cuanto a la admisión de sus miembros y a los requisitos que éstos debían cumplimentar) y no es extraño, como vimos, que el enfrentamiento entre ambos colectivos terminara por producirse.





CONTINUARÁ



En relación con este tema, véanse B. Bagatti, Antichi villaggi cristiani di Galilea, Jerusalén, 1971; Antichi villaggi cristiani di Samaria, Jerusalén, 1979; Antichi villaggi cristiani di Giudea e Neghev, Jerusalén, 1983. Los estudios arqueológicos realizados por B. Bagatti limitan los vestigios de judeo-cristianismo extranjeros a un período comprendido entre los siglos II y IV, con las excepciones que ya señalamos al tratar el tema de las fuentes arqueológicas; en algunos casos, sin embargo, nos encontramos con tradiciones escritas que retrotraen la presencia judeo-cristiana en algunos lugares al siglo I d. J.C.

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Published on November 01, 2015 00:53

October 31, 2015

Oh Freedom

Hoy quiero dejarles una canción que se encuentra entre mis preferidas. Su contenido espiritual es indudable y, a la vez, señala una manera de ver la existencia con la que me siento plenamente identificado.

Su letra – extraordinariamente sencilla – dice: “Oh, libertad sobre mi. Antes que ser esclavo prefiero estar en la tumba y marchar a casa a reunirme con el Señor y ser libre”. Yo creo profundamente en esa letra. Creo hasta el fondo de mi ser en la libertad y en luchar para que se extienda hasta el último ser humano. Bajo ningún concepto estoy dispuesto a ser un esclavo y prefiero antes morir y reunirme con el Señor a cuyo lado, con toda certeza, seré libre. Al mismo tiempo, como dice la canción, creo que en la posibilidad de que acaben o, al menos, se reduzcan el dolor y el llanto y de que haya un canto sobre nosotros si ponemos nuestra fe en Dios y unidos defendemos la libertad.



La canción – de profundas raíces protestantes – fue uno de los himnos preferidos en la época de la campaña por los derechos civiles en Estados Unidos y es comprensible porque aúna la esperanza con el deseo de libertad y la fe profunda en que el mensaje del Evangelio puede vivirse de manera real. No existe versión en español, pero es que – piensen en ello – nunca hemos vivido un esfuerzo unido hacia la libertad. A lo sumo, la gente se ha dejado llevar. Insisto: para pensarlo.



Les incluyo tres versiones. La primera – clásica – es de los Golden Gospel Singers. La segunda la entona Harry Belafonte, uno de los artistas que se sumó a la causa de los derechos civiles, oigan, y no cobraba subvenciones. Por el contrario, se jugaba la vida. La última es una versión reciente. Al estar entonada por niños, me permite soñar en el futuro. Disfrútenlas. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Aquí están The Golden Gospel Singers



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Y éste es Harry Belafonte



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No se pierdan al Chester Children´s Chorus





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Published on October 31, 2015 00:23

October 30, 2015

Los libros proféticos (V):  Miqueas

¿Se imagina alguien a un católico anunciando que Dios va a destruir el Vaticano o a un musulmán proclamando que Al.lah va a arrasar la Meca?

Se necesita, desde luego, mucha imaginación para pensar en algo así y, sin embargo, eso fue precisamente lo que hizo durante el siglo VIII a. de C., un profeta llamado Miqueas. El anuncio era terrible porque, por primera vez, alguien decía que la ciudad de Jerusalén sería aniquilada y que el único templo del único Dios verdadero sería arrasado. Así sería porque miente terriblemente contra Dios el que afirma que hay santuarios que no pueden ser borrados del mapa por el juicio de Dios o que hay condiciones espirituales exentas de la justicia de la Providencia. El reino de Judá pecaba gravemente contra Dios y el hecho de que sus habitantes fueran judíos no iba a librarles de enfrentarse con las consecuencias de sus actos. Precisamente por que es así “Jerusalén se iba a convertir en un montón de ruinas y la montaña del Templo en un altura boscosa” (Miqueas 1: 3-5; 3: 12).



¿En qué situación se encontraba la sociedad de Judá para esperar una perspectiva tan siniestra? En primer lugar, era una sociedad que se movía por la codicia (2: 1-5). Se levantaban ya por la mañana pensando sobre qué podrían echar la mano porque su vida giraba en torno a lo material. En segundo lugar, era una sociedad que amaba la mentira. Había llegado, de hecho, hasta tal punto que si iba a haber un profeta en su seno tendría que ser uno dispuesto a dejarse comprar y a pronunciar falsedades (2: 11). No puede sorprender que con la codicia como motor y la mentira como bandera, la administración de justicia fuera un espectáculo bochornoso en el que los que odiaban el bien y amaban el mal tomaban las decisiones (3: 1) y los gobernantes vivieran de despellejar – es el término utilizado por Miqueas – al pueblo (3: 2-3).



Con un panorama así no cabía engañarse. La gente podía elevar sus preces a Dios, pero sus oraciones no serían contestadas (3: 4). Por el contrario, Dios escondería Su rostro de aquellas gentes cuya vivencia espiritual se limitaba a los ritos y a pedir ayuda en tiempos de una dificultad que ellos habían contribuido a crear. A fin de cuentas, Judá era un reino donde se aceptaban sobornos, donde los clérigos predicaban a sueldo y donde los profetas profetizaban según quien les pagaba y, para colmo, todos ellos tenían el descaro de citar el nombre de Dios y de anunciar que no habría problemas en el futuro (3: 11). Pero a pesar de lo que dijeran, de que fueran judíos, de que el culto estuviera en sus manos, aquella gente no era el pueblo de Dios.



Miqueas introduce aquí precisamente un concepto que sería utilizado por otros profetas, pero también por el cristianismo primitivo. Nos referimos a la idea del resto. Los grandes sistemas religiosos ansían, por regla general, tener el mayor número posible de miembros sometidos a sus deseos. Esa “presencia social” garantiza poder y caudales y explica que, según las circunstancias, se sea con ellos más benévolo o más duro porque lo importante es que sigan sometidos y no se vayan. Sin embargo – señala Miqueas – no es ese el pueblo que Dios busca. Dios tiene en Sus propósitos un pueblo que vaya más allá de los judíos y que incluya a todas las naciones (4: 1-2), que no se entrene para la guerra (4: 3) y que, a fin de cuentas, a pesar de que pueda ser numeroso nunca pasará de ser un resto (4: 6-7). Ese pueblo, ese resto, seguiría un día a alguien cuyas salidas eran desde la eternidad, pero que un día nacería en Belén (5: 1), una profecía que los judíos asociaron siempre con el mesías y que los cristianos identificaron lógicamente con Jesús, un hombre ciertamente, pero cuya pre-existencia venía desde la eternidad.



Por lo que se refiere a los otros, los que creen que pueden sujetar a Dios como se sujeta un llavero que abre puertas o una tarjeta con la que se saca dinero de un cajero… Dios quebrará su falsa seguridad. Esa falsa seguridad se sustenta históricamente siempre en lo mismo: la potencia militar, la superstición y el culto a las imágenes. Dios no iba a tolerar semejantes conductas en medio de Judá. Sus ejércitos y sus fortalezas se verían destruidos (5: 9-10); sus adivinos y sus hechizos serían aniquilados (5: 11) y lo mismo sucedería con las imágenes que no pasaban de ser obra de sus manos y ante las que se inclinaban (5: 12-13).



Ese juicio es totalmente justo porque Dios no había hecho cosa distinta que derramar amor sobre Judá. Podía preguntar apesadumbrado: ¿qué te he hecho? ¿en qué te he molestado? (6: 3). Dios había liberado a Israel de Egipto, lo había preservado durante siglos y, sin embargo, Judá practicaba la injusticia y la idolatría y pretendía además presentarlas como bondad bajo capa de religiosidad. No, ciertamente, no era eso lo que Dios deseaba. A lo largo de los siglos, los seres humanos han buscado ritos y ceremonias que, a su juicio, les permitan presentarse ante Dios revestidos de su propia autojustificación (6: 6-7). Es una conducta que todavía podemos contemplar hoy a nuestro alrededor y que, en ocasiones, al espectador riguroso no deja de provocarle una sonrisa por lo ridículo de las pretensiones o un gesto de tristeza por lo fútil y falso de las mismas. Ciertamente, no es ése el tipo de vida que Dios ofrece al hombre. La vida ideal es que se practique la justicia, que se manifieste compasión – que no lástima – ante los otros seres y que se camine no con soberbia sino con humildad ante Dios, precisamente porque se es consciente de que no tenemos méritos ante El sino que todo es pura gracia (8: 8).



Como sucede desde la primera página de la Biblia hasta la última, en Miqueas aparecen enfrentados los conceptos de gracia y de méritos propios. Los que creen en estos últimos multiplicarán los sacerdocios, las ceremonias y los ritos, pero, al final, los frutos serán la idolatría, la confianza en la fuerza y la superstición aparte de un sentimiento intolerable de autosatisfacción. Por supuesto, harán callar a los profetas en medio de una red tejida de intereses. Los que son conscientes de que todo es gracia serán sólo un resto, pero confiarán en el mesías nacido en Belén por encima de todo y se percatarán de que la vida que Dios quiere nada tiene que ver con ritos y ceremonias operadas y sacerdotes sino con cuestiones tan sencillas como la defensa de la justicia, el ejercicio de la compasión misericordiosa y el caminar ante Dios con humildad.



Al final, Dios actuará soberanamente en la Historia porque no puede permanecer indiferente hacia una sociedad en la que los ricos roban, pero los que no lo son mienten (6: 12), donde la honradez es rara avis y se busca cómo aprovecharse del prójimo (7: 1-2) y donde no se puede confiar ni en los amigos ni en los parientes (7: 5-6).



Cuando se llega a ese punto, tarde o temprano, el país será desolado (7: 11), pero la Historia no llegará a su fin. Los que sufran el impacto de las tinieblas podrán tener a Dios como luz (7: 8) y, sobre todo, tendrán la posibilidad de volverse a un Dios que no acepta los méritos humanos como pago por nuestros pecados, pero que sí está dispuesto a arrojarlos al fondo del mar si nos volvemos a El y nos acogemos a Su inmenso amor. Ése es el mensaje final de Miqueas.



CONTINUARÁ



Lectura recomendada:





Es un libro breve. Léalo entero.

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Published on October 30, 2015 01:41

César Vidal's Blog

César Vidal
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