César Vidal's Blog, page 97
November 17, 2015
Imperialismo
El III Reich era diabólico, pero podía apelar a imperios germánicos que habían durado desde la Edad Media hasta 1918; el fascismo de Mussolini era perverso, pero tenía la posibilidad de referirse a Roma y al Renacimiento; incluso el Japón podía recordar cómo había rechazado las invasiones de Kublai Jan. Cataluña – a diferencia de Asturias, León, Castilla, Valencia, Mallorca, Murcia, Granada y tantos lugares de la añosa piel de toro – nunca fue un reino. Su lengua no sólo no es universal como el español, el inglés o el francés sino que no pasa de ser un hermoso dialecto del provenzal cuya primera gramática se escribió en el siglo XIX con discutibles criterios lingüísticos. Para colmo, a diferencia de Texas o Escocia, nunca fue una nación independiente antes de volver a reintegrarse en España a través de la corona de Aragón. Todos esos hechos no tienen mayor importancia cuando uno se siente a gusto con la Historia propia que, en el caso de Cataluña, es la de España. Constituye, sin embargo, un tormento cuando se desea ser lo que nunca se fue. Entre las peores manifestaciones de ese ansiar ser lo que nunca tuvo existencia, se encuentra un imperialismo catalán que no por ridículo y caro resulta menos peligroso. Ese imperialismo pretendió durante la segunda república anexionar a Cataluña zonas de Aragón y ocupar las Baleares lo que tuvo como única consecuencia la de obstaculizar el esfuerzo de guerra del Frente popular y favorecer la victoria de Franco. Esa visión imperialista sin base histórica alguna ha sido difundida con dinero de nuestros impuestos por los sucesivos gobiernos catalanes. Ahora ese amasijo de nacionalismo catalán e ideología antisistema denominado CUP no sólo lo enarbola con verdadero entusiasmo sino que lo ha convertido en condición para apoyar la investidura de Mas. Ya no se trata sólo de la independencia de Cataluña sino del intento de desmembramiento del resto de España arrancándole regiones enteras. Cuando se ve a sobreados y sobrados valencianos paseándose por Cataluña aireando su optimismo porque las “tierras valencianas” pronto regresarán a los Países Catalanes hay que concluir que ese imperialismo no es baladí. Por muy injustas, ridículas y absurdas que resulten esas pretensiones hay que prestarles atención. Si desde hoy mismo no se frena de manera enérgica la extensión del imperialismo catalán por Aragón, Valencia y Baleares dentro de muy poco el espectáculo bochornoso de Cataluña se reproducirá en otras regiones españolas.
Los amigos que llegan
Cierto, algunos de ellos también podrían regresar con menos riesgos a su tierra natal, pero para otros esa eventualidad constituye un verdadero imposible. Precisamente por ello, resulta una bocanada de alegre aire fresco cuando por aquí aparece algún español con la intención de saludarme y conocerme. A todos sin excepción los recibo aunque, por regla general, no los conozco personalmente. Ellos, sin embargo, me han seguido generosamente durante años a través de mis libros, de mis programas de televisión y, sobre todo, de la radio.
Los de hay de todos los colores y edades. A veces son ancianos; otras gente escandalosamente joven. A veces, se trata de personas aisladas – aunque suelen traer siempre a alguna amistad para que me conozca – a veces, de parejas e incluso de familias. A veces, son españoles de pura cepa; otras, gente que, en algún momento u otro, pasó por España una parte de su vida. Los hay andaluces y catalanes; vascos y madrileños, extremeños y asturianos; gallegos y valencianos; canarios y baleares… a decir verdad, vienen de cada rincón de la geografía hispana para saludarme, para preguntarme cómo me va la vida, para decirme que echan de menos aquel momento u otro de la radio o de un libro; para contarme la vez que se les saltaron las lágrimas con uno de mis editoriales; para pedirme que vuelva…
Suele ser común – detalle notable - que me traigan comida. A veces, se trata de un pedazo de queso. Otras es un botellón de aceite de oliva. No pocas veces, se trata de latas de aceitunas. En ocasiones, incluso son lonchas de jamón al vacío para evitar problemas en la aduana… en todos y cada uno de los casos, yo siento como si me entregaran un trozo de España y con él fuera un pedazo del corazón de los que me visitan. Generalmente también, traen alguno de mis libros para que se los dedique y lo hago mientras comemos juntos o tomamos un café.
La semana pasada – casi todas las semanas llega alguien – vino a verme una pareja muy especial que responde a los nombres de Natalia y Juan. Cuando Juan me telefoneó el lunes le dije que no podría verlos en el día porque esa misma tarde daba una clase sobre Mahoma y los orígenes del islam… y entonces me preguntaron si podrían venir. Les dije que estaría encantado. Creo que lo pasaron bien y, al concluir la exposición, nos tomaron una foto juntos. Por esas casualidades de la vida habían llegado a Miami en el mismo avión en que lo habían hecho ellos una de las personas que mejor se ha portado conmigo a lo largo de mi vida, mi más que abnegada Gala. Me trajeron de regreso a casa y al día siguiente, nos vimos para comer.
No puedo resumir la cantidad enorme de temas de los que hablamos Juan, Natalia y este servidor de ustedes. Tampoco puedo describir los recuerdos que se arracimaron o la satisfacción que sentí al llevarlos a un restaurante de comida típicamente americana que les gustó porque la carne era excelente. Nos despedimos con un abrazo y entonces Juan me contó algo extraordinariamente hermoso. Había conocido a Natalia en uno de mis muros y, en un momento determinado, le había dicho: “Tu y yo vamos a acabar casándonos e iremos a Miami a que don César nos pronuncie su bendición”. Allí estaban precisamente, tras casarse en julio de este año. Ni que decir tiene que pueden sentirse más que bendecidos por mi. Como ellos, no menos de un centenar de personas han desfilado a verme en lo que va de año. Dios los bendiga a todos ellos y con ellos a todos ustedes.
November 15, 2015
El Horror ha llegado
A decir verdad, las dos noticias apenas merecieron atención por parte de los medios de comunicación aunque sí les dimos bastante relieve en el boletín de La Voz del viernes. Tampoco nos paramos a pensar en que el viernes era el día en que París iba a mostrar que era la ciudad mejor protegida del mundo iniciando ejercicios de seguridad en vísperas de la Cumbre del clima. Y entonces la capital mejor guardada del orbe sufrió un golpe cruel que parece haber despertado a todos los que dormían mientras el islamismo asesinaba en el Medio Oriente. No puedo dejar de pensar que el mundo se ha estremecido horrorizado porque los muertos eran de París y no de Beirut o, si se me apura, de Madrid. Quizá no es tan extraño. Durante la última década y media, Occidente ha persistido en una política que sólo ha aumentado la inestabilidad en Oriente creando un flujo de millones de refugiados que ha comenzado a preocuparnos al llamar a nuestra puerta. Antes de esa política no existía ISIS y como ISIS no pocos grupos asesinos. Antes de esa política, la inestabilidad era desconocida en Libia, Iraq o Siria aunque fuera al precio de soportar dictaduras terribles. Antes de esa política, naciones enteras no estaban en manos de los grupos más fanáticos y asesinos del orbe. Antes de esa política incluso parecía aceptable una política buenista con respecto a la inmigración islámica creyendo, por ejemplo, que fortalecerían al estado catalán porque esas gentes no hablan español. Ahora las consecuencias de esa política nos alcanzan. El monstruo no ha sido contenido sino engordado. Sus víctimas llegan hasta nosotros y nos asustan porque tememos a los terroristas escondidos entre ellas. Descubrimos además que la seguridad no existe como no ha existido para nación tras nación durante década y media. ¿Y ahora qué? ¿Expulsaremos a millones de musulmanes de Europa? ¿Obligaremos a las naciones ricas del mundo islámico – esas a las que se acude en busca de dinero y que financian a los grupos terroristas – a que acojan a sus hermanos? ¿Erosionaremos más nuestras libertades sin poder evitar por ello nuevos atentados? Piensen lo que quieran, pero el horror ha llegado.
La organización y las instituciones comunitarias en el judeo-cristianismo palestino del s.I (II
LA ORGANIZACIÓN Y LAS INSTITUCIONES COMUNITARIAS EN EL JUDEO-CRISTIANISMO PALESTINO DEL SIGLO I (II): EL MODELO ORGANIZATIVO
El bautismo y la eucaristía
Algo similar sucede con las celebraciones de bautismo y eucaristía. En relación con el primero, resulta obvio que en Qumrán asistimos a una serie de baños rituales como actos repetitivos, el primero precedido por un noviciado de dos años y contando con un cierto contenido iniciático. En el judeo-cristianismo de Jerusalén, por el contrario, nos encontramos con un acto, único e irrepetible, que se produce al principio de la entrada en la comunidad (Hch. 2, 38-41). Su administración parece haber sido inmediata y sobre la base de una confesión de fe en Jesús, sin necesidad de un prolongado noviciado previo (Hch. 2, 38; 8, 36-38; 9, 18; 16, 15 y 33; 18, 8, etc.).
En ambos casos, la práctica fue por inmersión, según se deduce tanto de las albercas de Qumrán como de los primeros baptisterios judeo-cristianos, como queda de manifiesto en las excavaciones de Nazaret.
También existe una coincidencia en el hecho de que en ambos colectivos el bautismo quedaba limitado a los adultos —que, previamente, habían recibido una mínima instrucción y habían tornado una decisión vital— y carecemos de noticias de su aplicación a los niños. Tal circunstancia no resulta extraña por cuanto los varones recibían al octavo día de su nacimiento una señal de su pertenencia al pueblo de Israel mediante el rito de la circuncisión. Sólo llegados al estado adulto, y previa una cierta instrucción, cuya duración ya hemos visto que variaba, recibían tanto los judeo-cristianos como los sectarios de Qumrán los bautismos correspondientes. En resumen, bautismo sólo para adultos que previamente hubieran hecho una profesión de fe y sólo por inmersión.
La práctica de alguna forma de bautismo cuenta con otros paralelismos en el judaísmo de la época. Sin embargo, el bautismo de Juan parecer ser el paralelismo más cercano al bautismo cristiano. Como este último, era realizado por un bautista, resultaba un acto singular y único, implicaba la inmersión del bautizando, estaba conectado con la idea de conversión en una hora escatológica y constituía no un acto de mérito personal sino la recepción de un don.
A pesar de todo, y aunque haya que buscar el origen del bautismo cristiano en el de Juan, no cabe duda de que los judeo-cristianos veían ya tal rito dotado de unas características que lo convertían en algo radicalmente nuevo. Así, aparece vinculado a la conversión —como en el de Juan— pero ésta se halla relacionada con la persona de Jesús (en cuyo nombre se bautizaba), con el perdón de los pecados (obtenido por la fe en él), y con la recepción del Espíritu Santo (Hch. 2, 38). Cabe, pues, decir que, pese a los posibles paralelos, el bautismo cristiano aparece cargado de un significado claramente original, al menos en lo que a la vinculación con Jesús y con la recepción del Espíritu Santo se refiere.
En cuanto a la eucaristía, una vez más, las presuntas coincidencias entre el judeo-cristianismo y los sectarios de Qumrán parecen estar más relacionadas con la forma que con el fondo. En ambas comunidades se utilizaban el pan y el vino en una comida ritual dotada de significado escatológico. Ahora bien, en Qumrán resultaba obligatoria la presencia de un sacerdote que pronunciara la bendición y no parece que la celebración tuviera relación con la Pascua.
En el judeo-cristianismo jerosilimitano, por el contrario, no existe presencia sacerdotal, el origen de la ceremonia es eminentemente pascual y el punto de referencia es la muerte de Jesús y su regreso. De hecho, la tradición judeo-cristiana consignada por Pablo en 1 Cor. 11, 23-26, recoge todos esos aspectos, al igual que la contenida en los Sinópticos (Mt. 26, 26-29; Mc. 14, 22-25; Lc. 22, 14-20) y parece que los mismos pueden retrotraerse al propio Jesús.
Por otro lado, las comidas con contenido sagrado eran demasiado comunes en el judaísmo como para intentar forzar los paralelismos entre los judeo-cristianos y los sectarios de Qumrán. Aparte de las relacionadas con las festividades, también tenemos referencia de las sacerdotales en el templo (Lv. 24, 5-9) y de las relacionadas con los terapeutas y las haburot o hermandades judías. Los judeo-cristianos tenían una comida comunitaria —como otros grupos judíos contemporáneos— precedida de una «acción de gracias» (eucaristía), pero el significado, el origen y la ocasión fueron totalmente originales.
Los paralelos organizativos de Qumrán y del judeo-cristianismo jerosilimitano resultan también limitados. En ambos casos, existe al frente del colectivo un grupo formado por doce personas, pero la referencia a las doce tribus de Israel es tan palpable (Mt. 19, 28) que, difícilmente, se puede hablar de dependencia, sino de coincidencia. Ambos colectivos parecen, desde luego, haberse considerado como el verdadero Israel.
Algo similar sucede con el consejo de ancianos que aparece tanto en Qumrán (1 QS 6, 8; 1 QM 13, 1) como en Jerusalén (Hch. 11, 30; 15, 4, etc.), ya que la institución cuenta con raíces veterotestamentarias que son comunes a ambos grupos (Éx. 3, 16; 24, 1; Nm. 11, 16; 1 Sm. 15, 30; 1 Re. 12, 8; 2 Cr. 10, 8; etc.). Mayor similitud puede quizá apuntarse entre el mebaqqer de Qumrán y el epískopos u obispo cristiano. Curiosamente, en este caso concreto la institución —que en sus primeros tiempos no se diferenciaba del anciano o presbítero — aparece no en la tierra de Israel sino en el cristianismo paulino (Hch. 20, 28; Flp. 1, 1; 1 Tim. 3, 2; Tit. 1, 7). El punto de contacto resulta, pues, un tanto forzado. No es menos significativo que los sacerdotes no cuenten con un papel de importancia en el seno del judeo-cristianismo. A decir verdad, el judeo-cristianismo no contó con una clase sacerdotal propia, como por otra parte, sucedió también en el cristianismo paulino. Una vez más, pues, parece que las diferencias fueron mayores que los posibles paralelismos.
Encontramos diferencias aún más considerables entre los dos grupos en el terreno de la ética. Aunque éste es un aspecto que trataremos en la tercera parte del presente estudio, podemos señalar ya que mientras la halajáh de Qumrán mantiene un cuidado puntilloso en todo lo relativo a las normas de pureza, tal preocupación parece ausente del judeo-cristianismo, hasta el punto de llegar a admitir la mesa común a gentiles no circuncidados; o que mientras el celibato ocupa un lugar importantísimo en Qumrán, resulta excepcional en el paulinismo (1 Cor. 7, 25 y ss.) y no aparece en el judeo-cristianismo. De hecho, es el mismo Pablo quien señala que tanto los apóstoles como los hermanos de Jesús estaban casados y eran acompañados por sus esposas (1 Cor. 9, 5). No existieron tampoco en el judeo-cristianismo reglas relativas a abstenerse de las relaciones sexuales al estar en Jerusalén, como sucede en Qumrán (CD 12, 1-2).
En cuanto a las normas de Qumrán que establecen el amor hacia los miembros de la comunidad y el odio hacia los «hijos de las tinieblas» (1 QS 1, 9), éstas contrastan de nuevo poderosamente con lo que sabemos del judeo-cristianismo afincado en la tierra de Israel.
La biblioteca de Qumrán ha puesto a nuestro alcance un conjunto de comentarios bíblicos (pesharim) donde queda de manifiesto la peculiar exégesis del colectivo. La misma tendía fundamentalmente a leer en los escritos sagrados la Historia presente del movimiento. El sistema, si no iniciado por el Maestro de Justicia, parece haber sido propiciado por él (lQpHab 6, 15-17, 4).
También los judeo-cristianos aplicaron textos del pasado a su situación presente, pero las coincidencias interpretativas son mayores con la literatura targúmica, por ejemplo, que con los sectarios de Qumrán. De hecho, éstas resultan realmente escasas.
En términos generales, pues, podemos señalar que las supuestas coincidencias entre judeo-cristianismo y Qumrán resultan limitadas, y que parecen más resaltadas sólo por un análisis superficial de los aspectos formales. Por el contrario, las diferencias son muy profundas y, de hecho, el judeo-cristianismo afincado en la tierra de Israel, como tendremos ocasión más adelante, presenta muchos más puntos de contacto con otras corrientes judías de pensamiento que con los sectarios de Qumrán. Analizaremos a continuación las instituciones típicas del judeo-cristianismo.
En términos generales, pues, podemos señalar que las supuestas coincidencias entre judeo-cristianismo y Qumrán resultan limitadas, y que parecen más resaltadas sólo por un análisis superficial de los aspectos formales. Por el contrario, las diferencias son muy profundas y, de hecho, el judeo-cristianismo afincado en la tierra de Israel, como tendremos ocasión más adelante, presenta muchos más puntos de contacto con otras corrientes judías de pensamiento que con los sectarios de Qumrán. Analizaremos a continuación las instituciones típicas del judeo-cristianismo.
CONTINUARÁ
Acerca del bautismo, véanse H. Mentz, Taufe und Kirche, Múnich, 1960; G. R. Beasley-Murray, Baptism in the New Testament, Grand Rapids , 1962; J. Jeremias, Infant Baptism in the First Four Centuries, Filadelfia , 1962; R. E. Averbeck, «The Focus of Baptism in the New Testament», en GJT, 1, 1980, pp. 265-301; L. F. Badia, The Qumran Baptism and John the Baptist’s Baptism, Lanham, 1980; G. Barth, El bautismo en el tiempo del cristianismo primitivo, Salamanca, 1986; D. S. Dockery, «Baptism», en DJG, Leicester, 1992; C. Vidal Manzanares, «Bautismo», en DTR.
No puede deducirse la práctica de la inmersión meramente del significado del verbo baptizo, ya que éste entrañaba un campo semántico mucho más amplio que el de «sumergir». Para un estudio sobre el tema, véase J. W. Dale, Baptizo: an Inquiry into the Meaning of the Word as Determined by the Usage of Jewish and Patristic Writers, Filadelfia, 1991.
Las referencias neotestamentarias al bautismo de «X y su casa» no invalidan esta afirmación. Ya P. Weigandt, «Zur sogenannten Oikosformel», en NT, 6, 1963, pp. 49-74, dejó establecido que no es cierto los pasajes veterotestamentarios donde se hace referencia a «X y su casa» incluyan a los niños y, especialmente, a los niños pequeños. G. Delling, «Zur Taufe von Hausem im Urchristentum», en NT, 7, 1964, pp. 285-311, mostró asimismo que la expresión «X y su casa» aparece también en el ámbito lingüístico grecorromano y que por ello no puede hablarse de expresión típicamente bíblica. De hecho, como ya puso de manifiesto A. Strobel, «Der Begriff des Hauses im griechischen und romischen Privatrecht», en ZNW, 56, 1965, pp. 91-100, el término «casa» en el derecho romano hace referencia a los familiares con capacidad jurídica, pero no a los niños sin uso de razón y menos a los recién nacidos. Lo mismo puede señalarse del derecho privado griego.
Acerca del tema, véanse M. J. Nicolas, L’Eucharistie, París, 1959; M. Thurian, L’Eucharistie, París, 1959; J. De Baciochi, L’Eucharistie, París, 1964; L. Bouyer, Eucharistie, París, 1966; H. Schürmann, Le Récit de la dernière Cene (Luc 22, 7-38), Lyon, 1966; W. Barclay, The Lord’s Supper, Nashville, 1967; W. Rordorf, G. Blond, R. Johanny et al., L’Eucharistie des premiers siècles, París, 1976; J. Jeremias, La Última Cena, Madrid, 1980; I. H. Marshall, Last Supper and Lord’s Supper, Grand Rapids, 1980; G. Wainwright, Eucharist and Eschatology, Nueva York, 1981; J. Reumann, The Supper of the Lord, Filadelfia, 1985; M. Barth, Rediscovering the Lord’s Supper, Atlanta, 1988; L. Deiss, La Cena del Señor, Bilbao, 1989; C. Vidal Manzanares, «Eucaristía», en DTR.
M. Delcor, «Repas cultuels esséniens et thérapeutes. Thiases et Haburoth», en RQ, 6, 1968, pp. 401-425. Un punto de vista contrario, pero poco convincente, en K. G. Kuhn, «The Lord’s Supper and the Communal Meal at Qumran», en K. Stendhal (ed.), The Scrolls…, ob. cit., pp. 65-93. Tampoco nos parecen muy felices los intentos de relacionar la fecha de celebración de la Última Cena de Jesús con la de la Pascua de Qumrán. En este sentido, véanse A. Jaubert, «La Date de la Dernière Cene», en RHR, 146, 1954, pp. 140-173; del mismo autor, «Jésus et le calendrier de Qumran», en NTS, 7, 1960, pp. 1-30.
El término episkopé se relaciona una vez con el ministerio apostólico (Hch. 1, 20), pero no parece que se utilice en este caso en un sentido técnico. En cuanto al judeo-cristianismo ubicado fuera de Israel sólo utiliza en un caso la palabra epískopos y es para referirla a Jesús (I Pe. 2, 25).
H. Braun, Qumran und das Neue Testament, vol. II, Tubinga, 1966, pp. 310-323, analiza veinte pasajes veterotestamentarios citados en el Nuevo Testamento y en los documentos de Qumrán, pero las interpretaciones son, por lo general, divergentes.
November 14, 2015
His Eye Is On The Sparrow
Personalmente, no tengo la menor duda de ello. Una tarde, húmeda y caliente, en realidad, pesadamente húmeda y caliente, salí de mi casa, aquí en el sur de la Florida, y me dirigí a pie hacia el supermercado más cercano. Mi estado de ánimo no era el mejor. Hacía muy poco que me había exiliado, las perspectivas de trabajo eran nulas y en cuanto a mi seguridad incluso aquí resultaba un enigma. Caminaba con la cabeza baja y lo sé porque, de repente, mi mirada chocó con un pajarillo que yacía muerto entre la hierba y la acera. Por un instante, me detuve y entonces me vino a la cabeza de manera especialmente vívida lo que Jesús había enseñado. Si yo estaba en esta tierra era porque Dios guía las cosas aunque no seamos capaces de comprender o ver. Desde fuera podía parecer que todo había constituido una desgracia – y eso que no conocían todos los detalles… - pero, en realidad, todo quedaba inscrito en los propósitos de Dios de una manera que, no por escaparse a muchos, era menos real. Sé que continué el resto del camino con la mirada alta y clavada en el horizonte.
No descubro nada si digo que el sentimiento de desánimo no es desconocido en la vida de ningún ser humano. Lo mismo sucede con otras sensaciones como la soledad o el temor. Sin embargo, para aquellos para los que Jesús es parte de su vida, un amigo constante… la cosa cambia. Para ellos, es obvio que Dios tiene los ojos puestos incluso en los pajarillos y que, por lo tanto, pueden esperar Su cuidado amoroso. Eso es lo que cuenta esta canción que les ofrezco en tres versiones – Whitney Houston, Lauryn Hill con Tanya Blount y Sandi Patty – pero, músicas aparte, me consta que su contenido es cierto. Dios tiene sus ojos posados hasta sobre los gorriones. Lo he vivido una y otra vez en medio de una existencia no poco azarosa y me consta que no soy ni lejanamente el único. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí va Whitney Houston
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Aquí están Lauryn Hill y Tanya Blount
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Y ésta es la versión de Sandi Patty
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November 13, 2015
Los libros proféticos (VII): Isaías (II): La época (I)
Los continuos triunfos precipitaron a Uzías en la soberbia hasta el punto de que acabó leproso como un castigo directo de Dios (2 Crónicas 16: 18-21). Semejante circunstancia, en torno al 750 a. de C., obligó a Uzías a dejar de aparecer en público mientras su hijo Jotam se convertía en regente.
Jotam siguió la línea de gobierno de su padre lo que convirtió a Judá en el estado más poderoso y próspero de entre los pequeños reinos de la zona y lo situó al frente de la coalición anti-asiria cuando en el 743 a. de C., el monarca asirio Tiglat-pileser III invadió Siria. En este período, concretamente antes de la muerte del rey leproso, Isaías comenzó su ministerio profético.
La coalición anti-asiria se cuarteó pronto y Samaria – es decir Israel – en alianza con Siria se lanzó sobre Judá. La acción de un Israel enfermo de autosatisfacción (Isaías 9: 10) parecía inteligente puesto que Judá era una presa fácil, pero, en realidad, constituyó un enorme error que sólo facilitó el ataque de Asiria. Isaías era consciente de que el reino de Israel estaba sentenciado (7: 8) y él mismo no se referiría a él dado su próximo final (28: 1-4).
En el 735 a. de C., el rey Jotam murió y fue sucedido por su hijo Ajaz. A esas alturas, Asiria había extendido su poder por toda la zona por la fuerza de las armas. En Israel, accedió al trono un usurpador llamado Pekah (737-2 a. de C.) que se convirtió en caudillo del movimiento anti-asirio. Aprovechando que Asiria estaba implicada en una campaña en el este, Pekah de Israel, Rezín de Siria y las ciudades filisteas de Ascalón y Gaza se unieron contra Asiria. Ajaz de Judá hubiera querido mantenerse al margen del conflicto, pero no pudo. No sólo eso. Israel y Siria invadieron el territorio de Judá lo que provocó el pánico de Ajaz y de su pueblo (Isaías 7: 2). La opinión de no pocos judíos fue que la única manera de salvarse de aquella situación era solicitar la ayuda de Asiria.
En torno al año 735, Isaías se dirigió al rey de Judá para infundirle calma, pero Ajaz se negó a creerlo (7: 1-12). A fin de cuentas, Isaías utilizaba la palabra y Asiria tenía un ejército. En apariencia, era mejor apoyarse en Asiria; en realidad, significó un desastre. Tiglat-pileser III no necesitaba tampoco mucha invitación de Judá para acabar con Israel. En 734-2 a. de C., los ejércitos asirios llegaron a Siria y Palestina devastando todo a su paso hasta alcanzar la frontera con Egipto. Los asustados israelitas derribaron a su rey Pekah y colocaron en su lugar a Oseas, su asesino (732-24 a. de C.). Un destino semejante sufrió el rey de Siria. El nuevo rey de Israel pagó tributo a Asiria y se reconoció como vasallo lo que permitió a Tiglatpileser III conquistar Gaza y Ascalón y, de paso, liberar a Judá de la presión de sus enemigos. En apariencia todo había salido bien, pero sólo en apariencia. De hecho, el rey judío Ajaz acudió en 732 a. de C., a Damasco a rendir pleitesía al amo asirio. Quedó tan impresionado por su fuerza que copió uno de los altares asirios para que fuera colocado en el templo de Jerusalén (2 Reyes 16: 10 ss) y reformó el templo siguiendo patrones aprendidos de los asirios (2 Reyes 16: 18).
Isaías había insistido mientras tanto en que ni Asiria ni la coalición anti-asiria eran la clave para la salvación y la paz de Judá. Acompañado por su hijo Shear-Yasub – un resto volverá – Isaías apeló al rey para que confiara en Dios. no lo escuchó ni el rey ni su corte. Por el contrario, estaban convencidos de que la alianza con Asiria había sido como firmar un pacto con la muerte (Isaías 28: 15). La realidad es que no iban a tardar en darse cuenta de lo inconsistente de su orgullosa confianza (Isaías 28: 17-18).
CONTINUARÁ
November 12, 2015
¿Adónde ha llegado la educación en España?
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November 11, 2015
Señor Montoro, cierre el grifo
Señalaba yo entonces además que para que nadie lo pudiera acusar de parcial, debía centrarse en Cataluña, Andalucía y Valencia. Era la simple opinión de un ciudadano. Montoro hizo exactamente lo contrario. No envió a los hombres de negro a las CCAA y siguió inyectándoles dinero en cantidades industriales. Así, los cuarenta mil millones de euros otorgados por Montoro a Cataluña se han costeado con un déficit incontrolado por el que Bruselas ha vuelto a llamarnos la atención, con continuas subidas de impuestos – cincuenta sólo en el primer año de la legislatura – y con una deuda pública que equivale al cien por cien de nuestro Producto Interior Bruto. Lo peor no son esas cifras – ciertamente inquietantes – sino la manera en que se ha engordado a la bestia nacionalista sobre la base del sacrificio no pocas veces injusto sufrido por millones de españoles. De nada ha servido el derroche de medios públicos para intentar contentar a Mas, de nada salvo quizá para convencerlo de que el gobierno central es un conjunto de amedrentados a los que se les sacan miles de millones con solo amenazarlos. En estos momentos, no sólo el parlamento catalán ha declarado la independencia sino que ha señalado su plan anexionista para lo que denominan Paisos Catalans, es decir, Valencia, Baleares y un pedazo de Aragón. Cuestiones penales aparte – si esto no es un delito de sedición que venga Justiniano y lo vea – la única salida para acabar con esta locura es cerrar el grifo a unas instituciones que han incurrido no en un desafío sino en una rebelión abierta. Señor Montoro, ciérreles el grifo del dinero. Tuvo que hacerlo hace casi cuatro años y no lo hizo. Tampoco lo ha hecho después. Cualquier inocente ciudadano que se ha retrasado en un pago es víctima del celo de su Agencia tributaria que lo mismo le saca por las bravas el dinero del banco que le bloquea una cuenta o lo embarga. Eso por no hablar de la manera en que ha equiparado usted en materia de prescripción el de no declarar una cuenta en el extranjero con el delito de genocidio. Esta gente es mucho peor para España que cualquiera de esos ciudadanos que lo padecen a usted desde hace años. Se lo ruego: cumpla con su deber y ciérreles el grifo.
November 10, 2015
Desde Washington (y VIII): en el monumento a F. D. Roosevelt
Por añadidura, el fin de la Gran Depresión vino de la mano de Roosevelt y de un programa de gobierno que pretendía un New Deal – un nuevo trato – en las relaciones entre los ciudadanos. La idea de que alguien acometiera ahora algo similar pone a los republicanos enfermos – a pesar de que ellos no tienen el menor reparo a la hora de desbocar el gasto público en relación con el armamento – y no digamos ya el pensar que se salió de una crisis mediante la acción del gobierno.
Pongamos las cosas claras. Roosevelt fue un grandísimo presidente y un personaje decisivo en la Historia universal. Quizá le preparó para ello el combatir contra una poliomielitis que le sobrevino siendo ya adulto. De la noche a la mañana, el burgués Roosevelt que hubiera podido vivir de la fortuna familiar no como un millonario, pero sí como un desahogado rentista, se quedó paralítico. La familia consideró que lo mejor que podía hacer era retirarse totalmente, pero Roosevelt se negó a ello. Por el contrario, se entregó a ejercicios físicos que le permitieran caminar aunque fuera apoyado en muletas. Su primera campaña presidencial y la previa lucha por la nominación las hizo apoyándose en aquellos modestos instrumentos y sin que casi nadie se percatara del estado en que se hallaba. Por lo que se refiere a la manera en que intentó acabar con una depresión económica pavorosa es notable y aleccionadora.
En primer lugar, inyectó esperanza en la gente afirmando que a lo único a lo que había que temer era al miedo. Y ciertamente hubo millones que fueron galvanizados por esa perspectiva. En segundo lugar, creó planes de desarrollo económico que dieran empleo a la gente en medida suficiente para reactivar la economía, pero evitando que fueran funcionarios, que los puestos se prolongaran más de un cierto tiempo y que no resultaran productivos. Las grandes presas, como las del valle del Tennessee, o las carreteras no eran el Plan E del nefasto ZP. Eran obras necesarias, pero temporales. La idea de que la nación volviera a caminar sobre sus pies y no con subvenciones y deuda era esencial.
Tampoco tapó Roosevelt los agujeros de los bancos con dinero de los contribuyentes. Supervisó los bancos para ver cuáles podían seguir abiertos recibiendo excepcionalmente préstamos que devolvieron. El resto cayó. Mucho menos se le ocurrió mantener un sistema de paro subvencionado. Los desempleados eran ayudados a buscar un empleo, pero no mantenidos y, por supuesto, ese empleo no era público. Al respecto, Roosevelt se manifestó una y otra vez. Si los parados eran mantenidos por el estado con empleos del estado jamás se saldría de la crisis.
Las medidas de Roosevelt funcionaron y al cabo de unos años el desempleo que había llegado a un 27 por ciento cayó hasta el 2 por ciento. Fue así porque no se trataba de subvencionar ni de crear puestos de funcionarios ni de endeudarse públicamente ni de subir una y otra vez unos impuestos ya asfixiantes sino de dar impulsos y crear estímulos que permitieran que todo comenzara a rodar de nuevo.
Pero Roosevelt – que manejó magníficamente la radio para dar esperanza a sus conciudadanos – no destacó sólo por el New Deal. Fue también consciente del peligro que significaban los fascismos y el imperialismo japonés. El pueblo americano – que, en contra de lo que cree la gente, es muy aislacionista – no veía con agrado su ayuda a Gran Bretaña durante la Segunda guerra mundial, pero cuando en diciembre de 1941, la base norteamericana de Pearl Harbor fue bombardeada por los japoneses, los norteamericanos reaccionaron de manera bien distinta a los españoles el 11-M. Se presentaron por millares como voluntarios y se agruparon tras su presidente para combatir a los que habían atacado a su nación.
Roosevelt salvó a Gran Bretaña, salvó a China y a las naciones del Pacífico y, en no escasa medida, salvó a Europa occidental no sólo al invadir el territorio ocupado por el III Reich sino también al controlar el avance soviético que hubiera sido imparable. No en vano, como reconoció Churchill, había sido el Ejército Rojo el que había “despanzurrado” a la Wehrmacht, el ejército alemán. Esos éxitos explican que, de manera excepcional, Roosevelt fuera elegido en plena guerra para un tercer mandato y que ganara escandalosamente. Gravemente enfermo, no llegó al final de su tercer período presidencial.
Con todo, en su monumento, lo más destacado – aunque también se mencione – no es el hecho de que convirtiera a Estados Unidos en el arsenal de la democracia, sino que se percató del grave peligro que significa el desempleo, que vio que cuando una minoría se impone sobre una mayoría ni es orden ni es nuevo y que, a pesar de sus orígenes de clase, no mostró ese desdén estúpido y altanero que ha solido mostrar la derecha española hacia los que se encuentran por debajo olvidándolos o despreciándolos. Pero tampoco – digan lo que digan los republicanos actuales – fue ni un socialista ni cayó en los errores de la izquierda. No quiso crear una clase funcionarial, no construyó clientelas e insistió siempre en que la iniciativa privada sería la que crearía riqueza y empleo. No obstante, había que ayudar a la gente porque la medida de progreso de una sociedad no está en que los que más tienen se enriquezcan más sino en que los que menos tienen tengan lo suficiente.
A muchos les sorprenderá e incluso causará indignación, pero dentro de mis preferencias políticas se encuentra F. D. Roosevelt, un hombre que a diferencia de políticos nefastos como ZP o Rajoy supo sacar a su nación de la crisis, acabar con el desempleo y engrandecer a su patria más que nunca antes. Se me ocurren pocos símbolos mejores de esta gran nación cuya capital es Washington.
November 9, 2015
Nadie ha tocado suelo
No deseo ser un aguafiestas, pero semejante lectura no es realista y, por añadidura, resulta harto peligrosa para las tres formaciones. Es verdad que la COPE dio hace unos días a Pablo Iglesias la oportunidad de difundir su peculiar cosmovisión durante cincuenta minutos como si fueran aquellos tiempos dorados en que Intereconomía y 13TV lo catapultaron a la fama. Sin embargo, yo, de ser Coleta morada, no contaría con muchos empujones de ese tipo. Podemos está de capa caída y salvo alguna alegría como la de ser la tercera fuerza más votada en Vascongadas no debería caer en irreales ilusiones. En teoría, el PSOE podría llegar a un acuerdo con Ciudadanos que convirtiera a Pedro Sánchez en el próximo habitante de la Moncloa, pero sólo en teoría. Si no consigue recuperar los votantes de antaño puede – a pesar de haber fichado a Irene Lozano - acabar convertido en tercera fuerza política y verse sometido a la terrible humillación de apoyar un gobierno cuyo presidente sea Albert Rivera. Con todo, el que menos puede incidir en ese tipo de triunfalismos es el PP. Desaparecido casi en Cataluña, convertido en la cuarta fuerza – quizá quinta – en las Vascongadas y sin parar de recibir mordiscos de Ciudadanos en caladeros históricos como Valencia y Murcia, cuenta con sobradas posibilidades de continuar su caída y quedarse en una cifra de diputados entre los ciento diez y los ciento veinte. El PP tiene por delante algo más de un mes para no cometer más equivocaciones con el nacionalismo catalán – al que, en vez de cerrar el grifo, le ha dado miles de millones – para no permitir que Montoro – que le ha costado no menos de dos millones de votos – protagonice otro soberbio y ridículo enfrentamiento con otro miembro del gobierno y para amortiguar el frenazo de una economía que ya ha dado muestras de detenerse. Si lo consigue quizá llegue a los ciento treinta escaños. De lo contrario, podría despedirse de gobernar por una más que prolongada etapa. Y es que el suelo está mucho más abajo de lo que todos quieren creer.
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