César Vidal's Blog, page 65

October 11, 2016

¡Viva Colombia!

La realidad política, nacional o internacional, dan últimamente para pocas alegrías. El televisor, la radio, el periódico nos arrojas al rostro espectáculos como democracias secuestradas, deudas públicas impagables, medios manipulados o consignas engañosas. A decir verdad, esas circunstancias son el pan cotidiano, amargo como el acíbar. Quizá por eso cuando, de manera inesperada, tiene lugar una excepción, una agradable sensación de regocijo invade el alma.

Debo confesar que eso es exactamente lo que me sucedió el domingo pasado al conocer la noticia de la victoria del No en el referéndum celebrado en Colombia. Me da igual que el Sí lo apoyaran la Casa Blanca, el Vaticano y hasta el anterior rey de España. No deja de resultarme absolutamente inmoral el que, bajo los auspicios de la dictadura castrista, se pactara entregar a un grupo narcoterrorista la impunidad incluso de crímenes contra la Humanidad a lo que se añadían un conjunto de escaños no obtenidos por votación popular, la paralización de las fumigaciones contra campos de cultivo de la droga, subvenciones como nadie las ha recibido en la Historia de Colombia y - ¡el colmo!- la imposición de la ideología de género.



Como dijo Lenin, los hechos son testarudos y en el caso de las FARC esa testarudez está empapada en dolor, sufrimiento y sangre. A inicios del presente siglo, el presidente colombiano Álvaro Uribe puso en marcha su política de Seguridad democrática para combatir, de una vez con firmeza, a las guerrillas y a las Autodefensas Campesinas o paramilitares. Previamente, el gobierno de Andrés Pastrana había fracasado en los diálogos del Caguán, que, al entregar territorio al grupo narco-terrorista conocido como las FARC, permitieron que éstas extendieran su poder militar en muchas zonas del país. La política de Uribe expulsó a los narco-terroristas de zonas que antes controlaban, acabó con sus principales cabecillas (Raúl Reyes, el Mono Jojoy, Alfonso Cano) y diezmó a las FARC que comprendieron que no iban a poder tomar el poder mediante la violencia armada. Es posible que Uribe creyera que el grupo narcoterrorista acabaría abandonando las armas a cambio de que solo pasar ocho años en la cárcel por los delitos cometidos. Igualmente parece que estaba convencido de que esa meta la alcanzaría ya no él sino Juan Manuel Santos, su ministro de Defensa, quien, dicho sea de paso, logró ganar las elecciones presidenciales de 2010 gracias al apoyo de Uribe. No fue así.



En contra de lo esperado, el presidente Santos marcó distancias desde el principio con Uribe y, por el contrario, se acercó al venezolano Hugo Chávez hasta el punto de llamarle su “nuevo mejor amigo”. En paralelo, dejó de acosar a las FARC e inició conversaciones secretas con el grupo narcoterrorista al que Chávez había convencido de que podían llegar al poder por la vía electoral como había sucedido con él. Para lograr sus objetivos, Santos no tuvo en consideración que las FARC había cometido horribles delitos que incluían, además de centenares de miles de muertes, 27.000 secuestros, 25.000 desaparecidos y seis millones de desplazados. De igual manera, Santos pasó por alto que las Farc se habían convertido en el tercer cartel mundial del narcotráfico, con ingresos de 600 millones de dólares al año. Por el contrario, Santos eligió como intermediarios en este proceso de negociación a los gobiernos de Cuba y Venezuela, que eran afines ideológicamente a los narcoterroristas de las FARC.



Tras cuatro años de negociaciones, el Acuerdo final incluía cesiones como la impunidad penal ya que los narcoterroristas no pagarían ni siquiera por los denominados crímenes contra la Humanidad. Por el contrario, tendrían una temporal restricción de la libertad en zonas previamente acordadas donde realizarían “trabajos, obras o actividades reparadoras y restaurativas, programas de protección del medio ambiente, de desarrollo rural, de eliminación de residuos o reparación de infraestructura”. Hay que señalar que, a diferencia de la suerte que Santos pactaba con los narcotraficantes, no pocos de los militares que los combatieron y están siendo investigados o ya fueron condenados (muchos de ellos injustamente) se mantienen en centros de reclusión militar.



Por añadidura, la justicia transicional – un concepto que cada vez debería provocar más suspicacias – pactada con los narcoterroristas bajo la denominación de Jurisdicción especial para la paz estaría formada por instancias extranjeras y tendría facultades y poderes que sobrepasarían los de los tribunales del país. De hecho, la Fiscalía General, la Procuraduría y la Contraloría perderían sus competencias de carácter penal e incluso sus resoluciones podrían ser revisadas e incluso anuladas. Por si todo lo anterior fuera poco y en una clara capitulación del poder judicial a la voluntad de los narcoterroristas, además, los fallos de la Jurisdicción especial para la paz no admitirían doble instancia.



En conjunto, estas concesiones convertían a los narcoterroristas en un verdadero poder legislativo que controlaba al judicial con la complacencia del ejecutivo. Lamentablemente, los acuerdos de La Habana no concluían ahí. Por si todo lo anterior fuera poco, el narcotráfico pasó a convertirse en un delito conexo al de rebelión - ¡lo que te perdiste, Pablo Escobar! – y podría seguir siendo ejercido como inmensa fuente de recursos de las FARC, convertidas en partido político. De hecho, la decisión del gobierno de Santos de suspender la fumigación con glifosfato de los extensos cultivos de coca de las FARC ya ha producido un considerable aumento de estos en los últimos dos años. A día de hoy cubren nada menos que 170.000 hectáreas. En el colmo de la burla y a pesar de los recursos de la droga, las FARC, por supuesto, declaran que carecen de recursos y que no repararán los daños causados a sus víctimas. Y ahí no acababa todo…



Para remate, el acuerdo incluía también la entrega de diez escaños directos o curules a los narcoterroristas durante ocho años y sin el necesario respaldo en votos. Además habría otros dieciséis en la Cámara de Representantes procedentes de las circunscripciones especiales de paz ubicadas en áreas donde las FARC disfrutan de una presencia dominante. Por añadidura, el futuro partido político surgido de las FARC recibiría el diez por ciento de los recursos que el Estado destina al conjunto de los partidos políticos. Además disfrutaría de un cinco por ciento adicional para financiar la mejor difusión de su plataforma ideológica y tendría acceso a 31 emisoras de radio y a un nuevo canal de televisión. De esa manera, los narcoterroristas recibirían unos beneficios, nunca antes concedidos a partido político alguno en la Historia de Colombia a los que se sumarían los derivados de la denominada reforma rural integral creará un fondo de tierras de distribución gratuita y de carácter permanente que controlarán los narco-traficantes.



No hay que ser especialmente agudo para percatarse de que los términos del acuerdo vulneraban totalmente el ordenamiento jurídico colombiano y además – un aspecto ante el que se han cerrado los ojos de manera contumaz – abrían la puerta al asalto del poder a lo chavista… ¡todo ello con el dinero de los ciudadanos y el respaldo del propio presidente!



Aunque, para ser honrados, Santos no era el único interesado. El acuerdo tenía el respaldo expreso de las dictaduras hispanoamericanas, de la banda terrorista ETA o del partido español Podemos, pero – no nos engañemos - también de la Santa Sede – el papa Francisco anunció expresamente su propósito de viajar a Colombia en cuanto fuera aprobado en referéndum - del departamento de estado de Estados Unidos y de la diplomacia española entre otras. Puestos a recibir apoyos, también se lo dio el lobby gay que insistió en el curso de la campaña en que respaldarlo significaba que la ideología de género se incluiría en la educación e incluso en la constitución de Colombia.



Y por si todo no fuera suficiente, el proyecto vino adobado con una propaganda más que cuestionable desde una perspectiva moral que igualaba la capitulación ante los narcoterroristas con la paz mientras que la defensa de la integridad, de la justicia y de las víctimas se equiparaba con el belicismo. Añádase además no pocas irregularidades de carácter jurídico o las presiones a los funcionarios para que orientaran su voto en la dirección que deseaba el presidente Santos. Pues ni por esas ganaron.





Al menos, hay que reconocer que, a pesar de las unánimes encuestas que daban por vencedor al sí, se permitió al pueblo votar y el pueblo votó. De esa manera, comenzamos la semana viendo un triunfo de la libertad y una considerable irritación de regímenes como el castrista y el chavista que se hubieran visto favorecidos por la victoria del SÍ en el referéndum. Con todo, ha habido premios de consolación. Por ejemplo, a Santos le han otorgado el Nobel de la paz que también han recibido, entre otros, alguna indígena embustera, alguna monja no sobrada de escrúpulos, amén de antiguos terroristas y bombardeadores reincidentes. No cuesta ver que, en el futuro, para recibirlo bastará con abrir las puertas a los criminales a fin de que puedan conquistar el poder. Pero esas puertas, a día de hoy, están cerradas en Colombia porque el pueblo, a pesar de todo, ha podido expresarse democráticamente y se ha opuesto a consentir la inmundicia política y sus consecuencias. La verdad es que hasta da la sensación de que hay días en que las fuerzas del mal son derrotadas y a uno le pide el alma gritar: ¡Viva Colombia!.

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Published on October 11, 2016 06:33

October 9, 2016

Corría el año… La revolución rusa

Estamos ya en el mes de octubre y se cumple el 99 aniversario del golpe de estado que permitió a Lenin y sus bolcheviques derribar el gobierno provisional y dar los primeros pasos hacia la edificación del primer estado totalitario de la Historia.

Me ha parecido oportuno retomar aquel programa en que nos acercamos a uno de los episodios que cambiaron de manera radical la Historia. Espero que lo disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!



http://www.dailymotion.com/video/xq96yj_corria-el-ano-la-revolucion-rusa_news

















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Published on October 09, 2016 23:34

October 8, 2016

Conclusión de Los Primeros Cristianos (II): Características del movimiento

LOS PRIMEROS CRISTIANOS:
CONCLUSIÓN (II): Características del movimiento

El análisis de las fuentes realizado en las entregas anteriores nos permite reconstruir con una amplitud considerable lo que constituían las líneas maestras ideológicas del movimiento. El judeo-cristianismo afincado en Israel durante el siglo I, en primer lugar, debe ser definido como un movimiento espiritual que como tal se tiene que estudiar. Al igual que otros movimientos que han tenido su nacimiento dentro del cristianismo (metodismo del siglo XVIII; cuaquerismo del siglo XVII; anabautismo suizo del siglo XVI; pentecostalismo del siglo XIX e inicios del siglo XX, etc.) o del judaismo (jasidimo del Baal Shem. Tov.), su núcleo fundamental era de tipo religioso; cualquier enfoque que olvide esta realidad esencial tenderá, precisamente por ello, a desvirtuar gravemente el análisis del fenómeno. Es cierto que, sobre todo a partir del siglo IV, el cristianismo pasó a ocupar un lugar tal en la sociedad que ya no resulta lógico seguir estudiándolo desde ese momento como algo exclusivamente ligado con la religión ni como un movimiento cuyo impulso medular es únicamente religioso. Sin embargo, tal situación no puede ser retrotraída casi tres siglos atrás sin distorsionar, de nuevo, la realidad histórica del movimiento. Ese peligro de visión inexacta se da muy especialmente en aquellos estudiosos formados en estructuras religiosas (pertenezcan o no a ellas ya) donde la institución tiene vinculaciones considerables con el poder civil o aparece imbricada fuertemente en la vida política. Los mismos han tendido históricamente a proyectar ese esquema mental sobre el cristianismo primitivo y con ello a enturbiar la imagen del mismo. De ahí que visiones contaminadas con este tipo de condicionantes —en los que pesa tanto la política, la economía o incluso la defensa de una evolución dogmática posterior— resistan difícilmente la exposición a la luz que nos proporcionan las fuentes. El judeo-cristianismo afincado en Israel durante el siglo I resultó fundamentalmente un movimiento espiritual —nadie puede discutir tal cosa a la luz de las fuentes— y como tal ha de ser entendido. Con todo, el calificativo «espiritual» ha de estar vinculado a otros para permitimos concretar más a fondo las características del movimiento.



La segunda característica ideológica que se perfila en el judeo-cristianismo es su carácter medularmente judío. De nuevo, diversos intereses han ido aguando y diluyendo tal perspectiva que, no obstante, creemos haber dejado demostrada en los capítulos anteriores. Para una iglesia cada vez más gentilizada, resultaba más atractiva la idea de presentarse como una nueva revelación que se desvinculaba del judaismo vencedor en Jamnia; para éste, también era obligado expulsar de su seno a una corriente ideológica que, pretendiéndose judía, chocaba con él y defendía que el Mesías había llegado ya y era Jesús, el crucificado y además resucitado. Con ello, ambas partes de la controversia se limitaban a primar, en no escasa medida, el poder religioso sobre la verdad histórica y, como veremos más adelante, talrealpolitik tendría consecuencias espirituales negativas.



El judeo-cristianismo no era una nueva religión, aunque, convencionalmente, todo el mundo estuviera dispuesto a entenderlo así. Era una rama del judaismo del Segundo Templo tan legítima como podía resultar la de los fariseos, los saduceos o los sectarios de Qumrán. Por ello, como ya hemos visto, sus conceptos arrancaban de ese mismo judaismo del Segundo Templo sin excepción. Por ello, su apologética se basaba fundamentalmente en el Antiguo Testamento interpretado no tanto a la luz de Jesús como de ciertos pasajes que se consideraban identificados con éste.



En cuarto lugar, el judeo-cristianismo afincado en el Israel del siglo I, como su mismo nombre indica, era un movimiento de signo mesiánico. Debemos entender tal término conectado con una creencia firme en la centralidad del Mesías en su visión de la realidad (algo que compartía con casi todos los grupos judíos de su época), pero, a la vez, con la convicción de que el Mesías ya había venido. La certeza de que Jesús era el Mesías, así como de que había resucitado y volvería otra vez, constituía el núcleo central del pensamiento judeo-cristiano. Con ello, no dejaba de ser judío, como no perdieron tal cualidad ni el rabí Akiba al identificar a Bar-Kojba con el Mesías ni los miles de seguidores de Sabbatai Zevi en el siglo XVII o de otros falsos mesías a lo largo de la historia judía. Si acaso, tal creencia en un mesías —no digamos el intento de probar sus pretensiones en las Escrituras— definía al judeo-cristianismo como específicamente judío (y mesiánico).



Igualmente judío fue otro de los caracteres del movimiento ligado indisolublemente al mismo. Nos referimos a su enfoque apocalíptico. Tal calificativo presenta comúnmente una carga peyorativa, en parte porque el cristianismo posterior lo perdería en buena medida al convertirse en una religión del stablishment a partir del siglo IV y, en parte, porque tal punto de vista colisiona con otras visiones apocalípticas de tipo secular como pueden ser la marxista o la nacional-socialista. En estos últimos casos, más parece que la crítica emana de un rival que de un crítico.



Por otro lado —como ya señalamos en otra parte de nuestro estudio—, la visión apocalíptica dista mucho de poder ser identificada con algunas de las ideas vulgares que se identifican con la misma. No era, desde luego, una actitud escapista de la realidad. Por el contrario, constituía una alternativa, bien articulada y, muchas veces, profundamente realista, frente a los análisis de los contemporáneos. Bajo su prisma específico, resultaba claro no sólo que la sociedad presente era nuclearmente mala, sino que además los esfuerzos humanos por corregirla sólo podían resultar baldíos.



Más allá de parámetros sociales, económicos y políticos, el apocalíptico detectaba en el medio en que vivía un matiz espiritual que no sólo no resultaba indiferente sino que además era contemplado como esencial a la hora de comprender el entorno. Se podría decir, parafraseando a Chesterton, que mientras todos miraban en torno suyo buscando las raíces del problema, el apocalíptico era consciente de que las mismas se hallaban en el corazón del hombre. De ahí que el apocalipticismo propio del judeo-cristianismo del siglo I —y en esto, una vez más, no se distinguía de otras visiones judías de la época— viniera ligado a una vivencia muy intensa del presente, caracterizada por una fuerte carga ética, que tenía manifestaciones evidentemente prácticas como podía ser el pacifismo, la ayuda a los necesitados o la práctica de la veracidad. Se había iniciado una Nueva época y, precisamente por ello, sólo cabía vivirla de una manera acorde con la misma. Al optar por tal solución, el judeo-cristianismo del siglo I puede ser colocado junto a movimientos cristianos posteriores (cuáqueros, hermanos moravos, hermanos checos, etc.) que esperaban una irrupción de Dios en la historia y, precisamente por ello, optaron no por huir de la misma, sino por vivir en ella con valores radicalmente distintos a los comunes.



Esta especificidad de valores aparece en dos de los aspectos en los que quizá pueda atribuirse al judeo-cristianismo una mayor originalidad, si bien la misma no resulta total. Me estoy refiriendo a su apertura a los gentiles y a su énfasis carismático. El hecho de estar abierto a los gentiles no carecía de precedentes en el judaismo del Segundo Templo. De hecho, cabe atribuir muchos de los conflictos entre judíos y judeo-cristianos que tuvieron lugar en la Diáspora, al menos en parte, a la circunstancia de que ambos colectivos competían por captar adeptos entre los mismos paganos. Lo específicamente original del judeo-cristianismo (y ello vino determinado por su creencia en una salvación por gracia apropiada a través de la fe en lugar de en virtud de las obras de la Ley de Dios) fue que permitió a los gentiles seguir siéndolo y, a la vez, obtener la salvación. No era necesario que los mismos se convirtieran en judíos para disfrutar de las bendiciones del Dios de Israel de manera plena. Bastaba con que aceptaran por fe a Jesús como Señor y salvador. Tal tesis se expandiría por Europa posteriormente gracias a los esfuerzos de Pablo y sus colaboradores (aunque no sólo de ellos, si juzgamos por las noticias contenidas en su carta a los Romanos), pero su origen hay que buscarlo en el judeo- cristianismo. Mediante tal acto —consagrado en el concilio de Jerusalén—, la fe en Jesús daba un paso definitivo para convertirse en una creencia universal. Sin duda, tal decisión podía apelar al universalismo de ciertos pasajes del Antiguo Testamento en busca de legitimación, pero no es menos cierto que se fundamentó asimismo en revelaciones carismáticas específicas (Hch. 10-11), un aspecto que nos permite pasar a la última característica ideológica del judeo-cristianismo: su visión pneumática o carismática.



El énfasis carismático carece, como ya vimos, de paralelos en el período. Pese a ello, caracterizó de tal manera al movimiento que vemos muestras del mismo todavía varios siglos después y no sólo en el judeo-cristianismo, sino también en el cristianismo gentil. Una vez más, el judeo-cristianismo no creaba nada. Se limitaba a afirmar —y no era pequeña la pretensión— que las profecías sobre el Espíritu Santo se habían hecho realidad entre sus miembros. La influencia que aquello tuvo en articular un colectivo más centrado en los dones espirituales que en una visión jerárquica resulta evidente, mientras que la inexistencia de un mecanismo para suceder o sustituir a los Doce a medida que morían es sólo una de sus manifestaciones. Resulta lógico que una visión tan claramente pneumática —que hacía de las curaciones y de las liberaciones demoníacas parte esencial de la misma— no haya podido ser comprendida cabalmente (menos aún, tolerada) por estructuras eclesiales más basadas en la jerarquía que en el carisma espiritual. Ya durante el siglo II asistimos a un control creciente del profeta por parte de los obispos (prácticamente hasta eliminarlo como ministerio específico dentro del cristianismo), y antes del siglo IV también la práctica de reprender demonios habrá sido reservada a un sector concreto de la institución eclesial. Quizás el Espíritu Santo no había quedado totalmente encerrado por las nuevas estructuras eclesiales, pero, ciertamente, gozaba de mucha menos libertad.



CONTINUARÁ











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Published on October 08, 2016 23:31

October 7, 2016

It’s so sweet to trust in Jesus

En 1882, en un día soleado, Louisa Stead, su marido y su hija Lily decidieron ir de excursión a Long Island Sound. Cuando se hallaban disfrutando del día, repentinamente, escucharon el grito de un joven que pedía socorro y el señor Stead acudió en su auxilio.

De la manera más desventurada, tanto Stead como el muchacho se hundieron ante los ojos de Louisa y de su hija que no pudieron hacer nada para evitarlo. Ahí no acabaron, sin embargo, las desgracias. Viuda, Louisa se enfrentó con el hecho terrible de que carecía de medios para mantener tanto a si misma como a su hija. En un momento determinado, Louisa y Lily se quedaron sin comida y sin un céntimo para comprar alimentos. Sin embargo, de repente, al abrir la puerta de casa, Louisa descubrió que alguien había dejado alimentos que ella y su hijo comieron con auténtica delectación. Aquella misma noche, Louisa escribió la letra de It´s so Sweet… En ella, Louisa recogía la dulzura que derivaba de confiar en Jesús que siempre es fiel. Poco después de aquella experiencia Louisa y Lily marcharon al sur del continente africano como misioneras evangélicas.



Que el mundo en que vivimos es más inestable de lo que nos agradaría no parece que admita mucha discusión. No sólo eso. Si, efectivamente, el sistema económico que conocemos y que duró desde el año 1944 se quebró irremisiblemente en 2008 con la crisis mundial, no podremos esperar un remanso de paz para el futuro. pero incluso aunque no fuera así los seres humanos tienden a sufrir ansiedad pensando en cuestiones como lo que comerán o lo que se podrán poner. Al respecto, Jesús (Mateo 6: 32) no deja lugar a dudas: es normal que la gente que no conoce a Dios se angustie por eso. ¡Es normal! Pero aquellos que han decidido entrar en el Reino no son esa gente y deberían tener presente otras circunstancias como, por ejemplo, que el Padre conoce sus necesidades incluso mejor que ellos mismos (Mateo 6: 32) y que su vida debe girar en torno a un eje que es “buscar primero el Reino de los cielos y su justicia, y el resto se os dará por añadidura” (Mateo 6: 33). Para el que sabe lo que eso significa y lo vive el resultado es sinceramente indescriptible, como supieron Louisa y Lily y quedó reflejado en esta canción titulada Es tan dulce confiar en Jesús. Yo también puedo dar testimonio del cuidado amoroso de Dios en las mayores necesidades y en las peores dificultades.



Les dejo con la versión de Alan Jackson de este hermoso himno del que no sé si existe versión en español. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Y aquí está Alan Jackson



https://www.youtube.com/watch?v=p74pB-WhsWE











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Published on October 07, 2016 23:30

October 6, 2016

El rey del norte y el rey del sur (I) (Daniel 10-11)

ESTUDIO BIBLICO;
Los libros proféticos (XXVII): Daniel (VI): el rey del norte y el rey del sur (I) (Daniel 10-11)

Como tuvimos ocasión de ver en los últimos estudios, ha sido una deplorable constante relacionada con el libro de Daniel la de identificar con hechos futuros lo que son profecías meticulosamente cumplidas. De esa manera, la fascinante realidad de la exactitud de la Palabra de Dios a la hora de cumplirse se ve sustituida por una penosa y no pocas veces ridícula especulación sobre el futuro. Esa circunstancia vuelve a cumplirse en los capítulos 10 y 11 de Daniel que se ha asociado, entre otras cosas, con Alemania y Gran Bretaña, Estados Unidos y la URSS e incluso con la Unión Europea. La realidad en que en sus versículos se describen realidades meticulosamente cumplidas.



El capítulo 10 describe una visión más que relevante de Daniel que anunciaba una gran calamidad (v. 1). Vino precedida por un ayuno de tres semanas (v. 2) aunque, desde el primer momento, desde el mismo instante en que Daniel se humilló ante Dios sus palabras fueron escuchadas (v. 12). La razón de que la respuesta en forma de visión tardara se nos da de una manera enigmática (v. 12-3). Nada menos que el príncipe del reino de Persia se lo impidió durante ventiún días y, al final, pudo prevalecer sobre él con la ayuda de Miguel. ¿Está hablando de una lucha angélica, invisible y secreta, cuyos términos se nos escapan? Posiblemente. ¿Se refiere a potencias espirituales que dominan a las naciones? También es posible (v. 19-20). En cualquier caso, Daniel no se explaya en un tema que es plato delicioso para los que ansían perder el tiempo en lugar de reflexionar en las enseñanzas de la Palabra. Lo importante es un mensaje relacionado con Israel, un mensaje terrible. A eso se refiere la visión (v. 14).



Todavía habría tres reyes de Persia (11: 2) – Ciro, Cambises, Darío Histaspes – y un cuarto – Jerjes – que haría la guerra a Grecia. Los griegos lograron contener a los persas una y otra vez, pero la victoria final la llevaría a cabo un griego Alejandro (v. 3). En la cima de su fama, su reino se dividiría en cuatro – los famosos Diádocos – que no eran parientes suyos y que nunca conseguirían estar a la altura del poder de Alejandro. El rey del sur (v. 5) es precisamente uno de ellos, Ptolomeo Lago que se estableció en Egipto, pero que intentó también regir el territorio de Israel. Uno de sus generales, Seleuco Nicator, (v. 5) llegó a ser más poderoso. Tras la batalla de Gaza (312 a. de C.), Seleuco fundó un reino propio en Siria que, en realidad, se extendía hasta el Indo y constituía un imperio enorme. Tanto fue así que una hija del rey del sur – Berenice - contrajo matrimonio con él para estrechar relaciones, pero el matrimonio concluyó en divorcio y así no conservó su fuerza la hija del rey del sur (v. 6). Aquella afrenta fue vengada (v. 7) por un pariente de la princesa, concretamente Ptolomeo III Evergetes que emprendió una ofensiva Seleuco II Calínico. Tal y como esta profetizado (v. 7-8), esa campaña permitió al rey del sur apoderarse de las plazas fuertes del rey del norte – Seleucia, llegando hasta Babilonia – y regresar con botón a Egipto.



Tras unos años sin hostilidad, el rey del norte Seleuco II Calínico lanzó una campaña contra el del sur, pero fue derrotado y se vio obligado a regresar a su tierra (v. 9). Con posterioridad, su hijo Antíoco III el grande (223-187 a. de C.) atacó la Palestina gobernada por Ptolomeo IV Filopator. Al principio se impuso militarmente (v. 10), pero finalmente fue derrotado por el rey del sur en Rafia (217 a. de C.) quedando Palestina bajo su control. Ptolomeo no supo aprovechar su victoria y, al fin y a la postre, Antíoco III el grande, tras una serie de triunfos en Persia y Asia menor, volvió a atacar Egipto (v. 13). Así llegó a Gaza aprovechando las disensiones internas de Egipto (v. 14). Finalmente, el rey del norte, Antíoco el grande, venció a los ejércitos del rey del sur en Banias – la Cesarea de Filipo de los Evangelios – en 198 a. de C.. La consecuencia inmediata fue que el rey del norte se quedó con lo mejor de la tierra hermosa, la de Israel. En un intento de acabar sometiendo pacíficamente Egipto, ofreció a su hija Cleopatra (v. 16) al rey egipcio Ptolomeo V. en ese paso pudo pesar también el deseo de no chocar con una Roma que había vencido a Aníbal en Zama y que ya había advertido que no iba a tolerar la expansión de los seleucidas a costa de Egipto.



El matrimonio se celebró, pero el plan no salió como se esperaba (v. 17) porque la esposa decidió apoyar a su marido en lugar de a su padre. Sí es cierto que vistos sus éxitos, decidió expandirse a las islas (v. 18), es decir, el Mediterráneo griego. En 192 a. de C., invadió Grecia. La operación acabó en derrota porque las legiones romanas le salieron al paso derrotándolo en Magnesia. Así, Roma devolvió el insulto (v. 18) a a Antíoco el grande que, a pesar de las presiones romanas, tuvo la osadía de brindar refugio al derrotado Aníbal. Antíoco el grande se vio obligado a retirarse a las fortalezas de su tierra, es decir, a Siria (v. 19) cayendo, finalmente, asesinado al intentar apoderarse del tesoro de Elimaide (187 a. de C.). Lo peor, sin embargo, para Israel estaría por venir.



CONTINUARÁ











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Published on October 06, 2016 23:28

October 5, 2016

Última tarde con Peres

A este lado del Atlántico me llega la noticia del fallecimiento de Shimon Peres y no he podido evitar el recuerdo de la última tarde que pasé con él. Fue poco antes de convertirme en un trasterrado. Nos habían invitado a tres, quizá cuatro, personas para reunirnos con Peres de paso por España.

Llegó tarde lo que no nos sorprendió porque su agenda era de pesadilla y entonces, sin guion previo, comenzó a hablar. En contra de lo que había esperado alguno de los presentes, Peres no parecía mostrar especial interés en Oriente Medio, Gaza o incluso Israel. Volaba en otra onda. Por ejemplo, seguía confesándose socialista, pero reconocía, humilde y realista, que el socialismo no podía ser como antaño. No tenía sentido ver como enemigos a los capitalistas cuando, según sus propias palabras, sería maravilloso que no hubiera uno sino muchos Bill Gates que provocaran el avance de la tecnología y crearan con su talento miles de puestos de trabajo. Manifestó su desconfianza hacia la voz de las armas recordando que gente como Gandhi habían logrado avances espectaculares sin disparar un solo tiro y basándose fundamentalmente en su influencia moral. Y, en paralelo, desplegó una esperanza inmensa en la posibilidad de progreso de la Humanidad, una posibilidad que contemplaba, según propia confesión, de manera innegable al observar, por ejemplo, cómo algún nieto se asomaba a otros mundos gracias a internet. Abrumado por aquel raudal de optimismo, me dirigí a él recordando en hebreo una cita del profeta Amós y manifestando cierto escepticismo. Por supuesto, no lo moví un milímetro de sus posiciones. Agradeció que hubiera citado la Biblia, pero insistió en que había contemplado tantos cambios positivos a lo largo de su existencia que sólo le quedaba pensar en que los mayores males acaban concluyendo y que las potencialidades positivas son inmensas. Abandonamos aquella reunión – que se prolongó considerablemente – sorprendidos por su perspectiva y convencidos de que circulaba ya por otros caminos. Los medios de comunicación han aprovechado que el Jordán pasa por Tierra Santa para cargar contra los políticos palestinos por no haber seguido la política de paz de Isaac Rabin – asesinado por un nacionalista judío – y de Shimon Peres. No es que los palestinos hayan estado a la altura, pero la realidad es que Peres no logró ser elegido y que el siguiente presidente del gobierno fue Netanyahu. Cuando Ehud Barak lo sustituyó, lo que se ofreció a los palestinos en Camp David no fue sino una burla por más que la propaganda diga lo contrario. Con posterioridad, Netanyahu no ha dejado de arremeter contra cualquier intento de llegar a una paz medianamente justa mediante el expediente de continuar la política de unos asentamientos que son ilegales desde el punto de vista del derecho internacional. Ni el 11-S ni Hamás modifican un milímetro esa terrible realidad. A lo sumo son utilizados como excusa para abortar cualquier intento de paz, de un acuerdo de Oslo en el que Peres tuvo una enorme relevancia y que murió hace ya muchos años.



Peres ha emprendido ahora el camino que conduce a la Primera y Última Realidad y rememorando aquellas horas no puedo sino reconocer que estaba más cargado de razón de lo que, habitualmente, andan los que comentan las noticias cotidianas y aquellos que pretenden gestionar o ya dirigen los destinos de las naciones. Al final, el problema quizá no resida en las ideologías que pueden evolucionar en la buena dirección si observan con honradez la realidad. El drama está en aquellos a los que el sectarismo ciega para amputarlos del más elemental sentido común.











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Published on October 05, 2016 23:25

El águila y el quetzal

El año pasado, me embarqué en una nueva aventura de investigación histórica relacionada, esta vez, con Centroamérica. Deseaba sumergirme en su desarrollo histórico desde la llegada de los conquistadores españoles hace cinco siglos hasta la actualidad. La meta, por supuesto, práctica era poder comprender así su peculiar evolución, las razones de la misma y los posibles remedios a males que resultan seculares.

Aparte del análisis continuo y riguroso de las fuentes – que es lo que caracteriza a la labor historiográfica seria – mantuve numerosas conversaciones con gente que de manera reciente o incluso en la actualidad han participado en la Historia de Centroamérica y me desplacé por su territorio.



Durante meses, mantuve conversaciones con diplomáticos, políticos, antiguos guerrilleros, militares, clérigos, abogados, miembros del legislativo… fue un largo etcétera que me permitió reconstruir la peripecia más reciente de Centroamérica y contemplar su presente. Incluso me aportó datos de valor inestimable en relación con la actual política de Estados Unidos hacia Cuba, con la manera en que funcionan el congreso y el senado de manera cotidiana y con la articulación de la política exterior norteamericana. No todo ha quedado reflejado en este libro pero sí me ha proporcionado un océano de datos de clara utilidad para otras actividads.



El resultado final de mis meses de investigación ha sido El águila y el quetzal: Centroamérica de la Conquista al Plan de prosperidad del Triángulo norte. En sus páginas, se puede encontrar, primero, la creación de toda una cosmovisión hispano-católica que ha determinado su Historia hasta el día de hoy y que ha estado apartada de conceptos como la primacía de la ley, la cultura bíblica del trabajo, la división de poderes o la visión de la educación universal como un valor fundamental. En segundo lugar, describo cómo la emancipación de España no sólo no corrigió ese estado de cosas sino que lo mantuvo malogrando incluso el influjo de ideologías como el liberalismo. Al fin y a la postre, la cosmovisión original permaneció como un poderoso ADN y las reformas nunca alcanzaron su meta desembocando de una u otra manera en gobiernos dictatoriales que intentaban poner orden. En tercer lugar, me detengo en la manera en que Centroamérica se convirtió - de manera que podría haber sido evitada - en el último teatro de operaciones de la Guerra fría. Las últimas batallas de la política de bloques no se libraron en Berlín o Varsovia sino en los campos de Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Quiénes eran los malos no resultaba difícil de ver salvo para los ciegos – aunque a alguna mala hasta le otorgaron por sus mentiras un premio nobel – pero determinar quiénes eran los buenos resultó una tarea más difícil. En realidad, el águila norteamericana ha pesado enormemente en el desarrollo histórico de ese ave, el quetzal, que simboliza para mi la belleza y, a la vez, la fragilidad de la zona.



A día de hoy, Centroamérica sigue sumida en problemas que no se remiten a las últimas décadas sino a los últimos siglos. En ellos me detengo al final del libro apuntando a las situaciones aún irresueltas de Centroamérica, pero señalando el camino para solventarlas cuanto antes y de la mejor manera.



El mes que viene, Dios mediante, estaré en una de las naciones de Centroamérica para dar conferencias relacionadas con mi libro. Ustedes no tendrán que esperar tanto para conocer el contenido de El águila y el quetzal. Era obvio que ninguna editorial española publicaría el libro y desde el principio busqué un editor que asumiera el desafío. Gracias a Dios y a algún buen amigo di con él. No encontrarán el libro en un establecimiento español, pero sí en Amazon y a un precio muy moderado tanto en la versión en papel como en la electrónica. Abajo les dejo con los enlaces. Espero que disfruten de esas páginas fruto de los viajes, del análisis de las fuentes, de la investigación y de las entrevistas. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Aquí tienen el enlace en el Amazon español





www.amazon.es/El-águila-y-el-quetzal-ebook/dp/B01J4IMMDQ/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1475617878&sr=8-1&keywords=el+aguila+y+el+quetzal



Aquí tienen el enlace del Amazon estadounidense



http://www.amazon.com/águila-quetzal-Spanish-Cesar-Vidal/dp/6070735722/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1475617832&sr=1-1&keywords=el+aguila+y+el+quetzal

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Published on October 05, 2016 00:53

October 4, 2016

Con la resistencia venezolana

La semana pasada, mantuve una conversación con la resistencia ubicada en el interior de Venezuela que se difundió inmediatamente por las redes sociales. Aquí coloco el enlace para los que deseen escucharla. Hasta entonces, God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!

Y ésta es la grabación con la resistencia venezolana





https://soundcloud.com/venezuelahastalostuetanos/conversatorioescesarvidal-dr-cesar-vidalla-resistencia26092016

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Published on October 04, 2016 03:24

October 2, 2016

Corría el año… Gengis Kan

Para no pocos, la Historia de los imperios está relacionada sólo con Occidente y su llegada a los diferentes continentes. Quizá sea políticamente correcto pensarlo así, pero no pasa de constituir un disparate histórico.


Una de las pruebas de esa realidad es el imperio mogol iniciado por Gengis Kan, uno de los grandes conquistadores de la Historia, constructor de un imperio inmenso que llegaba de Extremo Oriente hasta Rusia. A ese episodio extraordinario, dedicamos uno de los programas de Corría el año… Aquí se lo dejo y espero que lo disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





http://www.dailymotion.com/video/xr0bw6_corria-el-ano-gengis-kan-03-11-08_news

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Published on October 02, 2016 23:49

October 1, 2016

Conclusión de Los Primeros Cristianos (I): Evolución histórica

LOS PRIMEROS CRISTIANOS:
CONCLUSIÓN (I): Evolución histórica


Tras estos meses de estudios continuados, debemos recapitular las conclusiones a las que hemos ido llegando. Las mismas afectan tres áreas concretas correspondientes a la evolución histórica, las características del movimiento y su influencia histórica final. Tras ellas, trazaremos algunas líneas esenciales destinadas a señalar las consecuencias de la desaparición del judeo-cristianismo como movimiento.



I. Evolución histórica



El judeo-cristianismo nació como una respuesta lógica y articulada a la creencia en la resurrección de Jesús y en una manifestación ya presente del Espíritu Santo que las fuentes conectan unánimemente con el día de Pentecostés. Contra lo que seguramente esperaron los personajes que ordenaron la ejecución de Jesús, el movimiento vertebrado en tomo al mismo no experimentó un rápido final. Por el contrario, sus seguidores se establecieron en buen número en Jerusalén, donde gozaron del suficiente predicamento como para obtener un cierto crecimiento entre la población y los visitantes. La dirección correspondía a un colegio de doce apóstoles cuyos portavoces fueron Pedro y Juan. Es posible que, como consecuencia de este crecimiento difícil de controlar y a impulsos de un entusiasmo pneumático, se optara por un régimen de comunidad de bienes que no era obligatorio ni total, que se limitaba a bienes de consumo y que no previó la necesidad de crear una línea ininterrumpida de bienes fungibles. Aunque se produjeron algunas presiones contra el colectivo emanadas fundamentalmente del alto clero, lo cierto es que, durante un período de unos tres años aproximadamente, el colectivo desarrolló su labor de captación en paz y los únicos problemas que afrontó en su seno —relacionados precisamente con la comunidad de bienes— parecen haber sido solucionados con relativa rapidez y eficacia. Este primer período concluyó con el martirio de Esteban, tras el cual se produjo una dispersión del movimiento hacia lugares más seguros, con la excepción de los Doce, que permanecieron en Jerusalén. El grupo de judeo-cristianos de educación más helenizada parece haber emigrado a diversos lugares, entre los que se contaban Chipre, Fenicia y Antioquía. Originalmente, se limitaron a predicar el nuevo mensaje a judíos de manera exclusiva.



La siguiente fase del movimiento, iniciada a los tres años aproximadamente de la muerte de Jesús, iba a revestir ya características diferentes. Para empezar, no volvemos a oír hablar del régimen de comunidad de bienes, que es muy posible que ya no existiera en esa época. Carente de una organización mínima —como en Qumrán o en movimientos monásticos posteriores—, parece haber desaparecido tras los primeros momentos de entusiasmo. Por otro lado, comenzó a producirse una expansión organizada del movimiento fuera del área de Jerusalén y Galilea, así como más allá de los límites judíos en lo que a las personas de sus adherentes se refiere. En la década de los treinta del siglo I, el judeo-cristianismo contaba ya con enclaves, estratégicos para una expansión ulterior, en Samaria (donde chocó con algunas manifestaciones de gnosticismo) y la llanura costera. En esa misma época, se produjo la entrada de los primeros gentiles en el movimiento. El impulso para tomar esa decisión parece haber sido una experiencia pneumática de Pedro, aunque no puede descartarse que el problema hubiera quedado ya planteado con la evangelización en Samaria. No sabemos los términos exactos de estas conversiones (¿se les exigió o no la circuncisión?, ¿debían guardar la Torah?), pero parece haberse tratado más de una excepción que de un plan general.



Con posterioridad, posiblemente, algunos judeo-cristianos de origen chipriota y cirenaico comenzaron en Antioquía a predicar también el mensaje a gentiles. La acción fue fiscalizada por la Iglesia de Jerusalén, que envió para inspeccionarla a Bernabé, pero no se opuso a tal acción e incluso la apoyó. Tal legitimación, que posiblemente contaba con el precedente petrino ya señalado, venía a sentar las bases para que el movimiento adquiriera un alcance universal y trascendiera de los límites del judaismo. La acción tuvo lugar un lustro, aproximadamente, después de la muerte de Jesús. Este período especialmente fructífero y caracterizado por actividades desarrolladas en un marco de paz experimentó su fin con la subida al poder de Herodes Agripa. Éste, ciertamente, dedicó toda su habilidad política a granjearse la popularidad entre sus súbditos y en el caso de los judíos parece haber contado con un éxito del que son buena prueba, entre otras, las fuentes talmúdicas. Por desgracia para el judeo-cristianismo, aquella búsqueda de popularidad del monarca tendría como una de sus consecuencias la persecución. En el curso de la misma, murió Santiago, el hijo de Zebedeo, y Pedro fue encarcelado. Este último consiguió escapar de la prisión, y Santiago, el hermano de Jesús, llamado el «Mesías», quedó a cargo de la comunidad jerosilimitana. Cuando se produjo la muerte de Herodes, los judeo-cristianos no pudieron evitar interpretarla como un castigo divino.



El inicio de la era de los procuradores romanos iba a alterar sustancialmente la situación de Palestina. Sobre un trasfondo de hambre, inestabilidad política y violencia, y quizá ligada al temor de antinomianismo gentil o de represalias judías, la aceptación de los gentiles en el seno del movimiento comenzó a ser revisada. Hasta entonces, no se les había exigido, que sepamos, ni la circuncisión ni tampoco el sometimiento a las normas de kashrut. No sólo eso. Los judeo-cristianos no tenían inconveniente en compartir la mesa con ellos. Tal postura era apoyada directamente por Pedro y Bernabé (a la vez que por Pablo), pero recibió un severo ataque procedente de algunos judeo-cristianos de Jerusalén que visitaron Antioquía. No sabemos con exactitud los argumentos que utilizaron —la conveniencia de no causar escándalo a los judíos, así como la necesidad de eliminar la posibilidad de antinomianismo entre los gentiles pudieron estar entre ellos—, pero lo cierto es que Pedro optó por una postura judaizante de distanciamiento de los gentiles que desmentía toda su trayectoria anterior. Con ello, el movimiento corría el riesgo de fosilizarse justo durante una época de nacionalismo judío y de crecimiento misionero entre los gentiles. No resulta, por lo tanto, extraño que Pablo se enfrentara públicamente con Pedro en Antioquía, insistiendo en que la salvación venía por la fe en Jesús y no por las obras de la Torah.



La cuestión no quedó zanjada en la disputa de Antioquía. De hecho, el malestar llegó a ser tal que, finalmente, los cristianos antioquenos enviaron una delegación a Jerusalén (en la que estaban Pablo y Bernabé) para solventar de manera definitiva el conflicto. Tal misión sería cumplida por una reunión jerosilimitana, presidida por Santiago, a la que se denomina convencionalmente «concilio de Jerusalén» (49 d. J.C.) y que no debe ser identificada con la descrita en Gálatas 2, 1-10. En el curso de esta reunión, Pedro abogó por no someter a los gentiles al yugo de la Torah, toda vez que resultaba obvio que la salvación era por la fe en Jesús y no por las obras y que ni siquiera los judíos se habían mostrado capaces a lo largo de los siglos de cumplir con la Torah. Finalmente, Santiago defendió la necesidad de permitir a los gentiles entrar en el Israel que creía en Jesús, señalando que, efectivamente, no debía imponérseles el cumplimiento de la Torah. Sin embargo, para evitar causar escándalo a los judíos, ordenó que los gentiles aceptaran la sumisión a ciertas normas levíticas relativas a los alimentos sacrificados a los ídolos y a los matrimonios consanguíneos, una normativa muy similar a los preceptos de la «ley noáquica» impuestos sobre los «temerosos de Dios» en el judaismo. De una vez por todas, el cristianismo se abría a los gentiles en un proceso que ya resultaría irreversible.



Desde entonces hasta el año 62 transcurrieron una docena de años que, si bien en el mundo gentil significaron el empuje progresivo de Pablo, precedido ya por algunos misioneros judeo-cristianos como Pedro y quizá Juan, en la tierra de Israel implicaron una tensión progresiva ocasionada por la política abusiva de los procuradores romanos. La situación de necesidad de muchos de los judeo-cristianos parece evidente a juzgar por la colecta que Pablo les entregó en mayo del año 57 d. J.C. También parece claro —si aceptamos la Epístola de Santiago como escrita en esta época— que el movimiento tuvo que saber mantener su postura pacifista frente a presiones de todo tipo.



En el año 62 d. J.C., Santiago, el hermano del Señor, era martirizado y, con ello, el judeo-cristianismo se vio privado de su personaje de mayor importancia en vísperas de la guerra con Roma. Elegido para sucederlo Simón, hijo de Cleofás y familiar de Jesús, es posible que fuera el encargado de salvar a la comunidad jerosilimitana de los efectos del conflicto que estalló en el año 66 d. J.C. Los judeo-cristianos de Jerusalén abandonaron la ciudad antes de su destrucción (posiblemente, tras la retirada de Cestio Galo) y se refugiaron en Pella, probablemente acogidos por cristianos de estirpe gentil. Otros judeo-cristianos, como el autor de Apocalipsis, optaron, sin embargo, por buscar refugio en Asia Menor. El final de la guerra con Roma no significó, no obstante, la paz para los judeo-cristianos establecidos en Israel. Como tuvimos ocasión de ver, la destrucción del Templo y la ruina moral que tal hecho acarreó al judaismo, provocó un intento de un ala de los fariseos por reconstruirlo de acuerdo con su especial punto de vista, un punto de vista que excluía, por definición, a aquellos que no lo compartían. Aplastados los zelotes en la guerra, desaparecidos también en ella los sectarios de Qumrán, privados de su principal baza los saduceos, una parte de los fariseos no tuvo especial dificultad en concluir su tarea de eliminación de adversarios ideológicos expulsando del seno del judaismo a los judeo-cristianos. Tal cometido fue llevado a cabo en un plazo de tiempo muy breve (quizá concluido ya a finales del siglo I d. J.C.) y se apoyó en la articulación de una serie de medidas eficaces. La primera, y más conocida, es labirkat ha-minim, incluida en el texto de la amidah o Shmoné Shré y consistente en una maldición dirigida contra los judeo-cristianos. Éstos o pronunciaban la maldición y apostataban de su fe en Jesús o se negaban a pronunciarla y eran expulsados de las sinagogas.



A esto se unió además un esfuerzo por releer las Escrituras de forma que privaran a los judeo-cristianos de argumentos apologéticos (v. g.: interpretando al Siervo de Isaías 53 como Israel y no como el Mesías); un conjunto de reformas litúrgicas dirigidas contra los minim; una relectura, quizá ya iniciada antes de la muerte de Jesús, de los datos históricos —en clave denigratoria— relativos a aquél y a los judeo-cristianos; una articulación de medidas disciplinarias contra los judeo-cristianos y, finalmente, el abandono progresivo de los targumes y de la traducción de los LXX. La mayoría de estos pasos fueron dados antes de que concluyera el siglo I d. J.C., aunque algunos no quedaran plasmados por escrito hasta un período posterior. Su conjunto consiguió, aunque no sin resistencia, la erradicación de los judeo-cristianos del seno del judaismo.



Hasta aquí llega el período histórico que abarca nuestro estudio, pero consideramos obligado hacer siquiera unas referencias breves al destino posterior del judeo-cristianismo. Tras la decisión de Jamnia, el judeo-cristianismo fue presa de tensiones internas que lo fraccionaron irreversiblemente. Mientras algunos (conocidos posteriormente como nazarenos) mantuvieron la ortodoxia cristológica de las primeras décadas, otros optaron por afirmar que Jesús había sido sólo un hombre (los ebionitas) quizá con la esperanza, totalmente frustrada, de volver a ser admitidos en el seno del judaismo. Parece ser que incluso entre estos últimos algunos estaban dispuestos a negar la mesianidad de Jesús. Finalmente, el gnosticismo acabó desgajando del seno del judeo-cristianismo a algunos de sus miembros.[1]



A las tensiones internas se unieron las externas. La revuelta de Bar Kojba proporcionó a los nacionalistas judíos, seguidores del nuevo mesías, una oportunidad excepcional para perseguir a los judeo-cristianos por razones religiosas. Justino había recogido esta noticia (I Apología 31), que se vio confirmada en 1952 al descubrirse en Murabba’at una carta en la que Bar Kojba ordena represalias contra los «galileos».[1] Sin embargo, la derrota de este falso mesías tampoco significó el descanso para los judeo-cristianos. Adriano profanó algunos de sus lugares sagrados de reunión[1] y los judeo- cristianos, nuevamente, tuvieron que abandonar Jerusalén. A partir de entonces, los obispos cristianos de Jerusalén comenzaron a ser gentiles y los judeo-cristianos regresaron a la ciudad sólo después de que Antonino Pío aboliera las medidas antisemitas promulgadas por Adriano (Meg. Taanit 12; Digesta de Modestino, 48, 8, 11).



Del siglo II al IV, las noticias que tenemos sobre los judeo-cristianos resultan cada vez más esporádicas y dejan de manifiesto que si los judíos habían dejado de considerarlos suyos, lo mismo sucedía con los cristianos. Su postura sobre la fecha de la celebración de la Pascua (Eusebio, HE, 5, 23, 5), contraria al sínodo de Cesarea —al que no asistieron o no fueron invitados— pero fiel a la tradición judeo-cristiana, debió de contribuir aún más a su aislamiento. Epifanio (Ancoratus 40), al mencionar los santos lugares en posesión de cristianos, pasó en silencio los relacionados con los judeo-cristianos. De hecho, cuando Constantino construyó las basílicas de Belén y Jerusalén no tuvo inconveniente en arrojar de estos enclaves a los judeo-cristianos para entregárselos a la Iglesia gentil. En cuanto a los concilios ecuménicos, como el de Nicea (325), no registraron la presencia de ningún obispo judeo-cristiano. Por otro lado, la disposición del canon I del sínodo de Antioquía (341) por la que se excomulgaba a los que se opusieran a los decretos de Nicea relacionados con la celebración de la Pascua debió de significar quizá el final de las relaciones de la Iglesia gentil con el judeo-cristianismo. Aquel sínodo decretó igualmente la deposición de aquellos obispos, presbíteros y diáconos que celebraran la pascua con judíos. No es de extrañar que Jerónimo, que llegó a conocerlos mientras estaba en Belén, los describiera como sumidos en un período de decadencia terminal y se permitiera incluso no considerarlos ni judíos ni cristianos. En adelante, separados de ambos cuerpos espirituales, llevarían una vida de desclasados que concluyó finalmente en algún punto indeterminado de la Historia antigua.[1]



CONTINUARÁ

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Published on October 01, 2016 23:47

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César Vidal
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