César Vidal's Blog, page 59
December 7, 2016
Pensando en el futuro de Cuba
En apariencia, el futuro se percibe rosado. O Raúl Castro va aflojando el dogal que oprime la isla desde hace casi seis décadas o volverán los tiempos del embargo como un merecido castigo. Sin embargo, la realidad es muy distinta. De hecho, no tengo el menor deseo de herir sensibilidades, pero esa política podría constituir un grave error. Aún iré más lejos: es justo lo que está esperando la Nomenklatura castrista. Si Estados Unidos da marcha atrás, La Habana no sólo conseguirá resucitar el espantajo de la lucha anti-imperialista más que repetido estos días en los bochornosos homenajes rendidos a Fidel Castro sino que además lo hará frente a un Donald Trump que ha ganado las elecciones en Estados Unidos, pero que concita enormes antipatías en todo el globo. Convertida de nuevo, por mor de la propaganda, en el David aguerrido que se enfrenta al Goliat yanqui, la dictadura recibiría ayuda no de Rusia que está más que escarmentada de sus experiencias previas con Cuba, pero sí de la Unión Europea y también, y de manera muy especial, de China. En un intento, por lo tanto, de repetir la política que ha fracasado durante más de medio siglo y que proporcionó a Castro la excusa para justificar las calamidades que perpetró, no sólo no se lograría dar un solo paso hacia el final de la tiranía caribeña sino que incluso se le abrirían las puertas para aguantar por tiempo indefinido. Me consta que el tema de Cuba es propenso a crispar los ánimos y es lógico que así resulte. Abandonar la patria querida, perder bienes y familia, separarse para siempre de amigos y lugares no son circunstancias que faciliten el nacimiento de sentimientos positivos. Sin embargo, aquí se trata de ser más prácticos que emocionales, más realistas que sentimentales. ¿Se desea el final de la dictadura o lo que se ansía es dar salida a la rabia acumulada? Si es lo segundo, regresar a la situación de décadas es ideal. Si, por el contrario, se trata de lo primero, la única salida es esperar con paciencia durante los próximos diez años. En siete u ocho, las empresas norteamericanas estarán en la isla haciendo negocios y estrechando todavía más los lazos entre las dos naciones. La Nomenklatura querrá ser Vietnam – saben que Cuba no puede ser China – y conservar una dictadura del partido comunista, pero con mejora de las condiciones de vida. No podrá conseguirlo porque la cercanía con Estados Unidos es enorme, porque ya hay millones de cubanos en este país y porque la economía ha quedado tan maltrecha a causa del régimen comunista que no puede soñar con lograr lo que han conseguido otros regímenes marxistas en Asia. Entonces la dictadura se cuarteará y, poco a poco, dará paso a un sistema democrático aunque, económicamente, dependa de los Estados Unidos más que Puerto Rico o que el Canadá. Podemos optar por esa vía que, a medio plazo, tendrá éxito o volver a transitar el camino fracasado del embargo para fortalecer la dictadura y dejar que China, el principal peligro para Estados Unidos, se instale a unas millas de la Florida. Que cada uno reflexione sobre lo que es mejor.
December 6, 2016
Para ser dictador de primera
1. Declárese defensor de pobres y oprimidos. Da lo mismo si luego entra usted en la lista Forbes de millonarios y el pueblo anda lampando. Proclámese su campeón y paladín y adelante con los faroles. 2. Afirme su antiamericanismo. Levantar la supuesta bandera de la lucha contra el imperialismo yanqui siempre rinde beneficios. Aunque se dedique a agredir a otras naciones en medio mundo, africanos, hispanoamericanos, no pocos asiáticos y, desde luego, la mayoría de los españoles lo venerarán como un referente indiscutible. 3. Prive al pueblo del fruto de su trabajo. Llevar a una sociedad a la prosperidad y dejarle en los bolsillos el dinero que ha ganado no suele ser agradecido, pero reducirlo a la pobreza sólo trae ventajas. De entrada, la gente se asusta ante la realidad cotidiana y anda tan apurada por llegar a fin de mes que se le quita la política de la cabeza. Si además se les quita el dinero poco a poco, la mayoría procurará no enterarse. 4. Ofrezca metas etéreas en lugar de realidades tangibles. Ni se le ocurra tratar los problemas reales de la colectividad. Por el contrario, martillee incansablemente con la idea de que la miseria está compensada por la educación y la sanidad. No importa que la primera sea un excremento dedicado únicamente al adoctrinamiento y que a la segunda se le muera la gente que espera. La propaganda se basta y se sobra para ocultar la realidad. 5. Domestique a los medios. Con que les envíe a un inspector de Hacienda o les corte la publicidad institucional, puede evitarse encarcelar o fusilar periodistas. A los cabezones siempre les puede obligar a abandonar el país o ayudarles a tener un accidente. 6. Déjese querer. Aunque lo que le digan le entre por un oído y le salga por otro, abrace a papas, a reyes, a lamas, a todo el mundo. Que nadie llegue a creer que no dialoga aunque su vida esté cuajada de muertes de aquellos que se han atrevido a alzar la voz. 7. Insista en su progresismo. Entendámonos: puede encarcelar a creyentes, homosexuales, miopes o a la gente más buena que pisa este planeta. Todo eso resultará secundario siempre que la propaganda deje negro sobre blanco que progresa en el sentido de la Historia sea éste el que sea. Actúe así y, aunque no se llame Castro, tras su muerte como tirano, todos lo llorarán desconsolados.
December 5, 2016
Corría el año… La hija de Brezhnev
Tampoco cabía engañarse en relación con otras cuestiones. El GULAG aunque ya no fuera el del pasado seguía existiendo, la libertad de expresión era impensable, Alexander Solzhenitsyn fue expulsado del territorio de la URSS porque encarcelar a un premio Nobel resultaba excesivo y la URSS inyectaba dinero a la dictadura castrista por valor del 30 por ciento del PIB cubano. Con todo, en esa época, eran millones los soviéticos que pensaban que su país era el mejor del mundo siquiera porque fenómenos como la droga, la delincuencia juvenil, la disolución de la familia o el racismo eran impensables. No sorprende que muchos pensaran que entre la libertad con esas plagas y la dictadura sin ellas era mejor la segunda y más cuando no existía el hambre desde hacía mucho tiempo y, por el contrario, el mínimo decoroso e indispensable estaba más que garantizado por la política soviética. La realidad, sin embargo, era más compleja.
En la URSS, por ejemplo, también existía la corrupción. Quizá no en las dimensiones que se daba en otras naciones, pero existía y esa corrupción corroía las bases del sistema. De hecho, cuando murió Brezhnev el sistema presentaba carencias notables que acabarían provocando su colapso especialmente después de que Estados Unidos decidiera utilizar al terrorismo islámico para arrastrar a la URSS a la invasión de Afganistán – las consecuencias de ese paso las seguimos padeciendo a día de hoy – y, sobre todo, después de que un mando del KGB conocido como Farewell decidió entregar a Occidente el listado de espías soviéticos que operaban en el exterior cegando el sistema de inteligencia. La URSS estaría muerta desde ese momento, pero ésa es otra historia. De momento, espero que disfruten de este Corría el año… que dedicamos a la hija de Brezhnev. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
http://www.dailymotion.com/video/xpq21i_corria-el-ano-la-hija-de-breznev_news
December 4, 2016
Pablo, el judio de Tarso (VI): El grupo de Jesus el Mesias (II): la enseñanza de Jesus
En las últimas décadas, se ha dado una enorme importancia el estudio sobre la autoconciencia de Jesús (¿qué pensaba Jesús de si mismo?) y sobre el significado que vio en su muerte. Lo cierto es que el elemento fundamental de la autoconciencia de Jesús fue su convicción de ser Hijo de Dios en un sentido que no podía ser compartido por nadie más y que no coincidía con visiones previas del tema (rey mesiánico, hombre justo, etc.) aunque pudiera también englobarlas. Su originalidad escandalosa al denominar a Dios como Abba (lit. papá) (Marcos 14, 36) no encuentra eco en el judaísmo hasta la Edad Media y viene a indicar una relación singular que se vio confirmada en el bautismo a manos de Juan el Bautista y en la Transfiguración. Arrancando de aquí podemos entender lo que pensaba Jesús de si mismo. Precisamente por ser el Hijo de Dios - y dar a tal título el contenido que le proporcionaba (Juan 5, 18) - Jesús es acusado en las fuentes talmúdicas de hacerse Dios. A partir de ahí también surge su constancia de que era el Mesías, pero no uno sino un mesías que se expresaba con las categorías teológicas propias del Hijo del hombre y del Siervo de YHVH. Como ya hemos señalado, esta conciencia de Jesús de ser el Hijo de Dios es admitida hoy en día por la mayoría de los historiadores aunque se discuta el contenido delimitado de la misma. Lo mismo cabría decir en cuanto a su mesianidad.
Como ya hemos indicado, Jesús esperaba evidentemente su muerte. Que el sentido que dio a ésta era plenamente expiatorio se desprende de las propias afirmaciones de Jesús acerca de su misión (Marcos 10, 45), así como del hecho de que se identificara con el siervo de YHVH (Isaías 52, 13 - 53, 12) cuya misión es llevar sobre si la carga de pecado de los descarriados y morir en su lugar de manera expiatoria. Es muy posible que su creencia en la propia resurrección arrancara asimismo del Canto del Siervo en Isaías 53 ya que, como se ha conservado el mismo en la Septuaginta y en el rollo de Isaías hallado en Qumrán, del Siervo se esperaba que resucitara después de haber muerto expiatoriamente. En cuanto a su anuncio de volver al final de los tiempos como Juez de la humanidad, cuenta con paralelos en la literatura judía que hace referencia al mesías que vendría, sería retirado por Dios de la tierra y volvería definitivamente a consumar su misión. A partir de estos datos seguros sobre la vida y la autoconciencia de Jesús podemos reconstruir las líneas maestras fundamentales de su enseñanza.
En primer lugar, su mensaje se centraba en la creencia en que todos los seres humanos se hallan en una situación de extravío o perdición (Lucas 15). Precisamente por ello, Jesús pronunciaba un llamado al arrepentimiento o conversión, dado que el Reino llegaba con él (Marcos 1, 14- 5). Esta conversión implicaba un cambio espiritual radical cuyas señales características aparecen recogidas en enseñanzas de Jesús como las contenidas en el Sermón del Monte (Mateo 5-7) y tendría como marco el Nuevo Pacto que había profetizado Jeremías y que se inauguraba con la muerte expiatoria del Mesías (Marcos 14, 12 ss y par.).
Según este mensaje, Dios venía en Jesús a buscar a los perdidos (Lucas 15), y éste daba su vida inocente como rescate por ellos (Marcos 10, 45), cumpliendo así su misión como Siervo de Yahveh. Todos podían ahora - independientemente de su presente o de su pasado - acogerse a la llamada. Esta implicaba reconocer que todos eran pecadores y que ninguno podía presentarse como justo ante Dios (Mateo 16, 23-35; Lucas 18, 9-14, etc.). Se abría entonces un periodo de la historia - de duración indeterminada - en el que la gente sería invitada a aceptar el mensaje de Buenas Nuevas del reino y en el que el Diablo se ocuparía de sembrar cizaña (Mateo 13, 1-30 y 36-43 y par.) para entorpecer la predicación del Evangelio. Durante esa fase, y pese a todas las asechanzas demoníacas, el reino seguiría creciendo desde sus insignificantes comienzos (Mateo 13, 31-3 y par.) y concluiría con el regreso del Mesías y el juicio final.
Frente al mensaje de Jesús, la única postura lógica consistía en aceptar el Reino (Mateo 13, 44-6; 8, 18-22) por muchas renuncias que eso implicara. No había posibilidad intermedia, “el que no estaba con él, estaba en su contra” (Mateo 12, 30 ss y par.) y el destino de los que lo hubieran rechazado, el final de los que no hubieran manifestado su fe en Jesús, no sería otro sino el castigo eterno, arrojados a las tinieblas externas, en medio de llanto y crujir de dientes, independientemente de su filiación religiosa (Mateo 8, 11-2 y par.).
A la luz de los datos históricos de que disponemos - y que no se limitan a las fuentes cristianas sino que incluyen otras abiertamente hostiles a Jesús y al movimiento derivado de él - se puede observar lo absolutamente insostenible de muchas de las versiones populares que sobre Jesús han circulado. Ni la que lo convierte en un revolucionario o en un dirigente político, ni la que hace de él un maestro de moral filantrópica que llamaba al amor universal y que contemplaba con benevolencia a todos los seres humanos (no digamos ya aquellas que lo convierten en un gurú oriental o en un extraterrestre) cuentan con base histórica firme. Jesús afirmó que tenía a Dios por Padre en un sentido que ningun ser humano podría atreverse a emular, que era el mesías, entendido éste como Hijo del hombre y Siervo de YHVH, que moriría expiatoriamente por los pecados humanos y que, frente a esa muestra del amor de Dios, sólo cabía la aceptación encarnada en la conversión o el rechazo que desembocaría en la ruina eterna.
Las pretensiones de Jesús – nunca se repetirá bastante – eran inmensas e incomparables con las de cualquier judío. Su muerte – vergonzosa por partida doble ya que había sido decretada por las autoridades del Templo y ejecutada por manos de gentiles, amén de realizada de una manera que implicaba la maldición ritual – debía haber significado el final de todo el episodio. En las primeras horas, en los primeros días, así pareció. De hecho, los discípulos desaparecieron aterrados ante la posibilidad de que el terrible destino de su maestro se pudiera extender hasta ellos. Y entonces, precisamente entonces, un hecho concreto llevó a sus discípulos a pensar que Jesús no había fracasado, sino que era quién decía ser.
CONTINUARÁ
December 3, 2016
¿De qué color es la piel de Dios?
Sin embargo, Viva la gente entonaba también otra canción que a mi me impresionaba más que la alegre cantinela. Se trataba de una que preguntaba, retóricamente, claro está, de qué color era la piel de Dios. La respuesta era que Dios era multicolor porque todos son iguales a Sus ojos. Viva la gente estaba relacionada con el movimiento del rearme moral muy influido por una teología protestante dedicada a inculcar valores de relevancia en la sociedad antes de que esa sociedad se colapsara. Es lógico, pues, el tema de la canción ya que el Nuevo Testamento es totalmente claro a la hora de señalar que en el mesías Jesús no hay diferencias raciales, ni sociales ni sexuales sino que aquellos que han aceptado por fe la salvación que está en el mesías Jesús deben superarlas y vivir armónicamente (Gálatas 3: 24-9). Me consta que esa realidad no ha existido a lo largo de la Historia. Si los sioux se conocían a si mismos como los “seres humanos” porque los otros no lo eran, no es menos cierto que buena parte del judaísmo contempló siempre con hostilidad a los gentiles a los que no pintaba precisamente en términos amables en el Talmud. Por supuesto, también ha estado ausente de confesiones cristianas que no sólo impulsaban el antisemitismo sino que además contaban con estatutos de limpieza de sangre que excluían a los que tenían una gota de sangre mora, judía, india o negra. Pero la realidad es que, les guste o no, Dios no tiene piel y caso de tenerla, sería multiforme porque no juzga a la gente por su raza ni hace acepción de personas (Romanos 2: 11). A decir verdad, aquellos que han sido lavados por la sangre del mesías pertenecen a toda raza, pueblo y nación (Apocalipsis 7: 9). La canción lo expresaba de manera sencilla y hermosa, como la historia de un padre que enseña a su hijo. Espero que la disfruten esta mañana de sábado. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí está la versión en español de la canción…
www.youtube.com/watch?v=oF22Av34Q-w
Y está en la versión original en inglés
December 2, 2016
Los profetas: Zacarías (I): las tres primeras visiones (c. 1- 3)
Incluso da la sensación – sin duda, peculiar - de que Zacarías comenzó a hablar precisamente cuando terminó de hacerlo Hageo. Éste tuvo su última visión el día 21, del mes séptimo del año segundo de Darío; Zacarías comenzó a hablar en el mes octavo del mes segundo. De manera bien reveladora, el mensaje inicial de Zacarías es un anuncio clásico: Volveos, es decir, arrepentíos, convertíos. El problema es, a fin de cuentas, no que Dios haya dado la espalda a los hombres sino que los hombres han dado la espalda a Dios y tienen que volverse a El (1: 3).
En no escasa medida, la Historia es un llamamiento continuo de Dios hacia gentes que se niegan a escucharlo a El y a Sus siervos, los profetas (1: 4). Al no escuchar, se pierden generaciones enteras incluidos los profetas (1: 5) y lo único que queda es reflexionar sobre la generación malograda (1: 6). Ese mensaje de enorme trascendencia – a fin de cuentas, es una constante en la Historia del género humano – se va a desgranar en una serie de visiones. La primera (1: 7-21) tuvo lugar tres meses después y presentaba un mensaje explícito: en un tiempo, las naciones arrasaron Jerusalén y creyeron obtener la paz con el dolor y la sangre. Pero una cosa es lo que piensan las naciones y otra muy distinta lo que acaba aconteciendo. Jerusalén sería restaurada (1: 14-7) y contemplaría el espectáculo de las naciones castigadas (1: 18-21).
La segunda visión (2: 1-9) implica, de manera que suele pasar desapercibida, un salto cualitativo. Jerusalén será restaurada y, precisamente por esa posibilidad, no deberían permanecer los judíos en Babilonia como, de hecho, hicieron en un elevadísimo porcentaje. Sin embargo, el momento esencial del futuro no sería ése sino aquel en que el propio Dios viniera a morar en medio de Su pueblo (2: 10). Entonces la luz que había estado limitada a Israel se extendería a mucha gente de las naciones y se formaría un pueblo en el que estarían juntos judíos y gentiles y en medio del cual moraría el mismo Dios (2: 11). Obviamente, semejante anuncio causaría las protestas de un pueblo judío exclusivista que siempre había pensado en términos de “nosotros” y “ellos”, de “judíos” y “goyim”, de “nosotros somos Tu pueblo” y “ellos son los paganos dignos de exterminio”. Pero ante ese plan de Dios, sólo cabía callar porque Dios se pondría en pie para llevarlo a cabo (2: 13). No constituye exageración alguna el indicar que lo que anuncia esta visión es inmenso y, desde la perspectiva del Nuevo Testamento, resulta sobrecogedor. YHVH, efectivamente, vino a morar en medio de Su pueblo haciéndose carne (Juan 1: 14) y atrajo hacia El un pueblo formado por judíos y gentiles (Efesios 2: 8-16) o, si se prefiere el símil de Pablo, un olivo-Israel del que quedaron desgajados los que no creyeron en Jesús el mesías y fueron injertados los gentiles que sí lo hicieron (Romanos 11: 1-31). A aquellos judíos les preocupaba su presente y su templo. Sin embargo, la visión de Zacarías apuntaba a un futuro muchísimo más trascendente y cargado de significado no sólo para los judíos sino para todo el género humano.
La tercera visión incidiría en esa perspectiva mucho más profunda que la que embargaba los pensamientos de la mayoría de los paisanos de Zacarías. En ella, el profeta contempló a Josué el sumo sacerdote que se encontraba en la presencia de Dios. En esa situación, Satanás cumplía con su misión principal que no es otra que la de acusar y condenar. No necesitaba inventar nada. Bastaba con que señalara al pecado – la ropa sucia – que cubría a Josué (3: 1-3). La intervención de Dios en medio de tan sobrecogedora situación no consistía en negar la realidad, ni en aceptar algún pago de Josué para limpiarlo ni considerar alguna ceremonia que pudiera exonerarlo de culpas reales. No, la acción de Dios era por pura gracia, realmente gratuita, y consistía en quitar la suciedad del pecado y sustituirla por vestiduras limpias (3: 4-5). Ese inicio operado tan sólo por la gracia de Dios implicaba el inicio de una nueva vida que podía estar llena de bendiciones (3: 7). Pero - ¡una vez más! – aquella visión iba más allá de lo que se podía ver a primera vista. En realidad, apuntaba al mesías – mi siervo el Renuevo – un mesías que, de manera no descrita aquí, pero sí en otros profetas, quitaría el pecado de la tierra y además realizaría esa obra en un día (3: 9). Es precisamente esa labor de quitar el pecado la base para el cumplimiento de promesas que tendrían una proyección de paz y prosperidad (3: 10).
Una vez más lo señalado por Zacarías resulta sobrecogedor. No pocos judíos esperaban de la restauración del Templo la plenitud de la vida espiritual. ¡Inmenso error! El propio sumo sacerdote Josué no pasaba de ser un pecador al que Satanás acusaba cargado de razón. Salir de esa situación nunca vendría de un plan de restauración nacional, de una agenda “sionista”, de un fortalecimiento de las instituciones nacionales con repercusiones políticas. No. Ése no era el camino y, de hecho, de nada, absolutamente de nada sirve, a la hora de enfrentarse con el gran problema humano que es el pecado. Sin embargo, existe una posibilidad de escapar de esa dialéctica diabólica – nunca mejor dicho – y es la de percatarse de que la esperanza de la Historia reside en el mesías que, en la época de Zacarías, todavía estaba por venir. Este mesías acabaría con el pecado en un día y además tendría la capacidad de arrancar los ropajes espirituales sucios y sustituirlos por otros limpios. Ese mesías implicaría la consumación de la Historia.
Una vez más, el Nuevo Testamento arroja una luz inmensa sobre esa visión. Es el mesías Jesús que murió una vez por todas el que se ofreció como único sacrificio expiatorio y completo por el pecado, un sacrificio que se realizó una vez y que no se repite, como por ejemplo, afirma la teología católica, en cada misa sino que fue una vez y para siempre (Hebreos 7: 27; 10: 7-14). Precisamente, por ello los que hubieran aceptado a través de la fe ese sacrificio serían descritos como los que habrían lavado sus ropas en la sangre del Cordero (Apocalipsis 7: 14). Sobre esa acción eficaz a día de hoy, es sobre la que se sustentarían futuras profecías de paz y sosiego y no sobre la fuerza militar de los judíos o sobre sus ansias de prosperidad.
Estas tres primeras profecías de Zacarías resultan de una trascendencia sobrecogedora y extraordinariamente práctica. Para muchos de nosotros, lo preocupante es lo actual, lo cotidiano, lo de cada día. Nos angustia la subida del desempleo, el empobrecimiento de nuestra sociedad, nuestra creciente inseguridad. A lo sumo, levantamos la mirada para ver algo de la situación internacional, pero siempre en conexión a nuestra ansiedad. Zacarías no niega que todo eso tenga relevancia – de hecho, la tiene - pero insiste en que la dimensión que realmente nos afecta está muy por encima. De entrada, el aspecto fundamental de la misma es si vamos a vivir como una generación que ha comprendido lo que es auténticamente importante y que, por tanto, se convertirá a Dios o, por el contrario, será una generación que seguirá dándole la espalda como nuestros antepasados y continuará cosechando los frutos más amargos. Porque no podemos caer en la falsa confianza de pensar que los profetas estarán continuamente advirtiendo. Los profetas arrojan luz, pero, generalmente, es por un tiempo antes de ser encarcelados, muertos o enviados al exilio. De nada nos sirve su luminosidad, más o menos prolongada, si no hacemos caso de sus anuncios. Por lo tanto, la primera cuestión relevante es: ¿te volverás a Dios o no? ¿repetirás los errores de las anteriores generaciones o no?
Pero lo que señala a continuación Zacarías es más relevante si cabe. Pensar en Israel no es dejarse enredar por su política más o menos acertada o por sus acciones más o menos justas. Mucho menos todavía defender todo lo que haga sea bueno o malo. Pensar en Israel como Dios piensa es recordar que en un momento de la Historia, el mismo Dios se paseó por las calles de Jerusalén y lo hizo para que Su pueblo no estuviera formado sólo por los descendientes en la carne de su amigo Abraham sino por aquellos que creyeran en Su mesías fueran judíos o gentiles. La segunda cuestión por lo tanto es: ¿cuál es tu relación con ese Dios que se encarnó y caminó por las calles de Jerusalén? ¿Es eso central para ti o, por ejemplo, te preocupa más la titularidad jurídica de la ciudad?
Finalmente, se plantea una cuestión no menos relevante. El que cree que la solución de sus problemas espirituales está en un sumo sacerdote o en unas instituciones religiosas o en determinados ritos no sabe nada o, mejor dicho, sabe poco y mal. Incluso la punta de la pirámide de la institución religiosa es ocupada por alguien pecador al que el mismísimo Diablo acusaría con toda justicia. Al final, para que sea limpio de pecado no puede confiar más que en un Dios que actúa por pura gracia y así lo hace porque en Sus propósitos decidió acabar en un solo día con el pecado a través de Su mesías. La grandeza de la Historia no se halla ni se hallará es un estado de Israel fuerte y nuclearizado ni en una jerarquía eclesial que se atribuye un poder para perdonar pecados que sólo tiene Dios ni en otras alternativas. La Historia encuentra su sentido en un mesías que se ofreció como sacrificio expiatorio una vez y para siempre abriendo el camino de salvación al género humano y dando base para una consumación de la Historia que jamás será alcanzada por nuestros medios. La pregunta de nuevo es directa y contundente: ¿espiritualmente eres un ser cubierto por tu propia inmundicia espiritual o, por el contrario, tus vestiduras son limpias porque han sido lavadas por la sangre del mesías que en un día, de acuerdo al plan de Dios, se ofreció para quitar el pecado? Éstas son cuestiones realmente relevantes. Las otras son flor de días.
CONTINUARÁ
December 1, 2016
Reencuentro con Antoine Doinel
Me gustó cuando la vi en mi infancia por televisión, pero me quedé con la duda de si me resultaría siquiera pasable a estas alturas. La verdad es que no ha envejecido quizá porque ha sabido mantener muy bien la imagen de lo que eran aquellos años. Eran bien diferentes de los actuales y la prueba es, por ejemplo, la cantidad de sopapos que podían dar los educadores a los educandos como la cosa más normal del mundo por no hablar ya de las relaciones entre padres e hijos. También es cierto que los primeros controlaban las aulas y los segundos tenían multitud de resortes para afirmar su autoridad lo que no es el caso ahora. Rodada en blanco y negro, esa sensación de reportaje de la época se acentua aún más. He descubierto también que una de las secuencias más importantes, la de Antoine con la psicóloga de la escuela militar, fue ridículamente cambiada por la censura franquista. Vamos que lo que dice la criatura se parece como un huevo a una castaña a lo que oímos, pero es que el adulterio, el aborto y las relaciones sexuales de un adolescente eran temas poco gratos para la época. También cortaron media docena de escenas que ahora no parecen de especial relevancia, pero que en los sesenta debieron verse como intolerables. No me atrevería a decir que se trate de una obra maestra, pero sigue siendo una cinta muy digna y sobre todo permite ver lo que eran los años cincuenta y finales de los sesenta.
Después de Los cuatrocientos… Truffaut rodó un mediometraje – Antoine et Colette o El amor a los veinte años - con el mismo personaje de Antoine Doinel donde vuelve a aparecer solo, adolescente y deseando enamorarse. No estoy seguro de que la película se llegara a estrenar en España y, desde luego, en el DVD sólo está en versión francesa. Yo no la conocía. Se deja ver – poco más de media hora – y tiene como cosa curiosa una banda sonora extraordinaria formada por piezas de música clásica ya que Doinel trabaja en una fábrica de discos. Por cierto, aparece cómo se elaboraban los vinilos y resulta más que llamativo.
La siguiente película de la saga es Besos robados. A mi me parece que, sin ser una gran película, es deliciosa seguramente porque Antoine, a pesar de tener ya veintitantos años, continúa siendo el mismo personaje inexperimentado, despistado e inocente de las entregas anteriores. A decir verdad, la película comunica una mezcla de ternura y pulsión sexual propia de los varones de esa edad que, visto lo que aparece ahora en las pantallas, casi conmueve. La música es muy bella y, lejos de comunicar tristeza, infunde una alegría juvenil. Por cierto, los subtítulos de la canción principal están muy mal traducidos.
La cuarta entrega es, a mi juicio, la más floja. Domicilio conyugal nos lleva a un Doinel casado que tiene un hijo, que no es del todo feliz, que sigue siendo un inmaduro y que se acaba cargando su matrimonio. A pesar de todo, la película no es amarga y se deja ver. A muchos les parecerá, desde luego, que cuenta su historia o la de su vecino.
Todo concluye con El amor en fuga. Comienza con la comparecencia ante el juez de Antoine y su esposa para divorciarse. Pero van apareciendo otros personajes de las cuatro películas anteriores – incluida la Colette del mediometraje - y las escenas repetidas de esas cintas son continuas, quizá incluso un poco reiterativas. Aunque no está a la altura deLos cuatrocientos… ni tampoco de Besos robados constituye un cierre adecuado para toda la serie. A pesar de los errores en la vida, de los fracasos sentimentales, de las frustraciones, de las metas inalcanzadas… ¡ah! existe lugar para la esperanza y además ésta se sustenta en el amor que, por supuesto, sigue apareciendo. Sencilla y sin pretensiones, la película acaba bien, con un toque de ternura e incluso de misterio propio de los folletines. Pero lo hace de manera natural, grata, que deja un buen sabor de boca. No es Doctor Zhivago ni Lo que el viento se llevó ni Matar a un ruiseñor, pero resulta un cine amable, simpático y tierno sin excesos ni pretensiones. La verdad es que estoy encantado de haber vuelto a ver las películas que conocía y de conocer las que no había contemplado. Me pregunto, sin embargo, si la vida de los que vivieron sus cuatrocientos golpes particulares ha terminado como en El amor en fuga y la verdad es que tengo enormes dudas.
November 29, 2016
La Historia sí lo absolverá
Creo que el relato de Montaner era impecable y lo suscribo totalmente. A decir verdad, si acaso lo único que podría es aducir más razones para esa condena, una condena que los amantes de la libertad, los demócratas reales y los enemigos del totalitarismo llevan formulando desde hace décadas. Sin embargo, aún coincidiendo totalmente con las razones, soy mucho menos optimista en lo que a la condena histórica de Castro se refiere. Aún a conciencia del dolor que puede provocar mi afirmación, estoy personalmente convencido de que la Historia absolverá a Fidel Castro en la mayor parte del globo.
En primer lugar, no lo condenarán sino que le aplicarán todo tipo de atenuantes absolutorios los dirigentes, ideólogos, medios, partidos y gobiernos ubicados en la izquierda. Las razones son diversas, pero innegables. Para millones de personas de izquierdas – especialmente dirigentes – Fidel es el personaje que hubieran querido ser. Hubieran ansiado también tener a sus pies a una sociedad entera a la que moldear como si fuera barro y a la que someter a su antojo a experimentos sociales. La mayoría no ha podido hacerlo más que en una medida muy limitada en comparación con Castro. Esa circunstancia incluye, por supuesto, a aquellos que lo tomaron como referente desde Chávez a Morales pasando por Correa y Ortega. Incluso personajes distanciados de ese totalitarismo e insertos en una izquierda más templada como Mugica, Kirshner y Lula Da Silva lo contemplaron con simpatía. Y se trata de un fenómeno no limitado a América. También ha sucedido, sucede y sucederá al otro lado del Atlántico donde en España, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Gaspar Llamazares o Pablo Iglesias, por citar sólo algunos, lo vieron con simpatía. Es el caso también del actual presidente francés François Hollande.
Por supuesto, los datos en contra no los disuadirán para dictar una sentencia condenatoria. Esa izquierda desde Suecia a Cádiz o de Chichuahua – o Nueva York – a la Patagonia lo absolverá siquiera porque cree que existen atenuantes para una pavorosa dictadura por sus supuestos logros en áreas como la sanidad, la educación o el enfrentamiento con los Estados Unidos. Este último factor es causa añadida de condena en esta tierra que nos ha acogido a tantos exiliados, pero no sucede lo mismo en buena parte de las naciones situadas al sur del río Grande. Fidel Castro ha sido, es y será para millones de hispanoamericanos quien hubieran deseado ser. Los motivos serían, entre otros, que se enfrentó con Estados Unidos y, a pesar de la disparidad de medios, no fue derrotado y que contó con una proyección internacional totalmente desproporcionada para la nación que oprimía. A decir verdad, hay que decir que Fidel emergió como vencedor de un contencioso que ha durado más de medio siglo. Sólo él escapó de perecer en algún intento de asesinato, en una invasión armada o en un golpe interno. Sólo él. De hecho, no sólo ha muerto en la cama sino que Estados Unidos ha acabado reconociendo que el embargo no le había permitido vencerlo y que lo mejor era llegar a un acuerdo con él. Eso, a pesar de la más que justificada animadversión de los exiliados cubanos en Estados Unidos. Todos esos hispanoamericanos que lo ven como el David imbatido que se enfrentó con el Goliat gringo no lo condenarán. Por el contrario, lo admirarán por generaciones porque, a diferencia de Sandino y Árbenz, de Torrijos e incluso del Che, él sí derrotó a la primera potencia mundial llevándola a reconocer públicamente su derrota. Esos lo absolverán también y lo harán con todos los pronunciamientos favorables.
Al comportarse de manera tan poco justa y racional, esos millones de hispanoamericanos serán como un espejo de una porción de la población de España que me atrevo a considerar mayoritaria. Con la excepción de Aznar que intentó en serio cercar a la dictadura y ayudó a los disidentes, todos los gobiernos de la democracia han sido extraordinariamente benévolos con Castro. De hecho, con Rodríguez Zapatero y Rajoy incluso llegaron a convertirse en abogados de la dictadura cubana ante la Unión europea logrando que se aprobaran distintas medidas en favor de la tiranía caribeña. No ha sido un deterioro moral de los últimos años. Adolfo Suárez contemplaba con simpatía a Castro y Manuel Fraga se entrevistó con él siempre de manera calurosa ofreciéndole incluso su colaboración. Hay quien dice que Fraga incluso aprovechó esa cercanía para iniciarse en la santería de la mano de Castro. Puede que sea un rumor, pero lo que es una realidad es que al gallego le fascinaba Fidel. No son excepciones. Repárese en que, nada más conocerse su muerte, un número considerable de españoles acudió a la embajada de Cuba en Madrid para expresar sus condolencias y allí se enfrentó con los exiliados cubanos que habían ido a protestar contra el dictador. Repásense los programas de televisión relacionados con el fallecimiento de Castro y se verá que difícilmente han podido ser más elogiosos con el dictador y más comprensivos con sus atrocidades. En los medios españoles, ha sido más excepción que regla las piezas críticas – no digamos ya condenatorias - con Fidel. La mayoría de los españoles – lo digo con profundo dolor y vergüenza ajena – lo absolverá siquiera porque se enfrentó con Estados Unidos, hablaba español y era hijo de un emigrante gallego.
Todos los citados no completan la lista. En África, Fidel continuará siendo por generaciones el ídolo que combatió contra el régimen suráfricano delapartheid mientras que lo mantenían gobiernos democráticos como los de Reino Unido, Israel o Estados Unidos. Nunca olvidarán que, precisamente, cuando Fidel Castro asestaba al régimen surafricano una derrota militar que les impediría prolongar el apartheid y sería el principio de su fin, Ronald Reagan seguía encastillado en su decisión de no sancionar a un gobierno al que consideraba clave para enfrentarse al comunismo. No sólo Nelson Mandela – con su enorme peso moral - repitió vez tras vez su admiración y su gratitud hacia Castro sino que la recepción que le brindó el parlamento democrático de Suráfrica cuando lo visitó Fidel fue digna de un dirigente espiritual como el papa o el Dalai lama. La práctica totalidad de las naciones africanas absolverá a Castro en la firme convicción de que fue un aliado encarnizado en la lucha contra el colonialismo, el imperalismo y el racismo. Todos ellos también lo absolverán.
No lo condenarán, desde luego, las dictaduras comunistas que se han abierto al capitalismo como es el caso de China o de Vietnam. Es cierto que a Fidel lo vieron como a un intransigente incapaz de evolucionar con un mínimo de inteligencia. No es menos verdad que son más críticos que todos los anteriores porque han contemplado al cubano como un ser lo bastante bruto como para no tener el talento suficiente como para cambiar todo para que todo siga igual. Sin embargo, a pesar de esa mirada por encima del hombro, chinos y vietnamitas no han dejado de verlo también como un camarada que luchó antaño en la gloriosa lid contra el imperialismo. La excepción es una Rusia que ya no es comunista y que gastó en Cuba más de ocho veces lo que Estados Unidos empleó en todas las naciones del Plan Marshall. Moscú no va a olvidar jamás lo caro que le costó la aventura cubana, un resquemor que llega hasta el día de hoy cuando el embajador ruso en La Habana recomendaba hace unas semanas que no se vendiera más petróleo a Cuba porque no existe garantía de que no vuelva a protagonizar un costoso y cuantioso impago.
Pero a Fidel no lo absolverán sólo sus hermanos ideológicos, los nostálgicos de la izquierda revolucionaria, las dictaduras comunistas convertidas en capitalistas, las naciones africanas, la mayor parte de los españoles o los que aborrecen a Estados Unidos en cualquier parte del globo, pero, muy especialmente, en Hispanoamérica. También lo absolverá el papa Francisco y, de hecho, ya lo hizo cuando todavía era obispo y, en su prólogo a un libro sobre la vista de Juan Pablo II a Cuba, cargó la culpa de todos los males de Cuba sobre el “bloqueo” de los Estados Unidos repitiendo los aspectos más vergonzosos de la propaganda castrista. Lo mismo harán incluso no pocos miembros de la derecha subyugados por alguien que pudo mantenerse en el poder de manera ininterrumpida durante medio siglo. Desde luego, no lo condenará el colombiano Santos que ha impulsado un acuerdo con los narcoterroristas de las FARC fraguado en La Habana. Tampoco será el único en adoptar ese rumbo. El antiguo ministro de Asuntos exteriores de Mariano Rajoy, José María Margallo – el lector de esta tribuna sabe que no se encuentra ni de lejos entre los personajes de los que tengo una opinión mínimamente positiva - defendió el pasado sábado, día del fallecimiento del dictador, la figura de Castro y su política de perdonar la deuda de Cuba con España. Precisamente en ese programa de la Sexta, una cadena de televisión española, en que el sesgo pro-castrista resultó más que evidente, el antiguo ministro Margallo se permitió incluso citar a un cardenal que lamentaba que lo que había hecho Fidel no lo hubiera hecho la democracia cristiana, precisamente el movimiento al que él pertenece desde hace décadas. Resultaba bien revelador, pero no sorprendente por que ese sector de la iglesia católica y de la derecha también absolverán a Fidel Castro.
Eche, pues, cuentas el lector y podrá colegir con facilidad que, en términos demográficos, el jurado de los habitantes de este planeta no va a condenar a un dictador que sembró la sangre y la miseria a lo largo de décadas. Más bien lo absolverá con todos los pronunciamientos favorables. Y es que, al fin y a la postre, la Historia desgraciadamente no es una ciencia como las matemáticas o la física. A decir verdad, constituye no pocas veces un instrumento de propaganda y lucha política cuando no de intereses, ajuste de cuentas, de envidias y de rencores. Ese relato histórico internacionalmente no lo domina - ni siquiera contrapesa – el discurso de los que aman la libertad. Por el contrario, es evidente que es minoritario en editoriales, en universidades y en medios del globo. Se trata de una circunstancia que exige una reacción sólida y constante porque, precisamente por todo ello, aunque sea injusto e incluso asqueroso, un sector más que amplio de la Historia sí absolverá a Fidel Castro.
November 28, 2016
Miami era una fiesta
Ya a las tres de la mañana, sin convocatoria previa, sin sms, sin emisoras de radio convocando los cubanos se lanzaron a la calle para festejar la desaparición del tirano. Como era de esperar, el Versalles, local histórico de la gastronomía y del exilio cubanos, reunió en sus alrededores a centenares de exiliados que gritaban, cantaban, saltaban y mostraban los carteles más diversos. Por ejemplo, el que indicaba a Satanás que iba a recibir a Fidel y que debía atormentarlo todo lo que se merecía. Era una opinión porque ya circulaba por wassapp un aviso que afirmaba “Tenemos problemas con Lucifer, lo quiere enviar de regreso, panickeado (sic) de la q puede montar en el infierno”. Con todo, quizá la mejor referencia cómica era aquella que, junto a una foto del Fidel joven, aparecía la siguiente afirmación: “Toda la vida luchando contra el capitalismo y morirme en Black Friday… tiene cojones”. Pero junto a las manifestaciones de alegría que han cortado arterias esenciales de Miami como la calle 40 o la famosa 8, no faltaban las lágrimas. Eran los que recordaban a abuelos, a padres, a hermanos que murieron antes de presenciar el momento de la muerte del hombre que arruinó sus vidas obligándolos a abandonar la tierra donde vieron la primera luz. Las aglomeraciones eran continuas, espontáneas, alegres en torno a los locales de comida cubana pertenecientes a la cadena de La carreta, en el Downtown, en la bakery pegada al Winn Dixie de la 67 avenida, en todas partes. Porque no se trataba de partes de la ciudad como la Pequeña Habana – nombre bien revelador - o de Hialeah, dos de los reductos fundamentales de una población cubana que significa la mitad de los habitantes de Miami. Se trataba, en realidad, de toda la ciudad. A los cubanos, se sumaban los venezolanos que esperaban, por alguna forma de magia simpática, que el ángel de la muerte visitara también a Maduro o los bolivianos que ansiaban que sucediera lo mismo con Evo Morales. Tan sólo algunos lamentaban que Fidel Castro pareciera haber retrasado su fallecimiento hasta el momento en que el presidente Santos, traicionando los resultados del referéndum popular, volvía a sellar con los narcoterroristas de las FARC un acuerdo fraguado en Cuba.
Con todo, sobre el cielo rutilante del entusiasmo que ya brillaba en Miami antes de que amaneciera no han faltado las nubes de la inquietud. Son muchos los que gritan pidiendo que Donald Trump aproveche la situación para ajustarle las cuentas a la dictadura cubana. No son menos los que consideran que es una acción que les debe el presidente electo después de que los votos exiliados fueran clave para su victoria en la Florida. Incluso no faltan los que exigen ahora la muerte de Raul para acabar con la pesadilla Castro porque se temen que lo que venga sea una sucesión familiar en la que al dúo siniestro de los hermanos lo sustituyan hijos y sobrinos. Sin embargo, la realidad no es tan halagüeña e incluso en un día de gozo como el de hoy no son pocos los que se percatan de ello. Recuerdan que Bush no cumplió con sus promesas de apretar más el dogal a la tiranía caribeña y se temen que Trump no revierta un sendero que se abrió gracias a las gestiones del papa Francisco ante el presidente Obama. Piensan en lo que puede pasar en una isla donde la gente hoy calla más que otros días en el temor de que el menor gesto pueda costar un arresto y quién sabe si algo peor. Intuyen – aunque se trata de un tema tabú – que puede acabar derogada la ley de ajuste cubano que otorga a esa inmigración privilegios incomparables como el de recibir el asilo nada más poner la planta del pie en territorio de Estados Unidos o el de contar con la residencia a las pocas semanas de solicitarla. Fidel ha muerto y para más de dos millones de cubanos que siguen recorriendo ahora las calles de Miami como si les hubiera tocado el gordo de Navidad sólo parece haber motivos de gratitud hacia el Todopoderoso como si de una prolongación del día de acción de gracias se tratara. Sin embargo, las preguntas inquietantes se acumulan y resulta punzantemente doloroso intentar responderlas. Así es porque mientras los comunistas de Cuba sueñan con perpetuarse en el poder gracias a la adopción del modelo no chino sino vietnamita, posiblemente los días dorados del exilio se están acercando a su fin entre el aplauso del resto de los hispanos que consideran que los privilegios disfrutados por los cubanos resultan intolerables. Hoy, es día de ron, de cerveza, de danza, de besos. ¿Mañana? Sólo Dios sabe a ciencia cierta lo que vendrá mañana.
Corría el año… En busca de Idi Amin
El dictador de Uganda llamó la atención por su verborrea, por su defensa de la causa árabe frente a Israel, por la arbitrariedad de su gobierno y por sus derrotas – como el ataque relámpago israelí para rescatar a los rehenes de Entebbe – que acabaron concluyendo con su derrocamiento. Recientemente, una película – El último rey de Escocia – intentó acercarlo a un gran público que ya no lo conocía. Merece la pena recordarlo para percatarse de que cierto tipo de personaje aparece y desaparece dejando casi siempre una huella trágica. Espero que lo disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
http://www.dailymotion.com/video/xpo482_corria-el-ano-en-busca-de-idi-amin_news
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