César Vidal's Blog, page 56
January 17, 2017
Un debate sobre el conflicto de Oriente Medio
Eso cuando existe el debate porque en no pocas ocasiones sólo hay propaganda y agitprop. Creo, por eso, que merece la pena que lean ustedes el debate que, la pasada semana, hemos mantenido sobre Oriente Medio Luis Fleischman y un servidor de ustedes. Ambos formamos parte del Directorio del Interamerican Institute for Democracy lo que nos ha permitido discrepar a fondo y mantener, al mismo tiempo, unas más que cordiales relaciones personales. Para colmo, en cuanto a soluciones prácticas, andamos mucho más cerca de lo que podría parecer con la lectura de estos artículos. Espero que ustedes disfruten ambas posiciones y luego, si les parece oportuno, saquen sus propias conclusiones. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Éste es el artículo de Luis Fleischman
Y éste es el mío
http://www.intdemocratic.org/es/2017/01/amigo-luis-espero-que-me-entiendas/
Iglesia y Estado
Estuvimos hablando en este caso de episodios como la sentencia de un tribunal de la Unión Europea contra las inmatriculaciones de la iglesia católica en España y la resolución contra la casilla impositiva evangélica en el mismo país. Les adelanto que considero positivamente ambas resoluciones. Como verán además la cuestión de fondo es la separación de la iglesia y el estado que defiendo con absoluta convicción. Espero que lo disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
January 16, 2017
Corría el año… El Holocausto
Oculto durante su perpetración en las inmensas tinieblas del nacional-socialismo, primero, y de la Segunda guerra mundial después, su relevancia fue más allá de lo histórico y lo humano para adentrarse en terrenos relacionados con los universos del espíritu y de la moral. Espero que este programa les ayude a acercarse a tan pavorosa experiencia. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
http://www.dailymotion.com/video/xq8igy_corria-el-ano-el-holocausto_school
January 15, 2017
Pablo, el judío de Tarso (X): Damasco (I): La persecución prosigue
A través de Clemente (Rec 53-71) nos ha llegado otra versión que confirma, en las líneas generales, lo relatado en los Hechos. La fuente presenta un cierto interés adicional ya que cabe la posibilidad de que recoja una primitiva tradición judeo-cristiana. Aunque en ella hay elementos de carácter que sólo podemos calificar de legendario (la convicción del Sumo sacerdote tras siete días de debate con Santiago acerca de la veracidad del cristianismo hasta el punto de estar dispuesto a recibir el bautismo, el papel sobresaliente de Santiago el hermano de Jesús ya en este periodo, etc), lo cierto es que también encontramos datos que arrojan luz sobre la controversia entre las autoridades judías y los seguidores de Jesús confirmando en buena medida la fuente lucana. En primer lugar, el enfrentamiento se centra fundamentalmente entre los saduceos y los discípulos de Jesús. Es lógicamente la secta más ligada al Templo (en todos los sentidos) la que se siente más afectada por el nuevo movimiento, a la ejecución de cuyo fundador contribuyó activamente. Aunque los judeo-cristianos no se oponen al Templo directamente, creen, sin embargo, (y así lo expresan por boca de Pedro) que los días de éste se hallan contados, una actitud que, como veremos, encontramos repetidas veces en otros escritos judeo-cristianos del Nuevo Testamento anteriores a la destrucción del 70 d. de C. Los fariseos aparecen divididos entre una actitud, más de compás de espera que de tolerancia, similar a la mostrada por Gamaliel en los Hechos, y otra, la de Saulo, que ha descubierto ya que el nuevo movimiento implica un ataque frontal al judaísmo tradicional. Esteban no es mencionado si bien el peso inicial de la controversia recae en un judeo-cristiano cuyo nombre, Felipe, parece denotar filiación helenista. Finalmente, se nos señala como las autoridades judías no tuvieron ningún inconveniente en recurrir a la fuerza en el enfrentamiento con los seguidores de Jesús, mientras éste optaba por una actitud de no-violencia.
Los escritos de Pablo son más parcos en cuanto al desencadenamiento de la persecución contra los judeo-cristianos, pero igualmente parecen confirmar los datos que poseemos. La persecución en la que intervino tenía como finalidad clara la aniquilación del judeo-cristianismo, al que contemplaba como un ataque contra las tradiciones judías (Gálatas 1, 13-14 y 1, 22 ss). Las fuentes dejan de manifiesto que el objetivo de la persecución no sólo fueron los helenistas sino también los demás judeo-cristianos. Se trata de una circunstancia más que comprensible si partimos de la militancia farisea del mismo (Flp 3, 5-6). Frente a aquel movimiento se unieron - como en el caso de la muerte de Jesús - dos grupos, saduceos y fariseos, a los que separaban entre si multitud de aspectos. Para el primero de ellos, los seguidores de Jesús implicaban una amenaza a su “statu quo”; para el segundo, un ataque vergonzoso e intolerable hacia la Torah tal y como ellos pensaban que debía ser interpretada. Es más que posible que después de la muerte de Esteban, alguien que se había manifestado muy claramente sobre el Templo y la nación de Israel en su conjunto, los mismos fariseos moderados prefirieran mantenerse, en la medida de lo posible, al margen. Desde luego parece desprenderse de las fuentes que esta vez nadie se atrevió a optar por su defensa.
Desencadenada la persecución con una rapidez inesperada, al estilo de otros progromos religiosos del pasado y del presente, el mismo Esteban no pudo siquiera ser enterrado, a diferencia de otros judíos ejecutados en un simulacro de justicia como Juan el Bautista (Mat 14, 12; Mc 6, 29) o Jesús (Mt 27, 57-61; Mc 15, 42-47; Lc 23, 50-56; Jn 19, 38-42), por las personas cercanas a él. De su sepelio se ocupó un grupo de hombres “piadosos” (Hechos 8, 2. . Con todo, lo que quizá fue contemplado como una medida eficaz contra la comunidad de Jerusalén por parte de sus perseguidores, se iba a revelar, indirectamente, como una circunstancia que propiciaría su expansión ulterior ya que el misionero aprovechó la dispersión para llevar a cabo una labor de expansión misionera en Palestina.
La persecución contra los seguidores de Jesús si bien se inició en Jerusalén, tuvo posibilidades de extenderse a otros. De hecho, Saulo logró mandamientos judiciales contrarios a los cristianos cuya ejecución debía llevarse a cabo en Siria. La fuente lucana es, al respecto, explícita:
1 Y Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se dirigió al sumo sacerdote 2 Y le solicitó cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si encontraba allí hombres o mujeres de esta secta, los trajera presos a Jerusalem.
(Hch 9, 1 ss).
Que Saulo obtuviera cartas del sumo sacerdote no debe extrañar en lo más mínimo. Se trataba del caso de un celoso fariseo que se dirigía a la máxima autoridad judía con la finalidad de llevar a cabo una campaña para acabar con un grupo detestado. Es de suponer que el sumo sacerdote cedió gustoso si hemos de juzgar por la manera en que había sido juzgado Jesús y la persecución ulterior de sus seguidores. Al actuar así hacía uso de un privilegio legal que venía de lejos, un privilegio que ponía en manos del sumo sacerdote a cualquier transgresor aunque se encontrara en el extranjero. En I Macabeos 15, 21, por ejemplo, se relata que en 142 a. de C., el embajador romano entregó una carta al rey Ptolomeo VIII de Egipto para que “si algún hombre inicuo huye hacia ti procedente de su país (Judea) debe ser entregado a Simón el sumo sacerdote para que pueda castigarlo de acuerdo con su ley”. Este privilegio de que disponía el sumo sacerdote de Jerusalén fue confirmado a los judíos – a pesar de que ya no eran un estado soberano – en 47 a. de C., por Julio César . Cualquier judío que quebrantara la Torah en cualquier lugar del mundo podía ser extraditado ante el sumo sacerdote para ser castigado y eso era precisamente lo que Pablo pretendía y obtuvo permiso para hacer.
Los datos proporcionados por la fuente lucana serían confirmados años después por el mismo Saulo ya convertido en Pablo. Las referencias son bien elocuentes:
13 Porque ya habéis oído acerca de mi conducta otro tiempo en el judaismo, cuando perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la destruía; 14 Y superaba en el judaismo a muchos de mis contemporáneos de mi nación, siendo muy celoso de las tradiciones de mis padres.
(Gálatas 1, 13-14)
. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, e incluso no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí la iglesia de Dios.
(I Corintios 15, 9)
; 11 Según el evangelio de la gloria del Dios bendito, el cual a mí me ha sido encargado. 12 Y doy gracias al que me fortificó, a Cristo Jesús nuestro Señor, de que me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio: 13 Habiendo sido antes blasfemo y perseguidor e injuriador: mas fuí recibido a misericordia, porque lo hice con ignorancia en incredulidad. 14 Mas la gracia de nuestro Señor fué más abundante con la fe y amor que es en Cristo Jesús. 15 Palabra fiel y digna de ser recibida de todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. 16 Mas por esto fuí recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habían de creer en él para vida eterna.
(I Timoteo 1, 11-16)
Los datos son, pues, obvios. Saulo era un fariseo celoso – fanático dirían no pocos - que decidió acabar con la peste que significaba el grupo de Jesús. Actuaba por ignorancia y así lo confesaría años después, pero a la sazón sólo sentía que cumplía con un deber sagrado. Saulo no podía saberlo, pero aquella misión que él mismo se había encomendado iba a tener un resultado muy diferente y, sobre todo, cambiaría su vida.
CONTINUARÁ
January 14, 2017
Majesty
Apocalipsis es, por encima de todo, un libro práctico en el que se contiene toda una filosofía-teología de la Historia a fin de que los cristianos amolden a ella su vida y no una enumeración de hechos para encajarlos en las noticias del día. Permítanme darles un ejemplo. En el capítulo 4 del libro se abre una puerta en el cielo (v. 1) y se puede acceder hasta el mismo trono de Dios, que merece “la gloria y la honra y el poder” (v. 11). En ese momento, aparece el libro de los siete sellos (5: 1) que contiene el sentido de ese devenir no pocas veces terrible que denominamos Historia. Nadie – ni siquiera Karl Marx o el papa Francisco – es encontrado en toda la tierra que pueda abrir los sellos y mostrarnos su significado (5: 1-4). Cuando Juan, el que da cuenta de la visión, rompe a llorar porque nadie puede hacerlo, se anuncia que sólo es capaz de ello el León de Judá, la raíz de David (5: 5). Naturalmente, Juan se apresura a contemplar a aquel ser extraordinario, pero lo que ve no es a una fiera rugiendo – que sería lo propio de un león – sino a un cordero sacrificado (5: 6). Se mire como se mire, el contraste entre lo esperado y lo que se contempla es sencillamente abismal. Los grandes poderes, las grandes ideologías, las grandes filosofías, las grandes religiones deberían dar un sentido a la Historia, pero lo cierto es que pocas cosas hay más lejanas de la realidad. Sólo el Cordero que fue inmolado, que con su sangre redimió a una multitud cuyos miembros son reyes y sacerdotes – sí, no existe una casta sacerdotal sino que todos son reyes y sacerdotes – da sentido a la Historia (5: 9-10). Ese Cordero es el verdaderamente digno de recibir “la honra y la gloria y el poder” (5: 13) aunque semejante afirmación provocaría incomprensión, desprecio y perplejidad en millones de personas.
El reconocimiento de ese hecho incomparable es recogido en la canción que les traigo hoy. Si no me equivoco debe ser de finales de los años setenta o inicios de los ochenta del siglo pasado y su popularidad se extendió como un reguero de pólvora porque supo conjugar la idea de la majestad de Jesús, el Cordero, con una sensible belleza musical. Les incluyo una versión original – son multitud – y otra en español porque, ciertamente, este himno se tradujo y popularizó enseguida. Espero que lo disfruten y que, en estos tiempos convulsos, hagan suyo ese mensaje del Apocalipsis que señala a que el sentido final de la Historia sólo lo puede dar el mesías que fue sacrificado como un cordero para salvarnos por gracia, con su sangre y no por nuestros méritos propios. Que a él sea la gloria, la honra y el poder. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí tienen una versión en inglés
www.youtube.com/watch?v=OaRwD2Y7C0s
Y aquí una en español
January 13, 2017
Los profetas: Zacarías (III): la verdadera esperanza de Israel (c. 7- 9)
De manera que encuentra paralelos en otros tiempos y en otros lugares, la gente acariciaba la idea de solventar esa situación mediante el recurso al rito religioso. En otras palabras, ¿era de esperar que Dios los bendijera si practicaban el ayuno y el llanto? (7: 3). La respuesta de Dios a través de Zacarías fue contundente. Esas prácticas, en realidad, se orientan no pocas veces más a la autosatisfacción que a cumplir con la voluntad de Dios. Cuando se ayuna y se grita - o incluso se da el diezmo – muchos lo hacen para si mismos y no para Dios (7: 4-7). Como diría unos siglos después Jesús, la limosna, la oración y el ayuno pueden convertirse en gratificantes manifestaciones de autocomplacencia y de autojustificación espirituales lo que dista mucho de ser su finalidad (Mateo 6: 1-18). Esos ejercicios de religiosidad autogratificante no es lo que Dios espera de los que dicen seguirlo ni entonces ni ahora. Si aquellos judíos deseaban comportarse conforme a lo que agrada a Dios tenían que juzgar de acuerdo con la verdad, apiadarse de sus hermanos, librarse de la opresión de la viuda, el huérfano, el extranjero y el pobre y mantenerse lejos de maquinar contra sus prójimos (7: 8-10). Semejante enseñanza tenía precedentes y sobre ellos había que reflexionar y actuar en consecuencia. Cuando en el pasado no quisieron escuchar a los profetas (7: 11), el resultado fue el castigo de Dios sobre los judíos (7: 12), Su silencio ante sus súplicas (7: 13) y su destierro entre las naciones (7: 14). Si alguien desea una prueba de que Dios no actúa ni con favoritismo ni con parcialidad, ésta no puede ser más clara.
El mensaje, sin embargo, no era pesimista sino de advertencia y esperanza. El deseo de Dios era morar en medio de una Sión restaurada (8: 3) donde habría lugar para ancianos (8: 4) y para los niños que juegan por las calles (8: 5). Sin embargo, esa salvación que tocaría a los judíos sólo afectaría – como ya habían anunciado otros profetas anteriores – a un remanente (8: 6, 10). Ese remanente, ese residuo, ese resto sería, a diferencia de lo que había acontecido en el pasado, no una maldición para las naciones sino una bendición (8: 13). Ese remanente se caracterizaría por la veracidad que conduce a la paz (8: 16) y por la ausencia de planes contra el prójimo y de falsos juramentos (8: 17). Ese resto incluso provocaría que gente de las naciones se acercara a Dios en una proporción de diez a uno (8: 20-23).
En claro contraste con la desaparición de las potencias que son importantes un día para desaparecer al siguiente (9: 1-8), en Sión habría salvación y la señal de que ésta había llegado de manera definitiva sería la aparición del mesías no montando a caballo sino cabalgando, justo, salvador y humilde, sobre un asno (9: 10). Sería entonces cuando se abriría el camino de la salvación, pero no sobre la base del poder militar o de la potencia política sino de la sangre del pacto (9: 11). Ese pueblo haría estrépito como si estuviera tomado por el vino (9: 15) y sus jóvenes se alegrarían con el trigo y el vino (v. 17).
El mensaje de Zacarías resulta de una pujante actualidad. La gran tentación – no sólo de los judíos – es la de llevar una vida de acuerdo a sus deseos y cubrir esa conducta con la práctica de ritos religiosos como puede ser el ayuno. Sin embargo, Dios ve la vida de otra manera. No busca ritos sino la obediencia a principios morales claros que dicen que no podemos planear el mal contra el prójimo, que no podemos oprimir a los débiles y desvalidos, que debemos practicar la compasión. Porque además, según el anuncio de Zacarías, sólo un resto de Israel alcanzaría la salvación y además ese resto atraería a un grupo de adoradores de Dios que sería mayoritariamente no judío sino gentil (8: 20-23). Ese resto alcanzaría su redención no por el ritual sino por recibir a un mesías que no sería un hombre de guerra sino que entraría en Jerusalén montado en un asnillo. El pacto establecido sobre su sangre (9: 10) sería la clave para la salvación (9: 11). Es cierto que algunos los verían como borrachos – una profecía cumplida el día de Pentecostés (Hechos 2: 14-15) – pero se gozarían en el trigo y el vino, quizá una referencia al partimiento del pan.
Cuesta mucho no leer estos capítulos de Zacarías y verlos rezumantes de profecías cumplidas por Jesús como mesías y por sus seguidores. Aún cuesta más si cabe no contemplar en ellos principios que deberían conformar nuestras vidas. La salvación no está en la fuerza, el nacionalismo – incluido el sionista – o la religiosidad. Se halla en seguir al mesías que entró en Jerusalén humilde y montado en un asnillo y que inauguró un nuevo pacto sobre su sangre derramada en la cruz. Eso sería el inicio de una bendición para todo el mundo en la que los que seguirían a Dios serían mayoritariamente gentiles y no judíos. No serían populares y algunos pensarían incluso que estaban borrachos, pero Dios sería visto sobre ellos (9: 10) y se caracterizarían por una vida de bondad y belleza (9: 17).
CONTINUARÁ
January 12, 2017
Siria, la última primavera
Naturalmente, se apelaba a la libertad y a la democracia, pero no hay más que ver los resultados para darse cuenta de que ni por aproximación hay algo parecido. Como no se trataba sólo de quitar sino también de poner, algunos ya señalamos desde el principio que las “primaveras árabes” acabarían en “inviernos islámicos”. Por desgracia, no nos equivocamos. Con el concurso, más o menos explícito, de algunas potencias occidentales, las dictaduras de Libia y Egipto saltaron por los aires. Poco importó que los integristas islámicos se hicieran con el poder y el panorama posterior resultara mucho peor. Libia continua desgarrada por la guerra civil y saqueada por potencias extranjeras – una situación que casa difícilmente con la libertad – y Egipto ha evitado caer en manos de los islamistas sólo mediante un golpe de estado y la implantación de una dictadura militar.
Siria se convirtió en otro objetivo de esas primaveras árabes que, de manera apenas oculta, contaba con el premio añadido de expulsar a Rusia de su única base en el exterior, asomada, por añadidura, al Mediterráneo. La metodología fue la de siempre: provocar desde el exterior manifestaciones contrarias al régimen, esperar a que el dictador desencadenara la represión y proceder entonces a la intervención, supuestamente legítima, para derribarlo. En un momento determinado hasta se acusó al gobierno sirio de utilizar armas químicas lo que, supuestamente, justificaría la intervención militar occidental y una repetición a gran escala del episodio libio. Sin embargo, en Siria, las cosas se desarrollaron de otra manera.
No es sólo que una monja - ¡una monja! – demostró que las supuestas pruebas del uso de armas químicas por el gobierno sirio eran falsas y sólo pretendían proporcionar una excusa para una intervención internacional. Por añadidura, la mayoría de la población rechazó a los supuestos libertadores procedentes del exterior y cuando ISIS y otros grupos islamistas cercaron Alepo y comenzaron a asesinar a la población civil - de manera privilegiada a cristianos – la oposición a los denominados eufemísticamente “rebeldes” aumentó. Mientras tanto Occidente seguía dando la matraca con la maldad de Assad – un dictador, sin duda, pero que estaba defendiendo a su población, incluidos los cristianos, de una intervención islámica – con la rebelión popular – terroristas islámicos venidos del exterior – y con la maldad de ISIS, al que no combatía efectivamente. Y entonces llegó Putin. De manera acelerada, Putin puso de manifiesto que se podía acabar con ISIS - ¿por qué no lo había hecho Occidente? – que se podía defender a la población civil y que se podía dar resguardo a los cristianos. Mientras de la manera más cínica, determinadas instancias occidentales lo acusaban de criminal de guerra, Alepo – ¡la Alepo cercada sobre la que Occidente no dijo nada durante años! – fue liberada e ISIS expulsado del 98 por ciento del territorio que ocupaba en Siria. Al final, no ha sido la NATO ni la Casa Blanca ni los que identificaban el 15-M con las primaveras árabes los que han derrotado a los terroristas islámicos. Ha sido Rusia. Dios quiera que, tras la destrucción generalizada y medio millón de muertos debidos a maquiavelos de tercera, Siria haya sufrido la última primavera árabe.
January 10, 2017
¡Llamen a los rusos!
He recordado la anécdota tras leer, repetida y atentamente, el informe publicado por la Comunidad de inteligencia de Estados Unidos sobre la intervención de agentes rusos en las elecciones presidenciales de 2016. El texto señala de manera más que clara que “el presidente ruso Vladimir Putin ordenó en 2016 una campaña para influir enfocada sobre la elección presidencial en Estados Unidos. Las metas de Rusia eran menoscabar la fe en el proceso democrático de Estados Unidos, denigrar a la secretaria Clinton y dañar su capacidad para ser elegida y poder obtener la presidencia. Además afirmamos que Putin y el gobierno ruso desarrollaron una clara preferencia por el presidente electo Trump. Tenemos alta confianza en estos juicios”. Además el informe sostiene: “también afirmamos que Putin y el gobierno ruso aspiraban a ayudar las posibilidades de elección del presidente electo Trump cuando fuera posible desacreditando a la secretaria Clinton y contrastándola públicamente con él de manera desfavorable. Las tres agencias concuerdan en este juicio. La CIA y el FBI tienen alta confianza en este juicio, la NSA tiene una moderada confianza”. La razón para la supuesta injerencia rusa sería que “Moscú también vio la elección del presidente electo Trump como una manera de forjar una coalición internacional contra el terrorismo dirigida con el Estado Islámico en Iraq y en el Levante (ISIL)”. En otras palabras, Putin consideraba que Hillary Clinton no enfocaría su política en Oriente Medio hacia la derrota de ISIS, pero que Trump sí asumiría esa línea de acción.
Para llegar a esa conclusión – aparte de la afirmación de que Putin quiere acabar con ISIS – las tres agencias de seguridad señalan que, a inicios de octubre, todo indicaba que Hillary ganaría a las elecciones mientras que Donald Trump se enfrentaba con pésimas perspectivas especialmente después de que el Washington Post publicara un video con más de una década de antigüedad donde Donald Trump realizaba comentarios desagradablemente rijosos sobre las mujeres. Cuando ya podía dar Hillary las elecciones por ganadas, las informaciones que fueron publicándose entonces en torno a Hillary Clinton y a su equipo contribuyeron a perjudicar su imagen favoreciendo a Trump.
De manera bien significativa, la comunidad de inteligencia se libra de pillarse los dedos en el espinoso tema de si Putin decidió las elecciones señalando que “no realizamos afirmación respecto al impacto que las actividades rusas tuvieron en el resultado de la elección de 2016. La Comunidad de inteligencia de Estados Unidos está encargada de la monitorización y evaluación de las intenciones, capacidades y acciones de los actores extranjeros; no analiza los procesos políticos de Estados Unidos o la opinión pública de Estados Unidos”. Sí es bastante elocuente sobre la manera en que, según la comunidad de inteligencia, actuó Rusia fue utilizando “trolls al igual que a RT – una cadena rusa de TV – como parte de sus esfuerzos para influir en denigrar a la secretaria Clinton. Este esfuerzo amplificó las historias sobre escándalos acerca de la secretaria Clinton y el papel de WikiLeaks en la campaña electoral”. Junto a los trolls y la cadena RT, el informe añade que ”aseguramos con alta confianza que el GRU – el servicio de inteligencia militar ruso – utilizó el Guccifer 2.0, DCLeaks.com y WikiLeaks para entregar datos de las victimas norteamericanas en operaciones cibernéticas públicamente y en exclusivas a medios de difusión”. El texto insiste además en que Moscú “muy verosímilmente” entregó datos a Wikileaks dada “su autoproclamada reputación de autenticidad”.
Juzguen ahora ustedes lo que esto significa. Hillary Clinton con el respaldo de Wall Street, de la práctica totalidad de los medios de comunicación, de los lobbies más poderosos y de Hollywood casi al completo, acabó mordiendo el polvo… ¡gracias a la acción de una cadena que, en términos comparativos, se ve menos en Estados Unidos que cualquiera municipal en España, de un puñado de agentes en internet y quizá de WikiLeaks! Pueden pensar ustedes lo que quieran, pero si esa descripción se corresponde con la realidad hay que llegar a la conclusión de que los espías rusos cuentan con poderes casi sobrenaturales que les convierten en capaces de solucionar una multitud de problemas insolubles. ¿Quieren derrotar en las urnas a gobiernos como los de Morales, Maduro o Correa? ¡Llamen a los rusos! ¿Quieren acabar con el terrorismo islámico? ¡Llamen a los rusos! ¿Quiere Montoro reducir una deuda nacional de más del 100 por 100 del PIB y ajustar el déficit? ¡Llamen a los rusos! ¿Quiere el gobierno frenar a los nacionalistas catalanes? ¡Llamen a los rusos! ¿Quiere la Unión Europea controlar la avalancha inmigratoria que desborda sus fronteras? ¡Llamen a los rusos! Incluso quieren asegurarse de que las elecciones serán limpias y sin injerencias extranjeras… pues llamen a los rusos. Si efectivamente siendo cuatro y el de la balalaika han conseguido influir decisivamente en las elecciones norteamericanas no es que sean dioses, pero por fuerza, como diría Connery, deben ser casi lo mismo.
Ni nueva ni injusta ni traidora
Las lecturas del hecho han ido de afirmar que Obama ha traicionado a Israel, “nuestro aliado” a señalar que la paz mundial está en peligro pasando por señalar que el mundo está en peligro. Semejantes afirmaciones son comprensibles según quien las ha emitido, pero se corresponden poco o nada con la realidad ya que la resolución no es ni nueva ni injusta ni traidora.
De entrada, la resolución no ha sido un documento contra Israel aunque así lo ha interpretado el gobierno de Netanyahu, un sector de la opinión pública israelí y judía – ha habido sectores que, por el contrario, lo han contemplado de manera positiva – y diferentes instancias políticas y mediáticas especialmente en Estados Unidos. De hecho, en sus páginas aparecen referencias muy claras de condena al terrorismo e incluso de aquellas conductas que intentan caldear todavía más el ya bastante tórrido panorama de Oriente Medio. No es menos cierto que el documento apelaba de manera especial al cumplimiento de la Cuarta convención de Ginebra relativa a la protección de civiles en tiempo de guerra. Dicha convención, redactada en 1949, es reconocida en la actualidad por 196 naciones y establece en su artículo 49 la prohibición terminante para cualquier potencia que ocupe territorio enemigo de transferir a sus propios civiles al territorio que ocupa. De manera semejante, el artículo 55 de las regulaciones de la Haya ordena también de manera terminante a los poderes de ocupación que salvaguarden la propiedad de la gente que vive en territorios ocupados y que mantenga el statu quo. Estas disposiciones persiguen una finalidad de justicia indudable y es evitar que los invasores que ocupan un territorio aprovechen semejante circunstancia para desalojar a sus habitantes, para establecer a sus propios nacionales y para terminar por apoderarse de un territorio sobre el que carecen de derecho. Semejantes normas son desde 1993 obligatorias para todas las naciones al considerarse que las convenciones de Ginebra ya han pasado al derecho internacional consuetudinario. En otras palabras, dado que Israel está construyendo asentamientos en territorios ocupados desde 1967, a pesar incluso de las conversaciones de paz, viola de manera sistemática la IV Convención de Ginebra y debe ser advertido de que semejante conducta es intolerable. No se trata, pues, de una resolución injusta sino escrupulosamente legal de acuerdo con el derecho internacional. Es más, Estados Unidos ha mantenido esa misma posición desde hace años aunque, en la práctica, no haya hecho nada para obligar a Israel a someterse a la legalidad. Tampoco lo ha hecho ahora sino que se ha limitado a no utilizar su poder de bloqueo en el Consejo de seguridad de las Naciones Unidas. Considerar que ese paso es una traición – y más cuando Obama apoyó hace unas semanas una ayuda económica para Israel que supera la cuantía de todo el Plan Marshall – resulta, como mínimo, exagerado. Con todo, resulta obligado ver los antecedentes del problema para intentar colegir cuáles serían las posibles soluciones si es que éstas existen.
En 1878, la población del territorio que convencionalmente conocemos como Palestina y que incluía el actual Israel y los denominados territorios ocupados era de un 96.8 por ciento de árabes, tanto cristianos como musulmanes, y de 3,2 por ciento de judíos. La situación experimentó un impulso favorable a los sionistas cuando, en 1917, la Declaración Balfour, derivada del gobierno británico, señaló sus deseos de aceptar la creación de un hogar nacional judío en el mandato de Palestina aunque – el matiz es muy relevante - respetando los derechos de la población de la zona.
Gracias a un creciente proceso migratorio, en 1922 el porcentaje de árabes en Palestina era de 87.6 por ciento y el de judíos de un 11 por ciento. En esa década comenzaron a producirse enfrentamientos entre comunidades al ir adquiriendo los judíos propiedades que, previamente, habían pertenecido a propietarios árabes absentistas. Apenas una década después – en 1931 - el 81.6 por ciento de la población era árabe y el 16.9 por ciento, judío. Durante esa década el número de judíos se fue incrementando con sucesivas oleadas de inmigrantes a la vez que los británicos, que desde 1917, controlaban el mandato de Palestina reprimían con especial dureza a la población árabe hasta aniquilar de manera prácticamente total su dirección. Se trató, por otra parte, de acontecimientos previos al estallido de la Segunda guerra mundial y relacionados, fundamentalmente, con el desarrollo colonial del imperio británico. Aplastar a unos árabes a los que se había prometido la independencia en el curso de la Primera guerra mundial, pero a los que se convirtió en súbditos del imperio era prioritario y, para lograr ese objetivo, no faltó el concurso sionista que, por añadidura, consideraba muy apreciable el entrenamiento que recibió de oficiales británicos como O. Wingate.
Gran Bretaña limitaría ocasionalmente la entrada de judíos por razones de seguridad. Los sionistas llegaron a un acuerdo con el III Reich – en el mismo tuvo un papel esencial Eichmann – encaminado a enviar a los judíos de los territorios regidos por Hitler a Palestina. Ha sido un historiador israelí, Tom Segev, el que ha desvelado muchos de los términos del acuerdo – los sionistas, por ejemplo, no deseaban recibir ancianos o enfermos sino hombres robustos – que los británicos vieron, no sin razón, como una vía para que Hitler llenara de espías Oriente Medio. En términos generales, los sionistas mantuvieron buenas relaciones con los británicos salvo en el caso de grupos terroristas como el que contaba entre sus militantes a Menahem Begin y que no dudó en perpetrar atentados como la explosión del Hotel Rey David.
En 1947, con una Gran Bretaña empobrecida por la Segunda guerra mundial y deseosa de irse desprendiendo de su imperio, la ONU decidió dividir el mandato de Palestina en un estado árabe y otro judío. Los árabes tenían el 69 por ciento de la población y la propiedad del 92 por ciento de la tierra, pero sólo recibirían el 43 por ciento de la tierra. Por el contrario, los judíos siendo el 31 por ciento de la población y teniendo menos del 8 por ciento de la tierra iban a recibir el 56 por ciento del territorio. Por añadidura, la tierra más fértil pasaría a manos de los judíos. En este reparto - a todas luces discutible - pesó la mala conciencia de las naciones occidentales por el Holocausto. Sin embargo, no deja de ser llamativo que esa mala conciencia intentaran calmarla con territorio y población situadas fuera de Europa. Por otro lado, estas circunstancias permiten entender por qué los árabes rechazaron semejante partición - ¿lo hubiera aceptado alguno de los lectores para su nación y en beneficio de recién llegados que apelaban a derechos históricos de milenios atrás? – y porqué los sionistas la recibieron con entusiasmo. Con entusiasmo, pero también con realismo porque eran conscientes de que se les adjudicaban territorios donde la presencia árabe era total o muy mayoritaria. Conscientes de ese problema, antes de que se proclamara el estado de Israel, las fuerzas armadas sionistas llevaron a cabo una serie de acciones violentas conocidas como plan Dalet que incluyeron, entre otras conductas, asesinatos masivos y violaciones y cuya finalidad era obligar a los árabes a abandonar sus tierras. El episodio de la matanza de Deir Yassin es conocido, pero no fue el único. De esa manera unos 300.000 árabes fueron expulsados de sus propiedades antes de que un solo soldado de un ejército árabe pusiera su pie en territorio del mandato de Palestina en 1948. En otras palabras, antes del inicio de la guerra de independencia de Israel, centenares de miles de palestinos habían sido expulsados de sus tierras por las fuerzas sionistas. El mérito historiográfico de haber documentado estos hechos ha correspondido fundamentalmente a historiadores israelíes. Se puede discutir el que uno de ellos - Ilan Pappé - haya calificado estos hechos como ”limpieza étnica”, pero es innegable que los hechos tuvieron lugar y que pretendían, como se desprende de la documentación israelí, la expulsión de los árabes de sus territorios.
Al término de la guerra de independencia, Israel con una posesión inicial de menos del 8 por ciento de la tierra, se había apoderado del 78 por ciento. Setecientos mil palestinos fueron a parar a campos de refugiados mientras los pueblos árabes eran arrasados y convertidos en tierra fértil o en asentamientos israelíes. De hecho, de las 500 poblaciones árabes, cuatrocientas fueron destruidas por las fuerzas israelíes. Sin duda, la situación era mala y planteaba problemas jurídicos graves como el del derecho de retorno que está reconocido por el derecho internacional, que era aplicable a centenares de miles de palestinos y cuyo bloqueo fue sistemático por parte de Israel. Con todo, debe reconocerse que la situación aún empeoró más cuando en el curso de la guerra de los seis días en 1967, Israel ocupó militarmente Gaza y Cisjordania y cuatrocientos mil árabes fueron expulsados de sus hogares. La mitad lo era por segunda vez en menos de veinte años. De manera inmediata, las autoridades israelíes, en contra de lo establecido en la IV convención de Ginebra, comenzaron a asentar población propia en los territorios ocupados militarmente. Lo que ya era un problema grave, se iba a convertir en un semillero de conflictos.
Por añadidura, desde el inicio de la ocupación israelí más de cuatrocientos mil palestinos han sido detenidos. En muchos casos, las detenciones han sido justas y se han relacionado con acciones delictivas e incluso terroristas. Sin embargo, como se han ocupado de poner de manifiesto organizaciones israelíes de Derechos humanos, no es menos cierto que muchas veces las detenciones se realizaron sin cargos, en condiciones inhumanas y acompañadas de la práctica de la tortura que, bajo determinadas condiciones, es legal en Israel.
El estallido de la intifada – en el curso de la cual las fuerzas de ocupación israelíes perpetraron atrocidades como la estrategia de los brazos rotos consistente en quebrar los miembros de los detenidos – y la primera guerra del Golfo desembocaron en un proceso de paz iniciado en 1993. Al mismo contribuyeron tanto el reconocimiento, ya la década anterior, del derecho de Israel a existir como estado por parte de los palestinos, como el deseo de Bush de impulsar activamente un Nuevo orden mundial.
No todo fue positivo en ese proceso de paz ya iniciado. Por ejemplo, durante el mismo, Israel siguió construyendo asentamientos contrarios a la cuarta convención de Ginebra de tal manera que el número de colonos judíos pasó de 200.000 a 400.000. Por añadidura, desde 1967 y también en contra de la Convención de Ginebra, 18.000 hogares palestinos fueron demolidos. De ellos, 740 lo fueron durante el proceso de paz en la fase de Oslo.
La ilegalidad de estas acciones ha quedado establecida por distintos organismos que van de la ONU a la Cruz roja. Incluso el Informe Sasson realizado en virtud de las presiones de Estados Unidos sobre Israel estableció taxativamente que el ministerio de vivienda y construcción, la Organización sionista mundial, el ministerio de educación y el ministerio de defensa cooperaron para “establecer sistemáticamente puntos de asentamientos ilegales” (systematically establish illegal settlement points), pagando millones de dólares para crear la infraestructura para veintenas de asentamientos.
En el año 2003, como parte de la hoja de ruta, Israel se comprometió a desmantelar dos docenas de asentamientos. Tal desmantelamiento no sólo no se ha producido sino que el número de asentamientos se ha incrementado. A decir verdad, Netanyahu ha convertido en uno de los objetivos de su política la de mantener los asentamientos e incluso incrementar su número. De hecho, como nuevo paso álgido en este espinoso trayecto, a finales de diciembre de 2016, Israel aprobó una normativa que permitirá, en contra de la convención de Ginebra, expulsar a más palestinos de sus hogares y multiplicar los asentamientos israelíes. No se trata de una interpretación retorcida de la ley por parte de los enemigos de Israel. De hecho, Naftalí Bennet, ministro de educación y dirigente máximo de Ha-Bayit ha-yehudí afirmó esa misma semana al aprobarse la ley: “Este es un día histórico. Hoy, el parlamento israelí se ha movido de dirigirse hacia el establecimiento de un estado palestino a moverse hacia la soberanía en Judea y Samaria y a despejar cualquier duda al respecto – la regulación contenida en la ley es la punta del iceberg en la aplicación de la soberanía”. En otras palabras, la ley no tiene una finalidad urbanística sino política, la de imponer la soberanía israelí en los territorios ocupados. Puede comprenderse que la comunidad internacional reaccionara e impulsara una resolución condenando esa conducta porque implica no sólo la continuación de la violación de la IV Convención de Ginebra sino la instrumentalización de ese comportamiento de tal manera que la solución del conflicto sobre la base de dos estados se aleje cada día más. No puede ser de otra manera en la medida en que no existe apenas territorio sobre el que establecer un estado palestino e incluso el poco que existe está surcado por asentamientos israelíes conectados por vías de comunicación que sólo pueden utilizar los israelíes y protegidos por distintos enclaves militares israelíes.
¿Existe solución para este contencioso que se alarga desde hace décadas en contra de la legalidad internacional? Confieso que, a largo plazo, sólo soy capaz de ver dos caminos de conclusión. El primero es el de proseguir con la política seguida por Israel desde 1967 y, de manera muy especial, por Netanyahu. Israel continuaría violando lo dispuesto por la IV Convención de Ginebra construyendo nuevos asentamientos en los territorios ocupados. En un momento dado, el estado palestino sería inviable e incluso los palestinos acabarían marchándose de todas las poblaciones al ser privados de sus tierras y de su modo de vida. Como señalaba Naftalí Bennet, Judea y Samaria serían parte del territorio soberano de Israel a costa de un estado palestino.
Semejante solución – la política de hechos consumados – es posible, pero sus consecuencias no serían fáciles ni cómodas. La irresolución del conflicto existente desde 1948 entre Israel y Palestina constituye una de las causas fundamentales de la inestabilidad que aqueja desde hace décadas a Oriente Medio. Por un lado, es utilizado por todo tipo de entidades indeseables, incluso las terroristas, para intentar legitimar conductas ilegítimas; por otro, erosiona gravemente la confianza en el derecho internacional en la medida en que Israel lleva incumpliendo resoluciones internacionales desde hace décadas de manera impune gracias al bloqueo que Estados Unidos practica para el cumplimiento de las mismas. En otras palabras, centenares de millones de personas contemplan a Israel como una potencia fuertemente militarizada que quebranta de manera sistemática el derecho internacional sin experimentar ninguna consecuencia. Resulta absolutamente imposible que no se contemple esa situación como un agravio comparativo. No son pocas las naciones que sufren sanciones económicas, en ocasiones muy duras, sin pretender anexionarse ningún territorio. ¿Cuál es la razón para que Israel sea excepcional? ¿Que es un aliado? ¿Que es una democracia? Desde el punto de vista de laRealpolitik ambos argumentos tienen peso, pero son inaceptables desde la perspectiva del derecho internacional. Añádase a esto la percepción de que Estados Unidos no es fiable ni moral, ni jurídica ni políticamente. De acuerdo con esta visión, sus referencias a la libertad y a la justicia no pasan de ser mera palabrería que encubre intereses nada santos. La primera potencia mundial puede pretender ser un referente, pero de serlo, lo sería, según esta perspectiva, de mera hipocresía.
El camino de la anexión es, por lo tanto, posible y quizá lo sea ahora más que hace unos años dado que Trump está emparentado con personas directamente partidarias de los asentamientos. Sin embargo, resulta inmenso el coste que puede acabar teniendo para Israel – que se verá cada vez más aislado – y para Estados Unidos que no practica esa misma política hacia otros aliados. Todo ello sin contar lo que podría suceder con un Israel que no lograra expulsar de su interior a una creciente población árabe y, sobre todo, indignada por no contar con unos mínimos derechos. Tampoco la factura sería escasa para el resto de un Occidente contemplado como cómplice.
El segundo camino sería el del cumplimiento de la legalidad internacional, es decir, el abandono total y absoluto de los territorios ocupados en 1967. Es decir, se trataría no de ofrecer, como en Camp David, la proclamación formal de un estado palestino, pero, en cuyo interior, seguirían existiendo colonias israelíes, defendidas por soldados israelíes y comunicadas por carreteras israelíes que no pueden utilizar, como hoy en día, los palestinos. De nuevo, el lector tiene que preguntarse si aceptaría la independencia de su nación manteniendo en el interior de su territorio enclaves de población exclusivamente extranjera, protegida por unidades militares extranjeras y con carreteras de uso exclusivamente extranjero. Por el contrario, implicaría desmantelar todos y cada uno de los asentamientos y abandonar totalmente los territorios ocupados. He tenido ocasión de entrevistar en distintas ocasiones a colonos israelíes y me consta que el coste moral sería grande. No pequeño resultaría el económico y, como en el caso de Gaza, previsiblemente las indemnizaciones acabarían siendo pagadas por los Estados Unidos. Sin embargo, como han señalado repetidamente distintos generales y expertos en seguridad e inteligencia de Israel no implicaría una amenaza para la seguridad – mucho menos para la existencia - por la sencilla razón de que la superioridad militar de Israel, incluido el armamento nuclear, es incomparable. Dicho sea de paso, mi experiencia repetida es que los militares israelíes se toman muy a mal todas las referencias a las supuestas amenazas para la supervivencia de Israel lo mismo si se relacionan con guerras pasadas como las de 1967 y 1973 como a contiendas futuras. Simplemente, consideran esas afirmaciones como una propaganda exterior que insulta gravemente al ejército israelí y a su capacidad. Tras mucho estudiar el tema, creo sinceramente que tienen razón en su punto de vista aunque resulte muy distinto del que encontramos frecuentemente en algunas instancias.
Por supuesto, algunos pensarán que esa segunda opción es imposible y que sólo queda hablar de paz mientras se procede, a la vez, a una anexión de los territorios ocupados aún a sabiendas de que es contraria al derecho internacional. Quizá sea así. Sin embargo, entre la población de Israel, entre los judíos de Estados Unidos y del resto del mundo, entre organizaciones judías de derechos humanos también existe la convicción de que es posible la solución de los dos estados que debe pasar imperiosamente por el desmantelamiento de los asentamientos y la paralización de otros nuevos. Ésa es, en realidad, la clave del problema porque incluso, como me refirió el vicealcalde israelí de Jerusalén en el curso de una entrevista, la misma ciudad santa podría dividirse sin especial dificultad siquiera porque, como me dijo literalmente, “todo el mundo sabe hasta donde no llegan los autobuses”. En otras palabras, Jerusalén podría ser la capital de Israel - ¡al fin! – y de Palestina simplemente si aceptamos la separación histórica y Netanyahu no continua con su política de nuevos asentamientos.
Por lo tanto, volviendo al tema de este artículo, la resolución no fue ni nueva ni injusta ni traidora. No fue nueva porque volvió a repetir lo que llevan afirmando las más diversas instituciones desde hace décadas, es decir, que el terrorismo es condenable y que los asentamientos en los territorios ocupados son contrarios al derecho internacional. No fue injusta porque apuntó a las dos partes y se sustentó sólidamente en el derecho internacional. No fue traidora porque las naciones que la suscribieron se limitaron a pedir el respeto por el derecho internacional que reclaman desde hace tiempo y Estados Unidos, aunque haya utilizado previamente el veto, también ha defendido esa misma postura en el pasado. Sí constituye, por el contrario, un toque de alerta ante una perspectiva de inminente peligro y una insistencia en el camino para lograr la paz mediante la constitución de dos estados. No sorprende que haya sido aplaudida no ciertamente por los lobbies pro-Netanyahu, pero sí por entidades israelíes y judías en la Diáspora. Y es que la alternativa dista mucho de ser fácil y resulta no menos peligrosa.
January 8, 2017
Estamos de vuelta: Campus literario: La Reforma en español
Aunque les daré los detalles en los próximos días, ya les adelanto que durante los días 6 a 11 de febrero tendrá lugar, Dios mediante, en Lima, Perú un campus literario cuyo tema será La Reforma en español. Sabido es que en 2017 se cumplen quinientos años del inicio de la Reforma, pero menos conocido es que los aportes españoles – perseguidos a sangre y fuego por el poder civil a instancias del religioso – fueron más que notables. Los hermanos Valdés, Francisco de Enzinas, Casiodoro de Reina o Cipriano de Valera serán algunos de los personajes que estudiaremos en este campus literario del que daremos más datos en breve
A la gente que ha manifestado su voluntad de encontrarse conmigo a este lado del Atlántico también debo informarles de que habrá distintas oportunidades para hacerlo a lo largo de este año. No se trata sólo de que siempre recibo a los que acuden a visitarme sino de que además estaré viajando por el continente americano prácticamente cada mes. Lo iré anunciando con antelación para aquellos que deseen y puedan acudir a las diferentes conferencias y cursos.
Finalmente, last but not least, seguiremos, Dios mediante, encontrándonos en el programa de La Voz y en los posts de esta página desde hoy. Lo primero será, al menos, hasta el final de esta temporada y lo segundo, si Dios quiere, se prolongará durante los próximos años.
En cualquiera de los casos, ya saben ustedes sobradamente que tenemos un compromiso con la Verdad y la libertad y a él seguiremos fieles cada día, contra viento y marea, contándoles aquello que no pueden esperar escuchar en los medios que dependen de la publicidad privada o pública para seguir subsistiendo. Contamos con ustedes. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
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