César Vidal's Blog, page 52

February 26, 2017

Corría el año…  La batalla del Ebro

Si la semana pasada nos acercamos a la batalla – más bien batallas – de Madrid, hoy vamos a volver a ver el programa que dedicamos a la batalla más importante de la guerra civil española.


Ideada originalmente como una ofensiva del Ejército popular – ya convertido en ejército rojo en su casi totalidad – Franco no sólo logró detenerla en pocas jornadas sino que además libró un durísimo combate de desgaste que aniquiló las posibilidades de victoria del Frente popular. Posiblemente, Franco ya había ganado la guerra durante 1937 al tomar el Norte de España. Tras el Ebro resultó obvio que la guerra estaba perdida para el Frente popular. Espero que lo disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!



http://www.dailymotion.com/video/xqc933_corria-el-ano-la-batalla-del-ebro_news

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Published on February 26, 2017 23:32

February 25, 2017

Pablo, el judio de Tarso (XII):  De Saulo a Pablo (II):  el segundo viaje a Jerusalén

Lucas es muy sucinto en la referencia al viaje de Bernabé y Saulo a Jerusalén. Sin embargo, algunos años después, el segundo de los enviados dejaría su testimonio personal sobre lo sucedido. De acuerdo con el mismo, sabemos que también les acompañaba Tito, un converso procedente del paganismo que tendría un papel importante en la vida ulterior de Saulo:



1 Después, cuando habían pasado catorce años, fuí otra vez a Jerusalén en compañía de Bernabé y llevando conmigo a Tito. 2 Fuí obedeciendo una revelación , y, para no correr o haber corrido en vano, les comuniqué el evangelio que predico entre los gentiles; especialmente a los que tenían alguna reputación. 3 Pero ni siquiera Tito, que me acompañaba, a pesar de ser griego, fue obligado a circuncidarse… 6 Y los que parecían ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo, me trae sin cuidado; Dios no tiene favoritismo hacia nadie), los que parecían ser algo la verdad es que no me añadieron nada. 7 Antes por el contrario, al ver que me había sido encargado el evangelio dirigido a la incircuncisión, igual que a Pedro el de la circuncisión, 8(porque el que constituyó a Pedro apóstol para la circuncisión, también me constituyó a mí apóstol para los gentiles;) 9 al ver la gracia que me era concedida, Santiago y Cefas y Juan, que parecían ser las columnas, nos dieron las diestra de compañerismo a mí y a Bernabé, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión. 10 Lo único que nos pidieron fue que nos acordásemos de los pobres; algo de lo que me ocupé con diligencia.



(Gálatas 2, 1-10)





El texto reviste una notable importancia no sólo para trazar el desarrollo de la vida del futuro Pablo, sino también para comprender la manera en que las comunidades cristianas estaban abordando el tema de los conversos gentiles. Desde la última vez que Saulo se había encontrado con Cefas, había pasado de ser un neófito entusiasta a un hombre encargado de la enseñanza de prosélitos procedentes del paganismo. A diferencia de lo que hacían los misioneros judíos – salvo en el caso de los temerosos de Dios que no llegaban a integrarse del todo en la vida de Israel – Saulo no estaba exigiendo la circuncisión a los conversos. Esa actitud – quizá no tan firme catorce años atrás – resultaba ahora indiscutible. Los gentiles que se convertían al Evangelio - al igual que los judíos que seguían el mismo paso – no eran justificados por las obras de la ley sino por la fe en Jesús el mesías (Gálatas 2, 16). Partiendo de la base de una salvación que se debía a la acción de Dios en Jesús y que podía únicamente ser aceptada a través de la fe o rechazada, pero nunca ganada por las obras, el paso de la circuncisión perdía todo su significado. La entrada en el pueblo de Dios no derivaba de ese rito, sino de la aceptación por fe de Jesús el mesías. Pero ¿ese mensaje de Buenas noticias – que, al parecer, no había provocado ninguna reacción contraria en la cosmopolita Jerusalén – era correcto o, por el contrario, era una desviación de Saulo? ¿Se correspondía con la verdad predicada por las columnas de Jerusalén o equivalía a correr en vano?



La respuesta de Cefas, de Santiago y de Juan, los tres pilares de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén, difícilmente pudo ser más obvia. La predicación de Saulo era correcta. Precisamente por ello, no resultaba necesario que Tito, un converso procedente del paganismo, se sometiera al rito judío de la circuncisión. No sólo eso. Los tres personajes – dos de ellos apóstoles desde el inicio del ministerio de Jesús y el tercero, un hermano suyo convertido al verle resucitado – respaldaron la predicación de Saulo considerando que su origen era tan divino como el que podía ostentar la que Pedro realizaba entre los judíos. Quedaba así establecida una demarcación de los diferentes terrenos de evangelización. Saulo se entregaría a la destinada a los paganos y Pedro, a los judíos. Lo único que le rogaron fue que no rompieran los lazos que existían entre la comunidad de Jerusalén y la de Antioquia, que siguieran – como en esos momentos en que les entregaban una colecta – ocupándose de los pobres.



El acuerdo fue verdaderamente fraternal y muestra hasta qué punto incluso los judeo-cristianos de Jerusalén estaban más que dispuestos a proporcionar una entrada amplia a los paganos que abrazaran la fe en Jesús. Sin embargo, quizá porque la decisión se basaba más en la fraternidad que en un sentido práctico, el acuerdo de Jerusalén plantearía problemas en el futuro. Con la perspectiva que da el tiempo parece lógico que así fuera. Por ejemplo, ¿cómo se traducía en la práctica la división de la predicación entre judíos y no-judíos? Resultaba obvio que ciudades como Jerusalén quedaban totalmente dentro del ámbito de predicación de Pedro, pero en una ciudad pagana como Corinto o Roma, ¿podía predicar Saulo a los judíos o éstos deberían ser sólo evangelizados por Pedro? En segundo lugar, ¿cómo debía interpretarse el respaldo que Cefas, Santiago y Juan habían dado a Saulo y Bernabé? ¿Implicaba que reconocían a Saulo en pie de igualdad o, por el contrario, que le contemplaban como alguien al que autorizaban a actuar como lo estaba haciendo? Si la primera respuesta era la adecuada, Saulo era un apóstol de la misma categoría que aquellos que habían caminado al lado de Jesús; pero si era la segunda la correcta, Saulo no pasaba de ser un comisionado sometido a la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén. Estas cuestiones pueden parecer un tanto alambicadas para la gente de nuestro tiempo. Sin embargo, poseían una enorme trascendencia en el judaísmo del s. I – del que los seguidores de Jesús en Jerusalén formaban parte – y constituirían cuestiones esenciales para el desarrollo del cristianismo de las siguientes décadas.



CONTINUARÁ



______________________________



Obviamente el anuncio profético de Agabo que había motivado a la comunidad de Antioquia a enviar su ayuda.









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Published on February 25, 2017 23:30

February 24, 2017

In Christ Alone

Una de las grandes desgracias de la entrada masiva de paganos en el seno del cristianismo en el siglo IV fue no sólo que se produjo una paganización abrumadora en las prácticas y en las creencias sino que, por añadidura, Jesús dejó de ser el centro del cristianismo.


De manera verdaderamente inquietante, no sólo su papel único de mediación (I Timoteo 2: 5) fue entregado a un personaje mítico que se identificó con su madre – hay poco punto de contacto entre la María del Nuevo Testamento y aquella a la que millones veneran – y a santos que en no pocos casos no existieron sino que además una monarquía situada en el centro de Italia gracias a un documento falso conocido como la Donatio Constantini comenzó a sustituir a Cristo en el centro del mensaje cristiano. Permítaseme poner algunos ejemplos. Si alguno preguntara a un católico de a pie quién es la piedra sobre la que se sustenta su iglesia respondería sin parpadear que esa piedra es el papa. En la Biblia, se indica claramente que la piedra de ángulo que sería rechazada por buena parte del pueblo judío sería no el papa – concepto totalmente desconocido en las Escrituras - sino el mesías tal y como afirmaba el salmista: “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la piedra principal del ángulo. Obra de YHVH es esto; admirable a nuestros ojos.… (Salmo 118: 22-23 ). El mismo Jesús se aplicó a si mismo el cumplimiento de la profecía en la parábola de los labradores homicidas y señaló las consecuencias de rechazarlo a él como esa piedra sobre la que se sustentaría el edificio de Dios: Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores,

Ha venido a ser cabeza del ángulo.

El Señor ha hecho esto,

Y es cosa maravillosa a nuestros ojos? Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21: 33-43).



Jesús no pudo ser más claro. Apelando a la autoridad espiritual que sólo puede venir de la Biblia, señaló que la única piedra era el mesías y el que intentara sustituirla por otra no tendría lugar en el Reino de Dios. ¿Y Pedro? Pedro, al igual que la inmensa mayoría de los Padres, no se consideró la piedra sobre la que se sustentaría la iglesia. Por el contrario, señaló claramente que la piedra era Cristo y no él: “Acercándoos a él (el Señor), piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, pero para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen,



La piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y:

Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la Palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados” (I Pedro 2: 4-7).



El mismo Pedro señalaba tajantemente que la Piedra era Cristo y el resto de los creyentes, sin excluirle a él, eran sólo otras piedras colocadas sobre el mesías. Negar esa realidad y sustituirla por otra, desobedecer a lo que decía claramente la Palabra, implicaba enfrentarse con Dios y tropezar desobedeciéndolo.



Lo mismo sucede con la cuestión de quién es la cabeza de la iglesia. De nuevo si preguntáramos a un católico de a pie quién es la cabeza de su iglesia nos respondería sin dudarlo un instante que es el papa. Sin embargo, la Biblia establece claramente que la cabeza de la iglesia es Cristo y solo Cristo. Pablo, quizá el autor de la imagen, lo repite vez tras vez: “Y todo sometió bajo sus pies, y a El lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1: 22). Igualmente dejó escrito: “Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo” (Efesios 5: 23). Y afirmó: “Y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el Principio, el Primogénito de entre los muertos para que en todo tengo la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud” (Colosenses 1:18-19)



Ciertamente, cuando se lee la Biblia se percibe que ni la iglesia es un monstruo bicéfalo, es decir, de dos cabezas, ni puede haber otra cabeza que no sea el Salvador. A decir verdad, si alguien pretende ser la cabeza de la iglesia y no es Cristo sólo puede tratarse de un usurpador.



Pasemos a un tercer ejemplo. Si, una vez más, preguntáramos a un católico de a pie quién es el sumo pontífice, una vez más también, sin dudarlo, nos respondería que es el papa. Por supuesto, el católico de a pie ignora, primero, que el título de “sumo pontífice” fue tomado por la iglesia de Roma de la antigua religión romana – Julio César fue sumo pontífice y como él distintos emperadores – y, segundo, que el título de sumo sacerdote – que sería su equivalente más cercano – sólo es aplicado en la Biblia a Cristo o a los sumos sacerdotes del antiguo Israel, pero jamás a un seguidor de Jesús: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4: 14-16).



Sólo hay un sumo sacerdote, dice el autor a los hebreos, y ése es Cristo. A decir verdad, si alguien pretende que es el sumo pontífice cuando sólo lo es Cristo únicamente está actuando como un usurpador.



No sorprende que cuando la Reforma del siglo XVI decidió devolver la Biblia que se le había hurtado al pueblo colocara nuevamente a Cristo en el centro del cristianismo y que lo hiciera mediante uno de sus tres pilares esenciales: Solo Christo. Por supuesto, existía gente que consideraba que un monarca reinante en Roma era la piedra, la cabeza o el sumo pontífice. Esa misma gente pensaba que había otros mediadores ante Dios aparte de Cristo. Incluso hasta negaban las palabras de Pedro que establecen que sólo hay salvación en Cristo (Hechos 4: 11-12) ya que creían en la declaración dogmática – infalible, a decir verdad – pronunciada en 1302, por el papa Bonifacio VIII en la encíclica Unam Sanctam en la que afirmaba: “Por lo tanto, declaramos, proclamamos, definimos que es absolutamente necesario para la salvación que toda criatura humana esté sujeta al romano pontífice”. Pero frente a esas afirmaciones, los reformadores proclamaban: Solo Cristo. Ése es el mensaje que deseo dejar con la canción de hoy, una canción que recuerda algo tan elemental – y, a la vez, tan negado – como que el cristianismo es Cristo y que cuando no es así, es otra cosa, pero no cristianismo.



Les dejo con una versión en inglés – la de los Gentrys – y otra en español entonada por Steve Green. Esta vez incluso me permito dejarles la letra en español que constituye un verdadero tratado de teología. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!



Sólo en Jesús esta mi fe,

Mi esperanza y mi canción,

Piedra Angular, firme sostén,

Inconmovible en la aflicción,

Cuán grande Amor, inmensa Paz,

En el temor o adversidad,

Consolador, Amigo Fiel,

Yo en Su Amor me sostendré……..



Solo en Jesús, Hijo de Dios,

Quien se humilló por nuestro bien,

Cordero de, mi Salvación,

Por este mundo herido fue,

En una cruz fue a morir,

Y Dios mostró su Gracia ahí,

Pues mí pecado Él llevó,

En su aflicción Vida me dio…….



En un sepulcro, Él yació,

El cuerpo inerte del Señor,

Más el tercer día llegó,

Resucitó en Gloriosa Luz,

Y al triunfar, sobre el mal,

Perdió el pecado potestad,

De Él suyo soy, Él mío es,

Pues con su Sangre me compró



Desde al nacer hasta el morir,

Sea el Poder de Cristo en mí,

No temeré, seguro estoy,

Mi vida yo a Él, le doy,



// Ningún poder, ningún afán,

De Él me arrebatará,

Hasta que Él, venga otra vez,

En Su Poder me sostendré //



En Su Poder me sostendré………





Esta es la versión de los Gentrys



www.youtube.com/watch?v=TXq0vl6rZe0



Y ésta la de Steve Green en español



www.youtube.com/watch?v=V_U5msEb5g4

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Published on February 24, 2017 23:24

Los profetas: Abdías

Durante los meses anteriores, nos hemos detenido en los distintos profetas. He procurado seguir un orden cronológico para ayudarles a entender el contexto de lo sucedido a Israel a lo largo de su Historia. Del Antiguo Testamento hemos dejado dos libros pendientes en esa andadura que nos ha llevado años.

Uno es el libro de Abdías y el otro, el de Rut. En el caso de Rut, la decisión está relacionada con el hecho de que es un prólogo ideal para el Nuevo Testamento y así, Dios mediante, lo veremos la semana que viene. En el de Abdías, porque su datación es insegura y porque también – por raro que les parezca – puede ser un prólogo para el Nuevo Testamento.



Algunas personas ubican la época de Abdías poco después de la destrucción del templo de Jerusalén y del reino de Judá ya que describe (v. 11-12) cómo los idumeos se aprovecharon del final del reino judío de manera carente de compasión. Efectivamente, puede ser así, pero también podría tratarse de un texto post-exílico en el que Dios anuncia el juicio que acabará cayendo sobre Edom. A decir verdad, la ubicación cronológica es secundaria. No así el contenido del libro. Abdías se dirige a Edom porque los profetas, en no pocas ocasiones, no se dirigen sólo al pueblo de Dios sino también a las naciones (v. 1). Fue el caso de Abdías con Edom, pero, como hemos tenido ocasión de ver, lo mismo hemos examinado en Isaías y Jeremías, en Ezequiel y Daniel, en Amós y Habacuc.



Objetivamente hablando, Edom era una nación pequeña y de escasa relevancia. Descendientes de Eusaú, el hijo del patriarca Isaac y hermano de Jacob, sus habitantes ocupaban un territorio ubicado en la frontera sur de las actuales Israel y Jordania extendiéndose hasta el norte de la península arábiga. Los idumeos o edomitas eran una nación de relevancia muy limitada si se comparaba con grandes imperios como Asiria, Babilonia o Egipto y se hallaba más a la altura de otras más pequeñas como la federación filistea – de la que procede el nombre Palestina - o Judá. Sin embargo, a pesar de su limitación, Esaú estaba enferma de auto-satisfacción. Su soberbia la había engañado convenciéndola de que nada podía hacerle frente (v. 4). De hecho, Edom estaba tan satisfecha en su egocentrismo que no se percataba de que podía ser víctima de simples salteadores (v. 5). Sin embargo, al final, la realidad se había impuesto y había quedado tan de manifiesto que sus mismos aliados se habían aprovechado de ella (v. 7). El origen de aquella desgracia nacional – presente y futura, quizá – se hallaba en una soberbia que se había traducido en el odio hacia su hermana Israel, en el gozo nacido de la desgracia judía y en el aprovechamiento del drama sufrido por el pequeño reino (v. 10-14).



Edom se comportó como otros pueblos a lo largo de la Historia que se han visto reconcomidos por el rencor hacia grupos envidiados. Los nacionalistas ucranianos que ayudaron a los nazis en las tareas de exterminio de los judíos; los distintos pueblos balcánicos que se entregaron al exterminio de los vecinos en un ajuste de cuentas homicida; los hutus que, apoyados por clérigos católicos que incluían obispos, estuvieron a punto de exterminar a los tutsis en Ruanda son sólo algunos ejemplos de conductas semejantes. Casi en ningún caso se puede hablar propiamente de una nación, pero sí de grupos que, rezumantes de soberbia nacionalista, decidieron exterminar al vecino odiado y seguramente también envidiado. El final de esas tragedias siempre suele ser similar. A pesar del éxito que puedan tener los agresores en un momento dado, les espera el juicio de Dios. Como señala Abdías (v. 15-21), Edom acabaría siendo juzgado por un Dios al que repugnan la soberbia nacionalista, la envidia del vecino, la cobardía sanguinaria, el saqueo de los que no se pueden defender. Sin embargo, el mensaje no queda limitado a Edom. Dios no hace acepción de personas y, por lo tanto, juzgará de acuerdo a principios morales y no a raza, nacionalidad o pasaporte.



Edom, efectivamente, sufrió en el s. II una gran derrota histórica a manos de los judíos mandados por Judas Macabeo, pero ése no fue el final de la Historia. También Judá volvió a apartarse de los caminos de Dios y el juicio recayó nuevamente sobre ella y el medio fue Edom. De manera bien significativa, cuando Jesús nació, el rey no era un judío racial – aunque ciertamente practicaba el judaísmo – sino un edomita llamado Herodes. Es difícil que pueda encontrarse un ejemplo más revelador.



Para muchos, resultaría ideal que Dios fuera parcial, que contemplara siempre con malos ojos a unos pueblos y con buenos – siempre, siempre, siempre – a otros. Así lo creyó en el pasado Israel y posteriormente no pocas naciones autodenominadas cristianas. Sin embargo, la realidad es muy distinta como hemos podido ver estudiando a los profetas. Dios rechaza la idea de que la pertenencia a una confesión, a una raza, a una nación sea garantía de salvación y bendición. Por el contrario, Israel fue objeto de castigos continuos cuando se apartó del camino de Dios y, realmente, no podría haber sido de otra manera con un Dios que es justo. Así lo hemos visto en los profetas y así comienza el Nuevo Testamento cuando otro profeta judío dice a sus compatriotas: “Por tanto, dad frutos propios de la conversión y no comencéis a deciros a vosotros mismos: ``Tenemos a Abraham por padre, porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras” (Lucas 3: 8). No otro sería el mensaje del propio Jesús.





(CONTINUARÁ)

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Published on February 24, 2017 01:28

February 22, 2017

¡Que devuelvan lo robado!

Entre las frases que más se escuchan en relación con la corrupción ocupa un lugar de honor aquella que exige que los culpables devuelvan lo robado. Yo comprendo la justicia de la exigencia al igual que la cólera que la provoca, pero – dicho sea con todos los respetos – no deja de parecerme una inquietante manifestación de ignorancia.


Desconocedores de la realidad del estado moderno, estas buenas y encolerizadas agentes parecen creer que los políticos llegan al cajón donde se guarda el dinero público, meten la mano y arramblan con el efectivo. De acuerdo con esa visión, bastaría con hacer arqueo de lo que falta y exigir su reposición para satisfacer la justicia. La realidad es mucho peor.



De entrada, un porcentaje elevadísimo de la corrupción transcurre por el mar proceloso de los presupuestos público. No se trata de que el político se lleve fajos de la caja sino de que encamina las partidas a finalidades cuya causa real es enriquecer a determinadas personas y empresas. La construcción de ciertos aeropuertos, el trazado de aquellas carreteras, la financiación de cursos concretos, la subvención de medios afines, la promoción de culturas determinadas, la creación de esos observatorios son algunas de las formas de corrupción mediante las cuales los políticos benefician a amigos, paniaguados, clientelas y colaboradores. No necesitan forzar la cerradura de la caja ni llevarse los billetes en un maletín. Basta, a decir verdad, con firmar órdenes de pago.



Para colmo, ese dinero no procede, en realidad, de los haberes del estado ni son fruto de las actividades rentables de empresas públicas. No. Hasta el último céntimo ha sido extraído, con razón o sin ella, de los bolsillos de los contribuyentes a través de los impuestos. En otras palabras, con reintegrar lo sustraído – insisto en que, proporcionalmente, es una parte mínima – no bastaría porque casi nada lo ha sido sino que se presupuestó. Por lo tanto, acabar con la corrupción no se soluciona con el “que devuelvan lo robado”. Exigiría, primero, unos mecanismos de control de gasto y de gestión que no actúan; luego, una respuesta de los ciudadanos indignados por la manera en que se gasta el dinero público. Finalmente, implicaría que se devolviera los impuestos cobrados a aquellos contribuyentes cuyos bolsillos fueron vaciados para pagar esa corrupción. Esto último – con un déficit que incumpliremos este año y el que viene – no lo esperen. Sobre todo porque, al fin y a la postre, el sistema se mantiene sobre la base de robar a los contribuyentes.

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Published on February 22, 2017 23:36

Entrevista: La sentencia del caso Noos

Pedro Tarquis volvió a llamarme esta semana y departimos sobre la sentencia del caso Noos.

Espero que les entretenga y también que arroje algo de luz sobre el bosque de cortinas de humo creado por los medios en España. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





http://www.ivoox.com/lecciones-del-caso-noos-cesar-vidal-audios-mp3_rf_17117052_1.html





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Published on February 22, 2017 00:32

February 20, 2017

La ideología de género

El sábado de hace dos semanas, me encontraba en Lima a pocas horas de regresar a Estados Unidos cuando di mi última exposición de la semana. Fue larga y agotadora porque a la exposición se sumaron las preguntas. No podía ser menos porque iba referida a la ideología de género. Espero que la disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!



http://www.facebook.com/betheltv/?hc_ref=PAGES_TIMELINE
































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Published on February 20, 2017 23:44

February 19, 2017

Corría el año… La batalla de Madrid

Entre los programas que, en su día, dirigí de Corría el año… dedicamos varios a batallas emblemáticas de la guerra civil española. Hoy les dejo con el espacio dedicado al conjunto de batallas libradas en las cercanías de Madrid.


Sin duda, fueron las más emblemáticas fuera de España porque, para unos, simbolizó la posibilidad de una rápida victoria de Franco y, para otros, la resistencia contra el fascismo. El símbolo no se corresponde siempre con la realidad y lo mismo sucedió en este caso. Espero que disfruten ustedes del debate porque los invitados fueron de extraordinario nivel. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!



http://www.dailymotion.com/video/xqc477_corria-el-ano-la-defensa-de-madrid-durante-la-guerra-civil_news

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Published on February 19, 2017 23:10

February 18, 2017

Pablo, el judío de Tarso (XI): De Saulo a Pablo (I):  En Antioquía

Como ya indicamos en el capítulo anterior, la década pasada por Saulo en Cilicia distó mucho de cuajar en conversiones y, por añadidura, debió estar muy vinculada con experiencias capaces de desanimar a alguien dotado de un temple menor.

Ignoramos qué pasó por el corazón de Saulo al comprobar que sus compatriotas no sólo no lo escuchaban sino que además lo rechazaban y condenaban a penas físicas. Apaleado, sujeto a las burlas y las mofas de aquellos a los que anunciaba el Evangelio, rechazado, muchos – quizá la mayoría – se habrían desanimado. No fue el caso de Saulo. Lo que le sustentó fue una sólida vivencia espiritual que debió alimentar su fe y su esperanza a lo largo de aquellos difíciles diez años. Contamos con referencias muy escasas, pero en aquella época Saulo pasó por experiencia espiritual que relataría años después:





1 Es cierto que no me conviene jactarme; pero me voy a referir a las visiones y a las revelaciones del Señor. 2 Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. 3 Y conozco a ese hombre, (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe,) 4 que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que el hombre no puede expresar.



(II Corintios 12, 1-4)



La experiencia de Saulo encaja dentro de lo que se suele denominar éxtasis. Sin embargo, no resulta fácil clasificarla en la medida en que el protagonista no sabe si fue corporal o extracorporal. Aún más. A diferencia de lo relatado por otros personajes a lo largo de la Historia, Pablo no se detiene en detalles. Por el contrario, insiste en su carácter indescriptible. Podía afirmar que había estado relacionada con Dios, que se había sentido transportado al paraíso y que había escuchado palabras que el ser humano es incapaz de repetir. Nada más.



El episodio guarda paralelos – no resulta extraño – con otros relatos de la Historia del judaísmo. El Talmud relata, por ejemplo, que cuatro rabinos – Ben Azzai, Ben Zoma, Eliseo ben Abuyah y Aqiba – de inicios del s. II d. de C., fueron también transportados al paraíso. De manera bien significativa, la experiencia llevó a Ben Azzai a la muerte, a Ben Zoma a la locura, y a Ben Abuyah a la apostasía. Sólo Aqiba parece haber salido indemne y aún así deberíamos recordar que fue el rabino que apoyó al falso mesías Bar Kojba con desastrosos resultados para los judíos . En el caso de Saulo, por el contrario, parece que confirmó su fe en un período de especial dificultad. Que la confirmó, pero que no la hundió en la soberbia. Años después se referiría a ella, pero a la fuerza y en tercera persona.



Sin embargo, tampoco Saulo salió indemne de aquella experiencia. A continuación del relato de su peculiar experiencia espiritual, figura una afirmación especialmente enigmática:





5 De ... mí mismo sólo me jactaré en mis debilidades… 7 Para que la grandeza de las revelaciones no me enalteciera de manera desmedida me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no caiga en el orgullo. 8 Por lo cual, tres veces he rogado al Señor, para que me lo quite. 9 Y me ha dicho: Te es suficiente mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me jactaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder del mesías. 10 Por eso me alegro en las debilidades, en las ofensas, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias por causa del mesías; porque cuando soy débil, entonces soy poderoso.



(II Corintios 12, 5-10)





La experiencia espiritual de Saulo había venido acompañada de “un aguijón” que le mostraba su debilidad. Sin embargo, de esa situación no había emergido amargado o desesperanzado. Por el contrario, había aprendido que su debilidad era una magnífica forma de comprobar en su experiencia cotidiana la acción del mesías que se le había revelado en el camino de Damasco.



Seguramente, no podemos captar cabalmente la profundidad psico-espiritual de esta circunstancia. Sí podemos afirmar que Saulo alcanzó una altura humana que rara vez se da, la de que aquellos hombres que son conscientes de limitaciones dolorosas y que, sin embargo, no permiten que éstas malogren sus existencias. La clave para superar esas situaciones puede ser diversa. Saulo estaba seguro – y se trataba de una circunstancia que duraba años – de que no era otra sino el mesías Jesús. El poder del resucitado era lo que le permitía sortear una situación que hubiera tronchado la resolución de la mayoría.



La cuestión que se ha planteado durante siglos es la naturaleza exacta del denominado “aguijón en la carne”. Esta última referencia ha llevado a no pocos comentaristas a identificarlo con una enfermedad física que pesaba enormemente en su existencia. En ese sentido, las interpretaciones han ido desde la epilepsia que atormentó a Julio César o Napoleón , la oftalmia , la fiebre de Malta , la malaria , la neurastenia e incluso algún defecto de dicción como la tartamudez. Lo cierto, sin embargo, es que carecemos de base para sustentar cualquiera de estas posibilidades y, por añadidura, cuesta trabajo creer que un hombre que demostraría la fortaleza física que Saulo demostraría en años sucesivos pudiera padecer una enfermedad crónica. En ese sentido, es muy probable que el “aguijón” no fuera una dolencia física.



De hecho, el término “carne” (basar) en el pensamiento hebreo no implica necesariamente una referencia al cuerpo, sino, más bien, a aquella parte de nuestro ser que se resiste a obedecer a Dios. En ese sentido la utiliza el mismo Pablo, por ejemplo, en Gálatas 5, 19-21. En este pasaje, son obras de la carne el adulterio, la fornicación y las borracheras, pero también la envidia, los celos, la ira o las disputas. Por lo tanto, cabe la posibilidad de que el citado aguijón fuera algo que hería no el cuerpo de Saulo, sino, más bien, su inclinación – inclinación compartida por todos los seres humanos - al mal. De ser cierta esa interpretación, el aguijón podría ser desde la soberbia al afán de destacar, desde el orgullo al deseo de que los planes propios se cumplieran por encima de los propósitos de Dios. Siguiendo con esa línea argumental, cabe preguntarse qué podía causar ese dolor al amor propio de Saulo. La respuesta, de manera casi obligada, sería que el rechazo de buena parte de sus compatriotas judíos. Este tema, como tendremos ocasión de ver, le causó un enorme dolor durante toda su vida y le arrastró a reflexiones teológicas de envergadura nada desdeñable. Saulo se habría visto enfrentado en aquellos años de Tarso – y en las décadas siguientes – con un panorama tan aparentemente contradictorio como el del disfrute de profundas experiencias espirituales (las entendamos como las entendamos) y de la tristeza de ver cómo los judíos no aceptaban de manera unánime al mesías ya venido. No sólo eso. En algunas ocasiones, su reacción había sido muy similar a la que él mismo había vivido en el pasado. Al rechazo se había sumado la violencia física. En su pesar, habría pedido de manera muy especial que aquella situación cambiara, pero lo único que había recibido – y que recibiría en los años siguientes – había sido un llamamiento a confiar en el mesías en medio de la dificultad. Lo especial de Saulo es que semejante circunstancia no le hundió. Por el contrario, aceptó todo confiando en el mesías resucitado. Se trataría de una actitud con poderosas consecuencias durante el resto de su vida. El hombre, pues, que Bernabé encontró en Tarso conservaba todas las cualidades que había pensado que se daban cita en él. A ella además se unía la de una madurez espiritual aquilatada en el crisol de las experiencias.



El tiempo que Saulo pasó en Antioquia fue de un año y estuvo dedicado a la enseñanza en el seno de la comunidad (Hechos 13, 26). En buena medida, era lógico que así fuera porque Saulo era un hombre con una educación teológica formal, a los pies de uno de los rabinos de mayor prestigio en su época y esa circunstancia le capacitaba para ir desgranando ante una congregación aquellos contenidos de las Escrituras referidos al mesías y cumplidos en Jesús. Como tendremos ocasión de ver al examinar sus epístolas, Saulo utilizó esa forma de enseñanza incluso cuando se dirigía a un destinatario mayoritaria o totalmente gentil. Lejos de creer que los que venían del paganismo entraban en una situación espiritual ajena a la experiencia secular de Israel, estaba convencido de que Jesús era la consumación de las esperanzas judías y de que tal extremo esencial podía demostrarse a partir de la propia Biblia. Para una comunidad que estaba dando entrada a gentes que procedían de medios paganos y que, comprensiblemente, no se habían limpiado de todas las impregnaciones de su antigua religión, Saulo tuvo que resultar una verdadera bendición.



Según nos informa la fuente lucana, la comunidad cristiana de Antioquia destacaba por la existencia de dos carismas o dones muy concretos (Hechos 13, 1). Uno era el de enseñanza – que debió estar muy relacionado con la actividad de Saulo – y el otro el de profecía . De manera vulgar, suele asociarse la profecía con el vaticinio del futuro. Hay parte de verdad en esa consideración, pero en la tradición judía el profeta es mucho más que un adivino. Se trata, por el contrario, de un hombre (o una mujer) que, fundamentalmente, contempla el presente con la visión de Dios y que comunica esa perspectiva a sus contemporáneos advirtiéndoles de las consecuencias de no someterse a ella. Ocasionalmente, el profeta también podía hacer referencia a situaciones futuras.



Las primeras comunidades cristianas contaron con profetas de manera muy común y el hecho de que Antioquia contara con ese carisma como una de sus bases resulta muy revelador. Curiosamente, uno de los episodios de la vida de Saulo en Antioquia aparece relacionado con la profecía. La fuente lucana lo narra de la siguiente manera:





27 Y en aquellos días descendieron a Antioquia algunos profetas procedentes de Jerusalén. 28 Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, dio a entender por obra del Espíritu, que iba a tener lugar una gran hambruna en toda la tierra habitada: la cual se produjo en tiempos de Claudio. 29 Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, decidieron envíar una ayuda a los hermanos que vivían en Judea: 30 Lo que, efectivamente, llevaron a cabo, enviándolo a los ancianos a través de Bernabé y de Saulo.



(Hechos 11, 27-30)





El pasaje lucano resulta especialmente ilustrador de lo que era la vida de una comunidad cristiana primitiva. Los que venían procedentes de otros lugares eran considerados hermanos y se les daba lugar para expresarse en la congregación. En este caso concreto, entre los visitantes se encontraban profetas como Agabo que anunció una hambruna. La reacción espontánea de la comunidad antioquena fue recoger una cantidad destinada a ayudar a los hermanos de Judea, presumiblemente en peor situación económica. En una época como aquella en la que ni siquiera Roma podía garantizar la seguridad de los envíos, lo habitual era encomendar el traslado a gente de confianza y la congregación consideró que los comisionados debían ser Bernabé y Saulo. La circunstancia proporcionaría a éste su segunda oportunidad para ponerse en contacto con los que habían conocido personalmente a Jesús.



CONTINUARÁ



_________________________



TB Hagigah 14b-15b. J. W. Bowker ha relacionado la experiencia paulina con la visión del carro de Dios o merkabah en “Merkabah Visions and the Visions of Paul” en Journal of Semitic Studies, 16, 1971, pp. 157-173. El tema ha sido también estudiado por G. Scholem, Jewish Gnosticism, Merka bah Mysticism and Talmudic Tradition, Nueva York, 1965, pp. 14-19. Sin embargo, parece obvio que la sofisticación descriptiva de esas experiencias andan muy lejos de la experiencia de Saulo.





W. Wrede, Paul, Londres, 1907, pp. 22 ss.





J. T. Brown, “St. Paul´s Thorn in the Flesh” en J. Brown (ed), Horae Subsecivae, Edimburgo, 1858.





W. M. Alexander, “St. Paul´s Infirmity” en Expository Times, 15, 1903-4, pp. 469 ss y 545 ss.





W. M. Ramsay, St Paul the Traveller and the Roman Citizen, Londres, 1920, pp. 94 ss.





H. Lietzmann, The Beginnings of the Christian Church, Londres, 1949, p. 113.





Un estudio en profundidad de los profetas en las comunidades cristianas primitives en C. Vidal, el judeo-cristianismo en la Palestina del s. I, Madrid, 1995, pp. 283 ss.









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Published on February 18, 2017 23:08

February 17, 2017

Rejoice the Lord is King

Para muchos durante siglos, el cristianismo ha sido una fe rezumante de tristeza. Se les ha enseñado y han creído que, por ejemplo, flagelándose o colocándose un cilicio podían agradar a Dios. Yo mismo he escuchado a personas que se colocaban piedrecitas en el zapato convencidas de que de esa manera su sufrimiento complacía a Dios o a la Virgen.


Sinceramente, mentiría si dijera que semejantes muestras de religiosidad no me parecen absolutamente aberrantes. A decir verdad, tienen su paralelo en ritos paganos en los que el sufrimiento corporal se ofrecía a divinidades sádicas, pero esas conductas, por mucho que se hayan repetido a lo largo de los siglos, nada tienen que ver con el mensaje del cristianismo que encontramos en la Biblia. Por el contrario, en las Escrituras se insiste una y otra vez en que la cercanía con Dios es una experiencia alegre y gozosa y no una ocasión para que falsos maestros sometan a sus seguidores a conductas propias del sillón de un psiquiatra. Los que vivimos esa experiencia del gozo cristiano sabemos que, efectivamente, así es y que no tiene nada que ver con torturas autocausadas cuya idea sólo puede haber surgido en corazones perversos. Como en tantas otras cuestiones, la enseñanza de la Biblia libera mientras que las de los maestros humanos esclavizan.



Esa alegría precisamente es la que rezuma este hermoso himno del incomparable Charles Wesley publicado en 1744. Como ya había dicho Pablo en Filipenses 4: 4, estamos llamados a alegrarnos en Jesús siempre y en todo momento no a causarnos heridas o atormentarnos para satisfacción de degenerados maestros espirituales. Nos alegramos porque el mesías es Rey y, especialmente, porque es el Rey de nuestras vidas. Sólo él es nuestro soberano. Sólo él y no un usurpador que habita en un palacio de centenares de habitaciones. Alegrémonos, pues, porque Jesús es rey y como rey regresará.



Les incluyo un par de versiones de este himno del que no tengo constancia de que exista versión en español. La primera es una versión profesional; la segunda procede de un culto evangélico. Alégrense escuchándolo. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!



Primera versión



www.youtube.com/watch?v=I4hxVX2RxK8



Versión en un culto



www.youtube.com/watch?v=HUFXgTvr5qk

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Published on February 17, 2017 23:06

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César Vidal
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