César Vidal's Blog, page 50
March 19, 2017
Pablo, el judío de Tarso (XV): El Evangelio llega a Galacia (II): Antioquía de Pisidia
A todo ello se habría referido Pablo cuando recordó tiempo después a los gálatas que una enfermedad física le había permitido predicarles el Evangelio (Gálatas 4, 13). La tesis resulta sugestiva, pero no contamos con ninguna base real para sustentarla. No hay razón para pensar que Pablo padeciera malaria y mucho menos que buscara alivio en Antioquia de Pisidia.
Como en otras ciudades de Frigia, existía en Antioquia de Pisidia una comunidad judía cuyos orígenes podían retrotraerse al reinado de Antíoco III (223-187 a. de C.). Siguiendo su práctica habitual, Bernabé y Pablo se dirigieron a la sinagoga el primer sábado después de su llegada a la ciudad con la intención de predicarles el Evangelio. La fuente lucana nos ha conservado precisamente ese episodio:
14 Y ellos dejando tras de si Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia, y entrando en la sinagoga un día de sábado, se sentaron. 15 Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga se dirigieron a ellos, diciéndoles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad. 16 Entonces Pablo, levantándose, hizo con la mano una señal para que guardaran silencio y dijo: Varones Israelitas, y temerosos de Dios, oid: 17 El Dios del pueblo de Israel escogió a nuestros padres, y ensalzó al pueblo, siendo ellos extranjeros en la tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella. 18 Y por un tiempo de cuarenta años aproximadamente los soportó en el desierto; 19 Y destruyendo siete naciones en la tierra de Canaán, les repartió por suerte la tierra de ellas. 20 Y después, durante cuatrocientos cincuenta años aproximadamente, les dio jueces hasta el profeta Samuel. 21 Y entonces pidieron un rey; y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, un varón de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años. 22 Y quitado éste, les levantó a David por rey, al que dio también testimonio, diciendo: He hallado a David, el de Jesé, un varón conforme a mi corazón, que hará todo lo que yo deseo. 23 De la descendencia de éste, Dios, conforme a la promesa, levantó a Jesús como Salvador de Israel; 24 Juan, antes de que llegara, había predicado el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. 25 pero cuando Juan estaba para concluir su misión, dijo: ¿Quién pensáis que soy? Yo no soy; pero, he aquí que después de mi viene uno, de quien no soy digno de desatar el calzado de los pies. 26 Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros temen a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación. 27 Porque los que habitaban en Jerusalén y sus gobernantes no reconociendo a Jesús ni los anuncios de los profetas que se leen todos los sábados, al condenarlo, los cumplieron. 28 Y sin hallar causa de muerte, pidieron a Pilato que le dieran muerte. 29 Y, tras haber dado cumplimiento a todas las cosas que se habían escrito sobre él, tras quitarlo del madero, lo colocaron en el sepulcro. 30 Sin embargo, Dios lo levantó de entre los muertos. 31 Y fue visto durante muchos días por los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los cuales son sus testigos delante del pueblo. 32 Y también nosotros os anunciamos el evangelio de aquella promesa que fue hecha a nuestros padres, 33 La misma que Dios ha cumplido a sus hijos, a nosotros, al resucitar a Jesús, tal y como se halla escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. 34 Y que le levantó de entre los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David. 35 Por eso dice también en otro lugar: No permitirás que tu Santo vea corrupción. 36 Porque ciertamente David, tras haber servido a su generación conforme a la voluntad de Dios, durmió, y se reunió con con sus padres, y vio corrupción. 37 Sin embargo, aquel al que Dios resucitó, no vio corrupción. 38 Sabed, por lo tanto, varones hermanos, que gracias a éste se os anuncia el perdón de los pecados; 39 Y si bien no pudisteis ser justificados por la ley de Moisés de nada, en éste es justificado todo aquel que creyere. 40 Mirad, pues, que no recaiga sobre vosotros lo que aparece dicho en los profetas: 41 Mirad, oh menospreciadores, y pasmaos, y desvaneceos; porque llevo a cabo una obra en vuestros días, una obra que no creeréis, si alguien os la contare.
(Hechos 13, 14-41)
El texto resulta verdaderamente iluminador y recoge la esencia de lo que debió ser la predicación del cristianismo en Galacia. Pablo, seguramente mejor orador que Bernabé, era el encargado de comunicar el mensaje que se dirigía a los judíos y a los gentiles que no habían pasado por la circuncisión aunque acudían a la sinagoga, los denominados temerosos de Dios. El mensaje comenzaba haciendo una referencia a la Historia de Israel, un pueblo liberado por Dios de la esclavitud de Egipto, asentado en la Tierra y bendecido con la monarquía de David. A este mismo David, Dios le había prometido un descendiente – el mesías – que consumaría la Historia. Ese descendiente no era otro que Jesús al que había apuntado incluso el profeta Juan, el que había predicado un bautismo en señal de arrepentimiento. Sin embargo, Jesús no fue recibido por los habitantes de Jerusalén. A decir verdad, tanto ellos como sus gobernantes lo condenaron y, acto seguido, solicitaron de Pilato, el gobernador romano, que le diera muerte. Sin embargo, al actuar de esa manera no habían conseguido frustrar el plan de Dios. Todo lo contrario. En realidad, habían cumplido las profecías referidas al mesías. Aún más. A pesar de que le dieron sepultura, el mesías no pudo permanecer en el sepulcro ni fue presa de la corrupción. Dios lo resucitó dando cumplimiento así a las profecías mesiánicas contenidas en el Salmo 2, 7 (el mesías sería engendrado por Dios) y en el Salmo 16, 10 (el mesías no vería corrupción) dejando de manifiesto que Jesús era el mesías. En ese momento del discurso – un discurso que, muy posiblemente, Pablo pudo repetir en docenas de ocasiones – se introducía un elemento de especial relevancia, nada más y nada menos que la afirmación de que había numerosos testigos de la resurrección de Jesús. Se trataba de personas capaces de avalar aquel anuncio de que las promesas realizadas por Dios a Israel se habían cumplido y el mesías había llegado. Precisamente en ese momento de verdadero climax, Pablo llevaba a cabo una afirmación de especial relevancia. Lo que anunciaba no era una mera especulación religiosa o un relato pergeñado para edificación de los oyentes. En realidad, se trataba de un anuncio que exigía una respuesta. En Jesús, el mesías ejecutado en Jerusalén y resucitado, se encontraba la salvación. Se trataba de una salvación que no podía alcanzarse por las obras – un tema que Pablo, como veremos, repetiría insistentemente - sino únicamente creyendo en Jesús. Tras escuchar semejante afirmación, los presentes sólo tenían dos alternativas. O bien rechazar al mesías resucitado y condenarse, o aceptarlo a través de la fe y salvarse.
La exposición de Pablo ha contado con numerosos paralelos a lo largo de la Historia. Sin embargo, escucharla en aquel contexto debió de representar un verdadero trallazo. No sólo implicaba la afirmación rotunda de que Dios había cumplido Sus promesas; no sólo implicaba el anuncio de que el mesías había llegado de acuerdo con lo anunciado en las Escrituras; no sólo implicaba que la salvación no era fruto de las obras humanas sino un regalo que Dios entregaba en la persona de Jesús, sino que además obligaba a adoptar una decisión. No puede sorprender, por lo tanto, que cuando Bernabé y Saulo salieron de la sinagoga, algunas personas les pidieran que regresaran el siguiente sábado para seguir hablándoles (Hechos 13, 42). Incluso algunos judíos y conversos gentiles continuaron hablando con ellos (Hechos 13, 43). Cuando, a la semana siguiente, Bernabé y Saulo regresaron a la sinagoga, la expectación resultó muy considerable (Hechos 13, 44). La fuente lucana indica que aquel éxito de los recién llegados provocó la envidia de algunos judíos. La noticia tiene todo el aspecto de ser exacta. A fin de cuentas, llevaban generaciones y generaciones en aquella ciudad, e incluso habían logrado algunas conversiones al judaísmo. Sin embargo, ahora aparecían aquellos recién llegados y provocaban semejante interés. Por si fuera poco, su predicación resultaba sospechosa. En lugar de instar a los conversos a guardar la ley de Dios, se habían permitido decir que nadie podía ser justificado por las obras y que la única justificación posible derivaba de creer en Jesús. No extraña que la segunda reunión no tuviera un resultado tan halagüeño. De hecho, cuando los judíos se opusieron a Pablo, éste y Bernabé les respondieron:
46 ... Resultaba ciertamente indispensable que se os hablase la palabra de Dios; pero puesto que la rechazais, y os juzgáis indignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los Gentiles. 47 Porque así nos lo ha ordenado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, para que seas salvación hasta los confines de la tierra. 48 Y los Gentiles, al escuchar aquello, se alegraron y glorificaban la palabra del Señor: y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. 49 Y la palabra del Señor fue sembrada por toda aquella provincia.
(Hechos 13, 46-49)
Una vez más lo señalado en la fuente lucana resulta extraordinariamente luminoso. La predicación de Pablo – como seguiría siendo a lo largo de su vida – se dirigía siempre en primer lugar a los judíos ya que en buena lógica éstos eran los que debían estar más interesados por el cumplimiento de las promesas de Dios a Israel y los que podían comprender mejor la trascendencia de que hubiera llegado el mesías. Sin embargo, no tenía la intención de restringirse a éstos. Por el contrario, era misión suya poner al alcance de los gentiles aquella predicación de salvación. Como demostraría el paso de los años, serían precisamente éstos los más inclinados a aceptar aquel mensaje. Las razones, desde luego, no eran escasas. Pablo parecía excluir cualquier sentimiento de superioridad que los judíos de nacimiento pudieran tener sobre los conversos y además abría a éstos la posibilidad de integrarse en las acciones y las promesas de Dios para con Israel. Por si fuera poco, indicaba que la salvación no derivaba de las obras de la ley – obras que para los gentiles podían resultar aún más gravosas que para los judíos, culturalmente predispuestos hacia su observancia – sino de aceptar a través de la fe la obra salvadora de Jesús.
La respuesta de los judíos ante lo que, muy posiblemente, consideraban una peligrosa perversión de su religión fue aprovechar la estructura administrativa de Antioquía de Pisidia en contra de Bernabé y Saulo. Dado que la ciudad se regía como Roma y que esa circunstancia otorgaba un peso notable al gobierno de la población, los judíos optaron por soliviantar los ánimos de algunas conversas importantes y de los gobernantes. Como resultado, Bernabé y Saulo se vieron obligados a abandonar la población (Hechos 13, 50-51). Sin embargo, esta vez el resultado de la labor evangelizadora de los dos misioneros no resultó desdeñable. A sus espaldas quedó una nueva congregación – la primera de Galacia – en la que se reunían de manera significativa conversos procedentes de los gentiles, pero también con un cierto conocimiento del judaísmo.
CONTINUARÁ
W. Ramsay, St. Paul…, pp. 94 ss.
March 18, 2017
Oh, love of God!
También nos dice que ese amor se manifestó en el envío de Su Hijo a fin de que todo el que crea no se pierda sino que tenga vida eterna (Juan 3: 16). Igualmente insiste en que podemos afirmar la extraordinaria verdad de la justificación por la fe y de las bendiciones que de ella derivan (Romanos 5: 1 ss) porque el amor de Dios se manifestó de manera histórica en la muerte de Jesús por nosotros cuando aún éramos sus enemigos y vivíamos de espaldas a él. Y sólo cuando entendemos que no nos merecemos la salvación, que ésta no puede ser por obras nuestras, que es por gracia y que la recibimos a través de la fe podemos captar hasta qué punto ese Amor es un Amor con mayúsculas (Efesios 2: 8-9).
En verdad que el Amor de Dios no se puede describir ni abarcar. Nunca tendríamos posibilidad de describirlo en esta vida o en otras que se le sumaran y, como dice esta bellísima canción, “si fuera tinta todo el mar y todo el cielo un gran papel nunca podrían describir el gran Amor de Dios que al mundo pudo redimir de su pecado atroz”.
Escuché esta canción al poco de convertirme, allá en el año 1977, y debo decir que me sentí identificado totalmente por ella ya que reproducía musicalmente lo que era mi propia experiencia. Yo había vivido de manera directa ese Amor de Dios más allá de palabras vacías o declaraciones vanas. Sabía que era un pecador y que, como dice la Biblia, no podía ganar, merecer u obtener la salvación por mis propios méritos. Pero también era consciente de que Cristo había ganado para mi esa salvación en la cruz y que, al recibirla mediante la fe, no sólo había sido justificado sino que había comenzado para mi una nueva vida en la que la vivencia cotidiana de ese Amor ha sido una realidad. Desde aquel año – y ya ha llovido - hasta el día de hoy han pasado cuatro décadas y han sido muchas las dificultades y oposiciones, los ataques y tribulaciones, las pruebas y persecuciones relacionadas con mi fe en Jesús el mesías y con el anuncio de su Evangelio de salvación por pura gracia. Sin embargo, puedo decir con absoluta convicción que Dios no ha dejado de manifestarme Su amor y de sostenerme en todo momento y lo ha hecho de una manera que ninguna entidad humana, religión, club o colectivo podría hacerlo jamás. Su Amor ciertamente supera nuestra capacidad de narración.
Les dejo con dos versiones – son innumerables - de este viejo himno evangélico. La primera es de los Gaithers que tanto han hecho por expandir el conocimiento de esta música incomparable; la segunda es en español y es del Grupo Vertical. Espero que disfruten ambas pero, por encima de todo, deseo que, caso de no haberlo experimentado vivencialmente, experimenten también ese Amor de Dios. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Ésta es la versión de los Gaithers
www.youtube.com/watch?v=szkhH3VWFwg
Y ésta la del Grupo vertical
March 17, 2017
Estudio Bíblico XCI: Libros históricos (XIV): Rut (III): Booz se compromete con Rut (c. 3)
Noemí – bastante distante de ser una anciana deseosa de vivir parasitariamente de gente más joven – se preocupaba de todo corazón por Rut. De ese amor, arrancó el consejo de lo que debía de hacer. Naturalmente, los consejos podían haber sido de lo más variado… e inmoral. ¿Cuántas veces no hemos escuchado eso de “aprovecha tu cuerpo, tu juventud, tu tipo, mientras puedas”? ¿Cuántas veces además esas recomendaciones no proceden de mujeres de más edad y experiencia? La mujer tiene un supuesto capital en sus primeros años y en su físico y debería explotarlo para conseguir un lugar en el mercado erótico-afectivo. Naturalmente, no son pocas las mujeres que siguen el consejo de maneras que, por regla general, no se caracterizan por la decencia. El caso de Noemí y Rut fue muy diferente.
Noemí deseaba buscar un hogar - ¡un hogar! – para su nuera. No una relación, no una diversión, no una fuente de ingresos, no una posición sino un hogar (3: 1). No deja de ser significativo cuanto hace la gente por tener una vivienda y que poco por conseguir un hogar. Pensando en un hogar, Booz – que era un hombre mayor y sin compromisos además de un pariente – era el ideal (3: 2). Debía pues de arreglarse – no de quitarse la mayor ropa posible – y, sin ser vista para evitar murmuraciones, tenderse a los pies de Booz (3: 3-4). Uno esperaría que Rut le hubiera pedido consejos sobre seducción a Noemí, que Noemí se los hubiera dado o que incluso Noemí insultara a Rut por pensar en la posibilidad de casarse después de haber sido la esposa de su hijo. No hay nada de eso en el relato. Una mujer mayor se preocupa por otra más joven de manera nada egoísta y le aconseja que busque un hogar. Rut, más joven, obedeció totalmente sin pensar que sabía más que una vieja fuera de circulación (3: 5).
La manera en que transcurrió todo también causa impresión. Rut no esperó a que todos comieran y descansaran para meterse en la cama de Booz – eso seguramente es lo que veríamos ahora en cualquier película – por el contrario, Rut se colocó en la posición más humilde en relación con aquel que esperaba que fuera su esposo. Se puede imaginar sin demasiada dificultad los aullidos que darían ahora algunas mujeres que vieran esta historia. Rut no sólo no se comportaba como una mujer liberada intentando seducir sexualmente a Booz sino que además actuaba de una manera absolutamente humilde que ahora muchas – y muchos – considerarían totalmente intolerable.
Rut era humilde, pero no apocada ni cobarde ni estúpida. Cuando Booz la descubrió (3: 8) y preguntó quién era, la respuesta de Rut fue muy directa. Era su sierva y se acercaba a él porque era su pariente más cercano y pensaba que podía tomarla como esposa – ése es el significado de extender el borde de la capa - (3: 9).
La respuesta de Booz es también digna de consideración. No intentó aprovechar su situación ni tampoco despreció a Rut. Todo lo contrario. Rut había dado muestras de ser una mujer decente (3: 11) y él sólo podía desearle la bendición de Dios por haberse fijado en él. A fin de cuentas, siendo una mujer joven podía haber buscado también a un hombre joven ya fuera rico o pobre en lugar de a él que ya era mayor (3: 10). No sólo eso. Booz se sentía atraído por aquella mujer, pero deseaba hacer las cosas de manera correcta y legal. De acuerdo con la Torah había un pariente que podía reclamar casarse con Rut con prelación a él. Semejante circunstancia puede llamarnos la atención, pero surgía de la protección que se contemplaba en la Torah para las viudas y huérfanos. Si una mujer perdía a su esposo y quedaba desamparada, cabía la posibilidad de que un pariente de su marido la tomara por esposa para que no se viera desprotegida. Naturalmente, habrá quien señalará que mucho mejor hubiera sido un sistema de pensiones, pero es que la Torah establecía que las necesidades humanas van mucho más allá de un cheque. Una viuda y unos huérfanos no necesitan sólo pagar las cuentas. Necesitan afecto, protección, amor. Un nuevo matrimonio podía cubrir esas necesidades de manera más amplia y ciertamente quién ha perdido a un cónyuge o un padre sabe hasta qué punto es así. De nuevo, lo que Dios desea para los seres humanos es un hogar donde reciban atención todas sus necesidades y no una amalgama de discursos ideológicos y subvenciones.
Booz le comentó a Rut que se sometería a la Torah por encima de sus conveniencias y deseos. Si otra persona con más derecho decidía casarse con Rut, él aceptaría lo que ordenaba la Torah, pero si no sucedía – y uno se imagina a Booz diciendo: “¡Señor mío, que no suceda1” – él la tomaría por esposa (v. 13). Una vez más, lo que quedaba de manifiesto era que el centro de su vida no era él ni lo que a él le apetecía sino lo que Dios ha dispuesto en Sus mandamientos.
Y no es que Booz anduviera perdido en consideraciones tan espirituales que no se enterara del mundo en que vivía. Todo lo contrario. Precisamente porque Rut le agradaba y porque deseaba convertirla en su mujer le preocupaba su bienestar material. Fue así como le dio lo suficiente para que tanto ella como Noemí se alimentaran (3: 15-17). Como comprendió perfectamente su suegra, Booz era un hombre cabal y no dejaría las cosas a medias. Haría todo lo posible por arreglar la situación y hacerlo cuanto antes (3: 18).
La historia, en apariencia sencilla, que contemplamos en este capítulo, rezuma de enseñanzas prácticas. En ella, contemplamos a un Dios que no piensa que cuestiones como la viudedad, la soltería o incluso la orfandad se solucionan mediante una cantidad económica y una ración más o menos generosa de sexo. El ser humano es más que un estómago que llenar y unos genitales que sosegar. Precisamente porque es más, mucho más precisa de afecto, compañía, amor, un cúmulo de situaciones y vivencias que mal se pueden hallar fuera de una relación matrimonial estable, firme y dotada de un compromiso sólido.
En esa relación, el hombre y la mujer son conscientes de lo que significa la atracción y el sexo, y, por supuesto, reconocen su relevancia, pero, a la vez, comprenden que hay elementos no menos importantes para un ser humano. Booz por su delicadeza era mucho más atractivo para Rut que hombres más jóvenes y Rut por su disposición a servir era mucho más notable que mujeres que hubieran podido ser más atractivas. Ambos podían formar ese hogar.
Por añadidura, el romanticismo, la atracción, el enamoramiento incluso la espiritualidad no eran elementos que los apartaran de la realidad. Booz sabía que el atender las necesidades de Rut – las económicas, desde luego – resultaba indispensable y prioritario. A decir verdad, leyendo el relato y meditando en él encontramos a dos seres que no reclamaban derechos personales – ¡ay, esas necias feministas! – sino que se entregaban totalmente al otro sin pensar en si mismos. La garantía de la felicidad se encuentra precisamente en la entrega y no en la tabla de reivindicaciones que se impone al otro y precisamente por no entender un principio tan elemental nuestros hogares han entrado en crisis hace demasiado tiempo. No podía ser de otra manera porque el amor y la construcción de un hogar es bien distinto de la lucha sindical o política. Cuando no se comprende algo tan elemental, el resultado no puede ser bueno y, lamentablemente, nada indica que esa situación vaya a mejorar. Por el contrario, casi todo parece indicar que irá a peor en el futuro.
La última enseñanza de este capítulo no tiene desperdicio. Aunque el amor nos afecta de manera muy íntima y personal, lo íntimo y personal no debería ser el aspecto que tuviera la última palabra en nuestras vidas. Booz y Rut subordinaron su futuro a lo que enseñaba la Torah. Sin duda, se trata de una conducta llamativa en una sociedad como la nuestra donde es el yo es soberano aunque de ello no dejen de derivar amarguras, insatisfacciones y dolor.
Como hemos visto en entregas anteriores, la cosmovisión de Booz y Rut poco o nada se parece a la que se ofrece ante nuestros ojos en películas, libros, series de televisión o discursos políticos. Ni Rut era una mujer reivindicativa de sus derechos, reales o supuestos, frente a un macho heteropatriarcal ni Booz era un hombre que se frotaba las manos pensando en cómo su buena situación ponía a su alcance a una mujer bastante más joven. Cada uno de ellos buscaba servir y proveer en favor del otro. Cada uno de ellos consideraba la enorme fortuna derivada de haber encontrado al otro. Cada uno de ellos veía antes al otro que a si mismo. Cada uno de ellos pensaba no en satisfacer de manera prioritaria su estómago o su sexo sino en crear un hogar. Cada uno de ellos subordinaba sus acciones además a lo dispuesto en la Torah. Sin duda, es para reflexionar cuidadosamente y, una vez más hay que reconocer que lo que enseña la Palabra de Dios poco o nada se parece a las conductas que vemos en el mundo que nos rodea. Seguramente, por eso nuestras sociedades van como van.
CONTINUARÁ
March 16, 2017
Cuando Disney era Disney
Recuerdo, por ejemplo, un día en que señaló que no había nada malo en ninguna película de Disney. Durante un tiempo y dado lo cargante que me resultaba su desprecio olímpico hacia nosotros, intenté encontrar algún ejemplo que refutara aquella afirmación – debía yo andar por los once o doce años – pero debo reconocer que no di con ellos.
Es cierto – todo hay que decirlo - que como todavía no había leído a Marx ni a ninguno de sus exégetas hispanoamericanos no se me había ocurrido la papanatesca idea de que tras Mickey, Donald y Goofy se ocultaba el imperialismo yanqui. Esas majaderías las leería años después y entonces tampoco me impresionarían. A decir verdad, durante décadas, Disney no dejó de proporcionarme momentos inolvidables. Lloré con profundo pesar con la muerte de Blancanieves, me emocioné hasta el entusiasmo con Peter Pan – quizá mi película Disney preferida - y hasta disfruté los documentales de Disneyland. Incluso siendo ya bastante mayor Disney siguió provocándome buenos sentimientos. Recuerdo que viendo Canción del sur con mi hija – aún no la había prohibido Disney por políticamente incorrecta – se me puso un nudo en la garganta exactamente igual que a ella. Unos años antes me había quedado fascinado al ver los primeros minutos de La bella y la bestia y tener la consciencia – me ha pasado con pocas películas más como Cinema Paradiso – de que me encontraba ante una obra maestra.
Supongo que mi experiencia no ha sido, ni de lejos, única. Disney era fantasía, sueños, belleza, componentes todos ellos no sólo indispensables en la vida de un niño sino también en la existencia menos fácil de los adultos. He indicado ya como Disney autocensuró su extraordinaria Canción del sur hace unos años, pero también debe señalarse que, llegado el momento, también llegó a cambiar el final de Pretty Woman. En la versión original, la ramera interpretada por Julia Roberts tenía que haber vuelto a la calle y morir de sobredosis, pero lo que quedaba del espíritu Disney provocó que se casara con el millonario. Seguro que han sido legiones las mujeres que han agradecido ese final feliz.
Pero todo pasa que decía el filósofo pre-socrático y hete aquí que Disney ha decidido incluir a un gay en la nueva versión de La bella y la bestia. Ya hace unos años, en Disneyworld, pretendieron que Donald fuera tomado de la mano no de Daisy sino de otro Donald y que lo mismo sucediera con Mickey y Minnie. La maniobra fracasó porque los bautistas del sur – una de las denominaciones más numerosas en Estados Unidos – anunciaron que no pisarían Disneyworld. Cuando al boicot se sumaron otras confesiones y entidades, Disney tuvo que dar marcha atrás. Ahora no ha corrido riesgos. Directamente, ha colado al personaje en la cinta y a ver si los padres tienen valor de decir a los niños que no los llevan a ver lo que otras criaturas ven. Ciertamente, Disney ya no es lo que era. Yo, desde luego, como me sucede con tantas situaciones, me quedó con el de antes.
March 15, 2017
Hijos de nuestro barrio
Si existe un gran autor árabe del s. XX, sin duda, se trata del egipcio Naguib Mahfuz. Aunque comenzó su carrera literaria redactando novelas históricas, no pasó mucho tiempo antes de que se dedicara a escribir narraciones realistas sobre el Egipto contemporáneo. Su Trilogía del Cairo – de la que hablaré algún día – o su Callejón de los milagros – al que tengo que referirme otro – figuran con toda justicia en el listado de mejores novelas del s. XX. Sin embargo, yo siempre he preferido Hijos de nuestro barrio, una obra quizá menos conocida, pero en la que se mezclan el realismo con una imaginación que raya lo imposible.
Ciertamente, en Hijos de nuestro barrio, Mahfuz sabe combinar de manera prodigiosamente magistral la Historia del género humano con la de una familia cairota. Si la Biblia nos cuenta cómo Dios expulsó del Edén a la primera pareja en castigo por su desobediencia y cómo, con posterioridad, envió a Moisés y a Jesús, Mahfuz relata la expulsión de un matrimonio de la casa de un padre y el deseo de regresar a ese paraíso perdido generación tras generación. Con el paso de los años, los descendientes de aquellos padres castigados se encontrarán con personajes – egipcios también en la novela – cuyos paralelos con Moisés, Jesús o Mahoma resultan evidentes. Queda así construida una extraordinaria parábola en la que lo local adquiere tintes de universalidad. La novela – quizá no podía ser de otra manera – provocó las iras de otros musulmanes contra Mahfuz. Se mirara como se mirara, su lectura de los hechos más trascendentales de la Historia no encajaban con la que presenta el islam. De entrada, Mahfuz aceptaba la tesis cristiana de la caída o, si lo prefieren ustedes, del pecado original que se encuentra ausente de la predicación de Mahoma. Para colmo, Mahfuz se permitía otorgar una sospechosa importancia a a la figura de Jesús e incluso describía el final de su vida como una muerte violenta a manos de sus enemigos, de nuevo una afirmación que va en contra de lo enseñado por la tradición islámica. Aún menos tolerable les pareció el paralelo de Mahoma que casi resultaba un mentís a interpretaciones ortodoxas.
Mahfuz pagó cara su osadía. Un día, mientras escribía en un café pequeño de El Cairo, un musulmán fanático se precipitó sobre él blandiendo un cuchillo. No consiguió matarlo, pero sí le causó daños irreparables. Quizá es que el sino de los grandes escritores sea ese. Puedo decir que, años después, yo estuve en ese café con una persona de la que estaba profundamente enamorado. Me pareció que era casi como entrar en un lugar sagrado y que estaba mucho más cerca de mi admirado Mahfuz de lo que nunca hubiera podido imaginar. En cualquier caso, lo que resulta indudable es que Hijos de nuestro barrio es una de esas novelas extraordinarias cuya lectura no sólo entretiene sino que lleva a reflexionar sobre nuestro ser y nuestro destino y su conexión con lo Eterno. Si desean una buena lectura, les está esperando.
March 14, 2017
Cagones, no…
Como era de esperar, en un momento dado, las fuerzas represivas hacían acto de presencia y surgía la posibilidad de que comenzaran a repartir mojicones. Semejante eventualidad llevaba a algunos de los hasta entonces valerosos idealistas a plantearse confundirse con el paisaje antes de que llovieran los palos por eso de que una cosa es gritar en las asambleas y otra que te puedan propinar un porrazo. Naturalmente, una parte de los participantes comenzaba a acusarlos de cobardía utilizando el término malsonante de “cagones”. Era entonces cuando Mastroianni, en una escena que valía por toda la película decía aquello de “cagones, no… prudentes”.
He recordado todo el episodio con ocasión de la supresión de una mesa redonda sobre la libertad de expresión que iba a tener lugar en la universidad Complutense de Madrid. En ella iban a participar Rocío Monasterio que es una de las voces más lúcidas en la actualidad y que cuenta con un predicamento al otro lado del Atlántico que para si quisieran muchos políticos españoles; Alicia Rubio que es una de las analistas más inteligentes y perspicaces de la ideología de género en España, el atrevido periodista Cake Minuesa e Ignacio Asuaga, conocido practicante de esa profesión de riesgo que es ser el personaje más conocido de Hazte oír.
Dado que ya hay precedentes de actos en la universidad donde lo mismo arremetieron contra Felipe González que contra Rosa Díez pasando por Esteban Ibarra y dado que medio centenar de podemitas y representantes del lobby gay – éstos además abanderados – se dedicaron a bloquear la entrada y a lanzar consignas, las autoridades competentes han debido de juzgar que lo mejor era que los enemigos de la libertad de expresión se salieran con la suya y que los que deseaban defenderla sufrieran su amordazamiento. No me cabe duda de que serán muchos, muchísimos los que, como en la película de Mastroianni, llegarán a la conclusión de que los encargados del gobierno de la universidad Complutense son un asqueroso hatajo de cagones, por repetir el torpe calificativo. Gran error. En realidad, lo que no desean es que les partan la cabeza al dar clase, que no les hagan el vacío en el claustro, que no les imposibiliten disfrutar de las prebendas de su cargo. Ansían mantener sus privilegios aunque signifique el final de la libertad. ¿Cagones? No, como diría Marcello Mastroianni, prudentes.
March 13, 2017
Corría el año… La caída de Alemania
Creo que constituye un contrapunto más que adecuado del programa de la semana pasada dedicado a Hitler. Espero que lo disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
http://www.dailymotion.com/video/xqyons_corria-el-ano-la-caida-de-alemania-20-10-08_news
March 12, 2017
Pablo, el judío de Tarso (XIV): El Evangelio llega a Galacia (I): Galacia
Perge era la ciudad principal de Panfilia, una región que iba desde la cordillera del Taurus hasta el mar Mediterráneo, y que junto con Licia formaba en aquel entonces una provincia romana. El hecho de que hubiera enclaves judíos en la zona hace pensar que quizá Bernabé y Saulo emprendieron alguna tarea de propagación del Evangelio. Sin embargo, lo cierto es que la fuente lucana no nos refiere nada al respecto. A decir verdad, se limita a decir que Juan Marcos decidió abandonar a Bernabé y Saulo y regresar a Jerusalén (Hechos 13, 13). No sabemos con seguridad a que se debió el abandono del joven judío, pero cabe la posibilidad de que se sintiera desanimado con los magros resultados del viaje. Seguramente esperaba un éxito evangelizador como los que había tenido Pedro en Jerusalén o incluso como los obtenidos por los hermanos de Antioquia. Sin embargo, lo que había encontrado era un viaje atravesando Chipre sólo para hablar en sinagogas donde nadie los había creído y donde el único éxito había sido que el gobernador romano se percatara de que un mago judío era un farsante. Las primeras jornadas pasadas en Frigia debieron convencerle de que no era razonable esperar que las perspectivas mejoraran y como mucha gente joven llegó a la conclusión de que esperar pacientemente no pasaba de ser una pérdida de tiempo. La vida de Juan Marcos volvería a cruzarse con la de Bernabé y Pablo, pero, como tendremos ocasión de ver, de manera bien diferente.
Por supuesto, Pablo no contemplaba la situación de la misma manera. Ciertamente, la experiencia chipriota no había sido buena, pero, seguramente, no debió de darle importancia ante la perspectiva de adentrarse en Galacia llevando el mensaje. La provincia romana de Galacia derivaba su nombre del reino de Galacia fundado por los galos o gálatas que en el siglo III a. de C. habían invadido la península asentándose en un territorio que con anterioridad había pertenecido a Frigia. Con el paso del tiempo, los monarcas gálatas se habían convertido en aliados de Roma quizá porque desconfiaban enormemente de los reinos helenísticos formados tras la descomposición del imperio de Alejandro Magno. En el año 25 a. de C., Amintas, el último rey gálata, cayó combatiendo a invasores procedentes del norte del Taurus. Roma aprovechó la ocasión para incorporarse el territorio de su antiguo aliado. Sin embargo, el emperador Augusto decidió llevar a cabo una remodelación territorial de envergadura. Así, incorporó a la provincia de Galacia un considerable territorio situado al sur formado por la Frigia oriental, Pisidia, Isaurica y la Licaonia occidental. Se trataba de tierras que nunca habían sido étnica o políticamente de Galacia, pero que ahora se conviertieron administrativamente en gálatas. No tenemos noticia alguna de que Pablo visitara alguna de las poblaciones del norte de la provincia romana de Galacia – las étnicamente gálatas – como Pessino al oeste, Tavium al este o Ancyra (la actual Ankara) en el centro. Sí está abundantemente documentado que recorrió el sur de Galacia, es decir, el territorio añadido por Augusto a la provincia. De hecho, el primer destino alcanzado por Pablo y Bernabé desde Perge fue la sureña Antioquía de Pisidia.
Antioquía de Pisidia – o Antioquía cercana a Pisidia como la denomina Estrabón – se hallaba, en realidad, situada en la región de Frigia, en la frontera con Pisidia. En el pasado Frigia había sido un reino, pero los romanos habían optado por dividirlo entre las provincias de Asia y Galacia. Como en el caso de Galacia, las divisiones o agregaciones experimentadas por los antiguos reinos, lejos de ser una muestra de torpeza romana, constituyen una prueba de agudeza política. Al no existir la identificación entre los límites del reino antiguo y la nueva provincia romana, la posibilidad de rebeliones nacionales quedaba en no escasa medida orillada. Antioquía de Pisidia había sido fundada por los seleucidas a inicios del s. III a. de C.. No obstante, hay restos de ocupaciones anteriores del lugar. La razón hay que buscarla en su ubicación estratégica que parecía determinar la ciudad como puesto de vigilancia fronteriza. Lo mismo debió pensar Augusto en el año 6 a. de C., cuando la convirtió en colonia romana con la designación de Colonia Caesarea. Como todas las colonias romanas, Antioquía de Pisidia contó con asentamientos de soldados romanos veteranos junto con la población local y sirvió como eficaz instrumento de romanización. De hecho, las colonias romanas constituían islas de ciudadanos romanos en medio de poblaciones que no lo eran y se gobernaban como la misma Roma. Así, elegían anualmente dos magistrados para gobernarlas a semejanza de los dos cónsules romanos.
CONTINUARÁ
March 11, 2017
Sing Hallelujah to the Lord
La Jesus People había nacido entre los jóvenes de California que ansiaban encontrar algo que fuera espiritualmente sustancial y que arrancara no de tradiciones más que caducadas sino de la Biblia. Fue así como centenares de miles de personas se convirtieron teniendo una especial relación personal con Jesús y como irradiaron el mensaje del Evangelio de mil maneras incluida la música. Lo cierto es que los grandes despertares espirituales – la Reforma o los avivamientos de los siglos XVIII y XIX sin ir más lejos – siempre han ido acompañados de un florecimiento extraordinario de la música y tiene su lógica porque cuando uno conoce a Dios realmente desea cantarlo de mil y una formas. Basta entrar en ciertos lugares y ver cómo cantan los presentes para captar que su experiencia espiritual es inmensa o que tienen menos espiritualidad que un pedrusco.
De la Jesus People surgieron multitud de congregaciones rezumantes de profunda vida cristiana y también innumerables compositores y conjuntos. En alguna de las iglesias locales, llegó a haber a la vez hasta catorce conjuntos y todos excelentes. Una parte considerable de esa magnífica labor musical se canalizó a través de Maranatha, por cierto, un viejo término arameo que aparece en el Nuevo Testamento y que significa según donde se realiza la separación de la palabra: El Señor viene o Ven, Señor.
Para esta mañana de sábado he querido escoger una de sus canciones más sencillas y hermosas. Se trata de aquella que invita a alabar de manera sencilla a Dios, es decir, a cantar Aleluya. Incluyo tanto la versión inglesa como la americana. Han pasado décadas desde que se compuso, pero sigue siendo una deliciosa canción de alabanza a Dios. Espero que la disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Sing Halellujah to the Lord en inglés
www.youtube.com/watch?v=86WPXjsRmnU
Y aquí está la versión en español
March 10, 2017
Estudio Bíblico XC: Libros históricos (XIII): Rut (II): Booz descubre a Rut (1: 19-2:23)
Se había ido con juventud, un marido, unos hijos y, seguramente, con mucha ilusión de prosperidad. Regresaba sin nada (1: 21). Ya no tenía esposo, sus hijos habían muerto, su juventud había pasado y ni siquiera podía aferrarse a la obtención de caudales que no existían. Con justicia se la podía llamar “amarga”, una amargura que, posiblemente, era aún mayor porque se la atribuía a Dios (1: 20). Y sin embargo… sin embargo, da la sensación de que la relación de la familia de Noemí con Dios no había sido la mejor. Cierto, habían seguido en la fe de Israel, pero da la impresión de que sus metas habían sido fundamentalmente materiales. Por supuesto, no hay nada en contra de emigrar para buscar una vida mejor, pero ésa no puede ser la única meta, ni siquiera la primera en la vida. Cuando se actúa de esa manera, el riesgo es fracasar económicamente y, de esa manera, acabar perdiendo todo. Entonces l más fácil es atribuir incluso la mala situación al propio Dios como si no derivara directamente de nuestras acciones.
Noemí tenía un pariente, en realidad, un familiar de su fallecido esposo, que era rico y se llamaba Booz (2: 1). De manera bien significativa, Rut optó por un rumbo de acción que no deja de llamar poderosamente la atención. Primero, pensó, por encima de todo, en cómo cuidar de su suegra; segundo, descartó la idea de pedir dinero o un trato de favor a Booz; tercero, llegó a la conclusión de que debía trabajar para salir adelante sin importarle el tipo de trabajo y cuarto, se lo comunicó a su suegra por si existía algún inconveniente (2: 2). Se mire como se mire, la acción de Rut contrasta enormemente con lo que veríamos hoy en día. No da la sensación de que muchas nueras se ocuparían de una suegra empobrecida ni de que tampoco asumirían un trabajo de ese tipo en lugar de idear alguna manera de aprovechar la fortuna ajena. No parece que otras alternativas hayan pasado por la cabeza de Rut. Existía una necesidad, había que cubrirla y se dispuso a hacerlo con el trabajo que había a mano.
Curiosamente, la única posibilidad que se le ofrecía era la de aprovechar unas de las normas sociales contenidas en la Torah. Ésta – Levítico 19: 9-10; Deuteronomio 24: 19 – se encontraba - ¿puede sorprender? - vinculada al trabajo. Aquellos que pasaban necesidad siempre podían acudir a los campos a practicar la rebusca, es decir, a recoger lo que sobraba de la siega porque la Torah ordenaba no ser excesivamente rigurosos sino dejar algunas espigas para que de ellas comieran los necesitados. En otras palabras, la compasión hacia el menesteroso es buena; el convertirlo en un haragán que vive a costa de otros movido por esa compasión es una necedad maligna y perjudicial. Hasta qué punto era así puede verse por la manera en que se comportó Rut.
Cuando Booz llegó al campo y la descubrió le informaron de quién era, pero también le dijeron algo muy significativo y es que no había parado de trabajar desde la mañana de manera ininterrumpida (2: 7). En otras palabras, Rut no parece que fuera una fémina reivindicativa, pero era una mujer decente y laboriosa, tanto que llamaba la atención.
La reacción de Booz fue la de dirigirse a ella y decirle que se quedara en su campo y no pasara a otro y que además podía beber agua como el resto de las criadas (2: 8-9). Ahora pongámonos por unos instantes en la piel de Rut. ¿Qué habríamos hecho nosotros? Quizá hubiéramos insistido en nuestro parentesco con Noemí, en nuestra necesidad de ayuda, en nuestros derechos… No fue, ni lejanamente, el caso de Rut. Por el contrario, de la manera más humilde – bajando el rostro, se inclinó a tierra – preguntó a Booz el porqué de su conducta dado que era una simple extranjera (2: 10).
La respuesta de Booz estuvo cargada de razón. Lo que le conmovía de Rut era su conducta (2: 11). Se trataba de un comportamiento tan noble en alguien que, por añadidura, no era israelita que no tenía la menor duda de que Dios la bendeciría y así sería porque, al fin y a la postre, había acudido a cobijarse en El (2: 12). De nuevo, las palabras de Rut fueron ejemplares (2: 13). Agradeció a Booz que hubiera consolado su corazón a pesar de que no era ni siquiera una de sus criadas.
Booz la invitó entonces a comer con sus empleados (2: 14) y, a continuación, ordenó a éstos que se comportaran con ella decentemente y le permitieran realizar la rebusca en paz (2: 15-16). Fue así como Rut estuvo trabajando y regresó al lado de su suegra que no pudo sino sorprenderse de lo sucedido (2: 17-2) y que instó a Rut para que siguiera yendo a laborar en los campos de Booz. Así durante la temporada de la cosecha del trigo y de la cebada no les faltó sustento (2: 23).
No tengo la menor duda de que para muchos – y muchas – todo este episodio de la historia de Rut resultará llamativo. La lealtad hacia un familiar que no es de sangre, la laboriosidad sin límites, la humildad no fingida, la gratitud ante lo que no pasaba de ser un trabajo servil parecen valores no sólo atrasados sino incluso despreciables. Asumirlos hoy desencadenaría inmediatamente una serie de gritos airados. Así es por la sencilla razón de que se han visto sustituidos por otros que la sociedad considera – o le han hecho considerar – mejores y que implican componentes de descaro, desapego y desconsideración nada pequeños. Sería cuestión de preguntarnos si hemos ganado con ese cambio. Sería sabio que las mujeres se pregunten si la imagen que dan es más hermosa que la de Rut o sólo más maquillada y agresiva y también que muchos hombres se planteen si desearían compartir sus vidas con los modelos habituales de mujer o con alguien que fuera como Rut. Pero la historia sigue.
CONTINUARÁ
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