César Vidal's Blog, page 47

April 17, 2017

Resurrección

Una mañana de domingo como la de ayer, unas mujeres se dirigieron hacia el sepulcro de un hombre al que habían admirado, seguido y amado durante los últimos años.


Se llamaba Jesús y había sido ejecutado en el suplicio más cruel de la época, la cruz, y depositado en una tumba excavada en la roca antes de que comenzara el descanso del sábado. Concluido el día de reposo, aquellas mujeres decidieron acudir al sepulcro y ungir el cadáver. Su única preocupación era si habría alguien que pudiera descorrer la piedra. Al llegar al lugar, para sorpresa suya, encontraron que no sólo la tumba estaba abierta sino también vacía. Para colmo, alguien que se encontraba en el sepulcro les dijo que no buscaran entre los muertos al que estaba vivo. Abrumadas por aquellas circunstancias, las mujeres corrieron a comunicárselo a los discípulos más cercanos del crucificado. La respuesta fue inicialmente escéptica, pero cuando dos de ellos acudieron a la tumba y uno contempló la manera en que estaban dispuestos los lienzos en que había estado envuelto el cuerpo, comprendió que su maestro se había levantado de entre los muertos. En las horas siguientes, fueron varios los que se encontraron con su maestro vuelto a la vida. Aquella circunstancia tuvo una repercusión extraordinaria en la vida del pequeño grupo. Los que sólo unos días antes se habían escondido aterrados ante la posibilidad de correr la suerte de su maestro, se vieron investidos de un aplomo y de una valentía envidiables invadidos por la certeza de que Dios lo había reivindicado. Como escribiría un par de décadas después un antiguo perseguidor de aquel colectivo al que una aparición había convertido en discípulo, en aquellos días, los testigos de la resurrección superaban el medio millar. Lo que vendría después cambiaría la Historia de manera radical. No sólo porque cimentaría la esperanza de que no todo concluye con la muerte sino también porque sentaría las bases para una nueva cosmovisión basada no en el dominio sino en la compasión, no en la violencia sino en la paz, no en el odio sino en el amor. Para muchos, quizá este domingo sea sólo ocasión de agotar las últimas horas de vacaciones. Para otros, sin embargo, constituye un recuerdo alegre y esperanzado de que no sólo hay una vida después de la presente sino también de que ésta puede ser vivida de manera realmente plena.

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Published on April 17, 2017 00:00

April 16, 2017

Pablo, el judio de Tarso (XIX): El Evangelio segun Pablo: La epístola a los Galatas (II)

La Disputa de Antioquía







La visita de los judeo-cristianos partidarios de la circuncisión de los gentiles a Antioquía (Hechos 15, 1) no careció de consecuencias. De hecho, entre ellas se encontraría un episodio narrado por Pablo en Gálatas 2, 11-14 referente a un enfrentamiento con Pedro. Al parecer, Pedro había visitado Antioquía con anterioridad y había compartido con los miembros de la comunidad de esta ciudad su punto de vista favorable a no imponer el yugo de la ley a los gentiles. La información proporcionada por Pablo encaja, de hecho, con los datos que la fuente lucana recoge en el episodio descrito en Hch 10 y 11 relativo a Cornelio, así como con lo referido a Simón, el curtidor de Jope (Hch 10, 28), y pone de manifiesto que, sustancialmente, Pablo y Pedro tenían el mismo punto de vista en relación con el tema. De hecho, Pedro “no tenía ningún reparo en comer con los gentiles” (Gál 2, 12), un paso que chocaba, por ejemplo, con las normas relacionadas con la pureza de los alimentos, pero que armonizaba con una evolución destinada a permitir que los gentiles vieran la luz del mesías y se integraran entre sus seguidores. Esta situación cambió cuando se produjo la llegada de algunos judeo-cristianos palestinos cercanos a Santiago (Gál 2, 12) que sostenían la necesidad de que los gentiles se circuncidaran aceptando el judaísmo si deseaban formar parte de las comunidades de discípulos. Atemorizado, Pedro optó por desviarse de su línea inicial de conducta inicial, lo que provocó - bastante lógicamente dado su peso en el movimiento – una postura similar en los demás judeo-cristianos de Antioquia. Incluso alguien tan comprometido con la misión entre los gentiles como Bernabé (Gál 2, 13) acabó incurriendo en una conducta similar. No sabemos cuál fue exactamente el mensaje que entregaron aquellos judeo-cristianos palestinos a Pedro, pero posiblemente vendría referido al escándalo que tal conducta podría estar causando entre los judíos que no creían en Jesús y a los que aquella conducta hacia los gentiles no ayudaba precisamente a acercarse a la predicación del Evangelio. T. W. Manson ha sugerido que el origen de aquel mensaje era el propio Santiago y que fue entregado a Pedro por medio de una persona. Sin embargo, tal tesis atribuye a las fuentes más de lo que nos dicen, puesto que atribuye a Santiago directamente lo que éstas relacionan sólo con alguno de sus partidarios. Para un judío que se tomara la ley en serio, no era posible sentarse a una mesa en que el alimento no fuera “kasher” y el judío que actuara así distaba mucho ante sus ojos de ser observante y, por lo tanto, poco podía atenderse a su testimonio sobre la llegada del mesías o el cumplimiento de las profecías bíblicas. Cabe también la posibilidad de que hicieran asimismo referencia a la revuelta situación política de Palestina y la manera en que creaba tensiones relacionadas con los gentiles. Semejantes criterios de oportunidad – de evangelización de los judíos y de evitar conflictos con los nacionalistas judíos – colocaban a los conversos gentiles ante la disyuntiva de convertirse en judíos para poder seguir al mesías Jesús o la de verse cerrada la puerta de la salvación.



La reacción de Pablo fue inmediata por cuanto una conducta de ese tipo no sólo amenazaba con dividir drásticamente la comunidad antioquena sino que además implicaba un retroceso en la postura de Pedro susceptible de influir en el resto del judeo-cristianismo y de limitar, si es que no abortar casi por completo, la prometedora misión entre los gentiles. Existía asimismo el riesgo de que una insistencia meticulosa en relación con este tipo de normas de cara a los gentiles llevara a los mismos a captar el cristianismo no como una enseñanza en la que la salvación era obtenida mediante la fe en Jesús sino a través de la práctica de una serie de ritos, algo que, a decir verdad, tampoco sostenían los judeo-cristianos palestinos.



Lugar aparte debieron de merecer también las posibles consecuencias comunitarias de la actitud de Pedro. Si un cristiano judío y otro gentil no podían sentarse juntos a comer, tampoco podrían hacerlo para celebrar el partimiento o fracción del pan que era la señal de unión de los creyentes en Jesús. Llegados a ese punto, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que el movimiento acabara expulsando de su seno a los gentiles?



Para terminar de empeorar la situación, Pablo parece haber estado convencido - y seguramente no estaba equivocado - de que ni Pedro ni Bernabé creían en lo que ahora estaban haciendo. A decir verdad, chocaba frontalmente con lo que habían defendido durante años. Precisamente por ello, a juicio de Pablo, las semillas de la hipocresía y de la conveniencia podían enraizarse con facilidad en el seno de la comunidad cristiana a menos que se atajara la situación de raiz. No sorprende que el enfrentamiento resultara inevitable . El mismo Pablo lo relataría poco después en términos inequívocos:







“... cuando vi que no caminaban correctamente de acuerdo con la verdad del evangelio dije a Pedro delante de todos : ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar cuando tu, pese a ser judío, vives como los gentiles y no como un judío ? Nosotros, que hemos nacido judíos, y no somos pecadores gentiles, sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe en Jesús el mesías y hemos creído asimismo en Jesús el mesías a fin de ser justificados por la fe en el mesías y no por las obras de la ley ya que por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2, 14-16)





El enfrentamiento de Pablo con Pedro se produjo ante toda la iglesia de Antioquia y quedó definido en unos términos enormemente claros. La salvación no era algo que se ganaba por las obras. No era algo que pudiera comprarse, adquirirse, merecerse por las obras. No, se trataba de un regalo de Dios y ese regalo de Dios sólo podía ser recibido mediante la fe, una fe en que Jesús era el mesías y había muerto expiatoriamente en la cruz para la salvación del género humano. Si esa concepción del mecanismo de la salvación era pervertido, el mensaje del Evangelio – de las Buenas noticias – quedaría adulterado. ¿Cómo podía sustituirse la predicación de que Dios entregaba gratuitamente la salvación a través de Jesús por la de que era preciso convertirse en judío para salvarse, la de que la salvación se obtenía mediante las propias obras y la de que esto tenía entre otras consecuencias levantar una barrera entre judíos y gentiles a menos que éstos se circuncidaran y entraran a formar parte del Israel nacional? Para Pablo resultaba obviamente imposible y Pedro – que sabía que tenía razón - no tenía ningún derecho a obligar a los gentiles a actuar de esa manera (Gál 2, 14).



No sabemos el resultado final de aquel áspero encuentro entre Pedro y Pablo. Sí nos consta que el problema no se limitó a Antioquía. De hecho, los judeo-cristianos partidarios de exigir a los cristianos gentiles la conversión al judaísmo habían decidido imponer sus tesis en las comunidades fundadas por Pablo y Bernabé en Galacia. El conflicto acabaría generando una clara reacción en Pablo y dando inicio al aspecto de su legado que ha perdurado con más fuerza durante casi dos milenios, la redacción de sus cartas.





CONTINUARÁ______________________________________________________





T. W. Manson, Studies in the Gospels and Epistles, Manchester, 1962, pgs. 178 ss.





Ver: R. Jewett, “The Agitators and the Galatian congregation” en ”New Testament Studies”, 17, 1970-1, pp. 198 ss.





A pesar de todo, es posible que Pedro quizá sólo intentara contemporizar y no causar escándalo a posibles conversos como, por cierto, Pablo mismo recomendaría en alguno de sus



escritos posteriores (Romanos 14, 13-21). A favor de esta interpretación, ver: F. F. Bruce, Paul, Apostle of the Heart set Free, Grand Rapids, 1990, pgs. 176 ss.












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Published on April 16, 2017 00:59

April 15, 2017

O for a thousand tongues to sing

Me he referido varias veces a Charles Wesley. Además de notable predicador – aunque no tanto como su hermano John – Charles fue uno de los compositores más extraordinarios de la música espiritual de todos los tiempos.


Que fuera capaz de escribir más de un millar de himnos y que resulten excelentes es buena prueba de ello. Es el caso del que traigo hoy. Buen conocedor de la Biblia, Charles Wesley sabía que ésta enseña no la doctrina de una salvación por obras sino la de una salvación por gracia, apropiada a través de la fe y no por obras para que nadie se jacte (Efesios 2: 8-9). En otras palabras, la salvación es posible no por nuestros méritos - ¿cuáles sin quebrantamos continuamente la ley de Dios? – si no por la gracia, por el amor gratuito, por la bondad inmerecida de Dios. Es esa circunstancia a la que se refiere Wesley en esta canción y lo hace advirtiendo que ni un millar de lenguas entonando al unísono serían suficientes para describir la maravillosa gracia de Dios. Ciertamente es así y lo sabe cualquiera que es mínimamente consciente de lo que significa realmente el pecado y de lo que implicó para Dios enviar a Su Hijo de manera que el que crea en El no se pierda sino que tenga vida eterna (Juan 3: 16).



Les dejo con dos versiones del himno – no conozco versión española, pero eso no quiere decir que no exista – la primera es más clásica y es entonada por el coro de una iglesia bautista; la segunda, más actual, es entonada por la David Crowder Band. Les deseo que las disfruten y, sobre todo, que reflexionen en su mensaje. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!



Ésta es la versión del coro de una iglesia bautista



www.youtube.com/watch?v=3Bm0b1745vA



Y ésta es la de la David Crowder Band



www.youtube.com/watch?v=7w3DXMkyj7Q

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Published on April 15, 2017 00:30

April 14, 2017

Cristianismo para no-cristianos

El lunes, de la manera más inesperada, me encontré con una fiebre de más de cuarenta grados. Lo suyo es que me hubiera metido en la cama, pero debía pronunciar una conferencia y dado el tema – Cristianismo para no-cristianos – asumí que, a pesar de mis limitaciones, no podía eludir mi compromiso.


Estoy encantado de haberme comportado así porque fue un tiempo muy hermoso para compartir el mensaje de Jesús con gente que, en su mayoría, no es cristiana y, seguramente, tampoco creyente. Estoy más que agradecido a los organizadores de este ciclo de conferencias por haber pensado en mi. Fue un honor y un privilegio, pero también motivo de alegría y satisfacción. He decidido compartir esa conferencia hoy en sustitución del estudio bíblico de los viernes. Espero que también ustedes la disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!! PS: salí de la fiebre el miércoles, gracias a Dios.



https://www.youtube.com/watch?v=f7mqgEfkO0Y



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Published on April 14, 2017 00:34

April 13, 2017

Menos lobos, Montoro

Igual que la violetera era ave precursora de primavera, los presupuestos fueron precedidos por el anuncio de que “hemos cumplido” el objetivo del déficit. La proclama tiene su lógica porque Montoro ha fracasado clamorosamente en frenar el déficit durante más de un lustro.


Lo grave – lo digo con profunda inquietud – es que sigue sin conseguirlo. Juzguen ustedes. A inicios de 2016, el gobierno anunció que el déficit sería del 2.8 por ciento. En el mes de abril de 2016, de Guindos comprendió que las cuentas no iban a salir y solicitó a Bruselas que autorizara que el techo de déficit subiera al 3.6. No era poca subida, pero debió de pillar en un día tonto a los burócratas de la Unión europea porque decidieron elevarlo al 4.6 por ciento. Hubo quien pensó que en Bruselas estaban tan convencidos de la incompetencia de Montoro que decidieron tirar otro punto por alto a ver si, por una vez, alcanzaba la meta. En apariencia, así ha sido y el ministro de Hacienda se ha apresurado a decir que cómo el déficit se ha detenido cerca del 4.3 por ciento esta vez sí “hemos cumplido”. Me temo, con hondo dolor, que la afirmación es difícil de defender. De entrada, la cifra de endeudamiento de 2016 dada por el propio Banco de España asciende a 32.400 millones de euros – ya en enero de este año hemos superado los 9.000 millones – y, de salida, se sacaron 19.200 millones de euros de la conocida popularmente como hucha de las pensiones. Sólo sumando esas dos partidas llegamos a 51.600 millones de euros relacionados directamente con el déficit. Si nos creemos el PIB de 2016 dado por el gobierno – 1.1 billones de euros – resulta obvio que el déficit superó el 4.6 por ciento. Si, por el contrario, aceptamos los cálculos de otros economistas que sitúan el PIB de 2016 en 930.000 millones, el resultado todavía es peor. En otras palabras, la cifra de déficit anunciada hace un año por el gobierno no se ha cumplido ni por asomo. La cifra propuesta por el gobierno a Bruselas hace poco menos de un año tampoco se ha cumplido. El déficit – más que generoso – propuesto por la UE es más que dudoso que se haya cumplido a poco que se miren las cifras. ¿Hemos cumplido? Mientras examinamos con rigor los presupuestos, resulta obligado decir: menos lobos, Montoro.

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Published on April 13, 2017 00:33

April 12, 2017

Entrevista: ¿Qué sucede en Siria?

El tema de Siria ha ido adquiriendo relevancia en las últimas semanas en la medida en que ISIS y Al Qaida han comenzado a perder la guerra ante el empuje del gobierno sirio respaldado por Rusia.

Para determinada visión geo-estratégica esa posibilidad resulta inaceptable y explica lo sucedido en los últimos días. Abordé el tema con Pedro Tarquis en nuestra última entrevista. Por cierto, se realizó conmigo en la cama y con más de cuarenta de fiebre, pero no deseaba eludir el compromiso. Espero que la disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!



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Published on April 12, 2017 03:03

April 10, 2017

Yevtushenko

Este fin de semana falleció Yevgueny Yevtushenko. Lo hizo en Tulsa, una ciudad enclavada en el estado de Oklahoma en cuya universidad venía enseñando desde hacía años. Descubrí a Yevtushenko casi por casualidad en los setenta cuando comenzaba a estudiar ruso.

Me subyugó inmediatamente. Recuerdo incluso que intenté atraer a una compañera de clase regalándole un volumen de poesía del autor ruso. Los versos le gustaron, pero nuestra relación no prosperó aunque, en honor a la verdad, hay que señalar que se debió más bien a mi situación económica. Como ahora, la buena poesía no podía suplir la escasez de dinero. Mi admiración por Yevtushenko no disminuyó un ápice y me quedé impresionado cuando un antiguo profesor de San Antón, don Valentín Diez, me contó que se había carteado con el poeta. Treinta años después, Ángel Gutiérrez – que acaba de publicar sus memorias en ruso – compartió conmigo cómo habían sido amigos de disidencia. A la vez que escribía una poesía extraordinariamente hermosa – a diferencia de la de otros autores la traducción conserva algo de su belleza original – Yevtushenko se opuso al legado de Stalin, defendió públicamente la extraordinaria novela No sólo de pan de Vladimir Dudintsev – lo que se tradujo en su expulsión de la universidad – combatió el antisemitismo en su extraordinario poema Babi Yar y se negó a sumarse a la campaña contra Pasternak cuando le otorgaron el premio Nobel de literatura. Se atrevió incluso a interceder ante Yuri Andropov, el factótum del KGB, en favor de Solzhenitsyn y se opuso a la intervención soviética en Afganistán. No me atrevería a relacionarlo con el hecho de que llegara a contraer cuatro matrimonios, pero el amor, la esperanza, la sensibilidad, la ternura formaron parte determinante de unos versos que nunca he dejado de releer con agrado. Aunque pasó sus últimos años en Estados Unidos y llegó a captar muy bien el alma del país – sostenía con acierto que Oklahoma era mucho más americana que Nueva York – nunca dejó de ser un patriota ruso. Fue tolerado por Jrushov, apoyó la liberalización de Gorbachov – incluso fue elegido para el primer parlamento elegido democráticamente - y sufrió el desmembramiento de su patria porque se dio cuenta de que el desplome de la Unión soviética no se caracterizaría sólo por la libertad sino por la intervención extranjera para descuartizarla artificialmente. Queda su obra propuesta varias veces al Nobel. No es poco.

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Published on April 10, 2017 23:55

April 9, 2017

Entrevista con Pedro Tarquis: Venezuela

Pedro Tarquis y un servidor volvimos a encontrarnos para hablar de la triste situación de Venezuela. Espero que lo disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!

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Published on April 09, 2017 23:39

Pablo, el judio de Tarso (XVIII):  El Evangelio segun Pablo: La epistola a los Galatas

[1] La reacción judeo-cristiana

La expansión del movimiento cristiano por Asia Menor - y, muy especialmente, su crecimiento entre los gentiles gracias a la labor de Bernabé y de Pablo - iba a tener consecuencias inmediatas sobre el judeo-cristianismo. Con seguridad, durante la década de los años cuarenta del s. I d. de C., el número de seguidores de Jesús que procedían de estirpe judía era muy superior al de los de ascendencia gentil. Con todo, la posibilidad de que el crecimiento de los conversos acabara desnaturalizando, siquiera en parte, a un movimiento por su propia naturaleza judío constituía una posibilidad nada descabellada. Pedro ya había estado conectado con la obra entre la Diáspora (Gál 1, 18; 2, 11-14; 1 Cor 1, 10 ss; 3, 4 ss) y los gentiles por esta fecha (aunque no sepamos exactamente los detalles) y, quizá, cabría señalar lo mismo de Juan. Por lo que sabemos, su ministerio tuvo éxito. A menos pues que la situación mencionada fuera abordada de manera prudente, los resultados podrían resultar fatales para el movimiento.



El peligro mayor, obviamente, era el presentado por el sincretismo. Para los gentiles desconocedores del trasfondo judío, la nueva fe carecía de significado comprensible. No podemos olvidar, por ejemplo, la manera en que interpretaron la presencia de Bernabé y Pablo en Listra asociándola con su propia mitología y la dificultad que tuvieron los apóstoles para disuadirles del error en que se hallaban. Lamentablemente, aquel episodio distaba mucho de reducirse a lo excepcional. Jesús podía ser presentado como el Mesías de Israel, pero resulta dudoso que semejante enunciado pudiera ser atractivo para alguien que ni era judío ni sabía qué o quién era el Mesías. La misma traducción de esta palabra al griego como “Jristós” - el término del que procede el castellano Cristo -no resultaba tampoco especialmente clarificadora porque carecía de connotación religiosa en un ámbito gentil. No tardaría, por lo tanto, en identificarse con un nombre personal - y así sigue siendo hasta el día de hoy - e incluso con el nombre Jrestos, típico de los esclavos. Otros títulos utilizados por los cristianos de origen judío, del tipo de Señor o Hijo de Dios podían ser comprendidos por los gentiles, pero con un contenido semántico radicalmente distinto. Y, por si todo lo anterior fuera poco, las dificultades de comprensión en el terreno teológico no se limitaban a lo que podríamos denominar cristología. Términos como los de “reino de Dios” o “reino de los cielos” de nuevo carecín prácticamente de significado para un gentil. Otros, como “vida eterna”, eran susceptibles de ser interpretados en un sentido diferente al judío.



El choque resultaba aún mayor cuando se abordaba la cuestión ética. Los judíos que habían recibido a Jesús como Mesías y Señor partían de una fe dotada de una carga ética muy elevada – la más noble de la Historia antigua hasta esa fecha - que les proporcionaba patrones de conducta moral y digna. De hecho, muchos de los gentiles que se integraban en la asistencia a las sinagogas en calidad de “temerosos de Dios”, lo hacían, en multitud de ocasiones, obedeciendo al nivel del comportamiento moral de los judíos. Para éstos, caso de convertirse a Jesús el mesías, el mensaje de los discípulos era sólo una reinterpretación de esa ética a la luz de las enseñanzas e interpretaciones del Maestro. Todo esto hacía presagiar que el nuevo movimiento mantendría un envidiable nivel moral y seguramente así hubiera sido de no verse tal posibilidad en situación de peligro a causa de la perspectiva de entrada masiva de conversos procedentes de la obra misionera entre los gentiles.



La admisión de nuevos miembros en número suficiente como para desequilibrar el elemento judío resultaba una amenaza clara para el movimiento. Pasajes como el que escribiría años después Pablo en Rom 1, 18 ss o los contenidos en Sab 13, 1 ss y 14, 12 o la carta de Aristeas 134-8 dejan de manifiesto que los judíos en general - y no sólo algunos de los judeo-cristianos - sentían auténtico horror ante la relajación moral en la que yacía el mundo gentil.



En el caso de algunos judeo-cristianos de Palestina, la preocupación ante tal posibilidad llegó a ser lo suficientemente acuciante como para desplazarse hasta Antioquía – a fin de cuenta la comunidad origen de todas aquellas complicaciones - e intentar imponer lo que consideraban que sería una solución óptima para el problema. Al parecer, los mencionados judeo-cristianos eran de origen fariseo (Hch 15, 5) y cabe al menos la posibilidad de que aún siguieran formando parte de alguna hermandad de esta secta. Su entrada en el movimiento judeo-cristiano no debería resultarnos extraña ya que los judeo-cristianos admitían como ellos la resurrección de los muertos - incluso pretendían contar con la prueba definitiva de la misma en virtud de la resurrección de Jesús (Hch 2, 29 ss; 4, 10 ss; 1 Cor 15, 1 ss) - y eran críticos hacia los saduceos que controlaban el servicio del templo. Por otro lado, la figura de Santiago - un riguroso cumplidor de la ley - no debía de carecer de atractivo para muchos fariseos. Ciertamente, la halajáh judeo-cristiana era distinta de la farisea, pero nada hacía suponer que la ley de Moisés careciera de vigencia en sus aspectos morales para los judeo-cristianos.



No terminaba ahí todo. El control romano sobre Judea estaba despertando a la sazón brotes de un nacionalismo rebelde dotado ya de tintes violentos. Los judíos denominados por Josefo “bandidos” comenzaban a enfrentarse directamente al poder invasor empuñando las armas. Los rebeldes contra el poder romano estaban pagando su osadía con la muerte de manera generalizada y aquellas ejecuciones servían para soliviantar más los ánimos de la población judía.



Todo este entramado social e ideológico, siquiera indirectamente, iba a plantear problemas a los judeo-cristianos. en aquellos momentos la menor sospecha de simpatizar con los romanos, aunque fuera mínimamente, implicaba el riesgo de hacerse acreedor a los ataques de estos elementos subversivos (Guerra II, 254 ss y Ant XX, 186 ss). Si la iglesia de Jerusalén tendía puentes hacia el mundo gentil - y era difícil no interpretar así la postura de Pedro o, muy especialmente, la evangelización de los gentiles fuera de Palestina - no tardaría en verse atacada por aquellos, razón de más, por lo tanto, para marcar distancias. No iba a ser la primera vez que un sector concreto del cristianismo absorbía tendencias nacionalistas – o marcadas por grupos nacionalistas – con lamentables consecuencias espirituales.



Debido a todo lo anterior, la solución propuesta por estos judeo-cristianos resultaba considerablemente tentadora. Por un lado, serviría de barrera de contención frente al problema de un posible deterioro moral causado por la entrada de los gentiles en el movimiento. La circuncisión de los mismos y el cumplimiento subsiguiente de los preceptos de la ley mosaica constituirían garantía suficiente de ello. Acostumbrados a la visión multisecular de un cristianismo meramente gentil tal propuesta pude resultar chocante para el hombre moderno, pero partía de bases muy sólidas. Si se deseaba dotar de una vertebración moral a los conversos gentiles procedentes del paganismo poca duda podía haber de que lo mejor sería educarlos en una ley que Dios mismo había entregado a Moisés en el Sinaí. Si se pretendía preceder la entrada de los gentiles en el grupo de seguidores de Jesús por un periodo de aprendizaje espiritual, no parecía que pudiera haber mejor norma de enseñanza que la ley de Moisés. Por otro lado, tal medida permitiría además alejar la amenaza de un ataque nacionalista siquiera por la manera en que los gentiles que se integraban en las comunidades de discípulos dejaban de serlo para convertirse en judíos. No parecía posible que ningun judío - por muy nacionalista que pudiera ser - fuera a objetar en contra de las relaciones con un gentil que, a fin de cuentas, se había convertido al judaismo circuncidándose y comprometiéndose a guardar meticulosamente la ley de Moisés.



La propuesta de aquellos jerosilimitanos resultaba tan lógica, al menos en apariencia, que cabe la posibilidad de que incluso hubiera sido prevista - y ulteriormente defendida - asimismo por miembros de la iglesia de Antioquía. De hecho, eso explicaría la acogida, siquiera parcial, que prestaron a los judeo-cristianos palestinos que la propugnaban.



Tal rigorismo en relación con el tema de la circuncisión no parece haber tenido precedentes en el judeo-cristianismo ni tampoco era generalizado en el judaísmo como tuvimos ocasión de ver al referirnos al grupo conocido como los “temerosos de Dios”. Ciertamente de las fuentes se desprende que la insistencia en la circuncisión dentro del judeo-cristianismo era nueva y no existe ningún dato en el sentido de que el tema fuera discutido al inicio de la misión entre los gentiles. De hecho, incluso algunos maestros judíos se habían mostrado con anterioridad partidarios de dispensar a aquellos de semejante rito, siempre que cumplieran moralmente con su nueva fe. La misma escuela de Hillel mantenía que el bautismo de los prosélitos gentiles era válido sin necesidad de verse acompañado por la circuncisión (TB Yebamot 46a). Ananías, el maestro judío del rey Izates de Adiabene, recomendó a este último que no se circuncidara pese a adorar al Dios de Israel (Ant XX, 34 ss) y cabe la posibilidad de que Juan mantuviera un punto de vista paralelo al insistir en el bautismo como señal de arrepentimiento. Indudablemente, no era ésa la visión de los judeo-cristianos que visitaron Antioquía, procedentes de Palestina, y quizá podría verse en ello, siquiera indirectamente, además de los motivos aducidos también un intento de dificultar así el acceso de los gentiles al seno del movimiento. La situación era de tanta relevancia que llegaría a provocar un enfrentamiento entre dos personajes que poco antes se habían repartido amigablemente las zonas de actividad misionera.





CONTINUARÁ



1. Sobre la carta a los Gálatas, siguen resultando de interés los comentarios de C. K. Barret, Freedom and Obligation, Londres, 1985 ; F. F. Bruce, The Epistle of Paul to the Galatians, Exeter, 1982 ; W. M. Ramsay (A Historical Commentary on St. Paul´s Epistle to the Galatians, Londres, 1899 ; y J. H. Ropes, The Singular Problem of the Epistle to the Galatians, Cambridge, Mass, 1929. De especial interés ya no sólo teológico sino también histórico son los comentarios a la carta de Lutero y Calvino.







Una comparación entre ese bautismo hille­lita y el de Juan en H. H. Rowley, “Jewish Proselyte Baptism and the Bbaptism of John” en ”From Moses to Qumran•, Londres, 1963, pgs. 211 ss.

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Published on April 09, 2017 02:37

Pablo, el judío de Tarso (XVIII):  El Evangelio según Pablo: La epístola a los G&#225

[1] La reacción judeo-cristiana

La expansión del movimiento cristiano por Asia Menor - y, muy especialmente, su crecimiento entre los gentiles gracias a la labor de Bernabé y de Pablo - iba a tener consecuencias inmediatas sobre el judeo-cristianismo. Con seguridad, durante la década de los años cuarenta del s. I d. de C., el número de seguidores de Jesús que procedían de estirpe judía era muy superior al de los de ascendencia gentil. Con todo, la posibilidad de que el crecimiento de los conversos acabara desnaturalizando, siquiera en parte, a un movimiento por su propia naturaleza judío constituía una posibilidad nada descabellada. Pedro ya había estado conectado con la obra entre la Diáspora (Gál 1, 18; 2, 11-14; 1 Cor 1, 10 ss; 3, 4 ss) y los gentiles por esta fecha (aunque no sepamos exactamente los detalles) y, quizá, cabría señalar lo mismo de Juan. Por lo que sabemos, su ministerio tuvo éxito. A menos pues que la situación mencionada fuera abordada de manera prudente, los resultados podrían resultar fatales para el movimiento.



El peligro mayor, obviamente, era el presentado por el sincretismo. Para los gentiles desconocedores del trasfondo judío, la nueva fe carecía de significado comprensible. No podemos olvidar, por ejemplo, la manera en que interpretaron la presencia de Bernabé y Pablo en Listra asociándola con su propia mitología y la dificultad que tuvieron los apóstoles para disuadirles del error en que se hallaban. Lamentablemente, aquel episodio distaba mucho de reducirse a lo excepcional. Jesús podía ser presentado como el Mesías de Israel, pero resulta dudoso que semejante enunciado pudiera ser atractivo para alguien que ni era judío ni sabía qué o quién era el Mesías. La misma traducción de esta palabra al griego como “Jristós” - el término del que procede el castellano Cristo -no resultaba tampoco especialmente clarificadora porque carecía de connotación religiosa en un ámbito gentil. No tardaría, por lo tanto, en identificarse con un nombre personal - y así sigue siendo hasta el día de hoy - e incluso con el nombre Jrestos, típico de los esclavos. Otros títulos utilizados por los cristianos de origen judío, del tipo de Señor o Hijo de Dios podían ser comprendidos por los gentiles, pero con un contenido semántico radicalmente distinto. Y, por si todo lo anterior fuera poco, las dificultades de comprensión en el terreno teológico no se limitaban a lo que podríamos denominar cristología. Términos como los de “reino de Dios” o “reino de los cielos” de nuevo carecín prácticamente de significado para un gentil. Otros, como “vida eterna”, eran susceptibles de ser interpretados en un sentido diferente al judío.



El choque resultaba aún mayor cuando se abordaba la cuestión ética. Los judíos que habían recibido a Jesús como Mesías y Señor partían de una fe dotada de una carga ética muy elevada – la más noble de la Historia antigua hasta esa fecha - que les proporcionaba patrones de conducta moral y digna. De hecho, muchos de los gentiles que se integraban en la asistencia a las sinagogas en calidad de “temerosos de Dios”, lo hacían, en multitud de ocasiones, obedeciendo al nivel del comportamiento moral de los judíos. Para éstos, caso de convertirse a Jesús el mesías, el mensaje de los discípulos era sólo una reinterpretación de esa ética a la luz de las enseñanzas e interpretaciones del Maestro. Todo esto hacía presagiar que el nuevo movimiento mantendría un envidiable nivel moral y seguramente así hubiera sido de no verse tal posibilidad en situación de peligro a causa de la perspectiva de entrada masiva de conversos procedentes de la obra misionera entre los gentiles.



La admisión de nuevos miembros en número suficiente como para desequilibrar el elemento judío resultaba una amenaza clara para el movimiento. Pasajes como el que escribiría años después Pablo en Rom 1, 18 ss o los contenidos en Sab 13, 1 ss y 14, 12 o la carta de Aristeas 134-8 dejan de manifiesto que los judíos en general - y no sólo algunos de los judeo-cristianos - sentían auténtico horror ante la relajación moral en la que yacía el mundo gentil.



En el caso de algunos judeo-cristianos de Palestina, la preocupación ante tal posibilidad llegó a ser lo suficientemente acuciante como para desplazarse hasta Antioquía – a fin de cuenta la comunidad origen de todas aquellas complicaciones - e intentar imponer lo que consideraban que sería una solución óptima para el problema. Al parecer, los mencionados judeo-cristianos eran de origen fariseo (Hch 15, 5) y cabe al menos la posibilidad de que aún siguieran formando parte de alguna hermandad de esta secta. Su entrada en el movimiento judeo-cristiano no debería resultarnos extraña ya que los judeo-cristianos admitían como ellos la resurrección de los muertos - incluso pretendían contar con la prueba definitiva de la misma en virtud de la resurrección de Jesús (Hch 2, 29 ss; 4, 10 ss; 1 Cor 15, 1 ss) - y eran críticos hacia los saduceos que controlaban el servicio del templo. Por otro lado, la figura de Santiago - un riguroso cumplidor de la ley - no debía de carecer de atractivo para muchos fariseos. Ciertamente, la halajáh judeo-cristiana era distinta de la farisea, pero nada hacía suponer que la ley de Moisés careciera de vigencia en sus aspectos morales para los judeo-cristianos.



No terminaba ahí todo. El control romano sobre Judea estaba despertando a la sazón brotes de un nacionalismo rebelde dotado ya de tintes violentos. Los judíos denominados por Josefo “bandidos” comenzaban a enfrentarse directamente al poder invasor empuñando las armas. Los rebeldes contra el poder romano estaban pagando su osadía con la muerte de manera generalizada y aquellas ejecuciones servían para soliviantar más los ánimos de la población judía.



Todo este entramado social e ideológico, siquiera indirectamente, iba a plantear problemas a los judeo-cristianos. en aquellos momentos la menor sospecha de simpatizar con los romanos, aunque fuera mínimamente, implicaba el riesgo de hacerse acreedor a los ataques de estos elementos subversivos (Guerra II, 254 ss y Ant XX, 186 ss). Si la iglesia de Jerusalén tendía puentes hacia el mundo gentil - y era difícil no interpretar así la postura de Pedro o, muy especialmente, la evangelización de los gentiles fuera de Palestina - no tardaría en verse atacada por aquellos, razón de más, por lo tanto, para marcar distancias. No iba a ser la primera vez que un sector concreto del cristianismo absorbía tendencias nacionalistas – o marcadas por grupos nacionalistas – con lamentables consecuencias espirituales.



Debido a todo lo anterior, la solución propuesta por estos judeo-cristianos resultaba considerablemente tentadora. Por un lado, serviría de barrera de contención frente al problema de un posible deterioro moral causado por la entrada de los gentiles en el movimiento. La circuncisión de los mismos y el cumplimiento subsiguiente de los preceptos de la ley mosaica constituirían garantía suficiente de ello. Acostumbrados a la visión multisecular de un cristianismo meramente gentil tal propuesta pude resultar chocante para el hombre moderno, pero partía de bases muy sólidas. Si se deseaba dotar de una vertebración moral a los conversos gentiles procedentes del paganismo poca duda podía haber de que lo mejor sería educarlos en una ley que Dios mismo había entregado a Moisés en el Sinaí. Si se pretendía preceder la entrada de los gentiles en el grupo de seguidores de Jesús por un periodo de aprendizaje espiritual, no parecía que pudiera haber mejor norma de enseñanza que la ley de Moisés. Por otro lado, tal medida permitiría además alejar la amenaza de un ataque nacionalista siquiera por la manera en que los gentiles que se integraban en las comunidades de discípulos dejaban de serlo para convertirse en judíos. No parecía posible que ningun judío - por muy nacionalista que pudiera ser - fuera a objetar en contra de las relaciones con un gentil que, a fin de cuentas, se había convertido al judaismo circuncidándose y comprometiéndose a guardar meticulosamente la ley de Moisés.



La propuesta de aquellos jerosilimitanos resultaba tan lógica, al menos en apariencia, que cabe la posibilidad de que incluso hubiera sido prevista - y ulteriormente defendida - asimismo por miembros de la iglesia de Antioquía. De hecho, eso explicaría la acogida, siquiera parcial, que prestaron a los judeo-cristianos palestinos que la propugnaban.



Tal rigorismo en relación con el tema de la circuncisión no parece haber tenido precedentes en el judeo-cristianismo ni tampoco era generalizado en el judaísmo como tuvimos ocasión de ver al referirnos al grupo conocido como los “temerosos de Dios”. Ciertamente de las fuentes se desprende que la insistencia en la circuncisión dentro del judeo-cristianismo era nueva y no existe ningún dato en el sentido de que el tema fuera discutido al inicio de la misión entre los gentiles. De hecho, incluso algunos maestros judíos se habían mostrado con anterioridad partidarios de dispensar a aquellos de semejante rito, siempre que cumplieran moralmente con su nueva fe. La misma escuela de Hillel mantenía que el bautismo de los prosélitos gentiles era válido sin necesidad de verse acompañado por la circuncisión (TB Yebamot 46a). Ananías, el maestro judío del rey Izates de Adiabene, recomendó a este último que no se circuncidara pese a adorar al Dios de Israel (Ant XX, 34 ss) y cabe la posibilidad de que Juan mantuviera un punto de vista paralelo al insistir en el bautismo como señal de arrepentimiento. Indudablemente, no era ésa la visión de los judeo-cristianos que visitaron Antioquía, procedentes de Palestina, y quizá podría verse en ello, siquiera indirectamente, además de los motivos aducidos también un intento de dificultar así el acceso de los gentiles al seno del movimiento. La situación era de tanta relevancia que llegaría a provocar un enfrentamiento entre dos personajes que poco antes se habían repartido amigablemente las zonas de actividad misionera.





CONTINUARÁ



1. Sobre la carta a los Gálatas, siguen resultando de interés los comentarios de C. K. Barret, Freedom and Obligation, Londres, 1985 ; F. F. Bruce, The Epistle of Paul to the Galatians, Exeter, 1982 ; W. M. Ramsay (A Historical Commentary on St. Paul´s Epistle to the Galatians, Londres, 1899 ; y J. H. Ropes, The Singular Problem of the Epistle to the Galatians, Cambridge, Mass, 1929. De especial interés ya no sólo teológico sino también histórico son los comentarios a la carta de Lutero y Calvino.







Una comparación entre ese bautismo hille­lita y el de Juan en H. H. Rowley, “Jewish Proselyte Baptism and the Bbaptism of John” en ”From Moses to Qumran•, Londres, 1963, pgs. 211 ss.

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Published on April 09, 2017 02:37

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César Vidal
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