César Vidal's Blog, page 43
May 27, 2017
Algo en mi no estaba funcionando…
Una persona a la que quiero especialmente me envió hace un tiempo esta canción que – lo reconozco – me cautivó desde los primeros compases. En ella se recogen algunos de los aspectos más hermosos de la relación personal con Dios que yo – y como yo millones - disfruto a diario: la sensación gozosa de ser parte de Su diseño, la no menos alegre consciencia de poder confiar en El con la misma confianza con que saltaría a los brazos de alguien muy querido, la luz que deriva de la comprensión de la obra de Jesús en la cruz que es la que nos salva y no nuestros méritos o el paseo al lado de Dios como al lado de un Padre. La voz, la canción y hasta los acompañamientos despiertan un eco en mi corazón que es más cierto que lo que muchos considerarían real. Si se fijan en la letra, muchos aprenderán más de mi de lo que pueda derivarse de un seguimiento de años. Ah, por cierto, no conocía a la intérprete originalmente, pero me pareció realmente buena. Hace tan sólo unos meses tuve oportunidad de conocerla en una iglesia de Bogotá, Colombia, donde estaba invitado a pronunciar unas conferencias. Fue una alegría verla interpretar en persona esta canción.
Les dejó con esta canción, pero quiere recordarles que, como dice su letra, si algo no está funcionando en ustedes o se sienten oxidados… Jesús es la respuesta. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Y aquí está Adriana Bottina y su hermosa canción
May 26, 2017
Mateo, el evangelio judío (III): Mateo 2
Los magos no eran reyes – ésa es una tardía tradición medieval – y no podemos tener seguridad de que fueran sólo tres. Eran simplemente habitantes del actual Irán con inquietudes espirituales. De hecho, pertenecían a una tribu tan centrada en la búsqueda de las esferas sobrenaturales que, con el tiempo, su nombre – magos – se convirtió en un término para designar a los dotados de poderes paranormales. No deja, desde luego, de ser significativo. Aquella gente, seguramente, no tenía esas cualidades, pero sí que buscaba la Verdad. Buscándola habían observado un curioso fenómeno en el cielo que coincidía con las esperanzas mesiánicas de tantos judíos que se habían quedado en Persia, como vimos cuando examinamos los libros de Esther y de Daniel.
El por qué los judíos estaban especialmente inquietos en esas fechas tiene una causa muy clara. El libro de Génesis contiene una profecía de Jacob que indica que los reyes de Israel procederían de la tribu de Judá, pero no sería así cuando llegara el mesías (Génesis 49: 10). El único momento de la Historia en que Israel había sido regido por un monarca no procedente de la casa de Judá fue cuando Herodes – de origen idumeo – accedió al trono. De hecho, los esenios de Qumrán abandonaron su monasterio cuando Herodes llegó al poder y es muy posible que lo hicieran en la idea de que el mesías podía nacer ya en cualquier momento.
Aquellos persas no debían ser gente normal ni tampoco cobarde. La visión del astro en el cielo y la época bastaron para que hicieran lo que no hicieron judíos que vivían con ellos: preparar los equipajes y dirigirse hacia la tierra de Israel. De manera comprensible, los magos se dirigieron a ver al rey de Israel indagando sobre el lugar en que había nacido el mesías (2: 2). ¿Acaso la salvación no venía a través de los judíos? ¡Pues lo suyo es que ellos dieran la información! Sin embargo, la reacción fue muy diferente. En lugar de alegría, hubo una gran turbación (2: 3) y no sólo por parte del rey Herodes – que se pasó su vida eliminando a posibles rivales al trono – sino de toda Jerusalén. Como en otras épocas de la Historia antes y después, Jerusalén quería seguir viviendo en su autosatisfacción y la posibilidad de un cambio radical le creaba desazón en lugar de gozo.
Herodes era formalmente judío, pero lo que menos le podía agradar era pensar que su reino pudiera ser sustituido por el del mesías. Sí, la idea de un reino de Israel estaba bien, pero, naturalmente, sólo si quien lo gobernaba era él. Por eso mismo, Herodes no tuvo problema en convocar a letrados para saber dónde debía nacer el mesías y en señalar a los magos que les agradecería que le informaran de dónde estaba. Pero su finalidad no era alegrarse porque la profecía de Miqueas 5: 2 anunciando el nacimiento en Belén se había cumplido sino aprovechar el hecho para deshacerse de aquel que se convertía en un obstáculo para su plácido disfrute del poder (2: 7-8).
Las consecuencias de esas maneras de actuar tuvieron una enorme lógica. Los persas que habían asumido los riesgos de su viaje en busca de la Verdad, la encontraron y fueron objeto de una inmensa alegría (2: 10) y, al poner lo que tenían de valor a sus pies, tan sólo dieron muestras de gratitud por haber encontrado a Alguien que vale más que todos los tesoros del mundo (v. 11). Habrían regresado a compartir su gozo con Herodes, pero un ángel les advirtió para que volvieran a su tierra sin pasar por Jerusalén (v. 12) y así lo hicieron. También un ángel advirtió a José de que se marchara a un lugar lejano. Como tantos antes y después, el exilio salvó la vida de José, de su esposa y del recién nacido (2: 13-15) cumpliéndose así la profecía de Oseas que indicaba cómo Dios llamaría a Su Hijo desde Egipto como había sucedido antaño con Israel (2: 13-15).
No pudo ser más oportuna la obediencia de los persas y de José porque Herodes decidió asesinar a todos los niños que pudieran ser ese mesías. Es más para no correr riesgos, decidió quitar la vida a todos los que tuvieran de dos años para abajo (2: 16). Como en otros momentos de la Historia, Raquel lloró por sus hijos, como escribió Jeremías, y, de manera bien reveladora, ese llanto no estuvo relacionado con la acción de los no-judíos sino con la de sus propios gobernantes, poco escrupulosos con la sangre de su pueblo para perpetuarse en el poder (2: 17-18).
Sin embargo, Dios cumple siempre Sus propósitos. Herodes, como tantos otros que se han opuesto a los propósitos de Dios, murió. Entonces José regresó a su tierra con el niño y su madre (2: 20). Roma había dividido el reino de Herodes entre sus hijos porque no encontró ninguno que tuviera la talla suficiente para sucederlo al completo. Arquelao reinaba en Judea y José, avisado, decidió establecerse en Nazaret (2: 23), una circunstancia que permitía a Mateo realizar un juego de palabras entre el nazareno y el nazir o brote, uno de los apelativos del mesías.
Cuando se despoja a este capítulo del oropel de las prácticas navideñas – muchas veces poco relacionadas con los evangelios – las lecciones son bien notables. Dios se ha manifestado en la Historia de Israel. Le entregó lo más precioso, la Biblia que contiene profecías para identificar al mesías que salvaría al pueblo de sus pecados (1: 21). Pero esa circunstancia ni convierte en eternos parias a los no-judíos ni otorga a éstos una patente de corso para hacer lo que buenamente desean. No eran judíos aquellos personajes, seguramente con un conocimiento más que rudimentario de la Verdad, que llegaron hasta Belén en busca del rey de los judíos. Sí lo eran Herodes y la ciudad de Jerusalén, espantados por la posible llegada del mesías.
Si los judíos eran como José, el hombre íntegro y obediente - tan íntegro y obediente que recibió las mismas muestras de la bondad de Dios que los persas - podrían disfrutar de la salvación de Dios. Si, por el contrario, la rechazaban, no sólo la perderían sino que además se verían inmersos en un curso vital en el que el poder y el derramamiento de sangre caracterizarían más su existencia que la alegría de encontrarse con Dios y Sus acciones. Partían con una enorme ventaja sobre aquellos que sólo podían contar con la razón y el ansia de verdad en medio de un mundo repleto de paganismo y supersticiones, pero esas ventajas podían ser dilapidadas si el escuchar la Palabra de Dios era sustituido por un autosatisfecho orgullo nacional. Lección impresionante que puede aplicarse a otros pueblos y a otras épocas.
CONTINUARÁ
May 25, 2017
California (IV): Beth Sarim
Fue así como adquirió esta propiedad aunque justificó la compra por parte de la sociedad Wachtower, la corporación que gobierna a los testigos de Jehová, alegando que en breve iban a resucitar personajes bíblicos como Abraham y el rey David y que se les brindaría alojamiento en el inmueble. No hace falta señalar que la profecía de Rutherford – como tantas otras suyas – no se cumplió, pero sí que pudo disfrutar a costa de los infelices que lo seguían de un lugar agradable para pasar el invierno. Me he acercado a la casa que la sociedad Wachtower vendió hace años imagino que harta de esperar a que los patriarcas regresaran de la tumba y confieso que mis sensaciones han oscilado entre llorar o soltar la carcajada. Por un lado, me dan pena aquellos pobres adeptos que iban vendiendo casa por casa La Atalaya mientras Rutherford gastaba un dineral en licores, en automóviles de lujo y en una residencia invernal bajo el sol. Por otro, no puedo evitar la risa al pensar en lo fácil que resulta engañar a tantos cuando, previamente, se les ha colocado una venda en los ojos que no les permita ver más allá de sus narices. La morada tiene un aspecto agradable con un cierto aroma español ya trasmutado en estilo californiano. Como residencia unipersonal presenta un exterior atrayente, pero ¿cómo pudo alguien creer que de Noé hasta Zacarías iban a caber en ella los grandes personajes del Antiguo Testamento? ¡Habrían estado como piojos en costura! Al menos, hay que reconocer que los norteamericanos asumen su Historia. Ninguno de los estafados por Rutherford ha pedido la demolición de Beth Sarim. No hay pintadas acusando de malversadora a la sociedad Wachtower y, desde luego, los nuevos propietarios pueden disfrutar tranquilamente de su propiedad porque los okupas no existen a este lado del Atlántico. A decir verdad, cualquiera que irrumpe en un inmueble ajeno sabe que se arriesga a que lo abatan de un tiro por entrar donde no debe. Para pensar.
May 24, 2017
De Assange y Manning
He recordado estas afirmaciones de Gandhi al enterarme – con pocas horas de intervalo – de que Chelsea Manning ha sido puesto en libertad y de que la fiscalía de Suecia ha decidido dar por cerrado el caso que mantenía contra Julian Assange. En el caso de Chelsea Manning, su entrada en prisión era obligada en la medida en que había revelado secretos que afectaban si no a la seguridad nacional, sí, al menos, a las acciones del gobierno de Estados Unidos. En el caso de Assange, la acusación era por violación aunque a nadie se le ocultaba que se trataba de un cargo dudoso y de que la persecución desencadenada contra él estaba más vinculada con otros aspectos como la revelación de secretos bélicos de Estados Unidos y de otras naciones. En ambos casos, que se haya buscado silenciarlos e incluso imponerles una pena de prisión me parece razonable e incluso formalmente justificado. La ley debe cumplirse y cuando se desobedece alegando su injusticia hay que estar dispuesto a asumir las consecuencias.
Sin embargo, no puedo dejar de sentir simpatía hacia aquellos que están dispuestos a enfrentarse con una potencia por razones de conciencia. Seguramente, Daniel Ellsberg merecía ir a dar con sus huesos en prisión, pero, a la vez, rindió un gran servicio al pueblo de Estados Unidos revelando lo que su gobierno estaba perpetrando en Vietnam. De manera semejante, Assange y Manning han realizado una enorme labor en beneficio de Estados Unidos y otras naciones al revelar acciones ilegales decididas desde las alturas, acciones que implicaban, a veces, crímenes de guerra y, a veces, un cercenamiento de las libertades ciudadanas intolerable e inconstitucional. Sólo esa publicidad permite, a fin de cuentas, que determinadas conductas indignas se detengan. Hace ya muchos años – me parece otra vida – fui objetor de conciencia durante el régimen de Franco. Sabía que me esperaba la cárcel – de cuatro a seis años – por mi determinación, pero creía, como el norteamericano Thoreau, que, a veces, el lugar adecuado para un hombre íntegro es la prisión. Sólo la muerte del dictador en noviembre de 1975 evitó mi entrada en prisión que hubiera sido ineludible si, por ejemplo, el general hubiera fallecido en febrero de 1976. Sin embargo, al igual que Gandhi, no se me ocurrió pensar que la dictadura pudiera adoptar otro camino. Era lógico que reaccionara así y también lo era que, por razones de conciencia, yo prefiriera la cárcel a doblegarme ante una situación que me parecía inmoral.
Creo no exagerar ni equivocarme si digo que cuando Martin Luther King y el movimiento de los derechos civiles aceptó la posibilidad de ir a prisión por enfrentarse con las leyes discriminatorias de los estados sureños, su encarcelamiento podía estar plenamente justificado desde una perspectiva legal, pero, a la vez, estaban alterando para bien la Historia no sólo de Estados Unidos sino de la Humanidad. A día de hoy, creo que muy pocos lo discutirían aunque el precio no fue pequeño y para King, como para Gandhi, significó perder la vida.
Con todas las diferencias, los matices, las salvedades que se deseen lo cierto es que existen paralelos en los casos de Assange y Manning. Seguramente, su lugar es la cárcel – aunque no está muy claro cuál sería en el caso de Assange que no ha actuado en territorio estadounidense – pero, a pesar de todo, creo que con ellos tenemos una deuda de gratitud todos los que amamos la libertad y el respeto a los derechos humanos. Siempre, por supuesto, que estemos dispuestos a aceptar las consecuencias hasta el final.
May 23, 2017
California (III): John Wayne Airport
Que Wayne sigue fascinando a los norteamericanos que lo ven como un paradigma de su cultura no admite la menor duda. De hecho, se publican revistas monográficas sobre él a la vez que se comercializan con su imagen tazas, rifles y pistolas. Es para celebrar ese recuerdo porque hoy no podría filmarse la mayoría del cine de Wayne. Una legión de feminazis impediría que se rodara El hombre tranquilo a pesar de ser una obra maestra porque consideraría que defiende la violencia machista. Centauros del desierto resultaría intolerable porque un héroe no puede ser racista y mucho menos cruzar Texas en busca de una mujer. Arenas de Iwo Jima o Boinas verdes serían contempladas como manifestaciones insoportables del imperialismo yanqui. El Alamo – a pesar de sus líneas memorables sobre la libertad, la república y la valentía de los mexicanos – sería vilipendiado como una señal innegable de que Estados Unidos piensa intervenir en la Venezuela que el chavismo ha arruinado en todos los sentidos. Por supuesto, la trilogía de la caballería sería vista con profundo desprecio por ensalzar los valores militares de una sociedad. Todo ello por no hablar de El hombre que mató a Liberty Valance, de Valor de ley, de El gran Jack o de Río Bravo, todas ellas insoportables manifestaciones del heteropatriarcado. Pero ¿cómo se pudieron dirigir películas en que las mujeres eran buenas, dulces, sacrificadas y heroicas en lugar de ir repartiendo mamporros y discursos feministas? ¿Cómo pudo ser que no apareciera ningún gay en ellas o siquiera un musulmán extendiendo su cultura por Europa? Sin duda, la filmografía de John Wayne sería totalmente imposible a día de hoy. Pero eso pondría de manifiesto una realidad que él mismo anunció hace mucho, mucho tiempo, la de que el cine había pasado de ser una parte de la solución del problema a convertirse en parte esencial del problema. ¡Pobre Wayne! Si viviera hoy, no tendría trabajo y además sería acosado por la policía del pensamiento que pulula por cualquier barrio de nuestra sociedad para lincharlo en twitter o Facebook en cuanto que pareciera que se desmandaba de la inquisición de la ideología de género. Dan ganas, desde luego, de montarse a caballo y marcharse al oeste.
May 22, 2017
De nuevo Venezuela
Sin embargo, creo que los grandes problemas sólo se pueden solucionar cuando se afrontan con veracidad y sí, ya lo sé, la veracidad no suele ser el camino fácil para la popularidad. Sí lo es para poder remediar males precisamente porque da el diagnóstico adecuado. Espero que disfruten esta entrevista. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
May 21, 2017
Pablo, el judio de Tarso (XXIV): El concilio de Jerusalén (III): la decisión
13 Y después de que guardaran silencio, Santiago dio la respuesta, diciendo: Hermanos, escuchadme: 14Simón ha contado en primer lugar cómo Dios visitó a los gentiles, para tomar de entre ellos un pueblo para su nombre; 15 Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: 16 Después de esto volveré y restauraré el tabernáculo de David, que estaba caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar; 17 para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los Gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, dice el Señor, que hace todas estas cosas. 18 A Dios le son conocidas desde siempre todas sus obras. 19 por lo cual juzgo, que no se ha inquietar a los que procedentes de entre los gentiles se convierten a Dios 20 sino escribirles que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, y de fornicación, y de lo ahogado, y de sangre. 21 porque Moisés desde la Antigüedad tiene en cada ciudad quien le predique en las sinagogas, donde es leído cada sábado.
(Hechos 15, 13-21)
El hecho de que Santiago concluyera el debate indica que, ya en esa época, era el jefe indiscutible de la comunidad de Jerusalén y que podía imponer su criterio sin provocar discusión alguna. El texto de su discurso recogido en la fuente lucana presenta además, como ya demostró en el pasado J. B. Mayor, notables paralelismos con las expresiones contenidas en la carta del Nuevo Testamento que lleva su nombre . Santiago respaldó el argumento emanado de la interpretación de Pedro y de la experiencia personal de Pablo y Bernabé. Además estableció la manera en que la misma podría armonizar con la Escritura. Lo hizo a través de un “pesher” – una forma de interpretación bíblica que hemos llegado a conocer mejor en las últimas décadas gracias a los documentos del Mar Muerto - a partir del texto de Am 9, 11 ss. La forma en que el mismo nos ha sido transmitido por Lucas indica o bien que extrajo su información de una fuente semítica escrita o de un testimonio directo sin referencia a los cuales no se puede entender el argumento de Santiago. Este universalizó la profecía de Amós vocalizando la palabra “‘adam” (humanidad) en lugar de “‘edom” (Edom) y leyendo “yidreshu” (para que el resto de la humanidad busque al Señor) en lugar de “yireshu” (para que posean al resto de Edom). Naturalmente también podría darse el caso de que Santiago hiciera referencia a un texto más antiguo y fidedigno que el transmitido por el Texto Masorético. Con todo, como ha indicado C. Rabin, “el TM ha apoyado de hecho la exégesis ofrecida aquí” . Igualmente parece que Santiago ignora la partícula “et”, propia del complemento directo, antes de “sheerit”. Viene a recurrir así al modelo de respuesta rabínica conocido como “yelammedenu” (que nuestro maestro responda) consistente en apelar a la Escritura para confirmar lo que ya se ha dicho o hecho y lo que se va a decidir.
La solución del problema propuesta por Santiago “el hermano del Señor” quizá podría considerarse de compromiso pero, en realidad, salvaba la entrada de los gentiles en el seno del movimiento sin obligarlos a ser circuncidados ni a guardar la ley mosaica, al mismo tiempo que limaba las posibilidades de escándalo en relación con los judíos, algo que, en aquel periodo concreto de la historia palestina, no sólo tenía una trascendencia evangelizadora sino también social.
El contenido concreto del denominado decreto apostólico - que, en realidad, sería más apropiado denominar “decreto jacobeo” - presenta alguna dificultad dadas las variantes textuales que tenemos de la fuente lucana. En el texto occidental a los gentiles se les prohibe la idolatría, la fornicación y la sangre, a la vez que se añade la fórmula negativa de la Regla de oro: “No hagáis a los demás las cosas que no queréis que os hagan a vosotros”. Esta última formulación aparece igualmente en la literatura del periodo intertestamentario (Tobit 4, 15), rabínica (TB Shabbat 31a; Abot de R. Nathan 2: 26) y paleocristiana (Didajé 1, 2). Es bastante probable que el texto occidental represente, sin embargo, una revisión de los mandatos originales surgida en una época en que los mismos carecían ya de la relevancia primigenia y en que se buscaba, posiblemente, armonizarlos con posturas más extremas de rechazo de la ley mosaica en el seno del cristianismo. Así, en otros textos se prohíbe la carne de animales sacrificados a los ídolos así como la sangre (seguramente una referencia al precepto noáquico de no comer de un animal que no estuviera muerto, es decir, que aún tuviera su vida o sangre en el interior). Posiblemente, a estas dos prohibiciones se añadía la de abstenerse de “porneia” entendiendo por la misma no tanto la “fornicación” - la práctica de la misma estaba prohibida a cristianos judíos y gentiles por igual y no se discutía - cuanto la violación de los grados de cosanguinidad y afinidad prohibidos en la ley de Moisés, por ejemplo, en Levítico 18, 6-18. “Porneia” vendría así a traducir el término hebreo “zenut” y presentaría paralelos con lo recogido, por ejemplo, en el Documento de Damasco IV, 17 ss. Estas normas relativas al matrimonio resultaban esenciales en el judaísmo y no puede negarse su influencia en la ley canónica posterior. Con ello, se pretendía evitar, fundamentalmente, el escándalo de los judíos. La disposición articulada por Santiago venía a resultar una respuesta clara al problema. Por un lado, era evidente que no podía ponerse cortapisas a la entrada de los gentiles en el movimiento. Tal conducta hubiera chocado con lo establecido en las Escrituras y con muestras de lo que se consideraba bendecido por Dios a través de testimonios como los de Pedro, Bernabé y Pablo. Por otro lado, no tenía ningún sentido obligar a los gentiles a circuncidarse y a guardar una ley reservada para Israel y más teniendo en cuenta que la salvación se obtenía por la fe en Jesús y no por las obras de la ley.
En cuanto al problema de las comidas comunes entre judíos y gentiles – que tanto problema había ocasionado en la comunidad de Antioquia - también se articulaba una inteligente solución de compromiso. Ciertamente los gentiles no estaban obligados a someterse a la normativa mosaica sobre alimentos, pero deberían abstenerse de aquellos alimentos sacrificados a los ídolos o de comer animales vivos (prohibición de la sangre). No deja de ser significativo que incluso en la literatura rabínica (Sanh 56a) encontremos una solución parecida. Asimismo - y para evitar conflictos en relación con posibles matrimonios mixtos o escándalo de los judeo-cristianos en relación con otros contraídos sólo entre cristianos gentiles - no debería permitirse un grado de cosanguinidad y afinidad matrimonial distinto del contemplado en la ley de Moisés.
Dado que además Santiago había optado por imponer unas normas muy similares a las exigidas en las sinagogas a los “temerosos de Dios” gentiles, su solución no podía ser tachada de anti-judía o de relajada. De hecho, venía a corresponder, “grosso modo”, con los preceptos del pacto de Noé que son aplicables por igual, según la Biblia y la ley oral, a todos los pueblos de la tierra descendientes de aquel personaje.
CONTINUARÁ
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J. B. Mayor, The Epistle of St. James, Londres, 1897, pgs. III-IV
C. Rabin, The Zadokite Documents, Oxford, 1958, p. 29.
En el mismo sentido J. W. Bowker, Speeches in Acts: A Study in Proem and Yelammedenu Form” en ”New Testament Studies, 14, 1967-8, pgs. 96-111.
P. H. Menoud, The Western Text and the Theology of Acts en ”Studiorum Novi Testamenti
Societas Bulletin”, 2, 1951, pgs. 19 ss piensa que el decreto originalmente sólo prohibía la carne con sangre y la sacrificada a los ídolos, pero que estas dos prohibiciones fueron ampliadas posteriormente. En un sentido similar, ver: C.S.C. Williams, Alterations to the Text of the Synoptic Gospels and Acts, Oxford, 1951, pgs. 72 ss.
Ver al respecto Gálatas 6, 19, como ejemplo de la enseñanza paulina anterior al
concilio de Jerusalén en relación con la fornicación. Ejemplos cercanamente posteriores en I Corintios 5 y I Tesalonicenses 4, 3 ss.
En tal sentido creemos que debe interpretarse la referencia a los mismos de Hechos 15, 21. Un punto de vista similar en R. B. Rackham, The Acts of the Apostles, Londres, 1912, p. 254.
May 20, 2017
Are you washed in the blood of the lamb?
Se trataba de una multitud inmensa de toda raza, pueblo, reino y nación. Esa gente precisamente era la que llegaba hasta el trono de Dios. Pero semejante circunstancia no se debía a sus méritos ni a rito alguno sino al hecho de que habían sido limpiados con la sangre de Jesús (Apocalipsis 7: 14).
Para muchos la sangre de Jesús es algo que se bebe y para cuyo consumo hay que estar antes limpio. Hay paralelos a esa visión en muchas religiones mistéricas, pero no es lo que dice la Biblia. La sangre de Jesús limpia de pecado a aquellos que se acercan pidiendo perdón por los pecados. No es algo para ser bebido por los limpios sino para limpiar a los sucios pecadores porque para eso precisamente murió Jesús. Como señaló Pablo a los romanos: 1. Todos, absolutamente todos, hemos pecado y no alcanzamos a Dios (Romanos 3: 23); 2. Pero Dios nos saca de esa situación no por nuestros méritos u obras sino sin merecerlo (Romanos 3: 24); 3. Lo hace a través de la sangre derramada por Jesús en la cruz (Romanos 3: 25); 4. Ahora Dios demuestra que es justo justificando a aquellos que aceptan por fe el sacrificio de Jesús (Romanos 3: 26) y 5. Así Dios justifica por la fe sin las obras de la ley (Romanos 3: 28). Por lo tanto, la pregunta esencial en la vida de todo ser humano no es si has realizado más o menos obras o tienes más o menos méritos sino si te ha lavado la sangre de Jesús.
El texto de Apocalipsis 7: 13-17 nos dice que esos precisamente son los que verán como Jesús vive entre ellos (7: 15), los que verán calmada su hambre y su sed por Jesús (7: 16) y los que verán como el mismo Dios les enjugará las lágrimas (7: 17). Reconozco que las tres circunstancias me conmueven hasta lo más hondo.
Algo muy semejante canta esta canción. He escogido cuatro versiones. La primera es la clásica cantada con ritmo de bluegrass; la segunda es una versión interpretada por Alan Jackson que concluye con unas notas de Fly away, la preciosa canción que habla del momento en que nos echaremos a volar para encontrarnos con Dios; la tercera es una versión hispana, sin duda, la más humilde y sencilla porque se canta en medio de un culto y la cuarta es otra versión en español bastante cercana al original.
Espero que las disfruten y, sobre todo, que se respondan a la pregunta: ¿Has sido lavado en la sangre de Jesús?. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Esta es la versión Bluegrass
www.youtube.com/watch?v=ZGmwkLptxOE
Esta la de Alan Jackson
www.youtube.com/watch?v=SDqTENtNvKQ
Y ésta - ¿Has hallado a Cristo tu buen Salvador? – es una versión en español.
www.youtube.com/watch?v=W9erjXlulpM
Otra hermosa versión en español que recoge bastante más el sentido de la versión original
www.youtube.com/watch?v=wDIitZ_d5K8
May 19, 2017
Mateo, el evangelio judío (II): Mateo 1: 1- 25
De entrada hay que señalar que, para ser honrados, la mitad de los Evangelios no manifiestan el menor interés en el tema. Marcos comienza su relato de la vida de Jesús en el bautismo ya que un siervo no tiene genealogía y para Juan lo verdaderamente relevante es la pre-existencia del Logos o Verbo que “habitó entre nosotros”. Si por ellos fuera, nunca habríamos sabido que Jesús nació de una parzenos por la sencilla razón de que ni esos evangelistas ni el resto del Nuevo Testamento lo mencionan. El tema tenía una importancia más que secundaria y, desde luego, ni lejanamente parecido al que le ha otorgado la iglesia católica o las iglesias orientales. A decir verdad, incluso el evangelio de Lucas se refiere a una concepción virginal, pero sólo si interpretamos el texto yuxtaponiéndolo al de Mateo. María – la fuente detrás de Lucas – se sorprende del anuncio del ángel porque a la sazón no mantiene relaciones sexuales con nadie – algo indispensable para un embarazo - pero nada en el anuncio indica que no fuera a tenerlas en el futuro. A decir verdad, sin Mateo, la lectura de Lucas nos llevaría a pensar que esa María tuvo con posterioridad relaciones sexuales y que de ellas derivó un embarazo del que nació el mesías, nacimiento anunciado y sobrenatural como el de Isaac, pero provocado por medios naturales.
Precisamente por todo esto, el texto de Mateo resulta tan especial y por eso también la historia se centra en José. A fin de cuentas, una mujer no era testigo fiable según la práctica judía mientras que un hombre, justo por más señas, sí que lo era. Mateo apelaba, pues, a su testimonio en un evangelio dirigido de manera especial a los judíos.
Los contrayentes judíos celebraban esponsales un año antes del matrimonio. La ceremonia servía para dar formalidad a la relación, pero, a la vez, proporcionaba un tiempo razonable para ver si debía llegarse hasta el final. Por regla general, durante ese tiempo, los prometidos no mantenían relaciones sexuales siquiera porque la virginidad femenina en primeras nupcias tenía efectos legales. De hecho, ocultar que una mujer no era virgen y descubrir el hecho tras consumarse el matrimonio podía tener consecuencias legales de notable gravedad. José y María estaban en esa situación de compromiso no consumado y, en algún momento, José descubrió el embarazo de María (v. 18). No sabemos cómo llegó a saberlo - ¿se notaba? ¿alguna mujer contó que María llevaba varios meses sin acudir a los baños de purificación tras la menstruación lo que era señal del embarazo? – pero lo cierto es que José lo supo y las opciones de su acción añadían dolor a su descubrimiento.
Una posibilidad hubiera sido denunciarla y contemplar como María era lapidada por adulterio. Sí, esa pena que tanto horroriza en el mundo islámico actualmente es exactamente la misma que aparece en la Torah de Moisés. Buena parte de la legislación islámica más dura es de origen judío y, de hecho, si no la contemplamos en el mundo judío es por la sencilla razón de la influencia cristiana; ocasionalmente, por una suavización talmúdica o, simplemente, porque vivir en medio de un ambiente gentil limitaba la aplicación de la Torah en algunos aspectos como la pena de muerte. Si José hubiera hecho valer sus derechos – ya equivalentes a los de un marido salvo en el terreno sexual – María habría sufrido la misma suerte que contemplamos en grabaciones de Arabia Saudí u otros regímenes islámicos de la actualidad.
Sin embargo, José era un hombre justo y – paradójica y significativamente – esa justicia se manifestó en el hecho de que no quiso ocasionar más daño del que ya había. María – pensaba él – se había portado de manera indigna y, seguramente, le había destrozado el corazón, pero no pensaba en vengarse o, simplemente, en obtener una reparación o… justicia. Renunciar a sus derechos no fue contemplado como algo indigno o vil sino como la conducta más digna que podía asumir. Por eso precisamente decidió divorciarse de ella en secreto. Cierto, el embarazo acabaría siendo evidente, pero ya no se podría acusar a María de adúltera sino que sería una muchacha que había sufrido un desliz. Se vería mal vista quizá, pero no ejecutada (v. 19).
Toda esta conducta deja de manifiesto que José era un hombre que sabía amar y amaba a María como hombre y que no era en absoluto ese anciano que aparece en las imágenes cuya única finalidad parece ser cobijar a una María infantil que ha decidido ser virgen. Sé que la imagen tiene una larga trayectoria histórica, pero es totalmente falsa. José iba a divorciarse de María por la sencilla razón de que estaba convencido de que la mujer a la que amaba se había entregado a otro. No sorprende su dolor ni su reacción aunque sí su noble generosidad.
Fue precisamente cuando José decidió no causar daño a la mujer a la que amaba y de la que se iba a separar, cuando no dejaba de reflexionar en el tema – algo extraño en un anciano encargado de custodiar a una virgen por decisión propia, ¿verdad? – cuando tuvo un sueño en el que apareció un ángel del Señor. El mensaje fue claro. José, el hombre que descendía del rey David, la estirpe de la que debía venir el mesías, no debía temer acoger a María. Era su mujer y lo que había en su vientre era fruto de la acción del Espíritu Santo (v. 20). Ese niño sería un varón y tendría el nombre de Jesús – YHVH salvador – porque salvaría al pueblo de sus pecados. No, con sus pecados, sino de ellos (v. 21).
En este episodio, Mateo vio el cumplimiento de la profecía de Isaías 7: 14 donde se habla de que una joven concebiría y daría a luz a un niño cuyo nombre sería Enmanuel, es decir, Dios con nosotros. Durante siglos, los apologistas judíos han insistido en que la palabra hebrea en Isaías 7: 14 (alma) no hace referencia a una virgen o mujer que no ha tenido relaciones sexuales, que el término estricto hebreo es otro (betula) y que la interpretación cristiana violenta el texto convirtiendo a esa joven en virgen. La realidad es mucho más matizada. Aunque ciertamente betula es un término para virgen en un sentido estricto, la palabra alma debería traducirse como doncella, es decir, aquella muchacha joven a la que, por razón de la cultura y las circunstancia, ha de suponerse virgen. No es exactamente la misma palabra que virgen, pero su campo semántico es prácticamente el mismo. Los ejemplos abundan en muchas lenguas. Ciertamente, hoy en día, una jovencita no es necesariamente virgen, pero sí lo fue en otras épocas y, de hecho, en algunos países de Hispanoamérica cuando una mujer dice “yo era todavía jovencita” se está dando entender que todavía no había mantenido relaciones sexuales. Precisamente por ello, la traducción judía del Antiguo Testamento al griego, la Septuaginta, tradujo alma por parzenos, exactamente la palabra griega que equivale a doncella, la mujer joven que, presumiblemente, no ha tenido relaciones sexuales y no el término griego estricto para virgen que es parzenios. La Septuaginta tradujo así muy fielmente el sentido del texto griego – aunque les pese a los apologistas judíos – y ésa es exactamente la misma palabra que usa Mateo. Pero lo importante – de nuevo la tradición de siglos ha opacado esa proclamación – no es la condición física de María sino que el nacido sería el mesías, es más, sería la demostración palpable de que Dios no es un ser distante sino que estaría con nosotros en Jesús.
La respuesta de José fue rápida y fue de obediencia (v. 24). Fueran cuales fueran sus dudas, sus preguntas, su dolor, obedeció lo que el ángel le había dicho y así recibió a María. Sin embargo, no mantuvo a relaciones sexuales con ella hasta que dio a luz al primero de sus hijos, al que, como había señalado el ángel, puso por nombre Jesús (v. 25). El pasaje suele ser alterado en las traducciones católicas porque indica que la falta de relaciones sexuales entre José y María duró hasta que tuvo lugar el parto y contradice la enseñanza tardía de la virginidad perpetua de María. Sin duda, los evangelistas – de los que dos ni siquiera refieren el nacimiento de Jesús – se habrían sentido extrañados ante el mariocentrismo católico y ortodoxo y todavía más ante la insistencia en convertir su virginidad en un pilar de la fe. Mateo – a pesar de ser el único evangelista que, explícitamente, apunta en esa dirección – no hubiera sentido menos sorpresa porque da testimonio de que Jesús tuvo hermanos y hermanas e incluso proporciona los nombres de los primeros (Mateo 13: ´55-56). La referencia es importante no sólo por el dato histórico – imposible de conciliar con ciertos dogmas – sino también porque en esta circunstancia se encerraba el cumplimiento de una profecía.
Sabemos que durante su ministerio, los hermanos de Jesús no creían en él (Juan 7: 5). Esa incredulidad era precisamente el cumplimiento de una profecía mesiánica en la que se decía claramente no sólo que el mesías sería vituperado y que el celo por la casa de Dios lo consumiría sino también que los hijos de la madre del mesías no creerían en él (Salmo 69: 7-9). Se puede objetar que estas realidades históricas chocan con ciertos dogmas. Sinceramente, no me quita el sueño. Sí me apena que las hermosas enseñanzas de estos versículos queden al final opacadas por doctrinas que nada tienen que ver con lo enseñado por los evangelios. A ellos seguiremos dedicando los estudios de las próximas semanas.
CONTINUARÄ
May 18, 2017
Adios Germán
Conocí a Germán a finales del siglo pasado cuando Federico Jiménez Losantos me fichó para la tertulia de La linterna. Germán llevaba – y muy bien – la revista de prensa y coincidía con él dos noches a la semana. Era un hombre elegante, bon vivant – lucía, por ejemplo, bordadas sus iniciales en las camisas – culto, inteligente y liberal. Había enseñado en varias universidades de Estados Unidos y tenía un conocimiento más que notable de la poesía contemporánea. De hecho, mientras que yo tenía una sección de libros de Historia y otra de literatura infantil y juvenil, Germán llevaba una de poesía ciertamente notable. Puedo asegurar que se podía estar o no de acuerdo con sus opiniones, pero, por regla general, las exponía con lógica y moderación o, como él decía, “el hecho de que usted grite más que yo no significa que tenga más razón”. En esa época, se le relacionaba continuamente con el Opus aunque confieso que me quedé pasmado al saberlo porque no tengo la sensación de que su vida fuera especialmente católica. Las apariencias, obviamente, engañan.
De manera bastante razonable, cuando Federico tomaba las vacaciones, Germán lo sustituía a la vez que iba asumiendo responsabilidades periodísticas cada vez mayores como la dirección de la revista Época. Había gente que se quejaba de que Germán era aburrido, pero yo creo que, simplemente, su acercamiento a las noticias no tenía la chispa que por aquel entonces tenía Federico.
Allá por el año 2004, la cadena COPE buscó un nuevo director para La linterna y Federico Jiménez Losantos me comunicó que yo era la persona adecuada. No pensaba yo lo mismo y propuse a Federico media docena de nombres para que asumieran esa labor. El primero, por cierto, fue el de Germán Yanke. La respuesta enigmática y contundente de Federico fue: “No, Germán tuvo su oportunidad y la dejó escapar”. Nunca supe cuál fue esa oportunidad perdida y, al final, acabé aceptando la dirección del programa nocturno por sentido del deber ya que implicaba renunciar a planes muy queridos para los años siguientes. Sin duda, la vida de Germán y la mía cambiaron en aquel momento de manera paralela. Un par de años después, Germán me invitó al Diario nocturno de Telemadrid para entrevistarme en relación con uno de mis libros. Cuando me interrogó sobre la marcha de La linterna, le conté que yo le había propuesto como director. Sonriendo, Germán me dijo: “Yo hice lo mismo contigo para este programa”. Si era verdad o se trataba tan sólo de una muestra de esa cortesía vasco-judía que lo adornaba es algo que no soy capaz de colegir. Luego la vida nos distanció. Ocasionalmente, me llegaban noticias suyas e incluso una sobrina suya, Rebeca, fue alumna mía en el master de periodismo de El Mundo. Era una chica trabajadora y voluntariosa que, un día, tras pasar uno de mis exámenes me dijo: “Si ya sabemos que no sabemos nada. Ya lo sabemos”. No era poca confesión para una muchacha que ya era licenciada y tenía un expediente muy por encima de la media. Ocasionalmente, le daba recuerdos para su tío al que yo seguía apreciando.
Ya en el exilio transatlántico, supe que Germán había sufrido un infarto cerebral aunque había salvado la vida. Ahora me entero de que ya no está entre nosotros. Lo recuerdo con profundo afecto. Descanse en paz.
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