César Vidal's Blog, page 46

April 26, 2017

Irán

No siento la menor simpatía por el régimen iraní. Teocrático, choca frontalmente con mis ideales de una sociedad libre. Incluso he llegado a manifestarme delante de alguna de sus embajadas para manifestar mi protesta frente a alguna de sus acciones.

Sin embargo, a pesar de todo, tampoco me ciego a la hora de evaluar la relación con Irán. De entrada, por ejemplo, Arabia Saudí sustenta una visión mucho más intolerante – las mujeres, por ejemplo, no pueden conducir un automóvil – apoya a muchísimos más grupos terroristas que Irán y, por añadidura, ha ido captando en su apoyo a todo tipo de gente musulmana y occidental. Por añadidura, hasta la fecha, Irán ha cumplido con las reglas del juego pactadas en el último acuerdo sobre el uso de energía nuclear. Entendámonos. Irán firmó en su día el Tratado de no- proliferación de armas nucleares – un tratado que se han negado a firmar, por ejemplo, India, Israel o Pakistán – lo que obligaba a las potencias nucleares a prestarle ayuda en el desarrollo pacífico de la energía atómica. Sabido es que no sólo no se produjo esa conducta sino que, a pesar de que Irán abandonó ya a inicios de este siglo el plan de armamento nuclear, se vio sometido a durísimas sanciones por Obama. Para los que no se conformarán con menos que la invasión de Irán, Obama fue un blando que no tuvo redaños para arrasar la nación oriental. Para los que creemos en que el derecho internacional debe ser respetado por todos, las sanciones contra Irán fueron ilegales aunque – hay que reconocerlo – obtuvieron su resultado. Al final, Irán aceptó renunciar incluso a porciones más que relevantes de su soberanía para llegar a un pacto que implicara el levantamiento de las sanciones. Que el acuerdo ha sido cumplido de manera impecable por Irán en los últimos meses ha sido reconocido incluso por el secretario de estado Tillerson. Que ahora Donald Trump anuncie que hay que replantearse el levantamiento de las sanciones contra Irán resulta, como mínimo, inquietante. La libertad del pueblo iraní sería una de las noticias que más alegría podría ocasionarme, pero una nueva guerra en Oriente cuando las de Irak y Afganistán no han concluido y nadie sabe en qué va a concluir el avispero sirio constituiría una desgracias de espantosas e imprevisibles consecuencias para el género humano. Es cierto que Irán lleva en el punto de mira de los padrinos de la guerra desde hace décadas, pero el planeta no puede permitirse otro baño de sangre que se prolongue durante años

















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Published on April 26, 2017 23:52

April 25, 2017

Diez negritos

No había llegado a los diez años, cuando comencé a leer novelas de Agatha Christie. Quizá la razón fuera a que estaban presentes con frecuencia en los kioscos cercanos a casa.

Si no me falla la memoria, mi primera lectura fue un volumen titulado Tres ratones ciegos donde se recogía no sólo este relato breve sino también otros cuentos policíacos. Después vino Intriga en Bagdad, una novela de aventuras que entretuvo algunas de las horas larguísimas de tranquilas tardes veraniegas. Con todo, donde, verdaderamente, me topé con el genio de la Christie fue en Diez negritos. La obra era acusadamente original. Diez personajes sin aparente relación alguna son invitados a un lugar completamente aislado bajo las excusas más diversas. Una vez allí, son informados de que todos ellos deberían haber rendido cuentas ante la justicia aunque, hasta entonces, habían logrado eludir su responsabilidad. Ahora esa impunidad ha llegado a su fin. Uno tras otro, son asesinados - ¿o debería decir ejecutados? – por una mano invisible que, a decir verdad, sólo puede pertenecer a uno de los recluidos. Para remate, las muertes siguen la letra de una canción infantil - los Diez negritos – que se relaciona no sólo con las existencias ocultas de los distintos personajes sino también con la forma en que se les dará muerte. Cuando, finalmente, las fuerzas del orden llegan al lugar encuentran que los diez negritos, sin excepción alguna, han sido asesinados. Sí, todos ellos, pero ¿cómo? Puede estar tranquilo el lector de que no voy a revelarlo porque no le quiero privar del placer de la intriga. Durante un año poco más o menos seguí leyendo novelas de la Christie hasta que, al fin y a la postre, me percaté de que todas, salvo excepciones como Diez negritos, seguían tres o cuatro modelos que se repetían vez tras vez. Cansado de descubrir al asesino, abandoné una lectura que ya no representaba un desafío. A casi medio siglo de distancia, ¿cómo olvidar aquellas horas maravillosas de la infancia en que me devané los sesos intentando adivinar qué negrito era el asesino? Y ¿cómo no llegar a la conclusión de que el mundo se va estupidizando a marchas forzadas cuando se descubre que ya no se puede llamar a la novela Diez negritos porque, supuestamente, sería racista y hay que llamarla Y ya no quedó ninguno?

















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Published on April 25, 2017 23:51

El nuevo paradigma internacional

Para muchos, la política exterior de los Estados Unidos constituye un proceso errático, irritante e incluso sin sentido. En realidad, en términos generales, lo que sucede es que el mundo vive un paradigma bien distinto al de la guerra fría en que transcurrió la mayor parte de nuestras vidas.

El desplome de la URSS y la salida inmediata de Europa oriental de la alianza con la nueva Rusia significó el final de toda una época. Rusia no pretendió mantener sus bases en Europa oriental e incluso aceptó que regiones de Rusia como Ucrania y Bielorrusia que, originalmente, iban a permanecer en la Federación rusa se marcharan. Poco puede sorprender que semejantes circunstancias provocaran un cambio total de paradigma geo-estratégico. Como ha revelado, entre otros, el general Wesley Clark, pero también quedó de manifiesto en documentos oficiales, la nueva política para el siglo XXI no sería la de la guerra fría sino otra encaminada a lograr una hegemonía monopolar de Estados Unidos. Los dos ejes fundamentales de esa acción serían asegurar el control del abastecimiento de petróleo de Medio Oriente y favorecer la política de Israel en la zona. Desde inicios del siglo XXI, la política exterior de Estados Unidos ha estado centrada en esos dos aspectos. De hecho, todas las intervenciones exteriores de relevancia de este siglo han estado vinculadas a esas metas. La invasión de Afganistán – decidida antes de que Bin Laden se refugiara allí y vinculada con la reticencia de los taliban a aceptar un oleoducto – la segunda guerra de Irak – todavía más claramente relacionada con la producción petrolífera – e incluso otras acciones menores han girado en torno a esas metas. Incluso el enfrentamiento con Rusia no deriva de una nueva guerra fría como antaño sino del deseo de impedir el resurgimiento de la única potencia que puede obstaculizar el avance de esos dos ejes geo-estratégicos. Este nuevo paradigma ha sido, en términos generales, funesto para las libertades en Hispanoamérica. Precisamente porque el paradigma de la guerra fría se extinguió hace años, las sucesivas administraciones no ven en Evo Morales, Daniel Ortega, Rafael Correa e incluso Raúl Castro más que una antipática molestia, pero no una amenaza. A fin de cuentas, ninguna de estas naciones amenaza el control del petróleo de Oriente Medio ni mucho menos afecta los objetivos del gobierno de Israel. Otras cuestiones como el narcotráfico, a pesar de su gravedad, resultan más que secundarias. De hecho, por citar un ejemplo bien significativo, la Casa Blanca ha apoyado el acuerdo del gobierno colombiano con las FARC que constituyen la principal fuerza narco-terrorista del subcontinente. Si en los años setenta, la mención de La Habana podía provocar virulentas reacciones, en la segunda década del siglo XXI – más allá de algunos legisladores que necesitan el voto cubano – no cabe esperarlas. Cuba – no digamos Bolivia o Nicaragua – sólo es una molestia, pero no una amenaza según el nuevo paradigma. Una vez que se comprenden estos aspectos – y no es fácil porque existe una tendencia natural a no alterar los paradigmas con los que hemos crecido – la política de Estados Unidos es fácilmente comprensible. Precisamente por ello, no resulta difícil comprender lo acontecido, intuir lo que puede depararnos el futuro y captar lo que resulta ingenuo esperar.

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Published on April 25, 2017 01:33

April 24, 2017

Así es Turquía

Entre los países que conquistaron mi corazón hace años se encuentra Turquía. Amo las construcciones de Estambul, los lugares de culto de Konya, los restos helénicos de Éfeso o las ruinas de Troya. La literatura turca me apasiona y soy sincero al decir que lamento casi cada día ser demasiado viejo para aprender el turco como también desearía llegar a conocer el farsi.

Sin embargo, la fascinación que Turquía ejerce sobre mi no me ha cegado nunca ante su realidad. Hace ya un tiempo, expresé en algún artículo publicado en La Razón mi firme convicción de que Turquía ni podía ni debía entrar en la Unión Europea. Ni por geografía, ni por cultura, ni por Historia, pertenece Turquía a Europa y su ingreso sólo significaría un desastre cuyas últimas consecuencias intuía yo pavorosas. Aquel artículo motivó una más que comprensible protesta de la representación diplomática de Turquía en España. En aquella durísima misiva, el diplomático incluso llegaba a compararme con entidades que, por cortesía, prefiero ahora pasar por alto. Sentí aquello porque me percaté de que no podría volver a visitar Turquía, pero el servir a la Verdad tiene costes como ése e incluso mucho peores.



Con todo, el tiempo va dejando a las personas en su sitio y, en este caso concreto, me ha dado, lamentablemente, la razón. Hace apenas unos días, Turquía ha demostrado una vez más que no puede aspirar a tener lugar alguno en el seno de la Unión Europea. Si el referéndum que convierte a Erdogan en un dictador maquillado, fue verdaderamente limpio ha quedado de manifiesto que la mayoría de la nación repudia valores democráticos que son esenciales para una Europa que desee conservar conquistas políticas conseguidas a un elevadísimo coste. Si, por el contrario, el resultado de las urnas fue fraudulento lo que resulta innegable es que ni Erdogan, ni su partido ni la parte nada desdeñable del pueblo turco que lo respalda pueden formar parte de esa Unión Europea que cree en la libertad y en los derechos humanos.





No contemplo lo sucedido con agrado porque acerté en mis previsiones sino con honda preocupación. A pesar de que no creo en una Turquía europea, profeso una honda admiración por Kemal y habría deseado que su revolución modernizadora y laica hubiera seguido avanzando. La realidad, sin embargo, es que la victoria plebiscitaria de Erdogan constituye el triunfo del islamismo, el final de la democracia y la continuación de un nuevo imperialismo entre cuyos objetivos se encuentran el odioso descuartizamiento de naciones como Irak y Siria. Hubo algún político por tierras españolas que tiempo atrás soñó con una alianza de civilizaciones con Erdogan. También en ese caso ha vuelto a salir a la luz la insensatez de algunos como aquel sujeto y la lucidez de otros. Más vale que tengamos la honradez de reconocerlo y de actuar en consecuencia.

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Published on April 24, 2017 00:39

April 23, 2017

Pablo, el judio de Tarso (XX): La epistola a los Galatas (III): La carta (I)

Comos ya hemos tenido ocasión de señalar, las enseñanzas de Jesús – derivadas de su interpretación del Antiguo Testamento - contenían en su seno todos los elementos para alcanzar la categoría de una fe universal sin que eso implicara la ruptura con la fe histórica de Israel.


También hemos podido ver que esa universalización lejos de proceder de una ruptura, en realidad, arrancaba de la convicción de que ya se estaban cumpliendo en Jesús las profecías del Antiguo Testamento relativas a un Mesías-Siervo que no sólo moriría para expiar los pecados de Israel, sino también para llevar la luz a los no-judíos.



Estos principios generales no provocaron ningún problema durante los primerísimos tiempos del cristianismo. De hecho, como sabemos, la aplastante mayoría de sus seguidores eran judíos o personas nacidas fuera del judaísmo y convertidas a esta fe. Al respecto, no deja de ser significativo que de los siete primeros diáconos elegidos por la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén seis fueran judíos de nacimiento y sólo uno resultara un prosélito procedente del mundo gentil (Hechos 6, 5).



En realidad, la primera discusión relativa al status de los gentiles en el seno del joven cristianismo se produjo en torno a un lustro después de la muerte de Jesús. Siguiendo los dictados de una visión, el apóstol Pedro acudió a casa de un centurión romano llamado Cornelio (Hechos 10). Éste, que era un hombre piadoso y conocedor del monoteísmo judío, convocó al resto de su casa y escuchó el mensaje de Pedro. Cuando en ese momento “el Espíritu Santo descendió sobre los que oían la predicación” (Hechos 10, 44), los judeo-cristianos que acompañaban a Pedro “se quedaron pasmados” (Hechos 10, 45). Con todo, el contexto había sido tan especial que ninguno de opuso a la entrada de una familia de gentiles - que previamente no se habían convertido al judaísmo - en el seno del cristianismo. De hecho, Cornelio se bautizó “junto con su casa”, una expresión típica del derecho romano que hace referencia a los adultos dependientes de él.



También hemos tenido ocasión de ver cómo la postura de los primeros cristianos - en realidad, judeo-cristianos - de Jerusalén favorable a la absorción de los gentiles tuvo además un paralelo fuera de Palestina. En torno al año 33 d. de C. algunos judeo-cristianos habían emigrado a Fenicia, Chipre y Antioquía donde comenzaron a predicar el Evangelio de Jesús a los gentiles y el resultado fue que un número nada despreciable de ellos comenzó a creer (Hechos 11, 20-21). Con posterioridad, la misión de Bernabé y Pablo en Galacia había proporcionado un impulso extraordinario a la misión entre los gentiles. Ahora todo pendía de un hilo e incluso las iglesias de Galacia, visitadas por algunos judeo-cristianos, estaban revisando totalmente los puntos de vista del apóstol. Para un cristianismo que a lo largo de siglos ha sido mayoritariamente gentil este tipo de cuestiones pueden parecer bizantinismos especulativos. Sin embargo, para un movimiento que tenía poco más de una década de existencia presentaba un desafío extraordinario y según la respuesta que diera al mismo se convertiría en una fe realmente universal con enormes posibilidades de extenderse fuera del ámbito del judaísmo o se autolimitaría a ser un grupo judío más con conexiones con el mundo gentil no mayores de las que ya se daban. En torno al 48 d. de C., Pablo decidió abordar la tarea de responder por escrito a estas cuestiones. El resultado sería lo que conocemos como la carta o epístola a los gálatas.



El escrito que conocemos como carta o epístola a los gálatas es considerablemente breve. Dividido modernamente en seis capítulos, en su conjunto se extiende a lo largo de cinco o seis páginas en cualquier edición de la Biblia. Aunque el texto original griego permite imaginar a un hombre presa del celo espiritual más encendido y que casi recorre a zancadas una habitación mientras dicta la carta, lo cierto es que la lógica y la contundencia que respira la misma siguen resultando de una claridad y una fuerza realmente impresionantes.



Pablo comienza señalando que está absolutamente sorprendido de que los gálatas a los que él convirtió a Jesús se hayan apartado de aquella predicación y al indicarlo señala uno de los principios fundamentales del cristianismo, el de que ninguna revelación espiritual puede ir en contra del mensaje del Evangelio y si se da esa circunstancia debe ser rechazada :





“Estoy atónito de que os hayáis apartado tan pronto del que os llamó por la gracia del mesías, para seguir un evangelio diferente. No es que haya otro, sino que hay algunos que os confunden y desean pervertir el evangelio del mesías. Pero que sea anatema cualquiera que llegue a anunciaron otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, aunque el que lo haga sea incluso uno de nosotros o un ángel del cielo” (1, 6-8)





Tras señalar esta cuestión central, Pablo indica en la carta cuál ha sido su trayectoria. Para empezar, desea dejar claro que su labor no arranca de la legitimidad que deriva del nombramiento emanado de una institución formada por hombres, sino del propio Jesús (1, 12). A diferencia de sus adversarios que habían intentado imponer sus puntos de vista apelando alguna autoridad humana – la de Santiago seguramente - Pablo señalaba que él debía sólo a Jesús precisamente el haber pasado de ser un antiguo perseguidor del cristianismo (1, 13-4) a cristiano. No es que con esta afirmación deseara distanciarse de los otros apóstoles o descalificarlos, pero sí quería dejar de manifiesto que, en primer lugar, no existía una jerarquía que pudiera imponer sus opiniones sobre las de él, segundo, que lo que él predicaba no se contradecía con lo que aquellos anunciaban y tercero, que la guía de los creyentes no podía ser nunca la de uno o varios hombres sino sólo el Evangelio.



La manera en que Pablo desarrolla estos aspectos en los dos primeros capítulos de la carta es ciertamente brillante. Para empezar, señala que aunque había tenido la posibilidad de visitar Jerusalén dos veces después de su conversión y charlar con Pedro, Juan y Santiago, en ningún momento descalificaron lo que él enseñaba. No sólo eso. Habían compartido su postura de no obligar a los gentiles a convertirse en judíos sólo porque habían creído en Jesús. De hecho, Tito, uno de sus colaboradores más cercanos “con todo y siendo griego” (2, 3), no había sido obligado a someterse a la circuncisión pese a las presiones que en este sentido habían realizado algunos judeo-cristianos y tanto él como Bernabé habían sido reconocidos por los apóstoles como las personas que debían encargarse de transmitir el Evangelio a los gentiles (2, 9-10).



Pese a todo, Pablo - y en esto demuestra una honradez no tan común en personas relacionadas con la religión - reconoce que aquel proceso de no someter al judaísmo a los cristianos de origen gentil se había visto sometido a ataques en medio de los que no todos habían sabido mantenerse a la altura de las circunstancias. A este respeto, el comportamiento del apóstol Pedro constituía un verdadero ejemplo de cómo no debían hacerse las cosas. El choque entre él y Pablo se había producido precisamente en Antioquía.



Inicialmente, Pedro había aceptado sin ningún problema, en régimen de completa igualdad, a los cristianos de origen gentil e incluso había comido con ellos a pesar de que no guardaban los preceptos de la ley de Moisés relativos a los alimentos puros e impuros (2, 11-12). Al comportarse de esa manera, Pedro seguía fundamentalmente las conclusiones a las que había llegado cuando se produjo la conversión del centurión Cornelio y mantenía coherentemente el principio que consistía en afirmar que la salvación derivaba de la fe en el mesías y no de cumplir la ley mosaica, principio defendido también por Bernabé y Pablo. Sin embargo, se produjo entonces una circunstancia que alteró sustancialmente el panorama :





pero después que vinieron , dio marcha atrás (Pedro) y se apartó, porque tenía temor de los de la circuncisión. Y en su simulación participaron también los demás judíos, de manera que incluso Bernabé se vio arrastrado por su hipocresía” (2, 12-13)





En otras palabras, Pedro - que había sido un verdadero precursor de la entrada de los no-judíos en el seno del cristianismo - había cedido en un momento determinado a las presiones de algunos judeo-cristianos y había abandonado la práctica de comer con los hermanos gentiles. Aquella conducta - que Pablo califica de hipócrita - había tenido nefastas consecuencias de las cuales no era la menor el hecho de que otros decidieran actuar también así pese a que les constaba que tal conducta era inaceptable. La reacción de Pablo ante ese comportamiento que vulneraba los principios más elementales del Evangelio había sido fulminante :





“... cuando vi que no caminaban correctamente de acuerdo con la verdad del evangelio dije a Pedro delante de todos : ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar cuando tu, pese a ser judío, vives como los gentiles y no como un judío ? Nosotros, que hemos nacido judíos, y no somos pecadores gentiles, sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe en Jesús el mesías y hemos creído asimismo en Jesús el mesías a fin de ser justificados por la fe en el mesías y no por las obras de la ley ya que por las obras de la ley nadie será justificado” (2, 14-16)





Con un valor que hoy resultaría difícil de concebir en situaciones equivalentes, Pablo había reprendido públicamente a Pedro acusándolo de actuar con hipocresía y contribuir con ello a desvirtuar el mensaje del Evangelio. Para él, era obvio que la justificación no procedía de cumplir las obras de la ley sino, por el contrario, de creer en Jesús el mesías. Precisamente por ello, el someter a los gentiles a un comportamiento propio de judíos no sólo era un sinsentido sino que contribuiría a que éstos creyeran que su salvación podía derivar de su sumisión a la ley y no de la obra realizada por Jesús.



Algunas personas – especialmente católicos sin mucha formación – manifiestan su perplejidad ante el hecho de que la salvación pueda derivar de la fe. Semejante estupor arranca de identificar a la fe con una especie de obra y de considerarla, por lo tanto, escasa para adquirir la salvación. Semejante punto de vista – como tendremos ocasión de ver – parte de no comprender en absoluto el mensaje de salvación expuesto no sólo por Pablo sino, en general, por todos los apóstoles. Porque el tema en si no es si se puede adquirir la salvación aportando obras o aportando fe, o una suma de ambas. La cuestión de fondo es si la salvación es fruto del mérito humano o, por el contrario, un regalo que inmerecidamente Dios ofrece al ser humano. Si el primer supuesto es el correcto, no cabe duda de que la salvación se obtiene por obras, pero si, por el contrario, la salvación es un don inmerecido, lo único que puede hacer el hombre es aceptarlo mediante la fe o rechazarlo. Para Pablo – que no creía en la salvación por obras, sino por la gracia a través de la fe - este aspecto resultaba tan esencial que no dudó en formular una afirmación, clara, tajante y trascendental, la consistente en señalar que si alguien pudiera obtener la salvación por obras no hubiera hecho falta que Jesús hubiera muerto en la cruz :





“... lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mi. No rechazo la gracia de Dios ya que si fuese posible obtener la justicia mediante la ley, entonces el mesías habría muerto innecesariamente” (2, 20-21)





La afirmación de Pablo resultaba tajante (la salvación se recibe por la fe en el mesías y no por las obras) y no sólo había sido aceptada previamente por los personajes más relevantes del cristianismo primitivo sino que incluso podía retrotraerse a las enseñanzas de Jesús. Con todo, obligaba a plantearse algunas cuestiones de no escasa importancia. En primer lugar, si era tan obvio que la salvación derivaba sólo de la gracia de Dios y no de las obras ¿porqué no existían precedentes de esta enseñanza en el Antiguo Testamento? ¿No sería más bien que Jesús, sus discípulos más cercanos y el propio Pablo estaban rompiendo con el mensaje veterotestamentario ? Segundo, si ciertamente la salvación era por la fe y no por las obras ¿cuál era la razón de que Dios hubiera dado la ley a Israel y, sobre todo, cuál era el papel que tenía en esos momentos la ley ? Tercero y último, ¿aquella negación de la salvación por obras no tendría como efecto directo el de empujar a los recién convertidos - que procedían de un contexto pagano - a una forma de vida similar a la inmoral de la que venían ?



A la primera cuestión Pablo respondió basándose en las propias palabras del Antiguo Testamento y, más concretamente, de su primer libro, el del Génesis. En éste se relata (Génesis 15, 6) como Abraham, el antepasado del pueblo judío, fue justificado ante Dios pero no por obras o por cumplir la ley mosaica (que es varios siglos posterior) sino por creer. Como indica Génesis : “Abraham creyó en Dios y le fue contado por justicia”. Esto tiene una enorme importancia no sólo por la especial relación de Abraham con los judíos sino también porque cuando Dios lo justificó por la fe ni siquiera estaba circuncidado. En otras palabras, una persona puede salvarse por creer sin estar circuncidado ni seguir la ley mosaica – como los conversos gálatas de Pablo - y el ejemplo más obvio de ello era el propio Abraham, el padre de los judíos. Por añadidura, Dios había prometido bendecir a los gentiles no mediante la ley mosaica sino a través de la descendencia de Abraham, en otras palabras, del mesías :





“... a Abraham fueron formuladas las promesas y a su descendencia. No dice a sus descendientes, como si se refiriera a muchos, sino a uno : a tu descendencia, que es el mesías. Por lo tanto digo lo siguiente : el pacto previamente ratificado por Dios en relación con el mesías, no lo deroga la ley que fue entregada cuatrocientos treinta años después porque eso significaría invalidar la promesa, ya que si la herencia fuera por la ley, ya no sería por la promesa, y, sin embargo, Dios se la otorgó a Abraham mediante la promesa”” (3, 16)





El argumento de Pablo es de una enorme solidez porque muestra que más de cuatro siglos antes de la ley mosaica e incluso antes de imponer la marca de la circuncisión, Dios había justificado a Abraham por la fe y le había prometido bendecirle no a él sólo sino a toda la Humanidad mediante un descendiente suyo. Ahora bien, la pregunta que surge entonces resulta obligada. Si la salvación se puede obtener por creer y no deriva de las obras ¿por qué entregó Dios la ley a Israel ? La respuesta de Pablo resulta, una vez más, de una enorme concisión y, a la vez, contundencia :





Entonces ¿para qué sirve la ley ? Fue añadida por causa de las transgresiones hasta que viniese la descendencia a la que se había hecho la promesa… antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, recluidos en espera de aquella fe que tenía que ser revelada de tal manera que la ley ha sido nuestro ayo para llevarnos hasta el mesías, para que fuéramos justificados por la fe, pero llegada la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Jesús el mesías” (3, 19-26)



(La negrita es nuestra)





También digo que mientras el heredero es niño no se diferencia en nada de un esclavo aunque sea señor de todo. Por el contrario, se encuentra sometido a tutores y cuidadores hasta que llegue el tiempo señalado por su padre. Lo mismo nos sucedía a nosotros cuando eramos niños : estábamos sometidos a la esclavitud de acuerdo con los rudimentos del mundo. Sin embargo, cuando llegó el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos” (4, 1-5)





Para Pablo, resultaba innegable que la ley de Moisés ciertamente era de origen divino y, por supuesto, tenía un papel en los planes salvadores de Dios. Sin embargo, ese papel era cronológicamente limitado extendiéndose desde su entrega en el Sinaí hasta la llegada del mesías. También era limitado su papel en términos espirituales. Fundamentalmente, la ley cumplía una misión, no la de servir de instrumento de salvación, sino la de preparar a las personas para reconocer al mesías. Igual que el esclavo denominado por los griegos paidagogos (ayo) acompañaba a los niños a la escuela pero carecía de papel una vez que éstos llegaban al estado adulto, la ley mosaica servía para mostrar a los hombres que el camino de la salvación no se podía encontrar en las obras sino en la fe en el mesías.



CONTINUARÁ





Lunes



LA PERFIDA ALBIÓN



Desde muy niño sentí una viva admiración por Gran Bretaña. Las razones no eran pocas. Desde las novelas de Stevenson a las de Walter Scott pasando por las de Conan Doyle o Agatha Christie a un parlamentarismo que no tuvo problemas en decapitar a un rey para asegurar las libertades yo me sentía más que identificado con aquella pequeña isla. Me sentía mucho más cerca de Cromwell – a pesar de no ser protestante – que de Felipe IV y profesaba una nada oculta identificación con la resistencia frente a Napoleón en el mar y frente a Hitler en el aire. A decir verdad, creo que una de mis lecturas preferidas de infancia fue un libro sobre la batalla de Inglaterra. No me sucedía lo mismo con otras naciones europeas. Encontraba a Francia petulante aunque su revolución me subyugara y a Alemania insoportable. Sólo Rusia contaba con mi simpatía y eso a pesar de que su sistema político de entonces – la dictadura soviética – me horrorizaba.



En una España donde para muchos la referencia seguía siendo Alemania – sí, aunque pueda sorprender eran muchos los que lamentaban la derrota del III Reich comenzando por sacerdotes y profesores – mi anglofilia era el camino directo para tener problemas en medio de un ambiente que ya de por si no era muy acogedor. Supongo que imaginar que mi situación era como la de un piloto de Spitfire resistiendo en solitario a una escuadrilla de aviones con la cruz gamada debió ayudarme algo frente a esas situaciones. A esos impulsos infantiles se fueron sumando otras razones con el paso del tiempo. Así, fui contemplando cómo Gran Bretaña se iba adaptando con realismo e inteligencia a las nuevas situaciones. Es cierto que su salida de la India – sobre cuyo dominio no sabía yo mucho - fue un desastre colonial de difícil parangón, pero, paso a paso, el antiguo imperio fue amoldándose a las épocas cambiantes. Incluso entró a formar parte de la Unión Europea en la convicción de que las circunstancias marcan la política. Por añadidura, ese paso vino combinado con un fortalecimiento de la alianza transatlántica. Todo ejemplar. A decir verdad, en no pocas ocasiones me he planteado que España hubiera sido el imperio británico si en lugar de desangrarse librando las batallas de la Contrarreforma hubiera tenido su propia Reforma como Inglaterra. Muchísimo mejor nos hubiera ido, pero la Historia es la que es y a lo más que podemos aspirar es a corregir sus malas consecuencias en lugar de a mentir sobre la realidad.



A pesar de todo lo dicho, tras el Brexit, esa ejemplaridad parece haberse deteriorado de manera más que deplorable. No voy a entrar en las razones para la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. De hecho, comprendo a los que votaron a favor de marcharse. No puedo afirmar que yo no habría hecho lo mismo de ser británico. Sin embargo, lo que ha venido después es lamentable. Como si necesitara reafirmarse, Gran Bretaña ha optado por el reverdecimiento de unas glorias imperiales que no es que estén mustias sino que saben a rancio. Les doy algunos ejemplos. La organización regida por un antiguo mercenario inglés nos presentó unas más que discutibles pruebas del uso de armas químicas por parte de Assad. Después el embajador británico en la ONU pronunció un discurso belicista contra el gobierno sirio que convirtió a la embajadora norteamericana casi en una pacifista. A continuación, se han ido sumando las declaraciones favorables a la guerra en un tono que obliga a parpadear para asegurarnos de que no estamos soñando. Como guinda del pastel, el Reino Unido ha advertido al gobierno español de que está dispuesto a utilizar sus fuerzas armadas si ve en peligro su usurpación de Gibraltar. No dudo de que habrá muchos británicos entusiasmados con la idea de asumir otra vez “la carga del hombre blanco”, pero mi impresión es muy distinta. La responsabilidad del caos en que lleva sumido desde hace un siglo Oriente Medio recae de manera más que directa sobre Gran Bretaña y Francia. Su caprichoso descuartizamiento del imperio otomano sin tener en cuenta mínimamente la voluntad de las poblaciones y atendiendo sólo a la mejor manera de expoliarlas sigue lanzando su negra sombra a día de hoy. Se puede alegar que de eso hace mucho y es verdad, pero Gran Bretaña y Francia – con la alianza de Israel - en 1956 lanzaron una nueva guerra colonial contra Egipto y luego, especialmente en el caso de Reino Unido, prácticamente no han dejado de intervenir nunca en beneficio de las poblaciones sino de unos intereses que resultan moralmente intolerables. De los golpes, guerras o revoluciones atizados desde el exterior sólo se empieza a conocer algo durante este siglo y cuando el poder que ha intervenido ha sido fundamentalmente Estados Unidos, pero ésa es la punta del iceberg nada más. Cada barril de petróleo se ha pagado no sólo con divisas sino también con la sangre de poblaciones inocentes, una sangre que clama desde tierra hasta los oídos del Altísimo.



Precisamente por ello, la sensación que me provoca este neo-imperialismo británico es semejante a la que me causaría una anciana venerable que, de repente, decidiera enfundarse en una desvergonzada minifalda, pintarse los labios con sangre, teñirse los cabellos con el humo de los bombardeos y bañarse en las lágrimas de los inocentes. Siempre disentí de la definición de Gran Bretaña como la pérfida Albión. En las últimas semanas, me lo estoy repensando.





Los partidarios de que los gentiles guardaran la ley mosaica.








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Published on April 23, 2017 00:54

April 22, 2017

O Love That Will Not Let Me Go

La vida de George Matheson no fue fácil. Siendo joven, un médico le comunicó que una enfermedad degenerativa lo dejaría ciego. Apenado, George compartió la triste noticia con la que era su novia. La reacción de ésta fue áspera y clara: no estaba dispuesta a ser la esposa de un predicador ciego.

Posiblemente reflexionando sobre estos hechos, la noche del día 6 de junio de 1882, justo aquel en que se había casado su hermana, George Matheson experimentó una sensación de profundo dolor. George no experimentaría la dicha nupcial de su hermana. Por el contrario, previsiblemente, su destino estaría marcado por la soledad y una terrible dolencia. Sin embargo, a pesar de las punzadas de sufrimiento, George experimentó también en esas horas una indescriptible bendición, la unida a la absoluta certeza de que Dios no lo dejaría sino que permanecería a su lado en los peores momentos. Así, en esa misma noche, escribió este himno, una composición dedicada a cantar a ese Amor que no dejará a los que son Suyos.



George Matheson desarrollaba así musicalmente el contenido del final del capítulo 8 de la carta a los Romanos y, a la vez, la experiencia de millones de cristianos que han vivido a lo largo de los siglos. Su experiencia de Dios no es la de un Ser vendido en exclusiva por una jerarquía y accesible sólo a través de una galaxia de mediadores. Es, por el contrario, la de un contacto directo con Dios, un contacto caracterizado por el Amor y por una cercanía que sólo pueden señalar los que la han vivido. Es el amor que nunca nos dejará como dice esta bella canción.



Se la traigo en tres versiones. Las dos primeras son en la lengua original, una interpretada en el magnífico programa de Bill y Gloria Gaither; y otra cantada por Chris Rice. La tercera es en español y así la he entonado yo mismo docenas de veces desde mi conversión a Jesús allá por el verano de 1977. Espero que las disfruten, pero que, por encima de todo, reflexionen en su mensaje. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Ésta es la versión en el extraordinario programa de Bill and Gloria Gaither



/www.youtube.com/watch?v=kfigyNAmRx8



Ésta es la de Chris Rice



www.youtube.com/watch?v=s3OJ-V9U_Y8



Y ésta es una versión en español interpretada por el coro de una iglesia evangélica



www.youtube.com/watch?v=YwWxpSVF_Qo

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Published on April 22, 2017 00:52

April 21, 2017

Los Evangelios (III):  La fecha de redacción de los evangelios (III): Juan (II)

En relación con la datación del evangelio de Juan, no puede dudarse de que el consenso ha sido casi unánime en las últimas décadas. Por lo general, los críticos conservadores databan la obra en torno a finales del siglo I o inicios del siglo II, mientras que los radicales, como Baur, la situaban hacia el 170 d. C. Uno de los argumentos utilizados como justificación de esta postura era leer en Juan 5, 43 una referencia a la rebelión de Bar Kojba.


El factor determinante para refutar esta datación tan tardía fue el descubrimiento en Egipto del p 52, perteneciente a la última década del siglo I o primera del siglo II, donde aparece escrito un fragmento de Juan. Esto sitúa la fecha de redacción en torno al 90-100 d. C. como máximo. Con todo, existen, a juicio de varios estudiosos, razones considerables para datar el Evangelio en una fecha anterior. Quizá, el punto de arranque de esta revisión de la fecha quepa situarlo en relación con los estudios de C. H. Dodd sobre este Evangelio Aunque este autor siguió todavía la corriente de datar la obra entre el 90 y el 100, atribuyéndola a un autor situado en Éfeso, reconoció, sin embargo, que el contexto del Evangelio está referido a condiciones «presentes en Judea antes del año 70 d. C., y no más tarde, ni en otro lugar». De hecho, la obra es descrita como «difícilmente inteligible» fuera de un contexto puramente judío anterior a la destrucción del Templo e incluso a la rebelión del 66 d. C. Pese a estas conclusiones, C. H. Dodd sustentó la opinión en boga alegando que Juan 4, 53 era una referencia a la misión gentil y que el Testimonio de Juan recordaba la situación en Éfeso en Hechos 18, 24-19, 7. Ambas tesis son, desde nuestro punto de vista, insostenibles. El pasaje de Juan 4, 53 es muy discutible que tenga la connotación que le dio Dodd, pero, aunque así fuera, lo cierto es que la misión entre los gentiles fue asimismo previa al 66 d. C. En cuanto a la noticia de Hechos 18 y 19, debe recordarse que narra sucesos acontecidos también antes del 66 d. C. En realidad, existen a nuestro juicio elementos que hacen pensar en una datación anterior al 70 d. C. De manera somera, los mismos pueden resumirse así:



1. La cristología resulta muy primitiva. Jesús es descrito como «profeta y rey» (6, 14 y sigs.); «profeta y mesías» (7, 40-2); «profeta» (4, 19 y 9, 17); «mesías» (4, 25); «Hijo del hombre» (5, 27), y «maestro de Dios» (3, 2). Aunque, en verdad, Juan hace referencia a la preexistencia del Verbo, tal concepto está presente asimismo en fuentes antiguas que identifican a Jesús con la Sabiduría eterna— y en la generalidad del judeocristianismo palestino anterior a Jamnia.



2. El trasfondo —como ya se percató Dodd— solo encaja en el mundo judío palestino anterior al 70 d. C.



3. La única referencia que, en apariencia, situaría el Evangelio tras el año 70 d. C. es la noticia en relación con la expulsión de las sinagogas de algunos cristianos (Juan 9, 34 y sigs.; 16, 2). Para algunos autores, tal circunstancia está conectada con el birkat ha-minim e indicaría una redacción posterior al 80 d. C. 27. Lo cierto, sin embargo, es que utilizar el argumento de la persecución para dar una fecha tardía de redacción de los Evangelios no parece que pueda ser de recibo desde el estudio realizado al respecto por D. R. A. Hare. De hecho, tal medida fue utilizada ya contra Jesús (Lucas 4, 29), Esteban (Hechos 7, 58) y Pablo (Hechos 13, 50), con anterioridad al 66 d. C.



4. No hay referencias a los gentiles en el Evangelio (aunque sí la hay en otros evangelios). Esta circunstancia obliga a datar el Evangelio en una fecha muy temprana, cuando tal posibilidad tenía poca relevancia, y, desde luego, resulta imposible de encajar con un contexto efesino como el sostenido por algunos autores.



5. Los saduceos tienen una enorme importancia en el Evangelio. De hecho, se sigue reconociendo el papel profético del Sumo sacerdote (Juan 11, 47 y sigs.). Todo ello carecería de sentido tras el 70 d. C. —no digamos ya tras Jamnia—, dada la forma en que este segmento de la vida religiosa judía se eclipsó con la destrucción del Templo.



6. No hay referencias a la destrucción del Templo. Por el contrario, la profecía sobre tal evento atribuida a Jesús (2, 19) no solo no se conecta con los sucesos del año 70, sino con los del 30 d. C. En un Evangelio donde la animosidad de los dirigentes de la vida cúltica está tan presente —algo con paralelos en los datos suministrados por el libro de los Hechos en relación con Juan—, tal ausencia resulta inexplicable si es que, en efecto, el Evangelio se escribió después del 70 d. C.



7. Los detalles topográficos son anteriores al 70 d. C. y rigurosamente exactos. No solo revelan los mismos un conocimiento extraordinario de la Jerusalén anterior al 70 d. C., sino que además considera que la misma no «fue» así, sino que «es» así (4, 6; 11, 18; 18, 1; 19, 41). Una vez más, la ausencia de referencias a lo acontecido en el 70 d. C. resulta especialmente



reveladora.



8. El discípulo está vivo en una época en que debería esperarse su muerte. Por lo general, esta circunstancia —recogida en el capítulo 21— ha sido utilizada para justificar una fecha tardía de la fuente, más teniendo en cuenta que presupone la muerte de Pedro (21, 18-23) en la cruz (compárese con 12, 33 y 18, 32). Tal interpretación significa ir más allá de lo que dice la fuente, que solo nos indica una fecha posterior al 65 d. C. De hecho, y viendo el contexto histórico, preguntarse si el Discípulo amado (y más si se trataba de Juan) iba a sobrevivir hasta la venida de Jesús resultaba lógico. Santiago había muerto en el 62 d. C.; Pedro, en el 65; Pablo, algo después. No resulta extraño que muchos pensaran que la Parusía podía estar cercana y que, quizá, el Discípulo amado viviría hasta la misma. Este no era de la misma opinión. Jesús no les había dicho eso a él y a Pedro, sino que este debía seguirlo sin importar lo que le sucediera al primero (Juan 21 y sigs.). Ahora Pedro había muerto (65 d. C.), pero nada indicaba que, por ello, la Parusía estuviera cerca. Una vez más, la destrucción del Templo en el 70 d. C. no es mencionada. Por lo tanto, desde nuestro punto de vista, lo más razonable es suponer que la conclusión de Juan se escribió en una fecha situada entre el 65 y el 66 d. C., siendo esta última o bien obra de él, que hablaría entonces en tercera persona, o bien de algún discípulo suyo. El contexto resulta, a nuestro juicio, claramente judeocristiano y palestino. En cuanto al resto del Evangelio, sin duda, es anterior al 65 d. C., pero, con seguridad, posterior a la misión samaritana de los treinta y quizá anterior a las grandes misiones entre los gentiles de los cincuenta d. C. La acumulación de todo este tipo de circunstancias explica el que un buen número de especialistas haya situado la redacción del Evangelio con anterioridad al 70 d. C. 30, así como los intentos, poco convincentes en nuestra opinión, de algunos autores encaminados a no pasar por alto la solidez de estos argumentos y, a la vez, conjugarlos con una datación tardía del Evangelio. Estas interpretaciones chocan, a nuestro juicio, con el inconveniente principal de no responder a los argumentos arriba señalados, sobre todo, en relación con el trasfondo histórico.



CONTINUARÁ



24 C. H. Dodd, Historical Tradition in the Fourth Gospel, Londres, 1963.



25 C. H. Dodd, op. cit., pág. 120.



26 Ibídem, págs. 311 y sigs.; 332 y sigs., y 412 y sigs.



27 Una defensa muy rigurosa de este punto de vista, en F. Manns, John and



Jamnia: how the break occured between Jews and Christians c. 80-100 A. D., Jerusalén, 1988.



28 D. R. A. Hare, The Theme of Jewish Persecution of Christians in the Gospel according to St. Matthew, Cambridge, 1967, págs. 48-56.



29 En este sentido, véanse: J. Jeremias, The Rediscovery of Bethesda, John 5, 2 Louisville, 1966; W. F. Albright, The Archaeology of Palestine, Harmondsworth, 1949, págs. 244-248; R. D. Potter, «Topography and Archaeology in the Fourth Gospel», en Studia Evangelica, I, 73, 1959, págs. 329-337; ídem, The Gospels Reconsidered, Oxford, 1960, págs. 90-98; W. H. Brownlee, «Whence the Gospel According to John?», en J. H. Charlesworth (ed.), John and the Dead Sea Scrolls, Nueva York, 1990.



30 Entre ellos, cabe destacar: P. Gardner-Smith, St. John and the Synoptic Gospels, Cambridge, 1938, págs. 93-96 (posiblemente coetáneo de Marcos); A. T. Olsmtead, Jesus in the Light of History, Nueva York, 1942, págs. 159-225 (poco después de la crucifixión); E. R. Goodenough, «John a Primitive Gospel», en JBL, 64, 1945, págs. 145-182; H. E. Edwards, The Disciple who Wrote these Things, 1953, págs. 129 y sigs. (escrito hacia el 66 por un judeocristiano huido a Pella); B. P. W. Stather Hunt, Some Johannine Problems, 1958, págs. 105-117 (justo antes del 70); K. A. Eckhardt, Der Tod des Johannes, Berlín, 1961, págs. 88-90 (entre el 57 y el 68); R. M. Grant, A Historical Introduction to the New Testament, 1963, pág. 160 (escrito en torno a la guerra del 66 por judeocristianos de Palestina o exiliados); G. A. Turner, «The Date and Purpose of the Gospel of John», en Bulletin of the Evangelical Theological Society, 6, 1963, págs. 82-85 (antes de la revuelta del 66); G. A. Turner y J. Mantey, John, Grand Rapids, 1965, pág. 18 (contemporáneo de las cartas paulinas); W. Gericke, «Zur Entstehung des Johannesevangelium», en TLZ, 90, 1965, cols. 807-820 (en torno al 68); E. K. Lee, «The Historicity of the Fourth Gospel», en CQR, 167, 1966, págs. 292-302 (no necesariamente después de Marcos); L. Morris, The Gospel According to John, Grand Rapids, 1972, págs. 30-35 (antes del 70 con probabilidad); S. Temple, The Core of the Fourth Gospel, 1975, VIII, 35-65 (sobre la base de un bosquejo anterior de los años 25-35. S. Temple



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Published on April 21, 2017 00:25

April 20, 2017

Hablando de la Reforma en Honduras (II): Proyecto Victoria

Como les comentaba hace unos días, las jornadas pasadas en San Pedro Sula pronunciando distintas exposiciones relacionadas con la Reforma y la Biblia fueron extraordinarias. No eran, sin embargo, el final del viaje.


Aún me quedaba viajar a Tegucigalpa para tener algunas exposiciones adicionales y ser entrevistado en el programa de mayor audiencia de la televisión hondureña. Entre ambos segmentos de mi periplo, pasé el lunes descansando en la finca del Proyecto Victoria.



El Proyecto Victoria es uno de los frutos de las Brigadas de amor cristiano, una creación de Mario Fumero. Conocí a Mario hace ya casi treinta años en un viaje a Miami. Más tarde volví a coincidir con él en España donde no sólo había establecido una iglesia evangélica sino que además había fundado una comunidad de rehabilitación para toxicómanos en la sierra de Córdoba. Resultaba casi sobrecogedor ver cómo partiendo de cero y con no pocos obstáculos procedentes incluso de quienes deberían haberlo apoyado, ambos proyectos salieron adelante. Con todo, lo que dejó tras de si a su paso por España es poco en relación con este Proyecto Victoria.



Las Brigadas de amor cristiano fueron fundadas en 1972 con el deseo de poder comunicar el amor de Cristo a una sociedad como la hondureña que padecía graves carencias en áreas como la marginación social, la delincuencia juvenil o las adicciones. Desde entonces a acá unas treinta mil personas han pasado por sus dependencias y un 41 por ciento se han rehabilitado de manera total y permanente. No sorprende que el Proyecto Victoria haya disfrutado de reconocimientos más que merecidos como cuando en 2014 la Cruz roja española lo proclamó como un modelo de trabajo con marginados o como cuando recibió el Premio Reina Sofía como la mejor comunidad terapéutica de Hispanoamérica. No hubo mucho eco en la prensa española, pero ¿cuándo los medios españoles han hablado de los evangélicos salvo para repetir prejuicios y tópicos?



Paseo por la finca y observo como los que viven en ella cultivan su comida, crían el pescado y las verduras que consumirán y mantienen todo con un orden y una limpieza admirables. Pero, a pesar de que todo impresiona, lo que más me llama la atención es la gente. Los hay de todas las edades y condiciones. En algunos casos, acaban de entrar; en otros, son reincidentes. En ocasiones, son gente mayor que raya en la edad de jubilación; en otros, se trata de personas casadas, pero, especialmente, me sobrecogen los que son tan jóvenes que no me atrevería a decir que han salido de la infancia. Saludo a un niño que lleva ya unos meses en la finca. Puede tener once o doce años. Me da la mano con un gesto casi tímido. Sé que esa misma mano infantil ha sostenido armas que han segado la vida de no pocas personas. Sí, esa criatura de mirada inquietante, profunda y oscura como el pozo de una mina, fue un sicario con un historial de muerte a sus espaldas que haría palidecer a cualquiera. Él, como tantos otros, ha podido comenzar una nueva vida gracias a la labor del Proyecto Victoria. Su caso no es excepcional. Miles y miles de personas pudieron salir de la máquina de picar carne que es no pocas veces la sociedad en virtud de esta asociación cuya única inspiración es el amor mostrado por Jesús y el deseo de seguirlo.



Me consta que no es fácil mantenerla en pie cada día. No puede sorprender en medio de un panorama caracterizado, entre otras plagas, por un encrespamiento del narcotráfico; por un poder creciente de las terribles maras, las redes de crimen juvenil; por la corrupción política y policial y por un mirar hacia otro lado de no pocas entidades religiosas que consideran más importante su engrandecimiento o su cercanía a los que mandan que su aproximación a “publicanos y pecadores”. Ésa es la situación real. Por eso, fue una auténtica bendición el tiempo que pasé en la finca, que pude hablar con algunas de las personas que viven en ella, que me choqué de nuevo con esa vitalidad incombustible que tiene, a pesar del paso de los años, Mario Fumero. Sé que muchos piensan que la mejor forma de mejorar algo este mundo es girar en torno a los políticos e incluso asumir esa tarea. Es una visión que entró en el siglo IV en el seno del cristianismo y que no ha salido todavía ni tiene visos de llegar a hacerlo. Sin embargo, cada vez estoy más convencido de que muy superior a esas conductas que buscan el calor del poder o por cercanía o por asunción es la contribución de aquellos que recogen niños por las calles, atienden a los que nadie quiere ayudar, sacan a mujeres de la prostitución, enseñan a leer y escribir a los analfabetos, visitan a los presos para arrancarlos de la delincuencia o colaboran con campesinos para que sus campos puedan alimentarlos a ellos y a sus familias haciéndolo todo sin que sea un negocio y por amor a Dios y a sus semejantes. No tengo, al respecto, duda alguna e incluso en ocasiones me pregunto si un día no será la voluntad de Dios que apague el micrófono y me dedique a contribuir a hacer el mundo más humano de una manera más directa y positiva, tan directa y positiva como la del Proyecto Victoria.



CONTINUARÄ

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Published on April 20, 2017 00:00

April 19, 2017

De Españolas en París a La Lola dicen que no vive sola

Determinados sujetos interesados siguen insistiendo en la persistencia del franquismo en la sociedad española. Que ciertos hábitos culturales del franquismo continúan existiendo a día de hoy incluso en los sectores de la población que se presenta como más antifranquista no admite discusión.


A fin de cuentas son males de siglos derivados de la cultura católica y muy anteriores a Franco. El dogmatismo, la condena del disidente, la actuación sectaria, el control de los medios, el sentimiento de superioridad moral, el desprecio hacia lo que se ignora, la consideración de mentira y hurto – siempre que no nos afecten – como pecados veniales, la visión de la educación como instrumento de adoctrinamiento y un largo etcétera siguen muy vivos en España, pero no por Franco sino porque se viene arrastrando desde la Contrarreforma. Que ahora la inquisición sea gay en lugar de católica y el adoctrinamiento de izquierdas en lugar de papal es casi secundario. El esquema mental, incluso me atrevería a decir que espiritual, es idéntico. Sin embargo, para ver hasta qué punto del franquismo sociológico no persiste prácticamente nada basta con repasar el cine y la televisión de entonces. Hace dos semanas, aprovechando la tarde del domingo, volví a ver películas de los años setenta que, incluso en algún caso, tuvieron bastante repercusión. Pueden encontrarlas en youtube y en ambos casos, merece la pena verlas.



La primera es Españolas en París. En su día, la cinta causó sensación por varias razones. Una de ellas era que se refería a la situación de esos más de dos millones de españoles que habían tenido que irse al extranjero para poder sobrevivir. No eran exiliados políticos, pero sí emigrantes dispuestos a casi todo para poder salir adelante. La práctica totalidad soñaba con volver y, por supuesto, contaba maravillas a parientes y paisanos a pesar de que su vida era, en general, muy dura, por no decir, miserable. Aunque algunos, dicho sea de paso, siguen mirando por encima del hombro a sus compatriotas simplemente porque en una época vivieron en Alemania o Francia, la verdad es que su suerte no era envidiable y tuve ocasión de comprobarlo en no pocos casos. Pero no nos desviemos.



La película se refería a aquellas chicas que se marchaban al extranjero a trabajar como criadas y que lo mismo habían acompañado a un hombre que las había abandonado tras acostarse con ella, que reunían dinero durante años para casarse, que se quedaban embarazadas. Así, la protagonista principal, encarnada por una jovencísima Ana Belén, se enfrentaba con la disyuntiva de abortar o ser madre soltera. No voy a contar lo que decidía – el personaje era real y, de hecho, la película aparece dedicada en los rótulos finales a ella - pero el desarrollo de la trama muestra hasta qué punto la sociedad española ha cambiado y además en profundidad.



Todavía percibí más esa alteración en una comedia de Jaime de Armiñán titulada La Lola dicen que no vive sola. De entrada, la censura cambió el título que, originalmente, afirmaba que lo que La Lola no hacía sola era dormir. Como tantas obras de Armiñán – un guionista, director y escritor más que notable y más que injustamente olvidado y desconocido aunque, de vez en cuando, le den algún reconocimiento – junto con una problemática real presentaba una carga de compasión, de ternura y de bondad más que dignas y apreciables. Sus películas fueron no pocas veces pequeñas obras maestras aunque no hay quien las encuentre más allá de Mi querida señorita – un tratamiento sobre la transexualidad que hoy sería imposible precisamente por su delicadeza – o El nido. Dar con El amor del capitán Brando o con series suyas como Las doce caras de Juan o incluso Juncal es imposible y es una pena.



La historia de la Lola – interpretada por una maravillosa Serena Vergano a la que imagino doblada – no sólo refleja toda una visión del amor y de las relaciones entre hombre y mujer que merece la pena contemplar sino también la modelación de una alternativa que me parece tierna, delicada y bella. La película – comedia a fin de cuentas – provoca sonrisas continuas, pero, por encima de todo, tiene un buen fondo e incluso un dulce romanticismo. No voy a relatarla, pero ya adelanto que no se podría rodar en la actualidad fundamentalmente porque resultaría inverosímil. Quizá lo sea, pero en aquella época – recuerdo cuando la vi en el cine San Diego, un cine de barrio por primera vez – resultaba creíble. Por supuesto, hoy no. Totalmente inverosímil sería en estos tiempos que corren.



Basta ver ambas películas para darse cuenta de que del franquismo no queda prácticamente nada salvo algunos nostálgicos – algunos incluso post-nostálgicos - y lo que ya estaba dentro de los españoles antes de que el general llegara al poder. Da que pensar sobre todo si se tiene en cuenta la insistencia de algunos en recordar el franquismo y sus crímenes y en olvidar los crímenes – mucho más cercanos – de la organización terrorista ETA. Por ejemplo…

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Published on April 19, 2017 00:00

April 18, 2017

Siria

El tema de Siria ha sido motivo de ocupación continua durante los últimos días. No es cuestión de reproducir aquí todos los programas en que he ido apareciendo. He realizado una selección de dos emisiones de El espejo.


Le sumo un tercer video que me parece mucho más relevante. Su protagonista es una monja católica – como la joven siria que aparece en uno de los debates - que ha vivido en los últimos años en Siria. Adelanto que lo que expone sobre la trágica situación del país me parece totalmente ajustado a la verdad que, dicho sea de paso, poco o nada se parece a la que repiten los medios. Dicho sea de paso, qué terrible silencio el de los medios sobre la situación de los cristianos en Siria… ¡qué terrible! Espero que estos videos les sean de utilidad. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!



El espejo I



http://www.americateve.com/videos/reacciones-al-ataque-eeuu-contra-base-militar-siria-202575



El espejo II



http://www.americateve.com/programas/el-espejo-94/emision/el-espejo-04717-202568



El testimonio de la hermana Guadalupe



www.youtube.com/watch?v=E3a9PfB-RnQ&t=165s

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Published on April 18, 2017 00:07

César Vidal's Blog

César Vidal
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