César Vidal's Blog, page 37
July 25, 2017
El día que casi fallecí
No sé exactamente qué se movió en mi interior, pero, sí puedo decir que, al final de la lamentabilísima reunión, me sentí mal y rogué a mi guardaespaldas – sí, tuve que contar con un guardaespaldas durante casi una década de mi vida en España – me condujera a mi domicilio. Me encontraba ya en casa cuando, al tomarme la presión arterial, descubrí que había subido de forma descomunal. Seguramente, la prudencia hubiera aconsejado que acudiera a urgencias, pero decidí ir a trabajar como todas las tardes. Sólo unos días después, hablando con un par de médicos especialistas – siempre me gusta contar con una segunda opinión – supe que resultaba absolutamente prodigioso que un infarto cerebral no hubiera acabado con mi vida. Uno de ellos incluso me dijo de manera taxativa: “Lo normal después de subir hasta donde subiste es que te quedes allá arriba y no se baje vivo”. Aparte de darle las gracias a Dios por permitirme seguir algunos años más en este mundo, no he dejado de preguntarme durante este tiempo, qué explicación natural existía para que no se hubiera producido mi muerte en aquella triste ocasión. Finalmente, la semana pasada me la dio Pilar Muñoz, una psicóloga que, durante años, ha colaborado conmigo en distintos programas de radio y ahora lo sigue haciendo en La Voz. Al realizar una exposición - la tercera – sobre la estructura cerebral, Pilar Muñoz me señaló que mi cerebro, a diferencia de otros, trabajaba en el cuarto nivel. No entiendan por esto – se lo suplico - que mi masa cerebral es más inteligente o sofisticada. No, la cuestión es que no pocas veces, los seres humanos limitamos los niveles cerebrales en que vivimos nuestra existencia. Nos preocupa lo material, lo cotidiano, lo inmediato. Más allá del trabajo, de pagar las cuentas y de algún otro elemento añadido – quizá incluso el amor a la familia – nada nos interesa. En casos así, con nuestra mente aferrada a los dos primeros niveles del cerebro, una subida de tensión derivada de ciertas impresiones como la que yo experimenté suele tener como resultado el fallecimiento inmediato. Simplemente, lo más relevante de nuestra existencia es golpeado y nuestra vida, que no cuenta con niveles superiores que la inspiren, se extingue. En mi caso, es cierto que desde hace muchísimo tiempo considero otras cuestiones muchísimo más relevantes que el trabajo, la profesión, la proyección social y, por supuesto, el dinero. Precisamente por eso mismo, casi fallecí, pero sólo casi, en lugar de caer fulminado. Aunque nunca lo haya pensado hay cosas infinitamente más importantes que el trabajo, el dinero o la posición. Aunque usted no lo sepa, su cerebro sí lo sabe y esa circunstancia puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
July 23, 2017
La noche que entrevisté a Rajoy
Fue un cardenal de escasos escrúpulos morales que consideraba a FJL más amortizado que un pañuelo de papel tras sonarte en él las narices. La única cuestión que quedaba en el aire era si yo aceptaría la oferta para quedarme al menos dos temporadas más en aquella casa o si, por el contrario, acabaría marchándome con FJL. Para convencerme de lo sensato de quedarme en aquella casa se sumaron no pocas personas. Por ejemplo, una amiga muy íntima me repetía una y otra vez que yo era “más amigo de Federico de lo que él es tuyo”. De ahí deducía que lo más lógico era que me quedara en COPE y abandonara a FJL a su suerte. Yo intuía que lo que decía mi amiga podía ser verdad, pero semejante circunstancia no iba a ser obstáculo para que yo actuara de acuerdo a lo que me dictara mi conciencia. Recuerdo que entre sus esfuerzos estuvo el de prepararme una comida con un político del PP para que me convenciera de lo adecuado de abandonar a FJL. En el curso de la comida, sentí unas terribles tentaciones de ponerle de sombrero al personaje – que luego llegó a ministro - un tazón de vychissoise. Que me pudiera contener para llevar a cabo tan merecido acto sólo puedo atribuirlo a la manera en que Dios impide en ocasiones que me deje llevar por mi instinto. Pero volvamos a Rajoy.
En el intento de persuadirme y supongo que de hundir un clavo más en el ataúd de FJL me informaron de que Rajoy estaba dispuesto a que lo entrevistara una noche. El mensaje saltaba a la vista: “tu eres recuperable y podemos tratarte bien. FJL está muerto. No seas tonto y apártate de ese cadáver”. Acepté realizar la entrevista porque la verdad es que Rajoy no se prodigaba mucho en los medios y porque a lo mejor lograba que mis oyentes se aclararan con lo que pensaba hacer si llegaba al poder. Y así llegamos a aquella noche.
Rajoy tenía cara de miedo – creo que el miedo es una constante en su existencia – pero pretendió ser amable. No le salió muy bien, pero lo intentó. Y entonces comencé la entrevista. No tenía intención ni de adularle ni de torturarlo. Intenté simplemente que explicara con un mínimo de amplitud lo que pensaba hacer. Mis preguntas fueron claras y fáciles de entender, pero Rajoy se escurrió de todo lo que le parecía incómodo. De hecho, ciertas preguntas como las relativas al aborto, al matrimonio homosexual o a la bajada de impuestos le provocaron un rictus en la barba que me recordó al gesto del que sufre un retortijón inoportuno. Por supuesto, no asumió el menor compromiso. Como me pasaría en una entrevista similar con Soraya Sáenz de Santamaría, eludió responderme de manera clara y sincera a lo que yo, clara y sinceramente, le pregunté.
Pueden atribuirlo ustedes al hecho de que no jugué con él al futbolín, a que no me preparó mejillones o a que, simplemente, no me respondió, pero cuando concluyó la entrevista yo había llegado a la conclusión de que Rajoy no era digno de confianza, de que su palabra valía poco o nada, de que carecía de una valentía mínima y de que lo más seguro es que se vengara de aquel que no le complaciera. Por supuesto, no lo voté ni esa vez ni la siguiente.
Los protagonistas de este episodio tuvieron un destino diverso. El cardenal que entregó la cabeza de FJL está retirado y vive en exclusiva en un ático en el centro de Madrid donde podrían alojarse, como mínimo, tres o cuatro familias; Rajoy llegó, como pretendía, a la presidencia del gobierno y Soraya se convirtió en su vicepresidenta; mi amiga llegó a ser directora general en este gobierno y el político que comió conmigo se convirtió en ministro de unas de las carteras más importantes y en su jefe. Yo me marché de COPE, pero no duré mucho con FJL. De hecho, fue anunciar mi marcha y arrancaron mi retrato de las paredes de Es.Radio y borraron mi referencia en la página web como uno de los fundadores. A esas alturas, algunos sicarios del poder llevaban tiempo intentando arruinarme e incluso visitaban editoriales a las que había dado a ganar millones para que no publicaran en el futuro ni una sola línea mía. Sabido es que, al final, acabé exiliándome, pero, gracias a Dios, dar ese paso salvó mi vida por apenas unos días de diferencia. En cuanto a las conclusiones a las que llegué sobre Rajoy aquella noche que lo entrevisté ustedes dirán si les parecen erróneas o acertadas.
July 22, 2017
Pablo, el judío de Tarso (XXXII)
Tal y como era habitual en él, Pablo se mantuvo durante su estancia en Corinto gracias al oficio familiar, es decir, confeccionando tiendas de campaña. Fue así como se encontró con un matrimonio judío – Aquila y Priscila – que practicaban la misma ocupación y con los que se quedó. La pareja había tenido que abandonar Roma como consecuencia de la disposición del emperador Claudio que expulsaba de la capital a todos los judíos. Durante aquellas largas horas de trabajo en común, Pablo debió de testificarles acerca del mesías Jesús porque lo cierto es que Aquila y Priscila abrazaron el Evangelio y con posterioridad se convertirían en dos de los colaboradores más apreciados del apóstol.
Pablo tuvo aún que esperar un tiempo a que Silas y Timoteo se reunieran con él procedentes de Macedonia, pero durante ese tiempo no se entregó al ocio en lo que a su actividad misionera se refiere. Tal y como era su costumbre, comenzó a visitar la sinagoga para persuadir a los judíos y a los prosélitos de que Jesús era el mesías (Hechos 18, 1-4). De hecho, cuando Silas y Timoteo llegaron a Corinto el ambiente ya estaba tan cargado que Pablo había decidido apartarse de los judíos y dedicarse a evangelizar a los temerosos de Dios (Hechos 18, 5-6).
No resulta poco habitual que un predicador que obtiene poco eco acabe adaptando sus predicaciones a su auditorio en la esperanza de obtener resultados más vistosos. Semejante acomodamiento no pocas veces se traduce en el compromiso con principios de una enorme relevancia. Pablo hizo todo lo contrario. En Corinto, decidió centrar su predicación, única y exclusivamente, en “Jesús el mesías y éste, crucificado” (I Corintios 2, 2). Era perfectamente consciente de que en el ambiente de Corinto la referencia al crucificado era una locura y tampoco se le escapaba que aquella interpretación del mesías no era bien recibida. Sin embargo, para él resultaba obvio que ése era el corazón del Evangelio. Dios había decidido salvar a los hombres - que eran incapaces de obtener la salvación por sus propias obras (Gálatas 2, 21) – a través de la indispensable muerte del mesías. De aceptar a través de la fe ese sacrificio expiatorio dependía la salvación o la condenación, y en esa proclamación centró Pablo sus predicaciones.
Los resultados, por sorprendente que pudiera resultar, fueron buenos. Entre los nuevos conversos se encontraron Titio Justo, un temeroso de Dios, que vivía al lado de la sinagoga, pero también Crispo, el jefe de la sinagoga. Es muy posible que Titio Justo fuera el Cayo (o Gayo) al que hace referencia Pablo en Romanos 16, 23. De ser así, su nombre completo sería Cayo Titio Justo y nos encontraríamos ante un ciudadano romano . Tanto Crispo como Cayo, junto a un tal Estéfanas, son mencionados por Pablo como los primeros conversos de Acaya (Romanos 16, 23) – un dato que coincide con la fuente lucana como hemos visto - a los que además habría bautizado personalmente (I Corintios 1, 15 ss, ver también 16, 15). Este último dato resulta de cierto interés ya que Pablo indica que no bautizó después a ninguno de los conversos. Tal tarea debió recaer entonces en Silas y Timoteo. ¿A qué se debía que Pablo entregara la tarea de bautizar a sus colaboradores y no la realizara él mismo salvo en algunos casos excepcionales? No lo sabemos a ciencia cierta, pero cabe la posibilidad de que fuera una manera de proporcionar a sus colaboradores una señal de autoridad ante los nuevos conversos.
Silas y Timoteo traían consigo una ofrenda de los creyentes de Macedonia que difícilmente pudo resultar más oportuna ya que permitió a Pablo abandonar la confección de tiendas de campaña y dedicarse a predicar y a evangelizar a tiempo completo (II Corintios 11, 9). La posibilidad de dedicarse exclusivamente a su labor apostólica y el cobijo para las reuniones que proporcionaba la casa de Justo constituían magníficas circunstancias que debieron compensar a Pablo del agitado estado de ánimo con que había llegado a Corinto. Por si fuera poco, en aquellos días fue objeto de una experiencia singular:
9 Entonces el Señor, una noche, le dijo a Pablo en una visión: No temas, sino continua hablando, y no te calles: 10 porque yo estoy contigo, y nadie podrá hacerte daño; porque yo tengo un pueblo numeroso en esta ciudad (Hechos 18, 9-10).
Aquella experiencia debió provocar un impacto considerable en el apóstol porque no sólo siguió en Corinto, sino que permaneció en la ciudad un año y medio, un periodo de tiempo muy superior al que había dedicado a cualquiera de los puntos de misión anteriores (Hechos 18, 11). Los resultados fueron verdaderamente prometedores. Entre los que abrazaron el Evangelio se encontraba un tal Erasto. Lucas lo menciona como uno de los amigos de Pablo que lo ayudaron en su labor evangelizadora (Hechos 19, 22) y lo mismo señala el apóstol (Romanos 16, 23; II Timoteo 4, 20). De Erasto sabemos que desempeñaba el puesto de tesorero de la ciudad, un cargo que es denominado en griego oikonomos y en latín arcarius. El 15 de abril de 1929, una expedición arqueológica de la American School en Atenas descubrió en Corinto una inscripción latina que podía traducirse “Erasto, en consideración a su cargo de edil, puso el pavimento a sus expensas”. La pieza en cuestión debió ser colocada durante la segunda mitad del s. I y se retiró cuando el pavimento fue reparado en torno al 150 d. de C.. Es muy probable que este Erasto sea el amigo de Pablo que era tesorero de la ciudad en el año 57 d. de C. De ser así, debió hacerlo tan bien que unos veinte años después fue promovido al cargo de edil y decidió dejar huella de su nombramiento poniendo a su cargo el pavimento de la ciudad.
Sin embargo, no todo resultó fácil para Pablo y sus colaboradores. El éxito de la predicación – como había sucedido en Tesalónica o en Filipos – acabó provocando la oposición de la comunidad judía. A fin de cuentas, no resulta extraño que no pudiera ver con buenos ojos que buen número de los temerosos de Dios y judíos tan relevantes como el jefe de la sinagoga aceptaran aquella interpretación peculiar de que el mesías no sólo era el siervo sufriente de Isaías 53, sino que además ya se había manifestado en Jesús. Como en casos anteriores, decidieron abortar la obra de Pablo y sus colaboradores y para ello recurrieron a las autoridades romanas. El resultado de este episodio tendría una trascendencia que trascendería los límites de Corinto y se extendería a lo largo de varios años.
CONTINUARÁ
Estrabón, Geografía VIII, 6, 20-23 y Pausanias, Descripción de Grecia II, 1, 1-5. 2.
Al respecto, véase O. Broneer, “Corinth: Center of St. Paul´s Missionary Work in Greece” en Biblical Archaeologist, 14, 1951, pp. 78-96.
Con el nombre de Efira aparece también en VI, 152.
E. J. Goodspeed, “Gaius Titius Justus”, JBL, 69, 1950, pp. 382 ss.
July 21, 2017
Hark The Herald Angels Sing
Sus composiciones son tantas y tan hermosas que en no pocos casos han saltado las divisiones confesionales y muchos de los que cantan sus himnos ignoran que los escribió un más que convencido protestante. En este caso, he escogido uno especialmente hermoso que recuerda no sólo el gozo de los ángeles al contemplar el nacimiento del mesías sino también la proclamación del profeta Isaías.
Recordar el nacimiento del mesías esperado durante siglos no es un aniversario más. Es anunciar que hay esperanza para este mundo ahora y mañana. No se me escapa que en estos momentos, cuando hay personas abandonadas en hospitales o gasolineras porque su familia desea irse de vacaciones, habrá mucha gente que se sienta sola, que sufra, que padezca desamparo, que esté enferma, que se duela… A todos ellos quiero dedicarles de manera especial este himno de Charles Wesley que ha sido objeto de infinidad de versiones. Yo les he escogido una entonada por los fieles de la catedral anglicana de San Pablo, otra cantada por la intérprete country Carrie Underwood, otra debida a Maryah Carey y, finalmente, una en español con la letra con que yo la he entonado en docenas de ocasiones. Deseo que la disfruten. Y más que nunca God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí están los fieles de la catedral anglicana de san Pablo
www.youtube.com/watch?v=LDPwNPAV6tA
Aquí Carrie Underwood
www.youtube.com/watch?v=MlWiv2uABjw
Aquí Mariah Carey
www.youtube.com/watch?v=Y7hPy8EJnRU
y aquí una versión en español, el más que popular Oíd un son en alta esfera
July 20, 2017
Mateo, el evangelio judío (IX)
5. El Sermón del monte es una enseñanza de reconciliación
La comunidad de los discípulos es una comunidad en la que resulta muy importante el bienestar del hermano (Mateo 5: 22-24). Es así porque los que siguen a Jesús saben que han recibido el perdón de manera inmerecida y gratuita, una realidad que queda totalmente opacada para los que creen en la salvación por obras o en la práctica de ritos que, supuestamente, limpian los pecados. Precisamente porque se es consciente de que Dios nos ha dado gratis el perdón, podemos perdonar a otros (Mateo 18: 23-35). En esa reconciliación hacia arriba y hacia abajo queda de manifiesto la acción de Dios en las vidas humanas y la manera en que las cura y restaura.
6. El Sermón del monte es una enseñanza de cumplimiento
Durante siglos, el pueblo de Israel estuvo esperando el cumplimiento de las promesas de Dios. La llegada de Jesús implicaba la realización de aquellas esperanzas. De manera nada sorprendente, Jesús presenta el Sermón del monte como un cumplimiento pleno de la Torah cuya abolición no pretendía (Mateo 5: 17). Ese cumplimiento no es una continua especulación sobre aspectos de la Torah como la que encontramos en el Talmud, a fin de cuentas, sucesor directo de los fariseos. Por el contrario, se trata de ahondar en su esencia para vivir conforme al espíritu de la Torah y no sólo a la letra. Como veremos, Jesús enseñará a sus discípulos que ellos han escuchado no pocas enseñanzas, pero que él les dice algo mucho más profundo.
7. El Sermón del monte es una enseñanza de exceso.
No puede sorprender que partiendo de estas bases, algunos autores hayan definido el Sermón del monte como una enseñanza de exceso. Si por exceso se entiende la conducta de los fanáticos, de los enloquecidos, de los sectarios, ciertamente, no lo es. Si, por el contrario, como tal se comprende que va más allá de la conducta habitual en los seres humanos, la definición es correcta. Lo que hace el común de los mortales no puede ser la regla de la conducta de los discípulos de Jesús. Por el contrario, su mira debe estar en reflejar la bondad específica de Dios (Mateo 5: 46-7).
8. El Sermón del monte es una enseñanza de amor.
Partiendo de las bases señaladas no puede sorprender que si hubiera que definir la enseñanza del Sermón del monte con una sola palabra, ésta fuera el amor. Es un amor que no arranca de una visión humanista sino de la certeza de ser hijos de Dios y del deseo de asemejarse al Padre Dios que nos ama (Mateo 5: 45).
Precisamente porque el Sermón del monte es todo esto resultan inadecuadas las lecturas que del mismo han hecho personajes como Gandhi empeñado en detenerse sólo en los aspectos éticos. El Sermón del monte no es sólo un código ético sino la traducción vital de la conversión y de la relación personal con Dios como Padre en medio de una comunidad de hermanos. Es el fruto de una nueva vida en la que se cumplen las mejores características de la naturaleza de Dios y también las aspiraciones más elevadas del ser humano. Tendremos ocasión de verlo en las próximas semanas.
CONTINUARÁ
July 19, 2017
No lo sabíamos…
Estrenábamos ropa en Domingo de Ramos – por eso de que “el que no estrena se queda sin manos” – y en Navidades ya que los Reyes magos solían dejar jerseys o pantalones. Ni que decir tiene que las coderas y las rodilleras eran tan normales que incluso hasta presumíamos de llevarlas. Y había que dar gracias porque en no pocos casos las puertas de las casas se abrían caritativamente a señoras que aún estaban en peor situación y que se llevaban más que agradecidas la ropa usada para sus hijos. Por supuesto, no había teléfonos móviles porque en todo el bloque el único teléfono era el de nuestro piso y los ordenadores eran algo como la droga. Los veíamos en las películas, pero no había manera de entender qué eran exactamente. Los libros – como los tebeos – eran artículos de lujo que, no pocas veces, se cambiaban pagando una pequeña cantidad como garantía de renovación de la lectura. No sólo eso. El premio por haber sacado notas sobresalientes era, precisamente, un libro que era recibido por el estudiante como un regalo divino. Había televisión, sí, pero sólo tenía un canal y medio y en todo el edificio sólo existía la del carnicero y la de casa. Veranear sí veraneábamos, pero, por supuesto, en algún pueblo de la sierra que, en ocasiones, seguía anclado en los años treinta y sin visos de despegar. Salir de la provincia – salvo para aquellos que hubieran nacido en otra – era impensable. A decir verdad, ir algún verano a la playa era más que pasar ahora unas vacaciones en Samoa. Quizá los niños eran víctimas de traumas, de bullying, de acoso por ser transexuales – no, no lo creo, pero para que no se diga – pero no parece que se enteraran. No terminábamos de creernos el bienestar de las películas americanas y además había innumerables mendigos por las calles que estaban peor. Éramos pobres, pero no lo sabíamos. Quizá por eso éramos felices.
July 18, 2017
Twelve angry men
En España, la adaptación realizada por Gustavo Pérez Puig marcó un antes y un después de la Historia de la televisión. El reparto, encabezado por José María Rodero y José Bodalo, sería hoy imposible de repetir y, como me diría Gustavo Pérez Puig, cuando se rodó hubiera podido formar otro tan bueno como el que actuó. Ahora – me confesaba también él- resultaba imposible. No creo, sinceramente, que se equivocara.
Las adaptaciones posteriores en distintas filmografías no han dejado de ser notables. 12, la versión rusa de Mijalkov situada en las inmediaciones de la guerra de Chechenia; la india titulada Ek Ruka Hua Faisia (Decisión pendiente) o la china de este mismo año 十二公民 (Doce ciudadanos) resultan también notables. En la película rusa, notable como todas las de Mijalkov, no existe confianza en el sistema. Por el contrario, se indica claramente que el muchacho juzgado estará más seguro en la cárcel que en la calle y, al final, hay que llevar a cabo una triquiñuela para salvarlo de un mundo hostil donde ya no existe la pena capital, pero eso no significa que la muerte inicua haya sido erradicada. En la india, se pone de manifiesto el deseo de convertir en realidad la afirmación de que la república asiática es la democracia mayor del mundo, pero, a la vez, se dibuja la frustración amarga de que muchos sueños, incluido el de la no-violencia de Gandhi, no se han convertido en realidad y, previsiblemente, nunca sucederán. La china es la más cómica, pero también la más corrosiva porque arranca de la base de que la democracia occidental y las instituciones que de ella derivan son un completo disparate. Los chinos son los únicos habitantes del globo – ni siquiera los iraníes se atreven a decirlo – que no sólo desprecian la democracia occidental sino que también razonan el por qué de su desdén.
La misma historia – un muchacho acusado del asesinato de su padre y sometido a la resolución del jurado - a fin de cuentas, sirve para expresar visiones nacionales bien dispares. Los norteamericanos son conscientes de que pueden perpetrarse injusticias en su territorio y de que no faltan los ciudadanos cargados de prejuicios, pero, al fin y a la postre, creen que sus instituciones son ejemplares y conducirán la situación a buen puerto. Los rusos piensan que, al final, la cárcel puede ser un lugar más seguro en ciertas situaciones que las calles. Los indios proclaman sus deseos, pero conocen una realidad no tan meliflua. Los chinos se permiten ser los únicos habitantes del planeta que no sólo no creen en la democracia sino que además se complacen en proclamar que es un sistema demencial. ¿Y los españoles? ¡Ah! En aquel entonces en blanco y negro soñábamos con tener lo que tenían los norteamericanos. Me temo que ahora muchos ven que es imposible, que no se hará realidad y que todos los que intentaron alcanzar, en un sentido u otro, esa meta eran mejores y ya están muertos en su mayoría.
La sal pisoteada
La afirmación es enormemente importante porque antecede a la consideración de esos mismos discípulos como la luz del mundo (Mateo 5: 14 ss) y porque además incluye una grave advertencia, la de que si la sal no cumple su función será arrojada y pisoteada. La función de la sal en la época de Jesús – sigue sucediendo así en algunos países – no era tanto la de dar sabor como la de evitar la corrupción hasta el pudrimiento. En otras palabras, de sus discípulos Jesús espera que contribuyan a que el mundo no se siga corrompiendo a diario hasta pudrirse por completo. Naturalmente, sus discípulos pueden decidir por diversas razones no actuar como sal. Pues bien, si eso sucede, deben saber que las consecuencias serán fatales. Los arrojarán al exterior y los pisotearán. Pocas veces una enseñanza de Jesús habrá tenido tanta actualidad. Permítanme recapitular algunos datos.
Hace algo más de una década, advertí en público, una y otra vez, de lo que significaba la agenda del lobby gay, de nuestra obligación como creyentes de resistirla, de lo que sucedería si no nos enfrentábamos con ella y de que esas pésimas consecuencias no sólo recaerían sobre la nación sino también sobre las iglesias evangélicas. El punto de partida era la innovación legislativa impulsada por el socialista José Luis Rodríguez Zapatero que implantaba el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción de menores por parejas homosexuales. Hubiera sido de desear una reacción de los evangélicos frente a semejante aberración. Lo hubiera sido, pero no se produjo. Algunos decidieron no complicarse la vida que ya es bastante problema pagar el alquiler del local de la iglesia. Otros incluso cargaron directamente contra los que alzábamos la voz y, sin entrar en la cuestión, se limitaron a alegar con desprecio que éramos “muy de derechas”. Aparte de que la excusa era estúpida - ¿hubiera sido mucho mejor ser “muy de izquierdas” o “muy nacionalista”? – la realidad es que corrieron como posesos a la hora de cobrar las subvenciones de una fundación creada por Zapatero cuyo capo era nada más y nada menos que Pedro Zerolo, icono del lobby gay. Cuando se aprobó la ley en el congreso, incluso apareció alguno para decir que lo hacía para que quedara claro que no todos los evangélicos eran “como César Vidal”. Que los evangélicos no sean como César Vidal seguramente dice mucho en su favor, pero, en este tema concreto, no resulta tan claro. Sí, es cierto que, en este caso concreto, estaba muy solo al exteriorizar lo que muchos pensaban y callaban.
Poco a poco, lo que había anunciado que sucedería se fue cumpliendo. Es cierto que en determinado congreso no se permitió que se leyera una ponencia mía donde señalaba la que se avecinaba, pero no se puede poner puertas al campo. En primer lugar, callar cuando se debía haber hablado tuvo la consecuencia del dividir al campo evangélico. Por un lado, quedaron los que estaban dispuestos a congraciarse con la iniquidad y encima presentarlo como virtud y, por otro, los que decidimos que no podíamos hacerlo. Los primeros comenzaron a recibir fondos públicos aunque para ello retiraran de circulación un libro donde aparecían unos párrafos críticos con el matrimonio homosexual – había que retirarlo de circulación porque, de lo contrario, quedaban paralizadas otras subvenciones – o callaran ante las iglesias que decidieron, en contra de la enseñanza del Nuevo Testamento, casar a parejas homosexuales. Los segundos no tardaron en ser objeto de ataques directos y de amenazas legales. Cuando sucedió los primeros llegaron incluso a comparar el ser evangélico con ser homosexual y decir que debíamos apoyar su agenda porque a nosotros también nos habían perseguido. El disparate era colosal, pero siguió caminando como si fuera una verdad evidente por si misma.
Naturalmente – también lo anuncié entonces – la capitulación, más o menos remunerada, no iba a comprar que los evangélicos – de los cuales muchos sólo querían estar tranquilos - pudiéramos estar en paz. El que paga manda y no tardaría en exigir la capitulación absoluta. Era lo que ansiaba implantar para toda la sociedad y no haría una excepción con la sal que se negaba a salar.
Durante un tiempo, hubo que asistir al bochornoso espectáculo de aquellos que pretendían representar al pueblo evangélico en España – a mi jamás me representaron – y, en virtud de esa supuesta representación, decidieron tolerar en su seno a iglesias que casaban parejas homosexuales y se jactaban de ello porque, a fin de cuentas, lo importante para ellos no era seguir los mandatos de Jesús sino ser “inclusivos”. Pero esa situación no podía durar.
Su final está a punto de llegar con las leyes de género – once ya aprobadas por CCAA – y con la posible y futura ley de libertad religiosa. Ahora ya no queda tanto territorio gris en el que ubicarse. O las iglesias se rinden a la ideología de género y reniegan de su Señor y Salvador y así son asimiladas a los deseos de la nueva inquisición gay o deciden predicar el Evangelio sin concesiones y entonces se enfrentan con la posibilidad de los escraches gays, de las multas e incluso de la prisión. En su día, se negaron, de manera más o menos expresa, a ser sal y ese sal ha sido arrojada y ha comenzado a verse pisoteada.
A pesar del inmenso coste que ser fiel ha significado para mi – incluido el acoso constante, el exilio, la posibilidad que sólo he narrado a amigos muy cercanos de perder la vida y, por supuesto, los ataques, no pocas veces calumniosos e infames, de los que habían decidido pactar con el mal – sigo pensando que sólo hay un camino y es el de ser fiel a Jesús. Así ha sido siempre.
En 1933, Adolf Hitler, de manera impecablemente democrática, llegó al poder en Alemania. El impacto que ese hecho tuvo en el seno del cristianismo fue pavoroso. La iglesia católica no tardó en firmar un concordato con Hitler que proporcionó al dictador una buena imagen internacional que supo aprovechar. Las iglesias protestantes se dividieron. Un tercio decidió claramente ponerse del lado de Hitler. Recibieron subvenciones, claro está, pero lo justificaron porque el nacional-socialismo era el mensaje del progreso y tenía muchos puntos de contacto, supuestamente, con el cristianismo. De entrada, pretendía devolver a Alemania la dignidad perdida injustamente con la paz de Versalles. Los denominados Deutsche Christen (cristianos alemanes) fueron utilizados por los nazis aunque, de entrada, también canalizaran fondos públicos en su favor. Otro tercio de las iglesias optó por el silencio. No es que les agradara lo que enseñaban los nazis o el aislamiento inicial de los judíos, pero consideraban que su ministerio era fundamentalmente espiritual y no tenía por qué mencionar cuestiones no-espirituales como era la ideología pagana que predicaban los secuaces de Hitler. Finalmente, otro tercio decidió que debía dar un testimonio frente al mal que se había apoderado de Alemania. Entre los que formaban parte de esa minoría estaban un hombre llamado Martin Niehmoller. Pastor evangélico, no tardó en ser acosado por los nazis e incluso llevado ante los tribunales. La justicia no estaba totalmente controlada por Hitler a la sazón y dio la razón a Niehmoller, pero los nazis no estaban para someterse a la legalidad como, por ejemplo, no lo hace Montoro, el actual ministro de Hacienda, recientemente reprobado tras una sentencia contraria del Tribunal constitucional. Cuando Niehmoller salió libre de cargos, la Gestapo lo detuvo y lo condujo hasta un campo de concentración en que seguiría hasta 1945. Como Hitler diría, Niehmoller era su “prisionero particular”. Niehmoller escribiría tiempo después una poesía que los ignorantes siguen atribuyendo a Bertolt Brecht y que dice:
” Primero vinieron a por los comunistas y yo no dije nada,
Porque yo no era comunista.
Luego vinieron a por los sindicalistas, y yo no dije nada,
Porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron a buscar a los judíos, y yo no dije nada,
Porque yo no era judío.
Luego vinieron a buscarme
y no quedaba nadie que pudiera hablar por mí.”
Niehmoller, en otras versiones, incluiría a otros grupos como, por ejemplo, a las víctimas de la ley de eutanasia. Con todo, Niehmoller sí había hablado – a muy alto precio – pero era consciente de lo que había sucedido y de la responsabilidad colectiva del pueblo de Dios. Aunque no lo mencionara, la sal no había salado y, al fin y a la postre, había sido arrojada y pisoteada, incluso más que pisoteada.
Durante años, demasiado años, esa ha sido nuestra realidad. El aborto, tan sólo el año pasado, costó no menos de cien mil vidas, una cifra similar a la de todos los combatientes de los dos bandos muertos en el campo de batalla durante toda la guerra civil española. Sin embargo, callamos o nos limitamos a tibias protestas o incluso lo apoyamos con supuestos argumentos teológicos. El matrimonio homosexual se impuso y hubo silencio cuando no respaldo abierto e incluso ataque contra los que advertían de las consecuencias. La adopción de criaturas inocentes por parejas homosexuales se convirtió en legal y miramos hacia otro lado considerando que era mejor no obstaculizar el cobro de subvenciones o parecer tolerantes que obedecer a Cristo. Renunciamos a ser sal por miedo, por desidia, por defectuosa teología o porque, esta vez, el pago de la tiranía superaba las treinta monedas de plata. Ahora ha llegado el momento de ser pisoteados.
Ya no basta con callar, con mirar hacia otro lado, con dejarse comprar. Ahora hay que convertirse en una pieza más de la nueva dictadura totalitaria como lo fueron los Deutsche Christen para Hitler. La pregunta es si ahora, finalmente, seremos fieles, si nos enfrentaremos a la agenda de la ideología de género, si combatiremos una ley de libertad religiosa intolerable – como no lo hicimos durante los últimos cincuenta años - o si simplemente continuaremos sin impedir la corrupción del mundo y
July 16, 2017
El honor de Montoro
Montoro me parece un pésimo ministro de Hacienda y a los datos de la fiscalidad, del déficit y de la deuda me remito, pero eso no autoriza su linchamiento. Por ejemplo, que se reuniera con empresarios relevantes antes de ser nombrado miembro del gobierno y se repartieran tarjetas del despacho que fundó no es ético ni estético y, con seguridad, debería haber impedido su designación, pero no creo que constituya un delito. Que además el despacho que fundó esté siendo perseguido por Anticorrupción en si no significa nada en la medida en que él lo abandonó previamente. Es sospechoso que facturara casi siete millones de euros el primer año de Montoro en el gobierno, pero no basta para acusarlo de tráfico de influencias, prevaricación o cohecho. Más preocupante resulta que, supuestamente, unas memorias de Soria, su antiguo compañero de gobierno, lo acusen de haber utilizado datos de la Agencia tributaria para atacarlo. Que el secreto debido no es lo que caracteriza a Hacienda admite pocas dudas. Desde crear un pegote jurídico para poder pisotear la ley de protección de datos y la ley general tributaria a las filtraciones sobre Esperanza Aguirre y José María Aznar todo indica que la obligatoria confidencialidad no es una de las prioridades de Hacienda. Sin embargo, esto es más grave. Si, efectivamente, Soria dice la verdad, Montoro habría convertido la Agencia tributaria en su especial banda de la porra para extorsionar a quien se le pusiera en los colmillos. Inquieta, desde luego, que Montoro no haya desmentido rotundamente ese extremo y que incluso se haya limitado a decir que no dijo nada públicamente. Tal aserto lleva a pensar en un subterfugio para malcubrir el uso privado de lo que no puede ser utilizado legalmente. Este es un extremo que, todavía más que la amnistía fiscal, deberían conocer los ciudadanos hasta el último detalle porque si, efectivamente, Montoro se valiera de datos que sólo puede proporcionar la Agencia tributaria para sus peculiares ajustes de cuentas no bastaría con que dimitiera, con seguridad tendría que responder ante un juez e incluso acabar en la cárcel. Su honor - y nuestra seguridad - lo exigen.
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