César Vidal's Blog, page 36
August 3, 2017
Shanghai (VI): Tian zi fang
Me dice además que algunas de las compras que deseo hacer, podré realizarlas allí mejor que en cualquier otro sitio. El sitio es apasionante. En la década de los años veinte del siglo pasado, en Shanghai se puso de moda un tipo de vivienda conocido como Shikumen, es decir, viviendas con puertas de maderas que se enclavaban en una sólida estructura de piedra. Fue así como surgió en el seno de la concesión francesa una zona conocida como Taikang Road. Allí se fueron colocando médicos, artistas, comerciantes y empleados de banca. Pronto, la zona se llenaría de tiendas de restaurantes y cafés, pero también de tiendas de artesanía, galerías de arte e incluso de herbolarios. Nació así Tian zi fang.
Que sobreviviera durante el período maoísta, fue prodigioso e indica la fuerza de este prodigioso lugar. Entonces, en 2006, se decidió su demolición para cambiar la urbanización de la zona. Ni que decir tiene que los residentes y los propietarios de los negocios se opusieron a la medida y lo cierto es que, al fin y a la postre, convencieron a las autoridades de que era mejor para la ciudad mantener en pie aquel enclave. Fue un gran acierto porque Tian zi fang es un lugar delicioso. Si en un comercio puede hallarse el té chino de las más diversas clases, en el de al lado se encuentran relojes. Un poco más allá un restaurante indio ofrece sus servicios en un piso superior mientras enfrente se pueden comprar maravillosas cremas de belleza y a unos pasos, se ofrece a nuestros ojos la incomparable cerámica china, la china que decían nuestras abuelas con toda la razón. Aunque algunos de los tenderos chapurrean el inglés, la realidad es que el chino es la lengua dominante. Por enésima vez, vuelvo a maravillarme de la manera en que Lara regatea en chino con los comerciantes para sacarles precios que, traducidos a dólares, me parecen sencillamente increíbles. No me refiero sólo a lo reducidos sino, especialmente, a lo que se entrega a cambio.
En unas horas, encontraré el reloj de bolsillo esperado, las prendas de seda buscadas, los juegos de té soñados. Incluso, me invitará a tomar té una tendera cuya china he comprado con verdadero entusiasmo tras la preceptiva intervención de Lara. La jornada concluirá en un restaurante indio. Ha sido, sin duda, un día dichoso.
Ya en casa – y después de que mis maletas se perdieran en Chicago – tendré la oportunidad de acariciar una de las tazas de porcelana china. No exagero si digo que el contacto me trajo al corazón el recuerdo de la tersura delicada de algunas pieles femeninas. La armonía, la delicadeza, la hermosura típicamente chinas se dan cita en el lugar donde la compré al tiempo que la laboriosidad, la adaptación y la fuerza de los habitantes de este gran país. Precisamente las cualidades que se ven a cada paso en ese enclave delicioso conocido como Tian zi fang.
August 2, 2017
Shanghai (V): El Bund
En el caso de China, resulta especialmente grata porque sin su conocimiento del chino hubiera estado perdido no pocas veces. Ha sido mi guía en Beijing, en Nanjing, ahora en Shanghai. Además se ha convertido en mi inestimable intérprete en el Tíbet o en Jarbin, por citar sólo dos ejemplos. Ahora es ella la que se empeña en que conozca el Bund, uno de los lugares paradigmáticos de Shanghai.
Hasta la rebelión Taiping, la sublevación de un chino que insistía en que era no sólo hijo de Dios sino hermano de Jesús, lo que ahora se conoce como Bund era un simple barrizal en que desembocaban calles rebosantes de personas. Con la sublevación Taiping, se elevaron las primeras casas de madera y aparecieron las primeras avenidas. Nadie planificó nada. Simplemente, como sucede tan a menudo a lo largo de la Historia, todo fue surgiendo. Y entonces llegó la guerra civil americana. El bloqueo impuesto por el presidente Lincoln sobre los puertos de la Confederación dejó a Europa sin el algodón sureño. A partir de entonces, el algodón tuvo que venir de China y el puerto de salida fue Shanghai. Antes de que acabara 1861, los comerciantes de algodón habían ganado más de tres millones de libras esterlinas. Luego vino el opio…
A medida que Shanghai se consagraba como la ciudad más importante de Asia, el Bund, la inmensa zona que bordea el mar, fue creciendo. Por supuesto, el gran impulso vino con las reformas de Deng Xiao ping. No voy a detenerme en la figura de Deng, pero, sin duda, se trata de una de las personalidades más geniales de la Historia china y, por supuesto, de la universal. Que lograra sacar del atraso y del sistema económico comunista a China sin sangre, sin revoluciones, sin guerra y con éxito incomparable, es algo prodigioso. Lo que es ahora China se debe a él aunque hay que reconocer que sus sucesores, incluido Xi, el actual presidente, han sido excepcionales. Si desde los años setenta, Occidente ha vivido una crisis de dirigentes políticos, China, por el contrario, ha ido experimentando la presencia de gente de creciente agudeza y eficacia. El Bund es una buena prueba de ello.
Los rascacielos que se alinean en las orillas son elegantes, gráciles, artísticos. Se diferencian así de los de otras urbes contemporáneas. Mi amigo, el embajador Mariano Caucino, me dice que Shanghai le gusta más que Nueva York y sospecho que el Bund es una de las razones. Es, desde luego, una razón sólida. Sin embargo, sin entrar en ese tipo de discusión, lo más importante del Bund es, una vez más, su carácter simbólico. El presidente Mao cuenta con su estatua, pero la magnífica escultura se levanta entre los rascacielos, a un lado, y los bancos, al otro. Sí. Ese es un aspecto esencial del Bund. Los bancos, nacionales y extranjeros, han regresado señalando la inmensa importancia del mundo financiero. Sin embargo, sobre todos esos establecimientos ondea orgullosa la bandera roja. China ha conseguido así algo que parece prodigiosamente imposible. Es una dictadura comunista, pero ha absorbido con excepcional inteligencia los entresijos del modelo de producción capitalista; sigue asumiendo a Mao como un personaje excepcionalmente positivo, pero no le duele desprenderse de su legado real en su avance hacia el futuro; presume de socialismo, pero ofrece un camino de prosperidad basado en el libre mercado y en la iniciativa personal y se enorgullece de los bancos, pero los tiene sometidos, aunque sean extranjeros, a los intereses nacionales. Ya he dicho en otra ocasión que no creo en la exportación del modelo de consumo – el político es otro cantar – de Estados Unidos. China, a diferencia de la gran potencia americana, no parece nada interesada en exportar su modelo, pero sólo Dios sabe qué sucederá en el futuro. En cualquier caso, Lara tenía razón. El Bund es digno de ser contemplado.
CONTINUARÁ
August 1, 2017
El americano tranquilo
La BAC llegó incluso a publicar un libro interesante sobre los sacerdotes en su obra. Greene acabó distanciándose muchísimo del catolicismo, pero, en esa época de su vida, escribió algunos dramas muy notables y alguna novela que ha envejecido muy mal. Con el paso del tiempo, creo que las mejores obras de Greene – candidato perpetuo a un Nobel que se merecía y que no consiguió – vinieron después. El americano tranquilo – a veces publicado como El americano impasible – es una de sus mejores novelas. Lo es por varias razones. La primera es que Greene no se pierde en el panfleto sino que arranca de algo tan humano como el enfrentamiento de dos hombres por el amor de una mujer – he vivido varias veces esas circunstancias y no estoy nada convencido de que, incluso ganando en el enfrentamiento, el resultado fuera el mejor – y lo aprovecha para analizar algo tan espinoso como la sustitución del poder colonial francés en Vietnam por la intervención de Estados Unidos. El personaje clave del relato – como agente de Estados Unidos y como pretendiente de la amante del narrador – es el americano tranquilo.
Se dice que Greene se inspiró para su creación literaria en la misma figura que inspiraría otro notable libro de la época, El americano feo. Quizá, pero no es necesario porque todos los que hemos visto actuar a agentes norteamericanos en política internacional nos hemos encontrado en una u otra ocasión con gente así. Es la combinación del idealismo más elevado con el pragmatismo más crudo, de la ingenuidad más absoluta con los métodos más descarnadamente expeditivos, del deseo de comprender la realidad con una notable incapacidad para conseguirlo quizá porque se pretende encajar todo en unos moldes preconcebidos. La mirada escéptica del europeo – un corresponsal británico y amante de una vietnamita – es, a la vez, realista y desesperanzada. El mundo no es para muchas gentes de ese viejo continente un lugar que se vaya a arreglar y, en medio de tantos males, la única salida consiste en poder sobrevivir con emociones sencillas como una copa de alcohol o el sexo. Por eso, ante la acción del americano sienten una mezcla de inquietud, de admiración y de envidia, pero también de desconsuelo y repulsa. Lo ven como a alguien que cree saber, pero que no sabe nada de la realidad; como a alguien que pretende arreglar todo y sólo acaba empeorándolo más y como a alguien que, persiguiendo lo que cree que es el bien, ocasiona la muerte despiadada de multitudes inocentes.
El americano tranquilo – que ha sido llevada dos veces al cine, la última con Michael Caine, de manera extraordinaria – se escribió cuando se veía que Francia no ganaría la guerra de Vietnam y que Estados Unidos acabaría cargando con el conflicto. Desde esa perspectiva, resultó un aviso lúcido de tragedias futuras. Sin embargo, no ha perdido un ápice de actualidad. Diríjase la vista hacia Afganistán e Irak, Libia y Siria, Somalia y tantos otros lugares y nos toparemos con más americanos tranquilos aunque, quizá, no siempre tan nobles como el de esta magnífica novela de Greene.
July 31, 2017
Shanghai (IV): El metro
Lo que casi sobrecoge es su carácter podríamos decir que simbólico. Personalmente, estoy convencido de que los buenos sistemas de transporte colectivo – entiéndase como tales los que aúnan rapidez, calidad y precio módico – son los que señalan la verdadera calidad de un sistema. Sé que algunos me dirán que es mucho mejor un sistema como el norteamericano donde en una familia se acumulan los automóviles. Ciertamente, a escala individual ese sistema puede parecer muy superior, pero cuenta con el problema insalvable de que no se puede exportar. Estados Unidos puede predicar incluso con cierto éxito la separación de poderes, la independencia judicial o el amor a la libertad y sería una bendición que semejante buena nueva fuera acogida por todas las naciones. Sin embargo, para que el resto del género humano lograra consumir tanto como sus ciudadanos nuestro pequeño planeta azul tendría que ser ocho veces mayor lo que, dicho sea de paso, no parece posible. No sólo no es posible. Tiene pésimas consecuencias colaterales. Quizá el hecho de que Estados Unidos sea la nación del mundo con mayor población penitenciaria – a pesar de que no es la más poblada – se relacione con la enorme frustración de ciertos sectores sociales que ven en la delincuencia su manera de consumar el sueño americano. Se trata de un final, verdaderamente, trágico ante el que no se puede mirar hacia otro lado.
El crecimiento económico; la promesa cumplida de prosperidad moderada, pero ininterrumpida; la insistencia en otros valores que compensan de la falta de un consumismo desbocado y el mantenimiento de la familia contra viento y marea caracterizan sabiamente el sistema chino. Quizá por eso también la situación social es de práctico pleno empleo, la población penitenciaria resulta muy inferior numéricamente a la de naciones con mayor capacidad de consumo y la seguridad ciudadana recuerde a la de una época cuyo principal protagonista ya no puede ser mencionado en ciertas partes de España sin recibir una multa. En China, no se persigue a los ricos – todo lo contrario – pero tampoco se les considera el modelo. De hecho, una buena esposa, un buen padre o un buen estudiante son referentes mucho más importantes y en las películas, el romanticismo y el amor conyugal tienen un papel extraordinario frente al sexo de consumo rápido que observamos en el cine occidental. Ciertamente, los automóviles de alta gama resultan llamativamente frecuentes en las calles, pero no da la sensación de que nadie se avergüence, se amargue o se convierta en un resentido social por ir en motocicleta. Al final, todos pueden tener una expectativa razonable de llegar a su destino y, al igual que sus familias, pueden contar con que lo conseguirán de manera cómoda, rápida, asequible e incluso climatizada. Como sucede en el metro de Shanghai.
CONTINUARÁ
July 30, 2017
Shanghai (III): Sun Yat-sen
Sun yat-sen pertenecía a una iglesia evangélica e intentó realizar un curioso injerto de los valores de la Reforma protestante en la Historia contemporánea china. La cultura bíblica del trabajo, la insistencia en la educación, la búsqueda de la ciencia o la limitación de poderes por parte del pueblo fueron algunos de sus énfasis. Fue la suya una vida difícil y, como tantos precursores, no llegó a ver la consumación de la tarea que inició con escasísimos medios, pero su huella resulta extraordinaria. De hecho, la influencia de Sun llegó a ser tan poderosa que Mao no se atrevió a desarraigarla e incluso la sumó al panteón de la China comunista.
Resulta más que interesante – me atrevería a decir que obligado - visitar su casa situada en la antigua rue de Molière y, sobre todo, contemplar la imagen canónica del sobresaliente personaje. La colección de objetos personales es más que notable y llama la atención, por ejemplo, la carta de Lenin apoyándolo. No, Sun no era comunista, pero la verdad es que su programa de liberación nacional era contemplado de manera negativa por las potencias imperiales como Gran Bretaña, Francia, Japón y los Estados Unidos. Cualquier cosa menos que China se pusiera sobre sus pies y desarrollara una política nacional independiente. Cuando se tiene en cuenta este aspecto se comprende mucho de lo sucedido en la China del siglo XX.
Con todo, de en medio de toda la colección, quizá pocas cosas llaman tanto la atención cómo la manera, dulce, romántica y, a la vez, práctica en que se presenta la relación con su esposa. La igualdad civil entre el hombre y la mujer fue una meta establecida por los revolucionarios chinos antes de Mao. Sin embargo, fenómenos como el actual feminismo y, en especial, la ideología de género son vistos como instrumentos de un programa extranjero e imperialista que pretende someter a las naciones a bastardos objetivos. Lo que otros presentan como nuevos derechos, es contemplado por los chinos como un peligroso engañabobos al servicio de élites despiadadas que sólo sueñan con provocar el desplome demográfico y con dominar a la masa amorfa restante. Si ayer, las potencias imperiales introdujeron en China el opio, hoy en día, pretenden inyectar a la sociedad china con la ideología de género y otras plagas semejantes. Por eso, en China la guerra de sexos no puede tener lugar alguno. Sun y su esposa fueron una pareja modelo, es decir, la unión de dos figuras que se amaban entrañablemente, que compartían una meta común, que construyeron una familia estable y que jamás se habrían enfrentado porque el hombre y la mujer existen no para combatirse sino para constituir entidades armónicas. Existe un aroma similar al del Hollywood de antaño en ese relato del matrimonio de Sun expuesto en su antigua morada. Puede que a muchos les parezca arcaico e incluso injusto. Los chinos, por el contrario, lo contemplan como la garantía de futuro de una sociedad, esa que ellos poseen y que Occidente, muy posiblemente, ya ha perdido aunque no se percate.
July 29, 2017
Pablo, el judío de Tarso (XXXIII)
La fuente lucana ha dejado una descripción ajustada del enfrentamiento de los judíos de Corinto con Pablo. El texto señala lo siguiente:
12 Y siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal, 13 diciendo: éste persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley. 14 y, cuando Pablo iba a abrir la boca, Galión dijo a los judíos: Si se tratara de algún delito o de algún crimen grave, oh judíos, conforme a derecho yo os atendería: 15 pero, tratándose de cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, ocupaos de ello vosotros; porque yo no quiero ser juez de esas cuestiones. 16 Y los echó del tribunal. 17 Entonces todos los griegos echando mano de Sóstenes, el jefe de la sinagoga, empezaron a golpearlo delante del tribunal, sin que a Galión le importara lo más mínimo.
(Hechos 18, 12-17)
En julio del año 51 d. de C., Lucio Junio Galión había llegado a Corinto para desempeñar el cargo de procónsul de Acaya. Su nombre original era, en realidad, Marco Anneo Novato. De hecho, pertenecía a una familia española en la que también había nacido su hermano pequeño, el filósofo Marco Anneo Séneca, que, a la sazón, era tutor del futuro emperador Nerón. Marco Anneo Novato había cambiado su nombre al ser adoptado por Lucio Junio Galión, un amigo de su padre.
Hacía poco que había asumido el cargo de procónsul, cuando los judíos de Corinto comparecieron ante él acusando a Pablo. Tal y como planteaban la maniobra, aquellos judíos resultaba muy hábil. Se trataba de acusar a Pablo de predicar algo que, a pesar de lo que él afirmaba, no era el judaísmo, sino una religio illicita. Si quedaba establecido ese aspecto judicialmente, Pablo – y los otros misioneros cristianos – se verían situados fuera de la ley. Precisamente por ello, las autoridades romanas debían tomar cartas en el asunto. De ser así, no sólo se impediría la continuación de su labor misionera sino que además se obtendría algo mucho más valioso. Dado que Galión era procónsul – y no una simple autoridad local como los pretores de Filipos o los politarcas de Tesalónica – su decisión sentaría un precedente por el que podrían orientarse otros magistrados romanos.
Sin embargo, Galión captó con enorme rapidez lo que se estaba discutiendo. Aquella no era una disputa legal ni tenía nada que ver con los asuntos que habitualmente juzgaba. Era una mera discusión teológica que a él y a la autoridad de Roma, le resultaba absolutamente indiferente. Por supuesto, hubiera aceptado conocer el asunto si lo que se hubiera ventilado hubiera sido la transgresión del derecho de Roma, pero en cuestiones relacionadas con asuntos de la ley judía no tenía la menor intención de entrometerse. Su decisión – impecable desde el punto de vista jurídico – muy posiblemente facilitó la misión de Pablo, y de otros predicadores cristianos, en el curso de los años siguientes. De hecho, no se produciría un cambio en la actitud de los gobernantes romanos hasta la persecución desencadenada por Nerón.
La fuente lucana incluye otro dato que resulta muy significativo. El procedimiento se había llevado a cabo ante el tribunal de Galión cuya plataforma de piedra puede contemplarse en el Corinto antiguo. Se trataba de una vista abierta que contemplaban no pocos corintios. Al parecer cuando éstos vieron la manera en que las pretensiones de la comunidad judía eran rechazadas, echaron mano del presidente de la sinagoga y comenzaron a golpearlo. El hecho ya resultaba grave de por si, pero es que además Galión fingió que no lo veía. Tanto en uno como en otro comportamiento, cuesta no ver un claro sentimiento antisemita. A la muchedumbre corintia la disputa entre aquellos judíos que afirmaban, como Pablo, que el mesías había llegado y los que lo negaban le traían sin cuidado, pero no dejaban de sentir una clara repulsión por la comunidad judía hasta tal punto que aprovecharon el rechazo de sus pretensiones para golpear a su presidente. Por lo que se refería a Galión, no estaba dispuesto a dejarse arrastrar por disputas internas del judaísmo y cuando los corintios decidieron golpear al jefe de la sinagoga prefirió no ver. Posiblemente, pensaba que se merecía más que justificadamente aquella paliza.
Las razones del rechazo de los judíos entre los corintios pudieron ser varias. Eran, desde luego, rigurosos monoteístas en medio de una sociedad volcada sobre el paganismo. Su moralidad era estricta en el seno de una ciudad que casi tenía obsesión por el sexo. Para remate, cabe la posibilidad de que compitieran con los naturales de Corinto en el comercio. Ninguna de esas circunstancias debió contribuir a hacerlos populares y ahora, ante el tribunal de Galión, dieron rienda suelta a su resentimiento. De manera bien significativa, como tendremos ocasión de ver, ese resentimiento iría desplazándose poco a poco hacia los cristianos, aunque, de momento, la resolución de Galión lo hubiera impedido.
CONTINUARÁ
July 28, 2017
Peace in the valley
En 1957, Elvis fue invitado al show de Ed Sullivan y allí manifestó al conocido presentador que iba a cantar góspel. Sullivan pensaba lo mismo que los productores musicales de Elvis y le aclaró que podía hacer lo que quisiera, pero que no contara con la orquesta del programa. Elvis que veía una puerta abierta entonó a capella la canción preferida de su madre, diaconisa en una iglesia evangélica. Se trataba de Peace in the valley (Paz en el valle). La canción expresaba con una sinceridad conmovedora que en esta vida nos enfrentamos no pocas veces con dificultades que son terribles y que recaen también sobre aquellos que confían de corazón en Dios. Sin embargo, no deberíamos perder la esperanza. Al final, la mano de Dios siempre acaba interviniendo y tendremos la paz que ansiamos con todo nuestro corazón.
El impacto de la canción fue instantáneo. El propio Ed Sullivan confesó conmovido ante las cámaras que había descubierto que Elvis era un joven decente mientras que, en paralelo, las llamadas saturaban la centralita de la televisión preguntando cuál era el título del disco. Lo cierto es que no existía esa grabación, pero, al fin, la casa discográfica decidió que podía ceder un poco y permitir que Elvis grabara góspel. Ya hace décadas que Elvis falleció, pero, a día de hoy, los CDs que se más se venden de The King no son ni los de rock and roll ni los de baladas ni de los de country, sino los de góspel. Quizá sea, entre otras razones, porque todos necesitamos paz antes, durante y después de las tormentas de la vida y sólo Jesús nos garantiza una paz que el mundo, con toda seguridad, no puede dar (Juan 14: 27).
Les dejo con la grabación original del show de Ed Sullivan, con otra orquestada y con otra, ciertamente magnífica, de Randy Travis. Con todo, por encima de cualquier otra consideración deseo que reciban esa paz que sólo Jesús puede dar. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí está Elvis en el show de Ed Sullivan
www.youtube.com/watch?v=6nodeNzrQ_Y
Una versión orquestada de Elvis
www.youtube.com/watch?v=zOEth3f1F9A
Y éste es Randy Travis
July 27, 2017
Shanghai (II): El museo nacional de Shanghai
Shanghai es una ciudad prodigiosa y su consolidación como tal estuvo vinculada a un episodio trágico y bochornos. En 1842, una flotilla británica agredió a la ciudad – que ya tenía un cuarto de millón de habitantes – y forzó al gobierno chino a firmar el Tratado de Nanjing. El texto – una muestra de vergonzoso imperialismo – obligó a China a pagar a sus invasores una indemnización de 21 millones de dólares de planta, a ceder Hong Kong – un escándalo sólo revertido hace pocos años – y a aceptar unos aranceles bajos para los productos extranjeros y la apertura de cinco puertos, entre ellos Shanghai, al comercio y la residencia extranjera. Todo esto ya era bastante desgracia, pero fue sólo el inicio. De entrada, Francia y Estados Unidos exigieron su parte del botín cobrado a China. Ese botín incluyó la imposición de una jurisdicción extraterritorial que implicaba que los delitos cometidos por extranjeros en China no podrían ser juzgados por tribunales chinos sino sólo por tribunales extranjeros. De continuación, los ingleses introdujeron el opio en China. Inglaterra quería el té y la seda de China, pero no tenía, realmente, nada que interesara a los chinos. Decidió que la droga solucionaría esa diferencia en la balanza de pagos, por utilizar un término actual.
Naturalmente, China intentó resistir la entrada masiva de la droga – cultivada en campos bajo control británico en los mismos lugares donde ahora se sigue haciendo crecer – pero no pudo enfrentarse con las cañoneras. Como suele suceder en estos casos, la nación invadida se cuarteó. Mientras las autoridades se veían incapaces de frenar la importación de la droga, no pocos chinos colaboraban con las redes del tráfico británico y cuando ni esto funcionaba, flotillas de cañoneras llegaban a nuevos puertos con la carga. Finalmente, la guerra estalló y, como era de esperar, China la perdió. El impacto que eso tuvo sobre Shanghai fue impresionante. La ciudad creció y creció con fumaderos de opio, con nuevos barrios extranjeros, con prostíbulos, con casas de juego y, curiosamente, con la apertura de iglesias. En las décadas siguientes, Shanghai se convertiría quizá en la ciudad más importante del Pacífico oriental. En Shanghai, Sun Yat-sen – del que hablaré en otra entrega – llamaría a la creación de una nueva China; el partido comunista nacería e intentaría tomar el poder hace ahora noventa años; el cristianismo se extendería espectacularmente de la mano del evangélico Watchman Nee y, por supuesto, el imperio japonés se haría sentir en toda su crueldad. Cuando se tiene en cuenta todo este tipo de situaciones se puede entender Shanghai y, a la vez, se queda uno maravillado al contemplar cómo ha sido su evolución histórica.
Su museo nacional tiene fama de ser el más importante de China. Ignoro si es así, pero resulta extraordinario. Las filas para poder acceder – la entrada es gratuita – son considerables, pero, a diferencia de lo que sucede, por ejemplo, en El Prado, están muy bien organizadas, cuentan con ventiladores e incluso toldos para combatir el calor de Shanghai. La espera no se hace larga, pero llama la atención la manera en que los grillos chinos – unos grillos enormes – cantan, casi me atrevo a decir que se desgañitan, bajo el estío. Mientras espero no puedo evitar recordar Los pájaros de Hitchcock y pensar en qué sería de nosotros si estos grillos rabiosos se lanzaran sobre nosotros.
El museo de Shanghai tiene una serie de salas de exposición fijas – pintura, escultura, caligrafía, bronces… - y cuenta además con dos exposiciones temporales. La primera, dedicada a Sissi y Hungría, es muy interesante, pero la segunda que cuenta la Historia de la Humanidad en cien objetos resulta absolutamente excepcional. Poder contemplar en cien objetos la experiencia humana no tiene precio. Desde el hacha paleolítica de sílex a los anuncios de campaña de Hillary Clinton, ante mis ojos aparece una tablilla mesopotámica donde se recoge la Historia del Diluvio; el poder de los faraones; las culturas del Indo; un busto de Homero y otro de Augusto, como símbolos de Grecia y Roma; Mitra, como gran religión mistérica vencida por el cristianismo; las culturas africanas yoruba y beninesa… Seguramente, el lector se preguntará qué hay de España en esa selección de cien objetos. Dos cosas y las dos significativas. La primera es un astrolabio judío de finales de la Edad Media que indica cómo los españoles se iban a lanzar al mar antes que nadie, con la excepción de sus hermanos portugueses. La segunda es un conjunto de monedas de plata acuñadas con el metal que se extraía de Hispanoamérica y que se despilfarró en una causa tan necia y dañina para España como fue la de convertirse en espada de la Contrarreforma. Se puede discutir la elección, pero no se puede negar que es más que significativa. Aparte del arte – que no es algo contemplado más que de manera instrumental por la exposición – España queda caracterizada por la gesta de Indias. El gran drama es que esa hazaña fue más extractiva que constructiva y que, para remate, la labor de depredación ni siquiera acabó beneficiando a la nación como, por ejemplo, en el caso de la guerra del opio. No era más moral someter a los indios en las encomiendas y enviarlos a morir – hombres, mujeres y niños – en la extracción de metales en el Potosí que obligar a la apertura de unos puertos e introducir el opio. A decir verdad, nada queda de imperios como el azteca o el inca mientras que el imperio chino sobrevivió. Sin embargo, en esa maldad depredadora que caracteriza a los imperios, el español para remate desperdició todo en defensa de una potencia extranjera que lo parasitaba. Pero volvamos a Shanghai.
Si su museo es excepcional, lo es también por la manera en que podemos ver a una cultura milenaria. Basta entrar en su sala de bronces para contemplar piezas extraordinarias de cuando Abraham era un pobre arameo errante que abandonaba Ur; aportaciones artísticas increíbles de cuando Israel era una banda de esclavos huidos que llegaba a Canaán y muestras estéticas de una delicada belleza de cuando David salvaba su vida huyendo de Saúl. Más impresionantes si caben – estaría horas hablando de ello – son las salas dedicadas a la prodigiosa pintura china o a su escultura. Que una nación con esa cultura esté dispuesta a rendirse ante las agresiones extranjeras o a someterse a lo que desean la Trilateral o Soros es simplemente impensable y, desde luego, es una cuestión sobre la que deberíamos reflexionar porque, por desgracia, no se puede decir lo mismo de España.
CONTINUARÁ
July 26, 2017
Shanghai (I): Los jardines de Yu
Sin embargo, Shanghai es, a día de hoy, el símbolo más acertado de la nueva China, la que camina con paso firme hacia la meta de convertirse en la primera potencia mundial. Dotada de una hermosura especial que deriva de la combinación de una modernidad superior a la de Nueva York con la conservación del exquisito clasicismo chino, posiblemente pocos lugares resultarán tan paradigmáticos en ella como los jardines de Yu. Pertenecientes a un antiguo funcionario de la dinastía Ming, su interior es un ejemplo de lo que resulta casi imposible encontrar en la Historia de España y en la de buena parte del globo: la armonía.
A lo largo de los siglos, los españoles han podido ser bravos y altivos, apasionados y brutales, descreídos y creyentes con el mismo fanatismo, pero cuesta trabajo creer que hayan logrado jamás la armonía. También es verdad que, seguramente, tampoco la han buscado. España es tierra de tormento y éxtasis por utilizar una conocida expresión, pero no de conciliación, sosiego o armonía. Basta con ver en lo que ha quedado el consenso de la transición o cómo anda Cataluña para percatarse de ello.
Los jardines de Yu son un fiel testimonio de la persecución de esa armonía a lo largo de la Historia china a pesar de que los invasores – mongoles, europeos, japoneses – no hayan dejado de aparecer con la intención de depredar todo lo que se les ofrezca a la vista.
Shanghai es, en buena medida, un producto de ese espíritu de conciliación armoniosa. Los grandes edificios de multinacionales prodigiosas se entrelazan amorosamente con pequeños comercios de té, seda y porcelana. Los elegantes restos del barrio francés están pespunteados de monumentos nacionales e incluso nacionalistas como el hogar de Sun yat-sen. Los colores rojos de la revolución comunista se yerguen más orgullosos que en ninguna parte del mundo sobre las torres de los bancos. Sin embargo, nada lesiona a lo opuesto; nada aparece menoscabado; nada es borrado del mapa por lo contrario. Todo se conjunta, se suma, se superpone, se abraza para dar un resultado que aquieta el malestar, que serena el corazón, que suaviza incluso el calor opresivo de este verano chino. Si bien se reflexiona, da la sensación de que no hay opuesto alguno que China no pueda ahora fundir en beneficio propio. Shanghai, histórica y tradicional, vanguardista y mercantil, es buena prueba de ello.
CONTINUARÁ
July 25, 2017
Silencio
El novelista japonés atrajo mi atención ya hace décadas. De confesión católica, Endo se manifestó una y otra vez crítico con la iglesia a la que pertenecía y más cercano a la visión de las iglesias evangélicas. Sea como fuere, supo escribir una serie de novelas en que planteaba problemas espirituales muy serios y lo hizo además desde una perspectiva mucho más cercana a un existencialismo de origen protestante que al catolicismo. Es el caso de Silencio.
La novela de Endo es mucho más cercana a la realidad histórica que la película de Scorsese. Endo, por ejemplo, no oculta que una sublevación armada de los católicos fue muy relevante para que el estado japonés decidiera acabar con el catolicismo en el siglo XVII. Scorsese, por el contrario, plantea todo como una persecución desencadenada por el temor al daño que una creencia extranjera – sin entrar en más cuestiones – podía provocar en el cuerpo cerrado de Japón.
La realidad recogida por Endo y por Scorsese es, históricamente, innegable. Japón desencadenó una persecución contra los japoneses convertidos al catolicismo gracias a la labor de los jesuitas y, en el curso de la misma, esta confesión desapareció, en parte, por el martirio de algunos de sus miembros y, en parte, por la apostasía masiva, una apostasía que incluyó a misioneros jesuitas.
La película – que, cinematográficamente, es muy interesante – intenta aportar un final si no feliz, sí esperanzado que no aparece en la novela de Endo, pero, sobre todo, omite aspectos muy importantes. Por ejemplo, en ningún momento se señala que lo que las autoridades japonesas llevaban a cabo con los católicos, lo ejecutaban de manera más masiva y cruel las autoridades católicas con disidentes como los protestantes precisamente con un apoyo cerrado de la Compañía de Jesús. No sólo eso. Una de las primeras exigencias de san Francisco Javier al llegar a Oriente para predicar el catolicismo fue que se implantara la Inquisición. En Japón, se produjo una situación opuesta: los jesuitas no pudieron delatar, detener, torturar y ejecutar a los que consideraban herejes y disidentes sino que fueron ellos y sus conversos los delatados, detenidos, torturados y ejecutados.
Un segundo aspecto curioso de la película es la manera en que muestra la tendencia de no pocos miembros de la Compañía de Jesús a contemporizar de manera descarnadamente pragmática. La apostasía de los misioneros jesuitas – cuya trágica historia constituye el centro de la película – no deja de tener paralelos con la forma en que la orden se ha ido comportando en otros tiempos. Así, no debería sorprender que, según la época, haya apoyado el marxismo, la revolución, el terrorismo de ETA o a día de hoy, la ideología de género. Simplemente, se trata de sobrevivir de la mejor manera y el que fue en su día censor al servicio de la iglesia católica, puede pasar a serlo al servicio del estado japonés… o la de ideología de género.
Hay otro tercer aspecto notable y es el de la dificultad del catolicismo por su estructura sacerdotal y sacramental para sobrevivir las persecuciones prolongadas. En la película, se percibe el gran drama de una comunidad católica sin sacerdotes que puedan confesar o administrar la comunión. El catolicismo, a fin de cuentas, es una cosmovisión empapada de paganismo que se puede mantener con vigor en la medida en que mantiene una mano fuerte sobre el poder y excluye cualquier otra creencia del universo social. Cuando desaparecen esos elementos, su declive es muy rápido y, de producirse una persecución duradera, su propia permanencia se ve cuestionada. A decir verdad, la iglesia católica no hubiera podido sobrevivir seguramente a las primeras persecuciones mientras que sí lo pudieron hacer las primeras comunidades cristianas precisamente porque su estructura era muy similar al de las iglesias libres protestantes.
Finalmente, hay otra cuestión – esencial - y es la del silencio de Dios. Endo intenta dar en su novela una respuesta que recuerda mucho al protestante Kierkegaard y Scorsese incluso va más allá acercándose a la ética de situación y, a la vez, inventando un final que no vamos a revelar. Desde una perspectiva bíblica, la visión es muy distinta. Dios responde incluso en medio de las peores situaciones. Sin embargo, niega esa respuesta a los que pretenden acercarse a El mediante el culto a las imágenes – es curioso que lo que marca si alguien es o no católico es si respeta o no las imágenes de culto – y, especialmente, a los que han vivido de espaldas a Sus enseñanzas e incluso derramado sangre. El testimonio de Isaías 59: 2-3 es, al respecto, muy claro:
“Pero vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados le han hecho esconder su rostro de vosotros para no escucharos. Porque vuestras manos están manchadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios hablan mentira, vuestra lengua murmura maldad”.
Como indicaría Jeremías (14: 12) a un reino de Judá apóstata: “Cuando ayunen, no escucharé su clamor; cuando ofrezcan holocausto y ofrenda de cereal, no los aceptaré; sino que con espada, con hambre y con pestilencia los destruiré”.
El testimonio de los profetas no debería ser desdeñado porque, a fin de cuentas, se dirigían a un colectivo convencido de constituir la única fe verdadera. Por desgracia para ellos, Dios no lo veía igual.
Cuando se reflexiona en la conducta de Dios a lo largo de los siglos quizá no resulte tan extraño el silencio hacia gentes que implantaban la inquisición – con todo lo que implicaba de horror y sangre – que estaban dispuestas a desencadenar la violencia para imponerse y que arrastraban a una ceguera espiritual a otra a pobres gentes. Obviamente, ni Endo – que encontró más silencios que respuestas en el catolicismo – ni Scorsese – que fue monaguillo y dirigió La última tentación de Cristo – llegan a esa reflexión.
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