César Vidal's Blog, page 32

September 12, 2017

El collar de la paloma

El islam español demostró desde sus inicios una exasperante incapacidad para crear un sistema político estable. El califato creado por Abd-ar-Rahmán III resultó brillante, pero no pasó de ser una estrella que declinó de forma acelerada tras la muerte de Almanzor. Luego vino la fitna, la división entre reinos de taifas que tuvieron que recurrir a los fanáticos integristas del norte de África simplemente para retrasar la Reconquista.


Sin embargo, al lado de esa incompetencia, brotó una belleza artística con escasos paralelos en la época. El Tauq al-hamama, es decir, El collar de la paloma es uno de sus ejemplos más significativos. Su autor, el andalusí Ibn Hazm, escribió millares de páginas en un ejemplo más de que el genio suele ser fecundo. Sabía sobradamente que la sociedad en la que vivía estaba destinada al aniquilamiento. La corrupción de los políticos, la mezquindad de los administradores, el empuje del norte, el gasto desaforado y la ceguera social lo ponían de manifiesto de forma indiscutible. Sin embargo, Ibn Hazm, dolorosamente consciente de la realidad, buscó refugio en el amor y en la relación con Dios. El collar de la paloma es, precisamente, un hermosísimo tratado sobre el amor. Lo leí por primera vez en español hace ya décadas y luego me he recreado en distintas ocasiones en el texto árabe que es de una belleza tan exquisita como las filigranas trazadas en el marfil por un artesano. Redactado en Játiva, en la cercanía del mar, en torno al año 1023, Ibn Hazm logró consignar las más diversas formas del enamoramiento y del amor y adornarlas con poesías de una luminosidad extraordinaria. De la piel de la mujer a la oración al Único, sus líneas transcurren en una clara demostración de que hay realidades que superan con mucho la miseria que puede llegar a rodearnos y, sobre todo, de que esas realidades perduran en medio de la decadencia e incluso del caos.

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Published on September 12, 2017 23:07

September 11, 2017

Lo que el viento se llevó

Me llega la noticia de que en una localidad del sur de esta gran nación han decidido suprimir la proyección del clásico cinematográfico Gone with the Wind, es decir, la película que, al menos en España, se estrenó bajo el título de Lo que el viento se llevó.

La razón aducida es que a alguna ONG no le gusta la imagen que da de los negros y, por tanto, debe arrancarse de las pantallas. Este tipo de majaderías – no se me ocurre término más suave – me queman la sangre. Lo que el viento se llevó fue originalmente el relato, basado en noticias familiares, que Margaret Mitchell realizó de la inmensa capacidad del sur de Estados Unidos para sobreponerse a la derrota en una terrible guerra civil. Escarlata O´Hara era un ejemplo de la mujer que saca adelante a su familia, que conserva las propiedades y que incluso sobrevive al periodo sobrecogedor de la Reconstrucción. Naturalmente, aparte de los elementos históricos y del canto a la inmensa dignidad de los vencidos en el campo de batalla, pero no moralmente, Lo que el viento se llevó era una bellísima – y fallida – de amor. En España, tuvo un éxito extraordinario. Para mi abuela materna, por ejemplo, era LA película por antonomasia, lo mejor que nunca se había podido rodar. Tardé años en comprenderlo, pero la verdad es que su enorme repercusión en territorio español vino de la mano de la cercanía temporal con la guerra civil. Para los derrotados – como era mi abuela – aquella historia constituía un canto de esperanza en el sentido de que era posible resistir y progresar incluso después de una espantosa derrota bélica. Ella, a fin de cuentas, también había que tenido sacar adelante a mi madre aunque no contara ni con la plantación de Tara, ni con la ayuda del capitán Butler ni con el respaldo de Melania. Para los vencedores, también constituía un relato conmovedor porque también ellos habían perdido seres queridos en el conflicto y tenían que levantar una España desolada exactamente igual que aquellos sobre los que habían obtenido la victoria. Por supuesto, en Estados Unidos el éxito fue incluso mayor. Para los sureños, se hacía justicia a una causa que les había costado centenares de miles de muertos – más que los que sufrió toda España durante su guerra civil – y para los norteños, era una manera de rendir homenaje a un enemigo rebelde, pero noble cuyos hombres y mujeres eran ejemplos de valor y dignidad. Ahora alguien ha decidido acabar con una de las más hermosas cintas de la Historia del cine. Lo hicieron en el pasado cuando Disney decidió no reeditar la bellísima Canción del sur porque a alguien no le gustó el entrañable personaje del negro Tío Remus. Pretenden volver a hacerlo con Matar a un ruiseñor, una de las mejores novelas del siglo XX. Deseo de todo corazón que sea una moda pasajera porque si, al final, cualquier ONG, por muy bien intencionada que sea, puede destrozar la Historia del arte a su capricho político, el día menos pensado veremos las hogueras de la Inquisición en las calles para incinerar en ellas a los que no se sometan a la dictadura de lo políticamente correcto.

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Published on September 11, 2017 23:52

September 10, 2017

¿A quién le extraña?

Señalaba Bertrand Russell que nunca escribía sobre filósofos que no hubiera leído. Permítanme que recuerde algunas historias de las que he sido testigo.


Como la de aquel catedrático que colocó a dos hijos en su departamento y estuvo a un pelo de enchufar a un sobrino. O aquel ignorante al que para que consiguiera la plaza de titular le fueron retrasando la lectura de tesis doctorales de posibles rivales. Sacó la plaza dejando de manifiesto que hasta un imbécil integral puede enseñar en la universidad. O las de las innumerables esposas, queridas, concubinos y demás que entraron en un departamento universitario por vía vaginal, anal o parental. Sería un magnífico tema para una tesis doctoral averiguar el porcentaje exacto del profesorado universitario formado por estos biotipos. O la de aquel licenciado que marchó a estudiar a una prestigiosa universidad americana y, al regresar a España, no pudo ni siquiera colocarse en un instituto gracias al sistema de acceso al profesorado creado por los sindicatos aunque en cualquier nación normal se habría creado un departamento universitario para que lo dirigiera. O la de aquel becario que cuando vio en el informe de investigación de su departamento que había publicado ese año más que todo el resto de la tribu comprendió que perpetrarían cualquier felonía para impedir que pudiera quedarse. O las de tantos y tantos magníficos profesionales que enseñan en universidades de todo el mundo porque en España no pudieron obtener plaza al no hablar vascuence o catalán o simplemente no ser de izquierdas. Por supuesto, me consta que hay profesores rigurosos, entregados e incluso en algún caso brillantes, pero ninguno de ellos evita ni compensa lo anterior. No me atrevo a decir si, como afirmaba categóricamente Antonio Tovar, la culpa de esto la tiene la iglesia católica que, mediante la Inquisición, logró en el siglo XVI que se acabara la ciencia en España. O si, como me contó Ricardo de la Cierva, todo el mal empezó cuando en los setenta pactaron el reparto de cátedras el PCE y una organización apostólica discreta. O si el mal deriva de aquella ley universitaria del PSOE que colocó a infinidad de amiguetes y convirtió a penenes mediocres en catedráticos prepotentes. Piense lo que quiera cada cual, pero yo puedo decir que no me extraña que no haya una sola universidad española entre las 200 primeras del mundo.

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Published on September 10, 2017 23:42

September 9, 2017

Pablo, el judío de Tarso (XXXIX)

El segundo viaje misionero (XV): las cartas a los Corintios (II): La primera carta a los Corintios (I)


Como ya hemos indicado, la motivación de la primera carta a los corintios – en realidad, la primera que ha llegado hasta nosotros – fue doble. Por un lado, Pablo deseaba acabar con las divisiones existentes en las comunidades de Corinto y, por otro, deseaba dar respuesta a una serie de cuestiones de fe y práctica que le habían sido planteadas por los cristianos de esta ciudad.



Pablo comienza su carta reconociendo que en las comunidades de Corinto – a cuyos miembros denomina santos siguiendo un uso con precedentes en el Antiguo Testamento – abundan en dones del Espíritu Santo o carismas (I Co 1, 5). Sin embargo, esa circunstancia positiva no puede ocultar el hecho de la división:





11 porque me ha sido informado de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas; 12 Quiero decir, que algunos de vosotros dicen: Yo en verdad soy de Pablo; pues yo soy de Apolos; y yo de Cefas; y yo del mesías.



(I Corintios 1, 11-12)





Para Pablo, semejante conducta resultaba absolutamente intolerable. En primer lugar y de manera sobresaliente porque era absurda y chocaba con realidades espirituales esenciales:





13 ¿Está dividido el mesías? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿o habéis sido bautizados en el nombre de Pablo? 14 Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, salvo a Crispo y a Gayo; 15 Para que ninguno diga que habéis sido bautizados en mi nombre. 16 Y también bauticé la familia de Estéfanas: pero no sé si he bautizado a alguno más.



(I Corintios 1, 13-16)





De hecho, ese comportamiento chocaba con el de comportamiento de Pablo que había llevado a cabo una predicación nada dada al particularismo, al partidismo o a la soberbia. A decir verdad, en contra de dar pie a cualquier manifestación de orgullo espiritual, el apóstol se había limitado a predicar al mesías en su posición más humillante, la de un simple crucificado:





17 Porque no me envió el mesías a bautizar, sino a predicar el evangelio: no con sabiduría de palabras, para que no se reduzca el valor de la cruz del mesías. 18 Porque la palabra de la cruz es una locura para los que se pierden; pero para los que se salvan, es decir, para nosotros, es poder de Dios… 21 Porque… agradó a Dios salvar a los creyentes mediante la locura de la predicación. 22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría: 23 pero nosotros predicamos al mesías crucificado, que para los judíos es ciertamente un escándalo y para los gentiles, una locura… 29 Para que ninguna carne se jacte en su presencia.



(I Corintios 1, 17-8; 21-23)



Lamentablemente, los corintios no habían aprendido algo que, a juicio de Pablo, resultaba verdaderamente elemental. Por el contrario, si algo les caracterizaba era una más que acusada tendencia a la división y el partidismo. En buena medida, de ellos se podía decir que, a pesar de la abundancia de carismas, no pasaban de ser niños en lo que a lo espiritual se refería:





1 DE manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en el mesías. 2 Os di leche, y no carne, porque entonces no la podíais comer, ni tampoco ahora; 3 Porque todavía sois carnales: pues al darse entre vosotros celos, y contiendas, y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? 4 Porque cuando dice uno: Yo soy de Pablo; y otro: Yo de Apolos; ¿no sois carnales? 5Porque ¿qué es Pablo? ¿y qué es Apolos? Siervos a través de los cuales habéis creído; e incluso eso en la medida en que el Señor lo ha concedido el Señor. 6 Yo planté, Apolos regó, pero es Dios el que ha dado el crecimiento. 7 Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, que da el crecimiento. 8 Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor… 11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, que es Jesús el mesías.



(I Corintios 3, 1-8, 11)





Por si todo lo anterior fuera poco, a Pablo le preocupaban las deficiencias morales de la congregación de Corinto, una congregación, dicho sea de paso, que no mostraba la capacidad que era de esperar para resistirse al mensaje de la sociedad en la que estaba inmersa. De los cristianos se hubiera esperado que hubieran dado testimonio de una visión de la sexualidad totalmente distinta a la “corintia”. Sin embargo, a Pablo había llegado la noticia de que existía una fornicación que ni siquiera se daba entre los paganos, ya que alguno mantenía relaciones sexuales con la mujer de su padre (I Corintios 5, 1-2). Era muy posible que algunos de los miembros de la comunidad cristiana de Corinto consideraran que ese comportamiento era digno de orgullo, que implicaba una amplitud de miras envidiable. Sin embargo, el apóstol lo veía de una manera muy diferente. El que había pecado de esa manera debía recibir un correctivo que, posiblemente, le haría daño humanamente hablando, pero le llevaría a cambiar de vida y así comparecer de manera digna ante Dios en el día del juicio (I Corintios 5, 4 ss).



Lo que era de esperar en una congregación cristiana no era la tolerancia frente a la inmoralidad – mucho menos la jactancia por ese comportamiento – sino el mantenimiento de unos patrones morales que indicaban una vida nueva y que excluían la fornicación, la avaricia, el robo o la idolatría, conductas, dicho sea de paso, que no eran patrimonio únicamente de la pagana Corinto (I Corintios 5, 10 ss). Ocasionalmente, hay quien señala que el cristianismo debería cambiar sus enseñanzas morales siquiera porque la sociedad contemporánea es más permisiva que la del s. I. La afirmación si algo pone de manifiesto es una supina ignorancia de los conceptos morales propios de aquella época. Con seguridad, nuestra sociedad posmoderna y occidental se encuentra mucho más cerca de la Corinto que Pablo conoció que de la sociedad del s. XVII por poner un ejemplo. Pero frente a esa situación Pablo no abogó por la relajación moral sino, más bien, por el fortalecimiento de los comportamientos éticos específicamente cristianos. Que esos comportamientos podían implicar un coste incluso económico era algo que no se ocultaba al judío de Tarso. Entre sus instrucciones se halla la de evitar ir a juicio con otros cristianos. Semejante enseñanza nos resulta chocante hoy en día, pero a la sazón tenía una enorme importancia. Aún más que los judíos, los seguidores de Jesús eran una pequeña minoría que debía destacar por su altura moral. Poco puede dudarse de que la imagen de ese reducido grupo no se vería favorecida si sus miembros acababan enfrentándose en los tribunales, por ejemplo, por una cuestión monetaria. Para el apóstol, la solución hubiera sido – siguiendo el modelo judío – que los asuntos se ventilaran ante un grupo de hombres dignos de la propia congregación (I Corintios 6, 4-5). Con todo, le parecía preferible perder dinero incluso a pleitear contra un hermano ante los paganos (I Co 6, 6). Para Pablo, no cabía engañarse. Las personas que practicaban determinados pecados no entrarían en el reino de Dios:





9 ¿Acaso no sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No os equivoquéis. Ni los fornicadores, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los homosexuales, ni los hombres que mantienen relaciones sexuales con hombres, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los que maldicen, ni los que roban, heredarán el reino de Dios.



(I Cor 6, 9-10)





Para Pablo, el nivel moral apropiado para un cristiano resultaba tan evidente que semejantes conductas podían haberse dado en aquellas personas que estaban integradas en la comunidad de Corinto, pero era obvio que ya no podían repetirse como prácticas habituales:





11 Y esto erais algunos, pero ya habéis sido lavados, pero ya habéis sido santificados, pero ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.



(I Corintios 6, 11)





A lo anterior, Pablo sumaba un nuevo argumento que podríamos denominar místico. Se refería éste a la comunión especial que estaba establecida entre un creyente y el mesías. A decir verdad, formaba un solo cuerpo con él, eran miembros suyos. Dado que era así, ¿cómo iba a descender a cometer el pecado de ser un solo cuerpo con una prostituta? ¿Acaso podía alguien aceptar que se juntara en un solo cuerpo a Jesús con una ramera? (I Corintios 6, 12-19). Por supuesto que no. La única salida acorde con la vida del creyente en el mesías era la de glorificar a Dios en su cuerpo y en su espíritu (6, 20)



Por supuesto, este tipo de consideraciones no afectaban a la vida conyugal. Pablo consideraba que el celibato tenía ventajas (7, 1), pero no era menos cierto que veía enormes ventajas en el hecho del matrimonio, unión de la que, por supuesto, no debían excluirse las relaciones sexuales ya que un comportamiento así, salvo de mutuo acuerdo, por un tiempo y para dedicarse a la oración, sólo serviría para abrir camino al Diablo (7, 5). La preocupación por la estabilidad del matrimonio llevaba a Pablo a excluir el divorcio salvo en los casos en que uno de los dos cónyuges no fuera creyente (7, 10 ss) e incluso en esas situaciones el apóstol recomendaba que se tuviera en cuenta el futuro de los hijos ya que éstos podían derivar beneficios espirituales de vivir en un hogar en el que, al menos, uno de los padres era cristiano (7, 16 ss). Esta licencia paulina ha hecho correr ríos de tinta. Si la iglesia católica lo ha interpretado en los últimos siglos en términos de un “privilegio” excepcional, tampoco han faltado los exegetas que han considerado que esta licencia dejaba abierto el divorcio para los cristianos en determinadas situaciones en que la conducta de uno de los dos cónyuges no fuera la apropiada de un cristiano. Como en tantas otras cuestiones, la exégesis ha quedado muy determinada por la pertenencia confesional de los que la practican y, quizá involuntariamente, se aleja del contexto de la carta. Eso sucede también en relación con otro caso planteado por los corintios que, hoy en día, nos resulta chocante, pero que debía resultar relativamente común en aquella época. Al parecer, se daba el caso de hombres que habían optado por llevar una vida de celibato, pero al no existir instituciones como los monasterios posteriores, recurría a la presencia de una virgen que le atendía y se ocupaba de sus necesidades domésticas. Puede imaginarse que en no pocas situaciones esa cercanía debió llevar a más de uno a plantearse si resultaba lícito abandonar su celibato y casarse con la mujer que hasta entonces se había limitado a atenderle. La respuesta de Pablo resulta muy comprensiva. El celibato tenía la enorme ventaja de no distraer a la persona del servicio al Señor por los afanes conyugales (7, 32 ss), pero si alguien llegaba a la conclusión de que no podía soportar más aquella situación era mejor que contrajera matrimonio (7, 35 ss).



CONTINUARÁ

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Published on September 09, 2017 23:40

September 8, 2017

There is a Redeemer

A inicios de los años setenta, una muchacha llamada Melody andaba buscando paz para su alma y lo hacía verdaderamente de todo corazón.


Descendía de judíos rusos que se habían asentado en Estados Unidos, pero la religión de su familia no le había producido ese sosiego y esa plenitud espiritual que buscaba. Tampoco lo recibió del budismo que estudió en el Japón cuando era una adolescente y después una veinteañera y lo mismo puede decirse de la búsqueda a través de las drogas psicodélicas en California. Ni el judaísmo, ni el orientalismo ni las drogas habían logrado satisfacer sus ansias espirituales.



En 1972, encontró a Keith, el que sería su esposo y, ahora con él, continuó aquel camino en pos de la Verdad. La encontraron los dos en 1975, en el curso de un estudio bíblico. Porque no hallaron una nueva religión sino una relación personal con Dios. El encuentro con Jesús cambió radicalmente las vidas de Melody y Keith que, de manera casi inmediata, tras su conversión, iniciaron una obra de evangelización entre madres solteras adolescentes, vecinos y drogadictos. Fue entonces, en 1977, cuando Melody escribió esta canción que tenía un título evidente: Hay un redentor.



Es cierto que mujeres que no tienen quién las ayude con sus hijos, que los que están atados por las toxicomanías, que incluso los vecinos más cercanos pueden llegar a la conclusión de que no existe esperanza en un mundo hostil de ruidosa, pero innegable soledad. Sin embargo, a todos ellos hay que anunciarles que hay un Redentor. Jesús sigue siendo la presencia de Dios en este mundo y Su Espíritu Santo puede transformar cualquier existencia mucho más de lo que podamos imaginar.



De manera curiosa, en la letra de la canción de Melody, Keith escribió la tercera estrofa que dice: “Thank you oh my father, For giving us Your Son, And sending Your Spirit, ‘Til the work on Earth is done” (Gracias, oh mi Padre por darnos a Tu Hijo y por enviar Tu Espíritu hasta que concluya la obra en la tierra). En 1982, en pleno éxito espiritual y musical, Keith falleció en un accidente de avión junto a dos de sus hijos. Su obra en esta tierra había concluido y Dios lo esperaba en la otra orilla junto a dos de sus seres más queridos. Melody continuó el servicio en el Señor en que habían estado juntos durante años.



No tengo noticia de que este hermosísima canción tenga versión en español aunque la verdad es que es muy popular en medios evangélicos de habla inglesa. Yo les incluyo dos versiones. Una está interpretada en Marshall Hall; la otra fue entonada por el mismo Keith Green. Espero que las disfruten y, sobre todo, que, si no la han experimentado, puedan aceptar la indescriptible redención que Dios ha dispuesto en Jesús el mesías. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Ésta es la versión en Marshall Hall



www.youtube.com/watch?v=A4kcJ-gyBBk



Y ésta es la original cantada por Keith Green



www.youtube.com/watch?v=lQSuTP5OHBE

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Published on September 08, 2017 23:33

September 7, 2017

Viaje a México (y VI): Desastre en Aguascalientes

La salida de Iraguato ha sido realmente emotiva. Me voy con pena. Han sido unos días tan gratos, unas conversaciones tan extraordinarias, unos proyectos tan conmovedores que sólo puedo dar gracias a Dios, primero, y luego a esta gente estupenda.


En teoría, de esta hermosa localidad tendría que haber regresado a Miami, pero una persona de cuyo nombre no quiero acordarme ha rogado que pasara por Aguascalientes para dar una conferencia. Constituye su petición un verdadero trastorno, pero he aceptado. No estaré de vuelta en casa el fin de semana sino el lunes, pero lo primero es servir a los demás.



Lo que va a venir a continuación parece parte de una novela de Kafka o de una película de Berlanga. Me viene a recoger un amable joven llamado Eder García. Gracias a él puedo llegar a Aguascalientes por carretera porque – me enteraré después – dos días antes de mi llegada no había nadie para cumplir con ese cometido. La persona que ha pedido mi presencia ni se ocupa de que me alojen ni de que me den de comer ni de que pueda dejar mi equipaje en algún lugar. Durante toda la jornada, si logro comer es gracias a Eder aunque tengo que ir llevando mi bolsa de viaje y mi maleta encima por todas partes como si fuera el caparazón de una tortuga.



Por la tarde, voy a contemplar que la desidia de aquel lamentable sujeto es todavía mayor. Si consigo llegar al lugar de la conferencia de nuevo es gracias a Eder. En ese momento, me entero de que no hay alojamiento previsto para mi esa noche. Tampoco sabe cómo voy a llegar al aeropuerto al día siguiente. Sí, tampoco nadie sabe si cenaré. La conferencia es un éxito rotundo y la gente queda entusiasmada, pero esa calamidad bípeda que insistió en que viniera a Aguascalientes no se ha preocupado tampoco de que estén mis libros a pesar de que docenas de personas los piden y quisieran que se los dedicara. Si esa noche al final podré cenar y encontraré un hotel y al día siguiente llegaré al aeropuerto de nuevo será gracias a Eder.



A solas en mi habitación, esa noche rompo a reír delante del espejo mientras me interrogo por las razones que habrá tenido tan desconsiderado personaje para insistir en que pasara por Aguascalientes. ¿Por qué me ha hecho retrasar mi regreso a casa, pronunciar una conferencia, ir todo el día cargado como una mula portaequipajes si no se preocupó de mi traslado, si no me busco alojamiento, si se despreocupó de mis comidas, si, resumiendo, me trató con una falta de respeto y de consideración verdaderamente inaceptables? Lo ignoro, pero me parece vergonzoso. Sólo sé que el viaje no fue más desastroso todavía gracias al bueno de Eder.



Al día siguiente, tengo que levantarme a las 5. Eder sólo puede llevarme a esa hora al aeropuerto porque tiene que acercar a sus hijos a clase. En el aeropuerto, conoceré a un joven mexicano que marcha a España con una beca del Juli. Es novillero y sueña con llegar a ser estrella del toreo. Le deseo lo mejor. Es su primer vuelo y se sentará a mi lado para calmarse. Le tendré que dar algunas recomendaciones sobre trayectos internacionales. Cuando nos despedimos al llegar al DF me digo que Aguascalientes da gente muy distinta. Por un lado, este joven talento o el abnegado Eder; por otro, un impresentable como él que pidió que fuera a impartir una conferencia para luego tratarme miserablemente. Demos gracias a Dios por los primeros; sumamos en el olvido para siempre al segundo.



Por cierto, el vuelo de American Airlines se retrasará hasta que, al final, se anula. Llego a Miami casi de madrugada en un vuelo – excelente – de Aeroméxico. Caigo en la cama como una piedra en un pozo. Las experiencias han sido abundantes, hermosas y reconfortantes, pero como en casa no se está en ningún sitio y más cuando salgo para Guatemala en pocos días.



(FIN DE LA SERIE)

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Published on September 07, 2017 23:27

September 6, 2017

Viaje a México (V): De Guanajuato a Irapuato

Me recoge en el aeropuerto – ya he perdido la cuenta de los vuelos internos que llevo por los cielos de México – Elimelec Villicaña.


Confieso que tengo debilidad por estos nombres mexicanos. Son rotundos, sonoros, novelescos y con muestras de las huellas hispanas e indígenas. Es un joven amable, culto, lector. Le entusiasma la mecánica y tendrá ocasión de contarme cómo funcionan, por ejemplo, los diseños y fabricación de rodamientos.



La zona a la que llego salta a la vista que es próspera. Su tasa de desempleo es del 4 por ciento aunque me aseguran que, en realidad, es posible que ande por el 1.5. Más de la mitad de las personas se dedican a las industrias manufactureras. Mark ha llamado por teléfono a Elimelec para que me aproveche de ese sector de la economía nacional, en concreto, del sector calzado. De camino a mi alojamiento, Elimelec se detiene en una zapatería. Los zapatos son buenos, extraordinariamente cómodos y muy baratos. Acabo rindiéndome a la evidencia y me compro dos pares. El precio conjunto es inferior al de un solo par en Estados Unidos donde, por cierto, son más económicos que en España. Allí, en el mismo local, se queda mi viejo par de zapatos y, en especial, el que se rompió en Chapala. Los contemplo por un instante en el suelo y me parecen dos animales sin vida. La adquisición es sólo la primera alegría que me brinda este punto del itinerario. La segunda es Elimelec y su familia, gente amable, hospitalaria y dispuesta a la sabrosa conversación. La tercera es la visita a Guanajuato. Podría pasarme horas hablando de esa mañana en Guanajuato, un lugar mágico, maravilloso, mexicano, a fin de cuentas.



A decir verdad, no sé ni por donde comenzar. Sus túneles aterradores – resto de la explotación minera – son un camino que no conduce al infierno sino a un lugar lleno de sorpresas. Los monumentos quijotescos en una población mexicana que venera a Cervantes; las iglesias a la española pintadas a la mexicana; la casa-museo de Diego Rivera en la que uno se siente embriagado de arte y de evocaciones pasadas; las calles empinadas y fascinantes; el teatro que inauguró en su día don Porfirio Díaz con el estreno de Aída – sí, no se sorprendan, es un teatro que supera a la inmensa mayoría de los que he visitado a lo largo de mi existencia – y la alhóndiga, ese lugar de nombre árabe-español donde los mexicanos se declararon independientes por primera vez en esta tierra poblada por los correosos chichimecas. Sabido es que fracasaron y el cura Hidalgo fue ejecutado por el poder colonial. A decir verdad, todavía se conserva en el muro el gancho del que colgaron los españoles el cráneo del cura masón y rebelde. Resulta una visita extraordinaria el interior del edificio que antaño almacenó cereales. Los frescos recuerdan la Inquisición española – sí, aquí no se empeñan en justificar lo injustificable – y también la lucha contra el fanatismo católico y la institución de la esclavitud. Pero más impresionante resultan las salas del museo dedicadas a una Historia mexicana que comenzó antes de la Conquista y que llega hasta la Revolución. Con ilusión, me hago una foto al lado de la campana de la libertad, menos conocida que la norteamericana, pero no menos significativa.



Elimelec me cuenta que sus padres pasaron la luna de miel en Guanajuato. Lo entiendo. Incluso me digo que en el más que improbable caso de que volviera a contraer matrimonio uno de los destinos que me plantearía para pasar la luna de miel sería también Guanajuato. Pasear de la mano con la mujer amada por estas calles, subir sus cuestas, entrar en sus museos… ah, demasiado delicioso quizá para ser verdad.



Les hablaba de tres alegrías. Déjenme hablarles de la cuarta. Fueron las conferencias que di en la ciudad de Irapuato y las comidas que compartí con algunos de los pastores de la zona. Me sigue causando una enorme ilusión el encontrar a personas que se preocupan por sus semejantes; que desean afectar positivamente la sociedad en la que viven; que sienten compasión, en el verdadero sentido cristiano del término, hacia los que sufren y padecen… eso fue lo que encontré en ellos. Por supuesto, las exposiciones sobre la Reforma y la ideología de género tuvieron una acogida extraordinaria y sí, firmé quizá más libros que en ningún otro lugar de México. Sin embargo, lo más importante fue encontrarme con esa gente y hablar del futuro. Si Dios lo permite, en enero de 1918, estaré de regreso en Irapuato. Quizá vuelva a visitar Guanajuato… De momento, tomo el avión en dirección a Aguascalientes.



CONTINUARÁ

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Published on September 06, 2017 23:31

September 5, 2017

La muerte de Artemio Cruz

Mientras ando con este periplo mexicano, estoy intentando dejarles con algunos libros que les ilustren el paso por estas tierras.


Ya tuve ocasión de hablarles de Traven y no puedo volver a El dios de la lluvia llora sobre México porque, en su día, se lo recomendé. Podría entrar en las Cartas sobre la conquista de México que escribió Cortés o incluso en ese libro maravilloso que es la Historia de la conquista de Nueva España de Bernal Díaz del Castillo. Hasta se me ha pasado detenerme en la Historia de los indios del Yucatán de aquel asno con hábito que fue Diego de Landa. Gracias a este fanático clérigo se arrojaron a las llamas todas las obras de la literatura maya y perdimos ese tesoro y el de su lengua. Seguramente, pensó que hacía un bien a la Humanidad con aquel gesto. Lo que dejó es una muestra de la desgracia que siempre han representado para el género humano los que son como él. Al final y sin perjuicio de que puedan ustedes acometer cualquiera de esos sabrosos libros, he decidido quedarme con una de las novelas emblemáticas de la revolución mexicana. No son pocas, ciertamente. A diferencia de la guerra civil española, la revolución mexicana ha dado no pocas novelas buenas, imperecederas y, por añadidura, bastante humanas e imparciales. Algunas además han sido llevadas al cine.



Aparte de las que Traven dedicó al tema y de algunos clásicos, una de las mejores es La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes. El punto de arranque es la agonía del protagonista, Artemio Cruz, que, en su lecho de muerte, va rememorando lo que fue la revolución. El retrato carece de concesiones. Sin duda, mucha gente se apuntó a la revolución mexicana por causas nobles. La justicia, el deseo de defender su propiedad amenazada por los poderosos, el ansia de un futuro mejor para los hijos, la esperanza en una mayor libertad… A esos idealistas se sumaron los carreristas que soñaban con medrar o incluso los aventureros, delincuentes y desesperados a la espera de que a río revuelto algo pescarían. Artemio Cruz es uno de esos hombres. Con el paso de los años, los entusiasmos nobles de justicia y futuro se fueron mutando en aprovecharse de los beneficios derivados de todas las revoluciones y, en general, de todos los cambios políticos. Su cercanía a cruzar el umbral de la muerte lo va arrastrando en el recuerdo y diseccionando su vida de manera realista. Artemio Cruz combatió en las filas de la revolución, pero pudo haber pertenecido a la Falange y amoldarse al régimen de Franco; haber entrado en el PSOE en 1974 y mandado desde 1982; haberse afiliado al PP de Aznar para encontrar un pesebre en el de Rajoy o haber militado en el PCE en los sesenta para acabar dando en una concejalía de Podemos. Si su alma fue noble e idealista alguna vez no resulta fácil saberlo. Que en un momento cambiaron la nobleza que pudieran tener sus ideales por la mera conveniencia material sí que es innegable. Así sucede incluso en grandes gestas como fue la revolución mexicana. Y todo ello obliga a recordar la gran enseñanza de Jesús que nos recuerda aquello de ¿de qué sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?



Les incluyo una entrevista más que interesante de Carlos Fuentes.



https://www.youtube.com/watch?v=e8DUO0gbo58

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Published on September 05, 2017 23:30

September 4, 2017

Viaje a México (IV): Saltillo

Si Monterrey fue una experiencia breve e intensa – y primera porque es más que posible que vuelva incluso antes de que acabe el año – Saltillo va a ser todavía más intensa y dilatada.


Me recoge Mark Dunbar que junto a José Curiel ha sido uno de los grandes artífices de esta agitada, pero provechosa jira. Como tantas localidades a lo largo de la Historia, Saltillo se fundó por la cercanía de agua, esa agua tan indispensable para poder cultivar los campos y dar de beber a personas y ganados. En su caso, puede que el nombre derive de un ojo de agua cercano o de la corrupción de una palabra chichimeca que significa “tierra alta de muchas aguas”. De los chichimecas volveré a hablar, pero ya adelanto que ni Hernán Cortés pudo con ellos. Se afirma que los españoles que acabaron asentándose en la zona no lo hicieron gracias a una conquista prácticamente imposible sino a la existencia de territorios vacíos. La versión no es exacta. Los españoles no sólo se enfrentaron con los indígenas sino que además se lucraron con su captura y venta como esclavos para las ciudades donde había explotaciones mineras. Así sucedió desde que el primer grupo llegó a Cohauila a finales de 1568. Luego se fueron sucediendo las fundaciones con nombres tan significativos como Nueva Galicia, Nueva Vizcaya o Santiago de Saltillo.



Saltillo ha reaparecido varias veces a lo largo de la Historia de México con una repercusión no escasa. Por ejemplo, en 1847, en la batalla de la Angostura se enfrentaron las tropas norteamericanas de Zachary Taylor con las mexicanas del general Santa Anna, el conquistador del Alamo. Las tropas mexicanas eran el doble que las norteamericanas y, en algún momento, pareció que se iban a imponer, pero, al fin y a la postre, se retiraron. El coste fue elevado. México perdió la guerra y con ella buena parte de su territorio que se integraría en el de Estados Unidos. A casi dos siglos de distancia, no parece que los mexicanos recuerden aquel episodio. Por el contrario, la gente que yo conozco intenta vivir de la mejor manera posible y, de forma muy especial, procura enfrentarse con los problemas que se han extendido a lo largo de siglos. Coahuila, por ejemplo, tiene la tercera tasa de desempleo más alta de México que es… del 4.6 por ciento. No hace falta decir que ni siquiera Aznar logró España alcanzar esa cifra. A decir verdad, tendríamos que retroceder a la época de Franco para encontrar algo parecido.



Mis exposiciones giran en torno a la Reforma y su legado y a la ideología de género. En este último caso, incluso acuden varios medios de comunicación. Cuando hablo, por ejemplo, de la manera en que el principio de supremacía de la ley – ése que Calvino defendió frente al cardenal Sadoletto – ha estado ausente de la Historia de México y la resumo de manera breve, pero sustanciosa no observo nada más que gestos de asentimiento entre los presentes. No hay manera de engañarse. México es un gran país. Sus gentes, sus paisajes, sus riquezas son admirables, pero jamás ha disfrutado de los valores bíblicos que recuperó la Reforma. Ha desconocido esa escuela gratuita, obligatoria y pública establecida desde el siglo XVI en las naciones reformadas; nunca ha tenido la cultura del trabajo o de las finanzas que trajo la Reforma; por supuesto, conceptos como la separación y limitación de los poderes o la supremacía de la ley han sido burlados una y otra vez y la idea de que la mentira y el hurto son pecados veniales es tan común como en España o el resto de Hispanoamérica. Con esa losa cultural a las espaldas lo que maravilla es que haya podido hacer más. Así lo explico con datos, con cifras, con fuentes y lo entienden a la perfección dejándolo de manifiesto en los tiempos de diálogo y de preguntas. Conmigo no se pueden portar de manera mejor. Una vez más, revivo aquella experiencia tantas veces vivida en España, la de firmar los libros de los que han acudido a escucharme a las conferencias. Son gente amable, con interés en los temas, que insiste en fotografiarse conmigo. De todos, me despido en la esperanza de que no tardaremos mucho en vernos.



En otro orden de cosas, compruebo que la piel del zapato ha comenzado a desprenderse peligrosamente por el lado interior. Espero que aguante los pocos días que me quedan de estar en México, pero no me hago muchas ilusiones. Mark me insiste en que al llegar a Iraguato me haga con unos zapatos nuevos. Según me dice, trabajan la piel y el cuero a la perfección y el calzado es una de sus especialidades. Puede ser, pero yo voy a intentar que el asendereado par que tengo aguante hasta el regreso a Miami. Veremos.



CONTINUARÁ

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Published on September 04, 2017 23:28

September 3, 2017

Testing

La semana pasada el Diario de las Américas publicaba este artículo. Deseo compartirlo con ustedes. Espero que lo disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!


Se ha escrito estos días hasta la saciedad sobre los recientes atentados islamistas perpetrados en la región española de Cataluña. Sin embargo, hay dos aspectos poco o nada tocados en los que creo que merece la pena detenerse. El primero es el papel del nacionalismo catalán en la invasión islámica de España. Ya hace décadas, el gobierno nacionalista de Cataluña decidió poner barreras a los inmigrantes de Hispanoamérica por que estaban inmersos en el pecado horrible de hablar español y abrió las puertas a los musulmanes del norte de África que, supuestamente, no conocían la lengua de Cervantes y serían, en teoría, más proclives a aprender ese dialecto del provenzal que conocemos como catalán. El resultado de semejante medida no escapó al Departamento de estado que, ya hace varios años, señaló que el principal foco de reclutamiento de terroristas musulmanes en Europa se encontraba en Cataluña lo que implicaba un serio peligro para la seguridad internacional. Durante estos días, ha quedado de manifiesto no sólo el papel del nacionalismo catalán en la entrada masiva de musulmanes en su territorio – la mitad de los que viven en España – sino también su pésima actuación. La alcaldesa de Barcelona se negó a colocar barreras para autos en las Ramblas, los mozos de escuadra – de cuadra los llaman en España – se negaron a compartir información esencial con la policía nacional y la guardia civil y el gobierno catalán desoyó las advertencias del español y de la CIA avisando de un posible atentado. Con que sólo una de estas instancias hubiera cumplido con su deber el atentado de Barcelona habría fracasado. Ninguna lo hizo. El segundo aspecto, más importante si cabe, es el de la finalidad específica de los atentados en Europa. Por supuesto, la meta es sembrar el terror y causar daños, pero existe un objetivo más, el de poner a prueba la capacidad de reacción de Europa frente al islam. Los ejemplos son diversos y siempre han estado muy bien pensados. Así cuando hace un par de nocheviejas jóvenes musulmanes cometieron centenares de agresiones sexuales contra europeas no se buscó sólo aprovecharse de manera viciosa de mujeres indefensas sino también saber si Europa se defendería. No lo hizo. Comenzando por Alemania y siguiendo por otras naciones, los políticos prefirieron ordenar a policías y medios de comunicación que callaran sobre los incidentes. Cuando, finalmente, éstos salieron a la luz, todo un sector de la sociedad europea se manifestó mucho más preocupado por el repudio que podían sufrir los musulmanes que por las víctimas de aquella oleada de ataques sexuales. En otras palabras, Europa no sólo carecía de capacidad de reacción ante el ultraje de sus mujeres sino que además contaba con una quinta columna dispuesta a proteger a los criminales. Así ha vuelto a suceder en los atentados de Barcelona. Ha quedado de manifiesto que la sociedad española no reacciona – el video de un sacerdote quejándose en una homilía se ha convertido en viral precisamente por esa circunstancia – y que, por añadidura, mientras que la izquierda está dispuesta antes que nada a defender a los correligionarios de los terroristas, Cataluña ha dejado de manifiesto por enésima vez su absoluta incapacidad para dejar de ser una región española y convertirse en nación independiente. A decir verdad, si tal hecho sucediera para España sería la liberación de una carga más que onerosa, pero para Cataluña se trataría del breve prólogo antes de convertirse en la primera república islámica de Europa occidental.



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Published on September 03, 2017 23:26

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César Vidal
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