César Vidal's Blog, page 31

September 22, 2017

Be Thou My Vision

Nuestra vida – seamos conscientes o no de ello – discurre de acuerdo a la visión que tenemos. Esa visión puede ser, en ocasiones, sensata y madura, pero no es menos cierta que puede resultar también egoísta, fría, enloquecida o cruel.


Al final, según sea nuestra visión será nuestra existencia. Quizá por eso amo tanto este himno. En él se contiene una petición que repito en mi vida varias veces a lo largo del día. Yo deseo que mi visión sea precisamente la visión de Dios.



Anhelo de todo corazón apartarme de todo aquello que Dios abomina y apegarme, por el contrario, a lo que El considera puro y bueno. Esa visión es para mi tan importante que no deseo otra. Precisamente por eso también, como señala la canción, hace muchos años que mi tesoro es El y ni ambiciono riquezas ni tampoco la vanidad que deriva de la adulación. Nada de eso tiene valor, pero en El está encerrada una vida plena en este mundo y en el venidero.



Dios es mi tesoro, el único Ser al que rindo culto, la explicación de toda mi vida y Aquel al que profeso el mayor amor. No se me escapa la manera en que todas mis vivencias son enormemente imperfectas, en que no siempre consigo hacer lo que Dios desea de mi y en que mi visión no siempre es todo lo clara y semejante a la Suya como querría. Pero, a pesar de todo, mi oración, día y noche, sigue siendo la misma: se mi visión porque Tu eres mi Señor y mi rey.



No abrigo la menor duda de que si este mundo discurriera de acuerdo a la visión de Dios y no a la de los hombres que incluso a veces pretenden que lo representan, sería un lugar infinitamente mejor.



Les dejo con cuatro hermosas versiones de esta bella canción. La primera está interpretada por Ginny Owens; la segunda es instrumental y se debe a David Abramsky; la tercera la canta Allison Krauss y la cuarta es en español. Espero que las disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!







Ésta es la versión de Ginny Owens



www.youtube.com/watch?v=faBLAC6a_Fs





Aquí tienen la versión instrumental de David Abramsky



www.youtube.com/watch?v=Wk2LWZ9PHPY





Aquí va la versión de Allison Krauss



www.youtube.com/watch?v=ub56L5AYyEM





Y ésta es una hermosa versión en español



www.youtube.com/watch?v=ONAhxK8IfeY

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Published on September 22, 2017 23:33

September 21, 2017

Aventuras paraguayas (IV):  Pa´ habernos mata´o antes de pasar por dos universidades

El viaje de Ciudad del Este a Asunción en el automóvil de R se resiste a cualquier descripción cabal. Creo que sólo me atrevería con ese empeño si alguna vez decido adentrarme en los procelosos terrenos de la novela gótica.


Duró seis horas largas – habían dicho tres o tres y y media – y, sobre todo, peligrosas. En cuatro ocasiones, R estuvo a punto de darnos un disgusto. Disgusto mortal porque nos libramos por un pelo de chocar dos veces contra camiones y dos contra autos. Sí, es cierto, conducía por carreteras que no son las mejores del mundo, con un auto cuya puerta delantera derecha yo temía que se cayera en cualquier momento y con una oscuridad pavorosa, pero es que, a la vez, daba la sensación de estaba más interesado en contarme sus historias – conspiraciones, las denominaba él con término más que revelador - personales que en prestar atención a la carretera. Exhausto por los largos días de dieta de manzana y lodo cuando llevábamos más de tres horas circulando entre las tinieblas más espesas le comenté que, si no tenía inconveniente, me gustaría dormir un poco hasta llegar a Asunción. Me dijo que estaba bien… y siguió contándome su vida con lo que, por simple educación, me resultó imposible pegar ojo. Así, observando con inquietud creciente su manera de guiar un automóvil, paramos en una gasolinera. Se supone que íbamos a cenar y, efectivamente, mi asistente y yo elegimos unas empanadas y leche que - ¿esperaban ustedes algo distinto? – pagamos nosotros. En esos momentos no podíamos saberlo, pero lo cierto es que durante nuestra estancia en Paraguay nos costearíamos nuestras cenas todos y cada uno de los días.



Agotados, llegamos por fin a Asunción y al hotel. El local anunciaba en el exterior una categoría de cuatro estrellas, pero, sin duda alguna, en Europa o Estados Unidos hubiera tenido una sola. Mi habitación era suficiente y más para mi que siempre he vivido como un espartano. Era pequeña y con un equipo – sábanas y toallas incluidas - de hacía décadas, pero con aire acondicionado y baño. De sobra. Sin embargo, a los pocos minutos de llegar, sonó el teléfono. Mi asistente, presa de una angustia innegable, me comunicó que le habían dado una habitación sin ventana. Me quedé sumido en la perplejidad y acudí a comprobar lo que me decía. Efectivamente, su cuarto era tan sólo un minúsculo cuadrado, pero lo peor era que carecía de ventanas al exterior. Allí no hubiera entrado un rayo de sol ni con el equipo de Tom Cruise en Misión imposible. La sensación era, ciertamente, claustrofóbica. Le ofrecí a cambiarle la habitación si no se la podían cambiar y, acto seguido, me encaminé a recepción. La empleada me informó de que le habían dado esa habitación a mi asistente siguiendo instrucciones. No le exijo explicaciones. ¿Qué instrucciones pueden derivar en que te alojen en lugar semejante? Prefiero no saberlo. Además era ya muy tarde, no me tenía en pie y el día siguiente se presentaba agotador.



El 11 de septiembre, comenzó con buen pie. El periodista que tenía que entrevistarme en el hotel llegó tarde y con aspecto de cumplir un compromiso poco apetecible. Nos dijo inmediatamente que no podía entretenerse más de veinte minutos. Al final, se quedó más de hora y media; insistió en hacerse fotos conmigo y tuvimos que ser nosotros los que le anunciamos que ya sólo me era posible prolongar la entrevista cinco minutos más. El cambio se fue produciendo en el curso de la conversación. Se quedó sorprendido al ir comprobando cómo sus carencias patrias estaban íntimamente relacionadas con la ausencia de la Reforma y con una cultura de la Contrarreforma que ha despreciado durante siglos el trabajo bien hecho, la educación general o la separación de poderes. Lo que tenía enfrente no era el típico conservador católico defensor de lo indefendible – como la Inquisición o atrocidades semejantes - ni tampoco a alguien con una agenda política a la que subordina su razón. Surgió el tema de la ideología de género y, de nuevo, se quedó más que sorprendido por los datos que le aporté. Para ambos, a fin de cuentas, era una conversación más que grata, pero me esperaban cuatro programas - ¡cuatro! - en la Red chaqueña de comunicaciones (RCC). De nuevo, la experiencia resultó más que grata. En la gente percibí una auténtica sed por saber y por aprovechar la posibilidad de escuchar y aprender. Pero el día no había hecho más que empezar. Me quedan tres experiencias más que relevantes que señalar en este post de hoy.



La primera es una reunión con responsables sobre acciones de futuro que mantuve en esos días en la cafetería del hotel. Mis primeras impresiones de Ciudad del Este se confirmaron. Hay un grupo de personas que se percatan de lo que puede estar viniéndole encima al Paraguay y desean reaccionar. A la vez, sin embargo, no saben muy bien cómo hacerlo. R volvió a decirles que todo mi trabajo es gratis – yo me pregunto cuál era su interés en repetir esa defensa de la esclavitud con cargo a mi pobre persona – y que podían contar conmigo. La verdad es que, como en el caso de otras naciones de América, es cierto que estoy encantado de poder servirles en algo. La reunión fue muy sustanciosa y sobre sus resultados finales habrá que esperar.



Las otras dos experiencias fueron conferencias que ese mismo lunes di en dos universidades distintas. De la primera – debía hablar sobre ideología de género - ya nos habían advertido que pensaban reventarla y que amenazaban con someterme a un escrache. A mi esa conducta propia de bolcheviques y fascistas – tan querida, por ejemplo, por Podemos en España – no deja de sorprenderme en gentes que continuamente tachan a los demás de intolerantes. Vi a R dubitativo, pero yo, sinceramente, esperaba que no se suprimiera la conferencia como había sucedido con las dos de Ciudad del Este. Su lugar de celebración fue la Facultad de filosofía de la Universidad nacional. La responsable era Mima Santacruz junto a un grupo de estudiantes. Realizaron una labor excelente. A pesar de las presiones, de las amenazas, de los chantajes, la conferencia se dio. El encargado académico me llegó a decir incluso que había resistido porque la universidad es un lugar de debate. No le puedo dar más la razón.



Mi exposición duró algo más de una hora, pero creo que lo mejor fue el tiempo del coloquio con preguntas y respuestas. Efectivamente, a la tercera o cuarta intervención se levantó una jovencita con una bandera del arco iris e irónicamente dio las gracias a las autoridades académicas por haberme permitido hablar. A continuación, tergiversó algunas de mis palabras y me acusó de cargar contra las feministas – no había dicho ni palabra – de hablar de los Illuminati – ni pío – y de pasar por alto los feminicidios paraguayos – lo que no tenía nada que ver con el tema de mi conferencia – acto seguido, tras recibir los sonoros aplausos de un grupito que la acompañaba, se levantó y fue de manera ostentosa sin esperar mi respuesta. Uno de los miembros del público intervino entonces para suplicar que si alguien hacía preguntas al menos esperara a escuchar mi respuesta. Parece lógico si se pretende contrastar ideas, pero no tiene razón de ser si sólo se desea reventar un acto. Sin embargo, los hechos son testarudos – que decía Lenin – y yo no estaba dando ideología sino hechos. Precisamente por ello, los que habían venido a armar ruido fueron callándose poco a poco y escuchando. Al final, una joven volvió a intervenir en contra de mis posiciones. La respondí con calma, con educación, con amor, invitándola a la reflexión y a debatir sin caer en dogmatismos. Su rostro se transformó totalmente. De repente, en su cara se fue pintado la duda de que lo que había creído hasta entonces quizá sólo era una sarta de mentiras en las que ella misma había caído con la mejor intención. Cuando el acto concluyó resonaron los aplausos, calurosos y satisfechos. El grupo de estudiante me regaló un termo para beber terere en el que aparecía grabado mi nombre. Se trató de un hermoso detalle que les agradecí mientras se tomaban fotos conmigo. Entonces una persona se me acercó para decirme que un grupo había planeado someterme a un escrache a la salida. Decidí que, de todas maneras, tras una experiencia tan gratificante, daba igual. Ciertamente, había un grupo esperándome, pero sólo dos mujeres gritaron – una de ellas la que se había marchado del acto sin esperar a mi respuesta – el resto, a pesar de que algunos llevaban las banderas del arco iris, se mantuvieron en silencio e incluso bajaron la cabeza. Confío en que esa misma tarde, más allá del mensaje de lavado de cerebro a que están sometidos, hayan logrado ver un resquicio de luz. a decir verdad, estoy seguro de que así fue.



Pero el día no había terminado. En la Universidad unida me esperaba una nueva conferencia. Lourdes Benítez – que demostrará su buen hacer en varias ocasiones en el curso del viaje – había preparado todo para que pudiera pronunciar una exposición sobre el impacto de la Reforma en relación con los sistemas jurídicos. En el curso de la misma, fui desgranando cómo principios esenciales como la supremacía de la ley, la separación de poderes, el poder limitado y otros tantos se los debemos a la Reforma y han fracasado totalmente en las naciones de la Contrarreforma. Un breve repaso por la Historia de Paraguay – hubiera dado lo mismo de ser la de Perú, México o Colombia porque habría mostrado lo mismo – permitió ver las raíces de las ausencias de libertad y de los fracasos repetidos. El público estaba formado por juristas que captaron a la perfección lo exacto y documentado de las tesis que expuse. Fueron varios los que expresaron su alegría por poder, al final, atar cabos que siempre vieron sueltos. No faltaron tampoco los que se percataron de que el liberalismo fraguado por John Locke hundía sus raíces en la Reforma, algo lógico porque su padre fue pastor puritano y él mismo estaba convencido de que pasaría a la Historia por sus escritos teológicos y no por los políticos.



Mis intuiciones del inicio se ven confirmadas. Hay un sector de la sociedad paraguaya más que dispuesto a escuchar y a aprender. Lo hacen sin prejuicios, con agrado, incluso con más apertura de mente que muchos otros. Su problema sigue siendo la organización. En el caso de las dos conferencias de ese día, ha bastado que hubiera responsables para que todo marchara bien. Lamentablemente, nada se ha grabado, pero me siento más que satisfecho.



Al concluir el acto, le comento a R que necesitaríamos parar en algún lugar para comprar algo de cena para mi y mi asistente. Fruta y yogurt será suficiente. R no me ofreció ninguna alternativa, pero, sinceramente, no era necesario. Paramos poco después en un shopping center – que doña Sagrario me perdone por utilizar el término que usan aquí – y compramos algo de fruta y yogurt. ¿Adivinan quién pagó?



A la salida, vi una librería situada a unos pasos. Le pregunté a R si habría inconveniente en que echara un vistazo. El local estaba bastante bien surtido. Al final, acabé escogiendo tres libros para llevarme, pero reparé en que ya no me quedaba dinero local. R tampoco tenía – quizá por eso ha ido dejando que pagáramos nuestra cena sin hacer el menor gesto por impedirlo – y no llevaba tarjeta de crédito. Le pregunté a la dependienta si podría guardarme los libros un par de días. No parecía muy entusiasmada, pero aceptó. Al preguntar mi nombre y escuchar César Vidal, levantó la mirada sorprendida y me preguntó si era “el escritor”. Cuando le respondí afirmativamente, saltó de detrás del mostrador y me pidió hacerse unas fotos conmigo. Pronto, su otra compañera de la librería se unió. Me dije que cuando ciertos editores en España decidieron que no publicara un libro más hicieron un pésimo negocio editorial aunque, seguramente, se lo recompensaron de otra manera determinados poderes. Esta noche, mientras me bebo el yogurt en mi habitación, sólo tengo motivos para darle gracias a Dios.



CONTINUARÁ

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Published on September 21, 2017 23:28

September 20, 2017

Aventuras paraguayas (IV): Iguazú, un milagro en todos los sentidos

Les contaba ayer que, tras la exposición en la iglesia menonita, nos encaminamos a ver las cataratas de Iguazú. En realidad, la aventura comenzó el día antes. Tras una de mis conferencias, R se ofreció a llevarnos a mi asistente y a mi a ver este prodigio de la Naturaleza por el lado brasileño.


Lo que vino a continuación fue una aventura totalmente inesperada para nosotros. La salida de Ciudad del Este se realiza a través de unas calles estrechas que desembocan en un puente internacional. El atasco de tráfico es – no exagero lo más mínimo - lo nunca visto. He contemplado caos circulatorios en Delhi, El Cairo, Madrid o Miami. El peor de ellos es una despejada fluidez comparado con lo que padecimos en Ciudad del Este. Simplemente, los automóviles se quedaban detenidos en medio del caos mientras la policía paraguaya contribuía decisivamente al desastre. Los agentes de inmovilidad del ayuntamiento de Madrid, en comparación, parecían competentísimos funcionarios.



La sensación de inmovilidad era tan agobiante que tanto mi asistente como yo dijimos varias veces a R que no pasaba nada por dejar la visita para otro día dado que llevábamos más de una hora detenidos en un lugar. Quizá sería mejor dar la vuelta en el primer desvío al que pudiéramos llegar y regresar a Ciudad del Este porque la realidad era que tenía que dar una conferencia y no estaba nada claro que contáramos con tiempo suficiente para la vuelta. El argumento era serio, pero a R le resbaló. Simplemente, no nos escuchó. Se había empecinado en llevarnos a Iguazú y lo iba a hacer. Aceptamos porque no deseábamos desairarlo, porque presuponíamos en él las mejores intenciones y porque no era cuestión de sublevarse. De hecho, nos sometimos humilde y educadamente a su plan. Cuando, al cabo de una espera interminable, logramos pasar el puente y adentrarnos por territorio brasileño, mi asistente indicó a R que a esa hora – habían pasado las cinco de la tarde - las cataratas tenían que estar cerradas. R insistió en que no era así ya que permanecían abiertas hasta las 6. De nada sirvió que mi asistente señalara que – a diferencia de R – se había tomado la molestia en ver el horario o que recordara que Paraguay se lleva una hora de diferencia con Brasil. Llegar a las cataratas en el auto infame de R, ciertamente llegamos. Por supuesto, las encontramos cerradas. A esas alturas, yo sólo deseaba llegar a tiempo a mi conferencia al otro lado de la frontera, pero, por el camino, mi asistente y yo intentamos consolar a R. Es verdad que todo se había debido a su incapacidad para programar algo tan sencillo como un viaje a pocos kilómetros mirando, por ejemplo, los horarios y acordándose de la hora de diferencia entre Paraguay y Brasil, pero nos quedaba semana y media de viaje y no era cuestión de tener eso que los americanos llaman “hard feelings”. De camino, mi asistente le sugirió que, al día siguiente, tras mi exposición en la iglesia menonita, volviéramos a intentar llegar a Iguazú porque ya no tendríamos la premura de esa tarde y además sabíamos el horario. Me dio la sensación de que a R no le entusiasmaba la sugerencia, pero asintió. Lo que iba a contemplar al día siguiente iba a ser una batalla de proporciones épicas.



Efectivamente, R no tenía el menor deseo de llevarnos de nuevo a Iguazú, ese lugar que no pudimos ver por su despiste fenomenal o su incompetencia morrocotuda, pero no se encontraba en la mejor situación para evitarlo. Tomó una ruta distinta a la del día anterior y, en apenas unos minutos, nos encontramos sumergidos en un atasco aún peor – que ya es decir – que el de la tarde previa. A partir de ese momento, R no dejó de sugerirnos que diéramos media vuelta y señalarnos los desvíos que podíamos tomar. Reconozco que es posible que yo hubiera cedido viendo su nada encomiable disposición, pero mi asistente se había tomado el tema más como una acción de justicia cósmica que como una cuestión personal. Le dijo que el día anterior ya habíamos esperado mucho y que no teníamos la premura de la tarde pasada lo que, dicho sea de paso, era innegable. A Iguazú, pues.



Durante un tiempo, me mantuve al margen de ese pugilato aunque me decía que gente del temple de mi asistente fue la que convirtió Stalingrado en una ratonera para Hitler. Mientras tanto, R se había bajado del automóvil y se había acercado a una policía de movilidad. Charlaron un rato y, al regresar, nos informó de que la agente le había dicho que teníamos no menos de hora y media de espera para llegar a la esquina. Dado el calor sofocante que había dentro del automóvil porque no funcionaba el aire acondicionado, la propuesta de R de salir en el próximo desvío resultaba tentadora. “No pasa nada”, me escuché decir a mi mismo, “Esta tarde no tenemos compromiso como ayer. Podemos esperar”. El rostro de R se trasmutó como si le hubieran comunicado que su madre acababa de fallecer. El frente se ha roto, el VI Ejército ha quedado cercado, me siento como el general Zhúkov.



En menos de media hora logramos salir del atasco que, supuestamente, iba a durar más de hora y media – R dixit – y llegamos a territorio brasileño. El contraste es muy acusado. Si el lado paraguayo tiene ese aspecto casi tercermundista que se aprecia en no pocos lugares de Hispanoamérica, el brasileño recuerda casi a Estados Unidos. Es llamativo que los brasileños – que hablan portugués – se sienten profundamente acomplejados ante el español – lo mismo les pasa a franceses y catalanes dicho sea de paso – que es la lengua con más hablantes de origen de todo el globo. Por eso – como los catalanes, pero no los franceses – han decidido proscribirla en sus tratos con Paraguay. Los letreros que debían ser bilingües en empresas comunes aparecen sólo en esa versión aguada de la lengua de Camoens conocida como brasileiro - ¿les suena? – pero lo único que consiguen es hacer el ridículo. Al final, el español es un verdadero regalo de Dios con una proyección que jamás tendrá ese dialecto de la langue d´oc (lengua de oca) que se habla en el noreste de España o ese dialecto del portugués plagado de hispanismos que se habla en el Brasil.



Esta vez, con mi asistente controlando tiempos, sí que llegamos a las cataratas. La entrada, incluida la de R, la pagué yo. Sí, no sé por qué; sí, no era cuestión de dinero; sí, R quedó de nuevo como Rufete en Lorca y más cuando nos percatamos de que el día anterior lo había hecho todo tan mal que, incluso sin diferencia horaria y cerrando a las seis como él pensaba, apenas hubiéramos podido ver durante veinte minutos esta colosal maravilla de la Naturaleza. Pero de todo eso nos olvidamos enseguida porque Iguazú es espectacular como podrán ustedes juzgar por las fotos y el video. No es tan impresionante como las cataratas del Niágara en un primer plano; lo es mucho más cuando se va recorriendo. Mientras los monos saltan de los árboles por encima de nuestras cabezas – nos hallamos en medio de la jungla – y algunos pequeños cuadrúpedos pretenden que les demos de comer, vamos pasando ante un salto de agua tras otro. En algún caso, han añadido el nombre del Diablo a la designación del lugar, pero ni siquiera tan siniestra referencia resta un ápice a este inmenso despliegue de belleza. Por un tiempo, de mi recuerdo desaparecen las torturas en el lodo, los emplastos de mandioca, el automóvil en que nos transportan, los embotellamientos, las faltas de coordinación, los consejos de R para que se aprovechen de mi trabajo porque todo lo hago gratis, el fallido intento del día anterior… todo parece haberse disuelto en medio de esa suma inmensa de agua que nos acaricia suavemente el rostro. Como en otras ocasiones de mi vida, la belleza – en este caso, una belleza relacionada directamente con el Creador – ha sido como un paño que ha limpiado todo lo desagradable, lo mezquino, lo intolerable que puede asaltarnos de manera cotidiana. Ciertamente, la naturaleza canta la gloria de Dios. En el camino de regreso, agradeceremos repetidamente a R que nos haya llevado a disfrutar de esas sensaciones. Más animado que al inicio del viaje, nos señala que se alegra mucho de haber conseguido que pasáramos ese buen rato. Señor, ten compasión de nosotros en los días que faltan.



CONTINUARÁ

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Published on September 20, 2017 23:14

Aventuras paraguayas (III): Ciudad del Este

La experiencia en Ciudad del Este con la que concluirá mi primera semana en Paraguay no dejó de ser singular. De entrada, por primera vez en mi visita – y única – voy a estar alojado en un hotel agradable.

No es lujoso, pero sí moderno y las instalaciones están bien. Se puede comparar perfectamente con los habituales – insisto: sin lujos – que hay en Europa o Estados Unidos. La pena es que sólo lo disfrutamos un día, pero tras la experiencia del lodo y la cebolla es como beber un vaso de agua fresca en medio del desierto.



En segundo lugar, comienzo a percatarme de la desorganización que va a caracterizar dramáticamente el viaje. Programadas hay dos intervenciones mías en la universidad para hablar de la ideología de género. Las presiones acaban teniendo como resultado que se supriman. No sé si es cuestión de las autoridades académicas – a cualquier cosa se le llama ya autoridad académica – si los organizadores se han amedrentado o si, simplemente, no se hizo lo que se debía hacer en el plano administrativo. Finalmente, una de las conferencias se mantendrá, pero trasladada a una iglesia. El resultado es electrizante y la gente queda entusiasmada, pero yo me pregunto si no habría tenido más fruto en otro entorno. De manera absolutamente injustificada no se graba. No es sino el inicio de una suma ininterrumpida de torpezas difíciles de justificar en ese sentido. Algunas de las mejores exposiciones de mi vida las pronunciaré estando en Paraguay. Los organizadores no grabarán ni una sola. Ni una. Pierden así una oportunidad que han sabido aprovechar en Perú, en Colombia, en Honduras, en Guatemala, en Panamá y en tantos otros lugares. Quedará constancia de mi visita sólo porque he aparecido en los medios de comunicación en entrevistas de las que podré reproducir algunas no gracias a los que coordinan – es un decir – el viaje sino a otros. En paralelo, R – como si fuera mi representante – va contado a distintas personas en posiciones de responsabilidad que pueden contar conmigo gratis para las más diversas tareas porque yo no cobro por mi trabajo. Si alguna necesitara un manager ya sé quién no tendría jamás ese trabajo.



También resulta más que notable la ausencia de mis libros. No fue total. Un día hubo una veintena de ejemplares de El legado de la Reformay algunos más de La herencia del cristianismo y todos se vendieron, pero eso fue todo. Tiempo habrá de decir que resultó peor en Asunción. No sería por falta de interés de la gente porque los que han asistido a mis exposiciones los piden, pero nadie realizó los arreglos para que estuvieran. Es otra muestra más de crasa incompetencia.



El domingo por la mañana estoy invitado a dar una exposición en una iglesia menonita sobre El legado de la Reforma. Los menonitas son uno de los grupos surgidos de la Reforma radical del siglo XVI y una de las denominadas iglesias de paz porque se han mantenido históricamente en el área de la objeción de conciencia. Hace más de treinta años – casi cuarenta, a decir verdad – colaboré con ellos en esa cuestión en España y en algunas naciones de Hispanoamérica. De manera bien reveladora, en mi último viaje a Colombia, una de las personas a las que presté mi asesoramiento se levantó en público a darme las gracias por aquella época. En España, no me fue tan bien. Las personas que vinieron a mi país de origen padecían de serios problemas para comprender la realidad y, en un momento dado, rompí mi relación con ellos advirtiéndoles de que no les iría bien. Así sucedió. Al cabo de unos años, cerraron sus dependencias en España, supongo que tras llegar a la conclusión de que se habían equivocado. Así quedó la historia hasta que hace unos cinco o seis años – aún no me había exiliado – dos de aquellas mismas personas pasaron por España y me manifestaron su voluntad de encontrarse conmigo. Nos vimos en el café Gijón y allí se disculparon por lo sucedido hacía más de treinta años. Según ellos, era obvio que se habían equivocado mientras que yo había tenido toda la razón. Además calificaron su conducta de “comportamientos carnales” – entiéndase en sentido bíblico – y venían, pues, a pedirme perdón.



Para mi aquel pasado había dejado de tener relevancia mucho, mucho tiempo atrás, pero debo reconocer que aquellas personas – acababan de jubilarse – me mostraron una característica de nobleza muy propia de los norteamericanos. Pueden pasar las décadas y vendrán a pedir disculpas por haberse equivocado contigo. En España, todavía hay quien defiende a cal y canto la Inquisición o la guerra civil. Pero no nos distraigamos.



Los menonitas en Paraguay son una institución. Un porcentaje elevado de ellos son de origen alemán pasado por Rusia adonde se exiliaron en el siglo XVIII acogiéndose a una oferta de Catalina la Grande en el sentido de que, a cambio de que colonizaran lo que nadie deseaba colonizar, se verían exentos del servicio militar. La exención funcionó con alzas y bajas durante mucho tiempo y se colapsó totalmente con la revolución bolchevique. Poco a poco fueron saliendo de Rusia y dirigiéndose a otras naciones como Estados Unidos, Canadá o Paraguay. Desde luego en Paraguay han demostrado con creces la inmensa diferencia que implica tener una visión bíblica como la recuperada por la Reforma o seguir todavía con la hispano-católica a cuestas. A pesar de que llegaron sin nada, en estos momentos representan, según algunos cálculos, más de la cuarta parte del PIB paraguayo. Su renta per cápita multiplica por cinco la del paraguayo medio. Según ellos, todo se debe a su fe en Dios y a la aplicación de principios bíblicos como la cultura del trabajo que nunca tuvimos en los países de la Contrarreforma. Humildes granjeros hace unas décadas, la industria agro-ganadera y láctea es prácticamente suya y no por subvenciones sino por méritos propios. Exponerles el legado de la Reforma fue un privilegio, pues, ya que ellos son una prueba viva de lo que significa y de lo que podrían ser nuestras naciones de no ser por la siniestra y sanguinaria Contrarreforma.



Me advirtieron de que no me alargara en la exposición, pero no hablé menos de una hora. No les molestó. Por el contrario, quedaron encantados. Tras la reunión, me obsequiaron con un libro sobre su trabajo en prisiones y un vaso para beber el mate. Había sido un tiempo muy grato, pero la experiencia más agradable del día – y de la semana – habría de tener lugar antes de que saliera esa tarde para Asunción. Fue la visita a las cataratas de Iguazú, es decir, en lenguaje guaraní, de la mucha agua. Pero de esos momentos excelsos, hablaré mañana. Antes, no obstante, he de señalar algunas impresiones que empecé a tener en Ciudad del Este y que se repitieron con mucha mayor insistencia en Asunción. Paraguay se enfrenta con desafíos de enorme envergadura como es la ofensiva salvaje y despiadada de la ideología de género que ya ha obtenido alguna victoria. No falta la gente que se da cuenta del peligro y que desea plantarle cara de la manera más efectiva porque aman a su nación y a sus familias. Entre los cristianos evangélicos, no es difícil encontrar personas preocupadas y deseosas de hacerlo lo mejor posible. Sin embargo, los paraguayos chocan con cuatro problemas de seria envergadura. El primero es la herencia hispano-católica. Como en España, los paraguayos están acostumbrados a que los valores morales los defienda un estado confesional o semi-confesional. Al igual que el niño pegado a las faldas de su madre – o que los españoles, sin ir más lejos – tienen dificultades para defender por su cuenta lo más esencial y las tienen porque carecen de práctica histórica. Los paralelos con España saltan a la vista. Sin embargo, en la sociedad actual o aprenden a organizarse y defenderse o los devorarán. Así de claro. El segundo es el desconocimiento del tema. Las buenas intenciones no bastan lamentablemente. En mis últimas horas – ya lo referiré con más detalle – tuve la oportunidad de ver cómo un periodista no especialmente agudo hacía trizas a un clérigo que se puso a hablar de ideología de género. No le costó nada hacerlo porque el personaje en cuestión era un ignorante. La lección es que hay cosas demasiado serias como para dejarlas en manos de aficionados. El tercero es que no veo indicios de que sepan aceptar los costes de hacer las cosas bien. Pretender buscar lo más barato, lo menos costoso lo que menos exija es una locura. Es como intentar asegurar la casa frente a un huracán y tapar las ventanas con cartón porque resulta más barato. En ese sentido, R intentando promocionarme refiriéndose a que soy gratis constituye un lamentable ejemplo de lo que jamás hay que hacer. Nada es gratis y menos todavía lo excelente. Naturalmente, podemos optar por las defensas de cartón. El cuarto y último es una dificultad para organizarse y coordinarse de manera adecuada. Como ya he señalado antes, ni una sola de las entidades que me invitaron – y fueron varias – grabó mis exposiciones. Lo que ha quedado de lo que yo haya podido enseñar o aportar se lo debemos a medios de comunicación seculares o a las notas que alguien tomó. A pesar del notable entusiasmo que he percibido en estas dos semanas en relación con mis exposiciones, iré padeciendo una sensación creciente de estar arrojando agua en un cesto. Podría esa agua calmar la sed o servir para el cultivo de la tierra, pero mucha se va a perder por la sencilla razón de que nadie, absolutamente nadie, ha caído en lo conveniente de conservar y difundir esos materiales. Esta impresión que comienzo a sentir con inquietud y preocupación en Ciudad del Este se convertirá en angustiosa en Asunción. Pero de eso ya hablaré más adelante.



CONTINUARÁ





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Published on September 20, 2017 00:06

September 19, 2017

Aventuras paraguayas (II): Duelo en el barro

Voy a hacer gracia a mis lectores de tener que soportar la lectura de lo que fue el viaje a Paraguay.

Mientras estuve en manos de la American Airlines excelente, a partir de ahí carreras, sobresaltos, mal servicio, incomodidad, sudores… Al final, el avión de enlace desde Sao Paulo nos dejó a mi asistente y a mi en Asunción. Nunca viajo con asistente, pero, esta vez, reconozco que resultó providencial. R – que tanto había insistido para convencerme de acudir a Paraguay – no estaba para recibirnos. En su lugar, apareció un señor que nos presentó al joven que debía llevarnos por automóvil a Ciudad del Este. Luego sabría que había un vuelo que conectaba Brasil con Ciudad del Este y que podríamos haberlo tomado ahorrándonos aquel viaje de madrugada, pero, al parecer, ni a R ni a nadie se les pasó por la cabeza librarnos de más de tres horas por carreteras tercermundistas. Así, a veinte horas de viaje previas, se sumó un trayecto por unos caminos que hacían buenos los de la España de los años sesenta.



Dando tumbos en medio de la negrura de la noche paraguaya, llegamos a Ciudad del Este y al denominado centro naturista. Vamos a ver cómo les cuento esto. imagínense en medio del campo, un campo como el buena parte de España en los sesenta, un edificio de dos plantas, destartalado donde se aloja un restaurante vegetariano, algunas habitaciones y distintas dependencias para actividades naturistas. A mi me conducen a una habitación más que modesta, estrecha y con baño que es, no obstante, la mejor del lugar. Una habitación comunal que deberá compartir con cinco o seis personas más engulle a mi asistente. No cabe duda de que me dispensan un trato privilegiado.



Como hemos llegado a las cuatro de la mañana, me avisan de que en lugar de a las siete me despertarán a las siete y media. Es un detalle que permite que esa noche duerma un par de horas malcontadas. Trastabillando abandono la angosta estancia para llegar al despacho del director que se encuentra pegado al restaurante. Nos cuenta una historia difícil de comprender – habla en un portugués cerrado – sobre los beneficios del vegetarianismo y sus posibilidades infinitas. Insiste en que hay que buscar la felicidad y que para eso es esencial no escuchar la radio. Durante tres días, yo no podré comer más que manzanas – mi asistente tiene más suerte y se entera de que también le darán uvas y piña – y, con esa información, me encaminan hacia una dependencia que parece propia de un hospital robado. Lo que viene a continuación se resiste a la descripción. Me desnudan totalmente para tumbarme en una camilla cubierta con mantas de las más diversas procedencias – alguna tiene letras árabes – acto seguido el personaje que me atiende y que se cubre la cabeza con un gorrito como el de los pinches de cocina me tapa totalmente con una pasta formada por barro y cebolla. Sólo un estrecho espacio en torno a los ojos queda libre del barro que me tapa hasta el poco pelo que me queda en la cabeza. Después me cubre con mantas y me dice que así me quedaré por dos horas.



La experiencia con el barro es todo menos agradable. No sólo es que me pica hasta el alma, es que no puedo respirar. Aguanto como un jabato hasta que aparece el muchacho, me ayuda a levantarme, me pasa una espátula por todo mi humillado cuerpo y me conduce a una ducha. Por un instante, me temo que salga gas por algún lado, pero es una sensación pasajera. Me ducho aunque reconozco que el olor a cebolla no me ha abandonado cuando, completamente desnudo, me sientan en un recipiente con agua caliente y me ordenan que utilice un jarrito para echármela por todo el cuerpo. En paralelo, me sumergen los pies en un cubo de agua fría. Me enteraré tiempo después de que es para activar el bazo. Yo ignoro completamente para que deseo tener el bazo activado, pero en esos momentos me enjaretan una copa con zumo de manzana. La tomo con cierto alivio. Es lo único medianamente grato que me han encasquetado desde que llegué. Medito sobre la justicia de que me cobren por esto. En las universidades de Estados Unidos, pagan a la gente que se somete a este tipo de experimentos.



Los baños para activar el bazo - ¿de dónde han sacado que el mío es inactivo? – son seguidos por una sesión alterna de toallas ardiendo y gélidas. Con eso concluye la sesión de la mañana, antes de servirme un plato con tres manzanas.



Dado el viaje, la falta de sueño y el barro, yo hubiera esperado dormir la siesta. Gran error. Apenas he terminado las manzanas, me llevan de nuevo a la sala de las camillas y me envuelven esta vez en mandioca y cebolla por hora y media. Luego vienen de nuevo las sesiones de agua fría y caliente y las de toallas. Cuando acaba todo, llevo más de seis horas de innegable padecimiento corporal al que se suma otro plato de manzanas. R aparece para contarme lo mucho que espera de este viaje y lo extraordinario que es el lugar donde me encuentro.



Ahorraré al amable lector los detalles sobre esos tres días. La gente del enclave multiplica las historias de curaciones de cáncer, de diabetes, de todo lo que se pueda pensar. Yo me siento profundamente escéptico a diferencia de mi asistente. Me pregunto si nuestra óptica se debe a que le dan uvas y piña mientras que yo sigo circunscrito a la manzana. Para colmo, descubro que enfrente del lugar hay un restaurante donde se anuncian croquetas, empanadas y milanesas. A pesar de todo, no salto para entrar en él y lo atribuyo a la debilidad de comer sólo manzanas o quizá al deseo de obedecer todas las instrucciones no sea que prolonguen mi estancia allí por quebrantamiento de condena.



Aunque R se pasa de vez en cuando por el lugar no consigo hacerme una idea más amplia de lo que me espera. Una tarde, me acerco con mi asistente al salto de agua cercano. Es bellísimo, pero por algún momento he sentido la tentación de lanzarme a sus profundidades. Ignoro si debo atribuirlo a la dieta de manzanas o a un bazo que ya no se aguanta de reactivado.



El cuarto día, R anuncia que no puede venir a recogernos y me sugiere que me someta al tratamiento otra jornada más. Antes la muerte. Al final, a media tarde conseguimos salir. R, por supuesto, no nos invita a comer mientras nos traslada a Ciudad del Este en un automóvil cuya puerta delantera de la derecha se cae literalmente. Mi cinturón de seguridad parece comido por roedores y temo que no pueda cumplir su cometido. Descubriré entonces con creciente desazón que el hecho de que mi asistente y yo debamos alimentarnos varias veces al día a R le trae sin cuidado. Salvamos la jornada gracias a una pizza vegetariana que me regala el dueño del establecimiento. Buen tipo a fin de cuentas aunque me ha hecho lo que no me habían hecho jamás. Mi asistente exuda satisfacción por el tratamiento, yo, en cambio, agradezco abandonar el lugar. Sospecho que mi bazo también.





CONTINUARÁ

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Published on September 19, 2017 00:14

September 17, 2017

Aventuras paraguayas: Al Paraguay, guay, yo no voy…

Debería comenzar hoy la anunciada serie sobre Guatemala, pero he tomado la decisión de anteponerle otra dedicada a mi paso por Paraguay que concluyó ayer.

Cierto, en Guatemala estuve antes y de esa trayectoria daré detalles cumplidos a los lectores de este blog, pero antes me veo en la obligación moral de relatar lo que pasó en Paraguay. Guatemala – donde todo fue a las mil maravillas - puede esperar.



Los preparativos para el viaje comenzaron hace ya bastantes meses. Recibí la llamada de un personaje al que llamaré R que mencionó el nombre de personas conocidas y me manifestó su deseo de que viajara al Paraguay para dar unas conferencias relacionadas con el Quinto centenario de la Reforma y alguna cuestión de interés que pudiera surgir. No lo conocía personalmente, pero la mención de conocidos comunes y el hecho de que insistiera en que viajara dos semanas – un espacio de tiempo muy largo porque, habitualmente, no suelo superar la semana fuera de casa - me llevaron a pensar que podría ser relevante. Para convencerme, R no sólo me habló de las múltiples oportunidades sino también de que conocía un centro naturista donde podrían atenderme añadiendo que los que me invitarían correrían con los gastos de los días que estuviera en el lugar como una muestra de cortesía. A todo aquel cúmulo de circunstancias se sumó el criterio de mi editora que manifestó el enorme interés que tendría presentar mi libro El legado de la Reforma en Paraguay. Fue así como, de manera absolutamente excepcional, reservé dos semanas de mi agenda de septiembre, a un paso de comenzar las emisiones de la nueva temporada de La Voz, al Paraguay.



Y así fueron pasando los meses. Yo iba por otros países, cerraba los detalles de viajes diferentes y Paraguay mientras tanto se hallaba sumido en el silencio ocupando dos semanas de mi tiempo, pero sin dar señales de vida. No era muy serio por parte de R y pensé en suprimir lo agendado, pero me parecía incorrecto no darle una nueva oportunidad. Así, unas semanas antes de mi supuesta marcha, me puse en contacto con R. Me contestó con entusiasmo, pero, esta vez, ya me aclaró que no tenía noticias de cómo iba todo – si no las tenía él, ¿quién las iba a tener? – y de que además lo de la clínica naturista tenía que arreglarlo yo. Mis anfitriones, al parecer, habían decidido ya tener menos muestras de gentileza de las iniciales. Seguramente, en ese momento, debería haber dicho a R que no era precisamente un ejemplo de tener palabra ni formalidad, pero me frené. Me dije que, a fin de cuentas, yo me dedico a servir al prójimo y no a hacer turismo; que la clínica me la podría pagar yo y que un error lo tiene cualquiera. Si al menos pudiera hacerme llegar el programa de actividades que deseaban que cubriera…



Lo que vino a continuación fue un estrellarse a diario contra un muro de pasmosa, clamorosa y rampante incompetencia. En algún momento, pensé que en lugar de tratar con paraguayos me enfrentaba con una caterva de sicarios de Montoro a los que tenía que reclamar una devolución monetaria. Nadie sabía los temas, nadie sabía los días, nadie sabía los lugares… nadie sabía nada y el que menos sabía era R que era el padre de la criatura. Unos y otros se lanzaban la pelota y, como si anduviera por los pasillos de un ministerio en España, nada se concluía de forma racional.



La semana anterior a mi marcha al Paraguay le comuniqué a mi editora que iba a anular el viaje. Me traía sin cuidado la clínica naturista – que además ahora pagaría yo – me traía sin cuidado la promoción de mi libro y me traía sin cuidado otro tipo de cuestiones. Aquella gente podía ser bienintencionada, pero como organizadores recordaban Aguascalientes, es decir, que dejaban mucho que desear. Alarmada, mi editora realizó varias llamadas a Paraguay mientras mi asistente imploraba, suplicaba y, al final, exigía que le mandaran una agenda de mis actividades porque improvisar no es lo mío ni me parece serio.



En medio de una sucesión de acontecimientos que recordaba El procesode Kafka, llegaron los billetes de avión. Paraguay carece de conexión directa con Estados Unidos – al parecer, las compañías norteamericanas se han hartado hace tiempo de que no las paguen – y para llegar a Asunción debía viajar al Brasil previamente. No terminaba ahí todo. En el aeropuerto de Sao Paulo tendría que esperar seis horas a mi enlace. Una vez más, me sentí tentado de anular aquel periplo. En el último momento, realizaron un cambio y mi paso por Sao Paulo se vio reducido a una hora, riesgo no pequeño si perdía el enlace y garantía segura de correr como un poseso por los pasillos del aeropuerto para llevarlo a cabo. Al menos, hasta Brasil podría viajar en American Airlines.



Pero la agenda seguía sin llegar. A 72 horas de mi partida, mi asistente comunicó a los organizadores – por llamarlos de alguna manera – que si ese mismo día no disponía de mi itinerario con los temas, un servidor anularía el viaje. En doce horas me llegó una agenda… totalmente ficticia. Que iba a tener cuatro, cinco, seis actividades diarias quedaba más que claro. Se trataría de un verdadero maratón suficiente para quebrar la salud de cualquiera, pero saltaba a la vista que se trataba de una agenda ficticia. Los títulos de no pocas de las conferencias parecían haber sido improvisados para dar la sensación de que estaba todo cerrado y de que el viaje no debía ser anulado. A vuelta de correo, sugerí el cambio de varios títulos de conferencias por otros que, dado el auditorio, me parecían más adecuados. Los aceptaron sin replicar ergo… me creció la sospecha de que sólo habían intentado acallarme. De nuevo, pensé en la sensata posibilidad de anular aquel viaje. Me contuve al final pensando que varias de las ponencias eran sobre la manera en que la Reforma había transformado la sociedad y sobre la ideología de género que lleva haciendo de las suyas en Paraguay desde hace un tiempo y que ha pillado totalmente desprevenida a la sociedad. Me pregunté una vez más si, cambiando la letra del cuplé, no debería evitar ir al Paraguay para no naufragar, pero opté por viajar impulsado por el deseo de ayudar al prójimo por muy lejano que estuviera. Hemos venido a servir a los demás y no a servirnos de ellos. Nunca hubiera podido imaginar lo que me esperaba.





CONTINUARÁ

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Published on September 17, 2017 23:59

September 16, 2017

Pablo, el judío de Tarso (XL)

El segundo viaje misionero (XVI): las cartas a los Corintios (III): La primera carta a los Corintios (II)


El siguiente problema planteado por los corintios era el relativo a los alimentos sacrificados a los ídolos. En una ciudad como Corinto, era muy común que la carne procedente de los sacrificios se vendiera luego en la carnicería. ¿Podía consumirse ese alimento que había estado vinculado de manera tan estrecha al culto pagano? La respuesta del apóstol constituye un prodigio de delicadeza. El ídolo a fin de cuentas no era nada ya que sólo existe un Dios y un Señor (8, 1-6). No debía existir por lo tanto obstáculo para consumir esa carne. Sin embargo, existía un problema que no podía pasarse por alto:





7 Pero no todos tienen este conocimiento ya que algunos, habituados hasta ahora a los ídolos, comen como sacrificado a los ídolos, y su conciencia, siendo débil, es contaminada. 8 Lo cierto es que la comida no nos hace más aceptos a Dios: porque ni seremos más porque comamos, ni seremos menos porque no comamos. 9 Sin embargo, vigilad para que vuestra libertad no haga tropezar a los débiles. 10 Porque si te ve alguno, a ti que tienes conocimiento, que estás sentado a la mesa en el lugar de los ídolos, ¿la conciencia de aquel que es débil no se verá impulsada a comer de lo sacrificado a los ídolos? 11 Y, de esa manera, por tu conocimiento se perderá el hermano débil por el que el mesías murió. 12 De esta manera, pues, pecando contra los hermanos, e hiriendo su conciencia débil, contra el mesías pecáis. 13 Por lo cual, si la comida le resulta a mi hermano ocasión de caer, jamás comeré carne por no hacer tropezar a mi hermano.



(I Corintios 8, 7-13)





El problema de los alimentos sacrificados a los ídolos nos parece actualmente algo lejano y anacrónico. Seguramente es así. No obstante, el principio enunciado por Pablo conserva una enorme actualidad. En no pocas ocasiones, la persona que tiene una mayor formación teológica capta que determinadas conductas carecen de sentido y que no rigen ciertas prohibiciones. Sin embargo, el criterio de su conducta no debería ser, según Pablo, tanto su superioridad de conocimiento como el bien del otro. En el caso de lo sacrificado a los ídolos, los hermanos débiles podrían verse arrastrados a cometer actos contrarios a su conciencia contaminándose. Era cierto que un cristiano podía comer de todo lo que se vendiera en el mercado sin problemas de conciencia (10, 25), pero, vistas así las cosas, ¿no era mejor renunciar a algo a lo que se tenía derecho por el bien de alguien por el que murió el mesías? Pablo no planteaba la cuestión desde una especulación lejana. Por el contrario, su propia vida era un ejemplo de cómo siempre es mejor renunciar a derechos reales y ciertos si de esa manera no se pone obstáculo al avance del Evangelio:





1 ¿NO soy yo un apóstol? ¿no soy libre? ¿no he visto a Jesús nuestro Señor? ¿no sois vosotros mi obra en el Señor?... 4 ¿Acaso no tenemos derecho a comer y de beber? 5 ¿Acaso no tenemos derecho a llevar con nosotros una esposa como hacen también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Pedro? 6 ¿O es que acaso sólo yo y Bernabé carecemos del derecho de no trabajar? 7 ¿Quién jamás peleó a sus expensas? ¿quién planta una viña, y no come de su fruto? ¿o quién apacienta el ganado, y no bebe su leche? 8 ¿Acaso recurro a un razonamiento humano? ¿No dice eso mismo la Torah? 9 Porque en la Torah de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Se preocupa Dios de los bueyes? 10 ¿O lo dice enteramente por nosotros? Por nosotros está escrito: porque con esperanza ha de arar el que ara; y el que trilla, con esperanza de recibir el fruto. 11 Si nosotros os sembramos lo espiritual, ¿es mucho que seguemos en lo material? 12 Si otros tienen sobre vosotros ese derecho, ¿no debe suceder todavía más con nosotros? Sin embargo, no hemos usado de ese derecho. Por el contrario, soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. 13¿No sabéis que los que trabajan en el templo, comen del templo; y que los que sirven al altar, del altar participan? 14 Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio. 15 Sin embargo, yo no me he aprovechado de nada de esto, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo; porque prefiero morir, antes de que alguien me prive de esta gloria. 16 Porque si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme ya que se trata de una necesidad que me ha sido impuesta y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!... 18 ¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, lo haga gratis, para no abusar mal de mi derecho en el evangelio. 19 Por lo cual, siendo libre para con todos, me he hecho siervo de todos para ganar a más. 20 Me he hecho judío a los judíos, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) me he hecho como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; 21 y para los que no tienen ley, me he comportado como sin ley, como si yo fuera sin ley, (no porque esté yo sin ley de Dios ya que estoy en la ley del mesías) para ganar a los que estaban sin ley. 22 Me he hecho débil para los débiles por ganar a los débiles. A todos me he hecho todo, para que de todos modos salve a algunos. 23 Y esto lo hago por causa del evangelio, para participar en él.



(I Corintios 9, 1-23)





La posición de Pablo proporciona una de las claves de su carácter y también de su enseñanza. Lo esencial para el creyente ha de ser el facilitar a los incrédulos el conocimiento del Evangelio y el cuidar de los otros hermanos en la fe. Semejante compromiso implica renuncias a derechos totalmente legítimos. Sin embargo, esa pérdida no debería de ocasionar malestar. Todo lo contrario. Tendría que ser motivo de un orgullo legítimo, el que nace de saber cuáles son las verdaderas prioridades y de adaptarse a ellas.



A fin de cuentas, los creyentes en Jesús debían ser conscientes de que su ética no era la del mundo que los rodeaba. De ella quedaba excluida la idolatría (10, 7), la fornicación (10, 8), el tentar al Señor (10, 9), la murmuración (10, 10) y la participación en ceremonias paganas (10, 14 ss) y se caracterizaba fundamentalmente por el hecho de que “ya se comiera o se bebiera, o se hiciera cualquier cosa, todo debía hacerse para la gloria de Dios” (10, 31).



A continuación Pablo se ocupa de problemas relacionados con el culto. La primera cuestión es el atavío de las mujeres y su papel en la celebración. A diferencia de lo que sucedía en la sinagoga, Pablo – al que se suele acusar injusta e inexactamente de misógino – enseña que la mujer puede orar y profetizar en el seno de la comunidad cristiana (11, 4). No sólo eso. Aunque sabe que algunos pretenden que el varón es superior porque Eva fue creada para Adán, Pablo indica que podría llegarse a la conclusión opuesta si se piensa que los hombres nacen de una mujer. Ambas conclusiones empero resultarían erróneas ya que “en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón, porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer, pero todo procede de Dios” (11, 11-12). El pasaje que indica una nueva visión de las relaciones entre hombre y mujer en el seno de la fe en Jesús encaja con las afirmaciones de Pablo cuando escribió a los gálatas y también con el ejemplo del mesías. No obstante, a Pablo no se le escapa la necesidad de guardar el decoro en las celebraciones y más en una ciudad donde las mujeres no destacaban por su honestidad. Se trataba de una cuestión sobre la que no estaba dispuesto a discutir, entre otras cosas porque la costumbre de las iglesias de Dios no era perder el tiempo con esas minucias (11, 16).



Más grave era la situación planteada por la Cena del Señor. Inicialmente, las primeras comunidades cristianas dieron a esta celebración un carácter comprensiblemente festivo y junto con la participación en el pan y en el vino tenía lugar una comida fraternal. El problema era que en Corinto la práctica había degenerado gravemente. Los más acomodados aprovechaban la ocasión para mostrar su mejor situación económica llegando a emborracharse mientras que los más humildes pasaban no pocas veces hambre (11, 21). A juicio de Pablo esto “no es comer la cena del Señor” (11, 20), sino una manera de “avergonzar a los que no tienen nada” (11, 22). El sentido de la cena del Señor era comer el pan y beber el vino en conmemoración de la última pascua celebrada por Jesús junto a sus discípulos hasta el momento en que regresara:





23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan; 24 y, habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria mía. 25 Asimismo, después de haber cenado, tomó también la copa diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre: haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria mía. 26 Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga.



(I Corintios 11, 23-26)





CONTINUARÁ

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Published on September 16, 2017 23:14

September 15, 2017

My God is Real

Creo recordar que aprendí esta canción en un campamento para jóvenes un par de años después de mi conversión.


Desde el principio me entusiasmó porque recogía, de manera sencilla y bella, mi propia experiencia. En esta vida, hay muchas cosas que no llegaremos a entender y quedarán muchos lugares por visitar. Con todo, hay algo realmente relevante y es que Dios es real y que podemos sentirlo en nuestro ser.



Ciertamente, esa sensación no nos explica porque nos amó y se entregó por nosotros y nos salvó. Sin embargo, es posible que tampoco entendamos el mecanismo mediante el cual los planetas se mantienen girando en el espacio y no por ello dejan de hacerlo.



A fin de cuentas, también lo importante no es lo que no se entiende de la Biblia sino vivir de acuerdo con lo que se entiende. Desde hace décadas, he sentido una cierta aprensión por aquellos que formulan preguntas sobre las posibilidades de salvación eterna de los esquimales y, sin embargo, no se plantean su salvación o por aquellos que discurren sobre la justicia de Dios, pero no tienen la menor intención de vivir con integridad. No puedo dejar de pensar que esas referencias no son sino la excusa para actuar como es debido. Pero allá ellos… Yo soy más que consciente de que hay cosas que se me escapan a mi comprensión y que no lograré hacer todo lo que hubiera deseado, pero, con todo y con eso, mi Dios es real y lo siento en todo mi ser.



Esta canción me es muy querida y, precisamente por eso, les dejo una versión clásica de Jerry Lee Lewis, dos más también en inglés en el magnífico programa de los Gaithers, una en español interpretada por Danny Berrios y, finalmente, una bilingüe. Espero que las disfruten mucho mientras meditan en el contenido de la canción. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Aquí está Jerry Lee Lewis



www.youtube.com/watch?v=AqyaoLL-oRA



Primera version con los Gaithers



www.youtube.com/watch?v=COHO2kgr5lw



Otra versión con los Gaithers



www.youtube.com/watch?v=kPVxtUEeYM4



Una versión en español de Danny Berrios



www.youtube.com/watch?v=gxBVjJ_j9aA



Y una versión en español e inglés en River Church



www.youtube.com/watch?v=XrRJUL4PLuA

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Published on September 15, 2017 23:13

September 14, 2017

Setenta por ciento

Se acerca la fecha del ilegal referéndum independentista impulsado por los nacionalistas catalanes y se multiplican las encuestas. Al parecer, la bochornosa charlotada la podrían ganar los secesionistas por la sencilla razón de que los partidarios de la democracia y de la legalidad en su mayoría no acudirían a votar.


Así, los golpistas contarían con una participación de menos del cincuenta por ciento, pero también con una victoria holgada. Los datos, lamentables y tristes, resultan, como mínimo, verosímiles. Hay, con todo, otro adicional que deja al descubierto la astronómica envergadura de gravísimos errores previos. Entre los jóvenes, el setenta por ciento es partidario de la independencia de Cataluña. Descuenten si lo desean a grupos como esos musulmanes que esperan sólo la separación de España para apoderarse de la región al asalto y quédense sólo con los que nacieron y se criaron en Cataluña. La razón de semejante despropósito se encuentra en haber entregado la educación a las CCAA. Ya hace décadas algunos – poquísimos – advertimos del inmenso peligro que entrañaba esa irresponsabilidad. No se trataba sólo de que la educación no tendría el mismo nivel en todos los rincones de España. Es que, por añadidura, nacionalistas catalanes y vascos la aprovecharían para cavar un foso entre sus regiones respectivas y el resto de la nación. Año tras año, curso tras curso, programa tras programa, España ha sido presentada no como la patria común sino como la entidad invasora y opresora. Daba igual que Cataluña contara con más transferencias que cualquiera de los Länder alemanes o que se meriende el sesenta por ciento del FLA, Madrid la roba y España la pisotea. No importaba que los catalanes ilustres hubieran sido hasta bien entrado el siglo XX españolistas convencidos y orgullosos. Tampoco tenía la menor relevancia que hubiera combatido en la Guerra de Sucesión por el imperio español y no por una supuesta independencia. Al fin y a la postre, los nacionalistas han logrado lavar el cerebro del setenta por ciento de los jóvenes. Y no será porque no se les haya tolerado imponer el nombre catalán de las provincias, saquear al resto de España, perseguir el español – este periódico es de las pocas instancias que ha mantenido la dignidad en esa tesitura – o disfrutar de una impunidad impensable. Al final, el setenta por ciento de los jóvenes se creen la mentira. Hubiera tenido más cuenta escucharnos hace años.

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Published on September 14, 2017 23:10

September 13, 2017

Cuando llegue octubre

En los relatos de la trágica crisis venezolana que empeora casi a diario y que llena nuestros medios echo a faltar la mención de dos aspectos que resultan esenciales para analizarla cabalmente.


El primero es el pacto concertado hace un trienio por Obama y el rey de Arabia Saudí para mantener artificialmente bajo el precio del petróleo. Semejante decisión hubiera significado un vendaval insoportable incluso para una nación con gobernantes sabios y honrados. Dado que más del noventa por ciento de las exportaciones venezolanas giraban en torno al crudo, que los chavistas son corruptos hasta la médula y que su incompetencia económica es proverbial implicó un golpe fatal aprovechado, siquiera en parte, por la oposición. En ese sentido, las quejas repetidas hasta la saciedad de que Estados Unidos no está haciendo lo suficiente son radicalmente injustas. Nunca habríamos llegado al punto actual sin ese acuerdo entre Obama y Arabia Saudí. Por el contrario, el chavismo habría mantenido y quizá ampliado sus redes clientelares y seguiría siendo extraordinariamente fuerte y provisto de enorme respaldo popular. El segundo aspecto que también se pasa por alto es que, en octubre, Maduro se enfrenta con un vencimiento de deuda que puede concluir con una suspensión de pagos nacional, quiebra soberana o default, como ustedes quieran denominarlo. Es cierto que hace unos meses Goldman Sachs acudió en ayuda del régimen chavista comprando un trozo de deuda descomunal. Sin embargo, no parece que semejante balón de oxígeno se pueda repetir y sobre todo que lo haga en las proporciones necesitadas por los chavistas. Si a eso se añaden las medidas adoptadas por Donald Trump para limitar el comercio con Venezuela, hay que llegar a la conclusión de que pinta de color hormiga para el régimen chavista. ¿Qué va a suceder entonces? Si Maduro no logra renegociar la deuda – y sería un milagro conseguirlo – su permanencia en el poder podría quedar limitada a algo más de un trimestre a partir de la quiebra soberana. Sin embargo, para asegurar ese resultado tendrían que darse algunas condiciones. La primera sería que la oposición consiguiera unirse de una vez y alcanzara a fraguar algún tipo de plan conjunto que fuera más allá de desplazar a Maduro de la presidencia, algo que, dicho sea de paso, no ha logrado hasta la fecha. En otras palabras, el chavismo quedará tan debilitado que podría caer, pero sólo si la oposición aprende a ir más allá, mucho más allá, de las concentraciones en la calle, los cortes de la circulación y los muchachos lanzando cócteles Molotov a la policía. Seguramente, el papa Francisco podría lanzar un último cable de salvación al chavismo, pero la realidad es que el Vaticano puede ayudar a dictadores como Raul Castro, pero siempre con riesgos controlados. Igualmente, el inefable José Luis Rodríguez Zapatero seguirá enredando para salvar al chavismo porque se siente cercano a él e igualmente porque sus cabildeos le hacen sentirse importante. Quizá también porque, como la ex fiscal general del estado de Venezuela ya ha dejado caer, existirían pruebas, que obrarían en su poder, de grave colusión entre el gobierno de Rodríguez Zapatero y el de Hugo Chávez. Pero la capacidad de Rodríguez Zapatero, como todos saben, es más que limitada en el plano internacional aunque en el nacional aún sigan los españoles sufriendo los pavorosos efectos de su gobierno. De manera que, cierto, la oposición venezolana, aunque esté cargada de razón en contra del chavismo, deja que desear, pero, si esta vez logra aprovechar la ocasión de octubre estará más cerca del triunfo que nunca.

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Published on September 13, 2017 23:09

César Vidal's Blog

César Vidal
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