César Vidal's Blog, page 14
March 25, 2018
Pablo, el judío de Tarso (LXXV): En Roma (V): Las cartas de la cautividad (IV): Filipenses
El problemas de “los santos en el mesías Jesús que están en Filipos” no era la herejía como en Colosas, sino sustancialmente, la tendencia a la división y la controversia. Se trataba de una circunstancia que podía amargar de manera considerable la vida de aquellos fieles. La respuesta de Pablo es un verdadero canto a la alegría, una alegría que puede preservarse incluso encadenado en Roma y que nace directamente de la presencia de Jesús en cada vida. También es uno de los discursos más cristocéntricos de su carrera al derivar directamente del ejemplo de Jesús los patrones de conducta que han de seguir sus discípulos. Hasta qué punto esa visión se encarnaba en Pablo aparece ya en los primeros versículos de la carta donde relativiza su difícil situación en términos de la voluntad de Jesús el mesías. Ni la reclusión, ni la envidia, ni siquiera la muerte le inquietan:
12 Y quiero, hermanos, que sepáis que las cosas que me han sucedido, en realidad, han contribuido al progreso del evangelio; 13 De manera que el hecho de que mis prisiones se deben al mesías se ha hecho patente en todo el pretorio, y para todos los demás; 14 Y muchos de los hermanos en el Señor, alentados por mis prisiones, ahora se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. 15 Es cierto que algunos predican al mesías por envidia y por rivalidad; pero otros lo hacen de buena voluntad. 16 Los unos anuncian a Cristo por deseo de competir, sin sinceridad, pensando en añadir aflicción a mis prisiones; 17 pero los otros actúan por amor, sabiendo que estoy aquí para defender el evangelio. 18 ¿A qué conclusión llego? Pues a la de que, no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, es anunciado el mesías; y eso me proporciona una gran alegría y lo seguirá haciendo. 19 Porque sé que acabaré siendo liberado, gracias a vuestras oraciones y a la dispensación del Espíritu de Jesús el mesías; 20 de acuerdo a lo que deseo y espero, que en nada seré confundido, sino que, por el contrario, con toda confianza, como siempre, ahora también será engrandecido el mesías en mi cuerpo, o por vida, o por muerte. 21 Porque para mí el vivir es el mesías, y el morir es ganancia. 22 pero si el vivir en la carne contribuye a dar fruto para la obra, no sé entonces qué escoger; 23 porque me siento atrapado entre ambas cosas, al tener deseo de ser desatado, y estar con el mesías, lo cual es mucho mejor 24 pero también viendo que quedar en la carne os resulta más necesario. 25 Y confiado en esto, sé que me quedaré, que aun permaneceré con todos vosotros, para provecho vuestro y alegría de la fe.
(Filipenses 2, 12-26)
Pablo distaba mucho de contemplar su situación como algo idílico o de juzgarla de forma irresponsable. Sabía de sobra que algunos miembros de la comunidad de Roma le envidiaban e incluso se sentían impulsados a competir con él. Por otro lado, no podía negarse que continuaba recluido y que no era descartable la idea de su ejecución si, efectivamente, el césar apreciaba que era un provocador de sediciones. Sin embargo, esas circunstancias no le habían hecho perder la alegría. Cierto, había quien se caracterizaba por la rivalidad y la envidia, pero, a fin de cuentas, predicaban el Evangelio y eso era lo importante. Cierto, podía morir, pero si sucedía, inmediatamente pasaría a estar con Jesús, una afirmación, dicho sea de paso, bien interesante sobre la visión del más allá que tenían los primeros cristianos y que dista enormemente de formulaciones posteriores. Cierto, su ejecución podía ser una pérdida, pero ¿quién sabía si el Señor no le mantendría algo más de tiempo en este mundo precisamente para que siguiera desempeñando su ministerio? Pablo no era ni un iluminado, ni un creyente en el pensamiento positivo, ni negaba la realidad. La conocía, pero – y aquí está la clave – la contemplaba desde una perspectiva diferente la de él que creía en un Dios que no soltaba las riendas de la Historia. Ese comportamiento – curiosa mezcla de valentía, fe y esperanza - era el que esperaba de los filipenses, pero el punto de referencia no debía ser él, sino el ejemplo del propio Jesús. Ahí se encontraba la clave incluso para las rivalidades que infectaban a los santos de Filipos:
3 No hagais nada por rivalidad o por vanidad. Por el contrario, comportaos con humildad, considerando a los demás superiores, 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino también por lo de los otros. 5 Haya, por lo tanto, en vosotros el mismo sentimiento que tuvo el mesías Jesús: 6 El cual, existiendo en forma de Dios, no se aferró a ser igual a Dios: 7 sino que se vació de sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, una muerte que fue la de cruz. 9 Por lo cual Dios también le ensalzó a lo sumo, y le dio un nombre que está por encima de todo nombre; 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que están en la tierra, y de los que están debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesús el mesías es el Señor, para la gloria de Dios Padre.
(Filipenses 2, 3-11)
El canto al mesías que era Dios y que se vació de esa condición para convertirse en el siervo que moriría en la cruz puede que no fuera original de Pablo y que, más bien, se hubiera originado en medios judeo-cristianos. Cabe incluso la posibilidad de que fuera entonado en las reuniones de culto cristiano. Con todo, esa cuestión resulta secundaria. Lo importante es que el apóstol lo podía citar como la base de la vida del creyente. Si el propio Señor había dado ese ejemplo de humildad, de entrega, de sacrificio, de amor, ¿cómo podían los que habían sido salvados por esas acciones no comportarse de la misma manera? ¿Era mucho pedir que los filipenses se comportaran “sin murmuraciones ni rivalidades” (2, 14)?
Desde luego, ese comportamiento no era excepcional en Pablo. Los filipenses sabían que también se daba en sus colaboradores más cercanos. En Timoteo, que no buscaba “lo suyo propio, sino lo que era de Jesús el mesías” (2, 19 ss) o en Epafrodito, que había estado a punto de morir a causa de una enfermedad contraída en la brega de la evangelización (2, 23 ss). A ambos tenía intención Pablo de enviarlos a los filipenses para que se encontraran de cerca con gente verdaderamente digna de estima (2, 29).
Y es que la vida del seguidor de Jesús adquiría su importancia en asemejarse cada vez más al mesías. Pablo podía, en términos humanos, jactarse de muchas cosas. Era un miembro del linaje de Israel, un miembro de la tribu de Benjamín, la tribu a la que había pertenecido el primer rey de Israel; un fariseo que había en su celo perseguido incluso a los creyentes en Jesús… (3, 4-6). Pues bien, podía afirmar que“las cosas que para mí eran ganancias, las he dado por pérdidas por amor del mesías e incluso juzgo todas las cosas pérdida por el eminente conocimiento de Jesús, el mesías, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, para ganar al mesías” (3, 7-8). No es que Pablo considerara que esas renuncias iban a servirle para ganar la salvación. Todo lo contrario. Lo que deseaba – como había escrito a los gálatas, a los romanos, a los efesios – era “ser hallado en él, no teniendo mi justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (3, 9). Sin embargo, esa convicción de que la salvación no se obtenía por méritos propios sino que era un regalo de Dios que se aceptaba a través de la fe nunca había llevado a Pablo a caer en la inmoralidad o el antinomianismo. Por el contrario, seguía esforzándose por asemejarse a Jesús (3, 12 ss), a ese Jesús, Señor, salvador y mesías, que un día regresaría desde el cielo para transformar los cuerpos de los que creyeran en él en otro “semejante al cuerpo de su gloria, por el poder con el que puede someter todas las cosas” (3, 21).
Partiendo de esa base, Pablo podía pedir a Evodia y Síntique, dos hermanas de la congregación de Filipos, que dejaran sus enfrentamientos (4, 2) y, sobre todo, podía invitar a la alegría a los creyentes a los que dirigía la carta (4, 4). Desde una perspectiva meramente humana, él mismo no era sino el cautivo, viejo y pobre Pablo, pero, desde la de Dios, era uno de sus hijos que si moría se reuniría con Jesús y que si permanecía en este mundo sería para bien (Filipenses 1, 21-3). Por eso, podía invitar a los filipenses a no dejarse llevar por la ansiedad:
6 Por nada os dejéis llevar por la ansiedad. Por el contrario, presentad ante Dios vuestras peticiones en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7 y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, salvaguardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Jesús el mesías.
(Filipenses 4, 6-7)
Los versículos finales de la carta los dedica Pablo a dar gracias a los filipenses porque le han enviado una ofrenda para atender a sus necesidades. El apóstol estaba acostumbrado a vivir con escasez y con abundancia (4, 11-12), a decir verdad, su experiencia cotidiana era que “todo lo puedo en el mesías que me fortalece” (4, 13). Con todo, les agradecía mucho aquella generosidad que ya se había manifestado en el pasado cuando la iglesia de Filipos le había ayudado económicamente al salir de Macedonia (4, 15) y estando en Tesalónica (4, 16). La carta concluía así con el jovial gozo que caracterizaba a un hombre profundamente imbuido de Jesús, un hombre que contaba a esas alturas entre la gente cercana a hermanos que servían en “la casa de César” (4, 22).
Durante el tiempo que estuvo detenido en Roma, Pablo había esperado su puesta en libertad. Así incluso se lo había comunicado a Filemón. No se equivocó en sus apreciaciones. Al cabo de dos años, el apóstol fue puesto en libertad.
CONTINUARÁ
March 24, 2018
Come Thou Fount Of Every Blessing
En español: Fuente de la vida eterna). Robinson llegaría a convertirse en pastor, pero, seguramente, sería una composición como ésta la que le proporcionaría una mayor proyección. No resulta extraño porque se trata de una composición profundamente bella, tersamente sencilla y rezumante de buena teología bíblica. Aunque hay gente que se empeña en considerar que otro ser humano puede ser “dispensador de todas las gracias”, el mensaje de la Biblia constituye un rotundo mentís a semejante dislate. Es Dios mismo y no una criatura a quien debemos agradecer y de quien podemos esperar todo lo bueno. Como señala claramente la letra del himno – se escribió en el siglo XVIII y como tantos otros conserva todo su vigor original – fue Jesús y nadie más quien vino a buscarme cuando estaba perdido y para salvarme del peligro interpuso su sangre preciosa. No hay nada de lo que podamos jactarnos ante Dios ni obra o mérito que podamos exhibir para comprar o adquirir su salvación. Fue El quien vino a buscarnos y lo puso todo en la cruz del Calvario. Esa sangre preciosa no podemos comprarla. Sólo recibirla a través de la fe para que nos limpie de todo pecado. Y es así porque la salvación es por pura gracia y esa gracia total sólo viene de Dios.
Hoy les dejo con tres versiones del himno. La primera es de Chris Rice, la segunda de David Crowder en un tono celta que en nada disminuye su belleza y la tercera constituye para mi una sorpresa porque se debe al coro de la iglesia evangélica pentecostal de Viña del mar y, a mi juicio, resulta excelente. Que las disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí esta Chris Rice
https://www.youtube.com/watch?v=ax_NMWLEb6U
Aquí va David Crowder
https://www.youtube.com/watch?v=qDbllO1LrvM
Y ésta es la revelación que yo desconocía. Se trata del Coro de la iglesia evangélica pentecostal de Viña del Mar entonando Fuente de la vida eterna
March 23, 2018
Entrevista con Enrique de Diego (II)
Espero que la disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
March 22, 2018
Entrevista con Enrique De Diego (I)
Aquí tienen usted el enlace a la primera parte de una entrevista que fue prolongada y espero que sustanciosa. Espero que la disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
March 21, 2018
Oro
Lo que más me ha complacido de Oro es que, siendo una obra de ficción, es más verdad que muchos libros de Historia. La gigantesca epopeya de Indias tuvo desde sus inicios dos desgracias terribles que fueron la leyenda negra y la leyenda dorada. La primera la debemos al dominico Bartolomé de las Casas que fue testigo ocular de los hechos y que pudo quizá exagerar aunque, en términos generales, lo que relató era verdad. El problema es que no dijo toda la verdad. La leyenda dorada tuvo entre sus grandes defensores al jesuita autor del Memorial de Yucay, uno de los textos más racistas de la Historia donde se defiende la justicia de que los españoles sometieran a la raza india porque era sucia, fea y legañosa. Dado que nunca ha habido españoles sucios, feos y legañosos la solidez de los argumentos del clérigo era irrefutable. Se esclavizaba y explotaba a los indios, pero era por su bien. También el Memorial de Yucay contaba, desde su punto de vista, una parte de la verdad, pero no toda y debe reconocerse que, en semejante dislate que nadie acepta en Hispanoamérica siguen muchos. Hace décadas que me percaté de que la lectura de los historiadores de Indias permite alejarse saludablemente de ambas leyendas. He sentido lo mismo viendo Oro. Partiendo de una historia con claros paralelos con la jornada de Omagua y el Dorado, en la pantalla vemos el ansia de fama y fortuna, la codicia del oro, la bravura absolutamente irracional, el guerra civilismo de los españoles – sí, ya entonces y con profusión – la adaptación de algunos de ellos a la tierra y el mestizaje, la insumisión a los poderes civiles, la inclinación ante el rey, la violencia extrema generalmente no por crueldad sino por deseo de sobrevivir y la añoranza de los familiares que quedaron al otro lado del mar y que, seguramente, nunca volverán a ser vistos como es también el caso de la propia tierra natal. Gallardía y sangre, esperanza y testarudez, deseo y adaptación aparecen, fidedigna y prodigiosamente, junto a las mil y una características de la conquista. No se la pierdan.
March 20, 2018
Un conspirador llamado Trevijano (II)
Tampoco por su trayectoria política que no tuvo, a fin de cuentas, relevancia alguna. Pero sí porque formó parte de esa galería de conspiradores que, como Avinareta, tienen algo tan soberbio y tan poco útil a la vez que tan español. Permítanme detenerme en este aspecto.
El propio Trevijano contó algunas de sus conjuras que no pasaron de ser comedias bufas, pero divertidas. Un ejemplo – tienen el relato de su propia voz en youtube – es cuando decidió conspirar contra Franco sabedor de que el dictador había sufrido una lipotimia. Pensó entonces Trevijano en que Franco se muriera – como si no lo hubieran pensado antes y después muchos otros – y en traerse entonces a don Juan desde Portugal para proclamarlo rey. La historia – como no podía ser menos – no llegó a nada y como el mismo Trevijano reconocía en un relato acabó con un empleado y con él corriendo por la calle.
Más suerte tuvo en la conspiración del diario Madrid. En un momento determinado, el periódico se encontró en dificultades económicas y Trevijano – de nuevo contado por él – decidió que lo mejor era provocar su voladura de tal manera que dañara la imagen de Franco. Esta vez le salió bien porque, ciertamente, el edificio del diario acabó por los aires, pero la gente que trabajaba en el periódico no se lo perdonaría jamás. El Madrid pudo haberse salvado y había una operación en marcha al respecto, pero el plan propagandístico de Trevijano lo impidió. Periodistas y empleados se fueron a la calle, finalmente, pero Trevijano pudo sonreír satisfecho por el arañazo propinado en el rostro del Régimen. A los que perdieron el empleo les podían ir friendo un paraguas. Por cierto, que uno de los artículos más duros contra Trevijano de estos días procedía de una de las víctimas laborales de aquella conspiración y es que ya se sabe que a la gente no suele gustarle que le priven de su puesto de trabajo.
Menos bien, pero haciendo correr ríos de tinta fue la conspiración de Guinea. Sobre ella escribió Trevijano una obra exculpatoria – ésa sí está en la Biblioteca del congreso – y es cierto que fue el argumento utilizado para arrojarle a la papelera en la época de la Transición. Otro periodista distinto del que perdió su trabajo en el Madrid recordaba hace no mucho un curioso episodio relacionado con Guinea y Trevijano en el que no voy a entrar. Los adeptos de Trevijano pusieron el grito en el cielo, pero no tengo la sensación de que la cosa llegara a mayores. De Guinea, con toda certeza y sin meternos en Honduras, se puede afirmar que acabó en una terrible dictadura y que el dictador Macías le otorgó una condecoración a Trevijano, la primera de un par que se completaría con otra procedente del dictador camboyano Norodon Sihanouk.
Tampoco salió bien – ya lo hemos consignado – la conspiración de la Transición. Ni los partidos estaban por dejarse llevar por Trevijano ni el rey Juan Carlos se mostró dispuesto a recordar a aquel Trevijano que le había procurado por afecto a su padre automóviles y conocimientos femeninos en la época en que era cadete en Zaragoza.
Más posibilidades tuvo quizá Trevijano de hacerse con el control del diario El País. Cualquiera que vea en internet una entrevista que el periódico le practicó en 1976 podrá percatarse de que Trevijano era menos radical de lo que ha contado en los últimos veinte años, pero eso es secundario. Lo importante es que pudiendo hacerse con el primer medio de la prensa escrita de España permitió que cayera en manos de Polanco. Como en los caso del Madrid o de Guinea distintas fuentes apuntan a que además obtuvo un notable beneficio económico. No es un tema de importancia porque si decidió vender las acciones de El País estaba en su derecho y si con ello ganó dinero nadie puede censurarlo.
No parece que Trevijano aprendiera la lección de que las conspiraciones pueden acabar como el rosario de la aurora – sólo la del Madrid salió bien – y a mediados de los noventa volvió a embarcarse en aquella que se dio en llamar, convencional e injustamente, del sindicato del crimen. Tan poco democrática como casi todas las conspiraciones, aquella pretendía acabar políticamente con Felipe González como fuera porque, de lo contrario, tenía posibilidades de pasar en el poder más tiempo que Franco. Tras su primer mandato, fui muy crítico con Felipe González, pero, sinceramente, no veo por qué una conspiración que pretendía descabalgarlo de manera nada democrática a un presidente de gobierno es digna de alabanza. Esta vez los protagonistas fueron casi todos periodistas aunque hasta donde yo sé sólo uno de los partícipes ha dedicado palabras de elogio a Trevijano tras su fallecimiento. Quizá alguno más aparezca aunque confieso que tengo mis dudas. De hecho, los adeptos del difunto estos días han puesto en circulación un texto laudatorio de un empleado del Museo del Prado con un titular donde afirman que lo compara con De Gaulle y Malraux. El que tenga la paciencia de leer el dilatado y encomiástico texto se percatará de que dice que hay hombres en España como Trevijano ¡y Tamames! que no han sido tratados por los poderes públicos con la misma generosidad que De Gaulle trató a Malraux. Reconózcase que va diferencia…
Dicho todo lo anterior, he de decir que aparte de leer sus libros y contemplarlo en los medios coincidí con Trevijano en varias ocasiones. Tuve noticia de su existencia y desaparición – apenas advertida – en la época de la Transición y me encontré con él varias veces a mediados de los años noventa después de que Balbín casi, casi lo extrajera de entre los muertos en un programa de La clave donde Trevijano expuso su tesis de que en España no hay una democracia ni siquiera de baja calidad sino un estado de libertades. Había conspiraciones entonces aparte de las del sindicato del crimen e ignoro en cuántas andaría Trevijano aunque sí puedo decir que no me parecieron nada recomendables los guardaespaldas, partenaires o escoltas que llevaba en un programa de Onda Cero, moderado por Reyes Monforte, donde coincidimos. Entonces como antes y después me pareció dogmático y superficial.
Que era dogmático es cuestión sobre la que no hace falta insistir porque basta ver cualquiera de sus videos y observar la conducta de sus adeptos. Era incapaz de escuchar al que difería de él y no dudaba en cortarlo con gesto airado como si fuera san Atanasio escuchando a un arriano. Ver cualquier programa en que participaba permite contemplar el triste espectáculo de cómo los que lo acompañaban eran interrumpidos con un sofión en cuanto se desviaban lo más mínimo del dogma trevijariano. Que era superficial es algo que puede comprender cualquiera que se tome la molestia y el tiempo – quizá es mucho pedir – de acercarse a sus libros y declaraciones. No deseo ser demasiado prolijo, pero valga como ejemplo que su insistencia en reducir el análisis de España a decir que era una partidocracia encontraba eco en mucha gente, pero no se corresponde con la realidad. Hay poderes mucho más elevados que los partidos que, de hecho, dictan las directrices de éstos sin que nadie rechiste. Esos poderes están por encima de partidos y sindicatos en España, están por encima de las autoridades de la UE y están por encima de los intereses nacionales de cualquier país. Cualquier análisis que no se detenga en ellos siempre será superficial aunque hay que reconocer que es un pecado común a la gente de la Transición y no limitado a Trevijano. Permítaseme citar una anécdota al respecto. Hace unos años, moderaba una tertulia de economía en la que participaba Roberto Centeno. El catedrático comenzó en un momento dado a referirse a una caixa que se comportaba de manera más que censurable. Centeno estaba mucho más moderado que de habitual, pero apenas llevaba un minuto hablando cuando sonó mi teléfono móvil. Acababa de llegar un mensaje del presidente de la cadena diciendo: “Mata a Centeno”. No le hice el menor caso y le dejé seguir hablando. Antes de que pasara otro minuto, un nuevo mensaje me comunicó: “Mata a Centeno ya. Estamos negociando el contrato de publicidad de este año”. Esta anécdota sencilla pone de manifiesto que existen poderes a los que pudo no referirse Trevijano obsesionado con los partidos y la Transición, pero que pesaron en la Transición y en la realidad actual mucho más. De hecho y a pesar de haberlo escuchado horas y horas, nunca escuché a Trevijano referirse a personajes que determinaron la Transición mucho más que Suárez o Carrillo. Bien es verdad que a él ya lo habían descabalgado.
Cualquiera que haya tenido la paciencia de leer las líneas anteriores se habrá percatado de que disto mucho de sustentar las opiniones de aquellos que son adeptos de Trevijano y a los que todo elogio – aunque sea falso – les parece poco, pero también ando muy lejos de aquellos que todavía le guardan viejas rencillas por eso de la amargura del desempleo. Yo no creo que Trevijano fuera un pensador notable, pero sí creo que tiene una novela porque recogió en su vida algunos de esos rasgos enloquecidos del pueblo español, ese pueblo del que Trevijano, muy soberbia, desconsiderada e injustamente, decía que todos eran cobardes porque los valientes murieron en la guerra civil. Son - bien lo sé – rasgos que tanto daño nos han hecho y nos hacen, pero que a mi me producen una enorme ternura. En él se dieron cita hasta la muerte el mantenella y no enmedalla, el mirar a los demás por encima del hombro a pesar de la derrota innegable, el contar la Historia no como fue sino como se desea para mantener el punto de la negra honra, el inventarse palabras – como ese repúblico que es un disparate gramatical porque implicaría que Trevijano era una cosa pública aunque si es así que nos informen de cómo cobramos la parte que nos corresponde del palacete en el que vivía en una de las zonas más caras de la provincia de Madrid – el complacerse escuchando a otros pronunciar el nombre propio, el intentar cambiar el pasado como si semejante dislate pudiera ser posible, el mantener el acento de la tierra natal destrozando cualquier pronunciación de una palabra extranjera, el acertar incluso en ocasiones y hasta hacerlo con cierta brillantez… Como sucede con Don Juan, con la Celestina, con el Buscón, uno no se puede terminar de identificar con Trevijano porque carecía de ese punto tierno y bondadoso que caracteriza, por ejemplo, al Lazarillo y a don Quijote. Sin embargo, a pesar de todo, en él había elementos del ¡No pasarán! y del ¡Que inventen ellos!, que obligan a reconocer que, con sus virtudes y sus defectos, era un hijo de esta tierra, que nunca hubiera cabido en otra y que se mantuvo en sus trece como el papa Luna hasta que se lo llevó de este mundo algo tan prosaico como un cateterismo. Mis condolencias a sus deudos y que el Dios en el que no creía le otorgue no ya la muerte que deseó y no tuvo, pero sí un descanso eterno y en paz.
March 19, 2018
Un conspirador llamado Trevijano (I)
No sólo eso. Es que apenas unas fechas previas había muerto el humorista Forges y la prensa – y el público, dicho sea de paso -mostró mucho más interés en él que en Trevijano. En este caso, los obituarios se redujeron a algunas notas de compromiso asépticas, a algunos artículos negativos procedentes de gente que se había cruzado con el difunto años atrás y a algunos elogios encendidos de amigos o compañeros que, en general, a los adeptos les parecieron bien, pero pocos.
Quien escribe estas líneas glosó con absoluta imparcialidad a Trevijano en una porción del Boletín de noticias del programa radiofónico La Voz y esa glosa provocó la reacción encolerizada de los adeptos porque no sustentaba el mito que Trevijano creó, que ellos creen con una fe en nada inferior a la religiosa y que un servidor no puede sustentar por la sencilla razón de que es negado de arriba abajo por los hechos objetivos. Permítanme aclarar brevemente y sin ánimo de ser exhaustivos a lo que me refiero con mito y realidad.
En una aparición en público que tuvo lugar unas semanas antes de morir gracias a la invitación de las comunidades islámicas de España - www.youtube.com/watch?v=e7BW9Gk1D2k&t=566s – se tiene posibilidad de examinar el contenido del mito y de su nulo contacto con la realidad. La persona que presenta a Trevijano afirma que es el único español cuyos libros están en la Biblioteca del congreso de los Estados Unidos, que aparece en la televisión pública de Rusia y que le piden consejo los asesores del presidente Trump. Cuando Trevijano toma la palabra añade a esos elementos del mito la afirmación de que fue el jefe de la oposición contra Franco y que así aparece reconocido - en los documentos de Wikileaks – donde la CIA lo denomina Maverick. He escuchado estas afirmaciones en multitud de ocasiones y tengo que decir que son rotundamente falsas o que constituyen una flagrante tergiversación de la realidad aunque formen parte esencial del mito.
En primer lugar, es rotundamente falso – por mucho que Trevijano lo dijera y lo repitieran sus adeptos – que fuera el único español con libros en la Biblioteca del congreso de Estados Unidos. El embuste es colosal y pueril porque cualquiera puede ir al catálogo de la citada Biblioteca para verlo. Permítanme afirmar algunas verdades objetivas que podrán comprobar yendo a los enlaces de la Biblioteca del congreso que adjunto:
1. En la Biblioteca del congreso Trevijano tenía cuatro obras raspadas como eran un folletillo de la Transición de una colección de kiosko que muchos recordarán; una apología suya por el asunto de Guinea y, finalmente, su discurso de la república de 1994 que, dicho sea de paso, fue un libro que yo recensioné para El Periódico de Aragón por esas fechas. Se trataba de un ensayo que no estaba mal, pero que como era habitual en Trevijano resultaba más contundente que profundo. La verdad es que por mucho que les pese a sus adeptos como muestra de ciencia jurídica o de pensamiento político las obras dejan muchísimo que desear.
2. En la Biblioteca del congreso hay muchos otros españoles aparte de Trevijano. Un servidor de ustedes por ejemplo, está representado más de cuarenta veces que el difunto Trevijano. Por supuesto, nunca nadie me habrá oído decir la sandez de que soy el único español que tiene obras en esa biblioteca a pesar de que lo multiplico por decenas a Trevijano o que buena parte de mis libros están en la misma sala que los cuatro suyos. Sería verdad, pero no resultaría educado ni elegante.
https://catalog.loc.gov/vwebv/search?searchArg=Cesar+Vidal&searchCode=GKEY%5E*&searchType=0&recCount=25
3. Mi hermano Gustavo tiene prácticamente las mismas obras que Trevijano en la Biblioteca del Congreso y, ciertamente, no es un prodigio, pero tampoco iría por ahí diciendo que es el único español… y bla bla bla…
https://catalog.loc.gov/vwebv/search?searchArg=Gustavo+Vidal&searchCode=GKEY%5E*&searchType=0&recCount=25
y
4. Por si a alguien se le ocurre articular la excusa de que Trevijano tenía en la Biblioteca del congreso libros de ciencia jurídica y los demás no, me veo en la obligación de señalar que ninguno de los libros de Trevijano eran de ciencia jurídica – salvo que como tal se entienda su apología guineana – pero que, por añadidura, hay un montón de españoles con sus obras en la biblioteca del congreso cuyos temas sí son la ciencia jurídica o el análisis político. No pocos fueron o son mucho más ilustres que Trevijano y hasta donde yo sé ninguno iba blasonando de ser el único.
No puedo citar a todos porque esto se convertiría en un catálogo, pero déjenme mencionar a algunos:
El catedrático de derecho político Pedro González Trevijano que anda por ahí representado como muchísimos otros.
https://catalog.loc.gov/vwebv/search?searchArg=Trevijano…
Juan Linz
https://catalog.loc.gov/vwebv/search?searchArg=Juan+Linz&searchCode=GKEY%5E*&searchType=0&recCount=25
José Vidal Beneyto
https://catalog.loc.gov/vwebv/search?searchArg=Vidal+Beneyto&searchCode=GKEY%5E*&searchType=0&recCount=25
Ortega y Gasset presente por si mismo y, por ciento, infinitamente comentado por otros autores
https://catalog.loc.gov/vwebv/search?searchArg=Ortega+y+Gasset&searchCode=GKEY%5E*&searchType=0&recCount=25
José Antonio Primo de Rivera (mira tu por donde) solo y en compañía de otros
E incluso está Roberto Centeno
https://catalog.loc.gov/vwebv/search?searchArg=Roberto+Centeno&searchCode=GKEY%5E*&searchType=0&recCount=25
Insisto: son sólo unos ejemplos y consignar a todos los españoles sería tarea inmensa, pero yo me pregunto: cuando Trevijano repetía esa falsedad una y otra vez ... ¿había perdido el juicio? ¿mentía como un bellaco? o ¿era simplemente un mitómano? Que cada uno se de su propia respuesta.
No es más cierto que Trevijano anduviera como gran especialista apareciendo en la TV nacional rusa. Que apareció en algún programa de TV rusa es cierto, pero, sinceramente, de nuevo, eso le ha sucedido a mucha gente. De nuevo, el que suscribe apareció en RT, en Sputnik y en otros medios rusos como el mismo que entrevistó a Trevijano en cierta ocasión y con la misma periodista, pero, sinceramente, nada de eso implica mérito alguno. Como todas las televisiones hay veces en que entrevistan a gente notable y otras que no es así.
Todavía peor si cabe es que se diga que a Trevijano le pedían consejo asesores de Trump. Lo más cerca que Trevijano estuvo nunca de un asesor de Trump fue Roberto Centeno que ha repetido por activa y por pasiva – lo que le honra – que no ha sido nunca un asesor de Trump sino que desempeñó el papel de voluntario en la última campaña electoral y, con seguridad, lo hizo de manera envidiable. Naturalmente, si los adeptos de Trevijano pueden aportar a alguno de esos asesores – dimitidos o no – gustosamente corregiría estas últimas líneas.
Graves, pues, son estas afirmaciones, pero aún peores son las del propio Trevijano en el video señalado donde se presenta como el jefe de la oposición a Franco y como el Maverick cantado por la CIA. En primer lugar, Trevijano JAMÁS fue el jefe de la oposición a Franco. Estuvo en la oposición a Franco y conspiró no pocas veces contra él, pero nunca ostentó esa jefatura, por otro lado, inexistente. Menos todavía si cabe fue ese personaje extraordinario que, supuestamente, es Maverick. Cualquiera que conozca el inglés sabe que Maverick no es un término elogioso. Suele utilizarse para los disidentes y, no pocas veces, para el disidente un tanto alocado lo que entre nosotros llamaríamos un pirao. Pero es que además los documentos de la CIA filtrados por Wikileaks consideran que Trevijano era un “tonto útil” del PCE. Trevijano desmintió más de una vez que estuviera al servicio del PCE y, a diferencia de su presencia en la Biblioteca del congreso, creo en que decía la verdad al afirmarlo. Ciertamente, nunca se consideró al servicio del PCE, pero el PCE lo vio como su “tonto útil” tal y como captó acertadamente la CIA. Cumplido ese papel, el PCE – y otros – no tuvieron que esforzarse mucho para poner a Trevijano fuera de combate. Trevijano alegaba que lo habían engañado y parte de razón tenía, pero ¿qué persona en su sano juicio hubiera podido pensar jamás en pastorear a personajes como Santiago Carrillo? Seguramente, el opusdeista Calvo Serer que fue compañero de Trevijano en esa conspiración precisamente en la época en que el PCE y el Opus pactaban dividirse la España posfranquista hubiera podido añadir mucho al tema, pero, desgraciadamente, nada dejó escrito que pueda aclararlo.
A pesar de todo lo anterior – que no es poco en el terreno de la mitomanía y la mentira – siempre he pensado que Trevijano tenía una novela, pero a eso me referiré en la próxima entrega..
CONTINUARÁ
March 18, 2018
Pablo, el judío de Tarso (LXXIV): En Roma (IV): Las cartas de la cautividad (III): Efesios
Sea como sea, lo cierto es que se trata de un escrito que, a semejanza del dirigido a los romanos, no aborda problemas coyunturales de la comunidad sino que ofrece una síntesis del pensamiento paulino.
En ella, el apóstol enfatiza, por supuesto, la doctrina de que la salvación no es por obra sino por gracia siendo recibida a través de la fe, una tesis que, como ya hemos visto, aparece extensamente desarrollada en escritos como los enviados a los gálatas o a los romanos:
8 Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe; y esto no procede de vosotros, sino que es un don de Dios: 9 No es por obras, para que nadie se gloríe.
(Efesios 2, 8-9)
Esa salvación por gracia, que no por méritos humanos, forma parte de un plan de Dios existente desde hace siglos – Pablo vuelve a utilizar aquí el lenguaje de la predestinación que ya vimos en la carta a los romanos - y que tiene resonancias cósmicas:
5 Habiéndonos predestinado en amor para ser adoptados hijos por medio de Jesús el mesías, de acuerdo con el puro afecto de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado: 7 En el cual tenemos redención por medio de su sangre, la remisión de pecados de acuerdo con las riquezas de su gracia, 8 que sobreabundó en nosotros en toda sabiduría e inteligencia; 9 descubriéndonos el misterio de su voluntad, según su beneplácito, que se había propuesto en sí mismo, 10 el de reunir todas las cosas en el mesías, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra: 11 En él también tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de su voluntad.
(Efesios 1, 5-11)
Los que creen en Jesús el mesías, los que han sido salvados por gracia, a través de la fe, son personas que además viven una nueva realidad que gira en torno a la acción del Espíritu Santo y a los dones que éste derrama sobre las comunidades de creyentes:
11 Y él mismo dio a unos, ciertamente en calidad de apóstoles; y a otros, de profetas; y a otros, de evangelistas; y a otros, de pastores y maestros; 12 para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo del mesías; 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud del mesías: 14 para que ya no seamos niños dubitativos y arrastrados por doquier por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error: 15nosotros, por el contrario, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la cabeza, en el mesías.
(Efesios 4, 11-15)
Sin embargo, el apóstol no había modificado en absoluto su punto de vista sobre los dones que ya vimos al referirnos a sus cartas a los corintios. Los carismas resultaban indispensables y tenían una función de desarrollo espiritual. Sin embargo, nunca podían ser utilizados como excusa para no llevar la vida digna de aquel que ha recibido por fe al mesías, de aquel que porque ha sido salvado sin obras (Efesios 2, 8-9), camina ahora en ellas como muestra de agradecimiento y obediencia (Efesios 2, 10). El cristiano debe despojarse del hombre viejo que fue en el pasado y vestirse del nuevo, a semejanza de Jesús el mesías (Efesios 4, 21.24). Ese hombre nuevo a semejanza de Jesús rechaza la mentira (4, 25), no permite que la ira se convierta en pecado (4, 26), no roba sino que trabaja con sus manos para poder compartir con los necesitados (4, 28), no tiene una forma de hablar corrompida (4, 29), sabe perdonar (4, 32), anda en el amor (5, 2) y huye de la fornicación, la impureza y la avaricia (5, 3).
Pero a Pablo no sólo le preocupaba la conducta individual sino también – y mucho – las relaciones interpersonales. Como en la carta a los colosenses, Pablo manifiesta un enorme interés por la vida familiar que debe transcurrir a imagen de la relación espiritual entre Jesús el mesías y la iglesia:
: 21 Someteos los unos a los otros en el temor de Dios. 22 Las casadas que estén sometidas a sus maridos, como al Señor. 23 Porque el marido es cabeza de la mujer, así como el mesías es cabeza de la iglesia; y la salva. 24 Así que, como la iglesia está sometida al mesías, así también las casadas deben estarlo a sus maridos en todo. 25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como el mesías amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla limpiándola en el lavamiento del agua por la palabra, 27 para presentársela a si mismo gloriosa, como una iglesia sin mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino santa y sin mancha. 28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la alimenta y la cuida, como también hace el mesías con la iglesia; 30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. 31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. 32 Este misterio grande es y yo lo digo respecto al mesías y a la iglesia. 33 Por lo demás, que cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y que la mujer respete a su marido.
1 HIJOS, obedeced en el Señor a vuestros padres; porque esto es lo justo. 2 Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, 3 para que te vaya bien, y vivas prolongadamente en la tierra. 4 Y vosotros, padres, no agobieis a a vuestros hijos; sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
(Efesios 5, 21-6, 4)
El texto de Pablo no resulta hoy en día políticamente correcto y provocaría resquemores actualmente entre no pocas personas. En honor a la verdad, hay que decir que también en su tiempo hubiera causado sensaciones de profundo malestar en una sociedad donde la estabilidad familiar era casi inexistente y donde ni las esposas estaban dispuestas a honrar a sus maridos ni los maridos a amarlas hasta el extremo que Jesús había hecho con el género humano. Sin embargo, no parece que nada de eso afectara al apóstol. Para él, esa vida de familia era algo que sólo podía nacer de la novedad de existencia marcada por la imitación de Jesús y la ayuda del Espíritu Santo. Implicaba una forma de vida tan pura y noble – y tan difícil y criticada – como la que estaba ausente de mentira, de impureza sexual o de avaricia. Era la forma de vida también que podía impulsar a los esclavos a servir a sus amos “como al propio mesías” (6, 5) y a los amos a comportarse con sus esclavos sin amenazas y teniendo en cuenta que existía un Señor común para unos y otros (6, 9). Al fin y a la postre, para Pablo esas relaciones interpersonales sólo encontraban su sentido cuando se tenía en cuenta una dimensión como la espiritual. De ahí que la vida del creyente tuviera todas las características de un combate, combate espiritual, por supuesto. Al respecto, no deja de ser significativa la manera en que Pablo, custodiado por un soldado romano, pudo sacar de la observación de su armadura consideraciones profundamente espirituales. La armadura de Dios es la que permite enfrentarse con los ataques del Diablo (6, 11) ya que, en realidad, la lucha de los cristianos no es contra carne y sangre, sino contra fuerzas demoníacas, “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (6, 12). Se trata de una armadura en la que el cinturón es la verdad, y la coraza es la justicia (6, 14), en la que los pies van calzados de paz (6, 15), en que la fe es el escudo con el que se pueden apagar los dardos ardientes del Maligno (6, 16), en que el yelmo es la salvación y la espada es la palabra de Dios (6, 17). La descripción de Pablo sería utilizada repetidas veces a lo largo de los siglos – por ejemplo, por John Bunyan en El progreso del peregrino – sin embargo, como en el caso de su himno al amor en I Corintios 13 permanece insuperada.
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March 17, 2018
Rock of Ages
Esa Roca fue herida para que aquellos que nunca podrían obtener la justificación por mucho que lloraran o muchas obras que hicieran la recibieran mediante la fe en su sacrificio. Esa Roca sigue siendo el fundamento firme de una vida vivida en la presencia de Dios. La idea de Dios como Roca o piedra con seguridad resultará novedosa para muchos más acostumbrados a escuchar que un simple ser humano es la piedra sobre la que se basa la iglesia de Dios. Sin embargo, la Biblia es muy clara al señalar que la única roca sobre la que se pueden asentar los creyentes es Dios. Salmos como el 18 o el 32 señalan claramente que el propio YHVH es la roca sobre la que se apoya el creyente mientras que en el Nuevo Testamento, Jesús el mesías es identificado con esa misma roca. Lo mismo señala el apóstol Pedro al escribir no que él fuera la piedra sino que ésta era Jesús: 4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 6 Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. 7 Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo; 8 y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, m porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados” (I Pedro 2: 4-8). En realidad, la alternativa es obvia: podemos sustentar nuestras vidas en la única Roca o pretender apoyarlas en meros seres humanos que acaban dejando de manifiesto que no son sino arena no pocas veces movediza. Como suelo decir a menudo: usted tiene todo el derecho a hacer lo que quiera, pero yo me quedo con la Roca verdadera que es el propio Dios.
Les incluyo varias versiones de este hermoso himno. La primera es de Alan Ladd, un extraordinario cantante country; la segunda es del Antrim Mennonite Choir y la tercera – esta vez sí – es en español aunque no me extrañaría que la amiga Elvira, siempre tan diligente, dé con una mejor.
Aquí va Alan Ladd
https://www.youtube.com/watch?v=gDYiwx1aBTs
Ésta es la versión del Antrim Mennonite Choir, de su album ‘Amazing Grace.’
https://www.youtube.com/watch?v=gM7gt_cSxjw
Y ésta es una versión en español
March 16, 2018
Mateo, el evangelio judío (XI): El Sermón del monte (IV): La Torah (I)
¿Qué caracteriza a aquellos que han decidido volverse hacia Dios y entrar en el Reino? No, desde luego, el abandono de la obediencia a Dios expresada en la Torah. Todo lo contrario. Al respecto, Jesús es terminante:
No juzguéis que vine a anular la ley o los profetas. No vine a anular, sino a cumplir. Porque en verdad os digo que hasta que pase el cielo y la tierra, en absoluto pasará una iota o una tilde de la ley hasta que todo suceda. Quien pues quebrante uno de los mandamientos estos últimos y enseñe así a los hombres, último será llamado en el reino de los cielos. Quien, sin embargo, los haga y enseñe, éste grande será llamado en el reino de los cielos.
(Mateo 5, 17-19)
Lejos de ser un personaje contrario a la Torah – como señalarían algunos escritos rabínicos y buena parte de la teología cristiana de veinte siglos – Jesús enmarcó su enseñanza en la que, con mayor o menor fidelidad, había seguido el pueblo de Israel durante siglos. No había venido a anular o derogar la Torah sino a cumplirla, a darle su pleno significado, a interpretarla adecuadamente y eso resultaba de aplicación tanto para los preceptos más relevantes como para los, aparentemente, mínimos.
Incluso – y es lógico que así sea - la exposición de la Torah que encontramos en Jesús cuenta con paralelos con la de la literatura rabínica. En el Pirke Avot 1, 2, Shimón el Tsadiq (el justo) señala la existencia de tres cosas de las que depende el mundo: la Torah, el servicio a Dios y la práctica de la misericordia. Desde nuestro punto de vista no es casual que Jesús siguiera también una división tripartita muy similar en su Sermón del Monte aunque, eso sí, con varios siglos de anticipación.
En primer lugar, encontramos que toda la sección del Sermón del Monte ubicada tras las Bienaventuranzas no es sino una exposición de la Torah interpretada por Jesús (su halajah) en relación con temas como el homicidio (5, 21-26), el adulterio (5, 27-32) o el juramento (5, 33-37).
Por otro lado, buena parte de su interpretación recuerda un principio rabínico también citado en el Pirke Avot 1, 1 consistente en colocar una “cerca en torno a la Torah”, es decir, intentar de tal manera ampliar el radio de acción de los mandatos o mitsvot contenidos en ella que se aleje todo lo posible la eventualidad de traspasarla. En el caso de Jesús, más que esa ampliación del radio alrededor de la Torah hallamos más bien un intento de alcanzar la raíz de las malas acciones para desactivarlas.
El inicio de su halajáh con las mitsvot sobre la santidad de la vida resulta de una lógica contundente. En general, todas las culturas han considerado sagrada la vida humana. De hecho, uno de los siete preceptos entregados por Dios a Noé[1] para cumplimiento de todas las naciones incluye de manera expresa la condena del derramamiento de sangre [2]. No resulta sorprendente que las distintas sociedades, independientemente de sus creencias religiosas, hayan castigado el asesinato e incluso el homicidio accidental, aceptando también excepciones a esa regla como la legítima defensa y, como una forma de ésta, la muerte causada en el curso de una guerra. Jesús aceptó, por supuesto, la justicia de encausar a aquel que ha cometido un asesinato, pero, al mismo tiempo, amplió el contenido del mandamiento de la Torah que prohibía asesinar.
En un ejercicio interpretativo muy original, Jesús planteó cortar de raíz aquellas conductas que podrían desembocar en el quebrantamiento de la Torah. Se trataba de interiorizar la Torah, sin duda, pero, a la vez, de no detenerse en su cumplimiento externo por más importante que éste pudiera ser sino de ir al fondo de aquellas situaciones que alimentan la desobediencia a la Torah:
Oisteis que fue dicho a los antiguos: no matarás. Por lo tanto, el que mate reo será del juicio. Yo, sin embargo, os digo que todo el que se encoleriza con su hermano sin razón reo será del juicio. El que, sin embargo, diga a su hermano “raká”[3], reo será ante el sanhedrín. El que, sin embargo, le diga “estúpido”, reo será de la Guehenna del fuego. Si pues llevas tu ofrenda al altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve primero a ser reconciliado con tu hermano, y después, acudiendo al altar, presenta tu ofrenda.
Ponte con toda rapidez en buena disposición hacia tu adversario mientras estás de camino, para que no te entregue el adversario al juez y el juez te entregue al alguacil, y a cárcel seas arrojado. Verdaderamente te digo que en absoluto saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante.
(Mateo 5, 21-6)
La simple lectura del pasaje precedente deja de manifiesto la posición de Jesús hacia el homicidio. Por supuesto, es condenable y la justicia debería actuar frente a las gentes que lo perpetran. Pero para acabar con el homicidio hay que excluir además comportamientos como el juicio temerario, el insulto y el desprecio. Del insulto y del desprecio acaban surgiendo las condiciones que derivan hacia el derramamiento de sangre igual que del ansia por pleitear brotan consecuencias inesperadas y desagradables de las que luego no resulta fácil salir.
Tan venenosas pueden ser esas conductas que el mismo culto a Dios no sirve para compensarlas. Al contrario, el odio, la simple falta de reconciliación, invalidan el culto religioso. La persona que desea cumplir la Torah y rendir a Dios un servicio que Le complazca no tiene pues otra salida que reconciliarse y, obrando así, se comportará con el mismo sentido práctico que el que llega a un acuerdo para evitar un pleito de resultado inseguro.
Un planteamiento similar lo encontramos en la enseñanza de Jesús sobre el adulterio:
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Mas yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácalo, y arrójalo de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado a la Guehenna. Y si tu mano derecha te fuere ocasión de caer, córtala, y arrójala de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado a la Guehenna. También fué dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, déle carta de divorcio. Pero yo os digo, que el que repudie á su mujer, salvo caso de fornicación, hace que ella adultere; y el que se case con la repudiada, comete adulterio.
(Mateo 5, 27-32)
El adulterio – una conducta también condenada universalmente por las más diversas culturas – es un comportamiento prohibido por la Torah, pero además hay que tener en cuenta que se inicia cuando alguien contempla con deseo a una persona casada. Hasta el día de hoy, los rabinos se dividen ante la idea de si existe adulterio cuando quien lo perpetra es un hombre casado y la mujer, sin embargo, es soltera. La tradición askenazí ha entendido que sí hay adulterio, pero la sefardí mantiene que no apelando a que la poligamia nunca ha sido abolida formalmente. La posición de Jesús resultaba obvia. El adulterio también puede ser cometido por los hombres – es un hombre, de hecho, el protagonista de su ejemplo – y para no llegar a esa situación hay que evitar conductas que anteceden al pecado. Pero Jesús va todavía más allá e introduce un elemento propio del contexto judío que en la actualidad sigue planteando problemas en el seno del judaísmo y que, quizá por esa circunstancia, ha dado lugar a no pocas interpretaciones erróneas de autores gentiles. Nos referimos al divorcio que no ha sido correctamente formalizado de acuerdo con lo que establece la Torah.
Según la enseñanza dada por Dios a Moisés, el divorcio tenía que contar con un motivo y además ir acompañado por la entrega a la mujer de un documento formal (Deuteronomio 24, 1-4). Ese documento no sólo salvaguardaba la honra de la mujer y establecía su situación como distante de la desprotección, sino que además dejaba de manifiesto que la citada persona era libre y podía volver a contraer matrimonio si así lo deseaba. El hecho precisamente de que servía para salvaguardar los derechos femeninos tenía como consecuencia el que no pocos evitaran ese importante trámite – el mismo fenómeno sigue produciéndose a día de hoy en el seno de las comunidades judías – para eludir responsabilidades. Semejante acción, claramente infectada por sus motivaciones egoístas, es condenada por Jesús de manera tajante. Al no haberse disuelto el matrimonio tal y como indica la Torah, esa mujer seguía legalmente casada y, por lo tanto, al contraer nuevas nupcias cometía adulterio y lo mismo sucedía con su nuevo cónyuge. Por supuesto, semejante norma no era de aplicación en los casos en que no existía aún matrimonio como, por ejemplo, sucedió cuando José supo que María, la madre de Jesús, estaba embarazada y se propuso repudiarla en secreto, para no infamarla, sin la menor referencia a un documento público de divorcio (Mateo 1, 19).
Evitar, por lo tanto, el adulterio incluía en la halajah de Jesús no sólo no cometer el acto físico concreto sino rechazar los deseos pecaminosos con la misma repulsión con que se rechazaría la mutilación y no caer en conductas, como la de evitar el trámite legal del divorcio, que pudieran llevar a otros a cometer adulterio incluso de manera inocente.
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