César Vidal's Blog, page 134
December 15, 2014
Brutal e ineficaz o es difícil ser Dios
Ciertamente, no es la primera vez que la CIA ha recurrido a un uso más que censurable de la violencia para, al final, sólo cosechar un fracaso. Creada en 1947 en virtud de la National Security Act, a lo largo de las décadas siguientes obtendría notables éxitos, pero también sonados fracasos. En 1948, por ejemplo, su intervención fue más que decisiva para evitar que el Partido Comunista Italiano ganara las elecciones y lograr que la Democracia cristiana se impusiera como partido de gobierno. Con todo, cuando en 1953, la dirección fue asumida por Allen Dulles, un personaje imbuido de la filosofía de la guerra fría, la CIA alcanzó su mayoría de edad. Ese mismo año, cosechó uno de sus grandes éxitos impulsando un golpe de estado en Irán que expulsó del poder al reformista Mossadegh y mantuvo el petróleo en manos de transnacionales británicas y norteamericanas. En 1954, logró el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala protegiendo así los intereses de la United Fruit Company. En 1960, consiguió que fuera asesinado Patricio Lumumba abriendo el camino hacia la dictadura del general Mobutu. Es cierto que durante esos años, la CIA de Dulles fracasó estrepitosamente en sus intentos de infiltrarse en la Unión Soviética, pero los éxitos resultaron innegables. No faltaron tampoco grandes reveses. Uno de los más sonoros fue de la invasión de la Cuba castrista mediante un desembarco en Bahía Cochinos. La CIA – que había fracasado en distintos intentos para asesinar a Castro - insistió ante J. F. Kennedy en que apoyara la invasión porque, supuestamente, provocaría una sublevación popular que no podría ser neutralizada por el gobierno. En realidad, Dulles sabía sobradamente que, todavía fascinada por la revolución, la población cubana no se alzaría contra Castro, pero confiaba en que JFK, antes de soportar semejante fracaso, llevaría a cabo una invasión de la isla en toda regla. El director de la CIA se equivocó. JFK se negó a verse implicado en un conflicto armado que perjudicara la imagen de Estados Unidos y amenazó después del fracaso con “volar la CIA en mil pedazos”. No llegó a hacerlo víctima de un atentado en Dallas del que, durante décadas, se ha culpado a gente de la CIA. Por lo que se refiere a Dulles fue destituido de su cargo y llegaría a formar parte de la Comisión Warren que investigó el asesinato de Kennedy rechazando cualquier posible conspiración y culpando como asesino solitario a Lee Harvey Oswald. Más éxito que en Cuba tuvo la CIA en Indonesia donde en 1965, logró la llegada al poder de Suharto en Indonesia. En el curso de las semanas siguientes, no menos de medio millón de personas fueron ejecutadas por el dictador alegando que se trataba de comunistas. Con todo, el mayor triunfo de la CIA en los años setenta fue, muy posiblemente, el golpe de Pinochet que en 1973 derribó a Allende. Con todo, no logró compensar la amargura de la derrota en Vietnam. La CIA, presente en este país desde los años cincuenta, desarrolló en suelo vietnamita la denominada Operación Phoenix que tenía como objetivo derrotar al Frente de liberación nacional. Alcaldes, maestros, médicos y empleados de Hacienda se encontraron entre los detenidos, torturados y asesinados por la CIA en una cifra que rozó las veinte mil personas y que Wiliam Colby, el encargado de Phoenix justificó alegando que eran una “necesidad militar”. Los años setenta concluyeron para la CIA entre los fracasos y los escándalos al descubrirse que había llevado a cabo operaciones ilegales en el interior del país. Aunque en esa década y la siguiente, la CIA desarrolló sus actividades con mayor o menor éxito en una Centro-América convertida en el “patio de atrás”, su operación de mayor trascendencia fue la decisión de convertir Afganistán en un Vietnam para la Unión soviética. A finales de los años setenta, la CIA ya había comenzado a proporcionar ayuda a los talibán afganos a fin de provocar una intervención soviética. La maniobra – la más costosa de toda la Historia de la CIA – tuvo un éxito notable. El Kremlin decidió invadir Afganistán para apoyar al gobierno existente y se vio inmerso en una guerra de guerrillas contra integristas islámicos armados por Estados Unidos. Afganistán no fue la causa del desplome de la Unión Soviética como, en ocasiones, se afirma, pero le ocasionó un enorme daño en lo que a prestigio se refiere. La caída de la URSS permitió a la CIA ampliar su campo de operaciones – esta vez sí – en la Europa del Este. No sólo participó de maneras no del todo esclarecida en el desmembramiento de la antigua Yugoslavia – una jugada que pensó que debilitaría a Rusia – sino que además en 1994, abrió una base en la otrora pro-china Albania. En pleno siglo XXI, la invasión de Afganistán y la segunda guerra de Irak colocaron a la CIA en la primera línea de la denominada “guerra contra el terror”. El director de la CIA, George Tenet, apoyó a Colin Powell cuando presentó unas pruebas – que ahora sabemos que eran totalmente falsas – de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se descubriera que la estrategia seguida era errónea. En 2006, el National Intelligence Estimate – que reúne el consenso de una docena de agencias de inteligencia distintas – concluyó que la invasión y ocupación de Irak había “ayudado a que floreciera una nueva generación de radicalismo islámico y que la amenaza terrorista ha crecido en todas partes”. Semejante análisis – que resulta muy difícil de refutar – obliga a reflexionar sobre el balance real de las acciones de la CIA. Sin duda, constituyó una parte importante del valladar occidental frente a la Unión Soviética aunque su penetración en las naciones del Pacto de Varsovia fuera muy inferior a la conseguida por el KGB en Occidente. De manera semejante, fue un instrumento privilegiado para evitar revoluciones – Cuba y Nicaragua fueron una excepción – en Hispanoamérica. Sin embargo, las consecuencias de otras acciones suyas obligan a plantearse su eficacia. Por ejemplo, el derrocamiento de Mossadegh ha interferido en los sentimientos del pueblo iraní hacia los Estados Unidos desde mucho antes de la revolución islámica. De manera semejante, su conducta en la búsqueda de información ha contribuido a facilitar el reclutamiento en favor de organizaciones islámicas radicales al haber aceptado que se detuviera y considerara como terroristas a personas denunciadas, pero totalmente inocentes. De hecho, el oscar al mejor documental lo ganó en 2007 la película Taxi to the Dark Side donde se narraba cómo un taxista había sido torturado hasta la muerte sobre la base de una denuncia no contrastada y cómo semejantes excesos no eran, en absoluto, excepcionales en el comportamiento de la CIA. Debería mover a la reflexión que, de manera bien reveladora, cuando la CIA se ha mostrado más ineficaz ha sido, precisamente, al optar por seguir una conducta brutal que no reparaba en las consecuencias a largo plazo no sólo para determinadas naciones sino para los mismos Estados Unidos. A fin de cuentas, quizá no es casual que los talibán sigan utilizando para enseñar el odio a niños y jóvenes los mismos libros de texto proporcionados por la CIA para atizar la lucha contra la Unión Soviética; que la misma Al Qaeda a la que se atribuyen los atentados del 11-S recibiera ayuda de la CIA para combatir a los soviéticos o que el sanguinario ISIS tenga como califa a alguien que el senador John McCain, en mayo del año pasado, calificó como un “moderado” al que había que prestar apoyo. Jugar a Dios tiene estas amargas consecuencias.
December 14, 2014
Últimas noticias de Ucrania
Paso por alto el hecho de que esos nacionalistas hayan provocado dos golpes de estado cuando las elecciones no les han sido favorables; el que hace unas semanas en sus filas muriera una terrorista que había participado en atentados islámicos en Inglaterra y hasta, cerrando los ojos, el que sean continuos sus homenajes al nazismo y el que algunas de sus unidades lleven esvásticas o el emblema de las SS. Sin embargo, lo que no puedo evitar es contemplar, como vez tras vez, esa nación artificial que recibe el nombre de Ucrania es utilizada como arma con la que amenazar a un Kremlin al que determinados poderes desearían devolver a los años de la denominada “violación de Rusia”. Ucrania no pasa de ser un estado oligárquico en manos de castas corruptas más que dispuestas a servir de ariete contra Rusia. Un episodio sucedido hace apenas unas horas confirma esta tesis. En el gobierno creado por el chocolatero Poroshenko, tres ministros ni siquiera son ucranianos. La primera en la lista es precisamente una norteamericana, Natalie Jaresko, directora de un fondo privado conocido como Horizon Capital y antigua diplomática al servicio del país de las barras y las estrellas. El segundo, un banquero de inversiones lituano llamado Aivaras Abromavicius asumirá la cartera de economía. Finalmente, el último, un georgiano llamado Alexander Kvitashvili, se ocupará de la sanidad. Quizá Putin sea un nuevo zar, pero ¿se imagina alguien que Rajoy llevara a cabo una crisis de gobierno y para sustituir a Montoro nombrará al presidente de una multinacional norteamericana, que hubiera sido embajador de Washington; para ocupar el sitio de Guindos recurriera a un banquero alemán y para cubrir la plaza de Ana Mato en lugar de Alfonso Alonso tuviéramos a un marroquí? Que nadie se engañe. Ucrania es un ente nacido del desmembramiento de la URSS y cuya única finalidad es, en calidad de estado satélite como ya soñó el káiser en 1917, amenazar de manera perpetua la seguridad de Rusia. El problema es que, a diferencia de lo deseado por Guillermo II, ahora la factura la está pagando la Unión Europea y además a beneficio de intereses transatlánticos suficientemente poderosos como para contar con una ministra de finanzas en el gobierno de Ucrania. Para echarse a temblar.
December 13, 2014
La Reforma indispensable (XXVII): El proceso Lutero (VIII): la excomunión
Durante 1519, Miltitz siguió intentando volver al punto de inicio anterior a la disputa de Leipzig, pero sus esfuerzos resultaron infructuosos. Para remate, Eck – que había sido extraordinariamente vapuleado por los humanistas - seguía empeñado en labrarse una carrera utilizando como peldaño la condena de Lutero. A finales de 1519, presentó un escrito en Roma con la finalidad de provocarla. Luego, a inicios de 1520, y ante la abstención de las universidades de París y Erfurt a la hora de señalar al vencedor en la disputa de Leipzig, las universidades de Lovaina y Colonia prepararon un texto – en el que nadie había pensado inicialmente – relacionado con las opiniones de Lutero. Tanto Lovaina como Colonia señalaron que Lutero había incurrido en herejía y enviaron su informe a la Curia. De manera comprensible, el papa nombró una comisión formal para abordar el asunto.
El 1 de febrero, la comisión se hallaba entregada al trabajo de recoger pruebas sobre las herejías de Lutero, pero no tardó en disolverse. De manera bien reveladora, tanto el cardenal Cayetano, cuya especialidad era la teología, como el cardenal Acolti, que era un experto en derecho canónico, llegaron a la conclusión de que no resultaba especialmente fácil redactar un informe sensato al respecto.
El 11 de febrero, una segunda comisión se ocupaba de analizar los escritos de Lutero y, con bastante buen criterio, decidió discriminar entre aquellas expresiones que podían ser tachadas de herejía y aquellas otras que únicamente eran “escandalosas y ofensivas para los oídos piadosos”. Pero entonces llegó Eck y el resultado fue la formación de una tercera comisión. De ésta acabaría finalmente surgiendo la Bula papal Exsurge Dominefirmada por el papa León X en el curso de una cacería el 15 de junio.
El texto de la bula comenzaba comparando a Lutero – sin mencionarlo expresamente – con un jabalí para luego acusarlo de aceptar por buenos los rumores que circulaban sobre los abusos de la curia y terminar por defender que los papas nunca se habían equivocado:
“¡Despierta, Señor! Haz triunfar tu causa contra las bestias feroces que tratan de destruir tu viña, contra el jabalí que la arrasa… ¡Alerta Pedro, Pablo, todos los santos, la Iglesia Universal!... En esta Curia Romana que tanto ha desacreditado, dando fe a los rumores esparcidos por la ignorancia y la maldad, no hubiera encontrado nada que censurar. Le hubiéramos demostrado que nuestros predecesores, de quienes ataca con tan singular violencia los cánones y las constituciones, no se han equivocado jamás”.
La verdad era que, por desgracia, mucho de lo que se contaba sobre los abusos y los excesos de la curia era entonces tan cierto como ahora y que desde hacía décadas, también lamentablemente, sí que había mucho que censurar. No era menos cierto que los antecesores de León X se habían enfrentado entre si en episodios como el Cisma de Occidente y que también habían incurrido en equivocaciones. De hecho, el dogma de la infalibilidad papal que no sería definido hasta 1871 sería mucho más prudente a la hora de señalar la inerrancia de los pontífices.
La bula indicaba a continuación que no era lícito apelar al concilio – una solución que había permitido, por ejemplo, acabar con el cisma de Occidente – y conjuraba tanto a Lutero como a sus partidarios a “no perturbar la paz de la Iglesia, la unidad y la verdad de la fe, y a renunciar al error”.
La bula condenaba cuarenta y un artículos atribuidos a Lutero. Comprensible en su época, difícilmente, puede negarse que su lectura causa al lector moderno un cierto estupor. Así, aparecen afirmaciones que, hoy en día, serían contempladas de manera diferente. Por ejemplo, la expresión de Lutero “Quemar a los herejes es contrario a la voluntad del Espíritu” es condenada como herética, pero es más que dudoso que hoy se pudiera encontrar a algún católico que pudiera considerar que la voluntad del Espíritu puede ser quemar a los herejes. Igualmente, el texto declaraba herética la afirmación de que “No se puede probar la existencia del purgatorio por los libros auténticos de las Escrituras”. Sin embargo, ningún exegeta de talla afirmaría hoy que la doctrina del purgatorio se encuentra en la Biblia sino que más bien remitiría a una tradición relativamente tardía, que no ha sido igual en Oriente y en Occidente, y cuyo desarrollo no sólo teológico sino jurídico ha resultado desigual. Semejante circunstancia tiene una enorme lógica en la medida en que la creencia en el Purgatorio se desarrolló con más claridad en Occidente y tuvo un desarrollo especialmente extraordinario a partir del s. XII cuando el cisma con las iglesias orientales ya se había consumado.
Algo similar sucede con la afirmación de que “La doctrina que señala que la penitencia comprende tres partes, contrición, confesión y satisfacción, no se funda ni en las Escrituras ni en los santos doctores de la antigüedad cristiana”. A día de hoy, sería también muy difícil que un historiador eclesiástico negara la veracidad de ese aserto del agustino. Y lo mismo sucede con otras tesis. Por ejemplo, la que afirma que “Bueno sería que la Iglesia determinara en un concilio que los laicos comulguen bajo las dos especies; los cristianos de Bohemia que así lo hacen no son por ello herejes sino cismáticos”. Se puede estar o no de acuerdo con la conveniencia de que los laicos, tal y como se describe en el Nuevo Testamento, participen del pan y del vino en la Eucaristía, pero parece un tanto excesivo considerar que plantear la cuestión sea herético. Algo semejante sucede con la que afirma que “La mejor definición de la contrición es la máxima: La mejor penitencia es no reincidir, pero lo indispensable es cambiar de vida”. Una vez más, se puede coincidir o no con la afirmación, pero, de nuevo, parece un tanto excesivo condenar como herejía la afirmación de que la mejor penitencia sería no reincidir en el pecado.
De manera bien significativa, según el dominico D. Olivier, “la parte más lograda de la Bula fue la relativa a las condenas”. Los canonistas hicieron un acopio exhaustivo de todas las penas canónicas desde la excomunión para los que aceptaran las ideas de Lutero a la destrucción de los libros que las contenían pasando por la prohibición de imprimirlos, conservarlos o comerciarlos. Lutero y sus seguidores tenían sesenta días para retractarse bajo pena de ser declarados herejes notorios y reincidentes. Por lo que se refería a los católicos, era obligación suya denunciarlos y perseguirlos, quedando entredicho cualquier lugar en el que pudieran residir. La bula debía ser publicada y puesta en ejecución sin distinción de lugar quedando sujeto a excomunión cualquiera que contraviniera su contenido.
Al fin y a la postre, en el texto de la bula se deja traslucir no tanto un análisis sólido del caso desde una perspectiva bíblica, histórica y pastoral como el deseo de sofocar, finalmente, una contestación que se había tolerado durante meses no por paciencia sino meramente por razones políticas y, más concretamente, por el deseo del pontífice de conseguir el apoyo del Elector Federico para impedir que Carlos I de España fuera elegido emperador de Alemania. Por añadidura, como ha señalado el dominico D. Olivier, “La falla residía en que se excluía por principio toda discusión de la doctrina que se condenaba. Las frases de Lutero procedían de un contexto que había sido ignorado y que constituía el nudo del problema, el único que merecía ser tratado. Los ejecutores de la condena parecen no haberlo desconocido, pero les faltó la fuerza de concertar el diálogo que hubiera podido transformar el enfrentamiento estéril de convicciones irreductibles en el intercambio útil de los dos frentes… Una vez más se esquivó la reivindicación que Lutero pedía para que se pronunciaran sobre el Evangelio y no sobre expresiones recogidas al azar”. Cuando se tienen en cuenta esos aspectos no sorprende que la bula no lograra poner fin al Caso Lutero.
CONTINUARÁ:
La Reforma indispensable (XXVIII): El proceso Lutero (IX): la tarea de un reformador (II) la ruptura con Roma
December 12, 2014
Where You There?
Así me ha sucedido en los años posteriores cada vez que he tenido la ocasión de volver oírlo. La letra, sin duda, es sencilla. Simplemente, se pregunta si el que oye la canción estaba allí cuando crucificaron a Jesús, cuando lo pusieron en la tumba o cuando corrieron la piedra sobre ella. En todos y cada uno de los casos, pensar en esos momentos, lleva a temblar al que entona la melodía. Y no es para menos. La crucifixión de Jesús no fue una muerte más. Sobrecoge no sólo por la tortura, el sufrimiento o la agonía sino porque de ella pendía también nuestro destino eterno. Suficiente para temblar. Hoy, sábado, quizá tu que lees este breve texto deberías pensar en aquel momento en que llevaron a Jesús a la cruz, en que lo clavaron, en que murió y en que lo depositaron en la tumba. Pero lo importante no es que tiembles sino que te percates de que se levantó de entre los muertos para ofrecerte una vida que es no pasajera sino eterna. Si no la aceptaste mediante la fe ya hoy tienes una nueva oportunidad. Sólo Dios sabe si se trata de la última. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Y aquí está Johnny Cash
Estudio Bíblico X: La importancia de la Torah y Más que religión (Marcos 1: 21-23)
En el caso del judaísmo, a pesar de que el Talmud está enormemente distanciado de las Escrituras y recoge, de manera fundamental, interpretaciones recopiladas a partir del siglo II d. de C., la referencia a la Torah ha significado su supervivencia y hasta hace relativamente poco tiempo la señal de identidad de los judíos como cultura. Sin embargo, su trascendencia no se ha limitado al terreno de lo religioso. Incluso para los judíos secularizados y agnósticos la relación con la Torah es difícil de romper siquiera porque sustenta y fundamenta las pretensiones de Israel a ocupar la tierra sobre la que ahora, tras casi dos mil años, se asienta su estado. Si la tierra de Israel - y no Centroeuropa o Sefarad o Argentina como pensó Teodoro Herzl - es el lugar natural para el asentamiento de los judíos la razón debe buscarse fundamentalmente en la promesa entregada por Dios a Abraham.
Sin embargo, la influencia de la Torah en el mundo extra-judío no ha sido menor. Ciertamente, ha modelado nuestro lenguaje cotidiano - ¿de dónde si no han surgido expresiones como cainitismo y chivo expiatorio, paraíso y plato de lentejas, diluvio y plaga bíblica por citar sólo algunos casos bien significativos ? - pero, a la vez, ha ido conformando una estructura mental que, siquiera parcialmente, se ha traducido en buen número de las características propias de la cultura occidental. Transmitida al Occidente pagano a través del cristianismo, sus líneas fundamentales de reflexión, pensamiento y enseñanza han ido impregnando de manera más o menos profunda el desarrollo de la cultura occidental. En la negativa a ver en la Naturaleza otra cosa que fenómenos naturales y no fuerzas divinas, en la crítica diseccionadora del poder para hallar en él lo que tiene de humano por debajo del ropaje de la propaganda, en la insistencia en imbricar valores éticos con los meramente rituales, en la confianza en que la historia cuenta con un desarrollo lineal y tiene sentido por más que los sinsentidos se acumulen e incluso en el concepto religioso que afirma que el ser humano sólo puede obtener su salvación por la muerte de alguien perfecto sacrificado en su lugar, el occidental de hoy en día no es heredero de Grecia y Roma sino de la Torah. Por el contrario, la atribución de virtudes mágicas a la tormenta o a las piedras, el culto al poder incluso en sus formas más groseras, la transformación de lo religioso en un mero ritual divorciado de la realidad cotidiana, la visión cíclica de la historia o la creencia en que la salvación espiritual deriva de los méritos personales resultan absolutamente opuestas a la Torah y hunden sus raíces en concepciones paganas previas a la aparición del cristianismo.
En ese sentido, no sólo el cristianismo y el islam, sino la lucha por los Derechos Humanos, por el respeto a la dignidad humana y por la libertad contra el poder hunden sus raíces en la savia de la Torah aunque ésta haya alimentado un tronco y unas ramas no específicamente judías. No es de extrañar por ello que a milenios de su redacción, incluso para aquellos que no son creyentes, la Torah siga siendo una luz para los que meditan en ella.
El Evangelio de Marcos:
El significado del Reino (II): Más que religión (Marcos 1: 21-23)
No deja de ser significativo que, tras describir el llamado de Jesús a los primeros discípulos, a continuación describa su entrada en una sinagoga. Se trataba de una sinagoga cuyos cimentos aún pueden verse en Capernaum o Cafarnaum justo debajo de los restos de otra que fue construida en el siglo IV. Dado que es más que posible que el año que viene, Dios mediante, realice un viaje organizado a Israel y que algunos de ustedes vengan es posible que la podamos contemplar juntos y recordar este pasaje. Pero no nos distraigamos Que Jesús fuera a una sinagoga era totalmente normal. A fin de cuentas y le pese a quien le pese, era un judío y resultaba lógico que acudiera a la misma. Sin embargo, Marcos no enfatiza ese hecho totalmente natural. Sí se detiene en algo en apariencia chocante: en la sinagoga había un endemoniado al que nadie había podido ayudar.
Con seguridad, en el seno de aquella comunidad circuncidaban adecuadamente a los recién nacidos, guardaban el shabbat, escuchaban las lecturas de la Torah, oraban, pero… pero no pasaba de ser una conducta religiosa y la mera conducta religiosa es absolutamente impotente a la hora de enfrentarse con problemas espirituales profundos. Si hay algo más que religión es difícil discernirlo en conductas como las ceremonias, los ritos o las fiestas. En apariencia, la gente está en contacto con Dios, pero ¿es así? Para saberlo hay que contemplarla en situaciones como las del endemoniado. Él, desde luego, seguía igual sin que nada de lo que se realizaba en esa sinagoga le sirviera de algo lo que lleva a pensar que allí sólo había religión. Pero el Reino de Dios significa más, mucho, muchísimo más. De entrada, significa la autoridad que viene del mesías, una autoridad bien diferente de la de los profesionales de la religión (v. 23), una autoridad cuyo efecto veremos la semana que viene. Pero, por entrar en el terreno práctico: tu que me lees, ¿vives la vida del Reino o simplemente tienes una religión?
Continuará: El significado del Reino (III): Victoria sobre el Diablo (v. 23-28)
December 11, 2014
El Gran Capitán: entre la gloria y las cuentas
En 1479, durante la guerra de sucesión de Castilla, destacó en la batalla de Albuera, librada contra los portugueses. Gonzalo consiguió en esa época sobreponerse a no pocos sinsabores – muerte de su joven esposa en el parto, cautividad, etc - para acabar destacándose extraordinariamente en la guerra de Granada. A él – que estuvo a punto de morir en una acción nocturna - se debieron la invención de ingenios militares, la dirección de acciones como la toma de Íllora, Montefrío y Loja y la captura del rey Boabdil. Incluso las gestiones para la rendición final del reino nazarí fueron obra suya. Todo ello sin sentir la menor animadversión hacia los moros a los que apreciaba y estimaba – algo que le afearon una y otra vez compañeros de armas – quizá porque las almas grandes no dejan de ver lo positivo que pueda haber en los enemigos.
A pesar de su más que notable papel en el final de la Reconquista, donde el nombre de Gonzalo Fernández de Córdoba se convertiría en universal sería en Italia. En 1494, Fernando el católico había puesto ya la mirada en la península pactando una alianza de reparto de influencias con Carlos VIII de Francia. El pacto, sin embargo, iba a derivar hacia una colisión armada que se prolongaría hasta 1498. En el curso de la misma, Gonzalo humillaría las armas francesas, reprendería al papa Borgia por su vida inmoral y conseguiría el sobrenombre de Gran Capitán. Con todo, su segunda expedición a Italia sería la más importante al significar para España la conquista de Nápoles pespunteada por victorias como las de Ceriñola y Garellano. Creador de las coronelías – germen de los futuros Tercios – y nombrado virrey de Nápoles, el Gran Capitán capturaría a César Borgia, el famoso hijo del papa Alejandro VI, y asentaría el dominio español en el sur de Italia. Al morir la reina Isabel, Fernando – que siempre fue muy miserable - no sólo procedió a destituirlo sino que además le solicitó cuentas de su administración. Posiblemente, no eran todo lo ajustadas que debía esperarse, pero lo que quedó de manifiesto fue por enésima vez la tacañería mezquina del rey. Gonzalo se retiró a España apenado por la ingratitud regia, pero, en realidad, sólo había sido víctima no de sus errores sino de su éxito y de su popularidad. Como tantos españoles grandes.
La próxima semana: Carlos I
December 10, 2014
Israel no se merece a Netanyahu
Tras citar a Lapid, uno de los miembros del gobierno, supuestamente para reparar la maltrecha coalición, el convocado, al abandonar el despacho, se encontró con que uno de su asistentes le mostraba ya el comunicado del gobierno explicando porque la reunión había fracasado. En otras palabras, Netanyahu había protagonizado una cínica jugada política de burdo carácter electoralista. Con el final de este gobierno no se pierde gran cosa. A decir verdad, ha sido uno de los peores en la Historia del estado de Israel. En menos de un bienio, ha paralizado el proceso de paz, violado la convención de Ginebra decretando nuevos asentamientos en Jerusalén oriental, amenazado el statu quo de la explanada del Templo, desafiado al tribunal supremo, desoído al Shin Bet e impulsado una ley nacional que, como mínimo, merece el calificativo de deplorable. Añádase a esto una guerra evitable con Hamás que, para colmo, acabó en empate si es que no en clara derrota moral y que ha arrastrado a la nación a un frenazo económico, por no decir a las puertas de la recesión. No sorprende que Estados Unidos se haya ido sintiendo cada vez más incómodo con Netanyahu o que la UE haya entrado en una dinámica acelerada de reconocimiento del estado palestino. En el plano interior, por mucho que cueste creerlo, Netanyahu no lo ha hecho mejor. Es cierto que ha rezumado una demagogia alarmista para llevar a la población de Israel hacia un pánico infundado, pero con réditos electorales. Sin embargo, ha sido incapaz de manejar el déficit, no ha realizado ni una sola de las reformas más que obligadas y se ha demostrado absolutamente incapaz de enfrentarse con problemas cotidianos como el elevado coste de una vivienda que resulta escasa, el poder de los monopolios o las prebendas de los sindicatos. Incluso la sanidad y la lucha contra la pobreza fueron sacrificadas en un aumento del presupuesto militar que, dada la superioridad de Israel sobre la suma de todos sus vecinos, resulta como mínimo discutible. Ahora, hasta las elecciones, Netanyahu tendrá manos libres para hacer y deshacer durante un trimestre, así que deberíamos elevar nuestras súplicas al Todopoderoso para que cuide de los israelíes más que nunca porque, al menos para el que escribe estas líneas, Israel no se merece un primer ministro como Netanyahu.
December 9, 2014
Podemos o el ricachón en la corte
Que Monedero se ha hecho fotos con Bob Jessop es indudable, pero resulta más discutible que lo haya influido. A fin de cuentas, este profesor británico de la universidad de Lancaster se ha dedicado a reinterpretar a Gramsci y a Poulantzas para convertir la política y el capital en mera relación social, conclusión hasta cierto punto lógica en un sociólogo. Tampoco está muy clara la influencia de Claus Offe, también sociólogo de orientación marxista, y otros exponentes de la denominada segunda generación de la escuela de Frankfort porque más que, de nuevo, Monedero se haya esforzado en dejar constancia gráfica de que coincidieron en un pasillo. Ni siquiera Albert Hirschmann – a pesar de haber combatido en la guerra civil española en el bando frente-populista – es mentor de Monedero o Iglesias por la sencilla razón de que Hirschmann rezuma nostalgia por un mundo que se fue supuestamente por la avaricia de los consumidores. Algún paralelo táctico existe con Jean-Luc Mélenchon, dirigente del Partido de la izquierda en Francia que obtuvo un once por ciento de los sufragios en las últimas presidenciales ya que Mélenchon consiguió una considerable popularidad gracias a su intervención en tertulias e Iglesias aplaudió su afirmación de que si ganaba las elecciones su primera medida sería hacer desfilar al ejército por los Campos Elíseos para mandar un mensaje a los mercados financieros. Por más que pretendan adornarse con plumas de sofisticación intelectual en ciertos medios, la influencia real sobre Podemos procede de Hispanoamérica. Se ha señalado en alguna ocasión que Ernesto Laclau, argentino fallecido en Sevilla en 2014, podría ser su mentor, pero la afirmación no deja de ser altamente especulativa. Laclau conocía el marxismo de Althusser y bebió de la teoría de la hegemonía de Antonio Gramsci, el imaginativo comunista italiano. Sin embargo, su cuestionamiento del peso de la lucha de clases y del análisis económico lo convertían en un hereje desde la perspectiva marxista y, de hecho, fue un teórico del populismo que, según él, crea “significantes vacíos” que sirven para aglutinar a gentes que sienten que sus exigencias políticas no son escuchadas. Algunos han atribuido semejante táctica a Podemos, pero, honradamente, no parece que se corresponda con la realidad ya que sus anuncios son considerablemente concretos. En realidad, Podemos es más bien un producto directo – y confeso - del triunfo de Hugo Chávez en Venezuela. Iglesias afirmó taxativamente que Hugo Chávez es «uno de los principales motores de cambio en América Latina» y tras su muerte, aseguró que «Los demócratas hemos perdido a uno de los nuestros». Por su parte, Juan Carlos Monedero fue asesor del “gorila rojo” durante nueve años. El golpista venezolano, Evo Morales o Correa están más cerca de Iglesias y Monedero que Laclau o Althusser. De hecho, los han elogiado con reiterado entusiasmo, algo que no han hecho con el régimen de Irán a pesar de la ayuda que han recibido del régimen de los ayatollahs. Ahí es donde radica uno de los dramas de Podemos ya que esos populismos hispanoamericanos, a pesar de sus protestas de izquierdismo y de gustar que los denominen el “socialismo del siglo XXI” son un mero calco de la estrategia y de la táctica creadas por el fascismo para llegar al gobierno en Italia. Como aquel ricachón de Molière que, llegado a la corte, descubría que hablaba en prosa sin saberlo, quizá un día los dirigentes de Podemos logren también descubrir que su estrategia para tomar el poder e incluso su programa político ya los diseñó no Lenin sino un antiguo socialista devenido en creador del fascismo y llamado Benito Mussolini.
December 8, 2014
Cincuenta programas
Debo confesar que esta cuestión yo siempre he sido muy ingenuo. Me sorprendí – pero ¿cómo se puede uno sorprender de algo así? – cuando allá por los años noventa censuraban algunos de mis artículos en un periódico de provincias perteneciente a una gran cadena. No les quitaban palabras ni frases. Tampoco me dictaban consignas. Sin embargo, en cuanto cuestionaba el nacionalismo catalán o el avance en el proceso hasta lo que se llamaba la “autonomía plena”, mi artículo no se publicaba. Tardé en darme cuenta de ello meses, pero atando cabos… Claro, ¿cómo iba yo a pensar que veinte años de la muerte de Franco había censura si no parábamos de hablar de las libertades nuevamente disfrutadas? También era yo más joven, eso sí. Los poderes fácticos – más allá del miedo a un golpe militar entre 1975 y el 23-F – los conocí en toda su salsa ya en COPE. También por pura ingenuidad mía. Creía yo que, efectivamente, se podía hacer una radio basada en unos principios y que, por lo tanto, no se podía pactar con el mal. Allí descubrí que se pactaba con el mismo Diablo si se terciaba con tal de mantener y aumentar privilegios. Por eso, a diferencia de Federico no me echaron sino que me marché a pesar de una más que sustanciosa oferta para quedarme dos temporadas más y me marché porque comprendí que quizá nunca me vería obligado a sentarme a la mesa con Satanás, pero que también era posible que cualquier día el príncipe de las tinieblas apareciera como primer indivtado en alguna comida cardenalicia. Hay quien dice que para comer con el Diablo hay que valerse de una cuchara muy larga. Yo tengo la sensación de que basta con tener un estómago lo suficientemente grande.
Partí de aquella radio – donde me robaron, entre otras cosas, la pluma de oro otorgada por defender a las víctimas del terrorismo y un facsímil del texto del Nuevo Testamento de Erasmo de Rotterdam, pero donde también pasé buenos ratos – convencido de que me embarcaba en una aventura de libertad, esta vez sí, completa. Me convencí de que no era así cuando despidió a Lorenzo Ramírez un personaje que luego se vería implicado en el escándalo de las tarjetas negras y que ahora anda dando cuentas en el juzgado por dinero – también presuntamente negro, que ya es querencia con el color - recibido del PP para una ampliación de capital. Lo consiguió puenteándome y después de que yo hubiera logrado salvar a Lorenzo una temporada entera. A partir de ahí, me resultó cada vez más difícil continuar a medida que veía cómo también querían echar a don Roberto Centeno simplemente porque en alguna intervención se permitía decir la verdad sobre algún anunciante financiero que no era Caja Madrid o cómo adoptaban una versión de lo sucedido en Caja Madrid totalmente favorable a Blesa por vaya usted a saber qué razones. En este último caso, intenté hacer comprender – vana empresa – a persona importantísima de la casa que lo de Caja Madrid acabaría siendo un escándalo colosal. Apartó mis objeciones con un “ese juez está loco y debe el alquiler”. Pues a lo mejor estaba loco y lo mismo hasta debía el alquiler, pero en lo de Caja Madrid no era yo el equivocado aunque no supiera lo de las tarjetas negras. Al final – lo he contado varias veces – planteé que se cambiaban algunas cuestiones relacionadas con la gestión o me vería obligado a irme. No me respondieron y me fui.
A partir de la semana siguiente, estuve recibiendo ofertas que fui rechazando una tras otra. De repente, en mayo, de manera que sólo puedo calificar como providencial se abrió una nueva posibilidad. La libertad iba a ser absoluta y contaría con más de cincuenta emisoras asociadas en España más otras varias en Hispanoamérica para trabajar, pero no dispondría de un céntimo de presupuesto y tendría que pagar incluso a mis colaboradores. Pues adelante…
He de confesar que el poner en pie ese programa sin un euro de subvenciones derivadas de la complacencia del poder público ni un centavo de publicidad no ha sido cometido fácil. He señalado ya que sin la buena disposición, verdaderamente indescriptible, de Radio Solidaria y la ayuda de gentes de mis anteriores programas como Miquel Rosselló y Galyna Kalinníkova así como de colaboradores extraordinarios como Sagrario Fernández Prieto, Roberto Centeno y Pilar Muñoz, nunca hubiéramos podido realizar ni un solo programa. Al igual que yo, uno de los colaboradores – sé que no quiere que se sepa quién es – renunció a cobrar como contribución directa a la causa de la verdad y de la libertad. Todos ellos han dado una calidad a las emisiones que no es habitual y que explican por qué ya en la primera semana el programa pasó a ser el segundo – ocasionalmente hemos estado incluso en el primer lugar - más descargado en podcasts de la radio española. A los citados, debo añadir a Antonio Resco - que realiza una labor extraordinaria cada día en la elaboración del boletín de noticias – y a Daniel Díez, perpetua garantía de que el programa salga por las ondas y el ciberespacio.
Porque esto ha sido tremendo… No se trata sólo de la asunción en solitario del coste del programa y de la más que modesta respuesta de posibles oyentes para apoyarlo económicamente aunque algún ejemplo es verdaderamente notable. Además ha habido emociones de todo tipo. Por ejemplo, el primer día, el del estreno, aquel en que todos estaban a la espera de ver cómo salía, se nos cayó la transmisión transatlántica media hora antes de comenzar. Daniel me insistía en que todo se arreglaría y, efectivamente, se arregló. Se arregló para volver a caerse la comunicación interoceánica justo cinco minutos antes de dar inicio al programa. Fue reestablecida dos minutos antes de que empezaran a emitirse las señales horarias de las ocho. Claro que más problemático ha sido el caso de doña Sagrario. Su carnicero es un personaje real, pero no lo son menos sus caídas. Hemos conseguido – Dios lo quiera – conjurarlas en las últimas semanas, pero no ha sido tampoco tarea fácil. Como pasa con las enfermedades, determinados desajustes tienen causas que no siempre son fáciles de detectar. Y – digámoslo todo – algo curtido llegaba yo a estas situaciones. Todavía recuerdo como en un programa de los que realizábamos por provincias en la época de COPE, cuando cinco minutos antes de comenzar el programa no teníamos conexión con Madrid y el director de la emisora desapareció para no dar explicaciones u otra vez en que fallaron todos los invitados destinados a cubrir cuarenta y cinco minutos de entrevistas y también el director desapareció posiblemente temiendo que yo lo abroncara. Comparado con eso, las caídas de doña Sagrario han sido sólo una oportunidad de improvisar.
No es menos cierto que hemos vivido situaciones maravillosas. En primer lugar, el comprobar que nada es equivalente en los medios a informar con libertad y sin estar sometido a las presiones o los intereses de nadie. Hemos contado lo que debíamos contar y cómo debíamos contarlo le guste a quien le guste y le irrite a quien le irrite. El resultado es que muchos días desde el editorial al boletín apenas nos parecíamos a determinados medios, pero estoy convencido de que nuestras noticias eran las importantes y sus silencios los reveladores. Fuimos así los primeros en informa de la dimisión de Ana Mato, pero también los únicos que han explicado de manera amplia e imparcial la situación en Oriente Medio, las consecuencias de las sanciones a Rusia, la actual guerra del petróleo o los entresijos de las acciones de la Casa Blanca. En esa línea vamos a seguir, Dios mediante, porque no estamos al servicio de ninguna instancia humana. En segundo lugar, el comprobar que, si te quieren escuchar, tarde o temprano, te encuentran. Todos los días recibo mensajes de gente que señala su alegría por haber localizado este programa en la radio después de tanto tiempo. Finalmente – y esto lo he visto yo en infinidad de ocasiones a lo largo de mi vida – Dios nos ha ayudado hasta aquí. Estoy convencido de que, en algún momento, cubriremos gastos e incluso – aunque no es nuestra finalidad – hasta tendremos un pequeño beneficio que podremos dedicar a otras obras desinteresadas y necesarias. Quizá sea así antes de llegar al programa cien. En cualquiera de los casos, seguimos ahí porque es necesario que alguien cuente la verdad sin el temor a perder la publicidad de cajas, caixas o almacenes y sin la precaución de criticar a unos, pero suavizar el enfrentamiento con otros por eso de que existe algo llamado publicidad institucional. No es, gracias a Dios, el caso de La Voz. Gracias una vez más y no se pierdan el programa de esta noche. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
December 6, 2014
La Reforma indispensable (XXV): El proceso Lutero (VI): de la fuga a Eck: la Disputa de Leipzig (II)
La disputa de Leipzig (II): el debate
El 18 de julio, una fanfarria de trompetas anunciaba en Frankfurt la coronación de Carlos de España como emperador y con ello que los planes papales para lograr que la elección imperial se ajustase a sus intereses habían fracasado estrepitosamente. Al día siguiente, 19 de julio, se inició la disputa de Leipzig. El lugar para su celebración era el castillo de Pleissenburg que el duque Jorge puso a disposición de la universidad de la ciudad. Inicialmente, el duque se había mostrado muy reticente ante la idea de permitir que Lutero participara en un debate celebrado entre Eck y Carlstadt, e incluso no faltaron los problemas a la hora de decidir las instituciones que deberían dictaminar quién había ganado la disputa. Finalmente, se decidió que fueran las universidades de Erfurt y de París.
El 1 de julio, Eck, que no dejaba de quejarse de la mala calidad de la cerveza de Leipzig, supo que sus rivales de Wittenberg habían llegado. Se trataba de una comitiva numerosa encabezada por dos carros. En el primero, viajaba Carlstadt, acompañado por sus libros, y, en el segundo, iban el duque Barnim de Pomerania, rector de Wittenberg, Lutero y Melanchthon. Cuando entraban por las puertas de la ciudad, el primer carro se rompió y Carlstadt cayó en el barro provocando las carcajadas de algunos de los que habían salido a mirar la llegada de los visitantes. La caída de Carlstadt provocó que se golpeara la mano y que tuviera que practicársele una sangría, de manera que, a causa de la herida y del tratamiento a que se le sometió, estuvo en pésima situación durante algunos días.
Cuando, finalmente, dio comienzo la disputa, los preliminares resultaron agotadores. Se iniciaron a las siete de la mañana con una misa del Espíritu Santo que estrenaba ese día un músico local llamado Jorge Rhau. Después Mosellano pronunció un prolongado discurso en latín sobre el procedimiento que seguiría el debate y, al cabo de dos horas, la audiencia que abarrotaba la sala pudo ver cómo el profesor de poesía se dirigía realizando reverencias hacia una puerta trasera para regresar al cabo de un instante con más músicos. A continuación, vino la comida y sólo entonces, tras un anuncio llevado a cabo por un floreo de trompetas, comenzó la disputa.
La primera semana transcurrió en un debate entre Eck y Carlstadt acerca del tema de la gracia y del libre albedrío. Se produjo un momento de tensión cuando un irritado Eck apeló al moderador negando que fuera necesario que Carlstadt llevara todos sus libros consigo y tuviera que consultar cada cita. Finalmente, el moderador decidió dar la razón a Eck.
La discusión se extendía únicamente durante el día por lo que quedaba un cierto tiempo para pasear y hacer visitas. A la sazón, Tetzel, uno de los personajes que habían provocado el inicio de la controversia sobre las indulgencias, se encontraba muy enfermo en Leipzig. Es posible que la pérdida de salud estuviera relacionada con la derrota de los propósitos que había abrigado contra Lutero, pero, sobre todo, por la manera en que se había visto abandonado por la jerarquía a la que había defendido encarnizadamente. Apenas unos meses antes había recibido un doctorado y el respaldo de su orden; ahora y como consecuencia de la visita conciliadora de Miltitz al elector se veía reducido al papel de sujeto que estorbaba y, en consecuencia, sufría un arrinconamiento. No deja de ser significativo que precisamente en esos momentos Lutero, que había sido víctima de sus asechanzas nada nobles, le enviara una nota consolándolo en su enfermedad. Sin duda, se trató de una muestra de caridad cristiana, pero, posiblemente, en ese comportamiento subyacía también la convicción de que Tetzel había pasado a ser un personaje secundario en una controversia que se elevaba por encima de los individuos para dirigirse hacia los principios.
Durante los siguientes días en que se prolongó el debate, el aburrimiento fue invadiendo a los asistentes. Incluso los teólogos comenzaron a seguirlo con los ojos cerrados. Era obvio que se necesitaba un cambio que animara la disputa y éste se produjo cuando el día 4 de julio acudió Lutero a debatir con Eck.
El agustino comenzó su exposición con prudencia manteniendo su tesis décimotercera con la afirmación de que el papado era de derecho humano. Semejante opinión puede resultar chocante para un católico actual, pero lo cierto es que era la que mantenía en el seno de la iglesia católica el movimiento conciliarista en las décadas anteriores e incluso la que había sostenido personaje tan poco sospechoso de heterodoxia como Tomás Moro en sus años jóvenes. El punto de vista de Lutero no era, por lo tanto, necesariamente heterodoxo en esa época, pero Eck captó a la perfección que, si era lo suficientemente hábil, podía mezclarlo con elementos políticos para lograr que el agustino apareciera como un hereje. Tanto la universidad de Leipzig como el duque Jorge por motivos familiares eran especialmente sensibles a las menciones a Bohemia y a las guerras hussitas que se habían iniciado cuando los bohemios habían decidido defender su libertad religiosa con las armas. Para ellos, Juan Huss no sólo era un hereje, que había ardido en una hoguera en Constanza, sino el origen de un peligro político. Conocedor de esa circunstancia, Eck se había dedicado a acusar a Lutero de “bohemio” y “hussita” en algunos escritos difundidos antes de la controversia y ahora iba a volver a utilizar esa arma dialéctica.
Lutero había crecido y se había educado con el comprensible horror católico hacia Juan Huss. No sólo eso. Además, el orgullo de los agustinos de Erfurt era Juan Zacarías que había pasado a la Historia con el nombre de “azote de Huss”. Lutero había tenido ocasión de ver su tumba en la que estaba grabada la rosa de oro que se le había concedido por su celo contra Huss. No resulta, por lo tanto, extraño que Lutero se opusiera a que Eck lo etiquetara de esa manera. Sin embargo, a esas alturas, y después de haberse sumergido en el estudio de la Historia eclesiástica, para Eck no resultó muy difícil llevarlo a una situación en la que afirmó que “entre los artículos de Juan Huss y de los hussitas que fueron condenados hay muchos que son verdaderamente cristianos y evangélicos, y que la iglesia universal no puede condenar”. Aquella afirmación provocó un silencio sepulcral en la sala que fue seguido por una exclamación del duque Jorge en el sentido de que aquello era “la peste”. Eck captó a la perfección que había colocado en una situación más que delicada a su adversario y siguió presionando en esa dirección. Lutero no sólo cuestionaba el origen divino del papado – una posición no necesariamente heterodoxa a la sazón – sino que iba más allá y, efectivamente, el agustino reconoció que, tal y como pretendía Eck, desde su punto de vista, los concilios podían también equivocarse.
Llegados a ese punto, Eck no tuvo inconveniente en aceptar que el agustino – al que había conseguido colocar en el nicho de los herejes – tenía buena parte de razón en el tema de las indulgencias que, dicho sea de paso, había sido el inicio de todo el Caso Lutero.
El 14 de julio, Carlstadt regresó a la disputa y el duque Jorge se apresuró a poner punto final a los debates. El elector de Brandeburgo venía a visitarlo para una cacería y poca duda puede haber de que el duque se sentía mucho más interesado en perseguir animales con su jauría que en escuchar aquel cruce de argumentos teológicos. Una vez más, Jorge Rhau hizo acto de presencia y señaló el final del debate con un elaborado Te Deum.
La disputa de Leipzig (III): la conclusión
¿Quién había vencido en la disputa de Leipzig? Por supuesto, Eck había logrado un tanto táctico al lograr que Lutero señalara que no creía en que los concilios estuvieran siempre exentos de error y, como era de esperar, proclamó que la victoria había sido suya. Mientras Eck se refería al premio que para él significaban “la buena cerveza de Leipzig y las bellas adoradoras de Venus” (una afirmación bien peculiar en un teólogo), el duque le regaló un ciervo, pagó todos sus gastos y le concedió una audiencia. En paralelo, el obispo de Brandeburgo solicitó su opinión sobre la denuncia presentada por los franciscanos de Juteborg contra Lutero lo que le permitió ganar quince coronas en un par de horas.
Eck estaba tan entusiasmado que montó a caballo y fue al encuentro de Federico para convencerlo de que abandonara a Lutero a su suerte y cuando el príncipe lo remitió a Lutero y a Carlstadt, acudió a denunciar al agustino ante el dominico Hoogstraten, gran inquisidor de Alemania. No sólo eso. Envió un informe a Roma acusando a Lutero de hereje e indicando que, tras la disputa, la única salida era su condena fulminante.
Sí, poca duda puede existir de que Eck se veía como el vencedor, recompensado por añadidura, y con el poder suficiente como para imponer condiciones. Sin embargo, la victoria estratégica – y teológica - había sido para Lutero de una manera aplastante y así lo reconoce en la actualidad la mayoría de los estudiosos. No se trataba sólo de que su príncipe estuviera más que dispuesto a seguir defendiéndolo nada convencido por los argumentos de Eck. Además se encontraba la reacción de las universidades. De entrada, los estudiantes y no pocos profesores de Leipzig emigraron a Wittenberg en masa. Por si fuera poco en Wittemberg, en Nuremberg, en Augsburgo, en Estrasburgo, en Selestat, en Heidelberg, en Erfurt y – no podía ser menos – en Leipzig las versiones escritas de lo sucedido unánimemente describieron a Eck como el indiscutible derrotado.
De manera bien significativa, los eruditos y los humanistas también consideraron que Lutero había emergido de la disputa como el vencedor. Erasmo, el príncipe de los humanistas, señaló que Lutero era demasiado honrado mientras que Eck no era más que un majadero (jeck). Lázaro Spengler de Nuremberg y Bernardo Adelmann de Augsburgo señalaron también la derrota espantosa sufrida por Eck e incluso W. Pirckheimer publicó un libro titulado La bajada de calzones de Eck que iba a provocar las carcajadas de toda Alemania.
No deja de ser significativo que eruditos católicos como J. Lortz o el dominico D. Olivier compartan ese veredicto. Si Lortz señala que una prueba fatal de la debilidad católica fue la manera en que Eck se dedicó a su promoción personal durante las semanas siguientes y la forma en que las universidades se negaron a dar un veredicto en el que Lutero apareciera como derrotado. Por su parte, Olivier reconoce el juego sucio de Eck y acepta totalmente la victoria de Lutero. Con los datos históricos en la mano, no se puede llegar ciertamente a otra conclusión.
Por añadidura, Eck había empujado a Lutero a asumir una posición que estaría cargada de consecuencias. Antes de Leipzig, el agustino se había manifestado profundamente preocupado por cuestiones de carácter pastoral y por la necesidad de regresar a una predicación bíblicamente pura del mensaje de salvación. Después de Leipzig y de los prolegómenos relacionados con el estudio de la Historia de la iglesia, Lutero ya no cuestionaría sólo el uso del edificio sino la bondad misma de su existencia. El teólogo y pastor estaba dando los pasos necesarios para convertirse en reformador.
CONTINUARÁ: La Reforma indispensable (XXVI): El proceso Lutero (VII): el Reformador
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