César Vidal's Blog, page 130

January 23, 2015

Where Could I Go But to the Lord

La verdad es que esta semana ha sido de campeonato. Al otro lado del océano, aparece un fiscal muerto lo que no ha llevado precisamente a los medios españoles a recordar que hace unas semanas España tuvo el dudoso honor de encontrarse con otro suicidio de un fiscal encargado de causas altamente inflamables en las que aparecían desde el PP al PSOE pasando por los nacionalistas catalanes o gallegos.

​ Nadie hasta donde yo sé se ha molestado en mencionar el paralelo. Por añadidura, si por un lado, Bárcenas del PP salía a la calle; por otro, la jueza Alaya era apartada de una causa que afectaba mayor, aunque no exclusivamente, al PSOE. Añádase a esto otras noticias – relatadas de manera frívolamente irresponsable por los medios españoles – como el que personaje tan siniestro como Montoro podrá seguir endeudando a la nación impunemente con el respaldo del BCE y no sorprende el desaliento que se percibe en no pocas personas.



Ante una situación así caben tres opciones. Una es la del avestruz. Esta semana, Antonio García Trevijano reconocía que cada vez lo escuchaba menos gente en su programa de radio y que lo que había empezado muy bien estaba concluyendo con una pérdida creciente de oyentes. No siempre estoy de acuerdo con los análisis de Trevijano, pero, sin duda, es una voz independiente y no pocas veces certera en sus análisis. Lo suficiente como para que muchos hayan pensado qeu mejor no escucharlo… Cerremos los ojos – pensarán algunos – y nada nos pasará.



La segunda opción es cerrar los ojos, pero en el sentido de no querer ver lo que sucede y seguir apoyando lo que no son sino edificios que se tambalean. Como la conducta anterior la entiendo, pero no puedo compartirla. Es más la simple idea de confiar determinados listas en las que van ciertos sujetos no me tienta lo más mínimo.



La tercera opción es preguntarse a dónde ir y aquí entra la canción de esta semana porque la verdad es que sólo podemos acudir con garantías a Jesús. A Jesús que no a alguna peculiar institución que pretende representarlo en régimen de monopolio y que ha aprovechado esa afirmación para acostarse con todo poder fáctico que se le ha puesto al alcance o, como me decía el director de un centro local de COPE, “el problema de… - y aquí daba el nombre de un cardenal – es que le gusta mucho acostarse con los políticos”. Por supuesto, la afirmación – rigurosamente exacta – no se refería a la vida privada del cardenal sino a sus coqueteos duros y continuos con el poder. Cuando hablo de Jesús hablo de Jesús, no de los que usurpan su nombre y su lugar.



Ceo que nadie debería llamarse a engaño: en este mundo sólo se puede acudir a Jesús y eso es lo que expresa esta canción. Es una canción de alegría porque reconoce que en esta vida hay muchas circunstancias extraordinarias que nos proporcionan felicidad, pero también hay otras menos gratas e incluso dolorosas. La tentación, la maldad, la hipocresía, la corrupción, la inseguridad, el temor pueden asediarnos, pero de ellos sólo nos librará Jesús el mesías-siervo. Si no ha hecho la prueba, hágala. No quedará defraudado.



He escogido dos versiones de esta maravillosa canción. La primera es de Elvis Presley y - ¿hay que decirlo? – resulta espléndida. La segunda – con subtítulos en inglés – es de la Gaither Vocal Band. Excelente. Disfruten de la canción, pero, sobre todo, mediten en su mensaje. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Aquí está Elvis





Y aquí la GVC y un grupo de amigos extraordinario



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Published on January 23, 2015 23:24

January 22, 2015

Estudio Bíblico XIV. Los libros históricos (III): I Samuel

La Historia religiosa – como la nacional – suele caracterizarse por la dosificación de la mentira. Pretende a fin de cuentas mantener a los fieles en el redil y así, de manera conveniente, oculta, resalta o tergiversa tal o cual episodio histórico. Hasta bien entrado el siglo XX, por ejemplo, de san Francisco Javier se podía alabar que entre las primeras medidas que impulsó al llegar a Oriente fuera la de implantar la inquisición para que arrojara al fuego a los herejes.

​A estas alturas de la Historia, el episodio ha desaparecido y sólo se le ocurriría mencionarlo a los historiadores despistados o imparciales. Los ejemplos podrían multiplicarse especialmente cuando se recuerda la Historia del papado, una de las más sanguinarias de Occidente, pero que pocos, muy pocos conocen y que suelen silenciar los que la conocen. Los ejemplos no hay que adscribirlos sólo a la iglesia católica. Lo mismo encontramos en el islam – especialmente si busca adeptos en occidente – en el hinduismo y en tantas otras fes. El poder queda consagrado por encima de la verdad y así se ve en la manera en que manipula la Historia. Es una actitud radicalmente distinta la que hallamos en la Biblia – no en el judaísmo, pero sí en la Biblia – donde la verdad está por encima de personajes – por muy importantes que sean – e instituciones. El primer libro de Samuel es un claro ejemplo de ello.



Su relato comienza con la estéril Ana que se dirige a Dios para poder tener hijos y que agradece que sus oraciones sean escuchadas dejando a su retoño, Samuel, al servicio del santuario de Silo. Samuel sería testigo desde el inicio de su vida de la opresión a que los filisteos sometían a Israel, pero también de la necedad militarista de los israelíes que se tradujo en la pérdida del arca en manos de sus enemigos (c. 4-5). Pero, por encima de todo, Samuel contemplaría como Israel en bloque decidiría seguir el camino de las otras naciones en lugar del marcado por Dios optando por el establecimiento de la monarquía. Al respecto, el capítulo 8 no puede ser más elocuente. Israel había perdido totalmente la perspectiva espiritual porque aquella petición implicaba un abandono de Dios (8: 7-8). Sin embargo, incluso en la necedad mundana de los israelitas Dios estaba actuando.



El resultado de aquella elección popular – sí, los pueblos en ocasiones se equivocan y gravemente al llevar a cabo una elección – fue la unción de Saúl, un israelita de la tribu de Benjamín, como monarca (c. 9-10). El hecho de que Saúl, como los antiguos jueces, venciera las amenazas exteriores (c. 11-14) sólo sirvió para confirmar el optimismo de la gente. Pero Saúl constituiría un ejemplo de cómo apoyarse más en el deseo de agradar al pueblo que en la obediencia a Dios tiene nefastas consecuencias (c. 15). Era una conducta que Dios no estaba dispuesto a permitir y que derivó en el rechazo de Saúl y en la elección de un joven pastor llamado David. La manera en que ambas vidas se cruzaron pone de manifiesto cómo los caminos de la Providencia sobrepasan el entendimiento humano. Saúl se vio sumido en accesos de depresión y sólo lo que ahora denominaríamos sesiones de musicoterapia lo aliviaban (c. 16: 14 ss). El intérprete no era otro que David. Cuando ese mismo David se enfrentó con éxito con el filisteo Goliat que había desafiado a las tropas de Israel, su destino en la corte de Saúl pareció sellado (c. 17). Incluso Jonatán, uno de los hijos de Saúl, trabó amistad con David, pero semejante circunstancia no evitó que el rey procurara deshacerse de un súbdito noble que le era útil, pero al que había comenzado a envidiar (c. 19). Fue la amistad con Jonatán la que salvó a David de la muerte (c. 20), pero no del exilio (c. 21). Perseguido incluso en esa circunstancia, David no quiso quitar la vida a Saúl a pesar de tener oportunidad para ello (c. 24), pero se vio obligado a llevar una existencia de perseguido. Con todo, incluso en medio de esas circunstancias, no se vio abandonado por Dios. Conoció y contrajo matrimonio con Abigail (c. 25), un número considerable de seguidores se le sumaron y encontró refugio entre los filisteos, los enemigos por antonomasia de Israel (c. 27).



Un Saúl cada vez más desesperado acudió a consultar a una adivina – sí, no sucede sólo entre los políticos españoles – para acabar escuchando que sus días estaban contados (c. 28). Sólo la desconfianza de los filisteos hacia David evitó que éste tuviera que verse ante la tesitura de combatir contra Saúl porque lo cierto es que aquellos decidieron someter de una vez por toda a los israelitas. Saúl y sus hijos fueron derrotados militarmente en el monte de Gilboa y el rey optó por quitarse la vida para no caer en manos de sus enemigos.



Se mire cómo se mire, son muchos los que quedan mal en el relato. De entrada, el pueblo de Israel fue incapaz de estar a la altura de las circunstancias e intentó enfrentarse con sus problemas siendo como todos los reinos, es decir, todo lo contrario de lo que constituye la esencia de su llamado. Saúl, el primer rey, también dejó de manifiesto que valoraba más su popularidad que la obediencia a Dios y no dudó en perseguir al mejor del reino impulsándolo al exilio. Al fin y a la postre, todo concluyó con un desastre nacional en el monte Gilboa. Ante nosotros, no se ha negado nada, no se ha ocultado nada, no se ha escamoteado nada porque la Biblia es un libro fiel a la verdad y no al servicio de intereses. Volveremos a encontrarnos con esa característica una y otra vez en entregas sucesivas. Y también con otra no menos relevante: a pesar de los errores, de la necedad, de la ingratitud, de los pecados de los hombres, Dios siempre lleva a cabo Sus propósitos.





Lecturas recomendadas: El llamamiento de Samuel (c. 3); Los filisteos se apoderan del arca (c. 4-5); Israel pide un rey (c. 8); Saúl se convierte en rey (c. 9-10); Samuel se despide del pueblo (c. 12); Saúl es rechazado (c. 15); David vence a Goliat (c. 17); Saúl intenta matar a David (c. 19); David huye de Saúl (c. 21); Saúl consulta a la adivina (c. 28); Muerte de Saúl y de sus hijos (c. 31).





CONTINUARÁ:



ESTUDIO BÍBLICO XV



Los libros históricos (IV): II Samuel







El Evangelio de Marcos



El Dios que desciende (1: 40-45)



La enfermedad más terrible en la Biblia es la lepra. No deja de ser significativo, por ejemplo, que entre los cometidos que Jesús asignó a los apóstoles estuviera precisamente el de “limpiar a los leprosos” (Mateo 10: 8).



La palabra lepra designaba, al menos, tres clases de enfermedad. La primera era la lepra nodular o tubercular. En las articulaciones se producían letargia y dolores para aparecer, a continuación, manchas en la espalda. Luego surgían pequeños nódulos – al principio, rosados y luego marrones – en las mejillas, nariz, labios y frente. En poco tiempo, la cara y el cuerpo quedaban destruidos; la voz enronquecía y el paciente pasaba a ser una masa de úlceras. Al cabo de nueve años y de un deterioro mental creciente, el leproso moría.



El segundo tipo de lepra era la conocida como anestésica. Sus estadios iniciales eran semejantes, pero los nervios se veían afectados hasta tal punto que las quemaduras no ocasionaban dolor al enfermo. Sin embargo, era bastante común que los pies y las manos acabaran cayéndose. El paciente podía vivir en ese estado entre veinte y treinta años.



La tercera clase de lepra era una mezcla de los dos tipos mencionados.



En la época de Jesús, la lepra era una enfermedad muy corriente en Palestina aunque la palabra “tsaraat” contenida en el libro del Levítico capítulo 13 no sólo designaba a la lepra propiamente dicha sino también a enfermedades cutáneas como la psoriasis, a distintos tipos de hongos que afectaban a la ropa y a parásitos que afectaban la madera y la piedra de las casas.



Padecer lepra significaba:



1. Sufrir el alejamiento de otros seres humanos



2. Vivir solo – a lo sumo con otros leprosos – en descampado.



3. Caminar con ropas desgarradas, cabeza descubierta, una cobertura sobre el labio superior y gritando: ¡Impuro! ¡Impuro!



A decir verdad, ser leproso equivalía a una muerte en vida.



El leproso que se acercó a Jesús.



1. Demostró valor. Podía haberse llevado más de una pedrada en su intento de acercarse a gentes que no padecían su terrible enfermedad. Existía un riesgo, pero decidió enfrentarse con él.



2. Formuló una afirmación. No acudió a Jesús a ver si tenía suerte y recibía alivio en su dolencia. Por el contrario, afirmó desde el principio en lo que creía. Creía que Jesús podía curarlo, pero tenía que querer hacerlo.



La respuesta de Jesús fue de una claridad innegable.



1. Actuó movido por la compasión – un término griego que indica que las entrañas se conmueven ante la vista de una necesidad (v. 41). En Jesús no operó, por ejemplo, el deseo de que su acción ganara adeptos para su grupo o de que llovieran donativos para el santuario que se crearía en el lugar de la curación. Todo aquello estaba muy apartado de su ánimo. Actuó porque sintió compasión hacia aquel hombre.



2. Extendió la mano y tocó al leproso. Podía haberlo curado con una simple orden verbal como en otras ocasiones, pero Jesús sabía la importancia de ese contacto para un leproso. Durante años, quizá décadas, aquel hombre no había percibido contacto humano alguno. A lo sumo había visto las manos de sus semejantes como un instrumento para alejarlo de su presencia o lanzarle piedras. Ahora, Jesús lo devolvía a un mundo del que había sido expulsado mucho tiempo atrás.



3. Respondió. Jesús habló y habló al corazón del leproso. No gritó, no lanzó consignas, no leyó una fórmula de un libro, no le arrojó agua bendita. Simplemente, le dijo que quería que curara y dio la orden de que quedara limpio.



Es curioso el verbo – kazaridso – que Marcos emplea para describir esa limpieza y el empleo que tiene a lo largo del Nuevo Testamento, pero de eso hablaremos otro día.



CONTINUARÁ



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Published on January 22, 2015 22:00

January 21, 2015

Don Juan de Austria, el bastardo heroico

Si Felipe II reunió en si mismo los peores defectos de la España de los Austrias – fanatismo, soberbia, superstición… - otro hijo de su padre, Carlos I, pareció compendiar las virtudes de la época.

Hijo natural de Bárbara Blomberg y del César Carlos, don Juan pasaría a la Historia como el héroe de Lepanto (1571), la batalla que detuvo el avance de los turcos en el Mediterráneo. Sin embargo, el año anterior, don Juan había sofocado la sublevación morisca de las Alpujarras , una guerra de enorme dureza que, al contemplar el destierro de mujeres y niños, describió como la mayor “miseria humana”. Tras Lepanto, los albaneses le ofrecieron el trono, pero Felipe II le recomendó rechazarlo. En 1573, tomó Túnez. El papa insistió en que se coronara a don Juan como rey de Túnez, pero Felipe II se opuso y lo apartó apresuradamente de la plaza que fue tomada de nuevo por los piratas musulmanes. Tampoco consintió Felipe II que su hermano contrajera matrimonio con Isabel I de Inglaterra e incluso ordenó que espiaran su correspondencia. Igualmente, se negó reiteradamente a nombrarle infante de Castilla con el tratamiento de alteza y lo envió a Flandes donde la rebelión contra la intransigencia religiosa de Felipe II se había recrudecido. Tras comprometerse a respetar la libertad religiosa de los flamencos, don Juan logró en 1577 que el Edicto Perpetuo pacificara Flandes. Su deseo era regresar a España y estudiar con el rey la toma del trono inglés. Felipe II rechazó las pretensiones de don Juan. Entonces, en el peor error de su carrera, don Juan rompió la paz con los protestantes. En un primer momento, los éxitos se acumularon, pero pronto faltó el dinero y don Juan envió a su secretario Escobedo a Madrid para solicitarlo del rey. Escobedo fue asesinado entonces por orden de Felipe II aunque los motivos – temor al éxito de don Juan, a un acuerdo con los protestantes… - continúen siendo oscuros. La muerte de Escobedo convenció a don Juan de que su situación era imposible. Murió en 1578 aunque no es seguro que el rey ordenara envenenarlo. Había sido el mejor súbdito de un monarca que nunca lo había apreciado.



Próxima semana: Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera

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Published on January 21, 2015 23:00

Terrorismo: una lacra milenaria

​El uso del terror como forma de imponer el dominio sobre otros seres humanos hunde sus raíces en la noche de los tiempos. El imperio asirio recurrió a un terror basado en formas de ejecución pavorosas como el empalamiento o la deportación total de poblaciones enteras.

Pero no faltaron organizaciones como los zelotes judíos que durante el enfrentamiento con Roma en el siglo I realizaban atentados individuales valiéndose de un puñal curvo denominado sica, lo que daría lugar al término sicarios. Tras estallar la guerra del 66 d. de C., los zelotes utilizarían el terror no sólo contra los ocupantes romanos sino también contra los judíos considerados tibios. Terrorismo centrado en atentados individuales, pero también en el exterminio y deportación de poblaciones enteras fue el utilizado por Mahoma. Aunque, teóricamente, debería haber desaparecido tras su entrada en La Meca, el ejemplo se perpetuaría ampliando también nuestro vocabulario. Hassan-al Sabbah, más conocido como el Viejo de la montaña – que operaba contra musulmanes a los que estimaba alejados de la Verdad – contaba con un ejército de sicarios a los que, por consumir hashish, se denominó hashashin de donde deriva nuestra palabra asesinos. A pesar de los ejemplos citados, el terrorismo es un fenómeno histórico relativamente reciente, emergido por el período justamente denominado del Terror durante la Revolución francesa y asociado en sus primeros años con el nacionalismo y con ideologías de izquierdas como el anarquismo. Uno de sus primeros ejemplos fueron la Hermandad feniana y la Hermandad irlandesa republicana que, a mediados del siglo XIX, comenzaron a realizar actos terroristas no sólo en Gran Bretaña sino también en los Estados Unidos. Para combatir a estas organizaciones, surgió la primera unidad antiterrorista, la conocida popularmente como Special Branch. La rama del socialismo conocida como anarquismo asumiría unas décadas después las tácticas terroristas y en 1870, Mijaíl Bakunin, su máximo representante, proclamó el terrorismo como “la forma más popular, potente e irresistible de propaganda”. Buena parte del anarquismo siguió recurriendo al terrorismo dejando huellas terribles en Rusia – donde se fundó la Narodnaya Volya (Voluntad popular) en 1878 – Italia y España. En este último caso, los años del pistolerismo barcelonés - concluidos con el inicio de la dictadura de Primo de Rivera – y las acciones de la CNT y la FAI hasta el final de la guerra civil dejaron un reguero de cadáveres ocasionados por la acción de individuos que, como Buenaventura Durruti, siguen siendo incensados en algunos círculos. La mayoría de los grupos terroristas serían nacionalistas. Aparte de los irlandeses, puede mencionarse a los sureños que crearon el KKK – un grupo terrorista creado tras la derrota en la guerra de Secesión – a los armenios del Dashnaktsuthium - que atentó en el imperio otomano agriando las relaciones entre turcos y armenios hasta desembocar en las matanzas de inicios del siglo XX - a los serbios - como Gavrilo Princip que, al asesinar al archiduque Francisco Fernando desencadenó la Primera guerra mundial – a los sionistas – tanto el Irgún como el Lehí realizaron atentados no sólo contra la población árabe sino contra los británicos residentes en el mandato de Palestina y de ellos surgieron personajes como Menahem Beguin – o a los egipcios cuya Hermandad musulmana unía a su cosmovisión islámica un claro nacionalismo. No deja de ser significativo que las primeras feministas optaran también por el terrorismo y en Gran Bretaña llegaran, por ejemplo, a incendiar la casa de Lloyd George. El éxito de las tácticas terroristas en episodios como la guerra de Argelia, pero también el triunfo de revoluciones como la china o la cubana tuvieron como resultado la proliferación de otros colectivos terroristas que se encuadraban, de manera más o menos adecuada, en el proceso de descolonización. Fue el caso del PKK turco, del ASALA armenio, del IRA provisional irlandés, de los palestinos Fatah, Frente popular para la liberación de Palestina y del Frente democrático para la liberación de Palestina; del Frente de liberación de Quebec y, por supuesto, de la Tierra Lliure catalana y la ETA vasca. En mayor o menor medida, todos recibieron alguna ayuda de una URSS deseosa de desestabilizar la geo-estrategia de Estados Unidos. A partir de los años setenta, a estos grupos terroristas se sumaron otros que pretendían reverdecer una izquierda que consideraban traidora. Fue el caso de la Facción del Ejército rojo fundado por Andreas Baader y Ulrike Meinhof en la RFA siguiendo el ejemplo del Che o de las Brigadas rojas de Renato Curci y Alberto Franceschini que asesinaron a Aldo Moro. La desaparición de la URSS debía haber terminado con todos estos grupos y así fue en algún caso, pero en otros sobrevivieron gracias a su conversión en cárteles de la droga (PKK), a su paso a la vida política (IRA) o incluso a las subvenciones oficiales (ETA). Por añadidura, ETA recibió una ayuda más que notable de la iglesia católica – hubo sacerdotes condenados por colaboración con la banda terrorista vasca - que incluyó, por ejemplo, protección diplomática o el respaldo directo del papa Benedicto XVI al mal llamado proceso de paz.



Paradójicamente, el fortalecimiento del terrorismo islámico en las últimas décadas ha estado muy relacionado a los errores de la estrategia norteamericana desde los años setenta. Jomeini fue aplaudido por que, según la Casa Blanca, al creer en Dios, supuestamente ayudaría a cercar a la URSS. No fue así y además, gracias al islamismo iraní, grupos como Hizballah entraron en acción. Aún peor fue la subversión islámica atizada por la CIA en Afganistán que, ciertamente, provocó la invasión soviética, pero también la aparición de Al-Qaeda de Bin Ladin. Aunque algunos grupos terroristas han abandonado la violencia y Hamás renunció en 2006 a los atentados suicidas, el panorama en este siglo no resulta prometedor. A matanzas como las perpetradas en Nueva York, Madrid o Londres se han sumado la sempiterna crisis en Gaza, las acciones del terrorismo checheno contra Rusia o la aparición de Isis. La mezcla de nacionalismo y de islam obliga a pensar que si Occidente no juega bien sus cartas, quizá, lo peor esté por venir.

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Published on January 21, 2015 00:35

January 19, 2015

Debate sobre el islam en “El Espejo”

El espejo dirigido por Juan Manuel Cao es uno de los programas más interesantes de la televisión de la Florida. La semana pasada, participé en un debate sobre el islam. Les incluyo las dos partes del debate. Espero que lo disfruten.

​Primera parte: Entre la paz y el terrorismo



Segunda parte: Islam, ¿religión de paz o ideología violenta?



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Published on January 19, 2015 23:27

January 18, 2015

Acción-reacción-acción

​En el ABC del terrorismo se halla una estrategia utilizada de manera pertinaz que, ocasionalmente, recibe el nombre de acción-reacción-acción. Su desarrollo es tan perverso como eficaz.

Los terroristas comenten una atentado execrable que podemos denominar acción. Frente al mismo, las autoridades, en lugar de responder de manera inteligente y proporcionada, se dejan llevar por circunstancias como la cólera popular, el doloroso desconcierto o la búsqueda de réditos políticos y asumen una reacción que favorece a los que han sembrado el terror al ser excesiva, recaer sobre inocentes y, al fin y a la postre, incluso provocar una simpatía hacia los asesinos. Tras esa reacción, los terroristas vuelven a perpetrar otra acción que, esta vez, originará una reacción mucho mayor. Al cabo de un tiempo, la sociedad cuestiona las acciones del poder y los puntos de vista de los terroristas son asumidos por gente hasta entonces neutral. La estrategia funcionó magníficamente en la Argelia cuyo FLN llevó el terror a la misma metrópoli francesa y acabó contando con el respaldo de no escasa porción de la población francesa; en las Vascongadas del franquismo final donde gente apolítica terminó viendo a los asesinos de ETA como nobles idealistas; en Irak y Afganistán, donde los terroristas se han multiplicado como hongos durante los últimos años y en Gaza donde las reacciones sobredimensionadas y electoralistas de Netanyahu han causado un daño diplomático a Israel que puede tardar en remontar años. Los últimos atentados en París – como los del 11-S – buscan que las autoridades de la sociedad víctima sigan esa dinámica, tantas veces triunfal para la barbarie, de acción-reacción-acción. Los ciudadanos, más que justificadamente airados, pueden exigir medidas drásticas e incluso aceptar iniciativas legales que socavarían las mismas bases del sistema democrático. Ceder ante ese estado de ánimo o considerar que puede ser beneficioso constituiría una gran equivocación tanto para los políticos como para naciones enteras. Una sociedad que decida valerse de la brocha gorda en lugar del tiralíneas; que acepte la limitación de las libertades en pos de una seguridad que, supuestamente, sería mayor y que se doblegue ante el miedo abandonando, por ejemplo, medios de transporte o destinos turísticos es una sociedad que ha comenzado a entregar bazas a los terroristas y a allanarles el camino a la victoria final. Es una confrontación dura y difícil que se prolongará años y quizá décadas. De ella sólo emergerá vencedor el bando que conserve la sangre fría y que sepa mover adecuadamente sus piezas en ese juego satánico conocido como acción-reacción-acción.

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Published on January 18, 2015 22:30

January 17, 2015

La Reforma indispensable (XXXII): El proceso Lutero (XII): La Dieta de Worms (III): el juicio (I)

​Lutero esperó hasta que los cultos de Pascua concluyeran antes de ponerse en camino. Finalmente, el jueves, 2 de abril, partió hacia Worms. Llevaba consigo la citación, el salvoconducto imperial y los documentos oficiales de su príncipe. Además lo acompañaban en el carro en que viajaba tres amigos el teólogo Nicolás Amsdorf, un agustino llamado Juan Petzensteiner y Pedro Suaven, un estudiante joven.

El grupo atravesó Leipzig, Weimar, Erfurt, Gotha, Eisenach, Frankfurt y Oppenheim en un viaje muy distinto al que habían sufrido Aleandro y Eck. La gente simpatizaba con Lutero y resulta por ello normal que predicara en las distintas localidades por las que fue pasando. No faltaron, sin embargo, los que intentaron disuadirlo de que continuara su viaje. En ocasiones, se trataba de gente que lo apreciaba y que temía que acabara en la hoguera como había sucedido con Huss. En otros casos, eran intentos encaminados a evitar que la Dieta pudiera escucharlo. Así, el nuncio Aleandro se ocupó de que el decreto imperial estuviera fijado en varias de las ciudades por las que había de pasar como un claro elemento disuasor. Por añadidura, en Oppenhein, Glapión, el confesor de Carlos, se valió de Martín Bucero para sugerir a Lutero que se ocultara en el castillo de Ebernburg con Hutten y Von Sickingen y aceptara solventar todo apartado de la publicidad de la Dieta. Elofrecimiento constituía una verdadera trampa porque, de haberlo aceptado el monje, se le hubiera considerado en rebeldía y su salvoconducto habría prescrito, un resultado que hubiera entusiasmado a Aleandro.. Por todo ello, no sorprende que la respuesta de Lutero fuera que si Glapión deseaba hablar con él tendría ocasión de hacerlo en Worms y que, desde luego, de él se podría esperar cualquier cosa salvo que huyera o se retractara. Así, a las diez de la mañana del martes, 16 de abril de 1521, tras recorrer más de cuatrocientos kilómetros en catorce días de viaje, Lutero entró en Worms. Pendientes de recibirlo estaban unas dos mil personas. Mientras bajaba del carro en el que había viajado, se pudo oír cómo decía para si, “Dios estará conmigo”.



Las Actas de la Dieta nos han dejado un testimonio bien revelador de la situación moral de Worms. Sabemos que era normal que en la ciudad se perpetraran tres o cuatro homicidios cada noche y que las ejecuciones por este motivo superaban el centenar. Por añadidura, las calles estaban llenas de prostitutas y los príncipes de la iglesia distaban mucho de dar ejemplo. A decir verdad, los prelados se pasaban la mayor parte del tiempo banqueteando y bebiendo (¡en cuaresma!) e incluso uno de ellos llegó a perder sesenta mil guilders en una partida. Se mire como se mire, lo cierto es que cuesta no contemplar en semejantes conductas síntomas innegables de la acusada crisis espiritual de la época.





El juicio 17-18 de abril de 1521



Durante la mañana del día siguiente a su llegada, Lutero escuchó la confesión de un caballero que estaba agonizando y le administró la Eucaristía. Luego cuando Ulrico von Pappenheim, un caballero del emperador, le informó de que debería comparecer ante la dieta a las cuatro de la tarde, el monje fue a que le cortaran el pelo para que su tonsura quedara bien de manifiesto. Con posterioridad, lo llevaron a palacio por un camino secundario para evitar a la multitud.



Después de esperar por espacio de dos horas, Lutero fue conducido a una sala abarrotada en la que el calor resultaba sofocante. Los miembros de la Dieta se quedaron sorprendidos al ver al fraile. Pálido, delgado, cansado por las dos semanas de viaje, enfermo por la tensión de los meses anteriores, los presentes, especialmente los italianos y los españoles, no acertaban a entender cómo aquel hombre podía ser el origen de tantos problemas. Porque además a su ausencia de prestancia, unió el humilde comportamiento que se hubiera esperado de un religioso. Mantuvo la cabeza inclinada y dobló sus rodillas ante sus superiores.



Contamos con seis informes de la comparecencia de Lutero ante la Dieta que proceden de las dos partes. Para el estudioso, resulta tranquilizador el hecho de que sean muy similares en su contenido y además recojan de manera literal lo actuado. Puede decirse que, ciertamente, los énfasis son diferentes según las versiones, pero, en términos generales, ningún hecho aparece omitido ni tampoco deformado tendenciosamente.



El primero de los relatos (29 páginas) es el denominado informe de Spalatino que fue recogido por éste con la ayuda de los teólogos de Wittenberg. Existe también una versión abreviada de este informe que no añade nada a nuestro conocimiento del episodio. El tercer texto del que disponemos es el informe oficial católico compilado fundamentalmente por el letrado Von Ecken, el fiscal oficial, y aprobado por Aleandro. El cuarto informe, conocido como el Informe alemán, ofrece detalles muy interesantes sobre el procedimiento legal y sobre personajes como el arzobispo de Tréveris, Glapión o Cochlaeus. A estas fuentes hay que añadir el Informe Vehus, un texto muy objetivo y no teológico, escrito por un laico que era letrado y canciller del elector Felipe de Baden, y dedicado a los procedimientos del 24-25 de abril, y el Informe Cochlaeus debido a este teólogo católico, que, a pesar de su carácter extremadamente parcial, proporciona datos interesantes sobre las personalidades implicadas.



En total, la comparecencia de Lutero fue contemplada por unas mil quinientas personas lo que explica el calor sofocante que había en la sala. Las más importantes eran el emperador Carlos, los electores Federico de Sajonia, Joaquín de Brandeburgo, Luis del Rhin y los arzobispos Alberto de Maguncia, Reinhart de Tréveris y Hermann de Colonia.



Una vez que Lutero se encontró en presencia del emperador, Ulrico von Pappenheim le advirtió de que no debería hablar a menos que se le interrogara. Entonces el fiscal, Juan Von Ecken, en sustitución de Aleandro que no había querido estar presente, se dirigió a Lutero en latín y después en alemán para informarle de que se encontraba ante el tribunal por dos razones. La primera era reconocer públicamente si los libros expuestos que llevaban su nombre eran suyos y la segunda, si en tal caso, estaba dispuesto a retractarse de lo expuesto en ellos. Acto seguido, el doctor Jerónimo Schurff, un suizo de San Gall, ordenó que se leyeran los títulos de los libros y se instó a Lutero a retractarse de ellos de acuerdo con el mandato imperial.



El monje respondió a la primera pregunta que, efectivamente, los libros eran suyos. En relación con la segunda, contestó que estaba dispuesto a ceder ante cualquiera que le convenciera valiéndose de las Sagradas Escrituras. Ese hecho, hasta el momento, no se había dado a pesar de que se había ofrecido repetidamente a ello. Por otro lado, añadió, se trataba de una pregunta difícil ya que iba referida a la fe. Por esta razón, no podía dar una respuesta en ese momento sin reflexionarla antes y por ello, humildemente, solicitó que se le concediera un tiempo para deliberar.



En ese instante, el emperador expresó su deseo de que Lutero fuera informado a través de Von Ecken de que en todo momento debía tener a la vista la unidad de la iglesia santa, católica y apostólica y de que no debía de desgarrar lo que tenía que sostener, venerar y adorar, ni tampoco debía apoyarse en su propia opinión ni en textos bíblicos pervertidos. Lutero debía volver en si y retractarse. Si así lo hacía, el emperador le prometía su gracia y favor y que obtendría esos mismos favores del papa. Pero si no lo hacía, le esperarían la pena y el castigo. En opinión de Carlos, el monje debía haber meditado en todo hacía mucho tiempo. Sin embargo, aceptó conceder a Lutero un tiempo para reflexionar que se prolongaría hasta las cinco de la tarde del día siguiente.



CONTINUARÁ: La Reforma indispensable (XXXIII): El proceso Lutero (XIII): La Dieta de Worms (IV): el juicio (II)

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Published on January 17, 2015 23:00

January 16, 2015

Swing Low Sweet Chariot

​La enseñanza bíblica sobre la Segunda Venida de Cristo apenas tiene lugar en el seno de ciertas confesiones. Por un lado, están tan ocupadas en construirse un reino terrenal lo más rico y poderoso posible que la simple idea de que Jesús pueda regresar y acabar con semejante tinglado tiene que resultar escalofriante para sus dirigentes; por otro, implicaría ya ahora un cambio drástico de sus prioridades y actuaciones. Es lógico que así sea. No en vano la Biblia enseña que el Anticristo se coloca en lugar de Dios y que será la Palabra de Dios la que irá recortando su reino hasta que tenga lugar la segunda venida de Cristo.

Sin embargo, para los cristianos verdaderos la Segunda Venida es una espera gozosa y alegre. Ya entre los primeros era común saludarse con la expresión Maranatha que lo mismo podía significar el Señor viene que Ven, Señor. Sabían que los grandes problemas de la Humanidad sólo serán reparados de manera total y definitiva cuando Jesús regrese.



Esa expectativa se ha repetido a lo largo de los siglos dando lugar a hermosas canciones. La que incluyo hoy nació entre los esclavos como un negro spiritual. Su anhelo era que Jesús regresara ya y se los llevará con él tal y como había anunciado, por ejemplo, él mismo y los apóstoles. Quizá por eso el himno es, a la vez, tan sencillo y tan conmovedor señalando ese deseo de que el carro del Señor se deslice volando bajo y recoja a Sus hijos para llevarlos al verdadero hogar.



Esta canción siempre me ha gustado mucho y ésa es la razón para que hace décadas escribiera una versión en español que, por cierto, llegó a ser cantada en alguna iglesia. Pero eso es muy secundario y anecdótico. Lo importante realmente es que recuerden ustedes que la única esperanza definitiva del género humano está en Jesús el mesías y que él regresará. Si aún vivimos, algunos sabemos que no faltará a su promesa de llevarnos con él. Si hemos muerto antes, ya estaremos a su lado.



He escogido dos versiones de la canción. La primera – totalmente a capella - es de The Plantation Singers y creo que reproduce magníficamente la manera en que esta pieza musical debió ser cantada en sus primeros tiempos. La segunda es del grande, grandísimo Johnny Cash. Disfrútenlas. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Aquí están The Plantation Singers









Y aquí viene Johnny Cash







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Published on January 16, 2015 23:01

Estudio Bíblico XIII: Los libros históricos (II): Jueces

​El final del libro de Josué dejaba establecido en la Tierra prometida a Israel. Sin embargo, tras la muerte de Josué la trayectoria de los israelitas distó mucho de ser ejemplar.

De hecho, la dinámica histórica establecida por el libro se percibe claramente en la fórmula “hicieron, por lo tanto, los hijos de Israel lo malo ante los ojos de YHVH y olvidaron a YHVH su Dios y sirvieron a los baales y a las imágenes de Asera. Y la ira de YHVH se encendió contra Israel, y los entregó en manos de…” (Jueces 3: 7-8) que con las variaciones de cada ocasión aparece en 4: 1-2 o 6: 1. El pacto de Dios con Israel no era incondicional ni permitía a los israelitas hacer lo que buenamente deseaban. Por el contrario, arrojaba sobre ellos una gran responsabilidad. Si no se comportaban tal y como era digno del pueblo de Dios y, por ejemplo, se entregaban al culto a las imágenes sólo podían esperar que Dios los dejara a merced de los enemigos que los rodeaban. Enfrentados con esas terribles crisis periódicas, los israelitas clamaban a Dios y entonces, sólo cuando se volvían hacia El, recibían la ayuda de un personaje concreto.



Este personaje en cuestión tenía una designación que resulta más que significativa. No era un rey, no era un caudillo, no era un dirigente. Era un juez y tiene lógica porque ninguna sociedad puede discurrir adecuadamente sin justicia y sólo alguien que en verdad aplica la justicia puede servir de baluarte de esa sociedad contra sus atacantes.



Jueces es un gran libro que, ciertamente, nos proporciona datos sobre el Israel posterior a Josué y anterior a la monarquía y que nos narra maravillosas historias que aún todavía pueden excitar nuestra imaginación. Sin embargo, hay mucho más en sus líneas. Lamentablemente, no son pocos que sólo conocen el libro de los Jueces por algunos de sus personajes más llamativos como Sansón o Gedeón. Pero el texto encierra muchas joyas que se pasan por alto. Por ejemplo, establece que el pacto de Dios e Israel se sustenta en la obediencia y no en la predilección. Por ejemplo, deja bien claro que el ejercicio de la autoridad espiritual no es cuestión de sexo y así podemos ver en ejercicio a una profetisa llamada Débora (Jueces 4: 4). Por ejemplo, señala con una lucidez que pocas veces ha sido tan clara que sólo los muy estúpidos y ambiciosos desean mandar ya que lo verdaderamente útil y sensato es que uno haga aquello para lo que verdaderamente está dotado por la naturaleza (parábola de los árboles que buscaban rey en Jueces 9: 8-15). Confieso que este último pasaje – del que me he hecho eco en muchas ocasiones - ha sido regla fundamental de mi andadura desde hace décadas y que veo en él una lección que por si sola mejoraría la vida de las sociedades si se llevara a la práctica.



Y es que, al fin y a la postre, Jueces es el libro de la sociedad extraviada. Como señala Jueces 21: 25, una sociedad en la que “cada uno hacía lo que le parecía bien” y en la que, obviamente, todo acababa muy mal hasta que se volvía clamando a Dios. Esa sociedad que se olvida de Dios, que practica una religiosidad supersticiosa consistente, por ejemplo, en rendir culto a pedazos de madera o de metal, que se queja cuando sus vecinos se la comen a pedazos se parece no poco a la nuestra. Precisamente por ello, las lecciones de Jueces resultan especialmente acuciantes: sólo cabe esperar ayuda de Dios y sólo cabe vivir dando lo mejor de nosotros y volviendo la espalda a necias ambiciones.



Lecturas recomendadas: La historia de Gedeón (capítulos 6 y 7); la fábula de los árboles que buscaron rey (9: 8-15); la historia de Sansón (capítulos 13 – 16); el desplome moral de Israel (Jueces 21).





El Evangelio de Marcos



El Reino de Dios (V): Expansión y trasmisión (1: 32-39)



Finalmente, el Reino de Dios es un reino que se expande y que transmite de manera dinámica y constante su mensaje. Los versículos 32-34 nos muestran a un Jesús que manifiesta el poder del Reino de Dios de manera incontestable. ¿Cómo lo hace? No mediante la alianza con los poderes políticos, no mediante la búsqueda de privilegios para él y los suyos, no mediante la concentración de riquezas, no mediante la construcción de edificios suntuosos donde – supuestamente – se adora a Dios, no mediante la entrega al poder secular de los que considera herejes para que disponga de ellos, no mediante el uso de la fuerza directa o indirecta. No y mil veces no. A decir verdad, esa manera de actuar es diabólica y se encuentra contenida en lo que Satanás le ofreció a Jesús si lo adoraba (Lucas 4). No, el reino predicado por Jesús se expande mediante la mano tendida hacia aquellos que sufren y padecen, hacia aquellos que son atormentados por el Diablo, hacia aquellos que casi nadie quiere.



Los versículos 35-37 nos muestran a un Jesús que podría haber sido increíblemente popular, inmensamente poderoso, inimaginablemente rico y que, por el contrario, rechazó totalmente semejante eventualidad. Ante la referencia de Simón en el sentido de que todos lo buscaban - ¡cómo he visto sufrir a gente a la que dejaron de buscar en un momento dado! – Jesús opone un “Vamos a los lugares vecinos para que predique también allí, porque para esto he venido”. Y, efectivamente, predicaba y expulsaba demonios (v. 39) y con ello dejaba un ejemplo evidente.



Es clara y obvia la actuación de Jesús y su enorme diferencia con la de otros que han pretendido seguirlo, pero eso es el Reino de Dios…



- No una vida vieja sino una vida nueva



- No con gente especial sino con gente común y corriente



- No como una religión sino como una relación personal con Dios para una misión concreta



- No con dogmas elaborados en un lenguaje incomprensible para sencillos pescadores de Galilea, sino con una autoridad que sólo puede dar Dios



- No con derrotas frente al Diablo sino con una victoria espiritual frente a él



- No con torres de marfil desde las que se legisla para gente a la que no se conoce sino con una compasión que toca a enfermos y posesos



- No con la intención de acumular poder y riquezas sino con el sueño de que el Reino se expanda.



Ése es el Reino de Dios y lo otro son sucedáneos propios del Anticristo que se coloca en lugar de Cristo y finge recibir de él su autoridad. La elección es libre, pero yo no albergo la menor duda. Me quedo con el Reino de Dios predicado por Jesús aunque signifique que, a diferencia de las zorras y de los pájaros, no tenga donde recostar la cabeza (Mateo 8: 20). ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!

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Published on January 16, 2015 00:26

January 14, 2015

Felipe II, la espada de la Contrarreforma

​ Sin ningún género de duda, Felipe II es uno de los personajes más controvertidos de la Historia de España. Empeñado en revisar todos los asuntos personalmente, imprimió un ritmo lentísimo y nada positivo a la administración de la monarquía.

Todo ello mientras reunía una de las mayores colecciones de reliquias de Europa y llenaba anaqueles de su biblioteca con libros de ciencias ocultas. Para algunos, se trata de su mejor rey, el que condujo a España al zenit de su gloria, el que gobernó sobre un imperio donde no se ponía el sol; para otros, no pasó de ser “el demonio del mediodía”, que arruinó a la nación por razones religiosas, aislándola de la modernidad. Algunos datos son, desde luego, objetivamente irrefutables. Felipe II arrojó a la hoguera a los protestantes españoles en distintos autos de fe, prohibió que los españoles estudiaran en universidades extranjeras, afirmó orgulloso que prefería perder territorios a gobernar sobre herejes – y lo consiguió – acumuló más bancarrotas que ningún gobernante de la Historia de España, no dudó en recurrir al crimen de Estado y, sin duda alguna, arrojó a los españoles a conflictos armados enormemente costosos que nada tenían que ver con los intereses nacionales. Ni la aventura desastrosa de la Armada invencible, ni la intervención de la guerra de los Tres Enriques, ni la manera en que se condujo la rebelión de Flandes fueron sensatas ni beneficiosas. Sin embargo, no todo fue negativo. Francia fue humillada al inicio de su reinado en la batalla de san Quintín; los turcos fueron contenidos en Lepanto en una empresa que pagó casi en exclusiva España; humilló a la oligarquía nobiliaria aragonesa y consumó la política territorial de los Reyes Católicos uniendo Portugal a España. Si al inicio de su reinado, España comenzaba a dar señales de cansancio y contempló con cierto alivio la desvinculación del imperio alemán, al final del mismo, resultaba obvio que se encontraba exhausta. En un par de generaciones, sobrevendría un desastre difícilmente evitable que hundía sus raíces en el reinado de Felipe II y en el de su padre, Carlos I.



Próxima semana: Don Juan de Austria

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Published on January 14, 2015 23:44

César Vidal's Blog

César Vidal
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