César Vidal's Blog, page 128

February 11, 2015

No es la austeridad, estúpido

​Tras la victoria de Syriza – que algunos veníamos anunciando desde hacía meses –en los comicios griegos, se vuelve a escuchar con fuerza la cantinela de que los males de la economía se deben a la austeridad. Lo dicen Tsipras, Pablo Iglesias y no pocos de los políticos y medios europeos. La realidad es exactamente la contraria y, parodiando a Bill Clinton, habría que señalar que la causa de este desbarajuste no es la austeridad, estúpido.

Lo que ha llevado a la Unión Europea – en especial, a algunas naciones – a una situación harto peligrosa es la suma del gasto público desaforado, de una deuda astronómica, de unos impuestos más que elevados y de una corrupción política que utilizaba todos esos mecanismos para crear clientelas que apuntalaran su posición en las elecciones y mantener los privilegios de determinadas castas. Cuando la economía se resintió por esa suma perversa – en España, la crisis estalló un año antes que la mundial y por razones propias – la única salida realista habría sido desandar el perverso camino transitado durante años bajando drásticamente los impuestos, reduciendo la deuda y el gasto público y desmantelando las redes clientelares. Más de una nación, como es el caso de Grecia, pero también el de España, ha hecho lo contrario, es decir, ha subido los impuestos, se ha endeudado más y ha aumentado el gasto público. Sin embargo, dadas las presiones de Bruselas sí ha realizado recortes en áreas como sanidad, educación o protección social. El resultado directo de esa conducta es que se ha creado una sensación falsa de austeridad cuando, en realidad, se aumentaba el gasto. No era, pues, una política de austeridad, como se afirma, sino de profundización de los errores pasados provocando además que la carga recayera de manera más pesada sobre los más indefensos y estrangulando de tal manera la economía que el desempleo ha aumentado. Ahora Syriza se plantea llevar a cabo un programa que subirá los impuestos, que aumentará el número de funcionarios y que incrementará el gasto público casi un 16% respecto a las cuentas de 2013, lo que equivaldría a algo más de 68% del PIB si se toma como referencia ese ejercicio. En otras palabras, la izquierda y la derecha en Grecia han caminado con perseverancia durante décadas hacia el desastre económico y social, ahora Syriza se dirige corriendo hacia ese mismo final. Es, desde luego, la mejor receta para la ruina porque el problema es la suma de corrupción y exceso de gasto y no la austeridad, estúpido.

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Published on February 11, 2015 00:10

February 10, 2015

Democracia y populismo

​Hace un par de semanas, tuve el honor, el privilegio y la satisfacción de ser invitado para pronunciar el discurso de introducción en el Foro de Promoción democrática continental celebrado en la Florida International University, en Miami.

Les incluyo el enlace de mi exposición y junto con ella de todas las demás. Que lo disfruten.

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Published on February 10, 2015 00:54

Dios siempre provee

Ayer, lunes, fue un día verdaderamente especial. Como relaté en uno de mis posts, el viernes Antonio Resco se despidió del programa La Vozpara aceptar una interesante oferta laboral. Me alegré mucho por él, pero no es menos cierto que me quedé sin un excelente subdirector. Con todo, como dejé de manifiesto en alguno de los comentarios que colgué en las últimas horas estaba convencido de que Dios proveería y, efectivamente, así fue. A las 13 horas del lunes, Luis Ortiz se incorporaba al equipo de La Voz y a las 20 horas y unos minutos dejó de manifiesto que lo estaba haciendo a la perfección a la hora de cubrir el vacío dejado por Antonio. Dios es fiel.

La segunda alegría del día relacionada con la fidelidad de Dios la tuve apenas unos minutos antes de que comenzara el programa. Llegó el cartero con sus cartas y paquetes y entre ellos me dejó uno muy especial. Era una caja que contenía los ejemplares de autor de mi último libro, un libro publicado en español, pero en los Estados Unidos. Su título es La herencia del cristianismo. Dos milenios de legado y puede encontrarse ya en http://www.amazon.com

http://www.amazon.com/herencia-del-cristianismo-milenios-legado/dp/1576588041/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1423513930&sr=8-1&keywords=La+herencia+del+cristianismo



Este libro resulta especialmente importante para mi por su valor simbólico. Hace ya años que se desató en mi contra una serie de maniobras para que no pudiera volver a publicar un solo libro más en España. Como señaló una importantísima editora: “César Vidal es mucho mejor escritor de lo que él se cree, pero tiene que aprender la lección”. Algo he contado al respecto y no voy a repetirlo ahora. Con todo, yo siempre confié en que nada de lo que mis enemigos pudieran hacer sería más poderoso que lo que Dios tiene preparado para mi. Si, efectivamente, mi carrera literaria se acababa por Su voluntad, estaba bien, pero si El deseaba que la continuara nadie podría impedirlo. Antecedentes hay de sobra. El libro del Génesis relata que a José lo vendieron sus hermanos con la intención de que desapareciera de la casa familiar. Actuaron por envidia, pero Dios tenía sus planes y José acabó salvando la vida de sus hermanos. Es sólo un ejemplo de la fidelidad de Dios y de Su poder por encima de los planes humanos. Disto yo mucho de compararme con José y, desde luego, no aspiro a ser primer ministro de nadie, pero sí puedo constatar que verme obligado al exilio no ha apagado mi voz. Por el contrario, le ha dado una mayor proyección a este lado del Atlántico y una independencia mayor si cabe frente a las tristes realidades que vive España. Publique o no en España, en Estados Unidos acaba de salir mi último libro.



Dios es fiel. Lo he visto mil y una veces a lo largo de los años en situaciones extraordinariamente difíciles porque, por ejemplo, yo jamás he cobrado una indemnización por despido, un subsidio de desempleo o cosa parecida. Por eso, no tenía duda alguna de que el programa de este lunes saldría bien. Por eso, no tuve duda de que todo lo que pudiera perder marchándome de España, me lo compensaría Dios en otra parte del mundo. Por eso, confío en El cada instante de mi vida. Nunca me ha fallado y de ello sólo puedo dar testimonio. Como dejó escrito el profeta Habacuc: “Aunque la visión tarde un tiempo, se apresura hacia su consumación y no mentirá. Aunque tarde, espérala porque, sin duda, vendrá y no tardará. Aquel cuya alma no es recta se llena de orgullo, pero el justo vivirá por su fe” (2: 3-4). Amén. ¡¡¡Que Dios los bendiga!!! ​

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Published on February 10, 2015 00:45

February 8, 2015

Hasta siempre, Antonio Resco

De todos es sabido que, el año pasado, tras rechazar casi una decena de ofertas, tomé la decisión de regresar a la radio. Lo hice porque me pareció sugestivo el generoso ofrecimiento que había realizado Radio Solidaridad de poner a mi disposición medio centenar de emisoras en España más una docena aproximadamente en naciones de Hispanoamérica.

​ Radio Solidaridad me ofreció además el equipo con el subdirector incluido. Yo habría preferido contratar a alguna persona que yo conociera, pero no disponía de recursos. Ya son ustedes conocedores de que no gano un céntimo con este programa y además costeo los gastos de los colaboradores. Fue entonces cuando Radio Solidaridad me ofreció a Antonio Resco que tenía experiencia en programas locales de COPE. Como me gusta que las cosas se hagan de la mejor manera, Antonio y yo grabamos más de una quincena de números cero antes de saltar por primera vez al aire. Debo decir que no me decepcionó lo más mínimo. No sólo eso. A medida que iban pasando los programas, fui descubriendo que era el mejor subdirector de entre todos los que he tenido. Desde luego, no me consta – como me sucedió con dos – que tratara con un desprecio intolerable a la gente de la redacción y, a diferencia de otros dos, tenía bastante idea de lo que hacía. En las últimas semanas, Antonio llegó incluso a rayar la perfección que le es dado alcanzar a los simples mortales. Estaba más que contento con él. Así llegamos a la última emisión del viernes pasado.



Acababa de despedir a la actriz a la que había entrevistado en la sección de Candilejas y estaba desenado un buen fin de semana al resto del equipo cuando Antonio Resco me dijo que no me desconectara porque tenía que hablar conmigo. Pensé yo que se referiría a los ajustes que tendremos que hacer durante los días que, Dios mediante, voy a pasar en China, pero no fue así. Antonio me comentó que había recibido una muy buena oferta de empleo y que no tenía más remedio que aceptarla. Le felicité y entonces me dijo que empezaba este lunes en su nuevo trabajo. En otras palabras, con un fin de semana por medio, me quedaba sin un subdirector que además realizaba las tareas de productor. De todo corazón le deseé lo mejor en su futuro cometido y nos despedimos.



No deseo ocultar que Antonio Resco ha sido un magnífico elemento en el equipo de La Voz. Su trabajo ha ido de bien a mejor y, ciertamente, será muy muy difícil no echarlo de menos, algo que, lamentablemente, no puedo decir de otros subdirectores que han estado a mis órdenes. Creo además que no hay que afearle su decisión porque en este tiempo de crisis, los pasos que se dan no son muchas veces los que se desean sino los obligadas, por ejemplo, para mantener a la familia. Antonio tiene esas responsabilidades y comprendo que para él resulten prioritarias. Por otro lado, como he dicho en no pocas ocasiones, no espero que el resto del mundo actué como yo en determinadas situaciones.



Imagino que los lectores y los oyentes estarán preguntándose qué va a suceder el lunes por la noche cuando deba emitirse el próximo programa de La Voz. Sinceramente, no tengo la menor idea. No lo sé. Sí debo decir que espero que todo se solucione en las próximas horas y que confío resueltamente en que Dios proveerá.



Querido Antonio Resco, muchas gracias por tu trabajo que fue excelente y mucha suerte en tu nuevo empeño. A él y a todos ustedes les deseo que Dios los bendiga.

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Published on February 08, 2015 23:35

La Inquisición que no ceja

​Me llegan noticias de que hay un grupo de personas que lleva meses realizando una selección de las palabras que he publicado en mis muros de Facebook con la intención de que procedan a su cierre.

Al parecer, ya han logrado superar las tres decenas de fases que podrían justificar, teóricamente, que así sucediera. Ignoro cuáles serán las perlas, pero que con más de mil folios publicados el año pasado sólo hayan dado con una treintena de frases dice mucho. La razón que los mueve para actuar así es religioso-represiva o represivo-religiosa. El que yo de informaciones que otros medios no dan sobre la realidad de la institución peculiar a la que pertenecen y las descripciones cuidadosamente documentadas de la Historia real de la misma entidad los tiene, al parecer, de los nervios. Al parecer, tras meses de no poder callarme con argumentos sólidos – y otras acciones menos presentables - han optado por el arma de siempre: la represión directa que sirve para callar al disidente. Por supuesto, como antaño la Inquisición, en la ejecución no se manchan las manos sino que entregan al reo al brazo secular.



A mi este tipo de conductas siempre me ha parecido una clara muestra de falta de fe. Si una sola persona o un grupo reducido y sin poder les provoca este tipo de reacciones es que, en el fondo, no consideran ni que su fe, ni su institución peculiar ni sus creencias sean sólidas y robustas. El miedo y el deseo de exterminar al contrario puede significar mucho, pero nunca seguridad en las propias posiciones.



A decir verdad, semejante conducta por lamentable que resulte es lógica. La realidad es que entre sus afirmaciones y lo que salta a la vista existe un abismo escandaloso. También sé de sobra como por más que repitan sus mantras éstos distan mucho de corresponderse con la realidad. Por ejemplo, no dejan de remachar su presunta unidad, pero nunca he visto tanto odios entre personas cercanas, tanto resentimiento, tanta rivalidad, tanta murmuración y tanta puñalada por la espalda como entre ellos. Quizá están unidos, pero no es, desde luego, la unión de Jesús sino la lucha del todos contra todos para ver quien ocupa más sillones y quien puede desembarazarse de más rivales.



Podría escribir no uno sino varios libros con lo que me ha sido dado conocer de su vida. He contemplado cómo hacían la vida imposible a una trabajadora por que se había ido a vivir con su novio mientras silenciaban los casos innumerables de abusos sexuales perpetrados por miembros de su clero. He escuchado el pesar de una empleada – muy guapa, por cierto – a la que comenzaron a convocar a todos los despachos cuando se supo que se había separado a la vez que manifestaban una absoluta indiferencia hacia las prácticas económicas no ciertamente santas de algún jerifalte. He comprobado cómo se sacaba dinero a los empresarios para causas supuestamente pías que, en realidad, sólo escondían el culto a la soberbia. He visto cómo corrompían sectores enteros de la administración pública promocionando a los suyos y hundiendo a los otros.



En tareas tan poco ejemplares, los he visto utilizar todas las armas posibles. He contemplado como retuercen las palabras de correligionarios suyos – entre ellos hay gente ciertamente decente que siente horror hacia semejantes sujetos - por pura envidia y por deseo de “quítate tu que me pongo yo”. He comprobado cómo boicotean o condenan al ostracismo a gente mucho más digna que ellos y que pertenecen a su misma institución peculiar aunque sin dar esas muestras de cerrilidad y fanatismo. He escuchado cómo se jactaban de intentar crear literalmente un nuevo Santo oficio - ¡se necesita ser cretino y mezquino! - encargado de vigilar lo que no se hace bien en las parroquias. Los he visto atosigar a los obispos para que hagan lo que a ellos les parece que hay que hacer ignorando que los obispos actúan de acuerdo con criterios que ellos ni se imaginan. Conozco como, entre ellos, la madre de familia supuestamente ejemplar y autora de columnas furibundas lleva una vida doble en la que persigue sexualmente a jovencitas y lo conozco porque alguna de las jovencitas me lo ha relatado personalmente. He observado cómo el que pretende, inútilmente dicho sea de paso, convertirse en referencia es un mal padre de familia, ha llevado a su mujer al alcoholismo y tiene un hijo toxicómano encausado. Hasta me ha sido dado atragantarme ante la visión horrenda de un cura con peluca… ¿quizá porque es fan de Gurruchaga y la Orquesta Mondragón? Sin ningún género de dudas, hay que dar gracias a Dios porque mandan mucho menos que hace unas décadas y también porque hay correligionarios suyos que huyen de ellos como de la peste cargados de vergüenza ajena. Y, a pesar de todo…



A pesar de todo, me inspiran una profunda compasión. No hay más que verles la cara - ¿viene quizá el gesto avinagrado del método Ogino?… no sé – para darse cuenta de que nunca serán felices y nunca lo serán porque no pueden satisfacer sus deseos más profundos y no pueden porque, para conseguirlo, el mundo tendría que llenarse de hogueras a su gusto a las que pudiera arrojarse a los herejes, a los que no piensan como ellos e incluso a sus correligionarios que se atrevan a respirar un poco. Eso, al menos de momento, lo tienen muy difícil. Y en cuanto a mi, si en algún momento, lograran mi expulsión de Facebook, abriría otra página por cualquier otro lado y seguiría adelante afianzado en la Roca que es Jesús el mesías. Sé que pase lo que pase, la Batalla final no la ganarán ni ellos ni los que son como ellos.

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Published on February 08, 2015 22:07

February 7, 2015

La Reforma indispensable (XXXV): El último debate

A pesar de que sobre la cabeza de Lutero pesaban las condenas de la iglesia católica y del emperador, la opinión pública había obligado a ambas instancias a aceptar un debate con el agustino.

Para aquel esperado momento que se había hecho esperar años, Lutero se hizo acompañar por Schurf y por Amsdorf. Por su parte, el arzobispo llevó consigo a Von Ecken, el fiscal ante la dieta, y Cochlaeus, un canónigo decano de la colegiata de Frankfurt. Con el tiempo, Cochlaeus iba a convertirse en un encarnizado enemigo de Lutero, pero, como ha reconocido el erudito católico Lortz, ni siquiera este personaje en el campo papal tenía una base religiosa para enfrentarse con el monje. Desde el principio, Cochlaeus recurrió a argumentos que pueden calificarse de cualquier manera, menos de teológicos. Así, por ejemplo, aprovechando que el arzobispo estaba ausente y que había que llamarlo para que acudiera, invitó a Lutero a retractarse de sus opiniones para no arrastrar en su caída a Felipe Melanchthon y a otros muchos jóvenes en los que se había confiado para una renovación del pensamiento cristiano. El monje debió quedar afectado por aquellas palabras porque, como tendremos ocasión de ver, Cochlaeus volvería a utilizar ese argumento.



La llegada del arzobispo permitió, finalmente, el inicio del debate. Von Ecken insistió entonces en que Lutero debía abandonar su interpretación de las Escrituras que era contraria a la de la iglesia. Semejante obstinación era la propia de los herejes. La respuesta del monje fue insistir en que tenía derecho a contradecir los decretos de los concilios. Las dos posiciones habían quedado establecidas y así la discusión continuó hasta la hora de la comida en que el arzobispo decidió interrumpirla.



A esas alturas, Cochlaeus había llegado a la conclusión de que estaba al alcance de su mano conseguir que Lutero se retractara. Todo consistía en continuar pulsando sus sentimientos como había comenzado a hacer antes de la llegada del obispo. Así, el canónigo, seguramente sin consultarlo con nadie, fue a verlo a su hospedaje en la sede de los caballeros de san Juan y logró que lo pasaran al hipocausto. De esta manera, la conversación iba a contar con algunos testigos inesperados. Una vez más, los argumentos esgrimidos por Cochlaeus no fueron teológicos. Por el contrario, esgrimió un análisis de la situación ante la que se enfrentaba el monje. Era obvio que Lutero no podía enfrentarse con el papa, con el emperador, con los príncipes y con los Estados del Sacro imperio. Ante un panorama tan obviamente sombrío, ¿no resultaba lo más sensato retractarse? Lutero comentó entonces que no sabía que Carlos había llegado a un acuerdo con los príncipes para declararlo hereje si no se retractaba, momento que Cochlaeus aprovechó para insistir en que debería renunciar a sus creencias en favor, al menos, del pueblo y de los jóvenes. Pero precisamente los jóvenes que se encontraban presentes protestaron al escuchar aquellas palabras y uno de ellos se atrevió a preguntar por qué atacaba a quien, como Lutero, estudiaba habiendo sido Cochlaeus un humanista. Una vez más, quedaba de manifiesto el corte generacional que estaba provocando la Reforma con una generación de estudiosos jóvenes especialmente proclive a seguir los enfoques de Lutero y sorprendida por la manera en que humanistas de mayor edad no eran consecuentes en sus planteamientos.



En ese momento de la conversación, Schurf invitó a Cochlaeus, que había escrito contra Lutero, a que citara al menos uno de sus errores. La respuesta del canónigo resultó un verdadero paradigma de lo que, desde hacía años, venía siendo el Caso Lutero. Ante aquellos testigos, Cochlaeus reconoció que no conocía a fondo las obras de Lutero ni las había leído todas, porque no les había dado importancia hasta la publicación de La cautividad babilónica. Incluso este libro lo había leído sólo en parte, pero lo que había examinado le había causado un profundo desagrado. En otras palabras, el experto escogido por el arzobispo de Tréveris era un firme defensor del papado que había reaccionado simplemente ante lo que Erasmo había definido como un ataque contra la tiara del papa y el vientre de los frailes sin saber a ciencia cierta lo que estaba combatiendo. Se trataba, sin duda, de una situación poco airosa y Cochlaeus intentó salir de ella indicando que no era de recibo que Lutero defendiera que en la Eucaristía los laicos participaran del pan y del vino. La respuesta del agustino no resultó una sorpresa. Señaló que la idea no era suya sino que era lo que se contemplaba en el Nuevo Testamento. Jesús había ofrecido a los apóstoles el pan y el vino, y la misma práctica había sido descrita por el apóstol Pablo (I Corintios 11, 26).



Cochlaeus dirigió entonces la discusión hacia el tema de la transubstanciación, pero el argumento contra esta doctrina ya lo habían señalado Erasmo y otros humanistas: el dogma estaba definido en los términos de la filosofía aristotélica ajena a las Escrituras y difícilmente hubiera sido comprendido por gente como los apóstoles. Cochlaeus intentó apoyarse entonces en el concilio de Letrán de 1215 que lo había definido. El argumento, de manera que no causa sorpresa, fue considerado más que insuficiente por los que asistían a la discusión dado lo tardío del dogma.



A esas alturas, Cochlaeus había comprendido que estaba perdiendo la discusión y recurrió a un último recurso. Afirmó que estaba dispuesto a hablar con Lutero de igual a igual si éste renunciaba al salvoconducto que le había otorgado el emperador. Dialécticamente, la propuesta era hábil. Si Lutero la rechazaba, el canónigo podía alegar que se había negado al enfrentamiento; si la aceptaba, se colocaba directamente en el camino que conducía a la hoguera. Pero el monje no cayó en la trampa y preguntó quiénes serían los jueces en esa disputa. Fue entonces cuando Cochlaeus señaló que tenía que decir algo a Lutero, pero que no podía ser en aquel lugar lleno de espectadores. El conde de Mansfeld propuso entonces que acompañara al monje a su cuarto y allí le comunicara lo que considerara pertinente.



Lutero aceptó la propuesta del noble, pero lleno de desconfianza. Temiendo cualquier peligro, pidió al hermano que compartía la habitación con él que se quedara. Cochlaeus, que había captado a la perfección los temores del agustino, se desabrochó la ropa para dejar de manifiesto que no iba armado, pero hizo subir a su sobrino para no ser menos que el monje.



La conversación comenzó entonces de manera relajada. Lutero reconoció que se hallaba en una situación delicada respecto al papa, pero afirmó también que se sentía satisfecho porque ya no se oía hablar de las indulgencias. Cochlaeus le dijo entonces que el nuncio le había dado a entender que lo único que debía hacer Lutero era retractarse de lo que estaba abiertamente en contra de la fe y de la iglesia católica. Con respecto al resto de sus escritos, el emperador y los príncipes designarían expertos que los leyeran y separaran la paja del grano. Una vez más, el agustino se veía enfrentado con la disyuntiva de aquellos años: retratación o destrucción. A esas alturas, Cochlaeus añadió un elemento nuevo. Como en el caso de Aleandro, del propio papa León X, en su interior albergaba la convicción de que todos los hombres eran susceptibles de doblegarse si el precio era el adecuado. Señaló así que comprendía que Lutero pudiera temer regresar a Wittenberg si se retractaba, pero no debía preocuparse por su futuro ya que el emperador y el arzobispo de Tréveris estaban dispuestos a proporcionarle los medios suficientes para vivir en otro lugar con sosiego y decoro. Sin duda, podría contar, si se retractaba, con un futuro brillante dedicado al estudio de las Escrituras. Como colofón de ese discurso tentador, el canónigo volvió a invocar el nombre de Melanchthon. Si Lutero no deseaba retractarse por él mismo, al menos que debía hacerlo para evitar daños al joven erudito. La mención de Melanchthon arrancó lágrimas a Lutero, que, por supuesto, era consciente del peligro por el que atravesaban sus amigos. Se trató de un momento que Cochlaeus aprovechó para insistir en que el papa estaría dispuesto a perdonarlo aunque, por lo que se refería a las indulgencias, no le cabía duda de que tendrían un buen porvenir en el seno de la iglesia. A fin de cuentas, después de todo lo pasado, ante Lutero se abría un futuro prometedor y la posibilidad de librar de la desgracia a la gente a la que amaba si tan sólo accedía a pronunciar su retratación y regresar al punto de partida anterior a las Noventa y cinco tesis.



Cochlaeus, un hombre que, en realidad, no se movía por motivaciones religiosas, no había comprendido a Lutero. El agustino no era un hombre de fe al que las amenazas o las ofertas de promoción profesional pudieran conmover. Sí le afectaban las referencias a la gente querida, como era el caso de Melanchthon, pero no tanto como para llevarle a abandonar un camino marcado por su amor al Evangelio y por los dictados de su conciencia. El Aleandro que se había valido de todos los medios para conseguir sus objetivos; el Cochlaeus que había hecho carrera en el seno de la iglesia y que condenaba a Lutero sin haber leído sus obras, el papa León X que, entretenido por las diversiones de Roma, no había captado en ningún momento la gravedad de lo sucedido en Alemania; el joven emperador que se guiaba únicamente por el principio de autoridad y, como ellos, tantos otros no podían comprender al monje. Esa circunstancia se revelaría fatal.



Al fin y a la postre, Lutero y Cochlaeus se despidieron. El primero se había mantenido en sus posiciones. Cochlaeus nunca se lo perdonaría y dedicaría el resto de su vida a atacarlo encarnizadamente.



CONTINUARÁ



La Reforma indispensable (XXXVI): El proscrito



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Published on February 07, 2015 23:05

February 6, 2015

Rock of Ages

En 1775, un personaje llamado Augustus M. Toplady compuso un himno titulado Rock of Ages (Roca de las Edades o de las épocas) que estaría llamado a disfrutar de una enorme popularidad.

​El texto señalaba a Dios como la Roca que a lo largo de los siglos ha dado fortaleza y refugio a los que se acogen a El. Esa Roca fue herida para que aquellos que nunca podrían obtener la justificación por mucho que lloraran o muchas obras que hicieran la recibieran mediante la fe en su sacrificio. Esa Roca sigue siendo el fundamento firme de una vida vivida en la presencia de Dios. La idea de Dios como Roca o piedra con seguridad resultará novedosa para muchos más acostumbrados a escuchar que un simple ser humano es la piedra sobre la que se basa la iglesia de Dios. Sin embargo, la Biblia es muy clara al señalar que la única roca sobre la que se pueden asentar los creyentes es Dios. Salmos como el 18 o el 32 señalan claramente que el propio YHVH es la roca sobre la que se apoya el creyente mientras que en el Nuevo Testamento, Jesús el mesías es identificado con esa misma roca. Lo mismo señala el apóstol Pedro al escribir no que él fuera la piedra sino que ésta era Jesús: 4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 6 Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. 7 Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo; 8 y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, m porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados” (I Pedro 2: 4-8). En realidad, la alternativa es obvia: podemos sustentar nuestras vidas en la única Roca o pretender apoyarlas en meros seres humanos que acaban dejando de manifiesto que no son sino arena no pocas veces movediza. Como suelo decir a menudo: usted tiene todo el derecho a hacer lo que quiera, pero yo me quedo con la Roca verdadera que es el propio Dios.



Les incluyo varias versiones de este hermoso himno. La primera es de Alan Ladd, un extraordinario cantante country; la segunda es del Antrim Mennonite Choir y la tercera – esta vez sí – es en español aunque no me extrañaría que la amiga Elvira, siempre tan diligente, dé con una mejor.





Aquí va Alan Ladd





Ésta es la versión del Antrim Mennonite Choir, de su album ‘Amazing Grace.’





Y ésta es una versión en español

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Published on February 06, 2015 23:51

Estudio Bíblico XVI. Los libros históricos (V):  I Reyes

II Samuel concluía con el final de la carrera de David, un personaje según el corazón de Dios, pero cuya vida no estuvo exenta de sombras relatadas puntualmente por el autor del libro. Algo similar cabe decir de I Reyes. De entre los hijos de David, fue Salomón el designado para heredarlo en el trono de Israel.

A diferencia de David, Salomón intentó gobernar más con la sabiduría. De hecho, el texto bíblico lo alaba precisamente porque eso fue lo que solicitó de Dios: sabiduría. En esa sabiduría, destacó su capacidad para la diplomacia mediante enlaces matrimoniales (3: 1-2) o acuerdos económicos (c. 5). Salomón no deseaba la expansión del reino sino la prosperidad y, de manera muy especial, honrar a Dios. Precisamente por ello, cumpliría el sueño de su padre de construir el templo de Jerusalén (c. 6). También sería el receptor de la confirmación de que la dinastía davídica se extendería para siempre, una promesa que encontraría su cumplimiento máximo en el hecho de que el mesías vendría de la familia de David (c. 9: 1-9). La fama de Salomón llegó a ser tan extraordinaria que hasta su reino llegaron personajes como la famosa reina de Sabá (c. 10) y debe decirse – así me lo confirmó un arqueólogo al que entrevisté en uno de ms programas de radio desde Jerusalén hace tiempo – que los últimos hallazgos dejan de manifiesto que la Biblia es muy modesta al referirse a las riquezas y el poderío de Salomón. Por supuesto, deja constancia de ello, pero no pasan de ser unas pinceladas sobre lo que fue la realidad. Y es que la Biblia no es un libro para cantar alabanzas de hombres como los anales históricos de otras culturas o las hagiografías de santos de ciertas religiones. Precisamente por ello, no oculta el triste final de Salomón. El hombre que había comenzado su reinado con sabiduría y con sometimiento a la voluntad de Dios, lo acabó penosamente descarriado. Las mujeres que tenía los arrastraron hacia la contemporización con el paganismo – espíritu ecuménico lo llamarían hoy – y los lujos crecientes de la corte lo llevaron a aumentar las cargas que tenía que soportar el pueblo de Israel. Como tantos otros antes o después no pensó en recortar gastos inútiles sino en aumentarlos y hacerlos recaer sobre la gente de a pie (c. 11). Precisamente por ello, los últimos días de Salomón fueron amargos. Había perdido el rumbo y semejante circunstancia tuvo sus consecuencias.



Su hijo Roboam podría haber corregido la situación, pero, repitiendo un error muy común, no bajó los impuestos ni alivió las cargas del pueblo - ¿les suena familiar? – sino que despóticamente las aumentó. El resultado directo fue la división del reino quedando, por un lado, la tribu de Judá regida por Roboam y, por otro, las diez tribus que formaron el reino de Israel gobernado por Jeroboam (c. 12). Quizá la fractura hubiera podido soldarse, pero Jeroboam no dudó en edificar un templo rival al de Jerusalén y la división se convirtió en irreparable. De manera bien significativa, frente al despotismo regio – ni uno solo de los reyes de Israel fue bueno y en el reino de Judá, lo fueron bien pocos – se alzó la figura del profeta.



Todavía no se trataba de los profetas que escribían, pero como antaño Samuel o Natán, desempeñaban la misma misión. Su visión no era ni la de los hombres, ni la de los reyes, ni mucho menos la de las autoridades religiosas, generalmente tan proclives a irse a la cama con el poder político. Su visión era la de Dios. Precisamente por ello, se enfrentaban con los poderosos, acicateaban al pueblo llano en su desidia e ignorancia y, sobre todo, advertían del futuro que se iba a venir encima. La segunda parte de este libro se centra en uno de esos personajes, Elías, que comenzó su carrera anunciando una crisis económica terrible relacionada con la sequía, una desgracia a la sazón peor de lo que significaría ahora la quiebra de los bancos.



Elías se enfrentó con la codicia de los poderosos, la hipocresía de los gobernantes, la duda del pueblo llano y la idolatría de los sacerdotes. La controversia relativa a si sólo el Dios único puede ser objeto de culto o es lícito también rendir culto a otros seres arranca de un estadio histórico muy anterior a la aparición del cristianismo. Elías, como antes Moisés, dejó de manifiesto que sólo se podía rendir culto a Dios y a nadie más. Seguía así la enseñanza de la Torah que había prohibido taxativamente no sólo el culto a otros seres sino incluso a imágenes que pretendieran representar a cualquier ser en el cielo, en la tierra o debajo de la tierra (Éxodo 20: 1-5). Semejante conducta es la esencia del monoteísmo y cuando alguien se aparta de ella, aunque no lo sepa, está incurriendo en un gravísimo pecado de idolatría.



Por supuesto, Elías supo lo que era el peligro de perder la vida y el exilio (c. 19), pero no consiguieron acallarlo hasta el punto de que no dudó en pronunciar juicio contra gente que permitía iniquidades como la relacionada con la viña de Nabot (c. 21). El profeta sabe que puede morir y es más que consciente de sus propias debilidades, pero, a la vez, es consciente de que cuenta con el apoyo directo de Dios frente a los gobernantes, los que dicen representar al Altísimo y el pueblo que no se entera de la realidad.



Al fin y a la postre, los anuncios de Elías se cumplieron puntualmente en el rey Acab y en su esposa Jezabel (c. 22). En realidad, siempre sucede así. Los profetas pueden ser proscritos, exiliados, encarcelados e incluso asesinados, pero sus palabras de advertencia acababan realizándose y aquellos que los persiguieron reciben su más que merecido castigo. Con todo, existe una gran diferencia: el destino de la generación que los escucha es radicalmente distinto que el de la generación que hace oídos sordos a sus llamados.





Lecturas recomendadas: Salomón pide sabiduría (c. 3); Dedicación del templo (8: 12-66); la reina de Sabá visita a Salomón (c. 10); Salomón descarriado (c. 11); la división del reino (c. 12); el inicio de la carrera de Elías (c. 17-19); Acab y la viña de Nabot (c. 21); el final de Acab y Jezabel (c. 22).





Próxima semana: Los libros históricos (VI): II Reyes









El Evangelio de Marcos



El Dios que desciende (1: 40-45): tercera parte



La semana pasada me permití una pequeña digresión con el verbo griego kazaridso, pero ésta recupero el hilo del relato del leproso. El versículo 42 afirma taxativamente que el leproso se vio limpio de su terrible enfermedad. Un leproso limpio de la lepra no es algo que suceda cada día. A decir verdad, más bien lo que vemos es la búsqueda enloquecida del testimonio de alguien curado para que así se inicie un proceso de beatificación - ¡cuántos de esos testimonios se demuestran después falsos! – y la proclamación de prodigios supuestos que sirvan para ensalzar a la persona que, supuestamente, los realizó. Jesús no era así. A decir verdad, andaba a años luz de semejantes conductas. En una empresa de relaciones públicas, en la oficina de un obispo o en el equipo de un político no hubiera podido entrar jamás y de haber entrado no habrían tardado en despedirlo. Al respecto, lo que contemplamos en los versículos 43-44 es sublime, pero nada se parece a aquello a lo que estamos acostumbrados.



1. No digas nada. El leproso no se iba a convertir en un personaje al servicio de las relaciones públicas de Jesús. Había sido sanado porque Dios desciende hasta los que sufren y Jesús sabía lo que era el amor, pero de él no se esperaba que se transformara en una foto parlante para posibles adeptos o donantes. Bajo ningún concepto.



2. Obedece la Torah. Jesús es el gran predicador de la gracia inmerecida de Dios y semejante circunstancia volveremos a verla una y otra vez. Otros habrían dicho al leproso que tenía que llevar a cabo determinadas ceremonias, acudir a un santuario, ofrendar dinero o realizar ciertas obras para merecer la atención de Dios. Jesús enseñaba exactamente lo contrario. Dios te ha dado gratis cuando se lo has pedido. No lo merecías ni lo puedes pagar. Ahora, tras ser objeto de esa acción de Dios, sería lógico que, tras recibir, lo obedecieras y



3. Da testimonio. No publicidad, no propaganda, no difusión. Testimonio. Algunos quizá no alcancen a ver la diferencia y, sin embargo, es muy clara.



El versículo 45 nos dice que el leproso no obedeció a Jesús y lógicamente la reacción de las masas fue la esperada. La fama de Jesús se hizo tan grande que tenía dificultad para entrar en las ciudades de manera que decidió quedarse en lugares desiertos y aún así las gentes acudían. Es difícil creer que Jesús hubiera organizado eventos para llenar estadios o plazas. No era un dirigente carismático que juntaba a las masas para aprovecharse de ese desequilibrio mental que se da lo mismo en un partido de fútbol que en un concierto de rock o en una misa masiva. No. Su mensaje era mucho más importante que el del llamado poder de convocatoria. Lo suficientemente importante como para no estropearlo con determinadas conductas. Pero a ello me referiré la semana que viene cuando acabe, Dios mediante, este capítulo primero de Marcos.





CONTINUARÁ



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Published on February 06, 2015 00:46

February 4, 2015

Ignacio de Loyala: el espíritu de la Contrarreforma

Si existe un nombre que encarnó como nadie el espíritu de la Contrarreforma es, sin duda, Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús.

​A diferencia de otros personajes de la época que surcaron el camino de la mística (Juan de la Cruz, Teresa de Jesús…) o que buscaron una espiritualidad más recogida (Felipe Neri), Ignacio concibió la actitud apropiada como una batalla en la que no sólo la Santa Sede debía recuperar el territorio perdido frente a la Reforma protestante sino también crear las condiciones para que no volviera a producirse una situación semejante. Se ha atribuido esa visión a su pasado como soldado – un pasado decisivo en el inicio de su vocación religiosa ya que, convaleciendo de una grave herida, se volvió hacia la religión – y hay parte de verdad en la explicación aunque no pueda reducirse a ello. Ignacio comprendió la importancia de la formación teológica, del espíritu de sacrificio, de la cercanía al poder político y de la necesidad de un encauzamiento espiritual que cristalizó en los justamente famosos Ejercicios. Ninguna orden como la suya – que a los tres votos unió un cuarto de obediencia al papa - obtuvo éxitos semejantes para la Contrarreforma. Sin la acción de los jesuitas, Polonia - y con ella buena parte de la Europa oriental – hubiera acabado en el campo de la Reforma; la iglesia católica no hubiera llegado a Asia y la mayor parte de los monarcas europeos se habría emancipado de su tutela espiritual. No sorprende que contra los jesuitas – que no se caracterizaron precisamente por sus escrúpulos morales - se disparara la animadversión incluso en el seno de la iglesia católica. Todavía en el español coloquial se hace referencia a la “manga ancha” que manifiestan aquellos que no castigan el crimen o el delito. El origen de la expresión se encuentra en los jesuitas que llevaban un hábito con manga ancha – y que se mostraban especialmente comprensivos con los pecados de los monarcas y los poderosos. La Historia de España está repleta de los daños causados por algunos de estos confesores y nuestra lengua incluso ha conservado términos como “jesuita” y “jesuítico” para tachar a los hipócritas. Con todo, y a pesar de su espíritu innegablemente castrense, el análisis histórico de Ignacio no puede atribuirlo todo al cálculo pragmático. Aunque Felipe Neri se burlaba de él diciendo que no le extrañaba que el padre Ignacio tuviera visiones con lo que ayunaba, el análisis grafológico de Ignacio de Loyola permite contemplar a un personaje que fue pasando de ser un jefe fundamentalmente militar a convertirse en un hombre cada vez más apartado de este mundo y entregado a la reflexión espiritual. No sorprende que, a pesar de las persecuciones y de su disolución temporal, hasta bien entrado el siglo XX, sus hijos fueran la orden más importante dentro de la iglesia católica. Tampoco – dados sus métodos – que incluso muchos católicos piadosos los aborrecieran de manera especial.



Próxima semana: Miguel de Cervantes



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Published on February 04, 2015 22:00

El viento de los dioses

El amigo José Antonio Arbizu comentaba hace unas semanas que no estaba nada entusiasmado con el formato electrónico de los libros agotados y reeditados de mi bibliografía y que preferiría que volvieran a aparecer en papel.

​Me vi en la necesidad de contestarle que esas reediciones eran harto difíciles porque implicaban que una editorial estuviera dispuesta a producirlas ya que a mi me resulta imposible costearlas. La única salida – por añadidura, muy económica para el lector – que existía era el libro en formato electrónico. Es cierto que a lo largo de los años – llevo ganándome la vida como escritor desde finales de la década de los setenta – las editoriales han ganado millones y millones y más millones de euros con mis libros. Desde luego, se han embolsado mucho más que yo como, por cierto, también ha sucedido con Hacienda. No es menos cierto que en España, la corrupción política ha terminado por convertir la inmensa mayoría de los negocios empresariales de importancia en rentables si tienen respaldo político. Se ha conseguido, por ejemplo, que el negocio no sea fabricar las mejores camisas sino fabricar un asco de prendas, pero que te las compre el ayuntamiento para la policía porque eres amigo de un concejal. Naturalmente, nuestras empresas rara vez son competitivas porque el negocio no está en hacer las cosas bien, exportar y competir sino en encontrarse cerca del poder fáctico y trincar del dinero aportado por los desgraciados que pagan impuestos. En el caso de las editoriales, incluso el autor que más venda pende de un hilo profesionalmente si se permite la osadía de entrar en ciertos temas. La editorial puede ganar mucho dinero con sus libros, pero ¿cuánto puede llegar a perder si el gobierno de un ayuntamiento o de una CCAA le dice que va a comprarle menos libros de su catálogo para las bibliotecas públicas? ¿A cuánto puedes ascender las pérdidas sin los colegios religiosos deciden disminuir las compras de la editorial si sigue publicando a un determinado autor? ¿Hasta dónde puede soportar números rojos una editorial si los poderes fácticos, políticos o no, deciden recortar pedidos y más en una época de crisis? Ante semejante tesitura, las editoriales prefieren dejar de editar a algunos autores y, por supuesto, incluso les sugieren que no se les ocurra presentarse a determinados premios. Por ejemplo, supongan que el autor es contrario al nacionalismo catalán y que el premio tuviera que darlo el presidente de la Generalidad de Cataluña o, por lo menos, estar presente. Pues mejor que ni se presente porque caso de que el jurado actuara con limpieza y ganara el certamen, las pérdidas para la editorial podrían ser tan salvajes que no quedarían compensadas por unas ventas elevadas. ¿Y si se presenta con pseudónimo, el premio es limpio y lo gana? La editorial no corre riesgos. Declara ese año el premio desierto aunque no lo haya hecho en décadas. Cualquier cosa antes que permitir que el disidente publique y no digamos ya gane un premio y pueden creer que lo que digo tiene nombres y apellidos.



Con un panorama como el descrito, la única salida para el autor que se acerca a temas delicados – si es que decide ser íntegro y no venderse a cualquiera de las tribus – consiste en refugiarse en el formato electrónico o dar con una editorial pequeña que no está enfeudada a los poderes fácticos y que se arriesga a publicar porque nada le pueden quitar. Eso fue lo que sucedió esta primavera cuando Quaterni, una editorial especializada en libros sobre el Japón se puso en contacto conmigo para reeditar El viento de los dioses. La editorial cuenta con un catálogo verdaderamente extraordinario que incluye, por ejemplo, las novelas de Mushasi o Rashomon. Para mi constituía un honor que se hubieran fijado en mi novela para colocarla al lado de algunos de los mejores clásicos japoneses. Es cierto que se trataba de una tirada pequeña, que las posibilidades de ganancia muy escasas y que yo hace décadas que no contrato en esas condiciones si es que alguna vez lo hice. A pesar de todo, acepté porque era una posibilidad de reeditar un libro que los lectores llevaban pidiéndome años.



El libro ha salido ya y debo decir que la edición es muy cuidada y apetecible. Casi me atrevería a decir que resulta hasta bella. Esta novela del Antiguo Japón en la que recreo no sólo la China de Kublai Jan sino también el Japón de los samuráis vendió en sus días varias ediciones, pero hace años que ya no se encuentra. Si desean adentrarse en ambos mundos – extraordinariamente apasionantes – ahora tienen la oportunidad de hacerlo gracias a la gente de Quaterni. No es un libro electrónico sino impreso y eso explica que resulte también más caro, pero para muchos merecerá la pena regresar al papel. José Antonio, amigo, si no tienes esta novela, ahora puedes comprarla en formato impreso.

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Published on February 04, 2015 01:54

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César Vidal
César Vidal isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
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