César Vidal's Blog, page 127

February 19, 2015

Estudio Bíblico XVIII. Los libros históricos (VII): I Crónicas

Si la Biblia se hubiera limitado a tener en su canon los dos libros de Samuel y los dos de Reyes contaríamos con una información más que suficiente – e imparcial – sobre la monarquía de Israel, monarquía que, como recordarán los lectores, sólo se mantuvo unida durante los reinados de David y Salomón y del desdichado Saúl, predecesor de ambos.

​Por supuesto, la perspectiva del autor o autores fue siempre más espiritual que política – a decir verdad, explicaba la política desde el ámbito espiritual – pero nos permite reconstruir esos siglos con bastante amplitud. Con bastante quizá para nosotros, pero no para una mentalidad judía deseosa de consignar las líneas genealógicas que no sólo aseguraban la legitimidad de ciertas familias sino también la transmisión del hilo familiar que debía concluir en el mesías. Eso explica que, cubriendo también el reinado de David, I Crónicas pueda sumar elementos hasta entonces no señalados. Los nueve primeros capítulos son, de hecho, una consignación de genealogías que desembocan en la muerte de Saúl y sus hijos combatiendo contra los filisteos (c. 10) y la proclamación de David como rey (c. 11). Pero esas genealogías reemergerán a lo largo del texto una y otra vez para explicar el servicio del templo o el ejército de David. Aburrida para muchos, sin duda, pero más que útiles para un pueblo que pensaba volver del exilio babilónico y reanudar su vida de mejor manera a aquella que había provocado la terrible aniquilación del reino de Judá.



Así, por ejemplo, I Crónicas nos explica por qué David, a pesar de su pacto con Dios (c. 17), no podía ser el constructor del templo de Jerusalén ya que había derramado sangre y sólo un hombre de paz podía emprender esa tarea (22: 8-9). La afirmación puede resultar chocante cuando uno piensa en catedrales y monasterios erigidos por reyes guerreros, pero debería llamar a reflexión acerca de lo que Dios espera de las personas. De manera semejante, en el c. 21 comparado con el 24 de II Samuel podemos ver cómo incluso las acciones de Satanás no escapan del control de Dios, un tema, por cierto, que tratará con especial genialidad el libro de Job. Pero, por encima de todo, II Crónicas nos muestra a un David de acuerdo al corazón de Dios, un personaje que no pretende merecer nada de lo recibido, que acepta con humildad no construir el templo porque lo que Dios le ha dado ya excede con mucho lo que podría pensar y que sabe que Dios es soberano y a El le debemos todo. Que David incurrió en pecados horrendos es algo que relata la Biblia – el tema es tan espinoso que son proverbiales las discusiones rabínicas para negar esa circunstancia – pero también señala cómo la mano de Dios cayó sobre él por esa conducta, cómo su arrepentimiento fue más que sincero – léase al respecto el Salmo 51 – y cómo la sencillez de corazón no lo abandonó nunca, precisamente esa sencillez humilde que porque no contempla méritos propios permite que recibamos las bendiciones de Dios.



Lecturas recomendadas:



El pacto de Dios con David (c. 17); David da instrucciones a Salomón (c. 22) y David se despide del pueblo (c. 29).



CONTINUARÁ:



Los libros históricos (VIII): II Crónicas









El Evangelio de Marcos



El Reino vs. la religión (I): 2: 1-12



Si el capítulo 1 de Marcos constituye una presentación del Rey-mesías y de cómo es su Reino, a partir del capítulo 2, el evangelista va a mostrarnos cómo ese Reino, por su propia naturaleza, va a chocar con la religión organizada que comprende, siquiera de manera intuitiva, que constituye una terrible amenaza para ella. El primero de estos episodios es el del paralítico.



La vida en la Palestina de la época era, como en otras zonas del Mediterráneo, muy al aire libre. Quien visitara Galilea, Decápolis o Judea lo habría captado desde el inicio. No sólo es que las noticias corrían como la pólvora – no digamos ya si llegaba un personaje llamativo como Jesús – sino que además las puertas siempre estaban abiertas. Se abrían por la mañana; sólo se cerraban en casos excepcionales durante el día y en las casas humildes ni siquiera existía un recibidor sino que la puerta de la calle daba directamente a una habitación. No sorprende que, como señala Marcos, la gente entrara en la casa para escuchar a Jesús y pronto la abarrotara.



Fue entonces cuando cuatro personas llegaron hasta el lugar llevando la camilla en la que descansaba un amigo paralítico. Sin duda, habían escuchado que Jesús sanaba a los enfermos y deseaban que aquel hombre también se beneficiara del poder curador del predicador. El problema era que había ya tanta gente que resultaba imposible acercarse. Sin embargo, no se desanimaron.



A la sazón, la techumbre de muchas casas era plana y servía también ocasionalmente de azotea. Su trazado consistía en algunas vigas tendidas de manera transversal sobre la casa y sobre las que se depositaba una mezcla de barro y paja o serrín. Se accedía generalmente por una escalera exterior y la gente podía subir para descansar e incluso dormir en días calurosos. Previsiblemente, los cuatro amigos subieron hasta el techo y luego lo agujerearon – una tarea no especialmente difícil – para dejar pasar por el hueco la camilla en la que yacía el paralítico. De esa manera, el desdichado se encontró frente a frente con Jesús.



El versículo 5 señala que, “al ver Jesús su fe”, dijo al hombre que sus pecados quedaban perdonados. Aquella afirmación resultaba, como mínimo, escandalosa. No es que los judíos de la época no vieran relación entre el pecado y la enfermedad. Todo lo contrario. La mayoría de ellos estaba convencida – hay ejemplos en otros episodios de los evangelios – de que la enfermedad estaba íntimamente vinculada con el pecado. Lo que resultaba intolerable para algunos de los presentes era la manera en que Jesús había realizado semejante afirmación. De un judío pecador se esperaba que ofreciera un sacrificio en el templo controlado por la casta sacerdotal. Sólo después de haberse sometido a un sistema que el mismo Jesús calificaría de cueva de ladrones, aquel paralítico podía sentir que Dios lo escucharía y esperar el perdón de sus pecados y quizá su curación. Eso era lo establecido, lo enseñado, lo exigido, lo ineludible y ahora aquel Jesús se permitía anunciar que aquel hombre era perdonado porque tenía fe. ¡Intolerable! ¡Inaceptable! ¡Insoportable! Sólo Dios podía perdonar los pecados y lo hacía a través de los sacerdotes de Jerusalén… aquel Jesús blasfemaba.



Jesús captó a la perfección lo que se movía en el corazón de alguno de los presentes. Decidió, por ello, dar una prueba definitiva de que era él quien tenía razón y no los que subordinaban todo a un sistema corrupto. Fue así como les preguntó qué era más fácil, si afirmar que los pecados de aquel hombre estaban perdonados u ordenarle que se levantara y echara a andar. Antes de que pudieran responder, señaló que para que pudieran ver que el Hijo del hombre tenía el poder para perdonar pecados ordenaba en ese momento al paralítico que caminara (v. 9-11)… y el paralítico se levantó y echó a andar.



No puede sorprender la sorpresa de la gente al contemplar lo sucedido ni tampoco que glorificaran a Dios o que reconocieran con sencillez que nunca habían visto nada parecido (v. 12). Ciertamente así era porque el Reino de Dios se manifestaba de una manera que nunca habían contemplado en la religión que conocían. Su experiencia era la de una sumisión a castas religiosas que los juzgaban con desprecio y altanería, que los sobrecargaban con mandatos derivados de tradiciones humanas y que pretendían monopolizar el perdón de los pecados. Y ahora llegaba Jesús y actuaba de una manera totalmente distinta.



1. El perdón no era fruto de un ritual desarrollado en el templo. Era un regalo de Dios que podía recibirse incluso en una casa sin tejado.



2. El perdón no estaba en manos de una casta sacerdotal que decía impartirlo en nombre de Dios. Por el contrario, emanaba directamente de Dios y era proclamado por el mesías-Siervo.



3. El perdón no era adquirido por méritos, obras y rituales. Como Jesús anunció, el perdón era un regalo gratuito e inmerecido de Dios que se recibe a través de la fe, la misma fe que vio en aquella gente y



4. El perdón se podía VER de manera clara. Aquel paralítico no fue el mismo después de aquel episodio. Se levantó y caminó. Quizá uno de los argumentos más sólidos en contra de creer que determinadas personas pueden perdonar pecados esté en la manera en que la vida de los supuestamente perdonados sigue exactamente igual que antes de pronunciarse la absolución. No fue lo que sucedió en esta ocasión.



Por supuesto, siempre habrá gente que prefiera quedarse con su clero, sus rituales, sus anuncios de absolución, su insistencia en que sólo sus sacerdotes pueden perdonar pecados… sucedía igual en la época de Jesús. Pero el anuncio del Reino es muy diferente y aún continua vigente: veo tu fe, recibe pues el perdón de tus pecados, levántate y anda.



CONTINUARÁ:



El Reino vs. la religión (II): 2: 13-17

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Published on February 19, 2015 23:05

Barriocanal, Federico y Deng Xiao Ping

​Ayer fue el año nuevo chino y hoy, además de estar todo cerrado, la contaminación en Beijing ha subido hasta tal grado que las autoridades recomiendan utilizar mascarilla en el caso de que uno decida salir a la calle.

Son las cosas propias de esta ciudad fascinante que obliga a pensar que Nueva York es casi un villorrio en comparación y que las ciudades europeas más populosas no pasan de ser aldehuelas. Como todavía no tengo decidido si me quedo en el hotel todo el día o si salgo a pasear he decidido sentarme al ordenador sin saber a ciencia cierta si el control sobre internet me permitirá enviar este post. Vamos a ello.



Ayer, en medio del inicio del año nuevo chino, me llegaban noticias de las apenas veladas críticas de Fernando Jiménez Barriocanal contra Federico Jiménez Losantos y de la respuesta irritada de éste a la arremetida del presidente de COPE. A pesar de todo lo pasado, sigo teniendo mucho afecto tanto por Federico como por Barriocanal, pero la realidad es la que es. La historia me la conozco bien y, al parecer, con el paso de los años, Federico comienza a darse cuenta de quiénes eran sus antiguos jefes. En cualquier caso, voy a aplicar el principio enunciado por Deng Xiao Ping de que la verdad se conoce a partir de los hechos. Lo que voy a contar no son especulaciones. Son hechos. Adelanto de entrada una tesis que es absolutamente esencial para comprender este y otros episodios: la iglesia católica no tiene principios, sólo tiene intereses. No me refiero a los católicos a pie. Esos pueden tener principios que serán buenos, malos o regulares, pero suelen tenerlos. Por ejemplo, consideran que es pecado mortal el utilizar anticonceptivos o que, en caso de duda, es preferible que muera la madre a causar la muerte del feto. Yo no me refiero a esos católicos de a pie, me refiero a la institución. La peculiar institución sólo tiene intereses y por eso lo mismo su banca blanquea dinero de mafias europeas y americanas, que su jerarquía otorga protección a criminales sexuales cuyas víctimas han sido niños o firma un concordato con Hitler que dio una legitimidad internacional al nacional-socialismo de la que carecía hasta entonces. Insisto: no actúa por principios – esos son sólo los sonidos que el flautista emite para llevar a los roedores en pos de si - sino por intereses. Luego sus fieles repitiendo mantras como el de “virgen antes, durante y después del parto” o “Tu es Petrus” se sienten tan contentos de haber entregado su razón y su alma a una entidad que sólo tiene intereses. Tan felices andan que incluso no dudan en defender las mayores atrocidades, pero volvamos al tema.



El gran error de Federico fue no haber captado jamás tan irrefutable realidad histórica. Creyó de buena fe que la iglesia católica tenía unos principios que defender y como coincidían en no poco con sus mismas creencias combatió como un jabato desde los micrófonos de la COPE. Yo nunca fui tan optimista. Desarrollé, por el contrario, el punto de vista de Churchill en relación con Stalin: de momento, podíamos aunar esfuerzos frente a algo tan deleznable como ZP, pero, más tarde o más temprano, se acabaría la coincidencia porque la iglesia católica ha sido durante siglos una enemiga jurada de la libertad. Naturalmente, la iglesia católica utilizó a Federico mientras le vino bien – sí, cierto, también lo pagó muy bien, pero hay empresas que te pagan muy bien y no por eso te tratan como a un kleenex - y cuando obtuvo lo que quiso lo arrojó al estercolero. Suele hacerlo. Lo hizo con el cardenal Tarancón que fue el verdadero forjador de la Transición… ¡no iba a hacerlo con un periodista! Federico fue útil para ejercer presión sobre ZP, pero una vez que se llegó a un pacto con el entonces presidente del gobierno, Federico estorbaba y había que deshacerse de él. Conseguido el 0,7 del IRPF en lugar del 0,3 anterior, ¿para qué necesitaban a Federico mordiendo? Por cierto, que José Antonio Avellán ha contado como Barriocanal se reía de haber engañado al gobierno de ZP en el tema de la financiación. Es decir, Barriocanal se partía de risa pensando en cómo los contribuyentes españoles íbamos a mantener a su iglesia con el dinero de nuestros impuestos. Para mondarse. Claro que teniendo en cuenta que lleva chupando la sangre de los españoles desde hace siglos a lo mejor resulta que sí que nos merecemos que se carcajee de nosotros. Recibiendo ese dinero arrancado de nuestros bolsillos, no sorprende que la iglesia católica apoyara el mal llamado proceso de paz de ZP – hasta Benedicto XVI manifestó su respaldo mediante una declaración pública – o que diera cobertura a un pacto de traidores entre el PSOE y ETA fraguado en el santuario jesuita de Loyola. Tampoco extraña que traicionara a los objetores a la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Federico había servido ya, pues a la basura con él… pero Federico no quiso o no supo o no pudo enterarse.



Yo me negué en redondo a permanecer en la COPE. A diferencia de Federico a mi sí me ofrecieron quedarme varias temporadas e incluso Barriocanal vino a verme para decirme que Rouco consideraba “una verdadera tragedia” que yo dejara la COPE. A mi me traía sin cuidado lo que pensara el cardenal y además ya había visto demasiado como para permanecer en aquella casa. Combatir contra un enemigo común podía tener un pase por un tiempo, sumarme a los intereses de una institución traidora que acababa de arrojar a un buen amigo por la borda, jamás y respaldar a una entidad que había traicionado a mi nación - eso sí recibiendo el dinero de los ciudadanos entregado por ZP - ni con una pistola al pecho. El gran drama es que yo sí me había enterado de que iba el juego y Federico, no. Aquel verano en que se fue creando Es.Radio deprisa y corriendo, Federico intentó desesperadamente regresar a la COPE. Lo sé no porque él me lo contara – me lo ocultó totalmente – sino porque, ya una vez fuera de Es.Radio, me lo refirió detalladamente la persona que había representado a Federico en aquellas negociaciones veraniegas con la COPE que tuvieron lugar en el palco del Real Madrid. Ése fue el pecado original de Es. Radio aunque yo no lo supe hasta mis últimos días en la casa e ignorara detalles como el que acabo de referir. Con la excepción de un servidor, casi todo el mundo – comenzando por Federico – soñaba con regresar a la COPE. No se percataban – quizá el dolor de la expulsión o la dulzura del recuerdo eran inmensos – de que semejante eventualidad era imposible. Usados y utilizados, ya nadie los quería y, por encima de todo, abominaban a Federico. Ni siquiera Barriocanal lo defendía a pesar de todo lo que hizo Federico para que llegara a ser presidente de COPE. Pero es que aunque lo hubieran deseado, habría sido un suicidio moral estar allí.



Parece que ahora hay indicios de que Federico se ha dado cuenta de que lo usaron, lo traicionaron y lo lanzaron al muladar una vez que cumplió con la misión que le habían asignado. Más vale tarde que nunca aunque no es para menos después de que el propio Barriocanal haya dicho que Buruaga vino a arreglar el desaguisado que, supuestamente, era COPE antes, es decir, con Federico. Si Federico se hubiera percatado de esto hace años quizá no se hubieran cometido errores en Es.Radio cuya solución no acierto a ver y que expuse a Federico en una carta que nunca tuvo respuesta y donde le manifesté que o eran solucionados o yo no tendría más remedio que irme. Sabido es que me marché. En cuanto a Barriocanal, quizá simplemente justifica todo alegando que obedece órdenes. Suele ser el argumento principal que suelen esgrimir en su defensa aquellos que hacen lo que no deben al servicio de organizaciones totalitarias. No es un argumento de éxito. Los tribunales humanos no dudan en ahorcarlos llegado el caso y ante el divino rige el principio del Maestro que afirma que de nada sirve ganar el mundo si se pierde el alma.

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Published on February 19, 2015 01:18

Lope de Vega, el Fénix de los ingenios

​Si Cervantes fue la plenitud humana del Siglo de Oro, no cabe la menor duda de que en su cima artística se encuentra Lope de Vega. Nacido y muerto en Madrid, Félix Lope de Vega y Carpio fue denominado verdadero monstruo de la naturaleza y, en verdad, que lo fue.

Sus obras de teatro pudieron acercarse al millar y no fueron pocas las que, “en horas veinticuatro, pasaron de las musas al teatro”; sus poesías son incontables e incluso sus incursiones en la prosa han soportado por su belleza el paso del tiempo. Pero además de ser con seguridad el más prolífico de los autores españoles, Lope fue soldado sin fortuna, mujeriego empedernido – con verdadera profusión y sólo contado aquellas féminas con las que mantuvo una relación estable y tuvo hijos – y cortesano asendereado. Se le ha acusado ocasionalmente de hipocresía porque lo mismo escribía un soneto a lo divino – algunos de los más hermosos de la literatura universal – y se ordenaba sacerdote que mantenía a esposa y querida en calles cercanas para no tener que andar mucho para caer de lecho en lecho. No lo era. Simplemente, vivía el desgarro de que la muerte de seres queridos – una mujer, un hijo… - le mostraran lo efímero de la existencia empujándolo a la religión y, a la vez, el aroma de las naranjas de su huerto o la hermosura de unos ojos femeninos le recordaran que hay no poca belleza en este mundo que algunos se empeñan en llamar valle de lágrimas. Revolucionó el teatro con su arte nuevo de hacer comedias de tal manera que hubo prácticamente que esperar a su muerte para que otros pudieran recoger laureles en los escenarios. Muchas de sus obras se perdieron, pero las que nos han llegado – Fuenteovejuna, El perro del hortelano, El caballero de Olmedo, Peribañez y el comendador de Ocaña… - nos permiten acceder a los valores de un mundo pasado, pero sin el que somos muy difíciles de comprender incluso a día de hoy. Caería en el olvido a las pocas décadas de su muerte y de allí sería rescatado por los alemanes en el siglo XIX. Como con tantos otros españoles geniales, fueron extranjeros los encargados de recuperarlo para todos.



Próxima semana: Francisco de Quevedo

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Published on February 19, 2015 00:03

February 18, 2015

¿Quién escribió la Torah?

La idea de que la Torah (Pentateuco) fue escrita por Moisés se mantuvo hasta finales del s. XIX. cuando Julius Wellhausen sostuvo que su redacción era muy dilatada en el tiempo y de varios autores, ninguno de ellos Moisés. ¿Quién escribió la Torah? Responde César Vidal.



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Published on February 18, 2015 00:02

February 17, 2015

Entrevista sobre Syriza

Aunque han pasado varios días desde que se emitió, la entrevista que incluyo hoy conserva su frescura:

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Published on February 17, 2015 00:00

February 15, 2015

Ya estoy en China

​ Como ya sabían algunos de mis amigos habituales del muro, desde finales de la semana pasada estoy en China.

Esta circunstancia va a suponer una limitación en mi diligencia habitual a la hora de responder a los paseantes de los muros que espero que ellos con su comprensión habitual sabrán entender. El gobierno chino no se caracteriza precisamente por su tolerancia hacia internet y Facebook, por ejemplo, es uno de los elementos que controla con auténtica devoción. A pesar de todo, espero poder seguir transmitiendo mi editorial de las 20 – hora española – en La Voz y que cada día haya algún post para ustedes. No va a ser fácil, pero voy a intentarlo. Ya cuento con algún troll que pueda entrar para cargar el muro con sus argumentos y, aprovechando que estoy en China, decir luego que han quedado sin respuesta. Como son conocidos, sólo conseguirán hacer el ridículo si se comportan de la manera habitual. Pero volviendo a cosas serias, espero darles cumplida noticia del viaje. También espero que los que sean creyentes me recuerden en sus oraciones como yo hago con ellos. Y a la vuelta, Dios mediante, hablaré largo y tendido de China. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!

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Published on February 15, 2015 22:05

La Reforma indispensable (XXXVI): El proscrito

​De manera casi simultánea a la reunión entre Lutero y Cochlaeus a la que nos referimos en la última entrega, la comisión nombrada por la Dieta presentó su informe. Los partidarios del emperador exigieron la marcha inmediata de Lutero, pero el elector de Tréveris propuso una alternativa que despertó la suspicacia de un Aleandro que temía que se le escapara la presa a la que llevaba persiguiendo tanto tiempo.

Durante la tarde del día 25, el Elector de Tréveris ofreció a Lutero su protección. Estaba dispuesto a entregarle un buen priorato, a admitirlo a la mesa episcopal y a invitarlo al consejo. Además, el arzobispo le dio a elegir entre varias posibilidades: someter la cuestión al juicio conjunto del papa o del emperador; o al emperador solo que mantendría conversaciones con el papa; o apelar al emperador y a la Dieta; o retractarse de algunos errores especialmente graves y esperar a que un concilio decidiera en el futuro sobre los demás.



Lutero rechazó la propuesta del arzobispo. No era sólo que las ofertas materiales – como había quedado demostrado una y otra vez con anterioridad – no le tentaban. Se trataba, fundamentalmente, de que sus adversarios estaban, al fin y a la postre, dispuestos a renunciar a los principios que defendían con tal de acabar con el Caso Lutero, como ha reconocido, por ejemplo, el dominico D. Olivier. De hecho, la solución planteada por el arzobispo constituía un mentís en toda regla al principio de primacía papal y, de manera bien significativa, una aceptación de lo que Lutero llevaba sosteniendo hacía años. Lutero, que hacía tiempo que había dejado de creer en la institución, debió de contemplar todos aquellos episodios como una confirmación evidente de las conclusiones a las que había ido llegando de manera lenta, dolorosa e irreversible.



Esa misma tarde, el emperador envió a Lutero una notificación en la que se le ordenaba salir de Worms al día siguiente, 20 de abril. El salvoconducto todavía tendría una vigencia de veintiún días, pero le estaría prohibido predicar, reunirse con gente o publicar escrito alguno durante su camino, debiendo permanecer después en Wittenberg a la espera de lo que se decidiera sobre su suerte.



El mensaje del emperador tenía un contenido evidente. El monje contaba tan sólo con veintiún días antes de que se iniciara su caza, una caza que sólo podía concluir con su captura y su ejecución en la hoguera. Aleandro se sentía satisfecho. Ya no quedaban resistencias frente a sus propósitos y el camino tan trabajosamente seguido en los meses anteriores había llegado a su fin. Ahora sólo había que dedicarse a dar forma al texto que permitiría finiquitar el Caso Lutero. Precisamente, se encontraba entregado a esa labor, cuando le llegó una noticia que sacudió a todo el imperio. El monje había desaparecido.



Como resulta fácil comprender, los rumores se dispararon inmediatamente. No pocos – entre ellos Alberto Durero – temieron que el agustino hubiera sido asesinado por sicarios papales. Se llegó a hablar de que lo habían degollado y de que su cadáver había sido arrojado a una mina. Para colmo, el 12 de mayo, el Elector de Sajonia declaró ante la Dieta que ignoraba donde estaba Lutero.



¿Dónde se encontraba el monje? Lutero había abandonado Worms al recibir la orden imperial. Después de haber dejado a la mayor parte de sus acompañantes en el camino real que llevaba a Gotha, Lutero, junto a Amsdorf y a otro agustino, se desvió hacia Möhra con la intención de visitar a su tío Enrique. Sus parientes lo recibieron cordialmente e incluso pasó la noche en casa de sus abuelos. A la mañana siguiente, predicó a los campesinos al aire libre porque la aldea carecía de edificio para la parroquia. Por la tarde, se despidieron. Al hacerlo, todos se encontraban tranquilos. Los Lutero no temían el castigo canónico derivado de acoger a un excomulgado y Martín sentía una paz extraordinaria tras lo que había sucedido en Worms. En términos eclesiales, había cruzado el Rubicón y su confianza en Dios era tan acusada que decidió prescindir del heraldo imperial que lo acompañaba con la misión de protegerlo.



En Friedberg, a unas leguas de Frankfurt, Lutero escribió al emperador. En esta nueva misión, volvió a reiterarle que siempre había estado dispuesto a retractarse si se le convencía con las Escrituras de que estaba equivocado. Insistió también en la necesidad de predicar el Evangelio al pueblo para superar las capas que, generación tras generación, se habían ido sumando a un edificio doctrinal cada vez más distante de lo enseñado en la Biblia. El texto resultaba muy revelador porque enfrentaba la visión reformada con la de los opositores de Lutero. Mientras que ambas partes insistían en que estaban defendiendo la Verdad, el fraile la identificaba con lo contenido en la Biblia mientras que sus adversarios lo hacían con la autoridad papal.



Después de la misiva al emperador, Lutero dirigió otra a la Dieta que, en esos momentos, estaba redactando el edicto que debía permitir acabar con él. Ya en Frankfurt, escribió también a su amigo Cranach resumiéndole lo que había sido la Dieta. En tan sólo unas frases, el monje le señalaba donde sólo le habían preguntado si los libros eran suyos y si estaba dispuesto a retractarse de su contenido.



Así, prosiguió el viaje y cuando se encontraba a cuatro jornadas de Wittenberg, el carricoche en el que viajaba Lutero fue asaltado por cuatro hombres. Sin hacer caso de los gritos de Amsdorf – el hermano corrió a esconderse en la espesura – los jinetes se abalanzaron sobre el agustino que apretaba contra si un ejemplar del Antiguo Testamento en hebreo y otro del Nuevo en griego. Con rapidez, los emboscados ataron las manos de Lutero y arrojaron los libros que llevaba en una alforja. Acto seguido, montados a caballo, obligaron al secuestrado a seguirlos a pie. Y entonces sucedió algo inesperado. Tras desaparecer en la primera vuelta del camino, los raptores desataron al monje y le proporcionaron un caballo. A continuación, partieron a galope tendido.



Aquella misma noche, la comitiva llegó ante un castillo situado al final de una empinada y dilatada cuesta. Lutero fue conducido a una estancia de dos habitaciones y se le entregó ropa secular para que se despojara de su hábito de fraile y se cambiara. Igualmente, le informaron de que tenía que dejarse la barba y de que, a partir de ese momento, para todos era el caballero Jorge. Sus secuestradores tan sólo tenían una intención, la de brindarle protección frente al edicto imperial en el lugar donde se encontraba que no era otro que el castillo de Wartburgo.



Algunas semanas después, Lutero recibió en la fortaleza un ejemplar del Edicto de Worms de 8 de mayo de 1521, que había sido firmado el día 26 del mismo mes. El texto, en el que no era difícil percibir la mano del nuncio Aleandro, lo convertía oficialmente en un proscrito. Sin embargo, Lutero no sintió inquietud al encontrarse frente a la consumación legal de un caso, el suyo, que se había extendido durante varios años. Desde hacía unos días, había comenzado a traducir la Biblia de las lenguas originales al alemán vulgar. Su intención no era otra que la de acercar al pueblo el mensaje del Evangelio en su forma más pura, la contenida en las Escrituras. Difícilmente, hubiera podido responder el monje de manera más adecuada a aquella condena.



CONTINUARÁ

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Published on February 15, 2015 01:02

February 14, 2015

Come Thou Fount of Every Blessing

En 1757, un joven de 22 años llamado Robert Robinson escribió un himno titulado "Come Thou Fount of Every Blessing" (Ven, tu, fuente de toda bendición). Robinson llegaría a convertirse en pastor, pero, seguramente, sería una composición como ésta la que le proporcionaría una mayor proyección.

No resulta extraño porque se trata de una composición profundamente bella, tersamente sencilla y rezumante de buena teología bíblica. Aunque hay gente que se empeña en considerar que otro ser humano puede ser “dispensador de todas las gracias”, el mensaje de la Biblia constituye un rotundo mentís a semejante dislate. Es Dios mismo y no una criatura a quien debemos agradecer y de quien podemos esperar todo lo bueno. Como señala claramente la letra del himno – se escribió en el siglo XVIII y como tantos otros conserva todo su vigor original – fue Jesús y nadie más quien vino a buscarme cuando estaba perdido y para salvarme del peligro interpuso su sangre preciosa. No hay nada de lo que podamos jactarnos ante Dios ni obra o mérito que podamos exhibir para comprar o adquirir su salvación. Fue El quien vino a buscarnos y lo puso todo en la cruz del Calvario. Esa sangre preciosa no podemos comprarla. Sólo recibirla a través de la fe para que nos limpie de todo pecado. Y es así porque la salvación es por pura gracia y esa gracia total sólo viene de Dios.



Hoy les dejo con tres versiones del himno. La primera es de Chris Rice, la segunda de David Crowder en un tono celta que en nada disminuye su belleza y la tercera constituye para mi una sorpresa porque se debe al coro de la iglesia evangélica pentecostal de Viña del mar y, a mi juicio, resulta excelente. Que las disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Aquí esta Chris Rice





Aquí va David Crowder





Y ésta es la revelación que yo desconocía. Se trata del Coro de la iglesia evangélica pentecostal de Viña del Mar entonando Fuente de la vida eterna

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Published on February 14, 2015 00:08

February 12, 2015

Estudio Bíblico XVII. Los libros históricos (VI):  II Reyes

El pueblo de Israel se encontraba en una pésima situación en el período histórico en que da inicio el segundo libro de los Reyes. Lo que antaño había sido un reino poderoso en Oriente Medio se veía reducido ahora a dos entidades pequeñas – Israel y Judá – en un proceso de abierta decadencia.

​ Eliseo va a suceder a Elías como el profeta más relevante de la época cuando Siria se cernía como una amenaza y reinos sometidos a Israel como Moab manifestaban un deseo de emanciparse a cualquier coste. Precisamente por ello, alguno de los episodios contenidos en el libro como el de la curación de Naamán (c. 5) resultan especialmente reveladores. La misericordia de Dios no conoce límites ni siquiera para con los enemigos. Naamán era un oficial del ejército enemigo de Israel, pero no por ello dejó de recibir la compasión de Dios. Es un mal mensaje, sin duda, para los nacionalistas, pero bien revelador de lo que hay en el corazón de Dios. Eliseo, por cierto, fallecería en la certeza de que Israel no volvería, para desgracia suya, de sus malos caminos.



Precisamente, esa conducta es la que lleva al autor de este libro a despachar un reinado tras otro con pocos apuntes. Jeroboam II – de cuyo reinado da cumplida cuenta el profeta Amós en el libro que lleva su nombre – no recibe loas a pesar de la prosperidad de que disfrutaron algunos de sus súbditos. Por el contrario, se refiere que hizo “lo malo” y que hubo injusticia durante su reinado (14: 23-9). Al final, el reino de Israel – una sucesión ininterrumpida de malos reyes - acabó recibiendo lo que habían anunciado los profetas vez tras vez: el castigo por su sincretismo religioso y su injusticia. La potencia asiria aniquiló totalmente el reino de Israel y llevó al destierro a sus habitantes (c. 17). Nunca serían restauradas aquellas diez tribus sobre las cuales circulan leyendas, pero que desaparecieron totalmente.



A partir de ese momento, a inicios del siglo VIII, antes de Cristo, el pequeño reino de Judá sería lo único que quedaría de la antaño orgullosa monarquía davídica. La clave de su futuro estaría en si se volvería hacia Dios como clamaban los profetas o, por el contrario, continuaría confiando en sus instituciones políticas y religiosas y desoyendo los anuncios continuos de Dios.



El reinado de Ezequías – contemporáneo de los profetas Isaías y Miqueas – constituyó un claro ejemplo de que Dios estaba dispuesto a proteger a Su pueblo, pero sólo bajo ciertas condiciones. Senaquerib, el rey de Asiria, llegó hasta las mismas puertas de Jerusalén (c. 18-9), pero Dios escuchó a un Ezequías arrepentido que había aceptado el mensaje de Isaías, el de que sólo podrían sobrevivir si creían. Buena prueba de hasta qué punto Ezequías quería obedecer a Dios es que incluso destruyó un símbolo de la Historia nacional como la serpiente de bronce que Moisés había llevado en el desierto precisamente porque la gente le rendía culto (18: 4). Obviamente, una de las señales indubitables de que Judá se volvía a Dios era obedecer el mandato de la Torah (Éxodo 20: 1-5) de no rendir culto a ninguna imagen representaran lo que representaran. Ante un monarca arrepentido, Dios actuó protegiendo Jerusalén de caer en manos de los asirios, un episodio que, de mala gana, recogen las propias fuentes de Asiria.



Sin embargo, ni siquiera Ezequías llegó a aprender del todo la lección. Como recordé hace algunas semanas en un editorial del programa La Voz, Ezequías enseñó sus riquezas a enviados de Babilonia y cuando fue advertido de que esa conducta conduciría a la desaparición del reino en manos de esa potencia se limitó a decir que no le importaba si no sucedía durante su reinado.



Sus sucesores Manasés y Amón (c. 21) se limitaron a continuar el camino de maldad y sincretismo religioso que ya había sido castigado por Dios no pocas veces. Y entonces llegó el rey Josías… Su peripecia constituyó todo un hito en la Historia de Israel. Como todos los movimientos de reforma, el suyo comenzó a partir de la Biblia. No cabe engañarse. Las reformas nunca empiezan – ni pueden empezar – por otro lado salvo el de la Palabra de Dios. Fue la lectura de la Torah la que mostró a Josías la penosa situación en que se encontraba el reino de Judá (c. 22-23). No fueron las autoridades del templo de Jerusalén, ni el sumo sacerdote ni tradiciones de siglos sino el testimonio de las Escrituras lo que tocó el corazón del rey Josías. Precisamente por ello, Josías derribó todas las imágenes a las que se rendía culto y limpió la tierra de idolatría, de astrología (23: 5) y de adivinación (23: 24). Como dice la Biblia, ni antes ni después hubo un rey que obedeciera así la Torah (23: 25).



Desgraciadamente, el regreso del rey Josías a las Escrituras – del que fue testigo un joven Jeremías - no tuvo continuidad en sus sucesores. Joacaz, Joacim, Joaquín y, finalmente, Sedequías continuaron desobedeciendo las advertencias de un profeta Jeremías que anunciaba que el hecho de contar con el templo de Jerusalén no garantizaría – como nunca ha garantizado ningún templo – la supervivencia del reino. Al final, el reino de Judá, que ya había sufrido alguna deportación parcial, fue destruido por Nabucodonosor II, Jerusalén fue tomada y su templo resultó arrasado. Como había profetizado Isaías, la riqueza fue llevada a Babilonia y Sedequías, el rey que había sido ciego a los mensajes de Jeremías fue cegado – esta vez de manera literal – por los babilonios (25: 6-7).



El II libro de Reyes concluye con una cierta nota de esperanza al señalar que el rey de Babilonia comenzó a tratar con consideración al rey judío cautivo. Los judíos – que, como veremos, acabaron regresando del exilio – aprendieron algunas lecciones de aquel destierro que han seguido obedeciendo hasta el día de hoy de manera firme. Jamás han vuelto a rendir culto a una imagen y jamás han rendido culto a un ser que no fuera Dios. Ambas conductas constituyen pecados horrendos de idolatría, el pecado que había derivado en la desaparición del reino de Israel y en la destrucción y deportación del reino de Judá.





Lecturas recomendadas:



La historia de Naamán (c. 5); el final del reino de Israel (c. 17); reinado de Ezequías (c. 18-20); reinado de Josías (c. 22-23); el final del reino de Judá (24: 18-25: 30).









El Evangelio de Marcos



El Dios que desciende (1: 40-45): y cuarta parte



La semana pasada anuncié el final de la exposición de este capítulo primero de Marcos. Debo hacerlo hoy resumiendo algunos de los puntos clave relativos al relato de la curación del leproso.



El primero es que Jesús estaba más interesado en las personas que en la interpretación religiosa que algunos pudieran tener. Es cierto que tocar a un leproso confería la impureza y no es menos cierto que el evitar hacerlo ayudaba a no caer en el contagio. Sin embargo, Jesús antepuso a esas consideraciones la compasión. Como señalaría (Mateo 9: 12-3) citando del profeta Oseas (6: 6), él era más que consciente de que Dios prefería la misericordia al sacrificio. Ya puede imaginarse lo que habría pensado de aquellos que consideran que no tomar carne en ciertos días del año o no usar anticonceptivos es una muestra de obediencia a la ley de Dios…



El segundo es que Jesús estaba más interesado en mostrar compasión que en suscitar la atracción de la gente. Había tocado y curado a un leproso porque Dios desciende hasta el dolor humano no porque pretendiera engrosar el número de sus seguidores, construir edificios inmensos dedicados a Dios o aumentar el dinero de sus arcas. Aún más. Hasta pidió al leproso que no pregonara lo sucedido.



El tercero es que Jesús respetaba la Torah y no era ni un relativista ni un anarquista moral. Al leproso le dijo que, según establecía la Torah, fuera a presentarse a los sacerdotes y



Finalmente, el cuarto es que Jesús dejaba de manifiesto que la obediencia unida a la curación es el testimonio del Reino de Dios. El Reino de Dios no es el seguimiento de unos principios morales – no digamos ya si esos principios ni siquiera se encuentran en la Biblia sino que son meras disposiciones humanas – ni la pertenencia a un grupo que se cree superior ni tampoco el dominio de la sociedad en un maridaje de religión y política. El Reino de Dios es la respuesta al llamamiento de Dios de convertirse y comenzar una nueva vida, es recibir la limpieza que sólo procede de aceptar por fe el sacrificio de Jesús en la cruz y es recibir una sanación que ningún ser humano puede proporcionar. Esos factores sumados son también el testimonio del Reino.



Los que hemos entrado en ese Reino podemos afirmar:



- Que no hemos entrado por nuestros méritos sino por la gracia de Dios



- Que hemos experimentado el perdón y la justificación que no puede ganar ni comprar obra o mérito humano sino que sólo se pueden recibir a través de la fe



- Que seguimos a Jesús como el Siervo-mesías que es rey de ese Reino y



- Que ansiamos dar testimonio con nuestra vida completa de cómo ese Rey no tiene punto de comparación con cualquier otro.



Así es porque Dios nos toca en Jesús el mesías.



Así es porque Dios sigue esperando que alguien venga y le diga no sus supuestos méritos o sus supuestas buenas obras o sus supuestas ceremonias sino algo tan sencillo como lo que dijo el leproso: si quieres, puedes limpiarme.



Que así sea.

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Published on February 12, 2015 22:10

Miguel de Cervantes, el manco inmortal

​Si hubiera que buscar un personaje que compendiara lo mejor de España en la época en que ésta se arruinaba a si misma convertida en espada de la Contrarreforma, sería, sin lugar a dudas, Miguel de Cervantes.

Nacido en Alcalá de Henares, en las cercanías de Madrid, la primera parte de su vida fue similar a la de tantos españoles embriagados de la aventura imperial: soldado en Italia, combatiente heroico en Lepanto – se empeñó en luchar a pesar de sufrir una elevadísima fiebre – manco de la mano izquierda, capturado por los piratas musulmanes y cautivo durante años en Argel, rescatado por los padres Trinitarios y regresado a una España en la que ya no había sitio para él en el teatro porque todo lo ocupaba ya Lope de Vega con su arte nuevo de hacer comedias… En la primera parte del Quijote, a pesar de su crítica suave, Cervantes todavía se manifestará creyente en esa España imperial. No sería por mucho tiempo. Excomulgado por la iglesia por realizar requisas de trigo para la corona, sin dinero porque el estado le retrasó la paga, cansado de la estupidez fanática que podía considerar que un cristiano viejo aunque analfabeto era mejor que uno nuevo y decente – como muestra en su entremés La elección de los alcaldes de Daganzo - horrorizado por la doble moral impuesta sobre las mujeres, desengañado de nobles y prelados, conocedor en fin de la naturaleza humana, Cervantes fue tejiendo un mundo de personajes en Novelas ejemplares y obras de teatro ya situados a una enorme distancia de la España oficial. Su Segunda parte del Quijote dejará de manifiesto una evolución personal inmensa y purificadora. Con enorme prudencia porque era sabedor de que los que leían podían acabar, como él dijo, en el “quemadero”, Cervantes se mostrará compasivo hacia los moriscos expulsados, crítico de títulos apenas ocultos y partidario de una vida orientada espiritualmente en la que el alma, como dice el Evangelio, se gana no pocas veces perdiendo el mundo como Sancho pierde su ínsula y don Quijote, sus sueños de caballero. Lo más noble, lo más puro, lo más moderno del siglo de Oro está en ese Cervantes de los últimos años que recordaba con pesar a un hijo natural tenido en sus años italiano y que respondía al nombre de Promontorio. Era un Cervantes no poco heterodoxo y, a la vez, prudente. Un Cervantes que quiso marchar a las Indias y el emplazamiento de cuya tumba sigue siendo a día de hoy un enigma.



Próxima semana: Lope de Vega



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Published on February 12, 2015 01:03

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César Vidal
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