César Vidal's Blog, page 123
March 30, 2015
El sufrido votante español
De un régimen con escasísima participación política en pocas convocatorias electorales se había pasado a otro sistema marcado por las numerosas elecciones. A las generales y municipales – no exentas de antecedentes durante el franquismo – se sumaron enseguida las autonómicas y, algo después, las europeas. Como en tantas otras áreas, el fenómeno autonómico, en particular, no sólo marca la diferencia entre España y otras democracias sino que además ha empujado a la nación a un estado de casi perpetuo enfrentamiento electoral. Así, el hecho de que las convocatorias electorales en Cataluña, Vascongadas, Galicia y Andalucía hayan transcurrido habitualmente con sus propios calendarios ha acentuado la tendencia electoralista ya de por si peligrosa en las democracias modernas. En otras palabras, una parte considerable de la actividad política se ve más que mediatizada por el continuo enfrentamiento en las urnas. Las cifras no pueden ser más elocuentes. Desde diciembre de 1976 en que se celebró el referéndum de la Ley de Reforma política, los españoles – sin contar referéndum ilegales como el que se produjo en Cataluña el año pasado – han sido convocados a las urnas en más de un centenar de ocasiones. En cuatro casos, se ha tratado de un referéndum de carácter nacional – 1976, 1978, 1986 y 2006 – en ocho de referéndums autonómicos; en once, de elecciones generales; en otros once, de comicios municipales; en diez, de convocatorias provinciales; en cinco, de interprovinciales – por ejemplo, para la elección de cabildos insulares - y en más de cuarenta y cinco – el número es bien revelador - de convocatorias autonómicas de mayor o menor extensión territorial. Semejante circunstancia carece de paralelo no sólo en sistemas centralistas como el francés sino incluso en federales como el alemán o regionalistas como el italiano. Significativamente, desde la muerte de Franco, España ha vivido una media de 2,6 elecciones anuales. Se mire como se mire, acudir a las urnas casi tres veces al año constituye una circunstancia poco deseable para que los respectivos gobiernos puedan cumplir con sus funciones con una visión sosegada y a largo plazo. Todo indica, por el contrario, que esa circunstancia ha contribuido a caldear la vida política sin períodos intermedios de sosiego, a aumentar las clientelas cuyo voto se busca, a aumentar el gasto público, a incrementar la presión fiscal y, finalmente, a erosionar la solidez del sistema.
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Suiza es el ejemplo más cercano a la democracia directa que existe en el mundo. A pesar de su configuración confederal y de la posibilidad de convocar referéndums facultativos en los tres niveles de la administración – federal, cantonal y municipal – los suizos dedican mucho menos tiempo al enfrentamiento electoral que los ciudadanos españoles. Se ahorran además las elecciones europeas ya que desconfían de la amenaza a su soberanía que supuestamente significaría la UE.
Las naciones escandinavas – Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia – no sólo figuran a la cabeza de las democracias sino que cuentan con un grado de transparencia envidiable. Las elecciones, en términos generales, se limitan a generales, municipales y europeas. Un sistema como el autonómico español es simplemente impensable.
Estados Unidos es una república federal, pero sus ciudadanos tampoco votan tanto como los españoles. En la cámara de representantes los mandatos son por dos años, pero no hay – como en el sistema español – la posibilidad de disolver la cámara antes de acabar la legislatura. Por lo que se refiere al senado, los mandatos son de seis años renovándose por tercios el número de senadores. Dada la ausencia de fuerzas nacionalistas, la separación de podres y el carácter local, por regla general, las elecciones legislativas entorpecen menos la acción del ejecutivo que en España. Por supuesto, no existe un equivalente a las elecciones europeas.
March 29, 2015
La Reforma indispensable (L): En que acertó Lutero (III): Sola gratia (II)
Para el católico de a pie acostumbrado a creer que la salvación es fruto de sus méritos y obras la idea de que alguien la pueda obtener por la fe resulta absurda. Tiene la sensación de que es imposible, primero, porque ignora lo que es la fe en la Biblia y suele identificarla muy equivocadamente con la aceptación de una serie de proposiciones dogmáticas. Dado que ha sido educado en la visión pagana que secuestra el Evangelio de la gracia de Dios y lo sustituye por la idea de la salvación por obras no puede entender su propia incapacidad para salvarse y, por añadidura, el supuesto precio le parece bajo. Como además piensa que eso eximiría de hacer buenas obras – lo que indica una visión muy miserable de la vida cristiana al pensar que las obras sólo se van a realizar si sirven para sumar puntos en la compra del billete para el cielo, pero no por causas como la gratitud o el amor a Dios – el católico medio aún lo ve más difícil. Para colmo, como se le suele decir que ese mensaje sólo un desvío de Lutero y lo acepta acríticamente como todo lo que suele decir la iglesia a la que está sometido, aún rechaza esa noción con más energía. La realidad es que ninguno de los puntos de vista que tiene mantiene el menor punto de contacto con la Biblia, con la Historia o con lo que enseñó la Reforma, pero él lo ignora. En el caso de la jerarquía, el problema era más serio. Como bien dijo Erasmo, Lutero tenía razón, pero había cometido el error de golpear la tiara de los prelados y la panza de los frailes. La doctrina bíblica de la justificación por la fe sin las obras deja de manifiesto hasta qué punto todo el entramado construido a lo largo de la Edad Media por la iglesia católica no sólo no tenía nada que ver con la enseñanza de Jesús y los primeros cristianos sino que constituía una negación directa de la misma.
De entrada, hay que señalar que la enseñanza de la justificación por la fe sin las obras no la inventó Lutero. Está en las Escrituras expuesta con toda claridad. Allí la descubrí yo – que no había leído a Lutero ni había pisado una iglesia evangélica – a mediados de los años setenta leyendo el texto griego original de la carta a los Romanos y la descubrí por la sencilla razón de que la Biblia es muy clara para todo aquel que se acerca a ella sin prejuicios y con un corazón abierto como era mi caso. Permítaseme que me detenga en este escrito que no sólo llevó a Lutero - y a un servidor - a la conversión sino también a otros personajes como Agustín de Hipona o John Wesley.
La carta a los Romanos, el Evangelio según Pablo
El mensaje del Evangelio (I): la Humanidad culpable
Sin ningún género de dudas, el escrito más importante que saldría nunca de la pluma de Pablo es la carta o epístola a los Romanos. A diferencia de la mayoría de sus textos, esta carta no pretende responder a situaciones circunstanciales que se hubieran planteado en iglesias fundadas por él. Tampoco pretende atender necesidades de carácter pastoral. Por el contrario, se encuentra dirigida a unos hermanos en la fe que sólo le conocían de oídas y a los que deseaba ofrecer un resumen sistemático de su predicación. En ese sentido, más que ninguna otra de sus obras, la dirigida a los Romanos merece el nombre del Evangelio según Pablo y también más que ninguna otra recoge la mayor parte de su cosmovisión de forma sistemática y completa.
Como es común en el género epistolar, Pablo comienza este escrito presentándose y haciendo referencia al afecto que siente hacia los destinatarios de la carta (Romanos 1, 1-7), para, acto seguido, indicar que su deseo es viajar hasta esa ciudad y poder compartir con los fieles algún don espiritual (Romanos 1, 10-11). Como señala a continuación, “muchas veces me he propuesto ir a vosotros” (Romanos 1, 13), pero siempre se había encontrado con un obstáculo que se lo había impedido. Ahora había llegado el momento “anunciar el evangelio también a vosotros que estáis en Roma”, un evangelio del que no se avergonzaba (Romanos 1, 15-16). ¿En qué consistía ese Evangelio, esa buena noticia? Pablo lo dice con obvia elocuencia:
“el evangelio… es poder de Dios para salvación para todo aquel que cree; para el judío, en primer lugar, pero también para el griego. 17 Porque en él la justicia de Dios se manifiesta de fe en fe; como está escrito: pero el justo vivirá por la fe.
(Romanos 1, 16b-17)
El resumen que Pablo hace de su predicación no puede ser más claro. La justicia de Dios no se manifiesta por obras o méritos personales – menos por el sometimiento a una institución religiosa - sino por la fe y su consecuencia lógica es que el justo vivirá por la fe. La afirmación la conocemos ya por otras conclusiones similares de Pablo que aparecen, por ejemplo, en la carta a los Gálatas. Sin embargo, en Romanos, Pablo desarrolla de manera más amplia las bases de su afirmación. En primer lugar, va a dejar sentado el estado de culpabilidad universal del género humano. Se trata de una descripción que el apóstol realiza por partes iniciándola por los gentiles, por los paganos, por los que no pertenecen al pueblo de Israel del que él mismo sí formaba parte. De los gentiles puede afirmar lo siguiente:
18 Porque es manifiesta la ira de Dios del cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que detienen la verdad con la injusticia: 19 Porque lo que de Dios se conoce, a ellos es manifiesto; porque Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas que de él son invisibles, su eterno poder y su deidad, se perciben desde la creación del mundo, pudiendo entenderse a partir de las cosas creadas; de manera que no tienen excusa: 21 Porque a pesar de haber conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; por el contrario, se enredaron en vanos discursos, y su corazón necio se entenebreció. 22 Asegurando que eran sabios, se convirtieron en necios: 23 cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen que representaba a un hombre corruptible, y aves, y animales de cuatro patas, y reptiles serpientes. 24 Por eso, Dios los entregó a la inmundicia, a las ansias de sus corazones, de tal manera que contaminaron sus cuerpos entre sí mismos: 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y sirviendo a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. 26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el natural uso del cuerpo por el que es contrario a la naturaleza: 27 Y de la misma manera, también los hombres, abandonando el uso natural de las mujeres, se encendieron en pasiones concupiscencias los unos con los otros, realizando cosas vergonzosas hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la paga adecuada a su extravío. 28 Y como no se dignaron reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, que los lleva a hacer indecencias, 29 rebosando de toda iniquidad, de fornicación, de maldad, de avaricia, de perversidad; llenos de envidia, de homicidios, de contiendas, de engaños, de malignidades; 30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de maldades, desobedientes a los padres, 31 ignorantes, desleales, sin afecto natural, despiadados: 32 éstos, aun sabiendo de sobra el juicio de Dios - que los que practican estas cosas merecen la muerte - no sólo las hacen, sino que además respaldan a los que las hacen”.
(Romanos 1, 18-31)
La descripción que Pablo hace del mundo pagano en el texto previo coincide, en líneas generales, con otros juicios expresados por autores judíos de la Antigüedad y, en menor medida, con filósofos paganos. La línea argumental resulta de especial nitidez, desde luego. De entrada, a juicio de Pablo, la raíz de la degeneración moral del mundo pagano arranca de su negativa a reconocer el papel de Dios en la vida de los seres humanos. Que Dios existe es algo que se desprende de la misma creación, pero el ser humano ha preferido sustituirlo por el culto a las criaturas. Ha entrado así en un proceso de declive en el que el volverse de espaldas a Dios tiene como consecuencia primera el rechazo de unas normas morales lo que deriva en prácticas pecaminosas que van de la fornicación a la deslealtad pasando por el homicidio, la mentira o la murmuración. Sin embargo, el proceso de deterioro moral no concluye ahí. Da un paso más allá cuando los que hacen el mal, no se limitan a quebrantar la ley de Dios sino que además se complacen en que otros sigan su camino perverso. Se trata del estadio en el que el adúltero, el ladrón, el desobediente a los padres o el que practica la homosexualidad no sólo deja de considerar que sus prácticas son malas sino que incluso invita a otros a imitarle y obtiene con ello un placer especial.
Sin embargo, Pablo no era tan ingenuo como para pensar que el veredicto de culpa pesaba únicamente sobre los paganos. Por el contrario, estaba convencido de que, ante Dios, también los judíos, a pesar de ser el pueblo que había recibido la Torah de Dios, eran culpables. Al respecto, sus palabras no pueden ser más claras:
17 He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y descansas en la Torah y presumes de Dios, 18 Y conoces su voluntad, y apruebas lo mejor, instruído por la Torah 19 y confías que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, 20 maestro de los que no saben, educador de niños, que tienes en la Torah la formulación de la ciencia y de la verdad. 21 Tú pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? ¿Tú, que predicas que no se ha de hurtar, hurtas? 22 ¿Tú, que dices que no se ha de cometer adulterio, cometes adulterio? ¿Tú, que abominas los ídolos, robas templos? 23 ¿Tú, que te jactas de la Torah, con infracción de la Torah deshonras a Dios? 24 Porque el nombre de Dios es blasfemado por vuestra culpa entre los gentiles, tal y como está escrito. 25 porque la circuncisión en realidad tiene utilidad si guardas la Torah, pero si la desobedeces tu circuncisión se convierte en incircuncisión.
(Romanos 2, 17-25)
La conclusión a la que llegaba Pablo difícilmente podía ser refutada. Los gentiles podían no conocer la Torah dada por Dios a Moisés, pero eran culpables en la medida en que desobedecían la ley natural que conocían e incluso podían llegar a un proceso de descomposición moral en el que no sólo no se oponían al mal, sino que se complacían en él e incluso impulsaban a otros a entregarse a quebrantar la ley natural. Los gentiles, por lo tanto, eran culpables. En el caso de los judíos, su punto de partida era superior siquiera porque habían recibido la Torah, pero su culpa era, como mínimo, semejante. También los judíos quebrantaban la Torah. El veredicto era obvio:
9 ... ya hemos acusado a judíos y a gentiles, de que todos están debajo de pecado. 10 Como está escrito: No hay justo, ni siquiera uno.
(Romanos 3, 9-10)
Al igual que había enseñado Jesús, no sólo es que no existía ningún ser humano que pudiera ganar su salvación mediante sus méritos y sus obras sino que todos sin excepción alguna eran pecadores y merecían el castigo por sus pecados. El hecho de que, a fin de cuentas, todos los hombres son pecadores y, en mayor o menor medida, han quebrantado la ley natural o la Torah parece que admite poca discusión. Sin embargo, históricamente no han faltado las interpretaciones teológicas que afirman que esa culpabilidad podría quedar equilibrada o compensada mediante el cumplimiento, aunque sea parcial, de la ley de Dios. En otras palabras, es cierto que todos somos culpables, pero podríamos salvarnos mediante la obediencia, aunque no sea del todo completa y perfecta, a la ley divina. La objeción parece haber estado presente en la mente de Pablo porque la refuta de manera contundente al afirmar que la ley no puede salvar:
19 Porque sabemos que todo lo que la ley dice, se lo dice a los que están bajo la ley lo dice, para que toda boca se tape, y todo el mundo se reconozca culpable ante Dios: 20 Porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él; porque por la ley es el conocimiento del pecado.
(Romanos 3, 19-20)
Una vez más, Pablo refuta con una lógica contundente a la posible objeción. La ley no puede salvar, porque, en realidad, lo único que deja de manifiesto es que todo el género humano es culpable. De alguna manera, la ley es como un termómetro que muestra la fiebre que tiene un paciente, pero que no puede hacer nada para curarlo. Cuando un ser humano es colocado sobre la vara de medir de la ley lo que se descubre es que es culpable ante Dios en mayor o menor medida. La ley incluso puede mostrarle hasta qué punto es pecador, pero nada más. Pero, más allá de las obras propias, de la ley de Dios, de los méritos personales que en nada compensan los pecados propios, ¿existe algún camino de salvación? La respuesta de Pablo va a ser afirmativa.
Si el hombre no puede salvarse por sus propias obras, por sus propios méritos, por sus propias acciones; si la ley de Dios, lejos de salvarlo, sólo le muestra que es incluso más culpable de lo que cree, ¿cómo puede salvarse de la justa condenación de Dios? La respuesta de Pablo hunde sus raíces en los textos del Antiguo Testamento que hacen referencia a la muerte de un ser inocente en pago por los pecados de los culpables, en las profecías sobre un mesías que morirá en expiación por las culpas del género humano (Isaías 53) y en la propia predicación de Jesús que se ha presentado como ese mesías-siervo que entregará su vida en rescate por muchos (Marcos 10, 45). No es original, por lo tanto, aunque sí extraordinariamente bien expuesta. Dios – que no puede ser justo y, a la vez, declarar justo a alguien que es pecador e injusto – ha enviado a alguien para morir en expiación por las faltas del género humano y abriendo el camino a que el injusto pueda ser justificado, declarado justo por Dios porque esa justicia no es la suya propia sino la justicia imputada de Jesús. La expiación llevada a cabo por el mesías Jesús no puede ser ni pagada ni adquirida ni merecida. Tan sólo cabe aceptarla a través de la fe o rechazarla. Aquellos que la aceptan a través de la fe son aquellos a los que Dios declara justos, a los que justifica, no porque sean buenos sino porque han aceptado la expiación que Jesús llevó a cabo en la cruz. De esa manera, Dios puede ser justo y, al mismo tiempo, justificar al que no lo es. De esa manera también queda claro que la salvación es un regalo de Dios, un resultado de su gracia y no de las obras o del esfuerzo humano:
El mensaje del Evangelio (II): la salvación a través de la fe
21 Pero ahora, sin la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, testificada por la ley y por los profetas, 22 la justicia de Dios por la fe en Jesús el mesías, para todos los que creen en él: porque no hay diferencia; 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios; 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia a través de la redención que hay en el mesías Jesús; 25 al cual Dios ha colocado como propiciación a través de la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, pasando por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la finalidad de manifestar su justicia en este tiempo, para ser justo, y, a la vez, el que justifica al que tiene fe en Jesús. 27 ¿Dónde queda, por lo tanto, el orgullo? Se ve excluído. ¿Por qué ley? ¿por las obras? No, sino por la de la fe. 28 Así que llegamos a la conclusión de que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
(Romanos 3, 21-28)
El argumento de Pablo no resulta novedoso y, en realidad, lo vemos tanto en los Evangelios como en su carta a los gálatas. Sin embargo, es obvio que en la dirigida a los romanos lo desarrolla, lo argumenta, lo fortalece todavía más. En realidad, da la sensación de que dialoga con un adversario invisible que le plantea distintas objeciones a las que responde de manera sólida. Por ejemplo, se puede plantear si todo lo que Pablo sostiene no choca con las Escrituras del Antiguo Testamento en las que la Torah tiene un papel central. La respuesta de Dios es que precisamente en la propia Torah ya se enseña que la salvación no es por obras, sino por gracia, a través de la fe. El caso de Abraham, el padre de los creyentes, o el del rey David son una buena muestra de ello:
1 ¿QUÉ, pues, diremos que halló Abraham nuestro padre según la carne? 2 Por que si Abraham fue justificado por la obras, tiene de qué gloriarse; aunque no para con Dios, 3 pero ¿qué dice la Escritura? Y creyó Abraham a Dios, y le fue computado como justicia. 4 Sin embargo al que hace obras, no se le cuenta el salario como gracia, sino como una deuda. 5 pero al que no realiza obras, sino que cree en aquél que justifica al impío, la fe le es contada por justicia. 6 También David dice que es bienaventurado el hombre al que Dios atribuye justicia sin obras, 7al afirmar: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. 8 Bienaventurado el hombre al que el Señor no imputó pecado. 9 ¿Esta bienaventuranza es en la circuncisión o también en la incircuncisión? porque decimos que a Abraham fué contada la fe por justicia. 10 ¿Cómo pues le fue contada? ¿en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión. 11 Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia por la fe que tuvo en la incircuncisión: para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, para que también a ellos les sea contado por justicia; 12 Y padre de la circuncisión, no solamente para los que son de la circuncisión, sino también para los que siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado. 13 Porque la promesa no le fue dada a Abraham por la ley ni tampoco a su descendencia, que sería heredero del mundo, sino que le fue dada por la justicia de la fe… 16 Por tanto es por la fe, para que sea por gracia; para que la promesa sea firme para toda descendencia, no solamente para el que es de la ley, sino también para el que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.
(Romanos 4, 1-16)
Precisamente, el inicio del capítulo 5 constituye un resumen de de toda la exposición del camino de salvación expuesto por Pablo:
1 JUSTIFICADOS, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesús el mesías: 2 por el cual también tenemos entrada mediante la fe a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
(Romanos 5, 1-2)
Pero para Pablo no basta con señalar la fe como la vía por la que el hombre al final recibe la salvación de Dios, es declarado justo por Dios, es justificado. Además quiere dejar claramente de manifiesto que el origen de esa circunstancia es el amor de Dios, un amor que no merece el género humano porque fue derramado sobre él cuando estaba caracterizado por la enemistad con Dios:
5 Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. 6 Porque el mesías, cuando aún éramos débiles, a su tiempo, murió por los impíos. 7 Es cierto que ya es raro que alguien muera por una persona que sea justa. Sin embargo, es posible que alguien se atreva a morir por alguien bueno. 8 pero Dios deja de manifiesto su amor para con nosotros, porque siendo aún pecadores, el mesías murió por nosotros. 9 Por lo tanto, justificados ahora en su sangre, con mucha más razón seremos salvados por él de la ira. 10 porque si cuando eramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo, mucho más ahora que ya estamos reconciliados, seremos salvados por su vida.
(Romanos 5, 5-10)
Sobre ese conjunto de circunstancias claramente establecido por Pablo – el que Dios nos ha amado sin motivo, el que ha enviado a su Hijo a morir por el género humano y el que la salvación es un regalo divino que se recibe no por méritos propios sino a través de la fe – viene a sustentarse el modelo ético del cristianismo al que se referirá a continuación. Se trata, por lo tanto, de una peculiar ética porque no arranca del deseo de garantizar o adquirir la salvación, sino de la gratitud que brota de haber recibido ya esa salvación de manera inmerecida. Para Pablo (vid: Efesios 2, 8-10), las buenas obras no se realizan para obtener la salvación, sino, precisamente, porque ya se ha obtenido.
La sola gracia recuperada por la Reforma y contenida, ente otros lugares, en la enseñanza bíblica de la justificación por la fe implicaba un terrible corrosivo contra esa peculiar institución conocida como la iglesia católico-romana. Quedaba claramente de manifiesto que el ser humano no precisaba de un mediador clerical para comunicarse con Dios y que tampoco ningún mediador clerical era preciso para obtener la justificación que no venía de las obras o de la práctica de ritos y ceremonias medievales o de la obediencia ciega a la jerarquía sino por gracia a través de la fe. Para remate, los negocios escandalosos relacionados con la salvación y que pasaban lo mismo por el pago de misas o de indulgencias quedaban expuestos en toda su indecente desnudez. Aquella recuperación del mensaje del Evangelio implicaba una enorme, gigantesca a decir verdad, liberación. Era un grito de libertad que decía: “¡Dejad a los falsos maestros que os han robado y esclavizado durante siglos! ¡No los necesitáis! ¡Volveos a Dios a través de Jesús, reconoced vuestros pecados y vuestra incapacidad para salvaros, aceptad por fe el sacrificio de Jesús, sed justificados y comenzad una vida nueva en la que las buenas obras serán realmente buenas obras y no ceremonias y ritos paganos!”. No sorprende que aquellos que vieron amenazadas sus tiaras y sus barrigas sustentadas sobre la ignorancia y el sudor del pueblo reaccionaron con una violencia extrema intentado que aquel mensaje fuera consumido por el fuego de las hogueras inquisitoriales. Pero los caminos del Señor eran otros.
CONTINUARÁ:
La Reforma indispensable (LI): En que acertó Lutero (IV): Sola gratia (III)
March 28, 2015
Long Black Train
Durante el año que vino después de la intervención quirúrgica, no pudo pronunciar una sola palabra. Un cuaderno le servía para comunicarse con otros y también para ir trazando la pauta de canciones que nunca podría interpretar. Pero Dios escuchó sus oraciones y, un día, descubrió que no sólo podía articular una frase tras otra sino que también estaba a su alcance cantar.
Fue así cómo llegó un día al Gran Ole Opry de Nashville para entonar una composición que había escrito durante su obligada mudez. El público quedó electrizado al oírlo y le pidió que la repitiera. El compositor estaba tan emocionado que se equivocó en una de las estrofas, pero nadie lo advirtió. A fin de cuentas, ¿cómo reparar en esa menudencia cuando estaba cantando un llamamiento a confiar en la victoria que sólo puede dar Dios e invitando a no subir jamás en el largo y negro tren cuyo conductor era el Diablo? Sí, porque el cantante se llamaba Josh Turner y la canción era Long Black Train. Juzguen ustedes por si mismos, pero yo también puedo dar testimonio de que hay victoria en Jesús incluso en las situaciones más difíciles y de que subirse al tren del Diablo sólo concluye en el apeadero del desastre. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Y éste es Josh Turner
March 27, 2015
Los libros históricos (XII): Esther
Esta circunstancia suele ser poco conocida y muchos creen que la Diáspora judía se inició con el final del Segundo Templo en el año 70 d. de C., A decir verdad, comenzó en el siglo VI a. de C., con la deportación a Babilonia ya que desde entonces la mayoría de los judíos no ha vivido en su tierra. En la época de Jesús, por ejemplo, sólo un tercio vivía en Erets Israel mientras que dos terceras partes se hallaban en el exterior y esa situación no ha cambiado ni siquiera con la fundación en 1948 del estado de Israel. Esther nos relata un episodio de la vida de los judíos en la Diáspora – en este caso en el imperio persa – dejando de manifiesto cómo, al igual que sucedería en los siglos venideros, podía alcanzar cotas muy relevantes de poder e influencia y, a la vez, sufrir de inmensa fragilidad.
La historia se desarrolló durante el reinado del persa Asuero al que conocemos mejor por el nombre de Jerjes y su participación en la segunda guerra médica donde, por ejemplo, aplastó a los 300 de Leónidas en las Termópilas, pero fue derrotado por los atenienses en Salamina. De manera bien reveladora, Jerjes no toleró que su esposa Vasti no acudiera cuando la llamó para participar en una fiesta y se divorció de ella (c. 1). En algunas sociedades, como la española, donde se contempla muchas veces como un hecho normal que la esposa se ría del marido delante de otras personas realizando comentarios burlones, la posición de Jerjes puede parecer extrema, pero lo cierto es que los persas se tomaban muy en serio el respeto entre cónyuges y el rey de forma aún más acentuada si cabe. Sea como sea, el rey decidió buscarse otra esposa y, tras un cuidado escrutinio de las mujeres de su reino, eligió a una judía llamada Esther (c. 2). La elección vino propiciada por el hecho de que uno de los personajes más relevantes de la corte era un judío llamado Mardoqueo - un hijo del tío de Esther – que adelantó su candidatura.
Como en tantas ocasiones a lo largo de la Historia – la Europa católica de la Edad Media es uno de los ejemplos más claros – los judíos de corte se encontraban en una situación peculiar. Por un lado, habían alcanzado una posición que solía deberse a sus méritos y mejor preparación; pero, por otro, esa circunstancia provocaba envidias y odios. Si en España, obispos, nobles, frailes y pueblo llano andaban a la espera de que el judío cayera para mover a la casilla vacía a uno de los suyos; en Persia, existía un personaje llamado Amán que deseaba exactamente lo mismo (c. 3). Los argumentos dados por Amán (3: 8) al rey de Persia fueron repetidos durante el Medievo por frailes, obispos y papas a nobles y monarcas. Los judíos son gente que tiene sus propias leyes, que no guardan la legislación del país y que no benefician a nadie. En ocasiones, semejantes acciones acababan con la expulsión, con normas discriminatorias o confiscatorias o con baños de sangre. Amán estaba determinado a lo último y no le debió costar convencer a un rey que había sufrido un durísimo revés contra unos extranjeros llamados griegos. Como en tantas crisis, el nacionalismo – y el odio al otro – pareció una buena salida.
En medio de esa situación extremadamente amenazadora, Mardoqueo acudió a su prima Esther. La muchacha no experimentó precisamente alegría al escuchar a Mardoqueo. Era plenamente consciente de que su situación privilegiada peligraría (4: 10-11) y quien podía asegurar que no le sucedería algo peor. A lo largo de la Historia no son pocos los judíos – y los cristianos – que ante una situación de riesgo para su pueblo han preferido confundirse con el paisaje a la espera de verse libres de la desgracia. Pero la respuesta de Mardoqueo no pudo ser más clara. Más tarde o más temprano, Esther y su familia acabarían pereciendo ante planes semejantes. Efectivamente, los judíos que pensaron escapar de la persecución en la España de los Reyes Católicos convirtiéndose en católicos no tardaron en darse cuenta de que su sangre era impura en términos legales y de que eran objetivos privilegiados de la Inquisición. Cuando algunos incluso abrazaron la Reforma en el siglo XVI su destino ya fue directamente la hoguera. No, volver la mirada hacia otro lado a la espera de que todo amaine no siempre – juicios morales aparte - da resultado. Pero además existe otro factor que Mardoqueo le señaló a Esther. En esta vida, lo que sucede tiene una razón de ser y esa razón de ser no suele ser nuestro mero disfrute. Esther era reina y gozaba de una posición envidiable, pero ¿qué le hacía pensar que había llegado hasta ahí para beneficio propio? Y ¿si todo se debía a que Dios la había colocado en ese puesto para salvar a Su pueblo? (3: 14).
Esther se sintió conmovida por aquellas palabras y pidió a Mardoqueo que los judíos comenzaran a orar con ella mientras se dirigía a un rey que era su esposo, pero que también podía ser su verdugo (4: 15-17). .
El resto del libro constituye una trama más que atractiva en la que Esther invita al rey y a Amán y consigue, no sin serios riesgos, ir abriendo el terreno para la liberación de su pueblo y el castigo del que había pensado aniquilarlo (c. 5, 6 y 7). Finalmente, el mismo Asuero decretaría la norma que permitiría que los judíos se pudieran defender (c. 8) y derrotar a sus enemigos (c. 9).
Todavía en la actualidad, los judíos siguen recordando la Historia de la liberación experimentada gracias a la valentía de Esther. Sin embargo, las lecciones del libro van mucho más allá. Entre ellas, sin duda la más importante es la que nos recuerda que no hemos aprendido una profesión, pasado a dirigir un medio, alcanzado una cualificación o desempeñado un trabajo o una ocupación fundamentalmente para nuestro único deleite o beneficio. En realidad, lo más seguro es que Dios nos haya situado allí para Sus propósitos y, precisamente por ello, debemos de estar más que gustosos de arriesgar su pérdida e incluso la de nuestra vida por El y por los demás. Como hizo Esther.
Lectura recomendada: Esther es un libro breve. Léalo entero
Próxima semana: Los libros sapienciales (I): Job
El Reino vs. la religión (V): Marcos 3: 1-6
En la última entrega tuvimos ocasión de ver cómo Jesús relativizaba la cuestión del shabbat cuando se enfrentaba con la necesidad del ser humano. El que se extremara el cumplimiento de una norma religiosa hasta el punto de corromper su finalidad inicial y de esclavizar a las personas resulta totalmente intolerable en el Reino. El shabbat fue dado para que se pudiera descansar del trabajo y adorar a Dios alegremente no para que se transformara en una losa pesada descargada sobre los hombros de los infelices. Menos aún es tolerable el valerse de la norma religiosa para impedir hacer el bien. En este caso, el episodio se desarrolló en una sinagoga.
Como era habitual en Jesús – fiel judío a fin de cuentas – en sábado acudió a la sinagoga y allí encontró a un hombre que tenía una mano seca. Que el drama se mascaba en el ambiente se puede deducir del hecho de que había quien estaba al acecho para ver qué haría Jesús (3: 2). En otras palabras, lo interesante no era comprobar lo que podía decir o hacer Jesús y a partir de ahí extraer unas u otras conclusiones. Jesús ya estaba condenado a los ojos de los que tenían un prejuicio arraigado y tan sólo andaban a la busca de que Jesús hiciera algo que les permitiera lanzar gritos al aire porque había confirmado la condena que previamente habían emitido. He tenido ocasión de contemplar esa actitud muchas veces a lo largo de mi vida. Ciertas personas no preguntan, indagan o discuten en busca de la verdad o de un esclarecimiento. Simplemente, tienden celadas para que los pies del otro se enreden y caigan. Entonces podrán, regocijados, señalar que lo que ellos sospechaban era cierto. A algunas personas esas situaciones les paralizan llevándolas a intentar suavizar su mensaje o a intentar no causar ofensa a los que ya parten de sentirse ofendidos. No era como actuaba Jesús.
Jesús pidió al hombre de la mano seca que se colocara en medio de todos (3: 3) y luego formuló una pregunta: ¿en sábado que era lo lícito, hacer el bien o hacer el mal; salvar la vida o quitarla? La pregunta apuntaba al centro de la llaga y no puede sorprender que sólo recibiera el silencio. Si respondían que lo lícito era hacer el bien, tendrían que reconocer que Jesús podía sanar a aquel hombre y si respondían que no… bueno, ya habían escuchado que Jesús argumentaba con brillantez aquello de que el hombre no había sido hecho para el shabbat. Optaron, pues, por guardar silencio.
La reacción de Jesús fue de indignación y tristeza (3: 5). Ambos sentimientos desde los griegos parecen intolerables en algo que se acerque a la Divinidad, pero resultan más que comprensibles. Determinadas conductas sólo pueden provocar la indignación y la pesadumbre. Ante nuestros ojos se extiende el dolor, el sufrimiento, la esclavitud y, a la vez, el prejuicio religioso – la dureza de corazón dice Marcos – impide que se remedie cualquiera de esas situaciones. ¡Qué lejos está esa visión del Reino de Dios predicado por Jesús! No sorprende que Jesús ordenara al hombre que extendiera la mano (4: 5) y que aquel quedara curado. Al final, lo importante es en el Reino el remediar el sufrimiento y no el levantar muros en los que queden recluidas las personas.
Las acciones de ese tipo no son, sin embargo, la mejor garantía para la popularidad. De hecho, suelen ser el camino directo para el odio de aquellos que se benefician de la existencia de cadenas religiosas. Es conocida la conversación entre Erasmo de Rotterdam y Carlos V a propósito de Lutero. El emperador deseaba saber la opinión del humanista acerca de lo que había escrito el monje alemán. La respuesta de Erasmo – sincera y cínica a la vez – fue que Lutero, ciertamente, tenía la razón en lo que decía, pero que había cometido dos errores: atacar la tiara de los prelados y la panza de los frailes. Erasmo conocía lo suficientemente bien las Escrituras como para saber que Lutero acertaba en su visión, pero, a la vez, consideraba que había sido lo suficientemente ingenuo como para no percatarse de que aquella visión significaba el final de un sistema gigantesco de poder ilimitado y de lucro fabuloso. Al actuar así, había puesto en peligro su vida. Salvando las distancias, no otra cosa sucedió con Jesús. Tras aquel episodio (3: 6), fariseos y herodianos llegaron a la conclusión de que Jesús debía ser eliminado. Se mirara como se mirara, un personaje que predicaba el Reino y que dejaba de manifiesto cómo colisionaba con la religión organizada era un peligro. Aquel Reino dejaba al desnudo la verdadera naturaleza de otros reinos y, por añadidura, la realidad inquietante de la religión. Sí, había que acabar con él.
Próxima semana: El Reino vs. la religión (VI): Marcos 3: 7-35
March 26, 2015
Carlos III, el rey ilustrado
Nadie pensaba que pudiera llegar a rey de España. Su madre, Isabel de Farnesio que no dejó de ocasionar trastornos a España en busca de coronas para sus hijos, ya lo había colocado en un trono situado en el sur de Italia. Allí, Carlos permitió el regreso de los judíos, limitó el poder eclesial y administró un reino de acuerdo al principio del Despotismo ilustrado que creía en el “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Cuando la ausencia de sucesores directos le deparó la corona de España, tenía ya una notable experiencia. Nunca fue muy trabajador – generalmente, no más de una hora al día – pero supo rodearse de gentes competentes. Convirtió Madrid en una de las capitales más bellas de Europa; impulsó la colonización de las Carolinas con gentes traídas de Alemania; intentó desestigmatizar a los gitanos integrándolos en la vida nacional y – rasgo bien significativo de su reinado – mediante Real Pragmática decretó que el trabajo manual no era infamante y que podían llevarlo a cabo incluso los nobles. Llegaba con casi tres siglos de retraso en relación con la Europa protestante que, gracias a la Reforma, había recuperado una visión bíblica del trabajo. No sorprende que con tanto siglo por medio, no convenciera de muchos españoles. Porque como él mismo señaló, eran como niños a los que el intento de lavarlos provocaba llantos y pataleos. Ahí seguramente se encuentra la clave del famoso motín de Esquilache que se saldó con la destrucción a pedradas de los centenares de farolas colocadas en las calles de Madrid. Estaba convencido de que la mayor resistencia frente a la Ilustración venía de la iglesia católica que controlaba educación y moral, y aborrecía que interviniera en política, pero, hombre religioso y casto, no fue anticlerical. Si expulsó a los jesuitas para regocijo de los ilustrados, no es menos cierto que mantuvo incólume el edificio de la Inquisición e incluso convirtió en materia de honor la definición del dogma de la Inmaculada Concepción aunque el papa hizo oídos sordos a sus peticiones. La modernización que ansiaba exigía dar pasos que él rechazó. No sorprende que, a su fallecimiento, la Ilustración ya hubiera encallado en España.
Próxima semana: Godoy
March 25, 2015
China (IV): sin prisa y sin pausa
Creo que no tengo que recordar quién era la nación más poderosa en esa guerra y cuál fue la que, sin embargo, emergió como vencedora. Pues bien, los chinos poseen esa virtud a la hora de manejar el tiempo de manera más sobresaliente si cabe que los vietnamitas. Los gobernantes de Occidente pueden verse mediatizados por el pensamiento de las siguientes elecciones – en España, hemos tenido una media de casi tres convocatorias electorales al año desde el referéndum de reforma política de 1976 – pero los chinos se han esforzado conscientemente por evitar semejante servidumbre. La política de China es concebida a largo, larguísimo plazo y no por intereses de partido o llamamientos a las urnas sino pensando en lo que se considera mejor para la nación. No deja de ser significativo que los dirigentes más importantes en el organigrama político cuenten, de manera casi automática, con dos mandatos de una década; que los planes se realicen pensando en márgenes temporales que cubren generaciones o que los objetivos que se pretenden cubrir tengan como término el espacio de medio siglo o incluso más. En estos momentos, por ejemplo, uno de los plazos clave para el futuro es el año 2049, es decir, el centenario del triunfo de la revolución china. Piénsese en lo que queda para el aniversario y se comprenderá siquiera en parte nuestra diferencia frente al reloj. Una visión del tiempo como la de China permite, por ejemplo, contar con un sistema educativo no sujeto a veleidades y basado en el mérito; articular una política económica que no deriva de los lobbies extranjeros – milagro sería que los transgénicos se lleguen a cultivar en China – y sentar las bases de un sistema de infraestructuras que no deriva de las ilusiones del cacique local sino de una estrategia más que bien perfilada. Quizá sean los chinos los equivocados y, ciertamente, el “ir tirando”, el “aquí te pillo y aquí te mato” y el “deprisa, deprisa” resulten las soluciones ideales. Quizá. Pero ellos están sembrando ahora la cosecha que recogerán sus nietos mientras que no es nada seguro que nosotros recibamos pensiones cuando seamos ancianos.
March 24, 2015
El benéfico bipartidismo
El bipartidismo moderno comenzó en Inglaterra con la creciente consolidación de dos grupos denominados tories y whigs. Aunque a los primeros se les suele denominar conservadores y a los segundos, liberales, la verdad es que ambos términos tenían un origen insultante que sólo el paso del tiempo llevó a olvidar. Mientras que los toriespretendían conservar los privilegios de una corona que, a pesar de todo, era limitada, los whigs eran partidarios de reducir no sólo las prebendas regias sino también las de la iglesia de Inglaterra y la aristocracia. De manera notablemente creativa, entre unos y otros fueron dotando al Reino Unido de una constitución que sigue sin estar escrita y que, no obstante, es una de las de mayor éxito de la Historia. Fue precisamente ese bipartidismo el que copió expresamente Cánovas del Castillo para el régimen de la Restauración ya en el último cuarto del siglo XIX. Se pueden señalar los defectos que se quieran para el sistema, pero logró apartar a los militares de la intervención armada en la política, devolvió la acción de estado a los civiles y asentó la monarquía de una manera imposible de pensar cuando Isabel II fue derrocada en 1868. En buena medida, el que el bipartidismo prosiguiera en Gran Bretaña y fracasara en España explica sus historias tan diversas. Mientras que tras la primera guerra mundial, los liberales-whigs fueron sustituidos por los laboristas que integraron el socialismo en la monarquía; en España, el PSOE se convirtió en una fuerza anti-sistema que no ocultaba su propósito de ir hacia la dictadura del proletariado. El bipartidismo asentó el sistema británico democratizándolo mientras que su desaparición en España empujó a la nación hacia una espiral política que concluyó en una guerra civil y una dictadura de casi cuatro décadas. Sin embargo, España y Gran Bretaña no son los únicos ejemplos. En el mismo continente europeo, el bipartidismo fue clave para la estabilidad del norte escandinavo donde los liberales fueron siendo absorbidos por los conservadores y sustituidos como fuerza de oposición por la socialdemocracia que se mostró leal hacia las respectivas constituciones. A día de hoy, estas monarquías se encuentran entre las democracias de mayor calidad del globo. Por el contrario, la ausencia de ese bipartidismo equilibrado tuvo trágicas consecuencias para el resto del continente. La derecha y la izquierda fragmentadas de la República de Weimar abrieron camino a la llegada de Hitler al poder como antes los fasci di combatimento de Mussolini se habían impuesto en el seno de una monarquía italiana con una inquietante multiplicidad de partidos. El fenómeno – aunque de manera menos dramática – se repetiría tras la segunda guerra mundial. La RFA asumió un bipartidismo entre la socialdemocracia ya no marxista y la democracia-cristiana interconfesional que apenas se vio empañado por unos liberales dispuestos a ser bisagra de cualquiera de los dos partidos y unos demócrata-cristianos bávaros que, fundamentalmente, eran fieles aliados regionalistas del partido federal. Por el contrario, Italia sufrió la inestabilidad de un bipartidismo imperfecto - el PCI nunca podría gobernar - que, al fin y a la postre, se transformaría en gobiernos de coalición con los que explotaría el sistema.
Esa visión bipartidista que ha dotado de estabilidad y progreso a distintas naciones del continente europeo ha sido también la marca habitual del sistema norteamericano. La existencia de los partidos políticos fue relativamente tardía y siempre mirada con escepticismo siquiera porque Thomas Jefferson, padre fundador y creador del partido demócrata, consideraba que no eran imprescindibles para la democracia a diferencia, por ejemplo, de la libertad de prensa. Con todo, el sistema – que conocería distintos partidos como, por ejemplo, el anti-masón – giraría durante décadas sobre la base de demócratas y whigs y, a partir de 1860, de demócratas y republicanos. Curiosamente, en aquel entonces, los demócratas era el partido conservador no exento de populismo y de llamamientos al hombre corriente, mientras que los republicanos tenían un enfoque más liberal. Habría que esperar justo un siglo para que los papeles se intercambiaran asumiendo los republicanos una visión liberal-conservadora y los demócratas otra más populista aunque no – como erróneamente se suele afirmar – de izquierdas. La estabilidad derivada de ese bipartidismo explica que las alternativas no hayan funcionado. No muy diferente ha sido la situación del régimen de la Transición en España. Sus grietas comenzaron a producirse no a causa del bipartidismo sino precisamente cuando éste se vio erosionado por el peso desproporcionado de los nacionalistas catalanes y vascos. El chalaneo parlamentario de los nacionalistas fue empujando al sistema hacia un deterioro y una corrupción que persisten hasta la actualidad. Sin embargo, la culpa no fue del bipartidismo sino de su creciente erosión.
March 23, 2015
De Booker T. Washington A Obama: el largo camino de la emancipación negra
Es cierto que las enmiendas 13, 14 y 15 aprobadas tras la guerra civil le garantizaban la igualdad, pero una combinación de violencia como la del KKK y de normas locales habían convertido esos derechos en papel mojado. En términos generales, sus deseos de emancipación giraban en torno a tres personajes. El primero era Booker T. Washington que sostenía que los negros tenían que esforzarse en áreas como la educación, la formación profesional y la empresa de tal manera que, con el paso del tiempo, su progreso económico trajera la equiparación de derechos con los blancos. W. E. B. Dubois no negaba la parte de verdad que pudiera haber en la visión de Washington, pero insistía en que la plena igualdad de derechos debía ir paralela con los avances económicos. Finalmente, Marcus Garvey – entre cuyos seguidores se encontraba el padre de Malcolm X – sostenía con pesimismo que los negros nunca disfrutarían de igualdad en la sociedad norteamericana y que, por tanto, lo más realista era que regresaran al continente africano del que procedían sus ancestros. Sin que sus sueños se hicieran realidad, Booker T. Washington murió en 1915, Dubois – que asumió la nacionalidad ghanesa renunciando a la norteamericana – a inicios de los años sesenta y Garvey en 1940, deportado en Jamaica. A decir verdad, el gran paso adelante en la emancipación de los negros vino de la mano de un pastor evangélico llamado Martin Luther King. Empapado del protestantismo sureño y siguiendo la estrategia de la no-violencia de Gandhi, King aglutinó a los pastores de las iglesias negras provocando una conmoción moral a la que se acabaron sumando los rabinos judíos y los clérigos católicos así como una parte nada desdeñable de sus fieles. Sólo la presión de King – atacado desde todos los flancos cuando vivía y, posteriormente, asesinado – obligó a Kennedy a dar los primeros pasos en el terreno de la emancipación legal y lo que entonces se denominó integración, es decir, la presencia de los negros en los mismos restaurantes, espectáculos y centros educativos que los blancos. Con todo, el gran avance se produjo gracias al plan social del presidente Johnson conocido como la “Gran sociedad”. De hecho, la Historia de Estados Unidos ha quedado marcada por sus logros sociales. Su impulso a la educación – integrada – su creación de algo parecido a la sanidad pública y sus programas contra la pobreza lo sitúan entre los grandes. En el caso de los pobres, significó que el porcentaje de los norteamericanos en esa situación pasara del 22 por ciento a menos del 13. Por lo que se refiere a los negros, el porcentaje de pobres pasó del 55 por ciento en 1960 al 27 por ciento en 1968. El programa de la Gran sociedad quedó a medias fundamentalmente porque la guerra de Vietnam lo devoró presupuestariamente, pero sus resultados llegan hasta hoy. A partir de ese momento, fue raro el presidente que se atrevió a desandar frontalmente – lateralmente lo intentaron Nixon, Reagan o Clinton - lo avanzado. Con un presidente negro – sin duda, una circunstancia históricamente emblemática - es difícil negar que las semillas sembradas por King han dado excelentes frutos. Sin embargo, no han conseguido desarraigar totalmente algunos grandes males. El primero es el racismo que va en las dos direcciones. Por más que las parejas interraciales sean más comunes – aunque no tanto – que hace cincuenta años, la visión racista está presente y es utilizada de manera encubierta por los políticos. Muchos aplauden a Reagan porque acabó con las subvenciones para madres solteras calificadas sin rubor de “negritas”, es decir, en el fondo lo que se celebra no es que recortara el gasto público – que Reagan aumentó escandalosamente en áreas como el armamento – sino que redujera uno aprovechado por negros. Esa actitud subyace también en muchas de las críticas a Obama cuyas medidas de gobierno han sido ciertamente conservadoras, pero al que se ha tildado de comunista porque, en el fondo, son millones los que no soportan la idea de que “este negrito” – de nuevo la descalificación racial – haya llegado a la Casa Blanca. Ese racismo está presente también en la brutalidad policial hacia los negros y la benevolencia de los jurados hacia actos semejantes. Y no caigamos en el error de idealizar a ningún colectivo. Hay blancos que contemplan con óptica racista a los negros, pero el fenómeno inverso no es menos común. Y además existe el racismo de los hispanos hacia los negros – no pocas veces mucho más virulento que el de los blancos – o el de todos hacia los asiáticos a los que consideran un colectivo extraño y amenazante. Coloquen además el racismo hacia los árabes o asimilados y el cuadro será casi completo. Sin embargo, junto al innegable racismo, hay que señalar como el otro gran mal los efectos perversos de las políticas asistenciales. Aunque han ayudado a crear una clase media negra, no es menos cierto que han contribuido a favorecer la pasividad laboral, la creación de clientelas, el resentimiento de los que pagan impuestos, el machismo y la delincuencia desproporcionada en relación con otras etnias. Que negros de notable repercusión social hayan puesto de manifiesto una visión acentuadamente negativa de las políticas asistencialistas – nada extraño porque tanto Gandhi como el autor de estas líneas también han mostrado un aborrecimiento semejante – obliga a reflexionar. Ciertamente, el avance en medio siglo ha sido, sin duda, colosal, pero aún queda senda por recorrer.
March 22, 2015
Andalucía: el régimen de los caciques rojos
La UCD había deseado que Andalucía fuera una de las autonomías de segunda, las del artículo 143, distintas de las de primera – Cataluña, País Vasco y Galicia - o del artículo 151. Semejante postura, comprensible en la época, precipitó no sólo una victoria de las izquierdas en el referéndum autonómico sino el inicio de un auténtico régimen en manos del PSOE. Cuando se repasan las videotecas de la época, conmueve contemplar a campesinos andaluces asegurando que los problemas de su región se arreglarían cuando Andalucía fuera “una nacionalidad”. De entrada, lo que se produjo fue una suma de irregularidades. La campaña – la más enconada de la región desde las elecciones generales de junio de 1977 – comenzó con una pregunta formulada de la siguiente manera: “¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la iniciativa prevista en el artículo ciento cincuenta y uno de la Constitución a efectos de la tramitación por el procedimiento establecido en dicho artículo?”. Según lo dispuesto en los artículos 151.1 y 151.2.4 de la Constitución para constituir la Comunidad Autónoma de Andalucía era necesario que en todas las provincias la mitad más uno al menos de los electores votasen afirmativamente. Sin embargo, en Jaén y Almería – es decir el 25% de las mismas – se obtuvo menos del 50% de votos favorables sobre el censo emitido. Ni la izquierda estaba dispuesta a ceder una presa que veía como segura ni la derecha tuvo el valor de impedirlo. Aunque en Jaén, los resultados fueron impugnados, la Audiencia de Granada decidió admitir como válidos los votos emitidos en sobres con dos o tres papeletas del mismo signo, que habían sido computados en su momento como nulos por la Junta Electoral Provincial. Igualmente, la Audiencia desestimó el recurso de UCD. solicitando que se excluyeran del censo electoral a las personas fallecidas o incapacitadas entre el 1 de enero de 1979 y el 28 de febrero de 1980. Así, en Jaén acabó triunfando la autonomía por el 50,07%. En el caso de Almería, se optó por reformar una Ley Orgánica para dejar sin efecto un precepto de la Constitución Española. La nueva redacción del artículo 8 de la Ley Orgánica 2/1980, de 18 de enero, sobre Regulación de las Distintas Modalidades de Referéndum permitió que el referéndum se considerara ratificado en todas sus provincias si la mitad más uno de los electores de la futura Comunidad Autónoma en su conjunto había votado afirmativamente. Se diga lo que se diga, como inicio ya resultaba inquietante. Fue además premonitorio de lo que cabría esperar en el futuro. Tras ocho elecciones autonómicas desde 1982, Andalucía no ha visto el menor signo de alternancia en el poder y lo que es peor sigue arrastrando males como la enorme tasa de desempleo, los bajos resultados en educación, la economía sumergida y la dependencia del poder especialmente en la población rural. Sería erróneo señalar que el PSOE ha gobernado en estos años. En realidad, ha establecido un régimen que se sustenta electoralmente en la creación de clientelas que no producen sino que son mantenidas a cargo de los presupuestos mediante figuras como el PER o la corrupción más descarnada. Apelando a una visión ideal de la izquierda, lo cierto es que los presidentes de la Junta hasta llegar a Susana Díaz han procedido por regla general no de familias opositoras del régimen de Franco sino de estirpes de férreos defensores de la dictadura. Los vínculos familiares han sido, desde luego, esenciales para el establecimiento de un nepotismo que se extiende en todas direcciones aunque en el resto de España, como mucho, se conozcan las escandalosas subvenciones otorgadas a MATSA, la empresa donde encontró empleo una hija del presidente Chaves. El PSOE en Andalucía ha tendido la mano lo mismo a masones que a católicos, pero su finalidad ha sido, fundamentalmente, la de perpetuarse en el poder y así, a pesar de que enarbolar la bandera de la nacionalidad andaluza, no se ha molestado en defender un Plan Hidrológico Nacional que garantizara la prosperidad para Almería. Porque ésta ha sido otra de las características del poder socialista, la de no buscar el bien común sino el de sus mesnadas. No son pocos los empresarios sabedores de que no han podido abrir un centro en alguna capital andaluza por la sencilla razón de que la Junta socialista temía que el tanto se lo apuntara un alcalde del PP. A pesar de su capital humano, de su extensión y de su riqueza, la región se ha mantenido entre las más pobres de la UE gracias a un régimen asentado fundamentalmente en el agro y cuya extensión ya rivaliza con la de la dictadura de la que proceden las familias de los nuevos caciques.
Rafael Escuredo (1982-1984). El primer presidente de la Junta obtuvo en su día el 52,56 por ciento de los votos y 66 escaños. Fue un resultado demasiado bueno para un PSOE que veía con cierta desconfianza a un personaje que en algunos sectores de la sociedad era mejor considerado que Felipe González. Cuando Escuredo pretendió dar una deriva andalucista a su gobierno, las presiones se hicieron insoportables. Su dimisión vino precipitada por informaciones – según algunos, filtradas por el mismo PSOE – sobre las condiciones más que ventajosas que le había otorgado Dragados y Construcciones para edificarse un chalet de tipo medio en Simón Verde. Escuredo intentó salvar la situación entrevistándose en el invierno de 1984 con Alfonso Guerra. Del encuentro salió Escuredo convencido de que no le quedaba otra salida que la dimisión. La nota de humor negro se produjo cuando, al anunciarlo a su gobierno y pedirle su vicepresidente, José Rodríguez de la Borbolla, que la reconsiderara, Escuredo respondió: “Pues mira lo mismo lo hago y me quedo”.
José Rodríguez de la Borbolla (1986-1990). “Pepote” lograría la elección gracias al 47,22 por ciento de los votos y 60 escaños. De él no se podía decir que fuera un paria de la tierra. Su bisabuelo Pedro Rodríguez de la Borbolla fue ministro de Alfonso XIII; su abuelo, alcalde de Sevilla y su padre, Premio Nacional de Investigaciones Científicas. En su día, llegó a contarse cómo los miembros de su familia – todos magníficamente situados – llegaron a jugar un partido contra miembros de la prensa cuyos nombres nadie desea recordar. “Pepote” defendió la permanencia de España en la NATO cuando así lo decidió Felipe González y fue abriendo espacio para sus familiares en el organigrama del poder. El resultado fue elocuente. El fraude del PER salpicó a su hermano Ángel, alcalde de Cazalla de la Sierra, una localidad sevillana en la que, tras una década de gestión y a pesar de los subsidios europeos, los vecinos sólo tenían suministro de agua dos horas cada dos días. El año pasado, Anticorrupción le reclamaba más de once millones de euros.
Manuel Chaves (1990-2009). Hijo de un coronel furibundamente franquista, Manuel Chaves constituye el paradigma máximo del régimen socialista de Andalucía. El nepotismo, la corrupción, el clientelismo, la publicidad institucional como arma de presión o el acoso a los medios críticos fueron algunas de las características de casi dos décadas de poder en las que se fraguaron episodios bochornosos como las obras del Quinto Centenario, la red de ayuntamientos convertido en “burgos podridos” o la inacabable trama de los EREs. Chaves supo, sin duda alguna, consolidar, frente a un PP que avanzaba en las grandes urbes, un modelo de caciquismo rural que se demostraría imbatible sólo o en coalición con el Partido Andalucista. El 17 de febrero de 2015, el Tribunal Supremo lo citó a declarar como imputado en la causa instruida por la juez Alaya.
José Antonio Griñán (2009-2013). Su trayectoria sería una gris continuación de los peores aspectos de Chaves incluida la ocultación del pasado familiar. Griñán afirmaría en un mitin que “Nosotros, los socialistas, los que hemos sufrido la represión de la dictadura, no podemos permitir que la derecha gobierne en Andalucía”. Sin duda, se trataba de una frase peculiar en boca de un hijo de Octaviano Griñán Gutiérrez, oficial de la Casa Militar de Franco, cuya acta matrimonial fue firmada entre otros por el ministro del Ejército, Antonio Goicoechea. Griñán se alejaría de la presidencia de la Junta intentando situarse en un segundo plano, pero aforado frente a la instrucción del sumario de los EREs. Fue citado junto a Chaves y otros tres aforados en la causa instruida por la juez Alaya.
Susana Díaz (2013-2015). De extracción social bien diferente a sus predecesores, la actual presidenta de la Junta es hija de un fontanero, fue catequista y estudió la carrera de Derecho – que tardó en concluir una década - con beca mientras daba clases particulares y vendía productos cosméticos a domicilio. Su ingreso en las Juventudes socialistas de Andalucía – para cuya secretaría fue elegida en 1997 - la convirtió en un aparachik del PSOE que sucesivamente sería concejal, diputada, senadora, consejera y presidenta de la Junta. Su decisión de romper el pacto electoral con IU la obligó a convocar elecciones anticipadas.
March 21, 2015
It´s so Sweet to trust in Jesus
De la manera más desventurada, tanto Stead como el muchacho se hundieron ante los ojos de Louisa y de su hija que no pudieron hacer nada para evitarlo. Ahí no acabaron, sin embargo, las desgracias. Viuda, Louisa se enfrentó con el hecho terrible de que carecía de medios para mantener tanto a si misma como a su hija. En un momento determinado, Louisa y Lily se quedaron sin comida y sin un céntimo para comprar alimentos. Sin embargo, de repente, al abrir la puerta de casa, Louisa descubrió que alguien había dejado alimentos que ella y su hijo comieron con auténtica delectación. Aquella misma noche, Louisa escribió la letra de It´s so Sweet… En ella, Louisa recogía la dulzura que derivaba de confiar en Jesús que siempre es fiel. Poco después de aquella experiencia Louisa y Lily marcharon al sur del continente africano como misioneras evangélicas.
Que el mundo en que vivimos es más inestable de lo que nos agradaría no parece que admita mucha discusión. No sólo eso. Si, efectivamente, el sistema económico que conocemos y que duró desde el año 1944 se quebró irremisiblemente en 2008 con la crisis mundial, no podremos esperar un remanso de paz para el futuro. pero incluso aunque no fuera así los seres humanos tienden a sufrir ansiedad pensando en cuestiones como lo que comerán o lo que se podrán poner. Al respecto, Jesús (Mateo 6: 32) no deja lugar a dudas: es normal que la gente que no conoce a Dios se angustie por eso. ¡Es normal! Pero aquellos que han decidido entrar en el Reino no son esa gente y deberían tener presente otras circunstancias como, por ejemplo, que el Padre conoce sus necesidades incluso mejor que ellos mismos (Mateo 6: 32) y que su vida debe girar en torno a un eje que es “buscar primero el Reino de los cielos y su justicia, y el resto se os dará por añadidura” (Mateo 6: 33). Para el que sabe lo que eso significa y lo vive el resultado es sinceramente indescriptible, como supieron Louisa y Lily y quedó reflejado en esta canción titulada Es tan dulce confiar en Jesús. Yo también puedo dar testimonio del cuidado amoroso de Dios en las mayores necesidades y en las peores dificultades.
Les dejo con la versión de Alan Jackson de este hermoso himno del que no sé si existe versión en español. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Y aquí está Alan Jackson
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