César Vidal's Blog, page 120
April 28, 2015
El collar de la paloma
Luego vino la fitna, la división entre reinos de taifas que tuvieron que recurrir a los fanáticos integristas del norte de África simplemente para retrasar la Reconquista. Sin embargo, al lado de esa incompetencia, brotó una belleza artística con escasos paralelos en la época. El Tauq al-hamama, es decir, El collar de la paloma es uno de sus ejemplos más significativos. Su autor, el andalusí Ibn Hazm, escribió millares de páginas en un ejemplo más de que el genio suele ser fecundo. Sabía sobradamente que la sociedad en la que vivía estaba destinada al aniquilamiento. La corrupción de los políticos, la mezquindad de los administradores, el empuje del norte, el gasto desaforado y la ceguera social lo ponían de manifiesto de forma indiscutible. Sin embargo, Ibn Hazm, dolorosamente consciente de la realidad, buscó refugio en el amor y en la relación con Dios. El collar de la paloma es, precisamente, un hermosísimo tratado sobre el amor. Lo leí por primera vez en español hace ya décadas y luego me he recreado en distintas ocasiones en el texto árabe que es de una belleza tan exquisita como las filigranas trazadas en el marfil por un artesano. Redactado en Játiva, en la cercanía del mar, en torno al año 1023, Ibn Hazm logró consignar las más diversas formas del enamoramiento y del amor y adornarlas con poesías de una luminosidad extraordinaria. De la piel de la mujer a la oración al Único, sus líneas transcurren en una clara demostración de que hay realidades que superan con mucho la miseria que puede llegar a rodearnos y, sobre todo, de que esas realidades perduran en medio de la decadencia e incluso del caos.
April 27, 2015
Nuestro hombre en Europa
La dictadura soviética, desprovista de esa ayuda internacional y aislada, estaba condenada y, precisamente por ello, se hallaba dispuesta a canalizar ayudas a partidos hermanos para lo que, convencionalmente, se denominó agit-prop, es decir, agitación y propaganda. El modelo leninista sería copiado por el fascismo – aunque con menos éxito – en los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Más recientemente otros movimientos como la dictadura cubana, el integrismo islámico o el chavismo han seguido esos mismos pasos. En el último caso, el beneficiado máximo en España ha sido y es el colectivo Podemos. Fue el propio Hugo Chávez, poco antes de morir, el que manifestó a Monedero su entusiasmo ante la idea de que en España el sistema capitalista se viera sustituido por una “democracia verdadera”. Naturalmente, lo que el golpista venezolano quería expresar era que soñaba con que la democracia española fuera sustituida por un régimen similar al bolivariano. De esa manera, se producía una peculiar simbiosis ya que Chávez veía satisfechos sus delirios de grandeza con la copia de su ejemplo al otro lado del Atlántico y Monedero y lo que acabaría fraguando en Podemos consolidaban el apoyo logístico del chavismo. En la actualidad, Venezuela se encuentra sumida en una crisis económica e institucional sin precedentes, pero, paradójicamente, Podemos se encuentra en la cresta de la ola aunque la vinculación entre ambos fenómenos políticos es imposible de negar. El pasado mes de noviembre, el embajador venezolano Mario Isea señalaba a los legisladores de su país que la acción política de Podemos iba a convertir a España en un aliado fuerte de Venezuela y en una plataforma de difusión del chavismo en Europa. En otras palabras, parodiando el título de una novela de Graham Greene, Podemos iba a convertirse en “nuestro hombre en Europa”. Lo expresado por Isea no era una excepción. Esa misma función es la que William Izarra, uno de los dirigentes e ideólogos principales del chavismo, atribuyó a Podemos en una entrevista donde subrayaba la importancia de fomentar movimientos internacionales que estén “con nosotros”. Que Monedero ha estado profundamente vinculado al chavismo desde que en 2002 se reunió por primera vez con Chávez no admite discusión alguna. A esas alturas, Chávez ya había desventrado el sistema democrático que existía en Venezuela imponiendo una constitución – en la que colaboraron mentores académicos de Monedero - que le permitía gobernar el país sin controles de ningún tipo. La actitud de Monedero superó ampliamente la mera simpatía. Aparte de sus intervenciones entusiastas en la televisión de Venezuela apoyando la dictadura chavista, Monedero estuvo empleado desde 2006 a 2009 en el Centro Miranda, una organización subvencionada por Chávez para formar dirigentes políticos. A esas alturas, Monedero ya repetía con entusiasmo que el régimen venezolano era un modelo que debía seguir el sur de Europa. No fue, desde luego, el suyo un entusiasmo altruista. Monedero había percibido ya en 2010 más de cuatrocientos mil euros del gobierno chavista, una cifra ciertamente generosa supuestamente entregada por asesorar sobre la posibilidad de una moneda común para los regímenes hermanos de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador. Su caso no fue tampoco excepcional. Tanto Pablo Iglesias desde 2008 como Iñigo Errejón desde 2013 han estado relacionados con el Centro de Estudios políticos y sociales que percibió 3,7 millones de euros del régimen chavista en menos de una década. El respaldo que la dictadura venezolana proporciona a Podemos volvió a quedar de manifiesto en relación con los medios de comunicación. Según el testimonio de Enrique Riobóo, director de Canal 33, Monedero le había ofrecido la compra de la citada televisión con dinero del gobierno chavista. Inicialmente, siempre de acuerdo a las afirmaciones públicas de Riobóo, Monedero había esperado poder entregarle una cifra superior al millón de euros, pero, finalmente, no pudo superar los doscientos mil. La razón fundamental de la operación habría estado en el deseo del régimen chavista de contar con un medio de comunicación en España que pudiera contrarrestar las informaciones de otras fuentes que, tanto a la izquierda como a la derecha, se manifestaban contrarias a Maduro. Las innegables conexiones, desgraciadamente para Podemos, han dejado huellas más que abundantes en los extractos bancarios y en las videotecas. No sorprende, sin embargo, que Podemos, a pesar de ser una correa de transmisión del chavismo, se refiera escasamente a él en estos momentos. A fin de cuentas, el régimen bolivariano no sólo está reprimiendo sangrientamente a la oposición sino que ha logrado que Venezuela ocupe el primer puesto en el Índice de miseria elaborado anualmente por el Cato Institute. No se trata, desde luego, de una perspectiva deseable para los que sufren la crisis en España.
LOS DIEZ MANDAMIENTOS DEL CHAVISMO
Erosionarás el sistema democrático existente hasta deslegitimarlo
Llegarás al poder a través de las urnas
Controlarás la administración de justicia eliminando su independencia
Cambiarás el sistema legal para convertirlo en dictatorial
Crearás una nueva clase de beneficiarios del sistema
Fraguarás alianzas con otras dictaduras
Reducirás la policía y las FFAA a milicias partidistas
Aniquilarás a los medios de comunicación independientes
Eliminarás a la oposición y
Convertirás la dictadura en irreversible
Ate
Me consta que esa asignatura han sido no poco maltratada en sucesivos planes de estudios y quizá ésa sea una de las causas por las que en televisión ya no es posible contemplar, como sucedía durante mi infancia, las obras de Sófocles o Eurípides, pero sí vemos a casi cualquier hora del día a gente desmelenada que aúlla como si fueran personajes de Las bacantes. Por lo que a mi respecta, hace décadas en que no pasa un día sin leer algún fragmento en griego y creo que mucho he salido ganando. Esta mañana precisamente me encontraba repasando a Homero cuando di con una curiosa palabra: ate. Los griegos eran más que conscientes de que existían momentos en la vida de un ser humano o incluso de una sociedad en que se producía un enloquecimiento inexplicable desde el punto de vista de la razón. De repente, comenzaban a emprenderse caminos o a adoptarse conductas que, en circunstancias de mero sentido común, jamás hubieran sido ni siquiera consideradas. Sin embargo, ese ate impulsaba de manera fatal hacia lo que terminaría en el desastre. ¿Cómo podía explicarse que un gobernante actuara de una manera que no sólo perjudicaba a su pueblo sino que le iba a causar a él también terribles daños? ¿Cómo entender que la mayoría de una sociedad dejara de pensar con un mínimo de sensatez y siguiera como un rebaño al primer demagogo que aparecía en escena? ¿Cómo comprender que, repentinamente, hasta seres que siempre se habían caracterizado por la cordura comenzaran a gritar incoherencias en medio de una masa desprovista de capacidad de reflexión? La respuesta es que aquella categoría denominada ate había descendido sobre ellos para conducirlos a la calamidad. Con el paso del tiempo, algunos – distó mucho de ser un juicio unánime - llegarían a ver en comportamientos de este tipo no sólo la acción de los dioses sino incluso una forma de juicio sobrenatural. Es difícil ciertamente discernir por donde discurre la mano de Dios en hechos concretos del presente. Con todo, hay algo sobre lo que cada vez albergo más certidumbre. Más allá de explicaciones económicas y sociales, políticas y jurídicas, institucionales y generacionales, basta con leer la prensa o ver la televisión españolas para percatarse de que, sin duda alguna, una parte nada desdeñable de la sociedad padece ate.
April 25, 2015
La Reforma indispensable (LII): En que acertó Lutero (V): Sola gratia (IV)
Lo que Pablo señala es tan de sentido común que no se discutiría de no ser por un trágico desarrollo histórico de siglos cuyas malvadas razones abordaré siquiera en parte en esta entrega. La salvación, dice Pablo, no puede ser a la vez por gracia y por obras – como pretende, por ejemplo, la iglesia católica – y no puede ser así porque esa afirmación va contra la razón más elemental. O es por gracia y entonces no es por obras o es por obras y entonces ya no es por gracia. Dado que la palabra gratis viene etimológicamente en español de la misma raíz que gracia, lo afirmado por Pablo es aún más fácil de entender. Si te dan algo gratis no lo pagas y si lo pagas es que no es gratis. Por lo tanto, lo que la iglesia de Roma ha afirmado durante siglos no pasa de ser una estafa espiritual de gravísimas consecuencias. Sin embargo, no es original en esa terrible estafa. Pablo ya tuvo que combatir con semejante herejía en el siglo I y uno de los frutos de ese enfrentamiento se encuentra en su primer escrito, la carta a los Gálatas. Vamos a detenernos en ella un poco.
El escrito que conocemos como carta o epístola a los gálatas es considerablemente breve. Dividido modernamente en seis capítulos, en su conjunto se extiende a lo largo de cinco o seis páginas en cualquier edición de la Biblia. Aunque el texto original griego permite imaginar a un hombre presa del celo espiritual más encendido y que casi recorre a zancadas una habitación mientras dicta la carta, lo cierto es que la lógica y la contundencia que respira la misma siguen resultando de una claridad y una fuerza realmente impresionantes.
Pablo comienza señalando que está absolutamente sorprendido de que los gálatas a los que él convirtió a Jesús se hayan apartado de aquella predicación y al indicarlo señala uno de los principios fundamentales del cristianismo, el de que ninguna revelación espiritual puede ir en contra del mensaje del Evangelio y si se da esa circunstancia debe ser rechazada :
“Estoy atónito de que os hayáis apartado tan pronto del que os llamó por la gracia del mesías, para seguir un evangelio diferente. No es que haya otro, sino que hay algunos que os confunden y desean pervertir el evangelio del mesías. Pero que sea anatema cualquiera que llegue a anunciaron otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, aunque el que lo haga sea incluso uno de nosotros o un ángel del cielo” (1, 6-8)
Pablo no puede ser más directo. Cualquiera que pretende sustituir el evangelio de la justificación por la fe sin las obras incluso aunque apele a una aparición angélica es un verdadero anatema y lo es, de entada, porque está cargando contra el mensaje de salvación por sola gracia.
Tras señalar esta cuestión central, Pablo indica en la carta cuál ha sido su trayectoria. Para empezar, desea dejar claro que su labor no arranca de la legitimidad que deriva del nombramiento emanado de una institución formada por hombres, sino del propio Jesús (1, 12). A diferencia de sus adversarios que habían intentado imponer sus puntos de vista apelando alguna autoridad humana – la de Santiago seguramente - Pablo señalaba que él debía sólo a Jesús precisamente el haber pasado de ser un antiguo perseguidor del cristianismo (1, 13-4) a cristiano. No es que con esta afirmación deseara distanciarse de los otros apóstoles o descalificarlos, pero sí quería dejar de manifiesto que, en primer lugar, no existía una jerarquía que pudiera imponer sus opiniones sobre las de él, segundo, que lo que él predicaba no se contradecía con lo que aquellos anunciaban y tercero, que la guía de los creyentes no podía ser nunca la de uno o varios hombres sino sólo el Evangelio.
La manera en que Pablo desarrolla estos aspectos en los dos primeros capítulos de la carta es ciertamente brillante. Para empezar, señala que aunque había tenido la posibilidad de visitar Jerusalén dos veces después de su conversión y charlar con Pedro, Juan y Santiago, en ningún momento descalificaron lo que él enseñaba. No sólo eso. Habían compartido su postura de no obligar a los gentiles a convertirse en judíos sólo porque habían creído en Jesús. De hecho, Tito, uno de sus colaboradores más cercanos “con todo y siendo griego” (2, 3), no había sido obligado a someterse a la circuncisión pese a las presiones que en este sentido habían realizado algunos judeo-cristianos y tanto él como Bernabé habían sido reconocidos por los apóstoles como las personas que debían encargarse de transmitir el Evangelio a los gentiles (2, 9-10).
Pese a todo, Pablo - y en esto demuestra una honradez no tan común en personas relacionadas con la religión - reconoce que aquel proceso de no someter al judaísmo a los cristianos de origen gentil se había visto sometido a ataques en medio de los que no todos habían sabido mantenerse a la altura de las circunstancias. A este respeto, el comportamiento del apóstol Pedro constituía un verdadero ejemplo de cómo no debían hacerse las cosas. El choque entre él y Pablo se había producido precisamente en Antioquía.
Inicialmente, Pedro había aceptado sin ningún problema, en régimen de completa igualdad, a los cristianos de origen gentil e incluso había comido con ellos a pesar de que no guardaban los preceptos de la ley de Moisés relativos a los alimentos puros e impuros (2, 11-12). Al comportarse de esa manera, Pedro seguía fundamentalmente las conclusiones a las que había llegado cuando se produjo la conversión del centurión Cornelio y mantenía coherentemente el principio que consistía en afirmar que la salvación derivaba de la fe en el mesías y no de cumplir la ley mosaica, principio defendido también por Bernabé y Pablo. Sin embargo, se produjo entonces una circunstancia que alteró sustancialmente el panorama :
“pero después que vinieron , dio marcha atrás (Pedro) y se apartó, porque tenía temor de los de la circuncisión. Y en su simulación participaron también los demás judíos, de manera que incluso Bernabé se vio arrastrado por su hipocresía” (2, 12-13)
En otras palabras, Pedro - que había sido un verdadero precursor de la entrada de los no-judíos en el seno del cristianismo - había cedido en un momento determinado a las presiones de algunos judeo-cristianos y había abandonado la práctica de comer con los hermanos gentiles. Aquella conducta - que Pablo califica de hipócrita - había tenido nefastas consecuencias de las cuales no era la menor el hecho de que otros decidieran actuar también así pese a que les constaba que tal conducta era inaceptable. La reacción de Pablo ante ese comportamiento que vulneraba los principios más elementales del Evangelio había sido fulminante :
“... cuando vi que no caminaban correctamente de acuerdo con la verdad del evangelio dije a Pedro delante de todos : ¿porqué obligas a los gentiles a judaizar cuando tu, pese a ser judío, vives como los gentiles y no como un judío ? Nosotros, que hemos nacido judíos, y no somos pecadores gentiles, sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe en Jesús el mesías y hemos creido asimismo en Jesús el mesías a fin de ser justificados por la fe en el mesías y no por las obras de la ley ya que por las obras de la ley nadie será justificado” (2, 14-16)
Con un valor que hoy resultaría difícil de concebir en situaciones equivalentes, Pablo había reprendido públicamente a Pedro - ¿cuántos católicos se atreverían a hacer algo semejante con un papa a pesar de que, por ejemplo, han mantenido en funcionamiento una banca donde blanqueaba dinero la mafia o han protegido a depredadores sexuales de la acción de la justicia? - acusándolo de actuar con hipocresía y contribuir con ello a desvirtuar el mensaje del Evangelio. Para él, era obvio que la justificación no procedía de cumplir las obras de la ley sino, por el contrario, de creer en Jesús el mesías. Precisamente por ello, el someter a los gentiles a un comportamiento propio de judíos no sólo era un sinsentido sino que contribuiría a que éstos creyeran que su salvación podía derivar de su sumisión a la ley y no de la obra realizada por Jesús.
Algunas personas manifiestan su perplejidad ante el hecho de que la salvación pueda derivar de la fe. Semejante estupor arranca de identificar a la fe con una especie de obra y de considerarla, por lo tanto, escasa para adquirir la salvación. Semejante punto de vista – como tendremos ocasión de ver – parte de no comprender en absoluto el mensaje de salvación expuesto no sólo por Pablo sino, en general, por todos los apóstoles. Porque el tema en si no es si se puede adquirir la salvación aportando obras o aportando fe, o una suma de ambas. La cuestión de fondo es si la salvación es fruto del mérito humano o, por el contrario, un regalo que inmerecidamente Dios ofrece al ser humano. Si el primer supuesto es el correcto, no cabe duda de que la salvación se obtiene por obras, pero si, por el contrario, la salvación es un don inmerecido, lo único que puede hacer el hombre es aceptarlo mediante la fe o rechazarlo. Para Pablo – que no creía en la salvación por obras, sino por la gracia a través de la fe - este aspecto resultaba tan esencial que no dudó en formular una afirmación, clara, tajante y trascendental, la consistente en señalar que si alguien pudiera obtener la salvación por obras no hubiera hecho falta que Jesús hubiera muerto en la cruz :
“... lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mi. No rechazo la gracia de Dios ya que si fuese posible obtener la justicia mediante la ley, entonces el mesías habría muerto innecesariamente” (2, 20-21)
La afirmación de Pablo resultaba tajante (la salvación se recibe por la fe en el mesías y no por las obras) y no sólo había sido aceptada previamente por los personajes más relevantes del cristianismo primitivo sino que incluso podía retrotraerse a las enseñanzas de Jesús. Con todo, obligaba a plantearse algunas cuestiones de no escasa importancia. En primer lugar, si era tan obvio que la salvación derivaba sólo de la gracia de Dios y no de las obras ¿por qué no existían precedentes de esta enseñanza en el Antiguo Testamento? ¿No sería más bien que Jesús, sus discípulos más cercanos y el propio Pablo estaban rompiendo con el mensaje veterotestamentario ? Segundo, si ciertamente la salvación era por la fe y no por las obras ¿cuál era la razón de que Dios hubiera dado la ley a Israel y, sobre todo, cuál era el papel que tenía en esos momentos la ley ? Tercero y último, ¿aquella negación de la salvación por obras no tendría como efecto directo el de empujar a los recién convertidos - que procedían de un contexto pagano - a una forma de vida similar a la inmoral de la que venían ?
A la primera cuestión Pablo respondió basándose en las propias palabras del Antiguo Testamento y, más concretamente, de su primer libro, el del Génesis. En éste se relata (Génesis 15, 6) como Abraham, el antepasado del pueblo judío, fue justificado ante Dios pero no por obras o por cumplir la ley mosaica (que es varios siglos posterior) sino por creer. Como indica Génesis : “Abraham creyó en Dios y le fue contado por justicia”. Esto tiene una enorme importancia no sólo por la especial relación de Abraham con los judíos sino también porque cuando Dios lo justificó por la fe ni siquiera estaba circuncidado. En otras palabras, una persona puede salvarse por creer sin estar circuncidado ni seguir la ley mosaica – como los conversos gálatas de Pablo - y el ejemplo más obvio de ello era el propio Abraham, el padre de los judíos. Por añadidura, Dios había prometido bendecir a los gentiles no mediante la ley mosaica sino a través de la descendencia de Abraham, en otras palabras, del mesías :
“... a Abraham fueron formuladas las promesas y a su descendencia. No dice a sus descendientes, como si se refiriera a muchos, sino a uno : a tu descendencia, que es el mesías. Por lo tanto digo lo siguiente : el pacto previamente ratificado por Dios en relación con el mesías, no lo deroga la ley que fue entregada cuatrocientos treinta años después porque eso significaría invalidar la promesa, ya que si la herencia fuera por la ley, ya no sería por la promesa, y, sin embargo, Dios se la otorgó a Abraham mediante la promesa”” (3, 16)
El argumento de Pablo es de una enorme solidez porque muestra que más de cuatro siglos antes de la ley mosaica e incluso antes de imponer la marca de la circuncisión, Dios había justificado a Abraham por la fe y no por las obras y le había prometido bendecirle no a él sólo sino a toda la Humanidad mediante un descendiente suyo. Ahora bien, la pregunta que surge entonces resulta obligada. Si la salvación se puede obtener por creer y no deriva de las obras ¿por qué entregó Dios la ley a Israel ? La respuesta de Pablo resulta, una vez más, de una enorme concisión y, a la vez, contundencia :
“Entonces ¿para qué sirve la ley ? Fue añadida por causa de las transgresiones hasta que viniese la descendencia a la que se había hecho la promesa… antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, recluidos en espera de aquella fe que tenía que ser revelada de tal manera que la ley ha sido nuestro ayo para llevarnos hasta el mesías, para que fuéramos justificados por la fe, pero llegada la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Jesús el mesías” (3, 19-26)
(La negrita es nuestra)
“También digo que mientras el heredero es niño no se diferencia en nada de un esclavo aunque sea señor de todo. Por el contrario, se encuentra sometido a tutores y cuidadores hasta que llegue el tiempo señalado por su padre. Lo mismo nos sucedía a nosotros cuando eramos niños : estábamos sometidos a la esclavitud de acuerdo con los rudimentos del mundo. Sin embargo, cuando llegó el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos” (4, 1-5)
Para Pablo, resultaba innegable que la ley de Moisés ciertamente era de origen divino y, por supuesto, tenía un papel en los planes salvadores de Dios. Sin embargo, ese papel era cronológicamente limitado extendiéndose desde su entrega en el Sinaí hasta la llegada del mesías. También era limitado su papel en términos espirituales. Fundamentalmente, la ley cumplía una misión, no la de servir de instrumento de salvación, sino la de preparar a las personas para reconocer al mesías. Igual que el esclavo denominado por los griegos paidagogos (ayo) acompañaba a los niños a la escuela pero carecía de papel una vez que éstos llegaban al estado adulto, la ley mosaica servía para mostrar a los hombres que el camino de la salvación no se podía encontrar en las obras sino en la fe en el mesías.
De esto además se desprendía otra consecuencia no carente de relevancia. A los ojos de Dios el linaje de Abraham no son aquellos que tienen una relación física o genealógica con este patriarca sino los que han creído en el mesías, su descendencia. En otras palabras, la condición de judío no es física, nacional o racial sino espiritual :
“Ya no hay judío ni griego ; no hay esclavo ni libre ; no hay varón ni mujer ; porque todos vosotros sois uno en Jesús el mesías y sois del mesías, sois realmente linaje de Abraham y herederos de acuerdo con la promesa” (3, 28-29)
Semejantes palabras, sin duda, podían ser interpretadas de manera muy ofensiva por los judíos de la época de Pablo ya que separaban de Israel a un número considerable de judíos y por añadidura concedía tal consideración a gentiles de origen pagano. Con todo, no era, en absoluto, original. De hecho, está claramente contenida en la enseñanza de Jesús y cuenta además con precedentes en los profetas judíos. Fue Juan el Bautista y no Pablo el que señaló que sólo aquellos que se volvían a Dios eran hijos de Abraham y no todos sus descendientes ya que Dios podía levantar hijos de Abraham hasta de las piedras (Lucas 3, 8-9 y par). De la misma manera, Isaías, posiblemente el profeta más importante del Antiguo Testamento, consideró que los judíos contemporáneos que se negaban a volverse a Dios no eran tales judíos sino miembros de Sodoma y Gomorra (Isaías 1, 10). En todos los casos, la perspectiva era palpable : sean cuales sean los condicionamientos nacionales, Israel, el pueblo espiritual de Dios, está formado por los que se comportan como Israel y no por los que pertenecen genéticamente a él.
Hasta aquí el razonamiento de Pablo puede ser calificado de impecable, pero, obviamente, surgía un problema que, en el fondo, resultaba esencial para la vida de la comunidad cristiana. Si los gentiles convertidos no iban a guardar la ley mosaica, ¿qué principios morales debían regir su vida ? La respuesta de Pablo resulta de una enorme importancia al señalar que los cristianos debían vivir no como esclavos sino como hijos de Dios, no de acuerdo a rudimentos legales del pasado sino según el impulso del Espíritu Santo :
“Ya que sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama : ¡Abba, Padre ! De manera que ya no eres un esclavo, sino un hijo, y puesto que eres un hijo también eres un heredero de Dios por medio del mesías. Ciertamente, en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses, pero ahora que conocéis a Dios, o más bien, que Dios os conoce ¿cómo es posible que os volváis a los rudimentos frágiles y pobres ? ¿cómo es posible que deseis volver a convertiros en esclavos ? Guardáis días, meses, tiempos y años. Me temo por vosotros que haya trabajado en vano en medio vuestro” (4, 8-11)
Ciertamente, se podía alegar que los judíos - que seguían guardando la ley mosaica - eran los descendientes directos, carnales de Abraham, pero, como ya ha indicado antes Pablo, esa circunstancia es mucho menos importante que la de la promesa de Dios. En realidad, se trataba de una especie de repetición del pasado, cuando Abraham quiso por sus propios medios forzar el cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho de darle un hijo y con esa finalidad mantuvo relaciones con la esclava Agar. En aquel entonces Dios insistió en que sus propósitos se cumplirían no por las obras de Abraham - en este caso, tener un hijo de Agar - sino mediante su propia promesa que cristalizó en el hijo que Sara, la esposa de Abraham, le dio. Ahora, buena parte de los judíos pretendía obtener la salvación mediante su esfuerzo como antaño había hecho Abraham juntándose a su esclava. Sin embargo, al igual que en el pasado, el camino no vendría por el propio esfuerzo personal sino por la sumisión a la promesa de Dios. Igual que el hijo de Agar, la esclava, fue rechazado por Dios en favor de Isaac, el hijo de Sara, ahora eran hijos de Abraham no los procedentes de la carne (los judíos) sino los que se apegan a la promesa de Dios (los cristianos fueran judíos o gentiles). Éstos además se deberían caracterizar por una vivencia ética de libertad - pero no de libertinaje - que, por sus propias características, debía superar la normativa de la ley mosaica :
“Por lo tanto, permaneced firmes en la libertad con que el mesías nos liberó y no os sujeteis de nuevo al yugo de la esclavitud… del mesías os desligasteis los que os justificais por la ley, de la gracia habeis caido…” (5, 1)
Pablo era claro y contundente: aquellos que pretenden justificarse mediante las obras de la ley han caído de la gracia. Para ellos no existe posibilidad alguna de salvación mientras se mantengan en esa actitud. Y esa situación no se altera porque guarden fiestas religiosas o se entreguen a otro tipo de ritos. Han caído de la gracia.
Por lo que se refiere a los que han sido justificados por la fe no caerán – en contra de lo que dicen ignorante y maliciosamente los que se oponen al mensaje de la salvación por gracia – en la anomía sino que en sus vidas se verán los frutos del Espíritu, precisamente esos frutos que no aparecen en los que pretenden justificarse por las obras porque viven en una esclavitud espiritual creada por el hombre:
“Por lo tanto digo : Andad en el Espíritu y no satisfagais los deseos de la carne porque el deseo de la carne es contrario al Espíritu y el del Espíritu es contrario al de la carne… Sin embargo, si sois guiados por el Espíritu no os encontráis bajo la ley. Las obras de la carne son evidentes : adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, disensiones, envidias, iras, contiendas, enfrentamientos, herejías, celos, homicidios, borracheras, orgías y cosas similares a éstas, sobre las que os amonesto, como ya he dicho con anterioridad, que los que las practican no heredarán el reino de Dios. Pero el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, gobierno de uno mismo. Contra estas cosas no existe ley” (5, 16-23)
Sin duda, el modelo ético de Pablo era más difícil que el de cumplir la ley en la medida en que implicaba no tanto ceñirse a un código moral como incorporar una serie de principios éticos coronados por el del amor al prójimo. En lugar de fiestas, rituales, liturgias, ceremonias y demás creaciones humanas, Pablo insistía en una vida de gratitud que nacía de haber sido justificado por la fe sin las obras. La obediencia no era una manera de ganar el cielo al estilo mercantilista de las religiones paganas sino la consecuencia de haber sido ya salvos por fe y no por obras. Como años después escribiría a los Efesios:
“8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2: 8-10).
Como ya hemos indicado, las tesis de Pablo - la salvación es por la fe sin las obras de la ley, los cristianos gentiles no están sometidos a esta última, los verdaderos descendientes de Abraham son los de la fe en la promesa y entre ellos no podía existir discriminación por ser gentiles, esclavos o mujeres, y la ética debe fundamentarse no en un código sino en la guía del Espíritu Santo - no eran, en absoluto, originales. De hecho, encontramos precedentes suyos en la enseñanza de Jesús y de los judeo-cristianos e incluso en el Antiguo Testamento. Pero estando todo tan claro por qué había gente que pretendía imponer la tesis de que la justificación no era sólo por la fe sin las obras sino por la fe más las obras. Pablo responde claramente a esa cuestión en Gálatas 4: 17:
“Tienen celo por vosotros, pero no para bien, sino que quieren apartaros de nosotros para que vosotros tengáis celo por ellos”.
En otras palabras, en el fondo, lo que se discutía era una cuestión de poder. Para que los falsos maestros pudieran dominar las congregaciones cristianas, era preciso que negaran no sólo la justificación por la fe sin las obras sino que además impusieran un sistema de salvación por obras. Naturalmente, la interpretación de cuáles serían esas obras quedaba en sus manos proporcionándoles un inmenso poder no sólo espiritual sino, como la Historia demuestra, además económico, social y político. Celosos serían, pero a causa de una clara intención: la de someter a las almas apartándolas del Evangelio bíblico de la justificación por la fe sin obras. Por eso Pablo resulta especialmente contundente en esta carta, porque le causa una profunda indignación el que se ataque el Evangelio de la justificación por la fe sin obras para imponer una doctrina falsa que sólo pretende someter a las gentes a la esclavitud espiritual de falsas enseñanzas y falsos maestros. Pero los cristianos no están llamados a someterse a maestros que niegan el Evangelio de la gracia, el evangelio de la justificación por la fe sin las obras, sino que están llamados a vivir en libertad. Como dice Gálatas 5: 1:
“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”.
Por eso el mensaje del Evangelio negado y perseguido durante siglos por la iglesia de Roma y recuperado por la Reforma tuvo un impacto de sublime libertad. El ser humano descubría quién era, pero ese descubrimiento de su naturaleza pecadora incapaz de ganar la salvación por sus medios no lo sumía en la desesperación ni en la angustia – como ha sucedido y sucede con tanta frecuencia en la iglesia de Roma – sino que era sustituido por una alegría indecible al descubrir que Cristo había hecho todo pagando en la cruz por sus pecados y que bastaba aceptar por fe su sacrificio expiatorio para ser justificado. Sólo entonces, cuando ya había sido justificado, cuando ya había recibido la salvación, podía comenzar una nueva vida en la que las obras no eran las cadenas forjadas por unos usurpadores espirituales para mantenerlo en perpetua esclavitud sino muestras de gratitud al Dios que lo había salvado.
Y es que el que afirma que la salvación es por gracia y a la vez por obras, sólo puede ser un necio, un ignorante o un malvado ya que el Evangelio es pura gracia y no compraventa espiritual. Como señaló tajantemente Pablo: “¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? 2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. 3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. 4 Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5 mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4: 1-5).
¿Cómo no glorificar a Dios que regala el don más grande - la salvación - y que lo hace mediante el derramamiento de la sangre de Su Hijo en la cruz del calvario?
¿Cómo no sentirse agradecido ante un Dios que no comercia la salvación como las deidades del paganismo cambiando méritos por dicha de ultratumba sino que da todo por gracia y, al hacerlo, nos libera de autoridades espirituales auto-legitimadas que pretenden vender – no pocas veces en el sentido más literal – lo que Dios da de manera gratuita?
¿Cómo no mirar, cuando se comprende el Evangelio de la gracia de Dios, con profundo horror a un sistema que tiene la intención de apoderarse de lo que sólo puede obtenerse por gracia y comerciar con ello?
¿Cómo no dar gracias a Dios porque la Biblia arroja la suficiente luz como para apartarse con gozo indecible de semejante cautiverio espiritual?
Lo cierto es que, en la medida en que regresó al mensaje de la sola gratia contenida en las Escrituras, la Reforma devolvió al pueblo la libertad, la salvación y el Evangelio, pero jamás se jactó de hacerlo por si misma. Sólo una falsa iglesia puede pretender que da la salvación o que es el camino para obtenerla. La salvación se halla sólo en Cristo y éste es otro de los aspectos que la Reforma devolvió a la gente al regresar a la Biblia. Pero de eso hablaremos otro día.
CONTINUARÁ
La Reforma indispensable (LIII): En que acertó Lutero (VI): Solo Christo (I)
Los partidarios de que los gentiles guardaran la ley mosaica.
Put Your Hand in The Hand
Sin embargo, para mi – que en su día escribí una versión española de la canción – lo más importante es su mensaje sencillo y, a la vez, vital. El ser humano – por más que se empeñe en lo contrario – no puede dar nada a Dios. Carece de méritos propios que ofrecerle y mucho menos cuenta con ceremoniales, ritos o un listado de acciones que le permitan ganarse el favor de Dios. Le guste o no, todo es juicio o, por el contrario, gracia inmerecida en la relación entre Dios y los hombres. Jesús ofrece su mano a los seres humanos para que depositen la suya a su vez y confíen en él para el presente y el futuro. No les da un mapa – ni siquiera una brújula – para avanzar… pero sí les da la mano. Ahora cada cual ha de decidir si pone la mano en la de Jesús o prefiere seguir caminando por su propia cuenta.
Yo les dejo con tres versiones de la canción – ya percibirán que es una de mis favoritas – la original de Anne Murray, la extraordinaria de Elvis Presley y una del coro de jóvenes de una iglesia evangélica en Colombia. Espero que las disfruten todas. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí está Anne Murray
Elvis que cada año canta mejor
Una notable versión juvenil hispana
April 24, 2015
Los libros sapienciales (IV): Job (V)
Luego vimos cómo la desgracia caía sobre él para que quedara de manifiesto si, efectivamente, alguien estaría dispuesto a servir a Dios aún a costa de perder todo. A continuación, contemplamos – con desazón creciente, dicho sea de paso – cómo los amigos de Job lo maltrataban verbal y espiritualmente dejando de manifiesto que la tradición, el espiritualismo y el dogma no sólo no les permitían ver más allá de sus narices sino que les privaban hasta de un mínimo de compasión. Finalmente, Elíu mostró que la juventud no es garantía de abordar mejor los problemas y que incluso, en ocasiones, se traduce en una mayor agresividad a la hora de afrontarlos, pero no en una mayor eficacia. A partir de ese momento, resulta obvio que Dios va a intervenir y que lo hará dando respuesta al clamor continuo y amargo de Job. Dios ciertamente interviene, pero…
Bueno, para ser sinceros, más de uno esperaría a estas alturas del libro que Dios les ponga a Job al corriente de lo que había sucedido en el cielo y, por añadidura, le diera algún detalle de por qué había recogido el guante arrojado por Satanás. Parece incluso lógico explicar esto, pero, ciertamente, no es lo que hace Dios. Por el contrario, Dios actúa de una forma que nos desconcierta. En lugar de proporcionar las respuestas que nosotros daríamos en Su lugar, Dios comienza a darle a Job una lección sobre el cosmos incomprensible e inaprensible para el ser humano (c. 38-39). Reconozcamos que es para desconcertarse, pero lo cierto es que Job comprende a la perfección lo que Dios le está diciendo (40: 3-5). No sólo eso. Cuando Dios continua haciendo referencia a dos animales inquietantes e incluso monstruosos como el Behemot o hipopótamo y el Leviatán o cocodrilo (c. 40-41), Job llega al fondo del asunto y comprende que ha juzgado injustamente a Dios y que hablaba de lo que no entendía (42: 3). Pero, vamos a ver, ¿qué clase de respuesta es ésta y qué es lo que ha entendido Job?
Lo primero que Job ha captado es que el cosmos es un lugar de orden y propósito. Al ser humano se le puede escapar dónde está ese propósito y dónde se encuentra el orden, pero ambas realidades son innegables. Pero no se trata sólo de que el cosmos indique que su Creador no es un personaje que actúa de manera arbitraria y tiránica. Por añadidura, incluso lo más horrible y aterrador – como Behemot y Leviatán – tiene un propósito y un sentido. Es cierto que los hombres podemos no dar con él y es verdad que incluso cabe la posibilidad de que nos sintamos aterrados por determinadas criaturas. Sin embargo, existe un propósito para todo y ahí Job comprende su error. Desde una perspectiva humana, ha exigido cuentas a Dios y deseado explicaciones. Ahora descubre que existen razones y propósitos que él no intuye siquiera – y que Dios no le va a revelar, dicho sea de paso – y que estaba errado. Lo que Dios pide del ser humano – como puede verse en toda la Biblia – no es que realice ritos y ceremonias, que absorba formulaciones dogmáticas o que se dedique a defenderlo como pretendían los amigos de Job. Lo que Dios espera del hombre es que crea en El, no en el sentido de aceptar su existencia, sino en el de confiar totalmente en El para su salvación y para llevar una vida dotada de verdadero sentido. Es por eso que en la Biblia la salvación es por gracia y no por obras (Romanos 4: 1-5) y que el justo vive por la fe (Habacuc 2: 4) o que se nos dice que Abraham, el amigo de Dios, fue justificado por la fe (Génesis 15: 6). Los amigos de Job no dejaron de acumular frase tras frase – alguna hasta adecuada – pero su apego a la tradición, al dogma o a la mística no los movió un milímetro de su inmenso error, el de pretender anteponer sus méritos a la gracia de Dios y el de pensar que podían explicarlo todo. Dios, sin embargo, le dice a Job algo mucho más real y veraz y es que ningún ser humano puede explicar totalmente al Creador por la sencilla razón de que ni siquiera pueda explicar la creación y todavía más, difícilmente puede explicar los lados terribles del cosmos que nos rodea desde las fieras a los depredadores humanos. Es más, las obras de teología que se han dedicado a esa tarea si bien se piensa no dejan de tener su parte ridícula por muy summas que pretendieran ser.
Sin embargo, todo tiene un sentido aunque no alcancemos a verlo y frente esa ignorancia nuestra Dios dice: “Reconoce tu falta de méritos, acepta tus limitaciones, no confíes en discursos propios de una religión, cree en mi y serás salvo”. No otro mensaje se encuentra en el Nuevo Testamento (Juan 3: 16).
El Job que comprende eso, también entiende que debe escuchar a Dios (42: 4) – no a los que dicen que lo representan – que no había entendido nada (42: 5) y que, a pesar de los méritos que se suponía, es un pecador que debe arrepentirse “en polvo y ceniza” (42: 6). No es un mensaje agradable para los que pretenden salvarse por sus méritos o pretenden representar a Dios o insisten en que pertenecen a la única organización religiosa verdadera fuera de la cual no hay salvación. Ciertamente, no lo es, pero ésa es la Verdad con mayúsculas. Y por si hubiera alguna duda, Dios insiste en que está encolerizado con los amigos de Job porque no han hablado lo recto sobre Él (42: 7). En otras palabras, su dogma, su tradición y su mística es un estiércol asqueroso e inútil que, en realidad, sólo sirve para provocar la irritación de Dios. De hecho, como también enseña la Biblia, sólo un sacrificio expiatorio de alguien perfecto e inocente – una prefiguración del sacrificio futuro del mesías – puede salvarlos de su situación, pero jamás sus méritos que no existen en realidad.
Los últimos versículos del libro dejan de manifiesto cómo Dios restaura a Job que tendrá una existencia aún mejor que la que había disfrutado antes. Sin embargo, la mayor bendición no es la prosperidad restaurada o la salud recuperada ni siquiera la nueva familia. Lo verdaderamente relevante es que Job ha comprendido que la relación entre el ser humano y Dios no es la mercantil que enseñan todas las religiones paganas o infectadas por el paganismo según la cual el hombre cree acumular méritos para adquirir la salvación de Dios. Lo que Job ha aprendido es que Dios salva y derrama Sus bendiciones sobre aquel que confía en El a pesar de no entender todo y de ignorar muchas cosas, sobre aquel que se reconoce limitado y pecador y, sobre todo, sobre aquel que es consciente de que no tiene la menor posibilidad de salvarse por sus obras. No es poca la actualidad del libro de Job.
Lecturas recomendadas: c. 38-42.
El Evangelio de Marcos: el endemoniado de Gadara (5: 1-20)
El pasaje del endemoniado de Gadara es uno de los más desconcertantes del Evangelio. Bertrand Russell – cuya vida personal fue todo menos ejemplar – incluso lo utilizó para criticar a Jesús alegando que no había tenido la menor compasión hacia los cerdos, algo que no le habría pasado a Buda. Russell no sólo no estaba en su mejor día cuando escribió esa necedad sino que además dio muestras de no ser capaz de entender absolutamente nada en relación con el episodio.
Desde luego, su contenido resulta enormemente práctico. El contexto de entrada es bien revelador. Los discípulos acababan de pasar por la experiencia de la tempestad y ahora, a salvo pero calados hasta los huesos, cansados y de noche, llegaron a la zona de Gadara. Era creencia común que los demonios salían a pasear a altas horas de la noche – lo que hay que reconocer que no resulta especialmente atractivo – y justo cuando ellos saltaron a tierra se dieron de manos a boca con un personaje que estaba sometido a un espíritu inmundo y que comenzó a dar alaridos nada más ver a Jesús (5: 7). Como forma de acabar un día en que se ha pasado por una tormenta en medio de un lago en que la embarcación estuvo a punto de irse a pique hay que reconocer que no estaba mal.
Pero detengámonos en el hombre que causó la inquietud, como mínimo, de los discípulos de Jesús. Su estado era realmente penoso. Lo era por su sufrimiento y lo era porque la comunidad de la que formaba parte no había dado con una forma mejor de tratarlo que la de recluirlo en el cementerio y encadenarlo. Como tantas veces a lo largo de la Historia, ya que no se podía solucionar el mal se escondía debajo de la alfombra o entre las tumbas. En eso no ha cambiado tanto la especie humana.
Sin embargo, como siempre que se quiere ocultar la desgracia aquel hombre no aguantaba bien la idea de que se le borrara del mapa. No sólo es que rompía las cadenas con las que pretendían tenerlo sujeto (v. 4) sino que además se pasaba el día entero aullando y ofreciendo el espectáculo sobrecogedor de autolesionarse (v. 5). Ni siquiera parece que aspirara a que nadie lo ayudara a juzgar por las palabras que dirigió a Jesús (v. 7). No se esperaría otra cosa de alguien poseído por muchos demonios.
Como Jesús tenía poder para enfrentarse con el Diablo no se le pasó por la cabeza comenzar un complicado ritual de exorcismo como se da en ciertas religiones. Él tenía autoridad y precisamente por ello no se entregaba a ceremonias que, por regla general, además de no funcionar deben provocar las carcajadas de cualquier ser demoníaco. Acorralados, los demonios le suplicaron que les permitiera entrar en unos cerdos que estaban allí cerca (v. 12) y Jesús se lo permitió, momento que aprovecharon para despeñar la piara en el mar y ahogarla (v. 13). Es precisamente en ese momento cuando la historia llega a su punto culminante.
Los porqueros habían quedado lógicamente horrorizados por lo que habían visto y se dirigieron a la población cercana para informar de lo sucedido. Como era de esperar, los habitantes se precipitaron a ver lo que había de verdad en las palabras de los que cuidaban los cerdos (v. 14) y entonces lo que se ofreció a su vista no pudo ser más claro. A un lado, podían verse los cuerpos de los cerdos flotando en el lago; al otro, al hombre al que no habían podido ayudar quizá durante años que ahora estaba sentado, vestido y en su sano juicio (v. 15).
Marcos cuenta que tuvieron miedo y es que no era para menos. A lo largo de la vida, los prejuicios o el sectarismo pueden ayudar a ocultar lo que es evidente, pero en aquella ocasión no había manera. Aquel hombre que había resultado un problema insoluble estaba bien y la causa era Jesús. Pero, ¡ojo!, aquel Jesús también era el causante de la pérdida de los cerdos al permitir a los demonios entrar en ellos y precipitarse al mar. Los dos extremos eran tan claros que sintieron miedo porque era obvio que Jesús podía hacer lo que para ellos había resultado totalmente imposible, pero también sus acciones tenían consecuencias que dañaban a su economía y no había más que ver lo que había pasado con la piara. Pongámonos en su lugar. Seguir a Jesús implica participar de una conexión directa con el Dios Todopoderoso que puede derrotar con una sola frase a una legión de demonios, pero también puede dañar nuestros intereses más queridos. ¿Y si seguir a Jesús implica – como ciertamente implica – rechazar el maridaje del poder político y de la religión? ¿Y si seguir a Jesús implica sufrir pérdidas económicas? ¿Y si seguir a Jesús te coloca en el punto de mira de aquellos que, aunque se digan religiosos, aborrecen su mensaje porque ya han abrazado otro más adecuado para su soberbia espiritual? ¿Y si…? Llegados a ese punto, ¿nos quedamos con Jesús o con nuestros intereses que también se pueden disfrazar de religión? La gente de Gadara no lo dudó. Entre aquel poder que era capaz de realizar lo imposible y su economía se quedaron con la economía y le pidieron a Jesús que se fuera (v. 17). No negaban la realidad. Simplemente, es que no estaban dispuestos a que la realidad les amargara sus intereses. Hoy, habían sido los cerdos ¿y mañana? Mañana, Jesús – que a fin de cuentas era un judío – era capaz de decirles que sólo se puede rendir culto a Dios y que no es lícito rendir culto a una imagen como enseña el Decálogo que Dios le entregó a Moisés (Éxodo 20: 4 ss). No, mejor que se fuera. Que se fuera y cuanto antes y más lejos, mejor.
El antiguo endemoniado veía las cosas de otra manera. Sabía cuál había sido su situación y cuál era ahora y deseaba subirse a la barca con Jesús (v. 18). Sin embargo, Jesús no se lo permitió. Por el contrario, le dijo que fuera a los suyos y les contara las grandes cosas que el Señor había hecho con él y cómo le había mostrado Su misericordia (v. 19). Nuevamente – como tantas veces antes y después – Jesús volvió a enfatizar la gracia totalmente inmerecida de Dios. No le dijo: “gracias a tus méritos los demonios salieron de ti” o “el ceremonial del exorcismo funciona, hijo”. Ni por aproximación. Su mensaje como siempre fue: “No te merecías absolutamente nada, pero Dios tuvo misericordia de ti y realizó en tu vida algo incomparable”. El hombre captó a la perfección lo que Jesús le había dicho y comenzó a recorrer otras ciudades paganas – las conocidas como Decápolis – contando lo que Jesús había hecho con él y, como no podía ser menos, la gente se quedaba pasmada (v. 20).
CONTINUARÁ:
Marcos 5: 21-43: La hija de Jairo y la mujer con flujo de sangre
April 23, 2015
Miguel de Cervantes y El Quijote
April 22, 2015
Ciudadanos, el centro-izquierda sensato
Tal y como señala la formación política, lo que inicialmente se llamó Ciutadans de Catalunya era fruto de una reacción ciudadana frente al nacionalismo que controlaba la sociedad catalana desde hacía un cuarto de siglo; frente al hecho de que partidos que no eran nacionalistas habían asumido las mismas políticas que el nacionalismo catalán y frente al vacío que se había abierto en “el espacio electoral de centro-izquierda no nacionalista”. En 2006, Ciutadans saltó al ruedo político catalán como una respuesta gallarda frente a la entrega del PSOE al nacionalismo en la etapa de ZP. Buscaba así satisfacer la frustración de un electorado de izquierdas que contemplaba con enorme desaliento su abandono frente al nacionalismo. En no escasa medida, Ciutadans significaba un esfuerzo político similar al de UPyD – que surgió en 2007 - pero circunscrito a Cataluña. No sorprende, por tanto, que en ambas formaciones acabaran apareciendo deseos de coalición o incluso fusión ya que los objetivos eran muy similares: la articulación de un centro-izquierda que rechazara la apisonadora nacionalista y que realizara una serie de reformas que, en buena medida, podían ser asumidas por todo el espectro político no-nacionalista. Es más que posible que Ciutadans nunca hubiera sobrepasado los límites de Cataluña de no haberse dado dos circunstancias muy concretas. La primera fue la negativa de Rosa Díez – entonces aplaudida por su plana mayor - de llegar a un acuerdo con otras fuerzas y, de manera especial, con Ciutadans. La segunda – posiblemente más importante – fue el pulso independentista librado por Artur Mas que, de haber concluido en secesión, habría colocado a Albert Rivera y a Ciutadans en una situación de peligro físico real. Ciutadans pasó precisamente en esa época a presentarse como una alternativa política a escala nacional que aparecía, muy oportunamente, en medio de un proceso de erosión de los dos grandes partidos. El primer éxito de Ciutadans ya transformado en Ciudadanos tuvo lugar con su entrada en el parlamento europeo en 2014. De manera bien reveladora, los nuevos eurodiputados presentaban una trayectoria histórica en la izquierda - como Javier Nart - o un zigzagueo izquierda-derecha – como Juan Carlos Girauta – de difícil identificación final. Sin embargo, como en el caso de UPyD, buena parte de los votos de Ciudadanos procede de unos votantes de derechas desencantados con la política de Mariano Rajoy y que, a la vez, creen percibir en el partido naranja un eco de sus deseos. Es cierto que con un PSOE entregado al pacto con los nacionalismos catalán y vasco y una derecha que durante años se ha convertido en el único bastión frente a las políticas nacionalistas, esa identificación psicológica no está exenta de lógica. Cargada de lógica incluso, pero no por ello se corresponde con la realidad. Ciudadanos es, en realidad, un partido de centro-izquierda moderado que sabe, por ejemplo, señalar las terribles disfunciones creadas por los nacionalismos regionales, pero que no tiene nada que ver con opciones de centro-derecha. Así, en su página web, Ciudadanos afirma que se nutre del liberalismo progresista y del socialismo democrático, combinación ideológica que debe calificarse de particular como mínimo, pero que encaja con la extracción de sus figuras. Con notable habilidad política, Albert Rivera ha sabido mantener la definición de centro-izquierda a la vez que la ha difuminado en sus intervenciones realizando un llamamiento a un electorado que, en muchos aspectos, está más cerca del PP o incluso de VOX que del PSOE. No se puede decir que Ciudadanos mienta porque la información en su página web es notablemente clara. Es simplemente que muchos de sus votantes se encuentran tan desalentados ante el panorama político que no se han molestado en informarse. El día que lo hagan es muy posible que Ciudadanos acabe teniendo un destino semejante al de UPyD.
1. Economía: el programa de Ciudadanos presenta una clara orientación de centro-izquierda. Combina la existencia de un contrato laboral único con la denominada mochila austriaca, la bonificación a empresas que menos despiden con la renta complementaria, la formación parados de larga duración con la ley de segunda oportunidad o la reestructuración de deuda personal con el fondo europeo para el empleo. En su conjunto, se trata de medidas de corte socialdemócrata que, muy difícilmente, se podrían costear sin elevar los impuestos.
2. Empleo: Ciudadanos presenta una serie de propuestas híbridas en el terreno del trabajo. A la vez que señala su intención de crear un Plan integral de apoyo a autónomos, de apoyar la financiación de las PYMES y de aumentar la inversión en I+D hasta el tres por ciento del PIB – lo que implica mayor gasto público – defiende la reducción de la cuantía de las cotizaciones a la Seguridad social para los contratos indefinidos. Al mismo tiempo, Ciudadanos señala que es favorable a un sistema fiscal que permita recaudar más sin subir los impuestos e incluso que acabará con las SICAVs. El gran problema es que las cuentas no cuadran con tanta facilidad.
3. Aborto. Ciudadanos apoya una solución propia de una izquierda moderada basada en una estrategia de educación sexual para evitar los embarazos no deseados; una ley de plazos que despenalice el aborto durante los tres primeros meses; un período de reflexión de la mujer para decidir; la realización del aborto en la sanidad pública y la imposibilidad de abortar para los menores sin el conocimiento de sus padres.
4. Educación: Ciudadanos es partidario de un sistema de educación laico y estatal así como de un aumento notable de la inversión. Defiende igualmente el uso del español en las aulas catalanas, vascas y gallegas, un tema hacia el cual sólo ha manifestado cierta sensibilidad la derecha.
5. Reforma de la España autonómica. Posiblemente sea ésta el área en la que Ciudadanos pisa un terreno más firme y que constituye uno de sus mayores atractivos. Propone limitar la capacidad de endeudamiento de las administraciones públicas, la reducción de la estructura administrativa y la reforma – o incluso supresión - del senado. La realidad es que sólo unos recortes espectaculares en este terreno permitirían a Ciudadanos llevar a cabo su programa sin subir drásticamente los impuestos.
April 20, 2015
Despacito y buena letra
Con un panorama de ese tipo, hay que apurar al máximo la posibilidad de conservar o sumar cada voto y eso implica andar con pies de plomo o, como señala el popular dicho, de ir despacito y buena letra. Permítaseme dar algún ejemplo de los errores que hay que evitar. Primero, en las listas de cualquier partido que pretenda gobernar no puede aparecer nadie marcado por la corrupción. Da lo mismo si se trata de alguien incurso en una causa legal, de si es un sujeto que contrató como asesora de cultura a una señorita que fue portada de una revista dedicada al desnudo o de si se le conoce por su capacidad para los apaños o para colocar amiguetes inútiles. Aunque sea el rey de la simpatía o una verdadera lumbrera, un sujeto así es, como decían en Hollywood, veneno en la taquilla para cualquier partido. Tampoco puede permitirse ningún candidato las frases imprudentes. Puede que las palabras originalmente hasta sean brillantes, pero, en medio de la campaña, se va a retorcer al extremo lo más inocente con que imaginémonos lo impensado. Seguramente, a algunos no les agradará, pero el uso de una cremallera bucal en algunos momentos puede ser una bendición a la vez que un paso hacia el triunfo electoral. Acto seguido, que nadie se fíe mucho de las posibles coaliciones. Al fin y a la postre, para todos los partidos la convocatoria importante son las elecciones generales de fin de año. Por eso mismo, las posibles bisagras no se van a pillar los dedos sin necesidad y todavía menos para favorecer a cualquiera de los grandes partidos a los que puede birlar centenares de miles de votos. Derramar alabanzas sobre alguno de esos posibles socios puede traducirse más en pérdida de sufragios que en una coalición conveniente. Finalmente, cuidado con lo que se promete. Graves errores serían, por ejemplo, asegurar que no subirán o regresarán determinados impuestos cuando la coalición posible pasa por un partido que quiere aumentarlos reinstaurarlos o realizar concesiones al populismo que luego no podrán convertirse en realidad el día de mañana. ¿Quién sabe? Quizá incluso las mayorías suficientes no estén tan lejos, pero sólo se podrán alcanzar si se está dispuesto a avanzar despacito y con buena letra.
Y si Hitler hubiera vencido…
Con todo, resulta inevitable especular con lo que habría sido del mundo en el caso de que el vencedor de la terrible guerra hubiera sido Hitler. Ése era el tema – apenas oculto tras una trama policíaca de la novela Patria de Robert Harris o el del relato más verosímil de Philip Roth titulado La conjura contra América. Con todo, el mérito de haber abordado por primera vez el tema desde la óptica de la ficción se corresponde a Philip K. Dick y su The Man in the High Castle, escrita en los años sesenta del siglo pasado. Dick escribió una gran novela aunque discutible desde el punto de vista de la Historia posible y teñida de obsesiones propias como el uso del I Ching. En realidad, de haber ganado la guerra el III Reich, la configuración del mundo no sería tan difícil de imaginar. La visión internacional del Führer recogida en Mein Kampf a inicios de los años veinte ya había sido abandonada por otra más amplia antes de que concluyera esa década en el denominado Segundo libro de Hitler. Esta obrita poco conocida deja de manifiesto hasta qué punto Hitler había superado la visión colonial propia de la Primera guerra mundial para sustituirla por otra de carácter global verdaderamente notable. En opinión de Hitler, en el primer tercio del siglo XX, sólo Estados Unidos tenía la capacidad para ser una superpotencia dado su vigor económico y tecnológico. Semejante perspectiva resultaba a su juicio odiosa, primero, porque la hegemonía de Estados Unidos convertiría a Europa en un continente de segundo orden condenado a comprar productos americanos y, segundo, porque Estados Unidos era, en su opinión, una nación controlada por los judíos. El objetivo, pues, de la política del III Reich debía ser la creación de una superpotencia europea y aria que impidiera que el siglo XX acabara siendo el siglo americano. Para obtener ese objetivo, Alemania tenía que extenderse hacia el Este – su área de expansión desde la Edad Media – doblegar a una Francia repugnantemente decadente y llegar a acuerdos con Italia – a la que se reconocería una expansión colonial necesaria – y con Gran Bretaña, cuyo imperio sería aceptado porque, a fin de cuentas, no pasaba de ser un dominio ario sobre razas vistas como inferiores. A medida que fue avanzando la Segunda guerra mundial a este panorama se fueron sumando matices que apenas alteraban el panorama general. Si Hitler hubiera vencido, el III Reich habría mantenido Alsacia y Lorena tomadas tras la victoria sobre Francia en 1940, y habría incorporado a su territorio Polonia – una nación que había regresado a la independencia por deseo de Lenin en 1917 – Checoslovaquia, Lituania, Letonia, Estonia – todas ellas naciones surgidas en 1918 - y generosas raciones de Bielorrusia y Ucrania que impidieran el renacimiento de Rusia como gran potencia. Bulgaria, Hungría, Rumanía y Ucrania se habrían convertido en países satélites sometidos al III Reich. Yugoslavia habría sido fragmentada con una Croacia independiente de Serbia. Italia, la primera aliada de Alemania, habría podido apoderarse de un pedazo de Yugoslavia, una porción de Grecia y Albania manteniendo un imperio colonial africano que se habría extendido de Etiopía a Túnez y Libia. La Francia de Vichy habría conservado su imperio sobre razas consideradas inferiores, pero convertida en estado subordinado a Alemania. Finalmente, en la Península Ibérica, el dictador anglófilo de Portugal habría sido sustituido por otro germanófilo y Franco, considerado ingrato y clerical, de acuerdo con planes ya fraguados en 1942, habría sido sustituido por un gobierno de falangistas que llevaran a cabo una verdadera revolución nacional-sindicalista y que previamente habrían dado muestras de su valor combatiendo en la División Azul. Por supuesto, España habría cedido bases al III Reich aunque no habrían estado localizadas en Torrejón y Rota sino en las islas Canarias. Gran Bretaña podría haber conservado la India y el imperio africano, pero se habría visto desplazada de un Oriente Medio por donde habrían avanzado los blindados del mariscal Rommel. Por supuesto, el estado de Israel nunca se habría fundado y, por supuesto, casi nadie sabría que once millones de judíos europeos habían sido exterminados por el III Reich y sus aliados.
La independencia de Egipto, Siria, Jordania o Iraq habría tenido lugar, con la llegada al poder de partidos anti-británicos y pro-alemanes. El nacional-socialismo – a fin de cuentas la ideología del Baaz posterior – se habría extendido desde el Nilo al Éufrates tomando su inspiración de un austriaco llamado Hitler. Seguramente, se habría tratado de un Oriente Medio mucho más estable que el que hemos conocido tras la Segunda guerra mundial, pero con formas políticas no menos pavorosas.
En Extremo Oriente, Japón habría podido mantener su influencia en ciertas zonas de China y el Sureste asiático, pero, seguramente, sólo por un tiempo. Al fin y a la postre, la resistencia en Vietnam, Corea e incluso la mayor parte de China habría obligado al Japón a limitar su expansión y quizá a retirarse de ciertas áreas. Un Hitler que lo habría necesitado, por ejemplo, en el enfrentamiento con la Unión Soviética nunca lo tuvo en cuenta en medio de la guerra. Cuesta creer que lo hubiera hecho tras vencer en Europa y África.
La pregunta final es que habría pasado con Estados Unidos, considerado por Hitler como el enemigo número uno. De manera más que previsible, el III Reich habría logrado no pocas adhesiones ideológicas al sur del río Grande donde, por ejemplo, el general Perón había creado su propia versión del fascismo italiano. En los años posteriores a la victoria de Alemania, buena parte de Hispanoamérica previsiblemente habría abrazado el nacional-socialismo como una ideología adecuada para enfrentarse con el coloso del Norte. Por añadidura, Estados Unidos no habría podido crear en Bretton Woods un nuevo orden mundial que le permitiera convertirse en la potencia hegemónica de Occidente absorbiendo los excedentes económicos de otras naciones para costear su déficit público y privado que ha ido aumentando sin cesar desde los años sesenta del siglo pasado. Tampoco habría podido convertirse en pieza clave de la política europea a través del Plan Marshall y la NATO. Menos aún habría ganado la carrera espacial con Werner von Braun y sus técnicos trabajando no para la NASA sino para su Alemania natal. Ni que decir tiene que jamás habría tenido lugar el movimiento de los derechos civiles porque la victoria del nacional-socialismo alemán habría proporcionado una clara legitimación a las ideologías de carácter racista en todo el globo. Quizá Estados Unidos habría podido mantener su status de potencia avanzada, pero, en no escasa medida, se habría visto empotrado entre el III Reich victorioso y el Japón que limitaría su expansión en el Pacífico y no habría podido extenderse geo-estratégicamente por medio mundo apelando a la lucha contra el comunismo por la sencilla razón de que la Unión Soviética habría sido aniquilada por Hitler. En otras palabras, el siglo XX no habría sido americano sino germánico y Japón, como tras la segunda guerra mundial, se habría convertido en un aliado del vencedor. No solo eso. Hitler no habría sido el archi-villano actual sino que habría sido presentado como el heroico redentor de la Humanidad ya que sería retratado como el gran vencedor sobre un comunismo descrito como un movimiento terriblemente sanguinario y sobre los judíos que serían pintados con los colores más siniestros. Afortunadamente, determinados supuestos sólo son posibles en el mundo de la ficción.
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