César Vidal's Blog, page 122

April 9, 2015

Nueva entrega de libros electrónicos

Suele ser muy común que, al término de conferencias, siempre aparezca gente que me pregunta por mis libros, precisamente aquellos que más repercusión tuvieron en su día y que ahora son imposibles de encontrar. Debo responderles que sólo hay dos formas de hacerse con ellos: o los buscan en librerías de viejo – lo que puede significar que les pidan cien, doscientos e incluso mil dólares por algunos de ellos – o esperan pacientemente a que se publiquen en formato electrónico. En este último caso, el precio además será muy económico. Así lo he venido haciendo desde hace meses gracias a los servicios de http://www.amazon.com



La entrega de este mes es de cuatro libros especialmente buscados, pero muy muy difíciles de encontrar. Personalmente, creo que son algunos de los mejores que he escrito.



1. Los primeros cristianos



Hace un cuarto de siglo, tras más de cinco años de investigación, un César Vidal todavía joven concluyó su primera tesis doctoral. Era en Historia y recibió el premio extraordinario de fin de Carrera. Que así fuera sacó de sus casillas a algún catedrático ya difunto que no podía tolerar que alguien que no perteneciera a su departamento hubiera logrado esa distinción. Los miembros del tribunal de tesis – que le otorgaron la máxima calificación – consideraron que era lógico porque la tesis permitía reconstruir la Historia, las creencias y el funcionamiento de las primeras comunidades de seguidores de Jesús ubicadas en la tierra de Israel. Además descubría, entre otros temas, cómo se había producido la fractura entre el Israel en que habían nacido Jesús y sus primeros seguidores y el cristianismo posterior. Por otro lado, la obra permitía saber lo que habían creído y vivido aquellos primeros seguidores de Jesús que, lógicamente, fueron judíos como lo fue él y su familia.



El libro fue publicado por la editorial Trotta con el título de De Pentecostés a Jamnia: el judeo-cristianismo en la Palestina del siglo I, pero se agotó muy pronto y, a pesar de las peticiones de los lectores, no fue objeto de reedición. Creo que aquel esfuerzo por narrar de la manera más documentada lo que vivieron, creyeron y legaron aquellos primeros cristianos sigue sin paralelo a día de hoy. Seguramente, a muchos puede causarles sorpresa su lectura, pero las fuentes históricas dicen lo que dicen y nadie debería matar al mensajero por decir la verdad. Es para mi una enorme satisfacción el poner esta obra de nuevo al alcance de todos. Titulada con toda justicia Los primeros cristianos, efectivamente, permite conocerlos de primerísima mano a la luz de todas las fuentes de que disponemos.









2. España frente al islam



Hace algo más de una década, apenas unos días antes de los atentados del 11-M, se publicóEspaña frente al islam. La obra – que cubría desde Mahoma hasta Aznar y, en ediciones posteriores, incluso los primeros tiempos de la presidencia de ZP – se convirtió en un bestseller que vendía una edición tras otra sin el menor esfuerzo. Así fue a pesar de la ira que provocó en el campo de lo políticamente correcto. Aquellos que vivían de las subvenciones de dictaduras islámicas – ya desaparecidas en algunos casos - estaban literalmente enfurecidos ante la idea de que se vendiera tanto un libro que acababa con mitos como el de la convivencia pacífica de las tres culturas o que dejaba de manifiesto que la “alianza de civilizaciones” de ZP no pasaba de ser una majadería colosal.



Desde aquellas fechas – y ha transcurrido más de una época - no se ha publicado ningún otro libro que permita comprender a la vez fenómenos históricos como el origen y la expansión del islam, la Reconquista, la política mediterránea de Austrias y Borbones, las guerras de Marruecos, las dos guerras de Iraq y la posición actual de España frente al terrorismo islámico o la inmigración musulmana. De sus páginas, sólo corregiría lo que entonces estimé sobre la invasión de Iraq, pero no he querido cambiarlo porque no escondo sino que asumo lo que haya podido hacer en cualquier momento de mi pasado aunque me haya equivocado. De mi puedo decir que he cometido errores a lo largo de mi vida, pero jamás los he mantenido cuando he descubierto su existencia ni tampoco los he ocultado. Tan sólo esa circunstancia me ha hecho muy bien. En la obra sí aparece un prólogo actual porque, lamentablemente, mucho de lo que anuncié en su día se ha convertido en terrible realidad.





3.La noche de la tempestad.



El testamento de William Shakespeare constituye un enigma histórico nunca resuelto. En su última voluntad, el conocido escritor legó la práctica totalidad de sus bienes a su primera hija mientras que apenas dejó nada a su esposa y al resto de su descendencia. La noche de la tempestad desvela el secreto oculto tras ese testamento y cómo inspiró las obras inmortales del bardo de Stratford upon Avon.



Esta novela siempre ha estado muy unida al mundo del teatro. En su día se la dediqué al grupo de teatro Galo Real. Creo que ya no existe, pero sus actores y actrices eran extraordinarios y a mi hija Lara y a mi nos hicieron disfrutar increíblemente unas Navidades representando El mercader de Venecia. Años después, la obra sería adaptada para el teatro – aunque no por mi – y se mantuvo unos meses en la sala Karpas de Madrid. Por citar rarezas, añadiré que la novela se tradujo al coreano aunque nunca llegué a cobrar derechos de autor por esa circunstancia.



Es una de mis novelas preferidas, sin duda, aunque no puedo decir que haya sido una de las más vendidas… pero sí es de las más buscadas. Ahora está en formato electrónico y con ella va el mensaje que yo quise transmitir, un mensaje de amor, de fe y de esperanza en un mundo herido por la deslealtad y la desesperación.









4. La furia de Dios



Esta novela fue la segunda de mi serie de seis sobre la Inquisición. Su protagonista histórico principal es el monje Savonarola que sigue siendo un enigma a más de medio milenio de distancia. Fraile reformador para unos; fanático religioso para otros, esta novela lo convierte en alguien real que intentó llevar a cabo un cambio en las conductas mundanales de la iglesia católica de la época enfrentándose para ello a papas, monarcas y oligarcas. Sin embargo, no puede caerse ni en la satanización ni en la deificación de Savonarola. Eso fue lo que intenté mostrar en esta obra y espero haberlo logrado.



Y ya lo saben. Todos ellos, Dios mediante, los encontrarán esta semana en www.amazon.com

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Published on April 09, 2015 00:17

April 8, 2015

El círculo cuadrado

El acuerdo no definitivo entre el Grupo 5 más 1 e Irán constituye uno de los ejemplos más cualificados de cuadratura del círculo de los últimos tiempos. Por un lado, resulta innegable que intenta proporcionar a Israel la seguridad de que Irán no contará con armamento nuclear. Ese es un aspecto legítimo y comprensible de la cuestión, pero a él se suma otro que se ha pasado por alto casi por completo durante estos meses y que es el deseo de respetar el derecho internacional.

​A diferencia de India, Pakistán o el mismo Israel, Irán es firmante desde 1968 del Tratado de no-proliferación de armas nucleares. Esa circunstancia significa que Irán se comprometió a no tener armas atómicas y que la comunidad internacional, a su vez, asumió que ayudaría a Irán a desarrollar la energía nuclear con fines pacíficos (artículo IV) y sin impedir que almacenara uranio enriquecido (artículo II). Es sabido que no sólo no se cumplió esa parte del Tratado con Irán sino que además se le ha sometido a unas sanciones tan fáciles de entender como dudosamente legales. Todo ello además en el contexto de la información entregada en 2007 por la inteligencia norteamericana al presidente señalando que desde 2003 Irán no tiene programa alguno de armamento atómico. El propio Bush cuenta en sus memorias que esa circunstancia lo enfureció porque le privaba del argumento para invadir Irán. Por lo tanto, de lo que se trata es de dar la impresión de que no se viola el derecho internacional con la nación que preside la Asociación de países no-alineados – ciento veinte en números redondos – y, a la vez, de asegurarse de que Irán no pueda fabricar armas nucleares. Añádase que, dada la enorme volatilidad creada por la invasión de Iraq, Estados Unidos no puede permitir que Arabia Saudí – invasora de Yemén – pueda reforzarse a costa de Irán ni tampoco que Irán se haga más fuerte aunque ahora combate al Estado Islámico. A la tarea gigantesca se suman las sospechas por ambas partes – Estados Unidos dio un golpe en Irán en 1953, lanzó a Saddam Husseim en su contra y con Obama ha bombardeado siete naciones en cinco años – y la posición de Netanyahu al que el incumplimiento del Tratado de no-proliferación de armamento nuclear no quita el sueño. Se mire como se mire, no es un acuerdo perfecto, pero quizá sí de lo más sensato que se ha articulado en la zona desde que aconteció una invasión de Irak que la desestabilizó hasta el día de hoy.



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Published on April 08, 2015 00:17

April 7, 2015

Via Crucis

El miércoles de la semana pasada tuve el honor, el placer y el privilegio de ser invitado al programa de María Elvira Salazar para hablar de los momentos finales de la vida de Jesús e incluso de lo que pasó el miércoles de aquella última semana.

​Seguramente, a algunos les sorprenderá saber que Benedicto XVI cambió hace unos años casi la mitad de los pasos del Vía Crucis por la sencilla razón de que carecían de la menor base histórica. El cambio fue a mejor porque, efectivamente, su lugar vino ocupado por episodios que sí eran históricos y que tienen base en las fuentes. Es posible que algunos fieles católicos se sientan desconcertados por este episodio, pero, ciertamente, debo insistir en que el cambio fue a mejor.



Tomando pie de esa ceremonia que es muy tardía – los via crucis han experimentado variaciones con el paso de los siglos y el primero del que tenemos noticia real aconteció tan sólo dos años antes del Descubrimiento de América – pude explicar algunos aspectos históricos. De manera indirecta y dado que las imágenes que se proyectaban en paralelo eran de la película La Pasión de Mel Gibson también pude reevaluar su contenido. En su día – la vi dos veces – me pareció una interpretación muy particular de Gibson al que había que conceder el respeto propio de cualquier creador. Ya sabemos que el Cristo de Velázquez o el Descendimiento de Van der Weyden no son históricamente aceptables, pero constituyen grandes obras de arte. Mi juicio entonces no fue entusiasta, pero tampoco me pareció tan mala como sostenían sus detractores. Repasándola ahora me percato de que La Pasión es muchísimo peor y dista mucho más de la realidad histórica de lo que aprecié inicialmente. A decir verdad, constituye uno de los mayores ejemplos de desprecio por la veracidad que se han llevado nunca a la pantalla.



Gibson no se inspiró lo más mínimo en las fuentes históricas sino, sustancialmente, en la liturgia del antiguo Via crucis – cuyas estaciones legendarias da por buenas – y en las visiones de Ana Catalina Emmerich. Personalmente, no niego que Ana Catalina – beatificada por Juan Pablo II - experimentara visiones, pero no tengo la menor duda de que su base real era nula y que su contenido contradijo en no pocas ocasiones la realidad histórica. Si era fruto de la autosugestión, de alguna forma de psicosis, de su imaginación es cosa que tendría que haber determinado un psiquiatra. El historiador, como es mi caso, sólo puede decir que no se corresponden con la realidad de la misma manera que no se correspondería con la realidad una visión que pretendiera haber visto a Cristóbal Colón llevando un IPad. La Pasión según Mel Gibson no está exenta de mérito cinematográfico, pero, en términos históricos, es un burdo amasijo de leyendas carentes de base histórica, devociones tardías de la Edad media y visiones dudosas. Siempre que se acepte que, como sucede con Batman, tiene más de imaginación que de Historia y que abundan los errores históricos, La Pasión se puede ver aunque no me atrevería a decir que disfrutar. La segunda vez que yo la vi tuve que ayudar a mi acompañante – una bella señorita – a permanecer en el asiento y no se crean ustedes como enfermera seguro que estaba acostumbrada a la sangre.



Por lo que se refiere a las otras cuestiones tratadas en el programa: detención, flagelación, crucifixión, profecías bíblicas, sepultura, testimonios de la resurrección, etc, remito a los visitantes de este muro a que las examinen con tranquilidad. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





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Published on April 07, 2015 00:15

April 6, 2015

El asno de oro

A mediados del siglo pasado, Hispanoamérica se colocó en la primera fila de la literatura gracias a un subgénero novelístico denominado “realismo mágico”. Ese recurso a la magia ya venía explotándolo desde hacía décadas el mundo anglosajón con un éxito que hace unos años se convirtió en mundial.

​Ni hispanos ni angloparlantes eran originales. Los clásicos – como siempre – se habían adelantado y El asno de oro de Apuleyo constituye una prueba irrefutable de lo que afirmo. Llegué a esta novela romana de manera casi casual, quizá por eliminación porque mis lecturas latinas – que comenzaron con César y Cicerón – se iban agotando y yo deseaba seguir profundizando en una lengua hermosa. El asno de oro es la historia de Lucio, un joven impulsado por el deseo de dominar la magia. El Lucio de Apuleyo se parece mucho a él siendo también original de Madaurus, en la actual Argelia y compartiendo la afición por la magia de la que Apuleyo redactó algún tratado notable. Pero Lucio paga muy caro el seguir su deseo. Cuando se encuentra pronunciando un conjuro para convertirse en pájaro, se ve metamorfoseado en asno. Comenzará así toda una aventura iniciática en la que recorrerá un camino no sólo físico sino, por encima de todo, espiritual. El asno de oro me fascinó no sólo por lo mágico sino también por lo realista. Nadie describió como Apuleyo la vida de las clases bajas en el imperio relatándonos lo que nunca nos contaron Suetonio o Tácito. Matronas y esclavas, mesoneros y hechiceras, sacerdotes e iniciados nos llevan a preguntarnos si debajo de nuestra piel no se esconde un romano. Con el paso del tiempo, supe que Robert Graves, el autor de Yo, Claudio – había traducido la novela al inglés y que estaba entusiasmado con ella. Lo comprendo. Yo mismo he vuelto varias veces a sus páginas y siempre percibo el innegable poder de su magia.

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Published on April 06, 2015 00:10

April 5, 2015

Domingo de Resurrección

Habría deseado poder colgar hoy un programa de televisión de una hora en el que participé en relación con la Semana Santa. Tendrá que ser la semana que viene en que también reanudaré la serie sobre la Reforma. De momento, incluyo hoy esta entrevista sobre el proceso de Jesús. ¡¡¡God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!

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Published on April 05, 2015 02:58

April 4, 2015

It is well with my soul

Horatio Spafford nació en 1828 cerca de Nueva York. Fue un abogado brillante, un acaudalado hombre de negocios, un fiel evangélico y un buen padre de familia. En 1871, invirtió en bienes raíces en la zona del lago Michigan.

​El 8 de octubre del mismo año, Chicago sufrió un terrible incendio y Spafford perdió casi todo lo que tenía. Por si fuera poco, en esa misma época, falleció un hijo suyo de cuatro años, víctima de la escarlatina. En 1873, decidió marcharse a Inglaterra en busca de sosiego. Antecediéndole en el viaje, envió a su esposa y a sus cuatro hijas en un barco llamado Villa del Havre. El 22 de noviembre, el barco en que viajaban su mujer y sus hijas colisionó con un navío inglés y se hundió en tan sólo doce minutos. Al ser rescatada, su esposa Anna le envió un cable en el que decía que se había “salvado sola”. No exageraba. Se perdieron en el naufragio 226 vidas incluidas las de las cuatro hijas del matrimonio cuyas edades estaban entre los 11 y los 2 años. Inmediatamente, Horatio partió para reunirse con su esposa y, al subir al barco, pidió al capitán que le avisara cuando pasaran por el lugar donde había naufragado el Villa del Havre. Cuando se lo hicieron saber, Horatio bajó a su camarote y escribió un himno titulado “It is well with my soul”. En él expresaba cómo la cercanía de Dios permitía sobreponerse a las mayores desgracias porque El era realmente el que podía otorgar descanso y paz a un alma golpeada por la tragedia. Ciertamente, Horatio y Anna reconstruyeron sus vidas creando el Centro Spafford para niños que todavía hoy atiende a más de treinta mil criaturas cada año.



Les dejo con dos versiones de la canción. Una pertenece al programa de los Gaither y es entonada en inglés. La otra es en español en una grabación callejera del coro de una iglesia pentecostal en Chile. Espero que las disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Aquí están los Gaither






Y el aquí un coro de una iglesia pentecostal en Chile




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Published on April 04, 2015 00:46

April 3, 2015

Los libros sapienciales (I): Job (I)

El libro de Job inicia en las Biblias cristianas una sección que se conoce convencionalmente como “sapienciales”, es decir, textos relacionados con la sabiduría. Que el primero sea Job tiene no poca lógica y eso por varias razones.

La primera es que Job se sitúa en una época anterior a la Historia de Israel como nación en las cercanías del período de los Patriarcas. Por lo tanto, puestos a recoger la herencia sapiencial, se trataría del primer libro. La segunda es que no pocos autores judíos identificaron al autor de Job con el propio Moisés. Parecía, pues, obligado situarlo el primero de los libros sapienciales. Finalmente, Job aborda un tema especialmente delicado para los sabios de todos los tiempos. Nos referimos al problema del mal y, muy especialmente, el mal que recae sobre gente que es recta. El libro de Joba aborda esa espinosa cuestión desde una perspectiva no sólo brillante en términos literarios sino muy profunda en los aspectos teológicos aunque debe adelantarse que nada relacionada con la visión popular de Job. Es común en naciones como España hacer referencia a “tener más paciencia que el santo Job”, cuando lo cierto es que, como tendremos ocasión de ver, Job fue un gran cuestionador de lo que le rodeaba y planteó un desafío continuo a una visión religiosa – que no espiritual – del mundo.



El año pasado estuve enseñando sobre este libro a lo largo de casi ocho meses en reuniones semanales. Dado que se trató sólo de un acercamiento y no de un estudio versículo por versículo puede imaginar el lector la complejidad del texto y seguramente perdonará que le dedique más de una entrega. También prometo que procuraré no extenderme en exceso llevado por el entusiasmo.



De entrada, el libro de Job plantea una situación que sólo el lector y el autor comparten y que es clave: lo que se juega en la historia es algo que ni Job ni sus amigos saben y que va mucho más allá de sus visiones limitadas. Job era un hombre natural de Uz, la patria de la hija de Edom y del sobrino de Abraham (Génesis 22: 20-21). Uno de los amigos de Job, Elifaz, era descendiente de Temán, un nieto de Esaú (Génesis 36: 11) y otro, Bildad, descendía de Shuah, uno de los hijos de Abraham (Génesis 25: 2). Pero, por encima de consideraciones geográficas o familiares, Job era recto y próspero, condiciones que para muchos deben ir ligadas indefectiblemente. La rectitud de Job se manifestaba incluso en el hecho de que ofrecía sacrificios expiatorios por sus hijos por temor de que hubieran podido ofender a Dios (1: 1-5). Con todo, no dejaba de ser un rico en una tierra pobre.



Un día, los “hijos de Dios” – uno de los términos para denominar a los ángeles – comparecieron ante Dios y entre ellos se encontraba el Satán, es decir, el Adversario u Opositor (1: 7). A la referencia a Job como hombre recto realizada por Dios, le faltó tiempo a Satán para señalar que es fácil ser recto cuando todo va bien (1: 9-10). La objeción satánica, desde luego, la hemos escuchado en infinidad de ocasiones. Creer en Dios e incluso vivir según Sus mandatos no parece que sea gran cosa cuando la economía doméstica funciona bien y además la familia es una balsa de aceite. Pero ¿qué sucedería si a esas personas que afirman ser creyentes se les privara de esa situación que, desde muchos puntos de vista, es privilegiada? Satán le planteó la misma cuestión a Dios y, por añadidura, le indicó que no había duda de que Job blasfemaría si perdiera todo (1: 11). En otras palabras, la cuestión que se plantea es: ¿en verdad habrá gente que siga siendo fiel a Dios si experimenta pérdidas en su economía, en su salud, en su familia…? De manera bien reveladora, Dios consintió que Satán verificara sus tesis en Job, aunque sin permitirle que lo hiriera directamente (1: 12).



El Satán no pasó el límite, pero lo aprovechó hasta el final. En una serie de golpes consecutivos (1: 13-21), aniquiló la familia de Job y su prosperidad. La reacción de Job no fue, sin embargo, de rebeldía contra Dios. Por el contrario, recordó que a esta vida nada traemos y de ella nada podemos llevarnos y no pronunció una sola palabra negativa contra Dios (1: 20-22).



Como era de esperar, el Satán no quedó conforme con aquel resultado. En otra comparecencia posterior de los hijos de Dios, pudo escuchar cómo Dios mencionaba la integridad de Job (2: 3). El Satán se apresuró a decir que no era mucho teniendo en cuenta que conservaba no sólo la vida sino también la salud. Si Dios dañaba el cuerpo de Job tendría ocasión de ver cómo blasfemaba (2: 4-5). Una vez más, Dios aceptó el desafío del Satán y le permitió atacar a Job a condición de no quitarle la vida (2: 5). El resultado fue una enfermedad cutánea que le cubrió todo el cuerpo y que, posiblemente, tuviera como consecuencia el que perdiera las uñas y tuviera que rascarse con un trozo de teja (2: 7-8). La mujer de Job – que mejor o peor había aguantado hasta entonces la situación – ahora la encontró insoportable. Aquel hombre se había convertido en alguien al que ni siquiera se podía tocar con la punta de un dedo sin miedo a contagiarse. No puede sorprender que considerara que lo mejor que Job podía hacer era maldecir al Dios que permitía aquello y después morirse. A fin de cuentas, la señora de Job, como tantos otros, pensaba que merecía la pena servir a Dios si de ello se derivaban beneficios tangibles. De no ser así…



Job, por el contrario, creía que el bien o el mal que experimentamos en nuestra existencia no deberían alterar nuestra posición hacia Dios (2: 10). En cualquier caso, la realidad es que se había quedado totalmente solo. Más le hubiera valido seguir así porque tres amigos – Elifaz el temanita, Bildad el suhita y Zofar el naamatita – aparecieron para consolarlo y, como tendremos ocasión de ver, lo sometieron a una verdadera tortura espiritual.



Los amigos de Job – lo veremos en otras entregas – intentaron interpretar su situación de acuerdo a prejuicios religiosos profundamente arraigados. Elifaz creía en una interpretación mística de la vida (4: 12-16); Bildad, en la tradición (8: 8-10) y Zofar en el dogma. Como tendremos ocasión de ver, ninguna de esas tres visiones – a pesar de su presencia profusa en la Historia de las religiones – dará respuesta a Job. Pero será ya otra semana.



Lectura recomendada: Capítulos 1 y 2 de Job.



CONTINUARÁ:



Los libros sapienciales (I): Job (II)







El Evangelio de Marcos



El Reino vs. la religión (IV): Marcos 3: 7-35



La semana pasada, tuvimos ocasión de ver cómo el enfrentamiento de la predicación de Jesús con la religión abrió camino a un trágico final presagiándolo. De manera bastante lúcida, algunos herodianos y fariseos captaron que Jesús era una molestia que debía ser eliminada porque su mensaje del Reino, de ser aceptado, erosionaría totalmente su posición convirtiéndola manifiestamente en innecesaria a los ojos de todos. Entendámonos. En puridad, nunca había sido necesaria, pero ahora saltaba a la vista esa circunstancia.



Esa situación, ciertamente dramática, explica por qué la gente acudía a Jesús en masa y también porque las obras del Reino se extendían en dos direcciones aparte de la predicación que eran la atención a los que sufrían (3: 10) y la manifestación asustada de los demonios (3: 11). Nunca ha dejado de llamarme la atención cómo ciertos dirigentes religiosos que pretenden representar a Jesús - de manera monopolística a veces - nunca van acompañados de esa segunda dirección y, a la vez, son verdaderos adictos a una espectacularidad que Jesús rehúsa de plano en el v. 12. El – rey del Reino – aterraba a los demonios, pero no deseaba que esas y otras acciones se convirtieran en propaganda. A lo largo de la Historia, por el contrario, lo que presenciamos una y otra vez es a personajes que cantan una y otra vez sus loas en ejemplos bochornosos del culto a la personalidad, pero que, como ya hemos narrado en alguna ocasión, hacen el ridículo más espantoso cuando enfrente aparece una fuerza demoníaca.



Con todo, lo más importante para todos es la respuesta hacia Jesús. De manera bien significativa, el texto de Marcos indica que en ella el aspecto fundamental es su llamada. Como señala el versículo 13, “llamó hacia si a los que quiso” y, de la misma forma, entre ellos escogió a doce con una misión triple que coincide con la de Jesús: predicar (v. 14), sanar enfermedades (v. 15) y expulsar demonios (v. 16). Aquellos que consideran que existe una sucesión apostólica – curioso concepto teológico ciertamente tardío – deberían preguntarse hasta qué punto se parecen los supuestos “sucesores” a estos apóstoles – entre los que no se señala ningún primado ni cosa parecida – y hasta qué punto desempeñan la misma labor que éstos. A decir verdad, la Historia muestra que, por regla general, han sido gestores de poder con mayor o menor fortuna y rara vez siguiendo los principios de Jesús. Y aquí Marcos subraya hasta qué punto Jesús y su predicación del Reino resultaba inquietante. En unos (v. 20), movidos por la necesidad, provocó una reacción tan multitudinaria que ni siquiera tenían tiempo para comer Jesús y sus discípulos; en otros, como los familiares de Jesús, se desató un escepticismo inquieto de tal manera que pretendían llevárselo a casa convencidos de que no estaba en sus cabales (v. 21). Finalmente, los representantes de la religión lo acusaban de forma directa de ser un instrumento del Diablo (v. 22).



La respuesta de Jesús no pudo ser más contundente. Era el propio Satanás el que veía amenazado su poder por la venida del Reino de manera que resultaba imposible que Jesús tuviera algo que ver con él (v. 23-24). A fin de cuentas, todo el mundo sabe que una casa dividida acaba por verse destruida (v. 25-6) y Jesús lo que estaba haciendo era desafiar el dominio diabólico de manera frontal. Aquellos que lo asociaban con el Diablo se colocaban en la situación pésima desde la perspectiva espiritual. Al motejar como diabólico lo que era una acción directa del Espíritu Santo, es decir, del mismo Dios, se cerraban a si mismos la única puerta hacia la salvación (v. 28-9). En ese sentido, se encontraban en una situación de pecado que no podía ser perdonada. Como Jesús había mostrado con sus acciones una y otra vez, en el Reino podía entrar cualquiera que reconociera sus pecados y su imposibilidad para salvarse por sus méritos y se acogiera al amor de Dios sin que eso excluyera a pecadores especialmente estigmatizados como las prostitutas o los publicanos. Pero, si en lugar de guardar esa actitud, el anuncio que ponía en peligro su forma de vida hasta ese momento era tachado de diabólico… bueno, el resultado no podía ser más obvio. Ellos mismos se habían cerrado la única vía de salvación que existía tan sólo para seguir aferrados a su visión espiritual no por establecida menos errónea y peligrosa.



Semejante respuesta a la predicación del Reino no hace distinción ni siquiera por lazos de sangre. A partir del v. 31, Marcos relata un episodio bien revelador además de molesto para muchos. La madre de Jesús y sus hermanos acudieron para verle. Por el versículo 21 sabemos que su intención – que seguramente sería buena – era la de apartarle de su ministerio porque pensaban que no estaba en sus cabales y más después de que hubiera corrido la voz de lo que con él pensaban hacer fariseos y herodianos (v. 6). En no escasa medida, la reacción era normal porque no suele desearse que alguien al que se ama acabe de la peor manera. Los hermanos de Jesús ciertamente no creían en él en esa época (Juan 7: 1-5); los varones se llamaban Santiago, José, Simón y Judas los hombres y, al menos, había dos hermanas (Mateo 13: 54-5) y, por supuesto – que nadie se escandalice - eran hijos de María. De hecho, si Marcos hubiera querido indicar que eran primos hubiera utilizado no la palabra “adelfós” (hermano) sino “anépsios” (primo) como, por ejemplo, aparece en Colosenses 4: 10. De la misma manera, de haber querido señalar que eran simples “parientes”, pero no hermanos se habría valido del término “synguenis” que aparece, por ejemplo, en Lucas 14: 12 distinguiendo claramente entre “parientes” y “hermanos”. Así lo entendieron los primeros cristianos y no podía ser de otra manera porque la profecía mesiánica señalaba que el mesías no sería creído por los hijos de su madre a los que, lógicamente, llama también “hermanos” (Salmos 69: 8). Así aparece en distintas fuentes antiguas y el hecho de que una teología medieval se despegara de tan clara realidad para ir construyendo una mariología sin base en las Escrituras no puede ni debe apartarnos de la verdad. Pero volvamos al episodio.



La madre y los hermanos de Jesús vinieron para hablar con él presumiblemente para apartarlo de algo tan peligroso como la tarea del Reino. Lejos de aceptar la “intercesión” de su madre sumada a la de sus hermanos, la enseñanza de Jesús resultó clara como siempre: su madre y sus hermanos no eran sino aquellos que estaban allí dispuestos a hacer la voluntad de Dios (v. 34-5). En Juan 6: 40, el mismo Jesús afirma que “esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final”. La conclusión del capítulo difícilmente habría podido ser más rotunda.



Para la gente religiosa, la voluntad de Dios era – y es – seguir a rajatabla los preceptos de su religión. Fuera de esa religión no existe salvación y, por supuesto, los que presentan una amenaza contra ella – como Jesús – deben ser eliminados. Al respecto, relatos como el de El Gran Inquisidor de Dostoyevsky encierran una inmensa y sobrecogedora verdad porque determinadas estructuras religiosas lo único que pueden hacer es matar a Jesús si éste apareciera de nuevo y deben hacerlo porque él es su primer desafío a la hora de dominar a las masas. Los que se colocan en esa tesitura se cierran a si mismos la puerta de la salvación porque pretenden sustituir la enseñanza del Reino por la suya propia y además no dudan en calificar como diabólico lo que colisiona con sus intereses. En otros casos, el rechazo no tiene raíces tan malignas sino que deriva del temor a las consecuencias de seguir la vida del Reino considerada como una locura. Era, al parecer, la posición de los hermanos de Jesús y de María. Sin embargo, las palabras de Jesús son claras. Su madre y sus hermanos no son los que se oponen al mensaje del Reino porque erosiona su posición. Tampoco son su madre literal y sus hermanos. Tampoco aquellos que preocupados por él intentan limar la aspereza de un mensaje que muchas veces tiene fatales consecuencias para el que lo proclama. La madre y los hermanos de Jesús son aquellos que hacen la voluntad de Dios, aquellos que creen en él para tener vida eterna, aquellos que un día serán resucitados. Y ante este mensaje sólo caben tres opciones expresadas en este mismo capítulo de Marcos: aceptarlo para convertirse en alguien que el propio Jesús denomina madre y hermanos; intentar quitarle mordiente porque es peligroso o tacharlo de demoníaco cerrándose así uno mismo la puerta de la salvación.



CONTINUARÁ



El Evangelio de Marcos: las Parábolas del Reino



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Published on April 03, 2015 00:10

April 2, 2015

Godoy, el valido ilustrado

​Pocos políticos españoles han sido más injuriados y con más injusticia que Manuel Godoy y Álvarez de Faria. Las razones del encono hay que buscarlas, como tantas veces, en la envidia y el resentimiento.

Dotado de una notable educación para la época, en 1784 llegó desde Extremadura a Madrid incorporándose a la Guardia de Corps de Carlos III. La crisis política derivada de la falta de eficacia de políticos como Foridablanca y Aranda y el cambio generacional que acompañó a la subida al trono de Carlos IV abrió las puertas para su ascenso. Sus detractores insistirían en que el éxito derivaba de ser amante de la reina, pero la realidad es que fue Carlos IV el que confió en él antes que nadie y que nunca se han documentado los regios amoríos. Sus reformas interiores – supresión de impuestos, desamortización limitada, liberalización de los precios de las manufacturas, reducción de los monopolios gremiales, intento de reavivar la Ilustración… - le granjearon el aborrecimiento de la nobleza y del clero. Tampoco era apreciado por un pueblo que lo consideraba un advenedizo. Por añadidura, la revolución francesa estaba trascendiendo fronteras y España tenía que decidir entre Bonaparte y una Inglaterra enemiga del imperio hispano. Causa por ello admiración que mientras potencias como Austria o Prusia eran humilladas por las águilas francesas, Godoy lograra mantener un difícil equilibrio que se rompió finalmente cuando las presiones de Francia se tradujeron en una alianza cuyo fruto sería el desastre naval de Trafalgar (1805). Los enemigos de Godoy, agrupados en torno al príncipe Fernando, comprendieron que la privanza tenía los días contados y el extremeño decidió echar su suerte con Napoleón. Pactó así una división de Portugal de la que se beneficiaba personalmente, pero que sólo sirvió para que el emperador francés invadiera España con la intención de destronar a los Borbones. A esas alturas, Fernando también buscaba el respaldo napoleónico para derrocar a su padre y quizá lo habría conseguido de no ser descubierto. Godoy planeó escapar con los reyes a América para resistir desde allí a los franceses, pero la noche del 19 de marzo de 1808, el motín de Aranjuez, alentado por la nobleza y ejecutado por el populacho, provocó su caída y estuvo a punto de costarle la vida. Siguió al destierro a los reyes a los que sirvió con lealtad. Sus bienes, injustamente expoliados, nunca le fueron devueltos, pero su labor comienza, a tres siglos de distancia, a ser valorada con justicia.



Próxima semana: Jovellanos

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Published on April 02, 2015 00:30

April 1, 2015

China (y V): Wai ru nei fa

La caída de la Unión soviética provocó la aparición de obras de autocomplacencia en que se cantó la derrota final absoluto del comunismo y el avance incontenible de la democracia.

​A décadas de distancia, cuesta creer que tanto optimismo no fuera exagerado e incluso bastante carente de base real porque, se diga lo que se diga, China continua bajo un sistema comunista hasta la médula. Su gobierno sigue, desde luego, estando en manos del mayor partido comunista del globo, un partido cuyo número de afiliados más que duplica el de toda la población española. Por añadidura, el actual dirigente máximo de la nación Xi Jinping deja claramente de manifiesto en sus escritos – cuya lectura recomiendo vivamente – que China no se va a mover jamás del “socialismo chino” y que si bien es cierto que se encuentra ahora en los primeros estadios de ese socialismo, no lo es menos que aspira a llegar a implantar en el futuro la sociedad comunista con la que soñó Marx. Algunos son todavía más explícitos. Por ejemplo, en 2009, Liu Mingfu, uno de los cargos ocupados en la formación de mandos militares, publicó una obra titulada El sueño chino donde desarrollaba el concepto del “maratón de cien años”. Esta carrera política habría comenzado en 1949, la fecha del triunfo comunista en la guerra civil, y concluirá con la coronación de China como primera potencia mundial indiscutible en todos los campos. Podrá alguno objetar que el comunismo es impensable con inversiones extranjeras y marcas internacionales en Shanghai y Beijing. Si lo hace, sólo dejará de manifiesto su ignorancia de la Historia del comunismo. El propio Lenin autorizó formas de producción capitalistas y de propiedad privada en la denominada NEP (Nueva Política Económica) permitiendo así salir de los desastrosos efectos del comunismo de guerra. Que luego el dictador georgiano revirtiera el camino y todos lo siguieran dogmática y ovejunamente sólo deja de manifiesto que Deng Xiao Ping y Xi Jinping han demostrado ser mucho más inteligentes que Lenin y Stalin juntos. El Partido comunista sigue una política que en chino se define como Wai ru nei fa, es decir, “en el exterior muéstrate benévolo; en el interior, se despiadado”. La benevolencia internacional ha convertido ya a China en la primera potencia del globo en Producto Interior Bruto. Su visión del comunismo – con todo lo que significa – la puede llevar a ganar un maratón que concluirá en 2049. En cuanto a la democracia… ni está ni se la espera.

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Published on April 01, 2015 00:20

March 31, 2015

«En la Transición hubo poca ingenuidad y menos inocencia»

De César Vidal se podría decir aquello de «humani nihil a me alienum puto». Periodista, abogado, historiador, locutor, novelista, este madrileño del 58 vuelve a la carga con un tema muy de actualidad. En «El traje del emperador», premio Stella Maris de Ensayo, revisita la Transición y se pregunta si ha fracasado el gran pacto de Estado.

–Últimamente, la Transición está constantemente en el punto de mira. Numerosos libros plantean revisar su legado, sea para bien o para mal. ¿Qué añade este «El traje del emperador» al análisis de una época tan reciente y tan controvertida?



–Creo que aporta bastantes elementos que se han pasado por alto de manera total o parcial. El primero es el examen de la Transición como final, bastante afortunado por cierto, de una historia constitucional de dos siglos que fracasó una y otra vez. El segundo es la recuperación de datos históricos que no se han tenido en cuenta generalmente en las historias de la Transición. Por citar dos ejemplos, el texto señala con documentos sacados a la luz sólo de manera reciente el papel injustamente olvidado del cardenal Tarancón o los choques decisivos entre el Rey y Suárez, que condenaron al político al ostracismo a pesar de que intentó seguir siendo el presidente del gobierno tras el 23-F. Éstos y otros aspectos permiten ver cuál era realmente el diseño de la Transición más allá de las historias oficiales. El tercero es el final de mitos que se han repetido hasta la saciedad: entre varios que señalo en el libro está el del desinteresado «haraquiri» de las Cortes franquistas. La realidad es que los procuradores ya estaban situados de cara al día siguiente salvo los franquistas fieles hasta el final como Blas Piñar, e incluso hubo quien se «suicidó» porque le pagaron un viaje al Caribe. Durante la Transición –reconozcámoslo– entre sus protagonistas abundó poco la ingenuidad y todavía menos la inocencia.



–¿Fue entonces la Transición una «artimaña» lampedusiana de la «casta» al margen de las ansias de libertad del pueblo?



–Aunque algunos van pregonando que la democracia vino gracias a la gente de cabellos grises y no al Rey o a Suárez, lo cierto es que la Transición fue un pacto de élites. En un intento de integrarse en el entorno político y económico, las élites de siglos tendieron la mano a futuras élites para crear un sistema en el que cupieran todas. Se garantizaba así un paso sin traumas hacia un régimen parlamentario del que se beneficiarían casi todos los españoles –aunque no en la misma medida– siquiera porque habría más libertad que con el franquismo y porque la entrada en las instituciones europeas se traduciría en una mayor prosperidad. No era poco, teniendo en cuenta nuestra historia. Ese pacto de élites quedó consagrado en la Constitución y fue refrendado por los ciudadanos españoles de manera marcadamente mayoritaria… Por cierto, ciudadanos que cantaban aquello de que la gente sólo quería «su pan, su hembra y la fiesta en paz».



–¿Es necesaria una segunda Transición como propugnan algunas fuerzas políticas, o incluso desmontar el andamiaje de lo que llaman una «gran mentira»?



–El régimen de la Transición no es perfecto, pero, si las diversas élites no hubieran caído en el pecado de la falta de autocontrol –el gasto público desaforado, la presión fiscal confiscatoria y la corrupción son algunas de sus manifestaciones más claras–, su funcionamiento podía haber resultado más que aceptable. Esa carencia de autocontrol es la que ha colocado al sistema al borde de su capacidad de resistencia. Sinceramente, creo que reformas como la desaparición de los conciertos vasco y navarro, la recuperación de competencias por parte del poder central, el techo de gasto público o la financiación de partidos, sindicatos y confesiones religiosas sólo por sus afiliados y fieles resultan ineludibles para que el régimen sobreviva sin traumas.



–¿Quiénes fueron los artífices de la Transición? ¿Es tan destacado el papel de Don Juan Carlos y de Suárez como se suele señalar?



–Sin duda lo fueron, pero hay personajes que tuvieron una enorme relevancia a los que se suele olvidar, como fue el caso extraordinariamente importante del cardenal Tarancón. Por añadidura, algunos protagonistas tenían encomendado un papel sujeto a plazo. Torcuato Fernández Miranda lo comprendió de manera dolorosa. Por su parte, Suárez se resistió a aceptarlo y eso le costó la carrera política.



–¿Cuándo empezó a estropearse el «invento» de la Transición?



–Como señalo en la tercera parte del libro, el modelo comenzó a tener serios problemas durante los dos últimos mandatos de Felipe González, en los que quedó de manifiesto que no se podían mantener ni el sistema clientelar socialista ni la versión del Estado autonómico que deseaba el nacionalismo catalán. Recuérdese que cuando tuvo lugar la llegada de Aznar al poder hubo que negociar un crédito para poder seguir pagando las pensiones. Aznar desgraciadamente no regeneró el sistema, pero sí le proporcionó un volumen tal de prosperidad que le otorgó una década más de existencia casi brillante. Los pactos de Rodríguez Zapatero y los nacionalismos catalán y vasco, sin excluir a la banda terrorista ETA, situaron de la manera más irresponsable al régimen en peligro de colapso, peligro que, lamentablemente, no ha sido erradicado.



–¿Cómo podemos recuperar la vía del consenso que propició la llegada de la democracia?



–Salvar el sistema implicaría una enorme dosis de inteligencia por parte de las élites actuales como sucedió ya a finales de los años sesenta, cuando Franco todavía estaba vivo. Significaría aceptar una considerable pérdida de privilegios y quizás la entrada de otras élites en el juego del poder. Por supuesto, habría sacrificios, pero teniendo en cuenta todos los que llevan sufriendo los ciudadanos desde 2007, no creo que sea irrazonable pedirlos. De hecho, ese nuevo pacto podría salvar el orden actual para generaciones.



*Entrevista publicada en La Razón

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Published on March 31, 2015 00:26

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César Vidal
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