César Vidal's Blog, page 126
March 2, 2015
Prim, la momia profanada
Aparte de extraordinario héroe de guerra, tuvo un papel nada menor en lograr la caída de la monarquía borbónica de Isabel II, en forjar el primer orden democrático – y no meramente constitucional – de la Historia española y en la elección de Amadeo de Saboya como nuevo rey. El libro de Pérez Abellán pretende, por segunda y definitiva vez, poner orden en la maraña que durante más de un siglo ha envuelto el asesinato de Prim. No se trata, sin duda, de tarea fácil. Quien sabía todo del asesinato fue Benito Pérez Galdós, pero el extraordinario novelista prefirió contar una versión oficial. Baroja, al que Galdós había convertido en depositario de la verdad, nunca le perdonó aquel coqueteo con el embuste por muy bendecido desde arriba que pudiera estar. Esta circunstancia la hemos conocido algunos desde hace tiempo quizá porque nos hemos molestado en estudiar las fuentes. No han faltado tampoco los que lo recordaron de pasada como fue el caso de Paco Umbral. Sin embargo, una de las realidades pasmosas que quedaron de manifiesto durante el aniversario de Prim fue que ese dato esencial era ignorado lo mismo por celebrantes que subvencionados, cómicos e hispanistas golfos, productores y conferenciantes. Todo el mundo, como si fuera víctima de un conjuro, fue a Galdós y el resultado sobrecogedor fue que el mito – y con él la falacia - se perpetuó. El libro de Pérez Abellán – espíritu impulsor de la comisión que no sólo estudió el sumario de Prim sino que también sometió la momia del general al pertinente análisis forense – constituye por ello un aporte investigador de primer orden. Deja de manifiesto, por ejemplo, que el general no sólo fue tiroteado sino también apuñalado y estrangulado y que las responsabilidades del crimen llegaron hasta las últimos terminales del poder. No quiero entrar en otros detalles de esta interesantísima obra porque me sentiría tan culpable como si revelara quién es el asesino en una trama policiaca. Sin embargo, no puedo ocultar que me ha dejado un regusto amargo. Se ha necesitado casi medio siglo para que Pérez Abellán esclareciera el magnicidio. ¿Cuánto tiempo necesitarán los españoles para poder conocer los entresijos de otros terroríficos atentados que cambiaron su vida de manera incluso más trágica que el de Prim?
March 1, 2015
La Reforma indispensable (XXXVIII): Donde Lutero se equivocó
El mérito mayor de Lutero – y con él de otros reformadores en Europa – fue apuntar a la Biblia como vía de corrección de una senda de corrupción del Evangelio y de escandalosa paganización que había comenzado siglos atrás. La conclusión sobre esos aportes la dejo para futuras entregas, pero ahora resulta indispensable señalar los límites de los aportes de Lutero y sus equivocaciones. De manera bien significativa, los errores de Lutero – a fin de cuentas un antiguo monje agustino - se produjeron precisamente en aquellos aspectos en los que no logró emanciparse del todo del desarrollo histórico seguido por la iglesia católica durante la Edad Media.
1. Separación de iglesia y estado. El siglo IV constituyó una fecha aciaga en la Historia del cristianismo. Por un lado, implicó la absorción masiva del paganismo que cristalizó en lo que sería la iglesia católico-romana; por otro, incluyó un maridaje entre la iglesia y el estado que se revelaría funesto. El primer aspecto – incómodo para cualquier católico por lo que descubre de su religión – ha sido reconocido por el cardenal Newman en un texto que resulta paradigmático:
“En el curso del siglo cuarto dos movimientos o desarrollos se extendieron por la faz de la cristiandad, con una rapidez característica de la Iglesia: uno ascético, el otro, ritual o ceremonial. Se nos dice de varias maneras en Eusebio (V. Const III, 1, IV, 23, &c), que Constantino, a fin de recomendar la nueva religión a los paganos, transfirió a la misma los ornamentos externos a los que aquellos habían estado acostumbrados por su parte. No es necesario entrar en un tema con el que la diligencia de los escritores protestantes nos ha familiarizado a la mayoría de nosotros. El uso de templos, especialmente los dedicados a casos concretos, y adornados en ocasiones con ramas de árboles; el incienso, las lámparas y velas; las ofrendas votivas al curarse de una enfermedad; el agua bendita; los asilos; los días y épocas sagrados; el uso de calendarios, las procesiones, las bendiciones de los campos; las vestiduras sacerdotales, la tonsura, el anillo matrimonial, el volverse hacia Oriente, las imágenes en una fecha posterior, quizás el canto eclesiástico, y el Kirie Eleison son todos de origen pagano y santificados por su adopción en la Iglesia” (J. H. Newman, An Essay on the Development of Christian Doctrine, Londres, 1890, p. 373. El énfasis es nuestro).
El segundo aspecto tendría una repercusión no menor. Como decía el director de una de las emisoras locales de COPE de un famoso cardenal, la jerarquía eclesial se acostaría con el poder político en busca de beneficios. Cuando el poder político fue fuerte, las iglesias se plegarían a él como sucedería con la iglesia católico-romana durante buena parte de la Edad Media en que el imperio alemán o las familias romanas designaron a los papas o con la iglesia greco-ortodoxa controlada por el emperador de Bizancio. Al respecto, no deja de ser revelador que el concilio de Nicea – en el que no estuvo el obispo de Roma – fuera convocado e inaugurado por el emperador Constantino y no por los obispos. Por el contrario, cuando el poder político se debilitó, la jerarquía eclesiástica procuró imponerse lo que sucedió con el obispo de Roma al producirse el colapso del imperio en el siglo V.
Durante la Edad Media, no faltaron los movimientos de Reforma – valdenses, hermanos checos, hussitas… - que pretendieron regresar a una separación de iglesia y estado como la contenida en el Nuevo Testamento. No fue el caso del papado que pretendió estar por encima de los reyes y destituirlos cuando así le convenía.
Lutero reaccionó de manera desigual frente a estos dos fenómenos. Guste o no reconocerlo, la iglesia católico-romana es un híbrido en el que el paganismo tiene un peso espectacular y frente a esa realidad innegable, el simple regreso a la Biblia se tradujo en una purificación notable de la vida espiritual. Menos afortunado fue Lutero en la segunda gran herida que el siglo IV dejó en el alma del cristianismo. Lutero creía – lo mismo pensaba Erasmo - ciertamente en el papel de los príncipes en el impulso de la Reforma. No abogó jamás por una inquisición como la católica; fue condenado por una bula papal por sostener que no se podía ejecutar a los herejes y era adversario de la persecución por razones religiosas. Todo ello implicó un extraordinario avance sobre las posiciones defendidas por la iglesia católica hasta la segunda mitad del siglo XX, pero Lutero no llegó a contemplar la plena separación entre la iglesia y el estado. Sin embargo, como en tantas cuestiones, el camino ya había quedado abierto. En apenas unos años, la libertad religiosa sería una realidad en la Europa reformada mientras que sería condenada expresamente por los papas vez tras vez y perseguida ferozmente en las naciones católicas hasta finales del siglo XX. La senda abierta por la Reforma – precisamente por apelar a la Biblia - trascendería así de las posiciones de Lutero que, en este punto, sólo se emancipó parcialmente de las tesis católico-romanas.
2. Antisemitismo.
Esa dependencia del catolicismo medieval vivida por Lutero quedó de manifiesto en forma especialmente trágica en relación con el feroz antisemitismo católico. A lo largo de la Historia no ha existido ninguna organización que haya enseñado y practicado el antisemitismo por más tiempo – más de milenio y medio - que la iglesia católica. Su maridaje con el imperio romano se tradujo entre otras consecuencias en la adopción de normas antisemitas y, a lo largo de la Edad Media, no sólo la difusión de un mensaje antisemita sino también en la legislación contraria a los judíos, la imposición de marcas infamantes, la creación de ghettos donde recluir a los judíos y los saqueos y matanzas de que éstos fueron víctimas. Respaldado por el papado, la jerarquía episcopal y las órdenes religiosas, el antisemitismo fue un árbol de odio cuyos frutos consumieron con fruición los fieles católicos y sufrieron, siglo tras siglo, los judíos. En 1393, en España, ese antisemitismo impulsado por la iglesia católica se tradujo en una oleada de pogromos en que se exterminó a un tercio de los judíos españoles y se forzó la conversión al catolicismo de otro tercio. Menos de un siglo después, en 1492, tras una acusación de crimen ritual, tuvo lugar la expulsión de los judíos. España no era, lamentablemente, una excepción. A decir verdad, las calumnias, expulsiones, pogromos y agresiones contra judíos habían caracterizado trágicamente a la Europa católica y la seguirían caracterizando hasta el Holocausto. En esa mentalidad típicamente católica creció y fue educado Lutero.
Llama por eso la atención que, inicialmente, Lutero manifestara una compasión hacia los judíos notable señalando que no era extraña su aversión hacia el cristianismo teniendo en cuenta lo que la iglesia católica les había hecho padecer durante siglos. Con todo, Lutero no dedicó especial atención a los judíos inmerso como estaba en otras cuestiones. Semejante tónica cambió poco antes de su muerte al escribir un panfleto titulado De los judíos y sus mentiras en el que propugnaba la solución llevada a cabo – literalmente – “por los Reyes de España”, es decir, la expulsión. El cambio de actitud de Lutero y la redacción de su panfleto derivó de conocer los pasajes del Talmud donde se afirma que la madre de Jesús era una ramera y Jesús, un bastardo. Esos mismos pasajes – bien desagradables porque en uno se llega a decir que Jesús es atormentado en el infierno sumergido en excrementos en estado de ebullición – habían provocado la quema y expurgación del Talmud en la Edad Media por orden directa de papas y obispos. La reacción de Lutero, especialmente desde nuestra óptica, fue exagerada. En el clima de la época – y sobre todo comparada con España donde existían incluso estatutos de limpieza de sangre que excluían a los descendientes de judíos conversos – resultó casi moderada. Eso explica que semejante escrito fuera uno de los pocos no atacado por la iglesia católica que tenía una postura mucho más radical en lo que al antisemitismo se refiere que la de Lutero y que había celebrado papalmente la Expulsión de los judíos de España. Y sin embargo… sin embargo, el aliento de libertad nacido de la Reforma ya había entrado en muchos corazones y Lutero no fue escuchado en su pretensión ni por los príncipes reformados que mantuvieron a los judíos en su territorio ni por su mano derecha, Felipe Melanchton, que se manifestó en contra de adoptar medida tan católica. De hecho, hubo pastores reformados que defendieron en ese mismo momento a los judíos de la posibilidad de expulsión apelando a las Escrituras. Semejante posibilidad no sólo era implanteable en España sino, en general, en todo el mundo católico. De hecho, si Lutero se hubiera limpiado de los resabios católicos totalmente y sido consecuente con los principios bíblicos de manera total habría llegado a las mismas conclusiones que otros reformados.
3. Organización eclesial.
La realidad eclesial con la que se encontró Lutero difícilmente podría haber estado más lejos de lo que encontramos en el Nuevo Testamento en relación con el cristianismo primitivo. Junto con una corrupción sistémica, una superstición generalizada, un paganismo institucionalizado y una simonía global – todo ello desde el papa hasta los fieles más modestos – la iglesia católica se caracterizaba por la creación y utilización de un sistema represivo que lo mismo torturaba y ejecutaba a los disidentes que presionaba a los monarcas para aumentar sus privilegios o que desencadenaba guerras para expandir los Estados pontificios. No sorprende que semejante sistema – en nada parecido a las enseñanzas de Jesús –a su vez hubiera creado un organigrama clerical no sólo con instancias desconocidas en la Biblia sino fuera del cual se negaba la posibilidad de salvación a los seres humanos. Dentro de la iglesia podía aspirarse a la salvación; fuera de ella, no existía. Al fin y a la postre, Cristo había sido sustituido por el sistema eclesial católico-romano desarrollado durante la Edad Media.
El regreso a la Biblia impulsado por Lutero se tradujo en una deslegitimación global de ese sistema que había evolucionado a espaldas de las enseñanzas de Jesús y sustentado en elementos tan diversos como las religiones pre-cristianas, la filosofía helénica o el derecho romano. Sin embargo, como en los aspectos ya señalados, no resultó total. El mismo Lutero lo reconocía en un escrito de 1526 titulado Del tercer orden del culto. Lutero se refiere en ese opúsculo a tres tipos de culto. Uno en latín podía seguir celebrándose para estudiantes – el latín era el lenguaje universitario en aquella época - si así se consideraba oportuno aunque habría sido ideal que se conociera tan bien el hebreo y el griego que se celebrara en la lengua vernácula, el latín, el hebreo y el griego. El segundo tipo destinado a la mayoría de los fieles sería en la lengua vernácula – el Vaticano II necesitaría casi medio milenio para llegar a ese punto - pero el tercero es el que resulta de mayor interés. El tercer orden descrito por Lutero constituye una clara descripción de lo que el Nuevo Testamento establece que debería ser una iglesia local. Los cultos, por ejemplo, podrían tener lugar en una casa – como había sucedido en el cristianismo primitivo antes del siglo IV – y los fieles se reunirían para orar, bautizar, estudiar la Biblia y participar de la Cena del Señor. Existiría además un fondo de ayuda económica de carácter voluntario - y no derivado de contribuciones obligadas o del dinero estatal – y la disciplina eclesial se aplicaría según la regla enseñada por Jesús en Mateo 18: 15 ss. Dicho sea de paso sería una disciplina bíblica que se encuentra a años luz de conceptos medievales – que no bíblicos - como el de la confesión de los pecados a un clérigo o las indulgencias. Nunca se acercó tanto Lutero a lo que la Biblia enseña sobre las comunidades locales de creyentes a las que el Nuevo Testamento denomina iglesias, es decir, asambleas. Sin embargo, en ese mismo texto, Lutero reconoce que no conocía a mucha gente que estuviera dispuesta a amoldarse a ese modelo neo-testamentario y, por eso mismo, había decidido no intentar aplicarlo de momento. Posiblemente, se encuentre en esa actitud la clave de la teología sacramental de Lutero. Comparada con la católica implicaba una limpieza notable de paganismo y helenismo, pero no un regreso total a las enseñanzas bíblicas. Una vez más, Lutero se dejó arrastrar por el peso del catolicismo vivido durante las primeras décadas de su vida. Sin embargo, también una vez más, la senda abierta por sus tesis de regreso a la Biblia era irreversible y resultaría positivamente fecunda. Los reformadores siguientes irían avanzando hacia modelos cada vez más ajustados a la enseñanza bíblica.
Con todo, en otros aspectos, Lutero sí logró liberarse totalmente de las numerosas excrecencias añadidas al cristianismo por la iglesia católico-romana. Ahí los aportes fueron excepcionales – aunque no únicos – y a ellos nos referiremos en las próximas semanas.
CONTINUARÁ
La Reforma indispensable (XXXIX)
February 28, 2015
Because He lives
La gente vive, pero eso no significa que tenga un sentido para su vida ni que ésta discurra más allá de funciones biológicas elementales. Que esas vidas, a fin de cuentas vacías, se vean llenadas por las más diversas adicciones o por sentimientos tan degradantes como el odio, la codicia, la ambición o la envidia no sorprende. Simplemente, es natural. La naturaleza, a fin de cuentas, odia el vacío. Sin embargo, para millones de personas en el mundo, la vida es algo diferente porque es vivida en los términos descritos por la canción que les dejo hoy.
Para aquellos que en algún momento de nuestra vida recibimos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, la vida tiene otro sentido. Porque él vive, como dice la canción, yo no temo al mañana. Sé que él es mi futuro y que mi vida vale más y más sólo por él.
Naturalmente, un día mi vida concluirá, como sucede con la de todos. Sin embargo, eso no será el final sino el inicio de una vida mucho mejor, la que viviré siempre al lado de Dios de una manera mucho más íntima de la que vivo esa cercanía ahora. Los que conocen esa experiencia – tan esencialmente distinta de la de pertenecer a una confesión religiosa o practicar una religión - saben cabalmente de lo que hablo. También lo sabía Pablo que, tras afirmar el glorioso evangelio de la justificación por la fe, afirmó: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2: 20-21).
Ignoro si quien ahora me lee ha tenido esa experiencia. Si no es así, le invito a que abra su corazón a Jesús y a que reciba un sentido profundo y eterno para su vida. Eso es lo que cantan en la versión original Alan Jackson y en español, Marino. Con ellos, les dejo. God bless you!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí está Alan Jackson.
Y aquí Marino
February 27, 2015
Entrevista sobre China
Tras el viaje a China no sólo me he encontrado con cuestiones pendientes que resolver en mi tierra de acogida sino que además he tenido que comenzar a preparar mi próximo periplo que tendrá como escenario Honduras y que comenzará, Dios mediante, la semana que viene. Debo pronunciar un número considerables de conferencias ante auditorios bien diversos y el tiempo parece habérseme encogido.
En lugar de los estudios – que la semana que viene no fallarán – les incluyó una entrevista sobre China que me ha realizado, como suele ser habitual cada semana, Pedro Tarquis. Hablo en ella de los temas más diversos relacionados con China sin descartar los espirituales. Espero que la encuentren de su interés.
February 25, 2015
Francisco de Quevedo o el dominio del idioma
Supo dejar su huella magistral en la novela y en el relato – El Buscón, Los sueños… - e incluso se adentró con no poca fortuna en la reflexión filosófica y política. A diferencia de sus otros dos paisanos, su relación con la política fue profunda y trágica. Participó en la famosa Conjura de Venecia, supo lo que era verse apartado de la corte al caer el partido – el del duque de Osuna – en que había militado e incluso sufrió el destierro. El cambio generacional que significó la llegada al trono de Felipe IV volvió a catapultarlo hacia la cima y en 1632 incluso fue nombrado secretario del monarca. Solterón empedernido, fumaba y bebía sin moderación – llegó a llamársele Quebebo – siendo cliente habitual de los prostíbulos a pesar de tener una amante fija llamada Ledesma. Aquella imagen, poco compatible con la de la España de la Contrarreforma, intentó ser corregida por su valedor, el duque de Medinaceli, obligándole a casarse con una viuda llamada Esperanza de Mendoza. El matrimonio duró tres meses lo que no deja de ser revelador. Con todo, lo peor para él fueron su clarividencia y la sempiterna envidia hispánica. En su correspondencia personal, se aprecia que era consciente de que la nación iba al desastre enredada en guerras religiosas contrarias a sus intereses. En 1639, bajo la servilleta del rey se encontró un poema titulado Sacra, católica, real Majestad… donde se denunciaba la desastrosa situación nacional. Como consecuencia de aquel episodio, Quevedo fue desterrado al convento de san Marcos de León – aunque, en contra de lo que se afirma, la decisión no partió del Conde-duque de Olivares – de donde salió en 1643 para retirarse a Loeches y fallecer allí dos años después. Contradictorio - fue misógino y autor de la mejor poesía amorosa del XVII al igual que hombre de mundo y antisemita - nadie dominaría ya el español como él.
Próxima semana: El conde-duque de Olivares
February 24, 2015
La prima Encarna
El otro día, me trajo remembranzas de la prima Encarna. La conocí – en realidad, era prima de mi abuela Remedios – cuando era una ancianita siempre muy limpia, siempre muy atildada y siempre muy atenta. Pensaba yo con mi inocencia infantil que debía ser una persona acaudalada porque cuando venía por casa siempre me traía lenguas de gato o alguna otra golosina. Un día, acompañé a mi abuela a visitarla. Vivía en un piso alquilado y diminuto situado en una de las calles recoletas del viejo Madrid. Se trataba de un cuchitril con retrete comunitario, suelos que se hundían como si fueran un tobogán y luz escasa. Mientras departían recordando una juventud transcurrida mucho tiempo atrás, fui descubriendo que la prima Encarna tenía los dedos deformados no sólo por la edad o el frío sino por las décadas de coser sin cesar para mantenerse. Los ojos, a pesar de las gafas, habían comenzado a fallarle y, con inquietud, le contó a mi abuela que temía no poder seguir trabajando y entonces, se preguntaba, ¿qué sería de ella? Examinado todo con el paso del tiempo, tengo la sensación de que aquella tarde – en la que me agasajó como siempre lo hacía - pesó más en la formación de mi carácter que muchos libros de pensamiento político que pudiera leer después. Yo comencé a amar la idea de la democracia desde niño porque sentía una profunda admiración hacia naciones como Gran Bretaña o Estados Unidos, pero, esa identificación se fortaleció, a pesar del ambiente nacional, fundamentalmente, por dos razones. La primera que ansiaba respirar la libertad como, lamentablemente, rara vez lo ha deseado históricamente el pueblo español y la segunda, que pensaba que era intolerable que alguien llegara a la ancianidad en la situación de desamparo y precariedad en que se encontraba la prima Encarna. Al cabo de años, no acierto a ver solución realista a cuestiones como esa masturbación mental llamada nacionalismo catalán, la insaciable codicia tributaria o las consignas vacías de contacto con la realidad de tantos políticos. Sin embargo, he descubierto que sigo pensando como entonces que la democracia no vale una higa si en ella no existe libertad real y si hay españoles que tienen que vivir el final de sus vidas igual o peor que la querida prima Encarna.
Regreso de China
Resumir lo que ha significado este viaje a China – que no han sido unas vacaciones – resulta imposible y, a decir verdad, necesitaría un libro para poder resumir mis impresiones. Tan sólo ver a Lara regatear con los chinos en la lengua de Confucio y verla salir vencedora del trance justificaba cruzar el Pacífico, pero, naturalmente, ha habido mucho, muchísimo más. Mi intención es escribir una serie de artículos – no muchos para no cansar al lector – donde resumir algunos de los aspectos más abrumadores, interesantes y mal conocidos de China. Ya adelanto que existen más que posibilidades de que el siglo XXI acabe siendo un siglo chino. El año pasado, China adelantó a los Estados Unidos en PIB y tengo la sensación de que es sólo el comienzo. Si tuviera que resumir todo en una frase diría que China está haciendo bien lo que Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, está haciendo muy mal. Con un añadido nada pequeño y es que China es comunista. Sé que los comunistas occidentales andan resentidos y no paran de decir que China sufre un capitalismo salvaje – cuando el comunismo salvaje de Mao causó la muerte de treinta millones de personas en el Gran Salto adelante se ahorraron calificativos, claro – y los empeñados en que la Historia se terminó con la disolución de la URSS proclaman a los cuatro vientos que China se ha convertido al capitalismo. No es así. Está gobernada por el partido comunista – el más sólido e inteligente del globo – proclama una y otra vez que sólo se encuentra en la primera fase del socialismo y anuncia que, tras mucho tiempo, llegará el sistema totalmente comunista. No es fingimiento. Se lo creen a pies juntillas todos desde la cúpula del PCCh al último campesino pasando por la intelectualidad universitaria. Por supuesto, puedo equivocarme, pero si Dios no lo remedia, el siglo XXI acabará con una nación comunista como primera superpotencia y, por cierto, con un discurso muy coherente – parece calcado de Jenofonte o Platón – sobre lo inconveniente del sistema democrático. Cómo se ha llegado ahí y lo que cabe esperar es algo que contaré más adelante. Pero, de momento, Dios mediante, hoy estaré con todos ustedes de nuevo en La Voz a las ocho de la noche hora española. Desde el exilio.
February 22, 2015
Obediencia perfecta
Me encontraba en COPE y comencé a escuchar en la redacción la manera en que una de las personas que trabajaba en la casa desgranaba, a través del micrófono, elogios sobre Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, que acababa de fallecer. Enhebraba una alabanza con otra cuando descubrí que Paloma Gómez Barrero se acercaba para decirme: “Pero ésta… ¿está loca? Pero ¿cómo se puede hablar bien de un sujeto que todo el mundo sabe que era un pedófilo?”. Las dos personas – la que hablaba y Paloma – son fieles católicas y encarnaban en ese momento dos actitudes que he visto vez tras vez en el seno de su iglesia. La primera es la de “mantenella y no enmendalla” aunque el sujeto en cuestión sea un canalla y un criminal. Es uno de los nuestros, sostiene esta actitud, y hay que defenderlo por encima de todo. La otra, más sensata, es partidaria de correr un tupido velo sobre episodios que no resultan especialmente edificantes y mucho menos beneficiosos para la imagen de la peculiar institución.
El pontificado de Juan Pablo II – sobre el que ya ha aparecido algún libro documentado y no una mera hagiografía – tuvo sombras muy densas. Una de ellas fue la conducta hacia los paidófilos a los que se acogió como refugiados en el territorio del estado Vaticano. De entre ellos, destacaría además el caso de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, una entidad que tiene una enorme relevancia en México, pero que también ha disfrutado de ella en España gracias a su relación con las altas esferas. Los documentales y libros sobre Maciel en los que aparecen testimonios de sus víctimas son muy numerosos y, en general, muy interesantes y reveladores de una realidad no por oculta menos cierta. Con todo, hoy quiero detenerme en una película mexicana que recoge con especial sensibilidad y acierto el tema.
Su título - Obediencia perfecta – revela algunas claves esenciales de lo sucedido. Aunque en la película el protagonista se llama Ángel de la Cruz y su orden son los Cruzados de Cristo, no hay que ser especialmente avispado para darse cuenta de que el retratado es Marcial Maciel y los Legionarios de Cristo. De hecho, no pocos de los episodios que aparecen son harto conocidos y están más que documentados. Sin embargo, el sacerdote protagonista – escogido para que se parezca más que notablemente a Maciel – no aparece retratado como un monstruo. Es un paidófilo, se aprovecha de un pobre muchacho que estudia en uno de sus colegios, inventa excusas para abusar sexualmente de él y, sin embargo… sin embargo, su caso – que aparece expuesto sin morbos absurdos ni concesiones demagógicas – es el de un personaje sin duda despreciable, pero también digno de conmiseración.
El sacerdote, a fin de cuentas, es un fruto directo de un sistema en el que la mentira es lícita si beneficia a la orden, en el que los fieles no pocas veces son gente supersticiosa que confunde sus intereses sociales con la buena teología, en el que el papa cierra los ojos convenientemente si le llega dinero, en el que las víctimas se someten e incluso llegan a amar al depredador porque es alguien colocado por encima en el orden jerárquico, en el que otros sacerdotes pueden transmitir la consigna del obispo es que lo importante es que no se sepa nada, pero que si se sabe mejor que el sexo ilícito sea con mujeres por eso de que la homosexualidad está peor vista y en el que, a fin de cuentas, la enseñanza del Nuevo Testamento que señala que los obispos han de ser personas casadas se ha visto sustituida por un celibato obligatorio y, por ello, inhumano.
El padre Ángel puede ser tachado de criminal y de abusador y ninguna de las acusaciones resulta falsa, pero no es menos cierto que es hijo de un sistema que, por su propia naturaleza, produce a gente así. No puede ser de otra manera porque su base no es la enseñanza de Jesús, ni la Verdad, ni el Amor ni, a decir verdad, virtud alguna digna. Su base es la obediencia perfecta, la sumisión absoluta, el sometimiento total que lleva a un niño a callarse a pesar de que un sacerdote lo somete a abusos sexuales, a un obispo a tapar cualquier inmundicia porque lo grave no es el pecado sino que se conozca y a un papa a mirar hacia otro lado porque el dinero que viene de México – o de España – no es poco. El mal ocasionado por esa obediencia debida es terrible, pero ¿quién podría negar que no pocos de los verdugos no son también víctimas del mismo sistema?
La Reforma indispensable (XXXVII): Después de Worms
En esa fecha falleció el papa Pablo III, un miembro de la familia Farnesio que con sus cuatro hijos y sus tres nietos – nombrados cardenales entre los 14 y los 16 años – era un paradigma del papa renacentista. En esos momentos, la mayoría de los cardenales apostaba porque el sucesor de Pablo III fuera el cardenal Reginald Pole. Primo de Enrique VIII y miembro del círculo erasmista inglés, Pole parecía el hombre adecuado para adoptar una serie de pasos reformadores que permitieran eliminar los males de 1517 y, a la vez, recomponer la unidad herida. De hecho, durante años Pole había sostenido la misma tesis sobre la justificación por la fe defendida por Lutero y es lógico que así fuera porque se desprende con claridad meridiana de textos del Nuevo Testamento como las cartas de Pablo a los Gálatas y a los Romanos. El 3 de diciembre de 1549, ante la oposición de los cardenales franceses, los partidarios de Pole le sugirieron que aceptara la elección por aclamación, pero el inglés – un erasmista que podría haber ocupado el trono papal – se retiró, según su expresión, “mudo como un buey” a su celda. Al día siguiente, el voto ya no respaldó a Pole que pasó el resto del cónclave, dos meses, escribiendo un libro sobre el poder y la misión del papa.
Las dudas de Pole – erasmista hasta en eso – provocó un cambio radical en el cónclave. El candidato de los franceses, fundador de la Inquisición romana en 1542, de la orden de los Teatinos, Juan Pedro Carafa logró maniobrar con la suficiente habilidad como para ser elegido papa con el nombre de Pablo IV. El nuevo pontífice llevó a cabo una acción mezcla de antiguos y nuevos pecados. En su lujosa corte, entregó cargos a sus sobrinos incompetentes y carentes de piedad – dos de ellos fueron ejecutados como malhechores por el sucesor de Carafa – y emprendió una guerra contra España, el emperador y, por supuesto, la Reforma. Con Pablo IV, la Inquisición se convirtió en institución e instrumento privilegiado, los escritos de Erasmo resultaron definitivamente condenados y cualquier posibilidad de diálogo con los reformados o de una reforma católica en profundidad se extinguieron. En adelante, con Carafa o con sus sucesores, ya de manera definitiva, para la iglesia católica la Reforma no sería ni una alternativa ni una instancia con la que debatir sino un enemigo al que abatir, cuestión aparte es que semejante visión estuviera condenada al fracaso.
Al fin y a la postre, la Reforma protestante implicó una ruptura
- que ha permanecido, lo que la diferencia de otros movimientos a lo largo de la Historia del cristianismo que se extinguieron con el paso del tiempo. A la Reforma no se le puede aplicar de manera negativa el argumento de Gamaliel que indicaba que aquello que no es de Dios se extingue (Hechos 5, 34-42). A decir verdad, no ha dejado de extender su área de influencia por un solo día en casi cinco siglos pese a chocar con un poder católico que, históricamente, no se refrenó a la hora de utilizar contra ella la hoguera y la prisión
- que no se puede explicar como hicieron apologistas católicos como Denifle o Grissar aludiendo a la mala fe de Lutero o a su supuesta insania mental o a sus graves pecados. Todos esos argumentos han quedado desmentidos por católicos como J. Lortz o D. Olivier que han reconocido, entre otros extremos, la ruptura de la unidad eclesial previa a la Reforma, la grave crisis espiritual de la iglesia católica, la falta de respuesta a los argumentos de Lutero e incluso la inferioridad moral y teológica de los adversarios del agustino. Como muy bien ha indicado Lortz, ni el Eck corrupto, ni el Aleandro que no se dedicaba a la oración, ni los obispos despreocupados, ni el papa León X ocupado en una cacería mientras firmaba la bula de excomunión del fraile estuvieron a la altura de las circunstancias. Humanamente, pudieron acabar con Lutero en diversas ocasiones, pero las consideraciones de carácter político – como el deseo del papa León X de impedir que Carlos I de España se convirtiera en emperador – impidieron adoptar esas medidas. Si, en no escasa medida, Lutero no fue neutralizado se debió al hecho de que él era un hombre de fe que tomaba sus decisiones con la valentía que sólo deriva de la confianza total en Cristo y en el poder del Evangelio, mientras que las consideraciones de sus adversarios – que contaban con el respaldo de los dos grandes poderes de la época – pensaban en otra clave no precisamente evangélica. No debería sorprender que ese resultado haya sido contemplado siempre desde el lado reformado como una demostración innegable de la acción de la Providencia que preservó a los que anteponían a Cristo y Su Evangelio a cualquier otra meta ni tampoco que inspirara una clara convicción de superioridad ética y teológica.
- que fue positiva para el protestantismo – que siempre la vio como un acto de la Providencia - ya que permitió iniciar la Reforma por la que venía gimiendo la Cristiandad occidental desde hacía siglos y
- que cambió la Historia de formas notablemente positivas como es el hecho de que ese pensamiento reformado inspiró, como han indicado entre otros Whitehead o Kuhn, la revolución científica, el desarrollo económico y el nacimiento de la democracia moderna.
La razón espiritual de la Reforma queda afirmada, por añadidura, por el hecho de que la misma iglesia católica, con cerca de medio milenio de retraso si se quiere, pero, de manera innegable, ha terminado por aceptar algunas de las tesis sustentadas por Lutero incorporándolas como propias a pesar de que, en el pasado, pudiera haberlas condenado como heréticas. Por citar un ejemplo llamativo, ¿qué católico – no digamos ya que pontífice u obispo – sostendría hoy que quemar herejes es una obra impulsada por el Espíritu Santo y que negarlo merece la excomunión como afirmó el papa León X en la bula de excomunión de Lutero? Sólo un desequilibrado o un ignorante podría mantener semejante posición.
No se trata además de la única de las reivindicaciones reformadas que también han sido asimiladas en el seno de la iglesia católica. La celebración de los cultos en lengua vernácula y no en latín; el libre acceso de los laicos a las Escrituras (aunque en el catolicismo persista la obligación de que sean traducciones comentadas), el arrinconamiento de la Vulgata latina en favor de traducciones de la Biblia realizadas a partir de las lenguas originales o la desaparición del poder temporal del papa, por más que, inicialmente, se viviera como una imposición traumática son realidades actuales cuya negación llamaría la atención de la inmensa mayoría de los católicos salvo algunos fanáticos irreductibles. Sin embargo, todas esas propuestas resultaban intolerables para la jerarquía de inicios del s. XVI y no se aceptaron hasta el Vaticano II.
No sólo eso. El acercamiento no de la jerarquía, pero sí de los teólogos y los escrituristas católicos a las posiciones reformadas sobre temas como la justificación por la fe sola resulta verdaderamente espectacular. Una vez más, autores como Denifle, en ciertos momentos paradigmáticamente católicos, han quedado ubicados en el altillo de los objetos inútiles y se han visto sustituidos por predicaciones como las del confesor del papa Benedicto XVI o por documentos como la Declaración conjunta luterano-católica sobre la justificación por la fe. Este documento en concreto asume de tal manera posiciones protestantes en lo que a la justificación por la fe se refiere que las preguntas que asaltan al lector que conoce el tema es, primero, cómo los teólogos católicos pueden después encajar en semejante esquema cuestiones como el sistema sacramental católico y, segundo, cómo lo contemplarán no pocos protestantes que no tienen un punto de vista tan radical en lo relativo a la acción de la gracia. Partiendo de esa base, hay que preguntarse si la tesis del Hans Küng consultor del Vaticano II señalando que había que darle inicio reconociendo que Lutero tenía razón y a partir de ahí esperando que Dios actuara no reflejaba más que mero voluntarismo una realidad innegable y hasta qué punto no estaba totalmente justificada la pregunta que se formulaban no pocos teólogos católicos: “¿Cuánto tiempo tendremos que esperar aún para admitir reformas que Martín Lutero planteó con toda razón hace ya cuatrocientos años?”.
La Reforma tenía razón y, se diga lo que se diga, hasta la iglesia católica se ha visto obligada a reconocerlo en una parte desdiciéndose de sus posiciones de hace cinco siglos. Sin embargo, todos estos hechos no deberían llevarnos a pasar por alto un principio reformado tan esencial como el de “Ecclesia reformata semper reformanda” (la iglesia reformada siempre tiene que ser reformada). En las próximas entregas intentaré resumir los aportes teológicos de la Reforma y también aquellos aspectos en los que, sin embargo, Lutero no supo o no pudo llegar hasta las últimas consecuencias.
CONTINUARÁ: La Reforma indispensable (XXXVIII)
H. Küng, Libertad conquistada, Madrid, 2003, p. 377.
February 21, 2015
Steal Away to Jesus
Alexander Reid, un pastor que trabajaba en la junta de una escuela choctaw escuchó a Willis entonar la canción y la transcribió en una partitura. Poco después, envió la música a los Jubilee Singers de la Fisk University de Nashville, en el estado sureño de Tennessee. Eran sureños y había una guerra, pero la canción resultaba tan conmovedora que los Jubilee Singers la incluyeron en su repertorio y la popularizaron en una jira por Estados Unidos y Europa. Muy pronto, aquel negro spiritual no sólo pasaría a multitud de himnarios protestantes sino que se extendería por todo el mundo. Yo he escogido dos versiones. Una clásica de Mahalia Jackson y Nat “King” Cole y otra de ahora misma debida al joven Elijah Caldwell.
Sin ningún género de dudas, el negro spiritual es una de las formas musicales más profundamente sentida que existe. A finales del siglo XX, surgió la leyenda urbana que afirmaba que sirvieron en ocasiones para transmitir mensajes a los esclavos que eran liberados a través del denominado “ferrocarril subterráneo”. Este era una sociedad clandestina formada por protestantes – en un porcentaje muy elevado, cuáqueros – que ayudaban a los negros a huir hacia el norte para librarse de sus cadenas. No existen, sin embargo, noticias sólidas en las fuentes que corroboren esta teoría. Con todo, de corresponderse con la realidad, no deja de ser llamativo que aquellos esclavos utilizaran canciones que hablaban de Jesús y de la esperanza, consuelo y alegría que representaba. Es el caso de esta canción que habría que traducir como “id, id, id hacia Jesús. Id, id a casa, ya he estado mucho tiempo aquí”.
En tiempos de desgracia, de zozobra, de dificultad, de ataque no se me ocurre mejor conducta que la señalada por este negro spiritual. Puede que incluso el tiempo de desdicha y dolor haya durado ya mucho. Razón de más para ir a Jesús porque en él encontraremos ayuda y consuelo. Que así sea para todos ustedes como lo es para mi. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí están Mahalia Jackson y Nat King Cole
Aquí tienen a Elijah Caldwell
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