César Vidal's Blog, page 125

March 11, 2015

China (II): Fecundos y familiares

Me refería en mi última columna a cómo la visión del trabajo y de la prosperidad moderada constituye uno de los pilares del despegue espectacular experimentado por China en las últimas décadas. La segunda base es la visión de la familia.

Que resulta políticamente incorrecta admite escasa discusión, pero los resultados son absolutamente innegables. Paseando por las calles se advierte que la sociedad china no está envejecida como la europea ya que abundan los jóvenes y los niños, y, hablando con sus gentes, se descubre una lista de prioridades realmente llamativa. Cajeras de banco o empleadas de hotel, profesoras de universidad o tenderas, las mujeres señalan una y otra vez como meta principal de sus vidas la de encontrar un hombre bueno con el que casarse y tener hijos. Conmueve escuchar a una tras otra que, independientemente de su labor concreta, considera que lo mejor que puede hacer por la sociedad es ser esposa y madre. Hasta que punto esa visión es oficial puede verse en el último libro escrito por el presidente Xi Jinping. De la descripción de Peng Liyuang, su esposa, destaca tanto como su innegable categoría artística reconocida internacionalmente el hecho de que le prepare la cena todas las noches. No quiero imaginar qué sucedería en España si de las esposas de ZP o Rajoy se hubiera afirmado algo semejante, pero la sociedad china considera ejemplar no sólo esa conducta sino también el que Xi Jinping sea un padre y marido ejemplar. Si esos son los modelos oficiales no puede extrañar que sean innumerables los chinos que, para superar el límite legal del número de hijos, viajan a Hong Kong o recurren a mil y un expedientes. Que nadie se engañe. Las condiciones económicas de esas parejas – especialmente en el campo – son mucho peores que las de la media española, pero los chinos, a diferencia de millones de occidentales, creen en la importancia primordial de crear una familia. Las repercusiones de esa visión no sólo en la sostenibilidad del sistema social sino en la expansión de las empresas resultan verdaderamente espectaculares. Examínese el entramado de los millonarios chinos en cualquier parte del mundo, sin excluir España, y se descubrirá que salieron de los estratos sociales más modestos gracias a que los padres, los tíos o los abuelos los avalaron en sus esfuerzos por progresar. Ríanse, pero mañana los chinos costearán sus pensiones y contarán con una estabilidad social que no podemos siquiera imaginar. Será así porque son fecundos y familiares.

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Published on March 11, 2015 01:10

March 10, 2015

El dedo contaminado

​Tras mucho reflexionar, he terminado por llegar a la conclusión de que los populismos del chavismo venezolano al evismo boliviano pasando por Podemos en España o Syriza en Grecia no pasan de ser un gigantesco dedo.

Su acción política prácticamente se reduce a señalar una y otra vez las llagas que sufre la sociedad. Como un niño al que no hubieran enseñado las reglas más elementales de la urbanidad, los dirigentes populistas orientan el dedo hacia los males. Chávez podía referirse a la corrupción sistémica de los partidos; Morales sigue insistiendo en el racismo de la sociedad boliviana; Correa apunta una y otra vez a la necesidad de controlar la riqueza nacional; Tsipras recuerda continuamente el empobrecimiento de la mayoría de los griegos y Podemos martillea con la negra, negrísima situación de millones de jóvenes españoles. Todos esos dedos – a los que pueden sumarse los de Cristina Fernández de Kirchner o Beppe Grillo – se orienta hacia úlceras que no pocas veces son reales. Lamentablemente, esos dedos están contaminados. En unos casos, la suciedad digital procede de que han instaurado una corrupción quizá nueva, pero no menor que la antigua. En otros, de que el sectarismo ideológico les lleva a adoptar medidas que empeoran todavía más la situación lamentable ya padecida por sus naciones respectivas. Esos dedos puercos puestos sobre las heridas no sólo no las curan sino que las infectan, las llevan a vomitar pus y, en algún caso, pueden acabar causando una septicemia para millones. Ni uno solo de los problemas que llevaron a los Kirchner, a Chávez, a Morales o a Correa al poder se han visto solucionados o incluso paliados. Además, por si fuera poco, la libertad ha desaparecido de manera casi total; los disidentes se han visto muertos, encarcelados o exiliados; la corrupción ha adoptado formas más perversas si cabe y la economía ha comenzado a transitar derroteros de empobrecimiento vergonzoso. Hace apenas unos días, por ejemplo, el Cato Institute publicaba su Índice de miseria en el mundo y el dudoso honor de ser la nación más miserable recaía en la Venezuela del chavista Maduro. Los dedos señalaban no siempre de manera errónea, pero bastó dejar que se acercaran a la herida para que todo haya derivado hacia situaciones muchísimo peores. Da mucho pesar advertirlo, pero este fenómeno inmundo-digital lo vamos a ver repetido en Grecia y, si Dios no lo remedia, también en España. Y es que no es lo mismo señalar que curar, especialmente si los dedos están contaminados.

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Published on March 10, 2015 01:36

March 9, 2015

Entrevista

Hace unas semanas se puso en contacto conmigo un periodista joven para que le concediera una entrevista. Suelo ser prudente con este tipo de solicitudes porque la experiencia me ha enseñado que no siempre queda reflejado con exactitud lo que respondo quizá porque yo no hablo con la suficiente claridad hacia mi interlocutor.

​En este caso, la entrevista sí contaba con garantías. Aquí tienen el resultado. Que la disfruten.

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Published on March 09, 2015 02:05

March 8, 2015

La Reforma indispensable (XXXIX): En que acertó Lutero (I): Sola scriptura

En una entrega anterior, señalé aquellos aspectos en los que Lutero se equivocó. Como indiqué entonces se trató de cuestiones en las que, al fin y a la postre, el resabio católico de siglos no fue purificado del todo por su exposición a la enseñanza de la Biblia.

Es cierto que otros reformadores sí profundizarían en el camino adecuado y se desprenderían de esas excrecencias, pero no fue, ciertamente, el caso de Lutero. Determinados estos puntos, sí ha de señalarse aquellos en los que Lutero realizó aportes extraordinarios y positivos. No fueron aportes exclusivos de él y antes y después hubo otros que caminaron por la misma senda, pero no puede ocultarse su papel nada desdeñable en ellos. El primero fue el regreso a la Biblia como fuente única de revelación para los cristianos.



La incidencia en este punto resulta esencial porque implicaba un choque frontal con la enseñanza de la iglesia católica. En Trento quedaría definido de manera expresa que la fuente de la revelación era doble, Biblia y Tradición, y que, por supuesto, la interpretación de ambas quedaba en manos de una jerarquía rematada en el papa. La definición era ideal en la medida en que una organización humana, demasiado humana se auto-confería la autoridad para interpretar a su antojo las Escrituras, para negar su sentido evidente y para espigar en el frondoso bosque de la literatura de los primeros siglos como le viniera en gana por la sencilla razón de que los denominados Padres no sólo sostuvieron muchas veces opiniones diversas sino que, por regla general, estas tuvieron poco que ver con el desarrollo experimentado por la iglesia católica a lo largo de la Edad Media. Por supuesto, la dogmática católica ha seguido añadiendo dogmas que no pocas veces contradicen esa trayectoria, pero, de nuevo, el auto-conferido monopolio interpretativo intentaba solventar cualquier objeción.



Aunque no cabe duda de que para muchos católicos es un consuelo pensar que su iglesia no se equivoca – para otros muchos, el tormento es escucharlo porque son conscientes de que históricamente no ha sido así en repetidas ocasiones – no es menos cierto que la afirmación desafía no sólo la Historia sino la misma razón. A decir verdad, evitando la existencia de un criterio objetivo, todo se reduce a una afirmación propia que debe creerse precisamente porque es una afirmación propia. En otras palabras, racionalmente, equivale a mi afirmación de que yo soy Napoleón. Cuando alguien me preguntara por las razones para semejante afirmación bastaría con que yo dijera que lo digo yo que, a fin de cuentas, soy el que sabe que soy Napoleón. Cuando alguien me objetara que existen pruebas que indican lo contrario, yo diría que esas pruebas no sirven de nada porque el único legitimado para decidir lo que significan los documentos referidos a Napoleón soy yo… porque soy Napoleón. El ejemplo puede arrancar una sonrisa, pero no es ni más ni menos que lo que pretende la iglesia católico-romana desde la Edad Media. Pero volvamos a Lutero.



El estudio de las Escrituras mostró a Lutero que no sólo la veracidad o falsedad de una afirmación desde una perspectiva cristiana exigía una regla objetiva de determinación – y no una gente atribuyéndose ese cometido por la fuerza de la hoguera y el tormento – sino que además las Escrituras señalaban que esa regla no era una organización humana sino la propia Biblia. Los ejemplos al respecto son abundantísimos.



De entrada, el mismo Jesús había sido tajante a la hora de señalar que lo importante eran la Ley y los profetas – es decir, la Biblia y no la tradición – (Mateo 5: 17) – sino que además había rechazado cualquier intento de implantar una tradición interpretativa que, en realidad, era sólo humana y erosionaba la enseñanza de la Biblia (Marcos 7: 13) e incluso para demostrar que era el mesías había apelado a la Biblia siguiendo la división tripartita del canon judío (Lucas 24: 44). No sólo eso. Había dejado de manifiesto que en la Biblia era donde se podía hallar la vida eterna (Juan 5: 39). Incluso Jesús marcó su aceptación del canon judío – que no incluye los apócrifos – en pasajes como Mateo 23: 34-5 y Lucas 11: 49-51 donde cita los mártires contenidos entre el libro de Génesis y el de 2 Crónicas, primero y último del canon judío del Antiguo Testamento. Se mirara como se mirara, Jesús había defendido el principio que sería denominado de “Sola Scriptura” frente al de Biblia más tradición que defendían en su tiempo los fariseos y que durante la Edad Media comenzaría a defender la iglesia católico-romana.



Naturalmente, el ejemplo de Jesús fue seguido por los primeros cristianos. Cuando se lee, por ejemplo, el discurso de Pedro el día de Pentecostés (Hechos 2), se percibe con claridad que el apóstol no apeló a ser la cabeza de una organización fuera de la cual no hay salvación – monstruosidad que nunca se le hubiera pasado por la cabeza – sino que utilizó la Biblia para legitimar su mensaje. No podía ser de otra manera al tratarse de un discípulo de Jesús.



De manera bien significativa, Lucas, al relatar los viajes misioneros de Pablo, menciona de manera elogiosa a la gente de Berea. La razón fundamental de las alabanzas de Lucas es obvia: “Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres” (Hechos 17: 11)



Lo que definía como más nobles espiritualmente a las gentes de Berea no es que aceptaran a pies juntillas una autoridad jerárquica imbricada en una iglesia fuera de la cual no hay salvación sino el hecho de que contrastaron con la Biblia lo que les decían para ver si, efectivamente, les decían la verdad. La Biblia, no la tradición o la sumisión a una casta sacerdotal.



No sorprende por ello que en su testamento – la segunda carta a Timoteo – Pablo repita esa enseñanza: “ y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 15-7).



Difícilmente podría haber sido más elocuente el texto del apóstol:



1. Es la Biblia – no la tradición, no la sumisión a una jerarquía – la que puede hacer salvo para la salvación.



2. Esa salvación es por fe en Jesús el mesías y no por la pertenencia a un club religioso o por la realización de una serie de ritos y



3. La Biblia – no la tradición, no la jerarquía - es inspirada por Dios y es la que realmente puede enseñar lo suficiente como para que se hagan buenas obras.



Hasta qué punto la iglesia católica – que prohibió en Trento la utilización de traducciones en lengua vernácula y convirtió a la Vulgata latina en su versión oficial – no andaba precisamente en los mejores caminos en relación con la Biblia puede apreciarse también en el canon que tiene del Antiguo Testamento. En lugar de seguir el canon judío – el mismo que usaron Jesús y los apóstoles – la iglesia católica ha introducido en el canon los denominados libros apócrifos, es decir, los libros de Tobías, Judith, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y los dos libros de Macabeos más añadidos como los que presenta el capítulo 10 del libro de Esther, que tiene añadidos 10 versículos y además 6 capítulos completos; y el capítulo 3 del profeta Daniel, que tiene añadidos 66 versículos, desde el 24 al 90, y además dos capítulos completos, el 13 y el 14, que cuentan las leyendas de Susana, y Bel y el Dragón. No hace falta decir que ni Jesús ni sus discípulos citaron nunca de los apócrifos. Por añadidura, tampoco estaban en el canon utilizado por los primeros cristianos Melitón de Sardis (c. 170 d. de C.) (Eusebio, Historia eclesiástica IV. 26) cita un canon en el que no figura un solo de los apócrifos. Lo mismo sucede con Orígenes (185-254 d. de C.) que tampoco cita a los apócrifos en su enumeración del canon. Encontramos esa misma circunstancia en una carta de Atanasio escrita en el 367 o en Rufino. Es lógico que así fuera porque los autores de los apócrifos no creían – a diferencia de Moisés y los profetas – actuar inspirados por Dios. El libro segundo de Macabeos concluye, por ejemplo, de la siguiente manera: “Acabaré yo también esta mi narración. Si ella ha salido bien y cual conviene a una historia, es ciertamente lo que yo deseaba; pero si por el contrario es menos digna del asunto de lo que debiera, se me debe disimular la falta”. No deja de ser una manera peculiar de concluir un libro que – según la iglesia católica – es inspirado. Lutero no fue original en su regreso al canon judío – muchos comenzando por Jesús y los apóstoles lo habían precedido – ni fue tampoco el único que lo hizo. Fue, sin duda, un acierto. A fin de cuentas, partiendo de esa base objetiva se podía establecer lo que había que reformar.



El gran aporte de Lutero – como antes Jesús y los apóstoles, pero también Pedro Valdo, John Wycliffe o Jan Huss – fue volver a colocar la Biblia en el centro del debate teológico. Éste no podía venir determinado por una institución que actuaba y enseñaba en contra de las Escrituras, que se colocaba por encima de ellas y que además pretendía tener legitimidad para ello apelando a una supuesta tradición. Por el contrario, debía centrarse, como había escrito Pablo, en la Biblia que es el único texto que puede dar a una persona la sabiduría para salvarse por la fe en Jesús y para aprender cuáles son las verdaderas buenas obras.



CONTINUARÁ:



La Reforma indispensable (Xl): En que acertó Lutero (II): Sola gratia

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Published on March 08, 2015 04:31

March 7, 2015

Stand Up! Stand Up for Jesus!

La comparación de la vida cristiana con un combate tiene sus precedentes en la Biblia. No hace falta decir que históricamente no han faltado las aplicaciones más aberrantes y realmente anticristianas de ese principio.

Los cruzados que decidieron exterminar a los judíos de los ghettos alemanes de camino hacia Tierra Santa; los inquisidores y delatores que causaron la muerte de los herejes reales o supuestos como un servicio a la iglesia de Roma o los que siguen insistiendo en recurrir a la violencia con una imagen o con una bandera con la cruz como estandartes son muestras de que la convicción no es siempre señal de razón sino más bien de aberración o de que, como enseñó Jesús, siempre habrá quienes persigan a los verdaderos discípulos de Jesús convencidos de que así rinden un servicio a Dios (Juan 16: 2).



Las Escrituras señalan que, efectivamente, la vida cristiana recuerda a la militar – como a la deportiva o a la del labrador – por la dedicación que exige (2 Timoteo 2: 4), pero también enfatiza que nuestra lucha no es contra carne y sangre sino contra poderes espirituales de las tinieblas (Efesios 6: 12). He tenido muchas, muchísimas ocasiones de comprobar lo acertado de la enseñanza del apóstol. En la mayoría de los casos, los hombres creen que el problema es meramente material y que como tal se puede tratar. Históricamente, ese enfoque – profundamente equivocado – no ha sido rechazado por muchos que alegaban que detentaban el monopolio de la verdad y que estaban dispuestos a conservarlo utilizando la hoguera de la Inquisición. Sin embargo, la enseñanza de Jesús es muy diferente. A Pilato le dijo con claridad que su Reino no era de este mundo y por eso sus discípulos no combatían como la gente del mundo (Juan 18: 36) y a Pedro le indicó de manera tajante que no pensaba utilizar legiones de ángeles (Mateo 26: 52-53) no sólo porque el que use espada a espada perecerá sino porque esa manera de actuar choca frontalmente con los propósitos de Dios manifestados en las Escrituras.



La vida cristiana es una batalla y además lo es de manera continua, pero su metodología no es la de los ejércitos humanos sino la del corazón de Dios. Creo que eso es lo que comunica la canción que les traigo hoy. No es un himno guerrero para animar a degollar infieles como hizo aquel obispo que aseguró a los soldados que debían matar a todos porque en el cielo ya los separaría Dios. Se trata más bien de un recordatorio alegre, el de que podemos contar con Dios en cada combate, escaramuza o batalla que tengamos librar día a día contra las tinieblas, unas tinieblas que se presentan, vez tras vez, intentando frenar el avance de la Luz y de la Verdad. Sin embargo, nosotros estamos con Jesús y a su lado esperamos vencer y recibir la recompensa. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Aquí está una versión en ingles…






…y aquí otra en español…

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Published on March 07, 2015 02:22

March 6, 2015

Estudio Bíblico (XXIX). Los libros históricos (IX):  II Crónicas

​El segundo libro de Crónicas – en el que se relata desde el reinado de Salomón al edicto de Ciro – aparece en las Biblias cristianas a mitad del Antiguo Testamento, pero es el último libro en la división de la Biblia judía. Por peculiar que pueda parecer semejante circunstancia tiene una enorme lógica.

El texto paralelo en Reyes nos había mostrado cómo tras el reinado de Salomón, el reino de Israel se había dividido en Israel y Judá; cómo los reyes de Israel – sin excepción – habían sido malvados entregados a conductas abominables como rendir culto a las imágenes; cómo en Judá, algunos reyes excepcionales – como Josías - habían emprendido una reforma basada en el regreso a las Escrituras y cómo, finalmente, la apostasía de la nación había derivado en la aniquilación, primero, del reino de Israel y después, del reino de Judá. Los libros de Crónicas – que aportan muchos datos no incluidos en Reyes – mantienen esa tónica de enseñarnos a ver la Historia no tanto a través de los ojos de los hombres sino de Dios, pero también concluyen el relato de manera doble: señalando el final del canon del Nuevo Testamento y la conclusión de la profecía que sólo se reanudará en vísperas de la llegada del mesías. Por eso, precisamente, II Crónicas termina con el anuncio del final del destierro (36: 22-23) – una nota de esperanza – en el período persa, un período que sería testigo de las últimas manifestaciones proféticas con Zacarías, Ageo y Malaquías.



Esta circunstancia tiene una enorme relevancia para factores como la conclusión del canon del Antiguo Testamento. Mientras que judíos y protestantes mantienen el mismo canon y sostienen que excluye los libros apócrifos, la iglesia católica incluyó en su canon peculiar una serie de libros apócrifos – no pocas veces de contenido disparatado – a los que decidió otorgar categoría de canónicos en contra del testimonio de los judíos, de Jesús y de sus primeros seguidores. El canon judío del Antiguo Testamento excluye los apócrifos y en II Crónicas subraya como, en el período de dominación persa, se inició el silencio de cuatrocientos años previos a la llegada del mesías. Por añadidura, el mismo Jesús, al trazar el listado de mártires judíos, se ciñe al mismo canon y no incluye, por ejemplo, a los citados en los libros apócrifos de Macabeos. En Mateo 23: 35, Jesús, de manera innegable, se ciñe a los mártires descritos en el canon judío – que no católico – del Antiguo Testamento: de Abel a Zacarías hijo de Berequías, es decir, de Génesis a II Crónicas (24: 20-21). Por supuesto, hay millones de personas que creen que el canon católico es el adecuado, pero en contra suya tienen no sólo el testimonio del pueblo de Israel sino también el de Jesús, los apóstoles y los primeros cristianos.



II Crónicas no limita su importancia a tan relevante circunstancia. Por el contrario, muestra que toda crisis es remontable – incluidas y especialmente las espirituales – para aquellos que se vuelven a Dios con la sincera intención de andar en sus caminos y de evitar conductas que le repugnan como son, por ejemplo, el culto a las imágenes, la injusticia o la mentira. La gran desgracia de los pueblos consiste en colocar por delante de la enseñanza de la Palabra de Dios, la de sus tradiciones, su visión mercantilizada de la religión – te doy, Dios, para que Tu me des – y su autocomplacencia espiritual y material. Cuando se llega a ese punto, de manera irremediable, sobreviene la catástrofe, una catástrofe que ha sido siempre anunciada en minoría por los profetas y que sólo puede ser remontada mediante la conversión. No otro es el mensaje pronunciado por un Salomón que todavía era sabio (II Crónicas 6: 36-39).



Lecturas recomendadas:



La petición de Salomón (1: 1-13); la inauguración del templo (c. 6); la división del reino (c. 10); la reforma de Asa (c. 15); la invasión de Senaquerib (c. 32); la maldad de Manasés (c. 33); la reforma de Josías (c. 34-35); exilio y restauración de Judá (c. 36).





EL EVANGELIO DE MARCOS



El Reino vs. la religión (II): 2: 13-17



Para millones de personas, la salvación está relacionada con pertenecer a la religión correcta. Exactamente igual que la pertenencia a un determinado club garantiza poder jugar al golf en sus campos, el formar parte de esa religión sería la garantía esencial para ir al cielo – o no reencarnar más o llegar al paraíso de las huríes… - garantía que, por supuesto, otras religiones rivales no tienen. Aceptada esa premisa, el siguiente paso es crear una casta religiosa – generalmente sacerdotal – que se decide a monopolizar el criterio del prójimo diciéndole lo que debe hacer para seguir en buenas relaciones con el grupo y no malograr sus posibilidades de salvación. Para muchos, esa visión es la única conocida y no sorprende que la acepten a pies juntillas. Debe decirse, sin embargo, que no tiene nada que ver con el mensaje anunciado por Jesús como Buena noticia. De hecho, éste es Buena noticia porque, entre otras cosas, libera de semejante visión sustituyéndola por el Reino.



El episodio recogido por Marcos relacionado con Leví resulta altamente revelador. Jesús no ofreció a Mateo Leví la entrada en una religión que, gracias a un sacerdocio organizado y una tabla concreta de ritos y sacramentos, le otorgaría una futura salvación. Por el contrario, lo llamó a una relación personal con él que, ya aquí y ahora, permitía entrar en el Reino. Mateo Leví no arriesgaba poco aceptando ese ofrecimiento, entre otras razones porque sabía que esa conversión se traduciría en abandonar su odioso cometido de recaudador de impuestos. Con todo, dio el paso y lo hizo con alegría. A decir verdad, convocó a sus amigos a una fiesta para celebrar su decisión y, lógicamente, por el evento aparecieron todo tipo de indeseables o lo que Marcos, un tanto púdicamente, llama “recaudadores de impuestos y pecadores”.



Aclarémonos. Los recaudadores de impuestos era gente mal vista no sólo porque estuvieran al servicio del poder romano – que no era poco – sino además porque no tenían la menor consideración a la hora de exprimir a los posibles contribuyentes. En ocasiones, se llevaban un porcentaje de lo cobrado con lo cual la realidad objetiva les importaba poco incluido el futuro del pagador. Ellos sangraban a sus conciudadanos y tarea de éstos era sobrevivir – si podían – después del pago. Por supuesto, los recaudadores de impuestos podían intentar disfrazar su misión alegando que el imperio construía calzadas y mantenía el orden, pero todos sabían que eran meros engranajes de un sistema de explotación que pagaban los que no podían defenderse.



Por lo que se refiere a los pecadores, era gente aparte de las normas religiosas. Incluían, por supuesto, a las mujeres que vendían su cuerpo por dinero, pero también a los que estaban dispuestos a comprárselo y a otros cuyo relativismo moral era más o menos conocido. Como puede imaginarse, salvo casos de hipocresía flagrante, esta gente era rechazada por la religión – salvo que estuvieran dispuestos a contribuir monetariamente a alguna causa piadosa – y ellos solían también rechazarla como un freno innecesario y antipático. Sin embargo, Mateo Leví había descubierto algo muy diferente. Jesús era la prueba palpable de que Dios se acercaba a cualquiera que estuviera dispuesto a reconocer su condición de pecador incapaz de salvarse por sus obras y méritos. Ese encuentro personal con Jesús había cambiado su vida y, entusiasmado, había invitado a sus amigos para celebrarlo. A la vez había invitado a Jesús – muy posiblemente con la intención de que sus amigos pudieran escucharlo – y éste había aceptado de buena gana reunirse con aquella gente para anunciarles la Buena nueva del Reino de Dios. Y eso… eso era intolerable para los profesionales de la religión.



Aquel Jesús, pensaban los religiosos de pro, no sólo es que pretendía que el perdón de los pecados no pasaba por ellos sino que además se codeaba con gente que, por definición, no formaba parte de su club, única iglesia verdadera fuera de la cual no había salvación. Como suele ser habitual en esa gente pagada de si misma hasta la médula, prefirieron la maniobra por la espalda de descrédito a la confrontación directa. No preguntaron a Jesús – aunque en algún momento lo acabarían haciendo – sino que se dirigieron a sus discípulos aparentemente escandalizados porque su maestro comía con aquella chusma. En otras palabras: ¿estaban seguros de la decisión que habían adoptado siguiéndolo cuando se permitía tratar a aquella gente que no se sometía a las normas religiosas – es de suponer que hoy, en una sociedad como la española, ni se confesarían ni irían a misa ni comulgarían por Pascua florida - y, por lo tanto, estaba excluida de salvación? ¿Creían de verdad que aquel hombre estaba enseñando lo correcto? Aún más: ¿cómo podían dar por buenas las palabras de alguien que cuestionaba de manera tan frontal el tinglado religioso que ellos representaban?



La respuesta de Jesús difícilmente pudo ser más clara. No pretendió que la conducta de “los recaudadores de impuestos y los pecadores” era correcta o, al menos, indiferente. A decir verdad, saltaba a la vista que toda aquella gente estaba enferma espiritualmente. Pero precisamente para los que reconocían que estaban enfermos existía alguna esperanza. En su enfermedad, podían buscar cura o, al menos, escuchar a alguien que se la ofreciera fuera de los márgenes de la religión. Ésa era la misión de Jesús: llamarlos a la conversión y a entrar en el Reino, el único lugar donde sus espíritus podrían recibir la sanidad que necesitaban. Así era porque no se apoyarían en creaciones humanas no por religiosas menos falsas sino en una relación directa y personal con Dios. Sin embargo, por lo que se refería a aquellos religiosos… su situación difícilmente podía ser más desdichada. Estaban convencidos de que fuera de su “iglesia” no había salvación, creían poseer la metodología correcta para ir al cielo, se permitían despreciar a los demás convencidos de que sabían… ¡Qué desastre espiritual! Desde muchos puntos de vista, su enfermedad espiritual era peor que la de los “pecadores” porque, convencidos de que su pertenencia a un club religioso – el único bueno, claro está – los salvaba, se cerraban al único camino de salvación que no es nunca la religión sino Jesús. Mateo Leví, el antiguo recaudador de impuestos, lo había comprendido. Ellos, por desgracia, no.



CONTINUARÁ:



El Reino vs. la religión (III): Marcos 2: 18-22

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Published on March 06, 2015 01:06

March 5, 2015

El Conde-Duque de Olivares o la última oportunidad

Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, más conocido como el Conde-Duque de Olivares, nació en Roma aunque procedía, como Séneca o Trajano, de una familia andaluza. Destinado inicialmente a la vida eclesiástica, la muerte de sus hermanos mayores le abrió el camino a la corte.

La llegada al trono de Felipe IV y la renovación generacional le permitieron ir escalando puestos hasta convertirse en valido. Olivares era consciente del peligro alarmante por el que atravesaba la nación y en 1624, entregó al rey la Gran Memoria que preconizaba la unificación legal de España y el fortalecimiento regio frente a la división territorial. Consciente de hasta qué punto, Castilla, la corona más importante de las españolas, se estaba desangrando, insistió en una Unión de armas que llevara a la Corona de Aragón (reino de Aragón, reino de Valencia, principado de Cataluña y reino de Mallorca) a compartir las cargas. Igualmente, intentó la realización de una serie de reformas económicas que implicaran el final de la corrupción, la remodelación de la administración, el impulso de la industria española y la supresión de impuestos como el de los millones. Incluso se atrevió a propugnar que se permitiera el regreso de los judíos expulsados en 1492. Este plan de robustecimiento nacional resultaba obligado en la medida en que España estaba enredada en la última gran guerra de religión, la de los Treinta años. Objetivamente observado, Olivares estaba cargado de razón, pero sus reformas chocaban con los privilegios de la aristocracia, la iglesia católica y las oligarquías locales y no pudieron llevarse a cabo. La consecuencia directa fue que en 1627 España sufrió una bancarrota y las derrotas en el exterior se multiplicaron. En 1640, se produjo una sublevación en Cataluña que, temporalmente, sometió el principado a Francia y que no concluyó hasta 1652. En paralelo, Portugal se independizó (1640) e incluso Andalucía fue foco de otro proceso secesionista (1641). En 1643, Olivares fue desterrado a Loeches, pero sus enemigos – que no le perdonaban su afán reformista – lograron que el rey lo confinara en Toro e incluso que en 1644, la Inquisición lo procesara por haber leído escritos de protestantes y el Corán. Murió antes de que el Santo Oficio dictara sentencia. Con él, se enterró la última oportunidad de España de sobrevivir como gran potencia.



Próxima semana: Velázquez

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Published on March 05, 2015 00:12

March 4, 2015

Algunas noticias… Y son buenas

Cuando lean ustedes estas líneas, Dios mediante, un servidor estará en Centro-América comenzando a impartir una serie de conferencias en distintos ámbitos.

​La semana va a estar cargada, pero aun así contarán con la oportunidad de escuchar la singladura diaria de La Voz y, por supuesto, con mis posts que - este viernes sí – incluirán los estudios bíblicos de rigor. Pero, aparte de eso, quiero compartir con ustedes varias noticias que, a mi juicio, son buenas. La primera es que la parte de mi biblioteca – más del ochenta por ciento a decir verdad – que no llegó a Estados Unidos se pondrá a la venta en breve. Estamos hablando de un fondo bibliográfico de varios miles de volúmenes, no pocos de ellos valiosos, en lenguas que van del español, el inglés, el francés o el ruso al hebreo, el árabe o el sánscrito. Por supuesto, la temática es variadísima hasta el punto de que, en realidad, estamos hablando de varias bibliotecas imbricadas en una.



Como ya conté en alguna ocasión, en el pasado intenté donarla a distintas instancias oficiales sin conseguirlo - ¡menudo trabajo venir a recogerla a mi casa aunque fuera gratis! – y, finalmente, he decidido venderla. A diferencia de Amando de Miguel que también ha pasado los últimos meses intentando venderla al completo – no sé si lo ha conseguido, pero le deseo éxito – yo la pondré a la venta de tal manera que los volúmenes se puedan comprar por separado. Hay algunas colecciones que irían completas, claro está, porque no tiene sentido desmembrar las obras completas – hasta ese entonces – de Rudyard Kipling o la traducción de Las mil y una noches realizada por sir Richard Burton. Sin embargo, la mayoría de los volúmenes se pondrán a la venta por separado. El dinero que se recoja de la enajenación de mi biblioteca estará destinado a beneficencia y, por supuesto, a seguir financiando el programa de La Voz que suma oyentes cada día no sólo a uno y otro lado del Atlántico. De hecho, sabemos que nuestro oyente más fiel por internet está ubicado en Corea del sur y que el segundo vive en Camboya. Maravillas de la técnica contemporánea. Volviendo a los libros, creo que no se le puede dar mejor empleo teniendo en cuenta que, por añadidura, al ser en un porcentaje nada desdeñable imposibles de encontrar ya, regresarán al mercado para que otros los disfruten como yo lo he hecho durante décadas. Esa es, pues, una buena noticia.



Buena noticia es también que, Dios mediante, este viernes y el que viene estará en La Voz en sendas entrevistas Daniel Estulin. No deseo entretenerme mucho en hablar de él porque me conozco y sé que me desbordaría. Estulin es el primer especialista mundial en el Club Bilderberg, ha sido propuesto a premios como el Pulitzer y el Nobel de la paz, y en unas semanas se estrenará una película suya sobre el citado tema. Estoy convencido de que las personas que escuchen las dos entrevistas no se arrepentirán porque Estulin es por si mismo un personaje fascinante, pero adentrarse con él en una política que se desarrolla en las alturas y que está muy por encima de la de los gobiernos nacionales sin excluir al de España no tiene precio. Por supuesto, una vez emitidas, las entrevistas se colgarán en la web de Radio solidaria, en www.cesarvidal.com, en las páginas de Facebook de César Vidal y de Es la noche de César, en Twitter y en Youtube. Es la mejor manera de que la gente pueda escucharlas y reflexionar sobre su contenido no necesariamente para aceptarlo, pero sí para reflexionar. Recuérdenlo, pues: será este viernes y el de la semana que viene en La Voz.



Otra buena noticia es que, estando en China, se me comunicó que he ganado el Premio de ensayo Stella Maris con un libro sobre el régimen de la Transición española titulado El traje del emperador. La decisión la adoptó por unanimidad un jurado presidido por Luis Racionero. Para mi, se trata de una buena noticia por varias razones. En primer lugar, porque puede publicarse en España un libro que grandes editoriales no se atrevieron a sacar a la luz en su día ya que desvela los entresijos reales del régimen actual y con ellos los porqués de su desarrollo concreto y de su crisis de los últimos años susceptibles de derivar en colapso. El juicio que el proyecto de la obra en algún caso fue entusiasmado en ciertos editores se convirtió casi enseguida en horror y en decisión de no publicar no sólo ese sino cualquier otro libro mío. Pues bien, Dios mediante, a partir del 17 de este mes, El traje del emperador estará en las librerías. Les incluyo el enlace con la página de la editorial por si les interesa.



En segundo lugar, este hecho indica que las listas negras aguantan lo que pueden que, generalmente, es también lo que uno esté dispuesto a aguantar frente a ellas. De autores como Dalton Trumbo se esperaba que no pudiera volver a escribir después de que lo incluyeran en las listas negras de Hollywood, pero, al fin y a la postre, aunque fuera con pseudónimo, le acabaron dando el óscar y, finalmente, volvió a escribir con su nombre. Salvando las distancias porque ni España es Estados Unidos ni determinadas editoriales son Hollywood ni yo soy Trumbo da la sensación de que mi experiencia va a tener algún paralelo. Hace unas semanas salió mi primer libro del exilio en Estados Unidos – hasta aquí no pueden llegar ciertas manos - y ahora he ganado un premio de ensayo en España. No soy tan optimista como para pensar que tengo la menor posibilidad de ganar algún premio que, por ejemplo, tuviera que entregar Artur Mas, pero lo que vaya a pasar en el futuro sólo puede saberlo Dios y, de momento, los síntomas dan la impresión de ser buenos.



Finalmente, es más que posible que, siquiera por una semana, regrese a España muy pronto. Hará pronto un año que no piso el “viejo país” y aunque de muchas cuestiones estoy ahora mucho mejor informado que cuando vivía en él, estoy seguro de que no dejará de tener su encanto volver a verlo y, de paso, reencontrarme en persona con algunos de los habituales de este muro. Incluso mi intención es si vuelvo, hacer el programa de La Voz en los estudios de Radio Solidaria durante esos días y no valiéndome de las maravillas de la técnica al otro lado del Atlántico. Como ven, todo son buenas noticias y además hoy empiezo mis conferencias que espero también muy positivas siquiera por la expectación que existe. Les deseo lo mejor y, como siempre, me despido de ustedes con mi habitual God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!

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Published on March 04, 2015 13:28

China (I): trabajo duro, prosperidad moderada

​El año pasado China superó a Estados Unidos en Producto Interior Bruto convirtiéndose en la primera economía mundial. No es que el hecho fuera inesperado, pero sí resultó más que sorprendente la rapidez con que se había llegado a una situación que no se esperaba antes del segundo tercio del siglo XXI.

Con todo, debe reconocerse que la manera en que nuestro siglo se está configurando como el de China tiene no poca lógica, una lógica que intentaré desgranar en sucesivas columnas. Seguramente, la primera razón se encuentre en la visión del trabajo y de sus resultados que vive ese veinte por ciento de la población mundial que es China. Cuando se reflexiona en las declaraciones de su actual máximo mandatario Xi Jinping, las proclamas del partido comunista o, de manera especial, las conversaciones con la gente de la calle si existe algo que queda claro sin duda alguna es que los chinos aspiran a prosperar sobre la base fundamental de su trabajo personal. Entiéndase bien. La base del avance en la vida es el esfuerzo individual incluso en unas condiciones que no pocos de nuestros compatriotas considerarían punto menos que heroicas, pero que los chinos ven como absolutamente naturales. Del estado se puede esperar que planifique el tendido de carreteras o que mantenga servicios como la sanidad o la educación, pero no que proporcione subvenciones o que otorgue salarios sociales. Es cada uno con su labor como lograra abrirse camino e incluso esa senda – la insistencia oficial al respecto no deja lugar a dudas – conducirá a una prosperidad que, por definición, será moderada. Es cierto que los millonarios son una especie en expansión en China, pero nadie debería caer en el error de creer que el sistema promete ese sueño. A decir verdad, lo que pretende es que cada cual asuma su responsabilidad, trabaje lo más posible y se labre un porvenir. Precisamente por eso mismo, la presión fiscal en China es ridícula si se compara, por ejemplo, con la de España. El impuesto sobre la renta ronda un tipo medio del 17 por ciento mientras que el de sociedades se sitúa entre el diez y veinte. Que no se engañe nadie. El gobierno chino no es liberal – a decir verdad, es medularmente comunista – pero desde hace décadas ha captado realidades innegables para cualquiera que no quiera cegarse y es que el trabajo personal, la ausencia de medidas asistenciales, la confianza en un cierto avance y los bajos impuestos crean prosperidad.

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Published on March 04, 2015 00:09

March 3, 2015

Hijos de la ira

​ “¿Cuál es la causa de la triste situación presente? La verdad es que existía algo que ya no existe, algo que conservaba libre a la sociedad. ¿Qué era este algo? Nada de extraordinario ni complicado. Sencillamente lo siguiente: quien aceptaba dinero de aquellos que pretendían dominar o arruinar a la nación era aborrecido por todos y ser convicto de corrupción era el peor delito y no existía ni remisión ni perdón. Ahora ha sido introducido lo que arruina a la nación. ¿Qué es? Envidiar a quien ha aceptado dinero, reír si alguien lo reconoce, perdonar a los culpables y, más aún, odiar a quien los censura. En resumen: la corrupción y todo lo que la acompaña”. El autor de estas líneas identificaba el origen de los males de su sociedad, una sociedad democrática, en la corrupción y, sobre todo, en una indiferencia frente a ella que había terminado por corroer sus bases y abrir el camino hacia soluciones demagógicas llamadas a instaurar una tiranía.

De manera bien significativa, quien escribió este párrafo fue un destacado miembro de la primera democracia de la Historia, la de Atenas, se llamaba Demóstenes y su exposición tiene ya casi veinticinco siglos de Antigüedad. A decir verdad, el paso de la democracia a la tiranía pasando por el populismo demagógico puede estar nuevamente de trágica actualidad, pero no es un fenómeno nuevo. Se base en una proclamación de socialismo (Venezuela, Bolivia, Ecuador), en un intento de remozar viejas teorías políticas (Argentina, Grecia, España) o en un mensaje nacionalista (Francia), más allá de lenguas o tradiciones, de naciones o de sistemas, su desarrollo es siempre el mismo aunque, en estos momentos, no se encuentre en estadios diferentes en las distintas naciones.



La primera fase de desarrollo de los populismos – da lo mismo si se trata del chavismo en Venezuela, del evismo en Bolivia, del kirchnerismo en Argentina, de Syriza en Grecia o de Podemos en España - ha estado vinculada a la corrupción, una corrupción que los partidos convencionales no han querido o no han podido comprender en todo su significado para desgracia de ellos y de sus naciones. Esa corrupción, sumada a una crisis económica mayor o menor, ha causado el suficiente cansancio y la suficiente cólera entre millones de ciudadanos como para que, en un acto de siniestra irresponsabilidad, hayan decidido votar a determinadas opciones políticas tan sólo porque prometían limpieza en la vida pública.



En la segunda fase, el uso de la demagogia y la utilización del enfrentamiento social proporcionan beneficios tangibles. El populismo busca la fractura social y la aprovecha. Si en Venezuela se ha enfrentado a los ricos con los pobres; en Bolivia se ha opuesto a los indígenas con los blancos; en España, se intenta lanzar a los jóvenes contra los viejos y en Francia o Alemania, a los nacionales contra los extranjeros. De hecho, no resulta difícil ver cómo, por ejemplo, el nacionalismo catalán no pasa de ser un populismo curiosamente subvencionado por aquellos a los que ataca. Semejantes divisiones de las distintas sociedades tienen no poco de artificial, pero apelan a sentimientos primarios y, precisamente por ello, bastan para movilizar a millones. En la tercera fase, tras conquistar el gobierno, los populistas procuran que las urnas que los llevaron al poder no puedan ya desalojarlos de él. Se llega así de manera natural a una cuarta fase - Demóstenes la hubiera reconocido porque la sufrió – en que los propósitos siniestros dan lugar a realidades inicuas. Se produce entonces el vaciamiento del sistema democrático y el dominio del gobierno sobre la judicatura, el ejército y los medios de comunicación, todo ello añadido a la persecución - no siempre conocida, pero brutal e implacable - contra los disidentes. El populismo - que había acabado con la democracia porque la corrupción la carcomía y los políticos no supieron prever el futuro – se convierte entonces en una tiranía en la que el estado pasa a ser repartido entre el tirano y sus seguidores.



En una quinta fase, a todo lo anterior se suma el empobrecimiento. En el Índice de miseria 2014 publicado por el Cato Institute, Venezuela ostenta el dudoso honor de ser el país más miserable del globo seguido a poca distancia por Argentina. Sin duda, la corrupción anterior era intolerable y causa de males innumerables, pero las supuestas bondades salvadoras de los populismos acaban quedando de manifiesto en las filas interminables ante los supermercados, en la desaparición de los artículos de primera necesidad y en el colapso de la economía nacional por más que se busque la alianza con regímenes totalitarios para evitarlo.



Esa es la trayectoria de los populismos a día de hoy aunque si bien en algunos casos el ciclo ha llegado hasta su final, en otros, no ha pasado de las primeras fases. Sin embargo, no cabe engañarse, la experiencia repetida de las últimas décadas – y de más de dos milenios – es que el populismo siempre se desemboca en la tiraní

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Published on March 03, 2015 00:05

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César Vidal
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