César Vidal's Blog, page 129
February 2, 2015
El comunismo y la mala gente
No negaré que en las filas del comunismo militaron gentes idealistas y sacrificadas. Pero esa circunstancia no puede ocultar que el comunismo es la ideología que en menos tiempos ha exterminado a más seres humanos hasta superar la pavorosa cifra de los cien millones. Ya Lenin dejó claro a los eseristas en el primer gobierno revolucionario que sólo podrían mantenerse en el poder mediante el “terror de masas”. No llevaban los bolcheviques un año gobernando – era septiembre de 1918 – cuando Zinóviev, uno de los acólitos de Lenin, afirmaba: «Para deshacemos de nuestros enemigos, debemos tener nuestro propio terror socialista. Debemos atraer a nuestro lado digamos a noventa de los cien millones de habitantes de la Rusia soviética. En cuanto a los otros, no tenemos nada que decirles. Deben ser aniquilados». No exageraba. Lenin – no Stalin – creó la primera red de campos de exterminio más de una década y media antes que Hitler. También antes que Hitler – casi dos décadas – Lenin dio órdenes de utilizar el gas para exterminar en masa a los disidentes, órdenes que ejecutó sin pestañear Tujachevsky. No deja de ser revelador que incluso la furgoneta para asesinar con gas fuera inventada por un bolchevique con anterioridad a su uso por las SS. Ni siquiera la victoria de Stalin en la Segunda guerra mundial puso fin al terror comunista. A él se sumó, por ejemplo, un personaje como Mao que a día de hoy sigue a la cabeza del listado de genocidas por delante de Hitler y Stalin. Se dirá que en China había mucha gente. Sin duda, pero el también comunista Pol Pot fue el responsable del exterminio del veinticinco por ciento de los habitantes de la menos poblada Camboya. No deseo abrir viejas heridas, pero el único acto que puede ser calificado con propiedad de genocidio en la terrible guerra civil de 1936-39 fueron las matanzas de Paracuellos ordenadas, ejecutadas e incluso asesoradas por comunistas nacionales y extranjeros. Los hechos son testarudos – que decía Lenin – y dejan de manifiesto que el comunismo ha desplegado la mayor capacidad para el crimen y el genocidio en un siglo sobresaliente en asesinos y genocidas. Defenderlo a estas alturas es propio de ignorantes, de necios o de aspirantes a engrosar su más que dilatada lista de asesinos.
February 1, 2015
En recuerdo de Camino del Sur
El primero, en una hora sola, llegó a superar la audiencia de las tres horas del programa de La tarde de COPE. No es sorprendente porque el mérito no era mío sino de Elvis Presley, de Kenny Rogers, de Willie Nelson y de tantos otros que nos permitían comenzar con rock y seguir con el country y el blues para desembocar siempre en el góspel. Hace unos días, Pedro Tarquis me hizo una entrevista hablando de esos temas. He decidido colgarla en esta página. Siquiera sea en recuerdo de Camino del sur. Y como concluía aquellos programas… nos despedimos como siempre con una despedida sureña: God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
January 31, 2015
La Reforma indispensable (XXXIV): El proceso Lutero (XIV): La Dieta de Worms (V): el juicio (III)
“Estoy resuelto a atenerme a todo lo que se haya hecho desde el concilio de Constanza. Este Hermano aislado, con seguridad se equivoca al levantarse contra el pensamiento de toda la Cristiandad, porque si no fuera así, la Cristiandad hubiera estado en el error desde hace más de mil años.
Estoy dispuesto a apoyar esto con mis reinos y con mis posesiones, con mis amigos, con mi cuerpo y con mi sangre, con mi vida y con mi alma. Sería una deshonra para nosotros y para vosotros, miembros de la noble nación alemana, si hoy, por nuestra negligencia, permitiéramos que la menor sospecha de herejía o descrédito de la religión se deslizara en el corazón de los hombres.
Hemos oído ayer, aquí, el discurso de Lutero. Os declaro que me arrepiento de haber tardado tanto en adoptar medidas contra él. No deseo volver a oírlo nunca”.
Carlos añadió a continuación que, aunque Lutero contaba con un salvoconducto, lo consideraba un hereje notorio y esperaba que los príncipes hicieran lo mismo. Las palabras del emperador constituían una sentencia de muerte para el monje. En apariencia, sus días estaban contados perseguido por Carlos y por sus súbditos. Sin embargo, la Historia no se desarrolla jamás como la planean los hombres. Nada podía permitir sospechar que ese mismo emperador en unos años saquearía Roma y que no pocos católicos interpretarían ese hecho como un justo castigo divino sobre los pecados papales. Tampoco podía ni siquiera imaginar que su decisión no señalaba el final de la Reforma apenas iniciada sino la consumación de la ruptura y del caso Lutero.
Ciertamente, con la manifestación del emperador Carlos, clara y sin fisuras, en contra de Lutero el proceso había llegado a su fin. No existía ya marcha atrás. Por un lado, a pesar de sus debilidades y de sus intereses mal situados, el mayor poder religioso de la época había obtenido lo que deseaba; por otro, el mayor poder político de la época había decidido colaborar en sus objetivos. Nadie había discutido a fondo las posiciones de Lutero, nadie le había respondido y, mucho menos, nadie lo había refutado. Sin embargo, había razones para considerar que, como en el caso de Juan Huss, que había ardido en la hoguera un siglo antes, todo había concluido.
A la mañana siguiente, las calles de Worms aparecieron repletas de inscripciones y volantes que gritaban de manera elocuente: “¡Que el papa te condene, que el emperador te condene! Federico también te va a condenar y con toda seguridad no respetará tu salvoconducto. ¡Pobre desgraciado! Lo único que haces es rumiar viejos errores. ¡No has inventado nada nuevo!”.
Sin embargo, no todo resultaba tan sencillo ni iba a ser tan fácil. Como en los años anteriores, una parte considerable del pueblo respaldaba a Lutero. Así, junto a los textos que apuntaban al final próximo de Lutero también aparecieron letreros que anunciaban “¡Desgraciado el pueblo que tiene a un niño por rey!”. La situación resultaba tan delicada que el arzobispo de Maguncia envió a su hermano, el elector de Brandeburgo, para entrevistarse con el emperador. Su misión era suplicarle que se dignara interrogar otra vez a Lutero en presencia de algunos príncipes. La reacción del emperador, advertido de los propósitos del arzobispo de Maguncia por el nuncio Aleandro, fue de negativa rotunda. Con todo, a pesar de la claridad de ideas de Carlos, los Estados distaban mucho de estar convencidos de que la manera en que se había llevado todo a cabo hubiera sido la mejor. Insistieron, por lo tanto, en que Lutero compareciera ante tres o cuatro personalidades que conocieran las Escrituras y que pudieran refutarlo. De esa manera, el monje no podría decir que sus tesis no se habían discutido ni el pueblo podría quejarse – hasta ahora con razón – de que se le condenaba sin haber sido juzgado con todas las garantías.
El día 22, con no poca reticencia, el emperador cedió. Sin embargo, su concesión fue mínima. Se limitó a comprometerse a conceder a los Estados tres días para que intentaran durante los mismos conseguir la retractación de Lutero. Por lo que a él respectaba, se mantendría al margen. De hecho, ni siquiera enviaría a un representante.
Así, el mismo día en que la Dieta sometía a votación las Quejas de la nación alemana, nombró una comisión formada por los Electores de Brandeburgo y de Tréveris, el duque Jorge, los obispos de Augsburgo y Brandeburgo, Peutinger y otras dos personas, una de las cuales representaba a Estrasburgo. De la composición de la comisión dice bastante el hecho de que sólo este último miembro y Peutinger no fueran hostiles a Lutero.
El interrogatorio estuvo dirigido por Jerónimo Vehus, canciller de Baden, pero Lutero, que estaba convencido de que pretendían obligarlo a que renunciara a apoyarse en la Biblia, insistió en que sólo se retractaría ante una demostración de sus errores basada en las Escrituras. La situación volvía de nuevo a correr el riesgo de llegar a un punto muerto y, para sortearlo, el arzobispo de Tréveris invitó a Lutero a discutir frente a frente, asistido cada uno de ellos por un par de expertos. Finalmente, tras las bulas papales, tras la comparecencia ante la Dieta, tras la condena imperial, se había llegado al punto que el agustino llevaba suplicando desde hacía años. Como era de esperar, Lutero aceptó.
CONTINUARÁ
La Reforma indispensable (XXXV): El último debate
January 30, 2015
Take My Hand, Precious Lord
Hay quien decide apoyarse en otros seres humanos y en instituciones. Eso si es que no cae en la desesperación. Sin embargo, algunos hemos experimentado a lo largo de nuestra existencia una alternativa diferente. Independientemente de lo que puedan hacer los demás, sabemos que podemos volvernos hacia Dios y decirle: Señor, toma mi mano. Toma mi mano no para que yo te arrastre a mis deseos sino para que Tu me lleves hacia Tus propósitos. Toma mi mano porque sin Ti guiándome me perdería. Toma mi mano para que no la ponga donde no debo agarrándome a propósitos indeseados e indeseables.
Esa visión es la reflejada en este maravilloso himno evangélico, un himno de humildad, de entrega, de confianza en el que se afirma, como enseñó Jesús, un claro hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
Les incluyo una versión extraordinaria de la canción debida a los invitados siempre notables de Bill y Gloria Gaither. Disfrútenla, pero piensen sobre todo en su contenido. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí están los Gaither.
January 29, 2015
Estudio Bíblico XV. Los libros históricos (IV): II Samuel
Lejos de mostrar resentimiento hacia Saúl, David acogió la noticia de su muerte con gran pesar sabedor de la tragedia que se había desencadenado (c. 1). David fue proclamado rey de Judá (c. 2), pero hubo de esperar años antes de que Israel también lo aceptara como rey (c. 5). David trasladó la capital a Jerusalén – una medida muy inteligente porque la ciudad estaba en el centro del reino, como sucede con Madrid en España, y permitía gobernarlo con inteligencia – trasladó a esta ciudad el arca (c. 6), renovó el pacto con Dios esencial para la venida del mesías (c. 7) y venció a los enemigos de Israel (c. 8 y 10). Sin embargo, II Samuel dista mucho de trazar retratos idealizados incluso de los héroes. El capítulo 11 narra el terrible pecado de David que no sólo cometió adulterio sino asesinato y el 12 describe cómo la justicia de Dios no se detuvo ante David. Hasta qué punto este relato resulta incómodo para un nacionalista lo podemos ver incluso a día de hoy en los escritos de los rabinos que se empeñan en decir que David no cometió pecado alguno y que de sus horribles acciones – no reconocidas como tales – sólo tienen un contenido simbólico. No cabe duda de que la Biblia no abraza semejante explicación que desafía el sentido común más elemental así como la lectura sencilla del texto.
Los capítulos 13 a 18 describen además la amargura que nace de la poligamia. Los hijos enfrentados, rebeldes, sin compasión son sólo una muestra de ello y motivo de reflexión para comprender la monogamia cristiana y los peligros de la poligamia predicada por Mahoma. A pesar de todo – pecado, culpa, castigo, fracaso… - David se mantuvo fiel a Dios y ésa es, sin duda alguna, su grandeza. Los capítulos 22-23 muestran el alma del héroe que sabe que es frágil, que no puede jactarse de nada ante Dios y que la salvación es pura gracia ya que sólo los necios, los ignorantes y los soberbios pueden creer que la ganan con sus esfuerzos. Aún al final de sus días, David volverá a comportarse incorrectamente al realizar un censo (c. 24), pero incluso entonces podrá decir de todo corazón: “caigamos ahora en manos de YHVH porque son numerosas sus misericordias, pero no caiga yo en manos de los hombres” (24: 14). David se arrepentirá de nuevo y, efectivamente, Dios volverá a perdonarlo. Porque Dios no busca corazones encadenados a una institución que dice representarlo ni que identifiquen la vida espiritual con ritos, ceremonias ni dogmas. Lo que desea es gentes que se acerquen a El humildemente, que reconozcan sus pecados y que acudan a El cada vez que tengan necesidad de perdón o de cualquier otra cosa. Cuando los corazones actúan de esa manera sucede, incluso en las peores crisis, lo que anuncia el último versículo de II Samuel: “y YHVH escuchó las súplicas de la tierra y cesó la plaga en Israel”.
Lecturas recomendadas: El pacto de Dios con David (c. 7); pecado y castigo de David (c. 11 y 12); Absalón (c. 13-18) y el censo (c. 24)
Próximo capítulo: I Reyes
El Evangelio de Marcos
El Dios que desciende (1: 40-45): segunda parte
La semana pasada, al comentar la curación del leproso por Jesús, señale la importancia de un verbo – kazaridso – que Marcos utiliza y que, convencionalmente, se traduce como “limpiar”. Bien pensado, que en un mundo como el humano lo mismo hace veinte siglos que ahora, es totalmente lógico que haya quien sienta una innegable necesidad de limpieza. El Nuevo Testamento es bien notable a la hora de señalar lo que Jesús, descendiendo hasta nuestro nivel, limpió.
En primer lugar, Jesús limpió todos los alimentos (Marcos 7: 19). Semejante paso no era pequeño en la medida en que la Torah diferenciaba los alimentos limpios (kosher) de los que no lo eran. Razones médicas aparte, lo cierto es que esa división permitía que algunas personas se sintieran superiores a otras sobre la base de lo que comían. A algunos les puede parecer chocante, pero encontramos esa conducta en no pocas religiones. El judaísmo ha ido ampliando en el Talmud las prohibiciones contenidas en la Torah; el islam mantiene la prohibición de consumir cerdo; el hinduismo y el budismo contienen no pocos tabúes hacia la comida; incluso hay algunas sectas que insisten no sólo en que son lo mejor del cristianismo – incluso lo único – sino que además prohíben el consumo de ciertos alimentos siempre o en ciertas épocas del año. La enseñanza de Jesús fue muy distinta. Declaró limpios todos los alimentos porque señaló que el origen del mal no está en lo que entra por la boca sino en lo que sale del corazón (Marcos 7: 18-21). Escribas y fariseos podían empeñarse en limpiar el exterior, pero es el interior lo importante (Mateo 23: 25-6).
En segundo lugar, Jesús, mediante su sangre derramada en la cruz, nos limpia de todo pecado (I Juan 1: 7). Esa limpieza no procede de la fórmula pronunciada por un clérigo ni de unas gotas de agua derramadas sobre una frente infantil. Esa limpieza sólo la puede realizar Jesús mediante su sangre expiatoria.
En tercer lugar, Jesús limpia las conciencias de obras muertas (Hebreos 9: 14). El pasaje resulta de extraordinaria importancia porque deja de manifiesto que el sacrificio expiatorio de Jesús en la cruz salva y, por eso mismo, puede limpiar las conciencias de las obras muertas, esas obras que – necia o ignorantemente – algunos pretenden que proporcionan la salvación cuando lo cierto es que ésta sólo procede de la gracia de Dios manifestada en la cruz del Calvario.
En cuarto lugar, Dios nos limpia de toda maldad y nos perdona si le confesamos nuestros pecados (I Juan 1: 9). En ningún lugar, se menciona un ritual o un mediador en ese proceso. Basta con ir a Dios – como hizo el publicano de la parábola o el ladrón arrepentido – para recibir ese perdón que deriva del sacrificio del mesías-siervo.
Esa limpieza se opera en los corazones de todos mediante la fe (Hechos 15: 9). Dios desea limpiarnos, librarnos de la suciedad que pueda anidar en nuestro espíritu, liberarnos de las miasmas de la vida que llevamos. Lo hace a través del sacrificio del mesías-siervo y lo recibimos gratuitamente si lo aceptamos con fe porque no podemos comprarlo, negociarlo o adquirirlo.
Suficiente sobre el verbo kazaridso. La semana que viene, Dios mediante, seguiremos hablando del encuentro de Jesús con el leproso.
CONTINUARÁ
January 28, 2015
Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera o la primera Biblia en español
En 1557, temerosos de que la Inquisición pudiera descubrirlos, varios de ellos encabezados por Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, optaron por exiliarse de España. Se trató de una sabia decisión porque, en 1562, la Inquisición quemó en efigie a Casiodoro de Reina. Sus obras – que abogaban por la tolerancia religiosa de todos sin excepción - serían incluidas en el Índice de libros prohibidos. Ese mismo año de 1562, Reina se encontraba en Inglaterra y comenzó a traducir la Biblia al español. Acosado por las envidias, Reina se vio obligado a abandonar la isla y marchar a Amberes (1564). Allí concluyó la traducción. Fue la primera completa al español de toda la Historia ya que la Políglota Complutense se había limitado a reproducir el texto en otras lenguas. Defensor convencido de la libertad de conciencia, también fue autor Reina del primer gran libro contra la Inquisición – Algunas artes de la Santa Inquisición española, editado en Heidelberg (1567). Dos años después se publicaba su traducción conocida como la Biblia del Oso por el dibujo de su portada. Casiodoro de Reina vivió en Amberes hasta que las tropas de Felipe II entraron en la ciudad (1585). Huyó entonces a Frankfurt del Main donde residió hasta su muerte (1594). Cipriano de Valera – que fue profesor en Cambridge, Oxford y Londres y que escribiría textos notables en defensa de los indígenas americanos – publicó un texto revisado de la traducción (1602) que se convertiría en la edición de la Biblia en español más difundida de la Historia incluso en la actualidad y cuya calidad fue reconocida hasta por un integrista como Menéndez Pelayo. Significativamente, en España estaría prohibida durante siglos. Reina y Valera serían mucho más conocidos y apreciados fuera de su tierra natal que en ella. Como tantos otros españoles sobresalientes.
Próxima semana: Ignacio de Loyola
January 27, 2015
Entrevista sobre el Islam
January 26, 2015
Diga usted que sí, doña Cristina
Con todo, el anonadamiento me ha venido al contemplar a Cristina Almeida afirmando que estaba totalmente de acuerdo con la veda del piropo porque a ella, como mujer, le gusta ir tranquila por la calle. Este tipo de afirmaciones sólo acierto a atribuirlas a dos posibles razones. La primera es que, efectivamente, se correspondan con la verdad y Doña Cristina esté harta de que, mientras circula por calles y avenidas, surjan mozos exaltados que alaben su piel suave y aterciopelada, jóvenes incontrolados que elogien su talle de avispa y mozalbetes que musiten frases encendidas a la vista de sus torneadas piernas. De acuerdo con esta primera hipótesis, resulta una maldición horrenda disfrutar de una apariencia física como la de doña Cristina dado que provoca irremediablemente y a cada instante requiebros en cadena. Yo me hago cargo. Claro que también existe una segunda posibilidad. Es la de aquellos – en este caso aquellas – que saben que determinadas sonrisas de la vida nunca les serán dirigidas, que los halagos les son negados y que las palabras hermosas nunca recalarán en ellos o, en esta ocasión, en ellas. Son los mentecatos que odian al inteligente; los ignorantes que aborrecen al sabio; los analfabetos que abominan al que lee; los mancha papeles que no soportan a los buenos escritores. Todos y cada uno prohibirían si en su mano estuviera el talento, la brillantez o la belleza. Debe reconocerse que algunas ideologías de carácter igualitario han avanzado no poco por esa senda más de una vez empapada de sangre inocente. Yo comprendo – aunque, en el fondo, me de mucha compasión – que esas mujeres a las que la Naturaleza les ha negado alguna manifestación mínima de hermosura se sientan como de parto al contemplar que otras más agraciadas despiertan las miradas y descorren los labios de los varones. Incluso no me extrañaría que ese refrán tan tonto y tan falso que afirma que “la suerte de la fea la guapa la desea” fuera un invento suyo para intentar compensar lo que la realidad desmiente a cada instante. No se crea, desde luego, que ese es el caso de doña Cristina Almeida. A decir verdad, no hay nada más que verla para saber que no puede dar un paso sin que estén a punto de matarla a piropos.
January 25, 2015
Nuevos libros, mañana Dios mediante
1. Checas de Madrid
La represión llevada a cabo por los vencedores de la guerra civil española ha sido descrita, con mayor o menor exactitud, en distintas obras desde hace más de tres cuartos de siglo. No ha sucedido lo mismo con la represión llevada a cabo por las fuerzas del Frente popular entre las que se encontraban comunistas, socialistas, anarquistas y nacionalistas vascos y catalanes.
Checas de Madrid fue una obra pionera al señalar todos los lugares donde se ejerció la represión frente-populista y al dar los nombres de todas las víctimas ejecutadas en la provincia de Madrid La obra además mostraba la implicación de Stalin y sus agentes en la zona del Frente popular, en su política y en sus formas de persecución y exterminio políticos.
De manera fácil de entender, Checas de Madrid se convirtió en un best-seller por su incomparable calidad historiográfica, pero también fue objeto de feroces ataques por parte de las izquierdas y de los nacionalistas. De hecho, la persecución de la obra fue tan encarnizada que no se detuvo hasta que la editorial dejó de publicar el libro.
Descatalogado durante años, Checas de Madrid vuelve ahora a estar a disposición de los lectores hispano-parlantes en formato electrónico.
2. El inquisidor decapitado.
Tomas Moro ha sido una figura excepcionalmente bien tratada por el cine y el teatro en obras como Un hombre para la eternidad (A Man for All Seasons). Ejecutado por orden del rey Enrique VIII, ya en el siglo XX, fue canonizado por la iglesia católica. Menos conocido es que la propia iglesia católica prohibió su libro más importante – Utopía – dado que defendía un modelo de sociedad comunista o que tardó más de cuatro siglos en canonizarlo. Casi completamente ignorado es que Tomás Moro fue víctima directa de las fuerzas represivas que él mismo había dirigido. Tomás Moro comprendió mejor que muchos que la Reforma protestante significaba el final de la Edad Media y el inicio de la Modernidad. Precisamente por ello, no dudó en convertirse en torturador eficaz, feroz perseguidor de disidentes y ejecutor despiadado de los que no se sometían a la iglesia católica. Fracasó en su empeño y ese fracaso ayudaría a que Inglaterra de un destino más libre y próspero que el sufrido por las naciones sometidas a la Contrarreforma. Esta novela presenta a Moro justo antes de morir recordando lo que ha sido su vida anterior. Muy bien documentada – trabajé tanto con documentos relacionados con Moro que habría podido escribir una biografía extensa – la considero una de mis mejores novelas cortas.
3. La noche de la tempestad.
El testamento de William Shakespeare constituye un enigma histórico nunca resuelto. En su última voluntad, el conocido escritor legó la práctica totalidad de sus bienes a su primera hija mientras que apenas dejó nada a su esposa y al resto de su descendencia. La noche de la tempestad desvela el secreto oculto tras ese testamento y cómo inspiró las obras inmortales del bardo de Stratford upon Avon. Esta novela fue llevada al teatro gracias a Karpas y se mantuvo en cartel durante varios meses. Por cierto, uno de los jefes de Es.Radio que asistió al estreno le escribió un email a su querida contándole sus impresiones sobre la obra. Debía andar despistado porque me lo mandó a mi… hasta ahí puedo contar. Pero volviendo a La noche de la tempestad - que se publicó en Corea del sur – debo decir que constituye un mensaje de amor y de esperanza en un mundo herido por la deslealtad y la desesperación.
4. La mandrágora de las doce lunas.
Al. Ándalus, Siglo IX. Oso, un cristiano de vida irregular, está a punto de ser ejecutado por orden de un tribunal musulmán. Cuando la sentencia va a ejecutarse, Oso ofrece conseguir una planta mágica a cambio de que se respete su vida. El pacto es aceptado, pero solo contará con doce días para cumplir su misión y su hija Lara quedará como rehén. Ayudado por su amigo, el persa Yalal-ad-Din y por Osobelena, una esclava normanda, Oso intentara salvar su vida y la de su hija en un intento imposible. Fue mi primera novela en obtener un premio literario – Premio Ciudad de Cartagena de novela histórica – y, sin duda alguna, es uno de mis textos con los que más me divertí durante la redacción. La mandrágora… es una historia de magia y aventuras, de amor y astucia, de audacia e ingenio encuadrada en la invasión vikinga de la ciudad de Sevilla y en el universo prodigioso de Al.Ándalus, pero además contiene una visión de ánimo ante las dificultades que me ha resultado especialmente hermoso al releerla para preparar esta edición en formato electrónico.
Sólo recordar que el precio de estos libros es sensiblemente más barato que el habitual. La razón es que, a pesar de que estos ingresos se destinan a mantener el programa de radio La Voz, por encima de todo la meta que se persigue es que gente que no tiene muchos medios pueda leerlos y aprovechar su contenido.
January 24, 2015
La Reforma indispensable (XXXIII): El proceso Lutero (XIII): La Dieta de Worms (IV): el juicio (II)
Sin embargo, a pesar de su cansancio y de su mal estado físico, Lutero supo captar que todo era una argucia para dar a su comparecencia la apariencia de una vista legal, pero sin ninguna de las garantías indispensables. La petición de tiempo desconcertó al tribunal, obligó al partido papal a esperar, impresionó a los laicos y a los nobles por la humildad y la honradez del monje y le proporcionó una noche para orar y reflexionar sobre lo que iba a decir al día siguiente.
Contamos con notas de Lutero redactadas durante esa noche y por ellas sabemos que aquellas horas estuvieron marcadas por una soledad absoluta. Sus amigos estaban amenazados de muerte por Aleandro, habían sido condenados y excomulgados por la bula y carecían de permiso para estar en Worms. Sin embargo, el monje era consciente de que todo el mundo contemplaba lo que estaba sucediendo en Worms y, lo que era más importante para él, también lo hacía Dios.
A las cuatro de la tarde del día siguiente, 18 de abril, el heraldo vino a buscar a Lutero y lo condujo hasta el tribunal. Rodeado por una multitud, el monje tuvo entonces que esperar hasta las seis dado el trabajo del que debían ocuparse los príncipes. Durante ese tiempo, algunos nobles se le acercaron para decirle que deseaban quemarlo, pero que esa circunstancia no se produciría porque antes tendrían que eliminarlos a todos. “No tendrán problema en hacerlo”, les contestó Lutero de manera irónica, pero realista.
Cuando finalmente Lutero compareció ante la Dieta, se le indicó que se le había concedido un tiempo para deliberar a pesar de que no tenía ningún derecho a ello. Ahora debía responder si deseaba defender todos los libros que había reconocido como propios o quería retractarse de alguno. El anuncio fue realizado en latín y en alemán, y de manera bien significativa, el tono de la requisitoria fue más áspero en la primera lengua.
Lutero respondió en alemán. Su tono fue humilde y tranquilo por lo que no pocos pensaron que pensaba retractarse. Sin embargo, tenía otras intenciones. Así, señaló, en primer lugar, que reconocía como suyos los libros reunidos en el lugar en la medida en que no hubieran sido alterados por sus adversarios. Por lo que se refería a la defensa o retractación de los mismos, dividió sus libros en tres grupos. El primero abarcaba aquellos que la misma bula consideraba inofensivos. De ésos, no se retractaba. En segundo lugar, estaban los libros en los que lanzaba acusaciones contra el papado por torturar las conciencias y exprimir al pueblo. De esos no podía retractarse porque significaría “consentir esa tiranía y fortalecer su dominio”. Finalmente, se encontraban los escritos que había dirigido contra las personas que defendían “la tiranía romana” y pretendían tergiversar lo que había enseñado sobre la fe. En este caso, reconocía que debería haber sido más considerado, pero lo cierto es que no era un santo y, por añadidura, le resultaba imposible retractarse. A pesar de todo, si se le convencía de sus errores, refutándolos de acuerdo con los escritos de los profetas y del Evangelio, “nadie estaría más dispuesto a una retractación” que él “y sería el primero en arrojar al fuego los libros” que eran suyos.
Al terminar su exposición, se le pidió que la repitiera en latín lo que Lutero hizo. Acto seguido, los príncipes se retiraron a deliberar. No da la impresión de que resultara muy difícil que se pusieran de acuerdo. A su juicio, resultaba indispensable que Lutero dejara de manifiesto con claridad si se retractaba o no. Por ello, pidieron a Von Ecken que intentara dejar convenientemente esclarecido este aspecto y optaron por continuar la vista.
Al reanudarse la sesión, Von Ecken inició un discurso cuya finalidad obvia era doblegar a Lutero. Finalmente, le formuló la pregunta clave. ¿Se retractaba de sus libros y de los errores que contenían?. El monje reconoció que tanto el emperador como los miembros de la Dieta deseaban una respuesta sencilla y manifestó que la iba a dar en latín sin equívoco alguno:
“Hela aquí: a menos que se me persuada por testimonios de las Escrituras o por razonamientos evidentes, porque no me bastan únicamente las afirmaciones de los papas y de los concilios, puesto que han errado y se han contradicho a menudo, me siento vinculado con los textos escriturísticos que he citado y mi conciencia continua cautiva de las palabras de Dios. Ni puedo ni quiero retractarme de nada, porque no es ni seguro ni honrado actuar en contra de la propia conciencia”
En ese momento, abrumado por la emoción, Lutero cambió el latín en que se había expresado por su alemán materno y exclamó: “No puedo más. Haced de mi lo que deseéis. ¡Que Dios me ayude!”.
La respuesta de Lutero no dejaba esta vez lugar a dudas y algunos de los príncipes hicieron ademán de abandonar la sala. Von Ecken intentó entonces controlar la situación y gritó a Lutero que olvidara su conciencia, que nunca podría probar que los concilios se habían equivocado en materia de fe, sino, como mucho en materia de disciplina. El monje le respondió entonces que sí podía probarlo. No tuvo, sin embargo, oportunidad. A una señal del emperador, dos guardias lo sacaron de la sala y en esos momentos se produjo el estallido. Mientras la guardia española del emperador gritaba “¡Al fuego! ¡Al fuego!”, los alemanes – que no entendían lo que estaban diciendo - hacían la señal de la victoria.
Escoltado por los que llamaba sus “ángeles guardianes”, Lutero llegó al final a su alojamiento. Una vez allí, levantó los brazos al cielo mientras gritaba: “¡Ya está! ¡Ya está!”. Se encontraba embargado por la convicción de que había cumplido con su deber. Donde otros se habían retraído por miedo o por interés, él se había mantenido firme frente a los grandes poderes de su tiempo y fiel a los dictados de su conciencia. Lo había hecho además no por intereses políticos, por codicia o por ansia de poder sino por amor al Evangelio y sostenido en la fe en su Redentor.
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