César Vidal's Blog, page 133
December 25, 2014
¿Qué pasó hace dos mil años en Belén?
December 24, 2014
Alfonso de Valdés o la otra cara de la España imperial
Aunque fiel y eficaz servidor del emperador, Alfonso de Valdés, un convencido seguidor del humanista holandés Erasmo de Rotterdam, dejó en el texto constancia de la otra cara de la empresa imperial y, sobre todo, de la España real que la sustentaba. Autor de Diálogo de las cosas acontecidas en Roma y Diálogo de Mercurio y Carón – donde ponía en solfa al catolicismo de la época y abogaba por una Reforma eclesial basada en principios bíblicos – las obras de Alfonso de Valdés provocaron adhesiones, pero también odios cerrados como el de Baltasar de Castiglione, nuncio del papa que no pudo perdonarle que viera la destrucción de Roma como un castigo de Dios o, sobre todo, el de Francisco García de Loaysa, obispo de Osma y confesor de Carlos V. Como ha dejado de manifiesto en sus excelentes estudios Rosa Navarro, fue precisamente contra éste contra quien escribió Alfonso de Valdés El Lazarillo. Originalmente, la obra era el relato que Lázaro narraba en relación con un clérigo amancebado con su esposa, relato enhebrado en respuesta a la petición de una fémina que tenía al mal sacerdote por confesor y que temía que difundiera sus pecados. Sin embargo, ese punto de partida sirvió a Alfonso no sólo para atacar al confesor imperial sino, sobre todo, para describir la realidad oculta. El ciego sin escrúpulos que vivía de entonar canciones piadosas, el cura tacaño, el buldero farsante o el hidalgo vago constituían pruebas de que aunque el emperador entrara en la capital – la única referencia histórica de la novela - la nación buscaba sobrevivir como fuera a imagen del pobre Lázaro. También dejaba de manifiesto de manera nada oculta la pésima influencia que ejercía la iglesia católica en España. No es casual que todos los personajes negativos sean clérigos dispuestos, por ejemplo, a comerciar con bulas como las que en aquel entonces estaba denunciando Lutero en Alemania. En ese sentido, el Lazarillo más que una novela picaresca es una novela erasmista e incluso proto-protestante como han apuntado especialistas en el género. Muerto Alfonso de Valdés en Viena, su hermano Juan se llevó la obra a Italia donde se imprimió por primera vez. Las ediciones posteriores expurgarían no sólo un folio inicial donde se esclarecían los motivos de la redacción sino también pasajes religiosamente comprometidos. Pero el acta estaba levantada. La España imperial no era sólo la victoria de Pavía.
Próxima semana: Juan de Valdés
December 23, 2014
Luz de Navidad
Dado que era cristiano, Kepler no pudo dejar de preguntarse si la venida de Jesús al mundo habría tenido lugar en una fecha en que se hubiera producido un fenómeno similar y, realizando sus cálculos astronómicos, descubrió que una conjunción semejante había tenido lugar en el 6-7 a. de C. Esa fecha encajaba a la perfección con los datos sobre el nacimiento de Jesús proporcionados por el Evangelio de Mateo ya que en este texto - el primero del Nuevo Testamento- se afirmaba que María lo había dado a luz durante el reinado de Herodes el Grande, un monarca que falleció el 4 a. de C.. Estamos a unas horas del día de Navidad y me parece oportuno recordarlo no por cuenta de unos grandes almacenes, ni para incitarlos al consumo sino porque esa fecha conmemora el nacimiento de una luz muy superior a la de la conjunción estudiada por Kepler. Dejando aparte aportes culturales, artísticos y sociales del cristianismo, lo cierto es que sin la luz de Jesús millones de personas no habrían sabido a lo largo de estos dos milenios lo que es la paz de corazón ni conocido la esperanza en medio de las dificultades ni disfrutado la confianza serena en la vida tras la muerte ni experimentado el gozo del perdón que deriva sólo del abrazo gratuito de Dios. Jesús ha sido ciertamente la luz que lo ha hecho posible para millones de seres humanos. En no pocos aspectos, estamos ahora igual que en los tiempos de Herodes. Ciertamente, los más desfavorecidos soportan el despotismo de los grandes y la crisis económica no es padecida por los privilegiados que se benefician de unos impuestos asfixiantes e injustos. Sin embargo, la paz, la esperanza, la confianza, el perdón, todo eso – y más – a día de hoy se hallan a disposición de aquellos que abren sus corazones a Jesús. Alegrémonos aunque parezca que no hay motivos y demos gracias a Dios porque hace más de dos mil años nació Jesús y su luz sigue iluminando a un mundo sumido en las peores negruras.
December 22, 2014
Cuba-USA: la difícil convivencia de dos vecinos
No era para menos porque ya en 1820, Thomas Jefferson había contemplado Cuba como la “adición más interesante” para Estados Unidos; en 1854, se realizó la primera oferta para comprarla a España y entre 1878 y 1898, las empresas norteamericanas no dejaron de comprar bienes raíces en la isla. La Enmienda Platt convirtió la isla en un protectorado norteamericano para los siguientes treinta y tres años en que las compañías norteamericanas controlaron el 60 por ciento del azúcar cubano y el 95 por ciento de sus exportaciones. La situación cambió de manera radical con el triunfo de la revolución en 1958. Eisenhower reconoció al nuevo gobierno, a la sazón enormemente popular y entre el 15 y el 26 de abril de 1959, Fidel Castro visitó Estados Unidos invitado por el Press Club e incluso depositó una corona en el Memorial de Lincoln. Sin embargo, en el curso de una entrevista con el entonces vicepresidente Nixon, Castro reafirmó su intención de llevar a cabo una reforma agraria. En unos meses, Estados Unidos había dejado de comprar el azúcar cubano y de vender petróleo. En marzo de 1960, el carguero La Coubre estalló en el puerto de la Habana pereciendo setenta y cinco personas. Castro comparó el episodio con la voladura del Maine que había servido a Estados Unidos de excusa para declarar la guerra a España. Ese mismo mes, Einsenhower autorizó a la CIA el entrenamiento de refugiados cubanos para derribar a Castro. Cuando nacionalizó las propiedades norteamericanas y el 19 de octubre de 1960, el gobierno de Estados Unidos respondió prohibiendo las exportaciones a Cuba, Castro ya había tendido la mano a una Unión soviética que podía proporcionarle, entre otros bienes, el necesario petróleo. A finales de 1960, fueron expulsados los diplomáticos norteamericanos Edwin L. Sweet y William G. Friedman bajo la acusación de “estimular actos terroristas”. Estados Unidos reaccionó rompiendo las relaciones diplomáticas con Cuba el 3 de enero de 1961. Ese mismo año la CIA y el Pentágono intentaron que JFK invadiera la isla, pero el nuevo presidente se limitó a respaldar el desembarco en Bahía Cochinos después de que se le dijo que se produciría una sublevación popular contra Castro. En realidad, era una celada para que, una vez iniciada la operación, JFK autorizara una intervención armada norteamericana. JFK, sin embargo, no se dejó arrastrar en esa dirección. En los años siguientes, la lucha se desarrollaría en las sombras. La CIA puso en marcha el denominado Cuban Project e intentó asesinar a Castro ocho veces entre 1960 y 1965. Entremedias tuvo lugar la crisis de los misiles en 1962 que arrastró al mundo al borde de una guerra nuclear. En 1963, JFK endureció el embargo contra Cuba. Castro intentó infructuosamente negociar en 1964 con el presidente Johnson, pero hasta 1977, durante la presidencia de Carter, no se establecieron sendas oficinas de intereses en las capitales respectivas. En 1980, Castro permitió que salieran de Cuba cuantos lo desearan en lo que se conoció como la crisis del Mariel. Entre los 125.000 que llegaron a Estados Unidos procedentes de la isla había no pocos enfermos mentales y delincuentes de los que se desembarazó Castro a la vez que docenas de espías. Al año siguiente, la administración Reagan anunció la prohibición de que los ciudadanos estadounidenses gastaran dinero en Cuba como parte de su estrategia de la guerra fría y como un guiño al exilio cubano. En 1985, Radio y Televisión Martí comenzaron a radiar desde Estados Unidos con destino a Cuba. Todavía en 1992 y 1996, el embargo contra Cuba fue acentuado gracias a la Torricelli Law y la Helms-Burton Act que prohibían a las subsidiarias de compañías norteamericanas comerciar con Cuba y enviar dinero a familiares. Pero ese fue el punto máximo del enfrentamiento. De hecho, el 24 de febrero de 1996, la fuerza aérea cubana derribo dos Cessna 337 sin armas que sobrevolaban Cuba causando la muerte de cuatro norteamericanos, pero no se produjo respuesta militar alguna de Estados Unidos. En 1999, Clinton suavizó las prohibiciones de viajar a Cuba y, al año siguiente, incluso se entrevistó con Castro y le dio la mano, un gesto sin precedentes en los últimos cuarenta años. En 2001, las empresas norteamericanas comenzaron a vender alimentos a Cuba, a pesar de la condena de los Cinco espías cubanos, y en 2002, Carter se convirtió en el primer presidente, retirado o en ejercicio, que visitaba la isla desde 1928. La relación volvió a deteriorarse con Bush e incluso el 10 de octubre de 2006, Estados Unidos anunció la creación de una task force para perseguir a los que violaran el embargo. Sin embargo, a esas alturas ya era puro anacronismo. Por mucho que Bush convirtiera a la dictadura cubana en uno de los estados del “eje del mal”, para millones de norteamericanos – incluso de origen cubano – el castrismo había perdido interés. En 2009, Obama suavizó las sanciones económicas contra Cuba y afirmó en la Quinta cumbre de las Américas su deseo de iniciar unas relaciones diferentes. Las razones para el cambio eran no pocas. La dictadura castrista es un tema obligado en el exilio cubano de Miami, pero no tiene ya ese poder de sugestión incluso entre otros cubanos venidos recientemente a Estados Unidos. Por otro lado, los hispanos en general se resienten del trato de favor recibido por los exiliados cubanos que sólo tienen que poner el pie en una playa de Estados Unidos para obtener la residencia. Por añadidura, no son pocos los que, como Hillary Clinton en sus recientes memorias, reconocen que el embargo ha sido un fracaso en la medida en que no sólo ha conseguido derribar a Castro sino que además le ha permitido encontrar una excusa para sus desastrosos resultados económicos. Finalmente, Estados Unidos quiere estar presente cuando se produzca el “hecho biológico” y el embargo lo ha colocado detrás de la UE e incluso de Rusia. Consideraciones morales aparte, los Castro no han sido los perdedores en un pugilato de más de medio siglo, pero Estados Unidos tiene mucho que ganar – votos de cubanos miamenses aparte – con el final del contencioso.
December 21, 2014
Anuncios de Navidades
No habrá pues podcasts del programa hasta la citada fecha aunque intentaré suplir la ausencia con grabaciones de ponencias y entrevistas. Esta semana tampoco habrá canción como es habitual. Sí seguiré con los posts, pero con algunas modificaciones. El viernes no habrá estudio bíblico aunque se sustituirá por algún material relacionado con las Escrituras.
Una última referencia. Como ustedes saben, el que escribe estas líneas no percibe un céntimo por su programa de radio o su página web. Es un servicio desinteresado que realiza en bien de la comunidad no sólo en España sino en otras naciones. Con todo, el programa de La Voz entraña unos costes fijos no pequeños y que se relacionan fundamentalmente con el pago a los colaboradores. Por eso, agradece los donativos – por muy modestos que sean – realizados en www.cesarvidal.com y que pasan directamente a la productora del programa. Igualmente, desea expresar su gratitud a aquellas personas que adquieren en formato digital los libros que ha ido colocando en www.amazon.com en los dos últimos meses. Se trata en su mayoría de libros descatalogados y con precio muy económico porque como con el programa de radio el objetivo no es el lucro sino el servir a la comunidad.
A continuación, adjunto los enlaces a esos libros. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
1. Te esperaré mil y una noches
2. El libro prohibido
http://www.amazon.es/El-libro-prohibido-C%C3%A9sar-Vidal-ebook/dp/B00R59KXO2/ref=sr_1_3?ie=UTF8&qid=1418935544&sr=8-3&keywords=el+libro+prohibido
3. El testamento del pescador
http://www.amazon.es/testamento-del-pescador-C%C3%A9sar-Vidal-ebook/dp/B00R59KXT2/ref=sr_1_fkmr0_1?ie=UTF8&qid=1418935490&sr=8-1-fkmr0&keywords=el+testamento+del+pescador
Pack de 3 libros: El libro prohibido, El testamento del pescador y Te esperaré mil y una noches
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December 20, 2014
La Reforma indispensable (XXVIII): El proceso Lutero (IX): la tarea de un reformador (II)
La ruptura con Roma
El estudio de las cartas cruzadas entre Lutero y Spalatino en esta época dejan de manifiesto la sensación experimentada por el primero de que los acontecimientos eran incontrolables y estaban, a fin de cuentas, en manos de Dios y los intentos del segundo por frenar los acontecimientos. Lutero escribió a la sazón:
“¿Quién puede resistir el consejo de Dios? ¿Quién sabe si estos hombres insensatos no han sido predestinados por El cómo los medios para revelar la verdad?... Dios solo es el que se ocupa de este asunto. Somos arrastrados por Él. En vez de llevar, somos llevados”
El agustino era dolorosamente consciente de que ante él se extendían la persecución e incluso la muerte. Sin embargo, lo aceptaba como algo consustancial con la Historia del cristianismo:
“… deberías cuidarte de pensar que Cristo hará las cosas en la tierra silenciosa y suavemente, cuando se ve que combatió con Su propia sangre, y después todos los mártires”
Precisamente, la conciencia de lo que podía suceder llevó a Lutero a redactar una serie de escritos que encauzaran el camino de la Reforma ante la eventualidad, nada difícil, de que le arrancaran la vida.
Desde la disputa de Leipzig, Lutero había estado en contacto con algunos humanistas bohemios. Con posterioridad, leyó el De Ecclesia de carácter hussita. Las conclusiones a las que llegó quedaron expresadas en una carta a Spalatino: “Sin saberlo, he estado enseñando todo lo que Juan Huss enseñó y lo mismo ha hecho Staupitz. En resumen, somos todos hussitas, aunque no lo sabíamos, y también lo eran Pablo y Agustín” .
Lutero admitía sus propias carencias – “soy más violento de lo conveniente” - pero esa circunstancia no podía ocultar su despego del sistema eclesial en el que había vivido desde su infancia. Una de las razones fundamentales había sido la lectura de la edición que Hutten había hecho de la Donatio Constantini. El texto no es conocido actualmente salvo por los especialistas, pero había tenido una extraordinaria relevancia durante la Edad Media ya que sostenía que Constantino había cedido terrenos al papa lo que legitimaba el poder temporal del papa y la extensión de los Estados pontificios, un fenómeno que había resultado especialmente cruento en los últimos pontificados. Ahora quedaba de manifiesto que no era sino una burda falsificación encaminada a justificar las ambiciones territoriales del papado. Las conclusiones de Lutero, al respecto, no resultan nada equívocas: “Buen Dios, qué grande es la oscuridad y la iniquidad de estos romanos… Estoy tan horrorizado que apenas tengo ninguna duda (prope non dubitem) de que el papa es el mismo Anticristo que se espera, tal y como la manera en que vive, actúa, habla y ordena, encaja en el retrato” .
Para el agustino, resultaba obvio que el papa era una institución cuya justificación estaba en el servicio pastoral y evangelizador del pueblo de Dios. Sin embargo, lo cierto es que esa institución había abandonado esas funciones y se había dedicado, por el contrario, a crear un reino cuya legitimidad no había dudado en sustentar en documentos falsificados.
En mayo, el franciscano Alveldo publicó un áspero tratado en el que afirmaba el origen divino del primado papal. Lutero le dio respuesta inmediatamente con un texto que ya se encontraba en imprenta en junio. La obra es un opúsculo sencillo, pero indispensable para comprender la visión reformada de la iglesia. Suele ser común entre los católicos – es lógico que así sea – pensar que la visión reformada intenta sustituir una iglesia, la suya, por otra. Semejante empeño parece absurdo en la medida en que, como ha vuelto a refrendar un reciente documento papal, la única iglesia verdadera y con la plenitud de medios es la iglesia católica y las otras confesiones no llegarían a esa entidad. El punto de vista es razonable – insistamos en ello – pero parte de una ignorancia grave de la concepción que de la iglesia sostienen tanto las Escrituras como la Reforma. Para Lutero – y para los reformadores en general – la iglesia es una realidad visible, pero no se identifica con una institución concreta con exclusión de otras, sino con sus miembros, los cristianos. Es esa suma de cristianos como pueblo de Dios lo que es la iglesia y no una institución eclesial. Por supuesto, esa iglesia, como señaló en su respuesta al franciscano, tiene unas marcas que son “el bautismo, el sacramento (la Eucaristía) y el Evangelio: no Roma, o este lugar, o aquel” . Sobre esta iglesia, que está formada por los verdaderos creyentes y no por una estructura eclesial específica, quien se encuentra es Cristo o, por utilizar la expresión de Lutero, “Cristo es la Cabeza y El sólo gobierna” .
Comprender este aspecto resulta absolutamente esencial en el diálogo interconfesional. Si la iglesia católica afirma – y tiene su lógica particular que lo haga – que es la única iglesia verdadera y con plenitud de medios de gracia, las iglesias reformadas siempre responderán que la iglesia, a pesar de su visibilidad, es, fundamental y esencialmente, una comunión de fieles que no se identifica con tal o cuál confesión, sino que está formada por los que han experimentado una conversión a Cristo. Si la iglesia católica contrapone – y tiene su lógica particular que lo haga – su unidad formal a la división en distintas confesiones surgidas de la Reforma, las iglesias reformadas responderán que esa división no existe por la sencilla razón de que todos sus miembros forman parte de una sola iglesia, la verdadera, que es una realidad espiritual. Si la iglesia católica afirma – y tiene su lógica particular que lo haga – que esa única iglesia verdadera mantiene una sucesión apostólica cuyo elemento esencial es el hecho de que el papa es sucesor de Pedro, las iglesias reformadas siempre responderán que la sucesión apostólica no es una sucesión similar a la dinástica – por otro lado, interrumpida históricamente en el caso de Roma en varias ocasiones – sino una identificación con la enseñanza y el comportamiento de los apóstoles. Si la iglesia católica afirma – y tiene su lógica particular que lo haga – que el papa es el Vicario de Cristo en la tierra, las iglesias reformadas siempre responderán que Cristo no necesita de vicario alguno porque gobierna directamente a su iglesia a través del Espíritu Santo.
Arrancando de esas premisas, no puede sorprender que Lutero escribiera: “¡Adios, desdichada, desesperanzada, blasfema Roma! La ira de Dios ha llegado sobre ti, como te mereces” ni tampoco que redactara sus escritos del verano de 1520.
CONTINUARÁ: La Reforma indispensable (XXIX): El proceso Lutero (X): La tarea de un reformador (III): los escritos del verano de 1520
WA Br. 2.39.9-12.21.
WA Br.2.41-3.
WA Br. 2. 42.2.22.
WA Br. 2, ibid I. 65.
WA Br. 2. 48.22.
WML I.357.
WML I. 357.
WA 6.329.
December 19, 2014
Wachet auf, ruft uns die Stimme
Compositor protestante por antonomasia, Bach era un gran conocedor de la teología como deja de manifiesto su biblioteca en la que las diversas ediciones de la Biblia aparecen anotadas de su puño y letra para indicar cuestiones de carácter musical y espiritual. Entre sus composiciones, ésta es una de las que más aprecio. Es un canto, dulce, suave, melódico y, a la vez, atrayente, entonado para que la gente que lo escucha no se duerma sino que despierte con el corazón lleno de gozo.
Inicialmente, su objetivo es recordar que un día Jesús el mesías regresará y que con voz potente hará que los muertos en él despierten y se levanten para ir a su encuentro (I Tesalonicenses 4: 16-17). Sin embargo, la canción también es una invitación a despertar para todos aquellos que ahora mismo están espiritualmente dormidos.
No tengo la menor duda de que nuestra sociedad está sumida en un sueño inquieto y desasosegante que puede convertirse en espantosa pesadilla. No puede ser, pues, más oportuna la invitación a despertar para recibir la luz que no puede dar ninguna instancia humana sino sólo Dios.
Personalmente, ambos llamamientos me parecen indispensables. Primero, a sacudirse el sueño inducido en que se encuentran casi todos y que cada vez es más insoportable para que, despiertos, puedan ser iluminados por Jesús. Segundo, a esperar aquel día en que Jesús vendrá a recogernos para que estemos siempre con él. En los dos casos, uno de los efectos es una alegría pacífica o una paz alegre que los que la conocemos consideramos un regalo además de inmerecido imposible de comparar y que contrasta enormemente con la tristeza gris que rodea a la sociedad incluso en no pocas de sus manifestaciones espirituales.
Permítaseme ahora de manera indiscreta formular dos preguntas al paciente lector. Primera: ¿estás despierto para que Jesús te de su luz?. Segunda: si Jesús viniera hoy a recoger a los suyos, como anuncian las Escrituras, ¿te encontrarías entre ellos? Merece la pena reflexionar mientras escuchas este fragmento de una coral maravillosa. He escogido dos versiones. La primera, de la London Simphony Orchestra, es instrumental. La segunda, interpretada por el Sidneyan Bach Choir, está cantada tal y como pensó Bach. Disfruten de ambas. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí está la versión instrumental de la London Simphony Orchestra
Y ésta es la versión coral de la Sidneyan Bach Choir
December 18, 2014
Estudio Bíblico XI
Excursus : la hipótesis documentaria y la Torah
La Torah, tal y como nos ha llegado, constituye un conjunto de cinco libros - Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio - atribuidos en bloque a Moisés. A efectos de su análisis como escrito que cambió la Historia semejante circunstancia es suficiente en la medida en que ésa es la forma final en que la conocemos. No obstante, no resulta del todo ocioso dedicar unas líneas a la denominada hipótesis documentaria siquiera porque es común encontrar a tan trasnochada teoría en la práctica totalidad de las ediciones católicas de la Biblia y en algunas protestantes.
La creencia en que los cinco libros de la Torah se debieron a la redacción de Moisés se mantuvo inalterable hasta finales del s. XIX. Las razones fundamentales para sustentar este punto de vista eran que así lo indica el propio texto, que así se había transmitido por generaciones y que ninguno de los manuscritos de la Torah con que se contaba indicaba ni siquiera de manera indirecta que en su redacción hubieran participado más autores o que el texto final fuera un ensamblado de distintas obras. Obviamente, algunos versículos como los últimos de Deuteronomio donde se hace referencia a la muerte de Moisés se atribuían a un redactor posterior, pero en conjunto la Torah seguía considerándose mosaica. Como además tanto Jesús, como los apóstoles o los rabinos del Talmud sostuvieron sin sombra de duda esa misma idea tanto cristianos como judíos no vieron razones para discutirla.
Este punto de vista comenzó a verse seriamente cuestionado cuando en la última década del s. XIX Julius Wellhausen sostuvo que, en realidad, la Torah había experimentado una redacción muy dilatada en el tiempo y que se debía a varios autores que, por supuesto, no se podían identificar con Moisés. De acuerdo con la teoría de Wellhausen, el texto de la Torah no era sino la fusión de varias tradiciones cuya existencia independiente quedaba demostrada fundamentalmente por tres razones. La primera era que la escritura no existía en la época de Moisés y, por lo tanto, él no podía haber redactado el texto de la Torah ; la segunda que el texto contenía repeticiones o dobletes de episodios que hacían pensar en textos procedentes de tradiciones distintas, pero reunidas en la redacción última de la Torah y la tercera, que Dios era llamado con diversos nombres en el texto lo que indicaría diferentes obras. Partiendo de esta última base Wellhausen estableció la existencia de una serie de documentos a los que denominó J, E, D y P según que el nombre utilizado fuera Yahveh (J), Elohim (E), perteneciendo las iniciales D y P a unos supuestos documentos deuteronomista y sacerdotal. Por lo que se refiere a la datación, los documentos se extenderían desde el año 1000 a. de C., en la época de David al s. V a. de C., ya al regreso del Exilio en Babilonia.
La hipótesis documentaria encajaba a la perfección con una visión de la Historia de las religiones que partía de una concepción evolutiva en virtud de la cual el ser humano habría ido pasando por diversos estadios de su desarrollo espiritual y, por lo tanto, resultaba inaceptable una formulación tan primitiva de la fe monoteísta. Asimismo resultaba atrayente por su insistencia en determinar la datación de una obra partiendo no de criterios históricos y arqueológicos sino filológicos. Ambos aspectos pesaron mucho en su aceptación inicial y posterior. Debe decirse, sin embargo, que actualmente, desde el punto de vista de la investigación histórica, la hipótesis documentaria es muy difícilmente aceptable precisamente por sus prejuicios metodológicos y su carencia de base historiográfica.
Para empezar, ni siquiera los partidarios de la hipótesis coinciden a la hora de delimitar el contenido de cada uno de los supuestos documentos de los que no tenemos la menor prueba textual. Aunque existe un acuerdo sobre la existencia de los supuestos documentos, lo cierto es que su contenido concreto es objeto de una controversia no pocas veces encarnizada. C. A. Simpson, por ejemplo, habla de J1 y J2 en lugar de sólo J ; R. H. Pfeiffer añade a los documentos de Wellhausen otro al que denomina S y atribuye relación con Edom ; O. Eissfeldt incluye una fuente L o laíca, etc.
Sin embargo, lo más importante no es la inconsistencia de la propia exposición de la hipótesis documentaria sino las sólidas evidencias en su contra. Así, para empezar, la evidencia arqueológica e histórica es rotundamente contraria a las conclusiones de Wellhausen y sus seguidores expresadas en una época en que la arqueología estaba en mantillas. Los ejemplos al respecto son numerosos. El interés por el monoteísmo en el Oriente próximo en una época cercana a la fecha tradicional de redacción de la Torah, la estructura de pacto contenida en Deuteronomio o la evidencia arqueológica del período - que, por ejemplo, desmiente rotundamente la afirmación de Wellhausen de la inexistencia de escritura en la época de Moisés aportando testimonios como los de Ugarit, las inscripciones del monte Sinaí o el calendario de Gezer - apuntan claramente a un contexto histórico y cronológico mosaico, pero resultarían absurdos en una época situada casi un milenio después como pretende la hipótesis documentaria. Por otra parte, incluso las características de los relatos previos al período de Moisés como son los asignados a la época de los patriarcas aparecen muy bien atestiguados en fuentes como las tablillas de Mari (c. 1700 a. de C.) o las leyes de Nuzi (c. 1500 a. de C.). Si algo nos muestran por lo tanto la Historia y la arqueología es que la Torah pudo ser perfectamente obra de Moisés – que, previsiblemente, utilizó fuentes anteriores - pero que muy difícilmente podría pertenecer a un período posterior.
En segundo lugar, los supuestos dobletes de la Torah no pasan, por regla general, de ser episodios distintos referidos a personajes diferentes y no repeticiones del mismo relato. A nadie en su sano juicio se le ocurriría pensar que si un español que viviera en 1936 dijera que su padre y su abuelo habían vivido una guerra civil se trataba de un doblete. Lamentablemente, así habría sido en relación con las guerras carlistas. Tampoco nadie podría decir que si ahora un español afirma haber vivido una crisis económica es sólo un doblete de la que pudo vivir su padre en los años cuarenta-cincuenta. Ambas crisis – por no hablar de las intermedias – son reales y no dobletes.
De la misma manera, el empleo de los diversos nombres divinos en la Torah se debe no a una pluralidad de autores sino a un contenido específico de cada uno de esos nombres es algo que aparece expresamente contemplado en los comentarios judíos. De hecho, ya en el s. XII Yehudáh ha-Leví escribió un libro titulado Cosri en el que explicaba la etimología de los distintos nombres divinos. En el s. XX, ha sido Umberto Cassuto el que ha vuelto a retomar magistralmente esta cuestión dejando de manifiesto que la pluralidad de nombres divinos puede indicar muchas cosas pero no, desde luego, una diversidad de autores.
En ese sentido, no deja de ser significativo que, por ejemplo, en los últimos años se hayan multiplicado los libros de historiadores que sostienen la imposibilidad de la hipótesis documentaria especialmente en relación con el primer libro de la Torah, el Génesis. Rolf Rendtorff, por ejemplo, ha indicado que la asignación de palabras y expresiones hebreas a documentos concretos se colapsa cuando se realiza una investigación seria y, a la vez, señala que la noción de teología específica de estos documentos es “ilusoria”. Thomas L. Thompson, por su parte, ha repudiado igualmente la hipótesis documentaria señalando que la redacción de la Torah es prácticamente contemporánea con los episodios que relata. Incluso John Van Seters – a pesar de que mantiene la creencia en algunos documentos - ha afirmado que la hipótesis documentaria deber ser “contemplada ampliamente como obsoleta”. Finalmente, Duane Garrett en uno de los estudios más inteligentes sobre la redacción del Génesis escritos en la última década del s. XX niega la hipótesis documentaria y sitúa la redacción del libro en los días de Moisés. Fue Cassuto el que señaló que la hipótesis documentaria no se apoyaba en pilares caracterizados por la debilidad por la sencilla razón de que ni siquiera tenía esos pilares. En buena medida, puede afirmarse que la defensa actual de la hipótesis documentaria descansa fundamentalmente en la pereza que caracteriza a ciertos segmentos del mundo académico para actualizar lo que aprendieron décadas antes. Cyrus Gordon, al final de un artículo dedicado al estudio de la hipótesis documentaria, ha relatado una anécdota bien iluminadora al respecto :
“Un profesor de la Biblia en una universidad de vanguardia me pidió en cierta ocasión que le diera los hechos reales acerca de JEPD. Esencialmente le dije lo mismo que he escrito aquí. Me contestó entonces : lo que me ha dicho me ha convencido, pero seguiré enseñando el antiguo sistema. Cuando le pregunté el por qué me respondió : porque lo que usted me ha contado implica que tendría que desaprender y además volver a estudiar y reflexionar. Me resulta más fácil continuar con el sistema aceptado de la Alta Crítica para el que contamos con libros de texto”
Lamentablemente, el caso del interlocutor de Gordon es bastante más común en los claustros universitarios y en los seminarios de lo que sería deseable.
EL EVANGELIO DE MARCOS
El significado del Reino (III): Victoria sobre el Diablo (capítulo 1 v. 23-28)
Hace unos años se desveló que el fallecido – y elevado a los altares – papa Juan Pablo II se topó dos veces con casos de endemoniados. De manera ciertamente reveladora, no logró liberar a los que padecían la opresión diabólica. Lo intentó, es verdad, pero se reveló total y absolutamente impotente para hacerlo. No sólo eso. En ambos casos, los demonios que atormentaban a las personas se burlaron de los exorcistas que llegaron después diciéndoles entre carcajadas que si su jefe había hecho un ridículo tan espantoso, era absurdo que ellos pretendieran enfrentarse con esa situación. No tengo constancia alguna de que, al final, los exorcistas lograran liberar a aquellas personas de la tortura que significaba estar poseídos. Lo que describe Marcos en relación con el endemoniado de la sinagoga de Capernaum presenta notables paralelos. La religión, como vimos en la última entrega, no había podido ayudar a aquel hombre, pero el Reino de Dios es más, mucho más que religión. Es también victoria sobre el Diablo.
El espíritu inmundo que tenía sometido a aquel hombre sin que pudiera reaccionar no recibió a Jesús con carcajadas sino con verdadero pavor. El rey mesías no sacó de su zurrón un complejo ritual para exorcismos y comenzó, tras realizar distintos ritos, a recitarlo para que el demonio se fuera. Eso queda para los que afirman que pueden expulsar demonios, pero luego se pasan meses aburriéndole con la lectura de un ritual sin el menor efecto liberador. Jesús, por el contrario, sólo tuvo que dar una orden ordenándolo salir (v. 25) para que, lanzando un grito, el demonio saliera. Ésa es la fuerza del Reino de Dios que nada tiene que ver con tinglados religiosos por muy aparatosos que éstos puedan resultar.
De hecho, la reacción de las gentes que contemplaron la escena – escena bien distinta de la vivida al menos en un par de ocasiones por Juan Pablo II – se quedaron sobre cogidos porque allí sí que había autoridad. No era una autoridad auto-conferida a lo largo de los siglos con pretensiones de haber sido delegada por Dios de manera vicaria. No, la autoridad de Jesús era espiritualmente real y no fruto de las ambiciones de los hombres y de la inmensa capacidad de millones de seres humanos a inclinarse ante un semejante reconociéndole una autoridad que no posee. Jesús había demostrado su autoridad en el hecho de que los espíritus inmundos no podían resistirse a sus órdenes (v. 27).
No se trata de una cuestión baladí. La religión puede elevar a un simple ser humano hasta la altura de Dios para mantener una estructura de poder de siglos que tiende sus tentáculos hacia la política y la economía. Bien. No hay pocos ejemplos. Pero el Reino de Dios no tiene nada, absolutamente nada, que ver con eso. No tiene nada que ver porque el Rey no es un hombre que se eleva a la altura de Dios y que incluso pretende ser su vicario, sino Dios que se convierte en hombre y, aun así, mantiene su autoridad, una autoridad que ni el propio Satanás y sus cohortes diabólicas pueden desafiar impunemente. La cuestión obligada es: querido lector, ¿dónde se encuentra usted? ¿En el Reino de Dios o en una mera religión?
CONTINUARÁ
December 17, 2014
Carlos I de España y V de Alemania
El enlace entre su hija Juana y Felipe el Hermoso tuvo como consecuencia que su hijo, Carlos, no se sintiera tan vinculado a España como a sus propias elucubraciones políticas, unas elucubraciones arcaicas y concebidas sobre la base de la resurrección del medieval Sacro Imperio Romano-Germánico. Desde luego, los inicios de su reinado no pudieron ser más negativos. A España llegó con la única intención de conseguir fondos para su elección como emperador y, de manera lógica, provocó la rebelión de las Comunidades de Castilla. Aplastada sin contemplaciones, Carlos I no sólo logró comprar la elección imperial (1520) sino que proyectó ya toda la política española en función de su programa centro-europeo. Quizá con la excepción de la lucha contra el Islam y de la primera guerra contra Francia – que concluyó con la victoria de Pavía (1525) y la cautividad de Francisco I – el resto de los numerosos conflictos armados en que se vio envuelta España durante el reinado de Carlos I fueron, como bien supo señalar Sánchez Albornoz, contrarios a los intereses nacionales.
Las luchas intestinas del imperio alemán, la imposición de la intolerancia religiosa en los Países Bajos – que tan fatal se revelaría para España – y la dilapidación del oro de las Indias no fueron en beneficios de una España que, no obstante, se entregó con entusiasmo al proyecto de un soberano extranjero que acabó – justo es reconocerlo – considerando que los españoles eran sus súbditos más fieles y calificando al castellano como “la mía lengua”, precisamente la que utilizaba para hablar con Dios. Como en tantas ocasiones, los españoles fueron mejores y más ingenuos que sus gobernantes y los siguieron con un entusiasmo que no merecían. Uno de los resultados fue una economía endeudada que, ya en los primeros tiempos de Felipe II, el hijo y sucesor de Carlos I, se tradujo en una clamorosa bancarrota. Felipe II – todo hay que decirlo – no aprendió a la lección y empeoraría la nefasta política de su padre.
Con seguridad, el gran error de Carlos I fue el de creer que la Historia se había detenido en la Edad Media cuando la realidad era que la Reforma había iniciado la modernidad y ya nada sería igual. De esa manera no sólo desperdició los caudales de España sino que la colocó sobre la senda de su ruina en pocas generaciones. No sorprende que en sus últimos momentos dudara angustiado de su posibilidad de salvación ni tampoco que Carranza, el clérigo que intentó confortarlo, acabara procesado como hereje.
Próxima semana: Alfonso de Valdés y el Lazarillo
December 16, 2014
Gone with the wind
A fin de cuentas, los negros que aparecen en la cinta son, como mínimo, serviles o estúpidos; los héroes forman parte del bando confederado y el grupo que se dedica a impartir justicia clandestina y al que pertenece Ashley es ni más ni menos que el Ku Klux Klan aunque no se diga expresamente. Sin embargo, en su día, la película fue contemplada como una reivindicación de la vieja causa que había sido derrotada no porque no derrochara nobleza y caballerosidad sino porque, como señalaba Reth Butler, tenía menos fábricas de armamentos que el Norte. Todos esos aspectos se escaparon, lógicamente, a los españoles que, como mi abuela y mi madre, la vieron en aquellos años, pero también ellos se sintieron cautivados fundamentalmente por dos razones. La primera era que relataba una guerra civil seguida de una famélica posguerra o sea la experiencia de los españoles de los cuarenta y los cincuenta. La segunda, que la heroína se comprometía a no pasar hambre ni ella ni su familia, una meta que inspiró a millones de compatriotas hasta bien entrados los setenta. Daba lo mismo que la acción, en lugar de en Aragón, Andalucía o Extremadura, transcurriera en el lejano Deep South porque los paralelos saltaban a la vista. No creo que Lo que el viento se llevó constituya un libro de referencia de los jóvenes actuales en España, pero sí he visto cómo fascina todavía, por ejemplo, a las veinteañeras rusas. Todas ellas conocieron los terribles años de Yeltsin en que la gente moría literalmente en la calle mientras la nación era saqueada y la administración se colapsaba. En ese contexto, no pocas llegaron a admirar y a identificarse con una indómita Escarlata dispuesta a vivir de nuevo a través de medios no siempre morales. Ahí reside la incomparable grandeza de la novela de Margaret Mitchell llevada a la pantalla grande, en su canto a la posibilidad de salir adelante incluso cuando el mundo que hemos conocido – en nuestro caso, el anterior a ZP - era más próspero y prometedor. Ni siquiera deberíamos sentirnos apenados por el coste de una lucha que, en ocasiones, hasta puede significar la pérdida de seres muy queridos. El viento, ocasionalmente, se lleva todo y entonces, como decía Escarlata, sólo cabe decir: “Mañana será otro día”.
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