César Vidal's Blog, page 132

January 5, 2015

Llega (parte) de la biblioteca

Hace más de dos años, en previsión de que, salvo que mediara un imprevisible milagro, me vería obligado a exiliarme, intenté donar una parte sustancial de mi biblioteca a una instancia oficial a fin de que pudiera servir de beneficio público para mis conciudadanos. No venderla. Donarla.

​Un librero especializado en la venta de segunda mano intentó disuadirme contándome como en más de una ocasión había comprado al peso bibliotecas de importantes instituciones. “No tienen espacio”, me dijo, “Y deciden vender y lo hacen al peso. Así he comprado yo…”. Confieso que me sonrojó un poco lo que me contaba especialmente por las instancias a las que se refería, pero desconfié un poco al ver que me insistía en que lo mejor era vender los libros a un librero para que “volvieran al mercado”. Y, sin embargo, aquel hombre tenía razón. Durante más de un año me dirigí a distintas instancias públicas para donarles mi biblioteca. No les pedí un céntimo salvo que se hicieran cargo de los gastos de traslado lo que me parecía una futesa teniendo en cuenta que se iban a llevar miles de volúmenes, algunos de cierto valor, de manera totalmente gratuita. Incluso me ofrecí a proporcionarles una persona pagada de mi bolsillo para que los ayudara a catalogarlos. Una instancia tras otra fue diciendo que no. Incluso una muy importante adujo, de forma apenas velada, que resultaría una molestia tener que recibir esa donación. Al parecer, nuestras bibliotecas públicas están más que repletas de volúmenes…



Ya asentado aquí, me enteré de que Amando de Miguel, ante un desahucio inminente, pretendía, obligado por las circunstancias, vender su biblioteca. Estuve más que tentado de escribirle para decirle que no se le ocurriera intentarlo ante instancias oficiales. Al final, desistí porque no deseaba sumar un dolor a otro. Y además ¿quién sabía? Pero volvamos a mi biblioteca. Me despedí de ella y durante casi un año pensé en hacer caso del librero y en reconstruir aquí, de manera mucho más modesta, claro está, una biblioteca para los próximos años. Nunca podría compararse con la abandonada, pero me serviría para ir trabajando hasta el final de mis días. En cuanto al resto, veríamos. Y entonces…



Entonces alguien se brindó a trasladar gratis por barco una parte de mis libros. Acepté lo que era un ofrecimiento más que generoso porque yo sólo correría con los gastos generados al tocar la carga el puerto de Miami. La selección no fue fácil, nada fácil, pero la hice delegando en Galyna Kalinníkova la ejecución de mis instrucciones. Galyna – Gala – lo hizo todo incluso mejor de lo que yo hubiera pensado. Y no es fácil. Hace un lustro contraté a alguien para que me ayudara a poner orden en una sección de mi biblioteca y la sumió en un caos del que no se había repuesto cuando me vi obligado a marcharme de España. Gala, como siempre, estuvo más que a la altura de las circunstancias.



El penúltimo día del año 2014, como si se tratara de un regalo a mitad de camino entre la Navidad y los Reyes, llegó el palé con los libros. Mi hija y un amigo tuvieron que impedirme que me pusiera a descargar cajas del camión insistiendo – con razón – en que no estoy para estos trotes. No tardó mucho la descarga porque sólo era una fracción de la biblioteca. Estos días, he ido abriendo las cajas y colocando los libros en estanterías. Mis clásicos queridos – buena parte de ellos en versión original lo mismo si era el Pabellón de cáncer de Solzhenitsyn en ruso que las comedias de Beaumarchais en francés que Aristófanes, Esquilo, Platón o Plutarco en griego o Virgilio y Ovidio en latín – han ido ocupando su espacio trayéndome bocanadas de recuerdos siempre gratos.



Anoche, a punto de dejar todo y ponerme a cenar, en la última caja que abrí apareció una edición de 1964 de Historiadores latinos. Fue a dar en mis manos en 1970. Yo tenía 11 años y durante semanas esperé que llegara el día de Reyes para poderla leer. Aunque el libro está forrado de plástico, las letras del lomo se han borrado prácticamente por las horas interminables que pasé leyendo sus páginas. En su interior, había un dólar que, en la primera mitad de los setenta, me regaló un exiliado cubano amigo de un tío de mi madre. Guardé el billete a la espera de que subiera el cambio y poder comprarme con él un libro, pero lo que fue subiendo fue el coste de la vida y aquel dólar cada vez tuvo menos posibilidades de permitirme comprar nada. Al cabo de un par de años, decidí guardarlo por razones sentimentales y ahí sigue. El torbellino de personas – no pocas muertas – de situaciones, de recuerdos, de alegrías, de pesares, de sentimientos que me provocó sujetar aquel libro en las manos no fue pequeño. Mi hija incluso no pudo evitar una mirada preocupada por algo que vio en el fondo de mis ojos y que, con seguridad, no pasaba de ser una rememoración.



En cuanto a los libros que están aún en España, seguramente será una universidad de Estados Unidos la que los acoja el día de mañana. En su tierra de primer asentamiento, ninguna institución de aquellas a las que me dirigí supo o quiso valorarlos. Por lo que respecta a los otros… ah, no son, lamentablemente, todos, pero, en general, sí se trata de los mejores y ya están conmigo. Pobres exiliados de papel, rechazados por las instancias oficiales que desprecian un valor que ignoran y dotados de la esperanza de tener una nueva y mejor vida al otro lado del Atlántico, estos libros son, más que nunca, camaradas míos.

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Published on January 05, 2015 00:47

January 4, 2015

La Reforma indispensable (XXX): El proceso Lutero (XI): La Dieta de Worms (I): los antecedentes

La actividad de Lutero durante la segunda mitad del año 1520 había transcurrido en paralelo con toda una panoplia de acciones papales encaminadas a lograr su aniquilación. Además de Eck – que estaba horrorizado por el avance de las tesis de Lutero entre el pueblo de Alemania – el principal protagonista de ese empeño fue Aleandro. Su misión fundamental era convencer a Carlos, el nuevo emperador, de la necesidad de colaborar en esa tarea. Lo sucedido puede ser reconstruido con detalle.



El 31 de octubre de 1519, Carlos había enviado su primera carta a los Estados alemanes. Su intención era llegar a Aquisgrán, la capital de Carlomagno y lugar tradicional de la coronación imperial, y desde allí remontar el río Rhin hasta alcanzar Worms, donde tendría lugar la primera Dieta de su reinado.



El 20 de mayo de 1520, Carlos se embarcó en La Coruña rumbo a Amberes. La decisión de realizar el viaje por mar se debió a que el trayecto por barco resultaba más seguro que el terrestre a través de Francia. Al llegar a Amberes, Carlos se encontró con los enviados del papa. Mientras que el nuncio Caracciolo le solicitó su colaboración en una cruzada contra los turcos, Aleandro le pidió que descargara su poder sobre Lutero.



Influido por su confesor, el franciscano P. Glapion, Carlos no dudó en acceder a las peticiones de Aleandro. De momento, no podía hacer nada en Alemania al no haber sido coronado todavía, pero dictó un decreto ordenando la quema de los libros de Lutero en Flandes y Borgoña, sus territorios hereditarios. El 8 de octubre, se encendieron en Lovaina las primeras hogueras. Una semana después, sucedió lo mismo en Lieja. Se podrá decir lo que se quiera, pero la respuesta católica no podía ser más obvia: la hoguera.



El 23, tuvo lugar la coronación en la iglesia de los tres reyes magos. Inmediatamente, Aleandro volvió a solicitar la firma de un decreto imperial que permitiera iniciar la persecución contra Lutero y sus partidarios en Alemania. Sin embargo, los consejeros del emperador no estaban nada dispuestos a apoyar al nuncio papal. En su opinión, iniciar el reinado con un acto de fuerza sólo podría ser considerado un grave error.



Aleandro comenzó a comprender que su empresa no iba a resultar fácil. Como ya hemos señalado, la resistencia frente a la misión de Juan Eck era considerable. Lejos de ser popular, su tarea no dejó de verse obstaculizada. En septiembre, aún pudo enunciar la bula en Meissen, en Merseburgo y en Brandeburgo, pero la universidad de Leipzig – donde había sido derrotado por Lutero un año antes y donde él, falsa y pretenciosamente, se empeñaba en que se había alzado con la victoria – le cerró sus puertas. Eck envió después el documento desde Leipzig a Wittenberg a donde llegó el 3 de octubre. El rector, Pedro Burkhard no obedeció la orden de ponerlo en vigor valiéndose de un tecnicismo legal, el de que Eck no había respetado las normas de estilo. Y Wittenberg no fue una excepción. Erfurt, Torgau, Doblen, Friburgo, Magdeburgo, Viena… todas ellas se negaron a obedecer las órdenes contenidas en la bula. Incluso en Ingolstadt, en sus propios dominios, Eck chocó con enormes dificultades a la hora de imponer la voluntad del papa.



En esos momentos, Colonia se había convertido en la capital del imperio por unas semanas. En torno al nuevo emperador, se arremolinaron las figuras más diversas desde los nobles a los eclesiásticos pasando por los mercaderes y los eruditos como el gran Erasmo. El 29 de octubre, Aleandro llegó a la ciudad con la intención de que el emperador se decidiera, finalmente, por desencadenar la persecución contra Lutero y que en la empresa participara el elector Federico. Sin embargo, lo que encontró fue una hostilidad generalizada.



De entrada, el elector de Sajonia se negó a recibirlo al igual que a su colega Caracciolo. Sin embargo, los nuncios, en el cumplimiento de su misión, no estaban dispuestos a dejarse desanimar. El 4 de noviembre, mientras se celebraba la misa, se acercaron al elector y le entregaron una carta del papa y la bula, dejándole de manifiesto que no tenía otra salida que proceder a entregar a Lutero y ordenar la quema de sus libros. Para zanjar la cuestión, los nuncios le comunicaron que contaban con el respaldo del emperador y de los príncipes. Pero el elector no era hombre para dejarse doblegar con facilidad e informó a los nuncios de que una misa no era ni el lugar ni el momento para abordar ese tema.



Al día siguiente, el elector convocó a Erasmo para pedirle consejo. El veterano humanista reconoció que Lutero tenía razón en sus opiniones, pero, de manera un tanto cínica, añadió que había cometido dos errores graves, atacar la tiara del papa y el vientre de los monjes. En otras palabras, según el príncipe de los humanistas, Lutero no era un hereje, pero había sido un imprudente al cuestionar el inmenso poder del papa y los intereses materiales del clero. Si lo sabría Erasmo que en una carta dirigida a Juan Lang el 17 de octubre de 1518 había escrito:





“Veo en la monarquía del Sumo Sacerdote romano a la peste de la Cristiandad; los dominicos lo adulan constantemente de un modo vergonzoso. No sé si conviene tocar esta llaga abiertamente. Tendrían que hacerlo los príncipes, pero temo que éstos colaboren con el papa y se repartan el botín. No sé cómo se le ha ocurrido a Eck atacar de este modo a Lutero” (las palabras en cursivo aparecían en griego en el original precisamente para evitar complicaciones)





Erasmo prefería mantenerse al margen. Sin embargo, ni el elector ni Spalatino estaban dispuestos a perder una baza como la que representaba la opinión favorable de Erasmo. Así, lograron, finalmente, persuadirlo para que pusiera por escrito sus opiniones sobre Lutero. El resultado difícilmente puede ser más elocuente:





“Los buenos cristianos, los que tienen un espíritu verdaderamente evangélico, se sienten menos golpeados por los principios de Lutero que por el tono de la Bula del papa. Lutero está en su derecho al solicitar jueces imparciales. El mundo tiene sed de la verdad del Evangelio. Resulta injusto enfrentar tanto odio a unas aspiraciones que resultan tan encomiables. El emperador estaría muy mal inspirado si inaugurara su reino con medidas de rigor. El papa está más empeñado en promover sus propios intereses que la gloria de Jesucristo. Lutero todavía no ha sido refutado. El conflicto debería ser confiado a hombres capacitados, libres de toda sospecha. El emperador es un prisionero de los papistas y de los sofistas”.





Aquellos Axiomas resultaban claramente comprometedores – y, a la vez, reveladores del pensamiento de Erasmo – y por eso no sorprende que el humanista pretendiera que se le devolvieran por temor a las consecuencias. Spalatino comentaría irónicamente que semejante comportamiento era una muestra clara de la “valentía” con la que Erasmo defendía el Evangelio. El juicio era sarcástico, pero lo cierto es que se correspondía con la realidad. Erasmo era brillante, pero también cobarde y nada deseoso de perder la vida suntuosa de que disfrutaba. Finalmente, el texto fue devuelto al humanista, pero no antes de sacar una copia que se dio a la imprenta.



Aleandro, desde luego, no estaba dispuesto a permitir que Erasmo se sumara al partido de Lutero y no perdió tiempo a la hora de ordenarle que compareciera ante él. El nuncio le entregó entonces una copia de la bula de excomunión en un acto cargado de simbolismo. El humanista podía darse por enterado de lo que le esperaba si no sabía elegir bando, desde luego, pero, a la vez, quedaban de manifiesto las limitaciones de la Reforma que había propugnado Erasmo. Había sido un intento brillante, dotado de altura, acertado en no pocos de sus planteamientos, pero carente del valor indispensable y, sobre todo, de la fe en Cristo que caracterizaban, con todas sus limitaciones y fallos, al agustino Lutero.



Si Aleandro pensó que el camino había quedado allanado tras comprobar la falta de valor de Erasmo, no debió de tardar mucho en percatarse de que se trataba de una impresión apresurada. De entrada, el elector Federico partió de Colonia sin comprometerse a obedecer las órdenes papales. Por lo que a la ciudad se refería, Aleandro consiguió que se arrojaran a la hoguera los escritos de Lutero, pero ni el príncipe obispo, ni el capítulo, ni el consejo municipal ni la universidad quisieron colaborar en ello. Para colmo, al final, en una muestra añadida de desapego, al fuego no fueron a parar los escritos del agustino sino unos papeles sin valor.



Aquella negativa a someterse a la bula papal, por mucho que la respaldara el emperador, se repitió en Maguncia donde el verdugo rehusó obedecer al nuncio. Conocedor de la ley, se aferró al hecho de que sólo podía dar a las llamas lo que hubiera sido condenado por una sentencia judicial y ése, ciertamente, no era el caso. En este caso, el arzobispo se había dignado respaldar al nuncio, pero, al fin y a la postre, los estudiantes acabaron lanzando a la hoguera los textos de los enemigos del excomulgado.



Por si fuera poco, Aleandro no tardó en enterarse de que el día 10, en Wittenberg, los profesores habían quemado varios libros de derecho canónico y la bula de excomunión. A esas alturas, ni el clero, ni la nobleza, ni los humanistas, ni los estudiantes, ni siquiera el pueblo llano parecían dispuestos a someterse a la bula procedente de Roma. Obviamente, para los nuncios del papa la única posibilidad de acabar con el Caso Lutero consistía en contar con todo el apoyo del emperador.



El 28 de noviembre, el emperador llegó a Worms acompañado de la corte. También Aleandro se dirigió a ese mismo destino y no tardó en comprobar que no era querido en la ciudad. Su alojamiento estaba reservado, pero se le negó la entrada. Tras proponer incluso la entrega de un pago suplementario, Aleandro sólo consiguió alquilar una miserable habitación propiedad de un hombre demasiado pobre como para renunciar a unos ingresos suplementarios. Los siguientes días, marcados por el frío, la humedad y la suciedad, serían recordados por Aleandro con profunda amargura.



Quizá todo lo habría dado por bueno el nuncio si su misión hubiera progresado, pero sólo se encontró con una omnipresente hostilidad. De hecho, Aleandro se vio obligado a suspender los autos de fe en los que se quemaban los escritos de Lutero por el temor a las reacciones. Para colmo de males, el elector Federico había rogado al emperador que convocara a Lutero para comparecer ante la dieta y la petición había prosperado. Daba la impresión de que el poder temporal no se sometía al papal que ya había condenado a Lutero y que exigía la ejecución de la bula.



A decir verdad, Carlos no era un desobediente al papa. Simplemente, uno de los consejeros del emperador – Carlos Guillermo de Croy, señor de Chièvres, que dormía en el mismo aposento de Carlos – no estaba dispuesto a olvidar la manera en que León X había favorecido a Francisco I de Francia en contra de su señor cuando la corona imperial aún estaba en el aire. Se trataba de un comportamiento que el nuncio no podía aceptar. Fuera por las razones que fueran, Aleandro era consciente de las graves consecuencias que podía tener el hecho de que el emperador diera inicio a su reinado pasando por alto las órdenes del papa. Resultaba, por lo tanto, obligado conseguir un edicto del gobierno que decretara la aplicación pública de la bula.



Esta vez, el empeño de Aleandro no concluyó en fracaso. De hecho, logró convencer a Chièvres y a Gattinara de que Lutero no podía comparecer ante la dieta sin haberse retractado previamente y de que incluso en ese caso lo mejor sería que no se presentara en Worms por la mala imagen que podía recaer sobre la ciudad. Por si fuera poco, el Elector envió una carta Carlos en la que reclamaba que Lutero fuera examinado por jueces imparciales y que se detuviera la quema de libros si no contaba con la anuencia del emperador. Podía pensarse que el Elector estaba dando marcha atrás y Aleandro aprovechó la ocasión para solicitar que la bula se convirtiera en una ley imperial que contara con una aplicación inmediata. El 29 de diciembre, el consejo permanente de representantes de los estados alemanes aprobó la petición del nuncio. Sólo quedaba ya por estampar el sello del archicanciller, y el consentimiento del arzobispo de Maguncia y del Elector Federico y el Caso Lutero quedaría zanjado.



Animado por sus últimos avances, Aleandro redactó las instrucciones que dos emisarios suyos debían llevar al Elector en nombre del consejo permanente. Se trataba de una enumeración exhaustiva de razones para que, de una vez, entregara a Lutero. La misión de los enviados de Aleandro consistía en hablar a solas con el príncipe evitando la presencia de sus consejeros y convencerle de que la única salida coherente con sus antepasados y con su propia trayectoria personal era sofocar la rebelión y la división creada por Lutero. La obediencia del Elector, según Aleandro, no sólo era una conducta indispensable desde la perspectiva religiosa sino también de la social, ya que ¿a dónde llegaría la sociedad si, siguiendo el ejemplo del monje Lutero que cuestionaba el comportamiento del papa, los inferiores se permitían criticar a los superiores? Aleandro no negaba que hubiera habido malos papas, pero, a fin de cuentas, habían sido papas también los que habían coronado emperador a Carlomagno y luego habían concedido la elección imperial a los alemanes. Si no se aceptaba esa autoridad, resultaba imposible sostener la existencia del emperador, del imperio y, por supuesto, de los príncipes electores como el mismo Federico. Los enviados del papa debían además insistir en que no era permisible conceder una disputa a Lutero sobre las ceremonias y la fe católica; en que además no existían jueces para la misma y en que la convocatoria de un concilio no era ni eficaz ni razonable, sino muy peligrosa para quien la solicitara. Lutero tenía que retractarse o atenerse a las consecuencias y, al respecto, el príncipe no debía temer la reacción del pueblo porque éste tenía que limitarse a obedecer a sus superiores. Por supuesto, no debía comparecer en Worms porque no se juzgaba a una persona sino a una serie de doctrinas heréticas y su presencia sólo serviría para complicar la situación.



Aleandro incidía en la misma conducta que había caracterizado a la Santa Sede durante los años anteriores. Lutero no tenía el menor derecho a ser escuchado sino que debía retractarse sin condiciones. El no hacerlo se traduciría en que el poder temporal lo arrojaría a las llamas al igual que ya sucedía con sus libros. Al argumentar de esa manera, volvía a incurrir en un error de trágicas consecuencias. A esas alturas, la opinión pública en Alemania sostenía que la doctrina incriminada tenía todo el derecho a ser defendida y que su mejor paladín era precisamente el hombre que no había dudado en arriesgar todo, incluida la vida, en defensa del Evangelio. Y entonces, una vez más, las circunstancias experimentaron un cambio inesperado.



El 5 de enero, el Elector llegó a Worms antes de que la delegación estuviera preparada y de que el archicanciller entregara el edicto de ejecución. Inmediatamente, Federico pidió explicaciones al emperador. No era de recibo que Carlos anulara una gracia concedida a uno de los electores por mucho que se lo hubiera solicitado el nuncio. Desde luego, no sería la mejor manera de comenzar un reinado. Carlos, finalmente, accedió a la petición del Elector. Lutero sería escuchado ante la Dieta y gozaría de un salvoconducto que garantizara que contra él no se emplearía la fuerza.



Próxima semana: La Reforma indispensable (XXXI): El proceso Lutero (X): La Dieta de Worms (II): Lutero ante la Dieta

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Published on January 04, 2015 01:02

January 3, 2015

Juan de Valdés o el inicio de la Reforma en España

Se suele afirmar que la Reforma comenzó en Alemania y que en España no tuvo eco. Ambas afirmaciones son gravemente erróneas. Los vientos de Reforma soplaban por Europa antes de la controversia con Lutero y España no fue una excepción.

​Entre los reformistas más relevantes por su proyección internacional estuvo Juan, el hermano de Alfonso de Valdés, al que ya me referí la última semana con ocasión de su aporte más genial: El Lazarillo de Tormes. Como Alfonso, Juan se escribió con Erasmo de Rotterdam desde 1528 y, al año siguiente, publicó su Diálogo de doctrina cristiana, un verdadero tratado para una reforma espiritual de la iglesia católica. A pesar de que algunos prelados lo contemplaron con agrado, el libro despertó las suspicacias de la Inquisición y Juan de Valdés optó, prudentemente, por trasladarse a Italia. Afincado en Nápoles, no sólo trató a personajes como Garcilaso de la Vega sino que se dedicó a la difusión del español – el Diálogo de la lengua lo redactó en torno a 1535 – y a la redacción de obras de reflexión teológica y exégesis bíblica así como a la creación de grupos que se reunían en las casas a estudiar las Escrituras y a orar. Aunque su discípula más famosa sería Julia Gonzaga entre los asistentes se encontraron el arzobispo de Otranto, Pietro Antonio de Capua; el vicario general de los capuchinos, Bernardino Ochino; el obispo de Cheronissa, Juan Francisco Verdura; el obispo de Catania, Nicolás María Caracciolo o Pedro Mártir Vermigli. La evolución de sus seguidores fue diversa. Algunos se mantuvieron en el seno de la iglesia católica aunque con posiciones muy cercanas a la Reforma; otros se decantaron abiertamente por el protestantismo. Ese fue el caso del propio Valdés con el que, de hecho, se inició la Reforma en Italia, una Reforma que continuó con Julia Gonzaga teniendo entre sus adherentes secretos a personajes como Miguel Ángel. Como tantos otros españoles, Juan de Valdés – uno de los más geniales y sensibles - sería desconocido en su tierra natal durante siglos – su Diálogo de la lengua no se editó hasta el siglo XVIII - y venerado por eruditos italianos, británicos y franceses que comprendieron su extraordinaria calidad literaria y su inmensa profundidad espiritual. El fenómeno se repetía y se volvería a repetir una y otra vez.



Próxima semana: Felipe II

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Published on January 03, 2015 03:21

January 1, 2015

El pastel de 2015

Desde hace tiempo Benjamin Netanyahu ha jugado la baza electoral del mensaje alarmista. Ciertamente, el voto del miedo puede resultar rentable en las urnas, pero tiene algunas contraindicaciones y entre los mayores destaca la realidad económica que sobrepasa no sólo el temor sino también la propaganda.

​Hace unas semanas, Naor Narkis, un antiguo oficial de inteligencia de tan sólo veinticinco años, puso patas arriba a la opinión pública israelí al colocar en Facebook la foto de un pastel de chocolate que, en Berlín, costaba la tercera parte que un dulce similar en Israel. Narkis sabía lo que hacía porque hace tres años centenares de miles de israelíes salieron a la calle protestando lo mismo por la subida de los alquileres en Tel Aviv que por el encarecimiento del queso. No hace mucho, un amigo me comentaba que si los bancos israelíes decidían reducir el volumen del descubierto que puede tener una cuenta el país podía verse sumido en una guerra civil. Personalmente, creo que se trata de una exageración retórica, pero dice mucho de la realidad de las preocupaciones cotidianas del ciudadano en cualquier democracia occidental. Lo que desea es llegar a fin de mes, tener una vivienda propia, disfrutar alguna vez de vacaciones y dar a sus hijos una formación que les permita encontrar empleo y, si Dios quiere, vivir algo mejor que él. El gobierno que se centra en subirle los impuestos limitando todas y cada una de esas metas y, tras reducir su bienestar, le anuncia que todo va mejor o le amedrentarle con posibles males venideros tiene enormes posibilidades de perder unas elecciones. En estos momentos, no pocos israelíes están emigrando a Alemania porque las perspectivas económicas no son buenas y mientras que el índice de precios al consumo creció un 23 por ciento en los últimos once años, los precios de los alimentos se elevaron un 39 por ciento. Es verdad que Israel no es una nación extraordinariamente endeudada y que hasta la última intervención en Gaza mantenía una tasa de crecimiento bastante decorosa, pero si sus ciudadanos creen que la vida es cara, que el gobierno está más atento a subir los impuestos que a promover el bienestar de las gentes de a pie y que el precio de un dulce es el triple en Israel que en Alemania es muy posible que a Netanyahu le estrellen el pastel en la cara. Ni que decir tiene que no es el único que puede sufrir esa suerte en 2015.

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Published on January 01, 2015 23:30

Diez sugerencias para 2015

Sugerencias para el nuevo año.

1. No esperemos grandes avances. Este es un año electoral y nos vamos a hartar de escuchar promesas pronunciadas por gente que no pierden nada anunciando que pondrán la luna en nuestras manos y por otros que ya han demostrado que no cumplen su palabra. No esperemos, por lo tanto, mucho… y tampoco seamos tan necios como para creerlos. Yo, personalmente, a alguien que prometió bajar los impuestos y los ha subido más de cincuenta veces me costaría hasta darle los buenos días en el temor de que tenga que pagar alguna tasa por ser educado. En cuanto al voto, pueden esperar sentados. Desde luego, con el mío que no cuenten.



2. No derivemos a los demás nuestros problemas. Cualquiera que conozca la Historia de nuestra nación sabe de sobra que las situaciones difíciles rara vez han sido solucionadas desde el poder. A decir verdad, hemos estado de suerte cuando las castas privilegiadas no han deteriorado más la situación. Por lo tanto, seamos realistas y no esperemos de otros la solución de nuestros problemas. O nosotros comenzamos a actuar o no encontraremos nada.





3. No creamos en redentores. Ser redentor no es tarea fácil y la Historia dice que sólo pueden serlo aquellos que estén dispuestos a que los claven en una cruz por defender su causa. Si no arriesgan hasta ese punto, no son genuinos por más demagogia que les salga por la boca. No caigamos en el error de pensar que bajo la piel de cordero hay siempre un animal manso. La experiencia de siglos demuestra que suele haber lobos dispuestos a devorar todo lo que encuentren a su paso aunque justifiquen sus acciones con que otros - coyotes o zorros – los precedieron.





4. No permitamos que el resentimiento anide en nuestro corazón. Entrando en el octavo año de crisis, no es fácil que nuestra alma no tenga varias heridas y que además supuren y se resistan a cicatrizar porque no se ve la salida del túnel aunque algunos canten la luz brillante que, supuestamente, acaricia todo a su paso. Con todo y con eso, el rencor sólo sirve para anular nuestro criterio. Nunca para mejorarlo. Desechémoslo totalmente.





5. Aceptemos que el perdón es saludable. Con lo pasado y lo que nos queda por pasar, no faltarán ocasiones para ejercer el perdón. A alguno le parecerán palabras vacías, pero perdonar restaura, libera y cura. Incluso nos asemeja a Dios.





6. No dejemos de trabajar. Con un salario mínimo que ha aumentado en tres euros y con una mayoría de la población que ya quisiera llegar a mileurista es tentador aplicar aquella norma de la Alemania comunista que se expresaba como “ellos hacen como que nos pagan y nosotros hacemos como que trabajamos”. La actitud es comprensible, pero no nos llevará a ningún lado bueno. Asumamos el firme compromiso de trabajar cada día mejor.





7. No caigamos en el desánimo. Tan absurdo como creer en lo imposible es rechazar que hay metas posibles. Confiemos en que alguna la podremos alcanzar. Si lo que arrojamos en el surco es confianza y fe siempre será más fácil recoger una cosecha decorosa que cuando sólo se ve desesperanza.





8. Quedémonos con lo relevante. No se trata de llenar la vida de años sino los años de vida. Intentemos recuperar aquellas cosas, pequeñas y diminutas, que nos proporcionaron dicha en otras épocas de nuestra existencia. No pocas de ellas además son económicas: pasear, tararear una canción, comentar una película con los amigos, escuchar música, charlar…





9. Recordemos que también tenemos un espíritu. A alguno esta afirmación les parecerá delirante. Están en su derecho, pero la realidad es que ese espíritu es lo único que nos separa de los animales inferiores y que el dedicarnos a cultivarlo nos ayudará mucho en este año que comienza.





10. Me permito sugerir que más que nunca confíemos en Dios. No es políticamente correcto, pero mentiría si ocultara que lo veo como algo esencial. Personalmente, estoy convencido de que gracias a El hemos sobrevivido todo lo que ha sucedido en 2014 que no ha sido, ciertamente, poco. Con su ayuda remontaremos lo que va a traer el 2015 que no será, muy posiblemente, liviano. Y ahora sí: feliz 2015. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios les bendiga!!!

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Published on January 01, 2015 00:44

December 31, 2014

Se acabó 2014

El año concluye hoy y resulta obligado reflexionar sobre lo sucedido. Don Roberto Centeno me dice con esa seguridad rezumante de datos que le caracteriza que lo mejor de 2014 es que 2015 será peor.

No digo yo que no le falten razones para pensar así, pero yo me atrevo a discrepar. 2014 ha sido un año duro, difícil, áspero y en cuestiones de no escasa importancia peor de lo que habríamos pensado incluso los que no nos caracterizamos por nuestro optimismo. Echen la vista atrás y díganme si exagero. Sin embargo… sin embargo, lo hemos concluido. No es poco porque la muerte se ha llevado por delante a millones de personas que no necesariamente eran peores que nosotros. No lo eran, pero ya no están. Nosotros, sí. En no pocos casos, además hay gente que pasea por este muro que ha conservado o incluso encontrado empleo. No sólo eso. No falta alguno al que la economía sumergida ha besado dulcemente dejando de manifiesto que si el estado gastara menos y exprimiera con una codicia menor a los ciudadanos el final de nuestras disparatadas cifras de desempleo podría tener lugar. En otras palabras, hemos sobrevivido y nos hemos mantenido. En este mundo y en España, es para hincarse de rodillas y dar gracias a Dios de todo corazón.



En mi caso, tengo además muchas razones añadidas para darle gracias a Dios. Mi hija se graduó y ha continuado después sus estudios en distintas universidades de China, pero, por encima de todo, nuestra relación es estrecha, profunda y amorosa. En medio de situaciones no poco arduas, la cercanía – siquiera moral – de mi hija ha sido una inmensa ayuda para mi. Si digo que ilumina cada minuto que pasa a mi lado no exagero.



También se me confirmó en 2014 que permanezco en las listas negras en que me colocaron algunos de mis compatriotas. Una editora de una de las editoriales que ha ganado muchos, muchos millones de euros con mis libros se permitió incluso señalar en una reunión restringida que “César Vidal es mucho mejor escritor de lo que él se cree, pero va a estar sin publicar hasta que aprenda la lección”. No termino de saber cuál es esa lección, pero debe incluir el concepto de que aunque seas un buen escritor – incluso un escritor mejor de lo que tu piensas – puedes verte sin trabajo si no te sometes como un esclavo a determinados poderes. Yo, por principios, estoy en contra de la esclavitud. Por añadidura, acaba de publicarse un libro nuevo mío en Estados Unidos del que les hablaré en breve. Además ya son seis los libros que han aparecido en formato electrónico también en Estados Unidos. Allá ellos si quieren perdérselo por su estúpido sectarismo, el mismo estúpido sectarismo que está causando la ruina de España.



No menos satisfactorio ha sido el paso a diario – generalmente, varias veces en el curso de la jornada – por los muros de Facebook y de www.cesarvidal.com. He continuado publicando posts cotidianamente hasta el punto de que los materiales aparecidos en Facebook suman algo más de mil folios, es decir, el equivalente a tres o cuatro libros, pero, sobre todo, he ido viendo hasta qué punto los muros son útiles. No se trata sólo de que sean espacios de libertad con pocos puntos de comparación o de que en ellos aparezca abundante información que tampoco cuenta con muchos paralelos. Además podría hablar de las personas que se han convertido a Jesús a través de ellos – incluido más de un musulmán – la gente que ha recibido consuelo y ayuda en sus luchas cotidianas o la muchacha que, finalmente, decidió no abortar y tener a una niña preciosa. Más no puedo contar porque defraudaría la confidencialidad de docenas y docenas de personas del muro, pero esas historias – mucho más grandes que pequeñas – recompensan más que sobradamente un esfuerzo mil veces mayor que el que he realizado en Facebook durante 2014.



Añádase a esto que el programa de radio – un auténtico oasis de libertad en medio de un universo mediático cada vez más controlado por mecanismos como la publicidad - ha ganado audiencia cada día y ya suma varios centenares de miles de oyentes… y es mucho menos deficitario que algunas radios. Aquí debo dar las gracias a Dios no sólo por colaboradores recuperados como Sagrario Fernández Prieto, Pilar Muñoz o Roberto Centeno, no sólo por la ayuda verdaderamente providencial proporcionada por Radio Solidaria sino, de manera muy especial, por lo que llevan aportando desde hace años dos personas no tan conocidas, pero importantísimas como son Miquel Rosselló y Galyna Kalinníkova. Sin ellos dos casi todo lo que han disfrutado ustedes desde que tomé el camino del exilio habría sido imposible.



Finalmente, como dato curioso, contaré que algunos de mis libros de segunda mano alcanzan un precio de mil dólares como se puede comprobar en



http://www.amazon.com/Legado-del-Cristianismo-Cultura-Occidental/dp/8467019514/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1419729317&sr=8-1&keywords=legado+del+cristianismo+c%C3%A9sar+vidal





Esta última circunstancia sólo deja de manifiesto que los libreros de Estados Unidos son mucho más inteligentes que buena parte de los editores españoles… o simplemente sus decisiones no deben nada a los políticos sino simplemente a criterios literarios. Los primeros hacen negocios, los editores españoles se limitan a ver cómo las cifras de venta siguen desplomándose año tras año porque, al final, como tantas cosas en España, todo lo decide la política y no el mérito o ni siquiera el mercado.



Pero volviendo a lo que estábamos, para mi, este año ha sido un año de profundizar en tareas a las que ya me dedicaba y de iniciar otras de las que me siento especialmente satisfecho. Algunas me han dado para mantenerme a mi y a otros; en otras, sigo perdiendo dinero y actuando “pro bono”, pero convencido de que Dios proveerá.





Con todo, más allá de todos esos proyectos que se han ido articulando y naciendo, más allá de los que hay en cartera para 2015, más allá de mi hija – que alegra y anima mi existencia de una manera que no me veo capaz de describir - más allá de la presencia continua de ustedes, ha sido un enorme estímulo, una inmensa alegría, una indescriptible bendición haber vivido este año en la libertad del que no está al servicio de los poderes fácticos y en el camino de aquel cuyo nacimiento siquiera algunos recordamos hace una semana. Hace mucho, mucho tiempo que llegué a la conclusión de que la vida tiene sentido sólo si se vive buscando el Reino de Dios y su justicia y que lo demás será dado por añadidura. Nada me ha llevado a dudar de que esa conclusión es la adecuada en este año de 2014. Es lo mismo que les deseo a ustedes a unas horas del inicio de 2015 porque sé que es lo único que trae amor, paz y apacibilidad a nuestras vidas. Feliz salida del 2014. Feliz entrada del 2015. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios les bendiga!!!

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Published on December 31, 2014 00:42

December 30, 2014

Jesús el judío

​Se grabó hace muchos años, cuando alguien que no dejaría de trepar en la casa todavía no había tenido la oportunidad de hundir la televisión.

Fue una pena que lo hiciera porque hubiera podido ser una alternativa real a la televisión que hay en España cada vez más adocenada y aburrida. En fin, las cosas son como son y no merece la pena seguir dando la vuelta a lo que ya no tiene remedio. Aquí recupero un coloquio que mereció la pena y con el que se puede ir acabando este año al que le quedan, casi literalmente, dos telediarios.



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Published on December 30, 2014 01:30

December 29, 2014

​Podemos o el ricachón en la corte

De creer a la madre de Pablo Iglesias, a su hijo, siendo casi un niño, “le dio por Lenin, Marcuse, Hegel, Allende... ¡Los devoraba!». Puede que sea así.

Sin embargo, más allá de apelar a Lenin para justificar el recibir dinero de un régimen tan retrógrado como la república islámica de Irán, en Pablo Iglesias no da la impresión de que, caso de haberlo estudiado a conciencia alguna vez, haya quedado la menor huella del pensamiento táctico o del análisis teórico del padre de la revolución rusa de octubre de 1917. A decir verdad, si acaso habría que señalar que contradice ambos a cada paso. En cuanto a Marcuse o Hegel, las huellas resultan imposibles de rastrear a día de hoy. Por otro lado, que Monedero, el número dos de la formación, se ha hecho fotos con Bob Jessop es indudable, pero resulta más discutible que se haya visto influido por él. A fin de cuentas, este profesor británico de la universidad de Lancaster se ha dedicado a reinterpretar a Gramsci y a Poulantzas para acabar describiendo la conexión entre la política y el capital como mera relación social, conclusión hasta cierto punto lógica en un sociólogo, pero no parece que Monedero discurra por esos andurriales doctrinales. Tampoco está muy clara la influencia de Claus Offe, también sociólogo de orientación marxista, y otros exponentes de la denominada segunda generación de la escuela de Frankfort porque más que, de nuevo, Monedero se haya esforzado en dejar constancia gráfica de que coincidieron alguna vez en un pasillo. Ni siquiera Albert Hirschmann – a pesar de haber combatido en la guerra civil española en el bando frente-populista – es mentor de Monedero o Iglesias por la sencilla razón de que Hirschmann rezuma nostalgia por un mundo que se fue supuestamente a causa de la avaricia de los consumidores. A decir verdad, Hirschmann parece más una plañidera d ocasiones perdidas de avanzar hacia el socialismo que un teórico de cómo llegar al paraíso. Insistamos en ello: a Monedero parecen entusiasmarle los selfies con estos teóricos, pero de ahí a tenerlos como maestros o siquiera haber aprendido algo de ellos media un abismo. Algún paralelo táctico sí existe con Jean-Luc Mélenchon, dirigente del Partido de la izquierda en Francia que obtuvo un once por ciento de los sufragios en las últimas presidenciales. De hecho, Mélenchon consiguió una considerable popularidad gracias a su intervención en tertulias e Iglesias aplaudió su afirmación de que si ganaba las elecciones su primera medida sería hacer desfilar al ejército por los Campos Elíseos para mandar un mensaje a los mercados financieros. Lo cierto es que por más que pretendan adornarse con plumas de sofisticación intelectual en ciertos medios, la influencia ideológica real – más allá de su conocimiento de los nuevos medios de masas - sobre Podemos procede de Hispanoamérica. Se ha señalado en alguna ocasión que Ernesto Laclau, argentino fallecido en Sevilla en 2014, podría haber sido su mentor, pero la afirmación no deja de ser altamente especulativa. Laclau conocía el marxismo bastante deshuesado de Althusser y bebió de la teoría de la hegemonía de Antonio Gramsci, el imaginativo comunista italiano que tanto ha pesado en análisis de la izquierda posteriores a la segunda guerra mundial. Sin embargo, su cuestionamiento del peso de la lucha de clases y del análisis económico lo convirtieron en un hereje desde la perspectiva marxista y, de hecho, fue, fundamentalmente, un teórico del populismo que, según él, crea “significantes vacíos” que sirven para aglutinar a gentes que sienten que sus exigencias políticas no son escuchadas. Algunos han atribuido semejante táctica a Podemos, pero, honradamente, no parece que se corresponda con la realidad ya que los anuncios de esta formación política son considerablemente concretos. Tampoco existe la menor constancia de que Podemos haya recibido entrenamiento en el Punto Cero de Guanabo donde la dictadura cubana ha proporcionado adiestramiento en la subversión política a los grupos más variopintos. En realidad, Podemos es más un producto directo – y confeso - del triunfo de Hugo Chávez en Venezuela. Iglesias ha afirmado de manera taxativa que Hugo Chávez es «uno de los principales motores de cambio en América Latina» y tras su muerte, aseguró que «Los demócratas hemos perdido a uno de los nuestros». Por su parte, Juan Carlos Monedero fue asesor del “gorila rojo” durante nueve años. Puede molestar a los que les gusta presumir de pedigree intelectual, pero el golpista venezolano, Evo Morales o Correa están mucho más cerca de Iglesias y Monedero que Laclau o Althusser. De hecho, los han elogiado con reiterado entusiasmo, algo que no han hecho con el régimen de Irán a pesar de la ayuda que han recibido del régimen de los ayatollahs. Ahí es donde radica uno de los dramas de Podemos ya que esos populismos hispanoamericanos, a pesar de sus protestas de izquierdismo, son un mero calco de la estrategia y de la táctica creadas por el fascismo para llegar al gobierno en Italia a inicios del siglo XX. Los ejemplos no son pocos. En un reciente debate, Monedero apelara a los hogares con frío en Navidad ignorando seguramente que semejante referencia tiene hondas raíces fascistas. De manera semejante al fascismo italiano – que tenía como canción emblemática el Giovinezza, giovinezza (Juventud, juventud) – Podemos ha teorizado con la manera de capitalizar políticamente el enfrentamiento entre “jóvenes y viejos”. Partiendo de esos mimbres a nadie puede sorprender que el mismo programa económico de Podemos se parezca de manera extraordinariamente llamativa al Programa de Sansepolcro del fascismo mussoliniano. Quizá por ello no debería extrañar que algún conocido personaje de la extrema derecha española lo haya aplaudido como similar al de la Falange de José Antonio aunque “dulcificado”. Como aquel ricachón de Molière que, llegado a la corte, descubría que hablaba en prosa sin saberlo, quizá un día los dirigentes de Podemos logren también descubrir que su estrategia para tomar el poder e incluso su programa político no son ninguna novedad sino que fueron ya diseñados a inicios del siglo XX no por Lenin sino por un antiguo socialista llamado Benito Mussolini.

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Published on December 29, 2014 01:01

December 27, 2014

La Reforma indispensable (XXIX): El proceso Lutero (X): La tarea de un reformador (III)

Durante el verano de 1520, en medio de la tormenta, Lutero redactó unos escritos que abordaban de manera práctica la problemática de la Reforma. A ellos vamos a dedicar la presente entrega.



El primero de los escritos de Lutero surgido en el verano de 1520 fue un manifiesto titulado Una carta abierta a la nobleza cristiana de la nación alemana referente a la reforma del estado cristiano. Se trataba de un llamamiento a los dirigentes de Alemania, al joven emperador, a los príncipes y a los caballeros, y a las grandes ciudades imperiales. El texto comenzaba con una advertencia solemne a los gobernantes en el sentido de que no debían imaginar nunca que la reforma de la Cristiandad pudiera lograrse mediante la fuerza de las armas:





“Debemos acudir a nuestra labor renunciando a la fuerza física, y confiando humildemente en Dios. No estamos tratando con hombres, sino con los príncipes del infierno, que pueden llenar el mundo con guerra y derramamiento de sangre, pero a los que la guerra y el derramamiento de sangre no vencen”





Una afirmación de este tipo sería hoy difícilmente discutida, pero en el contexto en que se escribió, cuando la bula de excomunión de Lutero condenaba como herética la afirmación de que el enviar a los herejes a la hoguera no era obra del Espíritu, constituía una refrescante nota de modernidad, modernidad que se asentaba no en la iconoclastia sino en la fe en Cristo.



Lutero contraponía a lo que denominaba los tres muros del romanismo – la pretensión papal de poseer una jurisdicción superior a la del poder temporal, su pretensión de tener el único poder para interpretar la Escritura y la pretensión de tener la única autoridad para convocar un concilio general - la tesis teológica del sacerdocio de todos los creyentes y la social del bien común que debe ser sometido a la fiscalización de todos. El sacerdocio común de los creyentes, surgido del bautismo y de la fe cristiana, sitúa en pie de igualdad a todos los cristianos, de tal manera que cuando un obispo es elegido es como si “diez hermanos, todos hijos de reyes y herederos iguales, fueran a escoger a uno de entre ellos para gobernar la herencia de todos… todos serían reyes e iguales en el poder, aunque uno de ellos se encargara del debe de gobernar” . La visión de Lutero conectaba con las declaraciones neotestamentarias que afirman que todos los discípulos de Cristo son “reyes y sacerdotes” (I Pedro 2, 5, 9; Apocalipsis 1, 6; 5, 10) y con la práctica de los primeros siglos de que el pueblo eligiera a los obispos, pero, sin ningún género de dudas, chocaba frontalmente con la situación eclesial de entonces.



Pero a la consideración teológica, Lutero sumaba una reflexión sobre la que se levantaría tiempo después el edificio de la primera democracia moderna:



“Nadie debe adelantarse y asumir, sin nuestro consentimiento y elección, el hacer lo que está en poder de todos nosotros. Porque lo que es común de todo, ningún debería atreverse a emprenderlo sin la voluntad y el mandato de la comunidad” .



A diferencia de no pocos de los teóricos de la democracia, Lutero no era antropológicamente optimista y basta revisar sus comentarios bíblicos, desde los dedicados a la carta a los Romanos en 1515 a los relacionados con el Génesis en 1540, para captar que pensaba que los gobernantes no corruptos eran excepcionales y que estaba seguro de que el poder corrompía. Sin embargo, pensaba que la tarea de la reforma tenía que ser llevada a cabo y si no la emprendían las autoridades eclesiales, serían las civiles las encargadas de ello.



El punto de vista de Lutero puede resultarnos chocante, pero contaba con precedentes históricos, y, sobre todo, enlazaba con una visión humanista muy de la época. Así, el concilio de Nicea en el que se había enfrentado la iglesia con la herejía de Arrio no había sido convocado por el obispo de Roma – que ni siquiera estuvo presente – sino por el emperador Constantino y a nadie se le hubiera ocurrido negar su magnífico resultado. Por otro lado, confiar en que los príncipes impulsaran la Reforma – una propuesta que nos resulta chocante en la actualidad - era algo que ya había sucedido en la España de los Reyes católicos y de Cisneros y que había sido propugnado por personajes de la talla de Erasmo.



Lutero era consciente del peligro que implicaba aquella propuesta y no se engañaba al respecto. Sin embargo, estaba convencido de que, en conciencia, no podía hacer otra cosa: “Creo que he tocado mi melodía con una nota demasiado alta, y que he formulado demasiadas propuestas… pero ¿qué puedo hacer? Estoy vinculado a la obligación de hablar… Prefiero la ira del mundo a la Ira de Dios: no pueden hacer más que quitarme la vida” .



A finales de agosto, había millares de copias del escrito circulando por Alemania con un efecto extraordinario. Estaba redactado en la lengua del pueblo, expresaba todo en términos sencillos y ponía por escrito y de manera articulada lo que muchos pensaban.



El siguiente escrito de Lutero en aquel verano de 1520 tuvo un carácter muy diferente. Lo redactó en latín y estaba dirigido no al pueblo llano sino a los humanistas y al clero. Su título – Un preludio sobre la cautividad babilónica de la iglesia – enlazaba con una corriente de pensamiento que había comparado desde hacía siglos la decadencia de la iglesia católica con el destierro que había sufrido el pueblo de Israel en Babilonia. De hecho, incluso se había denominado con anterioridad cautividad babilónica al período en que el papa había abandonado Roma para residir en Aviñón.



Lutero comenzaba diciendo que había tenido que escribirlo impulsado por los ataques feroces de los que había sido objeto, pero lo cierto es que también recogía las consecuencias lógicas de sus conclusiones contrarias a Roma. Anunció su publicación a Spalatino a la vez que le informaba de la llegada de Eck con la bula papal.



Lutero sostiene en el texto que la Biblia debe ser la base de la vida de la iglesia: “La iglesia debe su vida a la Palabra de la promesa, y es alimentada y preservada por esta misma Palabra – son las promesas de Dios las que hacen a la iglesia y no la iglesia la que hace las promesas de Dios” . A partir de ahí, Lutero indica que, propiamente hablando, por lo tanto, sólo pueden existir dos sacramentos, el Bautismo y la Santa Cena, porque son los únicos de los que hablan las Escrituras. Lutero no niega el matrimonio, la confirmación o el orden, pero no los considera sacramentos en la medida en que Cristo no los instituyó como tales.



Precisamente, ese biblicismo es el que lleva a Lutero a cuestionar buena parte de la enseñanza católica sobre la Eucaristía. En primer lugar, cuestiona el dogma de la transubstanciación. De hecho, el pasaje de Juan 6 nada tiene que ver con este dogma – una afirmación que pocos exegetas católicos cuestionarían en la actualidad – que carece de sustento bíblico. La base para llegar a esa conclusión es no sólo que los textos del Nuevo Testamento hablan de que lo que tomaban los primeros cristianos era pan y vino (I Corintios 11, 26-28), sino que además resultaba inverosímil definir un dogma sobre la base de la filosofía aristotélica. La objeción última ya había sido planteada por humanistas como Erasmo, si bien habían preferido no entrar en controversias al respecto. Igualmente, Lutero se refería a la Bibliapara indicar que los cristianos participaban del pan y del vino, y no sólo del pan como era práctica en la época.



La conclusión a la que acababa llegando el teólogo era que la iglesia estaba sometida a una situación de cautividad espiritual por Roma. Ésta, en lugar de sujetarse a lo que indicaban las Escrituras, había añadido sacramentos que carecían de base bíblica y había trastornado la naturaleza del bautismo y de la Cenadel Señor.



El tercer escrito de la época es De la libertad del cristiano. Se trataba de un texto breve que continuaba en la línea de su texto Acerca de las buenas obras. En él, Lutero conciliaba dos afirmaciones aparentemente contradictorias, la de que “el cristiano es un hombre libre, señor de todo y no sometido a nadie” y la de que “el cristiano es un siervo, al servicio de todo y a todos sometido”. Partiendo, pues, de la base de que el Evangelio es “lo único que en el cielo y en la tierra da vida al alma” , Lutero vuelve a recordar el estado de “eterna perdición” que se merece el hombre y cómo sólo es posible salir de ella gracias a la obra de Jesucristo. Precisamente, el que se rinde “a él con fe firme y confía en él con alegría”, es el que recibe la remisión de los pecados. De hecho, “una fe verdadera en Cristo, es un tesoro incomparable: conlleva la salvación eterna y aleja toda desventura, como está escrito en el capítulo final de Marcos: “Quien crea y se bautice se salvará; el que no crea se condenará””. Precisamente ese cristiano, “que ha sido consagrado por la fe, realiza obras buenas”. Al respecto, al final de la obra, Lutero realiza una afirmación que había sido apuntada por distintos humanistas con Erasmo a la cabeza:





“Cualquier obra que no se encamine a servir a los demás o a mortificar su voluntad – doy por supuesto que no se exija nada contra Dios – no será realmente una buena obra realmente cristiana. Esto es lo que lleva a sospechar de que sean cristianos no pocos monasterios, iglesias, conventos, altares, misas, fundaciones, ayunos y oraciones que se dirigen a santos concretos. Y es que me temo que en todo ello se persigue únicamente el interés propio, al creer que es un medio de penitencia por los pecados y para salvación. Todo procede de la ignorancia que hay en relación con la fe, la libertad cristiana, y de que algunos prelados ciegos impulsan hacia estas cosas al alabarlas y enriquecerlas con indulgencias, sin preocuparse nunca en enseñar la fe. Mi consejo es que si deseas levantar alguna fundación, orar, ayunar, te guardes de hacerlo con la idea de beneficiarte a ti mismo. Da de forma gratuita y en beneficio de los demás para que otros puedan disfrutarlo. Así serás un cristiano auténtico”.





La conclusión de Lutero es rotunda:





“Un cristiano no vive en si mismo. Vive en Cristo y en su prójimo. En Cristo, por la fe; en el prójimo, por amor”.





El texto, unido a su tratado Acerca de las buenas obras, constituye un díptico de ética sencillo y, a la vez, extraordinario suficiente para disipar en quien lo conozca cualquier creencia en el supuesto antinomismo del protestantismo o en la falta de interés por las obras de la Reforma. El cristiano es aquel que, después de comprobar su incapacidad para salvarse, se arrodilla a los pies de Cristo y recibe, a través de la fe, la redención que obtuvo en la cruz del Calvario. A partir de entonces, libre de la condenación, se convierte en siervo de Dios y del prójimo, no para salvarse, sino porque ya ha sido salvado, no por beneficio propio sino por amor a su redentor y a los demás.



Durante aquellos meses, Lutero no dejó de tener noticias de la manera en que los enviados del papa recorrían las diferentes ciudades alemanas y procedían a arrojar a la hoguera sus escritos. Se trataba de una ceremonia que solía chocar con la oposición popular e incluso no faltaron ocasiones en que los libros del agustino fueron sustituidos por otros. Sin embargo, las intenciones de Eck y Aleandro eran obvias. Entonces el 10 de diciembre, tuvo lugar un episodio que señaló de manera clara que la Historia había cambiado radicalmente.



Cerca de la puerta de Elster en Wittenberg, Agrícola, acompañado de algunos profesores y estudiantes, encendió un fuego al que arrojó algunos volúmenes de derecho canónico, las decretales papales y la Summa Angelica de Angelo de Chiavasso. La elección de los textos llevaba en si una profunda carga simbólica. El derecho canónico y las decretales – un fruto directo de la obra legislativa de los papas del Renacimiento – eran, desde su punto de vista, una innegable demostración de cómo el derecho había terminado por sustituir la verdad clara y sencilla del Evangelio. Por su parte, la Summa Angelica era un ejemplo de cómo los deberes pastorales habían sido relegados en pro de una especulación teológica apartada de la realidad y de las necesidades del pueblo cristiano.



De repente y de forma inesperada, Lutero se abrió paso entre los presentes y, profundamente emocionado, arrojó al fuego un pequeño volumen. Lo que dijo en aquellos momentos apenas se pudo oír y es dudoso que fueran muchos los que se dieran cuenta de que acababa de quemar la bula de excomunión que el papa había lanzado contra él. Durante unos instantes, los presentes contemplaron en silencio las llamas que contrastaban con el frío aire del invierno. Luego alguien realizó un comentario y el grupo se disolvió. Siglos después, Lord Acton indicaría que aquella había sido el verdadero acto de inauguración de la Reforma.



CONTINUARÁ: La Reforma indispensable (XXX): El proceso Lutero (XI): La Dieta de Worms (I): los antecedentes







WML 2.64.



WML 2.65.



WML 2.67.



WML 2.68.



WML 2. 164.



WML 2. 273.



Marcos 16, 16.



WML 2.342.

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Published on December 27, 2014 23:15

December 26, 2014

La Luz y las luces de Navidad

No tenemos hoy, como de costumbre, canción, pero les incluyo una entrevista que me realizaron hace una semana en relación con La Luz y las luces de la Navidad. Espero que la disfruten,



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Published on December 26, 2014 23:13

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César Vidal
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