César Vidal's Blog, page 124

March 20, 2015

Los libros históricos (XI): Nehemías

​De entre los libros históricos pocos resultan más actuales y prácticos que el libro de Nehemías y es así porque detalla la manera en que una nación sumida en una profunda crisis social, económica, política y, sobre todo, espiritual emergió de ella.

Nehemías era un judío al servicio del rey de Persia como copero – circunstancia que indica que quizá pudo ser un eunuco – que decidió abandonar tan importante puesto para marchar a Israel a ayudar a sus compatriotas. No deja de ser significativo que, en primer lugar, cuando Nehemías supo que, tras años y años, poco había cambiado en Israel no buscara arrojar la culpa sobre otros – el imperio persa, las circunstancias económicas, aquel partido o el otro… - sino que reconociera que la responsabilidad de la desgracia descansaba en el propio Israel. El primer paso para la restauración nacional – y personal – es dejar de culpar a otros por lo que es responsabilidad nuestra (c. 1). De hecho, no deja de ser significativo que, precisamente tras reconocer esa responsabilidad delante de Dios, Nehemías fuera facultado por el rey persa para regresar a Tierra santa (c. 2).



La segunda lección importante de Nehemías es la necesidad de analizar adecuadamente aquello que se desea mejorar. Lejos de dejarse enredar por los informes de otros sobre cuál era la situación en Jerusalén, Nehemías realizó su análisis personal de la situación (2: 11-18) y extrajo unas conclusiones veraces.



La tercera lección es que siempre se producirá oposición ante un proyecto de restauración (2: 19). Sin una confianza plena en Dios – que no en los que dicen representarlo – (2: 20) y una asunción de responsabilidad de todos (c. 3 y 4) no existe posibilidad alguna de restauración. Semejante tarea colectiva debe ir unida además a decisiones éticas importantes. En el caso de Nehemías, pasaron por cuestiones como restaurar la justicia financiera en el seno de Israel (c. 5), designar una cadena de responsables (c. 7), devolver la Biblia al pueblo (c. 8) – algo que en Europa realizó la Reforma del siglo XVI en oposición frontal a la posición de siglos de la iglesia católico-romana – reconocer las responsabilidades colectivas y comprometerse a realizar los cambios pertinentes (c. 9) entre los que se hallaban respetar el descanso (13: 16-22) y obedecer los mandamientos relativos a la familia (13: 23-27).



Releyendo el libro de Nehemías no resulta difícil descubrir porque determinados procesos de reforma y restauración espiritual o política triunfan o fracasan. Cuando se niega aceradamente la propia responsabilidad alegando que no existe o que si nos hemos portado mal otros lo han hecho peor; cuando no existe un compromiso de realizar cambios sino sólo de sustituir a los que mandan; cuando el proceso no tiene carácter colectivo sino que todo queda en manos de una pequeña minoría; cuando no hay un regreso a los valores de la Biblia… lo más seguro es que, tarde o temprano, todo acabe fracasando. La Historia está llena de ejemplos al respecto.





Textos recomendados: La oración de Nehemías (c. 1); inspección y enemigos (c. 2); Nehemías devuelve la vida al pueblo (c. 8)







El Reino vs. la religión (IV): Marcos 2: 23-27



Una de las características de la religión organizada es la sacralización de ciertos días y situaciones relacionadas, por ejemplo, con el consumo de determinados alimentos. En cualquier religión desde el paganismo clásico al hinduismo o el budismo pasando por el islam o el catolicismo, esos aspectos se encuentran presentes. Una de las grandes innovaciones de la predicación del Reino es su relativización total. Así queda de manifiesto es un episodio especialmente puesto que se relacionaba con el día sagrado de los judíos, el shabbat. Precisamente en ese día, Jesús andaba atravesando unos sembrados con sus discípulos y éstos al tener hambre procedieron a arrancar espigas y a comerse los granos (2: 23). La reacción de los fariseos fue, de manera normal, quejarse por lo que a sus ojos era una flagrante violación de una norma religiosa (2: 24). Aquellos sujetos estaban llevando a cabo una acción que no era permitida en shabbat y Jesús no los reprendía por ello. Algunos autores judíos deseosos de tender puentes entre la enseñanza de Jesús y el judaísmo posterior – basado precisamente en los fariseos – insisten en que los discípulos no quebraban el shabbat y que, por lo tanto, la acusación era injusta. Sin embargo, Jesús no adoptó esa línea de defensa sino otra mucho más radical y si se nos permite utilizar el gastado término, revolucionaria. Con su apego a una visión meramente religiosa de la vida, los fariseos no captaban en absoluto la realidad del Reino de Dios y la mente de Dios. Y, sin embargo… sin embargo, los precedentes contenidos en el Antiguo Testamento apuntaban en esa misma dirección. Por ejemplo, cuando David, que se había convertido en un fugitivo, no tuvo que comer ni él ni sus hombres y pidió pan al sumo sacerdote Abiatar. Éste sólo tenía los panes que consumían en exclusiva los sacerdotes, pero la respuesta que dio a David no fue negativa. Por el contrario, comprendió que dar de comer a los que padecían hambre estaba muy por encima de lo sagrado de una cosa como el pan de la proposición (I Samuel 21: 1-6). La predicación del Reino de Dios recupera algo esencial y es que los mandatos de Dios no tienen como finalidad aprisionar al hombre unciéndole a las decisiones de una casta religiosa sino liberarlo y bendecirlo. El shabbat fue creado (v. 27) a causa del hombre para que en ese día se repusiera de los trabajos y fatigas de la semana y recordara que Dios deseaba bendecirlo. Los que, por el contrario, sometían al hombre al shabbat pervertían el propósito original de Dios y convertían al ser humano en un esclavo de una institución que debería haberle dado dicha y libertad. Si un hambriento no podía saciar su necesidad en shabbat arrancando espigas, ¿de qué servía el shabbat? Si las fiestas acaban siendo una ocasión para esclavizar a las gentes, ¿cuál es su utilidad?



Un par de décadas después, Pablo escribiría a los romanos que “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14: 7). Jesús podía decirlo todo con una autoridad aún mayor. El era señor del shabbat en su calidad de mesías. Sabía, pues, de lo que hablaba y su mensaje era claro: el Reino de Dios no era una religión y además se encontraba diametralmente opuesto a la religión en la medida en que ésta podía utilizar hasta los regalos de Dios para someter a esclavitud a los seres humanos.



CONTINUARÁ:



El Reino vs. la religión (V): Marcos 3: 1-6

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Published on March 20, 2015 01:08

March 19, 2015

Felipe V, el primer Borbón

Se ha puesto de moda en las últimas décadas despotricar contra Felipe V y considerarlo un rey invasor. Nada más lejos de la realidad.

​Designado heredero por Carlos II, Felipe V era nieto de Luis XIV y biznieto de Felipe IV y fue aceptado unánimemente como rey por todos los territorios españoles y las potencias europeas en 1700. La única excepción fue el imperio austriaco que soñaba con colocar a uno de sus príncipes, el archiduque Carlos, en el trono español. Todo hubiera quedado en nada de no ser por que Luis XIV decidió apoyar a Escocia frente a Inglaterra. En 1701, las tropas austriacas invadieron los territorios españoles en Italia y dio inicio la denominada guerra de Sucesión, en la que media Europa se enfrentaba a los Borbones. En España, mientras Castilla y Navarra se mantuvieron fieles a su juramento de lealtad a Felipe V, parte de Cataluña – no toda – Valencia y Aragón se inclinaron por el archiduque Carlos. Así, la guerra mundial se convirtió también en guerra civil española. Cuando en 1713, el archiduque Carlos se convirtió en emperador, sus aliados lo abandonaron temerosos de repetir la época de Carlos V y Felipe V fue reconocido unánimemente como rey de España. Desprovista de buena parte de sus territorios y con una Hacienda arruinada, la única salida era – como ya había visto Olivares – racionalizar la administración, una tarea emprendida a través a través de los Decretos de Nueva Planta. La supresión del derecho público propio – no el privado – en los territorios peninsulares es actualmente objeto de no pocas críticas. Sin embargo, en su época fue acogida, al fin y a la postre, con entusiasmo porque abría a otros territorios la posibilidad de comerciar entre si y, sobre todo, tuvo efectos muy positivos en la inexcusable reconstrucción nacional. Felipe V – que reinó cuarenta y cinco años con un breve período de unos meses en que abdicó en su hijo Luis con la intención, fallida, de aspirar al trono francés - caería víctima de accesos de locura en que deseaba cabalgar sobre los caballos de sus tapices palaciegos. Lo conté en una novela bien difícil de encontrar titulada El violinista del rey animoso. Por cierto, aquella obra debería haber tenido una segunda parte, pero la persona encargada de dar luz verde encendió el disco rojo. Perdió su empleo hace años y no sé qué habrá sido de ella. Pero volvamos a Felipe V. Como señalaba en aquella novela, en parte por el apoyo de su esposa, Luisa Isabel de Orleans; en parte por la cercanía de políticos sensatos y, en parte, por la racionalización administrativa, logró que España se recuperara no poco de los desastres de décadas. No fue escaso legado.



Próxima semana: Carlos III

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Published on March 19, 2015 01:16

March 18, 2015

China (III): Amigos de todos, enemigos de nadie

​Si, como he señalado en columnas anteriores, la China actual cuenta con una extraordinaria pujanza laboral y familiar como dos de los pilares de su éxito, una parte no menos relevante en esos extraordinarios resultados le corresponde a su política exterior.

China – a la que hace no tanto se retrataba como el peligro amarillo – ha logrado articular una política exterior en la que mantiene relaciones óptimas con todo el mundo y ha evitado los contenciosos por doquier. Entendamos que cuando digo con todo el mundo lo afirmo de manera literal. Los dirigentes chinos no sienten el menor malestar por negociar con Irán, Rusia o cualquier dictadura de África, Asia América siempre que se derive un beneficio. Como si en lugar de a Confucio y a Mao, hubieran estudiado a los Padres fundadores de Estados Unidos como Washington, Adams o Jefferson, los dirigentes chinos han decidido no contraer alianzas perpetuas ni compromisos militares prolongados y, por el contrario, sí volcar sus esfuerzos exteriores en favor de las relaciones comerciales. En otras palabras, están llevando a cabo una política exterior de enorme éxito mientras que Occidente ha sumado casi dos décadas de errores en forma de dos guerras que no sólo no ha ganado sino que se extienden sin fin, de crear una mayor inestabilidad de la que era posible pensar en el norte de África y del Oriente próximo y de un estúpido enfrentamiento con Rusia que está causando un daño incalculable a la Unión Europea. Es posible que la política occidental sea la más adecuada, pero si hemos de ser sinceros, no da la sensación de que hayamos convencido a nadie de nuestra superioridad moral o, puestos a ser modestos, de la bondad de nuestras intenciones. Por el contrario, este diminuto planeta es gracias a nuestras continuas equivocaciones un lugar mucho más inseguro e impredecible sin que hayamos obtenido nada positivo a cambio. China, de manera resuelta y consciente, se ha mantenido al margen de esa política. No es que haya optado por el aislacionismo – a decir verdad, la manera en que ha convertido el mar de China en un lago propio muestra todo lo contrario – es simplemente que ha decidido no jugar al juego autodestructivo de ser la primera potencia en un mundo monopolar y, por el contrario, ha asumido una diplomacia carente de prejuicios a la hora de comprar y vender. Quizá aspire ocultamente a ser un día la primera potencia. De ser así, le bastará con esperar.

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Published on March 18, 2015 01:14

March 17, 2015

De Zaytsev a Kyle

​Hace unas semanas vi la última película de Clint Eastwood sobre un francotirador norteamericano destinado en Iraq.

Historia por historia, me ha resultado imposible no recordar Enemigo a las puertas donde se narraba la odisea de Vasili Zaytsev, un francotirador ruso que combatió en Stalingrado. De la eficacia y patriotismo de ambos tiradores poco o nada se puede discutir. Zaytsev se enfrentaba con un enemigo despiadado que dio muerte a millones de sus compatriotas y Kyle decidió alistarse en el ejército cuando vio las imágenes de los atentados del 11 de septiembre convencido de que era lo mejor que podía hacer para proteger a su esposa y a su nación. Sin embargo, la comparación de las dos historias acaba dejando un regusto amargo. Zaytsev había nacido bajo el dominio del primer estado totalitario de la Historia, un estado cuya brutalidad aparecía recogida en las primeras escenas de la mencionada cinta. Sin embargo, a pesar del NKVD y de la propaganda, a pesar de Stalin y de los comisarios políticos, resulta difícil cuestionar que se enfrentó con una invasión que, de haber triunfado, hubiera significado el final de sus gentes y de su cultura. En Stalingrado, se decidía si Hitler acabaría imponiéndose en el este de Europa y, con ello, en todo el continente o si podía ser derrotado. La sensación que se percibe observando la peripecia de Kyle es, sin duda, no menos dramática, pero resulta especialmente inquietante. La guerra ha adquirido una sobrecogedora sofisticación – Kyle puede estar inmerso en una conversación telefónica con su esposa a la vez que busca objetivos tumbado en una terraza de Iraq – pero, en este caso, no nos transmite ni lejanamente la misma capacidad de convicción. No alcanzamos a ver lo que puede justificar un patrullar eterno por las calles de una ciudad iraquí ni tampoco qué vínculo hay – si lo hay – entre ese conflicto inacabado y los atentados del 11-S. Y, por supuesto, no son pocos los soldados que sienten que lo razonable o legítimo de su tarea no va más allá de obedecer las órdenes recibidas. Se mire como se mire, la relación entre los enclaves míseros de un país de Oriente Medio y la vida de las gentes de Texas o Indiana es imposible de percibir y más cuando implica, por pura supervivencia, acabar con la vida de niños o mujeres que pretenden, a su vez, matarte a ti y a tus compañeros. Los francotiradores permanecen, pero cada vez cuesta más creer en las guerras.

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Published on March 17, 2015 01:13

March 16, 2015

Honduras, siempre tan grata, siempre tan dulce

Como saben los seguidores de estos muros, hace dos semanas tuve la oportunidad de viajar a San Pedro Sula, Honduras, para dictar diferentes conferencias.

El jueves, di dos conferencias dirigidas a personas con responsabilidades eclesiales acerca de Lecciones de la Historia que hay que conocer. El viernes, dicté otras dos conferencias, pero, esta vez, relacionadas con El legado de la Reforma protestante del siglo XVI. La primera estuvo referida a la manera en que la Reforma recuperó concepciones bíblicas referentes al trabajo, la economía, la educación, la ciencia, la supremacía de la ley o la separación de poderes que dieron un enorme impulso a naciones pequeñas mientras que en la Europa controlada por la iglesia católico-romana y que abrazó la Contrarreforma se perdieron todos aquellos factores de progreso influyendo en las crisis que, hasta la actualidad, padecen las naciones del sur de Europa y de Centro y Suramérica. La segunda se centró en los aportes teológicos de la Reforma como devolver la Biblia al pueblo en su lengua, colocar a Cristo en el centro del debate teológico o recuperar el Evangelio de puro gracia contenido en las Escrituras y sustituido durante la Edad Media por un sofisticado – y lucrativo – sistema sacramental y ceremonial. El sábado, di un seminario para periodistas patrocinado por el Colegio de periodistas sobre la libertad de expresión en Hispanoamérica; los límites que sufre y las perspectivas de futuro. Finalmente, el domingo, prediqué dos veces en la Primera iglesia evangélica y reformada de san Pedro Sula sobre el mensaje verdadero de Jesús. Todo ello estuvo entreverado con distintas entrevistas para radio, televisión y prensa escrita. Hasta ahí el esqueleto de lo que fueron esos días y cuyas conferencias espero poder colgar en breve en video para los paseantes de este muro que estén interesadas en ellas.



Sin embargo, para mi lo más importante no fueron esas actividades sino la extraordinaria posibilidad de compartir con el alma de este viaje, el pastor Daniel Romero, y con otros cristianos de distintas partes de Honduras. La nación – es sabido – se enfrenta con problemas no pequeños como pueden ser el crecimiento de la corrupción, la erosión de los partidos políticos o la llegada de las redes del narcotráfico internacional. Frente a situaciones como esas, hombre como Daniel Romero son una auténtica bocanada de esperanza. Sencillo, acogedor, humilde, pero, a la vez, extraordinario y excelente administrador, Daniel constituye un ejemplo de lo que significa ser sal y luz en medio de un mundo en tinieblas. A medida que pasaban las horas, me iba quedando sorprendido de la manera en que su iglesia es el centro de una inmensa obra de compartir el Evangelio en todos sus sentidos y también de la forma en que, lejos de caer en la satisfacción o la autocomplacencia, continua pensando en nuevas formas de llegar a todos aquellos que sufren, que padecen, que están sin luz en este mundo. La verdad es que cuando se mira su labor al cabo de dos décadas de ministerio pastoral no se puede sino admirar los logros en todos los sentidos que ha cosechado y así ha sido porque no se ha cerrado al Amor infinito de Dios.



Insisto en ello: los videos los puedo colgar, pero ni de lejos constituyen lo más importante de una visita en la que he podido ver a una congregación que se reúne a lo largo de varios cultos dominicales para alabar a Dios, dirigirse a El y estudiar Su Palabra con un interés y una entrega que he contemplado en muy pocos sitios y no sólo eso sino que además desean conocer de Dios más y más cada día y seguir más de cerca a Jesús. Como en tantas cuestiones de la vida, hay quien busca la autenticidad en lo que aparece en los telediarios, en el despliegue mediático y en la propaganda de las instituciones. Gran error. La realidad más relevante y positiva muchas veces no es conocida más allá de los límites de una comunidad o de una nación, pero es mucho más auténtica y veraz que las portadas de las revistas o que las sonrisas que parecen sacadas de un anuncio de dentífrico. Lo he comprobado más que de sobra estos días en Honduras. Daniel no será encontrado seguramente al lado de los poderosos o recibiendo las prebendas del poder o siendo halagado por los medios o viviendo en un palacio con varios centenares de habitaciones, pero su integridad es proverbial, su seguimiento de Jesús es más que notable y para mi constituye un verdadero privilegio tenerlo como amigo y hermano. Una vez más: Daniel, muchas gracias – nunca serán bastantes - a ti, a tu esposa, a tu familia y a las congregaciones que son bendecidas por tu ministerio. Con seguridad, he recibido mucho más de vosotros que lo que haya podido aportaros. ¡¡¡Que Dios os bendiga!!!

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Published on March 16, 2015 01:11

March 15, 2015

La Reforma indispensable (XL): En que acertó Lutero (II): Sola gratia (I)

​Ha sido el cardenal Newman el que ha descrito de manera bastante veraz lo que sucedió en el cristianismo a partir de inicios del siglo IV.

Dice así: “En el curso del siglo cuarto dos movimientos o desarrollos se extendieron por la faz de la cristiandad, con una rapidez característica de la Iglesia: uno ascético, el otro, ritual o ceremonial. Se nos dice de varias maneras en Eusebio (V. Const III, 1, IV, 23, &c), que Constantino, a fin de recomendar la nueva religión a los paganos, transfirió a la misma los ornamentos externos a los que aquellos habían estado acostumbrados por su parte. No es necesario entrar en un tema con el que la diligencia de los escritores protestantes nos ha familiarizado a la mayoría de nosotros. El uso de templos, especialmente los dedicados a casos concretos, y adornados en ocasiones con ramas de árboles; el incienso, las lámparas y velas; las ofrendas votivas al curarse de una enfermedad; el agua bendita; los asilos; los días y épocas sagrados; el uso de calendarios, las procesiones, las bendiciones de los campos; las vestiduras sacerdotales, la tonsura, el anillo matrimonial, el volverse hacia Oriente, las imágenes en una fecha posterior, quizás el canto eclesiástico, y el Kirie Eleison son todos de origen pagano y santificados por su adopción en la Iglesia. (An Essay on the Development of Christian Doctrine, Londres, 1890, p. 373).



Lo que Newman reconocía es que durante el siglo IV, el paganismo había anegado totalmente el cristianismo. Su juicio era, sin embargo, positivo porque consideraba que todas esas prácticas habían quedado “santificadas” por la iglesia católica. Ciertamente, era una forma de verlo, pero resulta difícil aceptar el juicio de Newman. La realidad es que la fe sencilla predicada por Jesús se vio contaminada por una auténtica avalancha de prácticas de carácter pagano. De manera bien significativa, todas esas prácticas acabarían dañando la base inicial de la predicación evangélica hasta el punto de acabar por sustituirla. De hecho, a día de hoy, millones de personas que se consideran cristianas se sentirían más identificadas con las prácticas paganas descritas por Newman que con los enunciados del Evangelio. No sorprende que con ese contexto, la iglesia católico-romana aprisionara la Biblia y se la hurtara a los fieles - ¿cómo iba a permitir que se leyera un libro que ponía al descubierto sus vergüenzas? – pero no fue lo único que secuestró. Si el primer grito de la Reforma podía definirse como “¡Devolved la Biblia al pueblo!”, el segundo sería “¡Devolved el Evangelio al pueblo!”. La entrada del paganismo en el cristianismo ya antigua, pero determinante a partir del siglo IV terminó de precipitar una perversión del mensaje de salvación contenido en la Biblia sustituyendo la salvación por gracia por una visión absolutamente pagana. Esa visión, común a todas las formas de paganismo, afirma que cada persona es la que gana la salvación por sus méritos basados en determinados ritos y determinadas obras. La relación con Dios es un especial “do ut des” – te doy para que me des – en el que el ser humano “da” a Dios y espera que Dios le “de” el pasaporte para el cielo. A lo largo de la Edad Media, esta visión pagana se fue sofisticando de manera creciente. Por ejemplo, entre otras innovaciones, la confesión se convirtió en auricular – algo desconocido durante más de medio milenio por los cristianos – se creó un lugar llamado Purgatorio que no aparece en la Biblia e incluso se idearon formas – nada gratis, por supuesto – para sacar a las almas del Purgatorio con antelación. El sistema era sofisticado, sí, pero aberrante, perverso y radicalmente anti-cristiano. De hecho, Jesús se habría sentido horrorizado viendo todo aquello y sus discípulos – como acertadamente señaló Erasmo - simplemente no hubieran podido entenderlo. La Biblia había sido secuestrada. El Evangelio había sido secuestrado. La Reforma intentó devolver ambos bienes al pueblo.



Desde luego, la Biblia era muy clara al respecto. La predicación de Jesús aparece resumida en Marcos 1: 15 de manera clara: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Lejos de señalar que una organización tendría el monopolio de la salvación y que serviría de canal de negociación con Dios para adquirir esa salvación, su mensaje apuntaba a la absoluta imposibilidad de ganar la salvación para todos los seres humanos sobre la base de sus méritos. Jesús dejó de manifiesto que la salvación no era fruto de las obras humanas sino de la gracia inmerecida de Dios. Así, enseñó que el género humano era igual que una moneda perdida que es buscada por su dueña hasta que la encuentra; igual que una oveja extraviada que nada puede hacer para volver al redil, pero que es hallada por su pastor; igual que el hijo pródigo que había dilapidado su vida, pero que fue acogido gratuita y amorosamente por su padre (Lucas 15). En todos y cada uno de los casos, los salvados nada podían hacer para mejorar su situación. Todo había dependido del que los había buscado hasta recuperarlos.



Por supuesto, había gente que pensaba que sus buenas obras les otorgaban una relación cercana a Dios, pero – como enseñó Jesús en la parábola del fariseo y del publicano – esa gente no era justificada por Dios mientras que lo eran los pecadores que eran conscientes de su pecado y de su incapacidad para salvarse y confiaban única y exclusivamente en la gracia de Dios (Lucas 18: 9-14). Desgraciadamente, la iglesia católico-romana había abrazado con entusiasmo – y con mucha mayor capacidad recaudatoria – la visión del fariseo de la parábola. En ese sentido, se había colocado en una situación en la que, como señaló Jesús, “las rameras y los publicanos os precederán en el reino de los cielos” (Mateo 21: 31) y es que de las prostitutas y de los indecentes recaudadores se podía esperar que supieran que no tenían la menor posibilidad de obtener la salvación y así pudieran confiarse sólo a la gracia inmerecida de Dios, pero de los fariseos – como de cualquiera que cree que la salvación es por obras – no podía esperarse semejante conducta y, por tanto, creyéndose en el buen camino sólo se estaban apartando totalmente de la posibilidad de ser salvos. Lo único que Dios esperaba de aquella gente que se reconocía pecadora era que creyera, que confiara en El, que aceptara Su invitación.



El tema se repite una y otra vez en los Evangelios. Una y otra vez, Jesús repite que es la fe lo que ha salvado a los que se acercan a él. El criado del centurión fue salvado no porque hubiera ayudado en la construcción de una sinagoga – como pretendían los judíos y pretenderían sacerdotes y obispos durante siglos – sino por la fe del centurión en Jesús (Mateo 8: 10-12); el paralítico recibió perdón y sanidad porque Jesús vio la fe (Mateo 9: 2 ss); la mujer que fue curada de una enfermedad incurable fue salvada por su fe (Mateo 9: 22); el ciego que recuperó la vista fue salvado por su fe (Lucas 18: 42); la mujer pecadora que lavó los pies de Jesús fue salvada por su fe (Lucas 7: 50) y precisamente el haber recibido el perdón inmerecido a través de la fe fue el que la impulsó a amar mucho consciente del don que había recibido sin mérito alguno (Lucas 7: 47-50). Todos y cada uno de aquellos pasajes implicaban un golpe directo al sistema romano forjado durante la Edad Media donde se esperaba que la gente acudiera a santuarios con donativos para recibir sanidad; donde se instaba a la gente a dejar en herencia sus posesiones a la iglesia católica para garantizarse la salvación o donde sacramentos e indulgencias eran pagados para asegurarse la bienaventuranza eterna. Como Erasmo diría a Carlos V, Lutero tenía razón en lo que decía, pero había cometidos dos errores: atacar la tiara de los obispos y la panza de los frailes. En otras palabras, no sólo se discutía de teología sino de la supervivencia de un sistema con una capacidad para apoderarse de los bienes de los demás por encima de la que tenían los mismos reyes ya que a las penas humanas sumaba, supuestamente, las divinas. Que contemplara impasible como alguien regresaba a la Biblia y acababa con un negocio de siglos que había convertido a la peculiar institución en la mayor propietaria de bienes raíces de Europa era simplemente imposible. Sin embargo, el mensaje de Jesús no podía ser más claro.



Era precisamente el carácter de gracia inmerecida del anuncio de Jesús el que explica las imágenes utilizadas por él para describir los efectos de la Buena Noticia. Lejos de afirmar que iba a implantar una religión caracterizada por el cilicio, la mortificación, los ayunos, la sumisión ciega al clero o los ritos, Jesús comparaba seguirlo con unas bodas, con fiestas, con banquetes… y es que el mensaje era claro. Todos somos pecadores y no merecemos la salvación, pero frente a esa realidad hay dos conductas. Algunos están convencidos de que siguen un camino de obediencia religiosa que un día les proporcionará el billete al cielo; otros simplemente creen lo que el mismo Jesús afirmó: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 16). ¿Qué sucedería con los que, en lugar de confiarse totalmente en Jesús, como él enseñaba, prefirieran depositar su fe en otra forma de salvación? El mismo Jesús respondió de manera tajante: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3: 36) o “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5: 24).



A fin de cuentas, ¿el ladrón arrepentido en la cruz qué había ofrecido a Jesús a cambio de su salvación? Clavado a un madero, aquel criminal que había descubierto a Jesús no recibió la fórmula absolutoria de un clérigo, ni los denominados últimos sacramentos, ni pagó misas por su eterno descanso, pero entró en el Reino y lo hizo porque creyó en Jesús (Lucas 23: 39-43). La teología nacida en la Edad Media lo habría condenado al fuego eterno al morir sin confesión…



El anuncio de Jesús no era ciertamente novedoso. El libro del Génesis (15: 6) señalaba que Abraham había sido justificado por creer lo que Dios, de manera inmerecida, le había prometido y, de manera semejante, el profeta Habacuc (2: 4) había afirmado que el justo viviría por la fe. Con todo, había algo especial en él porque hacía algo que ningún ser humano puede hacer: perdonar los pecados. El mensaje gozoso de que cualquier pecador puede acogerse al perdón de Dios gratuita e inmerecidamente; de que no puede ganarse esa salvación, pero que Dios la regala a quien acude humildemente y de que la fe es el canal para recibir la salvación fuera secuestrado durante la Edad Media y sustituido por la sumisión esclavizante a una institución que torturaba y daba muerte a los que no se sometían a ella y que cobraba por otorgar, supuestamente, esa salvación. Semejante hecho constituye una de las circunstancias más sobrecogedoras de la Historia de la Humanidad. No sorprende que a lo largo de los siglos distintos reformadores quisieran enfrentarse con semejante estado de cosas ni tampoco que Lutero, al regresar a la Biblia, también, cargado de razón, lo hiciera. A fin de cuentas, sustituir el anuncio del Evangelio de la gracia gratuita por el de “para salvaros someteos en todo a una organización fuera de la cual no hay salvación y cuya cabeza no soy yo sino el sucesor de uno de mis apóstoles” implica apartar el anuncio de Jesús para colocar en su lugar otro radicalmente distinto.



La manera en que semejante defensa del Evangelio contenido en la Biblia frente a la dogmática medieval fue asumida por la Reforma fue valiente y, lógicamente, tuvo consecuencias que perduran en la actualidad, pero de ello hablaremos en próximas entregas.



La Reforma indispensable (L): En que acertó Lutero (III): Sola gratia (II)

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Published on March 15, 2015 02:10

March 14, 2015

Blessed Assurance

​Una de las cosas que cuesta más comprender a la gente que no conoce el Evangelio que aparece en la Biblia es la seguridad de salvación de que disfrutan aquellos que lo han abrazado.

Totalmente fiados en sus propios méritos – que ya es fiar – y en lo que les enseña una jerarquía auto-legitimada – que también es tener ganas – no resulta extraño que no tengan la menor certeza de salvación. ¡¡¡Es lógico!!! Si yo creyera que mi salvación depende de mis méritos o de someterme a una de las últimas teocracias del globo seguramente no pegaría ojo. Pero la Biblia dice que podemos tener certeza y seguridad porque fue Jesús – no nosotros – quien ganó la salvación por nosotros, una salvación que nosotros podemos rechazar, pero que también podemos recibir mediante la fe. Pablo lo expresó con claridad al escribir a los efesios (2: 8-): “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” o como recalcó escribiendo a los romanos (3: 21-30):



“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión”.



Aquellos que en algún momento de su vida reconocieron sus pecados y no fiaron en sus obras sino en el perdón que les ofrecía Jesús saben hasta qué punto lo que digo es una experiencia compartida. Por eso, siempre me ha gustado especialmente este himno que en inglés se llama Blessed Assurance (Seguridad bendita) y en español – en una de sus versiones – Grata certeza, pero me gusta especialmente el estribillo que dice: “Esta es mi historia, es mi canción”. Un día, en el año de 1977, yo viví esa historia. Comprendí – leyendo el texto de la carta a los romanos – que la salvación no es por obras sino por gracia a través de la fe; reconocí mis pecados y me acogí a la obra de Cristo en la cruz. Fui, pues, justificado por la fe y recibí la seguridad de mi salvación. “Esta es mi historia, es mi canción”. Les dejo con dos versiones, una en versión original de Alan Jackson; la otra es del coro Gospel Life y es en español. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!





Aquí está Alan Jackson



Y aquí el Coro Gospel Life

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Published on March 14, 2015 02:07

March 13, 2015

Estudio Bíblico (XXIX). Los libros históricos (X): Esdras

La experiencia del exilio en Babilonia resultó especialmente traumática para los judíos y no sorprende que, como señalamos en una entrega anterior, la Biblia judía – nuestro AntiguoTestamento – concluya con el anuncio del final del exilio. La división cristiana de esa primera parte de la Biblia se centra más en un orden lógico e incluso, en buena medida, cronológico.

​Esa circunstancia explica que, tras el segundo libro de las Crónicas, aparezca Esdras, la obra de un escriba desterrado en Babilonia que comienza su relato precisamente con el edicto del rey persa Ciro que autorizaba a los judíos a regresar a su solar patrio (c. 1). No se trató, sin embargo, de tarea fácil aquel regreso que encabezó un judío de estirpe davídica llamado Zorobabel. A pesar de la ayuda del rey persa y de que se pudieron colocar los cimientos del templo de Jerusalén (c. 2) – símbolo de la nación arrasado por los babilonios tal y como habían advertido los profetas – la oposición no fue pequeña. Merece la pena detenerse en este aspecto porque encierra lecciones eternas. Los que deseaban detener el propósito de Dios utilizaron varias tácticas. Una fue la aparente alianza con el pueblo de Dios. En apariencia, también estaban dispuestos a colaborar en la edificación del templo (4: 2). Tal acción encerraba, sin embargo, un propósito claro, el de impedir que el culto al único Dios verdadero – y sólo a El – regresara a la tierra de Israel. Los pactos siempre exigen cesiones por ambas partes y, en este caso, la ayuda material se habría traducido en concesiones espirituales que habrían comprometido el monoteísmo estricto que enseña la Biblia. Como era de esperar (4: 3), Zorobabel y los judíos se opusieron a semejante pacto ecuménico porque eran conscientes de sus peligros. La verdad no admite cesiones ni negociaciones – quizá por eso en política es tan poco común – y la respuesta de Zorobabel fue la adecuada.



Cuando los habitantes de la tierra vieron que no podían controlar la situación mediante un pacto con los judíos recurrieron al uso del terror (4: 4). No debería sorprender que así fuera porque se trata de algo que vemos una y otra vez a lo largo de la Historia. Si no pueden acabar con una persona, intentan intimidarla. Con aquellos pobres exiliados, la táctica del miedo dio resultado. Durante los reinados de Ciro, Darío, Asuero (Jerjes) y Artajerjes, los judíos dejaron detenidas las obras del templo y es que la libertad para ser conservada exige no poco grado de valentía.



De aquella situación – que como todas las malas sólo podía deteriorarse más – sólo salieron los judíos al verse sacudido por el mensaje profético de Hageo y Zacarías (5: 1). Una vez más, el profeta cumplía con su misión que no consistía, como se suele creer, tanto en anunciar el futuro como en presentar a sus contemporáneos la realidad tal y como la ve Dios. La respuesta de los judíos fue la adecuada. Reconocieron que la situación en que se encontraban era sólo fruto de sus propios pecados (5: 12), pero confiaron en Dios para proceder a la reconstrucción. Fue precisamente entonces cuando Esdras y sus acompañantes llegaron a Jerusalén desde Babilonia (c. 7). Esdras era un conocedor de la Torah (7: 6) y era consciente de que sólo ésta podía llevar a los judíos a su restauración nacional.



No deja de ser significativo que para Esdras resultara impensable la reconstrucción del pueblo sin que antes reconocieran sus errores y se apartaran de conductas que les habían causado notable daño como eran los matrimonios interconfesionales (c. 9). Un planteamiento semejante puede causar cierta perplejidad en la actualidad, pero Esdras se movía sobre el firme terreno de la experiencia histórica que presentaba casos como el de Salomón al que, como tuvimos ocasión de ver, las mujeres habían apartado del culto exclusivo a Dios. Con el cónyuge se comparte no sólo el lecho y la vivienda sino toda la existencia y si no se puede compartir algo tan esencial como la fe el resultado será trágico en la inmensa mayoría de los casos. En una primera generación, implicará graves problemas para el que cree; en la siguiente, quizá el apartamiento de la verdad por parte de los hijos además de la pérdida de identidad. Es cierto que, al final, no todo Israel es Israel y sólo queda un remanente (9: 15), pero ese remanente debe caracterizarse por ser fiel hasta las últimas consecuencias aunque éstas impliquen sacrificios privados no poco dolorosos. La alternativa es la desaparición.



Las lecciones derivadas del libro de Esdras son de enorme actualidad. Primero, hay que ser enormemente precavidos con aquellos que pretender acercarse, pero que, en realidad, tienen su propia agenda. Dejarse enredar por ellos siempre tiene fatales consecuencias. Segundo, no hay restauración sin arrepentimiento. Tercero, los frutos del arrepentimiento no dejan fuera nuestra vida privada sino que la incluyen de manera primordial. Han pasado más de dos milenios y medio y el mensaje de Esdras conserva toda su actualidad.



Lecturas recomendadas: Los intentos de edificar el Templo (c. 4); reaccióny reedificación del Templo (c. 5); la reforma de Esdras (c. 9).



CONTINUARÁ:



Los libros históricos (X): Esdras





El Evangelio de Marcos



El Reino vs. la religión (III): Marcos 2: 18-22



En las entregas previas ha ido quedando de manifiesto que la predicación de Jesús se centró en el Reino de Dios – no una organización, no una confesión religiosa, no un orden jerárquico – y también como esa predicación del Reino de Dios choca frontalmente con los que pretenden monopolizar a Dios e imponer su visión como la única que permite acceder al Señor. Una de las maneras en que se realiza semejante conducta de forma preferencial es mediante obras y ceremonias que, aparentemente, son meritorias, pero que, en realidad, no sólo carecen de valor alguno sino que además se interponen entre Dios y los seres humanos. El episodio de Marcos que aparece a continuación va en esa dirección.



Los discípulos de Juan y de los fariseos estaban convencidos de que la verdadera espiritualidad estaba conectada con prácticas concretas. Si se asumían esas prácticas, se estaba en el buen camino y si no se asumían, sencillamente se iba por muy malas sendas. Una de esas prácticas era el ayuno como práctica de mortificación. Semejante visión sigue presente en algunas confesiones religiosas de manera que puede comprenderse lo que pensaban los fariseos y los seguidores de Juan. Si los discípulos de Jesús no ayunaban… menudo maestro tenían. O como dirían otros: ¿qué clase de religión es esa donde no hay ni imágenes ni santos?



La pregunta tiene su lógica porque para la persona que cree que la religión puede salvar resulta incomprensible que no se sigan las prácticas de su religión que es la que salva. Si no se siguen, lo único que puede deducir es que se encuentra ante gente herética y desencaminada. Claro que ese es su punto de vista y muy diferente es el de Jesús. El punto de vista de Jesús es que el Reino constituye una realidad totalmente diferente que en nada se parece a lo que cree esa gente religiosa. El Reino es como la celebración de unas bodas. El novio ha llegado y, de la misma manera que sería una estupidez ir a un banquete de bodas y no comer, es absurdo dejar pasar la alegría del Reino para someterse a prácticas de mortificación. Me consta que existen grupos católicos que todavía siguen prácticas como las de colocarse un cilicio o ponerse chinas en el zapato a fin de sufrir y ofrecer ese padecimiento a Dios. no deseo ofender a nadie, pero semejantes conductas nacen directamente del paganismo y nada tienen que ver con la enseñanza de Jesús que anuncia la inmensa alegría del Reino y la liberación de conductas religiosas como ésas. Por eso, los discípulos no podrían ayunar mientras Jesús estuviera en medio de ellos y sólo si les fuera quitado tendría sentido (v. 20).



Esta actitud de Jesús tiene sus paralelos en el mundo en que vivimos y siempre con malas consecuencias como señalan los versículos 21 y 22. Ambos se han explicado de maneras diametralmente opuestas. Para algunos, Jesús estaría diciendo que la enseñanza de los fariseos – novedosa en relación con la Torah – estaba echando a perder y rompiendo la enseñanza de Dios (eso parece indicar el texto paralelo de Lucas 5: 39). Para otros, Jesús señalaría que su predicación nueva iba a acabar con los viejos moldes porque no podía ser de otra manera. Ambas interpretaciones encierran, en el fondo, la misma lección: el mensaje del Reino no es compatible con una religiosidad que considera que debe asumirse la mortificación y que cree en las obras meritorias. El Reino es pura gracia y precisamente porque es un regalo de Dios absolutamente inmerecido exuda alegría, tanta como la que se supone que debe haber en un banquete de boda. Cuando se pretende encerrar ese Reino en los estrechos márgenes de una religión jerarquizada y mortificada, el resultado es terrible porque el Reino no cabe en tan asfixiantes límites y porque la religión reacciona no pocas veces con violencia ante un mensaje que la desborda y que, tarde o temprano, la rompe. Los ejemplos históricamente son, desde luego, muy numerosos. Con todo, lo importante no son los precedentes sino la decisión que debemos adoptar cada uno de nosotros: ¿nos quedaremos con la inmensa alegría del Reino de Dios surgida de la gracia inmerecida de Dios o abrazaremos la religión que nos enseña que mediante la mortificación podemos comprar el cielo?



CONTINUARÁ:



El Reino vs. la religión (IV): Marcos 2: 23-27

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Published on March 13, 2015 01:05

March 12, 2015

Velázquez o el retrato de España

La división de Europa entre naciones que abrazaron la Reforma o la Contrarreforma se dejó sentir en todos los órdenes de la vida. Los pintores protestantes como Rembrandt plasmaban temas bíblicos a la vez que los primeros testimonios pictóricos de la ciencia y del comercio.

​Los católicos dejaron, por el contrario, escenas relacionadas con los santos, con la monarquía y la aristocracia y con la mitología. Dentro de su genialidad, muy pocos lograron salvar los marcos religiosos de sus respectivas sociedades. Entre ellos estuvo Velázquez. Sevillano, afincado en Madrid, Velázquez utilizó una paleta muy limitada cromáticamente cuando se compara con la de otros pintores de la época. Sin embargo, sobresalió más que ninguno no sólo por la superioridad técnica sino también por la libertad creativa. Pudo enmascarar la joroba que tanto mortificaba al Conde-Duque de Olivares, colocándole una armadura y pintándolo en escorzo sobre un caballo, pero ni era cortesano ni se le escapaba la miseria de la corte. En Las Meninas – una pintura que estuvo a punto de costarle más de un disgusto y que constituye un prodigio de perspectiva nunca superado – logró centrar la mirada en unas enanas y un perro mientras que los reyes aparecen apenas reflejados en un espejo al fondo y el incómodo mayordomo regio sube una escalera lanzando una mirada cotilla. En Los borrachos o La fragua de Vulcano, se escudó en temas mitológicos – y, por tanto, permitidos – para mostrar una España que, en realidad, no estaba formada por héroes sino por gañanes que se achispaban con excesiva frecuencia. La guerra misma fue para él un general, Mauricio de Spínola, que impedía al vencido inclinarse humillado en La rendición de Breda. Incluso, puesto a pintar a lo religioso, Velázquez nos dejó un Cristo en la cruz difícilmente más original porque el cuerpo apenas presenta heridas, el rostro no se ve, cubierto por el cabello, y los pies aparecen clavados en paralelo y no uno encima de otro. Tanta genialidad le permitió incluso licencias como la de pintar una Venus del espejo. Pocas veces el arte de los pinceles se habrá manifestado con más luz y con más originalidad, con más penetración y con más piedad hacia bobos y bufones. Lo hacía además en unos momentos en que la pintura española en su conjunto – Zurbarán, Murillo… - era la primera del mundo.



Próxima semana: Felipe V

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Published on March 12, 2015 01:10

March 11, 2015

Del 11-S al 11-M (2ª parte)

O de cómo unos terroristas segaron la vida de más de doscientas personas y cambiaron trágicamente la Historia de España

​El nuevo paso estuvo relacionado con el teléfono y la tarjeta telefónica hallados en el interior de la mochila de Vallecas. La tarjeta – 652282963 - conducía a una pequeña tienda de Alcorcón que proveía a un locutorio de Lavapiés. El número de serie impreso en la carcasa del teléfono llevaba a la tarjeta telefónica 660955944 que MoviStar no sabía donde había vendido y el número de serie interno del teléfono – que llevaba a la tarjeta 680713060 – no coincidía. Todo ello obliga a pensar que, al realizar el montaje, se llevó a cabo con tal apresuramiento que no se reparó en el error en que se estaba cayendo. De momento, esa circunstancia no estaba al alcance de los ciudadanos y a las 19:00, prestó declaración en la Brigada provincial de información una gitana usuaria de la tarjeta 660955944 que afirmó haber comprado el teléfono en enero en la calle Rafaela Ybarra 40, en la tienda de “unos árabes” que, en realidad, eran unos hindúes. Se trataba de un error étnico y religioso de enorme envergadura, pero, por supuesto, las fuerzas que se movían para impulsar el triunfo electoral de Rodríguez Zapatero y la derrota del PP no iban a publicarlo.



A esas alturas, los partidarios de Rodríguez Zapatero ya festejaban con anticipación su triunfo. A las 21:45, Alfredo Pérez Rubalcaba, José Blanco, el consejero de RTVE, Miguel Ángel Sacaluga y los miembros del comité electoral socialista Óscar López, Nacho Varela y César Mongo cenaban en el restaurante La Hacienda. Allí recibieron una llamada de Rafael Vera, socialista condenado por su relación con el terrorismo de Estado de los GAL, para informarles de que al día siguiente habría detenciones de islamistas. Los socialistas reunidos en el restaurante celebraron la noticia como preámbulo de una victoria electoral. Por su parte, la SER continuó con su labor de abierta agitación afirmando: “Hay una bolsa bastante importante de indecisos y, evidentemente, la identificación del atentado con Al-Qaeda puede hacer reflexionar a la gente”. En apenas unas horas, la SER había cambiado radicalmente su postura de que el atentado no debía influir en las elecciones. Por supuesto, lo había hecho a favor del PSOE. Y, sin embargo, seamos ecuánimes. Aquel fin de semana, buena parte de las informaciones dadas por la cadena COPE, nada sospechosa de simpatía hacia Rodríguez Zapatero, las propalaron correas de transmisión del partido socialista con absoluta impunidad. En ocasiones – no me cabe la menor duda – la labor del malo se ve muy facilitada por la acción, o inacción, de los estúpidos.



La llegada del día de reflexión – 13 de marzo – se produjo en una situación de enorme agitación, una agitación a la que había contribuido en no escasa medida la radio del Grupo PRISA. Mientras dirigentes de IU y del PSOE movilizaban a sus bases por sms para cercar las sedes del PP a las 18:00; mientras continuaba la labor de intoxicación – circularon rumores totalmente falsos de que Europol se había quejado de la falta de colaboración de las autoridades españolas o de que los mandos de la lucha antiterrorista protestaban contra las trabas puestas por el gobierno – mientras el jefe de la Unidad Central de Inteligencia Exterior, Mariano Rayón, presionaba a través de sus efectivos a los dueños de la tienda de Alcorcón donde se había vendido la tarjeta telefónica encontrada en la mochila de Vallecas para que “colaboraran”, se ocultaba a la opinión pública el testimonio de la taquillera de la estación de Alcalá que contaba cómo había vendido un billete a una persona cubierta con pasamontañas que hablaba español con acento de español, y que era el individuo que supuestamente había sido visto por el portero de Alcalá al lado de la famosa furgoneta Kangoo.



A las 15:05, Javier Álvarez, en la cadena SER, daba la siguiente noticia: “El Centro Nacional de Inteligencia cree que el atentado es obra del terrorismo islámico. Fuentes del CNI han confirmado a esta redacción que todos sus agentes trabajan ya al 99 por ciento de posibilidades de que nos encontramos ante un atentado de corte radical islamista cometido por un grupo numeroso, entre 10 y 15 individuos, que pueden estar ya fuera del país, que colocaron las mochilas e inmediatamente después huyeron”. De manera bien reveladora, la SER ya no se refería a los suicidas de los que tanto había hablado y que, obviamente, no habían existido jamás. Ahora se afirmaba que los terroristas habían huido del país. Diez minutos después, la policía detenía a los indios Suresh Kumar y Vinay Kohly y a las 15:30, sucedía lo mismo con los marroquíes Jamal Zhougham, Mohamed Chaoui y Mohamed Bakkali. Que Dezcallar desmintiera a las 16:50 la noticia – de nuevo falsa – dada por la cadena SER, acerca de que el CNI sólo investigaba la pista islámica, no iba a tener ya ninguna repercusión en la opinión pública.



En las siguientes horas, la cadena radiofónica de PRISA protagonizaría un crescendo de agit-prop. Así, a las 18:00 la Cadena SER afirmaba en su boletín informativo que “IU, después de la comparecencia de Ángel Acebes, ha denunciado una estrategia de manipulación informativa por parte del Partido Popular, lo que la coalición llama un golpe de Estado informativo del PP”. Que con lo que se estaba viviendo – y difundiendo por las ondas – en las últimas horas se hablara de manipulación no dejaba de resultar peculiar.



Media hora más tarde, la misma cadena SER se lanzaba a informar sobre las concentraciones que tenían lugar ante las sedes del PP, lo hacía en paralelo a CNN , otra de las cadenas de televisión de PRISA. A las 19:52, la SER lanzaba la noticia de las detenciones de los supuestos terroristas islámicos.



En paralelo, una persona con acento árabe había llamado a Telemadrid informando de que había dejado una cinta de reivindicación en una papelera cercana a la mezquita de la M-30. A las 20:15, la encontrarían tres policías de la comisaría de Ciudad Lineal… en manos de un policía retirado llamado José Vicente Ayala.



A esas alturas, la situación se había convertido en insostenible en las sedes del PP. A lo largo del territorio nacional, no pocas de ellas estaban literalmente cercadas por manifestantes que acusaban al gobierno de mentir y le culpaban de la matanza por haber favorecido la intervención en Irak. Los gritos de “Asesinos” se dirigían así no contra los que habían llevado a cabo los atentados sino contra el gobierno del PP. Ante lo dramático del momento, a las 20:30, Rajoy convocó una rueda de prensa para denunciar las manifestaciones ante las sedes del PP en plena jornada de reflexión. Justo una hora después, Alfredo Pérez Rubalcaba dio a su vez otra rueda de prensa en la que formularía una afirmación histórica: “Los ciudadanos españoles se merecen un gobierno que no les mienta, un gobierno que les diga siempre la verdad”. Se trataba de un aserto notable por parte del portavoz de los gobiernos socialistas que habían estado implicados en la corrupción y el terrorismo de Estado del GAL. Pero incluso en esta ocasión Rubalcaba había ido más allá de lo que había hecho una y otra vez en el pasado.



A las 22:15, en la tertulia de la cadena SER, Santiago Belloch afirmaba refiriéndose al gobierno del PP: “Lo impensable se está produciendo, el intento de manipulación en un período electoral”. Belloch seguía la tesis oficial del Grupo PRISA y de la oposición.



A las 22:30, el PP denunciaba ante la Junta electoral central las manifestaciones que se producían ante sus sedes. La denuncia no tendría ningún resultado práctico. Tampoco, una vez celebradas las elecciones, tendría ningún efecto legal.



Aquellas horas, tras pasar por el programa de María Teresa Campos – donde tuve que escuchar cómo ya se repetía la información de la SER sobre los terroristas suicidas - y examinar la página web que me había indicado Javier Somalo, yo me encontraba en Zaragoza a donde había ido a ver a mi hija Lara. Sólo podía visitarla un fin de semana cada quince días y no estaba dispuesto a perder la ocasión. Sin embargo, ni siquiera la cercanía de mi hija y el deseo de que disfrutáramos juntos aquellas horas lograron liberarme de una creciente sensación de desasosiego. A medida que iban pasando las horas, y a pesar de que no contaba con muchos de los datos arriba consignados que se descubrirían en los años siguientes, no podía dejar de ver que se estaba desarrollando una gigantesca operación de agit-prop, una operación en la que poderes fácticos muy concretos se estaban aprovechando del dolor del pueblo español para empujarlo en una dirección conveniente para sus intereses que no eran, ni lejanamente, los de la mayoría de los ciudadanos.



Tampoco me engañaba sobre la inocencia de la masa. Era obvio que los que cercaban las sedes del PP, los que culpaban al gobierno de los atentados, los que se aprovechaban de la sangre derramada en beneficio propio no estaban desorganizados ni se movían espontáneamente. Mucho tenía que haberse deteriorado la vida política en España para que todo aquello sucediera con total impunidad. Mi pregunta, por supuesto, era si el pueblo español sabría reaccionar con madurez o, por el contrario, a diferencia del británico o del norteamericano, se dejaría llevar por el miedo, la comodidad o la mentira. El no tener la menor certeza de que estaría a la alturas de las circunstancias era lo que más me atormentaba. Así era porque siempre ha sido para mi obvio que el triunfo del mal le debe mucho al comportamiento de los malvados, pero no poco al de los que no lo son.



En el curso de aquellas horas, recibí no pocas llamadas de amigos que vivían en el extranjero y que me animaban a marcharme de España. Habían visto las imágenes del cerco a las sedes del PP y las habían identificado con un comportamiento revolucionario indigno de una democracia y preludio de los peores males. Si el pueblo español reaccionaba así – me insistían – lo mejor que podía hacer yo era dejar el país. Intenté argumentar que la situación no era tan grave, en parte, porque mi hija, a la sazón una niña, estaba delante y no deseaba inquietarla y, en parte, porque yo mismo ansiaba convencerme de que no podía todo ser tan siniestro como se iba dibujando.



Aquella noche, sin embargo, tuve la sensación de que estaba terminando toda una época, la mejor de la Historia de España contemporánea. Esa época de prosperidad y de relevancia internacional había llegado a su fin gracias a un golpe de estado post-moderno que, muy posiblemente, recibiría su refrendo en las urnas unas horas más tarde. Los españoles habíamos tenido en la palma de la mano deshacernos de nuestros demonios familiares, pero, al fin y a la postre, habíamos permitido que volvieran a regir nuestra Historia sumiéndonos una vez más en el cainitismo más suicida.



A las 12:30 de la noche, contemplé a Acebes compareciendo en una nueva rueda de prensa para informar de la aparición del supuesto video de reivindicación y entregar la traducción del comunicado contenido en el mismo. En los años siguientes, no se lograría saber ni quién llamó a Telemadrid para informar del video ni tampoco quién leía en él. De nuevo, la SER iba a aprovechar para quedar como Rufete en Lorca. A la 1 de la madrugada, la cadena del Grupo PRISA afirmaba que tenía conocimiento desde la mañana del sábado 13 de la existencia del video de reivindicación. Se trataba de una nueva – y escandalosa – mentira. Era totalmente imposible que la SER tuviera conocimiento desde la mañana de la existencia del video y la razón es obvia: los análisis periciales demostrarían que se grabó por la tarde. Pero hasta qué punto la cadena del Grupo PRISA estaba entregada a provocar un vuelco electoral a cualquier precio se puede ver en que Paco González, en el espacio Carrusel deportivo, se dedicó también – en paralelo al asalto a las sedes del PP – a esparcir los mismos infundios que sus compañeros de emisora. Dicho sea de paso, a pesar de su filiación política, años después Paco González no tendría el menor problema en fichar por la cadena COPE. “La pela es la pela”, que dijo algún nacionalista catalán.



El 14-M, con el alma cargada de pesar, me despedí de mi hija para regresar a Madrid. Me iba con la pena de temerme lo peor y, sobre todo, de pensar en cómo podría influir en el destino de criaturas que, al igual que ella, eran totalmente inocentes, pero iban a sufrir de lleno el impacto de lo que sucedería en las próximas horas. Estoy convencido de que los que toman decisiones encaminadas a llegar al poder y mantenerse en él piensan muy pocas veces – si alguna – en el futuro de los niños. No lo han hecho, desde luego, los que han sembrado el odio y el resentimiento en regiones españolas como Cataluña y las Vascongadas; no lo han hecho los que han arrastrado a las cajas de ahorros a la quiebra; no lo han hecho los que han ido aumentando la deuda de la nación hasta extremos agobiantes; no lo han hecho los que han seguido incrementando la presión fiscal para financiar un aparato administrativo absolutamente imposible de mantener. Aquella mañana, cuando, muy temprano, me despedí de Lara, apenas podía yo pensar en otra cosa que no fuera su futuro.



Se trató de una jornada electoral llena de irregularidades. Candidatos, interventores y apoderados del PP se convirtieron en víctimas de insultos y, en ocasiones, de golpes. Sin embargo, nadie fue procesado por ese comportamiento ni tampoco por haber violado la jornada de reflexión.



Recuerdo que cuando entré en el colegio electoral para votar, un matrimonio de jubilados me saludó y el hombre, apesadumbrado, me dijo:



- A pesar de todo, vamos a ganar.



Su tono de voz dejaba de manifiesto que no creía del todo en lo que acababa de decir y yo me limité a guardar silencio porque pocas cosas aborrezco más que el dar falsas esperanzas. No, yo no creía que el PP fuera a ganar las elecciones, pero lo peor no era eso sino que estaba convencido de que lo que vendría a continuación sería un proceso de subversión del orden constitucional como no se había conocido hasta entonces.



Los españoles acudieron a las urnas bajo la terrible impresión del 11-M y de la información difundida en las horas siguientes, una información que apuntaba a que el gobierno había mentido y a que era el responsable de la matanza por haber apoyado la guerra de Irak. El resultado electoral fue el previsible tras la intensa campaña de agitación y propaganda y Rodríguez Zapatero se alzó con la victoria electoral obteniendo el PSOE, 164 escaños, 10.909.687 votos y 42,64 % por ciento del total; frente a los 148 escaños, 9.630.512 votos y 37,64% del PP.



Meses después, el económetra de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, José García Montalvo realizaría un estudio estadístico que concluía que el PP hubiera ganado con holgura las elecciones del 14 de marzo, de no haberse perpetrado los atentados del 11-M. De hecho, el PP habría obtenido entre el 42 y el 45 por ciento de los votos y el PSOE no más del 37 por ciento.



De momento, sin embargo, el 14 de marzo, el cambio de partido en el gobierno se había realizado y esa misma noche Arnaldo Otegui, miembro relevante de Batasuna-ETA telefoneó a sus contactos en el partido socialista para indicarles que continuaban las conversaciones encaminadas a llegar a un acuerdo. Cuestión aparte es que siguieran sin conocerse quiénes habían sido los autores de los atentados. Durante los meses siguientes, se produciría un fenómeno digno de figurar en la Historia de los medios de comunicación. Mientras Rodríguez Zapatero insistía en defender la “versión oficial” apoyado por el PSOE, IU y las fuerzas nacionalistas y mientras la cadena SER se auto-otorgaba un premio por la manera en que había informado (sic) de los atentados del 11-M, la sociedad española fue testigo de acciones políticas que parecían indicar más un cambio de régimen que de gobierno. Así, Rodríguez Zapatero respaldó la redacción de un nuevo estatuto de Cataluña que desbordaba ampliamente el contenido de la constitución y, sobre todo, publicó que mantenía conversaciones con la banda terrorista ETA. Era obvio que el nuevo presidente del gobierno estaba trazando un nuevo panorama político en el que la alianza con los nacionalistas – incluidos los que tenían las manos empapadas en sangre de inocentes – sería susceptible de permitirle perpetuarse en el poder. Partiendo de esa base, no puede sorprender que la Comisión del Congreso encargada de la investigación de los atentados del 11-M – en la que existía una clara mayoría de izquierdas y nacionalistas - se aferrara a la versión oficial de los atentados y bloqueara de manera sistemática la comparecencia de testigos que hubieran sido esenciales para esclarecer los hechos. A pesar de todo – y resulta bien revelador – la Comisión oficial no se atrevió, como habían hecho las izquierdas, los nacionalistas o, de manera sobresaliente, el Grupo PRISA – a relacionar los atentados con la guerra de Irak. Se trataba de una mentira demasiado grosera como para continuar enarbolándola y más cuando la meta del 11-M – un cambio de gobierno - se había conseguido sobradamente.



Durante un trienio, el único desafío a la versión oficial procedería de un sector muy reducido de la prensa – El Mundo, la COPE mientras estuvieron en ella Federico Jiménez Losantos y el que escribe estas líneas y Libertad digital – que siguió investigando los hechos y encontrando, paso a paso, que la mochila de Vallecas era un fraude, que la furgoneta había sido llenada con objetos que, originalmente, no estaban en su interior o que los detenidos por la causa del 11-M no tenían nada que ver con los atentados. Por supuesto, a esas alturas no sólo no se podía sostener – ni siquiera lo mantenía la mayoría de los que lo habían hecho – que los atentados habían tenido relación con la guerra de Irak sino que además las investigaciones policiales habían dejado de manifiesto que el único objetivo de los atentados había sido provocar un vuelco electoral. En los años siguientes, distintas sentencias judiciales avalarían la investigación llevada a cabo por el diario El Mundo insistiendo en que eran conformes a la verdad. Las consecuencias eran obvias. La denominada “versión oficial” era falsa por mucho que hubiera sido difundida por la Cadena SER y el resto del Grupo PRISA e incluso por un sector de la COPE, un hecho de enorme relevancia que se olvidó por la sencilla razón de que tanto desde La mañana que dirigía Federico como desde La linterna que acabaría dirigiendo yo insistimos en mostrar las costuras de la versión oficial y en hacer justicia a las víctimas investigando la verdad. Con todo, el gran golpe judicial contra la “versión oficial” vino a finales del año 2007 con la sentencia de la Audiencia nacional sobre el 11-M.



Se ha sabido, con posterioridad, que los juzgadores se volvieron atrás en algunos de sus planteamientos iniciales – por ejemplo, el procesamiento de policías que mintieron o destruyeron pruebas – pero, a pesar de todo, lo cierto es que la sentencia de la Audiencia nacional pulverizó la “versión oficial”, es decir, la misma que había llevado a Rodríguez Zapatero a la Moncloa. En primer lugar, la sentencia señalaba que la guerra de Irak no había tenido nada que ver con los atentados del 11-M. Igualmente, la sentencia dejaba establecido que Al Qaida no había tenido parte en el 11-M y, por si todo lo anterior fuera poco, señalaba que se desconocía quiénes habían sido los autores intelectuales del atentado. Para remate, de los cerca de treinta acusados de la causa del 11-M sólo tres fueron condenados como autores materiales del 11-M, tres que uno de los investigadores de los atentados definió con bastante acierto como “dos moritos de Lavapiés y un esquizofrénico asturiano”. La sentencia, de hecho, absolvió a Rabei Osman Mohamed el Egipcio que, según la fiscal, era el autor intelectual de la matanza, y a otros seis acusados; e impuso condenas menores al resto de condenados por delitos que aunque se descubrieron durante la instrucción de la causa, no tienen que ver con las matanzas del 11- M.



Sí, con todas sus limitaciones, la sentencia aniquilaba la denominada “versión oficial” del 11-M y, como punto final, abría las puertas para seguir investigando los atentados e incluso iniciar acciones legales contra agentes policiales que, presuntamente, hubieran podido actuar delictivamente. Así sería. Tras una sentencia del Tribunal Supremo que confirmó la dictada por la Audiencia Nacional, las familias de las víctimas comenzaron las acciones legales contra policías como Jesús Sánchez-Manzano, jefe de los TEDAX, durante los atentados que, presuntamente, había mentido ante instancias judiciales y había destruido pruebas tan relevantes como los vagones de los trenes o los restos de explosivo. Se apoyaban para esta acción, entre otros aspectos, en el informe de uno de los peritos del 11-M que demostraba que el explosivo utilizado en los atentados no había sido Goma2-Eco sino Titadyne.



La acción de las víctimas contra Sánchez-Manzano vino antecedida por una querella presentada el 30 de enero de 2008 por éste contra Casimiro García-Abadillo, Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos, Fernando Múgica y el diario El Mundo, es decir, un sector importante de la escasa prensa independiente que se había esforzado durante años por averiguar la verdad sobre los atentados del 11-M.



Sánchez-Manzano consideraba lesivas contra él las informaciones debidas a los citados periodistas y que tenían que ver con la supuesta relación entre él y Carmen Toro, una de las imputadas del 11-M; el no envío a la Policía científica de las muestras de los trenes; la existencia de un componente ajeno a la Goma2-ECO en los análisis realizados; la custodia y análisis de muestras; los informes sobre antecedentes de ETA similares al 11-M; las posibles falsedades en relación con el teléfono móvil encontrado en la mochila de Vallecas; y otras.



Finalmente, en septiembre de 2009, se comunicó a las partes la resolución judicial referente a la citada demanda dictada en el juzgado de 1 instancia n.56. La sentencia establecía de manera detallada y ecuánime la delimitación de los derechos de información y de libertad de expresión señalando con abundante base jurisprudencial que todos los demandados se habían limitado a realizar su trabajo bajo la cobertura de tales derechos y, por lo tanto, no habían cometido ninguna acción ilícita. Igualmente, la sentencia indicaba literalmente que “la narración de hechos que contienen los textos analizados… no resulta falsa en cuanto a la información transmitida, no difunde simples rumores, meras invenciones o puras insinuaciones, sino que, al contrario, se corresponden a grandes rasgos con el desarrollo y devenir del curso de las diligencias policiales y sumariales”. Por si todo lo anterior fuera poco, igualmente la sentencia indicaba que “resultan constatados presupuestos fácticos como la relación entre la imputada Carmen Toro y Sánchez Manzano y que se ocultó la relación existente entre el modus operandi de los móviles usados en el 11-M y el utilizado por la banda terrorista ETA”. También recogía la sentencia que se había ocultado al juez competente la radiografía realizada a la mochila de Vallecas; que, efectivamente, era imposible que el teléfono TRIUM 110 hallado en la mochila de Vallecas guardase en su memoria la fecha y la hora para la que estaba programado; que Sánchez Manzano se contradijo al hablar de los componentes del explosivo utilizado en los atentados del 11-M; y que fue irregular la designación de perito. También señalaba la sentencia que se había obviado la existencia de Titadyne, explosivo utilizado por ETA; y que el traslado de restos y vestigios se había llevado a cabo sin inventario previo y clasificación oportuna. De todo lo anterior, se desprendía que no habían constituido intromisión alguna en el derecho al honor de Sánchez Manzano ni dejaban de ser una crítica legítima el haber utilizado en relación con él y con su trabajo relativo al 11-M expresiones como “falsedad”, “engañó”, “hurtó”, “amañado”, “tergiversado”, “mintió”, “fiasco”, “chapuza”, “marrullería” y semejantes.



Junto a lo anterior, la sentencia daba un salto cualitativo extraordinario al indicar quién podía estar detrás de unos atentados que, de manera totalmente falaz e interesada, se habían atribuido a Al Qaida y a la intervención española en la guerra de Irak. Así, estimaba que opinar que el 11 M se había engendrado muy probablemente en el seno o al menos en el regazo del Estado resultaba factible dado el antecedente del llamado caso GAL, protagonizado, por cierto, por políticos del partido socialista.



No puede sorprender que, con estas conclusiones, el tribunal desestimara íntegramente la demanda interpuesta por Sánchez Manzano contra Casimiro García-Abadillo, Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos, Fernando Múgica y el diario El Mundo. Al día siguiente de comunicarse la sentencia, en el programa Es la mañana de Federico de la cadena Es.Radio, Ángeles Domínguez, presidenta de la Asociación de Ayuda a las víctimas del 11-M afirmaría que Es. Radio es “la referencia máxima de la libertad en las radios de España”, añadiendo además: “Y la voz de la víctimas del 11-M”.



El terrible atentado del 11-M tuvo como consecuencia querida e inmediata la victoria de Rodríguez Zapatero en las elecciones del 14-M y el desplazamiento del PP del poder. También fue secuela directa e inmediata el intento de impedir que se supiera la verdad de lo sucedido. A esa tarea de ocultación, protagonizada especialmente por políticos, no dudaron en sumarse diversos medios de comunicación que, en ocasiones, guardaron silencio y, en otras, llegaron incluso a acuñar un calificativo injurioso, el de “conspiranoicos”, dirigido contra todos aquellos que ansiaban saber la verdad y no estaban dispuestos a aceptar acríticamente la denominada versión oficial, versión que, como hemos visto, ya había quedado pulverizada por las sentencias judiciales dictadas por la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo.



En tan sólo una semana de septiembre de 2009 quedó, por añadidura, de manifiesto que Sánchez Manzano había actuado en contra de los protocolos de los TEDAX lo que había tenido como consecuencia directa la destrucción de pruebas que podrían haber llevado hasta los asesinos del 11-M; y que las informaciones de los denominados “conspiranoicos” – Casimiro García-Abadillo, Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos o Fernando Múgica a los que hubiera podido sumarse en puridad el que quizá ha sido el mayor investigador del 11-M, Luis del Pino - se correspondían con la realidad hasta el punto de que resulta posible que el 11-M fuera una trama similar a la que tejió el gobierno socialista en relación con el terrorismo de estado de los GAL.



A día de hoy, seguimos sin saber quién planeó, ordenó y ejecutó las matanzas del 11-M así como de quién partió la orden de destruir las pruebas que podían conducir a los culpables. No podemos alegar esa misma ignorancia en relación con el resultado de los atentados.



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Published on March 11, 2015 10:56

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César Vidal
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