César Vidal's Blog, page 114
June 25, 2015
Pablo Iglesias, el fundador del PSOE
Por un lado, los españoles se decantaron con más facilidad hacia el mesianismo anarquista no exento en ocasiones de una visión terrorista; por otro, la rama marxista demostró desde sus inicios una notabilísima endeblez intelectual. En no escasa medida, esa circunstancia se explica al examinar la figura de Pablo Iglesia, el fundador del PSOE. Nacido – como Franco – en El Ferrol, en su infancia se desplazó a Madrid donde transcurrirían sus primeros años como obrero tipógrafo. La fundación de la UGT y del PSOE – en una taberna de Madrid - lo convirtió en liberado de la revolución, pero, desprovisto del talento de otros correligionarios extranjeros, tardó años en ser escuchado. Sin haber leído a Marx y tras haber repasado someramente a Guesde, Iglesias creía firmemente en una revolución que implantara la dictadura del proletariado en su camino hacia la sociedad socialista. No sorprende que tuviera que esperar hasta inicios del siglo XX para llegar al congreso y eso gracias a la denominada conjunción republicano-socialista. Su inicio en las Cortes resultó revelador al amenazar con recurrir al atentado individual si Maura regresaba al poder. Dado el precedente de acciones terroristas, no se trataba de palabras tranquilizadoras. Durante aquellos años, de manera confesa, Iglesias fue aprovechando todos los resquicios legales del sistema precisamente para intentar su destrucción. Si no lo consiguió fue porque, como quedó de manifiesto en las algaradas de 1917, carecía del apoyo de unas masas que, por definición, debían haber sido suyas. Sí es cierto que Iglesias fue configurando el socialismo a su imagen y semejanza. Unamuno – que militó brevemente en el PSOE y lo abandonó escandalizado – proclamó que era un movimiento sectario, intransigente y escuálido intelectualmente. No exageraba. En realidad, era una nueva iglesia – una iglesia católica en negativo y con muchas de sus características de fanatismo e intolerancia - en la que incluso las biografías oficiales de Pablo Iglesias se limitaron a cuatro en clara imitación del número de Evangelios que habían narrado la vida de Jesús. Iglesias impidió que el PSOE entrara en la Internacional comunista, pero no porque su visión fuera democrática – que no lo era en absoluto – sino porque no deseaba que su ansiada dictadura se viera fiscalizada desde Moscú. En contra de sus deseos, no logró derrocar la monarquía parlamentaria. Sin embargo, no mucho después, ésta quedaría tan erosionada que acabaría desplomándose ante el empuje de unas fuerzas de escasa representatividad entre las que se encontraría el PSOE.
Próxima semana: Alfonso XIII
June 24, 2015
Desde Perú (V): El choque (I): el testimonio de Las Casas
Ítem, que los españoles recogieron mucho número de indios y los encerraron en tres casas grandes, cuantos en ellas cupieron, y pegáronles fuego y quemáronlos a todos sin hacer la menor cosa contra español ni dar la menor causa…
Item, yo afirmo que yo mesmo vi ante mis ojos a los españoles cortar manos, narices y orejas a indios e indias, sin propósito, sino porque se les antojaba hacerlo, y en tantos lugares y partes que sería largo de contar. Y yo ví que los españoles les echaban perros a los indios para que los hiciesen pedazos y los vi así aperrear a muchos… Así mesmo es verdad que tomaban niños de teta por los brazos y los echaban arrojadizos cuanto podían, y otros desafueros y crueldades sin propósito…
Item vi que llamaban a los caciques y principales indios que viniesen de paz seguramente y prometiéndoles seguro, y en llegando, luego los quemaban… Y según Dios y mi conciencia, en cuanto yo puedo alcanzar, no por otra causa sino por estos malos tractamientos, como claro parece a todos, se alzaron y levantaron los indios del Perú, y con mucha causa que se les ha dado. Porque ninguna verdad les han tratado, ni palabra guardado, sino que contra toda razón e injusticia, tiránicamente los han destruido con toda la tierra, haciéndoles tales obras que han determinado antes de morir que semejantes obras sufrir.
… Todos los otros españoles, por imitar a su buen capitán y porque no saben otra cosa sino despedazar a aquellas gentes, hicieron lo mesmo, atormentando con diversos y fieros tormentos cada uno al cacique y señor del pueblo o pueblos que tenían encomendados… y así quemaron y despedazaron todos los señores de aquella tierra.
… Esto hizo porque le pareció que era bien hacer para entrañar su temor en todas las gentes de aquella tierra… y así, estando descuidados y con confianza de la fe que les habían dado, prendió mucha cantidad de gente, mujeres y hombres, y les mandaba poner la mano tendida en el suelo, y él mesmo, con un alfanje, les cortaba las manos…
… Aún no quiso contentarse con las cosas tan crueles ya dichas… mandó que todos los indios e indias que los particulares habían tomado vivos… los metiesen en una casa de paja (escogidos y dejados los que mejor le parecieron para su servicio) y les pegasen fuego; y así los quemaron vivos…
Muchas y grandes tierras en aquellas partes he visto por mis mismos ojos, que en muy breves días las han destruido y del todo despoblado.
… Después de las muertes y estragos de las guerras, ponen, como es dicho, las gentes en la horrible servidumbre arriba dicha, y encomiendan a los diablos a uno doscientos y a otro trescientos indios… Considérese agora por Dios, por los que esto leyeren, qué obra es ésta y si excede a toda crueldad e injusticia que pueda ser pensada, y si les cuadra bien a los tales cristianos llamallos diablos, y si sería más encomendar los indios a los diablos del infierno que es encomendarlos a los cristianos de las Indias.
… Ya está dicho que tienen los españoles de las Indias enseñados y amaestrados perros brevísimos y ferocísimos para matar y despedazar los indios. Sepan todos los que son verdaderos cristianos, y aun los que no lo son, si se oyó en el mundo tal obra, que para mantener los dichos perros traen muchos indios en cadenas por los caminos que andan como si fuesen manadas de puercos, y matan dellos y tienen carnicería pública de carne humana, y dícense unos a otros: “Préstame un cuarto de un bellaco désos para dar de comer a mis perros hasta que yo mate otro”, como si prestasen cuartos de puerco o de carnero. Hay otros que se van a caza las mañanas con sus perros, y volviéndose a comer, preguntados cómo les ha ido responden: “Bien me ha ido, porque obra de quince o veinte bellacos, dejo muertos con mis perros”...
Con esto quiero acabar, hasta que vengan nuevas de más egregias en maldad (si más que éstas pueden ser) cosas, o hasta que volvamos allá a verlas de nuevo, COMO CUARENTA Y DOS AÑOS HA QUE LAS VEMOS CON LOS OJOS SIN CESAR”…
Señaladamente en los reinos del Perú, donde hoy, que estamos en el año de mil y quinientos y cuarenta y seis, se cometen tan horribles y espantables y nefarias obras, cuales nunca se hicieron ni en las Indias ni en el mundo, no sólo en los indios, los cuales ya todos o cuasi todos los tienen muertos, y aquellas tierras dellos despobladas…
Porque se les hace mal dejar los estados y haciendas usurpadas que tienen, y abrir mano de los indios que tienen en perpetuo captiverio. Donde han cesado de matar con espadas de presto, mátanlos con servicios personales y otras vejaciones injustas e intolerables su poco a poco. Y hasta agora no es poderoso el rey para lo estorbar, porque TODOS, CHICOS Y GRANDES, ANDAN A ROBAR, UNOS MÁS, OTROS MENOS; UNOS PÚBLICA Y ABIERTA, OTROS SECRETA Y PALIADAMENTE”.
La descripción de la acción de los españoles en el Perú que acaban ustedes de leer no procede de un protestante, un judío, un hereje o un extranjero. Fue escrita por un testigo ocular, dominico por más señas, llamado fray Bartolomé de las Casas y se encuentra en la parte referente al Perú de su Brevísima relación de la destruición de Indias. Las Casas se limitó a relatar lo que había visto a lo largo de varias décadas: el asesinato cruel y sin razón de los indígenas, su expolio económico y existencial, su explotación inhumana hasta el punto de la muerte, sus suicidios para huir del horror, su colapso demográfico, su sufrimiento a manos de unos conquistadores - legitimados por frailes - que mutilaban, oprimían y asesinaban en masa por codicia, pero también por pura diversión.
La tragedia vivida por los habitantes del antiguo imperio inca fue peor no sólo que la de los indígenas de Norteamérica sino que la de los situados en otras partes del imperio español. No se trató sólo de la destrucción de una cultura de primer orden sino de un destino espantoso que lleva a recordar el horror – juzgue el lector por los párrafos copiados arriba - sufrido por muchas de las víctimas de los nazis ayer o al de las de ISIS hoy. Incluso se pueden apreciar comportamientos idénticos. El propio Las Casas, al referirse a lo sucedido en Nueva España, escribió que las atrocidades relacionadas con la conquista española fueron “muy peores que las que hace el turco para destruir la Iglesia cristiana”. No exageraba un ápice. Y eso que Las Casas no era – pese a quien pese – un extremista. Articuló, por ejemplo, una doctrina que justificara teológicamente la conquista; defendió la idea de que se trajeran esclavos negros de África para sustituir a los indios en las minas y encomiendas a donde los tenían esclavizados conquistadores y frailes y pasó de puntillas sobre episodios bochornosos de la conquista como la prostitución forzada de las indias. No era un radical ni un anti-sistema, pero tampoco podía en conciencia callar ante aquel horror.
No sorprende, por ello, que Las Casas tuviera entre sus enemigos más encarnizados no sólo a los conquistadores sino a clérigos que cuestionaban la condición humana de los indígenas, que defendían que su condición era la propia de esclavos o que se oponían frontalmente a la idea de que recibieran algún tipo de educación. Todos ellos movieron hilos políticos y eclesiales para hundir a Las Casas y - ¿cómo no? – lo acusaron de ser anti-español. Durante décadas Las Casas combatió a solas con puñaladas por la espalda de conquistadores y frailes. Incluso las Leyes Nuevas – con las que se llenan la boca ignorantes y fanáticos – no sólo no acabaron con la explotación económica de los indios sino que además, en lo poco de bueno que tenían, no se aplicaron.
Todo esto y mucho más lo sabe cualquiera que conozca mínimamente la Historia de América. No suele ser el caso de los españoles y más si son católicos o nacionalistas. Como papagayos repiten muchos que “nos mezclamos” – buen eufemismo para la violación masiva de indígenas y su reducción al papel de prostitutas y concubinas – y “evangelizamos”. Por supuesto, Las Casas – que había contemplado la situación durante décadas – se hubiera retorcido de indignación ante semejantes expresiones. Por eso mismo, no son pocos los españoles que mantienen una actitud esquizofrénica ante él. Por un lado, lo presentan cómo prueba de que la iglesia católica defendió a los indígenas cuando la realidad es que la iglesia católica fue la gran legitimadora y beneficiaria del expolio y de la matanza y, por añadidura, hizo todo lo que pudo para neutralizar al incansable Las Casas. Por otro lado, los que lo enarbolan como esa supuesta prueba luego niegan aquello de lo que testificó Las Casas vez tras vez con lo que nos dejan con la intriga sobre la amenaza de la que defendía el dominico a los indios siendo así que los españoles sólo los “evangelizaban” y “se mezclaban con ellos”. Es decir, o Las Casas decía la verdad y entonces la conquista fue escalofríante por su horror o mentía y entonces no tiene sentido como presentarlo como un modelo.
La verdad – soy testigo de ello – es que Las Casas incomoda sobre todo porque habló de lo que vio durante décadas en distintas partes de la América hispana. No sorprende que distintos gobiernos españoles lleven mucho, mucho tiempo acordando – mucho me temo que no gratuitamente – con la Santa Sede que la causa de beatificación de Las Casas quede paralizada. Dado que alguno puede que haya comenzado a aullar al leer el párrafo anterior señalaré que cuento con esa información porque me la transmitió uno de los diplomáticos encargados de semejante misión. Hay que reconocer que es lógico ese tejemaneje político-religioso. Si un día – que no parece muy próximo – Las Casas se convirtiera en beato la cordillera de mentiras difundidas durante siglos sobre la actuación de frailes y de conquistadores en las Indias se tambalearía. Pero no nos engañemos. Fuera de España no la cree nadie aunque los guías en México o Perú procuren no desagradar a los turistas españoles con relatos que sospechan que no aceptarán. En España, sin embargo, no son pocos los que se aferran a tan terribles embustes de la propaganda católica e imperial; se ofenden cuando alguien los cuestiona; lo acusan de anti-español y hasta piden bibliografía dejando así de manifiesto que ni siquiera han leído a los cronistas de Indias porque no sólo relatan episodios como éstos sino que incluso se jactan de ellos. Y no acaba ahí todo. Hasta la tragedia tuvo la marca de lo católico en algunas de sus peores manifestaciones: la supresión de la religión de los otros a sangre y fuego; la explotación económica de los demás para no trabajar uno mismo – sí, a los sioux se los podía expulsar de las Black Hills donde había minas de oro, pero los que los expulsaron trabajaron ellos las minas y no esclavizaron en ellas a los indios… - el robo sistemático propio de una visión teológica que considera el hurto un pecado venial y el saqueo de recursos en favor no de la comunidad sino de castas privilegiadas como los poderosos políticamente o la iglesia católica. ¿Por qué les extraña tanto a algunos que así fuera cuando, salvando distancias, es lo mismo que ven ahora en España si miran a su alrededor sin prejuicios?
CONTINUARÁ
June 22, 2015
‘La voz’ de César Vidal apuesta por el crowdfunding
http://protestantedigital.com/cultura...
Desde Perú (IV): Soroche
La primera advertencia de amigos y conocidos fue la de que me vería aquejado por el mal de altura o, como dicen por acá, el soroche. La elevada situación del Cuzco, zona montañosa apenas situada en altura doscientos metros por debajo del Tíbet, convierte ese riesgo en inevitable y conlleva mareos, desmayos, vómitos e incluso podría derivar en enfisema pulmonar. No han faltado – todos cuentan casos – los que se han muerto por no poder soportarlo. Para paliar el mal, me aconsejaron que debía beber té de coca, realizar comidas extremadamente ligeras y caminar despacio. Seguí las instrucciones y lo cierto es que el soroche no me afectó lo más mínimo. Para sorpresa mía, incluso consumí una opípara comida nada más aterrizar en Cuzco, aspecto este comprensible porque la gastronomía peruana es de las más sofisticadas y deliciosas del globo. El mate de coca, el andar pausadamente y la preparación de una semana previa habían bastado para conjurar el mal.
Visto que, a fin de cuentas, no ha sido tan difícil enfrentarse con el soroche no he podido dejar de contemplar los paralelos con la situación de España y en otras naciones, como el Perú, de sociología católica. La realidad es que la nación en la que nací y a la que amo, padece soroche desde hace décadas, por no decir siglos. Por fijarnos en su etapa más reciente hay que reconocer que pasar de una dictadura autoritario-clerical a una monarquía parlamentaria implicó un ascenso de no escasa relevancia, pero nadie tomó medidas contra el mal de alturas y la UCD saltó por los aires dejando al PSOE el poder por más de una década. La ausencia de una oposición fuerte frente a un omnipotente PSOE implicó también un mal de alturas para la izquierda, pero tampoco se dieron los pasos necesarios para evitarlo y, tras 1992, España estaba sumida en una grave crisis económica y los nacionalistas catalanes y vascos desollaban la piel de toro con fruición. De aquella situación se salió con un chute de nuevo hacia arriba impulsado por el gobierno Aznar, pero nadie previó que podría sobrevenir el soroche. A decir verdad, lo que vino después - el gobierno de ZP - se asemejó más a una pandemia que al mal de alturas. Y desde entonces, la España que se encontraba en la cima de Occidente por su pertenencia a la Unión Europea no ha adoptado los remedios eficaces contra el mal de alturas. Sus impuestos son los más altos de Europa con la excepción de Suecia; su aparato administrativo es el más numeroso y enrevesado de la UE; su orden territorial constituye un escandaloso e ineficaz derroche. El soroche y sus consecuencias a la vista están. No es un problema de ahora. La ineficacia para enfrentarse con el mal de alturas arranca de una cultura católica incapaz de absorber los valores bíblicos que recuperó la Reforma en relación con el trabajo, las finanzas, la previsión del futuro o la supremacía de la ley. Con todas las excepciones que se deseen, los gobernantes españoles conquistan el poder y reparten despojos – como Cortés, como Pizarro, como tantos… - pero son incapaces de pensar qué sucederá después. Como la sociedad carece de esos cimientos que sólo se asentaron en Occidente con la Reforma, el edificio crece y parece que aguantará, pero, al final, se cae. La experiencia de Perú ha sido la misma y no podía ser otra. Ha tenido períodos históricos de extraordinaria brillantez unidos a la extracción de metales preciosos, del guano y del caucho. Sin embargo, al final, sus gobernantes se dedicaron más a enriquecer a ciertos sectores que a prepararse para el día de mañana y tras el esplendor vinieron terribles negruras. A fin de cuentas, de la cultura hispano-católica habían aprendido a conquistar y repartir despojos no a construir de cara al futuro y la nación – como España – siempre regresa al valle que va después del diente de sierra. España sufre por enésima vez el soroche. Hay indicios de que lo mismo le puede suceder al Perú. Temo que en ambos casos no se corregirá con sólo beber té de coca.
June 21, 2015
Los primeros cristianos: De la coronación de Agripa al Concilio de Jerusalén (I)
LA IGLESIA UNIVERSAL: DE LA CORONACIÓN DE AGRIPA AL CONCILIO DE JERUSALÉN (37-49 d. J.C.) (I)
Si hacia la mitad de los años treinta el judeo-cristianismo en Israel se hallaba inmerso en un período de expansión que no sólo trascendió de Judea sino que sentó las bases de la penetración en el mundo gentil, el final de esa misma década y el inicio de la siguiente marcarían una época señalada por la aparición de conflictos de no poca trascendencia. Esta misma intranquilidad iba a tener sus paralelos en el judaismo de la época pero, como tendremos ocasión de ver, las razones resultarían muy distintas.
La subida al poder de Cayo Calígula (Suetonio, Calígula IX), vino rodeada de unas expectativas muy favorables que no se vieron defraudadas en los seis primeros meses de su gobierno. En octubre del 37 d. J.C., Calígula cayó gravemente enfermo y al recuperarse de la dolencia pudo ya apreciarse en él un cambio notable de carácter que Josefo describe como un paso de la moderación a la autodeificación (Ant. XVIII,256). Al inicio de su principado, Calígula había liberado a Herodes Agripa de su prisión —donde se hallaba por ofender a Tiberio (Guerra II, 178)— otorgándole además grandes honores y asignándole el gobierno del territorio que su tío Felipe había gobernado como tetrarca hasta su fallecimiento, unos tres años antes, al igual que la zona norteña de Abilene, que anteriormente había formado parte de la tetrarquía de Lisanias. Asimismo le concedió el título de rey (Guerra II, 181; Ant. XVIII, 236 y ss.), a lo que se unió la satisfacción que le brindó la caída en desgracia de Herodes Antipas y el ulterior paso de la tetrarquía de Galilea y de Perea, que éste detentaba, a su propio reino (39 d. J.C.) (Guerra II, 182 y ss.; Ant. XVIII, 240 y ss.).
El cambio en la actitud de Calígula se produjo, aproximadamente, al año y medio de comenzar su reinado (Ant. XVIII, 7, 2).
En el otoño del 38 d. J.C., tuvo lugar una sangrienta algarada contra los judíos de Alejandría, aparentemente debida al populacho, pero incitada realmente por el emperador, que creía firmemente en su propia divinidad (Filón, Legación 11; 13-16; 43; Ant. XVIII, 7, 2; XIX, 1, 1; 1, 2; Dión LIX, 26, 28; Suetonio, Calígula XXII). El saqueo de las propiedades judías, el asesinato de judíos y la profanación y destrucción de sus sinagogas no se hicieron esperar (Contra Flaco 6-7, 8, 9 y 20; Legación 18). A semejante estado de cosas contribuyó decisivamente el comportamiento de Flaco, prefecto de Alejandría y Egipto (d. 32 d. J.C.) que toleró las manifestaciones de antisemitismo. La situación, sin embargo, debió de suavizarse un tanto cuando Flaco fue llevado a Roma como prisionero y desterrado inmediatamente a la isla de Andros, en el Egeo, donde fue ejecutado (Contra Flaco 12-21).
Todavía en el año 40 d. J.C. seguía existiendo una considerable tensión entre judíos y gentiles alejandrinos, que motivó el envío a Roma de una legación, encabezada por Filón, para presentar el caso ante el emperador. Éste, tras recibirlos de manera humillante, los despidió sin que lograran su objetivo (Ant. XVIII, 8, 1). Cronológicamente en paralelo con el viaje de la legación se produjo un incidente en Palestina que hubiera podido tener gravísimas consecuencias. Nos referimos, claro está, al archiconocido episodio de la estatua imperial que Calígula ordenó que fuera levantada en el Templo de Jerusalén (invierno del 39-40 d. J.C.) (Legación 30). Al correr la noticia, una multitud espontánea de judíos dividida en seis grupos diferentes (ancianos, hombres, niños, ancianas, mujeres y niñas) se presentó ante el gobernador romano Petronio, quien, impresionado, les prometió posponer el cumplimiento de la orden (Legación 32; Guerra II, 10, 3-5; Ant. XVIII, 8, 2-3), si bien silenció al emperador lo que estaba sucediendo.
Calígula accedió a un aplazamiento por razones de tipo práctico como eran el tiempo necesario para cumplir sus deseos y la cercanía del período de la cosecha, que podía ser arruinada por los judíos. Pese a todo envió una carta a Petronio en la que le ordenaba finalizar lo antes posible su misión (Legación 33; 34-35). Nuevas discusiones con los judíos y la intercesión de Aristóbulo, el hermano de Agripa, llevaron finalmente a Petronio a solicitar del emperador la revocación de la orden (Ant. XVIII 8, 5-6; Guerra II, 10, 3-5). Agripa había suplicado lo mismo de Calígula en Putéoli, al regreso de éste de su campaña germánica (Legación 29 y 35-41), obteniendo que ordenara no profanar el Templo. Pese a todo, el emperador dejó bien sentado que si alguien deseaba erigirle un templo o una estatua fuera de Jerusalén, no se le podría impedir. La concesión del emperador tuvo una corta vigencia, puesto que al poco ordenó fabricar una estatua en Roma que debía ser erigida en Jerusalén. Finalmente, sólo el asesinato del emperador (24 de enero del 41 d. J.C.), que aconteció poco después, concluyó de manera definitiva con el conflicto. Aquella muerte salvó también a Petronio, al que Calígula había enviado la orden de suicidarse (Meg. Taan. 26; TJ Sot. 24 b; TB Sot. 33a).
De las fuentes no se desprende que los diversos enfrentamientos con Calígula turbasen de manera especial a los judeo-cristianos. El episodio no aparece recogido en las fuentes cristianas del siglo I y, en cierta medida, resulta lógico si tenemos en cuenta que la caída del Templo, antes o después, formaba parte de sus creencias. Así había sido anunciado por Jesús mediante hechos simbólicos como la limpieza del recinto y a través de discursos de carácter apocalíptico. Por otro lado, ya hemos visto cómo tal punto de vista era compartido por los helenistas —como Esteban— y, en general, por la comunidad jerosilimitana. Tampoco en la Diáspora cristiana parece que el episodio despertara mayor interés. En la 2 carta a los Tesalonicenses 2, 1-4, se recoge una referencia paulina al Hombre de pecado que, ocasionalmente, se ha considerado inspirada en el episodio de Calígula. Con todo, y hay que reconocer que, a nivel especulativo, la posibilidad no puede ser rechazada, lo cierto es que la 2 carta a los Tesalonicenses es posterior al evento y, difícilmente, podría estar refiriéndose a un suceso ya pasado como si se tratara de una profecía futura. A lo sumo, podría tomar pie de lo ya acontecido para apuntar, tipológicamente, hacia el porvenir.
Se ha formulado también la hipótesis de que durante estos azarosos días del año 40 d. J.C. hubieran podido ponerse en circulación por escrito algunos discursos de Jesús que, aparentemente, pudieran interpretarse como textos relacionados con el episodio protagonizado por Calígula. Serían éstos los denominados posteriormente Apocalipsis sinópticos (Mt. 24, Mc. 13, Lc. 21). Su lectura permite, efectivamente, trazar paralelismos entre los dos relatos:
Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, colocada donde no debe estar —entienda el lector— entonces los que estén en Judea huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de la casa, y el que se halle en el campo, no regrese para tomar la capa. Pero ¡ay de las que estén encintas, y de las que se hallen criando en aquellos días! Orad, por lo tanto, para que vuestra huida no tenga lugar en invierno; porque aquellos días serán de tribulación como no la ha habido nunca desde el principio de la creación que Dios creó hasta este tiempo, ni la habrá (Mc. 13, 14-19).
Según la tesis enunciada, la «abominación de la desolación» podría ser una referencia a la estatua de Calígula y esto explicaría que, en el texto recogido por Marcos 13, 14, el participio esté en género masculino aunque se refiera a un sustantivo neutro facilitando así la interpretación que convierte la abominación en algo personal. Tal visión no deja de ser sugestiva, pero difícilmente puede ser considerada convincente. La «abominación de la desolación» mencionada en los Apocalipsis sinópticos es indiscutiblemente una cita del libro de Daniel y como tal es reconocida en términos generales. Puesto que el pasaje de Daniel parece ir referido a la profanación efectuada por Antíoco IV Epífanes en el Templo de Jerusalén, parece más razonable pensar que no resultó difícil para la apocalíptica posterior —incluida la propia de Jesús— remitirse a la mencionada cita del profeta en relación con eventos futuros de contaminación del Templo a manos de potencias paganas. Ahora bien, ¿implica esto que los judeo-cristianos identificaron durante el año 40 d. J.C. a Calígula con la «abominación de la desolación»; que tal conexión llevó a recoger por escrito los dichos apocalípticos de Jesús relacionados con el tema y que la expresión «entienda el lector» es una velada referencia aconsejando identificar al emperador con la «abominación»? La verdad es que tenemos que reconocer que nada sólido nos impulsa a creerlo así. Sin embargo, cabe la posibilidad de que ya algunos dichos de Jesús, incluidos los apocalípticos, estuvieran recogidos por escrito en torno al año 40 d. J.C. También es posible que algún judeo-cristiano identificara a la «abominación» con Calígula, pero el movimiento, en su conjunto, no parece haberse visto especialmente impresionado por estos acontecimientos. Desde luego, no lo suficiente como para poner en práctica el consejo de Jesús y huir a los montes saliendo de Jerusalén. Unas décadas después la reacción judeo-cristiana resultaría, como tendremos ocasión de ver, radicalmente distinta.
CONTINUARÁ
Acerca de Judea y los julioclaudios, véanse H. G. Pflaum, Les Carrières procuratoriennes équestres sous le Haut-Empire romain, 4 vols., París, 1960-1961; P. W. Barnett, «Under Tiberius all Was Quiet», en NTS, 21, 1975, pp. 564-571; D. M. Rhoads, Israel in Revolution: 6-74 C. E., Filadelfia , 1976; E. M. Smallwood, The Jews under Roman Rule, Leiden, 1976; H. Guevara, Ambiente…, ob. cit.; E. Schürer, The History…, ob. cit., 4 vols.; C. Vidal, El primer Evangelio…, ob. cit., y Los esenios y los rollos del mar Muerto, Barcelona, 1993.
En este mismo sentido y con discusión de otras interpretaciones, véase E. P. Sanders, Jesus…, ob. cit., pp. 61 y ss. En favor de la historicidad del anuncio pronunciado por Jesús acerca de la destrucción del Templo, véanse R. J. McKelvey, The New Temple, Oxford, 1969, pp. 58 y ss.; L. Gaston, No Stone on Another, Leiden, 1970; D. Flusser, Jesús…, ob. cit., pp. 127 y ss.; G. Theissen, Studien…, ob. cit., Tubinga, 1979, 1. 3; C. Rowland, Christian…, ob. cit., pp. 162 y ss.; R. A. Guelich, «Destruc- tion of Jerusalem», en DJG, Leicester, 1992, pp. 172 y ss.; C. Vidal, «Jesús», en DTR.
Véanse los Apocalipsis Sinópticos de Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21. De especial importancia, en cuanto a su valor primitivo es el contenido en Q 13, 34. He estudiado este tema en C. Vidal, El primer Evangelio…, ob. cit.
Discusión sobre el origen de la terminología del pasaje en L. Morris, The Epistles to the Thessalonians, Grand Rapids, 1979; F. F. Bruce, 1 and 2 Thessalonians, ob. cit.; I. H. Marshall, 1 and 2 Thessalonians, ob. cit.
Al respecto, véanse G. R. Beasley-Murray, Jesus and the Future, Londres, 1954, pp. 172 y ss., y A Commentary on Mark Thirteen, Londres, 1957, pp. 54 y ss. La tesis ha sido seguida en buena medida por F. F. Bruce, New Testament…, ob. cit.
Para un estudio sobre este tema, remitimos a las obras sobre los Sinópticos mencionadas en la parte destinada al estudio de las fuentes escritas.
C. Vidal, El primer Evangelio…, ob. cit., pp. 7 y ss.
June 20, 2015
Seek Ye First The Kingdom of God
Una noche, antes del estudio bíblico, comenzó a cantar una joven y, apenas había comenzado, unas de las cuerdas de su guitarra saltó. Tras intentos infructuosos por arreglar la situación, la muchacha decidió interpretar el tema con solo cinco cuerdas. Se trataba de una de las canciones que más adentro llevo en el corazón porque contiene las palabras de Jesús incluidas en el Sermón del Monte que instan a buscar primero el Reino de Dios y su justicia porque todo lo demás ya será añadido. Las gentes se ve arrastrada por la ansiedad, por la angustia, por la zozobra. Es bastante lógico que así sea porque no conocen otra cosa salvo lo que dicen los medios y los políticos. Sin embargo, Jesús enseña que aquellos que tienen a Dios por Padre vivirán algo muy diferente porque ese Padre sabe lo que necesitamos mejor que nosotros mismos. No sólo es que creo con todas mis fuerzas en la veracidad de esa enseñanza de Jesús, es que mi vida es incomprensible sin referencia a ese principio. Para mi, desde hace mucho, lo más importante es buscar el Reino de Dios y su justicia y rara es la vez en que me despierto en medio de la noche y no oro para pedirle a Dios que me ayude en esa tarea. El resto es absolutamente secundario si es que llega a eso. La canción de Karen Lafferty – ella era la joven cantante y compositora cuya guitarra perdió una cuerda - ha sabido transmitir, de manera dulce, casi deliciosa, la inmensa paz que a mi me supone el aferrarme a esas palabras de Jesús. Me consta que otros han identificado el Reino de Dios con la Inquisición, con los Estados pontificios, con una iglesia… nada más lejos de la Verdad. Semejantes fenómenos no son sino sucedáneos diabólicos de la realidad que es Jesús. El Reino de Dios se halla donde se reconoce al mesías como rey verdadero y se vive de acuerdo a sus enseñanzas y no a las tradiciones humanas. Estoy convencido de que no existe manera mejor de existir que buscando ese Reino y su justicia. Hoy incluso quisiera invitarlos a que si no lo han hecho, lo hagan ya. Dejen atrás religiones y mandatos de hombres, enseñanzas estériles y jerarquías, autojustificaciones y orgullos espirituales y, tras reconocer que no se merecen entrar en el Reino y que sólo son pecadores, entren en él, ya, ahora. No lo lamentarán. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí tienen la versión de Karen Lafferty
Y esta versión es en español
June 19, 2015
Entrevista con María Teresa Romero
June 18, 2015
Cánovas del Castillo
Como se ha ironizado en más de una ocasión, cuando los españoles no saben qué hacer echan a un Borbón… o llaman a un Borbón. El artífice no sólo de esa conclusión sino del sistema que regiría España durante más de medio siglo hasta llegar a la Segunda República en 1931 fue un político de origen andaluz llamado Antonio Cánovas del Castillo. Su sistema, llamado con justicia canovista, tenía escasas pretensiones aunque no carentes de relevancia. En primer lugar, pretendía apartar a los militares de la política para evitar la tradición de golpes y pronunciamientos del siglo XIX; en segundo, ansiaba crear un sistema bipartidista al estilo británico sostenido sobre un partido conservador – el de Cánovas – y otro liberal y tercero, buscaba acabar de articular el sistema liberal que nunca había terminado de levantarse en España y del que se esperaba el progreso vivido por otras naciones europeas. Para evitar vaivenes propios de las elecciones, Cánovas pactó con Sagasta, el dirigente liberal, que se turnarían en el poder. El sistema canovista iba a durar, pero con crecientes dificultades. Las presiones de la iglesia católica impidieron la libertad religiosa durante décadas obligando a cuestionarse que el sistema fuera realmente liberal; el turnismo corrompió el juego electoral amañándolo y el voto censitario limitó la participación a un porcentaje ridículo de los ciudadanos. Por si fuera poco, la libertad de mercado, defendida por Cánovas en sus primeros años, fue abandonada con rapidez para favorecer los intereses de unas oligarquías catalanas que eran, por definición, ferozmente proteccionistas. De esta manera, el régimen que podría haber evolucionado con firmeza hacia la democracia como había sucedido en otras naciones se convirtió en lo que Costa denominó con conocida frase un sistema de “oligarquía y caciquismo”. No sorprende que el propio Cánovas dijera con amargura que en España gobernar se limitaba a “ir tirando”. Así habría parecido a juzgar por una política exterior que dejó a la nación aislada frente a los peligros que pudieran presentarse. Seguramente, el régimen estaba desde muchos puntos de vista muerto antes de acabar el siglo con una derrota militar, la de la guerra de 1898, que dejaría limitado el imperio español a “el hueso del Rif y la espina de la Yebala” en el norte de África. Pero Cánovas no llegaría a ser testigo de ese agotamiento que se traduciría en una creciente desestabilización sólo consumada ya bien entrado el siglo XX. Con su vida acabaría un fenómeno que iba a arraigar en España con especial virulencia: el terrorismo.
Próxima semana: Pablo Iglesias
June 17, 2015
Que doce años no es nada…
Lo que excedió lo habitual en un sentido deplorable fue cómo la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, realizó una especial visión de la Historia patria centrada en el kirchnerismo que ha dominado la Argentina durante los últimos doce años. Con enorme sorpresa, he contemplado en distintos medios españoles un canto a esos doce años en el sentido de que habían sido de grandes logros sociales en materias como la educación o la pobreza. Deberíamos rogar al Altísimo para que conserve el oído de los que eso han escrito ya que la vista parece que es irrecuperable. Dicho claramente: el kirchnerismo habría logrado la salida de Israel de Egipto por la vía rápida porque supera por su efecto devastador a cualquier plaga bíblica. La corrupción ha sido una lacra histórica en Argentina, pero nunca se robó tanto desde el poder como durante el kirchnerismo. Como tuve ocasión de escuchar hace un tiempo a un veterano político argentino, los peronistas antes se llevaban los huevos que ponía la gallina, los kircheristas roban hasta la gallina. Por supuesto, la corrupción astronómica creada por el kirchnerismo ha tenido dos consecuencias inherentes a ese fenómeno elevado al grado sumo. La primera ha sido la quiebra de la economía nacional. Se mire como se mire, Argentina es una nación enferma económicamente y en situación de perpetua – y negada – suspensión de pagos. No puede ser de otra manera porque, como dice el refrán, cuando hay quita y no hay pon, se acaba el montón y en la Argentina de los Kirchner, las quitas son continuas. La segunda es la creación de clientelas que se han aprovechado directamente de esa corrupción. Desde la patota perpetradora de escraches al juez Garzón pasando por las más diversas instancias, el número de personas cuya bondad para la sociedad es desconocida, pero que vive del presupuesto argentino se ha multiplicado hasta la saciedad. Por supuesto, el acoso contra los medios de comunicación fue indispensable desde el principio para intentar ocultar la pavorosa realidad. Corrupción, miseria y persecución de la libertad es el legado innegable de los Kirchner. Quizá, parodiando la letra del tango, doce años no es nada, pero para la gente decente se han hecho largos como un siglo. Y lo peor es que en Argentina tocan a su fin, pero con Podemos en las instituciones esos kirchneristas pueden acabar de asesores en España.
June 15, 2015
AZL
Permítaseme explicarme. El 27 de diciembre de 626, Mahoma inició a una campaña militar que duró hasta finales de enero de 627 y en la que derrotó a los Banu-l-Mustaliq. Parte del botín conseguido eran doscientas mujeres entre las que se hallaba Shuwayriyya bint al-Harit b. Dirar al-Juzai, una hija, muy bella, del jefe de la tribu derrotada. Mahoma la rescató de su dueño, Tabit b. Qays, y aquella misma noche, en la tienda de campaña, mantuvo relaciones sexuales con ella. El comportamiento seguido por Mahoma provocó que sus seguidores manifestaran el deseo de acostarse también con sus prisioneras, algo que el profeta del Islam autorizó. La única condición que puso Mahoma fue que sus hombres se sometieran a una práctica que sería denominada azl y que consistía en no eyacular en el interior de la vagina de las cautivas para evitar que quedaran embarazadas. Cuando, poco después, unos enviados de los Banu Mustaliq visitaron Yatrib, la capital del islam a la sazón, con la intención de rescatar a las mujeres capturadas, se encontraron con el hecho de ya habían sido poseídas sexualmente por los adeptos de Mahoma. El azl no fue un hecho pasajero sino que se convirtió en norma habitual de conducta del ejército de Mahoma. Así, por ejemplo, tras una expedición concluida en el mes de ramadán (diciembre-enero) de 629-30, las mujeres fueron también repartidas entre los seguidores de Mahoma y violadas en su casi totalidad aunque procurando que no quedaran preñadas. La peculiar institución se consagraba definitivamente. Semejantes hechos – sobrecogedores, sin duda – no tendrían más relevancia que la meramente histórica si no fuera porque el islam considera a Mahoma el ejemplo de todas las acciones humanas y modelo esencial de conducta. En otras palabras, de la misma manera que Jesús es el camino de la perfección espiritual para los cristianos; para los musulmanes, esa referencia es la enseñanza y la vida de Mahoma. La diferencia estriba en que mientras que seguir hasta el final a Jesús podría traducirse en el martirio y el perdón a los enemigos, en el caso de Mahoma, incluiría la poligamia, el matrimonio con niñas, la violencia, el botín y la violación de las cautivas. En vez de sorprenderse, sería ideal que algunos simplemente estudiaran.
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