César Vidal's Blog, page 113
July 4, 2015
In Christ alone
De manera verdaderamente inquietante, no sólo su papel único de mediación (I Timoteo 2: 5) fue entregado a un personaje mítico que se identificó con su madre – hay poco punto de contacto entre la María del Nuevo Testamento y aquella a la que millones veneran – y a santos que en no pocos casos no existieron sino que además una monarquía situada en el centro de Italia gracias a un documento falso conocido como la Donatio Constantini comenzó a sustituir a Cristo en el centro del mensaje cristiano. Permítaseme poner algunos ejemplos. Si alguno preguntara a un católico de a pie quién es la piedra sobre la que se sustenta su iglesia respondería sin parpadear que esa piedra es el papa. En la Biblia, se indica claramente que la piedra de ángulo que sería rechazada por buena parte del pueblo judío sería no el papa – concepto totalmente desconocido en las Escrituras - sino el mesías tal y como afirmaba el salmista: “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la piedra principal del ángulo. Obra de YHVH es esto; admirable a nuestros ojos.… (Salmo 118: 22-23 ). El mismo Jesús se aplicó a si mismo el cumplimiento de la profecía en la parábola de los labradores homicidas y señaló las consecuencias de rechazarlo a él como esa piedra sobre la que se sustentaría el edificio de Dios: “Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores,
Ha venido a ser cabeza del ángulo.
El Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a nuestros ojos? Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21: 33-43).
Jesús no pudo ser más claro. Apelando a la autoridad espiritual que sólo puede venir de la Biblia, señaló que la única piedra era el mesías y el que intentara sustituirla por otra no tendría lugar en el Reino de Dios. ¿Y Pedro? Pedro, al igual que la inmensa mayoría de los Padres, no se consideró la piedra sobre la que se sustentaría la iglesia. Por el contrario, señaló claramente que la piedra era Cristo y no él: “Acercándoos a él (el Señor), piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, pero para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen,
La piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y:
Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la Palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados” (I Pedro 2: 4-7).
El mismo Pedro señalaba tajantemente que la Piedra era Cristo y el resto de los creyentes, sin excluirle a él, eran sólo otras piedras colocadas sobre el mesías. Negar esa realidad y sustituirla por otra, desobedecer a lo que decía claramente la Palabra, implicaba enfrentarse con Dios y tropezar desobedeciéndolo.
Lo mismo sucede con la cuestión de quién es la cabeza de la iglesia. De nuevo si preguntáramos a un católico de a pie quién es la cabeza de su iglesia nos respondería sin dudarlo un instante que es el papa. Sin embargo, la Biblia establece claramente que la cabeza de la iglesia es Cristo y solo Cristo. Pablo, quizá el autor de la imagen, lo repite vez tras vez: “Y todo sometió bajo sus pies, y a El lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1: 22). Igualmente dejó escrito: “Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo” (Efesios 5: 23). Y afirmó: “Y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el Principio, el Primogénito de entre los muertos para que en todo tengo la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud” (Colosenses 1:18-19)
Ciertamente, cuando se lee la Biblia se percibe que ni la iglesia es un monstruo bicéfalo, es decir, de dos cabezas, ni puede haber otra cabeza que no sea el Salvador. A decir verdad, si alguien pretende ser la cabeza de la iglesia y no es Cristo sólo puede tratarse de un usurpador.
Pasemos a un tercer ejemplo. Si, una vez más, preguntáramos a un católico de a pie quién es el sumo pontífice, una vez más también, sin dudarlo, nos respondería que es el papa. Por supuesto, el católico de a pie ignora, primero, que el título de “sumo pontífice” fue tomado por la iglesia de Roma de la antigua religión romana – Julio César fue sumo pontífice y como él distintos emperadores – y, segundo, que el título de sumo sacerdote – que sería su equivalente más cercano – sólo es aplicado en la Biblia a Cristo o a los sumos sacerdotes del antiguo Israel, pero jamás a un seguidor de Jesús: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4: 14-16).
Sólo hay un sumo sacerdote, dice el autor a los hebreos, y ése es Cristo. A decir verdad, si alguien pretende que es el sumo pontífice cuando sólo lo es Cristo únicamente está actuando como un usurpador.
No sorprende que cuando la Reforma del siglo XVI decidió devolver la Biblia que se le había hurtado al pueblo colocara nuevamente a Cristo en el centro del cristianismo y que lo hiciera mediante uno de sus tres pilares esenciales: Solo Christo. Por supuesto, existía gente que consideraba que un monarca reinante en Roma era la piedra, la cabeza o el sumo pontífice. Esa misma gente pensaba que había otros mediadores ante Dios aparte de Cristo. Incluso hasta negaban las palabras de Pedro que establecen que sólo hay salvación en Cristo (Hechos 4: 11-12) ya que creían en la declaración dogmática – infalible, a decir verdad – pronunciada en 1302, por el papa Bonifacio VIII en la encíclica Unam Sanctam en la que afirmaba: “Por lo tanto, declaramos, proclamamos, definimos que es absolutamente necesario para la salvación que toda criatura humana esté sujeta al romano pontífice”. Pero frente a esas afirmaciones, los reformadores proclamaban: Solo Cristo. Ése es el mensaje que deseo dejar con la canción de hoy, una canción que recuerda algo tan elemental – y, a la vez, tan negado – como que el cristianismo es Cristo y que cuando no es así, es otra cosa, pero no cristianismo.
Les dejo con una versión en inglés – la de los Gentrys – y otra en español entonada por Steve Green. Esta vez incluso me permito dejarles la letra en español que constituye un verdadero tratado de teología. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Sólo en Jesús esta mi fe,
Mi esperanza y mi canción,
Piedra Angular, firme sostén,
Inconmovible en la aflicción,
Cuán grande Amor, inmensa Paz,
En el temor o adversidad,
Consolador, Amigo Fiel,
Yo en Su Amor me sostendré……..
Solo en Jesús, Hijo de Dios,
Quien se humilló por nuestro bien,
Cordero de, mi Salvación,
Por este mundo herido fue,
En una cruz fue a morir,
Y Dios mostró su Gracia ahí,
Pues mí pecado Él llevó,
En su aflicción Vida me dio…….
En un sepulcro, Él yació,
El cuerpo inerte del Señor,
Más el tercer día llegó,
Resucitó en Gloriosa Luz,
Y al triunfar, sobre el mal,
Perdió el pecado potestad,
De Él suyo soy, Él mío es,
Pues con su Sangre me compró
Desde al nacer hasta el morir,
Sea el Poder de Cristo en mí,
No temeré, seguro estoy,
Mi vida yo a Él, le doy,
// Ningún poder, ningún afán,
De Él me arrebatará,
Hasta que Él, venga otra vez,
En Su Poder me sostendré //
En Su Poder me sostendré………
Esta es la versión de los Gentrys
Y ésta la de Steve Green en español
July 3, 2015
Estudio bíblico: Literatura sapiencial (II): Proverbios (II): las series adicionales
Por ejemplo, de 25: 1 a 29: 27, nos encontramos con una colección salomónica que, sin embargo, fue recopilada en la época de Ezequías, rey de Judá. Por su parte, el capítulo 30 contiene una colección referida a un enigmático Agur, hijo de Jaqué, que comunicó un mensaje profético a Itiel, Itiel y Ucal. Finalmente, el capítulo 31 va referido a un rey Lemuel – identificado generalmente con el mismo Salomón – que transmite la profecía que le enseñó su madre.
1. La colección de los varones de Ezequías. Esta colección es muy semejante a las dos que ocupan la mayor parte del libro de los Proverbios. En sus capítulos, nos encontramos con referencias al arte del buen gobierno (25: 2; 25: 5; 25: 15; 28: 15-6; 29: 4; 29: 14); el uso correcto de la lengua (25: 9; 25: 11; 25: 18; 26: 9; 26: 18-9; 26: 19-28; 27: 21; 29: 20); la respuesta adecuada al rencor en clave ciertamente pre-cristiana (25: 21-2); las relaciones conyugales (25: 24; 27: 15); las desgracias (26: 2); la necedad (26: 1; 26: 3; 26: 4; 26: 11; 26: 12); el futuro (27: 1); la envidia (27: 4); la amistad (27: 9-10; 27: 17); el trabajo (27: 18; 27: 23-4); la educación (29: 15; 29: 17); el futuro (29: 16); la profecía (29: 18) y, de manera especial, la relación con Dios (29: 25-26). El parecido con las series anteriores salomónicas salta verdaderamente a la vista y, en su conjunto, constituye una guía extraordinaria para la vida cotidiana que no debería desdeñarse.
2. Las palabras de Agur: esta colección es peculiar y recuerda otros libros sapienciales como el de Eclesiastés o el de Job. Agur se confiesa ignorante (30: 2-4), una ignorancia que sólo puede ser reparada por la Palabra de Dios que es un escudo y a la que no se puede añadir (30: 5-6). Agur reduce sus peticiones a Dios a dos. La primera es que aparte de él la vanidad y la mentira (30: 8) y la segunda, que no le de ni riqueza ni pobreza (30: 8-9).
Agur señala además la existencia de diferentes generaciones en el discurrir de la Historia. Hay generaciones que se desvinculan de sus padres negándoles el amor (30: 11), que se creen limpias, aunque, en realidad, son inmundas (30: 12), que son soberbias (30: 13) o que explotan a los menesterosos (30: 14).
A continuación, aparece una serie de proverbios relacionados con grupos de tres y hasta cuatro cosas que resultan de los más sugestivos y ocurrentes de la literatura sapiencial universal (30: 15-33). Se trata de pequeñas joyas de sabiduría sobre las que hay que volver una y otra vez.
3. La colección del rey Lemuel. La última recopilación del libro de los Proverbios ocupa sólo un capítulo, pero es enormemente relevante. Su primera parte (31: 2-9) son algunos consejos de gobiernos que la madre de Lemuel dicta a su hijo. Si, efectivamente, Lemuel es Salomón, su madre sería Betsabé que habría visto el reinado de David y aprendido no poco de esa experiencia. Es curioso – reflexione el lector – que la madre de Lemuel considera que un buen rey se aparta de las mujeres (31: 3) y del alcohol (31: 4-7) y actúa con justicia defendiendo a los menesterosos (31: 8-9). Establézcanse paralelos y saque cada cual sus conclusiones.
La segunda parte (31: 10 - 31) es quizá el himno más hermoso dedicado a la mujer. Muchos podrían considerarlo políticamente incorrecto, pero lo que encontramos en esos versículos es una mujer que no se siente preocupada por parecer moderna o por la conciliación de la vida familiar y laboral o – mucho menos – por su imagen. Es, por el contrario, una mujer total e íntegra que lo mismo disfruta de la confianza de su marido (v. 11) y le proporciona solo bienes (v. 12) que se ocupa de su familia (v. 15) y administra adecuadamente el hogar (v. 13). Es una persona que ejerce su compasión (v. 20) y, a la vez, construye un futuro resguardado para los suyos (v. 21). Con una mujer así, la fama de su esposo es honrosa (v. 23) – lo que hace pensar que la mujer ideal no se dedica a reírse de su marido en público como gustan tanto algunas de hacer en ciertas partes del mundo – y el porvenir está asegurado (v. 25). Sus comentarios no serán jamás necios, pero no es soberbia sino compasiva (v. 26). Desde luego, de ella no se podrá decir jamás que es una mantenida (v. 27). Precisamente por todo lo anterior, sus hijos y sus maridos la pueden elogiar y alabar (v. 28). También es la clave de lo que es una verdadera mujer de valía. No es aquella la que destaca por su simpatía o su belleza sino la que vive en el temor de Dios y así esparce la seguridad, la paz, la previsión y la honra en torno suyo (v. 30). Una mujer así recibirá el fruto de sus manos y la alabanza en los lugares públicos (v. 31). Piénsese en este pasaje y sáquense las consecuencias pertinentes porque es posible que explique mucho de lo que sucede – siquiera a la inversa - en nuestra sociedad.
Lectura recomendada: Léanse los textos señalados de los capítulos 25-29 y los capítulos 30 y 31 completos.
EL EVANGELIO DE MARCOS
Marcos 6: 45-52: Jesús camina sobre las aguas
Resulta bien revelador lo que sucedió después de la alimentación de los cinco mil. Jesús podría haber aprovechado el episodio para lanzar su mensaje – relaciones públicas, creo que lo llaman – para arrastrar a la gente tras él o para avanzar los intereses de su grupo. Esa es una conducta tan habitual que a nadie le hubiera extrañado que actuara así. De hecho, resulta habitual que se creen mitos – generalmente con poca o nula relación con la realidad – y que se utilicen para manipular la voluntad de las masas. La historia de las apariciones falsas, de las imágenes milagrosas supuestamente encontradas o incluso de las canonizaciones de santos que nunca existieron son sólo algunos ejemplos de la falsedad erigida en arma religiosa. Sin embargo, el Reino jamás se vale de recursos así y Jesús dio buen ejemplo de ello. Así, Jesús envió a sus discípulos a Betsaida en barca mientras él se ocupaba de despedir a la gente (v. 45). Sin duda, Jesús era peculiar porque, como todo el mundo sabe, de esa tarea se ocupan los ayudantes.
Lo que Jesús hizo a continuación fue retirarse a orar (v. 46). En otras palabras, el rey-mesías necesitaba dirigirse a Dios quizá porque, como muestra Juan (6: 15), la gente había deseado designarlo rey. No debería extrañarnos esa reacción porque viendo como votan en una democracia los ciudadanos cuando les dan las subvenciones, es comprensible que reconocieran como mesías a quien había demostrado semejante habilidad para darles de comer. La tentación de ser un mesías entregado a alimentar a la gente era claramente diabólica (Lucas 4: 3-4) y Jesús ya la había rechazado. Ahora aparecía combinada con la de adelantar en su carrera mesiánica con el respaldo popular. Jesús no sólo se negó a jugar esa carta sino que además se refugió en Dios para enfrentarse con ella lo que, dicho sea de paso, es una lección que deberíamos tener en cuenta.
Así se hizo de noche y la oscuridad sorprendió a la barca en el mar mientras él se encontraba solo en tierra (v. 47). Era muy tarde – entre las tres y las seis de la madrugada – y, para colmo, el viento les era contrario (v. 48). Justo en ese momento, Jesús se acercó a ellos caminando sobre las aguas con la intención de adelantarlos (v. 48). La reacción de la gente fue de auténtico pavor porque creyeron que lo que se percibía en el horizonte era un espectro (v. 49). Curiosamente, Marcos – que recoge el testimonio de Pedro – omite la manera impetuosa, pero, a la vez, insensata en que el apóstol se lanzó al agua para encontrarse con Jesús (Mateo 14: 22 ss). Muy posiblemente, Pedro había aprendido a esas alturas la ausencia de soberbia y espectacularidad del maestro y decidió omitirse como protagonista de un episodio en el que el único personaje relevante había sido Jesús. Sea como fuere, en aquel mar embravecido, en medio de la madrugada, aterrados por el panorama que se ofrecía ante sus ojos, Jesús lanzó su mensaje habitual: “¡Tened ánimo. Yo soy. No temáis!”.
No abrigo la menor duda de que nuestra vida presenta no pocos paralelos con este episodio. En multitud de ocasiones, Jesús es dejado atrás mientras nosotros intentamos llegar a puerto en medio de las peores condiciones. Remando de manera desatada, la noche se echa encima y, en medio de la negrura, comprendemos que las olas que azotan el barco pueden hundirlo. ¿Qué será de nosotros entonces naufragando en medio de un mar enfurecido? Cuando nos hallamos en esa tesitura, es hasta posible que no veamos a Jesús que se acerca a socorrernos. La confusión, el cansancio, la brega, la desesperanza son tan grandes que lo sobrenatural se transforma en algo horrible que nos causa más desazón que consuelo. Es entonces cuando las palabras de Jesús resuenan rezumantes de autoridad: “¡Tened ánimo. Yo soy. No temáis!”. Tened ánimo, pero no porque nos engañemos o recurramos al pensamiento positivo. Tenemos ánimo porque es él – y no otro ser – quien pronuncia esas palabras y por ello no debemos sentir temor.
Aquella noche, Jesús subió a la barca (v. 51) y la situación cambió de manera radical. Y, sin embargo, sus discípulos seguían sin enterarse. Estaban abrumados, claro está (v. 51), pero no entendían como tampoco habían entendido lo que habían contemplado apenas unas horas antes (v. 52). No deberíamos mirar la historia con un sentimiento de autocomplacencia. Y no deberíamos hacerlo porque abundan las personas que siguen a dirigentes espirituales que, lejos de ser como Jesús, utilizan técnicas de manipulación de masas para asegurar su poder espiritual ilegítimo; porque no faltan los que se habrían quedado para que los proclamaran reyes; porque hay gentes que, sometidas a la esclavitud espiritual, darían cabida en la barca de su vida a mil y un sucedáneos de Jesús; porque nosotros mismos echamos a remar no pocas veces dejando a Jesús fuera de la nave o, simplemente, porque el temor se apodera de nosotros en multitud de ocasiones sin recordar que él está dispuesto a acompañarnos. Para todos, comprendan o no, lo escuchen o no, lo quieran o no, siguen resonando las palabras de Jesús: “¡Tened ánimo. Yo soy. No temáis!”.
CONTINUARÁ
July 1, 2015
Alfonso XIII o el final de la monarquía parlamentaria
Quizá un personaje con más consciencia de lo que sucedía a su alrededor hubiera impulsado las reformas necesarias para apuntalar la monarquía. No fue el caso de Alfonso XIII. Convencido de la fidelidad inquebrantable de su pueblo, se limitó a reinar intentando no disgustar a los privilegiados y conservando la idea de que España seguía siendo una potencia que podía permitirse el mantenimiento de un imperio en África. De manera trágica, a medida que pasaban los años, los intentos de regeneración del sistema fueron fracasando escandalosamente mientras los gobiernos – que acabaron siendo de concentración - subían y caían en apenas días. Cuando a la inestabilidad institucional y la inoperancia política se sumó el desastre militar en Annual, la monarquía de Alfonso XIII se vio contra las cuerdas. El monarca consideró que la salida era respaldar el pronunciamiento del general Primo de Rivera y apoyar una dictadura como solución temporal. Desde los oligarcas catalanes a los obispos pasando por los intelectuales casi no hubo nadie que no aplaudiera con entusiasmo aquel paso. Sin embargo, con él quedó sentenciado el régimen. Cuando Primo de Rivera, acosado por casi todos, se retiró, el sistema era incapaz de sostenerse. Bastaron unas elecciones municipales - ¡que ganaron las candidaturas monárquicas! – para que los conspiradores republicanos presentaran al rey un ultimátum instándole a abandonar España. Quizá habría resistido un rey que no hubiera sufrido la depresión por la muerte reciente de su madre y el terror de su esposa ante la posibilidad de que todo concluyera como en Rusia donde el zar y su familia habían sido ejecutados. No lo hizo Alfonso XIII porque ni sus ministros – a excepción de De la Cierva – ni la Guardia civil ni, en realidad, nadie estaba dispuesto a defender la monarquía. Alfonso XIII no había sido malvado ni estúpido ni frívolo. A decir verdad, no carecía de cualidades positivas. Cometió, no obstante, una gran equivocación. Simplemente, dio, por supuesto, que el “ir tirando” de Cánovas era una manera de gobernar. No pudo equivocarse más. A él le costaría morir en el exilio; a España, una guerra civil y una dictadura de casi cuatro décadas. No fue poco tributo para su error. Próxima semana: Canalejas
Más gris que blanco o negro
Aunque es cierto que pertenecemos a un área geo-estratégica común y consumimos productos culturales norteamericanos, como el cine, en cantidades industriales, ese desconocimiento resulta palpables en episodios como el último crimen racista acontecido en Charleston. Paso por alto los medios de comunicación que calificaban de “misa” los cultos evangélicos – un disparate no menor que el de calificar una misa como celebración del Ramadán – o los que interpretaron los círculos de oración como negros cogidos de la mano para protegerse. A fin de cuentas, España se ha caracterizado históricamente por conocer sólo la fe católica y en las últimas décadas ni en eso obtiene buenas calificaciones. Con todo, no son admisibles muchas de las afirmaciones relacionadas con el racismo, la actuación de Obama o la bandera de la confederación. Me explico. El racismo es un problema en Estados Unidos. Sin embargo, no lo es más que en otras naciones del continente americano o europeas. Quien haya recorrido Perú o Guatemala sabe que los indígenas sufren una discriminación mayor que los negros en cualquiera estado de la Unión, pero quien se moleste en escuchar las conversaciones de mis queridos compatriotas refiriéndose a los sudacas, los moracos o los ponipayos – podría citar otros términos – sabe que no es planta inexistente en una España que se jacta de no ser racista. Hay una diferencia, sin embargo, y es que en ninguna de esas naciones existe un esfuerzo tan denonado para luchar contra el racismo como en Estados Unidos. Es cierto que en Norteamérica hay racistas delirantes que califican de manera intolerable a los negros, pero también al hijo – español, por supuesto - del director de un piadoso medio en internet lo procesaron hace unos años por difundir mensajes similares a los de Roof aunque no aparecieran en la prensa. El racismo, lamentablemente, no es una lacra que se manifieste sólo en Estados Unidos y a la que podamos contemplar con la autocomplacencia del que se cree – de manera muy errónea – éticamente mejor. Se palpa sobradamente también en España y en naciones más cercanas a nosotros por razones históricas y culturales que los Estados Unidos. Si los resultados son, en apariencia, tan diferentes se debe a circunstancias – desconocidas o malentendidas – que no derivan de superioridad moral alguna. Pero de eso hablaré en otra entrega.
(y II)
Señalaba en mi última columna que, moleste a quien moleste, la sociedad norteamericana no es más racista que otras incluida la española. Sin embargo, sí cuenta con circunstancias que, a día de hoy, convierten este fenómeno en origen de dramas sangrientos. La primera es la facilidad para adquirir armas. Portar armas constituye un derecho constitucional más que comprensible dadas la geografía y la Historia norteamericanas. Ese derecho no lo discute absolutamente nadie y lo único cuestionado es si debe incluir armas tipo Kalashnikov o CETME. Alegar, pues, que Obama ha pretendido suprimir el uso general de armas y ha fracasado en el intento constituye una afirmación que no tiene apenas contacto con la realidad. Semejante circunstancia, sin embargo, facilita pasar de la obsesión malsana al asesinato y añade una peligrosidad especial a la labor policial, peligrosidad que intenta frenarse mediante el recurso rápido al armamento reglamentario. La segunda circunstancia es el hartazgo de buena parte de la población ante las medidas de discriminación positiva que benefician a los negros aunque no sólo a ellos. Es conocido el caso de la española – blanca como el papel – que alegó su condición de afro-americana para ocupar un puesto universitario consiguiéndolo porque nadie se atrevió a contradecirla. Hace apenas unas semanas, otra negra falsa era descubierta tras aprovecharse durante años de un puesto directivo gracias a esas mismas prebendas. Que todo comenzó con las mejores intenciones apenas se puede discutir; que los abusos – denunciados por no pocos negros – son flagrantes y a cargo del presupuesto también resulta innegable y, desde luego, no han contribuido a mejorar las relaciones interraciales. Finalmente, como reconocía el propio Lincoln, con la Historia se puede hacer lo que se quiera salvo escaparse de ella. Pretender que los que combatieron bajo la bandera confederada en la guerra de secesión buscaban, sobre todo, defender la esclavitud constituye un disparate. Como supo ver Dickens, los sureños optaron por la independencia porque el norte industrial impuso un arancel proteccionista - por cierto, muy inferior a los que ha disfrutado Cataluña en perjuicio del resto de España – que dañaba sus exportaciones. Dado el tributo en vidas que pagó el sur y la tragedia de la Reconstrucción, para millones esa bandera no es el pabellón del racismo sino el recuerdo de gentes quizá equivocadas, pero heroicas y amantes de su tierra. Cuando se ignoran estos factores, se puede pontificar sobre el racismo en Estados Unidos, pero sólo para presentar algo muy distinto a la realidad.
June 29, 2015
Ajajá... Floriano
CR se vio sometido a una inspección de la Agencia tributaria que le informó de que el salario que le pagaban en su empresa no era de acuerdo al “valor de mercado”. Basándose en semejante disparate legal, la Agencia tributaria procedió a despojarle de los impuestos correspondientes a un salario que jamás había percibido, más el recargo, más las multas. Es cierto que la Agencia tributaria pierde más de la mitad de los contencioso-administrativos, pero, de momento, CR se vio sumido en la ruina, su empresa entró en pérdidas y sus empleados, por más que intentó evitarlo, se vieron en la calle. Claro que peor fue el caso de un conocido suyo que se dedicaba a la producción de espectáculos teatrales. El IVA del 21 por ciento lo hundió, primero, económicamente y luego físicamente. Contrajo un cáncer que los médicos atribuyeron al stress y su único consuelo fue el de colocar sobre su tumba una lápida bajo la cual descansa y en la que insultaba groseramente a Montoro. EA había llegado a Madrid procedente de provincias en los años sesenta. A costa de mucho trabajar, logró tener dos restaurantes. Lo cuento en pasado porque las reformas tributarias de hace un trienio lo arrastraron a la quiebra hace ya un año y tuvo que desprenderse rápido y mal del fruto de un trabajo denonado de varias décadas. Los empleados en su mayoría pasaron a las filas del desempleo. Todos estos casos son reales y tienen nombres y apellidos. Para colmo, no son excepcionales. Los centenares de miles de empresas quebradas durante el gobierno de Rajoy por las medidas confiscatorias de Montoro y los millones que se vieron catapultados a la calle son testimonio de ello. Pues bien, he consultado con estos personajes a los que me he referido tras conocer los cambios anunciados por Mariano Rajoy. Salvo el difunto – con el que no he hablado dado que no soy adepto de ninguna escuela espiritista – todos ellos son presa de la mayor euforia. No exagero si les digo que la sustitución de Floriano los tiene suspendidos de gozo. Ninguno va a recuperar su empleo, su dinero extraído con sofismas funcionariales ni su empresa. Sin embargo, ni a uno solo de ellos – con la excepción del difunto – les cabría una pajita por el ano del entusiasmo que los embarga al saber que Floriano, el indiscutible culpable de sus tribulaciones, ha sido trasladado.
Sinuhé el egipcio, FJL y Carlos Herrera
De hecho, nos suscribimos al Círculo de lectores, precisamente para poder pedirla. A mi aquella novela – que volvería a leer varias veces aunque ya con menos entusiasmo - me cautivó desde las primeras líneas. En algunos momentos, incluso me provocó una oleada de sentimientos incontrolables cómo, por ejemplo, al aparecer el personaje de Nefer-Nefer-Nefer. Ésta no era sino una ramera de lujo que va desposeyendo a Sinuhé de todos sus haberes incluida la tumba de sus padres, pero a la que el egipcio protagonista de la novela entrega todo convencido de que en ella verá satisfechos sus deseos. Adelanto – y no destripo con ello la novela – que la prostituta de alto rango no da, en realidad, nada a Sinuhé salvo alguna frustrante cópula y que, a cambio, lo deja arruinado y sumido en un estado cercano a la desesperación. Todo este episodio me ha venido a la cabeza estos días al examinar las noticias sobre el fichaje de Carlos Herrera por la cadena COPE y, sobre todo, al reflexionar el impacto que ha tenido que causar en el ánimo de Federico Jiménez Losantos. Vaya por delante que el primero que insistió en que COPE fichara a Carlos Herrera pagándole lo que pidiera fue FJL. Lo sé porque yo estuve en la comida a tres – el tercer comensal era el cardenal Rouco – en la que FJL, sin haberme avisado antes, se lo propuso al prelado. Su idea era que con él en la mañana, Herrera en la tarde y conmigo en la noche, la COPE se podría convertir en la primera cadena de España y en el instrumento ideal para enfrentarse con ZP. Rouco – fingiendo una inocencia que no ha debido tener desde su más tierna infancia – le dijo que no entendía lo que le decía FJL y echó el balón a la estratosfera. La realidad es que Rouco deseaba mantener en la tarde a Cristina López-Schlichting y no estaba porque FJL se inmiscuyera en sus planes. Se vio frustrado FJL por el episodio y en eso quedó todo. Todo lo referente al fichaje de Carlos Herrera. Porque FJL tenía sus aspiraciones en COPE. Aspiraba a firmar un contrato por tres años que pidió una y otra vez sin conseguirlo; aspiraba a ganar más y aspiraba a una COPE más grande en todos los sentidos. No creo que ninguna de esas aspiraciones fueran ilegítimas o injustas. Todo lo contrario y más teniendo en cuenta que, literalmente, FJL se jugó la vida aquellos años. Pero FJL era como Sinuhé, un ingenuo que no reparaba más que en sus aspiraciones y que no sabía lo peligroso que es inmiscuirse con furcias aunque sean de alto standing. La Conferencia episcopal sí que tenía claro – como Nefer-Nefer-Nefer – hacia donde se encaminaba. Utilizó a FJL todo lo que pudo como el que azuza a un perro de presa para que ZP fuera soltando el 0, 7 por ciento del IRPF – hasta entonces había sido el 0,3 % - y otras prebendas. La cabeza de FJL no fue lo único que dieron los obispos a cambio de esa ración generosa de dinero de todos los españoles - ¿o es que ustedes se creen que el agujero del 0,7 por ciento que deja la Conferencia episcopal no lo pagan los contribuyentes? – también prestaron su apoyo a las negociaciones con la banda terrorista ETA proporcionando el lugar, la comida y hasta una declaración oficial de Benedicto XVI que en España se intentó ocultar porque todo era muy descarado. Quizá lograron más cosas que aún no han salido a la luz, pero, fuera como fuese, una vez que consiguieron todo de FJL, lo arrojaron al cesto de los papeles. Que lo persiguieran judicial y políticamente y que eso afectara incluso a su salud a los obispos les importaba menos que un bledo. En el colmo de la bajeza, a mi me ofrecieron quedarme dos años más. Personalmente, estoy convencido de que no les interesaba tanto mi pobre persona como dejar a FJL solo y hundido – más de lo que lo estaban dejando – y por eso me enviaron a personaje más que importante de la COPE actual para comunicarme que Rouco consideraba que mi “marcha sería una verdadera tragedia”. A mi me traía absolutamente sin cuidado lo que pudiera pensar Rouco porque a esas alturas – y eso que no conocía lo de su ático de lujo para la jubilación – me parecía persona totalmente carente de escrúpulos morales y capaz de triturar a alguien que había servido tan bien como FJL si así convenía a su institución y a su ambición personal. Al igual que Sinuhé tras ser utilizado por Nefer-Nefer-Nefer, FJL nunca se recuperó del todo de la salida de COPE. Durante un par de años, soñó con volver y mantuvo a mis espaldas conversaciones y encuentros para conseguirlo. Fue un gran error, primero, porque lo estaban engañando como a un niño consiguiendo que no disparara en ciertas direcciones y, segundo, porque no estuvo bien que determinados movimientos que afectaban tanto a Es.Radio se me ocultaran. Por supuesto, COPE – y sus auténticos jefes – no perdieron oportunidad de intentar hundir a un FJL que no sólo no volvería jamás sino que era un enemigo a abatir. Cuando FJL me contó que Es.Radio estaba en conversaciones con Punto Radio para un acuerdo de asociación – de nuevo, no me dijo ni una palabras hasta que parecía que todo estaba atado y bien atado – tuve la convicción absoluta de que ese pacto nunca se concluiría. No se trataba sólo de que distintas fuentes así me lo aseguraban sino también de que sabía que hay poderes en la sombra superiores a los de empresas y partidos. Con las emisoras de Punto Radio a precio de saldo se quedó la COPE o sea que saque cada uno sus conclusiones y pregúntese si me equivoqué en mi juicio. Estoy convencido de que FJL ya no se recuperó tras aquello. Lo rodeaban aduladores que sólo le daban la razón incluso hasta cuando erraba más clamorosamente y se encontraba solo porque aquellos de los que se empeñó en esperar algo lo habían ido cercando. Tengo la impresión de que la situación en los dos últimos años no ha mejorado. Me imagino que el episodio de Carlos Herrera lo ha debido vivir FJL con especial amargura porque sin sufrir ni la décima parte de lo que él sufrió por la COPE, sus jerifaltes han dado al simpático andaluz no sólo lo que él pidió en su día sino mucho más. Carlos Herrera – y no pretendo ofender a nadie – es mucho más inteligente que FJL. Quizá haya leído menos, aunque no puedo asegurarlo, pero es un águila mientras que FJL fue siempre un pardillo. Eso ya explica muchas, muchísimas cosas. Herrera llega a COPE en el momento preciso. Aquel en que no está claro si Rajoy estará gobernando a la vuelta de un año, en que el PSOE – con el que Carlos Herrera se ha llevado de maravilla en Andalucía al menos – puede regresar a la Moncloa y en que los obispos ya han dicho que no tendrán ningún problema con un gobierno de Podemos. Carlos Herrera tampoco lo tendrá. Ya ha anunciado hace unas horas que no hará “periodismo de trinchera” – no creo que nadie lo esperase - y, sin duda, dirigirá un programa entretenido, fresco y sin crispación que incluso ayudará a la gente a sobrellevar lo que se le viene encima de manera quizá irreversible. En esa fina labor de filigrana, Carlos Herrera se va a ganar lo que le pague COPE siquiera porque seguro que la Conferencia episcopal seguirá manejando magistralmente su radio para continuar vaciando los bolsillos de los contribuyentes a cargo del presupuesto. Comprendo sobradamente a la Conferencia episcopal y comprendo a Carlos Herrera. También compadezco a FJL porque no estará pasando sus mejores momentos viendo que su sueño de años, el de regresar a la mañana de COPE siquiera en las mismas condiciones o hasta peores, se disipa convertido en humo para siempre. Es muy triste, pero es que cuando Sinuhé pretende obtener la realización de sus sueños gracias a Nefer-Nefer-Nefer, por regla general, lo único que consigue es un amargo sabor a cenizas y arena en una boca de rictus torcido por el dolor, es decir, lo que pasa casi siempre que te estafan aquellos que se acuestan con quien sea para lograr sus objetivos.
Estados Unidos, tierra de exiliados
Escogí como tema para la misma el de “Estados Unidos, tierra de exiliados” y lo hice porque me parece importante - extraordinariamente importante - y porque, por añadidura, me permitía, encubiertamente, referirme a circunstancias más que relevantes para mi. Aquí les dejo el enlace. Espero que disfruten de las presentaciones, de la exposición y de las preguntas. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
http://clickeventonline.com/event/politica/150626-EstadosUnidos_tierra_de_exiliados.html
June 28, 2015
La iglesia universal: de la coronación de Agripa al Concilio de Jerusalén (II)
LA IGLESIA UNIVERSAL: DE LA CORONACIÓN DE AGRIPA AL CONCILIO DE JERUSALÉN (37-49 d. J.C.) (II)
Bajo Claudio y Herodes Agripa
Una de las primeras acciones de gobierno de Claudio, el sucesor de Calígula, consistió en añadir Judea al reino de Agripa, que llegaba así a regir un territorio casi similar al de su abuelo (Guerra II, 214; Ant. XIX, 274). Además, Claudio otorgó a Agripa el rango consular y entregó el reino de Calcia, en el valle del Líbano, a Herodes, hermano de Agripa. Claudio posiblemente actuaba así movido por los últimos disturbios acontecidos en Judea que aconsejaban gobernar esta área mediante un monarca interpuesto mejor que de manera directa. La Misná da cuenta de la popularidad de Herodes Agripa (Sotah 7: 8). Durante la fiesta de Sukkot debía leerse en alto la ley a la gente reunida en el santuario central (Dt. 31). En octubre del año 41 d. J.C., durante la celebración de esta fiesta —unos quince días después del final del año sabático del 40-41 d. J.C.— Agripa, en su calidad de rey de los judíos, compareció según el ritual prescrito. Agripa recibió de pie el rollo del libro del Deuteronomio que le entregó el sumo sacerdote, pero en lugar de sentarse para leer las secciones concretas del mismo —algo que le estaba permitido como rey— permaneció de pie durante la lectura. Al llegar al versículo 15 del capítulo 17 de Deuteronomio («Pondrás como rey sobre ti a uno de tus hermanos; no pondrás a un extranjero —que no es hermano tuyo— sobre ti»), Herodes rompió a llorar recordando su estirpe edomita. Ante aquel gesto, el pueblo prorrumpió en gritos de «No temas; tú eres nuestro hermano, tú eres nuestro hermano», recordando su parentesco con la judía Mariamme. Herodes Agripa no defraudó aquella confianza de la población y procuró manifestar un celo por la religión judía que aparece reflejado de manera insistente en las fuentes.
La Misná (Bikkurim 3: 4), aparte del suceso ya citado, señala cómo, en la fiesta de las primicias, el rey llevaba su cesta sobre el hombro al patio del Templo como un judío más. También dedicó al Templo la cadena de oro que le había regalado Calígula con motivo de su liberación (Ant. XIX, 294 y ss.) y, al entrar como rey en Jerusalén, ofreció sacrificios de acción de gracias en el Templo, pagando los gastos de varios nazireos cuyos votos estaban a punto de expirar y cuyo rapado de cabello debía ir vinculado a las correspondientes ofrendas (Ant. XIX, 294). Por añadidura, alivió la presión fiscal que pesaba sobre algunos de los habitantes de Jerusalén (Ant. XIX, 299).
Seguramente hubo mucho de frío cálculo político por parte de Herodes Agripa en un ejercicio de piedad judía. Prueba de ello es que no mostró ningún tipo de escrúpulo religioso fuera de las zonas estrictamente judías de su reino. Así, por ejemplo, las monedas acuñadas en Cesarea y otros lugares no judíos de su reino llevan efigies de él o del emperador. Igualmente ordenó la colocación de estatuas de él y de su familia en Cesarea (Ant. XIX, 357), y en la dedicación de los baños públicos, las columnatas, el teatro y el anfiteatro de Beryto (Beirut) dio muestra de andar muy lejos de la piedad judía (Ant. XIX, 335 y ss.). Con todo, Herodes no parece haber tenido demasiado éxito con sus súbditos no judíos y buena prueba de ello son las manifestaciones de júbilo en Cesarea y Sebaste que siguieron a su muerte en el 44 d. J.C. (Ant. XIX, 356 y ss.). En cuanto a los judíos, supo ganárselos con la suficiente astucia como para que no protestaran por el trato que mantenía con los súbditos gentiles ni tampoco por la forma en que destituyó durante su breve reinado a tres sumos sacerdotes y nombró otros tantos: Simón Kanzeras, Matías y Elioenai (Ant. XIX, 297 y ss., 313 y ss., 342).
Herodes Agripa emprendió acciones directas contra el judeo- cristianismo, motivadas, de acuerdo con el libro de los Hechos, por un mero cálculo político. Según Hechos 12, 1 y ss., el rey ejecutó a Santiago, uno de los componentes del grupo original de los Doce y del trío más restringido y más cercano a Jesús, y procedió a encarcelar a Pedro, presumiblemente con las mismas intenciones. Se ha sugerido igualmente la posibilidad de que Juan, el hermano de Santiago, hubiera sido martirizado durante la persecución herodiana, pero la supuesta base para llegar a esa conclusión es discutible. Aparte de una interpretación peculiar de Marcos 10, 39, en el sentido de un martirio conjunto —lo que implica forzar el texto, a nuestro juicio— el argumento en favor de tal teoría deriva del fragmento De Boor del Epítome de la Historia de Felipe de Side (c. 450 d. J.C.), según el cual «Papías en su segundo libro dice que Juan el Divino y Santiago su hermano fueron asesinados por los judíos». La referencia a Papías en Jorge Hamartolos (siglo IX d. J.C.) recogida en el Codex Coislinianus 305 concuerda con esta noticia, pero, aun aceptando su veracidad, sólo nos indicaría que ambos hermanos sufrieron el martirio a manos de adversarios judíos y no que éste fuera conjunto, ni siquiera en la misma época.
La acción de Herodes Agripa no pudo estar mejor pensada. Santiago era uno de los miembros del grupo de los tres y lo mismo puede señalarse de Pedro. Este ataque selectivo aparentemente pretendía descabezar un movimiento que no sólo no había desaparecido a más de una década de la ejecución de su fundador, sino que además se estaba extendiendo entre los judíos de la Diáspora y los gentiles.
Posiblemente, este último hecho podía haber enajenado al movimiento incluso buena parte de las simpatías de que disfrutaba entre el resto de los judíos. La fuente lucana señala que Pedro no se había limitado a legitimar la entrada de gentiles en el grupo, sino que además había pasado por alto ciertas normas rituales (Hch. 10) y que los demás miembros del colectivo habían consentido en ello (Hch. 11), algo que tuvo que ser muy mal visto por sus correligionarios.
Si Pedro salvó la vida en medio de aquella conflictiva situación, se debió al hecho de que Agripa pospuso su ejecución hasta después de la fiesta de los panes sin levadura. Antes de que la semana de fiesta concluyera, Pedro escapó de la prisión en circunstancias extrañas, que Agripa interpretó como debidas a la connivencia de algún funcionario y que le llevaron a ejecutar a algunos de los sospechosos (Hch. 12, 18-9). Pedro no corrió el riesgo de ser apresado de nuevo. Según la fuente lucana, se apresuró a huir a un lugar sin determinar y antes parece haber ordenado que se avisara de su decisión a Santiago, uno de los hermanos de Jesús (Hch. 12, 17).
Las fuentes cristianas apuntan sin discusión a una incredulidad de los hermanos de Jesús en vida de éste (Jn. 7, 5; también Mt. 13, 55 y Mc. 6, 3) que se había transformado en fe tras los sucesos de la Pascua del año 30 hasta el punto de que se integraron en la comunidad jerosilimitana (Hch. 1, 14). En el caso concreto de Santiago, parece que el factor determinante fue una aparición de Jesús tras su muerte (1 Cor. 15, 7). Diez años después de ésta, su papel en el seno del judeo-cristianismo en Israel tenía la suficiente importancia como para que Pedro reconociera que debía asumir el cuidado de la comunidad y Pablo lo considerara algún tiempo después como una «columna de la iglesia» (Gál. 2, 9) junto a Pedro y a Juan.
Sin duda la decisión de que estuviera a la cabeza de la comunidad jerosilimitana resultó apropiada. Santiago era un hombre celoso en el cumplimiento de la Torah y tal circunstancia podía facilitar el limado de asperezas entre el movimiento judeo-cristiano y el resto de sus compatriotas. Si Pedro podía parecer un dirigente descuidado y heterodoxo en su actitud hacia los gentiles (lo que repercutía negativamente en la imagen pública del movimiento al que pertenecía), Santiago era contemplado como un fiel observante susceptible de detener el proceso de creciente impopularidad al que se veía abocado el judeo-cristianismo y con ello, quizá, la persecución desencadenada por Herodes. De hecho, desde ese momento hasta su muerte, el hermano de Jesús fue el dirigente reconocido de la iglesia en Jerusalén.
La estrategia de Herodes en contra del judeo-cristianismo llegó a su conclusión a causa de su inesperado y rápido fallecimiento. Acerca del mismo nos informan Josefo y los Hechos de manera coincidente en cuanto a los acontecimientos principales (Hch. 12, 20 y ss.; Ant. XIX, 343 y ss.). Los habitantes de Tiro y Sidón habían experimentado fuertes tensiones con Agripa, pero dado que dependían de los distritos de Galilea para su suministro de alimentos, pronto intentaron reconciliarse con el rey, lo que lograron sobornando a Blasto, un camarero o chambelán de Herodes. Los fenicios, a fin de dar testimonio público de la reconciliación con el monarca, descendieron a Cesarea con ocasión de un festival celebrado en honor de Claudio, posiblemente el 1 de agosto, que era la fecha de su cumpleaños (Suetonio, Claudio 2, 1). Según Josefo (Ant. XIX, 343 y ss.), el rey tomó asiento en el teatro al amanecer del segundo día de los juegos, llevando una túnica que, tejida con hilo de plata, reflejaba los rayos del sol, de manera que el público —formado por gentiles, por supuesto— comenzó a invocarlo como dios. Según Hch. 12, el origen de las loas fueron los términos en que habló a los delegados fenicios, que fueron definidos como «voz de dios y no de un hombre» (Hch. 12, 21), un aspecto éste que encaja a la perfección con lo que conocemos del trasfondo político en que se movían ambas partes. Lucas y Josefo coinciden en señalar que fue durante ese instante cuando Herodes cayó víctima de un dolor mortal, que es interpretado como un castigo divino por no haber honrado a Dios ni haber rechazado el culto divino que le tributaba la multitud. La muerte se produjo cinco días más tarde, quizá de una perforación de apéndice, aunque se ha atribuido asimismo el fallecimiento a un envenenamiento por arsénico, una obstrucción intestinal aguda e incluso un quiste hidatídico.
Para los judíos, el episodio fue un auténtico desastre nacional. Muy posiblemente, de no haberse producido la muerte de Agripa —que, a la sazón, contaba sólo cuarenta y cuatro años—, se hubiera evitado la catástrofe del año 70 y hubiera seguido existiendo un rey judío, posibilidad que se truncó desde el momento en que Claudio, siguiendo el consejo de sus asesores, no entregó el reino de Agripa a su hijo de diecisiete años argumentando su juventud.
Por el contrario, para los judeo-cristianos la muerte de Herodes Agripa significó la desaparición de un peligroso oponente que había causado la muerte al menos de uno de sus dirigentes principales y el exilio de otro. Incluso, al ocuparse sólo de cuestiones civiles, cabía la posibilidad de que el ocupante romano fuera aun más objetivo a la hora de abordar los posibles conflictos que un rey inclinado a satisfacer a los poderes fácticos judíos. Eliminado su perseguidor y dirigida por Santiago, una figura irreprochable desde la perspectiva judía más amplia, la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén iba a experimentar durante algunos años un crecimiento espontáneo y sin conflictos. Quizá el mejor resumen de este período sea el que proporciona la fuente lucana al indicar que «la palabra de Dios crecía y se multiplicaba» (Hch. 12, 24 a). El siguiente reto con el que se enfrentaría el judeo-cristianismo procedería no de fuera sino de su propio interior.
CONTINUARÁ
______________________________
Sobre algunos aspectos lingüísticos de este pasaje que vienen a resaltar su valor histórico, véase M. Pérez Fernández, La lengua…, ob. cit., pp. 184 y 208.
Para algunas observaciones lingüísticas relacionadas con este texto, subrayando su importancia como fuente histórica, véase M. Pérez Fernández, La lengua…, ob. cit., p. 184.
J. Meyshan, «The Coinage of Agrippa the First», en IEJ, 4, 1954, pp. 186 y ss.
E. Schwartz, Uber den Tod der Sohne Zebedaei, Abh. d. kgl. Gesellschaft d. Wissenschaften zu Gottingen, Bd. 7, n. 5, 1904; del mismo autor, «Noch Einmal der Tod der Sohne Zebedaei», en Zeitschrift für die Neutestamentliche Wissenschaft, 11, 1910, pp. 89 y ss.
Posiblemente habría que atribuir ésta al hecho de que Petronio, escachando las protestas de los judíos, hubiera retirado la estatua de Claudio que los habitantes de Dora habían colocado en la sinagoga de esta ciudad (Josefo, Ant. XIX, 300 y ss.).
La otra posibilidad, señalada por E. Meyer, Ursprung und Anfange des Christentums, III, Stuttgart, 1923, p. 167, es que se tratara de los juegos quinquenales instituidos por Herodes el Grande en Cesarea en honor del emperador con ocasión de la fundación de la ciudad el 5 de marzo del 9 a. J.C. Esta tesis tropieza con la dificultad de que el año 44 no era quinquenal, según el cómputo de Cesarea.
E. M. Merrins, «The Death of Antiochus IV, Herod the Great, and Herod Agrippa I», en BSac, 61, 1904, pp. 561 y ss.
J. Meyshan, «The Coinage of Agrippa the First», en IEJ, 4, 1954, p. 187, n. 2.
A. R. Short, The Bible and Modern Medicine, Londres, 1953, pp. 66 y ss.
F. F. Bruce menciona el caso de un médico de la Universidad de Sheffield que mantenía esta tesis en New Testament…, ob. cit., p. 263.
June 26, 2015
Rejoice the Lord is King
Yo mismo he escuchado a personas que se colocaban piedrecitas en el zapato convencidas de que de esa manera su sufrimiento complacía a Dios o a la Virgen. Sinceramente, mentiría si dijera que semejantes muestras de religiosidad no me parecen absolutamente aberrantes. A decir verdad, tienen su paralelo en ritos paganos en los que el sufrimiento corporal se ofrecía a divinidades sádicas, pero esas conductas, por mucho que se hayan repetido a lo largo de los siglos, nada tienen que ver con el mensaje del cristianismo que encontramos en la Biblia. Por el contrario, en las Escrituras se insiste una y otra vez en que la cercanía con Dios es una experiencia alegre y gozosa y no una ocasión para que falsos maestros sometan a sus seguidores a conductas propias del sillón de un psiquiatra. Los que vivimos esa experiencia del gozo cristiano sabemos que, efectivamente, así es y que no tiene nada que ver con torturas autocausadas cuya idea sólo puede haber surgido en corazones perversos. Como en tantas otras cuestiones, la enseñanza de la Biblia libera mientras que las de los maestros humanos esclavizan.
Esa alegría precisamente es la que rezuma este hermoso himno del incomparable Charles Wesley publicado en 1744. Como ya había dicho Pablo en Filipenses 4: 4, estamos llamados a alegrarnos en Jesús siempre y en todo momento no a causarnos heridas o atormentarnos para satisfacción de degenerados maestros espirituales. Nos alegramos porque el mesías es Rey y, especialmente, porque es el Rey de nuestras vidas. Sólo él es nuestro soberano. Sólo él y no un usurpador que habita en un palacio de centenares de habitaciones. Alegrémonos, pues, porque Jesús es rey y como rey regresará.
Les incluyo un par de versiones de este himno del que no tengo constancia de que exista versión en español. La primera es una versión profesional; la segunda procede de un culto evangélico. Alégrense escuchándolo. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Primera versión
Versión en un culto
June 25, 2015
Estudio bíblico: La literatura sapiencial (I): Proverbios: los dos primeros bloques
Naturalmente, la sabiduría hay que entenderla no como la acumulación de datos sino como el conocimiento de una manera de vivir sabiamente. Los ejemplos egipcios al respecto son excepcionales – traduje algunos para mi libro La sabiduría del Antiguo Egipto – pero no puede dudarse de que la cima de la literatura sapiencial fue alcanzada por Israel y estuvo vinculada de una manera especial al rey Salomón. De hecho, Salomón llegó a tener una importancia tan acusada que en siglos posteriores se publicaron obras atribuidas a él que, por supuesto, los judíos no aceptaron como suyas, pero que en algún caso, como en el del libro de la Sabiduría, encontraron su lugar en el canon católico del Antiguo Testamento demostrando una notable capacidad para aceptar documentos falsos como auténticos y una no menos clamorosa ignorancia en relación con lo referido a las Escrituras.
El primer libro de la literatura sapiencial contenido en la Biblia es el libro de los Proverbios. La obra presenta varios bloques muy concretos. El primero (1: 1 – 9: 18) recoge una extraordinaria colección de máximas en las que se entreveran poemas, alegorías y digresiones. Su finalidad confesa es adquirir la sabiduría (1: 2-6), una sabiduría cuyo principio “es el temor de YHVH” (1: 7).
De manera bien significativa, esa sabiduría está vinculada a una educación en el seno de la familia, un concepto pasado por alto en la actualidad, pero esencial en una sociedad verdaderamente equilibrada (1: 7-9). Vivir sabiamente implica no dejarse amoldar a las modas (1: 10ss) ya que éstas pueden quizá satisfacer la codicia, pero su final es que arranca la vida (1: 19).
A partir del 1: 20, el autor desarrolla un hermoso canto en el que la sabiduría llama a los seres humanos a atender sus enseñanzas. Naturalmente, ese llamamiento se puede desatender, pero sólo el hombre sabio “habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal” (1: 33). Los capítulos 2-4 son una invitación a vivir sabiamente, invitación que en el capítulo 5 se concreta en la pureza sexual y que en los capítulos 6 y 7 incluye instrucciones sobre el trabajo, la veracidad y la fidelidad conyugal. Son todas estas cualidades muy claras en la Biblia aunque no se pueda decir que formen parte sobresaliente de sociedades como las sociológicamente católicas donde el trabajo se considera un castigo de Dios, la mentira constituye un pecado venial y la prohibición de divorcio ha ido históricamente más que ligada al adulterio que, en el caso del varón, se contemplaba con innegable benevolencia.
Los capítulos 8 y 9 contienen un hermoso canto a la Sabiduría como una entidad existente antes de la Creación. El hecho de que la Sabiduría aparezca personificada ha llevado a algunos a considerar que se trata de una de las personas de la Trinidad y, en especial, el Hijo. La realidad es que lo más probable es que nos encontremos ante una prosopopeya, es decir, una figura que presenta como personas a cualidades y uno de cuyos ejemplos más destacados históricamente es el Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam, donde el autor se mofa con sobrada razón de papas, obispos, emperadores y letrados poniendo las burlas en boca de la locura.
A partir del capítulo 10, comienza otro bloque de proverbios de Salomón cuya forma es diferente. En este caso concreto, más que exposiciones generales, hallamos principios breves relacionados con cuestiones como los bienes materiales (10: 2; 11: 24; 23: 4); el trabajo (10: 4; 15: 19; 20: 13); la seguridad del que sigue los caminos de Dios (10: 30; 11: 8); el uso de la lengua (10: 31; 12: 22; 14: 23; 18: 13 – por cierto, algo bastante visto en este muro en la conducta de algunos); el necio y sus peligros (14: 8; 23: 9); la apreciación del presente (14: 12; 16: 25 ); los peligros del alcohol (20: 1); la educación (23: 12); la compasión (19: 17); la familia (17: 6; 18: 22; 20: 20; 23: 13; 23: 22); la administración de justicia (17: 15); o el temor de Dios (14: 26-7; 15: 33; 23: 17-8).
Por supuesto, en tan breve espacio, la exposición no puede ser exhaustiva, pero espero que sirva para proporcionar una idea aproximada de la inmensa riqueza del libro de los Proverbios al que nos seguiremos refiriendo en el próximo estudio.
Textos recomendados: Lea las citas agrupadas temáticamente en el texto.
CONTINUARÁ
Marcos 6: 30-44: La alimentación de los cinco mil
Las maneras en que históricamente se ha interpretado este pasaje son variadas y, curiosamente, bastante insustanciales desde una perspectiva espiritual. Durante siglos, se redujo a un simple prodigio casi mágico no mejor cualitativa – aunque sí cuantitativamente – que el hecho de que un ilusionista saque un conejo de una chistera. Más recientemente, la teología de la liberación – uno de tantos productos teológicamente deplorables surgidos en el interior de la iglesia católica – puso el énfasis en la supuesta visión “social” aunque implicara negar el prodigio. Así, hubo algún liberacionista que sostuvo – otros también lo sostienen – que Jesús sólo consiguió convencer a los presentes para que compartieran la comida que llevaban en sus bolsas. Desde luego, hay que reconocer que si los presentes tenían un corazón como el de los católicos españoles a la hora de sostener a su iglesia para que no viva a costa de todos los ciudadanos, el milagro de Jesús fue verdaderamente fuera de serie. Lo cierto es que el pasaje – filtrado a través de los recuerdos de Pedro – nos dice sobre el carácter de Jesús no poco y ahí reside su auténtica relevancia.
De entrada, los apóstoles regresaron de su viaje y dieron cuenta a Jesús de lo que habían hecho y enseñado (6: 30). No a Pedro, como debería ser en buena teología católico-romana, sino a Jesús. La reacción de Jesús no fue la de saber si habían recogido dinero, si habían sumado muchos adeptos, si la expansión del movimiento iba conforme a lo esperado. Por el contrario, se preocupó por ellos y les señaló que debían irse a un lugar solitario para descansar (v. 31). Aquella gente era importante para Jesús y no constituían meros peones de sus planes. Otros que pretenderían después ser seguidores de Jesús privarían a determinadas personas del derecho a casarse para que todos los bienes recogidos pasaran a la institución especial; o los someterían a la miseria; o los utilizarían como instrumentos para las empresas más inconfesables. Nada de eso aparece en la conducta de Jesús. A él le importaba el bienestar de las gentes y le importaba en cuestiones en apariencia tan prosaicas como el descanso o la comida. Fue precisamente en ese contexto donde se produjo el episodio que se recuerda – y se malinterpreta – el de la alimentación de varios millares de personas.
Mientras Jesús y sus discípulos se dirigían hacia ese lugar aislado (v. 32), muchos los vieron venir y los siguieron hasta alcanzarlos (v. 33). Fue entonces cuando quedó de manifiesto otra de las características del corazón de Jesús. Al ver a aquellas multitudes sin pastor, Jesús tuvo compasión (v. 34). A decir verdad, no es que en Israel, no hubiera autoridades espirituales. Las había. Existía un templo en Jerusalén y un sumo sacerdote y un clero extenso que vivía de los diezmos y las ofrendas. Sin embargo, con todo aquel aparato clerical, no se podía decir que las gentes disfrutaran del menor amparo espiritual. Sí, podían acudir al santuario, ofrecer sacrificios, asistir a ceremonias, pero no por eso dejaban de ser ovejas sin pastor. Los paralelos contemporáneos saltan a la vista y no es ni preciso mencionarlos porque están en la mente de todos. Ante esa realidad terrible, Jesús “sintió compasión”, una pálida traducción del término griego original que, literalmente, indica que se le removieron las entrañas ante el panorama que se extendía frente a él. Precisamente porque tenía compasión de ellos comenzó a enseñarles. Podría haber dicho, por ejemplo, tonterías acerca del impacto del trabajo de los pescadores en la vida de los peces del mar de Galilea, pero semejantes majaderías son indignas de un verdadero maestro espiritual. Jesús, con certeza, predicó su mensaje (1: 14-15): el tiempo ha llegado, el Reino de Dios se ha acercado, arrepentíos y creed en el Evangelio.
Pero así fue pasando el tiempo y sus discípulos inmediatamente llegaron a una conclusión, la de que había que librarse de aquella gente porque se había hecho muy tarde (v. 35-6). No es que no les importaran las personas; es, simplemente, que consideraban que la importancia era limitada. Se había hecho tarde, se podían desmayar del hambre y era mejor que, de acontecer tal eventualidad, les pillara lejos de allí (v. 36). Precisamente por eso, la respuesta de Jesús debió sonarles como un trallazo. ¡Pues claro que tenían hambre después de todo el día en el campo! ¡Pues que les dieran ellos de comer! La respuesta de los discípulos fue indicar que no existía presupuesto y es que, por supuesto, no podían saquear el 0,7 del IRPF de los galileos para enfrentarse con semejante eventualidad (v. 37).
Jesús podía haber aceptado las palabras de sus discípulos como argumento suficiente para no atender la necesidad de los demás. Si hay, se atiende y si no hay, pues no. Más de sentido común no podía ser. Si alguien nos da el dinero, algo haremos y si no, ni hablar. Efectivamente, ésa es una manera muy humana de pensar y actuar. No es la de Jesús. Por el contrario, indicó a sus discípulos que debían enfrentarse con la situación CON LO QUE TUVIERAN (v. 36). Como era de esperar, los discípulos señalaron que nada de aquello tenía sentido. Con lo que contaban no se podía hacer nada. De nuevo, los discípulos actuaban por puro sentido común. Con matemáticas humanas. Pero las matemáticas del Reino son diferentes. No se sustentan en lo que se puede quitar al contribuyente o en el apoyo de los poderosos o en saquear los presupuestos. Las matemáticas del Reino se basan en la fe en el Rey mesías. Por eso, de acuerdo con las matemáticas humanas – salvo que despellejes a los ciudadanos con cargo al presupuesto, vendas indulgencias o realices alguna otra forma de estafa espiritual – cinco mil personas alimentadas con cinco panes y dos peces (v. 38) sólo pueden dar como resultado hambre. Para los que creen de verdad en Jesús – y no lo utilizan como escudo para despojar a los demás de su dinero – lo poco es mucho y cuando esos cinco panes y dos peces se sitúan con fe a los pies del mesías el resultado no sólo es que cinco mil personas son alimentadas sino que además se recogen restos (v. 43).
Hay mucho del corazón de Jesús en este episodio: su preocupación por los que lo siguen; su compasión hacia el desamparo espiritual de las personas; su negativa a ver las cosas desde una perspectiva meramente material; su llamamiento a la fe por encima de cualquier otra consideración… Sin duda, mucho más que lo que suele enseñarse sobre este pasaje y también, sin duda, mucho más útil.
CONTINUARÁ
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