César Vidal's Blog, page 107
August 27, 2015
Severo Ochoa, el otro Premio Nobel
La herencia católica ha sido evidente como en otras naciones ya que, a fin de cuentas, la revolución científica como ha señalado entre otros Thomas Kuhn, fue una hija directa de la Reforma protestante del siglo XVI. Véase la lista de los premios Nobel serios y se comprobará que en torno al ochenta por ciento son protestantes y judíos. Por algo será… Precisamente por ello, no sorprende que sólo dos españoles hayan obtenido un Premio Nobel relacionado con las ciencias y que en ambos casos se haya tratado de médicos. El primero, del que ya hablamos, fue Santiago Ramón y Cajal; el segundo, Severo Ochoa. Este último logró además el preciado galardón tras haber abandonado España para establecerse en Estados Unidos por lo que no resulta del todo fácil establecer si debería incluirse en una lista nacional o en otra. Aunque nacido en Asturias, Severo Ochoa vivió su infancia en Andalucía ya que allí se trasladó su madre viuda. Ya en los años veinte, antes de concluir su licenciatura, Severo Ochoa logró aislar la creatina presente en la orina. Este éxito se tradujo en que, en 1929, fuera invitado a unirse al laboratorio de Otto Meyerhof, en el seno de una institución que luego sería el prestigioso Instituto Max Planck. Al año siguiente, Ochoa viajó a Madrid para concluir su tesis doctoral. Se trasladó en 1931 – el año de su matrimonio – a Londres donde estudió las enzimas provocando una verdadera revolución en el análisis del metabolismo intermediario. Al concluir la guerra civil, Ochoa decidió permanecer en el extranjero y en 1940, se estableció en Estados Unidos dedicándose a investigar en áreas de la ciencia como la farmacología y la bioquímica. En 1954, descubrió una enzima, la polinucleótido fosforilasa, capaz de sintetizar ARN. De esa manera, Ochoa abrió el camino para llegar a descifrar la clave genética. En 1956 – el mismo en que Ochoa, junto a su esposa, recibió la nacionalidad estadounidense – su discípulo Arthur Kornberg demostró que el ADN también sintetizaba mediante su polimerasa. Así, en 1959, Ochoa y Kornberg compartieron el Premio Nobel de Medicina. Aunque en los años sesenta, el científico fue objeto de cierta atención en España - ¿cómo pasarlo por alto? – e incluso fue nombrado doctor honoris causa por la universidad de Oviedo en 1967, se jubiló en 1975 en la universidad de Nueva York. Hasta 1985, ya en plena democracia, Ochoa no regresó a España y aún hubo de esperar dos años para ingresar en la Real Academia Nacional de Medicina de España. Falleció el 1 de noviembre de 1993 y fue enterrado en Luarca, su pueblo natal. Fue una verdadera muestra de grandeza porque el reconocimiento, el trabajo y la valoración habían procedido mayoritariamente del extranjero. Como desde hace siglos sucede con no pocos de los mejores españoles.
Próxima semana: Juan Carlos I
August 26, 2015
Acaban de hacer historia
En España, son las horas de esa etapa difusa del día que denominamos el mediodía. En cualquiera de los casos, faltan tres días para que se cierre el plazo del crowdfunding de La Voz y ya hemos rebasado la meta. Ustedes lo han conseguido y, al lograrlo, también han hecho Historia de la radio en España. Por primera vez, un programa no se financiará con la publicidad institucional o privada sino mediante el respaldo directo de sus oyentes. Un respaldo modesto y minoritario, si se quiere, pero más que suficiente para que, Dios mediante, La Voz reanude sus emisiones el día 7 de septiembre a las 20 horas, hora española. Los españoles que han respaldado este esfuerzo han demostrado que no son, como otros de sus compatriotas, parte de ese género dispuesto a protestar, a amargarse, a atacar al prójimo, incluso a agredirlo, pero a no a asumir responsabilidad alguna de carácter propio. Los hispanoamericanos que se han sumado a esta aventura han dejado de manifiesto que me he referido con justicia durante esta temporada a los hispanoparlantes de ambos hemisferios. Los norteamericanos, en fin, me han dado una muestra más de su generosidad y buena acogida, de la que hace sólo unos días me otorgaron otro ejemplo que ya les contaré cuando llegue el mes de septiembre, pero que resulta también harto revelador.
Pudimos no conseguirlo y haber hecho Historia negativa. Gracias a Dios no ha sido así. Ustedes lo han logrado y a ustedes solos – y no a ningún partido, sindicato, confesión, grandes almacenes, caja, banco, etc… - hay que darles las gracias. Han dejado de manifiesto que se pueden lograr grandes cosas con medios modestos si hay voluntad y que, por lo tanto, los que viven del sudor del prójimo no son sino usurpadores de su prosperidad aunque apelen al bienestar público, la caridad y otras historias.
Pero no se trata sólo de ustedes, queridos oyentes. Sin Luis Ortiz – el mejor subdirector que he tenido en más de una década de radio – esta hermosa aventura del crowdfunding no habría tenido lugar porque a él se le ocurrió y él la ha gestionado como nadie. Sin aquellas personas como Elvira y Gabriela, como Ana y Romina, como Conchita - que alguien denominó cheerleaders con ánimo despectivo sin percatarse de que son la sal de la tierra y a las que se fueron sumando Juan y Pilar y tantos otros – no habríamos alcanzado la meta. Tampoco habríamos llegado a ella sin esas aportaciones generosas que desde los 5 a los 3.000 euros se fueron desgranando en este proyecto de crowdfunding y en las que ha habido españoles y peruanos, colombianos y cubanos, norteamericanos y hasta húngaros. Cada uno dio lo que pudo – muchos de manera anónima – y se consiguió. Last, but not least, que dicen los anglosajones, demos gracias a Dios porque nos sostuvo en todo momento, nos dio ánimos y fuerzas y, finalmente, nos condujo hasta donde deseábamos llegar.
El día 7 de septiembre, a las 20horas, hora española, los espero a todos para el primer programa de esta segunda temporada de La Voz que es más suya que de nadie porque sin ustedes no podría emitirse. Siéntanse legítimamente orgullosos. A diferencia de otros a los que toda la fuerza se les va por la boca o maldiciendo lo que no hacen nada por arreglar, o defendiendo recetas rancias o pidiendo al gobierno de turno, ustedes han asumido las riendas de lo que había que hacer y han llegado. Aquellos que además se hayan matriculado en el campus, disfrutarán del privilegio de contemplar esos primeros programas en directo.
Hoy ha sido un día verdaderamente hermoso y además ustedes han hecho Historia. De la que merece la pena recordar por su nobleza y generosidad y no de la que se miente, se mitifica o se embellece a pesar del horror que la acompaña. Una vez más y más que nunca, muchísimas gracias y God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Desde el Tíbet (VII): ¿Qué es el budismo tibetano?
Bueno, budista… por supuesto, para los tibetanos, su budismo es el auténtico. Cuenta con una jerarquía que les interpreta las enseñanzas de Buda, con una cabeza visible más que fiable porque es la reencarnación de los Dalai Lamas anteriores, con un conjunto de ceremonias, santuarios e imágenes ciertamente impresionante e incluso, según ellos, con una vinculación racial con Buda que era nepalí y, por lo tanto, emparentado con los tibetanos. Son, si se me permite la comparación, “el budismo verdadero fuera del cual no hay salvación”. No sólo eso. A pesar de la insistencia en negar su vinculación con China se jactan de haber llevado el budismo a esa nación. ¿Es el budismo tibetano el más puro, “el único verdadero”? Ni por aproximación. En realidad, el budismo tibetano es una religión claramente sincrética. Sobre la base de una religión shamánica previa denominada la religión bon, se superpuso algunos conceptos – no muchos – del budismo original. Fue así como surgió el budismo tibetano que, ciertamente, apela a Buda, pero que sólo presenta un lejano parecido con sus enseñanzas.
Buda – el príncipe Shakyamuni al que dediqué mi libro Buda, el príncipe – fue fundamentalmente un reformador del hinduísmo. No rechazó sus dioses – por eso, mal que le pese a muchos, el budismo es una forma de politeísmo – ni tampoco la creencia en la desesperante rueda de la reencarnación. Sin embargo se deshizo del sistema de castas, de los sacrificios brahmánicos y del barroquismo hindú. Su fe era más sencilla, humana y cercana quizá porque se basaba en la afirmación del dolor como la base de la existencia. Para escaparse de ese dolor, ineludible y característico de la vida, había que renunciar al deseo y sólo así, sin deseos y llevando una vida recta, sería posible librarse de la obligación de reencarnarse una y otra vez aunque – esto es innegable – de esa situación sólo resulta posible librarse si se es monje y varón. Las mujeres y los no-monjes sólo pueden aspirar a ir subiendo por el camino que los llevará a liberarse de la onerosa carga de volver a vivir. De esa sencillez inicial de Buda, poco o nada queda ya en el budismo tibetano. En lugar de la referencia a sus enseñanzas, el punto de referencia es el Dalai Lama. La propia imagen de Buda se ha fundido con elementos paganos hasta convertirla en casi irreconocible. Lo importante no es el apego a sus enseñanzas sino a las prácticas enseñadas por los lamas y cuyo origen suele ser pagano. A la ética de Buda ha sustituido la ceremonia lamaísta. Da la sensación de que si Buda apareciera en estos momentos por el Tíbet arrojaría a los lamas de unos templos en los que se le menciona y donde aparecen sus imágenes, pero donde no se ha vivido jamás de acuerdo con sus enseñanzas. A decir verdad, el Dalai Lama no pasa de ser un monarca que se vale de la figura de Buda para intentar mantener un poder teocrático. Con certeza, cualquier tibetano que escuchara esto se horrorizaría, pero es la pura verdad. Los Dalais lamas no son los sucesores de Buda en este mundo. Han sido y son soberanos con tanto o más de político que de religioso que, apelando a Buda, han forjado una religión sincrética donde el mensaje de Buda apenas se distingue, donde el fiel se cree salvo sometiéndose a la dirección espiritual de los lamas y a sus ceremonias y donde, en realidad, los Dalais lamas, pretendiendo representar a Buda, lo han sustituido. Por pavoroso que suene, el Dalai Lama no es el verdadero intérprete de Buda. A decir verdad, es un mero usurpador. Es para meditar en el proceso histórico porque tiene paralelos en otras religiones. De momento, la próxima vez me referiré al ascenso al Everest.
CONTINUARÁ
August 25, 2015
Bernie Sanders
A pesar de proceder de un estado pequeño, el impacto de aquella pieza oratoria resultó tan extraordinario que Obama y Bill Clinton tuvieron que combinar esfuerzos esos días para apartar la atención del personaje. El autor de la proeza se llamaba Bernie Sanders y hace unos días ha derrotado en las primarias de New Hampshire a Hillary Clinton. Durante las próximas semanas, Sanders seguramente va a ser objeto de los mayores ataques por parte de las más diversas instancias y uno de los que se fulminara contra él será el de ser socialista, algo tan espantoso en Estados Unidos como el sambenito de “facha” en España. La realidad es que Sanders - uno de los poquísimos políticos que me entusiasma - es un defensor de las clases medias y un fustigador implacable de los segmentos sociales privilegiados y parasitarios. En Estados Unidos – pero los paralelos saltan a la vista – la carga de un estado en continuo crecimiento no recaen sobre las grandes empresas que pagan menos impuestos que las pequeñas y medianas gracias a diversas triquiñuelas legales ni sobre las clases bajas que en infinidad de ocasiones son carne de clientela electoral. El gran peso del estado, de los privilegiados y de las clientelas recae sobre unas clases medias que incluyen a las pequeñas y medianas empresas y que cada vez pagan más impuestos aunque, ciertamente, éstos sean menos y muy inferiores a los abonados en España. Para evitar semejante injusticia, Sanders propone un orden fiscal sensato en el que cada uno pague realmente lo que corresponde – lo que implica una reducción drástica de la carga de las clases medias – y, por añadidura, el gasto público sea racional lo que significa, por ejemplo, repensar los fabulosos gastos militares de Estados Unidos en comparación con los destinados a sanidad y educación. Al fin y a la postre, lo que Sanders defiende es que el poder no esté en manos ni de lobbies ni de clientelas que permiten que sus candidatos se perpetúen en sus poltronas políticas sino que surja de la mayoría de los ciudadanos que sustentan realmente el aparato estatal. Lástima no ser norteamericano para votar por un programa como el de Bernie Sanders.
August 24, 2015
Desde el Tíbet (VI): ¿genocidio en el Tíbet?
Me refiero a la versión oficial hollywoodense y propagandística sobre la situación actual del Tíbet. Si uno contempla películas como Kundun o Siete años en el Tíbet – ambas magníficas dEsde una perspectiva cinematográfica, el Tíbet era una nación de ensueño cuyas gentes se dedicaban a vivir en un ambiente profundamente espiritual bajo el gobierno benévolo de un monarca niño conocido como el Dalai Lama. Ese lugar de leyenda se vio un día asaltado con la mayor violencia del mundo por Mao obligando al Dalai Lama a exiliarse y sometiendo a los tibetanos a un genocidio que ya dura más de medio siglo. Cinematográficamente, el relato aguanta y más teniendo en cuenta que a él han colaborado Martin Scorsese o Brad Pitt. Sin embargo, en términos históricos, es una falsedad. Durante siglos, el Tíbet había sido todo menos un lugar idílico. Sometido a la teocracia del Dalai Lama constituyó una de las zonas más miserables de China – las fotos que existen del siglo XX sobrecogen incluso en comparación con otras zonas de Asia – regida por normas de una barbarie escalofriante. Al respecto, los escasos europeos que llegaron hasta el techo del mundo y que no se dedicaron a contar leyendas sobre los poderes espirituales de los lamas, como Alexandra David Neel, nos dan testimonio de una teocracia brutal y despiadada en la que los súbditos se amoldaban a los terribles castigos convencidos de pertenecer a la única religión verdadera fuera de la cual no hay salvación, y soportando la horrenda realidad al pensar, en su aislamiento, que era la mejor.
A lo largo de la Historia, el Tíbet fue parte de China aunque cuando el imperio se debilitaba, el Dalai Lama gobernaba de manera independiente. Por el contrario, cuando el imperio recuperaba su vigor, el Dalai Lama viajaba hasta la corte imperial china – hay sobrados testimonios – para dar testimonio de vasallaje. Durante el siglo XIX y el inicio del XX, China vivió lo que se ha denominado “el siglo de la humillación” a manos de las potencias extranjeras. La meta de todos los partidos chinos desde el nacionalista Guo Min Dang al partido comunista de Mao era sacudirse el yugo foráneo y volver a reunir bajo una sola bandera a todas las regiones de China. Eso incluía teritorios como el Tíbet o Hong Kong y no era discutido por ningún chino. Tampoco lo discutió Estados Unidos mientras pareció que la guerra civil china la iba a ganar el nacionalista Chiang Kai shek. Pero la guerra la ganó Mao. Entonces se produjo un cambio radical no tanto porque Mao fuera comunista sino gracias a dos graves errores de la CIA. El primero fue considerar que Mao era una mera marioneta de la URSS; el segundo, consistió en creer que el uranio tibetano quedaría al servicio de Moscú. Partiendo de esa base, la CIA alimentó un movimiento secesionista en el Tíbet que no existía previamente ya que Mao se había reunido con el Dalai Lama y le había prometido una autonomía política aunque sin que eso implicara que se apartara de los cambios que estaba atravesando China. Por ejemplo, le garantizó una libertad religiosa y administrativa que era impensable en el resto de la nación. Pero al Dalai Lama – joven todavía – la idea de una independencia tutelada por los Estados Unidos le agradaba y la aceptó. Fue así como la CIA lo sacó de Lhasa – un hecho que nunca ha sido reflejado por Hollywood – y, al mismo tiempo, armó y entrenó a unas guerrillas tibetanas – otro hecho silenciado en las pantallas - que no dudaron en emplear tácticas terroristas. La respuesta de Beijing fue inmediata. Entonces como ahora, el gobierno chino no estaba dispuesto a tolerar intromisiones secesionistas en su territorio y pasó, de forma radical, a intervenir militarmente. Durante dos décadas – todo sucedía en los años dorados de la CIA en que derribó a Mossadeq en Irán, derrocó a Arbenz en Guatemala e intentó asesinar a Castro – el conflicto armado se mantuvo por la sencilla razón de que, como sucedería con los talibán en Afganistán, la CIA consideraba que aquella guerra debilitaba a la URSS. El Dalai Lama mientras tanto y de manera no poco cínica predicaba la no-violencia a un Occidente bastante ignorante, a la vez que bendecía las armas de los nacionalistas tibetanos. De todos es sabido que el papanatismo occidental tuvo entre otras consecuencias la de que acabara recayendo en el teócrata tibetano el Premio Nobel de la paz lo que, dado el nombre de otros agraciados, no sorprende lo más mínimo. Sólo en los años setenta, Estados Unidos se percató, finalmente y cuando ya lo había hecho todo el mundo, de que China era independiente de la URSS e incluso le tendió la mano en una estrategia de aumentar el cerco sobre el enemigo soviético. Entre las víctimas de esa política estuvieron una Taiwan relegada en la ONU frente a China y los tibetanos cuya resistencia armada concluyó quedando limitada en el futuro a los discursos en diversos enclaves. Cualquiera que visite el Tíbet en la actualidad puede percibir con claridad que pudieron producirse atrocidades en el pasado, pero jamás un genocidio y la prueba está, de entrada, en los lamas que pueblan las calles y en los miles de tibetanos que realizan ceremonias religiosas en las mismas. Compárese con lo que sucede en el resto de China con otras creencias religiosas o simplemente en la España de Franco con cualquier confesión que no fuera la católica y luego respóndase a la pregunta de si el Tíbet lleva sufriendo cincuenta años de genocidio. Pero de eso y de otros temas hablaré más adelante.
CONTINUARÁ
August 23, 2015
Hacia el final del crowdfunding
La habremos hecho o porque la segunda temporada de La Voz, Dios mediante, estará asegurada – recuerden ustedes que si no llegamos hasta el último céntimo de la cantidad no podremos retirar un solo euro de lo comprometido – o porque habremos fracasado a unos centenares de euros de la meta. Ésta se puede tocar con sólo estirar algo la punta de los dedos, pero en sus manos está que podamos atravesarla antes de que el plazo se cierre o que no sea así. Suceda lo que suceda, guardaré siempre una deuda especial de gratitud hacia Luis Ortiz, padre de la idea, Elvira, Gabriela, Ana, Romina y todos aquellos que se destacaron por su esfuerzo diario en lograr que La Voz no enmudeciera. A mi regreso del Tíbet me enteraré de lo que haya sucedido. Gob bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
De la muerte de Santiago a la guerra con Roma y destrucción del templo (I)
Bajo Albino (62-64 d. J.C.) y Floro (64-66 d. J.C.)
El período en funciones de Albino comenzó con gestos —recordemos la forma cómo influyó sobre Herodes para que destituyera como sumo sacerdote a Anano que había ejecutado a Santiago y a otros judeo-cristianos (Ant. XX, 197-203)— que hubieran hecho esperar una actitud tendente a restablecer la ley, el orden y la justicia en el territorio judío. Decidido a apoyarse en el sumo sacerdote, se dejó convencer por éste para poner en libertad a algunos sicarios a cambio de que los compañeros de éstos liberaran al secretario del general (o capitán del Templo) Eleazar.[iii] Tal acción, ciertamente benévola, se tradujo inmediatamente en un incremento de la violencia en una zona que padecía, a la vez, la pérdida de popularidad de Agripa II con ocasión de sus derroches en Berito (Beirut) (Ant. XX, 211 y ss.) y la constitución de bandas de matones al servicio del sumo sacerdote (Ant. XX, 213 y ss.). Supuestas medidas de magnanimidad como la de Albino de decretar la puesta en libertad de multitud de presos comunes en vísperas de la llegada de Floro sólo sirvieron para agravar la situación (Ant. XX, 215). Ésta aún se deterioró más al finalizar los trabajos de construcción del Templo que proporcionaban ocupación a más de dieciocho mil personas (Ant. XX, 219 y ss.).
Sin duda, es imposible saber si la tensión hubiera podido ceder de no haberse hecho cargo Floro del gobierno en aquellos momentos, pero el mismo Tácito reconoce que la paciencia de los judíos duró hasta que Gesio Floro fue procurador (Hist. V, 10). Venal y codicioso, permitió a los bandidos realizar sus correrías sin ningún tipo de obstáculos siempre que aceptaran dividir el producto de sus rapiñas con él (Guerra II, 14, 2; Ant. XX, 11, 1). Poco podía dudarse que, inmerso en un clima de desafuero semejante, Israel se deslizaba hacia el desastre.
La guerra con Roma (66 a 73-74 d. J.C.)
La rebelión contra Roma dio comienzo con un acto no más grave que otros anteriores (como, por ejemplo, el intento de Calígula de colocar su estatua en el Templo), pero que tuvo lugar en un contexto religioso, social y económico especialmente tenso. Floro se había apoderado de diecisiete talentos procedentes del tesoro del Templo. Semejante expolio no sólo añadió crispación al momento, sino que, paradójicamente, provocó las burlas de algunos judíos contra Roma. En respuesta, Floro marchó a Jerusalén con la intención de entregar al saqueo una parte de la ciudad. El 16 de Artemisión (Iyyar, abril-mayo) del 66 d. J.C. (Guerra II, 15, 2), muchos de los habitantes de Jerusalén —incluyendo algunos caballeros romanos de estirpe judía— fueron capturados, azotados y crucificados. Se iniciaba así una espiral que llevó a las pocas horas a los judíos a apoderarse del monte del Templo y cortar las comunicaciones entre éste y la fortaleza Antonia. Mientras fracasaban los intentos de Agripa —que regresó apresuradamente de Alejandría— por restaurar la paz (Guerra II, 16, 1-5), los sublevados tomaban Masada y procedieron a la interrupción del sacrificio diario por el emperador, a la vez que decidían no aceptar ninguna ofrenda procedente de los gentiles. La decisión implicaba, en la práctica, una declaración formal de guerra contra Roma (Guerra II, 17, 2-4).
En apenas unos días, los rebeldes sumaron a la sublevación nacionalista la revolución. Así, incendiaron los palacios del sumo sacerdote, y de Agripa y Berenice (Guerra II, 17, 4-6), se apoderaron de la fortaleza Antonia y sitiaron el palacio superior (el de Herodes). El 7 de Gorpieo (Elul: agosto-septiembre) el sumo sacerdote Ananías fue capturado y asesinado (Guerra II, 17, 9). El gobernador de Siria, Cestio Galo, decidió marchar contra Jerusalén, pero el resultado fue muy diferente de lo esperado. La ciudad, en contra de lo previsto, resistió frente al ataque de las legiones y el romano optó por una retirada que se revelaría calamitosa para su ejército (Guerra II, 19, 5 y ss.). Mientras tanto una asamblea popular procedía a elegir los mandos provinciales.
Roma no estaba dispuesta a dejar sin castigo aquel revés humillante y pronto el mando de la guerra fue encomendado a Vespasiano , que no perdió tiempo a la hora de entrar en acción. La rendición a petición propia de Séforis permitió a los romanos controlar un enclave esencial (Guerra II, 2, 4). Cuando tuvo lugar una victoria romana cerca de Garis (Vida LXXI), Galilea cayó ante las legiones como una fruta madura. Tiberiades, Tariquea, Gamala (Guerra IV, 1, 8) y Giscala fueron ocupadas una tras otra por los romanos de forma tal que, a finales del año 67 d. J.C., todo el norte del territorio de Israel se había perdido para los rebeldes.
Mientras tanto Jerusalén era el escenario de una «guerra dentro de la guerra», esta vez entre los revolucionarios zelotes y sus enemigos. El triunfo de los primeros capitaneados por Juan de Giscala tuvo, entre otras consecuencias, el asesinato de buen número de notables (Guerra IV, 3, 4-5) y la elección por sorteo de un nuevo sacerdote de origen popular (un tal Fanías, o Fani, Fanaso o Pinjás) (Guerra IV, 3, 6-8). La llegada de los idumeos a Jerusalén, a instancias del partido zelote, desató —aún más, si cabe— el terror revolucionario (Guerra IV, 5, 1 y ss.). Se dio muerte a los no afectos a los zelotes aunque se tratara de sumos sacerdotes (como fue él caso de Anano y Jesús) o hubieran sido absueltos en un proceso previo (como aconteció con Zacarías ben Baruc).
Los generales de Vespasiano pensaban que aquél era el momento adecuado para atacar la ciudad, pero él prefirió hacerse antes (mediados del 68 d. J.C.) con el control de enclaves como Perea (Guerra IV, 7, 4-6), Antipatris, Lidia, Jamnia, Siquem y Jericó. Cuando finalmente iba a lanzarse sobre Jerusalén sucedió algo que no sólo cambió sus planes, sino también la Historia de Roma.
El 9 de junio del 68 d. J. C, tuvo lugar el suicidio de Nerón, pero cuando llegó la noticia hasta Vespasiano, que se encontraba dispuesto para asaltar Jerusalén, optó el general por detener el curso de las operaciones. Finalmente, cuando supo, en el invierno del 68-69, que Galba era el nuevo emperador, envió a su hijo Tito a Roma para rendirle homenaje y recibir órdenes.
Al llegar Tito a Corinto, supo del asesinato de Galba (15 de enero del 69 d. J.C.) y decidió regresar junto a su padre. Para entonces, Vespasiano se había visto obligado a reiniciar las operaciones, esta vez contra una banda de zelotes que, capitaneada por Simón Bar Giora, combatía en Galilea (Guerra IV, 9, 3-8). En una notable sucesión de acciones militares, Vespasiano sometió Gofna, Acra- bata, Betel y Efraim, marchando a continuación contra Jerusalén. Con la excepción de esta ciudad —el tribuno Cereal había conquistado en el ínterin la rebelde Hebrón— sólo Herodio, Masada y Maqueronte escapaban todavía del dominio romano.
A esas alturas, un nuevo cambio se había producido en lo referente a la persona que regía los destinos de Roma. Vitelio era ahora el nuevo emperador, pero no iba a ser el suyo un gobierno prolongado. De hecho, el encargado hasta ese momento de sofocar la rebelión judía estaba llamado a sucederlo. Aunque no hay coincidencia en las fuentes sobre qué legiones proclamaron primero emperador a Vespasiano —según Tácito (Hist. II, 79-91) y Suetonio (Vespasiano VI) fueron las egipcias; según Josefo sus propias legiones (Guerra IV, 10, 2-6)— ni tampoco acerca de cuándo tuvo lugar tal hecho —Tácito indica quintum Nonas Iulias y Suetonio Idus Iul— lo cierto es que el general romano se vio convertido, merced al apoyo del ejército, en nuevo emperador de Roma, ciudad a la que llegó en la segunda mitad del 70 d. J.C.[iv] Sobre su hijo Tito iba a recaer ahora la responsabilidad de proceder a la toma de Jerusalén (Guerra IV, 11, 5).
La ciudad se encontraba en aquellos momentos dividida en tres zonas controladas por otros tantos partidos enfrentados sañudamente entre sí. En su irresponsable odio, habían llegado incluso a destruir los almacenes de grano de la ciudad para impedir que cayeran en manos de fuerzas rivales.[v]Tito llegó ante Jerusalén unos días antes de la Pascua del 70 d. J.C. y pudo comprobar enseguida que el enclave ofrecería una encarnizada resistencia. De hecho, la llegada del enemigo produjo como reacción inmediata la unión de las fuerzas zelotes.
Dos semanas les costó a los romanos conseguir penetrar en la ciudad. El 7 de Artemisión (Iyyar, abril-mayo) controlaban todo el primer recinto amurallado y nueve días después el segundo (Guerra V, 7 y ss.). En esos momentos, Tito, valiéndose de Josefo, ofreció a los zelotes la posibilidad de capitular (Guerra V, 9, 3 y ss.). Sin embargo, cuando los judíos rechazaron la oferta de rendición, Tito radicalizó la severidad del asedio. En adelante, todo el que cayera en manos romanas sería o crucificado a la vista de los habitantes de Jerusalén o devuelto a la ciudad con los miembros mutilados (Guerra V, 10, 2-5). A tan horrenda perspectiva, se unió el espectro terrible del hambre. Tito rodeó Jerusalén con un muro de piedra —¡en tan sólo tres días!— y apostó guardianes destinados a impedir las fugas (Guerra V, 12, 1-32).
El 17 de Panemo, los judíos tuvieron que suspender los sacrificios de la mañana y de la tarde, que se habían venido celebrando hasta entonces. Aquello debió de significar un severo mazazo sobre la moral de los asediados[vi] y Tito quiso aprovecharlo volviendo a ofrecer la capitulación de la ciudad nuevamente a través de Josefo. El nuevo fracaso de la oferta llevó definitivamente al romano a plantearse la necesidad de llevar a cabo el asalto final. Con tal finalidad, Tito hizo construir cuatro plataformas ascendentes (Guerra VI, 2, 1 y ss.) que, terminadas el 8 de Lous (Ab, julio-agosto), permitieron pasar a una fase de asedio formal.
Ante la imposibilidad de derribar las murallas, se procedió a incendiar las puertas para así lograr el acceso al atrio exterior del Templo (Guerra VI, 4, 1-2). Llegados a ese punto, resultaba obligado decidir cómo se desarrollarían las operaciones en tomo al Templo. El 9 de Ab, un consejo del estado mayor romano decidió salvar el santuario (Guerra VI, 4, 3), pero, al día siguiente,[vii] los judíos lanzaron dos ataques desde el atrio interior. Según Josefo, cuando las fuerzas de Tito rechazaban el segundo ataque, un soldado romano lanzó un tizón en el interior del recinto del Templo. Ésa y no otra habría sido la causa del incendio. Con todo, existe asimismo la posibilidad de que el fuego fuera causado inicialmente por los judíos para impedir el avance romano (Dión LXVI, 6, 1). Sea como fuere, lo cierto es que, a partir de ese momento, los soldados romanos siguieron lanzando antorchas sobre el lugar, que, convertido en pasto de las llamas, acabó viniéndose abajo (Guerra VI, 4, 4-7).
Los autores posteriores han manifestado diversas opiniones a la hora de señalar al responsable del desastre. Josefo exculpó claramente a Tito y a sus colaboradores más cercanos. Por el contrario, Sulpicio Severo[viii] sostuvo que Tito había arrasado voluntariamente el Templo, aunque las razones que adujo, y que incluyen el odio a los cristianos, son dudosamente verosímiles. Con él coincidieron, no obstante, Orosio (VII, 9, 5-6) e indirectamente Dión (LXVI, 6, 1-3), al menos en cuanto a la responsabilidad de haber decidido la destrucción del Templo.
La entrada de las tropas romanas en la ciudad estuvo caracterizada por un uso indiscriminado de la violencia. A manos de los hombres de Tito cayeron ancianos, mujeres, niños y, en general, toda clase de población civil. Mientras las legiones alzaban sus estandartes en el atrio exterior del Templo y proclamaban a Tito como Imperator,Juan de Giscala y sus seguidores consiguieron escapar hasta la ciudad alta.[ix] Era ya la suya una resistencia inútil.
El día 8 de Gipieo, toda Jerusalén se encontraba bajo el control de los romanos (Guerra VI, 8, 5). Los judíos supervivientes fueron ejecutados, enviados a trabajar en las minas o destinados a los combates de gladiadores. Aunque todavía quedaban por tomar algunos enclaves zelotes como el de Masada, Roma había deshecho a Israel como nación siquiera formalmente independiente y le había privado de todo el valor espiritual y simbólico que representaba el Templo de Jerusalén. Daba así comienzo un período de tiempo que sólo concluiría – y no del todo - en 1948 con la fundación del moderno estado de Israel.
CONTINUARÁ
[1] Con todo, no deberían obviarse los juegos de palabras del relato de Hegesipo, que son incomprensibles sin proceder de una fuente semítica que, necesariamente, sería antigua.
[2] Véase Eusebio, HE II, 23, 18. Según Orígenes, Contra Celso I, 47, y Eusebio, HE II, 23. 30, Josefo habría sido de la misma opinión, pero no nos ha llegado tal afirmación en ninguno de los manuscritos que se conservan del historiador judío, y cómo llegaron a esa conclusión los dos Padres mencionados continúa siendo un enigma.
[iii] Eleazar es descrito en Guerra II, 409 como un joven que contribuyó al estallido del conflicto con Roma al convencer a los sacerdotes para que no realizaran los sacrificios en nombre del emperador y de la nación romana. Es dudoso que pueda identificársele con el Eleazar que fue sumo sacerdote con Grato; véase Ant. XVIII, 34.
[iv] Tácito atribuye el motivo de la demora a la espera de que hubiera vientos veraniegos que garantizaran la bonanza del viaje; véase Hist. IV, 81.
[v] Josefo, Guerra V, 1, 1-5; Tácito, Hist. V, 12. La noticia ha sido transmitida también en la literatura rabínica, véase bGit. 56a; Eccl. R. 7, 11.
[vi] Taa. 4, 6, presenta el cese del sacrificio perpetuo como uno de los cinco desastres acontecidos el 17 de Tammuz.
[vii] Las fuentes rabínicas difieren de Josefo en la datación de la toma del Templo. Taa. 4, 6 fija el día de la destrucción el 9 de Ab; bTaa. 29a, la retrocede incluso al 8 de Ab, quizá por hacerla coincidir con el momento en que Tito quemó las puertas.
[viii] Crónicas II, 30, 6-7. Sobre el mismo, véase H. W. Montefiore, «Sulpicius Severus and Titus’ Council of War», en Historia, 11, 1962, pp. 156 y ss.
[ix] Josefo, Guerra VI, 6, 1 y ss.; Suetonio, Tito V; Dión LXVI, 7, 2; Orosio , VII, 9, 6.
August 22, 2015
O for a thousand tongues to sing
Que fuera capaz de escribir más de un millar de himnos y que resulten excelentes es buena prueba de ello. Es el caso del que traigo hoy. Buen conocedor de la Biblia, Charles Wesley sabía que ésta enseña no la doctrina de una salvación por obras sino la de una salvación por gracia, apropiada a través de la fe y no por obras para que nadie se jacte (Efesios 2: 8-9). En otras palabras, la salvación es posible no por nuestros méritos - ¿cuáles sin quebrantamos continuamente la ley de Dios? – si no por la gracia, por el amor gratuito, por la bondad inmerecida de Dios. Es esa circunstancia a la que se refiere Wesley en esta canción y lo hace advirtiendo que ni un millar de lenguas entonando al unísono serían suficientes para describir la maravillosa gracia de Dios. Ciertamente es así y lo sabe cualquiera que es mínimamente consciente de lo que significa realmente el pecado y de lo que implicó para Dios enviar a Su Hijo de manera que el que crea en El no se pierda sino que tenga vida eterna (Juan 3: 16).
Les dejo con dos versiones del himno – no conozco versión española, pero eso no quiere decir que no exista – la primera es más clásica y es entonada por el coro de una iglesia bautista; la segunda, más actual, es entonada por la David Crowder Band. Les deseo que las disfruten y, sobre todo, que reflexionen en su mensaje. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Ésta es la versión del coro de una iglesia bautista
www.youtube.com/watch?v=3Bm0b1745vA
Y ésta es la de la David Crowder Band
August 20, 2015
Francisco Franco, el caudillo
En ambas afirmaciones hay parte de verdad, pero no toda la verdad. Franco fue fundamentalmente un militar marcado como tantos otros – Kitchener y Pétain, sin ir más lejos – por la experiencia colonial africana. Aunque muy cercano a Alfonso XIII, aceptó la república a pesar del cierre de la academia militar de Zaragoza que había fundado y de su descenso en el escalafón. Lejos de apoyar la idea del golpe contra el Frente popular, prácticamente hasta mayo de 1936 esperó llegar a una solución incruenta y, sumado a los golpistas, para si solicitó únicamente el Alto Comisariado en Marruecos. La muerte de Sanjurjo en un accidente aéreo y el avance del ejército de África hacia Madrid le abrieron el camino para convertirse en jefe de estado en septiembre de 1936. La victoria lo afianzó en un poder desde el que logró sobrevivir a la derrota del Eje en la II Guerra mundial a pesar de sus relaciones con Hitler y Mussolini. Sus primeros veinte años de gobierno constituyeron un periodo de miseria que concluyó con España al borde de la quiebra. Es ese un aspecto de su régimen que no se puede olvidar si se desea emitir sobre él un juicio equilibrado: más de la mitad constituyó un fracaso total marcado por la represión, el control asfixiante de la iglesia católica denunciado incluso por algunos de los franquistas y una visión económica fracasada e intervencionista que casi podría calificarse de “socialismo de camisa azul”. De esa situación nada envidiable, salió el régimen franquista gracias a los tecnócratas del Opus que pusieron en marcha el Plan de estabilización, clave para el desarrollo de los años sesenta. Fue aquel avance económico – respaldado por la presencia de dos millones de emigrantes en el extranjero y la limitada presencia femenina en el mundo laboral – el que permitió acercarse al pleno empleo, avanzar económicamente y legitimar el régimen ante muchos españoles ansiosos de superar en todos los sentidos la guerra civil. De hecho, no deja de ser revelador que la verdadera oposición a Franco se concentrara en el PCE y, en los últimos tiempos, en la banda terrorista ETA ni tampoco que muchos de sus detractores posteriores se aprovecharan previamente de las prebendas otorgadas por la dictadura. Franco habría deseado la continuidad del Régimen del 18 de julio a través de Juan Carlos. Las fuentes al respecto son irrefutables por más que muchos se empeñen en repetir que Franco trajo la democracia. Franco quiso perpetuar lo que no era posible prolongar. De la iglesia católica a los poderes económicos pasando por la mayoría de la población, nadie creía en un franquismo sin Franco. En 1973, el gobierno no supo responder a la crisis del petróleo y la nación entró en una crisis económica que fue previa al final del régimen y que se prolongaría años. En noviembre de 1975, mientras Marruecos se apoderaba del Sahara, Franco exhaló su último aliento. El sistema que había nacido con él, sin embargo, había muerto mucho antes.
Próxima semana: Severo Ochoa
August 19, 2015
Desde el Tíbet (V): El Potala
Con todos los matices que se desee hacer, la comparación es muy ajustada a la realidad ya que el lamaísmo es una de las tres teocracias existentes a día de hoy – las otras dos son el estado Vaticano y la república islámica de Irán – pretende ser la única versión acertada del budismo a diferencia de otras que son heréticas o desprendidas del tronco original y sigue manteniendo una vinculación entre el poder religioso y el estatal. Hay más paralelos pero a ellos me referiré en sucesivas entregas.
En el siglo VII, cuando Europa no había salido aún de la Edad Oscura y todavía no había recibido el impacto del islam, se asentaron los cimientos del Potala. Con todo, su ampliación hasta las dimensiones actuales no tuvo lugar hasta el siglo XVII. Su altura es de poco menos de 116 metros – la altura es muy importante para ciertas visiones espirituales y si no véase la de la cúpula de la basílica de san Pedro en Roma – con trece pisos. El impacto visual del Potala es, sin embargo, mayor que el de cualquier otro edificio que yo conozca y da lo mismo que hablemos del Kremlin, la basílica de san Pedro en Roma o el Taj Mahal. Puede no ser tan hermoso o tan extenso, pero la sensación de poderío es mucho mayor y lo es en la medida en que está situado sobre una colina, circunstancia que acrecienta su imagen de dominio. Para colmo, está erigido frente a un valle absolutamente plano, con edificios bajos. En la actualidad, esos edificios son modernos gracias a la labor de los chinos, pero hasta mediados de la década de los cincuenta del siglo pasado eran casuchas miserables que quedaron reflejadas, por ejemplo, en las fotografías realizadas por las expediciones enviadas por el III Reich al Tíbet. El contraste resulta ahora impresionante y en aquel entonces debía ser totalmente abrumador. A un lado, los fieles humildes (y más que míseros) y al otro, el Dalai Lama, reencarnación de los Dalai lamas anteriores.
La subida al Potala es agotadora como podrá entender el lector y sus palacios – el rojo y el blanco – resultan modestos en comparación con los europeos o los de naciones como China o India. Por otro lado – y es lógico – el aspecto religioso devora totalmente el político. En todas y cada una de las salas hay lamas que oran, que leen de libros sagrados o que recogen dinero porque una de las características innegables de los templos lamaístas es que la gente no deja de entregar donativos a los lamas o prenderlos en las puertas o arrojarlos a los pies de las imágenes. Si los chinos tienen limitada la libertad religiosa no será en el Potala, en Lhasa o entre los lamas. La gente se inclina ante el trono del Dalai Lama como los creyentes de otras religiones lo harían ante otros y no hay ningún policía o soldado chino vigilando o impidiéndolo. Por el contrario, es normal encontrar retratos del Dalai Lama en restaurantes y comercios con ofrendas en su honor. Piense cualquiera lo que hubiera sucedido en un comercio de la época de Franco donde alguien hubiera colgado un retrato de la Pasionaria y saque sus consecuencias sobre la conducta del gobierno chino hacia los lamas. De ese tema volveré a hablar porque no cabe duda de que la idea que existe en Occidente sobre los lamas, el Dalai Lama y la situación del Tíbet dista mucho de corresponderse con la realidad. Ignoro si en la universidad del Tíbet – construida por los chinos – y en sus escuelas – debidas también a los chinos – se enseña el materialismo científico, pero lo que sí puedo afirmar es que peregrinos arrastrándose por el suelo, ancianas llevando rosarios, nómadas con la rueda de rezos o lamas recibiendo dinero y muestras de respeto son algo que se ve de continuo, eso por no mencionar los templos donde no sólo abundan los monjes sino que los billetes, el culto a las imágenes y las plegarias son más que abundantes. Yo, desde luego, he conocido – y vivido – experiencias de tolerancia – que no libertad - religiosa mucho más limitada que la que tienen los seguidores del Dalai Lama en el Tíbet.
Lo que era este lugar del mundo antes del regreso de los chinos a mediados del siglo pasado lo sigue diciendo el Potala a día de hoy: una teocracia en la que una clase clerical dominaba al pueblo manteniéndolo en la ignorancia más absoluta y en una miseria aterradora a la vez que le enseñaba que era la única versión acertada y la más antigua del budismo – ambas afirmaciones falsas – por lo cual la sumisión absoluta a los lamas era no sólo buena sino deseable como garantía de la felicidad. Los paralelos a ese tipo de dominio no han sido pocos a lo largo de la Historia.
CONTINUARÁ
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