Leonardo Padrón's Blog, page 28
July 22, 2015
‹‹Yo no me voy… yo me quedo aquí››
El próximo miércoles 29 de julio, a las 6:00 de la tarde se abre nuevamente el espacio para el diálogo, el debate y la reflexión ciudadana en la Plaza Los Palos Grandes. Esquina de ideas impulsa esta vez una conversación sobre la perspectiva del venezolano que quiere permanecer en el país, trabaja en positivo en medio de las dificultades e incluso emprender nuevos y exitosos proyectos. El escritor, poeta y guionista Leonardo Padrón y el ingeniero industrial y actual Presidente de Fedecámaras, Jorge Roig, pondrán en perspectivas las oportunidades que brinda el país para la enorme cantidad de venezolanos que legítimamente trabajan día a día en diferentes sectores para contribuir a la sostenibilidad y recuperación del aparato productivo de Venezuela. Las cifras de emigración en el país son alarmantes, sobre todo las de jóvenes profesionales que buscan en otras tierras una alternativa de vida y oportunidades laborales. Gremios y universidades alertan constantemente sobre más de 800.000 venezolanos en su mayoría entre 25 y 40 años, con títulos universitarios y estudios de postgrado, que para el 2014 han partido. Inflación, escasez e inseguridad son algunas de las legítimas razones que empujan a los venezolanos a salir del país pero… ¿y los que se quedan? “Yo no me voy… yo me quedo aquí” es la nueva sesión del foro que pretende poner en el tapete este tema y plantear objetivos y argumentos sobre por qué vale la pena apostar por el país y quedarse. Promover la discusión en positivo de los temas que inquietan o interesan a los venezolanos, recuperar los espacios públicos para el sano y productivo intercambio de ideas e información, y estimular el conocimiento y la participación, son los objetivos de los foros Esquina de Ideas, una suerte de ágora moderna creada por Cultura Chacao que busca propiciar el interés ciudadano y estimular el diálogo de la mano de especialistas y líderes en diferentes áreas. Cultura Chacao propicia nuevamente con el foro Esquina de Ideas, un encuentro ciudadano para activar el intercambio positivo, productivo y constructivo, y que en este caso permita a los interesados participar en un diálogo público sobre unos de los temas que más inquietan en la Venezuela de hoy. La cita es el próximo martes 21 de julio, a las 6 pm en los espacios de la Plaza Los Palos Grandes, en la tercera avenida de Los Palos Grandes, entre 2da y 3ra transversal. La entrada es libre y la plaza cuenta con estacionamiento subterráneo. Con información de nota de prensa
Información: Nota de prensa
July 15, 2015
3er Festival de Música Contemporanea Caracas en Contratiempo
Este 26 de julio se presentará “El Des-Concierto” con Leonardo Padrón, Mariaca Semprún y Aquiles Báez en el 3er Festival de Música Contemporanea Caracas en Contratiempo. El encuentro se llevará a cabo en la Plaza Sur de Altamira a las 4:00pm.
July 11, 2015
Periodistas imposibles
La cita con Jorge Ramos fue en Univisión, su lugar de trabajo desde 1986. Allí es el ancla estrella de las noticias. Dentro de dos horas debía transmitir el noticiero de la principal cadena hispana de televisión en los Estados Unidos. Parecía tiempo suficiente para conversar sobre el oficio del periodismo. Pero mi operador de audio estaba enfrascado en una feroz lucha con un aparato que no conocía. El tiempo avanzaba y Ramos podría aparecer en cualquier momento. Y lo hizo. El técnico comenzó a envejecer de angustia. Y yo con él. Si no lograba que el micrófono funcionara, la entrevista fracasaría sin haber nacido.
Entretuve a Jorge Ramos mientras de reojo vigilaba los afanes del operador. El tiempo daba zancadas sin piedad. Pronto entraríamos en cuenta regresiva. No tenía otro día para entrevistarlo. Decidí confesarle el inconveniente técnico. Ramos buscó ayuda, preguntó en uno y otro lado para resolver el escollo. Finalmente, el operador resolvió el problema luego de una llamada telefónica a Unión Radio en Caracas.
La entrevista para mi programa radial Los Imposibles pudo comenzar. A esas alturas, ya veinte canas nuevas reinaban en mi cabeza.
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Jorge Ramos venía de unos días agitados. La revista Time lo acababa de seleccionar como una de las 100 personas más influyentes del mundo. Sus palabras dichas en la gala de la revista causaron revuelo. Allí acusó al presidente mexicano Peña Nieto de corrupto y le recordó que miles de mexicanos pedían su renuncia. Lo dijo en español y en inglés. También se refirió a Venezuela: “Nicolás Maduro libere a Leopoldo López y todos los presos políticos. Sólo en las dictaduras hay presos políticos”.
La elección de Time se basa no sólo en su labor periodística, Jorge Ramos se ha convertido en voz de millones de inmigrantes que buscan salir del manto de invisibilidad que históricamente han sufrido. Se ha dedicado durante años a lidiar con firmeza para que el gobierno de Obama apruebe la reforma migratoria y para que se legalice la situación de toneladas de indocumentados que viven en los Estados Unidos. Usa dos palabras para definirse: periodista, inmigrante.
A Jorge Ramos le gusta interpelar al poder: “Cuando entrevistamos a alguien poderoso hay que hacerlo como si fuera la última vez”. Esta premisa le ha permitido confrontar al mismísimo Barack Obama y reclamarle el olvido de su promesa electoral sobre la reforma migratoria. Luego supo que el señalamiento incomodó al presidente de los Estados Unidos: “Pero no temo represalias del gobierno por mi pregunta. En este país eso no sucede”. Obama, a diferencia de otros mandatarios, le ha vuelto a dar entrevistas.
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La única vez que logró acceder a Fidel Castro la entrevista duró 1 minuto y 6 segundos. Lo avistó saliendo de su cabaña con su tropa de escoltas en un hotel
en Panamá en una cumbre de presidentes. Apuró al camarógrafo y abordó a Castro con el micrófono en ristre. A la primera pregunta Fidel le posó un brazo sobre sus hombros. Vio sus uñas largas y blancas al lado de su rostro. Con sutileza, Ramos se deshizo del abrazo. Entendió la estrategia en el acto. Fidel buscaba neutralizarlo. Invadirlo con su repentino afecto. Ramos lanzó una pregunta poco complaciente y Fidel repitió el gesto de rodear sus hombros. Ramos se escurrió de nuevo. Entonces intervinieron los escoltas. Se interpusieron entre ambos, sin dejar de caminar. Uno de ellos lo golpeó en el estómago, sin estridencias. Fidel se alejó saludando a sus admiradores. Fin de la entrevista. 1 minuto, 6 segundos.
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A Chávez también lo entrevistó. Y también tuvo que lidiar con su intolerancia. Fue en 1999. Aún el país estaba de luna de miel con su victoria electoral. Ramos me relata las tres mentiras que Chávez le descolgó en la entrevista. A la pregunta “¿Usted está dispuesto a entregar el poder después de cinco años?”, Chávez respondió: “Claro que estoy dispuesto a entregarlo”. Ramos recuerda cómo Chávez procuró el cambio de la constitución para poder reelegirse. La segunda mentira fue cuando Chávez le garantizó que no pensaba nacionalizar ninguna empresa privada. Y la tercera fue “cuando le pregunté a Chávez si nacionalizaría algún medio de comunicación. Volvió a mentir. “No”, respondió. “Basta con el medio del estado. El estado tiene el canal 8, Venezolana de Televisión…(con) los demás canales yo tengo las mejores relaciones…deben seguir siendo privados”. Esa es la misma entrevista donde Chávez le afirmó que Cuba era una dictadura. Y es el mismo presidente que mintió sobre su salud para lanzarse a una tercera campaña electoral y ganarla sin confesarle al país la ruina que ya era su cuerpo.
Para Jorge Ramos el periodista tiene una función social: evitar el abuso de poder. “El periodista que come en la misma mesa que el poderoso se está tragando su credibilidad”, sostiene.
En uno de sus primeros libros, “Lo Que Vi, Experiencias de un periodista alrededor del mundo”, Ramos confiesa una estrategia para no intimidarse ante los dueños del poder: “Desarrollé la costumbre de imaginarme a los presidentes en sus detalles más comunes: en calzones y calcetines, con pelos en las orejas, dolor de espalda, diarreas, problemas conyugales…así los ponía bajo una dimensión más humana”. Vale la pena ver el video de una de sus entrevistas con Chávez. Este gruñía, se ponía estridente, insultante y Ramos proseguía imperturbable. Es parte de su firma. Interroga como si jugara póker.
Al final del encuentro, luego de despedirnos, volteé a ver al operador de audio y le pregunté, con inquietud: “Todo esto se grabó, ¿no?”.
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Al día siguiente, tuve la oportunidad de entrevistar a Jaime Bayly en su casa en Key Biscayne. Nos recibió su esposa, Silvia Nuñez del Arco, una hermosa y joven escritora que parece combinar a la perfección con el desparpajo existencial de Bayly. Nos llevó al jardín de la casa y al instante apareció Bayly, enorme, desaliñado y con el sopor de quien viene del dentista. Llegó sin su pollina habitual, con sus cejas desmelenadas y una incesante oferta de café, dulce o vino. Ya nos conocíamos. Yo había tenido el honor de estar en su programa y había un primer puente de afecto mutuo.
Luego del primer intercambio de frases, volvió al interior de la casa y reapareció con dos gigantescos potes de insecticida en sus manos. Uno para cada quien. Garantizó que seríamos atacados en breve por una horda de mosquitos. Nos acercábamos al sol de las seis de la tarde. Mientras respondía con su habitual franqueza sobre temas espinosos como su bisexualidad o el estupor de la sociedad limeña ante su primer libro, “No se lo digas a nadie”, Bayly rociaba sus respuestas con fogonazos de insecticida. Resultó un guerrero empecinado. Al ver que un mosquito caía al suelo, aún vivo, se inclinaba y con su dedo pulgar lo aplastaba sin misericordia. Esto último mientras me hablaba de su memorable encuentro con Jorge Luis Borges.
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El desenfado parece ser el principal ingrediente del ADN de Jaime Bayly. Con sorna, me habla de su “angustia” al pensar que ya se está quedando sin escándalos que ventilar en su profuso catálogo. Ha hecho de la televisión la plaza mayor de su irreverencia, pero en la conversación deja claro que su afán más preciado es la literatura. Le pregunto por el estigma de la televisión versus el prestigio literario. Bayly dice que le parece sospechoso que siempre los más enconados críticos de su obra suelen ser peruanos y pertenecientes a la misma generación literaria. Agradece la generosidad de Varga Llosa quien llevó su primer manuscrito a Seix Barral para que lo publicaran. Asegura que su obra no entrará al galpón de la inmortalidad, pero igual no deja de escribir incesantemente.
Fueron dos horas donde no apeló a su sonrisa socarrona, esa que usa en su programa de televisión para desarmar a los entrevistados arrogantes o insustanciales. La misma que usa también para interpelar al poder. Sus episodios con Alan García y Alejandro Toledo fueron notables en ese sentido. Le costaron la pérdida de su trabajo o el exilio. Jaime Bayly recuerda la entrevista hecha a un actor venezolano que se perturbó cuando le preguntó si era chavista. “No me gusta la gente jabonosa. ¿Cuál era el problema en reconocer su filiación política?”
Todavía el sol deambulaba risueño y eran las 7 de la noche en las arenas de Key Biscayne. Los mosquitos seguían cayendo derrotados por el ataque sin pausa de Jaime Bayly. Me acababa de conceder una entrevista plena de confesiones y desfachatez. No esperaba menos.
Me alejé de Miami con el gusto de haber entrevistado a dos periodistas de raza. Cada cual con un estilo muy personal. Ambos adictos a la verdad y alérgicos a las vilezas del poder.
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Mientras convenzo al GPS de que me lleve a mi destino, pienso en los acosos que sufre el periodismo en Latinoamérica, en el cinismo del presidente de Conatel afirmando ante la ONU que en Venezuela no se ha cerrado ningún medio de comunicación, en José Vicente Rangel recibiendo el Premio Nacional de Periodismo y diciendo que “hoy se garantiza plenamente la libertad de expresión” en el país. Pienso en la encuesta de Medianálisis sobre el ejercicio del periodismo en Venezuela donde el 48% de los periodistas reconoce “recibir instrucciones significativas para modificar la forma y el contenido de informaciones ya verificadas”, y un 49% acepta haberse autocensurado. Pienso en la infinidad de periodistas que han perdido su trabajo o han tenido que exiliarse. Pienso en la asfixia económica, la amenaza y la intimidación cotidiana a los medios de comunicación de mi país.
¿Cuánto tiempo durarían Jorge Ramos o Jaime Bayly en un canal de televisión en Venezuela?
Leonardo Padrón
July 1, 2015
El Club de los Porfiaos vuelve en julio
El Club de los Porfiaos regresa este 4 y 5 de julio al Centro Cultural BOD de La Castellana. El sábado 4 de julio a las 6:00p.m. y el domingo 5 con dos funciones, a las 11:30a.m. y a las 6:00p.m.
Entradas a la venta en www.ticketmundo.com
http://www.ticketmundo.com/Evento/el-club-de-los-porfiaos/2978
June 30, 2015
El Club de los Porfiaos
Un espectáculo de César Miguel Rondón quien, junto a Leonardo Padrón, invita al espectador a viajar por los territorios del despecho, el desamor y el amor; del fracaso y el triunfo; del desarraigo y el arraigo; del miedo y el valor; de la tristeza y la alegría; de la soledad y la incertidumbre y de la amistad y la certeza; de la oscuridad y la luz; del desconsuelo y el consuelo.
Un recorrido que se hace con buenas dosis de humor, poesía y, sobre todo, música.
Los talentosos Mariaca Semprún, y Rolando Padilla, respaldados por un trabuco de maestros como Alfredo Naranjo y Aquiles Báez, junto a Adolfo Herrera, Carlos Rodríguez y Leowaldo Aldana se pasean por igual por la salsa, el tango, el bolero, el jazz, la bossanova, el rock y hasta las rancheras mexicanas.
Pero tenemos Tania
Un homenaje en vida por sus 40 años de trayectoria profesional, conducido por Leonardo Padrón y Claudio Nazoa, entrañables amigos de la artista que ha cautivado los corazones de los venezolanos durante más de cuatro décadas.
El evento cuenta con la participación de Gledys Ibarra, Mariaca Semprún, Marialejandra Martín, Caridad Canelón, Mariángel Ruiz, Carlota Sosa y Amanda Gutiérrez, interpretando fragmentos de algunos monólogos que la propia Tania ha seleccionado y que forman parte de la exitosa carrera que inició junto a dos grandes dramaturgos: José Ignacio Cabrujas y Fausto Verdial; bajo la dirección del Profesor Briceño y La Producción Ejecutiva de Jorgita Rodríguez
June 29, 2015
En Escena Prueba
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June 13, 2015
Lo que se escucha
“Todo lo veo perfectamente borroso”,
Javier Corcobado.
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Se cuenta que cierto artista de vehemencia revolucionaria, ahora ungido de lo que antes no, regala relojes de marca a sus amigos más cercanos, preferiblemente Rolex. No es cuestionable tanta generosidad, pero asombra la bonanza. Y no suena muy socialista el gesto, sino a pavoneo de jeque árabe, sobre todo en un país donde todo escasea. Lebron James, el basquetbolista estrella de la NBA, le regala AppleWatches a sus compañeros de equipo, pero se entiende el derroche: sólo el año pasado se ganó 62 millones de dólares.
Me detallan de otro artista, igual de camarada, que anda explorando – corredora de bienes mediante- el sureste de Caracas en busca de una casa que combine con la holgura de su nuevo quince y último. El chisme adquiere ribetes sólidos cuando la propia corredora tuvo a bien confesarle a una actriz el nombre del colega que quería adquirir el espacioso inmueble: “A lo mejor no te va a gustar cuando te diga quién quiere comprar tu casa”. La transacción no avanzó un centímetro más. La dignidad también existe.
Si visitas Galipan algunos te hablan de la mansión que se construye un diputado oficialista, muy afecto a las cámaras, por cierto. La gente lo ha visto sucesivas veces decidiendo un giro arquitectónico o apurando el avance de la obra. También lo han observado en televisión desaguando amenazas contra sus adversarios políticos, siempre en base a la inquebrantable ética de la revolución.
Los cuentos crecen, se multiplican, pero no mueren.
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Hay ciertos personajes que la naturaleza de su oficio los torna esenciales pero invisibles. Se trata de los músicos, mesoneros, cocineros, escoltas, choferes o pilotos.
Son los silenciosos testigos del poder y la riqueza. Así como han conocido los lujos de los millonarios de siempre y los dominios de los políticos también se han topado con el dispendio de los boliburgueses, el engreimiento de los nuevos ricos socialistas y la jactancia de los enchufados. Los mesoneros suelen escuchar fragmentos de conversaciones donde se fraguan decisiones, guisos o componendas. Una bandeja con hielo puede llegar justo cuando se menciona una cifra de ocho ceros para coronar una transacción; los tequeños pueden aparecer en el instante del dato político clave; el café expreso puede sobrevenir cuando se está ordenando el próximo allanamiento. Y así los otros personajes. Han oído infinidad de conversaciones llevando a sus jefes al aeropuerto, sirviéndoles el rissoto en pleno almuerzo de negocios, piloteando sus aviones, tocando standards de jazz o viejos merengues en sus festejos. Son reservorios de un costal de secretos e información altamente combustible.
Un tecladista amigo, que suele matar tigres en todo tipo de selva, me relataba que en una misma semana había tocado en el cumpleaños de un notable oficialista y días después en el aniversario de boda de un connotado opositor. Me insistió en su pasmo al ver la “mamarra de casa” que posee un diputado de verbo rojo que suele esgrimir frenéticos discursos contra “el flagelo de la corrupción”. Desgranó detalles sobre la ampulosidad de la piscina, el esplendor de los muebles, la profusión de obras de arte. Los músicos llegan, sin proponérselo, a zonas reservadas para el misterio y la especulación.
Nunca olvidaré cuando entrevisté al maestro Renato Capriles, el director de la popular Orquesta Los Melódicos, y me confesó que durante 16 años tocó para la mafia del narcotráfico en Colombia. Incluso, en una de esas ocasiones, compartió la tanda musical con Lola Flores y los Rolling Stones. Todo lo que vio fue para la perplejidad.
Los músicos hacen su música, mientras el resto de sus sentidos observa.
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La guinda. Un ingeniero de sonido me cuenta que la noche anterior le escribió a su prima por whatsaap para consultarle un dato. Ella, azorada, le dijo que le escribía luego. Estaba en una fiesta en casa de otro artista de la revolución. Al día siguiente le contó un episodio revelador. En la reunión había tres ministros del gabinete de gobierno. Compartían tragos y música. Ya en el tercer whisky hacían mofa del jefe de ellos, es decir, del presidente de la República. Incurrían en las mismas burlas que suelen poblar las redes sociales y las gargantas del humor nacional.
Cosas así se escuchan en la calle.
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Ya es mucha la gente que ha oído lo que realmente piensan ciertos personeros del gobierno sobre el rumbo del país. Algunos lo asoman, en modo confidencia, al borde de un café. Otros confiesan que la guerra económica es sólo un argumento retórico para escamotear responsabilidades. La única batalla en curso es la terquedad del heredero versus la sensatez que exige el país. Hablan de su rigidez ideológica. Su patinar en el viejo lodo de la historia. Comentan también las otras batallas, esas que se dan puertas adentro del poder, y que cada vez son más notorias. Esas que complican aún más la maraña, el remolino. Dicen, y bajan la voz, que el país es inviable. Lo asegura el académico marxista que alguna vez ocupó la escena pública. Lo susurra alguien vestido de verde olivo. Lo confirma un viejo gurú político en modo backstage. No les gusta el accionar del presidente, ni cómo se le atascan los gritos en la ineficacia.
Pero no se atreven a caer en desgracia. El poder no acepta sincericidios, así sean tardíos. Que lo digan los ex ministros Giordani, Hector Navarro y Ana Elisa Osorio o los miembros de Marea Socialista. Callar es más cómodo. Y más rentable.
Que se joda el país.
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4 pm. Jueves. Centro Comercial Ciudad Tamanaco. Veo a una mujer madura que entra a una zapatería, se sienta en un mueble, no busca zapatos, no señala ningún modelo. Se pone a llorar. Los empleados de la tienda se paralizan. No saben qué hacer. Deciden no interrumpirla. Al minuto enjuga sus ojos. Se levanta y sigue su camino. No da explicaciones. Sólo necesitaba llorar sentada.
¿Cuánta gente llora el país así, de repente, en mitad de un jueves cualquiera?
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Días trepidantes en el reino del absurdo.
Decenas de personas en huelga de hambre. Una madre y un niño son tragados por un hueco en una calle de Coro. Una turba oficialista lanza a un camarógrafo desde un segundo piso, sufre fractura craneal, pero no importa, es apenas una riña. Una banda criminal en la Cota 905 quema nueve motos de la policía y amenaza con derrumbar un helicóptero del Sebin, que huye espantado. Paro de transporte en ocho estados del país. Los útiles escolares diez veces más caros. La inflación llega a 108%. Detienen a ocho policías (PNB) por secuestro de un comerciante en Vargas. Las clínicas piden a los pacientes que importen sus insumos. Las reservas internacionales caen 49 millones de dólares diariamente. Los taxistas en Margarita colocan una urna en mitad de la calle y paralizan la isla en protesta por el asesinato de cuatro compañeros de trabajo en apenas 20 días. Un cacique pemón se sienta, ataviado con sus galas milenarias, sobre la pista de aterrizaje del parque Canaima. Es un símbolo que protesta contra la minería ilegal que está acabando con una de las zonas más hermosas del mundo.
Mientras tanto algunos construyen sus palacetes.
En la calle se escucha que ya nadie aguanta.
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La inseguridad expande su mancha de sangre a toda velocidad. No hay rincón a salvo. En la zona donde vivo ha habido una escalofriante sucesión de secuestros. La comunidad pidió reunirse con la policía. Uno de los agentes hizo una confesión dramática: “No hay policías. Nadie quiere ser policía en este país”. Más allá de la desoladora sentencia se articularon varias medidas. Todos nos convertiremos en ojos, en espías de lo extraño, en alarma de lo sospechoso. Resulta inédito ver a vecinos que ni siquiera se conocen de vista reuniéndose, buscando soluciones, haciendo lo que no hace el gobierno.
Días después Maduro confiesa que su ingenuo llamado al hampa para deponer las armas no funcionó. Añade la extravagante tesis de que la oposición le paga con droga a las bandas criminales. ¿Necesitan los malandros y criminales que Voluntad Popular, Primero Justicia o Copei les consigan un alijo de cocaína o una panela de marihuana? ¿Por qué insultar tanto la inteligencia del venezolano?
De nuevo en cadena nacional Maduro se empina para asegurar que a Bolívar y a Sucre los asesinó Santander. San-tan-der, dice así. Añade “sinónimos”: la oligarquía, la derecha.
Otra vez Bolívar vuelve a ser asesinado. Pero quien muere realmente aquí todos los días es la patria. Esa famosa patria que llena las arengas de la fracasada revolución bolivariana.
El régimen se ufana de sus patriotas cooperantes. Pero ya aquí todos somos testigos de todo.
Lo que se escucha es tan fuerte.
Leonardo Padrón
May 30, 2015
El hombre del papagayo
Hace ya diez años en una multitudinaria marcha en contra del gobierno de Hugo Chávez un hombre llamó la atención de todos. Portaba un inusual papagayo que llevaba escrita la palabra libertad. El hombre marchaba en silencio. El enorme papagayo hablaba por él. La gente le sonreía, le tomaba fotos, lo aplaudía. Desde entonces hasta el asfalto de hoy no hay concentración o marcha de la oposición donde Rafael Araujo y su papagayo no estén. Su ingenio ha transformado un emblema universal de la infancia en una herramienta de protesta y reflexión.
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Papagayo 1: “Si Maduro es el presidente, yo soy el pájaro loco”
Rafael Araujo suele recorrer Caracas con la voz sediciosa de su papagayo. Es mejor que una pancarta, dice. La pancarta alcanza dos, tres metros. Un papagayo logra 30 metros de altura, o más, porque se eleva a través de las redes sociales y llega al resto del país.
Papagayo 2: “No dejaremos solos a los estudiantes”.
El papagayo refulge en mitad de la masa. Los colores son vistosos. Tarda un día en hacerlo. Suele conservar la misma estructura, hasta que aguante. Lo demás es ingenio, calle y tenacidad.
Papagayo 3: “Jueza Afiuni, perdóname por hacer tan poco”.
Caña amarga en las quebradas. Verada en los mercados populares. Papilo y papel de seda en la Plaza de San Jacinto. Papel bond muchas veces. A veces los niños le piden que les regale el papagayo. No puede. Sería quedarse mudo. Sin propósito.
Papagayo 4: “Guyana perforará nuestro Esequibo, ¿lo permitiremos?”.
La gente ya lo reclama, lo busca con la vista, posa con él para las fotos. En Quebrada Honda un indigente apenas lo vio le preguntó “¿Y el papagayo?”. Es un ícono ambulante de la ciudad.
Papagayo 5: “El pueblo se la/menta al gobierno en la cola”
Sus frases oscilan entre el humor, la solidaridad y el reclamo. No hay tema de la realidad nacional que le sea ajeno. El código de su protesta es tan pacífico como poderoso. Son diez años, más de 6 mil papagayos y los zapatos rotos de tanto caminar.
Papagayo 6: “Yo creí que esta corredera era porque había comida”
Rafael Araujo es un papagayo de 61 años.
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El día de nuestro encuentro quise diseñar una coincidencia. Lo cité a un viejo café del Centro Comercial Chacaíto llamado “Papagayo”. Intenté un gesto lúdico. Pero la realidad impone sus reglas: el local abría a mediodía (eran las 10 am) y ahora tiene otro nombre. El gesto fracasó. En cinco minutos estábamos sentados en otro café.
Le sugerí que recostara el papagayo a una silla para que estuviera más cómodo. No quiso soltarlo: “Es mi lazarillo, ya no puedo estar sin él. Con el papagayo soy otra persona, me transformo. Sin él, soy un ser anónimo. Cuando no lo cargo nadie me reconoce. Es como Clark Kent y Superman. Con lentes o con capa”. Durante la conversación saca a pasear su sentido del humor, y vuela alto.
Papagayo 7: “Los miércoles no puedo hacer un co… Me toca cola por el número de cédula”.
Un militar de boina roja se detiene y lee el papagayo. La frase cuestiona todo lo que él representa pero no puede evitar la sonrisa. Es uno de los méritos del papagayo: invariablemente, construye una sonrisa.
No pertenece a ningún partido político, a pesar de que se lo han propuesto. “Es mejor ser libre, y así estoy con todos”. Como el papagayo que lo acompaña.
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Papagayo 8: “Franklin Brito por ti seguimos”.
“Hice el papagayo y se lo llevé a la OEA, donde estaba en huelga de hambre. Le gustó mucho. Después murió y yo no cambié el papagayo”. Para Araujo, el caso Franklin Brito, un agricultor de 49 años que murió luego de sucesivas huelgas de hambre en protesta por la expropiación de sus tierras por parte del gobierno, concentraba el problema de Venezuela. “A él se le violaron todos los derechos: derecho a la propiedad, derecho a la protesta, al trabajo, a la familia, y por último, derecho a la vida”.
Dice Araujo: “Siempre hay algo fundamental en la vida de uno. Pueden ser los hijos, la familia. Para él era el amor a la tierra. O simplemente la dignidad. Sin dignidad para qué se vive”. Llegó a pensar que con la muerte de Franklin Brito el gobierno caería. Creyó que las calles explotarían de indignación. Pero nada pasó. O sí, todo sigue peor.
“Después de Franklin Brito comencé a hacer papagayos con otros mensajes, porque siempre hay problemas nuevos. Esto parece una guerra. Una guerra sin guerra y una revolución sin revolución”, sentencia.
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Papagayo 9: “Dios proveerá y Marx multiplicará los panes”.
Rafael Araujo no sonríe en las fotos. Escasamente lo hace. Me recuerda la frase de Tabucchi: “cuando sonríe parece triste”. Ha construido su propia forma de lucha. Sin micrófonos ni partidos políticos, sin trancar calles, sin incendiar la pradera. Su reclamo vuela más alto que cien tuits. Sabe titular con la eficacia de un periodista.
El hombre del papagayo parece rescatar el uso ancestral de “los pájaros del viento”, como se les llamaba en China hace dos mil años. Entonces era usado para el envió de señales durante las guerras. Hoy, Rafael Araujo, libra su propia guerra contra el régimen con una originalidad tal que remueve las aguas de nuestra infancia.
Un solitario de la resistencia luminosa.
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La noche anterior vi la película “Good bye, Lenin!”. Pasa de nuevo frente a mis ojos la imagen de la estatua de Lenin sobrevolando Berlín colgada de un helicóptero, como un papagayo que se aleja del fracaso comunista.
Mientras tanto, en Venezuela, un anacrónico tren de gobierno dice “¡Hola, Lenin!”.
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Papagayo 10: “Haré la cola como un pendejo para conseguir comida”.
Dice que ese ha sido el más exitoso. Todo el mundo se sintió reflejado. Piensa que la gente está más indignada que antes, pero ya no lo expresa. Hay miedo. “El miedo es parte de la vida”.
Hace poco pensó un nuevo letrero para su papagayo, pero se autocensuró. Iba a decir:
Papagayo 11: “En Venezuela la corrupción es un Dios”.
Le pregunto por qué no lo hizo. “Lo que pasa es que ahorita esa gente está peligrosa”, dice y baja la voz.
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Antes le decían loco. “Yo no sabía que en la calle había tantos psiquiatras, porque apenas de verlo a uno lo llaman loco. Qué talento tiene esa gente”.
Ahora la frase que más le dicen es: “Dios lo bendiga”.
El hombre del papagayo nació en Timotes, estado Mérida. Hoy vive en La Candelaria. Estudió arte en la escuela Cristóbal Rojas. Cuando el profesor Petrovsky se jubiló, él se retiró. “Soy inconstante y necio. Cuadro que no me gusta, lo rompo. Siempre he estado en la búsqueda, y en la búsqueda me quedé. Entonces apareció el papagayo”.
Quizás ese era su destino, su razón de ser. Encarnar la voz de reclamo de buena parte del país en la tela de una cometa.
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Papagayo 12: “Maduro ¿por qué destruiste el producto interno BRUTO?”
Otro de alto rating. Jura que no quiso insultarlo. “La palabra Bruto la puse más grande, porque me sobraba papel”, dice con picardía.
Luego se torna serio: “el desastre actual es negligencia. Chávez no podía poner a alguien más inteligente que él. Por ego”.
No asoma su papagayo en el municipio Libertador. Es prudencia, por incidentes previos. “Los chavistas me decían muchas groserías. Me han agredido buhoneros y policías”. Una vez, en la plaza Bolívar, un hombre le rompió el papagayo en pedazos. “Pero el chavismo ha bajado mucho. Ya el estómago es el que está opinando”.
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Papagayo 13: “Conan Quintana, como a ti, los zapatos rotos no nos detendrán”.
Cuando se llevaron preso al periodista Carlos Julio Rojas todos pensaron que era él, porque son muy amigos desde hace seis años y a veces están juntos. Desde esa época conoció a Conan Quintana, el estudiante asesinado recientemente, un luchador de zapatos humildes.
Una vez los militares detuvieron a Araujo. Lo llevaron a la Carlota. Querían desnudarlo, golpearlo. Providencialmente no ocurrió.
“Yo no aguanto golpes, soy delgadito. Yo soy el propio escuálido”.
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El hombre del papagayo es divorciado, pero hace colas para comprarle comida a su ex mujer. Se entera de las noticias por la radio y por Facebook. Algunos le dicen: “Señor, usted solo hace más que los políticos”.
Su pintor favorito es Picasso. Cree en su famosa frase: “el arte es una mentira que nos acerca a la verdad”.
Habla de la letal combinación de arte y política: “El gobierno se tomó a un artista como César Rengifo para ellos. Ellos saben que nadie le puede preguntar a César Rengifo si es chavista o no porque está muerto. A Alí Primera tampoco le preguntaron si el socialismo que ellos representan es el que él buscaba”.
Ha ido guardando los papagayos. Podría hasta hacer un libro. O una exposición. No deja de pensarlo.
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“Mi papagayo no es agresivo. Es frágil, sencillo y callejero. Anda de frente, con el viento”, dice como quien describe a su sombra, su perro.
Su protesta es un alarde de pacifismo, su imagen transmite bonhomía y paz.
“El gobierno trabaja con el odio. ‘Nada es más fuerte que el odio’, recuerde esa frase”, me insiste.
No tuvo la intención de ser el hombre del papagayo tanto tiempo. “Nunca pensé que esto iba a durar tanto”. Mientras, se ha convertido en un particular cronista de estos tiempos.
Está decidido a seguir expresando la indignación de la gente. Hasta que culmine la pesadilla. Entonces su papagayo descansará.
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Al salir del café nos topamos con “Juana, la cubana”, una joven que pasó una temporada en la plaza Altamira, hasta que descubrió que había gente del Sebin infiltrada en el lugar. Conversan. Se ponen al día. Finalmente todos nos despedimos.
Lo veo alejarse con sus zapatos rotos y su sonrisa de triste, quizá pensando en la próxima frase que escribirá.
El hombre del papagayo dice cosas que se elevan, incluso en los días sin viento.
Mientras, el país oscuro continúa.
¿Cuántos papagayos de protesta necesita hoy el cielo venezolano?
Leonardo Padrón
May 29, 2015
Leonardo Padrón: “No escribiría algo incierto para lograr estridencia narrativa”
Asegura el escritor que el título de su nueva publicación “singulariza lo que en el fondo aspiran unos cuantos millones de venezolanos; conseguir un país más coherente, muchísimo más digno”.
JOSÉ G. MÁRQUEZ | EL UNIVERSAL
Leonardo Padrón (Caracas, 1959) recuerda que su acercamiento a la crónica comenzó con el libro Kilómetro cero (Planeta, 2013), que fue más para él un diario de navegación y no un registro del acontecer nacional. Dos años después, Venezuela se convirtió en la protagonista de su prosa: “Esta vez, el viaje es a las entrañas del país, un viaje áspero y duro”.
Se busca un país (Planeta) reúne 44 historias extravagantes con sello nacional, fechadas entre 2013 y 2015, y capturadas por la mirada del poeta, además de la de otros protagonistas, ya que Padrón también sirvió de puente entre las vivencias de sus compatriotas y el estupor de sus lectores.
Asegura el escritor que el título de su nueva publicación “singulariza lo que en el fondo aspiran unos cuantos millones de venezolanos; conseguir un país más coherente, muchísimo más digno”, y culpa a la casualidad de que el libro sea una especie de radiografía del mandato del presidente Nicolás Maduro, “marcado por un caos vertiginoso” y “caídas sistemáticas de voces disidentes”.
Se reconoce, sin embargo, como un privilegiado de la comunicación, pues sus textos -hasta ahora- han sido publicados con cada letra en su lugar. “Es imperativo dejar testimonio de todo lo que nos está ocurriendo, así sea en servilletas. Por eso era importante reunir las crónicas en el formato libro, que tiene en su naturaleza esa característica que lo hace permanecer en el tiempo”.
Desde la concentración de los artistas a favor de un Henrique Capriles candidato a la presidencia, hasta la historia de tres estudiantes supuestamente torturados en una cárcel subterránea llamada “La tumba”, Padrón revuelve la fibra de sus lectores hasta la indignación, el miedo, el asco… O el recelo.
El público ha llegado a cuestionar la verosimilitud de lo que el autor cuenta. En una oportunidad, recibió algunos mensajes de personas a las que no les pareció real la historia de un opositor contratado por PDVSA para aupar al Gobierno en Internet desde cuentas falsas en Twitter. Recientemente, el Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, negó la existencia de “La tumba”, mencionada por Padrón en el texto Cinco sótanos bajo el sol.
Pero el escritor usa a García Márquez de abogado. “Él decía que una de las características de la crónica es que es una verdad que parece mentira. ¿Qué temas le resultan pertinentes al género? La extravagancia de la realidad. Un evento, situación o personaje cuyo ejercicio de existencia es digno de depositar la mirada”.
El también guionista y locutor hace énfasis en que trabaja con la misma rigurosidad de un periodista para corroborar la veracidad de una información. Va, si es posible, a la fuente original, escucha, observa, analiza y, si es necesario -dice-, cambia nombres o referentes para proteger al inocente.
“No me sentiría bien con mi consciencia si escribiera algo que es incierto sólo para lograr estridencia narrativa (…). Los padres de los jóvenes presos en ‘La tumba’ tendrían que ser los mejores actores del mundo para mentirme con tanta eficacia. Allí está la realidad. Un poco bastante escondida bajo tierra, pero ahí está”.
La novela y la telenovela
Padrón no cree que se le haya hecho esquiva la novela y esgrime como excusa la falta de tiempo por no haber debutado en el género literario.
Y no es la televisión la que le ocupa la agenda, pues desde 2011 no se lee su nombre en los créditos de una telenovela, aunque él asegura haber entregado a Venevisión 120 episodios de Mala junta, anunciada en tres preventas seguidas. Sus amigos le han susurrado la palabra “veto”, pero él no lo cree posible. “Las razones que me dan, y no tengo por qué dudarlas, son de orden económico”.
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