Leonardo Padrón's Blog, page 33

June 2, 2014

El Des-Concierto: Travesía Poética Musical llega a Bogotá

VOLANTE EL DES CONCIERTO Bogotá definitivo


El escritor y dramaturgo Leonardo Padrón, la cantante y actriz Mariaca Semprún y el guitarrista y compositor Aquiles Báez unen talentos junto a Antonio Arnedo y Jorge Glem para ofrecer este espectáculo con un homenaje, a cargo de Fernando Gaitán, a Gabriel García Márquez.


Se trata de una velada muy especial que se pasea por la emoción, la nostalgia, el humor y la sensibilidad. Gracias al explosivo encuentro entre música y poesía, el público podrá disfrutar de famosas canciones de todos los tiempos a través de la portentosa voz de Mariaca Semprún, el virtuosismo de Aquiles Báez en la guitarra y los mejores poemas amorosos y urbanos de Leonardo Padrón. Todo en un incesante mestizaje de géneros y texturas sonoras.


La travesía recorre el bolero, la bachata, el pop, el jazz, el hip-hop, la música académica y lleva al público a algunas melodías de La Novicia Rebelde y La Lupe, dos musicales de rotundo éxito en Venezuela.

En el recorrido, se rendirá homenaje al Maestro Gabriel García Márquez en las palabras de Fernando Gaitán, gran escritor colombiano. Esto es El Des-concierto, un juego de emociones sonoras que conmueve hasta la ovación.

Leonardo Padrón, renombrado poeta y escritor caraqueño, ha sido reconocido por sus resonantes crónicas dominicales y prestigiosas telenovelas, y se ha ganado el cariño de la audiencia venezolana, alcanzando altos niveles de rating con producciones como La Mujer Perfecta, Cosita Rica y El País de las Mujeres.

Por su parte, Mariaca Semprún además de ser una reconocida actriz en la escena de la telenovela venezolana, se ha dedicado a la actuación y al canto por más de 10 años. Su interpretación en los musicales La Novicia Rebelde y La Lupe le han valido el aplauso unánime de la crítica y el público.

Aquiles Báez es uno de los guitarristas, compositores y productores musicales más prolíficos de la escena venezolana. Con 14 discos en su haber, ha compartido tarima con grandes figuras de talla internacional como Simón Díaz, Paquito De Rivera, Ilan Chester y Alfredo Naranjo. El año pasado lanzó al mercado su producción “A mis hermanos”.


INVITADOS ESPECIALES:


Antonio Arnedo: Compositor y saxofonista colombiano, ha logrado a través de su relación con el Jazz y de su exploración de las músicas de Colombia, la consolidación de un lenguaje articulado, único y profundo. En cada auditorio y escenario Arnedo se constituye en una figura sólida y representativa producto de su capacidad creativa.


Jorge Glem: Cuatrista, mandolinista, arreglista, compositor y productor musical nacido en Cumaná, estado Sucre, Venezuela. Sus manos se convierten en una estela apenas visible por el ojo humano cuando toca las cuerdas del cuatro. Es él, integrante de C4 Trío y cabeza de varios proyectos personales, quien lleva el instrumento a otras latitudes, a otros géneros


El Des-Concierto presentará una única función el día miércoles 11 de junio a las 8:00 pm en el Auditorio del Gimnasio Moderno en Bogotá. Las entradas tienen un costo de $ 120.000 y 90.000 pesos y pueden ser adquiridas en la sede de la Fundación Doble Vía: Calle 95 # 11A – 84 Oficina 401. Bogotá. Teléfonos: 6231132 / 6231178.

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Published on June 02, 2014 06:30

May 24, 2014

“Yo era un hígado”

“Mamá, ¿estás ahí?”, preguntó con un hilo de voz. “Sí, hija, aquí estoy”, le respondió Gloria a la menor de sus hijas. Estaban solo a dos metros de distancia, pero ninguna podía ver nada porque tenían vendados los ojos. Ella, con un trapo maloliente. La hija con el propio suéter que vestía el día que el ejército la detuvo en una calle de Rubio, Estado Táchira. La hija respiró aliviada. Estaba en mitad del horror y saberse junto a su madre hacía todo menos amargo.


El miércoles 19 de marzo, como todos los días de su vida desde que está desempleada, Gloria Tobón, de 47 años, se quedó lidiando con el trajín del hogar. Katheriin, la hija, fue a la tienda de bisutería donde gana un sueldo de 3.500 Bs. mensuales que penosamente alcanza para la supervivencia de ellas y tres nietos de Gloria (el mayor de 7, la menor de 4). La madre de esos niños los abandonó para irse con un hombre del pueblo. Gloria no perdió el tiempo quejándose y se dispuso a criar a los nietos. Pero ese es otro cuento. El miércoles, el Táchira entera ardía en protestas contra el gobierno nacional.


Katheriin (así, con dos “i”) la llamó a las 9 y 30 de la mañana y le contó que unos motorizados habían llegado al negocio a decirles que tenían que cerrar. Aprovecharían para ir a San Cristóbal a hacer mercado. “En Rubio no se consigue nada. Usted viera. Eso da vergüenza”, me comenta. Yamilet, otra de sus hijas, se quedó al cuidado de los niños. “Acordamos en vernos en la farmacia. Había una protesta pacífica. De hecho, algunos muchachos hasta conversaban con los guardias. Un militar me dijo que no me fuera a San Cristóbal porque eso estaba muy feo. Entonces nos sentamos un ratico a apoyar la protesta”. Gloria habla con marcado acento andino. Su voz tiene la templanza de las serranías. Solo en los riscos muy empinados se agrieta.


No pasó mucho tiempo para que apareciera una nube de motorizados, me cuenta. Habla de más de veinte, con sus respectivos parrilleros. “Arremetieron contra todo el mundo. Salimos corriendo y oí unos gritos espantosos. Yo me volteé a ver y era una muchacha. La estaban cacheteando horrible. La agarraron por el cabello y la iban a arrastrar por el suelo con la moto andando. Yo me devolví a defenderla”. Un gesto intolerable para los efectivos. Uno se bajó de la moto y la empujó contra la reja del terminal de autobuses.  Le cayó a patadas. Una. Dos. Tres. Muchas veces. El otro le puso una pistola en la frente. El primero, encolerizado, le gritaba: “¡Mátala, mata a esa perra. Dispara!”. Katheriin intercedió. Era su madre, por dios. Los hombres entonces giraron el periscopio de su violencia hacia la muchacha de apenas 21 años. “La golpearon muchísimo. Yo les gritaba que me mataran a mí y la soltaran a ella”. Madre e hija en encarnizada defensa una de la otra. La calle entera era un caos. Los soldados distrajeron sus golpes en otra gente. Alguien las sacó de ahí en una moto hasta la entrada de Rubio. “Fuimos adonde la suegra de mi hermana a pasar el susto”. Faltaba lo peor.


***


Luego de un largo rato salieron, con ánimo de volver a su casa. Pero vino una nueva arremetida: “Salimos corriendo todos otra vez. En mitad del gentío se me perdió mi hija”. Se desesperó. Gritaba su nombre. Corría de un lado a otro. La autoridad era una jauría hambrienta. Vio la reja abierta de una casa y se metió. La gente de la casa la sacó a patadas. La entregaron a los efectivos. “Uno me empezó a ahorcar. Yo me estaba asfixiando. Otro me echaba vinagre en la cara: “¡Te gusta el vinagre, guarimberita! Abre los ojos, coño de tu madre!””. Una mujer de uniforme le propinó otra ración de patadas. La tiraron dentro de una camioneta, de cabeza. “Vamos a ver si cuando te pongamos electricidad no vas a decir quién te financia”. Ella no  entendía nada. Mientras se la llevaban detenida, solo pensaba en su hija.


***


Apenas entró al salón vio a Katheriin, vendada, descalza. Pero no tuvo tiempo de mucho. La trasladaron a un cuarto: “Allí me echaban agua encima. Eso era a cada rato. Luego me colocaron descargas eléctricas en las uñas y en los pies. Unos corrientazos muy fuertes. También me lo hicieron en los senos…”


(Gloria dejó de hablar, se le atascaron las palabras en la garganta, en el cielo de la boca, en el recuerdo. Se puso a llorar, como partiéndose en  pedazos. Se excusó conmigo: “Ay, discúlpeme, es que esto es muy fuerte”. Narrar los hechos le hizo exhumar el pánico. Tomó aire. Y siguió.)


“Entonces llegó una mujer que regañó a los soldados. Me llevó junto a mi hija. Ahí nos tenían esposadas. Y nos fueron pasando a otro cuarto una por una. Nos tomaban fotos. Yo no sabía para qué. Cada vez que traían a un estudiante detenido era horrible, los gritos, lo que le hacían. A mi hija la pusieron a ver cómo golpeaban a un muchacho, un enfermero. Katheriin lo conocía. Lo arrodillaron y le daban patadas en la cara. Le partieron la nariz y casi la mitad de la dentadura. Sangraba tanto que mi hija casi se desmaya. Se burlaron de ella. Decían: ‘¡Malditos, los vamos a llevar a una fosa, los vamos a picar en pedacitos!’. A mi hija le decían que la iban a trasladar para la cárcel de Santa Ana para que la violara un pran. Yo era puro llorar, estaba demasiado asustada. Duré doce horas con los ojos vendados, imagínese eso. A cada rato pasaban y nos golpeaban. Había uno que se paraba encima de los pies descalzos de mi hija, por puro gusto. Nos agarraron los teléfonos y ponían cosas horribles. Cuando alguien me llamaba le decían que ya yo estaba muerta”. Gloria se detiene. El llanto le tapa la boca otra vez. Le amarra las frases. Es devastador cuando se calla.


A la medianoche llegaron el alcalde de Rubio y varios concejales a ver el estado de los detenidos. Previamente, los efectivos se encargaron de desesposarlas, quitarles las vendas, limpiar los golpes, peinarlas. A los estudiantes los vistieron con cualquier franela a mano. Un concejal, cuando vio el estado de la madre y la hija, no dudó en decirle a un sargento: “Yo me cambio por esas dos mujeres”. Lo ignoraron por completo. A las dos de la madrugada llegó el CICPC. A Gloria le dieron para que firmara una declaración donde reconocía que le habían respetado todos sus derechos. Ella se indignó, dijo que no lo iba a firmar porque era falso. Demasiado falso. De paso, ya le había contado Yamilet, en un momento que logró verla, que un guardia había montado en el facebook una foto suya, vendada, rodeada de bombas molotov, morteros, clavos y botellas de vinagre. La postal de una terrorista.


***


Eran 22 detenidos, dos profesores, un fotógrafo, estudiantes, gente que no estaba protestando y un discapacitado con la pierna llena de perdigones. Entonces las montaron en un convoy. Las llevaban agachadas. A Gloria le tenían un pie montado sobre la cabeza: “Aquí va esta perra maldita”, decían. Les quitaron los 2.600 Bs. que llevaban para hacer mercado. Las llevaron hasta el comando de San Antonio del Táchira. Allí duraron tres días detenidas. Nunca les dejaron ver a la familia. Les servían sólo arroz en las comidas. Arroz. Arroz. Arroz. “Allí estuvimos, desde el miércoles hasta el viernes, sentadas, sin poder acostarnos, sin bañarnos ni cambiarnos de ropa. Decían que nos iban a hacer un juicio militar, imagínese. Nosotras no entendíamos nada. ¿Juicio por qué? Nos querían llevar al Centro Penitenciario de Barinas”.


“Mamá, estoy asustada”. “Yo también, hija. Vamos a rezar”.


***


Finalmente, gracias a la marcación cerrada de los abogados del Foro Penal Venezolano, lograron salir. Tienen una medida cautelar. Madre e hija deben presentarse todos los 24 de cada mes en la fiscalía de San Antonio.


Gloria, a pesar de tanto, es irreductible. “Yo quería demandar porque me violaron mis derechos”. Cuenta que la hija, aterrada, le rogaba: “Mamá, nosotros somos muy humildes, somos pobres, ¿quién nos va a escuchar?”. La juez le dio un argumento mayor: si demandaba todo sería peor.


Le pregunto si le parece más apropiado que use un seudónimo para esta crónica. “No me importa que diga mi nombre. No quiero que esto le pase a ningún otro venezolano”. Me quedo en silencio. “Claro”, apenas respondo.


Me habla de las secuelas. Contusiones, golpes internos, inflamación de la cervical, dislocación del hombro. Y el sueño, que se le fue no sabe para dónde. Aun conserva algunos morados en el rostro. Entonces me suelta una frase que resume toda la violencia: “Yo era un hígado….Mi cara era un monstruo”.


“¿Tiene miedo?”, le pregunto. Me confiesa que teme que en una de las presentaciones la dejen detenida. “¿No prefiere callar?”,  insisto. “Todo esto tiene que saberse”, explica. Anoté su nombre por segunda vez: Gloria Tobón.


“Yo estudié hasta cuarto año de bachillerato. He trabajado como repostera, en mantenimiento, cosas así. Ahora soy una perseguida política, ¿qué me le parece?”. Un nieto la requiere con llanto y persistencia. Cuando terminamos de hablar me asomo a la ventana. En la calle veo una pancarta: “Maduro es Pueblo”.


Esta es sólo una de las 160 historias de tortura que nunca se han contado en cadena nacional.


Leonardo Padrón

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Published on May 24, 2014 22:36

May 23, 2014

Métodos de la lluvia – Edición USA

Agradecido con Sudaquia Editores por la publicación en USA de mi poemario “Métodos de la lluvia”. El libro podrá ser adquirido vía on line a través de @sudaquiaeditors y en distintas librerías de New York, Miami y Washington.

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Published on May 23, 2014 08:46

May 14, 2014

Yordano Di Marzo

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Published on May 14, 2014 07:17

Pedro León Zapata

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Published on May 14, 2014 07:10

Eduardo Marturet

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Published on May 14, 2014 07:09

May 12, 2014

Valentina Quintero

 


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Published on May 12, 2014 11:49

Jacinto Convit



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Published on May 12, 2014 07:30

May 11, 2014

Pozos de agua triste

Voy a apurar una afirmación: estamos ante el gran regreso del matiné. Las modas siempre retornan. Es parte de su naturaleza. Se vuelven olvido, nostalgia, burla y, de repente, el columpio de la historia las mece de regreso. Volvieron los disjockeys, ahora DJ´s, travestidos en estrellas pop. Volvió el disco de vinil. Reaparecieron los lentes de pasta negra. Y ahora, crisis mediante, vuelve el matiné.

De auge en los 70 y 80, un matiné era una fiesta que se realizaba en horario vespertino y le daba licencia a los adolescentes para divertirse con el amparo de la luz del día. Era el preludio a la adultez. La planilla de inscripción para entrar luego en los complejos pasillos de la noche.

La extravagancia es que los matinés de ahora son de adultos. La razón es una sola: instinto de supervivencia.


***


Hace un poco más de dos semanas viví notoriamente los signos de la metamorfosis. Tuve tres invitaciones sucesivas: una cena y dos cumpleaños. Iba a ser un fin de semana intenso para mi hígado, sin duda. Pero lo primero que pensé fue en los tres regresos a casa que me planteaba tal agenda. Tres madrugadas “dando papaya”, como dirían en Medellín. Era tentar la suerte en exceso. El país nos ha acostumbrado a jugar a la ruleta rusa, pero tres noches seguidas suena abusivo. Mi alivio ocurrió cuando me precisaron que la cena del viernes se convirtió en almuerzo, la fiesta del sábado sería a la 1 pm y el cumpleaños del domingo descorcharía el Proseco a partir de las 2 de la tarde. El argumento fue el mismo: “Tú sabes, la inseguridad”. Más que aprobar los cambios, los aplaudí como si me hubiera ganado la lotería. Y entonces lo entendí todo: estábamos ante el centelleante regreso de los matinés. Adolescencia y deja vú en partes iguales.


***


El boom de la delincuencia en Venezuela hizo prosperar a varias empresas: compañías de vigilancia, servicio de escoltas, blindaje de carros. Nah, no es suficiente. El hampa posee un valioso apoyo del Estado: las calles son cavernas sombrías; la policía está colapsada arrestando estudiantes y, léase Operación Cayapa, Iris Varela le regala la libertad a centenas de criminales. Sin olvidar ese sólido aporte llamado impunidad judicial. Preservar nuestra vida exige entonces cambiar ciertos hábitos. Quizás uno de los más difíciles sea alterar el espíritu festivo de nuestro ADN.

En el imperio es un riesgo manejar con tres whiskys en el cerebro. Puedes terminar preso. En la revolución es una temeridad salir -incluso sobrio- de una fiesta. Puedes terminar en la morgue.


***


Ese viernes, cuya cena mutó en almuerzo, los amigos reunidos (escritores, humoristas, actores, historiadores) hablábamos de la opacidad que es hoy el país. Mientras, Claudio Nazoa -desde la cocina- se afanaba para demostrarnos por qué merece ser el tío de Sumito Estévez. De pronto, esa animosidad perpetua que es Carlitos Jorgez y un oportuno pianista comenzaron a ponerle música al sol de las tres de la tarde. Al principio, cantaba bajito, casi de fondo, para no arropar las conversaciones. Pero no había transcurrido una hora cuando ya todos nos uníamos, discretamente, al estribillo de alguna canción. Hasta que el alcohol nos dijo que dejáramos la pena. Todo fue in crescendo. Más canciones, más volumen, más desafinación. Sorpresivamente, las dos cocineras se sumaron a los coros, con delantal y cucharón en mano. Ya antes del atardecer parecíamos un grupo que está a punto de amanecer. Risas, baraúnda, aplausos. Habíamos desalojado la depresión colectiva a empellones. Un detalle notorio es que más del 70% de las canciones que entonábamos (o destrozábamos) eran venezolanas. Desde polos margariteños, pasando por mosaicos de la Billo´s y llegando hasta gaitas inmortales. Entonces, en plena euforia, un entrañable amigo llorando en silencio. Fue tan sorpresivo como estremecedor. A su lado estaba mi pareja. A ella le contó la razón de sus lágrimas: “¿En qué lugar del mundo vamos a poder hacer esto?”.


El exilio, esa ruda sombra que nos persigue.


***


Los venezolanos nos hemos vuelto aburridos: solo hablamos de un tema, el caos nacional. Las noticias sólo nos confirman la magnitud del despeñadero. La calle misma habla de desabastecimiento, precios que te insultan y miedo a morirnos a destiempo. Toda crisis escribe su propio manual de supervivencia. Hay gente que ha decidido hibernar a la usanza de los osos. Convierten sus hogares en grutas donde almacenan la comida que encuentran, esconden una breve ración de dólares y, sobre todo, guardan su propia vida. Pero igual la pesadumbre se les cuela por las rendijas. Un remedio contra el abatimiento colectivo es el ejercicio de la amistad, la camaradería, la risa en equipo. Cada reunión que planeamos, en rigor, no es más que una conspiración contra la muerte espiritual. Quizás el ministro del Interior terminaría la frase de otra manera. Pero seamos sinceros: aquí hay que echarse palos en grupo para no sucumbir de depresión.


***


Acotación: Una botella de whisky ronda los dos mil bolívares. Ya es imposible cargarle toda la responsabilidad etílica al anfitrión de una fiesta. Y los venezolanos no somos cosacos, pero parecemos. Esa tarde todo el mundo trajo alguna bebida. Nadie tuvo tanto éxito como la pareja que llegó con una botella intacta, nueva, reluciente, de aceite de maíz Mazeite. El suceso (porque fue un suceso) generó aplausos masivos. Y algo de envidia, que todo hay que decirlo.


***


Luego, en el almuerzo del domingo (rociado de periodistas y gente del espectáculo) ocurrió otro episodio significativo. El guión iba por un cauce parecido: exquisita comida, cariño en grandes raciones y mucho que desbrozar sobre el país. Cada noticia que comentábamos parecía un martillazo a la sonrisa del cumpleañero. Pero siempre surgía el chiste como antídoto y el vino como refugio. En cierto momento, alguien dijo que traía algo que quería compartir con nosotros: una canción. En realidad, tres canciones. Las había compuesto días atrás. Las traía en maqueta. Era una grabación artesanal: solo su voz y su guitarra. Que un amigo cualquiera, en la animación de los tragos, te invite a oír una canción suya puede ser una situación de alto riesgo. Pero en este caso el amigo se llamaba Yordano di Marzo. No solo era una diferencia afortunada, sino una excelente noticia.

Recargamos nuestras copas y nos dispusimos alrededor del equipo de sonido. Estábamos viviendo el privilegio de escuchar, en modo primicia, Manifiesto, la canción que días después, mezclada y masterizada, reventaría de entusiasmo en las redes sociales. Nos conmovió hondamente. Allí estaba de nuevo el juglar urbano haciendo de las suyas. Poniendo la guitarra en la llaga y el verbo sobre el asfalto. La segunda canción, Quiero vivir, se convirtió en un pozo de agua triste en los ojos de todos. Había una conmoción soterrada en el ambiente. Hasta que el cumpleañero acusó el impacto de la canción en el pecho, como una bomba lacrimógena. Y lanzó el bramido que tantos venezolanos tenemos atascado en la garganta: “!Yo no me quiero ir! ¡No me quiero ir! ¡Quiero mi casa, mis perros, mi Ávila, mis amigos, mi país, coño!”.

Nunca había oído un grito que tuviera a tanta gente adentro.


***


La amistad es una tribu feliz. A ella volvimos. A su fogata. Celebramos el arte de Yordano. Su compromiso con la vida. Su apuesta por la comarca. Nos convertimos en fiesta de nuevo. Y brindamos por el pecado común de querer tanto a nuestro lugar de origen.


***


Días después tocó ir al bautizo del hijo de un respetado amigo. ¿Horario? Matiné. ¿Cómo dudarlo? En un bautizo es más fácil cumplir con el nuevo reglamento que impone la prudencia. Al final de la velada, en el momento de las grandes conversaciones, ocurrió de nuevo. El dueño de la casa y yo braceamos hacia lo hondo. Hablamos de las grietas profundas que exhibe este pateadero de sueños y afectos donde nacimos. Hablamos de los hijos. De esa gorra en sus cabezas que es la incertidumbre. De ese asunto cada vez más borroso llamado futuro. Ya era de noche pero pude advertir cómo, en mitad de tanta franqueza, a mi amigo se le escurrían dos tajantes lágrimas. El dolor no escatima en horarios.

Mi pareja me lo comentó en el carro, de vuelta a casa: “En solo una semana hemos visto a tres hombres llorar por el país”.


***


Preguntas que uno se hace:

¿No aspira el presidente de cualquier país a ser respetado por todos sus habitantes? ¿No le inquieta al heredero de Chávez ver a tantos venezolanos en crisis? ¿Realmente le importa un carajo la sangría de ciudadanos que ocurre semanalmente? ¿Es capaz de imaginar cuántas familias en duelo hay en esta patria segura? ¿Acaso se divierte viendo cómo tantos compatriotas corren hacia ese abismo que es el exilio? ¿No lo sofoca ver a la gente apostada en la humillación de colas infinitas para comprar la leche de sus hijos? ¿No lo reta el entusiasmo de hacer historia y unir las dos crispadas orillas de venezolanos que hoy se odian? ¿De verdad lo deja inmune confinar a tantos estudiantes a cárceles como Yare y Tocorón, hipérboles del infierno? ¿No lo perturba la desesperación de sus madres? ¿Ser el primer presidente obrero de un país, como se autodenomina, implica despreciar al venezolano que pudo graduarse en una universidad? ¿Ser revolucionario es darle pasaporte diplomático a la violencia? ¿Ser camarada es pensar más en Pinar del Río que en Trujillo o Guarenas? ¿Ser bolivariano es oler tanto a dictadura? ¿Sinceramente, la patria ideal es esa donde no cabe la gente que piensa distinto?

Un pozo de agua triste en los ojos, eso es hoy este bendito país. Incluso, en horario matiné.


Leonardo Padrón

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Published on May 11, 2014 04:30

May 7, 2014

Elena Poniatowska

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Published on May 07, 2014 11:50

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Leonardo Padrón
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