Alberto Garzón Espinosa's Blog, page 9

February 8, 2016

Je suis titiritero

Lo que está sucediendo con los titiriteros es un ejemplo de manual sobre lo que es la hegemonía. Y es que la hegemonía no se mide en porcentaje de votos sino en la forma dominante de pensar de la gente, en su concepción del mundo.


En estos días estamos viendo cómo mucha gente justifica que hayan dictado prisión incondicional a dos titiriteros por hacer una obra de teatro. Tan absurdo como meter en prisión al elenco de El Hundimiento por hacer apología nazi. Claro que esta vez hay dos diferencias. La primera, que es una obra que denuncia la criminalización y la represión. Qué ironía. Qué poco hubiera durado Dario Fo y su Muerte accidental de un anarquista en nuestros días. La segunda, que es un evento organizado por Ahora Madrid y ya se sabe que todo lo que sale de ahí es presuntamente delictivo, presuntamente culpable.


La derecha no sólo gana elecciones. Lo más importante, y al mismo tiempo lo más grave, es que gana las conciencias. Así es como han conseguido hacer creer a la ciudadanía que los derechos humanos y las libertades pueden suspenderse si el número de tertulianos, jueces reconvertidos y políticos que participan en la caza de brujas es suficiente.


En abril se estrenará en España Trumbo, la película en la que Bryan Cranston encarna al director y guionista perseguido por la caza de brujas de McCarthy. Eran los años cincuenta y EEUU detenía y encarcelaba a los sospechosos de simpatizar con el comunismo. Trumbo pasó once meses en prisión. La película llega a tiempo, pues en España ya ni hace falta simpatizar con el comunismo. Basta hacer alguna broma o juego de palabras, de menor o mayor gusto, para que la Santa Inquisición te flagele mediática y judicialmente. Hoy la excusa es un juego de palabra con una organización terrorista; mañana puede ser una broma sobre la URSS; y pasado mañana sobre cómo los gobiernos occidentales dejan morir niños en el mediterráneo.


Estamos ante una dinámica muy peligrosa. Primero, porque la espiral nunca se detiene y ya cualquiera, haga lo que haga, puede ser tachado de cómplice de todo terrible delito. Segundo, porque manda un mensaje de miedo y genera un contexto de menos libertad para representar una obra de teatro como a cada uno le de la gana. A ver quién es el listo que hace a partir de ahora un chiste sobre determinados temas, ¡o incluso una crítica!, cuando la amenaza de denuncia sobrevuela tu cabeza.


¿Cómo combatir esta fanática espiral? Desde la respuesta cultural, claro está. Y para eso necesitamos a valientes, no a cobardes. Necesitamos que no se normalice este atentado contra la libertad, y para eso sólo vale la impugnación total de lo que está sucediendo. Ninguna concesión, por pequeña que parezca, a quienes quieren normalizar esta nueva inquisición. Nada de medias tintas ni de táctica política. Sólo una firme defensa de la libertad de expresión. Je suis titiritero.


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Published on February 08, 2016 01:37

February 7, 2016

Clases sociales e Izquierda Unida: un análisis

En los últimos años hemos insistido mucho en la noción de crisis de régimen o crisis orgánica. Aunque algunos han pensado que esto es un mero eslogan político lo cierto es que se trata de un concepto gramsciano de análisis marxista. Antonio Gramsci lo formuló con objeto de describir aquellos momentos en los que la profundización de una crisis económica deriva en una crisis política e institucional. Para el pensador italiano esto sucede cuando a una crisis económica capitalista se le suma la incapacidad del bloque dominante para gestionarla, lo que conlleva consecuencias en la concepción del mundo de la gente. Estudioso del análisis superestructural del capitalismo, Gramsci dio enorme importancia a los efectos culturales que provocan los diversos movimientos del capitalismo. Por estas razones algunos hemos creído que este instrumental analítico es adecuado para comprender la situación española.


En términos macroeconómicos la crisis económica en España comenzó en torno al año 2008, si bien los cambios en la concepción del mundo se hicieron más evidentes a partir de 2010 y 2011 con el enorme crecimiento de la movilización social. Es probable que en ello haya tenido un papel muy relevante el inicio de la política de recortes en mayo de 2010. Las cifras relativas al número de manifestaciones no dejan lugar a dudas.


manifestaciones_2007-2014


En este punto podemos deducir que el crecimiento de las movilizaciones está vinculado a la frustración e indignación que provoca la crisis económica. Sin embargo, desde un punto de vista marxista más que el análisis subjetivo de la ciudadanía es más importante el análisis de la estructura social. Es decir, el análisis de cómo afecta la crisis a las condiciones materiales de vida y a su posición concreta en la estructura social.


Para el marxismo la clase es el núcleo de una filosofía de la historia, el materialismo histórico. En su interpretación más estricta, el proletariado sería el sujeto histórico encargado de enterrar al capitalismo como parte natural-necesaria de la evolución de las sociedades hacia un estadio superior de progreso. De ahí que la defensa del socialismo no se haga desde aspectos normativos –el debería ser- sino como parte del interés objetivo de la clase trabajadora. Sin embargo, más allá de estas premisas la tradición marxista ha carecido de un estudio serio y riguroso de las clases sociales y su dinámica.


Quizás la versión marxista más extendida, y por supuesto la más caricaturizada, es la que presupone que el mundo real está dividido entre capitalistas y trabajadores. Esta división, que es de naturaleza conceptual y tiene mucha importancia en el análisis económico –siempre abstracto-, carece de capacidad heurística en el análisis político concreto. En ningún momento el capitalismo concreto tuvo una estructura social conformada únicamente por dos polos, capitalistas y trabajadores, sino que siempre ha sido de una enorme complejidad. Naturalmente también era así para Marx, y cualquiera que lea el 18 Brumario de Luís Bonaparte entenderá de lo que estamos hablando. La narrativa en la que sólo existen capitalistas y trabajadores fue muy útil para los convulsos tiempos de la II y III Internacional (1889-1943), porque ofrecía una simplificación de antagonismos que facilitaba el proselitismo entre los sectores sociales devastados por la crisis y la guerra. De la misma forma que sirve, en la actualidad, para que algunas personas se sientan cómodas con su identidad comunista aunque para ello tengan que convivir con una versión fosilizada e inútil. En ambos casos se sustituye la ciencia por el dogma, y el Partido por la secta. Nada bueno para el socialismo.


Afortunadamente la tradición marxista ha hecho esfuerzos notables por superar esa estrecha visión. Quizás los trabajos de Nicos Poulantzas (1936-1979), Pierre Bourdieu (1930-2000) y E. P. Thompson (1924-1993) sean de los más reseñables. No obstante, es la tradición del marxismo analítico, con Erik Olin Wright (1947-) a la cabeza, la que mejores explicaciones ofrece.


En otra ocasión me detendré a explicar toda la propuesta de Olin Wright en detalle, pero para los propósitos de este artículo basta notar algunas cosas relevantes. Él acepta, como todo marxista, que el antagonismo fundamental se da entre capitalistas y trabajadores, pero añade que la complejidad en la realidad social es mucho mayor. Para hacer ese viaje de la abstracción a lo concreto Olin Wright utiliza el concepto de posiciones de clase. Y establece categorías suficientes para introducir en el análisis tales complejidades. Algunos ejemplos: cuando un gerente tiene poder para despedir trabajadores pero no tiene poder para vender su empresa; cuando uno es gerente de una empresa y autónomo para otra al mismo tiempo; cuando hay grandes capitalistas con capacidad de mercado y pequeños capitalistas que no; o cuando la subjetividad afecta porque un trabajador está casado con un capitalista o espera ser capitalista en el futuro.


De todo ello se deduce un análisis, lo más objetivo posible, de la estructura de clase. Para después pasar a descifrar el interés de clase (lo que interesa a cada clase en términos materiales), la conciencia de clase (la percepción subjetiva), las prácticas de clase (actividades comunes en pos de un objetivo), las formaciones de clase (partidos, sindicatos, instituciones…), y la lucha de clases (los conflictos que existen).


Cabe decir que aunque la palabra clase está asociada al marxismo, por mi experiencia académica y política puedo corroborar que cuando a alguien se le pregunta por las clases sociales se responde siempre en términos no-marxistas. Es habitual que la gente diferencia las clases sociales en términos de renta –si cobras mucho eres de clase alta, p.e.- o de percepción subjetiva –quiénes se sienten de clase baja, media o alta. Pero rara vez se entiende que para un marxista la clase está asociada al término explotación, lo que tiene que ver con el ámbito productivo y la base material de la sociedad.


Por eso es verdad que aunque los análisis de renta (que dividen las clases por ingresos recibidos), o los análisis weberianos sobre las oportunidades laborales, por citar dos ejemplos, son útiles para determinadas explicaciones no forman parte del análisis marxista en sí. Nos interesará más, siempre, la posición concreta dentro de la estructura productiva.


Transformaciones económico-políticas en España  


Y aquí es donde volvemos al análisis español en la actualidad. Como hemos repetido muchas veces, las transformaciones económicas de largo alcance de la economía española han significado un cambio en la estructura productiva. Por un lado, la desindustrialización y las políticas neoliberales de las últimas décadas consolidó un modelo de crecimiento económico basado en sectores de bajo valor añadido (construcción y turismo) y respaldado por endeudamiento (fuerte presencia sector financiero). La crisis de ese modelo ha supuesto el crecimiento brutal del desempleo y el empeoramiento de las condiciones materiales de vida. Eso conlleva, entre otras cosas, la caída material de la autopercibida clase media. Por otro lado, el Derecho del Trabajo ha sido dinamitado y el régimen de acumulación fordista ha dado paso paulatinamente al régimen de acumulación posfordista también en nuestro país, con una fuerte implicación generacional. Dicho de otra forma: la realidad material de nuestros padres tiende a ser muy diferente de la de nosotros los jóvenes.


En ese contexto podemos partir de una hipótesis razonable. Se supone que los partidos políticos marxistas representan políticamente a las clases sociales más golpeadas por el capitalismo. Esa representación política lo es en términos de interés de clase, es decir, porque las propuestas objetivas de esos partidos benefician a las clases populares. Esa representación política no tiene por qué serlo en términos electorales, como es evidente, debido a múltiples factores. Uno de ellos, naturalmente, es la falta de conciencia de clase. Es decir, que haya posiciones de clase cuyo comportamiento electoral sea incoherente respecto a sus intereses objetivos (a partir de un análisis objetivo de la estructura de clase).


Pues bien, a un dirigente político que aspire a la emancipación de las clases populares (lo que Marx definió como el paso del reino de la necesidad al reino de la libertad) le ha de interesar ese análisis también. Es decir, corresponde desplegar el análisis de la estructura social y también el de su espejo en el comportamiento electoral. De manual. Desgraciadamente en España las direcciones de los partidos marxistas han ignorado sistemáticamente estos dos ámbitos y su necesaria interrelación, cayendo a veces en una burda caricaturización del marxismo o en un análisis meramente electoral perfectamente asimilable al que hace un director ejecutivo al gestionar su empresa de acuerdo a los movimientos de la bolsa. Ridículo y triste al mismo tiempo, y más propio de burócratas prepolíticos y premarxistas que de dirigentes a la altura de la historia. Así es como se comprende que hayamos llegado a una crisis de la izquierda como la que estamos viviendo.


Izquierda Unida


No hay muchas fundaciones o institutos académicos que trabajen con categorías marxistas para el análisis social, ni en el ámbito de la economía política ni en el de la sociología. Así que la mayoría de las veces nos tenemos que conformar con lo que llamamos proxys, es decir, variables que sirven como aproximación del dato real que buscamos. Por eso debemos tener mucha precaución a la hora de hacer los análisis con estas variables. Un correcto análisis marxista de la estructura social debería categorizar las relaciones de clase en términos del ciclo del capital D-M-…-M’-D’, pero carecemos de ese instrumental.


Como aproximación para nuestro país puede servirnos el CIS cuando cruza las intenciones de voto a los partidos con el estatus socioeconómico. Las categorías que establece son categorías con base material, y eso es un importante avance.


Una comparación entre el CIS de octubre de 2013 y el de enero de 2016 nos proporciona una información interesante en las variaciones de la base electoral-social de IU. Nos deja la siguiente imagen. Como ya sabíamos, se trata de un bestial desplome. Quizás especialmente agudizado en los obreros cualificados (del 14% al 2%) pero de enorme caída en todas las categorías. Los que mejor aguantan son los técnicos y cuadros medios y los estudiantes (en torno al 6%).


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Esto nos deja comprobar algo que también sabíamos muy bien, que es el perfil no-obrerista del votante pre-2014. Obsérvese que en las categorías de directores y profesionales, técnicos y cuadros medios y estudiantes había mucha más intención de voto que en categorías como los parados, jubilados y pensionistas, empleados de oficinas y servicios o incluso obreros no cualificados. No podemos decir que antes de 2014 Izquierda Unida fuera el partido en el que se reflejaban electoralmente las clases populares más golpeadas por el capitalismo (dramático el caso de los parados).


Inmediatamente tenemos que compararlo con el perfil de votante de Podemos, habida cuenta que la mayoría de las encuestas señalan que la transferencia fundamental de votos se ha dado hacia la formación morada. Y aquí comprobamos que, efectivamente, Podemos tiene mucha más intención de voto en todas las categorías (quizás con la excepción de jubilados y pensionistas). Llamativo es que la intención de voto de Podemos en técnicos y cuadros medios y obreros no cualificados es muy alta, así como en parados. Es decir, uno tiene a pensar que Podemos ha absorbido votantes en general de IU, pero también en particular de categorías a las que IU no llegaba con facilidad (IU tenía en 2013 un 8% en parados, y Podemos ahora casi un 15%; IU tenía en 2013 un 10% en obreros no cualificados y Podemos ahora más de un 15%).


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Resulta también llamativo que los estudiantes no sea una de las categorías clave para Podemos, y que es donde IU-UP mejor aguanta, a pesar del relato sobre la nueva política y su componente generacional. Y es también representativo que en jubilados y pensionistas, pequeños empresarios y trabajo doméstico, sean debilidades aparentes tanto para IU como para Podemos.


Al mismo tiempo llama la atención la similitud del perfil de votantes entre Podemos y Ciudadanos. Eso sí, hay algunas diferencias aunque no son acusadas y probablemente tienen que ver con un perfil más obrerista de Podemos y más técnico-profesional de Ciudadanos. No obstante, como se puede comprobar, en parados y obreros no cualificados toma la ventaja Podemos mientras que Ciudadanos se distancia en estudiantes. Hay que hacer notar que este es un cambio muy notable en el perfil de Podemos desde que surgió Ciudadanos, pero no ha lugar aquí a abarcar ese cambio.


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Se habrá notado también como, en todo caso, tampoco Ciudadanos tiene gran predicamento entre jubilados y pensionistas y trabajo doméstico. Eso tiene que ver con que son categorías en las que el bipartidismo está profundamente asentado. Como podemos comprobar, el perfil de votantes del bipartidismo y de los llamados partidos emergentes es muy distinto. Probablemente remarca una ruptura enorme a nivel de estructura social en nuestro país.


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El bipartidismo es hegemónico en las categorías de jubilados y pensionistas, trabajo doméstico y agricultores. Coincide con las debilidades de los llamados partidos emergentes pero también con las de IU-UP.


Finalmente, por lo que aquí nos interesa y siempre con la precaución señalada, parece interesante observar las pequeñas variaciones que se han dado en un año en Izquierda Unida-Unidad Popular. Porque en el último año la política de IU ha sido distinta y la apuesta por nuevos liderazgos y procesos de unidad ha podido influir en la representación política.


Como se puede comprobar, la diferencia más acusada está en la caída en la categoría de empleados de oficinas y servicios y obreros cualificados y parados, pero también en la subida en estudiantes y pequeños empresarios. Aunque el gráfico pueda engañar –la escala ha cambiado respecto a las anteriores- las diferencias son muy reducidas y probablemente no significativas –más aún en un contexto que si bien está más estabilizado sigue siendo de caída general de IU en beneficio de Podemos y Ciudadanos.


idv_iu_2015-16


Conclusiones


Es muy difícil extraer conclusiones, incluso a modo de hipótesis más o menos firmes, debido a la enorme volatilidad electoral, la duda sobre las categorías utilizadas y el permanente momento de descomposición social y económica por la que atraviesa el país. Pero quizás sea interesante esbozar algunas ideas y plantear algunas hipótesis para su análisis:



Cualquier análisis marxista medianamente riguroso debe analizar la estructura social y su dinámica. Para ello necesitamos un instrumental analítico adecuado –donde el marxismo analítico puede ayudar dentro de una interpretación desde la Economía Política- así como un instrumental estadístico adecuado –donde los proxys parecen la mejor solución a falta de categorías propiamente marxistas.
En ese sentido, la economía española se está transformando radicalmente y está provocando una ruptura en la concepción del mundo de la ciudadanía. Así, la crisis de régimen ha provocado un cambio irreversible en nuestro país que hay que analizar con detalle y rigor. Sólo desde la Economía Política Marxista me parece posible abordar esa tarea.
IU no parece haber sido un partido que antes de 2014 representara políticamente a las clases más perjudicadas por el capitalismo. Probablemente el perfil de IU haya sido más ideológico que material, y quizás ello tenga que ver con la falta de presencia sistemática en los conflictos sociales. No es lo mismo acompañar un conflicto que estar en el conflicto. El perfil de los dirigentes de IU parece coincidir con sus votantes. Especialmente grave es la falta de conexión ideológico-política con categorías como las de los parados y los obreros no cualificados. Hasta el momento la irrupción de Podemos y Ciudadanos ha empeorado esta situación.
En IU-UP aguanta relativamente bien la categoría de estudiantes, lo que parece contrastar con el relato-mito de que IU es un partido viejo y anquilosado.
Cualquier proceso de refundación de IU-UP tiene que pasar por el estudio de todas estas cuestiones. Los riesgos de no hacerlo son enormes y dramáticos.
El mayor riesgo actual es caer en un marxismo fosilizado que a base de fe y nula observación social busque encerrar IU en una cueva de la que nunca se pueda salir. Los militantes de IU debemos estar muy atentos a los intentos irracional-impulsivos de quienes en nombre del patriotismo de IU quieren convertir a la organización en un aparato marginal y desconectado de las necesidades de las clases populares. Yo para eso tengo un método infalible: cuantas más veces se pronuncia la palabra clase trabajadora, sindicato, o socialismo sin que detrás haya un mínimo de fundamento o coherencia práctica –por ejemplo porque son los mismos que pactan con el PSOE a la mínima, los que tienen gusto por las entidades financieras madrileñas o porque son los que matan por fotos con las desorientadas cúpulas sindicales- más cerca estaremos de saber que quien está hablando es un cura impartiendo rancia catequesis que un dirigente comprometido. Suele funcionar.
La apuesta coherente parece ser la que abordamos el otro día al afirmar que “Parte de asumir que el 15-M y Podemos, entre otros, es un fenómeno social que manifiesta parte de los deseos e inquietudes de las clases populares. Y que, sin embargo, eso no es suficiente para transformar la realidad ni para aspirar a construir un horizonte socialista. Propugna la construcción de un instrumento de radicalidad democrática, recogiendo las demandas republicanas de los movimientos sociales, y con un proyecto político anticapitalista, herencia del movimiento obrero, porque hunde sus raíces en un riguroso análisis marxista de la realidad socioeconómica. Propugna autonomía política, sin referenciarse en otras fuerzas políticas, pero manifiesta intención de colaboración con otros sujetos, políticos y sociales, y sobre todo pone encima de la mesa la necesidad de reforzar las redes de activistas sociales y la incidencia concreta en la vida de la gente. Es decir, presencia en conflictos sociales. Y la pedagogía como elemento central para el establecimiento de una cultura política compartida”. Ahí nos encontraremos.

Salud y República.


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Published on February 07, 2016 05:09

February 5, 2016

La izquierda marxista española en el siglo XXI

Publicado en Mundo Obrero


Los resultados electorales del 20-D pueden entenderse como la cristalización de las importantes y recientes transformaciones en nuestro país. Al fin y al cabo en los últimos años ha cambiado la concepción del mundo de grandes sectores sociales, y con ello también sus referentes político-electorales.


Esto era algo previsible y ciertamente anunciado, fundamentalmente porque la crisis económica se profundizó de tal forma que acabó derivando en crisis orgánica o de régimen (1). Es decir, lo que al principio parecía una simple crisis de carácter técnico terminó por convertirse en una grave crisis política y democrática, con un cuestionamiento radical de las instituciones político-económicas. La gente empezó a cuestionar no sólo a los gestores de lo público sino también a los partidos, a los sindicatos, a la propia constitución… De ahí que sea lógico que la frustración de mucha gente se haya canalizado a través de nuevos vehículos políticos, como son los llamados partidos emergentes.


No obstante, esos cambios en la concepción del mundo sólo pueden entenderse como consecuencia de las transformaciones económicas por las que ha atravesado nuestro país en las últimas décadas. Cuando millones de personas, de extracción social heterogénea, modifican su comportamiento electoral no es por casualidad. Ante un fenómeno de tal magnitud no nos valen las explicaciones subjetivistas, ni tampoco el recurso –siempre fácil y manido- a teorías de la conspiración.


Para entender estas transformaciones tan radicales tenemos que partir del hecho de que el régimen de acumulación neoliberal ha entrado en crisis, y que al mismo tiempo el modelo de crecimiento de la economía española se ha agotado. Basta recordar que el régimen de acumulación neoliberal se ha caracterizado por un proceso continuo de precarización de las relaciones laborales y de privatización y desregulación de los sectores públicos. En suma, la retirada progresiva de las conquistas sociales y el dinamitado del Derecho del Trabajo. Todo ello agudizó las contradicciones económicas, con un incremento de la desigualdad y con una dependencia cada vez mayor del endeudamiento para mantener la maquinaria capitalista en funcionamiento. Sin embargo, el estallido de la crisis financiera internacional hizo saltar esa frágil estructura por los aires. Y con ello, naturalmente, también la posición material de mucha gente que, además, había interiorizado culturalmente que vivíamos el fin de la historia.


Es más, lo que el 15-M manifestó con toda claridad no fue la autoconciencia revolucionaria de la ciudadanía, como sólo podrían creer los más ingenuos, sino la existencia de un caldo de cultivo de enorme frustración ante la realidad socioeconómica y, muy especialmente, ante las expectativas vitales. Entre otros, allí podía encontrarse a los jóvenes sin futuro, a las facciones de clase más precarizadas y a una autopercibida clase media que era expulsada, bruscamente en la mayoría de los casos, de la burbuja económico-vital en la que habían vivido. El salto no fue cuantitativo, habida cuenta de que días después ganó las elecciones el PP, sino más bien cualitativo: para cada vez más gente algo estaba cambiando en su forma de ver el mundo.


La izquierda política organizada, desgraciadamente, no quiso estar a la altura del momento. Se hicieron buenas diagnosis de lo que sucedía pero no se acompañó de una gestión coherente. Por lo general podría decirse que la izquierda marxista de este país no obró como tal, y limitó sus habilidades a un buen diagnóstico que no fue acompañado de la consecuente praxis. Y es que aunque la mayoría de la frustración ciudadana se expresaba con la intención de voto de la abstención, también una parte que alimentaba ligeramente los porcentajes estimados de IU. Y eso bastó para neutralizar los discursos marxistas que analizaban y proponían alternativas rupturistas, hacia dentro y hacia fuera. Triunfó una suerte de nuevo eurocomunismo o neocarrillismo que abogaba por recoger los beneficios electorales de la crisis sin apostar por articular una respuesta política anticapitalista.


No obstante, pasado este largo ciclo electoral toca hacer balance. La economía española se encuentra narcotizada, debido a las inyecciones de liquidez de los bancos centrales de todo el mundo; el modelo de crecimiento económico se está reorientando hacia un modelo dirigido por las exportaciones de bajo valor añadido, lo que implica aún mayor precariedad laboral; la estructura de clases ha cambiado, con un fuerte componente generacional; y la presencia de nuevos partidos ha modificado sustancialmente el panorama e imaginario político. Al mismo tiempo, el escenario económico de futuro es ciertamente oscuro, con un horizonte de nueva crisis financiera que podría desestabilizar todo el sistema político otra vez. Al fin y al cabo, las contradicciones del sistema económico no se han resuelto de ningún modo y eso es crucial en el devenir político de nuestro país.


En estas circunstancias, parece obligado iniciar una reflexión activa sobre el futuro de la izquierda en España y Europa. Porque, como hemos dicho en otras ocasiones, nos jugamos un orden social y no sólo unos cuantos escaños en el Congreso de los Diputados. La clave, como siempre, está en hacerse las preguntas adecuadas. ¿Qué tipo de país-sociedad queremos para las generaciones futuras? ¿A través de qué mecanismos podemos incidir en la realidad, quizás electoralmente, quizás en el conflicto social o quizás en ambos? Y, finalmente, ¿qué instrumento político es el más adecuado para conseguirlo? Pienso, además, que el orden de las preguntas ha de ser este y no otro.


En unos tiempos en el que la izquierda está tan despistada conviene ser claros también en las propuestas. Y desconfiar de aquellas que no lo son. Por eso trataré de explicitar con nitidez mi apuesta concreta. Pienso que debemos evitar dos tentaciones y apostar por una vía que, siendo más compleja, es la más útil para nuestros objetivos ideológicos.


La primera tentación a evitar es la que podemos llamar el deslumbramiento. Consiste en una suerte de idealización de los fenómenos más recientes, como es el de Podemos, y que suele acabar proponiendo una entrada íntegra en otra formación política. Esta opción supone desestructurar las redes de militantes y simpatizantes que, articulados en torno al significante PCE/IU, inciden en el conflicto social y político. El fenómeno de Podemos merece ser estudiado y en gran medida reconocido, pero no tiene las características que puedan hacer de él un instrumento de transformación social en el sentido que nosotros hemos venido planteándolo en los últimos años. Al fin y al cabo, las transformaciones sólo pueden llevarse a cabo cuando existen redes capilares de activistas organizados que comparten una misma o similar concepción del mundo, una estrategia y una cultura política común, y que además tienen capacidad de incidir en la vida concreta de las clases populares a través de la presencia en los conflictos sociales. Como maquinaria electoral Podemos carece de esas características, mientras que las redes de PCE/IU está más cerca de tenerlas; si bien, como observamos, lejos de que funcionen correctamente entre otras cosas por la falta de una dirección política coherente y cohesionada.


La segunda tentación a evitar, siempre latente, es la que llamaríamos irracional-impulsiva. Consiste en cierta melancolía freudiana de quien no acepta la nueva situación económico-política y espera, con fe ciega, que aquellos tiempos de cierta comodidad –la comodidad del 10% electoral- puedan volver por arte de magia. Habitualmente propugna el refugio a un marxismo fosilizado y fetichista, sin incidencia social e insignificante en apoyo social. Convierte a la izquierda marxista en una pieza de museo. Y es, paradójicamente, la opción con menos autonomía de todas porque siempre se referencia en otras fuerzas políticas, del mismo modo que el bueno de la peli requiere de su antagonista para ser quien es. Es también la opción más emocional, porque se acompaña de la simbología más obrerista para encubrir, curiosamente, la opción política más dogmática. Y, por supuesto, está desconectada de los problemas reales de la gente y de los análisis marxistas sobre la situación económica ya que, en esencia, es una opción de pura fe. De la fe de quien cree que cerrando los ojos la realidad será distinta. Y ya se sabe que la fe no necesita ni ciencia ni hechos.


La opción más coherente es la racional-crítica. Parte de asumir que el 15-M y Podemos, entre otros, es un fenómeno social que manifiesta parte de los deseos e inquietudes de las clases populares. Y que, sin embargo, eso no es suficiente para transformar la realidad ni para aspirar a construir un horizonte socialista. Propugna la construcción de un instrumento de radicalidad democrática, recogiendo las demandas republicanas de los movimientos sociales, y con un proyecto político anticapitalista, herencia del movimiento obrero, porque hunde sus raíces en un riguroso análisis marxista de la realidad socioeconómica. Propugna autonomía política, sin referenciarse en otras fuerzas políticas, pero manifiesta intención de colaboración con otros sujetos, políticos y sociales, y sobre todo pone encima de la mesa la necesidad de reforzar las redes de activistas sociales y la incidencia concreta en la vida de la gente. Es decir, presencia en conflictos sociales. Y la pedagogía como elemento central para el establecimiento de una cultura política compartida.


Estoy convencido de que esta la tercera opción es la que necesitamos, para el bien de nuestro país y para que la izquierda marxista pueda trabajar para la emancipación de las clases populares. En definitiva, para pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad. Pues esa siempre fue la tarea comunista.


Sirva de ejemplo el prólogo que escribí en marzo de 2013 al libro “Conversaciones sobre la III República” de Julio Anguita y Carmen Reina, y que fue notablemente criticado por parte de la entonces dirección de IU.


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Published on February 05, 2016 02:13

February 1, 2016

Por qué necesitamos una banca pública

Publicado en Elpaís


Durante los próximos meses nuestro país tendrá que enfrentar nuevos e importantes retos sociales, políticos, económicos y ecológicos. Por eso no parece que tenga mucho sentido que el debate actual, sobre la conformación de un nuevo Gobierno, esté girando en torno a abstracciones y riñas de poder en el seno de los partidos. El clásico quítate tú que me pongo yo. Al contrario, lo sensato es el planteamiento de propuestas concretas, programáticas, que ofrezcan una respuesta válida a todos esos retos. Y, sobre esas propuestas, el debate serio y honesto.


Uno de esos retos es el que afectará al sistema financiero español. Como es sabido, la reciente crisis financiera y la política de los últimos gobiernos han cambiado completamente el panorama del sector. Las cajas de ahorro se han transformado definitivamente en bancos —en un proceso en el que, no obstante, llevaban inmersas muchos años— y unas pocas entidades se han hecho con el control del mercado. Al mismo tiempo, la política de privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas del Gobierno del PP ha permitido sanear los balances de muchas entidades e incluso nacionalizar de facto algunas de ellas. Sin embargo, la economía real no parece haberse beneficiado de todo ello y, en tanto el sistema financiero vive de la economía real —cosa que tiende a olvidarse demasiado a menudo—, han vuelto las tensiones al sector.


Y es que la presunta recuperación económica —en realidad bonanza macroeconómica y miseria microeconómica— está basada en la inyección billonaria de dinero en el sistema financiero internacional. Los principales bancos centrales del mundo desarrollado han abierto una barra libre de liquidez que ha inundado el sistema financiero y ha animado los mercados durante los últimos años. Subieron las bolsas, bajó la prima de riesgo y, en suma, aquellos actores que operaban en el sistema financiero vieron cómo continuaba el flujo de dinero —y de especulación— y con ello también sus ganancias. Pero por lo general ese dinero no ha bajado a la economía real, que sigue asolada por el paro, la precariedad y la desigualdad, y estas prácticas solo han servido para mantener los indicadores macroeconómicos aparentemente sanos. Pero lo que realmente hay de fondo es la crudeza de las burbujas financieras, y las tensiones y las contradicciones no tardarán mucho en estallar. De hecho, ya vemos algunas señales en la situación reciente de las bolsas en Estados Unidos y China.


Una nueva crisis financiera internacional es una hipótesis cada vez más plausible, y las condiciones objetivas ya se dan. Las consecuencias para una economía como la nuestra serían dramáticas, más aún cuando los últimos años no han sido aprovechados para fortalecer los instrumentos públicos. Sin embargo, estamos a tiempo de responder si un nuevo Gobierno manifiesta y pone en marcha tal voluntad política. Y la propuesta aquí es clara: paralizar de forma inmediata el proceso de privatización de las entidades financieras nacionalizadas y aprovechar la situación actual para conformar y extender un polo de banca pública que permita afrontar con mayores garantías los retos próximos.


No cabe duda de que el sistema financiero español, como el europeo, necesita una regulación más estricta que alinee sus intereses a los de la economía real. Hay que revertir esa desconexión que existe entre el mundo financiero y la economía real. Al tiempo que es fundamental que exista un polo de banca pública con la que poder proteger a la ciudadanía y a nuestros ahorros, facilitar una política de alquiler público barato, reducir el imponente poder de la oligarquía financiera, establecer líneas de crédito a sectores productivos relevantes y transformar nuestro modelo productivo. Todo eso es necesario pero también posible… si se quiere.


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Published on February 01, 2016 01:14

January 13, 2016

Nueva legislatura

Esta mañana se ha constituido el Congreso. Hace cuatro años viví esa experiencia desde la mesa de edad, una institución temporal que ayuda al procedimiento, porque era el diputado más joven de la cámara. En esta ocasión la edad media ha bajado hasta los 47 años, un signo más de los cambios políticos en nuestro país. Lo que no cambia es la correlación de fuerzas en la Mesa del Congreso (que decide sobre el funcionamiento del parlamento), y que será conservadora porque PP y Ciudadanos tienen 5 votos conjuntamente y PSOE y Podemos sólo 4. En ese contexto los diputados de IU-UP y las confluencias hemos votado a una candidata alternativa, de Podemos. Ahora nos toca seguir trabajando para tener grupo parlamentario, algo que marcará la diferencia entre poder hablar una vez al año en pleno o poder hacerlo todas las semanas. ¡Muy relevante! Ciudadanos y PSOE se han mostrado públicamente partidarios de facilitarlo. Seguimos, porque un millón de votos bien se merecen una voz permanente.


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Published on January 13, 2016 07:45

January 12, 2016

Entrevista: “Tenemos que recoger lo mejor del movimiento obrero y de los movimientos sociales”

Entrevista publicada en eldiario.es

Por Aitor Rivero


Alberto Garzón (Logroño, 1985) atiende a eldiario.es en una cafetería próxima a su casa en el distrito centro de Madrid. El diputado electo de Unidad Popular-Izquierda Unida saca un hueco para esta entrevista en una agenda muy apretada tanto en lo interno como en lo externo.


IU puso en marcha el sábado pasado un proceso asambleario que debería dirimir hacia dónde va la organización que nació en 1986 al albur de las movilizaciones antiOTAN. Hay tres opciones y Alberto Garzón apuesta por la intermedia: mantener la independencia de una fuerza política “claramente rupturista y anticapitalista”. A partir de ahí, todo está abierto, asegura el dirigente. Incluso reeditar y profundizar la colaboración electoral con Podemos y con otros partidos.


Además, Garzón está inmerso en las negociaciones para elegir la Mesa del Congreso. La fecha de la votación es este mismo 13 de enero y todo está en el aire. También la posibilidad de que IU-UP encuentre una fórmula que le permita tener un grupo propio y dar visibilidad al millón de votos que logró el 20D.


El Consejo Político Federal de IU ha abierto la senda hacia una asamblea ordinaria por calendario pero extraordinaria por el contenido. Usted integra la comisión que pilotará la cita de mayo. ¿Cómo se la plantea?


Es una oportunidad que hay que aprovechar no como una situación ordinaria sino como una situación excepcional. Hace mucho tiempo que dijimos que había que repensar la izquierda ya que tras cuatro años de recortes brutales, el PP iba a volver a ganar las elecciones. Hay que hacer una reflexión conjunta, ser audaz y adaptar la organización a los tiempos políticos que vivimos: el país, la gente y sus condiciones de vida han cambiado. Lo que hay que hacer es fortalecer el instrumento para un tiempo que es muy distinto.


¿Se trata entonces de fortalecer IU o de ir hacia un nuevo instrumento que supere IU?


La asamblea de mayo es de IU. Será un espacio abierto para que participe todo el que quiera y el primer paso de algo más grande. Estamos hablando de fortalecer el instrumento para establecer colaboraciones electorales. Seguimos hablando de Izquierda Unida y de cómo fortalecerla. Eso implica una nueva dirección pero la clave está en las nuevas formas democráticas, en introducir elementos como los revocatorios y abrir un debate muy participado para que la militancia pueda tomar la decisión.


¿Y después?


Tiene que quedar claro que el horizonte es de unidad popular, de colaboración. Nunca de absorción ni de integración en ninguna fuerza. Hay que evitar las dos lógicas que nos han intentado invadir: la del refugio en una visión sectaria, ultrarreducida y marginal de la política limitado a un espacio electoral del 1%, o la del enamoramiento con Podemos, que tampoco es una posibilidad.


¿IU no va entonces a una asamblea destituyente para emprender luego un proceso constituyente?


No es una asamblea destituyente. Es una asamblea para fortalecer y enriquecer IU. Y desde ahí, seguir caminando para fortalecer los espacios de unidad popular municipales en los que participamos y poder contribuir a que se puedan construir otros muchos, porque hemos visto que es el camino. Pero son dos vías paralelas. La autonomía de una proyecto de izquierda radical anticapitalista como es IU está garantizada.


¿IU será entonces el instrumento político que sustentará luego alianzas electorales?


La lógica de IU siempre tiene que ser la colaboración electoral desde el reconocimiento y la diversidad. No puede ser la marginación ni la exclusión. En este país necesitamos un instrumento fuerte que preserve una cultura política como la nuestra, con más de 30.000 militantes y un millón de votos con UP. Todo ese bagaje tiene que servir para construir algo mucho más potente, construir, en última instancia, un nuevo país. Hoy hay elementos que no existían hace siete años y evidentemente la organización tiene que ser distinta que entonces. Y ese es el debate en el que nosotros nos insertamos.


Mencionaba antes la necesidad de cambiar la dirección en la asamblea de mayo. En el CPF se aprobó una comisión que llevará las riendas de la organización hasta la asamblea. En esa comisión no está Cayo Lara, ¿cuál es el motivo?


El coordinador federal está de facto en todos los órganos por su cargo. Puede participar en cualquier comisión, no hay ninguna intencionalidad política. Es una comisión que tiene que dirigir el proceso hacia la asamblea y garantizar que los debates lleguen a toda la militancia. Vamos a hacer una primera fase muy participativa en la que enviaremos cuestionarios a todas las asambleas que sirven para animar y dinamizar los debates que vamos a tratar en la asamblea. Queremos algo distinto a lo que hemos visto hasta ahora.


¿Por ejemplo?


Podemos pensar en vez de en una coordinación general una cocoordinación, que es algo que existe en otros partidos como ICV o el Front de Gauche (Francia). O incluso otras fórmulas como portavocías rotatorias o mecanismos de rotación.


¿Y cuál cree que debería ser?


No quiero tomar la decisión. Aparte de que no lo tengo muy claro no quiero influir en el debate de la asamblea. Pero creo que la mera oportunidad de explorar estas vías y salirse de esa visión del hiperliderazgo al que estamos acostumbrados va a ser muy positivo. Pienso en una izquierda que no dependa de un único líder.


Ya sea una jefatura al uso o una nueva fórmula de liderazgo, ¿es su intención formar parte de ese órgano?


No lo descarto, sería deshonesto hacerlo. Yo siempre estoy a disposición de un instrumento político como es IU. Creo que tenemos dos objetivos políticos muy claros. Uno es inminente: atajar la emergencia social que vive nuestro país y para eso tenemos que hacer un instrumento que haga frente a los desahucios, el hambre, la miseria y el desempelo. Eso es inmediato y no podemos hacerlo solos, sino desde la colaboración. Pero luego tenemos otro horizonte: nuestra sociedad no va a poder sobrevivir en el tiempo a medio y largo plazo con este modelo de producción y consumo que despilfarra recursos y machaca el medio ambiente. Necesitamos cambiar el sistema económico. Por eso mi horizonte es socialista y no tengo ningún problema en decirlo. Y un instrumento que tenga ese mismo horizonte es necesario. Todo lo que sea estar al servicio de esa causa, yo estoy a disposición. Por eso quiero que podamos explorar esas nuevas fórmulas que no están basadas en la estética de un personaje que domina la organización, sino a escenarios participativos.


Mencionaba antes las candidaturas municipales y las de confluencia en Cataluña y Galicia, que han sido fórmulas de éxito desde un punto de vista electoral, aunque no tanto en lo interno. Cayo Lara el sábado fue bastante crítico con ambas coaliciones, que usted defiende. ¿Existen esas dos almas en IU? ¿Son reconciliables?


Yo no creo que existan dos almas en IU. Existen muchas más. Venimos de una tradición en la que afortunadamente la disensión es parte fundamental. En cuanto a la confluencia, no hay dos almas en IU. De hecho, IU en sí misma es una expresión de la confluencia. En esta organización hay miembros del PCE, como yo, o de Izquierda Abierta que ideológicamente están muy lejos. Y sin embargo formamos partes del mismo proyecto porque encontramos cosas en común. La experiencia en Cataluña y Galicia seguramente no sean perfectas y crean fricciones pero sí ha quedado de relieve que la gente de la calle, que opera con códigos mucho más sencillos que las direcciones de los partidos, valora muy bien la unidad. Y esa unidad ha servido para romper el bipartidismo en Galicia y Cataluña. Todo lo que sirva para generar un contrapoder que permita cambiar la sociedad va a ser bienvenido siempre que se haga con un programa rupturista de mínimos.


En el CPF del sábado se abstuvo en la votación del informe del coordinador que criticaba estos espacios. Le insisto porque parece que dentro de IU hay tensiones ideológicas que pueden ser más o menos solventables pero hay otras más complicadas. Este mismo lunes, Gaspar Llamazares aseguró que Podemos quiere trocear IU, el propio Lara y otras voces con peso dentro de la organización lo han criticado. ¿No cree que pueda haber una ruptura cuando haya que poner negro sobre blanco si se va hacia eso?


No lo creo. Se trata de asegurar un espacio autónomo y desde ahí colaboras con otros. Es lo que ha pasado en Galicia y en Cataluña donde, es curioso, se han dado coaliciones electorales que algunos denostaban como sopa de siglas. Y sí ha funcionado electoralmente. Esto tiene que estar en el bagaje de lo que vamos a hacer. No hay que ir a ningún espacio de integración dentro de otra organización. No tenemos que absorbernos en otros. Colaborar es la única forma posible para generar sinergias. La gente que ha votado UP-IU ha votado eso, no es un voto prestado. Aquellos que abogan por meterse en Podemos, para mí son insensatos.


¿Por qué?


Podemos es un proyecto político diferente a nosotros. Tiene sus matices, sus diferencias y sin embargo se puede colaborar con ellos. Pero siempre desde un espacio de reconocimiento. A veces los debates están muy interpretados porque estoy convencido de que Cayo [Lara] estaba a favor del pacto en Galicia y si se hubiera dado una coalición electoral en el conjunto del Estado hubiera estado completamente a favor. Soy consciente de que ha trabajado a favor de que se pudiera hacer. Las tensiones se han generado porque solo se ha podido en algunas partes.


En la reunión del Consejo Ciudadano de Podemos tras las elecciones Pablo Iglesias dijo que durante la campaña IU había roto puentes con su partido. Usted dijo este sábado sin embargo que la campaña de IU había sido “elegante”. Desde cada lado se aprecia una realidad. ¿Se arrepiente por ejemplo de haber dicho que Podemos aspiraba a ser  la nueva UCD?


Yo creo que hemos sido muy elegantes a la hora de hablar de Podemos. A lo largo de 2015 tuvimos acercamientos a ellos y a otras fuerzas y la mayor hostilidad vino por parte de Podemos. Incluso Pablo Iglesias tuvo que rectificar. Nosotros no respondimos porque no queríamos encerrarnos en ese ámbito del barro al que se nos quería empujar no por Pablo [Iglesias], sino por el escenario, Una vez que no se consigue el acuerdo podemos discrepar políticamente. Cuando yo digo que Podemos ha girado al centro o se ha moderado para asimilar el discurso de parte del centro de este país y ganar votos no estoy diciendo nada nuevo. Estoy haciendo una crítica porque creo que la solución está en la izquierda y el propio Podemos reconoció que se habían moderado porque argumentó, creo, “hemos madurado”. Es legítimo y no vamos a ocultar las discrepancias que tengamos aunque sean compañeros de un proyecto de transformación social.


¿Han hablado Iglesias y usted desde las elecciones? ¿Han entablado conversaciones para algún tipo de colaboración en el Congreso?


Hablamos el día de las elecciones para felicitarnos por los resultados y después para ver las hipótesis de la formación de Gobierno, que siguen abiertas. Pero no de ningún tipo de colaboración porque estas deben ser electorales y ahora no es el momento. Yo imagino que como en Andalucía nos vamos a encontrar en el propio debate porque al final te encuentras votando lo mismo. Sí hemos manifestado a todos los grupos que creemos necesario un grupo de IU porque es importante que un millón de votos puedan verse representados en los debates de envergadura que va a haber en esta legislatura.


¿Y qué respuesta han obtenido?


En general, todos nos han dicho que les parece justo. Incluso el PP, dentro del protocolo, nos han dicho que están para hacer lo que sea justo. Creemos que el PSOE, Podemos y las confluencias pueden tener la decisión clave para que nosotros tengamos visibilidad.


En esas confluencias hay personas de IU, ¿qué pasará si no tienen grupo propio?


Quienes se oponen a esos grupos argumentan que Pablo Iglesias y Podemos se han auto otorgando todos los escaños y que eso hace que aunque jurídicamente se cumplan las condiciones, de facto son todo Podemos. Nosotros vamos a facilitar con humildad que tengan grupo. Si no lo obtienen se daría un escenario casi de ciencia-ficción porque no hay precedentes.


Volviendo al debate en IU, da la sensación de que de las distintas tesis que se han barajado sobre hacia dónde deben ir usted defiende la tesis de la refundación, que es es una palabra que ya se ha utilizado en IU. ¿Qué diferencia hay entre la actual y las anteriores?


No sé si llamarle refundación. Es la adaptación de nuestra organización a los tiempos actuales. Y pasa por evitar dos tendencias: quienes se quieren refugiar en el 1% y rechazar toda colaboración y quienes se quieren integrar en Podemos. Y rechazo ambas. Tenemos que fortalecer un instrumento autónomo que tiene 1 millón de votantes junto con UP y seguir fortaleciéndolo con otra gente.


La comisión que dirigirá la organización hasta la asamblea está formada mayoritariamente por gente del PCE. ¿Cuál es el papel del Partido Comunista?


Las líneas que hemos estado debatiendo en el partido son las mismas que estoy señalando yo. IU es un instrumento, no un fin en sí mismo. Y tenemos que hacer crítica porque los resultados son muy malos en un sentido general aunque puedan parecer heroicos por cómo se ha hecho la campaña son muy malos. El PCE está siendo catalizador de que se pueda dar un debate participado para crear un instrumento claramente rupturista y anticapitalista.


Hablaba antes de una nueva dirección, ¿estará el secretario general del PCE, José Luis Centella?


Tenemos que ir a órganos de dirección mucho más reducidos. A una estructura más ágil que huya de la burocratización y que apueste por el papel de las nuevas tecnologías también en lo interno. Yo no pondría ningún nombre, la clave no van a ser los nombres sino la línea política. Vamos a una asamblea muy participada y no sabemos lo que va a decir la gente.


Pero usted, que lidera esa senda, tendrá una idea de qué personas quiere que le acompañen.


Voy a poner un ejemplo que ahora está distorsionado por la actualidad, pero el funcionamiento de la CUP en Cataluña y esos procedimientos heredados del anarquismo y del anarcosindicalismo son algo de lo que aprender. Los procesos no pueden estar en los nombres y apellidos de los dirigentes, sino en los procesos. Y luego el dirigente ha de cumplir. Estamos muy acostumbrados en las últimas décadas a dirigentes que desoían la voluntad de las bases. Eso, entre otras cosas, nos ha hecho actuar en IU Madrid. Hay que salir de ese esquema. Ya sé que los nombres implican cosas, pero podemos dejar ese debate para el último momento.


Además de una organización menos bucrocratizada, ¿qué otros planteamientos hace usted para esa nueva IU?


Mayor horizontalidad, con órganos reducidos y flexibles con capacidad de intervención mucho más rápida e instrumentos de fiscalización de los representantes. Igual que hemos defendido los revocatorios para lo público lo mismo podemos hacer en IU. Queremos recoger lo mejor del movimiento obrero y de los movimientos sociales democratizadores. El resto de partidos van a fórmulas cada vez más dependientes de liderazgos individuales y creemos que hay que recorrer el camino contrario, como enseñó el 15M. Con fórmulas democráticas más ágiles el debate es más sincero y transparente y la voz de la militancia está más presente en las decisiones de los dirigentes.


¿Están pensando en modificar el sistema de financiación de IU?


Nosotros no tenemos una vinculación entre cómo nos financiamos y a quién servimos. Todo el mundo es consciente de cuál es nuestro discurso y nuestra práctica con respecto a los bancos. Lo que sí es cierto es que arrastramos una deuda, reducida en comparación con otros partidos, pero que procede de los años 90 y que ha sido reducida año tras año. Esa ha sido una de las grandes decisiones de Cayo Lara, con presupuestos más austeros.


Para la financiación hay que ser muy creativos. El crowdfunding puede ser una herramienta, pero vamos a necesitar mecanismos en la administración pública que permita a todo el mundo hacer política. Si vamos a una campaña en la que cuatro partidos tienen una hipervisibilidad que nosotros no tenemos lo debemos compensar con actos que suponen contratar sitios que cuestan dinero. Y ahí hay una desigualdad. Con una ley de campaña igual y plural todos gastaríamos mucho menos dinero.


Este fin de semana el Parlamento de Cataluña ha elegido al presidente de la Generalitat después de meses, ¿qué cree que pasará en el Gobierno de la nación? ¿Y qué preferiría?


Es evidente que va a haber presiones para una gran coalición. Pero al mismo tiempo habrá otra presión, la de la calle, que quiere un gobierno progresista. Eso no significa que cumpla nuestro programa al 100%, pero sí tenemos mimbres para derogar la LOMCE, la reforma laboral o la ley mordaza. Y para paralizar los desahucios, reformar el sistema hipotecario, poner en marcha un plan de empleo público, etcétera. Si eso es posible, no entiendo que haya partidos y fuerzas sociales que presionan a favor de unas nuevas elecciones, que es el escenario favorito del PP. Si hay nuevas elecciones por la imposibilidad de un pacto a la izquierda del PP va a salir muy fortalecido.


Para ese acuerdo de mínimos, y dado que IU y EUiA forman parte de las confluencias, ¿es el derecho a decidir y un referéndum en Cataluña uno de esos mínimos?


El derecho a decidir es necesario, hay que facilitar una consulta, pero no puede ser el obstáculo para mantener la LOMCE, la ley mordaza y otras reformas que hacen la vida imposible a mucha gente. No lo pondría nunca como un elemento imprescindible salvo que quisiera elecciones anticipadas y que el PP las ganar de forma abrumadora.


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Published on January 12, 2016 02:53

January 10, 2016

Informe sobre los resultados electorales e IU

Han pasado ya bastantes días desde que conocimos los resultados de las últimas elecciones generales. Y ayer tuvimos la reunión del Consejo Político Federal de Izquierda Unida, en donde aprovechamos para reflexionar sobre el momento político y el futuro. Este texto que acompaño es mi informe definitivo, aprobado con un 80% de los votos a favor. Entramos en una nueva etapa.


Fortaleciendo el instrumento político


El pasado 20 de diciembre finalizó, por el momento, el largo ciclo electoral que había comenzado en mayo de 2014 con las elecciones europeas. Durante ese período se han dado dos procesos electorales anticipados (Cataluña y Andalucía), las elecciones municipales y autonómicas y las recientes elecciones generales. Para Izquierda Unida han sido muchos meses de enorme intensidad y campañas electorales muy complejas.


El balance final del proceso tiene sus claroscuros. Por un lado, Izquierda Unida-Unidad Popular consiguió el 20D casi un millón de votos en unas condiciones casi heroicas, con prácticamente todo en contra. No es este un ejercicio de triunfalismo, pues los resultados son claramente malos, sino la contextualización de los resultados dentro de las dificultades objetivas que enfrentábamos. La exclusión en debates televisados que han sido fundamentales en la toma de conciencia del voto, la hipervisibilidad de otras candidaturas, el doble llamamiento al voto útil y el estrechamiento del espacio electoral en la izquierda han sido rasgos notables de esta última campaña. Pero el trabajo incansable de militantes y simpatizantes ha permitido que vivamos una hermosa campaña, con una enorme movilización popular en los actos públicos y para la difusión de nuestras propuestas. El esfuerzo de tanta gente comprometida con un proyecto anticapitalista, rupturista, ecologista y feminista ha permitido que los resultados no fueran peores. Sin embargo, esos mismos resultados han sido filtrados por una injusta ley electoral que ha traducido el esfuerzo en únicamente dos diputados por la circunscripción de Madrid. En ese sentido, los resultados son claramente malos. Además, el casi millón de votos no ha sido suficiente para alcanzar el 5% en todo el Estado con lo que el grupo parlamentario está en juego en estos momentos. Ahora bien, en términos generales los resultados para nuestra organización son malos y representan en gran medida los errores del pasado, los deberes no hechos en los últimos años y los incumplimientos sistemáticos de los acuerdos adoptados por los órganos federales; entre ellos el de la llamada refundación.


En todo caso, los resultados de las elecciones muestran el debilitamiento del Partido Popular y del Partido Socialista, pero al mismo tiempo ponen de relieve la oportunidad perdida de una candidatura unitaria de las fuerzas por la ruptura democrática. Al fin y al cabo, el Partido Popular ha vuelto a ganar las elecciones y el bipartidismo tiene mayoría absoluta en escaños. Tras cuatro años de movilizaciones contra los recortes brutales del PP, los resultados generales son claramente insatisfactorios y deberían llevar a una seria reflexión en la izquierda.


La apuesta de Izquierda Unida por la unidad popular ha sido y es incuestionable. Mucho antes de afrontar el reciente proceso electoral Izquierda Unida dedicó todas sus energías a intentar un acuerdo de colaboración entre todas las fuerzas de ruptura. Durante varios meses mantuvimos encuentros con las alcaldías llamadas del “cambio”, con los partidos susceptibles de participar en un acuerdo de estas características y con los movimientos sociales que podrían apoyarlo. El escollo decisivo se encontró, finalmente, en la estrategia del actor con más expectativa de voto: Podemos. La decisión de la fuerza morada de presentarse en solitario a las elecciones cambió tras el conocimiento de los resultados de las elecciones municipales y autonómicas, el 24 de mayo. Sin embargo, su dirección mantuvo la firme intención de excluir a Izquierda Unida Federal de cualquier acuerdo; optaron, en cambio, por una serie de alianzas tácticas en determinados territorios. Así, Podemos llegó a acuerdos con otras fuerzas únicamente en Cataluña, Galicia y País Valencià; y en dos de esos territorios participando nosotros también. En el resto, las conversaciones con Podemos no llegaron a fructificar en un acuerdo de colaboración porque la máxima aspiración de la fuerza morada era incluir a varios candidatos de Izquierda Unida en sus listas electorales como independientes, desestimando al resto de la organización y a su cultura política. En esas condiciones de no reconocimiento de nuestra organización y cultura fue imposible llegar a un acuerdo satisfactorio para la sociedad, algo que sí había sucedido, por ejemplo, en Cataluña o Galicia.


Los resultados han demostrado que teníamos razón. Una fórmula de colaboración como las que se dio en Galicia o Cataluña es un mecanismo capaz de doblegar al bipartidismo y romper la dinámica de las últimas décadas. Por eso, la apuesta de Izquierda Unida por la colaboración electoral se mantendrá en el tiempo; porque es la única vía para la transformación social efectiva.


Aún sin un acuerdo global para una candidatura unitaria, el trabajo que se ha dado en la candidatura de Unidad Popular debe valorarse muy positivamente. Esta experiencia ha servido para seguir tejiendo complicidades entre las gentes que optamos por un proyecto rupturista y que sin embargo no militamos en las mismas organizaciones. El trabajo, codo con codo, con gentes de otras organizaciones y en torno a un programa político común ha sido una experiencia muy satisfactoria. Al mismo tiempo, ha sido la candidatura más coherente con el programa democratizador; ha sido, por ejemplo, la única candidatura en elegir a todos sus candidatos y candidatas en primarias abiertas. No obstante, debemos señalar también que la experiencia de la candidatura de Unidad Popular ha sido desigual a lo largo de todo el Estado, y que no en todos los territorios se ha logrado sumar a gente que trabajaba fuera de las coordenadas de Izquierda Unida.


Composición de parlamento y gobierno


Como hemos dicho, no hemos obtenido un porcentaje de votos suficiente para conformar automáticamente un grupo parlamentario. Sin embargo, esta decisión final depende de la interpretación que haga la Mesa del Congreso, la cual se constituirá el próximo 13 de enero. En anteriores legislaturas se han hecho excepciones que han permitido a candidaturas con menos de un 5% de los votos tener finalmente un grupo parlamentario propio. Buscando ese objetivo, estamos explorando todas las posibilidades técnicas y estamos hablando también con todas las fuerzas políticas. En términos de visibilidad, y de presencia parlamentaria en general, sería muy deseable contar con un grupo parlamentario propio. Además, consideramos que en términos de votos absolutos es además lo más justo.


De la misma manera, celebramos que tras las elecciones haya mayoría parlamentaria suficiente para aprobar determinadas leyes que son imprescindibles para las clases populares, así como para derogar leyes injustas puestas en marcha por el PP en estos últimos cuatro años. Con voluntad política suficiente, leyes como la LOMCE, la Ley Mordaza o la última reforma laboral podrían ser derogadas en unos meses. Y con la misma voluntad podrían ponerse en marcha planes de empleo público, paralización de los desahucios y un plan de emergencia social absolutamente imprescindible para las clases populares. Sin embargo, observamos atónitos cómo en vez de hablar de estas posibilidades tanto PSOE como Podemos permanecen enfrascados en riñas de poder que están desconectadas de los intereses de la mayoría social. Pensamos, asimismo, que la convocatoria de unas elecciones anticipadas sería una gran noticia para el Partido Popular, quien por cierto observa con inmensa placidez la incapacidad de diálogo a su izquierda. Por todo ello, creemos necesario un ejercicio de responsabilidad con los votantes y ciudadanos que más sufren la crisis y apostamos por un diálogo sincero y transparente sobre las necesidades sociales más acuciantes que podrían resolverse en poco tiempo. Nuestro programa es la aportación que hacemos al entendimiento, y sobre esa base cualquier otra fuerza política podrá encontrarnos en el diálogo.


Nueva etapa para IU


Es tiempo para repensar la izquierda y tiempo para hacer balance de lo sucedido en los últimos años. A nuestro juicio, Izquierda Unida ha jugado durante décadas un papel imprescindible en la defensa de los intereses de las clases populares. Y aunque ha habido errores y cosas que no se han hecho bien en este tiempo, lo cierto es que en general IU es un instrumento del que estar orgullosos. Porque nuestra organización es ante todo la gente que se patea las calles en la búsqueda de un mundo más justo, y en la lucha concreta contra las injusticias en el mundo laboral y social.


No obstante, toca adaptarse a una nueva fase política y económica en nuestro país. Una nueva fase caracterizada por la crisis orgánica, los parlamentos más fragmentados de la democracia y un escenario de crisis económica que no ha acabado sino que, de hecho, puede volver a empeorar. Las condiciones materiales de vida de la gente siguen deteriorándose, mientras las nubes de una nueva crisis financiera y económica asoman en el horizonte. Y este año, en el que se celebrará la XI Asamblea Federal de IU, es una oportunidad para afrontar esos retos y saber adaptar nuestro instrumento a los cambiantes tiempos que vivimos.


Tenemos que repensar la izquierda no para buscar un “nicho de mercado” como si en vez de una organización política fuéramos una empresa y en vez de dirigentes fuéramos directores ejecutivos. Queremos hacer política, y eso implica preguntarse por todo lo que ha cambiado en nuestra sociedad en estos años. Pues ha cambiado la base material de nuestra sociedad, un país roto incluso generacionalmente, con una autopercibida clase media que al hundirse se deja atraer por la fantasía de una vuelta al pasado y con una sociedad donde el imaginario social y político ha cambiado radicalmente. Estos son algunos de los rasgos del nuevo contexto político en el que nos inscribirnos y para el cual debemos tener un instrumento adecuado.


No obstante, tenemos que estar alerta. En primer lugar, alerta frente a las llamadas al repliegue y a la ceguera política, que son una invitación a la marginalidad política. Ignorar los cambios en nuestra sociedad y la necesidad de repensar el momento político es parte del plan de quienes quieren refugiarse en una suerte de caverna platónica en la que sólo se ven sombras de lo que se fue y en la que ninguna luz muestra futuro. Pero también alerta frente a quienes creen que las promesas del cambio pueden materializarse a través de organizaciones políticas distintas, sean PSOE o Podemos. Ninguno de estas dos organizaciones son, a nuestro juicio, los instrumentos que necesitan las clases populares. Nuestra tarea debería ser fortalecer nuestra organización como instrumento autónomo y radical, que va a la raíz de los problemas, y desde ese espacio colaborar electoralmente con otras fuerzas en la medida en que esos acuerdos puedan ser positivos para la transformación social. Y desde luego nunca desde un ejercicio de subalternidad.


Estamos ante una situación excepcional, y eso supone ir a una asamblea excepcional. Una asamblea que sea no el punto final sino el principio de algo más grande. Una asamblea para estar a la altura del momento político.


El compromiso de la militancia de Izquierda Unida está con la transformación social y con un proyecto de ruptura democrática que nos permita construir un nuevo país desde las coordenadas ideológicas del anticapitalismo, el feminismo y la ecología política. Por eso consideramos imprescindible seguir apostando por la unidad popular, recogiendo lo mejor de las experiencias vividas en los últimos años y proyectando hacia el futuro nuestra capacidad de transformar la realidad. No podemos olvidar que la unidad popular se construye en la movilización social y en las calles, y eso es parte esencial de nuestro proyecto político. Para eso es fundamental que iniciemos acciones y movilizaciones que permitan que nos encontremos con más gente en la política y no en los discursos; que nos permitan luchar contra las injusticias desde la acción y no sólo desde las diferentes instituciones.


En ese sentido, debemos seguir colaborando y contribuyendo a fortalecer los espacios de unidad popular que ya existen, al mismo tiempo que debemos potenciar otros nuevos a fin de que en un horizonte de tiempo lo más cercano posible la colaboración de las fuerzas de ruptura democrática sea una realidad efectiva.


Creemos fundamental que la colaboración entre las fuerzas de ruptura se de desde el reconocimiento de la diversidad, pues es la única forma posible de aprovechar las sinergias políticas. En nuestro país, plurinacional y diverso, convivimos muchas organizaciones de izquierdas que tenemos nuestra propia cultura política y nuestras propias ambiciones sociales; nada de eso debería ser un inconveniente para tejer lazos de colaboración electoral y no electoral. Al contrario, la potencialidad que encierra una colaboración así es algo que no deberíamos desaprovechar.


Así, creemos que toca dos tareas simultáneas.


La primera, fortalecer nuestro proyecto político adaptando nuestra organización a los tiempos que realmente vivimos. Construyamos una organización más democrática, ágil, flexible y capaz de incidir con mayor eficacia en los conflictos sociales y políticos. Fortalezcamos ideológicamente nuestro instrumento, pues seguimos considerando que la solución a los problemas del país vienen desde la izquierda y desde una perspectiva de clase. Aprovechemos la oportunidad de la próxima Asamblea Federal y hagamos un proceso ilusionante que nos permita sentirnos aún más orgullosos de nuestra organización.


La segunda, contribuir a construir los espacios de unidad que ya existen, promoviendo su fortalecimiento. Aprendamos de la extraordinaria campaña electoral en la que hemos sabido trabajar con otros distintos a nosotras, y aprendamos de todos los momentos en los últimos años en los que la colaboración entre diferentes actores, y siempre en torno a un programa común, ha permitido victorias para las clases populares. El horizonte de todas nuestras acciones debe ser la colaboración entre las fuerzas de ruptura. Tanto en lo electoral como en lo no electoral.


Salud y República.

Alberto Garzón Espinosa


9 de enero de 2016



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Published on January 10, 2016 03:34

January 3, 2016

La izquierda en la que yo creo

Hace siete años emergió una grave crisis financiera internacional que asustó de forma notable a las clases dirigentes de todo el mundo. Pensaban que la más grave crisis desde la Gran Depresión podría significar el fortalecimiento político de la izquierda en todo el mundo; sabían, de hecho, que las políticas necesarias para detener la hemorragia –el rescate del sistema financiero y los recortes para la mayoría- iban a ser fuertemente contestadas por la izquierda. Incluso Sarkozy habló de “refundar el capitalismo”, poniendo así la venda antes que la herida. Era 2008.


Pero lo cierto es que fue la derecha la que tomó la iniciativa. La crisis pareció pillar desprevenida a una izquierda que en gran medida había interiorizado el fin de la historia y que había asumido amplios postulados del sentido común neoliberal. Por lo general, la izquierda se limitó a pedir una vuelta a la época dorada del capitalismo. Es decir, un poco más de la vieja receta socialdemócrata. Con la izquierda noqueada, la derecha se dedicó a rescatar a las grandes empresas y las grandes fortunas, a inyectar billones de euros y dólares al sistema financiero, y a recortar en las conquistas sociales y económicas de todo el mundo desarrollado.


En nuestro país, las movilizaciones sociales se desataron muy especialmente a partir de 2010 cuando el Gobierno del PSOE se puso en manos de la troika. Los planes de ajuste, eufemismo que esconde un proceso constituyente dirigido por la oligarquía, habían llegado a España y suponían de facto un cambio en el orden social. Eso generó respuestas populares. A las huelgas generales convocadas por los sindicatos siguieron el 15-M, las marchas por la dignidad, las acciones de protesta del SAT, las mareas de los diferentes colores, el movimiento Rodea el Congreso, las acciones para detener desahucios… Hasta 2013 la política en la calle reclamaba un país distinto al que parecía cristalizar en las instituciones políticas. La crisis económica se había convertido en crisis de régimen, y ya ninguna institución se salvaba de la crítica de unas clases populares cada vez más politizadas y que parecían despertar del largo letargo en el que habían estado durante la burbuja inmobiliaria.


Las clases dirigentes en España también reaccionaron. Trataron de redirigir la crítica únicamente hacia las instituciones políticas y los casos de corrupción; obviando, intencionadamente, el componente sistémico y económico de la crisis. En el fondo consiguieron dar la vuelta a una de las grandes hazañas del 15-M, que fue poner la crisis económica y sus actores al mismo nivel que la crisis política (no somos mercancía en manos de políticos y banqueros, decíamos). A partir de 2013 cada vez se hablaba menos de paro y desigualdad y cada vez se hablaba más de corrupción y de Bárcenas. Así, lo que en 2011 fue identificado acertadamente como una crisis sistémica, con sus banqueros estafadores y empresarios corruptores, se fue convirtiendo, poco a poco, en una crisis de salud política, es decir, de simples mangantes y manzanas podridas en los partidos. La enmienda a la totalidad que hicimos en el 15-M se reconvirtió en pocos años en una suave e inocua llamada a la regeneración democrática que, en lo esencial, consistía en un mero recambio de actores.


Tras cuatro años de una durísima legislatura con Gobierno del PP en mayoría absoluta, toca hacer balance. Y, tras comprobar que el mismo partido que ha saqueado nuestro país como representante de la oligarquía, conviene también ser capaces de repensar la izquierda. ¿Qué sino deberíamos hacer cuando tras años de movilización popular y repolitización de la sociedad el ganador de unas elecciones ha sido el partido responsable de la pérdida de calidad de vida, y de la vida misma, de las clases populares?


En estos días muchas voces hablan de cambio. Es normal, porque todo cambia siempre. La cuestión es saber qué es lo que cambia y hacia dónde lo hace. Y lo cierto es que, sin desmerecer elementos positivos, el PP ha ganado las elecciones y el bipartidismo ha obtenido mayoría absoluta en escaños. Cambios cuantitativos, sí; cambios cualitativos, lo dudo. Y en este nuevo contexto tenemos una importante tarea que realizar: ser capaces de fortalecer un instrumento de izquierdas al servicio de las clases populares. A estos efectos quisiera aportar algunas ideas de cómo me imagino yo esa izquierda, de cómo imagino ese instrumento.


Nosotros hemos vivido una campaña muy hermosa y que era al mismo tiempo muy complicada. Excluidos de los grandes debates e invisibilizados en gran medida, hemos conseguido ganar la confianza de casi un millón de votantes. Aunque con resultados malos en escaños, la experiencia ha sido fantástica para comprobar cómo un proceso participativo real y que sumaba múltiples diversidades podía hacer frente a tamañas adversidades. Un millón de votos, miles de militantes y simpatizantes y extraordinarios cuadros políticos son mimbres más que suficientes para ir a un proceso ilusionante y de esperanza.


En este proceso, que se llevará a cabo este año, un debate colectivo, participativo y sin miedo puede ser el inicio de algo mucho más grande para el futuro. No sólo para fortalecer un instrumento anticapitalista, feminista y ecologista sino sobre todo para sentar las bases de un nuevo país. En ese sentido, imagino un instrumento:



Que recoja lo mejor del movimiento obrero y lo mejor de la democracia radical que se ha expresado en los movimientos sociales durante los últimos años. Eso supone aceptar la rica convivencia entre las experiencias más obreristas –centradas en el conflicto capital-trabajo- y las experiencias democratizadoras más transversales de la sociedad.


Que sirva para poner en marcha un proceso constituyente rupturista que nos permita construir un nuevo país plural y democrático en el que se preserven todas las conquistas sociales y se amplíen los derechos sociales y democráticos, tanto en el ámbito económico como en el ámbito civil.


Un instrumento radical, en su sentido más etimológico: que va a la raíz de los problemas. Así, pienso en un instrumento que interpele sobre economía, feminismo y ecología política desde una conciencia claramente anticapitalista.


Con un enfoque teórico de Economía Política que piense en el medio y largo plazo, con las luces largas puestas, y no sólo en el corto plazo. Lo que está en crisis en nuestro país es el régimen de acumulación y el modelo de producción y consumo, y los parches actuales no son soluciones reales; la próxima crisis económica no puede pillar desprevenida a la izquierda.


Un instrumento que sume en torno a un proyecto político, con su programa de transformación social, y no en torno a etiquetas preconcebidas o determinadas liturgias. De la misma forma que no nos preguntamos por la afiliación política cuando hemos defendido nuestros derechos en las mareas, pienso en la necesidad de sumar a toda la gente que comparte este proyecto político desde la pluralidad. La experiencia de Unidad Popular puede ser un ejemplo enriquecedor.


Establecer un horizonte de unidad y cooperación entre fuerzas de la ruptura democrática, reconociendo en todo momento la autonomía y la identidad política de los diferentes actores en esa alianza. Admitir ese horizonte como el único posible para la transformación social de nuestro país.


Poner en valor la palabra reconocimiento. Para reconocer otras identidades nacionales y para reconocer a otros actores políticos con los que poder colaborar y cooperar desde puntos en común; renunciando de ese modo a la uniformidad como estrategia política.


Con una organización ágil y flexible, menos burocrática y más democrática. Que disponga de mecanismos efectivos de democracia radical en lo interno, como los revocatorios, para permitir desplegar sin distorsiones la voluntad de los militantes y simpatizantes. Abandonar la idea de un liderazgo individual fuerte y prácticamente omnipotente.


Con una organización que despliegue su actividad tanto en la calle como en las instituciones, y que comprenda que la transformación social no es únicamente una cuestión de números en los parlamentos sino que conlleva un cambio material y cultural que se produce en los conflictos políticos no institucionalizados.


Con una organización cuya cultura política ancle en los valores de la Ilustración, a fin de construir un verdadero Estado de Derecho que proteja y haga cumplir los derechos humanos. Huir de toda tentación de “manejar a las masas” a través de estrategias populistas que ponen la relación entre dirigentes y ciudadanos al mismo nivel que la que tiene un alfarero con el barro. No se trata de pastorear a las masas; en todo caso de empoderar a la gente a través de la participación y la formación política.


Recuperar el papel clave y esencial de la formación intelectual, como medio de contrarrestar el pensamiento único y como única forma posible de alcanzar una hegemonía política en la sociedad.

Pienso en este 2016 como un año de oportunidad, y voy a dedicar todas mis energías como siempre hemos hecho. Porque venimos desde muy lejos, pero además queremos ir mucho más lejos.


¡Salud y República!


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Published on January 03, 2016 10:23

November 2, 2015

La reunión con Rajoy

Esta mañana me he reunido con Rajoy en la Moncloa. Una reunión cordial, si bien sólo hemos estado de acuerdo en que hoy llovía. Y es que la posición del PP y su actitud ante los problemas que sufren los españoles nos parece un error. La principal división no es entre Cataluña y España sino entre ricos y pobres, entre corruptos y gente trabajadora, entre la gente sencilla y los vividores de rentas y sobres. Y no vamos a participar en ningún teatro que enfrente a las clases populares de Cataluña y España, porque sufrimos como hermanos los desahucios, el paro y la corrupción que provoca la oligarquía y sus partidos. Se envuelvan en la bandera que se envuelvan, los de Bárcenas y los del 3% no son como nosotros. Además, los problemas se resuelven haciendo política y no en los tribunales ni imponiendo la independencia incluso sin votos suficientes. Nuestra apuesta es clara: diálogo, responsabilidad y modelo federal al servicio de las clases populares.


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Published on November 02, 2015 05:37

October 31, 2015

Carta a la militancia de Izquierda Unida

Compañeros y compañeras, no descubro nada nuevo si digo que vivimos tiempos convulsos. Tiempos de incertidumbre en los que los proyectos vitales de mucha gente se están quebrando como consecuencia de la crisis económica y de la gestión neoliberal de la crisis. Trabajadores despedidos, jóvenes que han de emigrar, familias enteras desahuciadas y estafadas por la banca, abuelos y abuelas que tienen que sostener con sus pensiones a sus hijos y nietas… No sólo nos roban nuestros ahorros y nuestras conquistas sociales sino también nuestro futuro. Ante ello somos conscientes de que sólo cabe la solidaridad y la organización de la gente que lucha por un mundo más justo. La historia nos ha enseñado que es en estos trances cuando más importante es que prevalezcan los valores y los principios. Son esos valores y principios los que nos han permitido a lo largo de la historia conquistar derechos y libertades. Y es que los derechos no se negocian ni subastan sino que se arrancan a la oligarquía.


Os escribo esta carta en agradecimiento por todo el trabajo que estáis haciendo en esa dirección. Estoy profundamente orgulloso de pertenecer a una organización y un proyecto político en el que participan personas como vosotras. Y estoy muy satisfecho de los resultados que estamos teniendo con ese trabajo en común. Sin duda, hoy estamos más que preparados que nunca para afrontar los próximos meses con la mejor de las expectativas.


Hemos dejado atrás meses duros en los que nuestra única brújula ha sido la ética de la convicción, esa suerte de combinación entre principios e intuiciones de la experiencia que nos guía en la construcción de una sociedad más justa. Y con dificultad pero con éxito hemos contribuido decisivamente a constituir plataformas de unidad que han logrado alcanzar gobiernos municipales, al mismo tiempo que hemos conseguido incrementar la representación municipal de nuestra organización a lo largo de todo el Estado. Pero sobre todo hemos seguido estando en los conflictos sociales y laborales defendiendo a las clases populares, a nuestra clase social. Allí donde se ha producido un Expediente de Regulación de Empleo, un desahucio o cualquier otro tipo de injusticia, allí habéis estado al pie del cañón los militantes de Izquierda Unida. Y lo habéis hecho sin pedir nada a cambio, dejándoos la piel por evitar el sufrimiento de la gente humilde, de la gente como nosotros y nosotras. Habéis demostrado, como siempre, que lo único que nos ha importado ha sido el compromiso con la justicia social. Y gracias a ese trabajo hoy tenemos una organización más cohesionada, fuerte y útil.


Quiero aprovechar para agradeceros también vuestro sobresaliente esfuerzo para que el proceso de primarias de Ahora en Común – Unidad Popular haya finalizado con tanto éxito. Sin duda, el trabajo de tanta gente de Izquierda Unida ha contribuido a que tengamos las mejores candidaturas que se presentarán a las próximas elecciones generales. He visto cómo habéis estado en las asambleas defendiendo la Unidad Popular, sacrificando el tiempo de vuestras familias y el vuestro propio, a veces sin ni siquiera poder descansar, y todo ello para contribuir al fortalecimiento de la izquierda en momentos clave para nuestro país.


Y, por supuesto, quiero agradeceros esa confianza que habéis depositado en mí para que sea el representante de este bello proyecto político. Estoy convencido de que cumpliré las expectativas y os confieso que me encuentro muy fuerte y animado. Palpo en el ambiente, hablando con el vecindario pero también con la gente con la que me cruzo por la calle, que hay mucho entusiasmo con una candidatura y un proyecto como el nuestro.


También quiero pediros que sigáis dando ejemplo como hasta ahora. Esta campaña electoral necesitará de la experiencia y la energía de todas las personas de Izquierda Unida. Necesitamos volcarnos en las calles, los barrios, los centros de trabajo, las redes sociales y allí donde podamos explicar nuestro proyecto político. Somos conscientes de que hemos perdido muchas veces. Qué nos van a decir a los militantes de Izquierda Unida, resistentes al bipartidismo y a la corrupción del sistema. Años y años combatiendo el neoliberalismo, la depredación de nuestro planeta y las corruptelas de quienes prometían trabajo basura a cambio de votos. Mientras el bipartidismo obtenía el 90% de los votos, las personas de IU compartíamos espacios con otros y otras para resistir sus cantos de sirena. Decían que Maastricht, el Euro y el milagro económico eran inevitables y grandes recetas. Protestamos, nos manifestamos y luchamos. Pero vencieron en las urnas y en las conciencias. Hoy estamos como estamos, precarizados y abandonados a la suerte del capricho irracional del mercado. Pero no nos rendimos, ni nos rendiremos. Salimos ahora con toda la fuerza que nos dan nuestros principios y también la conciencia de que hay un horizonte distinto para nuestras vidas. Que otro mundo es necesario, pero también posible.


Somos los de abajo, por supuesto. La mayoría somos de izquierdas. Muchos, como yo, somos también comunistas. Todos hemos sufrido en nuestras carnes las consecuencias de las políticas de saqueo del bipartidismo y la troika. Y sabemos que la solución pasa por hacer las cosas de otra manera, y de unirnos en torno a un proyecto de ruptura democrática, de ecología política y de feminismo. No es fácil, pues nadie dijo que cambiar el mundo lo fuera. Pero ese es el proyecto al que yo pertenezco. El que cambia la ética de nuestra derrota por la ética de nuestra victoria, el proyecto de la transformación social.


No permitamos que vendan nuestro país a la oligarquía, que nos empujen a un futuro de miseria e incertidumbre. Construyamos la posibilidad de un país más justo y digno. Un país en el que ni el hombre ni el sistema oprima a la mujer; un país donde la gente esclavice a la economía, y no al revés; un país que entienda que sin el planeta no somos nada; un país que recuerde y reivindique su historia democrática para construir un futuro mejor; un país en el que cada hombre y cada mujer puedan construir sus propios proyectos de vida con dignidad; un país que construya un futuro sin capitalismo; un país solidario con los pueblos del mundo, que apoye a los hermanos y hermanas del Sáhara, Palestina y Cuba; un país en el que el los únicos reyes que existan sean los de la baraja, un país republicano.


Compañeros y compañeras, gracias y adelante. No olvidamos que pertenecemos a la historia, a esa historia que hicieron los hombres y mujeres que lucharon antes y a esa historia que haremos los hombres y mujeres que luchamos ahora.


¡Salud y República!


Alberto Garzón


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Published on October 31, 2015 04:20