Gustavo Rodríguez's Blog, page 18
October 17, 2014
Niños simples, complejas niñas
El viernes pasado, no me pregunten por qué, estuve rodeado de una veintena de niños varones en una hacienda en Uruguay. Yo caminaba a cierta distancia de ellos, más interesado en ver las nubes del cielo austral que en seguir correrías, hasta que me topé con un par que se había apartado del resto. Llamémoslos Alfonso y Santiago. Ambos miraban una línea de hormigas enormes que transportaban trozos de hojas verdes.
De pronto, a Alfonso se le ocurrió pisar a una hormiga.
Santiago se enfureció y le dio a Alfonso una patada en la canilla mientras le recriminaba su acción. Alfonso le devolvió el puntapié en un acto reflejo y si la cosa no escaló a más fue porque la madre de Santiago los separó y le explicó a su hijo que esa no era la manera de expresar un desacuerdo. Hizo bien, la madre. Su hijo tiene un gran corazón y una sensibilidad especial por la naturaleza, pero nadie necesita en el futuro a un antitaurino que busque toreros para masacrarlos.
Lo bonito de la anécdota es que cinco minutos después, Alfonso y Santiago ya estaban de nuevo riendo juntos.
–Si hubieran sido mujercitas –le dije a la mamá de Santiago– no estarían así ahora.
Y le conté una de mis anécdotas como padre de tres mujeres.
Años atrás había ido a recoger a mi hija menor a un cumpleaños. Cuando entré al jardín de la casa los varoncitos estaban corriendo de un lado a otro, pero las niñas estaban en una actividad opuesta: se habían dividido en dos grupos y las integrantes de uno miraban con suspicacia a las del otro. Murmuraban entre ellas, parecían urdir planes, conspiraban. Cuando en el carro le pregunté a Maluchi qué era lo que había ocurrido, me contó que Silvanita le había hecho un desplante a Victorita y que Victorita se había resentido y hablado con Melissita y… bueno.
Cada vez que he contado esta anécdota me he cuidado de decir que las mujeres son complicadas. Prefiero decir que los varones somos seres más simples y que esto nos ha convenido desde un punto de vista evolutivo. Medio en broma, propugno que un grupo de cazadores no podía estar preocupándose en un análisis de las injurias cuando solo la cohesión grupal aseguraba la supervivencia mientras las fieras acechaban. Pero buscando pistas en otros terrenos me topé con unos apuntes de Huntington Willard, experto en genoma de la Universidad de Duke, y de David Page, biólogo molecular del Whiteshead Institute. Para ellos, el origen de la diferencia está en nuestros cromosomas. Mientras que las mujeres tienen dos cromosomas –X y X– en el llamado par 23, los varones cargan con X y Y. Para Page, la constitución genética de las mujeres tienen mayor complejidad debido a que el Y de los hombres se ha ido desprendiendo de genes a lo largo de los años y hoy tiene solo una fracción del tamaño que tiene su par X. Es decir, genéticamente los hombres somos menos complejos.
Leí también que de seguir debilitándose el cromosoma Y, los hombres podrían desaparecer en unos diez millones de años y, por lo tanto, las hormigas estarán más seguras.
October 10, 2014
Árboles en vez de aviones
Si hay una cosa en la que todos deberíamos estar de acuerdo es que necesitamos más parques que parqueaderos. Es por ello que hace unas semanas, cuando me encontré después de mucho tiempo con Anna Zucchetti, la presidenta del Servicio de Parques de Lima, la felicité porque bajo su gestión se habían creado seis nuevos parques zonales.
Anna es bióloga, italiana y una enamorada del Perú. Que se dedique apasionadamente a preservar y a ganar zonas verdes para los peruanos es una manifestación natural en ella.
No sé en qué momento empezamos a mezclar parques con viajes y de esta asociación vino a mi cabeza el futuro aeropuerto de Chincheros, en Cusco.
–¿No sería genial –le dije¬– que el antiguo aeropuerto se convirtiera en un parque central para la ciudad?
–Como en Quito –asintió.
Fue así como me enteré de que el aeropuerto de Quito que yo conocía ya no existía. En su lugar se construyó uno más grande, ubicado a 25 kilómetros del centro, en Tababela.
–¿Van a hacer un parque donde estuvo el aeropuerto?
–Sí.
Y en mi mente vi a las huestes del quiteño Atahualpa descansar en amplios espacios bucólicos mientras que las del cusqueño Huáscar se contentaban con concentrarse entre pizzerías para turistas y agencias de viaje. Pocas veces una ciudad tiene la gran oportunidad de reordenarse mediante un parque nuevo en su corazón. Ahora Cusco la tiene. La perspectiva de un parque de ese tamaño permite detenerse a pensar una nueva etapa de desarrollo para la ciudad en la que se elevaría exponencialmente el valor de los barrios que existen en la zona. Además, le añadiría a esta hermosa ciudad un polo recreativo que no tiene hoy en día y que las urbes más amables poseen de manera central: grandes prados verdes, flora y fauna controlada, espacios para el arte y la lectura, un circuito para el deporte. Y, por supuesto, tendría un impacto ambiental benéfico para la calidad del aire y la regulación de la temperatura.
Como consta en este artículo, semanas después de despedirme de Anna esta idea me ha seguido dando vueltas y vueltas, como aviones sobre un aeropuerto congestionado.
Si mis amigos cusqueños me generan envidia por la ciudad tan bonita que tienen, no quiero ni pensar lo que sentiré si llegaran a tener un parque central como no lo hay en otro lugar del país. Alguna vez escuché en un foro de urbanismo que Lima se perdió la oportunidad de tener uno en su área céntrica cuando el viejo hipódromo de San Felipe vio construir en su terreno lo que hoy es la residencial del mismo nombre. No me considero capaz de juzgar esa decisión a cincuenta años del contexto que la acompañó y en una rama que no es de mi especialidad, pero tampoco soy capaz de imaginarme una ciudad de alta calidad de vida sin grandes áreas verdes cerca de sus habitantes.
–¿Y qué piensas del Golf en San Isidro? –me dice Anna.
Le hago un gesto vago mientras se me aparecen esas 48 hectáreas de césped rodeado de alambrada al que pueden ingresar pocos privilegiados. Y pienso –pero no se lo digo– que Cusco la tiene infinitamente más fácil con su aeropuerto que Lima con su déficit de solidaridad.
October 3, 2014
Starbucks y los partidos
La casa de mi madre es el cuartel general de mis siestas.
Después de almorzar con ella junto a mi hermano menor mis párpados empiezan a cerrarse y, luego de dispensarme, procedo a tumbarme en el sofá de la sala. Desde allí llegué a escuchar la semana pasada un diálogo que provino desde la cocina.
–Hijo, no te olvides de comprarme el Ensure.
–Sí, mejor voy de una vez.
Con los ojos cerrados sentí los pasos de mi hermano yendo hacia la salida y luego el portazo. Después vino el sopor beatífico. Me sentía bien de que mi madre me hubiera hecho caso. Tiempo atrás le había comentado que era importante que tomara un suplemento de proteínas que también le ayudara con los huesos. Al parecer, le estaba yendo bien.
Después de un lapso de pozo profundo mi mente empezó a escalar por las paredes de la conciencia y pude escuchar, a lo lejos, que la puerta volvía a abrirse y que mi hermano regresaba de la calle. El diálogo que siguió se hizo lo suficientemente nítido como para transcribirlo aquí.
–¿Qué es esto?
–El encargado me dijo que es lo mismo.
–Te dije Ensure.
–Sí, pero es igualito y es más barato.
–Esos te dan lo que les conviene… anda de vuelta y me traes lo que pedí.
Volví a escuchar los pasos de mi hermano y podría jurar que hasta su resoplido de malhumor.
A lo largo de la vida nos grabamos en la mente garantías a la altura de nuestras expectativas. Si voy a reunirme en un Starbucks, mi creencia es que no tomaré un gran café pero que sí tendré un punto de reuniones céntrico y reconocible. Si opto por un libro de Páginas de Espuma, en mi elección me acompañará su aura de editorial independiente que se ha especializado en cuentistas exquisitos. Si mi madre es capaz de caminar más (o de pedir caminar más) por su Ensure, es porque esta marca se ganó el aval de su nutrición. Hubo un tiempo en que nuestros partidos políticos también tenían el nivel de filtro que ofrece toda marca que se respete. Pero en solo unas cuantas décadas les pasó lo que le habría ocurrido a Starbucks si se hubiera puesto a vender Nescafé en sillas de paja o a Páginas de Espuma si hubiera decidido editar recetarios: dejaron de ser garantía de calidad en relación a las expectativas de sus públicos.
Una marca que piensa en el negocio inmediato pierde a la larga lo que la hizo respetable. ¿Y quién respeta a los partidos ahora? La mayoría –si no todos– se fueron llenando de oportunistas, de negociantes, de palabreros con vitrina y ahora al público le da lo mismo marcar la inicial de un mesías dudoso que el símbolo de un partido que antes fue glorioso. La urgente reforma política que necesita nuestro país debe considerar este elemento de garantía para el ciudadano. Si un congresista o un alcalde fuera descubierto en un entripado, la sanción debería ser para el infeliz pero también para su partido. Hoy, si un congresista es destituido, su lugar es tomado por alguien de la misma bancada. ¿Eso de verdad castiga al partido? Con repercusiones blandas como estas los partidos no serán nunca bastiones de garantía, como sí ocurre con los productos y servicios duraderos.
La prueba está en que hace muchos años que no escucho a mi madre defender al PPC como hoy defiende a su Ensure.
September 26, 2014
El perfume rechazado
En la gestación de un libro no hay momento mejor que el de las tripas cuando se apropian del teclado. Se podría decir que es una angustia feliz porque se sabe –o se intuye– que con cada frase hilada se procesa tempestades interiores. Pero la angustia feliz no tarda en ser alcanzada por aquella producida por la vanidad de ser publicado. Le ocurre a casi todos los autores: al menos yo nunca he conocido a alguno que escriba para que nadie lo lea.
Hace catorce años, cuando terminé de escribir mi primera novela, ocupé mi espacio en el lugar común: quería verla publicada con letras grandes y en estantes visibles.
Nunca olvidaré lo que me dijo Patricia Arévalo, entonces la editora general de Alfaguara, luego de hacerme notar lo concienzudos que habían sido para aceptar mi manuscrito.
–Cuando una editorial publica una mala novela de, digamos, Saramago, la culpa es de Saramago. Pero cuando una editorial publica la mala novela de un desconocido, la culpa es de la editorial.
A menudo he pensado que mi habilidad narrativa –que siempre será discutible como le corresponde a cualquier producto humano– estuvo acompañada aquella vez de un componente a mi favor que excede a lo literario. Me refiero a esa especie de fortuna que hace que un restaurante que ofrece la misma calidad frente a otro reciba más comensales aunque tal vez no lo merezca en esa proporción. En literatura son conocidas las travesuras perpetratas por periodistas que han enviado manuscritos de novelas de premios Nobel, con personajes y autores cambiados, a distintas editoriales para confirmar, mientras se frotaban las manos, el alud de rechazos.
Sin embargo, hace poco me enteré de un caso que se lleva las palmas.
Claire Chazal es una periodista y escritora francesa, directora de los informativos de la cadena TF1. Cuando la editorial Plon publicó en 1997 su novela “La institutriz”, se convirtió en el libro del que toda Francia hablaba. Cuando la fiebre amenguó, la revista Voici quiso hacer un experimento en complicidad con la autora: le hicieron modificaciones menores a la historia y omitieron también el nombre de Chazal. El rechazo del manuscrito fue unánime. Lo más anecdótico es que la propia editorial Plon se adhirió, al parecer, a las razones de su no publicación. Al parecer, los ladrillos con que se construyen las reputaciones salen de las canteras del prejuicio, sea éste positivo o negativo. Alguna vez escribí en este diario sobre la investigación que una vieja marca de colonia masculina hizo cierta vez, al colocar su aroma junto al de otros perfumes modernos y bien reconocidos. Cuando la prueba era a ciegas, las narices favorecían su fragancia más que a Hugo Boss o Polo. Pero cuando la prueba era con los frascos, se imaginarán los resultados.
Pareciera que nuestras mentes son como esos aparadores con miles de cajoncitos en donde vamos organizando la información. A medida que uno crece dejan de existir datos intrínsecamente fríos: todos se conectan y se asocian con nuestras experiencias, dolores y filiaciones acumuladas. Por eso somos tan injustos a la hora de juzgar las obras y los actos de los otros. Una modelo no puede entender de filosofía, un mal alcalde jamás podría tener un acierto, un izquierdista jamás será un buen gerente, un derechista nunca será un ser humanitario y miles de escritores desconocidos jamás escribirán una buena novela.
September 19, 2014
Ascensor con cuerda separada
Mi edificio no es muy alto, pero por reglamentación y motivos prácticos –hay mucha gente mayor que vive en los pisos altos– debería tener un ascensor. Pero no lo tiene. La edificación se levantó a tropezones a través de diferentes crisis y para quienes lo conocieron en su peor época es casi un milagro que hoy luzca una pintura decente. La ausencia del elevador y de otras facilidades que son básicas en cualquier edificio moderno son el recordatorio de épocas más precarias. Sin embargo, ahora sí parecen existir las condiciones para que el edificio se ponga al día.
O eso creía.
Las primeras discusiones eran de esperarse: quienes viven en las plantas más bajas son los más reacios a poner dinero para un ascensor. El señor 202, un médico retirado que tiene fama de tener más alcohol que sangre a partir de las doce, dijo en un arrebato: “Perezosos de mierda… ¡quieren pagar un platal con tal de no ejercitar el corazón!”
No voy a repetir la respuesta del vecino 603 porque sé que mi madre va a leer estas líneas.
Con el tiempo, sin embargo, se llegó al milagro de un acuerdo para que todos aportaran en partes proporcionales a la altura de su departamento. En las cocheras ya se veían mejores autos, así que asumo que la mejora económica favoreció este gran paso. Sólo quedaba la coordinación para la ejecución. Elegir entre tres compañías –Otis, Thyssenkrupp y una china que no recuerdo– fue muy enmarañado debido a las sospechas de coima que flotaron sobre la junta directiva. Si ustedes vieran los cruces de correos. En esas se pasaron meses. Y cuando parecía que lo peor ya había pasado, una gran cereza se posó sobre el pastel de caca: la empresa elegida no pudo empezar porque el vecino del último piso, el 704, tiene el único acceso a la futura sala de máquinas (cosas que solo ocurren aquí) y negó el ingreso a los operarios como venganza por una antigua prohibición que la presidenta de la junta había logrado sobre tener mascotas en el edificio. El vengativo señor 704 tenía un gran danés, tan amado como asmático, que llenaba el edificio de toses y heces. Deshacerse de él debe haber sido muy doloroso para 704, porque cuentan que su sonrisa fue macabra al momento de negarse. Como la junta no tuvo la muñeca necesaria para llegar a un acuerdo con este vecino, la empresa añadió un gran monto adicional para considerar andamios, grúas y más operarios. Esto ya fue el acabose, porque quienes habían aceptado poner el dinero de mala gana encontraron la excusa para echarse para atrás. Y en esas estamos en este edificio llamado Perú, en el que también se ven cosas esperpénticas como seis primeros ministros rumbo al cuarto año de un gobierno o a trabajadores que se movilizan en tolvas de camiones por culpa de un paro que protesta por la reforma del transporte en la capital del país latinoamericano que más ha crecido, perla de la gastronomía y de las contradicciones.
Un breve ejercicio para asumir lo iluso que es pensar en lo económico como cuerda separada de lo político, porque sin reforma política nos quedaremos sin ascender hasta el fin de los tiempos.
September 12, 2014
Deséame en Facebook
En selvas densas como la amazónica los árboles más altos ocupan el primer lugar del podio en la competencia por alcanzar la luz solar. Sin embargo, muy a menudo, en la base de esos grandes árboles se apoyan especies de tallos delgados que buscan trepar por sus troncos para recibir su ración de luz, como los pequeños que suben a los hombros de sus padres para no perderse un espectáculo. Lo trágico para el árbol grande es que, con el tiempo, esas plantitas trepadoras terminan fortaleciéndose y engrosando sus tallos hasta que se constituyen en una estructura sólida, que estrangulan al árbol que abrazaban hasta que lo matan y ocupan su lugar.
Hay parásitos que parecen inofensivos y son hasta celebrados, y no estoy hablando solo del reino vegetal. Cierta vez leí que Lacan, el célebre psicoanalista francés, describía la relación entre la madre y el niño en su útero como parasitaria. Desde un estricto punto de vista biológico puede ser así. Pero desde un punto de vista imaginario, esa relación es una simbiosis que con el aporte cultural puede llegar a calificarse hasta de maravillosa. Siguiendo la ruta de Lacan, cuando ocurre el corte traumático del nacimiento es que surge una demanda mutua entre la madre y el niño. La reunificación entre ambos ya es imposible así que, después de esta expulsión del paraíso, a todo ser humano nos queda latiendo el primer deseo de todos: el deseo de ser deseado por nuestras madres. Y quién sabe si el eco de ese primer deseo, el de ser deseados, no nos acompañe a todos, agazapado, para manifestarse en cualquier momento.
Pasaré del nacimiento a la muerte con la naturalidad que merecen ambas caras de la moneda: en las últimas semanas han fallecido varias personalidades que han sido muy queridas en Perú. Rafael Santa Cruz, su tía Victoria, Enrique Zileri y Gustavo Cerati, por solo hablar de cuatro.
Una de las experiencias más curiosas que ofrecen las redes sociales de internet es que ahora podemos ver cómo nuestros conocidos expresan sus condolencias ante la muerte de los demás. Hay de todo, como de todo hay al hablar de sensibilidades. Están los sobrios, los desgarrados, los que se la dan de conocedores y los que pasan como “cool”. Pero en muchos de ellos, al menos entre la gran cantidad de amigos no reales que pueblan mi Facebook, se percibe las ganas de decir que conocieron a la celebridad, que alguna vez estuvieron con ella, que fueron rozados por su halo mágico. El deseo de ser admirado o –citando a Lacan– deseado.
Con esto no quiero decir que la pena expresada no sea genuina. Muchas son grandes y frondosas, como esos árboles amazónicos que conquistan la luz. Pero también habría que prestarle atención a ese deseo de alcanzar el brillo del muerto mientras nos trepamos a él. No porque sea un grave pecado, sino porque el quid de ser maduro radica en nuestro deseo de ser conscientes.
Me incluyo en esa búsqueda: de haber tenido una foto con Cerati, lo más seguro es que la habría colgado en mi muro virtual.
September 5, 2014
La silla que falta
Cada vez que un político o un gerente de relaciones institucionales sale a justificar el descalabro de una iniciativa porque “faltó comunicación”, a San Francisco de Sales se le forma una nueva piedra en la vesícula. La comunicación no es una etapa o un compartimento estanco que deba colocarse en el cronograma de un proyecto: es el fluido que debe contener a todos los elementos de la idea desde su nacimiento para facilitar su llegada a buen destino.
Algo así como el plasma en la sangre.
Toda nueva idea, sea tecnológica, política o comercial, debe ser traducida a un concepto atractivo, debe tener un nombre adecuado, públicos definidos y medios rentables, y lo ideal es que esta construcción estratégica se forme a la par que ella.
Esto adquiere real importancia si admitimos que a la mayoría de seres humanos nos gusta permanecer en nuestra zona de comodidad y que siempre será grande la tentación de quedarse con lo mediocre conocido que con lo estupendo por conocer. El conocer las verdaderas motivaciones detrás de las escogencias y los incentivos emocionales para que alguien adopte una causa son temas principalísimos que las organizaciones suelen dejar en el escalafón de los proveedores o de la plana ejecutiva, cuando este conocimiento profesional debería estar desde el inicio junto a las decisiones matrices. ¿No es patético el caso de los jerarcas políticos que nombran a sus partidos con nombres alejados de las personas y que diseñan su símbolo en la servilleta de un restaurante? ¿No es preocupante cuando las industrias extractivas hacen planes de factibilidad y el rostro de las poblaciones es el que menos aparece en los directorios?
Son estos directorios, justamente, las instancias que dictan la política y el espíritu detrás de las decisiones de las organizaciones. En todos los que he conocido –salvo en uno– hay asientos bien encuerados para abogados, financistas y contadores: los hombres encorbatados que saben de derecho y de las implicancias que habría en ampararse bajo determinada ley, los cerebros que conocen las fluctuaciones del mercado de capitales y las mentes despiertas que saben lidiar con los recaudadores de impuestos. Con quienes nunca me he topado en esos asientos directivos es con personas que han pasado su vida tomándole el pulso a las veleidades de la gente, cuando es la gente, finalmente, quien decide el éxito de lo que se discutirá en esas mesas. Cierta vez bromeé con el director de una empresa que construye gasoductos –donde la voz dirigente la tenían los ingenieros– que el lugar ideal para que ellos trabajen es un planeta deshabitado. Hacer obras de impacto donde residen personas con sueños, expectativas y deseos de reivindicación –u ofrecerles un sueño político o un servicio novedoso– implica contar con la sensibilidad y la técnica necesaria para que esa idea sea acogida y no solamente tolerada. Solo por eso, sería bueno ver en esos directorios a comunicadores y a estudiosos sociales responsables.
Tratar luego de resolver las carencias con notas de prensa es como detener aluviones con barreras de papel.
Un milagro que dudo que realice el patrono de los comunicadores.
August 29, 2014
Mientras llega el taxi
Hoy es 25 de agosto por la mañana y me he obligado a sentarme ante el teclado.
Mi maleta de viaje espera en la puerta. Si no escribo ahora mi artículo semanal, mientras espero el taxi, no lo haré estando afuera.
No tengo muchos ánimos, en verdad. Dormí muy poco y el resfrío me ataca con escalofríos.
De pronto, por una ventana de mi pantalla me entero de la triste noticia y se me forman relámpagos de otras épocas. El más antiguo me pone en el mostrador de una pequeña farmacia en Trujillo. El dueño del negocio es mi padre y sus manos están poniendo una inyección en la trastienda. Las mías descansan junto a una caja registradora, de esas antiguas, con manivela. Desde la calle entra una luz opaca y también la voz de un canillita que grita “¡Satélite!”, el diario vespertino. No tengo plata para llamar al vendedor, pero se me ocurre que podría buscar un reemplazo de lectura en el cajón junto a la caja. Lo deslizo y llama mi atención una revista de portada sarcástica, aunque el tema que propone no me interesa. Los niños que leen sobre política son excepcionales y yo nunca lo he sido. Lo que sí llama mi atención es la penútima página. Quienes tienen mi edad sabrán entender.
Treinta años después ya no vivo en Trujillo. Perdí lozanía, ingenuidad y pelo, pero he ganado algunos privilegios: estoy tomando un whisky con el director de aquella revista que mi padre leía en su farmacia y que ahora compro yo. Tantas son las historias que me cuenta y tan heroicas algunas, que esta columna flaca no dará la talla. Quizá para una, la que menos esperaba.
–Siempre he sido un creyente del poder de las imágenes– me dice. Su voz es jocosa, y también lo es la diferencia que hay entre su corbata de seda y sus zapatillas de plástico.
–Cuando era ejecutivo en McCann, recomendaba a mis clientes los avisos con fotos grandes.
Es decir, el gran maestro del periodismo fue antes un Mad Men, y justo durante la época que retrata la aclamada serie. Ya desde entonces buscaba el matrimonio entre la imagen impactante y la frase precisa para engendrar memoria. Un par de años después fue Daphne, su esposa encantadora, quien me contó que si se conocieron fue gracias al pasado publicitario de su marido. Él debía viajar por encargo de un anunciante y ella paseaba en el aeropuerto su estampa de aeromoza internacional. Sesenta años después de aquel flechazo Daphne volvió a tomar vuelo y su velorio fue una de las últimas veces en que abracé a Enrique. Lo rodeaban sus hijos, sus nietos, sus amigos y decenas de profesionales valiosos que trabajaron a su lado en esa revista legendaria con calata en la página penúltima. Periodistas, cronistas, fotógrafos, poetas, narradores: herederos suyos y talentosos amigos míos en los que pienso, uno junto al otro, mientras el taxi viene en camino. Porque todos estamos a la espera, pero fingimos no saberlo.
August 22, 2014
Distintas cintas métricas
El Gran Teatro Nacional es una obra imponente que fue inaugurada durante el último gobierno de Alan García y hacia ella me dirijo en auto.
Sé que el lugar estará repleto, así que he tomado mis precauciones: llego a su perímetro con veinte minutos de anticipación y empiezo a buscar sitio para estacionar. Mi exploración por el vecindario me aleja cada vez más de su manzana y, cuando ya me estoy insultando a mí mismo por no haber venido en taxi, encuentro por fin un espacio estrechísimo junto a un contenedor de basura.
Le unto vaselina al auto desde mi ventanilla y logro estacionar.
Sacar mi cuerpo del auto es una proeza.
Llegar a tiempo a pie hasta el teatro, es otra.
Una vez que, sudoroso, encuentro mi asiento en la platea veo que me ha tocado de vecino un amigo arquitecto. Luego de contarle mis peripecias para lograr estacionar, él me comenta:
–En mis proyectos me joden para tener siempre estacionamientos subterráneos. En cambio, aquí…
Es verdad. Resulta extraño, por decir lo más indulgente, que un edificio tan moderno y grandilocuente que representa a las artes escénicas de todo un país no haya sido planificado con un sistema de estacionamientos en su interior.
Días después me entero por las redes sociales de que ha ocurrido un gran derrame de petróleo en Cuninico, Loreto, en el ducto operado por PetroPerú. Parece ser el tercero en la zona. Lamentablemente, hay indicios de que la empresa estatal contrató a menores de edad para que ayudaran a limpiar el desastre.Por fortuna, con el transcurrir de los días, el Ministerio de Energía y Minas declara en reorganización al organismo responsable.
Las voces que se alzan suenan indignadas, y con obvia razón. Pero no son tan altisonantes como recuerdo aquellas que se enfurecieron cuando el ducto que transporta el gas de Camisea hasta la costa reportó filtraciones y derrames de mucha menor magnitud en su etapa de asentamiento.
Estos son solo dos ejemplos que muestran de qué manera los peruanos solemos llenar nuestras expectativas ante la gestión pública y la del sector privado.
Solemos pensar que el sector público es más burocrático y politizado y, por lo tanto, menos eficiente. Y con esa noción en la cabeza, esperamos lo peor de él y nuestras exigencias se tejen dentro de ese marco. Pero, en realidad, ¿no tendría que ser al revés?
¿No deberíamos ser incluso más exigentes con las instituciones públicas?
Cuando matriculé a mis hijas en un colegio privado fui consciente de que estaba dejando tres lugares libres en las escuelas que pago con mis impuestos. Tres lugares que deberían ser bien gestionados porque tienen mi auspicio.
La noción de ser clientes y tener la facultad de optar por la competencia nos crea la ilusión de poder para reclamarle bien alto a la empresa privada. Quizá deberíamos fabricarnos una noción renovada cuando juzguemos la administración de nuestras entidades públicas: que somos clientes y también patrocinadores. Los “dueños” de la empresa que nos da el servicio.
Una razón doble para equiparar las varas de medición.
August 15, 2014
Trío de comunicaciones
En esta época nuestras ciudades se convierten en catálogos electorales diseñados en el infierno.
La gran mayoría de esfuerzos de comunicación de los candidatos son anodinos: casi siempre la misma clase de foto y la misma manera altisonante de prometer. Sin embargo, hace unos días escuché algunas opiniones desfavorables sobre un par de candidatos limeños que se lanzaban a la campaña con las frases “Vao Colorao” y “Honestidad entre ceja y ceja”. En el primer caso, el candidato a Miraflores aparecía trotando por su distrito a la cabeza de un grupo de entusiastas. En el segundo, el candidato de San Isidro muestra una síntesis gráfica de sus cejas descomunales. A favor de estas presentaciones en público es justo recordar que nadie “compra” lo que no tiene en su cabeza y, por eso, distinguirse es el paso obligado en este tipo de contiendas. Ambos lo han logrado: fíjese que hasta yo caí en el juego y estoy hablando de ellos. Lo que resta –y ojalá lo hagan– es sumarle a esta primera capa el sustrato de las propuestas.
Los casos nombrados son mesurados si se comparan con otras campañas que son dignas descendientes de Susy Díaz y su 13 en las nalgas. En una sociedad que no se informa, pareciera que con la primera capa es suficiente.
Pero no lo es. Hacerse conocido es el primer check.
Toda elección es un contrato emocional y cada candidato debe encontrar esa forma adicional de hacer sentir gratificado al elector.
***
Los 10 años de Camisea se celebraron en una gran reunión organizada por PlusPetrol (la empresa a cargo de la operación) y por TGP (la empresa que transporta el gas hasta la costa).
Al ver los videos y escuchar las cifras emitidas por la gran pantalla, uno podía darse cuenta de que Camisea es un proyecto de ingeniería y logística como para erizar los vellos. La participación de TGP fue la más aplaudida: era difícil no sentir simpatía por toda esa gente que tendió un ducto desde Cusco hasta Lima atravesando las selvas más movedizas, las cumbres andinas sin oxígeno y los ríos torrentosos que se encuentran a lo largo de 730 kilómetros. Lo que se vio en su video fue la épica de un viaje, una idea muy sencilla de asimilar que –en mi opinión– es lo que le falta al proyecto en su conjunto para ser igual de aplaudido. De poco sirven para la comunicación los 25,000 millones de dólares que el país ha ahorrado en tarifa eléctrica gracias a Camisea porque las matemáticas rara vez emocionan. En cambio, díganle a un peruano que Camisea es el proyecto energetico más ambicioso de Sudamérica.
Lo más probable es que deje de pensar en comida por un segundo para sonreír en secreto.
***
Hoy escuché en la radio un comercial que hablaba de un restaurante “en pleno corazón de Barranco”. Quien haya redactado hace décadas esta frase por primera vez fue un innovador y quienes lo siguen haciendo hasta ahora son unos calcadores, de la misma forma en que Edilberto Mérida fue un verdadero artista al crear sus efigies de extremidades descomunales y solo son operarios quienes las replican por cientos para las ferias artesanales. La publicidad no es arte, pero hay poquísimas veces –el 0,05 % de los casos– en que se codea con él. Y solo ocurre cuando alguien crea, de verdad, una nueva forma de conmover al prójimo.
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