Gustavo Rodríguez's Blog, page 21

April 4, 2014

Entre los dos trapecios

Hace unos meses empecé a preocuparme por Maira.

Un día que la fui a visitar a casa de su madre la encontré tumbada en su cama, muy atenta a la pantalla de su celular. Conversamos algunas cosas, salimos un rato a comer y nos despedimos cuando ya anochecía.

Al día siguiente ocurrió prácticamente lo mismo: la encontré con la vista muy concentrada en la pantalla. No le dije nada. Pasamos una tarde bonita con sus hermanas.

La siguiente vez que la vi fue cuando vino a mi casa a dormir. En un momento en que pasé a su lado noté que seguía aferrada al dispositivo y no me pude contener.

–¿Por qué estás tan pegada a ese aparato?

Lo que me dijo no me lo esperaba.

–Estoy leyendo unas novela.

Me asomé a la pantalla y era verdad. Todo ese tiempo había pensado que su pulgar se posaba sobre mensajes o juegos de video, cuando en realidad pasaba las páginas virtuales de una obra literaria.

Hace una semana recordé mi sorpresa con Maira, cuando se inició la Bienal Mario Vargas Llosa en Lima. En la primera mesa, el escritor y editor Sergio Vilela le mostró al auditorio los últimos avances en edición digital. A mí me pareció especialmente interesante –y perturbadora– ALICE, una aplicación que permite interactuar con la novela que se está leyendo al extremo de que uno puede recibir en su celular mensajes de los personajes. ¿Qué podría decirme Emma Bovary desde su encierro provinciano? Nada creíble, en verdad, porque sería imposible que una dama me escribiera a mi celular desde la mitad del siglo diecinueve. Pero, ¿si se tratara de Lisbeth Salander? Sin embargo, fue la opción de que el lector tenga el poder de cambiar el curso de la narración lo que incomodó a los escritores presentes. Fernando Ampuero gesticulaba, con su estilo socarrón, que para él sería un pecado cambiarle algo a Balzac o a “La Ciudad y los perros”. Y cuando alguien le comentó aquella posibilidad a Piedad Bonnett, la poeta y narradora colombiana hizo un mohín de disgusto. Piedad cree que en la creación literaria debe haber un poder hegemónico que garantice la calidad de la narración y que, desde esa perspectiva, la individualidad del escritor es fundamental.

Estoy de acuerdo con ambos.

Ninguna obra literaria que ya conozcamos puede prestarse a este juego. Pero, ¿y si los escritores nacidos en la era digital empezaran a crear sus obras tomando en cuenta la interacción imperante en internet? ¿Y si conceptuaran sus obras con ramales y finales alternativos para crearle al lector la ilusión de su participación?

Si ALICE lo propone en su promoción, es porque hay escritores que han aceptado trabajar así, aunque a los narradores de la era Underwood nos parezca un ultraje.

El mundo editorial vive momentos interesantes pero estresantes. Una nueva tecnología ha aterrizado para cambiar las costumbres de la gente y todavía es prematuro saber qué costumbres de lectura terminará por asentarse en este siglo: es el vacío que afronta el trapecista al dejar un trapecio y coger otro. Quién sabe si la humanidad no se quedará con ambos, otorgándoles experiencias específicas. Quién sabe si mi Maira no dejará a veces su lectura electrónica para coger de vez en cuando un libro impreso, como quien se relame con un bombón artesanal luego de pasársela entre chocolates empaquetados en fábricas.

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Published on April 04, 2014 03:37

March 28, 2014

Queridos todos y todas

MENÚ DE HOY:


Frejoles afroperuanos

Menestras con habilidades diferentes

Lomo con necesidades básicas insatisfechas

Corvina a lo hombre retrógrado


En nuestro país, cada vez hay más ojos agazapados a la espera de que usted o yo cometamos un error que pueda leerse como prejuicio. Es natural. Cuando pienso en la evolución de las sociedades y me enfoco en el Perú, es difícil pasar por alto los procesos de inequidad que aún están lejanos de acabar, aunque ya se hayan dado pasos auspiciosos.

Quizá estas voces críticas y muchas veces exageradas sean el síntoma de que al menos la indolencia ha terminado.

En nuestro país ya no se puede hablar de cholos con la impunidad de otros tiempos y, al menos en nuestras ciudades, es mal visto censurar a una mujer que busca realizarse a través de una carrera en lugar del matrimonio. Pero como ocurre con todo proceso social importante, los avances solo pueden medirse a través de las décadas: hasta 1998, una generación atrás, un violador podía escapar del castigo penal en Perú si se casaba con la víctima. Una monstruosidad que implica que la noción de familia tiene más valor que el de la mujer como individuo. El hecho de que aun genere polémica el aborto terapeútico en nuestro país es un eco de eso mismo y también de las fricciones de un proceso.

Sin embargo, en busca de la equidad social solemos caer en extremos, porque donde ha habido tanta postergación es válido que haya rabia contenida. O quizá también porque sufrimos el fanatismo del rehabilitado, como esas personas que se convierten en ultra fanáticos de una fe después de haberse descubierto como pecadores impenitentes. Si un día la sociedad me ampayara exclamando “qué lindo ese bebé, todo rosadito”, de inmediato se me acusaría de racista cuando tal vez solo haya querido hacer una descripción. Y cada vez que envío un correo masivo con el encabezado de “Queridos amigos”, me pregunto si entre mis conocidos no habrá alguien que en silencio me reprochará el no haber escrito “Queridas amigas y amigos”. Como la mayoría, quiero una sociedad más justa para mis hijas, mis amigos y mis compañeros de planeta, pero también tengo el derecho de advertir los extremos. Y como el lenguaje es mi nación personal, debo defenderlo y señalar los excesos que caen en lo risible, ese “Queridos todos y todas” que cierta vez me pareció escuchar en un discurso. Es verdad: el lenguaje marca a las personas, a veces de por vida. Pero más poderoso y menos postizo es aquel proceso por el cual la sociedad es la que cambia en sus acciones y costumbres y al lenguaje no le queda más que adaptarse. Lo contrario, por más que la intención sea buena, corre el riesgo de caer en el ridículo y de que terminemos escribiendo un menú tal como está indicado arriba, en un ejercicio que mi amigo Germán Vargas inició en twitter y que yo me he dado la libertad de sazonar y publicar aquí. Para quien lo quiera bien escrito, aquí va:


Frejoles negros

Lentejitas

Lomo a lo pobre

Corvina a lo macho

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Published on March 28, 2014 03:23

March 21, 2014

El pequeño en la bruma

Ayer lo vi después de algunos meses.

Me acababa de asomar, soñoliento, a la ventana. Era bien temprano: en los edificios vecinos había luces encendidas donde hasta hace poco, en el verano, había entrado el sol con ánimo.

Allí estaba, delante de su edificio. Bien peinadito. Bajito. En uniforme escolar.

La única señal de su crecimiento era la ausencia de su madre, esa señora en bata que lo acompañaba el año pasado. Parecía resignado a ser succionado por el sistema educativo a través de la movilidad escolar.

A sus compañeros de destino también me los encuentro en esas camionetas.

Sucede cuando agarro mi bicicleta y me ejercito por las calles antes de que el tráfico adquiera densidad. Sus caritas me observan desde las ventanillas, lánguidas porque aun no despiertan del todo, y me recuerdan al ganado que es transportado con ojos lastimeros.

Me basta una simple resta para calcular que entre el momento en el que los recogen y el momento en el que entrarán a clases habrá más de una hora de diferencia. Para mi pequeño vecino eso equivale a levantarse casi en penumbras, tomar desayuno cuando el cuerpo aun no se da cuenta de que tiene hambre, esperar a la movilidad en el frío y encerrarse luego en un circuito de recojos que termina al otro extremo de la ciudad. Para entonces aun no serán ni las ocho de la mañana y a mi pequeño vecino le faltarán todavía siete horas en un salón de clase y el retorno a mi barrio en la misma movilidad, esta vez en el tráfico tenaz de una ciudad totalmente despierta.

Si por lo menos valiera la pena, me digo. Si al menos esos colegios a los que llegan después de la odisea fueran un espacio que los ilusionara y los retara con maravillas. Si los libros estuvieran sobre alfombras coloridas para tumbarse y no en habitaciones que huelen a mazmorra. Si en vez de enfrentarse a textos aburridos les dieran a desarmar, por ejemplo, una motocicleta para aprender de física, de química y de matemáticas. ¡Si la mitad de nuestros maestros no fueran analfabetos funcionales!

Por el uniforme que usa sé que mi pequeño vecino va a un colegio privilegiado que, en teoría, está más cerca de una educación que desarrolla en lugar de castrar.

¿Pero no será que incluso un colegio “privilegiado” no sale a cuenta cuando uno se pone en sus zapatos? ¿Que su vida se enriquecería más si estudiara en un colegio cercano a su casa aunque no tuviera renombre? ¿Que desayunar en tranquilidad con sus padres durante once años podría hacer una gran diferencia en su vida? ¿No será que depositamos en las escuelas de nuestros hijos una importancia excesiva porque la verdadera forja de su carácter y habilidades está en nosotros, sus padres, y eso nos aterroriza? Son algunas de las preguntas que me hice y me seguiré haciendo mientras vea a ese pequeño bostezar bajo mi ventana.

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Published on March 21, 2014 03:00

March 14, 2014

Ale, ahora que trabajas

Mi Ale,

Hace un año te escribí por tus dieciocho años y ya, tan pronto, lo hago porque empiezas en tu primer trabajo.

La vida vuela. Y si la pasas dentro de una oficina, verás que mucho más.

En cincuenta años estarás en la etapa de preguntar “¿qué hago con mi tiempo?”. Pero ahora tu pregunta clave debe ser “¿en qué te puedo ayudar?” Hazla lo más que puedas. A tu edad nadie espera que seas la heroína del día: se espera que apoyes con todas tus ganas mientras muestras deseos de aprender. Eso ya es mucho, créeme. Con los años te darás cuenta de las nuevas preguntas que deberás hacer –y hacerte– con frecuencia.

Con lo anterior queda implícito que pagarás un derecho de piso y es lo natural. Hasta los artistas del Renacimiento lo tenían esquematizado: a limpiar pinceles primero. Pero ten presente que si algo empezara a incomodarte en tu trabajo, en algún momento tendrás que plantarte para tomar decisiones. Nunca dejes que te hagan sentir mal porque te vas cuando se ha cumplido el horario de trabajo. O porque a veces te retrasas al volver de almorzar. O porque tu empresa apoya una causa que no compartes. La vida es muy corta para pasarla con gente que te incomoda. Si tienes que elegir entre un trabajo donde ganarás millones pero no te sentirás libre y otro donde ganarás poco pero serás tú misma, ni lo dudes: escoge siempre el segundo. Venderse a uno mismo es el peor negocio que harás en tu vida, así te paguen lingotes.

Sin embargo, siempre encontrarás más buenas personas que hijos de puta. Trata de juntarte con los más inteligentes, leídos y experimentados. Algunos serán petulantes pero si a cambio de su soberbia les das tu simpatía (¿quién es perfecto?) aprenderás cosas invaluables. Mi secreto ha sido ese, mi niña: siempre me he juntado con gente que sabe más que yo. Luego solo me he encargado de separar sus creencias de las mías y de traducir sus hallazgos a mis palabras.

¿Te cuento más?

Aléjate de los chismes. No juzgues a nadie, a menos que hayas vivido exactamente su vida, lo cual es imposible.

Ya que estamos, hablemos de los romances de oficina. Un día te atraerá alguien de tu trabajo y será natural. Si ese día decides tener un romance a escondidas, nunca olvides que cuando más pienses que nadie se da cuenta, es porque más se está hablando de ustedes.

Mira tú, terminé hablando de chicos y chicas. Cuando tu abuela trabajaba, su mayor aspiración era ser una excelente secretaria de gerencia. A ti te queda un mundo más amplio: ¿CEO global? Excelente. ¿Señora de tu casa? También. Pero a pesar de lo ganado recuerda que aún vives en un mundo inclinado hacia los hombres. Según las estadísticas, tu sueldo tenderá a ser menor que el de un hombre con tus mismos logros. El antídoto está en qué tanto valor le añadas a lo que produces: no existe jefe o consumidor que no esté dispuesto a pagar más por algo que percibe como valioso. Ese “valor” tendrás que aportarlo tú mientras alzas la voz por la equidad.

Se me acaba el espacio, mi amor. Queda lo justo para desearte que seas feliz.

De eso se trata todo.

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Published on March 14, 2014 03:08

March 7, 2014

Hasta los borregos

Me levanto y en el noticiario aparecen los diez mejores goles del fin de semana. Los miro de reojo. Desayuno y la emisora que me acompaña ofrece el ranking de las treinta mejores canciones de los noventa. Tarareo algunas. Una vez en mi auto, aprovecho las luces rojas: en twitter leo el ranking de los diez mejores tuits sobre la ceremonia del Óscar. Los disfruto mucho. La mañana avanza, la tarde asoma y la noche corona. Cuando me vuelva a acostar habré estado expuesto a los veinte colegios más caros del Perú, a los quince paraísos playeros que debes visitar con tu pareja, a los cinco comentarios que jamás debes hacer en una primera cita, a las diez razones por las que debes apoyar a la oposición en Venezuela, a las cien películas más votadas por los críticos de Europa, a los diez alimentos que previenen el cáncer, a los cinco tipos de vagina que circulan por el mundo, a los cincuenta mejores restaurantes según Restaurant Magazine, a las diez causas más taipá para comer en Lima y a los diez remedios caseros para evacuarlas al día siguiente como por un tubo.

Pero no soy el más indicado para quejarme.

Hace unos años yo mismo fui autor, con Sandro Venturo, de un libro llamado “Ampay Perú: 357 listas para entender cómo somos los peruanos”. Si fue un libro tan vendido en su momento fue porque buscaba traducir ingente información recolectada por las ciencias sociales a un formato que llamara la atención de cualquiera en la calle. Ahora que lo pienso mejor, ese formato discursivo que apela a la curiosidad humana es, también, un signo de estos tiempos. Quien hoy sale de compras encuentra los quesos cortaditos en lonjas listas para consumir y son rarísimos aquellos que huelen, palpan y catan los quesos en bruto mientras conversan con el especialista. La revolución industrial primero –y la tecnológica después– ha creado inventos que en teoría nos darán más tiempo para disfrutar de la vida, pero en la práctica llenamos ese tiempo con más tareas en busca de una realización que jamás llegará de esa forma. Todo se ha empaquetado, listo para consumir, y de esto no escapan ni las artes.

Hace poco recibí una invitación muy amable para responder a un cuestionario. La enviaba Buensalvaje, una revista literaria que admiro mucho, pidiéndome mi lista de las cinco mejores novelas y cinco mejores libros de relato que se han publicado en Perú entre 1990 y 2010.

Decidí no participar. A menos que las decenas de encuestados busquen reunirse antes para llegar a un consenso crítico, el resultado será una lista que probablemente privilegie lo que más se recuerda o lo que más flota mediáticamente: una de las cosas que se le critica a los Óscar con sus seis mil votantes dispersos.

No tengo dudas de que esta encuesta literaria será un éxito de difusión y discusión, lo cual me alegra mucho por la revista y por su contribución a la difusión de la lectura.

Pero, al igual que con las listas empaquetadas que mencioné antes, habrá que tomarla solo como una referencia.

Porque hasta los borregos eligen qué pasto comer.

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Published on March 07, 2014 02:00

February 28, 2014

Caca y conciencia

Alguien había entrado al cubículo vecino y bajé la vista: tenía unas zapatillas blancas sobre las que pronto cayeron unos pantalones granates.

–Aló, amor… –susurró el hombre.

Afuera se anunciaba la salida de mi avión, pero más me interesó el murmullo de al lado.

–Llegaré antes de la medianoche, ¿querrás verme…?

Fue raro escuchar esa voz contrita mezclada con la salpicadura del agua. De pronto, la voz sonó aliviada. Doblemente aliviada, quizá.

–Sentimos lo mismo, mi amor. Ya nos vemos prontito.

El hombre salió del baño antes que yo y cuando volví a la sala de embarque busqué identificarlo. Al rato lo encontré en la fila de abordaje. Resultó ser un hombre alto y corpulento. Lo acompañaban una mujer y una niña de anteojos.

Una típica familia que vuelve a casa después de vacaciones.

Días después se armó una discusión en Internet debido a una campaña de limpieza de la municipalidad de Barranco: “Los comecaca”. Los publicistas habían recomendado forrar los tachos públicos de basura con caricaturas de estereotipos supuestamente detestados para que, de esa manera, los vecinos pudieran meterles por la boca la caca de sus perros. Sonaba divertido.

Pero ay. De pronto, los comecaca empezaron a heder para un sector grande de internautas. Alguen advirtió que junto a “El corrupto”, a “El futbolista juerguero” y a otros personajes aparecía también “La Trampa”: una rubia de lunar coqueto en cuya descripción quedaba como esa mujer detestable que es capaz de clavarle las uñas pintadas al marido ajeno.

Los publicistas, en su afán de comunicar de forma sencilla a la mayor cantidad de gente posible, se amparan en lugares comunes que suelen ser fácilmente entendibles por la mayoría. ¿No han visto esos comerciales que muestran a nueras triunfadoras sobre suegras que todo lo fiscalizan? ¿A papás celosos que miran cejijuntos al amiguito que visita a la hija en casa? No es un mecanismo publicitario, en verdad: Todos hemos contado alguna vez chistes basados en estereotipos. El problema empieza cuando se los utiliza públicamente para seguir etiquetándonos en lugar de tratar de entendernos.

¿Quién diablos es cualquiera para juzgar si la mujer –o el hombre– con quien hablaba mi vecino era una tramposa o no?¿Con qué frescura se puede convertir uno en juez de lo que es moral o inmoral, y luego insultar a Laura Bozzo por hacer lo mismo? Eso es lo malo de estos comecaca y de cierta publicidad: que en su afán de cumplir objetivos que seguramente serán alcanzados, abonan –literalmente– en el tipo de prejuicio que simplifica realidades complejas.

Sin embargo, también debo defenderlos.

La comunicación social que nos rodea es tan sosa, que es de celebrar estos intentos por hacer las cosas de manera distinta. Y tan cerrado como crear prejuicio es pedir el linchamiento de sus responsables y la aniquilación de la campaña cuando una modificación puede ser suficiente. ¿Qué me queda claro, después de esto? Que los publicistas deberían dejar de parar solo entre ellos y juntarse más con gente que mira la sociedad desde otras ópticas. Que si los críticos primero reconocieran el coraje de quienes buscan hacer las cosas de manera diferente, sus opiniones se tomarían en cuenta hasta con agradecimiento genuino.

Y que el amor es una necesidad básica, impostergable como la que más.

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Published on February 28, 2014 04:40

February 21, 2014

Cabreado

Estoy algo cabreado, como hace doce años.

En esa época colaboré con una organización que trabajaba por los niños y adolescentes víctimas de la violencia doméstica.

Para que se me entienda el enojo, quizá deba compilar la historia que más me impactó.

En esa época Fernando Z. tenía once años. Su casa estaba en un barrio populoso. Vivía con su madre y su padre, quienes tenían un negocio de menú. Les iba bien. La comida era buena y barata, y se llenaba de comensales fijos del barrio y de obreros y “maestritos” itinerantes. El padre de Fernando Z., además, se había ganado las sonrisas de muchos vecinos porque les fiaba y les otorgaba cortesías.

Pero nadie sabe lo que oculta una trastienda o unos modales zalameros: el padre de Fernando Z. tenía un Míster Hyde que solía irrumpir con violencia en su casa. Algunos vecinos lo sabían, o por lo menos lo intuían. Pero en todo ese tiempo, ninguno de ellos acudió a la Demuna del distrito a poner su queja, aunque podían hacerlo de manera anónima. Felizmente para Fernando Z., un día su madre no calló más y la vida del chico empezó a cambiar. Tan solo escuchar el testimonio de la madre de Fernando Z. me llevó a que ese año ayudara a que la labor de las Demunas se hiciera más conocida.

Pero la pregunta me martilleó un buen tiempo: ¿Por qué un vecindario que tenía sospechas de ese maltrato se guardó su testimonio? ¿Era la incredulidad de que un tipo tan simpático pudiera ser vil a la vez? ¿Pesaba más el beneficio de un menú fiado que la psique de un niño? ¿En verdad estaba tan arraigada esa noción de que “en problemas de otra casa, mejor ni meterse”?

Y ahora que veo las imágenes de las manifestaciones acalladas en Venezuela, una pregunta muy parecida me asalta: ¿Por qué los mandatarios de América Latina, este barrio que compartimos, han sido tan tibios con la violencia contra esos jóvenes venezolanos que sienten que su gobierno les mutila las libertades?

Lo que más me cabrea son esos artículos y comentarios en las redes que han aparecido últimamente: pertenecen al mismo tipo de fuego cruzado que envolvía a los vecinos de Fernando Z. cuando buscaban justificaciones. Así como en ese barrio de hace doce años el develamiento de un abuso destapó también posiciones interesadas y prejuicios lamentables en los vecinos, la represión a las protestas en la Venezuela de Maduro ha hecho ventilar demasiada posición política pero escasa solidaridad. El sistema de ideas que sostiene al fascismo o al comunismo es solo la excusa para esconder algo más primitivo: que cuando un grupo de miserables se siente en la cúspide del poder, siempre verá la manera de prolongar ese sistema, de la misma manera en que el padre de Fernando Z. hubiera querido perpetuar el sistema despótico que creó en su infierno doméstico.

Así que, por favor, no me jodan con justificaciones ideologizadas de uno u otro bando.

Un gobierno que usa su poder para cortar libertades y perpetuarse es algo que los peruanos ya padecimos con regímenes tanto de derecha como de izquierda. Perderse en justificaciones o discusiones es faltarle el respeto a las víctimas de esa represión, como ocurrió alguna vez con ese niño que no puedo olvidar.

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Published on February 21, 2014 02:05

February 14, 2014

Lima la jórribol

Lima recibió durante 2012 más turistas que Tokio o Berlín.

De hecho, recibió más turistas que Buenos Aires, Ciudad de México, Río de Janeiro y cualquier otra ciudad de Latinoamérica.

Tal es la conclusión que uno obtiene cuando se analiza el reporte de Euromonitor International publicado la semana pasada en Gestión.

Para alguien que vivió la Lima de los atentados terroristas y su agua con olor a caca, esta noticia parece sacada de la ciencia ficción. Por eso es que luego de investigar las credenciales de la empresa que hizo el estudio y de ponerme en plan pinchaglobos (“Lima es prácticamente la única puerta de ingreso aéreo al Perú, algo que no ocurre en países tan centralizados” o “muchos de esos turistas van al sur peruano como destino final” y “eso no es mérito de Lima, sino de su condición de hub de dos aerolíneas regionales) mi posición se quedó estacionada en un optimismo razonable: aunque nos falte mucho, también es mucho lo avanzado.

Fue al leer los comentarios que provocaba esta noticia en las redes sociales, cuando intuí que el número de limeños incrédulos no era poco comparado con el de los limeños orgullosos. No los culpo. Padecer nuestro aún espeluznante transporte público o comprobar que durante gran parte del año no vemos un retazo de cielo azul bastan para desanimar a cualquiera de pensar que Lima es una ciudad que debe verse antes de morir. Pero intuyo que es esta posición negativa a priori con respecto a Lima lo que también la hace tan querida para los inadvertidos que la visitan. Tal cual ocurre con esos galanes simpáticos que anuncian con antelación lo feos que son, los turistas que visitan Lima se van con la sensación de que han visitado una ciudad con encanto escondido, una especie de secreto bien guardadito de Sudamérica. Como le ocurre a los peces, que no saben que habitan en el agua, los limeños olvidamos que vivimos en una capital singularísima de América debido a tres razones: 1. Lima es una urbe milenaria que existía mucho antes de que los españoles le dieran fundación a la usanza europea y es un nodo de culturas que hoy se aprecia hasta en su comida. 2. Lima tiene un balcón envidiable sobre una bahía hermosa del Pacífico. 3. Lima tiene gente cabrona como cualquier ciudad grande pero, en su inmensa mayoría, sus habitantes son amables y proclives a hacer sentir bien al visitante.

Por supuesto: México DF también fue una urbe precolombina y tiene gente encantadora, pero ¿respira brisa marina? Río de Janeiro es una ciudad enclavada en un paraíso atlántico, pero ¿tiene una historia que se acerque a los años de Cristo? Es de tontos discutir qué ciudad es mejor que otra, porque eso no depende de la ciudad en sí, sino de las expectativas de quien las visita. Pero una cosa es clara: Lima es para cualquier visitante extranjero mucho más interesante de lo que cree el limeño promedio. Si a la brecha de infraestructura que aún le queda por cerrar, Lima le añadiera una campaña de concientización a sus habitantes en escuelas y medios –la de ser una metrópoli milenaria bañada por el mar– ese ranking variaría de la incredulidad al orgullo genuino.

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Published on February 14, 2014 02:55

February 7, 2014

Taxi en Brasil

–¡Chile es un país lindísimo!

Ocurrió hace pocos días, antes del fallo de La Haya. El brasileño se lo comentaba con entusiasmo al taxista mientras yo miraba por la ventana las calles de un pueblo al sureste de Río.

–¡Las calles limpias, sin cables en los postes!

El brasileño también se había hospedado en mi hotel y, ahora que regresaba con sus maletas a la estación de buses del pueblo, se había ofrecido generosamente a llevarme sin dejarme pagar a medias.

–Todo lo hacen por internet. ¡Todo! En cambio nosotros…

Era verdad: la razón por la que yo estaba en ese taxi rumbo al pueblo era porque no había podido comprar por internet mi boleto de bus de retorno a Río.

Mientras escuchaba en silencio sus loas a Chile estuve tentado de preguntarle si conocía ese gran país que se alza al norte de Chile.

Pero me quedé callado.

Quizá haya sido la sucesión de casas a través del vidrio, apiñadas una junto a la otra, lo que me llevó a una fugaz reflexión. En este vecindario que colinda con el Pacífico, ambas casas se observan. Una casa admira lo ordenadita que se ve la otra, pero se burla de lo aburridas que son sus costumbres. La otra casa admira las riquezas de su vecina, todos esos objetos heredados de valor incalculable, pero ve, quizá con desdén, de qué manera los tiene empolvados sin sacarles todo el provecho. Una casa admira el carro nuevo de la otra. La otra observa el auto más viejito del vecino, pero sonríe ante el sticker hilarante que tiene pegado atrás. Una casa admira que por las noches, las ventanas del vecino estén iluminadas, probablemente con los chicos de la casa estudiando para un examen. La otra se admira de que de las ventanas del vecino salgan notas al ritmo de un cajón. Una casa admira que de la otra provengan olores asépticos de centro comercial gringo. La otra admira los olores que le llegan a través de la pared, vapores de una sazón como no hay otra en el barrio. Una se burla del castellano chicloso que se habla en la otra, pero admira que con él se sepan poner de acuerdo. La otra, viceversa.

Alguna vez leí que ambos vecinos tienen economías complementarias. No estoy tan convencido de ello si es que esta noción se refiere solo al tipo de bienes que se producen a cada lado de sus límites. Pero si el argumento se estira hacia la complementaridad de nuestras culturas, es claro que nos enlazamos como dedos: a ambos lados de las fronteras hay más grandezas que bajezas aunque parezca lo contrario, pues lo negativo siempre es lo más fácil de promocionar. Y también es claro que de vencer la desconfianza azuzada por políticos y por medios de comunicación –y hasta por tipos como yo– la energía constructiva haría a ambos vecinos más productivos.

Ningún sentimiento aflora al viento en pureza de estado. Así como las miradas de ambas casas se entrecruzan con admiración, en ellas también suele aparecer la perversa gemela de ésta: la envidia.

Quizá yo haya empezado a vencerla un poquito esa mañana.

–Sí –confirmé–, es un lindo país.

Y el brasileño asintió, complacido, antes de cambiar de tema.

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Published on February 07, 2014 02:57

January 18, 2014

Una nube de brazos y piernas

Una nube de la que sobresalen brazos, piernas y ¡exclamaciones! es lo que suelen dibujar los humoristas para ilustrar una pelea en progreso, y eso es lo que me parece ver a estas alturas del debate sobre la concentración de medios en nuestro país. En la arena, un grupo editorial que posee el 78 % del mercado de prensa escrita frente a otro que posee el resto. Cerca del epicentro y con reverberaciones hasta las graderías, simpatizantes de una y otra posición, con argumentos inteligentes los menos y con insultos los más. Escribir sobre qué grupo tiene la razón sería agregarle un brazo al polvo. Aunque de alguna forma la diga al final de estas líneas, ¿qué diferencia puede hacer mi opinión?.

Quizá lo mejor sea hacer unas anotaciones al margen para quien pueda interesarse.


1. LA UTILIDAD PARA AMBOS. En el vaivén de la discusión ideológica a veces se olvida que estamos ante dos corporaciones en litigio. ¿Y qué rige principalmente a las empresas? Pues los resultados financieros. Aunque el buen gobierno corporativo exige respeto hacia todos los actores de la sociedad, el fin último de las personas jurídicas son las utilidades. Cuando ambos grupos se lanzaron tras la compra de EPENSA, quizá haya sido la misma pregunta la que imperó en ambos recintos: ¿cómo crezco en este negocio?. Catalogar a unos y a otros con las etiquetas cliché de la ideología –usted sabe cuáles son y en las redes abundan– es una simplificación que sopla carbones innecesariamente.


2. ¿ES LA INFLUENCIA? Nuestra sociedad cada vez se informa menos a través de las ediciones impresas y ve como artefactos cada vez más arcaicos esos pliegos que penden de los quioscos. Con generaciones cada vez más visuales, son Internet, TV (y hasta la radio) los medios donde el formato se adapta mejor a esta manera de absorber información. Es una pena para los soldados inteligentes de la pluma de largo aliento: la capacidad de influencia de los diarios es cada vez menor, a menos que ésta se traduzca en cuántas portadas se exhiben como afiches en los quioscos. Por lo tanto, quizá lo que esté en juego aquí –más que la capacidad de influencia directa a través de la opinión escrita– sea la capacidad de recibir anunciantes publicitarios.


3. LA FORMA PESA MÁS. Aparte de demostrar que somos un país presidencialista y con instituciones débiles (bastó una opinión de Ollanta Humala para que se desatara una tormenta), lo que dijo el presidente fue desafortunado no por el fondo, sino por la forma. Un jefe de estado tiene el derecho legítimo a dar su opinión –sobre todo en este tema–, pero sí debe dejar la sensación de que habrá una salida que no dependa de beneficios ni negociados políticos.


4. LOS SABIOS REUNIDOS. Intentar la fórmula del presidente (que el parlamento debata una solución) o la del juez constitucional puede abrirle la puerta a una desconfianza que nuestros políticos y el poder judicial se han ganado penosamente. Lo que está en juego aquí debe pensarse como solución a largo plazo (las participaciones de mercado siempre son coyunturales) y quizá deba ser encargada a una comisión sabia y creativa, de confianza razonable, que nos entregue una recomendación para una regulación integral, no solo de los medios de información sino de los oligopolios en general. Profesionales intachables tenemos. A veces me pregunto por qué no hacemos uso de ellos para temas que construyen sociedad.


5. LA CODICIA CAMPANTE. Existen ejemplos contraproducentes de cuando se ha creído que el mercado se podía regular sin que el Estado intervenga en su momento. Lo vemos con las combis que hacen infernal a nuestro tráfico y que nacieron en una coyuntura de liberalismo a discreción. Lo vimos con la crisis financiera mundial de hace pocos años. La codicia jamás debe ser el motor principal del emprendimiento. Todo mercado debe ser regulado con inteligencia: en este caso, no para castigar a los jugadores más innovadores, sino para garantizarle a cualquiera que tendrá la oportunidad de entrar a la cancha.

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Published on January 18, 2014 02:00

Gustavo Rodríguez's Blog

Gustavo Rodríguez
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